Resumen - Egipto a La Luz de Una Teoria Pluralista - Assmann

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[] RESUMEN DE , UNA OBRA DE JAN ASSMANN Lorena Garvin Arcos, grupo 210 Historia Antigua I, profesora Carmen del Cerro Universidad Autónoma de Madrid

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Egipto a La Luz de Una Teoria

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RESUMEN DE

,UNA OBRA DE JAN ASSMANN

Lorena Garvin Arcos, grupo 210Historia Antigua I, profesora Carmen del Cerro Universidad Autónoma de Madrid

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[]

ÍNDICE

1. Objetivos pág. 1

2. Introducción págs. 1-2

3. Imperio Antiguo págs. 2-4

4. Imperio Medio págs. 4-6

5. Imperio Nuevo págs. 6-8

6. Conclusión pág. 8

7. Bibliografía pág. 9

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Fotografía portada: detalle de un relieve del Templo de Amón, en Karnak (Egipto). Muestra a Tutmosis III derrotando a sus enemigos. Vía: Google Images; http://www.quadernsdigitals.net/egipto/Templos/Los%20templos/galeria%20fotografica.htm (consultado el 06/12/12).

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1- Objetivos.

En este trabajo nos proponemos hacer una reseña detallada del libro de Jan Assmann, haciendo las mismas

divisiones que el mismo autor usa para plantear sus ideas. Junto con Egipto a la luz de una teoría pluralista1, hemos

buscado bibliografía externa para complementar nuestros conocimientos básicos, la mayoría de los cuales provienen

de la asignatura Historia Antigua I, y poder hacer así, no sólo una análisis crítico sino también una propia conclusión

del libro.

2- Introducción.

En la propia introducción del libro, el autor nos propone una serie de términos historiográficos y antropológicos

con los que manejarnos y, puesto que también van a ser usados por el propio Jan Assmann en Egipto a la luz de una

teoría pluralista, seguir el hilo de las explicaciones y entenderlas con exactitud. Para eso, cita a Claude Lévi-Strauss,

quien acuñó algunos de estos términos (sociedades calientes y frías) y a M. Bloch (tiempos cíclicos y lineales), mientras

que los otros son introducidos por el propio Assmann (tiempo cultural y tiempo sacral). El autor se está proponiendo

hacer de la historia del antiguo Egipto una teoría cultural y para ese trabajo cree imprescindible manejarse con esos

términos que no van a ser más que una ayuda para adentrarnos en los marcos espacio-temporales de dicha

civilización.

Frente a este prolegómeno más bien terminológico, y aunque en el mismo libro se nos propone en el primer

capítulo, como introducción a nuestro propio trabajo, proponemos una revisión de los períodos históricos de Egipto y

sus propias características histórico-culturales. Pese a que cuando hablamos de egiptología se suele pensar en el

Egipto farónico, la prehistoria y protohistoria de Egipto no resultan menos interesantes. En cuanto a la periodización, J.

Assmann destaca el carácter cíclico -y además correlacionado- de las etapas históricas con las que solemos manejarnos

para estudiar la historia del antiguo Egipto, y es algo bien cierto. La primera vez que detectamos, gracias a la

arqueología, una sociedad instalada en los alrededores del Nilo es en el V milenio a. C. (culturas del Fayum -A y B- y

Meridiense). Aún en el Neolítico nos encontramos con las culturas Badariense, Nagada (I,II y III) que si bien ya no

destacan por ser las primeras sí lo hacen por la sorprendente riqueza cultural y material que nos han dejado. Sin

embargo, de entre estas últimas deberíamos prestar atención a la organización política y administrativa del país, ya

que cuando Assmann defiende una serie de reinos y/o imperios intervalos de decadencia y una sucesión lineal y

permanente de reyes y/o emperadores (algo que desde la cultura y la filosofía egipcia antigua se le dio gran

importancia, llegándose a apoyar la religión en la política como argumentación), se referirá a las dinastías egipcias. La

cultura Nagada III es también conocida como una etapa protodinástica, pues (aunque en Nagada II ya se muestra cierta

estratificación social y la existencia de unos ''jefes'' que velan por la seguridad de la población) es este el momento en

el que se unifica todo el territorio bajo unos caudillos que son los antecesores de la figura del faraón (Escorpión, Ka,

Narmer, Menes).

1 ASSMANN,Jan: Egipto a la luz de una teoría pluralista, Ediciones Akal, Madrid (2010).

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Toda esta información histórica no solo proviene de los descrubimientos arqueológicos, que sin duda han sido y

siguen siendo fundamentales en el estudio, sino también de las pocas fuentes escritas que tenemos y que resultan a

veces muy confusas (Piedra de Palermo, lista de reyes de Saqarah, Papiro de Turín, Paleta de Narmer, la lista de

dinastías y reyes de Manetón; así como para los últimos dos imperios (Medio y Nuevo), las primeras ''literaturas'':

narraciones, himnos, profecías, etc.).

Ese Egipto protodinástico y también el arcaico o Antiguo, se concebía por los propios egipcios dividido en dos: el

Alto y el Bajo Egipto.

Tabla 1: Jan Assmann incluye esta tabla en su primer capítulo (p. 12) como herramienta de apoyo a la hora de explicar la periodización y cronologías de la historia del antiguo Egipto.

3- Imperio Antiguo.

El Reino o ''Imperio'' Antiguo (ca. 2700-2100 a. C.) empieza con las dinastías tinitas (probablemente con Aha,

supuestamente el primer rey). En esa época, Egipto es ya un territorio homogéneo y unificado, con sus propias

particularidades respecto a otras civilizaciones y/o pueblos. Dos ciudades importantes de este período van a ser Tinis y

Menfis. Para el autor, el Imperio Antiguo se puede estudiar en base a lo que el distingue como fases o procesos -tres

en total- cuya secuencia es igual de importante que los mismos: ''colonización interna'', ''burocratización'' y

''demotización cultural''. Aunque el proceso de ''colonización interna'' empieza con la cultura neolítica Nagada III,

cuando los egipcios empiezan a dar los primeros pasos hacia una unificación de su territorio, la época donde

empezamos a ver una mejor organización política y una mayor cohesión socio-cultural. En la Época Tinita (Dinastías I y

II: ca. 3100-2686 a. C.) en la corte del rey no había una estructura representativa pero más adelante el monarca confía

en funcionarios (o ministros) un poder delegado para cumplir tareas administrativas de tipo local (recaudación de

impuestos, almacenaje de cosechas, redistribución de materias primas, etc.) mientras que el rey controla desde su

sede el reino en su totalidad, un territorio dividido en circunscripciones provinciales. Esas provincias con el paso del

tiempo devendrán en los nomos, que tenían un emblema y estaban gobernados por su respectivo nomarca, una figura

que a su vez proviene de esos funcionarios o ministros encargados de la recaudación fiscal y las córveas -entre otras

cosas- que empezaron a aparecer con la IV Dinastía. Destaca socialmente la aristocracia cortesana y esas nuevas élites

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-las grandes familias provinciales- que están empezando a ganar cada vez más poder y que controla la gran parte de

cada población local (sobre todo a partir de la V Dinastía). A partir de la Tercera Dinastía vamos a empezar a ver como

los egipcios serán partícipes de una centralización fuerte y un Estado mucho más cohesionado y con una identidad

propia ya construida. Además, se empiezan a construir pirámides, por lo cual supone que las fuentes escritas

aumentan.

Por otra parte, el autor distingue una fase de ''burocratización'': los cargos de esta nueva élite palaciega dejan de

ser hereditarios para rodearse de figuras más ''profesionales'' y que, lógicamente, cuenten con el apoyo y confianza del

soberano. Empiezan a destacar los escribas y el aprendizaje de la escritura con el fin de que los nuevos responsables

de la administración local en lugar de ser caciques de origen real (es la época en la que se abre la carrera del

funcionariado de la corte para todos aquellos que no formen parte de la familia real, con el fin de cubrir puestos

vacnte en el palacio y desarrollar todas las funciones necesarias correctamente). Que estos sean sabios ( literatocracia)

mucho más especializados y eficaces en su trabajo también es necesario. Todo esto explicara con el paso del tiempo la

aparición de esa particular ''cultura palaciega''. De hecho, a partir de la Quinta Dinastía vemos que esos cortesanos

que destacan por sus cualidades intelectuales y nos dejan escritos acerca de sus propios oficios así como de la gestión

del reino, algo que para los egiptólogos es un consuelo. Paralelamente, se desarrolla una fase de ''demotización'' en la

que la lengua -el demótico-, los códigos morales, la escritura, la ''alta cultura'' e incluso el arte y la arquitectura toman

cierta relevancia, todo ello en consonancia con los cambios burocráticos y políticos que está experimentando ese reino

arcaico. Esta última etapa está muy ligada a la escritura. El egipcio es una lengua semítica occidental que se plasmó en

base a los jeroglíficos -que empiezan a usarse en la Época Tinita-, la escritura hierática -que aparece durante la Dinastía

V- y el demótico, que empieza a aparecer a inicios de la Dinastía VI como necesidad de simplificación de las anteriores,

y se convierte poco a poco en una lengua extendida por todo el país.

A finales de la Sexta Dinastía, esas nuevas élites con su propia ''cultura palaciega'' van a protagonizar una serie de

descalabros para el Reino, empezando por la desintegración del Estado e incluso afectando a la comunicación entre

centro y perferia. La crisis que va a vivir el Imperio Antiguo va a estar caracterizada por una serie de desencuentros y

disociaciones que tienen origen en causas totalmente internas y no exógenas. El distanciamiento entre las élites

gobernantes y el sustrato social egipcio -los gobernados- es cada vez mayor a causa de problemas agrícolas y una

fuerte descentralización. Esta situación dará pie a una crisis de abastecimiento (económica) que el faraón es incapaz

de controlar. Por todo esto, el gobierno central se verá incapacitado de su tarea de gobernación y los nomarcas son los

que van a aprovechar las circunstancias para atender a sus propias provincias, las cuales están siendo ''abandonadas''

por la desorganización y la incapacidad del faraón, entrando algunos de ellos en la familia real por medio de

matrimonios concertados. Tal es el caos que, en lo que se llama Primer Período Intermedio (ca. 2200-2040 a. C.;

Dinastías VII-XI), según Manetón, entre las Dinastías VII y VIII se suceden muchos faraones en bastante poco tiempo,

aunque al parecer ninguno de los nomarcas se nombra faraón a sí mismo (sí ''príncipes'').

En cuanto a la estructura social, sugiere Assmann, entre la IV y la V Dinastía empieza a aparecer una nueva figura

dentro del círculo familiar: el ''patrón'', fundamental en unos ''clanes familiares'' que están muy relacionados con la

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economía familiar. Del ''patrón'' -parecido a un pater familias romano- dependen su esposa (o esposas) e hijos, así

como los esclavos de la familia y las concubinas, así como los ''clientes'' ( tw3w). El patrón se diferencia del

funcionariado por responder y actuar «sobre todo, desde abajo, ante los que dependen de él (…) En virtud de su

capacidad y rendimiento a la hora de abastecer a sus subordinados»2.

Assmann también entra en el terreno cultural, religioso y artístico, considerando, por ejemplo, las monumentales

pirámides y tumbas -con sus respectivas características, inscripciones, estatuas, etc.- constituyen un ''estilo cultural

común''. Lo más curioso, destaca el autor, es la permanencia de este estilo durante largos años, siglos e incluso

milenios; algo que según escribe puede deberse a la creación de un ''macroestilo'' que evitara los cambios radicales

artísticos sin evitar de sobremanera la posibilidad de progreso o cambio de estilo. El arte más bello era aquel que

obedecía más fielmente las pautas del estilo artístico marcado. Un lugar especial en esta ''canonización'' del arte

ocupan los templos, que tienen una importancia para el egipcio mucho más importante que el lugar habitual donde

vive, ya que ''se procura a sí mismo un lugar desde el cual, sin haber muerto todavía, puede contemplar su vida como

quien dice desde fuera, desde las categorías de la perfectividad y resultavilidad''3. Además, las inscripciones de las

pirámides también tienen su peculiar trascendencia para el egipcio al establecer una comunicación también

permanente entre el muerto, los dioses, el pueblo y la memoria o recuerdo del muerto.

4- Imperio Medio.

Tras la desintegración que sufrió el Egipto en el anteriormente citado Primer Período Intermedio, se abre una

etapa que consta de las dinastías XI y XII (ca. 2100-1600 a. C.). Durante la Décima Dinastía se había intentado controlar

la situación, sobre todo en las fronteras pero no es hasta el ascenso en Tebas de un rey llamado Mentuhotep II que el

clima político-militar, así como el socio-económico, experimentaran una mejora. Esto se debió a su voluntad por

unificar de nuevo el territorio egipcio, algo que consigue aproximadamente en el año 2000 a. C. cuando llega a

Heracleópolis y se auto-denomina El que ha unido Dos Tierras. Consiguió restaurar las tesorerías y las gestiones

administrativas del país a la misma que intensifica la seguridad de las fronteras y trabaja por unas relaciones

comerciales más seguras y asiduas4. A la muerte de Mentuhotep II, Egipto es un país de economía saludable y

próspero en todos los aspectos, y también un país reformado desde un punto de vista cultural, algo que se nota en los

faraones, que ya desde Merikare de la X Dinastía dejan consejos a sus sucesores (la figura del faraón como ''buen

pastor''). No obastante, sus sucesores no podrán eclipsar -ni siquiera asimilarse- a Mentuhotep II. A este último le

suceden hasta tres faraones con el mismo nombre (Mentuhotep III, IV y V), que empiezan a tener que hacer frente de

nuevo a hambrunas, incursiones de enemigos e incluso una guerra civil de la que acaba surgiendo al Undécima

Dinastía con Amenemhat I (que fue visir del último rey de la Dinastía XI)5. La Dinastía XII a manos de Amenemhat I trae

consigo una restauración del poder central (intenta de alguna forma recuperar el poder perdido con la aparición de

2 ASSMANN, Jan: op. cit., p. 20.3 Ibidem; p. 24.4 ALVAR, Jaime: ''Tierra de faraones'', suplemento de Revista Historia, Madrid; p. 23-24.5 Ibidem; p. 24.

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nomarcas, ''patrones'' y otros magnates). así como una serie de avances culturales, sobre todo vinculados con la

lengua egipcia y la escritura (escribas). El hijo del nombrado monarca, Sesostris I logrará, guiado por los consejos de su

padre, un Egipto pacífico y organizado, algo que consiguió extenderse para ser gozado por Amenemhat II y Sesostris II.

Primer Periodo de Transición. Se empieza a imponer una teocracia representativa -o mejor dicho, surge la

necesidad de reconstruir la imagen dogmática de legitimidad divina del faraón-, es decir, el gobernante es considerado

el hijo de un dios. Esta idea hunde sus raíces, en la actitud de los nomarcas que se auto-proclamaban representantes

del dios patrón de su capital. Los monarcas de la XII Dinastía van más allá, pues se consideran elegidos por esos dioses

incluso antes de su nacimiento. Vemos este tipo de cambio a partir de Sesostris III que elimina a los gobernadores

provinciales sustituyéndolos por simples funcionarios encargados de lo que ahora ya van a ser tres circunscripciones

provinciales. El faraón a partir de ahora también tiene la jefatura absoluta para el ejército, dejando de lado una vez

más a los nomarcas6. Todo este restablecimiento de un poder casi absoluto de la figura del faraón va acompañado por

una nueva ''ideología'' que los trata como salvadores del mundo, es decir, la figura del ''buen pastor'' va más allá y

llegan a considerar a sus predecesores del Primer Período Intermedio como los propios responsables del caos político-

militar y económico. A veces, en el arte, algunas imágenes de esos faraones reflejan a la perfección esas ansias de

conseguir imponer la idea de que el faraón es una figura necesaria para la armonía y el equilibrio del país.

En el ámbito cultural, Assmann, teniendo en cuenta que por muchos estudiosos del antiguo mundo egipcio es

considerado el Imperio Medio como ''la edad del oro'', insiste en la relevancia que tuvieron la escritura (con las figuras

de los escribas y con las inscripciones) y la lengua. Las inscripciones fueron el método preferido por los faraones para

hacerse propaganda a sí mismos, ensalzando sus hazañas políticas y militares. Assmann nos cuenta que se considera

que en esta época nace la ''literatura'' (narraciones de hechos, doctrinas sapienciales, himnos, lamentaciones y loas,

entre otros) como herramienta de ''auto-iluminación'' religiosa y política.

La escuela ocupa un nuevo espacio en la cultura: el lugar donde los escribas se formaban y se convertían en

personajes intelectuales que podrían llegar a enfrentarse con el faraón. La intelectualidad de estos sujetos y su

enseñanza también interesan al autor, que distingue dos formas de entender el aprendizaje de los textos escritos que

memorizaban los alumnos: una ''memoria mimética'' se transformaría con el tiempo en una ''memoria cultural'', con lo

cual, lo que defiende Assmann es que los sujetos se habitúan a reflexionar acerca de esos textos, algo que sin duda

podría ser importante para entender a esa élite. Además, tenemos otra información que no hace sino reforzar lo

anteriormente planteado: en el Imperio Antiguo los valores con los que se educaba a los egipcios estaban vinculados

con la integración y la modestia con el fin de satisfacer a sus superiores y, si bien aún en esta época intentan

permanecer vivos, no hacen sino más que fracasar, siendo sustituidos por lo que Assmann llama ''virtudes del

empresario'' (la capacidad de ser emprendedor y ser capaz uno mismo de gestionarse sus empresas, virtudes que

además van a ir unidas de valores como la generosidad, la dedicación y perseverancia, así como la rectitud).

La religión merece en este capítulo especial atención, puesto que si vemos que hay cambios en la política y la

sociedad del Egipto del Imperio Medio, en la religión no sucede de tan distinta manera: es a partir de esta época

6 ALVAR, Jaime, op. cit., p. 26.

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cuando se empieza a instaurar un culto a los dioses más intenso, algo que podría estar ligado a dar solidez a los típicos

argumentos e intereses faraónicos de la idea de legitimación divina. Es el momento en el que se empieza a invertir

dinero para construcciones de grandes templos. No obstante, llegara un momento en el que los gobernadores locales

se vean en la necesidad de tener que recurrir a la misma técnica usada por el faraón, también para legitimarse a sí

mismos, recurriendo a los dioses locales o patronos. Se presentaran como poderes políticos atestiguados por Horus

según lo que Assmann llama ''modelo encarnativo'' y/o atestiguados por Ra en un ''modelo constelativo''. Por lo

general, los egipcios percibían a los dioses como seres lejanos y ocultos. El Estado compartía esta sensibilidad pero

trata de justificarla: puesto que los dioses son lejanos, se necesita un ente (Estado) en la tierra que entre en contacto

con el mundo de los poderosos dioses. Ese ente es el Estado. Es más, el Estado se ofrece como solución, en este

mundo, de la imperfección humana, una preocupación muy típica y generalizada en el mundo egipcio. Esta teocracia

se convierte en una de las principales características del período tratado.

5- Imperio Nuevo.

Antes de iniciarse el período que trata este nuevo capítulo y sucediendo al Imperio Medio, se da una etapa que

conocemos como Segunda Período Intermedio o de Transición (que comprende las dinastías XIII, XIV, XV, XVI y XVII). Es

un período en el que en poco tiempo (unos 220 años) llegan a sucederse un total de entre 150 y 200 faraones. El

Segundo Período Intermedio también está marcado -dejando aparte la inestabilidad política- por las invasiones de los

hicsos, que tomaron el control político de gran parte del territorio (Dinastía XVI). Probablemente las dinastías XII y XIII

se sucedieron con continuidad, algo que algunos expertos piensan que no ocurrió con las restantes (se dieron

coexistentemente). La presencia de los hicsos no hizo demasiado daño a la cultura egipcia, de hecho, respetaron a los

dioses egipcios más importantes, incluso a las nomenclaturas faraónicas y además introdujeron objetos materiales e/o

instrumentos de uso cotidiano y militar (nuevos tipos de cerámica y de metalurgia, el shaluf, el telar o el arco

compuesto asiático, son los ejemplos más sobresalientes)7. Este pueblo tiene un origen difuso, tal como apunta Jan

Assmann, aunque se les suele considerar de la región sirio-palestina. No será hasta la dinastía tebana (Dinastía XVII)

cuando el orden y la unión territorial vuelvan a calmar la situación del país. La ''expulsión'' de las dinastías hicsas se

hizo necesaria para esa dinastía aunque curiosamente la argumentación que se daba no era la del caos, una

concepción de los extranjeros para los egipcios bastante típica, sino que se apoyaron en la religión, más

concretamente en los dioses Horus y Seth.

Como anteriormente hemos apuntado, los hicsos respetaron a la mayoría de dioses, sobre todo los más

importantes y uno de ellos fue Seth, al que le dieron gran importancia. Además, ellos también trajeron consigo otros

dioses de origen asiático como es el ejemplo de Baal. De hecho, en la capital de la dinastía hicsa, el dios más

importante fue Seth, quien se asimiló a Baal. También Re y otros dioses locales egiptos fueron rápidamente adaptados

a su propia cultura. El sincretismo religioso fue convirtiéndose un hecho natural en esa época. El hecho más

7 SANMARTÍN, Joaquín y SERRANO, J.M.: Historia Antigua del Próximo Oriente: Mesopotamia y Egipto, Ediciones Akal, Madrid (1998); pp. 291-296.

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importante es que la decisión de la Dinastía XVII decidiera imponerse por encima de las dinastías hicsas del norte de

Egipto, algo que en práctica fue algo ardua, ya que incluso hubo que recurrir a alianzas matrimoniales. Las dinastías de

origen egipcio, en el sur, mantuvieron aparte de sus culturas y religiosidades sus formas políticas (la figura del visir, la

redistribución administrativa distritos,etc.). De todo ello surge la idea en la dinastía tebana de volver a las cosas tal y

como fueron antes, de volver a ese tiempo de gloria para Egipto y restaurar la independencia de los egipcios 8. Esta

dura reunificación se va a hacer por medio de guerras y, como se ha apuntado con anterioridad, también con alianzas;

unas luchas que empiezan a manos del faraón tebano Sekenenre Taa II y a Ahmosis, uno de sus hijos, se le atribuye la

unificación y derrota final del pueblo extranjero.

El Imperio Nuevo (ca. 1550 – 1000 a. C.; dinastías XVIII, XIX y XX) es una de las etapas, junto a la greco-romana,

más popularmente conocida (figuras como Seti I, Ramsés II, la reina Hatshepsut o Nefertary, son personajes

eminentemente renombrados). La influencia de los hicsos va a quedar ahora siempre patente, y no en un sentido

completamente negativo. De hecho, Ahmosis abre una nueva época, una nueva dinastía -la XVIII- a pesar de que

pertenecía legítimamente a la XVII Dinastía. Egipto se va convirtiendo poco a poco en un país que mantiene fuertes

relaciones internacionales en Oriente y, sin apenas darse cuenta, al intentar frenar e incluso alejar a los pueblos de

estas regiones, se inicia un período marcado por el imperialismo. Es una época en la que las guerras están presentes

pero no como hechos devastadores, sino como un factor positivo, ya que en Egipto reinara casi siempre la paz.

También es una etapa bastante dinámica, con algunas novedades introducidas en todos los ámbitos: el político, el

social y el cultural-religioso. En cuanto al terreno político, lo militar va a ir totalmente unido a la carrera política de

cada faraón, suponiendo un triunfo en un campo de batalla, una razón más para la legitimidad del soberano, algo que

se representa en la mayoría de representaciones artísticas del mismo e incluso algo que en los ajuares funerarios se

puede entrever. El dios Amon también tiene relevancia política, ya que la figura faraónica empieza a concebirse como

afiliada al este mismo ser divino. Incluso en las figuras femeninas, que empiezan a tener peso y a ser célebres entre la

población egipcia, destaca el peso de esa filiación divina entre el emperador y el dios (por ejemplo, destacable es la

figura de la esposa de Amosis, Nefertary, que empieza a usar el título de ''Esposa del Dios/Amón'') 9. Por lo tanto, y

como destaca el autor del libro Egipto a la luz de una teoría pluralista, no sólo guerra y política van unidas, sino que la

religión también forma parte de esa simbiosis (los sacerdotes y el poder político-económico de estos y los templos van

incrementándose cada vez más, constituyéndose una de las élite más importantes). Aparte, es también una época en

la que se aprecian reformas en cuanto a lo referente al Estado -que impondrá a lo largo de los años una fuerte

centralización- y la administración del territorio y los que trabajan para el faraón (creación de nuevos ministerios, por

ejemplo)10.

Assmann en este capítulo da especial importancia al paradigma religioso, pero no podría ser para menos ya que el

Imperio Nuevo se caracteriza especialmente por ser una etapa dorada para todo lo relacionado con la religión. Esto

8 SANMARTÍN, J.; SERRANO, J.M.: op. cit., p. 295.9 Ibidem; p. 300.10 BLANCO FREIJEIRO, Antonio: El arte egipcio (II), vol. 2, ''Colección Historia del Arte'' por Historia 16, Madrid

(1989); p. 8.

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podría ser una de esas influencias -que anteriormente citábamos- que podrían haber dejado los hiscos. Muchas veces

esa religiosidad fervorosa va a ser la causa con la que este período histórico funcione con tanta lentitud y el desarrollo

y progreso no sean ideas que vayan atadas en base a la razón y al optimismo11. Assmann, como hace a lo largo del

libro, propone una serie de términos que ayudan a comprender mucho mejor su teoría. Los primeros tratan acerca de

la espiritualidad de los egipcios, distinguiendo tres tipos de ''religiosidades'': la ''local'', la ''individual'' y la ''popular''.

Más adelante, propone otra serie de términos e ideas que explicarían el fenómeno de transformación de lo religioso

entre los egipcios del Imperio Nuevo, como por ejemplo, la idea de que el rey guía al hombre o de que el hombre es

guiado por su propio corazón; así como ''justicia colectiva'' para ese colectivo que vela por mantenerse justo a sí

mismo, o la ''piedad personal'' para ese halo de misterio hacia el destino personal, algo que atormenta al hombre.

6- Conclusión y valoración personal.

Jan Assmann a lo largo del libro, y en un lenguaje muy comprensible, nos propone claves para la interpretación

desde un punto de vista global (aunque más bien cultural) del mundo y la historia del Antiguo Egipcio. Este profesor

distingue la idea que desde un principio quiere darnos: la distancia que hay entre historia y cultura, así como entre la

figura de un historiador y un teórico de la cultura.

Desde un punto de vista personal, puedo añadir que gracias a esta obra ratificado aquello que tanto nos avisan los

profesores: que en cada período histórico no hay demasiadas diferencias a la vez que las hay, algo que es fruto de una

simbiosis entre hechos político-militares, culturales y económicos; una conclusión que podemos llevar hacia cualquier

pueblo o civilización, o a cualquier período histórico. También podemos aprender que el egipcio ha sido un pueblo

muy religioso y que parte de las ideas cristianas de hoy en día se deben a culturas tan antigua como sobre la que

hemos trabajado en este trabajo.

11 BLANCO FREIJEIRO, Antonio: op. cit., pp. 9-10.

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7- Bibliografía.

-ASSMANN,Jan: Egipto a la luz de una teoría pluralista, Ediciones Akal, Madrid (2010).

-ALVAR, Jaime: ''Tierra de faraones'', suplemento de Revista Historia, Madrid.

-BLANCO FREIJEIRO, Antonio: El arte egipcio (II), vol. 2, ''Colección Historia del Arte'' por Historia 16, Madrid (1989).

-SANMARTÍN, Joaquín y SERRANO, J.M.: Historia Antigua del Próximo Oriente: Mesopotamia y Egipto, Ediciones Akal,

Madrid (1998).