Revestimientos de mármol romanos. Análisis e interpretación

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Revestimientos de mármol romanos. Análisis e interpretación Rocío Gallego Blázquez La técnica romana del revestimiento de paramentos con placas de mármol, desarrollada fundamental- mente entre los siglos I a.C y V d.C, constituye uno de los primeros ejemplos de la utilización de piedra como material de acabado. Es ampliamente reconoci- da por sus cualidades estéticas y por la perfección que llegaron a conseguir en los acabados. Esto gene- ra mucho interés, pero también dudas acerca de las técnicas y procedimientos que utilizaron. Existen numerosos estudios, centrados en empla- zamientos que se han conservado en mayor o menor grado, que abordan esta técnica basándose en la ob- servación y documentación de los elementos cons- tructivos conservados in situ. De este modo, se puede saber que una serie de elementos aparecen sistemáti- camente y otros en casos aislados. Sin embargo, no son muchos los autores que han formulado hipótesis sobre la función de estos elementos. Además, estos autores no siempre sostienen la misma opinión, por lo que es conveniente replantearnos estos aspectos desde un punto de vista constructivo, así como re- flexionar sobre las posibles razones del uso de los elementos y su relevancia en el proceso constructivo. ANTECEDENTES La explotación de canteras ya se practicaba desde la época egipcia, cuando se iniciaron las primeras expe- diciones geológicas con el fin de buscar distintos ti- pos de rocas que sirvieran como materia prima (He- rrera 2012). Sin embargo, no fue hasta la apertura de la cantera de Carrara a mediados del siglo I a.C., cuyo mármol se hizo muy popular por su color, cuan- do comenzaron a aparecer los primeros ejemplos de esta técnica constructiva (Castro 1999). Estos primeros revestimientos de mármol se apli- caban habitualmente en residencias imperiales. Uno de los primeros ejemplos conocidos de una casa ro- mana decorada con mármol se remonta al año 143 a.C. Un poco posterior es la casa de Luco Craso en el Palatino, del año 90 a.C. (Dobbins 1983). Tras varios ejemplos ocasionales, habría que esperar hasta la po- lítica de Augusto, cuando las canteras existentes co- menzaron a extraer piedra en grandes cantidades, para ver un mayor número de casos (Acocella 2004). Es entonces cuando, motivado por las amplias cualidades estéticas de los mármoles, se reconstruye- ron numerosos edificios públicos, sustituyendo mate- riales de acabado como terracota, estuco o adobe por revestimientos de placas de mármol. También era ha- bitual su aplicación en edificios públicos de nueva construcción o incluso en elementos de mobiliario como mostradores de tabernas (Adam 1984). Ade- más, se podían ver este tipo de revestimientos en re- sidencias romanas imperiales, puesto que la utiliza- ción de un material noble como el mármol se consideraba sinónimo de estatus social (Wallace-Ha- drill 1994). Un hecho que sin duda influyó en el desarrollo de esta práctica constructiva es la notable evolución producida en los procesos de extracción y transporte Actas Vol. 2.indb 645 Actas Vol. 2.indb 645 13/11/17 10:03 13/11/17 10:03

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Revestimientos de mármol romanos. Análisis e interpretación

Rocío Gallego Blázquez

La técnica romana del revestimiento de paramentos con placas de mármol, desarrollada fundamental-mente entre los siglos I a.C y V d.C, constituye uno de los primeros ejemplos de la utilización de piedra como material de acabado. Es ampliamente reconoci-da por sus cualidades estéticas y por la perfección que llegaron a conseguir en los acabados. Esto gene-ra mucho interés, pero también dudas acerca de las técnicas y procedimientos que utilizaron.

Existen numerosos estudios, centrados en empla-zamientos que se han conservado en mayor o menor grado, que abordan esta técnica basándose en la ob-servación y documentación de los elementos cons-tructivos conservados in situ. De este modo, se puede saber que una serie de elementos aparecen sistemáti-camente y otros en casos aislados. Sin embargo, no son muchos los autores que han formulado hipótesis sobre la función de estos elementos. Además, estos autores no siempre sostienen la misma opinión, por lo que es conveniente replantearnos estos aspectos desde un punto de vista constructivo, así como re-flexionar sobre las posibles razones del uso de los elementos y su relevancia en el proceso constructivo.

ANTECEDENTES

La explotación de canteras ya se practicaba desde la época egipcia, cuando se iniciaron las primeras expe-diciones geológicas con el fin de buscar distintos ti-pos de rocas que sirvieran como materia prima (He-

rrera 2012). Sin embargo, no fue hasta la apertura de la cantera de Carrara a mediados del siglo I a.C., cuyo mármol se hizo muy popular por su color, cuan-do comenzaron a aparecer los primeros ejemplos de esta técnica constructiva (Castro 1999).

Estos primeros revestimientos de mármol se apli-caban habitualmente en residencias imperiales. Uno de los primeros ejemplos conocidos de una casa ro-mana decorada con mármol se remonta al año 143 a.C. Un poco posterior es la casa de Luco Craso en el Palatino, del año 90 a.C. (Dobbins 1983). Tras varios ejemplos ocasionales, habría que esperar hasta la po-lítica de Augusto, cuando las canteras existentes co-menzaron a extraer piedra en grandes cantidades, para ver un mayor número de casos (Acocella 2004).

Es entonces cuando, motivado por las amplias cualidades estéticas de los mármoles, se reconstruye-ron numerosos edificios públicos, sustituyendo mate-riales de acabado como terracota, estuco o adobe por revestimientos de placas de mármol. También era ha-bitual su aplicación en edificios públicos de nueva construcción o incluso en elementos de mobiliario como mostradores de tabernas (Adam 1984). Ade-más, se podían ver este tipo de revestimientos en re-sidencias romanas imperiales, puesto que la utiliza-ción de un material noble como el mármol se consideraba sinónimo de estatus social (Wallace-Ha-drill 1994).

Un hecho que sin duda influyó en el desarrollo de esta práctica constructiva es la notable evolución producida en los procesos de extracción y transporte

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de los bloques de piedra, por un lado, y de su trasfor-mación por otro.

Los romanos introdujeron ciertas novedades en cuanto a las técnicas de extracción existentes, como la realización de explotaciones subterráneas. Tam-bién adquirieron conocimientos en cuanto a las cuali-dades físicas y al comportamiento de las rocas. A pesar de no poder aportar datos científicos, la obser-vación y experimentación con distintos tipos de pie-dra ayudaron en gran medida a la elección tanto de la cantera como del sistema de extracción (Choisy 1999). Todo ello derivó en una extracción más segu-ra y controlada, lo cual se traducía en un aprove-chamiento más eficiente del material y en un ahorro de tiempo.

En cuanto al transporte de los bloques, disponían de calzadas para trasladarlos desde canteras cercanas a los talleres o a las construcciones, mediante carros tirados por bueyes, artilugios compuestos por grandes ruedas e incluso trineos. Este sistema evitaba que se encareciera el precio final del material, aunque no siempre era posible. Otro recurso fue la búsqueda y explotación de canteras ubicadas en zo-nas próximas a puertos fluviales o marítimos (González 2002; Atienza 2015). Esto posibilitó trans-portar nuevas variedades de mármol desde largas dis-tancias, como Grecia, África o la actual Turquía. Gracias a ello, la elección del tipo de piedra podía basarse en los colores o el brillo, seleccionando var-iedades de mármol que, dependiendo del curso de la naturaleza de la roca, podían contener un mayor o menor porcentaje de caliza, granito, serpentina, ala-bastro, pórfido, jaspe u otros (Gnoli 1998).

Por otra parte, la invención de las primeras máqui-nas para serrar piedra, supuso un gran avance con re-specto a los métodos de aserrado manual empleados hasta entonces. Con el tiempo se llegaron a producir placas de incluso 1 centímetro de espesor, con-siguiendo el máximo aprovechamiento del material sin producir desperdicios (Adam 1984). La primera referencia gráfica de una máquina para serrar piedra se encontró en un relieve sobre el sarcófago de Mar-co Aurelio Amiano, del s. III d.C., en Hierápolis (Turquía). Consistía en una rueda hidráulica que se accionaba por unas palas movidas por el impacto del agua, y alimentaba a una sierra de doble corte. Otra referencia de la utilización de máquinas para serrar piedra se localizó en los descubrimientos arqueológi-cos de Gerasa (Jordania), del siglo VI d.C. Tras las

excavaciones se encontraron columnas con claras marcas de cortes longitudinales, aparentemente real-izados mediante una sierra con cuatro hojas de corte, puesta en marcha por un molino hidráulico (figura 1) (Grewe 2010).

Estos datos son muy significativos, puesto que la posibilidad de producir placas delgadas de piedra de una forma rápida y económica está directamente li-gada al ingenio y posterior desarrollo del sistema constructivo de los revestimientos de mármol.

TÉCNICA DE REVESTIMIENTOS DE MÁRMOL

Esta técnica, que tenía claros fines decorativos y es-téticos, consistía básicamente en revestir muros con placas de piedra, adheridas a una capa de mortero. Generalmente se componía de tres secciones: zócalo, moldura situada sobre el zócalo y placas de revesti-miento. El soporte habitual consistía en muros a base de sillares, mampostería o ladrillo. Otros soportes podían ser piezas decorativas, de mobiliario o ele-mentos para formar el hipocausto romano, como su-cedía en el caso de los tubuli de terracota instalados en termas para calentar las estancias (figura 2).

Gracias a las partes conservadas se puede intuir que los romanos desarrollaron una amplia variedad

Figura 1Huellas en una columna antigua reutilizada, posiblemente realizadas con una sierra de cuatro hojas de corte, tensadas en un marco múltiple, encontrada en Gerasa (Jordania). S. VI d.C. (Grewe 2010).

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de diseños. Utilizaban distintos formatos y colores de placas, generando composiciones más o menos com-plejas. Se puede decir que tenían nociones estéticas y compositivas que aprovechaban con la finalidad de generar una imagen concreta. La utilización de pla-cas delgadas permitía además una mayor adaptación en cuanto a formas y tamaños, abriendo el abanico de posibles acabados y dando lugar al diseño del re-vestimiento de mármol desde principios compositi-vos (figura 3).

Aunque no se han conservado unidades completas del sistema constructivo, sí lo han hecho parcial-mente en mayor o menor grado. Se han preservado cantidades importantes de mármol, especialmente en los zócalos. En algunos yacimientos incluso se en-contraron placas completas o parte de ellas aún in situ y, en otros, ya desprendidas en el suelo. Además, en muchos casos se ha conservado la capa de mortero casi intacta.

En este sentido, todos los casos conservados co-bran especial importancia, puesto que dejan constan-cia de los elementos constructivos que formaban par-te del sistema de una manera bastante certera. Para conocer estos elementos es útil la revisión de estu-dios sobre yacimientos existentes, ya que se basan en la observación y documentación de los elementos constructivos localizados in situ. De este modo, se ha podido saber que una serie de elementos aparecen sistemáticamente y otros en casos aislados. En la tab-la 1 quedan reflejados estos elementos.

Conocer los elementos integrantes del sistema ofrece información muy útil. Sin embargo, si preten-demos realizar un análisis más exhaustivo, no son muchos los investigadores que han formulado hipó-tesis sobre la función de estos elementos. Además, se dan ciertas discrepancias de opiniones. Por un lado, no está claro el procedimiento que empleaban para colocar la capa de mortero, ni por qué ésta presenta-ba una serie de incrustaciones. Por otro lado, se pien-sa que en una serie de casos recurrieron a la utiliza-ción de anclajes metálicos, además de la capa de mortero. Sin embargo, no se conservan ejemplos en los que estas grapas hayan sido encontradas in situ, posiblemente porque fueran saqueadas o reutilizadas

Figura 2Termas del Foro de Ostia (Roma). S. II d.C. Imagen del cal-darium, donde se pueden observar restos de varios tubuli revestidos con placas de piedra (Acocella 2014).

Figura 3Revestimiento mural de grandes placas de mármol de rec-uadros polícromos. Casa de Amor y de Psique, Ostia (Roma). Año 300 d.C. (Adam 1984).

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posteriormente. Esto dificulta el análisis de las mis-mas, complicando la tarea de asegurar su posición con respecto al perímetro de las placas de piedra y, por tanto, las teorías acerca de su posible función.

HIPÓTESIS DE DIVERSOS AUTORES

Dadas las contrariedades en las hipótesis existentes, se considera relevante revisarlas desde un punto de vista constructivo, lo cual nos hará replantearnos los motivos por lo que utilizaron ciertos elementos y su relevancia en el proceso constructivo. A continua-ción, se revisarán las hipótesis de tres investigadores que han hecho aportaciones relevantes con respecto a estas cuestiones (Dobbins 1983; Adam 1984; Ball 2002). El orden de revisión se ha establecido siguien-do el orden cronológico en que fueron publicadas.

Dobbins (1983)

En el año 1983 Dobbins estableció no sólo las partes del sistema, sino un procedimiento para la coloca-ción de las placas de mármol, tomando como base para ello las partes conservadas en la Basílica Emilia

(Roma), del siglo II d.C. A partir de lo que establece Dobbins se pueden resumir los siguientes pasos:

Paso 1. Se practicaban una serie de agujeros sobre la superficie de un muro construido anteriormente. En el ejemplo de la Basílica Emilia estos agujeros se encontraron aproximadamente alineados a lo largo de líneas horizontales no equidistantes entre sí. En otros ejemplos Dobbins no observó este patrón tan claro.

Paso 2. En estos agujeros se incorporaban tapones de mármol acuñados en bronce o hierro, sobresalien-do de la pared, que servían para garantizar el agarre del mortero (figura 4).

Paso 3. Se procedía a colocar la capa de mortero de asentamiento. Ésta se colocaba por secciones, generalmente en hiladas horizontales de alturas vari-ables (figura 5). Según la teoría de Dobbins, cada sección horizontal alcanzaría la misma altura que las placas de mármol que se fueran a instalar.

Paso 4. En la superficie del mortero aún húmedo, se incrustaban fragmentos irregulares de mármol y terracota. Las caras exteriores de estos fragmentos quedaban alineadas con la cara exterior de la superfi-cie del mortero, proporcionando una superficie lisa para recibir las placas de mármol.

Paso 5: Se adherían las placas de piedra, en senti-do ascendente, esto es, zócalo, moldura apoyada so-bre el zócalo, y placas de revestimiento. Carrillo (1990), que observó este mismo patrón, localizó ade-más líneas rojas sobre algunas partes de la moldura, interpretándolas como marcas de posición para la co-locación de las placas superiores.

Tabla 1Elementos empleados en el sistema constructivo de revesti-mientos de mármol romanos (Autora 2017).

Figura 4Tapones de mármol acuñados en cobre o bronce, encontra-dos in situ en el interior de la Basílica Emilia, Roma. S. II d.C. (Dobbins 1983).

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En relación a los anclajes metálicos, Dobbins in-trodujo dos cuestiones. Por un lado, se refiere al con-siderable peso que las placas de revestimiento ejer-cen sobre la moldura y el zócalo, y alude a la necesidad de retener las placas con grapas. Por otro lado, estableció la posible ubicación de grapas me-diante la observación de las placas de piedra conser-vadas. En una de ellas localizó muescas y un agujero con manchas de óxido de hierro, lo que le permitía asegurar que, al menos en esos puntos, la placa había estado asegurada por un clavo y una o varias grapas metálicas. En la figura 6 pueden verse una serie de clavos de hierro que Dobbins documentó durante las

excavaciones de la villa romana en La Befa, Italia. Aunque no se puede asegurar su uso, podrían ser del tipo utilizado para asegurar las placas de piedra.

Adam (1984)

Adam resumió el proceso constructivo del sistema de un modo bastante simple. Indica que las placas de mármol se colocaban sobre una capa de mortero de cal con fragmentos de mármol, y que la perfección del acabado dependía fundamentalmente de la habili-dad del albañil para conseguir una yuxtaposición uni-forme entre las placas y la adecuada nivelación y continuidad de todas ellas. Según Adam, las incrusta-ciones de fragmentos de mármol funcionaban como marcas que se nivelaban con una gran regla. Una vez conseguida esta superficie uniforme y lisa, ya estaba preparada para recibir las placas de mármol.

En cuanto a la utilización de fijaciones, Adam pro-puso que se usaban grapas metálicas en los casos en que las placas de piedra tenían unos espesores mayo-res, haciendo que el revestimiento fuera en cierto modo auto portante, pero al mismo tiempo más ines-table. Ginouves y Martín (1985) representaron un sistema en el que parecían hacer referencia a este tipo de grapas (figura 7). Aunque Adam no localizó grapas in situ, interpretó los agujeros encontrados en el muro soporte como la evidencia de la posición que en algún momento ocuparon.

Figura 5Restos conservados en el interior de la Basílica Emilia (Roma). Pueden distinguirse las secciones horizontales de mortero, los fragmentos de piedra incrustados en ellas y parte de una placa de revestimiento (Dobbins 1983).

Figura 6Clavos de hierro localizados durante las excavaciones de la villa romana en La Befa (Italia) (Dobbins 1983).

Figura 7Representación de zócalo de placas de mármol en el anfite-atro de El Jem (Túnez) (Ginouves y Martín 1985. Dibujo de Golvin J-C).

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Ball (2002)

Ball analizó varios ejemplos ubicados en Pompeya, utilizándolos como base para exponer sus hipótesis. En base a las evidencias observadas, enumeró cinco elementos que formaban parte del sistema en los ca-sos estudiados:

– Pequeños agujeros practicados sobre la super-ficie de un muro previamente realizado.

– Grapas de bronce o hierro ubicados en esos agujeros.

– Pequeños tapones de mármol introducidos en los agujeros para mantener los anclajes en su lugar.

– Capa de mortero.– Fragmentos irregulares incrustados en el mor-

tero.

En cuanto a la aplicación de la capa de mortero, Ball observó distintos patrones. En unos casos se ha-bía dispuesto en grandes secciones sobre las que se colocaban varías placas de piedra, mientras que en otros lo hacía en secciones coincidentes con las di-mensiones de las placas, presumiblemente cuando éstas eran de gran tamaño

Referente a los fragmentos, Ball propone que esta-ban incrustadas en el mortero, quedando a una pro-fundidad mayor. Varios de los ejemplos que estudió presentaban incrustaciones de piezas curvas de terra-cota en lugar de piedra, lo que hace más evidente su teoría. Por otro lado, Ball no observó un patrón clara-mente definido a la hora de incorporarlos. En unos casos se insertaban alrededor del perímetro de cada cuadrante de mortero (figura 8), mientras que en otros parecían colocarse de una forma más o menos aleatoria. En los ejemplos más recientes que observó, se habían colocado con una combinación de ambos, manteniendo una mayor concentración de cuñas en el perímetro, e introduciendo también otros en el interi-or del cuadrante. Para Ball, esta disposición irregular de las cuñas implica que su función no puede de-pender de su localización con respecto a las placas de revestimiento. Su hipótesis es que su función está re-lacionada con facilitar la colocación de las placas, solucionando el problema de la alta viscosidad del mortero. De este modo los espacios que dejan las in-crustaciones darían un margen mayor para ajustar la posición final de las placas una vez que éstas fueran

presentadas, sin perder adherencia. Para demostrar su hipótesis, Ball empleó un modelo dinámico, una re-producción a escala 1:35, tras lo cual consideró el uso de las incrustaciones no sólo conveniente, sino necesario para conseguir el margen de adaptabilidad necesario a la hora de colocar la placa.

Con respecto a la utilización de fijaciones metáli-cas, Ball interpretó como evidencia de su uso y posición los agujeros conservados en la pared, en al-guno de los cuales pudo localizar tapones de mármol

in situ. A partir de sus observaciones, se puede de-ducir la siguiente clasificación de anclajes:

Tipo 1: grapas dispuestas a lo largo de una línea horizontal, sobre las placas de zócalo o molduras.

Tipo 2: grapas dispuestas en la parte superior e in-ferior de las placas, o sólo en la parte superior de las mismas, dispuestas regularmente a lo largo de líneas horizontales a una distancia variable.

Tipo 3: grapas dispuestas de manera irregular alre-dedor del perímetro de la placa, no limitándose a la parte superior o inferior.

Tipo 4: grapas dispuestas a ambos lados de las juntas verticales entre placas, alternativamente a cada lado y a intervalos irregulares.

Ball opina que la disposición de las grapas con re-specto a la placa contradice la idea de que éstas pudi-

Figura 8Incrustaciones de piezas curvas de terracota en el perímetro de las secciones de mortero. Ala Esquilino en la Domus Au-rea (Roma). S. I d.C. (Ball 2002).

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eran tener funciones estructurales, especialmente cu-ando se colocaban en la parte superior de las placas y con el gancho apuntando hacia abajo. Por ello, pro-puso que la función de las grapas podría ser establ-ecer una distancia concreta entre las placas de re-vestimiento y el muro soporte, permitiendo que las placas quedaran bien alineadas entre sí. Tras ajustar la placa en uno de sus extremos, se presionaría con un movimiento pivotante hasta que quedara alineada con las grapas del otro extremo. Una vez colocada en su posición final, las grapas la retendrían evitando que se hundiera o volcara (figura 9).

Resumen de las hipótesis

Para resumir las similitudes y diferencias en los tres puntos de vista revisados, se ha realizado una tabla descriptivo-comparativa (tabla 2).

DISCUSIÓN

Tras la revisión previa se considera oportuno hacer una serie de reflexiones sobre los argumentos revisa-dos, que nos permitan incidir sobre ciertos aspectos.

Capa de mortero

A la vista de las partes conservadas analizadas por los autores, se puede afirmar que la aplicación de la capa de mortero no respondía a un procedimiento es-tándar y que existieron, al menos, tres posibles méto-dos: aplicación parcial en forma de secciones hori-zontales de alturas variables, aplicación parcial en forma de grandes secciones y aplicación parcial en secciones correspondientes con el tamaño de las pla-cas de piedra. Estas diferencias parecen indicar que, probablemente, el método de aplicación dependía del diseño del revestimiento.

Parece lógico pensar que las placas de pequeño tamaño se colocaran más fácilmente, por lo que se podrían adherir varias de ellas en una misma secuen-cia sobre una sección amplia de mortero. Sin embar-go, las placas de gran tamaño requerirían un mayor cuidado durante la puesta en obra, puesto que míni-mos errores de ejecución se traducirían en imperfec-ciones en el acabado. Por ello, estas grandes placas se colocarían individualmente sobre su propia sec-ción de mortero, no procediendo a colocar una hasta que la anterior se encuentre fija en su posición.

Fragmentos en el mortero

No está clara la función de los fragmentos incrusta-dos en el mortero, aunque se pueden plantear varios aspectos. En primer lugar, es evidente que las hipóte-sis de Ball contradicen ciertas suposiciones de Dob-bins y Adam. Tal y como Ball observó, cuando se empleaban piezas curvas de terracota sería imposible que quedasen enrasadas con el mortero para conse-

Figura 9Representación gráfica del proceso constructivo propuesto por Ball (Ball 2002).

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guir una superficie lisa de apoyo, por lo que entende-mos que ésa no podía ser su función principal. Por la misma razón tampoco podían funcionar como mar-cas de nivel para conseguir una superficie uniforme, como suponía Adam, ya que no se colocaban antes o junto con la capa de mortero, sino que se incrustaban posteriormente y no llegaban a tocar el muro soporte. Además, los romanos disponían de herramientas de medida que podían haber empleado para el control

del espesor y planeidad de la capa de mortero. Tam-poco tenían sentido esas superficies lisas de contacto piedra-piedra o terracota-piedra donde se perdería la adherencia, derivando en problemas de comporta-miento posterior. Esto es más claro en los puntos del paramento en los que existía una proporción muy el-evada de fragmentos o fragmentos de gran tamaño.

Una vez descartadas estas posibilidades, planteare-mos los aspectos que nos acerquen a la posible fun-

Tabla 2Tabla descriptivo-comparativa de las hipótesis revisadas (Autora 2017).

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ción de los fragmentos. Lo primero a tener en cuenta es la disposición a la hora de incrustarlos en la capa de mortero. Aunque no parece seguir una secuencia lógica, ni una proporción igualitaria en todas las sec-ciones, como apreciaron los tres autores, sí que parecen distinguirse dos amplias tipologías. En los ejemplos en los que la capa de mortero servía para varias placas, los fragmentos estaban dispuestos de una forma más aleatoria. Sin embargo, en alguno de los ejemplos estudiados por Ball, como sucedía en el Ala Esquilino de la Domus Aurea, donde la capa de mortero se había aplicado en secciones individuales para cada placa, los fragmentos se situaban visible-mente alrededor de su perímetro.

Esto nos lleva a plantearnos si su disposición po-dría estar relacionada con el diseño del revestimien-to, para facilitar la puesta en obra o para mejorar la durabilidad del revestimiento. El primer supuesto co-rresponde con la hipótesis planteada y desarrollada por Ball. Para los romanos era muy importando con-seguir no sólo una correcta posición de las piezas, sino una adecuada planeidad de la placa y una per-fecta yuxtaposición entre ellas. Ante la dificultad que suponía ajustar la posición final de las placas una vez presentadas en su posición, debido a la alta viscosi-dad del mortero romano, los fragmentos facilitarían el proceso, proporcionando un margen de movimien-to y adaptación al mortero, y permitiendo el ajuste fi-nal de las placas. La hipótesis de Ball, por tanto, tie-ne sentido.

Esta suposición nos lleva a exponer la segunda posibilidad. Si los fragmentos, incrustados a mayor profundidad, daban un margen de ajuste permitien-do un ligero movimiento, también colaborarían en absorber los errores dimensionales de grosor que se puedan arrastrar del corte de las placas y los defec-tos de planeidad a causa de las irregularidades su-perficiales del muro soporte. De esta manera, al aju-star la placa en su posición final, la capa más superficial del mortero se adaptaría a la superficie interior de las placas, rellenando los posibles hue-cos que quedasen y asegurando una buena adheren-cia en todas sus partes. Son conocidos los prob-lemas derivados del hecho de poner en contacto dos materiales con un comportamiento térmico e higro-scópico diferente, por lo que asegurar una distribu-ción equilibrada y uniforme de las cargas, garan-tizaría una adecuada adherencia entre ambos materiales, mejorando la durabilidad.

Fijaciones metálicas

En cuanto a las fijaciones metálicas, la única manera de revelar su función sería asegurando su posición con respecto a la placa. Sin embargo, el hecho de és-tos no se hayan conservado in situ hace que haya ha-bido que buscar otras evidencias, motivo por el cual cada investigador buscó las suyas propias.

Dobbins adoptó como evidencia las marcas en las placas de piedra, asegurando que, al menos en aquellos puntos, la placa estaba asegurada con anc-lajes metálicos. Si en esos agujeros con marcas de óxido había existido un anclaje, eso supondría que la fijación en ese caso consistiría en uno o varios clavos de hierro que atravesaban la placa.

Por su parte, Ball aceptó como evidencia los agu-jeros encontrados en el muro soporte, e interpretó los tapones de mármol que encontró en alguno de ellos como cuñas que mantenían los anclajes en su lugar. Cuando Dobbins localizó este tipo de tapones in situ, sin embargo, los describió como tacos que facilita-ban el agarre del mortero, y que se acuñaban con una pieza de mármol. En otras excavaciones realizadas también se han encontrado este tipo de piezas in situ, interpretándose como parte de un anclaje que habría ocupado aquella posición. En cualquier caso, no se puede asegurar si los agujeros en el muro indicaban la posición de los anclajes ni si las pequeñas piezas de hierro o bronce eran parte un anclaje.

Adam también interpretó estos agujeros como la prueba de la existencia de anclajes, cuyo uso era necesario para asegurar placas que fuesen más an-chas y pesadas y, por tanto, más inestables. Esta su-posición parece lógica, al estar estas placas más ex-puestas a desprenderse. Lo mismo sucedería con las placas del zócalo ya que, al recibir el peso de las pie-zas superiores, se produciría una pérdida de adherencia progresiva, necesitando un elemento retenedor.

En base a todas estas evidencias, a veces contra-dictorias, es difícil establecer hipótesis en cuanto al motivo concreto por el que utilizaban anclajes me-tálicos. No obstante, podemos asegurar que:

– Su uso no se puede considerar imprescindible para el funcionamiento del sistema, ya que no se utilizaban de manera sistemática.

– Su uso no tenía sentido en determinados casos, especialmente cuando se trataban de revestir

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los paramentos en termas, ya que el elevado grado de humedad terminaría por oxidar e in-utilizar las fijaciones.

Por tanto, independiente de si se disponían clava-das en la placa, como suponía Dobbins, en placas gruesas, como suponía Adam o alrededor de uno o varios cantos de la placa, como suponía Ball, su fun-ción tenía que estar relacionada con retener las pla-cas en su posición. Estos trabajarían como anclajes de retención, colaborando con el mortero para asegu-rar la posición de la placa. Probablemente no se utili-zaban en todos los casos ya que su uso sólo sería im-prescindible en aquellas placas más susceptibles de sufrir fallos: zócalos, placas de gran espesor y placas de gran tamaño.

Procedimiento constructivo

No se puede saber hasta qué punto los romanos co-nocían los problemas constructivos de este sistema constructivo, pero no podemos obviar el elevado nú-mero de casos existentes. Si utilizaban un material que era muy costoso, tanto por la dificultad de su ex-tracción y transporte, como por la complicada tarea del aserrado de las placas, es de suponer que utiliza-rían los medios necesarios para asegurar no sólo un buen acabado sino la mayor durabilidad posible.

Es probable, por tanto, que inicialmente existiese un procedimiento más o menos estándar y que, en di-seño más complejos y más susceptibles de sufrir fa-llos, tuviesen que ir adaptándolo progresivamente. En este contexto, las diferencias observadas en el proceso constructivo podrían interpretarse como una respuesta técnica ante diferentes problemas de ejecu-ción y de comportamiento, indicados a continuación:

– Problemas de ejecución en placas de gran ta-maño y placas de gran grosor: dificultad para ajustar la posición, falta de yuxtaposición y/o falta de planeidad. La solución en este caso podría ser una disposición más estudiada de las secciones de mortero y de la ubicación de los fragmentos incrustados.

– Problemas de comportamiento en zócalos, pla-cas de gran tamaño y placas de gran grosor: inestabilidad, pérdida de adherencia y/o caída de placas. La solución en este caso podría ser

la utilización de clavos o grapas metálicas de retención.

CONCLUSIONES

Es arriesgado establecer las funciones de las distintas partes de este sistema constructivo, ya que no pode-mos asegurar la intención real que tenían los roma-nos al utilizar ciertos elementos o cuáles eran los pa-sos exactos durante la ejecución. Lo que sí podemos saber es que las diferencias encontradas en los ejem-plos conservados reflejan que no existía un procedi-miento idéntico para todos los casos, sino similar.

Por otra parte, sabemos que los romanos buscaban unos buenos acabados, acordes a la nobleza del ma-terial utilizado, por lo que es razonable suponer que, si empleaban una técnica conocida y no conseguían los resultados esperados, incorporarían los recursos necesarios para solucionarlo. Por tanto, entendemos que las diferencias en cuanto a la utilización de de-terminados elementos constructivos y su disposición en el paramento no pueden ser casuales. Es muy pro-bable que adaptaran sus conocimientos técnicos ante problemas de ejecución o durabilidad que se diesen en diseños complejos, con el fin de solucionar uno o varios de ellos.

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