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Repensar la ciudad Notas sobre la cuestión social y los procesos de segregación urbana en la sociedad contemporánea 1 Manuel W. Mallardi No es lo mismo vivir cerca del asfalto que a cinco cuadras de él; no es lo mismo vivir en una cuadra iluminada y asfaltada que en una de tierra; no es lo mismo vivir cerca de un arroyo hacia el que corren las zanjas y en el que fluyen las aguas servidas de todo el barrio, que lejos de él, ni es lo mismo vivir cerca del tendido de cables de alta tensión o a cierta distancia de él. Daniela Soldano (2014). Introducción En nuestra vida cotidiana la ciudad aparece como algo dado, es decir como un conjunto de elementos materiales pre-existentes a nuestra acción y, por ende, de la acción de las personas. Se trata, en su inmediata apariencia, de una realidad cosificada, ajena a las relaciones sociales, que nos sobrepasa y nos atrapa en su tamaño y diversidad. Desentrañar la complejidad de la ciudad, procurando identificar las múltiples determinaciones que la han producido lleva, obligatoriamente, a recuperar los aspectos sociales e históricos que convergieron para su génesis y desarrollo. En cada uno de los elementos que componen la ciudad, hay decisiones políticas, económicas, ideológicas y culturales, como así también trabajo humano, socialmente necesario para su producción. 1 Material elaborado con fines pedagógicos para el desarrollo de contenidos en el espacio del Taller de Sistematización y Elaboración de Proyectos Sociales de la Licenciatura en Trabajo Social – FCH – UNCPBA.

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Repensar la ciudad

Notas sobre la cuestión social y los procesos de segregación

urbana en la sociedad contemporánea1

Manuel W. Mallardi

No es lo mismo vivir cerca del asfalto que a cinco cuadras de él; no es lo mismo vivir en una cuadra iluminada y asfaltada que en una de tierra;

no es lo mismo vivir cerca de un arroyo hacia el que corren las zanjas y en el que fluyen las aguas servidas de todo el barrio, que lejos de él,

ni es lo mismo vivir cerca del tendido de cables de alta tensión o a cierta distancia de él.

Daniela Soldano (2014).

Introducción

En nuestra vida cotidiana la ciudad aparece como algo dado, es decir como un

conjunto de elementos materiales pre-existentes a nuestra acción y, por ende, de la

acción de las personas. Se trata, en su inmediata apariencia, de una realidad cosificada,

ajena a las relaciones sociales, que nos sobrepasa y nos atrapa en su tamaño y diversidad.

Desentrañar la complejidad de la ciudad, procurando identificar las múltiples

determinaciones que la han producido lleva, obligatoriamente, a recuperar los aspectos

sociales e históricos que convergieron para su génesis y desarrollo. En cada uno de los

elementos que componen la ciudad, hay decisiones políticas, económicas, ideológicas y

culturales, como así también trabajo humano, socialmente necesario para su producción.

1 Material elaborado con fines pedagógicos para el desarrollo de contenidos en el espacio del Taller de Sistematización y Elaboración de Proyectos Sociales de la Licenciatura en Trabajo Social – FCH – UNCPBA.

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Por ende, la ciudad nada tiene de realidad cosificada, naturalmente dada y, en

consecuencia, inmutable.

En las sociedades capitalistas, aspectos como el acceso al espacio urbano para uso

residencial, la concentración de centros comerciales, la instalación de fábricas o parques

industriales, las posibilidades de traslado de un lugar a otro mediante el transporte

urbano, por ejemplo, responden a la presencia de políticas públicas y mecanismos del

mercado que condicionan las actividades de la vida cotidiana de las personas.

Teniendo en cuenta estos aspectos, inicialmente mencionados, el presente texto

pretende brindar elementos que permitan una aproximación a la configuración de la

ciudad como realidad socialmente producida, es decir, como un elemento más de la

reproducción social. Se trata de identificar y sintetizar las determinaciones y mediaciones

que vinculan las relaciones sociales capitalistas con la organización del espacio; y, en

consecuencia, la desigualdad social, producto de la contradicción capital-trabajo, con los

procesos de segregación urbana.

Avanzar en estas indagaciones se torna fundamental en las sociedades

contemporáneas, en tanto presenciamos una supuesta paradoja asociada al proceso

simultáneo de mundialización de la economía, donde se supone o pretende la

homogeneización, con sistemáticos procesos de diferenciación al interior de la ciudad,

donde se potencia la distinción y, por ende, la segregación del otro. La mercantilización de

la reproducción social ha llevado a la creciente incidencia de barrios cerrados, escuelas

privadas, centros comerciales exclusivos, en donde los sectores acomodados de la

sociedad parecen querer transcurrir su cotidiano de manera disociada con el resto de la

población.

Simultáneamente, amplios sectores de la población, muchas veces en zonas

aledañas a estos espacios, encuentran la reproducción de su vida cotidiana interpelada

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por la ausencia de servicios públicos básicos, como así también por la deficitaria presencia

de efectores de políticas públicas.

En este marco, entonces, sintetizar aquellas categorías que se consideran

fundamentales para aproximarnos a la ciudad recuperando su inherente contradicción se

torna necesario y oportuno. Además, cabe mencionar que la importancia de avanzar en la

identificación de las articulaciones entre la “cuestión social” y los procesos de segregación

urbana radica en la necesidad de problematizar tales categorías desde una perspectiva

analítica que supere la asociación entre “cuestión social”, exclusión social y segregación,

procesos que inexorablemente llevarían al aislamiento, la desafiliación y la anomía en los

sectores segregados.

Asimismo, la bibliografía especializada en la temática presenta el énfasis en dos

aspectos que suelen dificultar su aprehensión por lectores no expertos. En primer lugar, la

mayoría de los estudios realizados se vinculan a los procesos de segregación ocurridos en

grandes ciudades, sean de Estados Unidos, Europa o en América Latina, dificultando

identificar sus mediaciones con los procesos acaecidos en ciudades intermedias o

pequeñas. En segundo lugar, la preeminencia de aproximaciones con énfasis en la

medición de los procesos de segregación, con dimensiones, variables y formulas

específicas, además de dificultar su lectura, en ocasiones tiende a fragmentar los procesos

de segregación, otorgando especial atención a los estados de variables que implicarían

segregación sin recuperar la procesualidad que la explica social e históricamente.

La continuidad del trabajo se inicia con una síntesis de los elementos que

caracterizan a la “cuestión social” en las sociedades capitalistas, en tanto expresión de la

contradicción capital-trabajo, para avanzar en su vinculación con los procesos de

urbanización. Posteriormente, recuperando las implicancias de la desigualdad en las

sociedades contemporáneas, se centra la atención en las particularidades de los procesos

de segregación urbana. Culmina el texto con una síntesis que remarca los principales

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aspectos de pensar la segregación urbana desde el punto de vida de sus impactos en la

vida cotidiana de la población.

“Cuestión social” y urbanización: trazos introductorios

Inicialmente, para recuperar las determinaciones existentes entre la reproducción

social y la organización del espacio urbano en general, y entre la desigualdad propia del

modo de producción capitalista y la distribución desigual del espacio, en particular, se

torna necesario sintetizar las determinaciones generales de la sociabilidad capitalista,

donde, desde la perspectiva analítica adoptada, aprehender las particularidades de la

“cuestión social” se tornó un eje medular.

La categoría “cuestión social” presenta una importante tradición en el campo de

las ciencias sociales y en las implicancias de su significado existe un fuerte debate en torno

a los procesos sociales que pretende sintetizar. Producto de la relevancia e incidencia de

las obras de los pensadores franceses Castel (1997) y Rosanvallon (2004), la “cuestión

social”, en las sociedades contemporáneas, es vista predominantemente como la

consecuencia del quiebre de la sociedad salarial, donde sus impactos en las trayectorias

personales se vinculan a procesos de vulnerabilidad, desafiliación y/o exclusión social2.

Desde una perspectiva alternativa, heredera del pensamiento histórico-crítico de

base marxiana, la “cuestión social” es vinculada a la génesis de la sociedad capitalista, en

tanto conjunto de problemas económicos, sociales, políticos, culturales, e ideológicos que

surgen a partir del proceso de empobrecimiento de amplios sectores de la población en

articulación con el proceso de enriquecimiento de sectores capitalistas. Es decir, la

“cuestión social”, resultado de la contradicción capital-trabajo, representa la

pauperización de la clase trabajadora, donde la pobreza no está asociada a la escasez, sino

a las contradicciones y antagonismos que permiten desarrollar en un mismo proceso el

enriquecimiento de unos y el empobrecimiento de otros (Netto, 2002, 2003a, 2003b).

2 Para una aproximación crítica a estos planteos, ver Mallardi, 2013.

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El surgimiento de la “cuestión social” supone el proceso de escisión del trabajador

de los medios necesarios para realizar el proceso de trabajo, los cuales son acumulados

por los sectores capitalistas3, por lo cual, para garantizar su reproducción cotidiana

necesariamente debe aceptar la mercantilización de la fuerza de trabajo, en donde el

“trabajador libre” debe insertarse cotidianamente en el mercado de trabajo para obtener

el salario necesario para su reproducción.

En el marco de un complejo proceso, que excede al presente texto4, el desarrollo

capitalista se caracteriza por la alteración permanente de los mecanismos de

acumulación, donde, mediante el avance de los medios de producción, progresivamente

la presencia de trabajadores se torna menos necesaria. Así, la reducción del tiempo

socialmente necesario para la producción de mercancías promueve la tendencia a la

expulsión de trabajadores del proceso de producción.

La población excedente del proceso de trabajo pasa a constituir, siguiendo los

planteos marxianos, parte del ejercito industrial de reserva, que pasa a ser “el material

humano explotable y siempre disponible, independientemente de los límites del aumento

real experimentado por la población” (Marx, 2009). Lejos de estar excluida o desafiliada,

tal como sostienen los pensadores franceses, la producción de una población excedente

relativa es la base para la profundización de los procesos de extracción del trabajo

excedente, el disciplinamiento de los trabajadores ocupados y la implementación de

nuevas formas de trabajo que van en detrimento de conquistas y protecciones adquiridas.

Entonces, en la categoría “cuestión social” se sintetiza un complejo conjunto de

elementos que explican el significado social e histórico de la desigualdad en las sociedades

capitalistas, en tanto que, desde la génesis de este modo de producción la explotación, la

expropiación y la pobreza se desarrollan en el marco de los procesos de acumulación del

3 Sobre las particularidades que adquiere el proceso de acumulación capitalista ver Marx, 2009, Cap. XXII, Fedirici, 2015 y Ianni, 1972. 4 Al respecto, ver Mallardi, 2015.

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capital. Al respecto, analizando la génesis de la “cuestión social” en la sociedad burguesa,

Iamamoto afirma que la misma se encuentra en el

carácter colectivo de la producción en contraposición a la apropiación

privada de la propia actividad humana -el trabajo-, de las condiciones

necesarias a su realización, así como de sus frutos. Es inseparable de la

emergencia del ‘trabajador libre’ que depende de la venta de su fuerza de

trabajo como medio de satisfacción de sus necesidades vitales (Iamamoto,

2007: 156).

Sobre esta base, no es posible asociar la “cuestión social” a un momento particular

del desarrollo capitalista, tal como sostienen los pensadores franceses en torno al

surgimiento de una “nueva cuestión social” en las sociedades contemporáneas. Tal como

afirma Netto (2002), en la actualidad, la vieja causalidad sustentada en el antagonismo

entre capital-trabajo, encuentra nuevas expresiones a partir de la desestructuración del

mundo del trabajo, en tanto que diferentes fases capitalistas producen diferentes

manifestaciones de la “cuestión social” (Netto, 2003a).

Ahora bien, en términos históricos la “cuestión social” se expresa y materializa en

distintas formas y dimensiones, siendo de nuestro interés, en el presente texto,

mencionar cómo la misma se articula con el proceso de urbanización y la configuración de

las ciudades en las sociedades capitalistas.

Inicialmente, resulta necesario citar el clásico trabajo del Harvey donde, analizando

las relaciones entre el urbanismo y la desigualdad social, plantea una aproximación a la

ciudad en relación dialéctica con el modo de producción en el cual se inserta, en tanto que

En parte la ciudad es un depósito de capital fijo acumulado por una producción previa. Ha sido construida con una tecnología dada y edificada en el contexto de un modo de producción determinado (lo que no significa que todos los aspectos de la forma construida de una sociedad sean funcionales con respecto al modo de producción). El urbanismo es una forma social, un modo de vida basado, entre otras cosas, en una cierta división del trabajo y en una cierta ordenación jerárquica de las actividades

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coherente, en líneas generales, con el modo de producción dominante (Harvey, 1973: 213).

En la misma línea, en otro trabajo, afirma que el capital se esfuerza por producir un

paisaje geográfico favorable a su propia reproducción y subsiguiente evolución, por lo cual

las contradicciones entre capital y trabajo cobran forma material en la geografía (Harvey,

2014). Entonces, si nos aproximamos a la ciudad a partir de considerar la coexistencia de

clases sociales antagónicas y la lucha que se libra entre éstas, es posible afirmar que el

dominio del espacio refleja la forma en que las clases dominantes desarrollan prácticas y

acciones para dominar la organización y producción del espacio, sea por medios legales o

extra-legales. De esta manera, según el autor, es posible ejercer un mayor grado de

control sobre la manera en que el espacio es apropiado por ellos o por otros (Harvey,

2008)5. Lejos de ser una coexistencia armoniosa y pacífica, la historia ha demostrado el

carácter contradictorio y conflictivo de los procesos de producción y reproducción social

en las ciudades. En este sentido, Topalov, problematizando las características que

adquiere la ciudad en la sociedad capitalista plantea que ésta

constituye una forma de la socialización capitalista de las fuerzas

productivas. Ella misma es el resultado de la división social del trabajo y es

una forma desarrollada de la cooperación entre unidades de producción

(Topalov, 1979: 20).

La ciudad, continúa el autor, es una de las condiciones generales para el desarrollo

de la economía capitalista, incluyendo las condiciones generales de la producción y

circulación de mercaderías, y las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo. Por

lo tanto, la ciudad se constituye en un espacio que articula y garantiza la coexistencia de

tres condiciones: a) infraestructura física necesaria a la producción y al transporte; b)

mano de obra; y c) empresas capitalistas privadas. 5 Vanderli afirma que “A urbanização é um processo social complexo e contraditório caracterizado pela intensificação das relações sociais, econômicas e políticas e pela necessidade de infra-estruturas física e social para garantir a produção, a circulação, o controle e decisão e o consumo da vida urbana. Essas atividades projetadas cristalizam-se como linhas, pontos e áreas no meio físico-natural que é assim transformado por elas e para elas de modo tão intenso quanto mais intenso for o processo de urbanização” (2005: 3918).

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En igual línea, para Lojkine (1986), la característica de la ciudad capitalista, no está

dada por la aglomeración de los medios de producción y de intercambio, sino por un

proceso conjunto dado por la creciente concentración de los “medios de consumos

colectivos” y por un modo particular de aglomeración del conjunto de los medios de

reproducción, sean del capital o de la fuerza de trabajo.

Considerar las condiciones generales de la producción permite comprender a la

ciudad y sus distintos espacios desde una óptica que recupera su historicidad y

funcionalidad en el proceso de producción y reproducción del capital. Implica considerar

la importancia de los medios de consumo colectivos, los medios de circulación material,

como los medios de comunicación y transporte, y los medios de producción y de

reproducción que dan cuenta de las necesidades de consumo individual y colectivo

(Lojkine, 1986).

Analizando las infraestructuras sociales que dan apoyo a la vida y al trabajo dentro

del modo de producción capitalista, Harvey (1990) afirma que por su diversidad cumplen

distintas funciones necesarias para la producción y reproducción de la relación capital y

trabajo, entre las que se destacan la regulación de los contratos, el intercambio, el dinero,

la competencia, la concentración de capitales, y de las condiciones de trabajo y formas de

reproducción de la fuerza de trabajo.

La organización de las infraestructuras sociales de cada ciudad es el resultado

histórico de las necesidades de circulación del capital, en tanto éste produce y reproduce,

a través de distintas mediaciones y transformaciones sutiles, el ambiente social y físico

necesario para su reproducción ampliada.

Sobre esta base, es necesario pensar que la aglomeración de la población, de los

instrumentos de producción, del capital, de las formas y posibilidades de satisfacer las

necesidades es un proceso vinculado a las leyes de acumulación capitalista,

principalmente a la necesidad del capital de aumentar su productividad mediante la

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socialización de las condiciones generales de producción. En consecuencia, nos podemos

interrogar sobre: ¿cuáles son las características que adquieren las ciudades

contemporáneas en relación a las necesidades del capital? ¿Qué procesos sociales

vinculan la configuración urbana con la apropiación desigual del espacio? ¿Cuáles son las

condiciones materiales de existencia de las personas que forman parte del conjunto de la

población excedente? ¿Cuáles son las relaciones sociales que caracterizan a determinadas

zonas de la ciudad, sea entre los pobladores de dicho espacio geográfico entre sí y entre

estos y los pobladores de otras zonas de las ciudad? ¿Qué incidencia tiene para la

reproducción cotidiana de las personas residir en un barrio determinado?

Desigualdad y segregación urbana: aproximaciones introductorias

Al interior de las ciudades se emplazan sectores, asentamientos o barrios que

marcan un acceso diferencial para las fracciones trabajadoras, constituyendo un amplio

abanico que incluye, por ejemplo, barrios obreros, villas de emergencia, zonas

residenciales, entre otros. El célebre trabajo de Engels (1965) sobre la situación de la clase

obrera en Inglaterra da cuenta de estos “barrios feos” y sus particularidades al interior de

las grandes ciudades. A partir de la existencia de estos barrios y su relativa ubicación con

las zonas comerciales y zonas o barrios de sectores acomodados, se establece una serie de

mecanismos que dan cuenta de las necesidades del capital de transportar la fuerza de

trabajo de un lugar a otro, establecer diferenciaciones en los espacios de ocio y

esparcimiento, entre otros aspectos.

Analizando los procesos de desigualdad en la apropiación del espacio urbano,

Harvey afirma que “dado que el mercado autorregulador lleva a los distintos grupos de

ingreso a ocupar diferentes localizaciones, podemos considerar los modelos geográficos

de la estructura residencial urbana como expresión geográfica tangible de una condición

estructural de la economía capitalista” (1973: 285) En consecuencia, la distribución del

ingreso desigual tiene su correlato en las apariencias urbanas contemporáneas,

conllevando a un dualismo urbano: tanto las viviendas como los servicios necesarios para

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la reproducción cotidiana tienen un carácter diferencial relacionado con la clase social de

la población. Afirma el autor que las viviendas construidas por los organismos públicos se

distinguen muy claramente de las construidas por iniciativa privada, como así también los

bienes y servicios provenientes del sector público, como aquellos vinculados a la salud y a

la educación, son muy diferentes de los proporcionados por la órbita privada.

En consecuencia, la ciudad, entendida como producto social, se manifiesta a través

de diversas materialidades que dan cuenta de un espacio fragmentado, diversificado y

segregador que expresa las diferencias y distancias sociales entre sus habitantes (Garriz y

Formiga, 2010).

En síntesis, la mercantilización del espacio urbano hace que su acceso y disfrute se

vincule a la inserción de los sujetos en la estructura social. Las características generales de

los barrios vinculados a los sectores trabajadores dan cuenta de esta relación esencial con

la llamada “cuestión social”. Ejemplo de ello son, por un lado, las condiciones de las calles

y el acceso a servicios básicos y, por el otro, la presencia de las distintas instituciones

orientadas a garantizar la reproducción de la clase trabajadora, como lo son, por ejemplo,

escuelas, centros de salud, espacios recreativos, entre otros.

En el marco de las Ciencias Sociales, estos procesos sociales que se constituyen en

factores fundamentales para la apropiación desigual del espacio urbano han sido

denominados como segregación urbana, residencial o espacial. Como otras categorías, no

existen consensos sobre sus implicancias, pudiéndose identificar distintas aproximaciones

de acuerdo a la perspectiva analítica sustentada por el/la autor/a. Al respecto, se

identifica que la producción vinculada a la relación entre “cuestión social” y procesos de

segregación urbana presenta una preeminencia de la perspectiva analítica iniciada por la

obra de Castel (1997) anteriormente mencionada. Tal perspectiva, asocia la segregación

urbana con la exclusión y la desintegración social, donde la pobreza aparece asociada a

malos hábitos y la presencia de patologías sociales (Ziccardi, 2001; Katzman, 2001).

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En contrapartida, la intención de este texto se orienta a explicar las condiciones

materiales de existencia de la clase trabajadora y su vinculación con la vida cotidiana de la

población, como así también dar cuenta de los procesos sociales e históricos que

promueven la dualización de la ciudad, no para pensar la presencia de dicotomías aisladas,

desvinculadas una de otra, sino para comprender la funcionalidad que adquiere la

ubicación espacial de los sectores trabajadores en las ciudades contemporáneas.

Teniendo en cuenta este horizonte, se torna necesario en primer lugar sintetizar

una definición de segregación urbana. Al respecto, inicialmente podemos definir, en

términos generales, a la segregación urbana como el conjunto de procesos objetivos y

subjetivos, vinculados a la génesis y desarrollo de la “cuestión social” en las sociedades

capitalistas, que se constituyen en el fundamento de la apropiación desigual del espacio

urbano.

Tal definición general surge de constatar que en las sociedades capitalistas,

marcadas por fuertes desigualdades sociales, económicas, políticas y culturales, la

apropiación desigual del espacio urbano se vincula a la presencia de clases sociales

antagónicas. Al respecto, los procesos de segregación urbana o residencial de clases

sociales divide, cada vez más, espacios y personas, riqueza y pobreza (Bezerra y Queiroz

de Lima, 2011). En esta línea se coincide con Rodríguez y Arriagada cuando afirman que “a

grandes rasgos, la Segregación Residencial Socioeconómica actúa como mecanismo de

reproducción de las desigualdades socioeconómicas, de las cuales ella misma es una

manifestación” (2004: 6).

En consecuencia, el concepto de segregación tiene utilidad para comprender las

relaciones socio-espaciales en el espacio urbano, en el cual progresivamente aumenta el

número de personas impedidas socialmente de participar de los recursos y derechos

socialmente producidos. En consecuencia, la segregación consiste en una tendencia de la

formación socio-espacial intra-urbana resultante del conflicto por la apropiación del

espacio y de los recursos socialmente producidos (Godoy y Rodrigues Soares, 2011).

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Profundizando esta definición inicial a la luz del dialogo con la bibliografía

especializada, se torna necesario recuperar la presencia de dos tipos de aproximaciones o

dimensiones del fenómeno de la segregación. Rodríguez Vignoli (2001) menciona que, en

primer lugar, en términos sociológicos segregación significa la ausencia de interacción

entre grupos sociales, mientras que, en segundo lugar, en sentido geográfico, significa

desigualdad en la distribución de los grupos sociales en el espacio físico. De acuerdo a las

condiciones históricas, ambos tipos de segregación pueden reforzarse o no.

Por su parte, Sabatini y Sierralta desarrollan una síntesis que engloba la definición

inicial aquí desarrollada en el marco de procesos de segregación residencial que incluyen

otros aspectos. Sostienen los autores que

La segregación residencial consiste, a nuestro entender, en una relación espacial: la de separación o proximidad territorial entre personas o familias pertenecientes a un mismo grupo social, como sea que éste se defina. De esta forma, el concepto de segregación residencial apunta a un fenómeno espacial que es independiente de la distribución del ingreso y de las diferencias sociales, por mucho que la segregación residencial esté relacionada con una y otras o que pueda incidir en ellas, por ejemplo contribuyendo a aumentar las desigualdades (Sabatini y Sierralta, 2006: 4)

Posteriormente agregan que dicha segregación presenta tres dimensiones

principales: a) La tendencia de ciertos grupos sociales a concentrarse en algunas áreas de

la ciudad; b) La conformación de áreas con un alto grado de homogeneidad social; y c) La

percepción subjetiva que se forman sobre la segregación "objetiva" tanto quienes

pertenecen a barrios o grupos segregados como quienes son externos a ellos. La

consideración de estos elementos permite aproximarnos a los grados de concentración o

dispersión de cada grupo en la ciudad, como así también, al interior de cada grupo, los

grados de homogeneidad o heterogeneidad social que la caracteriza.

Esta definición, como se mencionó previamente, incluye factores que no tienen

una relación directa con los procesos sociales propios de la “cuestión social”, en tanto

permite aproximaciones a procesos de segregación de grupos sociales a partir de aspectos

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étnicos, religiosos, culturales, migratorios, entre otros. Sin embargo, la bibliografía

muestra como distintos mecanismos de explotación y opresión se vinculan para reforzar

estos elementos con la segregación urbana de raíz socio-económica (Sabatini, Cáceres y

Cerda, 2001).

Por su parte, en términos históricos, Sabatini (2003) afirma que el patrón

tradicional de segregación en América Latina se caracteriza por la marcada concentración

de los grupos altos y medios ascendentes, principalmente en el centro de la ciudad y una

dirección de crecimiento definida hacia la periferia; la conformación de amplias áreas de

residencia de los grupos pobres, mayoritariamente en la periferia lejana, pero también en

sectores deteriorados cercanos al centro; y, finalmente, la significativa diversidad social de

los “barrios de alta renta”, en los que viven, además de la virtual totalidad de las elites,

grupos medios e incluso bajos.

A partir de las transformaciones ocurridas en América Latina en los últimos años

las problemáticas ligadas a la vivienda, a la producción del suelo y a las condiciones de

habitabilidad de distintos sectores deben abordarse considerando los procesos de

estructuración social (Cervio, 2015). En consecuencia, en la actualidad este patrón

tradicional se ha visto interpelado, principalmente en las grandes ciudades, con el

surgimiento de cambios como: a) surgimiento de alternativas de desarrollo residencial

para las elites o grupos medios altos fuera de los “barrios de alta renta”, muchas veces en

medio de asentamientos de bajos ingresos; b) emergencia de subcentros comerciales, de

oficinas y servicios fuera del centro y de los “barrios de alta renta”; c) generalización de

tendencias alcistas de los precios del suelo al conjunto del espacio urbano, promoviendo

la localización de nuevas viviendas para grupos de ingresos bajos fuera de la ciudad; d)

nuevas formas de crecimiento residencial, tales como centros urbanos menores o la

ocupación rural con viviendas campestres, utilizadas tanto para el descanso o la residencia

permanente; y e) la renovación urbana de áreas centrales deterioradas con base,

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principalmente mediante la recuperación de casas antiguas para usos residenciales

(Sabatini, 2003)6.

Estos procesos se dan, además, en un marco de transformaciones urbanas donde

el crecimiento se produce por expansión, donde la ampliación del perímetro de la ciudad

modifica desde los valores del suelo y la vivienda, hasta el acceso al transporte urbano, el

acceso a servicios públicos y produce el deterioro del medio ambiente. Igualmente, el

crecimiento por expansión intensifica los procesos de segregación, donde coexisten, en

una tensionada relación de proximidad física pero de distancia social, desarrollos

habitacionales privados, muchos de ellos barrios privados que surgen con una retorica

asociada a la inseguridad y la violencia, con enclaves urbanos empobrecidos, los cuales

pueden ser resultado de planes de vivienda estatales o de expulsiones indirectas de la

población de las áreas revalorizadas (Cervio, 2015)7.

Garín Contreras, et. al. (2009), recuperan el aporte de distintos autores para poner

en evidencia que una de las particularidades centrales de la segregación espacial en los

últimos tiempos lo constituye la separación espacial entre las áreas residenciales de la

población de altos ingresos y las áreas residenciales de población pobre.

En este punto, en tanto se concibe a la segregación urbana como una expresión de

la “cuestión social”, se coincide con Álvarez cuando plantea que, frente a posiciones que

ubican en el universo de los segregados tanto a los ricos como a los pobres, el uso de la

6 Como consecuencia de estos procesos de cambio, afirman Aguilar y Mateos “los lugares de residencia, trabajo y servicios para los grupos de elite han mostrado una dispersión en el espacio de la ciudad. Los barrios cerrados y los nuevos desarrollos residenciales para clases acomodadas se han localizado incluso dentro del perímetro de los barrios pobres en las zonas más periféricas. Asimismo, los nuevos centros comerciales, y los desarrollos corporativos que representan nuevos subcentros de servicios, han actuado como nuevas "islas de modernidad" estimulando una aparente mayor diversidad social en diferentes áreas de la ciudad” (2011: 10). 7 Sobre los barrios cerrados existe una vasta producción en Argentina. Al respecto, interesa sintetizar que estos barrios “crean espacios en los que aun estando los grupos sociales más cercanos entre sí, se encuentran separados por paredes, vallas perimetrales, y por tecnologías de seguridad. Sus habitantes tienden a no circular a pie o interactuar en áreas comunes; estos nuevos espacios de la segregación espacial pueden ser considerados como "enclaves fortificados", porque son espacios que se privatizan, se encierran y se monitorean, para el consumo, ocio y trabajo (Caldeira, 2000:213)”. (Aguilar y Mateos, 2011: 12) Ver también Roitman, 2003.

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categoría segregación urbana “debería restringirse al proceso y estado de situación por los

cuales son estrictamente los pobres urbanos, en el campo de los dominados, los que

involuntariamente y por desigualdad social se aglomeran en un área espacial definida”

(2011: 53).

En consecuencia, la ciudad contemporánea se caracteriza por la conjunción de

complejos procesos donde se torna necesario distinguir entre aquellos vinculados a la

diferenciación, producto de decisiones individuales o colectivas de residir de manera

diferencial con el resto de la población, sea por causas económicas, religiosas, culturales,

étnicas, de los procesos de segregación residencial, producto de factores económicos,

políticos y sociales que determinan la apropiación desigual del espacio. Esto no significa

una aproximación estructuralista al tema que niega las decisiones y posiciones de los

sujetos de la clase trabajadora, sino que ubica tales trayectorias en el marco de procesos

históricos que los determinan y/o condicionan.

Ahora bien, más allá de estas definiciones e implicancias generales de los procesos

de segregación urbana se torna necesario identificar su impacto en la vida cotidiana de los

sujetos segregados. En términos generales, segregación urbana implica, al decir de Cervio

(2015) desencuentro entre clases, cancelación de sociabilidades entre sujetos que pasan a

constituirse como extraños. La desigualdad implica, además de la apropiación desigual del

espacio, la posibilidad diferencial que tienen los sujetos de moverse por la ciudad. Di

Virgilio y Perelman (2014) plantean que en la consideración de las desigualdades y su

materialización en el espacio urbano adquieren central relevancia las fronteras, tanto

materiales como simbólicas, que controlan, restringen o prohíben los flujos de personas

entre distintos espacios.

En consecuencia, para los habitantes de las zonas segregadas, el mundo cotidiano

tiende a reducirse a “su lugar de residencia que en general coincide con su lugar de

empleo, de formación de los hijos, de relación e intercambio social cotidiano, y en general

de prácticas o estrategias familiares para la subsistencia” (Dalla Torre y Ghilardi, 2012: 9).

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En términos más particulares, podemos pensar el impacto de la segregación

urbana en la vida cotidiana de la población segregada, a partir de las implicaciones de la

expulsión de determinados sectores de la población de espacios específicos de la ciudad.

Dicha expulsión generalmente implica mayores exigencias para la movilidad diaria,

principalmente en lo que respecta el traslado del lugar de residencia al lugar de trabajo.

Por otro lado, en cuanto al lugar de residencia, la segregación implica el acceso

diferencial a determinados servicios públicos y a equipamientos colectivos. La coexistencia

de viviendas precarias, la insuficiencia en el transporte urbano, como la falta de servicios

urbanos, como agua, luz, gas, asfalto, iluminación, etc., se refuerzan con la presencia

deficitaria de instituciones públicas, sean centros de atención de la salud, centros

educativos u otros espacios de atención a las distintas expresiones de la “cuestión social”.

Además, esta expulsión y segregación de la población implica muchas veces su

concentración en espacios urbanos con condiciones ambientales que refuerzan las

precarias condiciones de vida: tierras inundables, con distintas formas de contaminación,

presencia de basurales clandestinos, estructuras edilicias deterioradas, entre otros

aspectos.

Impactos de la segregación urbana: posibles miradas desde la vida cotidiana

Los procesos de segregación urbana impactan de manera particular en la vida

cotidiana de las personas. Sin lugar a dudas, la apropiación desigual del espacio repercute

en las posibilidades de acceso a los bienes y servicios socialmente producidos. Vivir en una

u otra zona de la ciudad impacta, entonces, en el horizonte en el cual se desarrolla el

cotidiano de las personas.

Además de la vivienda, los aportes hasta aquí sintetizados permiten apreciar la

relevancia que adquiere en el cotidiano de las personas la zona o barrio en donde se

reside. Este espacio constituye el terreno donde se llevan a cabo las relaciones vecinales y

se convive con ‘otros’ (Girola, 2013), sujetos particulares que pueden estar atravesando

situaciones similares a las propias.

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El barrio es, entonces, el espacio donde la vida cotidiana se torna colectiva y

sobrepasa las paredes de la unidad familiar y es, por lo tanto, espacio donde se

materializan relaciones de poder, de amistad, de confianza, de solidaridad y también de

conflictos. Para el caso particular de los barrios ubicados en zonas desfavorecidas y

resultado de procesos históricos de segregación urbana, este espacio también constituye

la conjunción de problemáticas sociales que refuerzan y se refuerzan con la mencionada

segregación.

Recuperar el espacio barrial dentro de procesos de segregación urbana, no debe

llevarnos a negar las particularidades del espacio, con sus límites, prácticas y relaciones

sociales. En este sentido, se torna necesario, siguiendo a Segura “caracterizar los modos

de simbolizar el espacio barrial, sus límites y su entorno, por parte de sus habitantes” y

“analizar las interacciones, reconstruir las redes de relaciones en las que los habitantes de

la unidad territorial se encuentran insertos”, en tanto que a partir de su reconstrucción y

análisis es posible identificar si éstas se limitan al espacio barrial o no (2009: 45).

El barrio o lo barrial es entonces síntesis de determinaciones objetivas, como así

también de prácticas, visiones y acciones que desarrollan quienes lo habitan, tanto en su

interior como en las relaciones que se establecen con el resto de la ciudad8.

Ahora bien, teniendo en cuenta las posiciones predominantes en torno a los

procesos de segregación urbana, nos podríamos preguntar si es posible pensar

linealmente su impacto en la vida cotidiana en términos de aislamiento, anomía y

patologías sociales? La mejor respuesta se encuentra en la realidad.

Frente al impacto que tuvo la obra de Castel en torno al análisis de la exclusión y la

desafiliación social, Abal Medina y Cross (2003) plantean la necesidad de repensar dichas

categorías a partir de la realidad argentina, principalmente en el marco de la organización

social producto de la crisis del año 2001. Principalmente, las autoras muestran como en

8 Para ampliar en torno a las implicancias del ámbito barrial, ver Gravano, 2003.

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nuestro país las transformaciones económicas, sociales y políticas resultantes del

neoliberalismo no tuvieron como consecuencia directa la desafiliación, cuyas

particularidades están, según el autor francés, en la extensión de la anomia, el

individualismo negativo y la inutilidad social de las personas. En contrapartida, identifican

el papel que han desarrollado las distintas organizaciones de desocupados como foco de

resistencia organizada, generando mecanismos colectivos para afrontar las consecuencias

de la crisis social.

Estos aportes, aquí brevemente reseñados, son útiles para evitar aproximaciones a

las consecuencias de la segregación urbana de una manera apriorística y lineal,

recuperando las múltiples expresiones que se presentan en la realidad. Así como Heller

(1977) plantea que la vida cotidiana es el espacio propicio para la reproducción de la

alienación, como así también para el germen de la transformación de la realidad, el

espacio barrial debe ser considerado como escenario propicio para esta tensión. Será a

partir de las determinaciones sociales e históricas y del papel de los actores

fundamentales que una u otra tendencia será reforzada.

La recuperación de la tensión entre las tendencias alienantes y transformadoras no

debe llevar a aproximaciones fenoménicas e ingenuas sobre la realidad. El espacio barrial

puede constituirse, tal como el resto de la sociedad, en escenario del conflicto y de la

violencia; aspectos que también demarcan un horizonte particular de la vida cotidiana de

los sujetos que allí habitan.

Saraví (2004) plantea, al respecto, que en ciertos contextos el espacio público

puede representar el riesgo de ser sujeto de violencia o crimen, lo cual impacta en las

prácticas cotidianas de las personas: pueden retirarse de la esfera pública hacia el ámbito

privado, imposibilitando generar estrategias colectivas para afrontar las distintas

problemáticas sociales.

La segregación urbana también es reforzada por prácticas políticas que tienden a

crear la imagen de territorios abandonados, donde el Estado por omisión de sus

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responsabilidades profundiza los impactos de tales procesos en una comunidad particular.

Además, complicidades políticas y policiales muchas veces son los elementos centrales

para comprender la génesis de tales situaciones en determinadas zonas de la ciudad.

Ahora bien, continuando en la identificación de los principales impactos de la

segregación urbana en la población, se torna necesario comprender las particularidades

que adquieren las prácticas cotidianas de las personas. En esta línea, Jirón (2010) propone

ampliar los estudios sobre la segregación urbana a partir del análisis sobre la movilidad en

la organización de la vida cotidiana. Analizar la movilidad urbana diaria implica considerar

las distintas maneras en que las personas se relacionan para ir de un lugar a otro; supone

considerar los viajes y los tiempos, como así también las expectativas, experiencias y el

impacto que dicha movilidad tiene en la vida cotidiana de las personas involucradas. Dice

la autora que

las prácticas de movilidad son híbridas, es decir, implican múltiples objetos, formas, destinos, tiempos y, en consecuencia, distintas experiencias. Estas experiencias diferenciadas suelen basarse en un acceso desigual a la ciudad y suelen generar nuevas formas de desigualdad urbana (Jirón, 2010: 108).

Analizando la movilidad entre distintos espacios urbanos de la ciudad de Buenos

Aires, Grimson (2009) plantea que la mayor parte de los habitantes que salen de su barrio

y cruzan fronteras espaciales y sociales, lo hacen de manera instrumental: cruzan para

algo, por alguna razón precisa, con un fin específico.

Salir del territorio propio, afirma el autor, implica convertirse de nativo en

extranjero, cuando los pobres cruzan una frontera lo hacen como trabajadores, no como

vecinos: cuando el pobre entra a una zona de clase media alta, lo hace como empleada

doméstica, obreros de la construcción, u otros oficios específicos (Grimson, 2009).

En el análisis de la movilidad diaria, además de las determinaciones económicas,

entran en juego otras variables que refuerzan los procesos de segregación urbana. Al

respecto, relacionado con la distinción entre espacio público y espacio privado, donde en

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el primero está legitimado a participar el hombre y en el segundo la mujer, la variable de

género refuerza la segregación originada por la apropiación desigual del espacio.

El trabajo de Jirón (2010) muestra las implicancias o exigencias cotidianas que

deben desarrollar las mujeres para garantizar la reproducción cotidiana de los miembros

de la unidad familiar, principalmente cuando además se encuentran insertas en el

mercado de trabajo. Asimismo, en una aproximación a la vida cotidiana en los sectores

populares en un barrio de la ciudad de Tandil, Álvarez (2015) identificó que las mujeres

centran predominantemente sus actividades cotidianas en el espacio barrial, quedando la

responsabilidad de contacto con el resto de la ciudad en los hombres, y, en el caso de

cruzar ellas dichas fronteras, lo hacen mayoritariamente acompañadas por éstos.

Finalmente, cabe mencionar que pensar la segregación urbana en relación con la

movilidad diaria implica recuperar las experiencias cotidianas vinculadas a trasladarse

grandes distancias, generalmente mediante el uso del transporte urbano, caminando o en

bicicleta. Como afirma Segura el “barrio no es un ámbito autónomo ni autosuficiente, por

lo que sus residentes deben salir para obtener un conjunto de bienes y servicios

fundamentales para la reproducción de la vida” (2012: 117).

Trasladar a los/as hijos/as a la escuela, a los centros de atención de la salud,

trasladarse cotidianamente al trabajo, realizar las compras de determinados bienes o

acceder a recursos por vía no mercantilizada pueden tornarse experiencias complicadas

en el marco de una ciudad hostil, que trata como extraño, ajeno, al poblador de

determinados espacios geográficos.

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