Repensando La Configuracion Socioracial Del Caribe Neogranadino.

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H I S T O R I A AGUAITA VENTICINCO / DICIEMBRE 2013 39 Repensando la configuración socio-racial del Nuevo Reino de Granada, siglo XVIII: pardos, mulatos, cuarterones y quinterones Sergio Paolo Solano D. Presentación En 1735 los viajeros españoles Jor- ge Juan y Antonio de Ulloa visitaron la ciudad de Cartagena de Indias, en el Nuevo Reino de Granada. Sus obser- vaciones las publicaron trece años más tarde (1748) en el libro Relación histórica del viaje a la América meridional. Entre los aspectos que describieron de la vida social y cotidiana de esta ciudad-puerto y plaza fuerte nos interesa resaltar la narración de los distintos segmentos de la sociedad, de arriba a de la tierra y algunos eran “[…] de mucha distin- ción, porque sus ascendientes pasaron a aquellos parajes con empleos honorí- ficos […] y han procurado mantenerse en el lustre de sus antepasados casado, o ya con sus iguales del país, o de los europeos, que van en las armadas”. Luego describieron los cruces de los blancos pobres con las castas de color e indios: mulatos (blanco y negro), tercerones (mulato y blanco que han avanzado en el proceso de blanquea- miento), cuarterones (blanco y terce- rón), quinterones (blanco y cuarterón). abajo, empezando por los blancos cla- sificados en españoles y criollos. Algu- nos españoles estaban ligados al co- mercio con la metrópoli, y el resto eran íberos pobres, “reducidos a la miseria, y muchos de ellos a vivir de su trabajo personal”. Los blancos criollos eran los propietarios de la tierra y algunos eran “[…] de mucha distinción, porque sus ascendientes pasaron a aquellos parajes con empleos honoríficos […] y han procurado mantenerse en el lustre de sus antepasados casado, o ya con sus iguales del país, o de los europeos, que van en las armadas”. Luego describie- ron los cruces de los blancos pobres con las castas de color e indios: mula- tos (blanco y negro), tercerones (mula- to y blanco que han avanzado en el proceso de blanqueamiento), cuartero- nes (blanco y tercerón), quinterones (blanco y cuarterón). Esta es la última que participa de las castas de negros; y cuando llegan a este grado, no es perceptible la dife- rencia entre los blancos, y ellos, por el color ni facciones. La generación de blanco, y quinterón se llama ya español y se considera como fuera de toda raza de negro; aunque sus abuelos, que suelen vivir, se distin- guen muy poco de los mulatos […]. Antes de llegar al grado o jerarquía de quinterón, se ofrecen muchas in- tercadencias, que les embarazan el llegar a ella, porque entre el mulato y el negro, hay otra casta que llaman

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  • H I S T O R I A

    AGUAITA VENTICINCO / DICIEMBRE 2013 39

    Repensando la configuracin socio-racial del Nuevo Reino de Granada, siglo XVIII: pardos, mulatos, cuarterones y quinterones Sergio Paolo Solano D. Presentacin

    En 1735 los viajeros espaoles Jor-ge Juan y Antonio de Ulloa visitaron la ciudad de Cartagena de Indias, en el Nuevo Reino de Granada. Sus obser-vaciones las publicaron trece aos ms tarde (1748) en el libro Relacin histrica del viaje a la Amrica meridional. Entre los aspectos que describieron de la vida social y cotidiana de esta ciudad-puerto y plaza fuerte nos interesa resaltar la narracin de los distintos segmentos de la sociedad, de arriba a de la tierra y algunos eran [] de mucha distin-cin, porque sus ascendientes pasaron a aquellos parajes con empleos honor-ficos [] y han procurado mantenerse en el lustre de sus antepasados casado, o ya con sus iguales del pas, o de los europeos, que van en las armadas. Luego describieron los cruces de los blancos pobres con las castas de color e indios: mulatos (blanco y negro), tercerones (mulato y blanco que han avanzado en el proceso de blanquea-miento), cuarterones (blanco y terce-rn), quinterones (blanco y cuartern). abajo, empezando por los blancos cla-sificados en espaoles y criollos. Algu-nos espaoles estaban ligados al co-mercio con la metrpoli, y el resto eran beros pobres, reducidos a la miseria,

    y muchos de ellos a vivir de su trabajo personal. Los blancos criollos eran los propietarios de la tierra y algunos eran [] de mucha distincin, porque sus ascendientes pasaron a aquellos parajes con empleos honorficos [] y han procurado mantenerse en el lustre de sus antepasados casado, o ya con sus iguales del pas, o de los europeos, que van en las armadas. Luego describie-ron los cruces de los blancos pobres con las castas de color e indios: mula-tos (blanco y negro), tercerones (mula-to y blanco que han avanzado en el proceso de blanqueamiento), cuartero-nes (blanco y tercern), quinterones (blanco y cuartern).

    Esta es la ltima que participa de las castas de negros; y cuando llegan a este grado, no es perceptible la dife-rencia entre los blancos, y ellos, por el color ni facciones. La generacin de blanco, y quintern se llama ya espaol y se considera como fuera de toda raza de negro; aunque sus abuelos, que suelen vivir, se distin-guen muy poco de los mulatos []. Antes de llegar al grado o jerarqua de quintern, se ofrecen muchas in-tercadencias, que les embarazan el llegar a ella, porque entre el mulato y el negro, hay otra casta que llaman

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    zambo originada de la mezcla de al-guno de estos dos con indio o entre s; y fe distinguen tambin segn las castas de donde fueron los padres: entre el tercern, y mulato; cuarte-rn, y tercern [] Tambin todas las mezclas desde negro hasta quin-tern con indio se denominan zam-bos de negro, mulato, tercern, etc. (Juan y Ulloa, 1748, t.I, 40-42).

    Descripciones de parecido tenor realiz en 1747 el sacerdote jesuita Jo-seph Gumilla en su libro El Orinoco Ilustrado (1791, t.I, 69-76), y luego fue-ron convalidadas en 1759 por Fray Juan de Santa Gertrudis (t.I, 1956, 52) despus de recorrer el bajo curso del ro Magdalena que separaba a las pro-vincias caribeas de Santa Marta y Car-tagena. En 1772 Diego de Peredo (1972, 118-154), obispo de Cartagena, hizo algo parecido una vez culmin su visita pastoral a toda la provincia ho-mnima. En 1789 el sacerdote Joaqun de Finestrad (2001, 135) recogi pare-cidas impresiones en un libro de la visita que haba hecho en 1781 a las comarcas de la rebelin de los Comu-neros (oriente neogranadino). Prome-diando el siglo XIX algunos elementos de esas clasificaciones fueron recreados por el general Joaqun Posada Guti-rrez (1797-1881) (t.II, 1971, 58-65) en su remembranza de las fiestas de la Virgen de la Candelaria, a las que pre-sent como una especie de caleidosco-pio de la estratificacin social de fina-

    les del siglo XVIII de su ciudad natal, Cartagena de Indias. En esas festivida-des los bailes de saln realizados en lo alto del cerro de La Popa se corres-pondan a la jerarqua y preeminencia de los blancos de Castilla [] que monopolizan el ttulo de caballeros co-mo las blancas de seoras []. Luego seguan los bailes de pardos y por lti-mo el de los negros acomodados. Los pobres, libres y esclavos de varias con-diciones sociales, bailaban en el pie de ese cerro, con msica de tambores y flautas de caa. Y los indios bailaban aparte. Lo ltimo que describi fue el baile de las cuarteronas.

    Casi medio siglo ms tarde de la vi-sita de Juan y Ulloa, se celebr el censo de 1777 en el virreinato del Nuevo Reino de Granada, primer intento para contabilizar y tener una semblanza de la totalidad de la poblacin de esta colonia espaola. A este siguieron otros censos y clculos sobre el creci-miento de la poblacin. Con base en los padrones levantados entre aquel ao y 1780 se ensambl un resumen para todo este virreinato, el que se ha convertido en la fuente de cifras y da-tos ms conocido por los historiadores que estudian la sociedad del ltimo cuarto del siglo XVIII. Por ejemplo, al basarse en esos resmenes el historia-dor Anthony McFarlane, quien ha es-crito uno de los libros ms influyentes sobre el trnsito entre los siglos XVIII y XIX, ha sentenciado que En los censos de 1777-80, la poblacin estaba dividida en las usuales cuatro catego-

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    ras raciales: blancos, negros, indios y libres de todos los colores (1997, 65, nfa-sis en el original), y asocia estos lti-mos a los mestizos. Descripciones de parecida naturaleza pueden ser rubri-cadas por muchos historiadores co-lombianos y extranjeros cuando se refieren a las caractersticas de la socie-dad neogranadina de las postrimeras del periodo colonial.1

    Una de las consecuencias negativas de fundamentar los anlisis de la socie-dad de ese siglo en los resmenes de los censos es que se pierden muchos detalles de gran inters para compren-der la dinmica social de y entre los distintos sectores socio-raciales, como tambin la vida de las poblaciones. As, la categora de blancos que agrupa a todas las personas de esa condicin esconde diferencias determinadas por distintos factores como la riqueza, la prestancia, los oficios y las redes socia-les y polticas a las que se perteneciera. Algo parecido aconteca con los quin-terones y cuarterones, al igual que con gentes de piel ms oscura que luchaban por diferenciarse de los mulatos y para que se les reconociera una condicin distinta.

    El tema forma parte de un debate historiogrfico que hasta cierto punto ha sido soslayado en el medio acad-mico colombiano debido tanto a los modelos de anlisis que se aplican, como a la situacin poltica que devino con la Constitucin de 1991 y con el reconocimiento del carcter multitni-

    1 Por ejemplo, ver las descripciones de Mne-ra, 1994, 146-149; Lasso, 2013, 19-22.

    co de la nacin y el otorgamiento de derechos a las gentes de color. El no saber diferenciar los problemas del presente del pasado ha llevado a que se forme una historiografa que extiende los hechos polticos de la actualidad al estudio de la historia, arrastrando en muchas ocasiones errores de anacro-nismos. Esta perspectiva anacrnica es fruto de la combinacin entre los ac-tuales procesos de reinvencin de las identidades de las gentes de color, con la aplicacin del modelo de la sociedad racial estadounidense a los estudios del pasado neogranadino. El traslado del modelo de social racial de los Estados Unidos desconoce los recientes logros de la historiografa que viene debatien-do acerca de la construccin de los discursos raciales en ese pas. En los ltimos aos se ha venido insistiendo en que la representacin bipolar racial de la sociedad del sur estadounidense (blancos y negros) solo se introdu-jo en el ltimo cuarto del siglo XIX mediante la supresin de una gama de categoras sociales previas situadas entre aquellos extremos. De forma ms detallada, la situacin empez a cam-bias una vez culmin la guerra civil (1861-1865) que origin el fin de las diferencias entre esclavos y personas libres de color, y la prohibicin de ma-trimonios entre desiguales, y la intro-duccin de la ideologa de una gota de sangre en los antepasados para definir a una persona como negra (Twinam, 2014. En prensa. Agradezco a la autora el enviarme una copia de este captulo; Good, 1999).

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    Pues bien tanto el anacronismo como la aplicacin de un modelo racial reduccionista han llevado a que en nuestro medio las categoras agluti-nantes de los resmenes de los censos de 1777 (pardos y libres de todos los colores) vengan como anillo al dedo, pues apuntala la imagen de una comu-nidad organizada en torno a la condi-cin racial negra (o parda), no fraccio-nada, con un imaginario ligado a un hipottico punto de partida de la dis-pora (frica), y un proyecto colectivo de liberacin en el que todos participa-ban. Por eso, las categoras como las de libres de todos los colores y pardos se trastocan rpidamente en las de afrodescendientes y negros.2

    No cabe duda que se conservaron elementos de las culturas de sus lugares

    2 Una crtica a estas imgenes anacrnicas en (Garca de Len, 2011, 536-555). Para el caso colombiano una crtica a la categora de afro-descendientes en (Saether, 2010, 382-383). A propsito de los negros de Cuba un estudio reciente afirma: El continente africano, en su conjunto, no puede ser admitido como un referente generalizador para los hombres es-clavizados que fueron arrojados masivamente al Nuevo Mundo. Pocos haban traspasado el territorio de su etnias, las lenguas que hablaban era diversas, tambin lo eran sus caractersticas fsicas, sus sistemas religiosos y su organiza-cin poltica. Los sistemas de parentesco no constituyeron una excepcin en esa diversidad (Barcia, 2009, 68). Bernand (2000, 39-68), se ha preguntado hasta dnde sobrevivieron las naciones de los esclavos trados de frica, y ha resaltado lo que ella llama el proceso de ladinizacin. Testamentos del siglo XVIII de negros y pardos esclavos y libres evidencian hasta dnde haba avanzado el proceso de mestizacin cultural. (Jimnez y Prez, 2013, 37-160).

    de orgenes. Sin embargo, como bien lo ha sealado Patrick J. Carroll (2000, 58-59) a propsito de los negros del puerto de Veracruz, debe distinguirse entre la etiqueta racial asignada y la etnia (las expresiones culturales de origen africano que los identificaban), cuyas relaciones fueron desiguales y se inclinaron a favor de la raza en detri-mento de lo tnico. Con base en estu-dios de casos de esclavos que compar-tieron periplos vitales desde que fue-ron apresados en sus lugares de origen, los que luego se prolongaron en las colonias espaolas y portuguesas, Her-bert S. Klein y Ben Vinson III (2013, 176-210) han planteado que pese a la diversidad de los orgenes se formaron identidades que no eran rplicas exac-tas de las de los lugares de orgenes, y mucho menos una supuesta identidad africana. Es decir, hubo un intenso proceso de mestizaje cultural entre la poblacin descendientes de los esclavi-zados, tanto esclavos como libres, ge-nerndose una jerarqua diferenciada basada en el color de la piel.

    Con el propsito de proponer ma-yores elementos de anlisis en este artculo reflexiono sobre algunos seg-mentos socio-raciales de la sociedad del Caribe neogranadino durante el siglo XVIII. Me interesa mostrar como en los padrones locales de 1777 se sigui registrando una diversidad de categoras socio-raciales, y como, cuando se triangula esa informacin con la contenida en otros documentos (listados de milicianos, procesos judi-ciales por ofensas al honor y por di-sensos matrimoniales) se evidencia que

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    esas categoras continuaron operando. En consecuencia, en va contraria de una imagen ofrecida por la reciente historiografa en la que la sociedad neogranadina parece marchar hacia su homogenizacin, lo que realmente exista era una diversidad de sectores socio-raciales. En la primera parte ana-lizo las diferenciaciones entre pardos y mulatos. En la segunda abordo lo que significaba ser cuartern y quintern.

    Estratificaciones entre las gentes de color: pardos y mulatos

    El anlisis de la existencia de dife-rencias entre los blancos y de las estati-ficaciones entre las gentes libres de color es de inters para entender as-pectos importantes de la vida social de las poblaciones, pues nos dice mucho de la dinmica social en el siglo XVIII. Los censos de 1777 de las poblacio-nes andinas (tabla 1) muestran que tenan un fuerte componente de habi-tantes de ascendencia indgena. Mu-chas haban sido pueblos de indios que luego se transformaron en parroquias de vecinos libres (Bonnett, 2002, 97-156; Herrera, 2002, 171-198).

    All las clasificaciones estuvieron organizadas en torno a un peso domi-nante de blancos y mestizos, y aparece la categora de pardos, mulatos, y escasamente la de negros. No se registr la de morenos. En efecto, de los 26 padrones de esas poblaciones andinas, 11 emplearon el trmino mu-latos para clasificar a gentes libres de color, mientras que solo 8 utilizaron el de pardos, 3 usaron los calificativos de pardos y mulatos, y las 4 res-tantes no registraron ninguno.

    Este hecho llama la atencin pues todo lo contrario suceda en las pobla-ciones del Caribe neogranadino donde en el total de los padrones de 17 po-blaciones del censo de 1777 (tabla 2) se empleaba el trmino pardos, y solo en 6 se utiliz el de mulatos, combi-nado con el de pardos. En el censo de 1791 del sitio de Quilichao (provin-cia de Popayn) se establecieron dife-rencias entre mulatos y pardos, mien-tras que en el de la ciudad de Caloto (provincia de Popayn) que ejerca jurisdiccin sobre aquel sitio, no se registraron personas en condicin de pardas.3

    3 AGN, SC, fondo Poblaciones, leg.2, ff.700r.-720r.

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    Tabla 1: Categoras sociales usadas en algunos padrones de los Andes centrales neogranadino, 1777

    Parroquias y pueblos Categoras

    Parroquia de Capitanejo blancos de distincin, cuarterones, mestizos, indios y mulatos.

    Parroquia de Tequia blancos principales, indios, mestizos, pardos, mu-latos y esclavos.

    Parroquia Macaravita gente noble, mestizos y gente de color pardo. Parroquia de San Miguel de Oiba

    nobles, mulatos, cuarterones, mestizos, de color, mestizo puro, casta baja, de gente revuelta; esclavos, zambos, indios.

    Parroquia de Molagavita blancos, mestizos, indios y mulatos. Parroquia Llano de Enciso blancos limpios de sangre, mestizos, mulatos. Parroquia de Poyma nobles, blancos, mestizos, pardos e indios.

    Ciudad de Salazar de las Palmas

    personas de primera plana que llamamos caballeros, que han gobernado y pueden gobernar esta ciudad de Salazar de las Palmas; personas blancas limpias; casta de mestizos; casta de mulatos, negros y zambos; 1 clase, 2 clase, 3 clase.

    Parroquias de San Cayetano y Santiago (jurisdiccin de Salazar de las Palmas)

    gente noble, gente blanca del comn, indios y mesti-zos, mulatos y negros, esclavos, gente parda de comu-nidad.

    Parroquia de Suat blancos, mestizos, indios y mulatos. Parroquia de Santa Rosa de Viterbo

    Solo se seal la calidad de los principales de la parroquia. En sus agregaciones aparecen principales, mulatos libres e indios forajidos.

    Parroquia de Cerinza clase de blancos, clase de mestizos, clase de mulatos, Clase de indios.

    Parroquia de Stiva blancos, indios y mulatos. Parroquia de la Sinselada Nobles, esclavos, naturales, pardos. Pueblos de Firavitoba, Iza, Nobsa, Chmeza, Mongu, Tibasosa

    caballeros, blancos, mestizos y pardos. Pueblo de Tota clase de blancos y clase de mestizos. Pueblo Viejo Solo seal la calidad a los blancos. Pueblo de Sogamoso

    A muy pocos se les agreg noble, mestizo, mulato, liberto.

    Pueblo de Cutiva clase de blancos, mestizos, indios, mulatos. Fuentes: Archivo General de la Nacin (AGN), Seccin Colonia (SC), fondo Censos Redimibles-Censos Varios Departamentos (CR-CVD), leg.6, ff.376r.-385v., 453r.-470v. y 714r.-716v.; leg.8, ff.366r.-374v.; 420r.-448v., 578r.-590v., 652r.-664v., 669r.-674v., 681r.-702v., 732r.-759v., 846r.-878v., 886r.904v.; AGN, SC, fondo Miscelnea, leg.41, ff.993r.-994v., 995r.-998v, 999r.-1003v.; leg.44, ff.924r.-943v.; AGN, SC, fondo Visitas-Santander, leg.2, ff.997r.-1015v.; leg.4, f.948v.

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    Tabla 2: Condicin social de algunas poblaciones de las provincias del Caribe neogranadino, 1777

    % Calidades

    Poblaciones Hab

    itan

    tes

    Bla

    nco

    s

    Esp

    a

    ole

    s

    Neg

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    s

    Mest

    izo

    s

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    os

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    art

    ero

    nes

    Qu

    inte

    ron

    es

    Mu

    lato

    s

    Natu

    rale

    s

    Mo

    ren

    os

    lib

    res

    Provincia de Cartagena

    Tacamocho 899 2,1 --- 0,4 --- 30,8 8,4 8,2 40,4 4,7 0,8 --- --- --- El Retiro 1201 7,0 --- 11,1 --- 23,0 8,8 22,1 19,4 6,5 1,2 --- --- --- Santiago 364 0,3 1,6 --- --- 10,2 --- 30,5 48,9 6,3 --- 2,2 --- --- ** 1023 6,3 1,6 2,6 0,5 39,8 --- 29,5 1,1 4,9 --- 7,3 7,0 0,4 Tacasaluma 619 2,1 --- --- --- 36,8 11,5 13,4 28,0 2,1 0,6 --- --- 5,8 Tacaloa 522 11,9 --- 4,2 1,1 29,7 5,7 22,8 4,9 1,5 --- 18,2 --- --- Provincia de Santa Marta

    San Fernando

    325 22,5 --- 0,9 --- 1,2 2,2 57,8 10,2 5,2 --- --- --- ---

    San Sebastin

    844 4,9 --- 3,7 0,2 19,2 15,1 25,3 28,4 2,5 0,2 0,6 --- ---

    Provincia de Riohacha

    Riohacha 1789 11,5 --- 22,4 0,7 17,3 --- --- 44,6 --- --- --- --- 3,7 Moreno 857 1,3 --- 8,3* --- 24,6 --- --- 63,6 --- --- --- --- 2,0 Villa de Pedraza

    304 6,3 --- 6,9* --- 27,3 --- 0,3 57,2 --- --- --- --- 2,0

    Camarones 111 --- --- 1,8* --- 27,9 --- --- 64,9 --- --- --- --- 5,4 Pueblo de Boronata

    201 --- --- 6,0* 6,0 40,8 --- 6,5 27,9 --- --- --- --- 12,9

    Sinamayca 346 46,8 --- --- 3,5 4,3 --- 1,4 43,6 --- --- --- --- 0,3 Baha Honda 118 8,5 --- --- --- 6,8 --- --- 65,3 --- --- --- --- 19,4 Sabana del Valle

    54 38,9 --- --- --- 13,0 --- 14,8 29,6 --- --- --- --- ---

    Provincia de Portobelo

    Ciudad de Portobelo

    1844 4,9 --- 1,1 1,2 11,0 --- 0,8 23,0 3,6 0,9 --- 0,9 52,4

    Fuentes: AGN, SC, Miscelnea, leg.3, ff.30r.-46v., y leg.44, ff.959r.-973r.; AGN, SC, fondo Poblaciones-Varias, leg.4, ff.450r.-459v., 516r.-537v.; leg.10, ff.498r.-538v.; AGN, fondo Censos Varios (CV), leg.6, ff.222r.-231v.; AGN, SC, CR-CVD, leg.6, f.581r. *esclavos. **Por no tener encabezamiento no ha sido posi-ble establecer la poblacin a que corresponde este padrn. AGN, SC, CR-CVD, leg.8, ff.498r.-525v.

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    El por qu en algunas poblaciones tanto del interior andino como del rea del Caribe a un sector de los habitantes de color se le calificaba de pardo y a otra franja de mulato, es algo que an los estudios a histricos no ha abordado con el rigor que el caso ame-rita, y tanto por cierta facilidad como por anacronismo los historiadores pre-fieren desarrollar sus investigaciones como si fueran lo mismo, y obvian enfrentar este problema empleando el trmino de afrodescendientes. En parte esta actitud de la historiografa se explica porque aquellos trminos mu-chas veces se utilizaron como sinni-mos, aunque en otras oportunidades en un mismo documento algunas per-sonas se tildaban de pardas y a otras de mulatas.4 En muchos casos los trminos podan emplearse como sus-tantivos sinnimos para designar a un grupo o franja de la poblacin caracte-rizada por el color de piel, la presencia negra en la ascendencia y una condi-cin de subordinacin respecto a los blancos. Pero cuando se individualiza-ban y se usaban como adjetivos para caracterizar a personas y familias po-dan tomar significados distintos, pues en ello entraban otros aspectos sociales que se expresaban a travs del empleo del calidad que agrupaba un conjun-to de atributos para referirse a la posi-cin social de las personas.

    4 AGN, SC, fondo Milicias y Marina (MM), leg.48, f.862r.; leg.58, ff.998r.-1003v.; AGN, SC, Miscelnea, leg.41, ff.1004r.-1078v.; leg.3, ff.30r.-46v.

    Es decir, en esa poca exista un lenguaje social comprensivo para ca-racterizar grupos amplios, y otro ms especfico, producto del trato diario, de las redes sociales y polticas y de la consideracin social que se granjearan individuos y familias de color. Como lo veremos ms adelante los testigos que intervinieron en un pleito por limpieza de sangre en 1759 en Cartagena saban distinguir distintas de categoras socio-raciales, y en especial las distintas cla-ses de mestizos y cuando estos eran productos del cruce con indios o con negros.5 Esto hace pensar que las gen-tes del comn de esta ciudad distin-guan una variedad de condiciones sociales mucho ms all de lo que la documentacin oficial nos muestra. Y que adems del color en esa distincin tambin intervenan los cabellos, las vestimentas, la reputacin social, el oficio, entre otros factores.

    Todo esto constitua un aspecto fundamental para los que se interesa-ban en mejorar su ubicacin en el or-den. En esto era clave el hecho de que el intenso proceso de mestizaje haba hecho difusas las fronteras entre algu-nas clasificaciones, ofreciendo la posi-bilidad de deslizarse de una a otra de acuerdo a las circunstancias y conve-niencias. Quienes estaban en estas si-tuaciones y se interesaban en lograr una mejor posicin social, tenan a su favor el carcter casustico del derecho espaol, pues las ambivalencias o au-

    5 AGN, SC, fondo Genealogas, leg.1, ff.1r.-353v.

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    sencias de ciertos vocablos clasificato-rios de las personas les permitan re-clamar derechos y excluirse de cumplir ciertos deberes. Por eso, el tema que nos ocupa se convirti en una especie de campo de batalla jurdica, poltica y simblica, pues el uso de ciertos trmi-nos y de sus polifonas y polisemias pona en juego imaginarios a favor o en contra de los sectores de la pobla-cin a los que se endilgaban, o con los que estos se representaban frente al resto de la sociedad y ante las institu-ciones.

    Una mirada a lo que suceda en otras colonias ilumina de mejor forma esas ambivalencias en el empleo de los adjetivos de pardos y mulatos. En 1772 el virrey Amat del Per propona organizar milicias para la defensa de las costas del virreinato del Per frente a una posible amenaza de invasin ingle-sa. Llamaba la atencin sobre la nece-sidad de contar con padrones de la poblacin en los que se registraran las diferencias de calidades. Sin embargo, en esta oportunidad, y contrario a lo que haba hecho dos aos antes al re-mitir a la Corona los cuadros de las castas de Lima,6 la descripcin de los sectores socio-raciales los redujo:

    Y solo puedo asegurar que en cuan-to a la distincin, que observan en-tre s, es la misma que muestran los colores, las que los dividen en otras tantas clases. La primera es la de los Blancos, que llaman Espaoles; a la que sigue la de los Indios, que di-

    6 Archivo General de Indias (AGI), Lima, leg.652, exp.57.

    cen Naturales; y a esta la de los Mula-tos, que intitulan Pardos; y a todas las de Negros, conocidos por Morenos [].7 Aos ms tarde, el censo de Lima

    de 1790 volvi a diferenciar a los dis-tintos sectores socio-raciales de la po-blacin en espaoles, indios, mesti-zos, negros, mulatos, cuarterones, quinterones, zambos y chinos.8 Ob-srvese que mientras que mulatos y pardos son una misma cosa en el in-forme que renda el virrey a la Corona, en el censo estos ltimos no aparecen, mientras que si se registraron otras categoras desglosadas de los mulatos.

    En 1795 el Ayuntamiento de Cara-cas mostraba su descontento por la expedicin de la cdula de gracias al sacar del ao anterior que permitira la compra de la blancura a pardos y quin-terones, y sealaba al Rey que Los pardos, mulatos y zambos (cuya dife-rencia en la comn acepcin no es conocida, o casi es ninguna) [] (Mago de Chpite y Hernndez 2005, 374). Se trataba del conocido caso de la familia Meja Bejarano, que formaba parte de los llamados pardos benem-ritos (Castellanos y Caballero, 2010, 36-48; Gmez, 2005; Langue, 2010, 105-127) de solvente posicin econ-mica que intentaba aprovechar esa cdula que le permita equipararse a los blancos en muchos aspectos. Valga

    7 Archivo General de Simancas, Secretara Despacho de Guerra (AGS, SDG), leg.7128, exp.19, f.16r. nfasis nuestro. 8 AGI, Lima, leg.700, exp.11, f.5r. nfasis nuestro.

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    sealar rpidamente, siguiendo a Ann Twinam (2014), que el concepto del Ayuntamiento de esa ciudad fue recha-zado porque en otros documentos haba admitido que esta familia era parda y que esta condicin era diferen-te a la de los mulatos. En este caso haba manipulacin de la informacin con el propsito de impedir la aplica-cin de esa real cdula. Aos despus, en 1803, al quejarse por pleito entabla-do por Diego Meja Bejarano para que a su hijo se le permitiera seguir estu-dios de sacerdocio, el gobernador de Caracas volva a utilizar el trmino de mulatos para referirse a la poblacin de color que poda sacar beneficio de la cdula de gracias al sacar. Intentaba aprovecharse de la psima imagen que se haba creado entre las altas autori-dades de Madrid de este sector de la poblacin, al que se tildaba de insu-bordinado, perezoso y dado a actitudes pecaminosas.9 Se trataba de un desco-nocimiento hecho a propsito y con la expectativa de que surtiera los efectos deseados sobre las decisiones de las autoridades del imperio.

    Pese a que en la documentacin oficial de los funcionarios de Caracas y de otras capitales poltico-administrativas era comn que los tr-minos de mulatos y pardos se inter-cambiaran, lo cierto era que entre las gentes libres de color se reconoca la existencia de una estratificacin desde

    9 Sobre esta familia ver el expediente de 1801-1805 que contiene la solicitud de dispensas para que uno de sus jvenes estudiara en la universidad. AGI, Caracas, leg.976.

    mucho tiempo atrs. Esta era mucho ms evidente entre los sectores que haban hecho del blanqueamiento fa-miliar una estrategia de mejoramiento social (Solano, 2013, 2014). Este hecho usualmente se olvida por parte de los historiadores que con frecuencia creen que la totalidad de la distinta gama de hombres de color vivan apostndole a una supuesta identidad y conciencia racial en torno a lo negro. Precisamen-te uno de los logros del reciente libro de Ann Twinam (2014) fundado en el estudio de los expedientes de quienes acudieron a la normatividad de gracias al sacar de 1795 es develar que muchos argumentaron a su favor la parte blan-ca de sus antecesores. A esto agregue-mos la reelaboracin que haban hecho de las formas de vida de los blancos (Solano, 2011, 23-68).

    Dos casos sucedidos en Caracas y separados por una centuria de aos ilustran acerca de cmo las gentes de color que haban avanzado en el blan-queamiento asuman un orden jerr-quico con relacin a los de piel ms oscura y con ascendientes ms prxi-mos en el tiempo a la esclavitud. En 1679 oficiales de una compaa de milicianos pardos se opusieron a que se hiciera efectivo el nombramiento de un capitn por [] ser el dicho de color ms negro que pardo, y lo ca-racterizaban como un zambo pues [] su abuelo materno, y dems as-cendientes, ser indios y negros, los unos esclavos y los otros encomenda-dos [] (Surez, 1984, 11). Una si-tuacin parecida volvi a presentarse en 1774 cuando los oficiales pardos del

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    batalln de igual condicin solicitaron a las autoridades superiores que se sacase a un oficial de sus filas arguyen-do que era de una calidad social ms baja: [] cuando no sea zambo, es tente en el aire, y por consiguiente enteramente excluido de la legitimidad de pardos []. Lo interesante de este caso es que permite ver qu pensaban los pardos de la estratificacin socio-racial entre las gentes de color, pues para explicar a las autoridades las razo-nes de la resistencia adujeron:

    Para ms clara inteligencia de este asunto ser forzoso expresar las dis-tintas especies de negros mezclados con otros, que los constituyen de inferior esfera: la mezcla de mulato y blanco es la que se llama tercerones. Los cuarterones provienen de blanco y tercern. Los quinterotes, que es de blanco y cuartern, no es percepti-ble su diferencia entre los blancos, as en el color como en las faccio-nes, la de mulato y negro que es la que llaman zambo originada de la mezcla de algunos de estos con in-dios, o entre s, se distinguen tam-bin segn sus castas; porque si se mezcla el zambo con el tercern, o cuartern son los hijos tente en el aire porque ni avanzan a salir, ni retro-ceden. Los hijos de cuarterones o quinterotes por la junta con mulatos o negros tienen el nombre de salto atrs, porque en lugar de adelantarse a ser blancos, han retrocedido, y se han acercado a la casta de negros [] Con que siendo el nimo o in-tencin de S. M. de que el que no fuere legtimamente pardo no puede ingerirse en el batalln no siendo estos, segn la opinin de los autores del Reino sino lo que re-

    sulta de blanco y negro, o a lo me-nos de tercern con cuartern o quintern, porque estos se van acercando cada vez ms a los blan-cos, mientras ms se fueren alejan-do de los negros [] (Corts, 19-20; Twinam, 2009, 255-293).

    En parecida tnica se pronunci la Audiencia de La Espaola (Santo Do-mingo) en 1788 cuando envi a Ma-drid, por solicitud del ministro Jos de Glvez, un proyecto de cdigo negro Carolino (Lucena Salmoral, 1995, 117-131) en el que establecieron unos criterios de clasificacin para las per-sonas de ascendencia negra con el propsito de reglamentar las normas de polica. En este proyecto de cdi-go consignaron:

    Y siendo necesario a este efecto ha-cer ante todas las cosas la divisin oportuna de sus razas o generacio-nes para las clases y censos en que deban distribuirse y para la justa re-gulacin de los derechos civiles, concepto y graduacin que deban tener en el orden pblico y los mi-nisterios y oficios a que segn sus diversas clases deban destinarse, di-vidiremos su poblacin. Primera-mente en negros esclavos y libres, y s-tos en negros, y mulatos o pardos. Es a saber, hijos de blanco y negra leg-timamente casados, que ser la pri-mera generacin, y segundo grado respecto del pardo, de cuyo matri-monio con persona blanca resultar el tercero, llamndose sus hijos terce-rones; cuarterones los de stos con persona blanca; mestizos sus nietos de persona tambin blanca, e hijos de mestizos los biznietos que se ha-llan en sexto grado de generacin

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    legtima, y debern ser reputados por blancos, si alguna de ellas no hubiere interrumpido el orden pre-finido (en cuyo caso, retroceder la generacin, segn la calidad de la persona que la invirtiere), siendo justo que la sociedad a cuya pobla-cin y beneficio han contribuido con sus servicios los recompense y premie, elevndolos alguna vez a la jerarqua de su principal esfera; en lo cual tendr adems el mayor inte-rs haciendo apreciable por tan re-comendable estmulo la miserable condicin de sus esclavos. Forma-rn la primera clase de estos indivi-duos los negros libres y esclavos, y la segunda entre stos y los inge-nuos, los pardos o mulatos, bajo cuyo nombre genrico deben, sin embargo, distinguirse los primerizos y tercerones de los cuarterones y mestizos con sus hijos para los efec-tos civiles y polticos, que insinua-remos ms abajo, como conducen-tes para establecer el orden pblico y la polica ms conveniente y aco-modada a la constitucin de la Isla Espaola (Lucena Salmoral, 2000, 1034-1035).

    Cuando comparamos la interpreta-cin de los oficiales pardos de Caracas (1774) con la ofrecida por la Real Au-diencia de la Espaola (1784), ambas situadas en el rea del Gran Caribe, resaltan coincidencias y algunas dife-rencias. Entre las primeras sobresalen las parecidas interpretaciones sobre las distintas generaciones que iban resul-tando de los procesos de blanquea-mientos de las gentes de color.

    Es difcil conocer el momento en que se le dio uso preferencial al tr-

    mino pardo sobre el de mulato. Algu-nos ha rastreado sus inciertos orgenes en la institucin de los caballeros par-dos de len, cuerpos de milicias for-mados en la pennsula en el siglo XII por hombres del estado llano, los que por prestar ese servicio en la guerra de reconquista contra los moros reciban ciertas prerrogativas como exenciones de impuestos y fuero militar (Flrez de Ocariz, t.II, 1943, 41-42; Gutirrez, 1983, 129; Martnez, 2011, 13-41). Lo cierto es que una bsqueda de ese tipo tal vez se revele intil. Lo mejor es escoger un camino que permita inte-grar los aspectos negativos que se le achacaban a las gentes de color (man-cha de sangre, impureza, ilegitimidad, bastarda, comportamientos disolutos, etc.), y a partir de ah ver cmo el ima-ginario fue cambiando tanto por las presiones de las gentes libres de color como por las necesidades de la Corona y la mentalidad ilustrada. Es aqu don-de los referentes para ir midiendo las transformaciones no pueden reducirse a los documentos oficiales que contie-nen las visiones despectivas de las au-toridades y de las elites. Y esto tambin vale para el referente social que se em-plee para medir esos cambios, pues si solo lo calculamos comparndolos con el rasero de las elites, obvio es que las imgenes que resulten siempre sern lastimosas.

    Estudios sobre otras ciudades se encuentran en igual tnica a la que hemos sealado sobre la importancia del vnculo institucional en el cambio de imagen de las gentes libres de co-lor. En el caso de la ciudad de Per-

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    nambuco (Brasil) se considera que el servicio miliciano, la vinculacin a las hermandades religiosas y el ejercicio de oficios artesanales contribuyeron a la mejora de la imagen (Precioso, 2011, 65-106; Machado, 2006). El desplaza-miento del trmino mulato en la socie-dad pernambucana de la segunda mi-tad del XVIII, y el auge que tom el empleo del trmino pardo, los histo-riadores lo asocian a la existencia de una identidad reivindicada por las gen-tes libres de color, frente a una identi-dad adscrita que los desmeritaba como lo era el trmino de mulato (Santos Bezerra, 2010, 33-71).

    Para estas gentes desde que despun-t el siglo XVII la prestacin de ese servicio se convirti en una obsesin. Por ejemplo, en 1630 el Rey orden a las autoridades militares de Cartagena no aceptar soldados mestizos y mula-tos en las compaas del presidio, pues ya era algo usual en esa ciudad debido a que las necesidades de defensa de la plaza obligaban a crearlas o aceptar su existencia cuando eran producto de iniciativas de la misma gente de color. En 1643, 1648, 1649, 1652 y 1653 las autoridades de Madrid volvieron a ratificar esa orden. En su informe de 1650 sobre el estado de las defensas el gobernador de la plaza anotaba: Hay tambin otras tres [milicias] de mula-tos y negros libres, que por incansables al trabajo, fueron siempre de mucho servicio.10 Pero ya en 1655 solicit al gobernador de Cartagena le informara

    10 Archivo Histrico Nacional (Madrid), Di-versos-Colecciones, leg.27, N.62, f.2r.

    si era conveniente crear una compaa de mulatos oriundos de esta ciudad (Arrzola, 2007: vols.III, 104-105, 193-193, 211, 223-224; vol.IV, 132-133).

    Desde el siglo XVII el adjetivo pardo aparece con cierta frecuencia en la documentacin de archivos. En un padrn de 1663 de la poblacin de Cartagena en capacidad de tomar las armas, el gobernador Diego de Portu-gal presenta a los habitantes de 14 aos en adelante clasificados en espao-les/as, eclesisticos, negros/as libres, mulatos/as libres y ne-gros/as esclavos/as. Pero cuando se refiere a las compaas milicianas que estaban organizadas los trminos eran compaa de pardos libres y com-paa de morenos libres.11 Es decir, las denominaciones de pardos y morenos tenan caractersticas insti-tucionales para designar a las gentes de color que prestaban servicios al Rey, y para de esa forma sustraerlas de trmi-nos asociados a cargas despectivas como eran los de mulatos y ne-gros. Caso contrario suceda con los padrones de poblaciones que no tenan el propsito institucional de arreglar las milicias de gentes de color; en estos la denominacin pardos no aparece como sucedi en 1664 y 1688 con los de la jurisdiccin de la ciudad de V-lez.12

    11 AGI, Santa Fe, leg.43, exp.4, n.19, f.4v. 12 Ver los padrones de negros, mulatos, zam-bos y zambahigos libres en la ciudad de Vlez en 1664 en AGN, SC, Miscelnea, leg.54, ff.124r.-129v., y AGN, SC, fondo Tributos, leg.10, ff.221r.-228v., y el listado de 1688 en AGN, SC, CR-CVD, leg.6, ff.371r.-383v.

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    Ahora bien, la reelaboracin de la identidad tambin estuvo asociada a la bsqueda de formas de evadir las dis-posiciones tributarias de finales del siglo XVI y aplicadas en la siguiente centuria que obligaban a negros, mula-tos y zambos libres a pagar el tributo del requinto que se haba impuesto en 1574. En 1712 una familia libre y de color vecina del pueblo de Chocont (provincia de Tunja) reclamaba no tener que pagar ese impuesto debido a que era de color pardo.13 En 1733 un hombre libre de color residenciado en el pueblo de Usaqun entabl pleito para no pagar ese tributo aduciendo que no era mulato sino pardo.14

    Hasta dnde el protagonismo al-canzado por hombres libres de color en la defensa militar ayud a ese des-plazamiento, es un aspecto que est por averiguarse.15 En el informe de 1741 del virrey Eslava sobre la defensa de Cartagena del sitio de la escuadra inglesa dirigida por el almirante Ed-ward Vernon, aparece un empleo in-distinto de los trminos de compaas de mulatos libres y compaas de pardos.16 Lo cierto es que el uso de

    13 AGN, SC, Tributos, leg.15, ff.462r.-466v. 14 AGN, SC, Miscelnea, leg.87, ff.840r.-871v. 15 En disputa suscitada en 1752 entre el co-mandante militar y un alcalde de Cartagena de Indias por motivo del fuero militar de los oficiales milicianos de color, el primero le escriba al virrey de la Nueva Granada que en esa ciudad era pblico que las acciones milita-res ms peligrosas durante el sitio de la escua-dra inglesa del almirante Vernon corrieron a cargo de aquellos. AGN, SC, MM, leg.58, ff.1001v.-1002r. 16 Archivo Histrico Nacional (Madrid), Di-

    forma indeterminada de los trminos pardo y mulato por parte de las autoridades daba la oportunidad para deslizar la identidad y as lograr lo pro-puesto. Ese deslizamiento era de inte-rs para sectores de hombres y fami-lias de color y libres interesados en quitarse de encima la clasificacin co-mo mulatos dado a que estos eran ca-racterizados por el poder, las institu-ciones y las elites como personas de color refractarias al orden. Frente a esto, el trmino pardo comenz a aparecer como una alternativa para aquellas familias y personas de color que se haban diseado proyectos de vida para lograr insertarse de mejor forma en la sociedad colonial.

    El lmite definitivo del desplaza-miento institucional del trmino mula-to por el de pardo se dio con la crea-cin de las milicias disciplinadas en 1773, cuando la categora pardo ten-di a imponerse a la de mulato, sin que esto quiera decir que esta ltima dejara de emplearse. Lo que sucedi fue que para el trnsito entre los siglos XVIII y XIX la categora pardo ad-quiri un doble estatuto que debe te-nerse en cuenta para no cometer erro-res propios de sueos de niveladores que creen que las diferencias raciales han desaparecido o de los que creen que nada haba cambiado. Esa catego-ra agrupaba tanto un estatuto social de las personas que en la vida diaria po-dan remarcar sus diferencias en con-cordancia con el color de la piel, los rasgos fsicos, la ascendencia familiar y

    versos-Colecciones, leg.28, exp.5, ff.4r.-5r.

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    los estilos de vida, como un estatuto poltico definido por las relaciones con las instituciones (libres, vasallos y mili-cianos). Esas dos condiciones muchas veces podan complementarse y/o estar en direcciones opuestas. As, mientras que desde lo poltico la con-dicin de pardo poda ser una poten-cial va para ir avanzando en el logro del reconocimiento social gracias al sistema miliciano y a la condicin de vecino, desde lo social sigui marcan-do exclusiones fundadas en el criterio de las calidades diferenciadas entre las personas. Por eso, el ser pardo consti-tua una paradoja cuando se le mira en esa triple dimensin, contradiccin que se hizo evidente de 1808 en adelante cuando en el intento de salvar al Impe-rio de la crisis, las autoridades de Ma-drid pretendieron redefinir las relacio-nes entre los vasallos y la Monarqua. A partir de ese momento y a propsito de los debates sobre quienes seran los portadores de la ciudadana se manifes-t de forma difana esa ambigedad entre el elemento poltico y el social de la condicin de los pardos, como tam-bin se expres la capacidad de movili-zacin de esta categora poltica y la posibilidad de sus integrantes para alcanzar conquistas.

    Estratificaciones entre las gentes de color: quinterones y cuarterones

    Otros sectores socio-raciales tam-bin tuvieron presencia en algunos padrones. En las poblaciones de Ta-

    camocho, El Retiro, Santiago, Taca-saluma, Tacaloa, San Sebastin, San Fernando y en la poblacin cuyo nom-bre desconocemos, los zambos, cholos y mestizos tenan un peso determinan-te en la configuracin socio-racial (ta-bla 2). Tngase en cuenta que la zona de los alrededores de Mompox estaba ocupada por pueblos de indios chimi-las y malibes (Herrera, 2006, 118-156), a diferencia, por ejemplo, de buena parte del rea de los alrededores Cartagena y del Canal del Dique que estaba ocupada por haciendas labora-das por esclavos.17 En el pueblo de Venero (jurisdiccin de Tamalameque) de 101 habitantes, el 50% eran zam-bos, el 29,7% mestizos, el 18,8% ind-genas y el 9% eran negros.18 Aunque es posible que en Cartagena existieran zambos de ascendencia india dado la cercana de varios resguardos de esta condicin (Turbaco, Turbana y Timi-rihuaco), los que aparecen registrados en el censo del barrio de Santo Toribio parecen referirse a descendientes de mulatos con negras, es decir, a los que Juan y Ulloa registraron en 1739 como zambos de negros (Juan y Ulloa, 1748, t.I, 41).19

    Aqu es recomendable tener presen-te la sugerencia que ha hecho Marta Herrera acerca de la posibilidad de que

    17 En los listados de 1780 de milicianos de las poblaciones de Mahates, San Etanislao situa-das en el rea del Canal del Dique predomina-ban pardos, zambos y morenos. Ver: AGN, SC, MM, leg.14, ff.197r.-204r. 18 AGN, SC, fondo Curas y Obispos, leg.27, ff.810r.-811r. 19 AGN, SC, Miscelnea, leg.41, f.1071v.

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    muchas personas de otras condiciones que habitaban en los pueblos de indios o en reas de influencias de estos si-tuados en el rea del bajo curso del ro Magdalena estuvieran insertas en la cultura de aquellos (Herrera, 2006, 257-260). Y la hiptesis no es descabe-llada si se tiene en cuenta que Jos Polo Acua (2012, 49-60; Polo y Car-mona, 2013, 130-155) lo ha demostra-do con detalles en sus estudios sobre la provincia de Riohacha. En conse-cuencia antes de adscribir a gentes mezcladas que habitaba ese tramo del ro Magdalena a un grupo socio-racial (por ejemplo los zambos usualmente son descritos colocndose el nfasis en el aporte negro), es necesario que se profundice en los estudios para deter-minar hasta dnde la cultura y la socie-dad de los indios podan asimilar a gentes de otras condiciones. Recono-cemos que no se trata de un tema nada fcil como lo demuestran los estudios sobre los zambos del rea de la Mosquitia, en Centroamrica (Ibarra, 2007, 105-115).

    Aunque cuantitativamente sus repre-sentatividades eran menores, desde el punto de vista cualitativo los cuartero-nes y quinterones tenan un peso social significativo si lo medimos por la esca-la del blanqueamiento y por la posibili-dad de desplazarse y ascender al sector de los notables de las poblaciones. Quiz esto explique el escaso registro de los quinterones, los que al decir de Juan y Ulloa, Esta es la ltima que participa de las castas de negros; y cuando llegan a este grado, no es per-ceptible la diferencia entre los blancos,

    y ellos, por el color ni facciones [] (Juan y Ulloa, 1748, t.I, 41).

    En las poblaciones de los Andes centrales los cuarterones solo se espe-cifican en las parroquias de Capitanejo y San Miguel de Oiba (tabla 1).20 Aun-que un documento de 1693 contiene la solicitud de un cuartern de mestizo (hijo legtimo de espaol con mestiza) oriundo de la villa de San Gil (provin-cia de Vlez) que reclamaba para que se le excluyera de la lista de los que deba pagar tributo, pues en el padrn de los tributarios se le haba clasificado como cholo de indio con ocasin de su color moreno,21 es posible que en esa rea neogranadina tambin hayan existido cuarterones de mulatos. Los listados de negros, mulatos y zambos libres que tenan que pagar el tributo del requinto en la jurisdiccin de la ciudad de Vlez en el ltimo tercio del siglo XVII contienen clasificaciones como mulato libre criollo, mulato zambo, mulata aindiada, en el ma-yor de los casos casados con mulatas, indias, mestizas y cholas.22 Pero de

    20 AGN, SC, CR-CVD, leg.6, ff.376r.-385v., 453r.-470v. y 714r.-716v.; leg.8, ff.366r.-374v.; 420r.-448v., 578r.-590v., 652r.-664v., 669r.-674v., 681r.-702v., 732r.-759v., 846r.-878v., 886r.904v.; AGN, SC, Miscelnea, leg.41, ff.993r.-994v., 995r.-998v., 999r.-1003v.; leg.44, ff.924r.-943v.; AGN, SC, Visitas-Santander, leg.2, ff.997r.-1015v.; leg.4, f.948v. 21 AGN, SC, fondo Tributos, leg.10, ff.326r.-333v. 22 Ver los padrones de negros, mulatos, zam-bos y zambahigos libres en la ciudad de Vlez en 1664 en AGN, SC, Miscelnea, leg.54, ff.124r.-129v., y AGN, SC, Tributos, leg.10, ff.221r.-228v., y el listado de 1688 en AGN,

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    todas formas las cifras no eran signifi-cativas frente al nmero de blancos en estas poblaciones, el que se fue engro-sando con familias de mestizos que adems de los avances en el blanquea-miento contaban con alguna fortuna material. El padrn de San Miguel de Oiba, luego de sealar en su parte final que los nobles correspondan a la primera clase, consigna a propsito de los cuarterones (de mestizos) que,

    [] ya son cuasi nobles, y a lo me-nos por un sexo [ascendiente fami-liar] lo manifiestan; a que van tam-bin [] las mujeres y familias do-msticas de esta clase []. Y luego van los mestizos que entendemos por ac medio a medio de blanco e indio [] Y acabadas estas tres par-tidas se sigue la de indios e indias conocidos. Y as mismo van en par-tidas los mulatos y mulatas con sus familias. Y la ltima que son los zambos que entendemos ser los que tienen de indio y mulato [].23 En las poblaciones del rea de in-

    fluencia de la villa de Mompox (bajo curso del rio Magdalena, en la provin-cia de Cartagena), tambin haba quin-terones, cuarterones y zambos24 debido a que predominaba un poblamiento de indios. Cuarterones y quinterones po-dan ser resultados de un proceso de

    SC, CR-CVD, leg.6, ff.371r.-383v. 23 AGN, SC, CR-CVD, leg.8, f.589v. 24 AGN, SC, Miscelnea, leg.3, ff.30r.-46v.; leg.39, ff.1004r.-1078v.; leg.44, ff.945r.-958v.; ff.959r.-973r.; AGN, SC, Poblaciones-Varias, leg.4, ff.450r.-459v., 516r.-537v.; leg.10, ff.498r.-538v.; AGN, SC, CR-CVD, leg.6, ff.581r.; 222r.-231v.; leg.8, ff.75r.-134v., 132r.-164v.; ff.498r.-525v.; 879r.-885v.

    blanqueamiento entre pardos y blancos y entre mestizos y blancos. Por ejem-plo, en la matrcula de 1751 la totalidad de las personas obligadas a poblarse en el sitio de San Zenn de Navarro, po-blacin de la provincia de Santa Marta y vecina de la villa de Mompox, apare-cen registradas como cuarterones de mestizos (Mier 1987, t.I, 270-271).

    Los padrones de 1777 de cuatro de los cinco barrios de Cartagena (no se ha podido hallar el del barrio de Santa Catalina) no son uniformes en cuanto al registro de la condicin socio-racial de la totalidad de los habitantes, y en consecuencia es poco lo que dicen sobre la configuracin socio-racial de esta ciudad. Mientras que el del barrio de Santo Toribio detall esas condi-ciones, los de La Merced y San Sebas-tin lo hicieron de forma parcial y el de Getseman no lo hizo. Del total de los habitantes registrados en los cuatro padrones solo seal la calidad del 49,0% (Aguilera y Meisel, 2009, 9-54). De los tres censos de barrios que ano-taron esas condiciones es el de Santo Toribio el ms detallado al registrar la presencia de cuarterones, quinterones, zambos, mulatos, pardos, negros, mes-tizos y blancos, y las calidades de las parejas conyugales.25

    En esta ciudad los cuarterones debieron ser los que el virrey Pedro de Mendinueta llam en 1798 [] blancos de la tierra que en sustancia son mulatos algo ms aproximados a nuestra raza, y

    25 AGN, SC, Miscelnea, leg.39, ff.1004r.-1078v.; leg.44, ff.945r.-958v.; AGN, SC, CR-CVD, leg.8, ff.75r.-134v., 132r.-164v.

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    que acaso solo la circunstancia de ejer-citarse en trabajos menos duros que los de la agricultura hace disimular su co-lor.26 Lo escueto del dato de este vi-rrey no permite percibir las implicacio-nes de diferenciacin entre ese sector y el resto de la poblacin de color, como si lo garantiza la descripcin del gene-ral Joaqun Posada sobre la participa-cin de las mujeres de esa condicin en las fiestas de la Virgen de la Candelaria, tal como puede verse en la cita que colocamos unas lneas ms adelante. Aquellos trminos hacen referencia a la representacin de lo negro e indio en los grados de la ascendencia de familias en procesos de blanqueamiento.

    La importancia de esos sectores de la poblacin en proceso de blanquea-miento la podemos medir cuando nos detenemos a analizar la letra menuda de la informacin contenida en los censos. Por ejemplo, en el del barrio de Santo Toribio de Cartagena hemos contabilizado 350 uniones conyugales, y de esta cifra el 61,5% vinculaban a personas de una misma condicin. Este hecho se presta a varias lecturas. La ms obvia es que si haba predomi-nio de algunos sectores socio-raciales era apenas lgico que se dieran matri-monios con esas caractersticas. Sin embargo, un estudio ms atento de esas uniones maritales permite percibir algunas peculiaridades dignas de tener en cuenta. Por ejemplo, de las 24 uniones conyugales que involucraban a cuarteronas, 22 estaban casadas con

    26 AGS, SDG, leg.7069, exp.36, ff.2v.-3r. n-fasis en el original.

    hombres blancos, y solo 2 con pardos, mientras que en las 5 uniones maritales en las que aparecen registrados hom-bres cuarterones todos las realizaron con mulatas, zambas y negras.27 Con toda seguridad suceda que las familias de subordinados mejor ubicadas en la escala del proceso de blanqueamiento diseaban estrategias para que sus mu-jeres casaran con hombres de mejor condicin socio-racial, aunque no ne-cesariamente de mejor estatus (pres-tancia social y poder poltico) y de cla-se (riquezas).28

    Lo anterior apunta a sealar que en-tre los cuarterones existan estrategias para conservar o mejorar el status ex-presadas en los esfuerzos que haban hecho para actuar de forma manco-munada y diferenciada tanto de los blancos, como del resto de los sectores subordinados libres de color.29 Y esas estrategias a la vez indican que era un sector que se esforzaba en diferenciar-se de las franjas ms bajas de la pobla-cin. Dos ejemplos ilustran con deta-lles lo que estamos afirmando. Uno lo dio el general Joaqun Posada Guti-rrez en su descripcin de las fiestas en honor a la virgen de la Candelaria que se celebraban en Cartagena de Indias, al sealar la correspondencia entre los distintos bailes y la estratificacin so-

    27 AGN, SC, Miscelnea, leg.39, ff.1004r.-1078v. 28 Sobre la relacin condicin socio-racial-matrimonios en la provincia de Santa Marta ver el documentado anlisis de Saether, 2005, 83-101. 29 AGN, SC, Miscelnea, leg.41, ff.1004r.-1078v.

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    cial de la sociedad de finales del siglo XVIII. En su cuadro narr que adems de los bailes de los blancos de Castilla, de los pardos, de los negros acomoda-dos, de los pobres, libres y esclavos de varias condiciones sociales, de las blan-cas de la tierra y de los indios, se lleva-ban a cabo otros bailes:

    [] an haba otra clase, y en ver-dad muy interesante: componase de cuarteronas, color entre el ncar y la canela; de ojos de lucero chis-peando fuego y amor y dentadura esmaltada cual hileras de perlas pa-nameas, solo un grado inferior a las blancas de la tierra, casi pobres, las ms cigarreras, costureras, mo-distas y bordadoras, etc. de traje modesto de zaraza o muselina y cal-zado de rasete. Estas, con los mo-zos de su clase, decentemente vesti-dos, bailaban sin otra msica que la de una o dos arpas cartageneras que las mismas muchachas tocaban, y an tocan, maravillosamente, y la de una o dos flautas de aficionados que las acompaaban. Los blancos de Castilla y los blancos de la tierra se desertaban furtivamente a bailar con ellas, dejando sus salas desiertas y muchas veces se necesitaban en-viar comisionados a buscarlos [] (Posada, 1971, t.II, 65. nfasis en el original ).

    Y el otro ejemplo es el de la exis-tencia en 1755 de una compaa mili-ciana de cuarterones, la que segn el gobernador de la provincia y coman-dante militar de la plaza de Cartagena era [] la comandanta de todas las de pardos y morenos libres de esta ciudad,

    de la que es capitn Toribio de la Torre []. Esta compaa segua existiendo an diez aos ms tarde.30 Luego, cuando se crearon las milicias discipli-nadas en 1773, los cuarterones pasaron a reforzar las de los blancos, como se desprende de las declaraciones de Jos Prez Dvila, oficial encargado de crear las de la provincia de Cartagena.31

    Es muy probable que ese condicio-namiento familiar para el matrimonio poco sucediera con los hombres que en principio tenan mayor libertad para tomar decisiones (Gonzalbo, 2007, 1117-1161). Pero tambin no cabe duda que eso funcionara entre ciertos sectores de subordinados, en especial entre los sectores medios,32 mientras que entre los sectores ms bajos las mezclas de personas de distintas con-diciones no representaban ningn pro-blema.

    Pablo Rodrguez (2008, 279-310), Susan Socolow (1991, 229-270) y M-nica Ghirardi (2008, 41-72) han con-cluido que desde el punto de vista de la formalizacin del matrimonio como acto eclesistico, los libros parroquiales de algunas localidades neogranadinas y

    30 AGN, SC, MM, leg.48, f.862r. 31 AGN, SC, MM, leg.59, f.968r.; leg.58, ff.1059r.-1062v. 32 El caso de los descendientes de Pedro Ro-mero (uno de los dirigentes populares de la independencia de Cartagena y sobre quien se ha hecho una lectura muy plana de su condi-cin social) es muy significativo en esta direc-cin pues a comienzos del siglo XIX las muje-res contrajeron nupcias o tuvieron uniones conyugales con hombres prestantes. (Ballestas, 2011).

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    del virreinato de La Plata muestran unas sociedades cuyos sectores altos y medios eran endogmicos. En el caso de Quito, la consulta de los expedien-tes de pleitos de disensos matrimonia-les llevaron a Bernard Lavall (1998, 5-23) a concluir que despus de la expe-dicin de la cdula de 1803 que permi-ta a los padres y tutores establecer disensos sin argumentar las razones, fueron familias de color las que ms acudieron a este recurso para evitar matrimonios de algunos de sus familia-res con personas que consideraban de calidad inferior. Tanto las investigacio-nes de Aline Helg (2005, 347-352) so-bre las estrategias de las mujeres de Cartagena para procrear hijos que es-tuvieran en mejor condicin social, como los de Steinar Saether (2005, 85-121) sobre el recurso del matrimonio entre las gentes del comn de Santa Marta, aportan algunos argumentos y pruebas en esta direccin. Esto no desdice el hecho de que por fuera del matrimonio estuvieran generalizadas las uniones ilcitas con barraganas de igual o baja condicin socio-racial.33

    Otras categoras socio-raciales co-mo tercern, tente en el aire y salta para atrs no aparecieron en los padrones de 1777. Situacin similar se observa en Nueva Espaa y Per al comparar las pinturas de castas con los censos de poblacin. En las primeras

    33 Varios ejemplos de relaciones ilcitas entre personas de diferentes calidades pueden leerse en Navarrete, 2003, 91-99. Sobre los matrimo-nios de soldados del Regimiento Fijo de Carta-gena y las normas militares ver: OByrne, 2010, 17-42; Correa, y Cceres 2012, 48-59.

    se sealan la existencia de esas catego-ras intermedias o de retroceso. Por ejemplo, tres series de cuadros repre-sentando 16 tipos de mestizajes se realizaron en Nueva Espaa entre 1763 y 1774 (Katzew, 2004, 39-61; Deans-Smith, 2005, 169-204). Sin em-bargo, el censo de 1778 del arzobispa-do de Ciudad de Mxico redujo las categoras solo a 12.34 Los 20 grupos socio-raciales del Per se pintaron en 1770 por peticin del virrey Amat35 (Ebert, 2008, 139-152; Estenssoro, 2000, 67-107; Romero, 2004, 11-23), pero en el censo de Lima de 1790 solo se registraron 9.36 En esos virreinatos

    34 El resumen de este censo puede verse en: AGI, seccin Mapas y Planos-Varios, 38. La historiografa ha empezado a desarrollar un debate a propsitos de las relaciones entre esas representaciones pictogrficas y la realidad social de ese entonces. Para el caso de la Nue-va Espaa durante del siglo XVIII Pilar Gon-zalbo (2001, 201-218) solo reconoce la exis-tencia de las categoras de espaol, indio, ne-gro, mestizo, mulato, castizo, morisco, y oca-sionalmente, pardo, chino o zambo, mientras que niega muchas otras registradas en los cuadros pintados de las castas, calificndolos de extravagantes taxonomas que poco te-nan que ver con una realidad de mezclas de distintos sectores que en sus vida cotidianas no andaban estableciendo diferenciaciones, lo que solo preocupaba a las familias prestantes. Norma Castillo expone parecida idea. (2001, 101-102). 35 Los propsitos del virrey Amat para que se dibujaran las castas del Per pueden leerse en AGI, Lima, leg.652, exp.57. 36 Este censo se public en el peridico El Mercurio Peruano, y en 1797 el virrey Francisco Gil de Lemos envi el resumen impreso al Conde del Campo de Alange, Secretario de Estado de la Guerra. Ver: AGI, Lima, leg.700, exp.11, f.5r. Parecida descripcin de la confi-

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    no se emple la categora de libres de todos los colores pese a que se puede hacer el ejercicio de sumar a la pobla-cin que no era blanca, india ni esclava y determinar que constitua la mayora de los habitantes de esos reinos.

    Para el caso neogranadino existen varias probabilidades para explicar el que en determinadas provincias no se emplearan las clasificaciones enuncia-das. Una es que su uso solo se daba en los crculos restringidos de los sectores de notables y medios interesados en registrar posibles retrocesos en el pro-ceso de blanqueamiento de personas y familias. Para estos casos tngase en cuenta que la cercana o la distancia entre los sujetos coloniales tenan un peso significativo al momento de de-terminar las calidades de las personas. La otra es que las elites de ese siglo reforzaron los criterios de diferencia-cin socio-racial debido a la amenaza que representaba el mestizaje y la ma-leabilidad que fue adquiriendo la cate-gora de blanco, lo que termin re-presentando un riesgo para la hegemo-na de los sectores que defendan la blancura, la limpieza de sangre y la legitimidad.

    Conclusiones

    En este artculo hemos estudiamos algunos aspectos de la compleja confi-guracin socio-racial del Caribe neo-

    guracin socio-racial de Lima se hizo en un documento posterior a 1776, ao en que ter-min la administracin del virrey Amat. AGI, Indiferente, leg.1528, exp.46, ff.41r.-43v.

    granadino durante la segunda mitad del siglo XVIII, nfasis en el anlisis de las relaciones entre las categoras socio-raciales y la realidad social.

    Hemos sealado la existencia de una diversidad de categoras socio-raciales acorde con las especificidades de las distintas reas de poblamiento del Nuevo Reino de Granada, a su vez determinadas por las caractersticas del mestizaje y del juego entre las posibili-dades y resistencias a la movilidad so-cial. En consecuencia, es totalmente factible que algunas categoras socio-raciales no se emplearan en los centros urbanos de poder, pero que si se usa-ran en otras reas.

    Una de las ideas centrales que he-mos sostenido en otros ensayos (So-lano 2013; 2014) es que existi una relacin compleja entre esa mentalidad ilustrada y las reformas borbnicas y la realidad social. As, mientras que en la documentacin oficial de finales de ese siglo la sociedad y las personas aparecen de formas simplificadas aglu-tinadas en ciertas categoras como li-bres de todos los colores, pardos, vecinos y vasallos, en la vida social siguieron operando las categoras so-cio-raciales. Por eso creemos que los avances del mestizaje no debe llevar a pensar que el conjunto de la sociedad marchaba haca la nivelacin de todos sus sectores como han credo algunos historiadores. Esta es una idea que tiene un sustento muy simple, pues solo se fundamenta en el impacto ini-cial del mestizaje sobre el temprano orden colonial de las repblicas de

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    blancos y de indios (Jaramillo Uribe, 1965, 21-48). Se deja de lado dos as-pectos de suma importancia. Por un lado el hecho de que el mestizaje tam-bin reconfigur las jerarquas sociales basadas en la intensidad del blanquea-miento y en los estilos de vida que se reflejaban en la calificacin de la cali-dad de las personas. Redefini en mu-chos lugares la condicin de blanco, originando diferenciaciones con rela-cin a los sectores ms bajos en con-cordancia con la claridad que iba to-mando el color de piel. Y por otra par-te que para el siglo XVIII la crisis de las repblicas de blancos y de indios ya no era un problema central, y que a lo largo de los dos siglos que le prece-dieron el mestizaje ha impactado y reelaborado las formas de representa-ciones y de jerarqua del orden social con base en nuevos criterios, acce-diendo sectores de quinterones, cuarte-rones y mestizos a la condicin de blancos, los que a su vez establecan distancias con relacin a los sectores que quedaban por fuera de los proce-sos de blanqueamiento y de movilidad social. Como consecuencia, los secto-res del patriciado blanco se apertrecha-ron en la defensa de su estatus frente a los advenedizos y tambin relaboraron tanto sus identidades como los crite-rios de prestancia y de exclusin social, y demand de las autoridades la pro-teccin de sus privilegios.37

    37 Sobre las caractersticas ambivalentes de las reformas sociales de los borbones ver (Twinam, 2000, 73-101).

    Creemos que cuando se pone en juego esas variables en el estudio se desdibuja la funcionabilidad de ciertos modelos de anlisis de la sociedad neogranadina del siglo XVIII que han empleado con regular frecuencia los resmenes de los censos por provin-cias y el general de 1777-1780, con sus columnas de blancos, indios, libres y esclavos de todos los colores, origi-nando una lectura reduccionista de la sociedad neogranadina.

    Ahora bien, un aspecto central a te-ner en cuenta es que muchas de las categoras socio-raciales que hemos registrados son producto del mestizaje. No debe olvidarse que en el contexto de Hispanoamrica, exceptuando las de blancos, negro e indios, las catego-ras socio-raciales que hemos registra-do eran producto del mestizaje, y que las elites y autoridades, que persista en mantener ntidas lneas divisorias entre los distintos grupos sociales para efec-tos del orden social y fiscal, se queja-ban por las dificultades y peligros que esto representaba para el buen go-bierno. Tambin se quejaban porque ese mestizaje haba producido una movilidad social que en muchas partes colocaba en entredicho el dominio poltico y social de los blancos. Al me-nos as lo expresaban en sus informes a las autoridades superiores, ya fuesen de los virreinatos y capitanas o a la Coro-na. Sobre el tema la historiografa es abundante.38

    38 De 1789 en adelante el Cabildo de Caracas se opuso a que se aplicara la legislacin de gracias al sacar. Ver varias de sus actas y repre-

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    Quiere esto decir que hay que pres-tar atencin a las transgresiones identi-tarias fundadas en la existencia de unas fronteras deleznables entre las distintas condiciones. Y tambin quiere decir que las transgresiones no solo se fun-daban en condiciones difusas de color y fenotipo, sino que tambin involu-craban muchos otros aspectos de la vida social como podan ser los estilos de vida, el trabajo, la residencia, la ads-cripcin a redes polticas y sociales, la indumentaria en fin, eso que en la documentacin de archivos aparece registrado como la calidad.

    No cabe la menor duda que distin-tos factores haban contribuido a darle flexibilidad a las fronteras entre algu-nas categoras sociales que podan ha-llarse prximas, incidiendo en las sim-plificaciones institucionales. En efecto, cuando se comparan las categoras socio-raciales descritas por los autores (Jorge y Juan, Santa Gertrudis, Diego de Peredo, Finestrad y Posada y Gu-tirrez) con las registradas en la docu-mentacin de archivos de la segunda mitad del siglo XVIII se observa que algunas cayeron en desusos. Catego-ras como tente en el are, salta para atrs y tercern, que se usaban para indicar los estancamientos, retro-cesos o avances en los procesos de blanqueamiento de las personas, o dejaron de usarse o fueron reemplaza-dos por categoras que hacan nfasis en las combinaciones, y colocaron en

    sentaciones compiladas en Mago de Chpite y Hernndez, 2005, 332-333, 372-389. Bernand, 2001, 105-133

    un segundo plano el blanqueamiento. En este caso son necesarias nuevas investigaciones que analicen con ms detalles cmo sectores de la sociedad asuman el blanqueamiento.

    Otras categoras, aunque muy espo-rdicamente se les registr en la infor-macin de archivo que hemos consul-tado, continuaron emplendose al ser defendidas por las personas que eran calificadas como tales, pues de alguna manera conllevaban ciertas posibilida-des de movilidad social. Era el caso de las condiciones de cuarterones y quinterones. Y aqu hay que anotar que en esto escasamente cuenta su representatividad porcentual en la tota-lidad de los habitantes de las poblacio-nes en las que se usaban. Lo importan-te es que determinaban posibilidades de movilidad. Los historiadores pare-cen no tener presente que para ciertos segmentos de la sociedad que se empe-cinaban en blanquearse, mantener estas condiciones era fundamental.

    Este tambin es el caso de que du-rante la segunda mitad del siglo XVIII algunas categoras socio-raciales adqui-rieron un acento poltico, como fue el caso del trmino pardo en razn del vnculo institucional que lograron los libres de color gracias a las milicias disciplinadas. Sin embargo, es posible que una categora poltica de afirma-cin de una imagen positiva, represen-tara al mismo tiempo una posible pr-dida de otras categoras que, como las de quinterones y cuarterones, permi-tan establecer diferencias y posibilida-des de movilidad social.

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    Todo esto origin complejos resul-tados a partir de distintas combinacio-nes, siendo factible que en una desig-nacin socio-racial se vaciaran distin-tos significados, como tambin que otras cayeran en desuso. Frente a los problemas que presentan estas situa-ciones que han generados malos en-tendidos entre los historiadores, se debe tener presente que la puesta en escena de esas categoras o sus despla-zamientos por otras categoras polticas (por ejemplo, por las de libres o veci-nos), depende de la naturaleza de los aspectos de que tratan los documentos de archivos, y de los intereses y catego-ras de los funcionarios que escribieran los textos.

    Tambin dependan de los vnculos de las personas con las instituciones. Conflictos en los que estuvieran invo-lucradas personas del comn y que llevaran a solicitar la intervencin de las autoridades judiciales o administra-tivas, colocaban en un primer plano las categoras de vasallos, libres y vecinos. Pero si estos conflictos obligaban a diferenciar sectores, estos podan apa-recer agrupados en dos grandes blo-ques: notables o patricios, y plebe. Sin embargo, en el plano de las relaciones interpersonales y de jerarqua social, las categoras socio-raciales seguan cum-pliendo un papel importante para de-terminar el orden social. Por eso, du-rante la segunda mitad del siglo XVIII viejas y nuevas categoras se sobrepu-sieron, y aunque desde la crisis de 1808 en adelante las acciones polticas de los actores sociales fueron las que empeza-

    ron a marcar el derrotero, en otros escenarios, en especial en la vida coti-diana, continuaron operando muchos aspectos de las formas tradicionales de leer los lugares de las personas y fami-lias en el orden socio-racial.

    De ah que bajo la Repblica fuera fcil que se desarrollaran lecturas racia-lizadas de la sociedad y de sus distintos sectores (Arias, 2005), y aunque por la normatividad propia de la democracia liberal desapareci de la documenta-cin oficial cualquier referencia a la condicin racial de las personas, en las afiliaciones de quienes eran buscados por la justicia aparecan unas descrip-ciones que remiten al imaginario social del siglo XVIII. En un listado que con-tiene a 270 desertores del ejrcito y reos prfugos de Cartagena corres-pondiente a los aos de 1845-1848 se les identificaba por el color de la piel como zambo, pardo, mulato, blanco, mestizo, indgena, mo-reno claro, claro, castao, prie-to, achinado, oscuro, trigueo y negro (Conde, 2009, 343-351). Una investigacin referida a los esclavos del rea de la ciudad de Mrida (Venezue-la) en los aos de 1800 a 1854, seala que las diferencias entre 342 esclavos se basaron en los tonos e intensidades del color de la piel, entre los cuales resaltaron: atezado, pardo, cla-ro, trigueo, blanco, oscuro, prieto y muy raramente rosado (Rodrguez, 1986, 48). El censo de Lima de 1860 tambin registr la con-dicin socio-racial de la poblacin en blancos, indios, negros, mestizos, natu-

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    ral, mulatos, cholos, pardos, chinos (de origen afroperuano), prietos y chinos (de origen asitico) (Cosamaln, 2009, 134-143).

    Algunos trminos desparecieron a lo largo del primer siglo de la Repbli-ca, mientras otros aparecieron y se reforzaron. En las lecturas que realiza-ron intelectuales de las elites decimo-nnicas sobre las dificultades en la formacin de la nacin continuaron apareciendo los negros, mulatos, zambos, mestizos, ahora asociados a las geografas regionales (Arias, 2005; Nieto y Riao, 2011). Hasta hace po-cos aos en el Caribe colombiano se distinguan los morenos, claros, color canela y trigueos de los negros. Y para muchas personas y familias de color el estar por encima de la condicin negra representaba un logro y un capital simblico para ser defendidos. Una lectura politizada de estas situaciones afirma que se tra-taba de unos eufemismos diseados por las elites y el poder para dividir. No creemos que valga la pena debatir esto pues lo que importa es que esas condiciones sociales eran asumidas y defendidas, y por tanto, producan hechos sociales. Si algo ha evidenciado el juicioso trabajo de la sociloga Elisabeth Cunin es que una de las difi-cultades que ha enfrentado el multicul-turalismo en Colombia, y en especial las gentes negras para reconocerse como un grupo tnico, es la persisten-cia de diversas categoras en su interior lo que refleja las distintas maneras co-mo se leen y jerarquizan de acuerdo al color de la piel (Cunin, 2003).

    En fin, el nudo gordiano a desatar por los estudios es el que se forma por el cruce de las taxonomas sociales que se expresaban en las categoras des-agregadas que aparecen en los padro-nes de las localidades y en otras infor-maciones de archivos, con la tendencia institucional a la simplificacin de las representaciones de los segmentos se la sociedad, las transformaciones que se fueron operando en la esfera de la participacin poltica gracias a la triple condicin de vasallos, vecinos y mili-cianos, y las presiones de sectores subordinados en pro de una redistribu-cin de algunas simbologas y rituales de la prestancia social. Las gentes po-nan en escena distintas identidades acorde con los espacios en que se mo-van. La mujer que en 1797 denuncia al hombre en Mompox por incumpli-miento de promesa matrimonial aleg varias condiciones: vecina, pues le permita acudir a la justicia para recla-mar derechos. Parda pues le permita demostrar que estaba en condicin de igualdad al demandado. Y honesta porque le permita reclamar un dere-cho que el conjunto de la comunidad le reconoca.39 Cuando una comunidad acuda a las autoridades en reclamo de un derecho haca uso de la condicin de vecinos. Pero cuando se trataba de pleitos personales la condicin racial y la posicin en la jerarqua social sa-lan a relucir.

    39 AGN, SC, Miscelnea, leg.82, f.280r.

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