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RELACIONES 121, INVIERNO 2010, VOL. XXXI RESEÑAS

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aurora González echevarría, La dico-

tomía emic/etic. Historia de una confu-

sión, Barcelona, BiBlioteca a/socie-

dad, anthropos editorial, 2009, 143 p.

si bien la antropología es una acti-vidad de traducción� cuyo fin es,

mediante etnografías y construcciones teóricas, producir conocimientos sobre realidades culturales diversas para dar cuenta de su universalidad,� es tam-bién un lenguaje que se ramifica en distintos campos de aplicación aten-diendo objetos de estudios numerosos y variados. En tanto que herramienta para la realización de su quehacer, el lenguaje antropológico, en sus distin-tas expresiones y tradiciones naciona-les o paradigmáticas, posibilita tanto como entorpece el desarrollo de la misma. El libro de la antropóloga es-pañola Aurora González Echavarría que aquí se presenta y comenta es un claro ejemplo de lo anterior. Cobra la forma de un ensayo que discute los usos y desusos de los conceptos “etic” y “emic”. Se trata de una discusión que principia en la década de los cin-cuenta del siglo pasado, años en que el misionero-lingüista Kenneth Lee Pike (�9��-�000) acuña dichos conceptos.

� De un código cultural a otro, de un sis-tema normativo a otro.

� Lo que Clark Wissler, citado por Mar-vin Harris (�98�: 6�), denomina “el patrón universal”.

La gran idea de Pike era indicar un nue-vo rumbo hermenéutico por el cual encaminar el programa de la antropo-logía.

El libro de Aurora González Eche-varría contribuye, por tanto, en colmar un vacío en este campo de discusión e importa saludar aquí el carácter tan pertinente como oportuno de la re-flexión que nos ofrece la antropóloga española. En efecto la dupla concep-tual emic/etic si bien ha permitido poner en orden ciertas representacio-nes antropológicas en torno a cómo reconstruir la posición del otro como sujeto cultural inscrito en una realidad determinada, acarreó, con el paso del tiempo (es decir con la generalización del uso de tal binomio) y como suele suceder con cualquier aportación teó-rico-conceptual, una serie de proble-mas de interpretación que empezaron a tornarse cada vez más profundos y de alguna manera insolubles. Después de Pike, muchos sesgos ha generado la puesta en circulación del par concep-tual emic/etic en el lenguaje antropo-lógico. El gran mérito de la autora es el haber despejado el campo del debate de sus trabas y confusiones al darse a la tarea de rastrear la historiografía de los conceptos cuyos orígenes se remon-tan, según el propio Marvin Harris, a comentarios de �9�7 del etnolinguista Edward Sapir sobre problemas etno-gráficos y cómo superarlos (Harris,

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�978, 493). En este sentido este ensayo contribuye no sólo a enriquecer la eru-dición de los antropólogos y sociólo-gos sino a alentar la reflexión antropo-lógica en general, pues el problema de la relación emic-etic no es sino otra vertiente del problema del objetivismo y del subjetivismo en la construcción (o producción) del conocimiento en ciencias sociales: esto es, el problema epistemológico sobre cómo hacer cien-cias sociales ya sea desde una concep-ción nomotética y explicativa o herme-néutica y comprensiva.

En lo que a mí respecta considero que la solución de esta aporía estriba en el despedirse de la concepción etic/emic o al menos –como se comenta más adelante– en dar la espalda a la concepción y empleo que de dicho bi-nomio conceptual hace Marvin Harris. El problema que plantea la relación entre una perspectiva emic y un posi-cionamiento etic no es más que una de las tantas expresiones de la problemá-tica sobre la interioridad y la exterio-ridad a la cual ha vertido una serie de significativos avances filosóficos del Wittgenstein de las Investigaciones, al distinguir entre problemas reales y problemas de lenguaje, esto es, la nece-sidad de establecer una clara distin-ción entre sustantivo y sustancia y al rechazar toda posibilidad de darse un lenguaje privado funcionando por de-cirlo así en circuito cerrado.

La presente reseña crítica seguirá los siguientes pasos: �) resumir el libro de Aurora González Echavarría; �) en-tablar con ella y los autores que convo-ca en su reflexión un diálogo guiado por lo que llamaría yo la necesaria contribu­ción de toda la comunidad de antropólogos e investigadores que tocan temas inserta­dos en la(s) tradición(es) antropológica(s) al debate crítico que solo posibilita la orientación del quehacer antropológi-co; y 3) finalmente sacar un balance conceptual-teórico de tal diálogo.

Es indispensable dejar en claro que mi intención no se guía por respe-tar de modo ortodoxo la propuesta de Pike e ir midiendo las alteraciones que haya sufrido en el medio académico de la antropología profesional, sino poner mi granito de arena al participar en esta discusión y entablar un diálogo con los autores convocados por Auro-ra González y con otros más relaciona-dos con el tema, esto es, con la inten-ción de encontrar una salida a ciertos usos rígidos de la dupla emic /etic. Pa-ra lograr este designio centraré mi aten-ción en la propuesta de los siguientes autores presentes en el texto de la an-tropóloga española o cuya presencia es implícita aunque no menos impor-tante. Se trata del lingüista miembro del Instituto Lingüístico de Verano Kenneth Pike, de los antropólogos Marvín Harris y W. H. Goodenough, del filósofo Gustavo Bueno por un la-

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do y del antropólogo Clifford Geertz y del filosofo wittgensteiniano Gilbert Ryle por otro. Además, es preciso acla-rar que si propongo esta reseña para toda la comunidad de investigadores de nuestra casa de estudio y para to-dos los lectores de esta revista no es fruto del azar. Corresponde en parte a la reflexión que se generó en un semi-nario de socioantropología dedicado a las formas contemporáneas de etno-centrismo que tuvo lugar en la univer-sidad francesa de Perpignan Via Do-mitia, entre �005 y �007 (Schaffhauser �004 y �006).

No muy extenso pero sí muy den-so en cuanto a la calidad de la reflexión que al lector se le suministra, el libro de Aurora González se conforma de ocho secciones cuya extensión total es de �43 páginas. Repasa desde sus ini-cios la historia de la discusión sobre lo emic y lo etic, hasta las últimas contri-buciones vertidas a este debate por parte del filósofo Gustavo Bueno3 en torno a su teoría del cierre categorial. González Echavarría centra su análisis y encauza, en buena medida, sus co-mentarios hacia el campo de la antro-

3 Como bien lo señala la autora, Gustavo Bueno es quien posibilitó el encuentro entre Marvin Harris y Kenneth L. Pike en la uni-versidad de Oviedo en �985 (González Echa-varría �009, ��3). Si bien tanto uno como co-nocía la obra del otro nunca habían podido hasta esa fecha dialogar cara a cara sobre sus concepciones de lo emic y etic.

pología del parentesco que es particu-larmente apropiado para reflexionar sobre el carácter de la distinción emic/etic, pues las categorías vernáculas para determinar y asignar funciones y vínculos de parentesco a miembros de una comunidad determinada no dejan de cuestionar al antropólogo-etnógra-fo sobre la caracterización real o ideal de dichas construcciones sociales.

Empecemos por el lado de la etimo-logía: El par conceptual etic/emic es una categoría lingüística. Define pri-mero dos ramas de actividad específi-ca de esta disciplina: la fonética (de ahí el aféresis “etic”) y la fonología o fo-némica (de ahí la abreviatura “emic”) ; la primera consiste en el estudio de los sonidos humanos articulados inde-pendientemente del valor cultural y simbólico que pueda cobrar dentro de una cultura determinada y la segunda tiene que ver con la articulación, esto es, la estructuración, entre sí de dichos sonidos que conforman modos de des-cripción del mundo y representacio-nes del mismo de acuerdo a una forma de vida cultural dada. Tal distinción de enfoque se debe al lingüista Kenne-th L. Pike (Ducrot y Todorov �983, 5�). Se inserta, además, en una teoría gra-matical sobre los enunciados: la tagmé-mica.4 Esta teoría fundada en el carác-

4 Elaborada por Pike a mediados de la década de los sesenta, dicha teoría contem-pla tres niveles de análisis: uno léxico, cuya

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ter “trimodal” de las lenguas (i.e. fonológico, gramatical y lexical) no tar-dó en despertar interés entre otras disci-plinas de las ciencias sociales –particu-larmente en antropología– de modo que la distinción emic/etic vino a ca-racterizar otras formas de lenguaje e interacciones no estrictamente lingüís-ticas, pues empezó a funcionar tanto como metáfora para calificar e interpre-tar la producción del conocimiento según la posición adoptada por el etnó-grafo-etnólogo5 como para servir de recurso heurístico para la reflexión y producciones teóricas de hechos cul-turales. Ward H. Goodenough (�956) y Marvin Harris (�978) son los principa-les antropólogos que han retomado la distinción emic-etic con tal de remozar las bases epistemológicas de la etno-grafía en el marco de los estudios del parentesco y del materialismo cultural respectivamente.

Pike busca dar cuenta de una posi-ción que describiría una suerte de inte-rioridad de las lenguas naturales a partir de la cual se representa al mun-

unidad mínima es el morfema; otro fonoló-gico, cuya unidad mínima es el fonema; y otro gramatical o morfológico, cuya unidad mínima es el gramema o tagmema.

5 Más adelante veremos porque es im-portante para la discusión considerar este guión y de reflexionar sobre la pertinencia de la escisión del quehacer antropológico en dos grupos de actividades, en el marco de la llamada nueva etnografía.

do y, en este sentido, a las otras cultu-ras. En este sentido y conforme al pen-samiento de Pike se desprende que cada lengua cuenta con un punto de vista “emic” estrechamente relaciona-do con una forma de vida cultural de-terminada y frente a ella se presenta un punto de vista otro, lejano, distan-te, llamado etic, definido más que nada por su exterioridad, es decir por su “in-competencia cultural” o super-ficialidad (o fisicalismo extremo) en relación al sistema cultural de que se trata. Dicho de otro modo, existe una distancia cultural que separa un punto de vista de otro, pues la dimensión emic remite a una competencia cultu-ral de la cual carece la dimensión etic. En esta tesitura, es importante señalar que los conceptos etic y emic son con-siderados muy a menudo como refe-rentes a concepciones opuestas. Por tanto no es un caso fortuito si en el tí-tulo del ensayo de Aurora González aparezca una diagonal en vez de un guión para evocar estos conceptos. Es más, Marvin Harris considera que existen dos clases de antropólogos: aquellos que son “emic” (como W. H. Goodenough según Harris y al cual critica) y otros que son etic, lo cual per-mite a Harris afianzar su teoría mate-rialista de la cultura. Los primeros producen descripciones emic en tanto que los otros descripciones etic (Harris �978, 493-5�9).

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Pike, nos dice la autora (González Echevarría �009, �3), considera que el punto de vista etic, siendo por natura-leza, ingenuo y desfasado, constituye, en términos gnoseológicos, el punto de partida de la pesquisa antropológi-ca en tanto que el punto de vista emic, por decirlo así, sería la meta a alcanzar para el antropólogo, en el sentido de que cualquier cultura constituye un código, más o menos secreto y accesi-ble y cuyo reto para la antropología es lograr su cabal desciframiento. De ahí que conforme avanza el contacto y la relación que traba el investigador con el medio cultural que pretende explo-rar y documentar, logra acercarse cada vez más al punto de vista de los nati-vos, pues se deja influir más por la su-puesta emicidad que entraña la cultura observada. Según Pike, la relación etic-emic es procesal, describe un continuo que es el necesario proceso de apren-dizaje de otra cultura con tal de dar cuenta del ethos de los sujetos cultura-les que la conforman y la representan al mismo tiempo.

La concepción de Pike hereda en parte la tradición filosófica del verste­hen planteada por Wilhelm Dilthey para caracterizar lo que el filósofo idea-lista alemán llama las ciencias de la mente en oposición a las ciencias de la naturaleza. La propuesta de Dilthey fue prolongada por Max Weber desem-bocando en el paradigma de la socio-

logía comprensiva. Bajo este plan rec-tor para la producción del conocimiento sociológico es importante colocarse en el lugar del otro y por decirlo mirar al mundo desde su silla. La pretensión epistemológica y ética es cardinal, por-que el paradigma comprensivo se anto-ja como una potente maquinaria teóri-co-metodológica para sobreponer las tendencias etnocéntricas (y a veces et-nocentristas) que atraviesan el camino de la reflexión antropológica sobre la diversidad cultural. Como lo refiere la autora citando a D.M Schneider acerca de su crítica de los estudios del paren-tesco, hasta qué punto el programa antropológico del parentesco no es si-no una encubierta expresión del etno-centrismo que impera en el pensa-miento antropológico, en el sentido de que no es tan evidente que la sangre sea el factor cultural más importante en la vida de los hombres en sociedad (González Echevarría �009, ��). En es-ta discusión las palabras importan, su orden,6 su uso cobran relevancia de acuerdo a la orientación que se le de a tal o cual concepto. Dicho de otro mo-do la concepción de Pike considera el punto de vista emic como una capaci-

6 Como si se tratara de una ejemplifica-ción más de la función poética de que nos habla Román Jakobson, es común encontrar en la prosa de los antropólogos la combina-ción emic/etic y menos frecuente la forma-ción etic/emic, como si imperara la idea de interioridad sobre la de exterioridad.

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dad cultural, una comprensión del mundo y hasta cierto punto una prag-mática cultural en el sentido de que los actores –es decir los sujetos culturales– son competentes para vivir, compren-der y hasta justificar el mundo cultural en que se posicionan. Para legitimar su permanencia semiótica en él, dichos sujetos pueden darse el lujo de acudir al registro de la evidencia platónica que es: el así es culturalmente acotado, pues lo que es harto normal aquí no lo es tanto cruzando el río o bajando el cerro y estando en otro entorno cultu-ral. Lo emic habla por sí mismo, pues no requiere la presencia de un intér-prete disfrazado o no de antropólogo.

Conforme al pensamiento del se-gundo Wittgenstein, el comprender no es, sin embargo, una actividad sino una capacidad que tiene que ver con un adiestramiento cultural, es decir un conjunto complejo de socializaciones adquiridas a través de múltiples inte-racciones paulatinamente instituidas, es decir, corporeizadas por el sujeto. Sa-pir escribió, en algún momento de su fructífera carrera como etnolingüista, un artículo que procura mostrar que respirar es ante todo un acto cultural, codificado por un sistema de reglas que moldean la fisonomía del cuerpo. Accediendo al rango de sujeto cultural al actor, quien termina siendo el infor-mante del etnógrafo, no le cuesta traba-jo alguno ser esquimal, kachin, yaqui,

aymara, corso o mormón. Su cultura se vuelve prácticas sociales interiori-zadas. En cambio al antropólogo le cuesta muchísimo más trabajo enten-der y sobre todo interpretar qué tipo de interacción cultural se requiere para aproximarse a la posición cultural que ocupa su interlocutor sujeto cultural, pues tiene que colmar, en muy poco tiempo, una enorme distancia que pone en evidencia su extranjeridad con respecto al medio que pretende estu-diar y cuyo código cultural aspira re-construir. He ahí la posición de Pike y evidentemente a los ojos de él la perti-nencia de la dupla emic/etic. Además, cabe recordar que Pike formó parte del Instituto Lingüístico de Verano y por tanto era lingüista y misionero. Cobró incluso experiencia al lado de los mix-tecos de Oaxaca cuya lengua estudió. Entiendo que si Pike considera que la relación etic-emic remite a una distan-cia simbólica que se necesita recorrer mediante un proceso de aprendizaje del código cultural del otro, es porque, en tanto que misionero, una de sus principales preocupaciones proselitis-tas era asegurarse el dar con la cultura del otro entendida ésta como una tela-raña de significados, interacciones y representaciones tejidas por los pro-pios sujetos culturales, y todo esto con tal de lograr una evangelización exito-sa la cual descansaría, antes que nada, en una traducción impecable de la Bi-

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blia7 de acuerdo al código cultural del otro. De cierto modo hay en Pike una concepción instrumental de las cate-gorías emic y etic que facilitan la labor del misionero. En este sentido la lin-güística de Pike es una lingüística apli-cada, y pretendo que no puede consi-derar su concepción sobre la relación entre lo emic y lo etic pasando por alto este sesgo.

Como bien lo plantea Aurora Gon-zález, Pike y Harris discrepan sobre la concepción y el uso de los conceptos etic y emic, es decir, respetando la ge-nealogía de estas ideas, Harris se aleja de un uso ortodoxo de la dupla emic/etic acorde al planteamiento de Pike. Considera, el teórico del “materia-lismo cultural” que el punto de vista emic, es un concepción si bien nativa también ideal y subjetiva y repleta de prejuicios.8 La crítica de Harris del punto de vista emic, es decir la crítica para con los antropólogos que hacen converger el objeto de su investigación hacia esta dimensión, no está muy ale-jada de las añejas recomendaciones del Durkheim de Las reglas del método sociológico (�97�) que enfatizan la nece-saria desconfianza con respecto al sen-

7 Esto es, la principal tarea a la cual se han dado a conocer los misioneros del Insti-tuto Lingüístico de Verano.

8 He ahí la critica que hace Harris a Goo-denough en la sección XVIII “El problema del informante bien informado” (Harris �978, 506-507).

tido común y sus prenociones cuya superación posibilita la construcción de un lenguaje sociológico depurado de toda verdad mitológica. En este sentido Harris es un apóstol de la rup-tura epistemológica que caracteriza el programa epistemológico de la filoso-fía bachelardiana de la formación del espíritu científico. Si bien, la labor del antropólogo consiste en recoger el pun-to de vista nativo implica para ser con-siderada tal el cobrar una distancia con los sesgos culturales que producen los sujetos culturales insertos en las estructuras sociales cuyo orden desco-nocen a diferencia del antropólogo que es precisamente la principal direc-ción hacia la cual encamina su investi-gación. Por ende, para Harris el punto de vista etic produce descripciones etic, es decir objetivas o, al menos, más objetivas, más fiables que las descrip-ciones emic enmarañadas en la subje-tividad, valores y juicios de los actores. Lo interesante de esta polémica entre Pike y Harris es que tanto los argumen-tos de uno como los del otro tienen por bisagra una misma ilusión ontológica sobre lo que es el conocimiento de las culturas. Pike las considera como un código cultural que se necesita desci-frar como si fueran un recinto que ha-bría que franquear para descubrir y tocar el sentido profundo de cada cul-tura. Harris las tiene por un objeto po-sitivo que se puede observar desde

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afuera, es decir objetivamente. En esta tónica, el problema del significado está estrechamente relacionado con la idea de interioridad y, de alguna manera, no es del todo descabellado pensar que, en la concepción de Pike sobre lo etic y lo emic, se vislumbra la distinción saussureana entre el significante y el sig-nificado, siendo el primero una suerte de envoltura representacional de tipo etic y el segundo la interioridad de la cultura como dimensión emic. En este sentido el punto de vista etic es no es-tructurado en tanto que el emic lo es.

He ahí el mito de velo que impide ver directamente lo que las culturas son: conjunto de signos vivientes. He ahí también la idea que toda cultura para el antropólogo inocente (Barley �997) es un sistema sacro-secreto, lo cual implica que detrás de la observación de la rea-lidad como es yace el significado de la misma. La antropología consiste, lue-go entonces, en quitar el telón de fon-do que asegura la integridad simbólica de cada cultura y protege su identi-dad. He ahí finalmente el paso hacia la propuesta por una nueva etnografía (Kaplan y Manners �979, 300-3��) sus-tentada en la directriz epistemológica de las etnociencias y el necesario resca-te e incorporación de los conocimien-tos y saberes locales y tradicionales a la disciplina antropológica.

Frente a ello, Harris concibe la rela-ción emic/etic bajo otros supuestos y

para otro tipo de proyecto teórico. En vez de acercamiento al punto de vista emic plantea un indispensable aleja-miento de él. Una distancia objetiva. Esta precaución es para Harris indis-pensable para construir en terreno es-table las bases de una nueva antropolo-gía que calificaría yo de neopositivista e incluso hasta cierto punto de beha-viorista, en el sentido de que separa los hechos culturales observables de su intencionalidad individual y colectiva. Al igual que Broderick Watson, funda-dor del behaviorismo psicológico, Ha-rris no está muy lejos de considerar que los hechos culturales son observa-bles o no son tales. Es más considera desde la perspectiva de su materialis-mo cultural que la infraestructura da la pauta tanto a las estructuras como a las representaciones súperestructura-les de las mismas. Reduce considera-blemente el papel de las ideas frente al peso de la realidad, pasando por alto que la realidad no es sino la confronta-ción de las ideas culturalmente situa-das con el mundo, es decir, primero que nada, con el entorno inmediato. Se podría decir hasta cierto punto que si bien la concepción y el uso de la dupla emic/etic de Pike es idealista, la de Harris es, en cambio, realista.

Pese a sus abismales diferencias, pues una tiende a ser hermenéutica (Pike) y la otra es nomotética (Harris) las concepciones de Pike y Harris,

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comparten, no obstante, una misma ilusión que consiste en pretender lograr una antropología empática y alocéntrica por un lado y positivista y externa por otro, al tiempo que la an-tropología al igual que cualquier tipo de proyecto de conocimiento es, ante todo, una interacción, lo cual implica una transformación de los interac-tuantes y del objeto de su interacción. Lo curioso en ambas posturas es que en Pike el punto de vista etic corresponde a una posición ingenua, no informa-da9 al tiempo que para Harris corres-ponde, por contrario, a la postura del científico antropólogo que tiene la ca-pacidad muy singular de encontrar lógica, orden y sentido a los hechos culturales, de lo que precisamente, se-gún Harris, son totalmente incapaces los sujetos culturales, actores circuns-tanciales. Sin embargo, insisto tanto una como otra concepción comparten, además de la ilusión a la que aludo arriba, una concepción de la cultura ontológica de la cultura que consta de una parte interna y otra externa. Toda la argumentación de Pike y Harris, y por más que maticemos los usos que tanto uno como otro hacen de los con-ceptos de etic y emic, estriba en el dua-

9 Se parte del supuesto que el otro, como sujeto cultural, SABE o sabe mucho más que el investigador, lo cual se corrobora sin mayor problema puesto que es este último el que hace las preguntas e investiga la vida de aquél.

lismo de la interioridad y exterioridad. Esta representación topológica es la bisagra que permite hacer girar todas las variaciones a partir de la distinción emic/etic. Wittgenstein ha criticado la interioridad considerándola un mito (�000). Dice el autor del Tractatus que es imposible inventar una lengua, por-que equivaldría a inventar una cul-tura. Del mismo modo es imposible inventar una cultura, puesto que equi-valdría a inventar lo que es lo humano. Si nos despedimos de esta concepción se desploma por completo el peso con-ceptual de la distinción entre lo emic y lo etic, pues en realidad se trata de dos momentos del proceso de producción del conocimiento antropológico. Exis-te más bien una dialéctica entre el acer-camiento al objeto de estudio y el ale-jamiento de él. Por ende me parece que entre Pike y Harris no hay antagonis-mo alguno sino una variación sobre una sola creencia –entendida ésta como postulado incomprobable– se-gún la cual el fundamento categorial de lo emic y lo etic remite a una dife-rencia real entre la interioridad y la ex-terioridad. Es más, Harris prolonga el idealismo de Pike partiendo de una concepción ingenua del punto de vista etic a una concepción informada y re-flexiva del punto de vista etic, median-te el estudio del punto de vista emic que constituye el umbral epistemoló-gico de la antropología.

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Sin embargo, la observación de los hechos culturales rara vez conduce a una descripción estrictamente emic ni tampoco etic, sino a una observación, más o menos, pertinente de ellos. Esto es, conforme a un protocolo de obser-vación para estudiar un fenómeno particular relacionado con un univer-so cultural determinado en el cual está más o menos bien insertado el obser-vador. He ahí la discusión que inicia (o se reinicia) con Gilbert Ryle (�005) en re-lación con la observación y descripción de un guiño que es también la contrac-ción de un ojo. ¿Es entonces el guiño un acto que se puede observar y des-cribir como meramente físico y luego agregarle una intencionalidad cuando, a través de él, se trata de comunicar algo a alguien? Es decir en términos procesales, ¿primero está el sujeto quien hace el gesto y luego comunica algo, es decir, primero está su cuerpo que “físicamente” produce algo y lue-go está su mente que, a través de la pro-ducción de su cuerpo, actúa? ¿O cómo está eso? Es muy difícil separar o des-componer la acción en unidades mini-males, actones,�0 y luego atender el problema de la intencionalidad que guía cada actón. Uno va de la mano con otra, sin que sea por tanto la mis-ma cosa.

�0 Cómo pretende hacerlo Marvin Ha-rris citado por Aurora González (�009, 45-65)

Pike considera que detrás del acto (actón) hay que encontrar el significa-do cultural para que el acto sea cultu-ral lo cual significa que son dos opera-ciones distintas y procesales. Parecería incluso que la descripción emic de los procesos culturales terminase confun-diéndose con la descripción densa�� que plantea Clifford Geertz (�987, �9-40). Pero no es tal ya que Pike considera que lo emic es la quintaescencia de una cul-tura, al tiempo que Geertz considera una cultura como entramado de rela-ciones en las cuales se inserta el propio investigador. En Geertz, la descripción densa es un recurso metodológico para el trabajo de campo, mientras que para Pike lo emic es el blanco de la in-vestigación antropológica. Harris. Por su parte, apunta a pensar que el signi-ficado cultural se desprende en buena medida del acto en el entendido que de dicho significado los sujetos cultu-rales no tienen conciencia ni tampoco acceso. La posibilidad de describir una cultura, de modo etic o emic, esto es, remoto o próximamente al lenguaje, valores y juicios de los sujetos cultura-les, no significa que la cultura se des-doble o tenga dos caras, cual más, cual menos auténticas. El problema de la etnografía estriba en el grado de fami-

�� También calificada a veces por ciertos autores de espesa o profunda, esto la thick description en oposición a la thin descrip-tion, superficial.

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liaridad que alcanza el investigador para trabar relaciones de confianza con sus informantes, en el entendido que ni hay que desconfiar de ellos por el hecho que no hayan leído a Claude Lévi-Strauss, Max Weber, Emilio Durk-heim o Pierre Bourdieu ni tampoco hay que pensar que son portadores de verdades que van a deslumbrar al an-tropólogo. La antropología es además de todo lo que puede ser una actividad relacional, humana e incierta.

Otro punto que parece importante señalar aquí es que el ensayo de Auro-ra González, si bien sigue teniendo consecuencias significativas para la evolución de la reflexión antropológi-ca, se ubica en un periodo de la discu-sión antropológica que corresponde a una etapa de crisis conformada por el fin de ciertos grandes paradigmas (como el estructuralismo o el marxis-mo) y el surgimiento desordenado de la crítica postmoderna y relativista. En este sentido, lo que nos permitió ver la llamada globalización y sus muchos efectos que atañen al campo de la eco-nomía, de la religión, de la familia y de la política y de las identidades cultura-les, es que la concepción de una cul-tura como un recinto perfectamente deslindado y acotado por hábitos y creencias propios de unos sujetos de-terminados corresponde a la minorías de los casos que consideramos en tan-to “culturas”. Una cultura es también

un conjunto de relaciones sociales, cul-turales, religiosas, familiares, fundado en un aproximado acuerdo social so-bre gustos, valores, creencias y emocio-nes colectivos, y correspondiente a un territorio real e imaginario. Por tanto, el hablar de punto de vista emic en oposición a un punto de vista externo y llamado etic, es pretender y lograr circunscribir una cultura en un recinto cuyo significado es impermeable a las interacciones con el exterior. Esta con-cepción da pie, además, a una repre-sentación relativista, es decir como entidades inconmensurables, de lo que son las culturas. Es obvio señalar que muchas culturas son en realidad varias culturas, varias tradiciones, va-rias experiencias colectivos, varios co-nocimientos y creencias que confluyen y se interrelacionan para dar lugar a la existencia de etnias, regiones, naciones o federaciones.

Asimismo, el hablar de punto de vista etic, es considerar que la exterio-ridad es una ontología (una esencia) cuando se trata de una situación por la cual transita el investigador. Además, los seres humanos y en particular la comunidad de investigadores somos intérpretes. Siempre atribuimos moti-vaciones y significado a los actos de los demás por más equivocados que estemos para descifrar lo que están haciendo. Como bien dice Donald Davidson (�00�, �37-�88) la interpreta-

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ción radical empieza en casa. El prin­cipio de caridad acuñado por W. V. O. Quine y Davidson (Delpla �00�), que atribuimos a los actos de otros,�� termi-nan por derrumbar la tesis sobre la se-paración entre el acto y la intención. Ambos van de la mano y por más ex-traña que sea la ceremonia que esta-mos presenciando no podemos pensar que esté desprovista de intencionali-dad, motivaciones y rumbo simbólico. En este sentido, el punto de vista emic, como centro de expresión de la racio-nalidad del otro en tanto que sujeto cultural, no es independiente del valor que el observador le atribuye. Siempre la locura es una excepción. Lo anterior significa que la interpretación de las cul­turas no se realiza mediante dos eta-pas: de los hechos brutos y positivos (aquello que acontece) a la simboliza-ción de los mismos. Se hace de manera simultánea, pues lo etic y lo emic defi-nen un grado de familiaridad con la realidad cultural que se observa y una dialéctica del proceso de producción del conocimiento antropológico. En términos procesales son dos polos en-tre los cuales se construye cualquier

�� Principio según el cual la interpreta-ción de los actos de los otros se acompañan siempre del beneficio de la duda que opera a su favor y obliga al antropólogo a considerar que cualquier problema es un problema de traducción. En este sentido el principio de caridad es una suerte de antietnocentrismo metodológico.

experiencia antropológica entendida, como bien dice Rodrigo Díaz Cruz, a manera de la exploración de una dis-tancia. Dicha exploración es parte de un proceso, pues ser antropólogo es aprender cómo viven, sienten, creen, actúan, piensan, conciben, trabajan su-jetos culturales. En términos situacio-nales, son dos perspectivas que alum-bran las dos caras de una sola moneda. Son complementarias y nada más.

Finalmente, el libro de Aurora González Echevarría nos permite una vez más darnos cuenta que es impor-tante distinguir entre un concepto, tal como el binomio emic / etic que expli-ca o interpreta cierta clase de hechos o de fenómenos, del valor atribuido a él cuando se es lingüista-misionero o an-tropólogo empeñado en sacudir a sus colegas del estado letárgico de crisis en que se había sumido la antropolo-gía postestructuralista.

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Philippe SchaffhauserEl Colegio de Michoacán

[email protected]

erica González apodaca, Los profesio-

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turaL. etnicidad, intermediación y es-

cueLa en eL territorio mixe, MÉXico

universidad autónoMa Metropolitana-

iztapalapa, casa Juan paBlos, 2008, 391 p.

Este libro cumple exitosamente con todo lo que se propone. La crea-

ción e institucionalización de la oferta de educación intercultural media-su-perior en tres comunidades del Alto y Medio Mixe se ubica en un campo de relaciones sociales que se vislumbran con cuatro redes sociopolíticas y eco-nómicas interrelacionadas. Las redes

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permiten el estudio de otro campo aún más difícil de vislumbrar, el campo de poder. Las relaciones de poder son ex-ploradas mediante tres dominios: pri-mero, la gestión para la obtención de premios o recursos dentro de la arena definida por las cuatro redes; segundo, la política comunal que constituye la base de la legitimidad y autoridad de los agentes e instituciones; y tercero, la dinámica escolar en la cual los proble-mas de las prácticas educativas legíti-mas y su autorización giran en torno al balance intercultural entre fuerzas hegemónicas y contrahegemónicas.

La propuesta del libro es suma-mente ambiciosa. Procura ubicar a los profesionistas indios en la construc-ción de la oferta institucional de la educación intercultural, pero con un enfoque preocupado con las relaciones entre poder y sentido en el proceso educativo intercultural. El enfoque en las relaciones entre poder y sentido en instituciones que operan como marcos de interacción para la interiorización de lo externo (o como escribe Gonzá-lez Apodaca, citando a Elsie Rockwell, la apropiación) siempre nos lleva a una serie de problemas importantes acerca de las relaciones entre derechos colectivos e individuales. Por ejemplo, la educación formal tiene una correla-ción clara con el avance socioeconómi-co, pero en términos de individuos y no de los grupos domésticos como una

colectividad. Al menos esta tendencia está explícita en la orientación de progra-mas como Oportunidades y, también, fue demostrada para varias zonas urba-nas populares en un estudio de Shelby y otros (�994) en los ochenta del siglo pasado. González Apodaca presenta el argumento etnográfico de que la educación intercultural nos presenta con un dilema semejante: presente en las luchas locales sobre el balance curri-cular entre los conocimientos necesa-rios para operar exitosamente dentro de la esfera pública moderna y los co-nocimientos culturales históricamente excluidos de esta esfera, pero que constituyen una experiencia comunal y una imaginación colectiva dentro de las poblaciones indomexicanas.

Existe, por lo tanto, lo que Gonzá-lez Apodaca caracteriza como –una doble vía– en operación dentro de la institucionalización de la educación intercultural: Por un lado, la hegemo-nía de la apropiación de los conoci-mientos y prácticas institucionalizadas dentro de la esfera pública y, por otro, los conocimientos y prácticas subalter-nos que están inscritos, por ejemplo, en las comunidades de habla mixe y que tienen la capacidad de volverse fuerzas contrahegemónicas en la lucha por una esfera pública más diversa, heteroglósica e incluyente de los senti-dos (y derechos) de la solidaridad de pertenecer a diferentes unidades ima-

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ginadas. Para el análisis etnográfico de esta doble vía, González Apodaca combina una descripción de las luchas en tres casos de emergencia institucio-nal de bachilleratos interculturales con las historias de vida de dos intelectua-les orgánicos mixes, protagonistas de la educación intercultural.

El plan del libro es, primero, pre-sentar las cuatro redes interconectadas que operan en la institucionalización de la oferta institucional de educación intercultural en el territorio mixe y, luego, examinar cómo las cuatro redes operan en el desarrollo desigual de la oferta intercultural en tres casos con-cretos. Las cuatro redes son: a) la red gubernamental neoindigenista; b) las redes étnico-indigenistas; c) las redes magisteriales proindianistas; y d) las redes migratorias comunalistas. La red gubernamental neoindigenista es la red madre o, mejor dicho, la red del Estado resultante de las nuevas instan-cias creadas con las reformas neolibe-rales que está compuesta no sólo de instancias oficiales burocráticas, sino, también, de los padrinos políticos cla-ves para el dominio de la gestión de recursos. La red étnico-indigenista combina las órdenes religiosas que ini-cia la formación de lideres étnicos pro-fesionistas en la zona con las organiza-ciones no gubernamentales étnicas formadas por el liderazgo mixe emer-gente. La red magisterial proindianista

emerge en un proceso de larga dura-ción de la organización colectiva del magisterio indígena en Oaxaca. Final-mente, la red migratoria comunalista es, también, una red con profundidad histórica construida alrededor de los procesos interculturales en la región que fueron promovidos por un grupo local caciquil caracterizado por su ma-nejo de oficios y conocimientos asocia-dos con la cultura dominante así como, también, procesos promovidos por las asociaciones de solidaridad o fraterni-dad que emergieron en las redes de apoyo para mixes migrantes.

Las cuatro redes se combinan de diferentes maneras en el desarrollo lo-cal de la oferta institucional de educa-ción intercultural en los tres casos es-tudiados. En todos los casos, hay una transición desde la emergencia de la escuela comunal hacia su conversión en parte del sistema estatal-federal. Los casos de Tlahuitoltepec y Alotepec están más relacionadas con la impor-tancia de las relaciones entre la red gubernamental neoindigenista y la red étnico-indígenista, especialmente re-laciones de padrinazgo entre líderes locales y altos funcionarios en la red neoindigenista, pero difieren en sus relaciones contenciosas con la red ma-gisterial proindianista así como en el grado en el cual la red de apoyo con-formada por los migrantes de las dos comunidades impacta en la emergen-

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cia del bachillerato intercultural. En contraste, el caso de Totontepec permi-te examinar una relación clave entre la red de migrantes comunalista, la red magisterial proindianista y la red ne-oindigenista del aparato educativo estatal en la emergencia de la escuela intercultural.

En el análisis de las redes en cada caso, González Apodaca logra descri-bir gente real haciendo cosas reales a la vez que capta cómo los agentes mis-mos son nodos de relaciones vincula-dos con relaciones más amplias en un proceso educativo de apropiación me-diante la creación de instituciones que, como marcos de interacción, procuran objetivar los procesos de la apropia-ción. Este logro es particularmente notorio en la presentación de dos his-torias de vida en la emergencia de maestros mixes como intelectuales or-gánicos: una maestra que participa, tanto en una red de migrantes comu-nalistas, como dentro de la red magis-terial proindianista y, por lo tanto, tie-ne un papel contencioso dentro de la red étnico-indigenista; y un maestro que entra en la educación intercultural por vía de su participación en la con-formación de la red étnico-indigenista durante la emergencia del bachillerato en Alotepec.

El estudio es una excelente explo-ración de la política de la educación intercultural en el territorio mixe. Cum-

ple exitosamente con todas las metas propuestas y estás son metas muy exi-gentes en términos etnográficos. Usa con gran provecho el modelo desarro-llado por Richard Adams para el aná-lisis de poder en grupos sociocultura-les. En verdad, va más allá del análisis de Adams al incluir los procesos de reforma neoliberal orientados a la par-ticipación de México en la economía global, así como al analizar la red gu-bernamental neoindigenista en térmi-nos de su poder como una red madre o red del Estado. No obstante, con la finalidad de entrar en un diálogo con el libro voy a ofrecer dos observacio-nes sobre el estudio de poder y etnici-dad que son pertinentes a la institucio-nalización de la educación intercultural en México.

La primera observación viene de la crítica de Eric R. Wolf (�00�) de los estudios de poder en la antropología social. Wolf sigue a Weber al reconocer que el poder es sociológicamente amorfo y, por lo tanto, difícil de vislum-brar. Propone, no obstante, que se le puede vislumbrar en formas de orga-nización y en formas de significación. Identifica, además, cuatro formas inte-rrelacionadas o modos de poder que podemos vislumbrar en procesos de organización y significación: primero, el poder vital de actores, especialmen-te actores carismáticos; segundo, el po-der en interacción en la cual la volun-

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tad de un agente o institución domina sobre otros; tercero, el poder táctico o estratégico en el cual un grupo logra controlar y manejar recursos conten-ciosos; y, por último, el poder estructu-ral que Foucault caracterizó como la gobernamentalidad, generalmente asociado con los procesos organizati-vos y de significación en la formación de los Estados pero también presente en la construcción de mercados glo-bales y, también, imperios. Para Wolf este modo más amplio de poder en or-ganización y significación gira en tor-no a la movilización estratégica de trabajo social.

El punto de Wolf es que la antro-pología ha enfocado su trabajo, espe-cialmente su trabajo etnográfico en procesos situacionales, en el nivel del poder en interacción. Nota que las in-vestigaciones innovadoras de Richard Adams y la escuela de Manchester in-trodujeron el tercer modo de poder, el poder táctico o estratégico, como enfo-que de estudio. Pero durante la última década de su vida, Wolf abogó para la inclusión del poder estructural en los estudios de la etnografía histórica.

La nueva gobernamentalidad pre-sente en la construcción de una red gubernamental neoindigenista o en los dominios emergentes de gestión trasnacional y de dinámicas escolares subalternas reciben un desarrollo im-portante en el estudio de Erica. No

obstante, en el marco teórico con su punto de partida en la definición de poder táctico o estratégico de Adams, queda implícito este modo de poder estructural. El punto es importante porque las condiciones de la posibili-dad de una adscripción étnica podrían estar vinculadas con el modo de poder estructural y sus cambios. De hecho, las comunidades políticas construidas alrededor de una unidad imaginada como nación no necesariamente de-penden de un referente único a la or-ganización y significación del Estado. Aun cuando esta postura se presenta en una obra de Gunther Dietz (�003) citada en el libro, en términos historio-gráficos y etnográficos no queda claro porqué el nacionalismo como forma cultural y política de identificación y movilización efectiva debe consistir de un solo referente a un tipo de centrali-zación de poder y no a varias comuni-dades políticas y, por lo tanto, a múlti-ples referentes diferentes del mismo Estado. En las formaciones cotidianas de un Estado pueden existir formula-ciones plurinacionales desarrolladas a partir de varias comunidades políticas nacionales. Existen casos, a veces polí-ticamente reprimidos, de tales cons-trucciones históricas, por ejemplo en la formación de España o en algunas otras partes del viejo imperio español así como en la formaciones de estados modernos después del ocaso del im-

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perio otomano. Necesitamos explicitar el modo de poder estructural en nues-tros estudios para así establecer las bases de la autoadscripción y la ads-cripción por otros que asociamos con la etnicidad como forma políticamente eficaz de identificación. Solo así podre-mos establecer las bases etnográficas e historiográficas de las comunidades políticas participando en la institucio-nalización intercultural como parte de la formación cotidiana del Estado.

González Apodaca se mueve en esta dirección cuando crítica las nocio-nes de interculturalidad que separan una supuesta cultura propia de otras culturas supuestamente ajenas. Las cul-turas siempre tienen una dimensión espacial compleja: siempre están ubi-cadas en espacios sociales con confi-guraciones histórico-geográficas. Por ejemplo, Claudio Lomnitz (�99�) ha argumentado que en el mundo mo-derno las culturas son siempre cultu-ras regionales que se pueden caracteri-zar por la coexistencia de diferentes polos de coherencia cultural (un polo mixe y otro español, por ejemplo). Los agentes e instituciones están ubicados en diferentes lugares dentro de los po-los de coherencia y los polos de cohe-rencia tienen diferentes formas de ins-titucionalización.

El estudio nos permite vislumbrar esta complejidad y captar los procesos de institucionalización de la educación

intercultural media-superior dentro de una de las regiones culturales indo-mexicanas. En fin, el texto es un mode-lo del nivel de descripción y análisis que requerimos para comprender los procesos contemporáneos de institu-cionalización de la oferta educativa y sus consecuencias, pero con el fin de construir una cultura nacional fortale-cida por la riqueza y profundidad his-tórica de sus culturas regionales.

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Andrew Roth SeneffEl Colegio de Michoacán

[email protected]

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presentation

herón pérez Martínez

T he central theme of issue ��� of Relaciones is the subsistence crisis that occurred at the end of the Colonial period in New Spain. Life

seldom unfolds without all manner of risks that envelop human beings in distress, fear, terror, anxiety and angst. The crises that the articles in this issue address constitute singular moments when existence is forced to change its course by encirclements of clouds of atmospheric violence that affect land, climate, health and co-existence. According to its etymol-ogy, the word crisis refers to decisive moments, unexpected situations in which life’s elements come to a point that is at one and the same time definitive and defining, one where paths separate and the continuities of daily life are cut. Crisis, from the Indo-European skeri, suggests “cutting” and “separation” and thus evokes the irreversible decision that we de-fine in the metaphor of the crossroads. The comfort that comes with civi-lization, and that is so often interpreted as progress, consists, broadly speaking, in both a rationalization of the powerful world of calamities and the superior forces that loom over humankind, and the unraveling of the laws of nature, as science has come to be conceptualized. Neolithic man personified all atmospheric and climatic phenomena by turning those powerful forces of nature into gods that they were then able to in-voke, appease and endear themselves to in pursuit of self-protection, but the more rational man of New Spain shared the very same fears as his primitive ancestors and felt invaded by the same anxiety in the face of calamities of all kinds… earthquakes, epidemics, storms, drought and the resulting famine that filled people with such fear that, as in earliest times, they too transported their everyday life towards the heavens and their world to the domain of the gods, by imbuing their religious spirit

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with a series of immediate practices endowed not only with a direct sym-bolism but also apotropaic powers with which they sought to assuage –through the purest and most natural ritualism– the ire of the gods that, they believed, was vented in the form of cataclysmic events. Truth be told, men have acted in this way in all epochs, creating myths to turn the dangers they face to the heavens, creating Olympuses and gods who will fight for and defend them. The mythologies of all cultures are born of precisely such personifications; thus the attitudes of people beset by per-ils that overwhelm them go from prayer to diversion, as the circumstanc-es that inspired Boccaccio’s Decamerón so clearly document. This is be-cause the effects of any catastrophic event, be it an epidemic, an earthquake, a cyclone, a tempest, or a volcano, impact a people’s spirit in the same way; they provoke the same blind terror in modern man as they did in our ancestors thousands of years ago. They paralyze us and jeop-ardize everyday life, fill it with uncertainty and bring mold a crucial role for decision-making. This issue of Relaciones examines the crises that af-fected New Spain in the late colonial period.

The first article, by Sara Ortelli, is entitled “Subsistence Crises and Cattle Rustling in Northern New Spain: San José del Parral (�770-�790)”. It focuses on a series of interrelated themes: the drought, famine and mortality that scourged San José de Parral and their relation to cattle-rustling by Apaches and various other bands and multiethnic groups in the northern reaches of New Spain in the �8th century. The study isolates the moments when the available documentation makes it possible to identify more intense periods of cattle-rustling in the province of Nueva Vizcaya, and attempts to elucidate the relationships among increases in animal theft, productive cycles in the agricultural and mining sectors, subsistence crises, the incidence of drought, outbreaks of epidemics, and crises of mortality. The analysis, which centers on the mining center (Real) of San José del Parral and its jurisdiction in the decades of �770 to �790, illustrates a means of documenting events that are apparently at-tributable to the blind forces of nature.

The study traces relationships involving the mortality curve from �770 to �790, the effect of productive cycles in agriculture and mining, and climatic variation in an effort to evaluate to what extent these factors coincided with periods marked by increases in cattle-rustling. A future

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analysis must probe more deeply into the topic of epidemics as they relate to the case of San José del Parral in order to estimate how disease influ-enced demographics in this mining zone. What seems to be clear, the author holds, is that in the case analyzed the severe subsistence crisis that historiography has confirmed occurred in the mid-�780s preceded an increase in mortality that had occurred a few years before. Indeed, with �4� and �70 deaths, respectively, �779 and �780 are the years with the highest number of burials in the two decades reviewed. For the years �778 and �779, we have records of epidemics of smallpox and smallpox with measles in New Spain, references that indicate how the former be-sieged Parral in the months of May and June, �780. Ortelli points out that we have not yet found qualitative data to indicate that the increase in the num-ber of deaths in Parral in those years resulted from epidemics in the region; nor do parish records mention such events, as they rarely include the cause of death. Despite the dearth of data, however, there can be little doubt that epidemics were responsible. And it was upon this already debilitated population that the mid-century crisis descended, bringing on the dire effects that would be reflected in Parral’s mortality rates until �787.

The second essay is David Carbajal López’ “The Years of Hunger in Bolaños (�785-�786): Mining Conflicts, Corn Shortages and High Mortal-ity”, in which he sets out to explain the high mortality rates recorded in the mining center of Bolaños during the so-called years of hunger in �785-�786, in a setting characterized by localized mining disputes and corn shortages that affected large areas of central-western New Spain. The author analyzes the victims of that subsistence crisis on the basis of both global head counts and an analysis of the Christian and family names of the deceased. Carbajal López affirms that the agricultural cri-ses brought on by drought and frosts, together with scarcity, speculation, high corn prices, social conflicts, migratory movements, hunger, disease and the high mortality that affected broad extensions of the territory and population of New Spain to different degrees in �785-�786, are phenom-ena that have not been overlooked by late colonial historiography and that, indeed, have been examined from different perspectives. In this scenario, one can perceive at least three postures concerning the causal-ity and impact of those agricultural crises on nutrition, disease and mor-tality in relation to the population: agricultural crises are the cause of

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epidemics; alimentation does not play a central role in the recurring out-breaks of epidemics; and agricultural crises and their repercussions –corn shortages, inflated prices– may or may not coincide with the propagation of pathogenic agents or favor their development. The author arrives at the following conclusion, based on global counts of victims and his study of the families that lost members: in and of itself, hunger does not explain the increase in the number of deaths registered in Bolaños, though it did create the conditions that allowed certain contagious diseases –in the form of epidemic outbreaks– to impact, primarily, the adult population. Those illnesses made no distinction as to economic level or access to food, as several cases in which members of the local elite succumbed to pathogens are clearly documented.

In the third contribution, “The Impact of the Crisis on Two Rural Parishes and Population Movements, �785-�787”, Cecilia Becerra Jiménez analyzes the impact of the crisis of �784-�787 on the region now known as the Altos de Jalisco (Jalisco Highlands). The author delved into the parish records of two churches that are representative of that area (Santa María de los Lagos and Jalostotitlán) to show how, because of the crisis, the inhabitants of remote localities in the countryside came to settle in cities in an attempt to secure the resources they required to confront that alimentary and sanitary emergency.

The article concludes that migratory flows accelerated by demo-graphic crises may either attenuate or aggravate the effects of high mor-tality, a finding that underlines just how important it is to study the few documental sources available as a means of deepening our analyses. In the case of the two parishes examined in her research, Becerra Jiménez found that the pueblos de indios were affected especially severely during the fatal two-year period of �785-�786, not only by the loss of life as re-flected in mortality rates that reached their highest levels in that century and affected both adults and children, but also by the exodus of people to other towns in search of relief. We cannot assume that recovery came quickly after that double impact; indeed, testimonies suggest that the “year of hunger” may represent the starting point of a migratory flow of people from the southern highlands towards Guadalajara, a topic that will have to be explored to determine whether or not it put an end to the epidemic and grain shortages.

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The Thematic Section of this issue of Relaciones closes with an article by América Molina del Villar: “Santa María de Guadalupe, Atlacomulco during the Ill-fated Years of the Early �9th Century: Local Conflicts, Agri-cultural Crises and Epidemics, �809-�8�4”. Here, the author analyzes the impact of the agricultural crisis of �809-�8�� and the �8�3-�8�4 typhus epidemic on the general curve of burials, baptisms and marriages in the parish of Atlacomulco. Her research shows that those were independent events that had differential effects on the population. Also, it reveals that typhus caused the largest number of deaths.

Molina del Villar’s study came to this conclusion despite the fact that her original intention was to probe the relationship that has been posited among subsistence crises, famine and epidemic outbreaks on the basis of the demographic variable as a means of exploring to what extent the re-percussions of these phenomena had immediate impacts on the number of burials, baptisms and marriages in that parish. A second objective was to contribute to the historiographical debate on the connections among subsistence crises, famine and the outbreak of epidemics. Finally, Molina del Villar sought to link those conjunctures of crisis with land disputes, an important antecedent of the local revolt that occurred in �8�0. Her re-search shows that those problems followed on the heels of the agricul-tural crisis of �809 and the �8�3-�8�4 typhus epidemic, though it seems that the first of these two phenomena was not so severe. The typhus epi-demic, in contrast, had a much greater impact. In addition to the deaths it caused, it markedly reduced the number of baptisms and marriages. The author concludes that the decade of �8�0 was an ill-fated period for Atlacomulco, as the local uprising and insurgent movement were not the only scourges that plagued the population: the terrible typhus epidemic of �8�3-�8�4 also sent thousands of people to their graves. That epidemic was one more result of the poverty and deteriorated living conditions of the people that compounded the effects of the conflicts and wars that occurred in that decade.

Turning to the Documents Section, we find Elizabeth Araiza Hernán-dez presentation of her own transcription and translation of a lecture entitled “On the Relationships between Mythology and Ritual”, deliv-ered by Claude Levi-Strauss on May �6 �956 at the French Philosophical Society. Her contribution includes the transcription of the interesting

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debate that emerged from this presentation with the participation of sev-eral scholars who are now recognized as some of the greatest thinkers of the �0th century: Merleau-Ponty, Michel Leiris, Louis Dumont, Alfred Métraux and Jacques Lacan. The document containing both Lévi-Strauss’ original lecture and the series of commentaries that followed was pub-lished in French in the same year in the Bulletin de la Société Française de Philosophie, 50(3). Recently, Armand Colin Publishers placed a corrected version of the document on line on the Society’s Inter-net site, where it can be found under the menu heading “Confer-ences”. Spanish-speaking readers, however, only had access to an extract of the lecture and a fragment of the resulting debate. Today, the segment with Lacan’s comments and Lévi-Strauss’ response to them is being disseminated on several web pages under the title “The Significance of the Impossible”, or “Lacan Dialogues with Lévi-Strauss”. Also, this segment is included in Lacan’s book El mito individual del neurotic, published recently in Spanish by Paidós.

This document shows that despite the wide diffusion that Lévi-Strauss’ works have enjoyed, some significant writings have still not been published, at least not for Spanish-speaking audiences. Araiza Hernández takes as her starting point several postulates that justify the publication of this salient document: first, it has not been published in Spanish; indeed, both the com-plete version of the lecture itself and, more importantly, the thought provoking discussion that it triggered among attendees have been inaccessible to Spanish readers. Second, never in vain does one return to the classical authors; rather, the student al-ways gleans some new learning as the debates raised provide elements for reflection that nourish contemporary discussions. Third, the constant emphasis placed on Lévi-Strauss’ writings on the study of mythology have overshadowed his contributions to our knowledge of ritual. In light of the document presented here, some commonly held assumptions as to the central place often assigned to myth in his works will have to be relativized.

The General Section begins with the essay by Mariana Terán Fuentes, “Narratives of Loyalty. Zacatecas: From the Fortress

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Walled by Its Vassals to the Republican City”, which expounds upon the uses of history by actors and institutions of the city of Zacatecas as a means of legitimizing monarchical government. Terán Fuentes analyzes mutations in the series of historical nar-ratives that emerged during the transition period that involved the old monarchical regime, the formation of the First Mexican Republic, and the early years of that Republic. The article takes on the challenge of examining certain cultural expressions that sustained the Spanish and Mexican monarchical imaginaries by propagating narratives of loyalty. In particular, she is inter-ested in elucidating the historical narratives that supported al-legiance to the Spanish monarch, loyalty to the Anáhuac empire and the early signs of fealty to the nascent Mexican Republic. Also, the author strives to identify the nodes at which coherent histories (tales of loyalty) were forged to serve as supports for the construction of legitimacy. In short, she attempts to explain that the ruptures and continuities of loyalty on the plane of manifestation (discourses and rituals) were rooted in a long-standing tradition that elucidates, not the invention of new sym-bols and languages but, rather, their resemiotization and the resulting processes of reinterpretation. This essay responds to the challenge by exploring and analyzing discourses of differ-ent kinds in light of the central question of how historical narra-tives of loyalty were resemiotized and reinterpreted during the transitional period from the Spanish monarchical system to the first years of Mexico’s existence as an independent nation. Terán Fuentes is not interested so much in probing what is meant by loyalty, but in reexamining and reinterpreting the narrative uses that were formulated in accordance with a new hermeneu-tics that was bound up with the habitual cultural practices that supported such allegiance. The transition from the old order to a republican one allows us to compare not only the narratives of fealty and to document the ruptures and continuities that every shared imaginary presupposes, but also to assess the founda-tions of the formation of political languages that seek frame-works of legitimacy.

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Relaciones ��� closes with the article “The Pottery Craft in Tlayacapan, Morelos: A Family Legacy of Technical and Orga-nizational Knowledge”, by Patricia Moctezuma Yano. Here, the author explores a craft tradition that has lasted both over time and in the collective memory of its creators, thanks to several factors, of which pottery production in Tlayacapan brings to light two: first, the importance of certain norms related to social organization –such as residence, descent and succession– for the learning and continuity of this artesanal production; and, sec-ond, but interwoven with the first, the gamut of technical and work-related changes brought on by the development of a new rubric in ceramic production: ornamental figures. Thus, tradi-tional motifs currently coexist with novel decorative pieces and provide those artisans with two distinct ways of preserving and developing their craft.

Despite the different options that Moctezuma’s research re-vealed with respect to variants in ceramic types, it can be said that the craftsmen who elaborate figures with an eye to satisfy-ing demand in external markets, proudly strive to show the au-thenticity of their clay models as “typical of Tlayacapan”. Mean-while, those who produce domestic wares recognize that the potters who make decorative clay figures enjoy certain techni-cal and commercial advantages. Both discourses, however, clearly convey the idea that Tlayacapan pottery-making speaks to us of the coexistence of distinct knowledges related to ceram-ic production, traditional and modern, that are spreading to dif-ferent artesanal regions around the world. Today, cultural con-sumption of ceramic objects is paying ever greater attention to tourism as a source. In this way, the tendency towards produc-ing ornamental figures as souvenirs has an advantage in the globalized market, while the consumption of domestic wares is not so favored by tourist-driven consumption. The purchases and use of these latter pieces is subject to the continuance of certain customs that give meaning to the many celebrations to which large contingents of people are invited to eat.

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aBstracts

subsistence cRises and cattle-Rustling in noRtheRn neW spain:san José del paRRal (1770-1790)

Sara OrtelliUniversidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires

This article examines the topic of cattle-rustling by Apaches, various other Indian bands and multiethnic groups in northern New Spain in the �8th century. It identifies the moments for which the available documentation makes it possible to demonstrate the intensification of this activity in the province of Nueva Vizcaya and then attempts to establish the relationships among increases in the number of robberies of cattle, productive cycles in the agricultural and mining sectors, subsistence crises, the incidence of drought, outbreaks of epidemics and crises of mortality. The analysis centers on the case of Real de San José del Parral and its jurisdiction during the two decades of �770 and �790.

Keywords: cattle-rustling, subsistence crises, drought, famine, mortality, San José del Parral

the yeaRs of hungeR in bolaños (1785-1786).mining conflicts, coRn shoRtages and high moRtality

David Carbajal LópezUniversidad de Guadalajara

The objective of this study is to explain the high mortality registered in Real de Bolaños during the years of hunger in �785-�786, in a setting characterized by local mining conflicts and corn shortages that affected large areas of central-western New Spain. Also, it analyzes the victims of that subsistence crisis from two perspectives: first, by examining global body counts of the dead and, second, by investigating the Christian and family names of the victims.

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Keywords: Bolaños, mining conflicts, corn shortages, hunger, mortalitythe impact of the cRisis on tWo RuRal paRishes and

population movements, 1785-1787Celina G. Becerra JiménezUniversidad de Guadalajara

This article analyzes the impact of the crisis of �784-�787 on the region known as the Altos de Jalisco (Highlands of Jalisco). The research was based on an examination of the parish records of two churches that are representative of that area (Santa María de los Lagos and Jalostotitlán), and demonstrates that as a consequence of the crisis people from more remote localities, especially in the countryside, sought to settle in the cities as a means of securing the guarantees required to survive that alimentary and sanitary crisis.

Keywords: mortality, year of hunger, Los Altos de Jalisco, migration

santa maRía de guadalupe, atlacomulco duRing the ill-fated yeaRs of the eaRly 19th centuRy: local conflicts, agRicultuRal

cRises and epidemics, 1809-1814America Molina del Villar

CIESAS­DF

This essay analyzes the impact of the agricultural crisis of �809-�80�� and the typhus epidemic of �8�3-�8�4 on the general curve of burials, baptisms and marriages in the parish of Atlacomulco. Research reveals that those events were mutually independent and had differential effects on the population. Finally, the data show that typhus caused the largest number of deaths.

Keywords: agricultural crisis, epidemic, burials, baptisms

naRRatives of loyalty. zacatecas: fRom the foRtRess Walled by its vassals to the Republican city

Mariana Terán FuentesUniversidad Autónoma de Zacatecas

This article explores how history was used by actors and institutions in the city of Zacatecas to legitimize the form of monarchical government. It analyzes the

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mutations in a series of historical narratives that appeared during the transition from the old monarchical regime to the formation of the first Mexican empire and the early years of the republic.

Keywords: narratives, memory, history, sermon, Zacatecas, civic discourse

the potteRy cRaft in tlayacapan, moRelos: a family legacy of technical and oRganizational knoWledge

Patricia Moctezuma YanoUniversidad Autónoma del Estado de Morelos

An occupational tradition persists through time and in the collective memory of its creators thanks to several factors. In the case of pottery production in Tlayacapan, two elements stand out: first, the importance of specific norms related to social organization –residence, descent and succession– and the learning and continuity of this form of artesanal production; and, second, but closely interwoven with the first, a series of technical and work-related changes that are occurring as a result of the emergence of a new form of local ceramic production, ornamental figures. The outcome: traditional products now coexist with new decorative pieces, providing artisans with two types of pottery and two ways of preserving and developing their craft.

Keywords: artesanal identity, occupational legacy, technical and commercial development, pottery production

ilustraciones de este núMeropáGina 3: Maíz y civilización, foto de Raúl Ramón, en: Frutos del campo michoaca­no, Esteban Barragán, coord., Zamora, Colegio de Michoacán, �999.páGinas 6, 7, 8 (recuadros), grabados de Rini Templeton.páGina 9: Los Otates, Nuevo Urecho, Mich., foto de José Luis Seefoó Luján.páGina 19: Entrada de la iglesia de Ocumicho, foto de Ricardo Barthelemy.páGina 137: Procesión de Angahuan, foto de Ricardo Barthelemy.páGina 173: Terminando una olla grande, foto de Ricardo Barthelemy.páGina 255: Puerta de iglesia de Tanaco, foto de Ricardo Barthelemy.

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los autores

saRa oRtelli. Maestra y Doctora en Historia por El Colegio de México. Su tesis, “Trama de una guerra conveniente: ‘apaches’, infidentes y abigeos en Nueva Vizcaya en elsiglo XVIII”, fue distinguida con el Premio de la Acade-mia Mexicana de Ciencias a la Mejor Tesis de Doctorado en Ciencias Socia-les y Humanidades �003. Actualmente, es Investigadora del Consejo Na-cional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET), con lugar de trabajo en el Instituto de Estudios Histórico-Sociales de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Ha pu-blicado artículos en revistas especializadas y capítulos de libros acerca de la historia indígena y fronteriza de la región pampeana argentina y del centro-norte de Nueva España en los siglos XVIII y XIX.

david caRbaJal lópez, licenciado en Historia por la Universidad de Guada-lajara, maestro en Historia de México y doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de Michoacán. Profesor investigador en el Departamento de His-toria de la Universidad de Guadalajara. Autor de los libros El comercio y los comerciantes del real de Bolaños, 1766­1810, La minería en Bolaños, 1748­1810. Ciclos productivos y actores económicos y de La población en Bolaños 1740­1848. Dinámica demográfica, familia y mestizaje. Es profesor del Seminario de In-vestigación I de la Maestría en Historia de México, así como de los cursos: Seminario de Proyecto de Investigación y Demografía Histórica en la Li-cenciatura en Historia. En la actualidad sus investigaciones giran en torno a la demografía del obispado de Guadalajara durante los siglos XVIII y XIX.

celina beceRRa. Doctora en Ciencias Sociales por El Colegio de Michoacán. Profesora Investigadora del Departamento de Historia de la Universidad de Guadalajara. Autora de Gobierno, justicia e instituciones en la Nueva Galicia. La alcaldía mayor de Santa María de los Lagos. �563-�750. Guadala-jara, Universidad de Guadalajara, �008. Sus intereses de investigación com-prenden la historia de la población en el Occidente de México y el estudio de las instituciones de gobierno local y provincial en la Nueva Galicia.

améRica molina del villaR es doctora en Historia por El Colegio de México e investigadora de tiempo completo del Centro de Investigaciones y Estu-

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dios Superiores en Antropología Social (DF). Es autora de libros, artículos y capítulos de libros sobre la historia de las crisis agrícolas, epidemias y desastres en México durante el periodo colonial y siglo XIX. También se ha interesado en la demografía histórica y el estudio del tamaño y estructura de las familias en el medio rural del centro novohispano.

maRiana teRán fuentes es maestra en Estudios Étnicos y del Lenguaje por El Colegio de Michoacán y doctora en Historia por la Universidad Autóno-ma de Zacatecas. Ha publicado El artificio de la fe (�00�), De provincia a enti­dad federativa. Zacatecas, 1780­1835 (�007); ha coordinado varios títulos sobre historia cultural e historia política de México. Junto con Alicia Hernández Chávez coordinó la serie Lecciones sobre federalismo y Fuentes para el estudio del federalismo en Zacatecas. El volumen más reciente en coordinación con Alicia Hernández Chávez, es Federalismo, ciudadanía y representación en Zacatecas (�0�0). Ha publicado artículos sobre cultura política, análisis del discurso, opinión pública y gestación del federalismo en México en revis-tas especializadas y en capítulos de libros. Actualmente es docente inves-tigador y coordinadora de la Maestría-Doctorado en Historia de la UAZ.

patRicia moctezuma yano. Doctora en Etnología por la Freiburg Universi-tät en Alemania. Actualmente profesor-investigador en el Departamento de Antropología de la Facultad de Humanidades en la Universidad Autó-noma de Morelos. Línea de investigación: tradiciones ocupacionales e identidad laboral con especialidad en artesanías, sobretodo alfarería. Libro como autor: Artesanos y artesanías frente a la globalización: Patamban, Zipiajo y Tonalá, El Colegio de Michoacán, El Colegio de San Luis, México, �00�. Otras publicaciones relativas al tema del oficio alfarero: “La cerámica de Cocucho, Michoacán: un caso de revaloración cultural y mercantil”, en Eduardo Williams y Phil Weigand (eds.), El Colegio de Michoacán, Méxi-co, Instituto Michoacano de Cultura, �00�, “La diversificación productiva en la alfarería de Tlayacapan, Morelos”, en: Actores, escenarios y representa­ciones en un mundo global, México, Plaza y Valdés, �009.

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Normas de preseNtacióN de colaboracioNes

relaciones es una publicación editada trimestral-mente por el colegio de Michoacán, con el fin de di-fundir trabajos de investigación de alta calidad aca-démica y originalidad en su análisis, acordes al perfil indicado en la página legal de la revista. en todos los casos, deben ajustarse a las siguientes normas de presentación de originales.

1. los documentos deberán ser inéditos. el envío o entrega de un trabajo a esta revista compromete a su autor a no someterlo simultáneamente a la consideración de otras publicaciones. los traba-jos entregados serán versiones definitivas.

2. los trabajos se entregarán en disquette o cd, en for-mato Microsoft® Word, acompañados por una copia impresa, o enviados por correo electrónico a relació[email protected]. las colaboraciones enviadas por correo postal se dirigirán a: revista relaciones. el colegio de Michoacán, calle Martí-nez de navarrete #505, Fraccionamiento las Fuen-tes, c.p. 59690, zamora, Michoacán. México

3. deberá indicarse, en hoja aparte, los siguientes datos del autor: nombre completo, grado universitario máximo, institución donde labora, cargo actual que desempeña, número telefónico, dirección postal, dirección electrónica. en el caso de coau-torías deberán indicarse los datos de todos los co-laboradores.

4. los autores podrán sugerir los nombres de tres dic-taminadores, indicando sus datos de adscrip-ción institucional, especialidades académicas y direcciones electrónicas, para tener referencia de la posible audiencia del trabajo.

5. los artículos publicados en relaciones serán difundi-dos y distribuidos por todos los medios impresos y/o electrónicos que la dirección de la revista juzgue convenientes.

artículos

1. las colaboraciones para las secciones temática y general de relaciones serán evaluadas por la dirección de la revista para verificar que se ajusten a las presentes normas. de ser así, serán enviadas a dos dictamina-dores anónimos cuyo arbitraje favorable es requisito indispensable para la publicación del trabajo.

2. los artículos completos no excederán el número de 35 cuartillas (10 500 palabras máximo), en fuentes times new roman o arial, interlineado de 1.5, texto corrido, 12 puntos para todo el material incluyendo notas, sin macros ni viñetas de adorno, sin hacer én-fasis con fuentes tipográficas, y utilización de cursivas sólo para voces extrajeras y publicaciones.

3. las notas deben ir a pie de página con la referen-

cia completa del material citado.4. los cuadros, mapas, imágenes y fotos se aceptarán en

originales o copias digitales de alta resolución, y se concentrarán en archivo aparte. se incluirán los títu-los, pie de foto, créditos y permisos correspondien-tes (si fuera el caso). en el texto principal se mencio-nará su ubicación.

5. los artículos iniciarán con un resumen de 70 a 75 palabras e incluirán 4 o 5 palabras clave.

6. la bibliografía irá al final del artículo en este orden: autor (apellidos, nombre), obra (en cursiva), lugar de edición, editorial, año. ejemplos: a) taussig, Mi-chael, shamanism, colonialism, and the Wild man. a study in terror and Healing, chicago, the univer-sity of chicago press, 1987. b) alarcón, rafael, “la formación de una diáspora: migrantes de chavinda en california” en Gustavo lópez c., coord., diás-pora michoacana, zamora, el colegio de Micho-acán, Gobierno del estado de Michoacán, unidos Michoacán, 2003, pp. 289-306.

7. una vez emitidas las evaluaciones de los árbitros consulta-dos, será del conocimiento de los autores el acta de dictamen, y tendrán un plazo no mayor de dos meses para entregar la versión final del artículo con las cor-recciones pertinentes. la dirección de la revista verifi-cara la versión final con base en los dictámenes y co-municará a los autores la información del número de la revista en el que será publicado su trabajo.

documentos

las colaboraciones para la sección de documentos serán trabajos de transcripción, paleografía, tra-ducción y restauración de fuentes primarias o se-cundarias, relevantes para el estudio de procesos de historia y sociedad relacionados con hispanoa-mérica. los trabajos tendrán una introducción con aparato crítico del presentador del documento, e incluido éste no excederá de 12 cuartillas. los tra-bajos serán seleccionadas por la dirección y el comité de redacción de la revista en función de su calidad, contribución y pertinencia temática.

reseñas

las reseñas serán revisiones críticas de libros recientes (últimos cinco años), relacionados con investigacio-nes de las ciencias sociales y humanas. deberán se-ñalar las aportaciones y limitaciones de la obra rese-ñada, así como su vinculación con la literatura previamente publicada sobre el tema que se aborda. la extensión máxima es de cinco cuartillas.

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r e l a c i o N e s

e s T U D i o s D e H i s To R i a Y s o c i e D a D

Crisis de subsistencia al final de la Colonia

n ú M e r o 121 . i n v i e r n o 2 010

se terMinó de iMpriMir en el Mes

de Marzo de 2010 en los talleres

de iMpresión y diseño la edición

consta de 750 e JeMplares.