Resumen Unidad 2

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1 2 Integración y cultura La cultura posibilita la integración de una sociedad. Generalmente, los integrantes de una sociedad se identifican con una cultura determinada. Aunque hay muchas sociedades que son multiculturales, la cultura define a una sociedad. No se podría explicar el mantenimiento del orden social si no fuera a partir del concepto de cultura. 2.1 Cultura. La cultura en el discurso común. La palabra “cultura” se asocia a una acción (cultivar) y a un estado (cultivado), lo cual en última instancia nos remite a la idea de un sujeto poseedor de cultura, o de ciertos objetos que serían parte de esta. La cultura es lo que mantiene unida, define y cohesiona a una sociedad. Es imposible entender a una sociedad sin entender su cultura, sin embargo, es un concepto amplio que contiene nociones tales como ideológicas, representaciones etc. La cultura ha variado como concepto a lo largo de la historia de la sociología, pero en su base, son elementos distintivos que nos caracterizan y definen como sociedad. Durante el siglo XVIII la cultura, además de concebirse como un concepto totalizante (esto es, en un sentido que va más allá de lo personal), estaba asociada a un ideal de vida colectiva. El proceso civilizador implicaba ciertos tipos de control de la conducta y de las relaciones entre los hombres, y se distinguía explícitamente de las manifestaciones del espíritu que se organizaban bajo el concepto de cultura. Retomaremos este punto al hablar de orden social. Durante el transcurso del mismo siglo XVIII, la cultura se “autonomiza”, es decir, se desprende de sus funciones y se convierte en un campo autónomo. Imaginemos la diferencia entre este nuevo tipo de sociedad y las sociedades preindustriales: mientras que en las sociedades preindustriales las actividades culturales se desarrollaban como continuación de la vida cotidiana y tenían una función específica –religiosa, práctica, ceremonial, etcétera–, en las sociedades modernas la cultura aparece desligada de sus funciones, como un hecho per se. A partir de este distanciamiento entre la cultura y sus funciones iniciales se constituye el campo cultural como un ámbito especializado y autónomo. *La cultura según Durkheim: es el elemento fundamental que cohesiona la sociedad, es decir todos los actores están inmersos en una sociedad, todos tienen una función, pero lo que delimita que función va a cumplir, que posición va a ocupar dentro de la sociedad van a estar determinados por la cultura. * La cultura según Weber: la cultura son las creencias que legitiman el poder, las creencias tenían un motor en sí mismo del cambio social, el entendía que pasar de la pre modernidad a la modernidad dependía de la incorporación de la racionalidad a la visión del hombre del mundo, por lo tanto la cultura era importante para entender qué tipo de sociedad teníamos enfrente y sobre todo era lo que legitimaba el acceso al poder. Pierre Bourdieu intenta desmitificar la idea, que forma parte del sentido común, acerca de que el gusto es un acto individual. Bourdieu se propone comprender la relación entre lo económico y lo simbólico a partir de las relaciones de clase, pero también tiene en cuenta otras formas de poder que contribuyen

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2 Integración y cultura

La cultura posibilita la integración de una sociedad. Generalmente, los integrantes de una sociedad se

identifican con una cultura determinada. Aunque hay muchas sociedades que son multiculturales, la

cultura define a una sociedad. No se podría explicar el mantenimiento del orden social si no fuera a

partir del concepto de cultura.

2.1 Cultura. La cultura en el discurso común.

La palabra “cultura” se asocia a una acción (cultivar) y a un estado (cultivado), lo cual en última instancia nos remite a la idea de un sujeto poseedor de cultura, o de ciertos objetos que serían parte de esta. La cultura es lo que mantiene unida, define y cohesiona a una sociedad. Es imposible entender a una sociedad sin entender su cultura, sin embargo, es un concepto amplio que contiene nociones tales como ideológicas, representaciones etc. La cultura ha variado como concepto a lo largo de la historia de la sociología, pero en su base, son elementos distintivos que nos caracterizan y definen como sociedad. Durante el siglo XVIII la cultura, además de concebirse como un concepto totalizante (esto es, en un sentido que va más allá de lo personal), estaba asociada a un ideal de vida colectiva. El proceso civilizador implicaba ciertos tipos de control de la conducta y de las relaciones entre los

hombres, y se distinguía explícitamente de las manifestaciones del espíritu que se organizaban bajo el

concepto de cultura. Retomaremos este punto al hablar de orden social. Durante el transcurso del

mismo siglo XVIII, la cultura se “autonomiza”, es decir, se desprende de sus funciones y se convierte en

un campo autónomo. Imaginemos la diferencia entre este nuevo tipo de sociedad y las sociedades

preindustriales: mientras que en las sociedades preindustriales las actividades culturales se

desarrollaban como continuación de la vida cotidiana y tenían una función específica –religiosa,

práctica, ceremonial, etcétera–, en las sociedades modernas la cultura aparece desligada de sus

funciones, como un hecho per se.

A partir de este distanciamiento entre la cultura y sus funciones iniciales se constituye el campo

cultural como un ámbito especializado y autónomo.

*La cultura según Durkheim: es el elemento fundamental que cohesiona la sociedad, es decir todos los

actores están inmersos en una sociedad, todos tienen una función, pero lo que delimita que función va

a cumplir, que posición va a ocupar dentro de la sociedad van a estar determinados por la cultura.

* La cultura según Weber: la cultura son las creencias que legitiman el poder, las creencias tenían un

motor en sí mismo del cambio social, el entendía que pasar de la pre modernidad a la modernidad

dependía de la incorporación de la racionalidad a la visión del hombre del mundo, por lo tanto la

cultura era importante para entender qué tipo de sociedad teníamos enfrente y sobre todo era lo que

legitimaba el acceso al poder.

Pierre Bourdieu intenta desmitificar la idea, que forma parte del sentido común, acerca de que el gusto

es un acto individual. Bourdieu se propone comprender la relación entre lo económico y lo simbólico a

partir de las relaciones de clase, pero también tiene en cuenta otras formas de poder que contribuyen

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a la diferenciación social. Es decir, no sólo el nivel socioeconómico del individuo define la

diferenciación entre clases, sino también la escuela a la que asiste, los lugares en donde vacaciona, las

cosas que consume, etcétera. Desde su perspectiva, ningún gusto es un acto individual ni existe la

creación intelectual libre. No existe la “genialidad” del artista o del escritor, sino que toda creación está

relacionada a la producción simbólica de una época histórica. Esto implica que los criterios que definen

una obra artística como buena o bella son finalmente sociales y dependen del momento histórico y el

espacio en el cual se desarrollan. Al mismo tiempo el gusto, construido socialmente e incorporado

como una segunda naturaleza, configura una predisposición a que algo guste o no, predisposición que

luego desarrollaremos bajo el concepto de habitu. Bourdieu evidencia que en las clases menos

instruidas hay una cierta resistencia, quizás inspirada en un sentimiento de ineptitud o de

incomodidad, a visitar estos lugares lejanos a su cotidianeidad.

La autonomización de la cultura: Es un proceso que por una parte, la cultura se aleja de sus funciones

iniciales que le otorgaban sentido; por otra, se separa de las esferas política, económica y científica, las

cuales se vinculan a la noción de civilización; finalmente, se impone la idea de que la cultura sólo

puede ser obra de una elite.

En el análisis de Hugues de Varin, la cultura autonomizada ha ido pasando por diferentes fases, a

saber: la codificación, la institucionalización y la mercantilización.

La codificación de la cultura: La cultura empieza a tener elementos tangibles y empieza a proveerse de

distintos elementos que la hacían visible, se empieza a codificar, empieza a haber una segmentación

entre que era la cultura y que no lo era. El objetivo de por esta etapa era el de fijar y jerarquizar valores

culturales. La cultura se homologa a las bellas artes (arquitectura, escultura, danza, música, pintura,

literatura, cinematografía) y representa el conjunto valorado por ser “de buen gusto”, distinguido,

legítimo, artístico. En un segundo nivel, se ubica la cultura “tolerada”, es decir, las manifestaciones

artísticas que aun sin considerarse elementos de distinción se incorporan a la sociedad. Ejemplo de la

misma es el jazz. Finalmente, la cultura “marginal” incluye elementos no tolerados (o no incluidos bajo

el rótulo de “cultural”) que hoy podríamos ejemplificar a través de la cumbia villera.

La Institucionalización de la cultura: Son los propios estados quienes crean instituciones que van a

cuidar la cultura; a partir de 1900, época en la cual se observa un esfuerzo por parte del Estado por

lograr el control y la gestión global de la cultura, para lo cual diseña instituciones político-

administrativas que le permiten unificar y centralizar la cultura.

Mercantilización de la cultura: Toma a la cultura como bien, un bien que es comercializable, que tiene

un valor adosado a él. En esta fase se observa la subordinación masiva de los bienes culturales a la

lógica del valor de cambio. La cultura se valora como factor de “crecimiento económico” y es

convertida en mercancía, es decir, se somete a la ley de maximización de beneficios.

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2.2 La cultura en la tradición marxista

La tradición marxista tiende a homologar la cultura a la ideología, ubicándola en el nivel

superestructural. Los autores enmarcados en la línea marxista abordan la cultura en función de su

contribución a la dinámica de la lucha de clases. El homologaba lo que es la cultura a la ideología del

concepto de “conflicto de clases”, la cultura venía a legitimizar que los poseedores de los medios de

producción oprimieran a los poseedores de la fuerza del trabajo.

Los aportes de Lenin a la comprensión de la cultura:

En los escritos de Lenin se plantea la determinación de la cultura por factores extraculturales (las

condiciones materiales de existencia) y en sus escritos se introduce la relación dominación-

subordinación en la esfera de la cultura. En referencia a la cultura nacional, distingue entre cultura

dominante, propia de la burguesía; la cultura dominada, característica del campesinado tradicional; y

elementos de la cultura democrática socialista, característica del proletariado. Para Lenin una cultura

era superior a otra en la medida en que permitía una mayor liberación de la servidumbre de la

naturaleza.

Ideología, Estructura y Material ideológico en Antonio Gramsci

Antonio Gramsci fue un pensador clave en la historia de la teoría marxista porque fue uno de los primeros que, en el marco de dicha corriente teórica, puso un fuerte acento en los fenómenos ideales, sin dejar de lado el materialismo. Particularmente, se enfocó en la superestructura, observando los mecanismos mediante los cuales el capitalismo era legitimado. La pregunta que Gramsci se propone en el siglo XX es: ¿Cómo opera la superestructura para sostener el

orden capitalista? Para dar respuesta a este interrogante, desarrolla dos conceptos a los que llama

funciones de la superestructura: la sociedad política y la sociedad civil. La sociedad política está

constituida por el Estado; pero no hace referencia a los gobernantes, sino al Estado como fuerza, único

autorizado a utilizar la violencia legítima. Esta acción del Estado fue llamada por Gramsci función de

coerción. Desde la postura gramsciana, la necesidad de detentar la violencia por parte del Estado da

cuenta de la injusticia del sistema capitalista. Gramsci entiende que la lucha contra el capitalismo ya no

pasa por la lucha contra la sociedad política, sino con la sociedad civil. El toma el concepto de

hegemonía del propio Lenin, pero lo explica en términos de una especie de atracción que se va dando

entre los intelectuales de las distintas clases, generando así un bloque ideológico. Su objetivo es

generar consenso para la legitimación o abolición del orden social establecido (Clases dominantes

estado, iglesia, escuela, prensa) La posición de la clase subalterna y/o dominante determina, según

Gramsci, una gradación de niveles jerarquizados en el ámbito de la cultura, toma una posición a favor

de la elaboración de la cultura, para él la revolución se debe pensar a partir de la superestructura. Esta

es la diferencia fundamental con Marx.

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Raymond Williams y los estudios culturales

Desde el punto de vista de Raymond Williams, el motor de cambio social está relacionado a la acción

orientada por valores, por lo cual en su eje de análisis está la cultura. Retoma entonces los aportes de

Gramsci y entiende la cultura bajo la idea de consenso, propuesta por el autor, refiriéndose a la

hegemonía en términos de “una cultura en el más estricto sentido, pero también entendida como

vívida dominación y subordinación de clases particulares. De acuerdo con el axioma que maneja,

afirma que la cultura popular, es decir, los modos de vida de las clases subalternas, son un aspecto

decisivo para entender las relaciones sociales. Por lo tanto, la comprensión de cualquier relación social

implica previamente la comprensión de la cultura en la cual tiene lugar. Esto nos permite hablar de una

sociología de la cultura. Williams se enfoca luego en el hecho de la reproducción cultural, entendida

como mantenimiento o estabilidad de pautas culturales, afirmando que discutir la reproducción

cultural es sinónimo de discutir la reproducción social.

Los estudios culturales latinoamericanos (Catherine Walsh)

Catherine Walsh, referente clave de esta perspectiva de pensamiento, se plantea por qué resulta

necesario hablar de la construcción o articulación de un campo y proyecto intelectual denominado

“estudios culturales”. La respuesta es que los ejes sobre los que se sostiene este campo están

vinculados a la necesidad de pensar la producción simbólica en relación a la reproducción de las

desigualdades, siendo los estudios culturales un espacio, marco teórico, crítico pero también político

para dicha reflexión. “La cultura ya no puede entenderse como el conjunto de costumbres o valores.

Tampoco puede ser el dominio de una sola disciplina o área de conocimiento, o quedar aislada en la

práctica y teoría de asuntos económicos, sociales y políticos” La propuesta de los estudios culturales se

sostiene en la observación de la relación entre la totalidad social y los fenómenos culturales,

evidenciando la manera en la que el conocimiento está entretejido con el poder. Para Walsh, hoy

podemos entender el campo de los estudios culturales latinoamericanos como una forma de

pensamiento crítico renovado, que ya tuvo su desarrollo en las décadas del '60 y '70 a partir de la

teoría de la dependencia, las teologías de la liberación, la investigación-acción participativa y la

pedagogía del oprimido.

Para sintetizar, diremos que el enfoque de los estudios culturales se caracteriza por: plantear estudios

“no-eurocéntricos”; dar importancia al análisis histórico local; estimar los valores asociados con las

realizaciones tecnológicas y su relación con otros valores.

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2.3 La concepción simbólica de la cultura.

Cuando hablamos de cultura hablamos de algo diferente a sociedad, de algo que posee una

especificidad. La definición de cultura, luego de recorrer las diferentes concepciones identifica la

cultura, es la siguiente: “la cultura es la organización social del sentido interiorizado por los sujetos y

objetivado en formas simbólicas, todo ello en contextos históricamente específicos y socialmente

estructurados.

La cultura como proceso simbólico: la cultura estaría compuesta por todas aquellas pautas de

significado transmitidas históricamente y a partir de las cuales los individuos pueden comunicarse. Lo

simbólico es el mundo de las representaciones sociales materializadas en formas sensibles, también

llamadas “formas simbólicas”, y que pueden ser expresiones, artefactos, acciones, acontecimientos y

alguna cualidad o relación. En efecto, todo puede servir como soporte simbólico de significados

culturales: no sólo la cadena fónica o la escritura, sino también los modos de comportamiento, las

prácticas sociales, los usos y costumbres, el vestido, la alimentación, la vivienda, los objetos y

artefactos, la organización del espacio y del tiempo en ciclos festivos, etc. Estamos hablando de una

concepción de cultura como proceso simbólico que siempre está enmarcado en un contexto socio-

histórico que condiciona su producción. Por tanto, hablar de cultura implica hablar de un efecto de

sentido que se produce a partir del uso de ciertos códigos y que finalmente adopta su forma de

acuerdo a la interpretación que se haga del mismo. Por lo tanto, el contexto social en el que tiene lugar

dicho proceso maneja sus propias reglas de producción y recepción.

Comprender la cultura de esta manera pone en evidencia la importancia de la cultura como

instrumento de intervención y poder, dado que por su carácter totalizador y por su posibilidad

simbólica, posibilita el orden de la conducta colectiva. La cultura es, entonces, autónoma porque se

rige por una lógica semiótica propia; pero al mismo tiempo es coherente con su entorno y las prácticas

culturales se concentran, por lo general, en torno a nudos institucionales poderosos tales como la

iglesia, el estado, los medio de comunicación, que en buena medida administran y organizan los

sentidos compartidos por los individuos.

Elementos que constituyen la especificidad de la cultura en su esencia sígnica: Es artificial, no innata.

Es convencional, no natural ni absoluta. Tiene la capacidad de condensar la experiencia humana pero

no es un estado originario de la naturaleza humana.

Así, si la concepción antropológica de la cultura la concibe como las costumbres, tradiciones, valores

que constituyen el modo de vida de un pueblo, mientras que el marxismo la concibe como semejante a

cierta ideología o visión del mundo. La concepción simbólica de la cultura, en cambio, la entiende

como un proceso en continua producción, actualización, transformación de modelos simbólicos, que se

da a través de la práctica individual y colectiva, en contextos históricamente específicos y socialmente

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estructurados. Esta articulación entre el código que permite simbolizar y su contexto de producción y

recepción refuerza la pertinencia de la cultura como objeto de estudio para la sociología.

Formas interiorizadas y formas objetivadas de la cultura: Si pensamos en los elementos culturales

propios de una determinada sociedad, generalmente lo primero que viene a nuestra mente es una

serie de rasgos observables: su vestimenta, sus comidas típicas, sus fiestas tradicionales, la música con

la que se identifican. Sin embargo, estamos dejando de lado lo sustancial de la cultura: las

representaciones compartidas por ese grupo, las ideologías, las actitudes, las creencias, etcétera. La

concepción semiótica (simbólica) de la cultura nos obliga a vincularla más con los actores que la

internalizan y con lo que internalizan, que con los objetos en sí mismos. Mientras que la cultura

objetivada (la vestimenta, los ritos, etc.) es más accesible, más simple de abordar. Por el contrario, el

acceso a las formas simbólicas interiorizadas (las representaciones, las creencias, etc.) resulta de mayor

complejidad. Se proponen dos marcos fundamentales para poder abordar la cultura interiorizada: la

teoría del habitus, de Pierre Bourdieu y la teoría de las representaciones sociales, de Serge Moscovici.

El habitus: Pierre Bourdieu; intenta dar respuesta a la pregunta sobre el porqué de los

comportamientos sociales, superando la separación objetividad/subjetividad. Es decir, por un lado,

reconoce que las estructuras objetivas tienen una importancia decisiva en la explicación de las

acciones, pero al mismo tiempo acepta que la propia estructura está construida por las prácticas

sociales. La sociedad es, entonces, por una parte, un conjunto de obras, producto de la acción de los

hombres, que se denomina lo social hecho cosa; pero, al mismo tiempo, lo social está en los cuerpos

porque es como una segunda naturaleza añadida a la naturaleza biológica. Por una parte, las

condiciones objetivas del individuo inciden en la construcción de las representaciones a partir de la

cuales luego éste actúa. Es decir, no sólo estamos hablando de las condiciones socioeconómicas del

individuo, sino también de las ideas que circulan en su entorno, las costumbres que observa e

internaliza, los valores propios de su ámbito; en definitiva, su cultura (siempre ligada a la posición que

ocupa en la sociedad). A esta cultura internalizada, que se configura en disposiciones para actuar,

percibir, sentir, valorar, Bourdieu la denomina habitus, lo social hecho cuerpo. El habitus, como

disposiciones durables y transferibles, funciona como principios generadores y organizadores de

representaciones y de prácticas sociales. Historia incorporada, hecha naturaleza y de ese modo

olvidada como tal, el habitus es la presencia activa de todo el pasado del cual es producto.

Algunas precisiones acerca del habitus: Son disposiciones, tendencias, inclinaciones a percibir, sentir, actuar de una manera en lugar de otra, aunque no somos conscientes de ello. Adquirimos el habitus en función del lugar que ocupamos, socialmente hablando. El habitus se traslada a través del tiempo, aunque cambien las condiciones del mismo; por eso es que se habla de una historia hecha cuerpo. El habitus no es inmutable (a pesar de ser durable). Se puede modificar (aunque no significativamente) a partir de la estructura de las nuevas situaciones en las cuales participamos.

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La teoría de las representaciones sociales: Serge Moscovici: Las representaciones sociales pueden

entenderse como un conocimiento instalado en el sentido común, que es un conocimiento práctico ya

que está presente en las decisiones y actitudes de las personas hacia la realidad circundante. Moscovici

sostiene que las cosas materiales llegan a ser importantes realmente para las personas –incluso al

punto de condicionar su acción– cuando se han convertido en ideas o creencias. De allí su interés en

estudiar estas ideas y creencias. Así, las representaciones sociales son entendidas como “tipos de

creencias paradigmáticas, organizaciones de creencias, organizaciones de conocimiento y lenguaje.

Para Moscovici las representaciones sociales cumplen la función de elaboración de los

comportamientos y de comunicación entre los individuos. A través de las representaciones sociales las

personas podrían aprehender la realidad e integrarse a la misma. Por ello, entiende a las

representaciones como un corpus organizado de conocimientos y una de las actividades psíquicas

gracias a las cuales los hombres hacen inteligible la realidad física y social. Según la teoría de

Moscovici, las representaciones tienen un carácter dinámico. Por un lado habría representaciones

hegemónicas, las cuales, estando constituidas, coaccionan a los individuos. Por el otro, ciertas

representaciones serían constituyentes por ser productoras de nuevas significaciones. Podemos

observar en este aspecto un punto de encuentro con la propuesta de Bourdieu, cuando se refiere al

habitus como estructura estructurada y estructurante. Moscovici plantea la necesidad de reconocer la

influencia del entorno en la constitución de las representaciones; de allí, su carácter social. Una vez

formadas las representaciones, estas mismas tienen un carácter condicionante de las nuevas

representaciones que formaremos: “nuestras representaciones también son instituciones que

compartimos y que existen antes de que accedamos a ellas. Formamos nuevas representaciones a

partir de las anteriores o contra ellas.

2.4 Socialización

Comprenderemos el concepto de socialización como el proceso de incorporación de la cultura por

parte de los sujetos a partir de su experiencia. La socialización comienza a partir de los primeros días

de vida y dura toda la vida, pero los primeros años de vida del sujeto son fundamentales. A este

proceso inicial de socialización se le denomina socialización primaria, y es trascendental para la

constitución de la personalidad del individuo. La familia es una institución no formal, luego la escuela

(institución formal). Escuela, familia e iglesia eran consideradas instituciones claves de la modernidad

dado que a partir de un claro proceso de socialización marcaban las subjetividades y, en consecuencia,

integraban al individuo a la vida civilizada. Mientras que la sociedad industrial implicaba para el

individuo un marco regulatorio en el cual el hecho de pertenecer a cierta familia clase y sexo definía su

modo de vida y sus condiciones de existencia, la sociedad postindustrial, en cambio, provoca una

desregulación de dicha existencia. Todas las sociedades poseen este proceso de socialización, por

ejemplo; un rito (que puede ser catalogado como institución) permite incorporar elementos de la

cultura, o sea que la sociedad espera diferentes conductas luego de que un hombre pasa a través de

algún institución.

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La familia como agente de socialización: la familia como institución presenta características

notablemente diferentes. Como afirma Tiramonti, los cambios en la familia han sido analizados con un

dejo de nostalgia debido a la pérdida del orden patriarcal. Diversos autores hablan de la imposibilidad

que tiene la familia actual para cumplir con su función de socialización primaria. “A partir de ello se

hace un reclamo a las familias para que reasuman su función de autoridad y de socialización primaria

de sus hijos de modo de restituir la capacidad familiar de regular los comportamientos de sus hijos.

La familia nuclear transmitía un orden. Pero la familia de hoy no es desordenada, ni frágil, ni inestable,

ni desestructurada, ni ‘se desintegra’, pero sí es ambigua. Quizás precaria. Pero todo es precario hoy…

La familia antes no se interrogaba sobre sí misma. Hoy lo hace. La familia, ya lo indicamos, es un

enigma para sí misma.

El hecho es que la familia actualmente encuentra nuevas formas (a veces, con grandes dificultades) de

socializar en un marco de vasta ambigüedad. La comprensión de la dificultad experimentada por la

familia y la escasa presencia de otras instituciones en su rol socializador constituyen un punto de

anclaje sobre el aspecto que a continuación desarrollaremos: el control social y la desviación.

La escuela como agente de socialización: el Estado, a través de la misma, buscaba homogeneizar a la

sociedad. Al tiempo que administraba, gestionaba y financiaba la educación, proveía un “sentido que

se pretendía universalista” y que era entendido como propio de la cultura civilizada en oposición a la

barbarie. La escuela, por lo tanto, se ocupaba de transmitir o, aún más, de imponer esta cultura que se

entendía como el conjunto de valores, principios y creencias en los que se fundamentaba la

comunidad. la escuela puede entenderse como una institución socializadora ya que se ocupa de la

formación de las subjetividades en un determinado patrón cultural y normativo que regula las

relaciones entre los sujetos. Así, quien puede incorporarse al patrón civilizador convirtiéndose en

ciudadano es quien ostenta un comportamiento social que implica la aprobación e incorporación de un

conjunto de normas socialmente establecidas, clasificadas y definidas como modelo a seguir. La

escuela que conocemos hoy se inventó con varios propósitos y atribuciones, en el contexto de la

consolidación de una sociedad moderna, burguesa, democrática y capitalista. Se configuró a partir de

discursos y prácticas específicas de disciplina, clasificación, dominación y jerarquía. La escuela

“transformaba los valores en normas y las normas en personalidades. La educación debía asegurar

simultáneamente la integración de la sociedad y la promoción del individuo.

2.5 Desviación y control social.

Cuando se habla de control social, se hace referencia a “una forma de presión social informal y difusa

que tiene como objetivo evitar la conducta desviada”. Desde las alabanzas o críticas de un grupo sobre

los comportamientos de sus miembros hasta una condena penal, todos estos aspectos forman parte de

los mecanismos de control de una sociedad. Mediante el control social se procura la obediencia a

ciertas normas y regulaciones, explícitas o implícitas, aceptadas en una sociedad y que posibilitan el

mantenimiento del orden de los individuos y su vida organizada. A la transgresión de dichas normas se

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le llama desviación, siendo la más extrema el delito, debido a que implica que la norma transgredida

posee el carácter de ley.

La escuela como agente de control social: Orden, disciplina, ciudadanía y civilización son conceptos

entretejidos para definir el sentido que la escuela tenía en sus comienzos y que aún puede encontrarse

en las representaciones sobre lo que esta institución debe ser. La incorporación de dicha cultura en los

individuos y la formación de la personalidad a partir de dichos valores, principios y creencias

implicaban la conformación de identidades propicias para la vida civilizada. La escuela es, entonces, tal

como la define Elías, una institución “civilizatoria”, porque forma las subjetividades en un determinado

patrón cultural y normativo que regula las relaciones entre los sujetos. Podemos entender que el

Estado ha sido una figura clave para construir el sentido tanto de los individuos como de las

instituciones; entre ellas, la escuela.

La idea de orden social en Norbert Elías: identifica tres tipos de control que se valoran como

indicadores de desarrollo (y, por ende, de civilización) de las sociedades: por un lado, el control de la

naturaleza por parte de los hombres, lo cual resulta posible a partir de la tecnología; por otro lado, el

control de las relaciones entre las personas posibilitado por la organización formal; y, finalmente, el

control que el individuo ejerce sobre sí mismo, cuidando, por ejemplo, el modo de expresar las

emociones y restringiendo la violencia. Pensemos, para ejemplificar este punto, en soldados que de

repente se incorporan al mundo cortesano. Por esta razón la idea de civilización es asociable a la de

disciplina: valores y normas refinadas que alcanzan a todos, presión y represión sobre la emotividad y

los impulsos, importancia de la conciencia moral que regula la acción, todo en vista de posibilitar la

organización social. El orden social, desde el punto de vista de Elías, tendría así un carácter no

intencional y sería independiente de las voluntades, intenciones y conciencia de los individuos que

componen la sociedad.

El sistema de control social: Se denomina sistema de control social a las instituciones encargadas de

dar una respuesta formal al delito (como la policía, los tribunales, los correccionales y las cárceles), o a

aquellas encargadas de prevenirlo o evitarlo (como las redes de trabajo social y psiquiátrica). También

se pueden incluir bajo esta denominación los circuitos de cerrados de televisión, los guardias y todo

medio dispuesto para un fin semejante. La referencia infaltable en este caso es el texto de Michel

Foucault Vigilar y Castigar (1977), en donde el autor afirma que el sistema carcelario moderno, lejos de

solucionar el problema de la delincuencia, lo agravaba. Al mismo tiempo, traza un paralelismo entre la

prisión y la escuela, identificando la similitud de los mecanismos disciplinares utilizados en ambos

casos para el control de los cuerpos.