Resiliencia lectura obligatoria - unidad i

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UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR INSTITUTO PEDAGÓGICO RAFAEL ALBERTO ESCOBAR LARA

SUBDIRECCIÓN DE DOCENCIA PROGRAMA DE EDUCACIÓN ESPECIAL

ESPECIALIDADES: DIFICULTADES DE APRENDIZAJE Y RETARDO MENTAL

Curso: Prevención y Atención Integral Temprana

Profesora: Sofía Zaric Lectura Obligatoria – Unidad I

RESILIENCIA

El vocablo tiene su origen en el idioma latín, en el término resilio que significa volver atrás, resaltar, rebotar.

El término se comenzó a emplear en la física y fue Michael Rutter quien lo adaptó para las ciencias sociales en el año 1972 para caracterizar a aquellas personas que a pesar de haber nacido y vivir en situaciones de alto riesgo, se desarrollan psicológicamente sanos y exitosos (Rutter, 1993).

La palabra resiliencia proviene de la Física, es el número que caracteriza la fragilidad de un cuerpo, o sea su resistencia a los choques. La fragilidad es tanto menor cuanto mayor es la resiliencia. La resiliencia es una propiedad de algunos materiales, como el acero, que consiste en la capacidad de recuperar su forma primitiva cuando se deja de ejercer presión sobre él. Es, en cierto sentido, asimilable a la elasticidad.

Los primeros estudios sobre la resiliencia se centraron en personas que habían vivido situaciones límites: campos de concentración, niños pobres que habitan en las calles o mujeres maltratadas. Aquellos que resistían y seguían adelante eran los llamados resilientes. Sin embargo Resiliencia no significa invulnerabilidad, ya que las personas sufren como cualquiera, lo que les diferencia es su capacidad para tener una adecuada calidad de vida a pesar de todas las experiencias dolorosas.

La Resiliencia es importante porque es la capacidad humana para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y salir de ellas fortalecido o incluso transformado. La forma en que los padres o personas que cuidan a los niños responden a situaciones y la forma en que ayudan a los niños a responder distingue a los adultos que fomentan la resiliencia o que la destruyen.

Algunas definiciones de Resiliencia Según Otros Autores

Habilidad para resurgir de la adversidad, adaptarse, recuperarse y acceder a una vida significativa y productiva (JCCB. Institute on Child Resilence and Family, 1994).

Combinación de factores que permiten a un niño(a), a un ser humano, afrontar y superar los problemas y adversidades de la vida, y construir sobre ellos (Suárez Ojeda, 1995).

Capacidad de las personas para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas e inclusive, ser transformadas por ellas (Grotberg, 1995).

Capacidad de la persona para hacer las cosas bien y de forma socialmente aceptable, en un entorno agobiante o adverso que suele entrañar un elevado riesgo de efectos negativos (Henao, 2003).

La resiliencia implica que una persona debe superar la situación de adversidad dentro de las normas culturales en las que él se desenvuelve. Se sustenta en la interacción existente entre la persona y el entorno, por lo tanto no procede exclusivamente ni es algo exclusivamente innato.

En términos de acción hay dos componentes que la constituyen en algo más que desenvolverse adecuadamente en la vida pese a la adversidad:

La resistencia frente a la destrucción, esto es la capacidad para proteger la propia integridad bajo presión.

La capacidad para construir la vida pese a las circunstancias difíciles. Los resultados de este proceso se plasman en un desarrollo positivo pese a condiciones de vida difíciles.

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FAMILIAS RESILIENTES

Greenspan (1996) enumera una serie de condiciones familiares que favorecen la resiliencia entre los niños y jóvenes:

1. Estructura y reglas claras dentro del hogar 2. Apoyo entre los cónyuges 3. Estrategias familiares de afrontamiento eficaces 4. Prácticas de cuidado y crianza efectivas 5. Interacción y apego entre padres e hijos (la presencia de una relación cálida, nutricia y de apoyo al menos con uno

de los padres, protege o mitiga los efectos nocivos de un medio adverso) 6. Expectativas positivas de los padres sobre el futuro de sus hijos 7. Responsabilidades compartidas en el hogar 8. Apoyo de los padres en las actividades escolares de los hijos 9. Redes familiares fuertemente extendidas y redes de apoyo externas (amigos, vecinos, etc.) 10. Participación de la familia en actividades extra-familiares (iglesia, clubes, entre otros.) 11. Oportunidades de desarrollo y responsabilidades extra-familiares (voluntariado, estudios, trabajo, etc.).

FUENTES DE RESILIENCIA

De acuerdo con Edith Grotberg (1997) un niño resiliente posee cada una de esas características en abundancia y puede decir:

Soy

Una persona por la que los otros sienten aprecio y cariño.

Feliz cuando hago algo bueno para los demás y les demuestro mi afecto.

Respetuoso de mí mismo y del prójimo.

Estoy

Dispuesto a responsabilizarme de mis actos.

Seguro de que todo saldrá bien.

Tengo

Personas en derredor en quienes confío y que me quieren incondicionalmente.

Personas que me ponen límites para que aprenda a evitar los peligros o problemas.

Personas que me muestran a través de su conducta la manera correcta de proceder.

Personas que quieren que aprenda a desenvolverme solo.

Personas que me ayudan cuando estoy enfermo o en peligro o cuando necesito aprender.

Puedo

Hablar sobre cosas que me asustan o me inquietan.

Buscar la manera de resolver mis problemas.

Controlarme cuando tengo ganas de hacer algo peligroso o que no está bien.

Buscar el momento apropiado para hablar con alguien o actuar.

Encontrar a alguien que me ayude cuando lo necesito.

Un niño resiliente no tiene necesariamente todas estas características pero tener una sola no basta, por ejemplo un niño puede estar rodeado de afecto (TENGO), pero si no tiene fuerza interior (SOY/ESTOY) o buena disposición para las relaciones humanas (PUEDO), no es resiliente.

Un niño puede tener una gran estimación propia (SOY/ESTOY), pero si no sabe comunicarse con los demás o resolver un problema (PUEDO) y no tiene a nadie que lo ayude no es resiliente.

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Un niño puede ser locuaz y hablar bien (PUEDO), pero si no tiene empatía (SOY/ESTOY) o no aprende de los modelos (TENGO), no es resiliente, la resiliencia es el producto de la combinación a estas características.

De acuerdo a algunos autores (Loesel) entre los recursos más importantes que cuentan los niños resilientes, se encuentran:

Una relación emocional estable al menos con uno de los padres o bien alguna otra persona significativa.

Apoyo social desde fuera del núcleo familiar.

Un clima educacional abierto, contenedor y con límites claros.

Contar con modelos sociales que motiven el enfrentamiento constructivo.

Tener responsabilidades sociales dosificadas, a la vez que exigencias de logro.

Competencia cognitiva, y al menos un nivel intelectual promedio.

Características temperamentales que favorezcan un enfrentamiento afectivo (por ejemplo flexibilidad).

Haber vivido experiencias de autoeficacia, autoconfianza y contar con una autoimagen positiva.

Asignar significación subjetiva y positiva al estrés y al enfrentamiento, a la vez que contextualizarlo a las características propias del desarrollo.

Algunos ejemplos de lo que pueden hacer los padres o cuidadores para fomentar su resiliencia de un niño o niña de 0 a 3 años:

Brindarles cariño incondicional y expresar afecto en forma física y verbal, sosteniéndolo en brazos, acunándolos y acariciándolos, tranquilizarlos con palabras dulces y ayudarlos a calmarse.

Obligar a los niños de 2 o 3 años a cumplir las reglas; para disciplinarlos, quitarles privilegios y usar otros métodos que no los humillen, que no les hagan daño ni les haga sentirse rechazados.

Comportarse de una forma que comunique confianza, optimismo y buenos resultados, a fin de que sirva de modelo al niño.

Elogiar a los niños de 2 a 3 años por los progresos como usar el baño, calmarse, hablar o hacer algo.

Impulsar a los niños de 2 a 3 años para que prueben cosas y traten de hacer cosas por su cuenta con ayuda mínima.

Cuando se vaya desarrollando el lenguaje, reconocer los sentimientos del niño y darles nombres. Impulsar al niño que exprese y reconozca sus sentimientos así como el sentimiento de los demás (triste, contento, arrepentido, enojado, feliz).

Preparar al niño de 2 o 3 años a situaciones adversas, gradualmente si es posible, hablándole al respecto, leyéndole libros, escenificando situaciones, etc.

Cuando se vaya desarrollando el lenguaje usarlos para reforzar características de la resiliencia que ayuden al niño a enfrentar la adversidad. Por ejemplo una frase como «Sé que puedes hacerlo» fomenta la autonomía y refuerza la fe del niño en su capacidad para resolver problemas, y decirle «Estoy aquí». Lo tranquiliza y le recuerda las relaciones de confianza con las cuales puede contar.

Ser conscientes de su propio temperamento y del temperamento del niño a fin de determinar con qué celeridad o lentitud pueden introducir cambios cuánto pueden empujarlos, alentarlos, etc. confianza con las cuales puede contar.

Son muchas las formas de contribuir a la resiliencia empezaremos plateándonos los motivos por los que determinados niños se desenvuelven con tanta soltura en circunstancias adversas. La respuesta podría ser algo diferente dependiendo de la situación y del lugar.

La resiliencia nos enseña que algunas dificultades nos pueden fortalecer si contamos con apoyos para hacerles frente, a estos apoyos se le denomina Factores Protectores. «Factores protectores» son todas aquellas características hechos o situaciones propias del niño o de su entorno que elevan la capacidad del niño para hacer frente a las adversidades o disminuyen la posibilidad de desarrollar desajuste psicosocial frente a la presencia de factores de riesgo.

Basado en resultados de investigaciones y experiencias prácticas se han identificado ámbitos interrelacionados que merecen un examen detenido a la hora de fomentar la resiliencia infantil y que se constituyen en factores protectores:

1. Redes de apoyo social y la aceptación incondicional del niño como persona

Sentirse querido y querer dar sentido a la vida, es importante establecer vínculos cálidos y de aceptación.

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La aceptación incondicional por un adulto significativo no significa aceptar cualquier conducta al contrario aceptar conductas socialmente indeseables suele ser señal de indiferencia y desamor.

La aceptación incondicional suele ocurrir más fácilmente en las relaciones informales con la familia y amigos, ésta es una de las razones de la gran importancia de las redes sociales de apoyo.

2. Clima emocional positivo para el desarrollo

Un clima familiar y/o escolar que promueva el crecimiento en armonía, el juego, la recreación, el aprender a sentir placer y satisfacción por lo que se va logrando, que promueva el aprendizaje. Un clima positivo lo hacen las personas.

3. La capacidad para averiguar el significado de la vida, en estrecha relación con la vida espiritual

«No sólo de pan vive el hombre», todos necesitamos identificar algún sentido y significado de cuanto ocurre en la vida.

Estimular la búsqueda de significado pasar por múltiples vías según la cultura local y la edad del niño. La recreación es una vía adecuada. Puede resultar de gran provecho que el niño pruebe la belleza y la naturaleza así como estimular la expresión artística del niño, sin esperar obras maestras. A veces el descubrir un espíritu de equipo en deportes como el fútbol puede ayudar. Cuidar de una flor, un jardín, un animal puede generar significado.

Lo contrario a esto es el sin sentido, el aburrimiento, el vacío existencial.

4. Aptitudes y el sentimiento de tener algún tipo de control sobre la propia vida

Este ámbito abarca el aprendizaje de todo tipo de aptitudes sociales y resolutivas de conflictos y problemas tales como: ¿Cómo relacionarme con los demás? ¿Cómo controlar mis impulsos? ¿Cómo pedir ayuda u orientación? ¿Cómo hacer frente a los problemas?

(Pensar antes de actuar). También es muy importante la adquisición de aptitudes técnicas. Las aptitudes pueden adquirirse desde la vida cotidiana o mediante procesos de formación específicos.

5. Autoestima

Una definición práctica de autoestima seria: la valoración subjetiva y afectiva que cada niño tiene de sí mismo. Es un elemento básico de la identidad de las personas y es importante porque define la seguridad personal, la satisfacción consigo mismo. La autoestima tiene que ver con el hecho de «donde se pone el ojo» en relación a los aspectos de sí mismo. Las personas de alta autoestima rescatan siempre lo bueno que hay en ellos y a pesar de estar conscientes de sus defectos o limitaciones no enfatizan esto en el juicio de sí mismos.

La autoestima está muy ligada a los ámbitos ya mencionados pero también está muy directamente relacionada con conductas cotidianas de las personas que rodean al niño, éstas pueden generar o fomentar la autoestima o destruirla. Ejemplos: una disciplina severa, críticas negativas, niveles de calidad exigidos inalcanzables y una actitud de ironía frecuente son elementos destructores de la autoestima. Construyen y refuerzan autoestima la crítica constructiva, el estímulo positivo (resaltar cualidades positivas que a veces están encubiertas por conductas inadecuadas) y las expectativas realistas.

6. Sentido del humor

El sentido del humor es algo más que pasarlo bien, implica cierta capacidad de reírnos de nosotros mismos y de la adversidad y está directamente relacionado a los patrones culturales. Algunos exponentes del sentido del humor son la ternura por lo imperfecto, aceptación madura de los fracasos, creatividad y fantasía. Las personas que pueden reírse de sus problemas son más fuertes que estos. El sentido del humor alivia las tensiones, ayuda a que las cosas no parezcan tan dramáticas cuando tenemos dificultades.

No hay forma de enseñar a la gente a ser graciosa pero sí podemos establecer un clima desde la familia incluso desde la escuela en que la gracia pueda desarrollarse. Se deben identificar dinámicas, juegos y situaciones que estimulen el sentido del humor.

En estos ámbitos podemos encontrar posibilidades de clases generadoras de resiliencia. La resiliencia crece en un marco interactivo entre el niño y el entorno, al no ser un concepto absoluto ni temporalmente estable, es preciso fomentar

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la resiliencia, siempre en un contexto cultural local específico. Nunca podría sustituir o compensar el rol de las políticas sociales sino servir de fuente de inspiración y en ocasiones de instrumento reorientador.

Condiciones para ser Resiliente: 1. Inteligencia Es una condición necesaria pero no suficiente. Se requiere también la presencia de adultos o de pares que estimulen

a probar formas alternativas de enfrentar los problemas y adversidades; que dispongan de la habilidad para buscar ayuda cuando sea necesaria y que sean capaces de identificar y compartir sus sentimientos.

2. Capacidad Académica Disposición de habilidades de lectura, escritura y aritmética; estrategias de ajuste y aprovechamiento escolar básicos;

hábitos de trabajo y estudio; capacidad de organización de participación y para formular y contestar preguntas, etc. 3. Autocontrol Capacidad de hacer las mejores elecciones en situaciones críticas. Postergar gratificaciones, resistir presiones y

tentaciones, tener acceso a información fidedigna sobre la cual basar decisiones, así como la capacidad para percibir, comprender y elaborar adecuadamente de acuerdo con las propias creencias, valores y actitudes

4. Habilidades para la vida Remite a las personas que poseen inclinaciones específicas que, por otra parte, todas las personas poseen. Algunas,

para el deporte; otras, para el estudio, la música, el arte; para relacionarse con los demás; para responder a estímulos sociales y demostrar empatía, afecto, responsabilidad y prudencia

5. Afrontamiento y resolución de problemas Es el esfuerzo mental y físico para controlar factores, circunstancias y personas que se perciben como desbordantes,

negativos o potencialmente adversos, con la capacidad para planear y discernir distintas acciones posibles. Ser creativo e ingenioso; saber acudir para el apoyo de los otros; pensar en forma crítica, creativa y reflexiva.

6. Autonomía Es la habilidad para poder actuar independientemente, valerse por sí mismo e influir sobre factores del entorno.

También se vislumbra el futuro y se comienza a configurar un proyecto de vida.

¿CÓMO SE DESARROLLA LA RESILIENCIA? RESILIENCIA Y PSICOANÁLISIS

Un pilar de la resiliencia es la autoestima y sabemos que ésta se desarrolla a partir del amor y el reconocimiento del bebé por parte de su madre y su padre, es en ese vínculo que empieza a generarse un espacio constructor de resiliencia en el ser humano. Por supuesto que pueden ocurrir distintos procesos, más o menos favorables, que van trazando diferentes destinos.

Este primer pilar de la resiliencia está en la base del desarrollo de todos los otros: creatividad, independencia, introspección, iniciativa, capacidad de relacionarse, humor y moralidad.

Autoestima consistente. Es la base de los demás pilares y es el fruto del cuidado afectivo consecuente del niño o adolescente por un adulto significativo, “suficientemente” bueno y capaz de dar una respuesta sensible.

Introspección. Es el arte de preguntarse a sí mismo y darse una respuesta honesta. Depende de la solidez de la autoestima que se desarrolla a partir del reconocimiento del otro. De allí la posibilidad de cooptación de los jóvenes por grupos de adictos o delincuentes, con el fin de obtener ese reconocimiento.

Independencia. Se definió como el saber fijar límites entre uno mismo y el medio con problemas; la capacidad de mantener distancia emocional y física sin caer en el aislamiento. Depende del principio de realidad que permite juzgar una situación con prescindencia de los deseos del sujeto. Los casos de abusos ponen en juego esta capacidad.

Capacidad de relacionarse. Es decir, la habilidad para establecer lazos e intimidad con otras personas, para balancear la propia necesidad de afecto con la actitud de brindarse a otros. Una autoestima baja o exageradamente alta producen aislamiento: si es baja por autoexclusión vergonzante y si es demasiado alta puede generar rechazo por la soberbia que se supone.

Iniciativa. El gusto de exigirse y ponerse a prueba en tareas progresivamente más exigentes. Humor. Encontrar lo cómico en la propia tragedia. Permite ahorrarse sentimientos negativos aunque sea

transitoriamente y soportar situaciones adversas. Creatividad. La capacidad de crear orden, belleza y finalidad a partir del caos y el desorden. Fruto de la capacidad de

reflexión, se desarrolla a partir del juego en la infancia.

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Moralidad. Entendida ésta como la consecuencia para extender el deseo personal de bienestar a todos los semejantes y la capacidad de comprometerse con valores. Es la base del buen trato hacia los otros.

Capacidad de pensamiento crítico. Es un pilar de segundo grado, fruto de las combinación de todos los otros y que permite analizar críticamente las causas y responsabilidades de la adversidad que se sufre, cuando es la sociedad en su conjunto la adversidad que se enfrenta. Y se propone modos de enfrentarlas y cambiarlas. A esto se llega a partir de criticar el concepto de adaptación positiva o falta de desajustes que en la literatura anglosajona se piensa como un rasgo de resiliencia del sujeto (Melillo y Suárez, 2004).

Luego describimos una suerte de síntesis superior de todos ellos en la capacidad de pensamiento crítico, que representa algo así como un retorno del sujeto singular a la trama social en que vive, lo lleva a constituir grupos con una identidad determinada, que al comienzo puede ser de oposición para luego transformarse en hegemónica. Este proceso opera a través del sistema conductual de afiliación (afiliación a grupos) de Bowlby (Marrone, 2001).

Boris Cyrulnik (2001) ha realizado aportes sustantivos sobre las formas en que la adversidad hiere a la persona, provocando el estrés que generará algún tipo de enfermedad y padecimiento. En el caso favorable, la persona producirá una reacción resiliente que le permite superar la adversidad. Su concepto de “oxímoron”, que describe la escisión del ser humano herido por el trauma, permite avanzar aún más en la comprensión del proceso de construcción de la resiliencia, a la que le otorga un estatuto que incluimos entre los mecanismos de desprendimiento psíquicos. Estos, descritos por Edward Bibring (1943), a diferencia de los mecanismos de defensa, apuntan a la realización de las posibilidades de la persona en orden a superar los efectos del padecimiento. “El oxímoron revela el contraste de aquel que, al recibir un gran golpe, se adapta dividiéndose. La parte de la persona que ha recibido el golpe sufre y produce necrosis, mientras que otra parte mejor protegida, aún sana pero más secreta, reúne, con la energía de la desesperación, todo lo que puede seguir dando un poco de felicidad y sentido a la vida”(Cyrulnik, 2001).

Por eso, si bien hay autores que han traducido resiliencia como “elasticidad”, en nuestro actual concepto nada de eso se mantiene; la resiliencia no supone nunca un retorno ad integrum a un estado anterior a la ocurrencia del trauma o la situación de adversidad: ya nada será lo mismo.

La escisión del yo no cicatriza, permanece en la persona compensada por los recursos yoicos que se enuncian como pilares de la resiliencia. Con algo de todo eso, más el soporte de otros humanos que otorgan un apoyo indispensable, la posibilidad de resiliencia se asegura y la persona continúa su vida. Podríamos decir que el concepto de oxímoron es del mismo orden que el concepto de Freud de la escisión del yo en el proceso defensivo.

Algunos psicoanalistas afirman que el concepto de resiliencia es o puede ser contradictorio con un modelo psicoanalítico de la vida psíquica. Claramente no es así cuando se considera el modelo freudiano de la segunda tópica o la tercera tópica que especifica Zuckerfeld (2002). En el caso de la segunda tópica, la consideración del yo como instancia que debe “pilotear” las relaciones de la persona con sus deseos conscientes e inconscientes, los requerimientos de su conciencia moral (superyó) y de sus ideales (ideal del yo), y los del mundo externo, es decir la relación con su entorno, pone en evidencia los beneficios de estimular los pilares de la resiliencia, clara e íntimamente ligados a las capacidades del yo. En este modelo psicoanalítico, la fortaleza del yo facilita la tramitación por parte del individuo de los requerimientos de las otras instancias: es a la vez resultado y causa del proceso de la cura psicoanalítica y del desarrollo de las capacidades resilientes. El trauma puede ser el punto de partida de una estructuración neurótica o psicótica, pero también un punto de llegada en cuanto a generar una fuerte y útil estructura defensiva.

La resiliencia se teje: no hay que buscarla sólo en la interioridad de la persona ni en su entorno, sino entre los dos, porque anuda constantemente un proceso íntimo con el entorno social. Esto elimina la noción de fuerza o debilidad del individuo; por eso en la literatura sobre resiliencia se dejó de hablar de niños invulnerables. Tiene contactos con la noción de apuntalamiento de la pulsión. Como dice Freud (1929) “(...) la libido sigue los caminos de las necesidades narcisistas y se adhiere a los objetos que aseguran su satisfacción”. La madre, que es la primera suministradora de satisfacción de las necesidades del bebé, es el primer objeto de amor y también de protección frente a los peligros externos; modera la angustia, que es la reacción inicial frente a la adversidad traumática, en grado o medida aún mínima. Va constituyendo un sustrato de seguridad, lo que Bowlby y Ainsworth llaman una relación de apego seguro (Marrone, 2001), derivado de una base emocional equilibrada, posibilitada por un marco familiar y social estables. Son los padres o cuidadores sustitutos, como mediadores con el medio social, los que ayudan a su constitución a través de una acción neutralizadora de los estímulos amenazantes. Si bien esta condición inicial del ser humano sigue existiendo toda la vida, siempre será

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fundamental un otro humano para superar las adversidades mediante el desarrollo de las fortalezas que constituyen la resiliencia.

En síntesis, el proceso de apuntalamiento de la pulsión lleva al otro humano y evita el atrapamiento en el mortífero solipsismo narcisista. La autoestima, con la ayuda y la mirada de los demás, puede ser reorganizada y reelaborada por medio de nuevas representaciones, acciones, compromisos o relatos.

Freud afirmaba que el largo camino del psicoanálisis se debía a lo difícil que puede ser cambiar las circunstancias del ser. Si esto fuera posible, se podría ahorrar tan prolongado esfuerzo. Pues bien, el desarrollo de la resiliencia requiere justamente un cambio en las circunstancias de la persona si se le permite contar con el auxilio de un otro humano que genera y/o estimula las fortalezas de su yo, favoreciendo sus defensas y capacidad de sublimación. Si el mundo externo produjo una implosión traumática en la persona, el auxilio exterior de un otro puede restituir la capacidad de recuperar el curso de su existencia. La resiliencia representa el lado positivo de la salud mental.

Resiliencia y Salud Mental

SALUD MENTAL RESILIENCIA

Proceso determinado histórica y culturalmente en cada sociedad. Se preserva y mejora por un proceso de construcción social.

Conjunto de procesos sociales e intrapsíquicos que posibilitan acceder al bienestar psicofísico a pesar de las adversidades.

Parte del reconocimiento de la persona en su integridad bio-psico-socio-cultural y de las mejores condiciones posibles para su desarrollo físico, intelectual y afectivo.

Depende de cualidades positivas del proceso interactivo del sujeto con los otros humanos, responsable en cada historia singular de la construcción del sistema psíquico humano.

Estas coincidencias nos llevan a pensar que lo que se entiende como promoción de la resiliencia en el marco de una comunidad, al producir capacidad de resistir las adversidades y agresiones de un medio social sobre el equilibrio psicofísico de los componentes de una comunidad, niños, adolescentes y adultos, produce salud mental (Melillo y Suárez, 2004).

Resiliencias Relacionales: Familiar y Grupal

Froma Walsh (1998) propone una concepción sistémica de la resiliencia, enmarcada en un contexto ecológico y evolutivo, y presenta el concepto de resiliencia familiar atendiendo a los procesos interactivos que fortalecen con el transcurso del tiempo tanto al individuo como a la familia. La resiliencia relacional puede seguir muchos caminos, variando a fin de amoldarse a las diversas formas, recursos y limitaciones de las familias -y los grupos- y a los desafíos psicosociales que se les plantean. En este sentido se pueden señalar: reconocer los problemas y limitaciones que hay que enfrentar; comunicar abierta y claramente acerca de ellos; registrar los recursos personales y colectivos existentes y organizar y reorganizar las estrategias y metodologías tantas veces como sea necesario, revisando y evaluando los logros y las pérdidas.

Para esto es necesario que, en las relaciones familiares, se produzcan las siguientes prácticas: actitudes demostrativas de apoyos emocionales (relaciones de confirmación y confianza en la competencia de los protagonistas); conversaciones en las que se compartan lógicas (por ejemplo, acuerdos sobre premios y castigos) y conversaciones donde se construyan significados compartidos acerca de la vida, o de acontecimientos perjudiciales, con coherencia narrativa y con un sentido dignificador para sus protagonistas.

En síntesis, los elementos básicos de la resiliencia familiar serían: cohesión, que no descarte la flexibilidad; comunicación franca entre los miembros de la familia; reafirmación de un sistema de creencias comunes, y resolución de problemas a partir de las anteriores premisas.

Resiliencia Comunitaria

Se trata de una concepción latinoamericana desarrollada teóricamente por Néstor Suárez Ojeda (2001), a partir de observar que cada desastre o calamidad que sufre una comunidad, que produce dolor y pérdida de vidas y recursos, muchas veces genera un efecto movilizador de las capacidades solidarias que permiten reparar los daños y seguir adelante. Eso permitió establecer los pilares de la resiliencia comunitaria: autoestima colectiva, que involucra la satisfacción por la pertenencia a la propia comunidad; identidad cultural, constituida por el proceso interactivo que a lo largo del desarrollo implica la incorporación de costumbres, valores, giros idiomáticos, danzas, canciones, etcétera, proporcionando la sensación de pertenencia; humor social, consistente en la capacidad de encontrar la comedia en la propia tragedia para

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poder superarla; honestidad estatal, como contrapartida de la corrupción que desgasta los vínculos sociales; solidaridad, fruto de un lazo social sólido que resume los otros pilares.

Resiliencia Y Educación

La educación es fundamental en cuanto a la posibilidad de fomentar la resiliencia de los niños y los adolescentes, para que puedan enfrentar su crecimiento e inserción social del modo más favorable (Melillo y Suárez, 2004).

Lamentablemente, en las escuelas (como ocurre también en salud) habitualmente se pone el mayor empeño en detectar los problemas, déficits, falencias…, en lugar de buscar y desarrollar virtudes y fortalezas. Por eso y para empezar, una actitud constructora de resiliencia en la escuela implica buscar todo indicio previo de resiliencia, rastreando las ocasiones en las que tanto docentes como alumnos sortearon, superaron, sobrellevaron o vencieron la adversidad que enfrentaban y con qué medios lo hicieron.

El Informe Delors de la UNESCO de 1996 especificó como elementos imprescindibles de una política educativa de calidad, la necesidad de que ésta abarque cuatro pilares fundamentales: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir y aprender a ser. Los dos primeros aspectos son los que se enfatizan tradicionalmente y se trata de medir para justificar resultados. Los dos últimos son los que hacen a la integración social y a la construcción de ciudadanía. Para el desarrollo de los últimos (y también de los primeros) sirven los programas que promueven la resiliencia en las escuelas.

La construcción de la resiliencia en la escuela implica trabajar para introducir los siguientes seis factores constructores de resiliencia (Henderson y Milstein, 2003):

1. Brindar afecto y apoyo proporcionando respaldo y aliento incondicionales, como base y sostén del éxito académico. Siempre debe haber un “adulto significativo” en la escuela dispuesto a “dar la mano” que necesitan los alumnos para su desarrollo educativo y su contención afectiva.

2. Establecer y transmitir expectativas elevadas y realistas para que actúen como motivadores eficaces, adoptando la filosofía de que “todos los alumnos pueden tener éxito”.

3. Brindar oportunidades de participación significativa en la resolución de problemas, fijación de metas, planificación, toma de decisiones (esto vale para los docentes, los alumnos y, eventualmente, para los padres). Que el aprendizaje se vuelva más “práctico”, el currículo sea más “pertinente” y “atento al mundo real” y las decisiones se tomen entre todos los integrantes de la comunidad educativa. Deben poder aparecer las “fortalezas” o destrezas de cada uno.

4. Enriquecer los vínculos pro-sociales con un sentido de comunidad educativa. Buscar una conexión familia-escuela positiva.

5. Es necesario brindar capacitación al personal sobre estrategias y políticas de aula que trasciendan la idea de la disciplina como un fin en sí mismo. Hay que dar participación al personal, los alumnos y, en lo posible, a los padres, en la fijación de dichas políticas. Así se lograrán fijar normas y límites claros y consensuados.

6. Enseñar “habilidades para la vida”: cooperación, resolución de conflictos, destrezas comunicativas, habilidad para resolver problemas y tomar decisiones, etc. Esto sólo ocurre cuando el proceso de aprendizaje está fundado en la actividad conjunta y cooperativa.

REFERENCIAS

Henderson, N. y Milstein, M. (2003). Resiliencia en la escuela. Barcelona: Paidós.

Marrone, M. (2001) La teoría del apego. Madrid: Psimática.

Melillo, A. Suárez, E. N. (2004) Resiliencia. Descubriendo las propias fortalezas. España: Paidós.

Organización Panamericana de la Salud (1998). Manual de Identificación y promoción de la resiliencia en niños y adolescentes: Autor.

Rutter, M. A. (1993) Protective Factors in Children's repouses to stress and disachvantages. In:Kent, M. W.

Walsh, F. (1998). Resiliencia Familiar: Un Marco de Trabajo para la Práctica Clínica. Artículo en línea. Disponible en: http://www.juconicomparte.org/recursos/Resiliencia-familiar-Span_optim_UhU7.pdf