Resumen Del Libro Que Le Hemos Hecho a Freud Para Tener Semejantes Hijos
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Transcript of Resumen Del Libro Que Le Hemos Hecho a Freud Para Tener Semejantes Hijos
Universidad Técnica de AmbatoFacultad Ciencias de la Salud
Carrera Psicología Clínica
MÓDULO: PSICOLOGÍA DINÁMICA
NOMBRE: STEFANIA LLERENA FREIRE SEMESTRE: SEPTIMO “A”
FECHA: 2015-04-09
TEMA: Resumen del libro “Que le hemos hecho a Freud par tener semejantes hijos”
CAPÍTULO I: Los celos
Este capítulo nos habla de nuestros hijos, quienes en su mayor parte tienden a tener
celos de sus hermanos, con lo cual ocasionan un terrible sufrimiento a los padres. Este
significado alude al sentimiento de ser menos querido que el otro o de ser rechazado lo
que también es muy doloroso para el niño. Cuando nace otro bebe en la familia, los
hermanos mayores por lo general tienden a tener celos ya que la atención que ellos
estaban acostumbrados a tener se irá terminado ya que ahora todo girara en torno al
nuevo integrante de la familia por lo cual el otro niño puede generar múltiples situaciones
como mal comportamiento sin olvidar el mecanismo de defensa más común y evidente:
la regresión; la gran parte de las veces para volver a obtener ese placer que en la
actualidad ya no lo tienen o con fines manipulatorios. Otro ejemplo evidente de celos
entre hermanos es que siempre cualquiera de los hijos va a estar celoso el uno del otro,
sin olvidar al hijo de en medio en caso de que exista quién se sentirá celoso tanto de su
hermano mayor como del menor.
Los celos no solamente abundan entre hermanos, sino entre abuelas, tíos, de hijos a
padres, etc. En el caso de los niños los padres o los abuelos tienen una inclinación o
preferencia por uno o por otro de sus hijos. Es por esto que decir que quieren a todos por
igual es una mentira.
Los celos son un fenómeno dinámico y natural, ya que le permite al niño avanzar y
desarrollarse de mejor manera. La única posibilidad para impedir que los celos normales
se vuelvan patológicos es reconocerlos y soportarlos
CAPÍTULO II: Autoridad y Tiranía
Este capítulo nos habla sobre el autoritarismo de los padres, que como ya nos hemos
dado cuenta en la actualidad ya no existe de alguna manera mucho control sobre los
hijos, los padres piensan que es mejor darles libertad. Muchos de los padres que son de
esta manera fueron hijos de padres demasiado autoritarios y tratan de hacer algo
diferente por sus hijos, pero en realidad no se dan cuenta del daño que les están
haciendo ya que los niños y adolescentes necesitan una guía, alguien que les muestre el
camino. Los niños al no ponerles límites tienden a ser más rebeldes y desobedientes. La
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autoridad de los padres es necesaria. Respetar a un niño es también ponerle límites y
prohibiciones. Podemos reconocer su deseo y al mismo tiempo explicarle por qué la
realización de ese deseo es imposible por el momento, o está prohibida para siempre.
Reconocer un deseo no quiere decir ceder a él. Los niños manifiestan de diferentes
maneras su necesidad de autoridad. Respondemos siempre con torpeza si demostramos
violencia o agresividad. Sin embargo debemos darles una respuesta. Los padres
confunden a veces proteger a su hijo con dejarlo hacer de todo. Ser buenos padres
equivale para ellos a negarse a prohibir. Educar a un hijo es no autorizarle algunas cosas,
en diferentes épocas de su vida, para que pueda descubrir otras. El precio a pagar por
los padres conlleva el riesgo de ser menos querido por el hijo. Ser muy permisivos es una
forma de maltrato, de maltrato en lo más profundo, puesto que impedirá al niño crecer. Al
decirle que no, el niño evoluciona y se le abren todas las posibilidades. También hace
falta que el rechazo y la prohibición jamás lo humillen o lo ridiculicen. Los padres al tener
que cuidar a sus hijos, no es que tienen el manual del educador perfecto, pero muchos de
ellos piensan o temen equivocarse y es ahí cuando se generan nuevas dificultades con
los niños. Una buena educación se ve reflejada cuando estos son adolescentes.
Es necesario colocarse en el rol de padre para que los hijos puedan identificarse con esa
figura y así desarrollarse sin mayores complicaciones. Cabe recalcar también que no es
recomendable ponerse al mismo nivel de los hijos, pues se pierde autoridad, dejan de ser
guía por lo que los niños la buscaran en otro lugar ya que no la encontraron con sus
padres.
CAPÍTULO III: Los nuevos padres
Nadie sabe cómo ser padre y más aún cuando le toca la difícil tarea de ser padres de
hijos que no son suyos. Cuando un hombre se convierte en padre, su desconcierto se
acentúa, no sabe qué hacer por lo que grita, castiga, pega para asegurar su autoridad,
sin embargo si desde un inicio no fue reconocido primero por la madre, esta autoridad
jamás tendrá valor. La evolución del padre dependerá de un intercambio sutil entre
padres, el hijo ama a su madre, en eso quiere parecerse a su padre, pero al momento de
no existir un buen establecimiento de roles, especialmente del rol paterno, aparecerán un
montón de dificultades, en las cuales los padres se enfrentaran a una terrible situación.
La función paterna es indispensable, porque asegura el rol del tercero, permite despegar
al niño de su fusión con la madre, pone entre ellos una distancia necesaria, pero el padre
solo puede desempeñar esta función si la madre lo reconoce y la mejor manera de
hacerlo es que cuando nace el bebé ella presente al niño al padre diciéndole, ¡Toma este
es tu hijo, tu eres su padre! Cuando las madres prefieren a sus hijos que a su hombre,
estos desarrollan sentimientos hostiles con respecto al hijo. Como menciona Freud “el
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padre tiene el sentimiento de que el niño se volvió su rival y nace entonces la hostilidad
que se arraiga en el inconsciente.
La función del padre es una función simbólica que separa al niño del cuerpo de su madre
y gracias a esto adquirirá un cuerpo separado, un cuerpo diferenciado de varón o mujer.
El padre prohíbe al hijo y a la madre completarse, satisfacerse mutuamente. Sin esa
autoridad que le plantea lo prohibido, el niño quedará para siempre atrapado en la
seducción incestuosa y en la diferenciación. La prohibición del padre vale tanto para la
madre como para el hijo, si prohíbe al hijo poseer a la madre, el padre prohíbe también a
la madre reapropiarse del hijo. Sino lo separa así, puede ser un objeto fetiche dedicado
solo al goce de la madre.
El rol del padre no es solo representar la ley, hacer de alguna manera pasar al niño de la
ley de la madre a la ley del padre, sino permitir al niño identificarse con él. Es inevitable
que el hijo tenga que enfrentarse al padre en algún momento de su crecimiento. Esta
confrontación es necesaria para el equilibrio del hijo, para que conozca sus límites y sepa
quién es.
CAPÍTULO IV: Separaciones
En la actualidad casi no existen matrimonios arreglados por lo cual si una pareja decide
casarse o formar un hogar es porque ellos en verdad desean eso, además esto es lo que
hace que las personas tiendan a tener más libertad de elegir lo que desean. En otros
tiempos los matrimonios eran arreglados y no se casaban enamorados por lo tanto no
existían muchos divorcios en ese entonces. Desde hace muchos años las estadísticas
revelan un aumento de los divorcios, al mismo tiene que una mayor cantidad de
casamientos. Los jóvenes deciden casarse porque se aman y siempre intentan en una
pareja buscar alguien a nuestro padre o madre, y deciden separarse cuando no se aman
más.
Si ya no se entienden es mejor separarse que vivir en una atmósfera de mentira y de
sacrificio en la casa. Lo importante es que el hijo no se deja engañar por apariencias,
inconscientemente sabe que la relación entre sus padres no funciona. En una pareja de
mentira, el niño tiene dificultades para encontrar sus parámetros de identificación,
masculinos y femeninos. Lo que se aconseja con mayor frecuencia a los adultos es que
asuman la separación y hablen de ello claramente.
En los divorcios las parejas no sufren quienes sufren son los hijos. No vale la pena
esconder un divorcio, ya que esto representa un mayor sufrimiento para el hijo; hay que
recordar que los niños no deciden si los padres siguen juntos o se divorcian. Pero los
padres son responsables de sus hijos. La decisión de la separación dependerá de sus
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deseos de adultos, en cuanto a ellos y a sus pequeños. A cada uno en el momento de
dejar a su marido o a su mujer se le planteará esa cuestión. Es también por eso que
nadie puede decidir una separación en el lugar de otro. No se puede normalizar, menos
aún moralizar. Algunas parejas decidirán seguir unidas por los hijos otras no. Una sola
cosa es segura: no podemos hacer de cuenta que somos felices.
No mentirle a un niño sobre lo que le concierne directamente no significa que haya que
decirle todo. Algunos detalles de la vida de los padres no le conciernen al hijo. En un
divorcio tampoco es bueno decir todas las verdades. Un niño, por ejemplo, no tiene que
saber nada de la sexualidad de sus padres- sólo tiene que saber que tomaron una
decisión, buena o mala que les permite estar tranquilos con ellos mismos. Lo más común
es que el niño odie a la nueva pareja o a la madre ya que introyecta el sentimiento del
padre. Es por esto que el niño utiliza un mecanismo de defensa: la regresión como una
forma de manipular y que sus padres no se separen; sin embargo en el momento que el
niño se da cuenta que por más que él quiera sus padres no desean estar juntos, estos
síntomas desparecen como por arte de magia.
Más que el divorcio es el dolor de los padres lo que resulta devastador para el hijo.
Debemos recordar que nos divorciamos de un marido o de una mujer, pero no nos
divorciamos nunca de un hijo. Es un lazo que está ahí para toda la vida. Esta diferencia
evidente no siempre es fácil de comprender para un niño, sobre todo cuando se siente
fuertemente identificado con el adulto con el que comparte su vida de todos los días. Es
difícil asumir entiempo de crisis pero los padres deben recordar que no es algo que no
puedan superar en un corto plazo.
CAPÍTULO V: Las familias ensambladas
En la actualidad los padres que no se quieren más se separan y rehacen su vida con
nuevos compañeros. Los hijos asisten entonces al casamiento de su madre con otro
hombre y a veces se encuentran de golpe con un nuevo hermano mayor o una
hermanita. Un poco después llegan bebés que llamaremos medio hermano o medio
hermana. No obstante, no se tratará de una mitad de bebé, como me lo hacía notar una
niña de cinco años, sino de un bebé completo que no tomará una mitad de lugar en el
corazón de mamá. En la movida se hereda también una nueva pareja de abuelos, y
algunos tíos y tías. Los niños a veces tienen el sentimiento de que los padres rehicieron
sus vidas, dejándolos afuera. Como si pensaran que las grandes, queriendo borrar su
pasado, los hubieran borrado a también del mapa. Así pues se sienten de más en una
nueva historia de amor.
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Los celos se encienden entonces hacia el medio hermano o a la media hermana que
tiene a su papá y a su mamá con él a tiempo completo. El niñito que vive con su madre,
su padrastro y su medio hermano puede ser muy desdichado al constatar cada día la
intensidad del lazo que une a su padrastro con su hijo, si él a su vez ve poco a su padre
de nacimiento. La familia es el lugar donde circulan más afectos, y al mismo tiempo
donde se traman más conflictos. Es el escenario donde se juega la vida inconsciente, el
guión es el mismo y la intriga se volverá a representar en cada nuevo encuentro.
Creemos borrar, olvidar, empezar de cero otra vez, pero es un engaño. Podemos
separarnos de un compañero, pero no nos divorciamos nunca de nuestra historia
imaginaria. Si nos negamos a enfrentarla, multiplicando las familias, corremos el riesgo
de multiplicar los problemas. Algunos serían sin duda evitados si los padres no hablaran
de rehacer su vida, sino simplemente de continuarla con otra persona. Cualquiera sea la
complejidad de una reconstitución familiar, el niño podrá encontrarse en ella si se lo
respeta por lo que es, es decir el hijo de otro hombre o el hijo de otra mujer, y si en
ningún caso se lo fuerza a aceptar a los recién llegados. Claro que no será fácil, y los
momentos de tensión o de crisis serán numerosos. En este caso, también, todo
dependerá de la comprensión de las personas grandes. Encontrar nuevas personas
cuando la familia se agranda puede también ser para un niño una oportunidad de hallar
otras posibilidades de crecer. El problema estará siempre con los adultos y con la manera
en que vivirán la situación. Si los hijos conservan un lugar de hijo, si no son el lugar
donde se ponen en juego rivalidades, odios y arreglos de cuentas que los superan,
podrán salir adelante. Pero para eso, no hay que endosarles ni la desdicha de uno ni la
debilidad del otro.
Al final nos deja una reflexión y dice que la mayoría de personas buscan ser amados por
otra persona y tienden a olvidarse de sus hijos.
CAPÍTULO VI: Familias monoparentales
Cada vez más seguido hay padres que se encuentran solos para educar a sus hijos. En
el 85% de los casos se trata de mujeres. Hombres que se van dejando mujer e hijos, sin
duda no es algo nuevo. Pero la condición femenina cambió. Las mujeres estudiaron, se
volvieron autónomas, pudieron decidir los nacimientos, se liberaron. Pueden elegir vivir
solas con un hijo o no. Pueden incluso elegir hacer un niño sin necesariamente vivir con
el padre, lo que era impensable hace algún tiempo. Pueden también decidir, después de
una primera historia de amor y el nacimiento de un hijo, no volver a vivir en pareja.
Cuando una mujer ha decidido prescindir radicalmente de un hombre para tener un hijo,
explica que eligió un compañero de una noche, porque parecía bello y sano. Quería un
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hijo. Hacía falta un hombre. Él no sabrá nunca para qué sirvió esa noche. A partir de la
mañana siguiente, no se le dan más noticias, incluso se cambia el número del celular o
se emprende una mudanza. El hijo parece haberse convertido en un must. Algunas creen
que es imposible realizarse completamente en su vida sin tener un hijo. Hace falta un
bello departamento, un oficio gratificante, un automóvil, una computadora conectada a
Internet y... un hijo. Como si el bebé se hubiera convertido en el bien de consumo
supremo. Ya no es necesariamente el desenlace de una historia de pareja" Gracias a la
medicina, ya no hay necesidad de desear, encontrar o conocer a un hombre para tener
un hijo. Los especialistas se encargan de todo. No hay lugar para el erro el niño de la
tecnología deberá ser bello, sano e inteligente. El embarazo y el nacimiento deberán ser
momentos maravillosos y el niño no debería traer ningún problema. A los 6,9 o 13 años,
cuando llegan al psicoanalista, comprendemos entonces que no todo es tan simple. El
niño cosificado, que había hecho brillar a su madre hasta entonces, se resiste. Se rebela.
Capítulo VII: Pequeños maltratos cotidianos
El presente capitulo inicia con la conversación de dos adolescentes: Jonás y Mariana.
Mariana está huyendo de su casa porque se siente despreciada ya que su padre no le
deja vestirse como ella quiere, le cuenta todo a sus maestros y no puede guardar
secretos: además, su padre le puso un apodo que no le hacen sentir cómoda. Mariana
cuenta que siente que todo el tiempo le critican. Por otro lado Jonás decide huir con
Mariana al identificarse con ella porque se siente cansado de que su madre le cuente
todas sus historias de amor como un confidente. En la siguiente escena las madres de
los adolescentes no saben que paso o donde están sus hijos, nunca notaron que haya
existido una mala relación con ellos. Estas historias demuestran los pequeños maltratos
cotidianos que se vuelven tan comunes que pasan incluso desapercibidos por los padres.
Son maltratos que no se estipulan como un delito legal, pero que van afectando la
emotividad del niño y por ende su comportamiento. Situaciones como ponerles apodos,
criticarlos, estar ausentes en eventos que para ellos son importantes, la permisividad y
las excesivas demostraciones de cariño son algunos de los ejemplos de este tipo de
maltrato que conforman una atmosfera turbia en el hogar. Los niños necesitan ser
protegidos, si los adultos no lo hacen, ellos mismos intentaran defenderse a través de
síntomas como la violencia y la rebeldía. Los niños no se sienten protegidos cuando se
les falta el respeto invadiendo su espacio personal, como cuando los padres los besan en
la boca, son acariciados, exhibidos, cuando los padres pasean desnudos enfrente de
ellos o cuando se ingresa sin permiso cuando ellos están en la ducha.
La humillación hacia los niños puede ser a manera de bromas que los adultos hacen en
contra de ellos. Los niños tomas los comentarios como muy reales y no distinguen las
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bromas, lo que los hace sentirse humillados y por ende desencadenaran un
comportamiento violento. La educación brinda a los padres el placer de sentirse en una
posición de fuerza y esto muchas veces hace que se aproveche de la debilidad de los
niños. Educar a un niño no significa manipularlo para obtener el máximo goce, puesto
que ello es destructivo y puede inducir inclusive al suicidio. La permisividad es otra forma
de maltrato, debido a que los padres demuestran sentirse imposibilitados al punto de
colocar toda la culpa sobre el niño. Estos padres demuestran en realidad tener miedo, lo
que se arraiga en su historia personal. Otra forma de identificar el maltrato es cuando los
padres mienten o no cumplen sus promesas a sus hijos, ya que esto hace sufrir a los
niños. Todas están formas de maltrato suelen hacerse porque los padres en el fondo
piensan que es por el bien de los niños, sin embargo hay que indagar en la historia de la
vida de los padres para identificar la motivación de estas conductas que suelen denigrar a
los hijos, haciéndoles padecer de sintomatología como una forma de autoprotegerse.
Capítulo VIII: La adolescencia precoz
En la actualidad la crisis de la adolescencia aparece cada vez más temprano. La
adolescencia es un pasaje obligado que lleva al niño hacia la edad adulta y hacia la
independencia, esta etapa les permite descubrir el mundo hasta entonces desconocido.
Al encontrarse desarmados los padres frente a un hijo que no sabe cómo tratar la parte
más difícil será asumir las consecuencias de su educación. En estos tiempos la
adolescencia es más precoz, esto se debe a que desde que son bebes reciben cuidados
diferentes para que alcancen su plenitud lo más pronto posible. Esto nos lleva a un efecto
en que los niños se convierten en adultos más temprano y los adultos siguen siendo
niños durante más tiempo. Los niños que son tratados como confidentes de los padres al
igual que los que son sobreprotegidos, atravesaran un periodo violento en la
adolescencia para poder liberarse de ellos. Mientras más permisivos fueron los padres,
más los adolescentes van a enfrentarse a ellos buscando límites. Algunos padres trataran
de revivir su adolescencia frustrada por medio de sus hijos confiscando así la
independencia naciente de sus hijos.
La adolescencia para todas las personas es la muerte, ya que el niño que era ya nunca
volverá y a la vez la muerte de sus padres, pues dejaron de verlos como ídolos. Si los
hijos sienten demasiado frágiles a los adultos volverán su agresividad contra ellos. Al
inicio esperaran simbólicamente ser matados y si no obtienen respuesta a su pedido
volverán su violencia hacia si mismo y tendrán ganas de suicidarse. Se trata de hacer el
duelo de perder cierto amor de los padres para descubrir otras formas de amar. Si los
padres sufren por “perder” a sus hijos, el sentimiento de culpa del adolescente se vuelve
terrible, aún no sabe el lugar que puede ocupar en la sociedad, ni el placer de conocer a
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otras personas, solo tiene a sus padres y sufre al tener que desafiarlos. Lo más
importante para los padres es aceptar que el hijo se les enfrente sin estar destruidos por
eso, es decir, dar pruebas de autoridad, aceptar ser criticados por los hijos y acompañarlo
en sus reivindicaciones. Los adolescentes no necesitan padres compinches sino adultos
que les muestren el camino. Los hijos se vuelven locos porque los padres no logran
asumir una posición de adultos. Es esencial reconocer en la adolescencia la inmadurez
de los hijos. Dejarlos hacerse cargo demasiado rápido equivale a “abandonarlos”. En la
adolescencia el complejo de Edipo superado años antes es reactivado y las pasiones se
encienden al mismo tiempo que la agresividad. La crisis de la adolescencia es el
momento de la vida de un niño en la que más cuestiona a sus padres.
Capítulo 9: La consulta Psicoanalítica
El psicoanálisis no es una ciencia exacta. Pero la teoría que se aprende en la formación
psicoanalítica es la base para poder analizar e interpretar los casos clínicos. Cuando el
niño o los padres sufren, acuden a consulta para hablar de un dolor que no saben de
dónde viene. El trabajo del psicoanalista e permitir a cada integrante de la familia emitir
su discurso, permitir individualidad e influir que cada uno se integre en el rol que le
compete y se apropie de hallar su propia felicidad. Ya que en el caso de los niños
somatizan el dolor de la madre, se responsabilizan de dar felicidad a costa de la suya
propia. Así que la terapia ayudara al niño a que se convierta en lo que es.
El psicoanálisis trata de promover al sujeto en la singularidad de su deseo, aunque este
deseo no reconstruya a toda la familia. Es importante que el niño se sienta dueño de su
cuerpo y de su vida para evitar que pierda identidad, se crean trastornos de personalidad
y atrasos en el lenguaje. Así mismo para lograr esto, es necesario que incluso antes del
nacimiento del niño, la madre se refiera a otros es decir a un tercero, para que no tenga
ella sola el “goce” de ese bebe. El papel de un tercero deberá ser marcado para evitar
crear sufrimientos ni en la madre ni en el niño. Winnicott habla de un “momento sagrado”
en el que el niño y el terapeuta toman conciencia de la situación emocional o psíquica
con la que el niño está enfrentando y traba su desarrollo. Para que la curación se de, el
sistema familiar deberá reformar su comportamiento y retomar sus actividades a fin de
que el niño se desarrolle en un ambiente vivible.