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RESE ÑAS RELACIONES 108, OTOÑO 2006, VOL. XXVII

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RODRIGO MARTÍNEZ BARACS, CONVIVENCIA

Y UTOPÍA, EL GOBIERNO INDIO Y ESPAÑOL

DE LA “CIUDAD DE MECHUACAN”, 1521-

1580, MÉXICO, FCE Y CONACULTA-INAH,

2005, 24 HOJAS DE ILUSTRACIONES, 472 P.

Un estudio sobre la fundación no-vohispana de Pátzcuaro se esperabade tiempo, éste se ocupa de eso yconstituye un acercamiento al estudioglobal de “Las Tres Ciudades de Mi-choacán” toda vez que Carlos Herre-jón Peredo ya nos ofreció su magistralinvestigación sobre Guayangareo.1

Sobre las novedades documenta-les que nos aporta el doctor MartínezBaracs, da en su libro amplia y minu-ciosa cuenta de los estudios que sehan hecho sobre Michoacán del tiem-po que lo ocupa, la historia prehispá-nica y de la conquista de Michoacán.Constituye a la vez una nueva inter-pretación de Vasco de Quiroga, cuyapersona y obra ha sido ampliamenteexplorada durante la segunda mitaddel siglo XX y en estos primeros añosde milenio. Aunque la base de estaobra es su tesis doctoral en esta edi-ción se nos da ampliada.

Organiza su estudio en once capí-tulos a los que hace seguir una ampliabibliografía en que se diferencian los tex-tos antiguos de los autores modernos.

Se preocupará en el primero deexplicarnos los temas a que refierenlos nombres que va a usar: Mechua-

can, echero, Uicicila, Patzcuaro, Gua-yangareo, cazonci, irecha, chichime-cas, tarascos, purepecha. En cada mo-mento es admirable la minuciocidadcon que nos da cuenta de quienes yen dónde se han ocupado de esos te-mas, atiende a las diferencias entrelos autores y señala lo que todavíaestá sujeto a discusión.

Un segundo capítulo lo usarápara hacer una síntesis de la historiaprehispánica de Michoacán y hará usoprivilegiado, como es natural, de LaRelación de Michoacán. De ella informasus distintas ediciones y de los mu-chos que hemos incursionado en lostemas de la misma. Da por concluidala discusión sobre su autor, fray Jeró-nimo de Alcalá.

Para el tercer capítulo privilegia-rá el uso de de la “obra clásica sobreLa conquista de Michoacan [de] J. Bene-dict Warren [quien] hizo un trabajofundamental de esclarecimiento y ex-posición sistemática y crítica de lasfuentes, agregando valioso materialde archivo”.

A partir del cuarto, y hasta el oc-tavo capítulo, será central la figura deVasco de Quiroga. Se va a acercar a élreconociéndole lo original de su pro-

1 Carlos Herrejón Peredo, Los orígenesde Guayangareo-Valladolid, segunda edi-ción del Colegio de Michoacán y el Frentede Afirmación Hispanista, Zamora, 2000.

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yecto de mestizaje en la construcciónde una sociedad fundada tanto en larepública indígena como en la espa-ñola, buscando construir la utopía dela Ciudad de Mechuacan.

Los capítulos finales de la obralos dedicará al estudio del declinar dela república de indios con el cambiode la sede episcopal de Pátzcuaro aGuayangareo: Así en el noveno noshablará de la “decadencia del poderindio (1560-1576)” de la Ciudad deMichoacán, mientras que en el déci-mo aludirá a la “reacción india (1576-1580)” ante la amenaza de ser rele-gados por el crecimiento de la nuevaValladolid.

El capítulo conclusorio lo haráuna “recapitulación y avance”, en quehará conciencia del sentido de su obraque es el insistir en los diversos temastratados que quedan abiertos a mejordiscusión y mayor profundización.

Aunque la obra está ilustrada, lasfiguras se concentrarán a mitad del li-bro, justificado sólo en razones eco-nómicas, lo que le obliga a insertar unapartado, al final, para dar los crédi-tos de las imágenes y referirlas a susrespectivos lugares.

Muchos son los méritos de estaobra y uno de ellos, ya lo dijimos, esser toda ella una de las amplias y de-talladas bibliografías sobre los temasmichoacanos del tiempo que maneja.

Hay que señalar el mérito de una ge-nerosa apreciación hacia los autores ysu delicadeza en apuntar las diferen-cias, propias y ajenas, con ellos.

Curiosamente es en la cuarta deforros donde se nos apunta con me-ridiana claridad el sentido del título“convivencia y utopía”, poniéndoloen una nueva interpretación de laobra quiroguiana que resume como elproyecto de “organizar a los indios enciudades y pueblos pero no aisladossino manteniendo con los españolesrelaciones económicas y sociales jus-tas y mutuamente benéficas”.

De esta obra es destacable, ya loinsinuamos, la visión sintética y críti-ca de los distintos tópicos ocurrentes,tanto en las época prehispánica comodel siglo XVI michoacanos y es singu-lar el uso que se hace de los materia-les del Archivo Histórico de la Ciu-dad de Pátzcuaro.2

Cabe también señalar el reconoci-miento que se hace, en el avance delas investigaciones sobre temas mi-choacanos, a las reuniones periódicasde los kuanis en Pátzcuaro..

2 Éste le dio pie para la publicación desu otra obra reciente, Rodrigo MartínezBaracs, Caminos cruzados, fray MaturinoGilberti en Perivan, Zamora, El Colegio deMichoacán, 2005; dentro del proyecto Te-palcatepec.

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El autor nos avoca a una mejorexploración de nuevas influencias so-bre Quiroga y sus proyectos de ante-riores experiencias americanas comolo planeado por los dominicos de laEspañola (Santo Domingo) en lo rela-tivo a la “formación de pueblos de in-dios llamados ‘comunidades’”. Estepodría ser un ángulo no contempladode la experiencia quiroguiana en la quese ha privilegiado el influjo de TomásMoro y su Utopía, partiendo de allí supensar en la conveniencia de una con-vivencia más estrecha entre españolese indios. Destaca por ello el paso deQuiroga por aquella isla, camino aNueva España, y su probable contac-to allí, además de con el obispo Ramí-rez de Fuenleal nombrado presidentede la Segunda Audiencia, con Barto-lomé de las Casas, Alonso de Zuazo yGonzalo Fernández de Oviedo, conquienes habría compartido ideas yaprendido experiencias durante losmeses de octubre, noviembre y di-ciembre del 1530 en que se detuvo enla isla camino a México.

Fue de Silvio Zavala el ver la in-fluencia de Tomás Moro en la obraquiroguiana, pero nos parece que ellicenciado don Vasco no esperó a co-nocerla por el ejemplar de don Juande Zumárraga, como lo sugiere donRodrigo, ya que el núcleo de sus hos-pitales ya lo plantea a pocos meses de

su llegada a Nueva España y suponela madurez de algo muy pensado quesólo esperaba el estímulo de la reali-dad novohispana. La obra quiroguia-na debe mucho a su previa formacióny preocupación humanística mismaque se nos revelará en la amplia bi-bliografía citada y usada en su “Infor-mación en Derecho” que revelan unamplio bagaje de lecturas tanto re-cientes y a la moda como las de Gue-vara, Moro y Budeo, como a las de laEscritura y Padres de la Iglesia, así co-mo a teólogos y canonistas medieva-les, además de buena dósis de aque-llas de los clásicos griegos y latinos.

No me parece tan probable la otrainfluencia sugerida del marianismodel licenciado Zuazo sobre la implan-tada devoción a nuestra Señora de laSalud y menos el que la constituyeraen el eje sobre el cual girara uno delos identificadores de la construcciónquiroguiana, igual que me pareceexagerada la importancia que se le daal “milagro” de la fuente hecha brotaral golpe del báculo del obispo.

Sentada la sugerida urgencia demayor exploración en el estudio delrol del Cabildo Indígena sería necesa-rio hacerse de los documentos sufi-cientes que nos permitan caminar conseguridad en el caminar de un proba-ble mestizaje entre ambas repúblicas,la española y la de los naturales. Es

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ese el mayor anhelo que alienta estainvestigación. Así puede resultar ins-pirador el estudio, ya iniciado con lapublicación de fuentes, de otras repú-blicas indias como es el caso de la ciu-dad de Tlaxcala o afinar las relacionesque pudo haber entre las repúblicasindias de Tenochtitlan y Tlatelolco yel Cabildo español de la ciudad deMéxico.

Un par de audacias interpreta-tivas encuentran eco en este estudio,ya sea la modificación de la edad tra-dicional de don Vasco retrayendo sunacimiento del clásico 1470 a los añosde 1478 sugerido por Warren o al 1488por mí. O la aceptación documental,ya anticipada por la atribución lógica,de la autoria de La Relación de Michoa-cán a fray Jerónimo de Alcalá.

El origen de los hospitales de laConcepción es tema de interés que re-sulta mayor por su ubicua y prolon-gada presencia, que aunque se vuelvea replantear nos deja campo abiertopara posteriores investigaciones. Qui-zá de su estudio resulte la clave másimportante para acercarnos al análisisdel gobierno indio en las comunida-des pues por medio de ellos se en-trelazan el gobierno, la religión y sonvehículos de identidad comunitaria.

No le resta seriedad al libro, elagregársele la sal y pimienta del obje-tar el celibato del obispo con base enla tradición santefesina de los descen-

dientes de don Vasco, pues ya antesse lo había hecho descendiente delCazonci.

Francisco MirandaEl Colegio de Michoacán

[email protected]

CHRISTINE EBER Y CHRISTINE KOVIC, EDITO-

RAS, WOMEN OF CHIAPAS: MAKING HISTO-

RY IN TIMES OF STRUGGLE AND HOPE (MU-

JERES DE CHIAPAS: HACIENDO HISTORIA EN

TIEMPOS DE LUCHA Y ESPERANZA), PRÓLO-

GO DE JUNE NASH, NUEVA YORK Y LON-

DRES, ROUTLEDGE, 2003, ILS., 280 P.

Este libro trata de las relaciones depoder y de cómo influyen en las di-versas formas de violencia que sufrenlas mujeres en relación con género,raza, etnicidad y clase. Presenta a “[l]asmujeres, como actrices, que actúan lahistoria y luchan por su propia libera-ción y la de otros” (p. 22). Por lo tan-to, los diversos estudios, historias ycasos tienen como sujeto central a lamujer concreta: la que sufre discrimi-nación, se convierte de religión, ad-quiere poder, se rebela, lucha y se or-ganiza para tratar de conservar suidentidad en circunstancias adversas.Se encuentra el contexto político yeconómico donde esto se da, perotambién el contexto emocional, lo quepermite transmitir al lector una visión

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menos estereotipada, más completa,incluso a veces contradictoria, dondejunto a la lógica y las hipótesis se en-cuentran juicios, evaluaciones y tam-bién poesía.

Uno de los atractivos principalesde este libro es que se aparta de losconsabidos parámetros de la “litera-tura científica objetiva” y presenta unmodo distinto y comprometido dehacer antropología feminista, con mi-ras a crear conciencia respecto a lascondiciones de violencia (pobreza, ra-cismo, exclusión, y represión políti-ca), que sufren las chiapanecas y lasformas de resistencia que han encon-trado frente a tales condiciones (p. 31).Aunque el objetivo medular es el dearticular a académicos y activistas(p. 194), sin duda esta obra puede te-ner otras consecuencias, entre ellas lade provocar cambios en el modo dehacer trabajo de campo y de presentarsus resultados.

Las editoras del libro ChristineEber y Christine Kovic, antropólogasque trabajan en las universidades Es-tatal de Nuevo México y de Houstonen Clear Lake respectivamente, opta-ron por combinar dentro del conjuntode 22 colaboraciones escritas por 17autoras, los acostumbrados estudioseruditos, hipótesis y análisis, con ma-teriales no necesariamente académi-cos, como documentos, teatro, cancio-nes, plegarias, cartas personales y

testimonios. Los primeros sirven parajerarquizar problemas, sistematizar ellibro y guiar la lectura; los últimos,cuya presencia constituye lo insólitoy original del texto, funcionan comocontrapunto coral, que da voz a lasmujeres de Chiapas.

Es ésta una obra de tono contun-dente que, sin ser panfletaria ni sim-plonamente feminista, claramentetoma partido, desde los agradeci-mientos hasta el destino de las rega-lías que obtenga. Estas servirán paracostear becas para mujeres de Chia-pas a través de la Maya EducationalFoundation (Fundación Educativa paralos Mayas), esa fundación ejemplarque también combina la búsqueda ydifusión de conocimiento académico,con el empeño en proporcionar opor-tunidades de mejor educación a losmayas de México y Guatemala.

Dado el carácter de compromisomoral que enmarca los objetivos dellibro, es de interés el prólogo de JuneNash, “Activistas, poetas y antropó-logos en la vanguardia de la investi-gación”, que se aparta del tono mera-mente laudatorio, para convertirse enun pequeño ensayo sobre la antropo-logía activista. Es ésta una nueva es-pecialidad antropológica ya plena-mente instaurada en los planes deposgrado de algunas universidadesestadounidenses, que sin duda seconsolidará en los próximos años,

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pero que apenas se inicia en nuestropaís. Su objetivo es aunar la investi-gación académica con el compromisopolítico, para comprender las relacio-nes de poder y lograr cambios, al ha-cerse partícipe de las luchas de los su-jetos estudiados, lo que implica unapostura política y ética. Nash analizalas ventajas y desventajas de la antro-pología activista y la hace partícipede los mismos valores de justicia so-cial para los grupos estudiados que laantropología de la acción y la antro-pología aplicada buscaban. Si bien es-tas corrientes pecaban de paternalis-mo y de mantener el statu quo, laantropología activista “se deja dirigirpor la gente estudiada, adaptandosus talentos y recursos a las necesida-des e intereses de las personas, unién-dose a ellas para comprometerse consus acciones transformadoras para lo-grar el cambio estructural” (p. x).

Dice Nash que la antropología ac-tivista surge de las situaciones con-flictivas que se encuentran en el tra-bajo de campo ante las que no cabe laneutralidad, sino la toma de partido.Esto no significa que el antropólogorenuncie a la objetividad científica,sino que se obligue a definir y aclararla perspectiva que condiciona su in-vestigación y las relaciones que tienecon sus informantes. Por ello es co-mún que exista colaboración entre el

antropólogo activista y sus sujetos deinvestigación, no en el sentido deconvertir el trabajo de campo en tra-bajo social, sino procurando que elpropio proyecto de investigacióncoincida con los intereses de la gente(p. xi), pues lo que importa es descu-brir las alternativas que presentan losmismos pueblos indígenas y actuarcon base en ellas (p. xv).

Además del prólogo, el libro estáconstituido por una introducción ytres partes que agrupan las diversascolaboraciones. “Pobreza, discrimina-ción y violencia: experiencias y res-puestas de mujeres”; “Cambio reli-gioso e investirse las mujeres depoder”; y, “Organización de las muje-res para el cambio social”.

La “Introducción” presenta elcontexto histórico, político, económi-co y cultural que enfrentan las muje-res en Chiapas haciendo particularhincapié en los cambios introducidospor el movimiento zapatista y en losaportes de los estudios de género, loque resulta en una buena presenta-ción de la literatura respecto a ambostemas hasta el momento de la publi-cación. Un ensayo analítico introducea cada una de las tres partes (y a vecestambién a los capítulos), todos escri-tos al alimón (igual que la introduc-ción) por las editoras. Estos ensayoscomplementan la información y sir-

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ven para contextualizar los diversostemas a tratar, discutir aspectos con-ceptuales, desentrañar los diferentesniveles de significación de los textosincluidos y señalar cómo se enlazan,apoyan y dialogan entre sí, para reve-lar los diferentes niveles de proble-mas que aquejan a las mujeres y lasformas que van encontrando para so-lucionarlos.

Las mayoría de las autoras sonantropólogas y profesionistas de cien-cias sociales que trabajan en institu-ciones académicas de México (InésCastro Apreza, Diana Damián Palen-cia, Graciela Freyermuth Enciso, Ga-briela Patricia Robledo Hernández);Estados Unidos (Melissa M. Forbis,Patty Kelly, Shannon Speed); Inglate-rra (Susanna Rostas); y España (PilarGil Tébar); otras combinan la profe-sión con el activismo (Yolanda CastroApreza, Heather Sinclair) o con el arteque refleja la propia identidad étnica(Ruperta Bautista Vázquez, escritorade teatro; Flor de Margarita Pérez Pé-rez, tejedora) u otros oficios (Margari-ta Pérez Pérez, partera y curandera).

Creo resultará de especial interéseste libro para quienes se interesan eninvestigar y enseñar sobre diversosproblemas teóricos y metodológicos.Su espectro temático es mucho másamplio que la mera situación de losindígenas,1 tema tradicionalmente

estudiado en Chiapas, pues abordatemas urbanos, de ladinos y de emi-grantes que buscan mejorar sus con-diciones de vida. Presenta mucho ma-terial para entender las dificultadesdel internacionalismo y de la obser-vación participante, el cambio religio-so y la lucha por redefinir identida-des, con todo lo que esto conlleva debúsqueda e incertidumbre.

Esta obra presenta una antropolo-gía personalista, que hace hincapié enel sentimiento, la individualidad y lapasión, para hacer que el lector com-parta la voluntad y perplejidad de in-vestigadoras e informantes, ante ladifícil tarea de vivir, representar, na-rrar. Las editoras señalan que el libroes fruto del diálogo sobre justicia so-cial que se ha dado en Chiapas en lasúltimas dos décadas, y que esperanhaber conseguido respetar la palabra yla acción de las mujeres allí. Creo quelo han logrado y que este libro mereceser pronto traducido al castellano.

Mari-Jose AmerlinckUniversidad de Guadalajara

[email protected]

1 Aunque esta amplitud de miras nose aplica a las fotos, todas de mujeres indí-genas.

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LETICIA REINA AOYAMA, CAMINOS DE LUZ Y

SOMBRA. HISTORIA INDÍGENA DE OAXACA

EN EL SIGLO XIX, MÉXICO, CIESAS-CDI, 2004,

328 P.

Este libro es una contribución a lavasta producción histórica sobre elsiglo XIX y permite compensar, en lamedida de lo posible, la incompletaproducción histórica sobre este con-vulsionado periodo de definitivas con-secuencias en la constitución del Mé-xico contemporáneo. A través de él, esposible entender a la sociedad oaxa-queña rural e indígena y su contribu-ción a la conformación del Estadonacional. Y para hablar de la consoli-dación de la nación, nada es más difícilque referirse al siglo XIX, pues fue du-rante este periodo que el país se deba-tió y vio ponerse en riesgo a la nación,primero con las guerras fratricidas en-tre conservadores y liberales y des-pués, a la ocasión de las dos interven-ciones extranjeras que sucedieron.

Una idea presente a lo largo deltexto y que al mismo tiempo da nom-bre al libro consiste en que, a lo largode su historia, la sociedad indígenaoaxaqueña ha transitado del esplen-dor a la sobrevivencia y de la majes-tuosidad prehispánica a una pauperi-zación de sus condiciones materialesde vida. En efecto, el siglo XIX fue unescenario donde las coyunturas polí-ticas afectaron negativamente la vida

económica y social de los grupos étni-cos pues, entre otras cosas, en ese pe-riodo ocurrieron ciclos de transfor-maciones de envergadura nacional yla conformación del Estado mexicanocon un modelo liberal, que buscó pordiferentes medios eliminar al indio ysu presencia social. En ese intento, lapolítica agraria también se sumó a elloal querer descorporativizar a la socie-dad indígena sin lograrlo. Una prue-ba de ello fueron las leyes de desa-mortización que afectaron de maneraimportante la propiedad comunalindígena.

El texto puede dividirse en tressecciones para exponer su contenido.Una primera parte la integran una se-rie de capítulos en los cuales se abor-dan aspectos geográficos del estadode Oaxaca, donde destacan las zo-nas de valles, montañas, serranías ycostas, en su combinación con la diver-sidad étnico-lingüística y climática,detallando los afluentes, arroyos y es-currimientos en cada una de las ochoregiones que componen el estado.

Las preguntas a las que se intentaresponder son ¿quiénes eran los habi-tantes de las distintas regiones deOaxaca durante el siglo XIX? ¿qué tipode paisajes, climas y actividades eco-nómicas eran efectuadas? ¿cómo secomunicaban entre ellas? ¿qué tipo deunidades productivas caracterizabana la sociedad oaxaqueña de aquel

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tiempo? ¿cuál fue la lógica del pobla-miento heredada de la colonia y aunvigente en la accidentada geografíaoaxaqueña? ¿cuáles fueron los cen-tros de actividad económica que seconsolidaron durante la colonia y queposteriormente devinieron en la co-lumna vertebral de la economía oaxa-queña del siglo XIX?

El siglo XIX que se estudia fue pre-cedido por las reformas borbónicas,gracias a las cuales la Corona españo-la se planteó retomar el control políti-co, administrativo y económico de suscolonias en América. Es importantepensar en esta coyuntura histórica delas colonias españolas para entenderel fondo y trascendencia de las trans-formaciones que precedieron al movi-miento de Independencia, así comolas discusiones ulteriores entre con-servadores y liberales para fundaruna nación moderna.

Desde el inicio del libro, se hacereferencia a los trabajos de investiga-dores pioneros como Jorge L. Tama-yo, considerado el primero en elabo-rar una geografía estatal.

Para enriquecer las fuentes de in-formación, se intercalan textos escri-tos por diversos viajeros que duranteel siglo XIX visitaron Oaxaca, comoes el caso de Charles Brasseur, quien através de sus registros y descripcio-nes nos permite conocer en detalleafluentes del istmo, barrancos, lade-

ras, paisajes de terrazas amuralladas,así como la importancia de la explota-ción de productos como las maderaspreciosas, el añil, la grana cochinilla,el caucho, la vainilla, el café, etcétera.

El texto se ve enriquecido conimágenes, planos, y extractos de ma-nuscritos de otros cronistas que se en-cargan de describir los rasgos etno-gráficos de grupos indígenas. Entreellos, destacan las descripciones tantode su vestimenta como de sus cos-tumbres, comida y prácticas socialesde grupos étnicos como los chochos,triques, cuicatecos, mazatecos, mixte-cos, zoques, chatinos, chinantecos,huaves, entre otros.

Se describe cada región, destacan-do su importancia y las particularida-des para cada grupo étnico. En unafluida exposición, se vierte informa-ción extraída de documentos como elcenso de 1793, del que se infiere que,a diferencia de otros estados del país,en esa época, Oaxaca era un estadocon una marcada mayoría de pobla-ción indígena, cercana a 88% de la po-blación total, seguida de españoles–6%– y de mestizos y mulatos –5%–.Por eso se entiende que en Oaxaca elmestizaje con los españoles fue míni-mo si se le compara con otras regionescomo la central de México. Eso per-mitió que las comunidades indígenasconservaran sus tierras, sus costum-bres y su organización comunitaria.

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En la lógica de poblamiento es-tatal, la tendencia fue que los habi-tantes se concentraran en los VallesCentrales, en la Sierra Norte y en laMixteca. Esto se explica si se conside-ra que los Valles Centrales atraían po-blación por ser la sede de los poderespolítico-administrativos y la comuni-cación le favorecía para impulsar undesarrollo económico y comercial con-siderable. Para la Sierra Norte, éstaera el paso obligado de comercio conVeracruz y debido a que en esa zonase realizaban actividades de explota-ción minera. Por su parte, en la Mix-teca se concentraba una actividadeconómica importante basada en laproducción de grana cochinilla, trigoy ganado, además de ser una antiguaruta comercial.

Para su organización social cadagrupo indígena dio un particular én-fasis en sus propias prácticas socialeso en los rasgos de sus textiles o en lacerámica, lo que, además del idioma,se convirtieron en mecanismos paraestablecer fronteras culturales y dediferenciación étnica. De esta manera,a finales del XIX se había constituidoya un mosaico de grupos indígenascon una entidad propia bien fortaleci-da, pero al mismo tiempo diferencia-da una de otra. Es decir, las culturasétnicas lograron evitar, por sus pro-pios mecanismos, la desaparición a laque habían sido condenadas por de-

creto, gracias al modelo liberal queexigía un patrón de mestizaje para ac-ceder a la modernidad.

Un segundo bloque de capítulosnarra las revueltas sociales que se die-ron como respuesta, según la ampliadocumentación citada por la autora, alos conflictos por la tierra, la crisis delmodelo colonial y el advenimiento dela guerra de Independencia, en unpaís que nace a la modernidad y a larepública, no sin las convulsiones po-líticas y el colapso económico que ca-racterizaron este periodo de la histo-ria de México.

La propiedad agraria en manosde las comunidades indígenas eramayor que la propiedad española, loque propició que el dominio colonialse manifestara más bajo la forma de laextracción de excedentes producti-vos, que como un despojo material delos recursos naturales. Por eso en laactualidad, extensas zonas de bosquesiguen perteneciendo a las comunida-des, y con frecuencia es un medio deingresos importante para éstas.

Hacia 1810, Oaxaca presentabauna particular combinación dondelos pueblos eran mayoría, al lado dehaciendas, ranchos, algunos realesde minas y estancias de ganado, loque invita a reflexionar sobre cómofue posible la convivencia de formasde apropiación de recursos y unida-des productivas tan distintas. La res-

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puesta está en los mecanismos a tra-vés de los cuales la Corona españolareconoció la posesión de la tierra: fun-do legal, ejido, los propios, terrenos derepartimento y las tierras privadas,además de que la hacienda, comounidad productiva en este panorama,no tuvo en Oaxaca la importancia nila extensión que tuvo en otras regio-nes del país, como Chihuahua, Jaliscoo Coahuila. En este sentido, las fincaspropiedad de los españoles fueron laconsecuencia del despojo de tierrascomunales de los indios y las dimen-siones que alcanzaban eran pequeñasy se destinaban a la agricultura.

En cuanto a la población indíge-na, ésta se dedicaba a sembrar maíz,frijol, maguey, plantas alimenticias ymedicinales, nopal tunero, a lo que seagregaban otros productos comercia-les como la grana cochinilla, vainilla,algodón, cacao, canela, pimienta ne-gra, tabaco, caña de azúcar, panela,aguardiente. La producción de trigo,garbanzo, vid, frutas y verduras segeneralizó y todos estos productospasaron a formar parte de la dieta bá-sica de los pueblos indios, aunque laiglesia los recolectaba también a tra-vés del diezmo. Las técnicas agrícolasutilizadas con frecuencia eran el riegopara los cultivos así como la adopciónde técnicas propias para el manejo deagua, donde se destaca el uso de ma-dera para hacer caños y trasladar el lí-

quido desde los nacederos hasta lashuertas.

La grana cochinilla fue un pro-ducto comercial muy importante enOaxaca y estuvo controlado por losindígenas. Su importancia fue tal que,a finales del siglo XVIII, las exportacio-nes de este producto lo ubicaban en elcuarto lugar del comercio hispano-americano, después de la plata, el añily el tabaco. Sólo después de la cochi-nilla se encontraba el oro.

Los pueblos indios también prac-ticaron la ganadería mayor y menor.La Mixe Baja y la Mixteca eran impor-tantes para la cría de mulas que re-querían los arrieros, pues eran ellosquienes establecían el intercambio demercancías de una región a otra; lacría de caballos la realizaban negrosde Jamiltepec y también se realizabanactividades de pesca, caza y produc-ción artesanal, lo que a fin de cuentashizo posible que se mantuviera unaextensa red de mercados en el territo-rio oaxaqueño.

Con las reformas borbónicas se de-terioró mucho la producción comercialde los pueblos indígenas, lo que losobligó a practicar cada vez más unaeconomía de subsistencia, apuntaladaen relaciones de parentesco, como es-trategia eficiente frente a su inevitableproceso de empobrecimiento.

Los criollos, los peninsulares y elclero eran dueños de las haciendas

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cuyas tierras eran trabajadas por losindios empobrecidos. Ante esta pau-perización continua, los grupos indí-genas tenían prácticas comunitariasque intensificaban el uso de recursosnaturales comunales. Un segundo as-pecto que es necesario destacar es eldesarrollo de una serie de aconteci-mientos más vinculados con las re-vueltas, los conflictos por la tierra y laentrada en crisis del modelo colonialque la autora desarrolla en una seriede capítulos intermedios del texto. Enellos se entiende que los pueblos in-dios del sur del país se encuentranentre aquellos que mejor sobrevivie-ron al impacto social y económico dela conquista y la imposición del ordencolonial. En efecto, en las comunida-des, la organización social no habíacambiado mucho y la lejanía con elcentro rector de la política y la econo-mía nacional les permitió conservarhasta cierto punto sus recursos natu-rales y su autonomía.

A finales del XVIII y principios delXIX se dieron varias revueltas y tu-multos espontáneos y de corta dura-ción en Oaxaca donde los indígenasparticiparon activamente. En ellos,igual participaba la población jovenque la adulta y era indistinto si se tra-taba de hombres o mujeres. En el ist-mo, por ejemplo, éstas formaban chus-mas armadas con palos y cuchillos,piedras que guardaban bajo las ena-

guas. Estas rebeliones eran contra losabusos del régimen colonial asocia-dos al aumento del tributo y el diez-mo, los trabajos forzados, los castigosde los hacendados a los indígenas y ala imposición del cultivo de la granacochinilla. Las revueltas tenían comoobjetivo principal de su ataque las ofi-cinas de gobierno, pues eran las quesimbolizaban la autoridad colonial.

En los Valles Centrales ocurrieronlos enfrentamientos más numerosospor conflictos entre pueblos y hacien-das, ya que ahí se concentró tanto lapoblación española, como las hacien-das y el poder político. Las disputasse agudizaron entre la población indí-gena rural y los gobernantes de la ciu-dad, y entre criollos y la alta burocra-cia colonial.

Hacia 1810, el orden colonial enOaxaca se encontraba en franco pro-ceso de descomposición y el costo so-cial y económico para la población ru-ral fue muy grande. En la Mixteca, lapoblación indígena participó en la re-vuelta para recuperar sus tierras ycontra los abusos. Había gavillas queejercían justicia por mano propia sinestar bajo el mando de ningún gene-ral insurgente. Incluso después de laIndependencia, estas gavillas siguie-ron actuando hasta la mitad del sigloXIX y muchos casos de agitación socialtenían que ver con ellas aun despuésde la Independencia.

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En Oaxaca, los criollos ocuparonel poder después de terminada la In-dependencia y a ellos se sumaron ge-nerales exrealistas como Antonio deLeón. Todo ello en detrimento de losindígenas quienes después de haberparticipado en la guerra y haber pro-tagonizado batallas en contra de losrealistas, vieron mejorar su situaciónmuy poco, hasta consumar la expul-sión definitiva de los españoles en1833.

El discurso liberal acerca de lanueva ciudadanía que se quería cons-truir en el país llevó a minimizar lacondición de los indígenas, en la me-dida en la que se tendió a borrar lasdiferencias étnicas en la nueva Repú-blica, y a homogeneizar a la pobla-ción. Sin embargo, ninguna políticaliberal con el objetivo explícito o im-plícito de integrar o desaparecer a losindígenas tuvo resultado. En efecto,para los liberales, el indígena repre-sentaba un obstáculo para el progre-so, pero a pesar de ello, la poblaciónindígena logró aumentar. Durante losprimeros 70 años de vida indepen-diente, la densidad de población enOaxaca se mantuvo baja. A los prime-ros años de vida independiente, el go-bierno oaxaqueño expidió decretosde colonización para equilibrar estafalta de población y se invitó con ellosa población extranjera a poblar el te-rritorio estatal pues se creía que con

ella se podría hacer que el país alcan-zara el nivel de los países europeos.

Los propósitos e ideales de losfundadores y continuadores de la re-pública apuntaban a la construcciónde un país de ciudadanos iguales ycivilizados. Sin embargo, las conse-cuencias de sus acciones y sus políti-cas fueron profundizar las diferenciassociales, económicas y culturales. Anteesto, la respuesta obligada por partede las comunidades fue la violencia yel reforzamiento de aquellos com-ponentes que hicieron posible sobre-vivir esta política de exterminio,conservando su identidad y mante-niendo sus diferencias frente a la so-ciedad mestiza y blanca.

Los pueblos indígenas siempreencontraron una forma de sobrevivir,recreando y reproduciendo sus iden-tidades étnicas, lo cual hizo posibleque a lo largo del siglo XIX la pobla-ción indígena conservara una supre-macía numérica en el estado.

La primera mitad del siglo XIX secaracterizó por guerras, crisis agríco-las, epidemias y hambrunas que se re-flejaron en el estancamiento demo-gráfico y en el despoblamiento dealgunas zonas del estado, tendenciaque empezó a revertirse en la décadade 1880.

En el nivel político, los gobernan-tes aceptaron por un buen tiempo lasrepúblicas de indios y sus autorida-

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des. Dicha ambivalencia fue conse-cuencia de la incapacidad del gobier-no para transformar viejas estructurasy prácticas sociopolíticas.

Con la Ley de Desamortización de1856, las comunidades dejaron de te-ner personalidad jurídica, y como loseñala Molina Enríquez en su libroJuárez y la Reforma, éstas “aparecieronde pronto, y como era natural, en cali-dad de despojadas y en formidable ac-titud de descontentas”.

Además, el proceso anterior mar-cado por la modernización de la agri-cultura desde las reformas borbónicasprodujo que los pueblos se diferencia-ran entre sí: los más ricos ahondaronsus diferencias en su estructura social,hasta diluirse en una estructura declases, mientras que los pueblos máspobres tendieron a homogeneizarse,manteniéndose con una economía deautoconsumo. Se convirtieron en co-munidades con poca estratificaciónsocial en las que se reforzaron losvínculos para resistir los intentos dedescomposición que sufrieron en elsiglo XIX.

Durante la colonia, los ayunta-mientos habían sido protegidos y lasleyes vigentes eran una instancia deapelación en la que se les brindaba re-conocimiento jurídico tanto como gru-po corporado, y también como etnia,mientras que en la República se tratóde acabar con su autonomía y el esta-

blecimiento de la igualdad jurídica detodos los ciudadanos lo que en el fon-do pretendía era liquidar la represen-tatividad del común. La consecuenciafue un intento de imponer a los pue-blos formas individuales de represen-tación con administración colectiva, loque causaría una constante rebeliónde los pueblos indígenas.

Posteriormente, la salida de los es-pañoles del país provocó un reacomo-do en la tenencia de la tierra y unarecuperación para los pueblos indíge-nas. Posteriormente, criollos, juntocon mestizos y los caciques indígenasse encargaron de apropiarse de recur-sos naturales que pertenecían a lascomunidades. Sin embargo y a dife-rencia de otros estados del país, enOaxaca los pueblos lograron mante-nerse: entre 1810 y 1827 disminuyeronen cantidad, pero en 1833 se recupera-ron. En la segunda mitad de ese siglovolvieron a incrementar por dos razo-nes: primero, por el crecimiento natu-ral de la población concentrada enranchos y rancherías y después, debi-do al fraccionamiento de comunida-des que permitió la fundación de otrospueblos. El resultado fue que despuésde transcurrido un siglo desde el ini-cio de la Independencia, hacia 1910,había casi la misma cantidad de pue-blos que a principios del siglo XIX.

Finalmente, el tercer bloque de ca-pítulos, que quizá es el que más con-

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tribuye al conocimiento de la organi-zación social indígena, trata temasvinculados con el proceso de desarti-culación económica de las regiones, lapolítica agraria, los intentos de mo-dernización de la agricultura y los ras-gos de la organización social indígena.

Desde las reformas borbónicas pa-sando por la guerra de independenciay la constante transformación de loscampos agrícolas en terrenos de bata-lla, las incidencias políticas y la vía desu resolución por medio de las armasprovocó el derrumbe productivo y ladesarticulación económica de las re-giones del estado de Oaxaca, cuya recu-peración no empezó a gestarse sinohasta la séptima década del siglo XIX.

Los cien años del siglo XIX regis-traron continuos levantamientos indí-genas en todo Oaxaca y ello es pruebade la elevación de impuestos, de lapersistencia de los abusos e injusticiascometidas por los hacendados y go-bernantes, además de la imposiciónde autoridades. Al parecer, en estas re-beliones se dirimieron aspectos másprofundos como la posesión comúnde la tierra, la sobrevivencia de cos-tumbres comunitarias y la defensa delas formas propias de gobierno indí-gena y afectaron zonas como la Mix-teca y el Istmo. En ellas, las comuni-dades alzadas pudieron ofrecer unaresistencia eficaz y prolongada, aligual que en las rebeliones de los cha-

tinos en la Sierra Sur y los zapotecosde los Valles Centrales. En ellas, al pa-recer se concentraron problemas an-cestrales de despojo de tierras y deincrementos cíclicos de impuestos,además de dos elementos nuevos: lapolitización y militarización de las co-munidades mixtecas y zapotecas du-rante su participación en la guerra deIndependencia. En efecto, el generalMorelos siempre encontró en Guerre-ro y Oaxaca una retaguardia segura,donde el ejército mixteco fue invenci-ble frente a los realistas. Por eso sedice que los pueblos indios aprendie-ron el arte de la guerra abasteciendode hombres y alimentos al ejército in-surgente y que eran receptivos a lasinfluencias de las tendencias más radi-cales personificadas en Vicente Gue-rrero y los hermanos Galeana, lo que ala larga funcionó como la escuela polí-tica de los mixtecos.

Por eso, no es casualidad que suslíderes más conspicuos fueran excom-batientes de los ejércitos insurgentesmás radicales y se convirtieron en de-fensores acérrimos de la autonomíaregional, por lo que apelaron siempreal pacto federal como una forma demantener el poder en sus respectivasregiones.

Además, el reacomodo de las rela-ciones internacionales de intercambiocomercial afectó la economía indíge-na, y de manera significativa la expor-

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tación de la grana cochinilla y el añil,ya que ambos fueron sustituidos porproductos sintéticos. Lo mismo suce-dió con la seda de Tehuantepec y lasmantas hechas con el algodón que seproducía en la costa que ya no fueroncompetitivas frente a la invasión delos textiles ingleses introducidos decontrabando por Belice y Guatemala.Ante estas crisis comerciales, los pue-blos indígenas no tuvieron opciónmás que con la siembra de productosbásicos, en un modelo de economía deautoconsumo.

Por otro lado, el pensamiento libe-ral buscó a toda costa convertir la pro-piedad comunal en propiedad priva-da. Prueba de ello fue que en 1822, elCongreso Constituyente atacó la pro-piedad en manos tanto de la Iglesiacomo de las comunidades indígenas.Mientras que en la colonia, la legisla-ción era protectora y paternalista fren-te a la corporación comunitaria, lasconstituciones estatales que se pro-mulgaron hacia 1824 proponían medi-das que afectaron a los pueblos indios.En Oaxaca, la legislación de ese añonulificó las Leyes de Indias que otor-gaban fundos legales a los indígenas yque eran consideradas el origen de lastierras baldías. En lo político, la LeyAgraria de 1826 anulaba la representa-tividad de las autoridades comunalesen los litigios, lo que afectó sobre todoa los mixtecos, cuyos caciques vieron

disminuidas tanto su autoridad, comosu estatus y privilegios. Con ello sedio inicio a las movilizaciones indíge-nas del periodo republicano.

Con las Leyes de Reforma de 1856,el gobierno liberal trató de modernizarla agricultura y para lograrlo, considerónecesario enajenar las tierras comuna-les, fraccionarlas y ponerlas como par-celas a disposición de los individuosque las quisieran adquirir para explo-tarlas libremente. En ese contexto, elgobierno oaxaqueño de aquella épocase mantuvo fiel a la política agraria li-beral de estas leyes e insistía en desa-mortizar a las comunidades indígenas,cuya respuesta para evitar el fracciona-miento de la propiedad de los pueblosfue soportar los embates del liberalis-mo. Durante el porfiriato, la política deenajenación de tierras baldías culminócon una exagerada concentración de latierra. La Ley de colonización y baldíosde 1883 creó las compañías deslindado-ras que adjudicaron las tierras de la na-ción y las de uso comunal a quienes po-dían tenerlas por considerarlas que,según ellas, no tenían dueño. Sin em-bargo, no fue sino hasta 1890 cuando seexperimentó un proceso importante dedesamortización de tierras comunalesen Oaxaca, ya que entre 1881 y 1906 sedeslindaron cerca de 5 millones de hec-táreas, lo que representaba cerca de10% del total de tierras deslindadas enel país.

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Por otra parte, la extensión de lashaciendas alcanzaba cerca de 750 milhectáreas, por lo que el resto (más decuatro millones de hectáreas) se ha-bían privatizado por la vía del repartoentre los comuneros. Por eso, la tierraen las comunidades indígenas siguióteniendo ese sentido social y no priva-do. “Esto permitió que las comunida-des mantuvieran su cohesión comogrupo, reproduciendo sus formas pro-ductivas sociales y culturales específi-cas de organización comunitaria”como lo menciona la propia autora.

La roturación de las tierras comoconsecuencia de las Leyes de Reformadespués de veinte años de su aplica-ción, en regiones como el Istmo, laCosta y el Papaloapan permitió, entreotras cosas, la agricultura capitalistaque daría una nueva época de brillo aOaxaca y que permitió una cierta mo-dernización de la agricultura.

A finales del siglo XIX, en Oaxacase introdujeron nuevos cultivos en laszonas de producción agrícola, pues elporfiriato se planteó surtir al mercadointernacional con nuevos productostropicales. Para ello, su acción tomódos vías: a través de una incipientemodernización tecnológica y otra,más drástica pero eficiente en térmi-nos económicos, fue la sobreexplota-ción de la mano de obra.

Entre 1880 y 1912, las fincas y plan-taciones crecieron siete veces y media

en las regiones de mayor desarrollocapitalista como la Costa, Tuxtepec yel Istmo. Pronto el café se convirtió enun cultivo introducido a la fuerza enzonas donde nunca se había cultivadoy fungió como dinamizador de la eco-nomía. Los lugares donde se cultivabaregistraron importantes reacomodosde población, así como un incrementoen el comercio regional y junto con losotros productos de exportación, gene-ró un crecimiento económico que notuvo Oaxaca desde el esplendor de lagrana cochinilla. Sin embargo, des-pués de cierto auge, las fincas cafetale-ras vivieron periodos de inestabilidad,debido a las crisis agrícolas y a lasfluctuaciones del mercado internacio-nal, lo que provocó que muchas deellas se vendieran.

El tabaco fue otro producto co-mercial que activó la economía oaxa-queña durante el porfiriato. Como sis-tema de plantación, sólo en Tuxtepecy Valle Nacional se desarrolló, ya queahí el clima era ideal y la población es-casa. Además, también se producíaplátano, caucho y caña.

Grandes fortunas de familias por-firianas se amasaron con el cultivo deltabaco. Valle Nacional es un ejemploemblemático inmortalizado por el es-critor John Kenneth Turner en su libroMéxico bárbaro y en él se da cuenta dela forma en la que los trabajadoresde las plantaciones tabacaleras eran

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enganchados, endeudados y explota-dos a costa de su propia vida y la mi-seria de los trabajadores del campo, loque sirvió de contexto y nutrió a lasfuerzas que reactivadas alrededor deldiscurso liberal, sembraron lo queposteriormente al inicio del siglo si-guiente desencadenaría la Revoluciónde 1910.

Yanga Villagómez VelázquezEl Colegio de Michoacán

[email protected]

LAURENCE REES, AUSCHWITZ: A NEW HISTO-

RY, NUEVA YORK, PUBLIC AFFAIRS/ PERSEUS

BOOKS, 2005, 327 P.

Para quienes crecimos durante la Se-gunda Guerra Mundial, aunque muyjóvenes, Auschwitz tiene un significadomuy especial. Junto con Hiroshima,Auschwitz se convirtió en, y sigue sien-do, un símbolo de toda la maldad yperversidad de la que la humanidad escapaz. A pesar de esos sentimientosbien fundados, es importante recordarque el sistema nazi de exterminio hu-mano tenía su propia lógica, aunquebastante sombría, así como un periodorelativamente largo de incubación y dedesarrollo. Desde su concepción dis-persa y desorganizada hasta su sor-

prendentemente brutal conclusión, elsistema nazi de masacre reflejó, mejorque cualquier otro fenómeno social opolítico de la época, los valores y mane-ra de operar del Tercer Reich (véase1

Claudia Koonz, The Nazi Conscience,Harvard University Press, 2003). Enotras palabras, la exterminación masivade seres humanos en campos de muer-te industrializados, si ha de entenderseen absoluto, tiene que considerarse demanera holística: en el contexto de laorganización social, la estructura políti-ca y los valores culturales. Algo quesiempre asombra a los estudiantes (y alos sobrevivientes) de la historia de me-diados del siglo XX es lo rápido que elsistema nazi tomó el control, maduró ydesarrolló su curso sanguinario: doceaños (1933-1945) (véase Richard Evans,The Coming of the Third Reich, Londres,Penguin Books, 2003). Algo crítico paranuestro entendimiento del fenómenode los campos de la muerte es la guerraen el Este, en la que el concepto de estetipo de campo creció de manera expo-nencial. Esta guerra inició con la inva-sión de Polonia en 1939 –un esfuerzoconjunto de Alemania y de la Unión So-viética– y culminó en la despiadadaagresión y los asesinatos masivos en te-rritorio soviético.

1 N.B. Las fuentes bibliográficas pre-cedidas por la palabra “véase” se sugierencomo lectura adicional.

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Rees utiliza a Auschwitz como unprisma a través del cual uno puedever todo ese periodo; nos recuerda quelos inicios de la filosofía de los camposde muerte fueron muy tenues, con al-guna resistencia dentro de Alemania,especialmente de la Iglesia católica(véase James Donohoe, Hitler’s Conser-vative Opponents in Bavaria: 1930-1945,Leyden, E. J. Brill, 1961). También nosrecuerda el autor que el desarrollo deeste fenómeno fue como un talud res-baloso que se hizo cada vez más incli-nado. Esta analogía es extremada-mente importante de recordar el díade hoy, cuando hay lugares como AbuGhraib donde se sanciona oficialmentela tortura, así como transportacionesilegales o secuestros de sospechosospolíticos, campos de concentracióncomo Guantánamo, y la cancelación osuspensión de los derechos civilespara ciertos grupos, hasta en paísescon tradiciones republicanas como losEstados Unidos de América. Nueva-mente puede verse el umbral del taluddescendiente. A mediados del sigloXX, esto sucedió muy rápidamente enel corazón de la Europa civilizada.

Laurence Rees es un historiadorcon muchos años de experiencia en elestudio de la Alemania nazi. La mayorparte de sus investigaciones recientesse han desarrollado en asociación conla BBC, donde actualmente funge como“director creativo de programas de

historia”. Varios de sus proyectos parala BBC han resultado en la combinaciónde libros y documentales televisivosde excelente calidad. El primero de es-tos fue Nazis: A Warning from History,seguido de War of the Century, un exa-men de la guerra ruso-alemana en elcontexto de los dos principales anta-gonistas: Hitler y Stalin. El libro obje-to de esta reseña también se vio acom-pañado de un documental televisivo,intitulado Auschwitz: Inside the NaziState. Para la realización de todosestos proyectos Rees llevó a cabo cien-tos de entrevistas a soldados de la SSnazi y del Ejército Rojo, sobrevivientesy perpetradores de los campos demuerte, exmiembros del partido naziy otros ciudadanos alemanes. El autortambién hizo uso de los recientementedisponibles materiales de archivo deEuropa oriental, así como de fuentespublicadas tanto primarias como se-cundarias. Su estilo de escritura es cla-ro y va al grano, conciso y perspicaz,sin intentar esconderse detrás ya seadel relativismo o de la protesta indife-rente. Se trata de una presentacióndocta, extremadamente bien docu-mentada. El juego entre las entrevistasy el análisis histórico es fascinante ygenerador de ideas. Aunque se mues-tra consternado por los campos demuerte, su presentación logra tenerun balance de opiniones conflictivas:tanto los exnazis y los guardianes de

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los campos como los sobrevivientesnarran su historia. Algunas razonespresentadas por los primeros pareceninquietantemente similares a las cosasque se están discutiendo actualmenteen los Estados Unidos. Rees presentalo que sucedió en los campos de exter-minio en términos visuales bastantecrudos. En general, es un relato pode-roso sobre uno de los episodios mástristes y repugnantes de la historia.

La historia sería bastante cruda sise enfocara exclusivamente en Ausch-witz, el más horrible campo de exter-minio creado por los nazis, o de hechoen toda la experiencia humana. ConAuschwitz como punto de atención,que nunca está lejos de la narrativa, laprincipal preocupación de Rees es suevolución y papel dentro del sistemanazi. Hay que hacer una importantedistinción entre los campos de concen-tración y los de muerte, que a menudose pierde en las discusiones emotivasde ambos. Los primeros, que fueron (ysiguen siendo) terribles, no fueron in-ventados por los nazis. De hecho, loscampos de concentración cuentan conorígenes antiguos y variados geográfi-camente; como ejemplo de ello tene-mos en los Estados Unidos a los indiosnavajo en Bosque Redondo, NuevoMéxico (véase Sallie Brewer, “The‘Long Walk’ to Bosque Redondo...”,Museum Notes 9(11), pp. 55-62, Mu-seum of Northern Arizona, 1937; y Ed-

ward Spicer, Cycles of Conquest, Tuc-son, University of Arizona Press,1962) y en la actualidad al campo deGuantánamo para sospechosos de te-rrorismo. Otro ejemplo son los cam-pos de los británicos para los boers deSudáfrica (véase Denis Judd y KeithSurridge, The Boer War, Nueva York,Palgrave/Macmillan, 2003) y los re-beldes de Kenya (véase CarolinaElkins, Imperial Reckoning: The UntoldStory of Britain’s Gulag in Kenya, NuevaYork, Henry Holt and Company,2005), así como los campos de deten-ción que los españoles establecieronpara los civiles cubanos durante suguerra de independencia (véase AdaFerrer, Insurgent Cuba: Race, Nation,and Revolution, University of CarolinaPress, 1999). También hay que mencio-nar los gulags soviéticos (véase AnnaApplebaum, Gulag: A History, NuevaYork, Doubleday, 2003); mientras queen México el ejército federal mantuvocautivos a civiles en ciertos asenta-mientos de los Altos de Jalisco duran-te la Cristiada (véase Jean Meyer, LaCristiada. Siglo XXI editores, México,1994) y los indios yaqui en San Mar-cos, Jalisco (notas de campo); etcétera.

Con todo lo terrible e ignominiosoque fueron estos campos, y lo siguensiendo, los campos de muerte estáncompletamente en otra categoría. Loscampos de exterminio nazis estabandedicados a grupos específicos: pri-

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mero fueron los comunistas, los inte-lectuales, los prisioneros de guerrapolacos y soviéticos, y los “inadapta-dos” sociales, como homosexuales, losretrasados y los enfermos mentales.Posteriormente estuvieron grupos ét-nicos y religiosos específicos: los ju-díos, los sinti y los roma (véase Chris-topher Browning, The Origins of theFinal Solution: The Evolution of the NaziJewish Policy, September 1939-March1942, University of Nebraska Press,2004; Henry Friedlander, The Originsof the Nazi Genocide: From Euthanasia tothe Final Solution, Chapel Hill, Univer-sity of North Carolina Press, 1995).Más que la sola existencia de los cam-pos de muerte, fue la escala del asesi-nato sistemático y la crueldad del pro-ceso, lo que distinguió a los nazis deotros actos similares, así como el gra-do y la aplicación de tecnología indus-trial a niveles nunca antes concebibles.

Como señala Rees (p. 37), fue laguerra contra la Unión Soviética la quedesencadenó “las más radicales ideasimaginables en las mentes de los prin-cipales nazis” (véase Albert Seaton,The Russo-German War: 1941-45, Presi-dio Press, 1971; Ben Shepherd, War inthe Wild East: The German Army and So-viet Partisans, Harvard UniversityPress, 2004). Los comunistas y los ju-díos, especialmente si eran de origeneslavo, se aglutinaron en un mismogrupo de subhumanos dignos de ser

reubicados, de morirse de hambre, yde ser víctimas del asesinato indis-criminado y promiscuo. Según Rees,“mientras todos los principales nazisenfocaban su atención hacia la guerracontra la Unión Soviética, la decisiónde matar a las mujeres y los niños enel Este fue vista como la manera prác-tica de solucionar un problema inme-diato y específico” (p. 40).

Los campos de muerte, incluyen-do Auschwitz, no evolucionaron apartir de una decisión específica to-mada por Hitler y sus más cercanoscolaboradores, a pesar de sus radica-les sentimientos antisemitas y antico-munistas, sino que existió una pro-gresión de medidas encaminadas aeliminar a los judíos y a otros “subhu-manos”, una serie de decisiones pe-queñas que en efecto significaron unapolítica conclusiva relativamente tem-prana en el desarrollo de los campos.Primero estuvieron los einsatzgruppen,o escuadrones para matar, que se com-ponían de soldados SS insensibles ycompletamente afectados por la pro-paganda. Ellos seguían al ejército a lolargo de las zonas recién conquistadasen el Este, disparándole a masas deprisioneros militares y civiles, en sumayoría judíos. El ejército con fre-cuencia colaboraba íntimamente conestos escuadrones de la muerte (véaseel espeluznante relato de Helmut Lan-genbein sobre estas actividades: Hi-

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tler’s Death Squads: The Logic of MassMurder, Texas A&M University Press,2004; también: Gerald Reitlinger, TheSS: Alibi of a Nation 1922-1945, The Vi-king Press, 1957; y Heinze Hohne, TheOrder of the Death’s Head: The Story ofHitler’s SS, Penguin Books, 2000). Sinembargo, los escuadrones de la muer-te simplemente no podían mantener elritmo del creciente número de cauti-vos destinados para la masacre even-tual o inmediata. No obstante, se hacalculado que estos fueron responsa-bles de 850 000 asesinatos, la mayorparte durante el periodo de expansiónde los nazis hacia el Este. Si bien, estosasesinos eran insensibles, muchos em-pezaron a experimentar problemaspsicológicos. Por eso se dio la segundaetapa: la búsqueda por parte deHimmler de nuevos y más eficientesmétodos de matar.

El Dr. Albert Widmann contribu-yó a la solución, pues había usado áci-do prúsico cristalizado (Zyklon-B, ori-ginalmente un insecticida) para matarpor asfixia a los enfermos mentales enAlemania. Después de experimentoscon monóxido de carbono, que resultóser lento y relativamente caro, se optópor utilizar el Zyklon-B (véase JohnCornwell, Hitler’s Scientists: Science,War, and the Devil’s Pack, The VikingPress, 2003). En casi todos los nivelesdentro de la jerarquía se dio bastanteexperimentación, innovación y com-

petencia. El Estado nazi, lejos de seruna estructura monolítica, estaba divi-dido por grupos e intereses en compe-tencia (véase Evans, op. cit., 2003); lacompetencia al interior fue promovi-da y utilizada por Hitler (véase Joa-chim Fest, Hitler, Penguin Books, 1982;también Ian Kershaw, Hitler 1889-1936:Hubris, y Hitler 1936-1945: Nemesis,Norton and Company, 1999 y 2000,respectivamente), así como por Himm-ler (véase Peter Padfield, Himmler,Nueva York, MJF Books, 1990), Goeb-bels, Goering (véase Richard Overy,Goering, Nueva York, Barnes and No-ble Books, 1984), y otros en la cima dela estructura de poder, con el finde centralizar la mayor parte posible dela toma de decisiones finales (véaseIan Kershaw, The Nazi Dictatorship:Problems and Perspectives of Interpreta-tion [tercera edición], Londres, ArnoldPublishing, 1993). Aún así, las solucio-nes e innovaciones que condujeron alos campos de muerte se volvieronparte de un movimiento, un deseo co-lectivo de muchos actores semi inde-pendientes.

Los prisioneros de guerra del ejér-cito soviético estuvieron entre los pri-meros en sentir todo el rigor de la fi-losofía de los campos de muerte,especialmente si se trataba de oficialespolíticos, a través del hambre, las en-fermedades, la deshidratación y elfranco asesinato: de un total de 5.7 mi-

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llones de prisioneros, 3.3 millones mu-rieron de esta manera. Posteriormentese decidió que los prisioneros del Ejér-cito Rojo podían aprovecharse mejorcomo esclavos (excepto, por supuesto,los oficiales políticos y los judíos), locual hizo descender ese terrible nivelde muerte inicial, aunque no lo elimi-nó de ninguna manera (véase RichardOvery, War and Economy in the ThirdReich, Oxford, Clarendon Press, 1994).

Las poblaciones de civiles judíosde Polonia, los Estados del Báltico y laUnión Soviética, acompañaron al Ejér-cito Rojo en la muerte durante esaprimera ronda de exterminio. Sin em-bargo, rápidamente los judíos se con-virtieron en el foco de la siguiente ron-da. En octubre de 1941, Hitler dijo:“está bien si nos precede el miedode que estamos exterminando a losjudíos” (véase Hugh Trevor-Roper,Hitler’s Table Talk 1941-1944, NuevaYork, Enigma Books, 2000), lo cual nofue meramente retórica. Si bien la con-ferencia de Wannsee (enero de 1942)fue otro paso, en realidad fue una reu-nión de implementación de segundonivel, pues el proceso de exterminio yaestaba en ejecución, y esas accionesya se habían decidido anteriormenteen otro lugar. De los 15 asistentes a laconferencia, ocho tenían doctoradosacadémicos. En el Este ya existíanpara otoño de 1941, Chelmo y Belzec,campos especializados de muerte. Si

bien se estaban asesinando los reclu-sos de Auschwitz en 1942, todavía nose llegaba a la capacidad posterior. Aprincipios de 1942, tres campos fueronabiertos o ampliados: Belzec, Sobibory Treblinka. No hay precedente paraellos en la historia de la humanidad,puesto que estaban completamentededicados al exterminio (véase Fried-lander, op. cit., 1995; también Brown-ing, op. cit., 2004). Al principio no todose estaba llevando de la mejor manera:“los nazis se lanzaron a la deportaciónde los judíos antes de que cualquierade los sistemas que habían diseñadopara su destrucción fueran probados oestuvieran apropiadamente activados.Fue a partir del desorden resultanteque construyeron su genocidio” (se re-fiere a 1942; p. 109). En estos pequeñoscampos (Belzec: 300 x 300 m; Sobibor:600 x 400 m) un total de 1.7 millonesjudíos fueron asesinados, la mayoríadurante 1942. Belzec solamente tenía20 guardias de la SS, aparte de 100ucranianos, y un número variable detrabajadores judíos, que realizaban lasactividades cotidianas del campo. Esteconjunto de campos de muerte se lle-nó por encima de su capacidad duran-te la operación Reinhard, nombradapor el brutal oficial de la SS, ReinhardHeydrich, que fue asesinado en Praga(véase Browning op. cit. 2004). Un totalde 1 274 166 personas fueron masacra-das tan sólo durante 1942. Las cifras se

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descomponen por localidad de la si-guiente manera:

Majdanek......................................24 733Sobibor........................................101 370Belzec ..........................................434 508Treblinka.....................................713 555

Durante 1942 en Auschwitz seperpetraron unos 200 000 asesinatos,mientras que en Treblinka 312 500personas fueron exterminadas en tansólo un mes (julio-agosto de 1942). Elcomandante, Dr. Irmfried Eberl, fuerelevado de su cargo por lo desorde-nado de esa orgía de asesinatos. Lascuadrillas de limpieza no pudieronmantener el ritmo de la matanza, porlo que había cuerpos putrefactos portodo el campo. Hasta el día de suabandono, en Treblinka se cometieronentre 800 000 y 900 000 asesinatos, ci-fra solamente superada por Ausch-witz (1.1 millones hasta 1945) (véaseJean-Francois Steiner, Treblinka, NuevaYork, MJF Books, 1967. Esta es una fas-cinante mezcla de historia y novela,escrita por un sobreviviente del cam-po). Para el verano de 1943, Ausch-witz finalmente ya había alcanzado sucapacidad total, con un promediodiario de 4 000 asesinatos, o sea unos120 000 al mes.

Auschwitz, sin embargo, fue másque un campo de muerte al estilo Tre-blinka. También sirvió como un con-

junto de 28 enormes campos de con-centración, donde los esclavos trabaja-ban en minas de carbón, en fábricas dearmamentos, en una planta de energíay en la infame fábrica Buna de I.G.Farben (donde trabajó Primo Levi;véase If This is a Man, Londres, TheFolio Society, 2000). En cualquier mo-mento había por lo menos 40 000 es-clavos, procedentes de toda Europa.Dado que fueron tratados de manerabrutal y mal alimentados, estaban des-tinados a ser exterminados una vezque no pudieran trabajar. Además, losnazis tuvieron una ganancia de másde 30 millones de marcos vendiendola mano de obra de esclavos a empre-sas privadas (véase Onwery, op. cit.,1994). En el caso de Auschwitz, sinembargo, toda la operación nazi detrabajo esclavista y la maquinaria ase-sina trabajaron con la ya famosa efi-ciencia, por lo que este campo se con-virtió en la joya de la corona de laindustria de exterminio.

La profesión médica estuvo com-pletamente inmersa en el proceso dela matanza. Con el lema de lebensun-wertes Leben (la vida que no merece lavida), los doctores se veían a sí mis-mos como que estaban haciendo con-tribuciones calmadas y consideradas ala salud del Estado. Para los doctores“Auschwitz no fue un lugar de matan-za indiscriminada” (p. 117; la analogíaera como quitar un apéndice con gan-

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grena de un cuerpo enfermo para sal-varlo). Los doctores supervisaroncada paso del proceso de exterminio,desde la selección inicial hasta la apli-cación del gas al final. La justificaciónpara los crueles e inimaginables expe-rimentos médicos, como los que reali-zó Josef Mengele, fue que esta genteen su muerte estaría sirviendo al Esta-do nazi al progresar en los conoci-mientos (véase Vivien Spitz, Doctorsfrom Hell: The Horrific Accounts of NaziExperiments on Humans, Boulder, Sen-tient Publications, 2005). Como áreaque no estaba limitada por la humani-dad o la compasión, Auschwitz fue unlaboratorio sin paralelo en la experi-encia de la humanidad.

La cúspide de las actividades deexterminio en Auschwitz se alcan-zó durante el frenético año de 1944:320 000 judíos húngaros muertos enun periodo de ocho semanas. Al avan-zar el ejército soviético, la SS vació lamayor parte del campo, obligando amuchos de los 80 000 prisioneros quequedaban a realizar una marcha de lamuerte, entre la nieve y el viento delinvierno, hacia el oeste. Los soldadossoviéticos ya habían visto años de des-trucción, saqueo, violación y asesina-tos (aproximadamente 20 millones demuertos civiles) en sus varios países,por lo que tomaron la liberación deAuschwitz con calma. Simplementefue otra terrible atrocidad nazi entre

las miles que ya habían presenciado.Los prisioneros que quedaban, sinembargo, tuvieron otra opinión, yaque una leve ola de celebración acom-pañó a la atención médica y alimentosque recibieron.

Las estadísticas y párrafos dentrode esta reseña no pueden comenzar acapturar la fuerza o importancia dela narrativa de Rees: dentro de toda laescalofriante información que este au-tor resume están las entrevistas, la“voz viva” de los exnazis, los sobrevi-vientes de los campos y otros testigosde la matanza masiva. Con los nuevosdatos resumidos a partir de estas en-trevistas y los archivos recién abiertos,Auschwitz (y sus hermanos) vuelve ala vida, aunque esa palabra no seaapropiada para tal lugar. Rees tieneéxito al contextualizar a los campos demuerte dentro de la imagen mayorde la organización sociopolítica de losnazis, y lo hace de una manera nove-dosa y completamente aterradora. Laprogresión de los campos de concen-tración como Dachau (véase variosnúmeros de la Dachau Review, ComitéInternational de Dachau, Bruselas), alos escuadrones de la muerte en elEste, y finalmente a los campos demuerte como Auschwitz y Treblinka,si bien fue desorganizada y a vecescaótica, fue un proceso lógico acom-pañado de valores culturales cam-biantes que lo apoyaron. La progre-

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sión siguió hacia abajo hasta un tipode infierno que hace que la versión deDante parezca en comparación uncampo de juego veraniego.

El lector se encuentra ante muchaspreguntas: ¿es la naturaleza humanarealmente tan frágil que tal brutalidade inhumanidad podrían estar dentrode todos nosotros, o dentro de nues-tros propios sistemas sociales? ¿puededetenerse una vez iniciado el descen-so hacia tal degradación (tanto paravíctimas como para perpetradores)?

Esta última pregunta parece ser muyrelevante hoy día, ante lugares comoGuantánamo y Abu Ghraib, Cambo-ya, Darfur, Rwanda y Bosnia en el pa-sado reciente, o bien las masacres decampesinos mayas ante nuestra puer-ta, en Guatemala y El Salvador.

Traducción de Eduardo Williams

Phil C. Weigand El Colegio de Michoacán

[email protected]

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