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Resumen libro Muchas de las prácticas artísticas de los últimos años 80 parecían responder a un intento de compensar la progresiva "pérdida" de la conciencia de la realidad, propia de las sociedades actuales, a través de una intensificación del subjetivismo de una sensibilidad "hiperestimulada" que acabó por caracterizar, sobre todo, la mayor parte del eclecticismo pictórico de aquellos años. En la indiferenciación del tiempo que estas prácticas artísticas planteaban, la historia era entendida como una mera transmisión de lenguaje, que no pudo resistirse a derivar en un abierto historicismo en el que viejas y nuevas modas y estilos eran reciclados y reutilizados, recuperando gozosamente no sólo materiales y formas de trabajo antiguas, tanto en el ámbito de la pintura como de la escultura (la pintura al fresco, los bronces, etc.) sino también temáticas y narrativas antiguas y mitológicas. Destellos de otros tiempos con los que el presente parecía tratar de enlazarse en una ambigua sintonía de aspiraciones y pareceres, de visiones en común. No obstante, y frente a este impulso profundamente citacionista, que caracterizó al llamado posmodernismo estético más "afirmativo" (y no necesariamente conservador), encontramos la vía del llamado apropiacionismo crítico, directamente heredero de las prácticas conceptuales de las décadas anteriores y para el que la apropiación se presentaba no como el recurso más útil para la negación de la historicidad de formas, principios y materiales, medio de ese escapismo pos-historie que recriminara Hal Foster, sino, por el contrario, como una herramienta de puesta en crisis de muchos de los principios heredados de la tradición y no disueltos aún en la brecha abierta por las vanguardias. Una vía para el que la crítica de arte norteamericana más

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Muchas de las prácticas artísticas de los últimos años 80 parecían responder a un intento de compensar la progresiva "pérdida" de la conciencia de la realidad, propia de las sociedades actuales, a través de una intensificación del subjetivismo de una sensibilidad "hiperestimulada" que acabó por caracterizar, sobre todo, la mayor parte del eclecticismo pictórico de aquellos años.

En la indiferenciación del tiempo que estas prácticas artísticas planteaban, la historia era entendida como una mera transmisión de lenguaje, que no pudo resistirse a derivar en un abierto historicismo en el que viejas y nuevas modas y estilos eran reciclados y reutilizados, recuperando gozosamente no sólo materiales y formas de trabajo antiguas, tanto en el ámbito de la pintura como de la escultura (la pintura al fresco, los bronces, etc.) sino también temáticas y narrativas antiguas y mitológicas. Destellos de otros tiempos con los que el presente parecía tratar de enlazarse en una ambigua sintonía de aspiraciones y pareceres, de visiones en común.

No obstante, y frente a este impulso profundamente citacionista, que caracterizó al llamado posmodernismo estético más "afirmativo" (y no necesariamente conservador), encontramos la vía del llamado apropiacionismo crítico, directamente heredero de las prácticas conceptuales de las décadas anteriores y para el que la apropiación se presentaba no como el recurso más útil para la negación de la historicidad de formas, principios y materiales, medio de ese escapismo pos-historie que recriminara Hal Foster, sino, por el contrario, como una herramienta de puesta en crisis de muchos de los principios heredados de la tradición y no disueltos aún en la brecha abierta por las vanguardias. Una vía para el que la crítica de arte norteamericana más influyente del momento acuñara el término "appropriation art", y que vemos aparece, casi de forma exclusiva en nuestra crítica de arte actual, como tema central del libro La apropiación Posmoderna. Arte, práctica apropiacionista y Teoría de la Posmodernidad de Juan Martín Prada.

Apoyándose en el análisis de las propuestas de algunos de los artistas más interesantes de finales de los 80, como Sherrie Levine, Louise Lawler, Allan McCollum o Fred Wilson, Martín Prada hace un completo análisis de los aspectos críticos implícitos en el apropiacionismo posmoderno, entre ellos, la crítica del discurso histórico tradicional, de sus sistemas de mediación y producción, de la crítica del concepto de Museo y de las instituciones artísticas y de mercado, de las políticas implícitas en ellas, de los procesos de neutralización de los valores propios de las primeras Vanguardias de principios de siglo, etc.) Al tiempo que un análisis del cuestionamiento posmoderno de muchos de los principios de la teoría estética tradicional, como son la figura del autor, de la autonomía

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de la obra de arte, de conceptos como el de innovación, creación, originalidad o autenticidad.

Una investigación que trata de determinar hasta qué punto las propuestas del apropiacionismo podrían ser consideradas como las últimas del impulso crítico, anti ideológico, de los vanguardismos, exponiendo, de una forma clara y concisa, cómo se produce con ellas la combinación de los principios operativos de una práctica artística posmoderna con la continuación de lo que fue uno de los elementos más destacables de la vanguardia más radical: la crítica a la institucionalización del arte y a sus procesos de mediación.

En efecto, en todas las propuestas analizadas, desde las de Sherrie Levine hasta el último Joseph Kosuth, se da esa compleja confluencia entre práctica de producción artística y práctica de recepción. El artista centra su actividad en el estudio de los procesos de mediación en los que se encauza la recepción de la obra de arte, los discursos institucionales de la historia o del espacio expositivo. El artista antepone así el papel de receptor al de creador, radicalizando las proposiciones Benjaminianas de la actividad del coleccionista y revelando las instancias políticas que controlan la recepción y la interpretación de la cultura y de las obras de arte.

En definitiva, La apropiación Posmoderna aporta al ámbito de nuestra crítica un pormenorizado estudio de ese paso de la obra al marco, de la pretensión de un arte antítesis de las ideologías a un arte cuyo objetivo principal es la crítica de los modos de institucionalización y recepción de la obra artística, así como de los procesos de neutralización de su valor crítico-social, el destino de ésta en su inmersión en los procesos de comercialización y en los contextos que ella implica, la galería, la casa del coleccionista o el museo. Un libro, pues, acerca de los intentos, propios de algunas de las más comprometidas propuestas artísticas de nuestro tiempo, de integrar, al puro estilo de Duchamp, y dentro de la concepción de la obra, las formas finales de su distribución, las condiciones de "aculturación" y los modos de lectura que están contenidas dentro de las prácticas de institucionalización de las obras de arte.