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    Armado interior y composicin de pgina: Eduardo RosendeDiseo de portada: Lorena Salcedo Bandala

    2006- Mio y Dvila srl 2006- Flacso-Mxico 2006- Universidad Nacional Autnoma de Mxico 2006- Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos 2006- Centro de Estudios Superiores Universitarios,

    Universidad Mayor de San Simn 2006- Universidad Mayor de San Andrs,

    Postgrado en Ciencias del Desarrollo, CIDES-UMSA

    Prohibida su reproduccin total o parcial,incluyendo fotocopia, sin la autorizacinexpresa de los edi tores.

    Primera edicin: marzo de 2006

    ISBN-10: 84-96571-01-7ISBN-13: 978-84-96571-01-3

    IMPRESO EN ARGENTINA

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    NDICE

    1. Introduccinpor Maya Aguiluz Ibargeny Norma de los Ros Mndez.......... 11

    2. Palabras desde la FLACSO-MxicoporGiovanna Valenti Nigrini ........................................................ 25

    SECCIN I: Entre las notas inditas ......................................... 313. Formas de operar del Estado en Amrica Latina

    (bonapartismo, populismo, autoritarismo)por Ren Zavaleta Mercado.......................................................... 33

    4. Nacionalizacionespor Ren Zavaleta Mercado.......................................................... 55

    SECCIN II:Lo testimonial y lo biogr co .................................. 575. A pulso y semblanza

    por Jorge Mansilla......................................................................... 596. Memoria en los caminos a Bayamopor Mario Miranda Pacheco......................................................... 657. Ren Zavaleta, el maestro

    por Jorge Cadena Roa................................................................... 778. Formas de pensar y hacer de Ren Zavaleta. Una evocacin

    por Martn Puchet Anyul ................................................................ 839. Zavaleta Mercado. Ensayo de biografa intelectual

    por Mauricio Gil Q........................................................................ 93

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    10. Zavaleta: narratividad autobiogr ca y socialismo localpor Hugo Rodas Morales........................................................... 111

    SECCINIII:Legados y resonancias ..........................................145

    11. Ren Zavaleta o el placer de la poltica por Roger Bartra....................................................................... 14712. Ren Zavaleta: un hombre, un pensamiento, una poca

    por Luca Sala............................................................................ 14913. Ren Zavaleta yEl poder dual

    porEduardo Ruiz Contardo....................................................... 157

    14. Zavaleta leyendoFelipe Delgadopor Luis H. Antezana J............................................................... 163

    SECCINIV:Re-visiones desde alguna parte ...............................17115. Sobre la obra de Ren Zavaleta: un dilogo a tres voces

    por Norma de los Ros Mndez.................................................. 17316. Ren Zavaleta: una mirada comprometidaporElvira Concheiro Brquez................................................... 17917. Zavaleta revisitado que veinte aos no son nada

    por Maya Aguiluz Ibargen....................................................... 18918. La produccin terica para pensar Amrica Latina

    por Luis Tapia Mealla................................................................ 21319. Ren Zavaleta ante la especi cidad latinoamericana

    del Estado y la polticapor Lucio Oliver ......................................................................... 225

    SECCINV:In Memoriam ........................................................23720. Recuperar a Hegel

    por Jos Valenzuela Feijo........................................................ 23921. Colaboradores ............................................................................ 297

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    1.

    Introduccin

    Maya Aguiluz IbargenNorma de los Ros Mndez

    En la actualidad una vasta literatura sobre la realidad social bolivianaacumula un conocimiento social de segundo grado (observaciones delas observaciones), que habra emocionado enormemente a Ren ZavaletaMercado (19371-1984), no porque en parte, con y sin intencin, revivalas largas charlas y discusiones con el amigo y contemporneo, o porquedelaten las enseanzas del colega y maestro, sino porque emerge comouna produccin local de autocomprensin colectiva que liga y rompe ala vez con una tradicin instaurada sin grandilocuencia por el socilogoboliviano. La exigencia crtica, el balance entre la exposicin tericaque busca precisin mediante el despliegue de conceptos propios y des-cripciones densas, y la teora gurativa dotada de metaforizaciones eimgenes tambin puntuales notas emblemticas del conjunto de su obray, sin duda, irrepetibles por su sello personal caracterizaron en formay contenido el conocimiento social producido mediante el estudio y laentrega activa en Bolivia. La voluntad de profundizar y recrear los legadosde Zavaleta Mercado2 se encuentra en los resultados de investigacin yen las propias obras, en s mismas originales y distintivas, de autores

    como Luis H. Antezana, Gloria Ardaya, Ricardo Calla, Ivonne Farah,Susana Seleme, Horst Grebe, Jorge Lazarte, Silvia Rivera Cusicanqui,Carlos Toranzo, Mecha Urriolagoitia, Carlos Villegas, por mencionar,en estricto orden alfabtico, solamente algunos ineludibles nombres deaquella comunidad acadmica que contemporaneiz posturas polticas,

    1 Segn su acta de nacimiento, Ren Zavaleta naci en 1939, sin embargo l realmentenaci en el ao de 1937, segn lo a rma Alma Reyles.

    2 En adelante RZ o ZM.

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    diferencias ideolgicas, experiencias de exilio, a nidades culturales ydebates en general. Estos colegas, que dieron forma a los primeros crculosde crticas e interlocuciones con la obra y la persona de RZ, deberan estaren estas pginas contribuyendo por supuesto, de hecho contribuyen arecodi car desde la clave de un nuevo milenio, los legados y la actualidaddel socilogo boliviano.

    No ha sido posible extender una convocatoria que incluyera tanto alos mencionados como a muchos otros escritores, polticos y acadmicosbolivianos y de otras nacionalidades, que frecuentaron, aprendieron ypolemizaron con Zavaleta Mercado. Por ello este libro, una mirada detestimonios, ensayos y re-visiones, ha de tomarse tan slo como una obradispuesta a recordar, a poco ms de veinte aos de su partida, su presenciaentre los suyos, en Latinoamrica. Tiene as una doble intencionalidad: la

    de rememorar al socilogo ausente y la de presentizar sus aportacionessitundolas como un equipamiento analtico que desmonta e interviene lacontextura histrica, poltica y social boliviana y latinoamericana.

    Ren Zavaleta Mercado. Testimonios, ensayos y re-visionesempiezacon un par de rastros, dejados por su propia pluma, acaso una viva reso-nancia del modo de re exin zavaletiano que despunt en medio de lasbatallas entre los proyectos dictatoriales de Estado y el paulatino recam-bio de actores sociales y polticos de su convulsa Bolivia de inicios de lamitad del siglo XX.Entre las notas inditases resultado de una francalabor de archivo que ha recuperado, como de un bal pleno de recuerdos,fotografas, correspondencia, escritos fragmentarios y documentos varios,dos versiones en borrador de potenciales artculos: uno muy breve,bajo el ttulo sugerido por Luis Tapia de Nacionalizaciones, y otro unpoco ms extenso denominado Formas de Operar del Estado en AmricaLatina. Con este ltimo texto nos permitimos dar un giro editorial:usamos aqu un verbo (operar) en reemplazo del sustantivo operacin,que haca las veces de adjetivo, puesto que en nuestra perspectiva lapalabra operar cie el carcter histrico de los dispositivos y mecanis-mos desplegados en regmenes polticos de corte bonapartista, populistay autoritario en su composicin (espacio-temporal); tambin porque eloperar estatal es accin que se bifurca en modos democrticos o re-accionarios que siguen replicndose en con guraciones polticas en unoy otro sentido.

    Ren Zavaleta Mercado. Testimonios, ensayos y re-visionesconstituyesimplemente un empeo que aspira a reactivar la memoria de la obrade RZ. Un libro cumple su cometido cuando incide en sus lectores y el

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    nuestro en particular completara su propsito si lograra implicar a nue-vas generaciones de estudiosos de Latinoamrica en dicha obra. Algunasveces se conjuga la difcil suerte de encontrar una obra que agita y hacegerminar,que produceconocimiento social, fruto de un autor que crean-do literatura acadmica, impona sobre sus textos la fuerza y la tnicasu cientes para impulsar las ciencias sociales de la regin y contribuir ala formacin de sus profesionales latinoamericanos. En la vida, como enlas ciencias sociales, no es posible separar la obra de la persona si el casoparticular demanda rearticular los pequeos sucesos del da a da, queconstituyen esos encadenamientos de sentido en la biografa personal,con los acontecimientos regionales y nacionales que hicieron de la vidade RZM una de las tantas vidas cruzadas por los golpes de Estado, larepresin y los exilios de las dcadas de los aos 1960 a 1980.

    En esta ptica, y como una mera aproximacin que rearme el vnculoindisoluble entre la biografa personal y la obra de un autor, el segundo

    apartado de este libro, Lo testimonial y lo biogr co, se ofrece comoun recorrido que va de las evocaciones y rememoraciones de amigos ycercanos hasta los ensayos a la manera de biografas intelectuales. Estasegunda seccin abre con una imagen juvenil que es trada de lejos me-diante un doble registro: el visual y el de la semblanza, que se conjuganhasta dar con un retrato aproximado de la gura de poeta e intelectual.Jorge Mansilla, Coco Manto, ata los cabos de una vvida rememora-cin mostrando las maneras de ser, los gestos y las posturas de ZM. Sinanticiparlo, y por efecto del artilugio de las palabras, esta semblanza nostraslada del lugar del encuentro afectivo que reproduce el amigo, a unlugar otro, al (interior) de la mina altiplnica y as, siendo advertidospor el texto Camino a Bayamo de Mario Miranda atestiguamos la ma-nera en que los mineros, el sujeto colectivo con que espejeaba la obrazavaletiana, hicieron propia la tcnica de la excavacin por bloques(block caving), introducida desde los aos cuarentas, al triturar una partedel cerro, a dinamitazos, para de los trozos de piedra (va fundicin)obtener la carga de mineral (vase el testimonio de un minero en 1989,en Muoz, 1995:27).

    La excavacin del mineral es el proceso que metafricamente nos escompartido aqu para comprender uno de los modos locales de producirteora social, para el caso de RZM: quebrando bloques slidos y com-pactos en distintos fragmentos de conciencia que condensan realidadessociales del pasado, con registros ms o menos largos de su momento deapogeo, y que se presentan bajo la ilusin o fantasa de su condicin

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    juego la nocin de simultaneidad topolgica para as introducirnos enel discurso zavaletiano de los aos ochentas, conocido como periododel marxismo crtico y para mostrar por caso la envergadura del tipode anlisis espacial del Estado en Bolivia, un enfoque zavaletiano que,como subraya Mauricio en su ensayo, dio cuenta de la internalidad dela sociedad y[a su vez] de la externalidad (Zavaleta, 1990[1987]).Hugo Rodas, por su parte, en un trabajo minucioso de historia intelectual,asimila la vivencia biogr ca en el relato fascinante sobre el procesorevolucionario de 1952, de la orientacin dada a ste por el MovimientoNacional Revolucionario (MNR), del lugar protagnico de los mineros ysus vas organizativas y de la entronizacin de un sujeto popular con mu-chos cuerpos sociales, internamente diversos y abigarrados, que siguentomando las calles como multitudes polticas. Asimismo, su artculo suma

    a la sobriedad analtica, la fuerza del lenguaje iconogr

    co ofreciendoimgenes memorables y una probadita decomicacadmico.La seccin denominada Legados y resonanciascomienza con El

    placer de la poltica, un ensayo de colocacin ya que las palabras deRoger Bartra llegan al centro del pathosde RZM. El pathosno es el sitiode la afectacin del alma sino el contenido ms vital de la accin humanay social, y que en el caso zavaletiano tambin designaba ese mbito delos posibles, el lugar donde nada se da por sentado y lo que acontecepertenece a la creatividad y la poltica.

    Luca Sala destaca al hombre de la cultura deboliche que con igualpotencia en la charla y la convivencia, se encargaba de hacer comunidadtal como sucedi en su etapa de vida en Mxico, cuando aparece suobra fundamental en publicaciones peridicas, adems de participar enmuchos de los comits editoriales de revistas dentro de un rico abanicode aquellas que circularon en la dcada de 1980. As en Historia y Socie-dad , en su nmero 18 del ao 1978, aparece el texto Las formacionesaparentes en Marx, mientras que Clase y conocimiento form partedel nmero 7 de la misma revista, en 1975 (tambin como Zavaleta,1988), o bien, convocando a los bolivianos en Mxico para organizar yarmar el nico nmero de una revista que junt aquella dispora obligada: Bases. Expresiones del pensamiento marxista boliviano(1981), en cuyocontenido apareci un escrito, varias veces emulado, (y/o recuperado?)Cuatro conceptos sobre democracia.

    Los de Zavaleta Mercado son escritos clsicos de los estudios lati-noamericanos de la segunda mitad del siglo XX y seguirn integrandolas bibliografas bsicas de cursos, seminarios, licenciaturas y posgra-

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    dos sobre la regin. Hay una trada imprescindible: La formacin de laconciencia nacional(1990), un libro escrito a poca distancia del golpemilitar del general Ren Barrientos en 1964, ao que marca un granduelo al cerrarse violentamente el ciclo postrevolucionario (1952-1964)de cogobierno del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR)-CentralObrera Boliviana (COB); Las masas en noviembre, escrito fundamen-tal que circul desde Mxico al aparecer dentro del libro colectivo, nomenos conocido, Bolivia, hoy(Zavaleta comp., 1983) y nalmentesu obra pstuma Lo nacional-popular en Bolivia(1986). Sin embargola produccin zavaletiana se ha prestado a divisiones temporales, mso menos jas, a la usanza de etapas del pensamiento situando ya seala fase del nacionalismo de izquierda, ya la del marxismo crtico ydejando para el mero en medio, el periodo 1974-1979 del cual surge

    El poder dual, una obra con evidente apego al marxismo() clsicoy [un] tratamiento de la exgesis e instrumentalizacin en el anlisisde situaciones concretas (Lazarte, 1988:9). Sin hacer eco de las va-rias modalidades interpretativas que dan y seguirn otorgando distintasprioridades a los textos zavaletianos, ya que no existe un monopolio desu interpretacin legtima, Eduardo Ruiz Contardo analiza la validez yactualidad de un marxismo tal y brinda su particular punto de vista sobreel libro, al tiempo que vuelca, entre lneas de rememoracin, las disputaschilenas libradas en torno a las primeras versiones del libro en cuestiny reavivadas despus del fatdico 11 de septiembre de 1973.La intervencin de Luis H. Antezana viene dada con un texto donde laargucia contrafctica nos lleva a imaginar las lecturas que haca ZavaletaMercado en 1984. As, en sus primeras lneas se plantea qu le habrasugerido el contactovis vis de Felipe Delgado(1979), novela en laque Jaime Senz (1921-1986) introduce en la escena pblica la guradel aparapita, que no es el vagabundo que llega hoy y se va maana,sino el hombre que viene hoy y se queda maana, segn el posiciona-miento del extrao en los espacios sociales cabalmente de nido (s?)en las emblemticas guras de la sociologa temprana (Simmel [1908],1986) y que en la narrativa literaria se encarna en el cargador de bodega,habitante de los recodos de la ciudad. En adicin a esta colaboracindel mejor conocido como Cachn (nos dejar noms emplear susobrenombre!, pues en la usanza boliviana los apelativos forman partede un modo de acotar distancias con respecto a los recin llegados, yen la cultura poltica, con relacin a los personajes de la vida pblica ymeditica), es importante no dejar de mencionar que el estimado maestro

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    de Cochabamba ha fungido como eslabn que uni un primer crculo deacadmicos contemporneos de ZM con una otra generacin de polit-logos, socilogos, crticos literarios que, si por su edad no confrontarondirectamente la vorgine de regmenes dictatoriales, s vivieron al ritmode las botas mineras, los sonoros dinamitazos, los miles y miles de pasosque componan la marcha de la masa en las luchas sociales de nales de1970 y principios de 1980.

    Cachn, sin duda, es un lazo vinculante con distintas comunidadesde acadmicos bolivianos que participan de una tradicin de pensamientosocial consistente, plural y autocomprensivo, en la que atravesar el campozavaletiano ha sido, en varios casos, una labor intelectual de re-visin yreactualizacin iniciada hace varios aos. Tal parece haber sido la inten-cin de Luis Tapia, quien al proponerse llevar ms all las posibilidades

    cognoscitivas abiertas por la obra de Zavaleta, como sealaba en 1987desde un editorial de la revista Autodeterminacin(1987:6), ha sidouno de sus principales continuadores a travs del doble movimiento derecorrer dicha obra, extendiendo su potencia interpretativa tal como lomuestra La produccin del conocimiento local(Tapia, 2002), una publi-cacin que es oportunidad para que Norma de los Ros empiece la seccin Re-visiones desde alguna partecon una re exin sobre la aportacin cr-tica del autor ausente. Mediante la voz y la perspectiva de la historiadoraemergen las articulaciones que ligan el contexto histrico de Zavaleta, elestudio dialgico de Tapia y su relevancia para una historia intelectuallatinoamericana y para una aproximacin de carcter historiogr co quepermita la recuperacin crtica del horizonte epistemolgico en el que seinscribe la obra de Ren.

    En una mirada comprometida, Elvira Concheiro atraviesa loslocusdeidentidad de Zavaleta Mercado: del maestro al intelectual, cruzando porel liderazgo acadmico, hasta llegar a identi car al hombre de la accinpoltica que, siempre joven, encar compromisos fundamentales en lapoltica y la historia bolivianas. Pero adems, y es el ncleo de irradiacinde su pensamiento, aqul que supo que jar la atencin como a rmaConcheiro en la causacin histrico-local y el modo de recepcindel capitalismo en nuestros pases latinoamericanos, y que logr encon-trar en ello un camino para entender su particularidad, su heterogeneidady su combinatoria propia. Otra modalidad de recuerdo del presente,las pginas que corresponden al escrito de Maya Aguiluz son una va pararevisitar Zavaleta que gurativamente efecta como en el tango pocoms de veinte aos despus, volviendo a una lectura bsica sobre la idea

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    de nacin, y en el que intenta destacar a la letra cmo dos dcadas noes nada cuandose trata de volver la miradaal lugar para el caso lareserva de teora social latinoamericana.

    En su aportacin para este libro, Luis Tapia retoma el desafo depensar la diversidad de Amrica Latina no slo desde la diversidad de laregin, o desde los diferentes Estados-nacin e historias, sino tambindesde el interior de cada uno de ellos, para enfrentar el uso de teorasgenerales que con guran ese horizonte de teora social y para explicarnuestras diversidades, no en funcin de modelos tericos generales antelos cuales se razona lo local y sus genealoga como si fueran desviacio-nes oexcedentes de realidad . Por el contrario, Tapia seala los lmitesde las teoras ante dosis nuevas de especi cidad y diversidad social queproducen, entonces, complementariedades y suplementos producidos

    desde lo local del conocimiento.Para quienes en adelante decidan investigar la obra zavaletiana y rei-teramos la expectativa de que este libro homenaje sea un estmulo paraensanchar la cantidad de sus lectores y estudiosos ser imprescindiblerevisar la obra del autor y continuar despus con las publicaciones ps-tumas, como los ttulos que siguieron a Lo nacional-popular en Bolivia (Zavaleta, 1986) o como el artculo El Estado en Amrica Latina (Za-valeta 1987:9-33; tambin en Zavaleta, 1990), parte de un loable esfuerzode Alma Reyles, que desde 1987 procur publicar lasObras Completas de su compaero de vida, junto con Werner Guttentag, de Los Amigosdel Libro, un proyecto editorial desafortunadamente inconcluso, y quemerece ser llevado a su completa realizacin.

    El ensayo de Lucio Oliver, Lo espec co en el debate sobre el Estadoy la poltica, cierra las revisiones actuales haciendo suyo un recuentode las relaciones entre Estado y sociedad en el horizonte nuestro, paraconcluir relevando la historia propia de la formacin estatal y la poiesis societal latinoamericana.

    No obstante la ndole muy diferente de los ensayos, evocaciones yrememoraciones reunidas aqu, en un exclusivo apartado denominado In Memoriamdimos cabida a un extenso ensayo, Recuperar a Hegel,pautado por glosas poticas que irrumpen o matizan la lgica de unaexposicin dialcticamente elaborada por su autor, Jos ValenzuelaFeijo. En dicho trabajo, a propsito de la losofa hegeliana, se ofreceuna crtica sistemtica a la atmsfera cultural presente, por veinte aosasimilada a la ideologa neoliberal. Este artculo funge de punto de enlace

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    Cabe tambin aqu, antes de proceder a los agradecimientos perso-nales y/o compartidos de quienes suscribimos esta presentacin, reco-nocer en la mejor tradicin de generosidad de la verdadera Academia,sa que reconoce sin regateos, esfuerzos y logros que la iniciativa deorganizar un homenaje a Ren Zavaleta Mercado parti exclusivamenteen su primer momento de Maya Aguiluz Ibargen, para quien los aosvividos en Bolivia, las experiencias vitales y los afectos compartidos,aunados al conocimiento de la realidad boliviana y de la obra de Zava-leta, comprometan doblemente en un esfuerzo y un reconocimiento deeste gnero. Fue ella quien con su proverbial entusiasmo y su conocidotesn organiz y convoc a este homenaje e involucr en las tareas yapoyos necesarios, a tirios y troyanos para su cabal realizacin. Algunosde nosotros nos sumamos despus a sus esfuerzos, cobijamos con igual

    entusiasmo su iniciativa y colaboramos concretamente, lo mismo en tr-minos acadmicos que nancieros, no slo a la realizacin y difusin dela jornada de homenaje sino, lo que es ms importante por el alcance queello pueda tener, al empeo no siempre sencillo de impulsar la publica-cin de un libro. Por ello, en lo sucesivo, las voces de las presentadoraspor momentos se personalizan y en otros simplemente se comparten conigual reconocimiento a los apoyos recibidos de personas e instituciones

    A ttulo ms personal, quiero mencionar el cauce que dan a las pro-puestas acadmicas de quienes somos parte del Centro de Investigacio-nes Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), su actualdirector el Dr. Daniel Cazs Menache y su secretaria acadmica NormaBlzquez Graf; asimismo menciono la disposicin siempre positiva de laDra. Guadalupe Valencia, coordinadora del Programa de Investigacinde Teora y Metodologa de las Ciencias y las Humanidades, en el 2003,y que hoy comparte con la Dra. Patricia Cabrera esa posicin gestora enel Programa de Ciencias Sociales y Literatura, donde se han venido en-marcando mis actividades acadmicas en ese centro de investigacin.

    Un reconocimiento compartido y muy sincero para la vocacin cien-t ca y humanista con que condujeron los estudios de posgrado durantesu gestin la Dra. Rosaura Ruiz y el Dr. Arturo Argueta, como directoray secretario acadmico, respectivamente, de la Direccin General delPosgrado (DGEP) de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico(UNAM). El decidido apoyo que recibimos de ellos as como el nom-bramiento que la Dra. Ruiz tuvo a bien extender a la coordinadora delPosgrado en Estudios Latinoamericanos como representante de la UNAMante el Comit Acadmico del CIDES de la Universidad Mayor de San

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    Andrs en Bolivia, sin duda contribuyeron a la feliz concrecin de estasiniciativas. Igualmente agradecemos el apoyo que las actuales autorida-des de la DGEP nos han brindado, en particular su director Dr. Jos LuisPalacio y la Lic. Lorena Vzquez que tan diligentemente nos ha auxiliadoen lo relativo a la coedicin.

    Este libro se publica tambin por el impulso decidido del Mtro. CarlosVillegas y de la Mtra. Mercedes Urriolagoitia, director y coordinadoraacadmica, respectivamente, del CIDES, de la Universidad Mayor de SanAndrs (UMSA) en La Paz, y del Dr. Luis Tapia Mealla, coordinador deldoctorado, quienes adems han apuntalado desde esa ciudad del Illimani,los convenios de colaboracin acadmica entre nuestra Universidad y laUMSA. Con igual claridad y apoyo ha participado el Dr. Fernando Ma-yorga, director del Centro de Estudios Superiores Universitarios (CESU)

    de la Universidad Mayor de San Simn en Cochabamba, alguien quedeba estar aqu repitiendo los motivos por los que reconocemos sucalidad acadmica y humana, y quien no dud en facilitar la feliz visitadel Dr. Luis H. Antezana a la UNAM en el 2003.

    Debo una especial mencin a Norma de los Ros, coordinadora delPrograma de Posgrado en Estudios Latinoamericanas de la UNAM, querecibi generosamente la primera iniciativa de este proyecto y desde en-tonces no dej de alentar y participar en favor de su conclusin. Ha sidogracias a su apoyo que en gran parte fueron sorteadas las di cultades paracoronar esta publicacin en los mejores trminos. Mi reconocimientotambin a su saber acompaar las tareas de coordinacin de este libro in memoriam.

    A Alma Reyles, esposa y compaera de vida de Ren Zavaleta, y aPablo, lvaro, Brbara, Fernanda y Diego, sus queridos hijos e hijas. Aesta estimada familia agradecemos su plena con anza, as como las faci-lidades brindadas para poder incluir los dos escritos inditos y la serie defotos gentilmente cedidas, bajo el cuidadoso resguardo de Hugo Rodas.

    Especial mencin merece una institucin que no olvida el ejemplo ylas valiosas enseanzas de Ren Zavaleta, su primer director. Nos referi-mos claramente a la sede en Mxico de la Facultad Latinoamericana deCiencias Sociales (FLACSO) que posibilita que tales enseanzas seanreplicadas en las generaciones formadas por esta Facultad, como si enlos muros de su actual edi cio camino al Ajusco resonara por la maanauna voz altiplnica pidiendo la opinin de las ltimas noticias a su atentaaudiencia. Por ello es que decidimos asociar a esta prestigiada institucinen la edicin de este libro. Especialmente reconocemos a sus actuales

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    22 MAYA AGUILUZ IBARGEN Y NORMA DE LOS ROS MNDEZ

    autoridades acadmicas, la Dra. Giovanna Valenti Negrini, su directora,tambin por compartir de la historia institucional, el lugar y comienzo desu primer director. Asimismo destacamos la labor de su secretario acad-mico, el Dr. Dante Avaro y de la Mtra. Gisela Gonzlez, coordinadora depublicaciones, por contribuir a la realizacin de este cometido.

    Finalmente a los amigos y amigas de Bolivia, quienes avivaron lainiciativa de efectuar un evento acadmico boliviano-mexicano/mexi-cano-boliviano que tuvo su primera manifestacin al realizarse la mesaredonda Ren Zavaleta hoy. La produccin local del conocimiento enAmrica Latina, un 26 de junio del ao 2003 en el auditorio del CEIICH.En el marco de este evento, la Coordinacin del Posgrado en Estudios La-tinoamericanos organiz tambin la presentacin del libro de Luis Tapia(2002) en la Facultad de Filosofa y Letras de la UNAM, de manera que

    el riqusimo debate y la recuperacin del legado zavaletiano alcanz otrosmbitos universitarios con la valiosa participacin acadmica de MarioMiranda, Luca Sala, Hugo Rodas y Teresa Aguirre. Ambos eventos in-tervinieron en la conformacin de este libro-mosaico al concedernos lamayor parte de las dieciocho contribuciones, que constituyen literalmenteremembranzas ofrecidas a la memoria de nuestro colega ausente. Dos me-sas puestasque fusionaron una visin de Bolivia hoy(Zavaleta comp.,1983) con interpretaciones de cuo reciente (Tapia Mealla, 2002). Cues-tin curiosa esa de nombrar. A la hora de denominar una de esas mesasredondas evocbamos simultneamente dos obras y disponamos de otromodo del trmino local, no para cali car solamente un conocimientoobtenido a travs del proceso de produccin (terico), sino para adjetivaradems la propia produccinlocaldel conocimiento.

    Para nalizar, dedicamos este libro a hombres y mujeres de Boliviay de Amrica Latina en general que, sin distincin de edades, lugar deprocedencia, o cio, educacin o cualquier condicin, han mostrado quelo poltico y lo social llegan a convertirse en nombres y sustantivos por-que desde antes nos mostraron que los horizontes de pas, de nacin y decomunidad poltica tiempo ha, que estn siendo.

    Ciudad Universitaria, Mxico D. F., junio de 2004.

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    23INTRODUCCIN

    Referencias bibliogrcas

    ARCHONDO, Rafael (2002), Coco Manto o la infancia memorizada, enPulsoSemanario, La Paz, ao 3, nm. 155, 19 al 25 de julio, pp. 20-21.

    Editorial (1987), Autodeterminacin. Revista de anlisis histrico-poltico y teora social, La Paz, nm. 3, julio, pp. 5-7.

    LAZARTE, Jorge (1988), Presentacin, en Ren Zavaleta,Clases sociales yconocimiento, La Paz/Cochabamba, Los Amigos del Libro, 1988.

    MUOZ, Laura (1995), Los trabajadores mineros en la historia del movimien-to obrero boliviano, en Felcitas Lpez Portillo (coord.), Movimientoobrero en Amrica Latina, Mxico, Coleccin Panoramas de NuestraAmrica, Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos,

    UNAM, nm. 11, pp. 9-62.TAPIA MEALLA, Luis (2002), La produccin del conocimiento local: histo-

    ria y poltica en la obra de Ren Zavaleta, La Paz, Muela del DiabloEditores.

    (1987), La pasin histrica del conocimiento y de la poltica. Estudiodilogo con la obra de Ren Zavaleta, en Autodeterminacin. Revistade anlisis histrico-poltico y teora social, La Paz, nm. 2, enero.

    ZAVALETAMERCADO, Ren (1983)[1979], Las masas en noviembre, en RenZavaleta (comp.), Bolivia, hoy, Mxico, Siglo XXI Editores.

    (comp.) (1983), Bolivia, hoy, Mxico, Siglo XXI Editores. (1987), El Estado en Amrica Latina, en Autodeterminacin. Revista

    de anlisis histrico-poltico y teora social, La Paz, nm. 3, julio; tam-bin publicado como Ren Zavaleta Mercado,El Estado en Amrica Latina, La Paz-Cochabamba, Los Amigos del Libro, 1990.

    (1988)[1978], Las formaciones aparentes en Marx, en Ren Zava-leta,Clases sociales y conocimiento,La Paz/Cochabamba, Los Amigosdel Libro.

    (1988)[1975], Clase y conocimiento, en Ren Zavaleta,Clases so-ciales y conocimiento, La Paz/Cochabamba, Los Amigos del Libro.

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    26 GIOVANNA VALENTI NIGRINI

    Ren Zavaleta fue director fundador de la FLACSO-Mxico en 1976,catedrtico vital, entraable maestro y periodista de ardua pluma. Indu-dablemente, las gestiones polticas realizadas por Zavaleta, as como laconduccin acadmica y organizativa que encabez, hicieron posibleintroducir una visin estratgica de la docencia en posgrado destinada aestudiantes de muchos pases del subcontinente y de la investigacin enciencias sociales sin interferencias del poder poltico. En la dimensininstitucional, sta es la principal herencia de Ren, misma que algunosde los que fuimos sus alumnos aprendimos y buscamos preservar: sindocencia e investigacin entrelazadas ninguna facultad existe y, en par-ticular, la FLACSO-Mxico deba conservar esa vocacin para no correrel riesgo de convertirse en una institucin reducida a un acuerdo entregobiernos de la regin sin consecuencias acadmicas.

    Como respuesta a la herencia de su apellido en el idioma vasco (za-valeta signi ca tierra de amplitudes), la trayectoria intelectual de Rense nc en la posibilidad de generar conocimiento a partir de la cons-truccin del individuo libre e igual, cuya posibilidad de autoconstruccinpudiera darse no slo dentro del Estado o la sociedad civil, sino tambinen el marco de las etnias o las corporaciones como ejes articuladores dela heterogeneidad de las sociedades de Amrica Latina. Su obra se puedeentender como la exposicin analtica de una estrategia de produccinde conocimiento de la complejidad en la articulacin de las relacionessociales de su pas natal, Bolivia, pero tambin como una preocupacinms generalizada sobre la produccin de conocimiento que permitieraexplicar las especi cidades del subcontinente latinoamericano, a partirde su misma diversidad y crisis recurrentes. Quiz por ello Luis Tapia, suprincipal estudioso, caracteriza a su pensamiento como de conocimientobarroco moderno. Zavaleta Mercado entiende que la nuestra es una re-gin caracterizada por la desarticulada sobreposicin de diversos tiposde civilizacin, lo que implica la falta de unidad social y estatal, y porla con guracin de un tipo de unidad temporal fctica y pasional quea ora en aquellas coyunturas crticas que implican cambios sustancialesen la construccin histrica de un pas. Su modelo explicativo parte de lonacional-popular como motor de las posibilidades de autoconocimientoy autodeterminacin de los sujetos sociales.

    Su pensamiento tambin estuvo ligado a las fuerzas sociales que im-pulsaron las transformaciones de su pas: el movimiento nacionalista yel proletariado urbano y rural. Su obra empieza con producciones desdeel discurso del nacionalismo y contina luego en el seno del marxismo,

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    27PALABRAS DESDE LA FLACSO-MXICO

    ambos, fuerzas que se debatan como alternativas en el desarrollo denuestros pases. Zavaleta Mercado plante elaborar el conocimiento dela historia local o nacional a travs del desarrollo de una teora polticadesde un plano multidisciplinario. Su teora versa sobre la autonomay complejidad de la poltica como motor de la historia, esto es, comoarticuladora global de los procesos sociales.

    La obra de Zavaleta es plena del lenguaje marxista de su poca, peroincorpora en su discurso una crtica a los juegos del lenguaje terico pre-dominante en la academia latinoamericana de aquellos aos. La vitalidaddel pensamiento de Zavaleta no slo est en lo que produjo como cons-ciencia de su poca sino en el legado de una estructura del pensamientoen trminos de consciencia de lmites y problemas pendientes que hayque resolver, pero, sobre todo, siguiendo lo que est ocurriendo en la

    historia, aquello que concebido como conguracin de vida poltica nospermita ver la permanencia de estructuras coloniales, como por ejemplo

    el racismo. Su obra nos aporta los fundamentos para dar cuenta del virajesustancial en la historia reciente de las sociedades latinoamericanas.

    Su contribucin terica que gira en torno a la nocin de forma pri-mordialsirve como idea para pensar la articulacin de Estado y sociedadcivil, y sus mediaciones, aunque en pases donde hay diversidad culturalno todo puede entrar en alguno de los dos espacios. La distincin Esta-do-sociedad civil es propia de constituciones modernas, all donde se haseparado la vida econmica de la vida poltica y se ha constituido stacomo Estado. Pero en Amrica Latina no hay tal distincin ya que per-sisten modos de vida comunitaria y las formas de interaccin se dan encondiciones de mayor heterogeneidad, o como le denominaba Zavaleta,bajo condiciones de abigarramiento de la articulacin de la vida social.La idea de forma social abigarrada permite pensar la coexistencia devarios tiempos histricos, varios modos de produccin, cosmovisiones,lenguas, procesos de reproduccin y, sobre todo, estructuras de autori-dad y formas de autogobierno. Esta nocin re eja la idea de sociedadessobrepuestas, como colores que coexisten sin mezclarse y que slo seenlazan en varios puntos y de mala manera.

    Uno de los rasgos centrales de la vida poltica en muchos pases la-tinoamericanos durante las ltimas dcadas, ha sido el hecho de que lassociedades parecen menos articuladas dentro de sectores o corporacionesy cada vez ms empiezan a emerger sujetos sociales en la esfera de lasdiscusiones sobre proyectos nacionales. Cada vez es ms comn observarcmo los pueblos indgenas o actores comunitarios se constituyen en

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    asambleas que duplican de manera paralela la autoridad que rige la repro-duccin de su vida social de manera cotidiana, disputndose el poder yla distribucin de recursos. De acuerdo con Zavaleta, estos sujetos tienenuna matriz cultural distinta y al pretender organizarse de manera paralela,modi can las relaciones entre Estado y sociedad civil preexistentes. Laaparicin de estos sujetos en la arena pblica puede generar incertidum-bre en las autoridades u otros actores sociales puesto que se mueven enuna sintona que escapa de la concepcin de la forma primordial de lainteraccin de la vida social. Cuando surgen a la super cie quiebran lainstitucionalidad del Estado y producen una crisis extensiva y, como noeran visibles, tambin crean una crisis de certidumbre porque el Estadono sabe qu est pasando y no sabe cmo responder, si por medio de lamediacin preventiva o por medio de la represin, y menos a travs de

    la reforma, que es lo que se est demandando.Los procesos de reforma macroeconmica experimentados en AmricaLatina en los aos ochentas y noventas, han implicado la reestructuracinde la forma primordial, pues se ha perdido la capacidad de autogobiernoeconmico y poltico, as como la de organizacin social, hacindonosms dependientes de la deuda externa y de la cooperacin internacionalque marca las polticas pblicas y la poltica econmica. Siguiendo estlnea de pensamiento, la rearticulacin de la forma primordial ha disueltoel carcter de la unidad nacional.

    Las ideas expuestas por Zavaleta Mercado pueden ser guas para re-solver preguntas sobre las condiciones de nuestra poca y los retos queplantea la insercin de Amrica Latina en la globalizacin y sus efectosen las sociedades particulares. Su obra tiene potencialidades para desarro-llar el trabajo intelectual inclusive bajo las condiciones de reproduccindel mercado a escala mundial y la permeabilidad de las fronteras nacio-nales, pero sobre todo en los mbitos locales, donde la heterogeneidadadquiere mayor relevancia.

    Hoy la FLACSO se ha extendido por toda Amrica Latina, tiene mu-chas generaciones de egresados que se ubican en muchas actividadesprofesionales, acadmicas y gubernamentales y ha contribuido, median-te el trabajo de sus profesores, a la investigacin en ciencias sociales.Zavaleta en persona llev su pensamiento de pas en pas y en cada unode ellos pens, escribi y difundi una visin de la poltica y de la his-toria que no slo trascendi las fronteras geogr cas sino que integr,al anlisis de los problemas nacionales, la fuerza de un conocimientouniversal que reconoce y se hace cargo de diferencias y desigualdades

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    que son caractersticas de sociedades abigarradas como conceba a laslatinoamericanas.

    Es as que, como bien dice el colega Martn Puchet, amigo y discpulode Ren:

    () el compromiso con el conocimiento social es tambinla a rmacin tica y poltica de las condiciones de su po-sibilidad: el imperio de la libertad y la democratizacin delas sociedades. A rmar la libertad y la democracia comofundamentos de nuestros pases sigue siendo un mandato quese inscribe en la visin con la que se forman los cient cossociales en la FLACSO. De all que su legado intelectualy moral sea parte de nuestro trabajo cotidiano y de nuestrofuturo.

    Esa forma de pensar la realidad del continente a la luz de unas cienciassociales analticas, creadoras e imaginativas es una leccin mucho mstrascendente para la FLACSO actual. Por ello bien vale un homenaje aRen Zavaleta Mercado, en momentos en que la historia de Bolivia vuel-ve a vivir la densidad temporal donde la crisis nos proyecta en hombrosde gigantes para visualizar un horizonte que se reclama como posible.

    Ciudad de Mxico, agosto de 2005.

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    SECCIN IENTRE LAS NOTAS INDITAS

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    generalmente vlidos para todo Estado moderno. Por consiguiente, nosservir en la presente exposicin para proponer: a) ciertas lneas princi-pales en el anlisis del Estado moderno, y b) algunas proposiciones entorno a la construccin de los paradigmas de la teora poltica dentro delanlisis marxista del Estado.

    El bonapartismo resulta sin duda una forma particular de ajuste entreel Estado poltico y la sociedad civil. Est claro que una y otra han en-trado en una relacin de no conformidad que debe remediarse de modoinminente. Como lo describe Marx, es un proceso que, en lo que se re ereal Estado, sigue las siguientes etapas:

    1. Puesto que el Estado est encarnado sobre todo en el poder ejecutivo,existe el momento de su entidad primaria de uni cacin. Esta es latarea de la monarqua absoluta con la transformacin de la nobleza decastillo en nobleza de corte y el conjunto de las tareas de la uni cacin.La emergencia de la idea burocrtica se representa en medio millnde burcratas civiles y otro tanto de militares.

    2. La centralizacin, que no se basa como en Inglaterra en la va darwini-sta social de la descampesinizacin sino en la formacitoyeno de larevolucin poltica, no hace sino reforzarse al mximo con el episodiorevolucionario. El Estado como fuerza concentrada de la sociedady como resumen de ella, adquiere su per l en formas que como los

    comits de salud pblica y el estado de sitio, son slo el desarrollocualitativo de la uni cacin del Estado, es decir, la transformacin dela uni cacin en irresistibilidad.

    3. Las diversas lneas monrquicas aparecen como intentos de cohesinde las burguesas por la supeditacin a una de sus fracciones. Marxinterpreta la repblica parlamentaria como el intento de racionalizacino formulacin convenida de la unidad burguesa. En todo caso, estclaro que la unidad burguesa es una condicin para la supervivenciade la clase.

    4. Por ltimo, resulta evidente que esa unidad no le puede venir de dentroy por esoes bajo el segundo Bonaparte cuando el Estado parecehaber adquirido una completa autonoma. La mquina del Estadose ha consolidado ya de tal modo frente a la sociedad burguesa que puede proclamar la autonoma relativa del Estado. (2)

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    II Se da as una contradiccin, al menos aparente, entre el Marx del18

    Brumario de Luis Bonapartey el Marx de la Introduccin. Este segundo

    haba escrito, en una cita a la que se ha recurrido quizs en exceso, que El conjunto de estas relaciones de produccin forma laestructura econmica de la sociedad, la base real sobre laque se eleva un edi cio (berbau) jurdico y poltico y a laque corresponden determinadas formas de conciencia social(). (3)

    Es de este tipo de invocaciones que surgen ciertos errores de situacinde los conceptos. Por ejemplo, la falacia de suponer que la economa

    existe antes y la superestructura despus o, al menos, que una y otraexisten por separado, aunque la una determinando a la otra. Esto contienela negacin del principio de simultaneidad entre base y superestructura.Es obvio que Marx no pensaba en ello. Una cosa es por cierto la apli-cacin del principio de reiterabilidad al estudio de la base econmica odel modelo de regularidad en general, y otra pensar que en la realidadbase y superestructura ocurren de esta manera en el mundo de carne yhueso. En esto, como en todo, el mtodo no es inocente, es decir, tieneconsecuencias sobre la visin general de las cosas. Del simple sacri cioo corte o reduccin, se pasa ya a pensar que la sociedad existe cortadao sacri cada. Pero la simultaneidad de la base y la superestructura es elhecho central del conocimiento social, o sea, que la sociedad en el capi-talismo ocurre como una totalidad esencialmente orgnica. Los propiosactos reductivos o particularizaciones no son sino sintetizaciones anal-ticas pero portadoras en su cualidad de aquella totalidad, que es el frutodominante de la propalacin general del mercado.

    No siempre la superestructura corresponde en todos los momentosa la base; todo lo contrario. Pero ello es tan cierto como que, cuandoexiste el acto econmico o la relacin productiva, existen a la vez dentrode ellos, y no como un rebote, las relaciones estatales y los episodiosde la representacin social. De esta manera, la circulacin ideolgica,el mercado, crear el inconsciente estatal, que es la ideologa, y no hayduda tampoco de que el Estado es la atmsfera de la produccin, o sea,caso agrante, tenemos aqu una valencia infraestructural de un hechotan constitucionalmente superestructural como el Estado.

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    Entendemos, en consecuencia, que si bien es cierto que la sociedadcivil en el sentido de Marx (las relaciones materiales de vida) determi-nado al Estado, esto no puede derivarse al supuesto ya falso de que laestructura productiva de ne la forma del Estado. Porque, de otro modo,cmo se explicara la aparicin, es cierto que no tan temprana, de unconcepto como el de autonoma relativa?

    La lectura de las obras ms propiamente polticas de Marx nos sirvepara avanzar en la discusin de este problema al que asignamos unaimportancia decisiva. Cul es en efecto el grado en que el sector super-estructural al que llamamos Estado es parte del modelo de regularidaddel MPC, es decir, de aquella parte de la sociedad sujeta a leyes (casi enel mismo sentido baconiano de las leyes naturales) y a la que se puede,con nes de conocimiento, aplicar el principio de la reiterabilidad? Nos

    parece que, si el carcter fundamental de este modo de produccin esla reproduccin ampliada o valorizacin, que est a cargo por fuerza dehombres jurdicamente libres, en consecuencia, aqu tenemos ya un indi-cio de cules son las zonas de regularidad en la superestructura, aquellasen las que participa del modelo de regularidad. Sera una contradiccinsustantiva decir que el individuo es jurdicamente libre en el acto pro-ductivo y servil o esclavo en la superestrucutra porque se trata de un soloindividuo inseparable.

    Pero por otra parte, la superestructura tiende a la estasis o sea a su ra-ti cacin. Ni el derecho ni la ideologa existen en principio para cambiarel mundo sino para conservarlo. En el cotejo de esto con la base econ-mica, que se mueve siempre (la reproduccin ampliada), veremos quela historia de la relacin entre Estado y sociedad en el capitalismo debeproducir continuos desfases o no correspondencias, es decir, lo contrariode la correspondencia automtica. A la inversa, todas las caractersticasdel Estado moderno se dirigen a compensar esta tendencia.

    Por cierto que si esta determinacin fuera tan llana, si tambin sere riera a lo que en rigor debe llamarse forma estatal entonces jamspodramos comprender por qu un mismo modo de produccin crea, sinembargo, superestructuras tan diferenciadas como las que existen en In-glaterra, Estados Unidos, Argentina y Mxico, tomando cuatro ejemplosal azar. Sostenemos que las formas superestructurales tienen su propiamanera de agregacin causal (como es descrito el bonapartismo en el18 Brumario) y, en consecuencia, hablar de leyes aqu en el mismo sentidocon que se habla del modelo de regularidad es trasladar el rgimen deanlisis de una regin a otra, sin que corresponda hacerlo.

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    Si se lo dice en otros trminos, las formas superestructurales perte-necen a un tipo de acumulacin causal especial, o sea a una articulacinde acontecimientos y fenmenos que adquiere un carcter pre o domi-nantemente local. En otros trminos, la monarqua constitucional es laforma inglesa de superestructura pero la subsuncin real es un requisitode todo capitalismo. Es en este sentido que a rmamos que el modelode regularidad que llamamos modo de produccin es lo que expresala unidad de la historia del mundo (lo comparable) en tanto que las su-perestructuras estn sealando su heterogeneidad estructural. Diversassuperestructuras, con recurrencias ideolgicas muy distantes entre s, conresultados jurdico-polticos muy diferentes, pueden servir, sin embargo,de la misma manera a garantizar la reproduccin de un mismo y nicomodo de produccin.

    Una lectura dogmtica de este prrafo de Marx impide, de otra parte,entender el problema de la correspondencia diferida entre la base y la su-perestructura. Con ello decimos que no slo no hay una correspondenciainmediata entre ambas sino que la manera misma de la correspondencia,segn cul sea la forma superestructural, puede ser crtica o sucesiva.La sociedad civil, en efecto, puede contener en su seno determinacio-nes cuya realizacin como superestructura no ocurra sino negando a lamisma sociedad civil de la cual recibe la determinacin, o sea que puedecontener determinaciones que sean su negacin global pero, al mismotiempo, el desarrollo de su zona ms intensa, el cumplimiento de la de-terminacin negando el ser desde donde viene. Eso ocurre por ejemplocon la revolucin socialista. El Estado viene aqu a negar a la sociedadcivil al servicio de determinaciones que, sin embargo, existen en ella.Para decirlo en otras palabras, la superestructura puede obedecer a variasrdenes o determinaciones que ocurren en tiempos diferentes, que vienende la sociedad civil y puede, adems, tener diferentes capacidades de res-puesta a tales determinaciones. Las cosas, en todo caso, no se muestrantan sencillas: la fuerza de la determinacin resulta tan importante comola sensibilidad o la receptividad de la superestructura determinada. De ah que la superestructura estatal parezca (lo que no quiere decir que lo sea)independiente: una independencia que ocurre sea colocndose delantede su base material como ocurrira (en la apariencia pero no en la reali-dad) en la revolucin socialista, o rezagndose, como en la RevolucinFrancesa, cuando ya exista una sociedad burguesa pero no todava unaentera superestructura burguesa.

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    38 REN ZAVALETA MERCADO

    III De aqu proviene la validez slo relativa de los modelos en el estu-

    dio de la poltica, incluyendo el bonapartismo. Lo reconoci el propio

    Lenin: Hay leyes que se re eran a la revolucin y no tengan ex-cepciones? La contestacin hubiera sido no, no existen talesleyes. Estas leyes se re eren tan slo a lo que Marx llamuna vezideal en el sentido de capitalista medio, normal,tpico. (4)

    Tpico, normal, medio, ideal. Adjetivos que revelan un marco cons-tante que no puede referirse sino a la matriz cient ca o modelo de re-

    gularidad. Pero como la revolucin es la catstrofe generalizada de lasuperestructura y se mueve en la diversidad espec ca y no en la mediaideal, no caben para ella, ni para nada de la poltica, leyes hermticas.Por qu se ha dicho, en efecto, que la tctica es la historia que puedefracasar? Por las mismas razones por las que Marx indic que la insurrec-cin es un arte; porque todo esto se re ere a la evaluacin de un mbitoque no es cognoscible con la exactitud propia de las ciencias naturales,o lo que Gramsci llamara la autonoma de lo poltico.

    Si excluimos como consecuencia la validez integral de los paradigmassuperestructurales, podemos extraer, sin embargo, provechosas leccionesdel discurso marxista sobre el bonapartismo. Por ejemplo, nos parecede una gran riqueza la aproximacin que se hace al remate carismticodel poder, es decir, a su conclusin personalizada. La mayor parte de losanlisis sobre el fenmeno carismtico lo han vinculado, Weber incluso,a la funcin de la personalidad en la historia, es decir, a una cierta visinheroica de la misma. Marx da, en cambio, una mayor importancia a la avi-dez social de lo autoritario, que hace del remate personalizado del mandouna circunstancia que est deseada en lo previo por grandes sectores delo colectivo. Podemos hablar, entonces, del carcter colectivo de ciertosmomentos hacia la acepcin carismtica.

    Otras observaciones son no menos enjundiosas como la continua alu-sin, sarcstica pero atenta, a la sucesin de golpes de mano o golpe deEstado permanente y capilar con que Bonaparte se hace del poder total.La va fraudulenta de composicin de la legitimacin expresa tambinuna coyuntura de recepcin. La convalidacin no racionalmente veri ca-ble de la formulacin del poder est, sin duda, lejos de ser una cuestin

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    Slo la negacin del resto de la sociedad los hace sentirse clase, perohace mucho menos de lo necesario para una constitucin positiva declase:

    En la medida en que millones de familias viven bajo condi-ciones de existencia que las distinguen, por su modo de vivir,por sus intereses y su cultura, de otras clases y las oponen astas de un modo hostil, aqullas forman una clase. Por cuantoexiste entre los campesinos parcelarios una articulacin pura-mente local y la identidad de sus intereses no engendra entreellos ninguna comunidad, ninguna organizacin nacional yninguna organizacin poltica, no forman una clase. (7)

    La dispersin a lo ltimo conducira, en la poltica, a la necesidadde un amo, a la unidad autoritaria entre los que no pueden obtener otraforma de unidad.

    Son, por tanto, incapaces de hacer valer sus intereses de claseen su propio nombre, ya sea por medio de un parlamento o pormedio de una Convencin. No pueden representarse, tienenque ser representados. Su representante tiene que apareceral mismo tiempo como su seor, como una autoridad porencima de ellos, como un poder ilimitado de gobierno quelos proteja de las dems clases y les enve desde lo alto lalluvia y el sol. Por consiguiente, la in uencia poltica de loscampesinos parcelarios encuentra su ltima expresin en elhecho de que el poder ejecutivo somete bajo su mando a lasociedad. (8)

    IV Tenemos entonces que el bonapartismo es la forma que adquiri en

    Francia la constitucin de la autonoma relativa del Estado, una formapattica, articulada por una sucesin de golpes de mano, algo as comogolpes de Estado fragmentados (va furtiva o extralegal de la poltica)y con una base social espec ca: la de masas no autorrepresentables ydispersas que, en un contraste sociolgico importante, son sin embargoportadoras dellande autoridad y del centralismo. En otros trminos, lasclases centrales y autorrepresentables deseaban la descentralizacin. El

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    culto de la centralizacin era, al revs, propio de los sectores no centrales,perifricos y no autorrepresentables.

    Es aqu donde debe hacerse una recensin acerca del mtodo marxistaen cuanto a las formas superestructurales. Los modelos son extrados dela realidad, o sea que han ocurrido primero en ella, y la tarea de la polticano es sino mi formalizacin, explicitacin y organizacin conceptual.En este sentido, es discutible hablar de leyes superestrucutrales delmodo en que se habla del modelo de regularidad de la matriz econmica,aunque es cierto que se ha hecho una prctica. La lgica de la reiteracino veri cabilidad es adaptable al patrn repetible del MPC, por ejemplo,pero no a la agregacin de poder en un pas concreto, que es algo cons-picuo. En otros trminos, hay una acumulacin causal-explicativa quepuede incluso conducir a la elaboracin o exteriorizacin de una suerte

    de modelo poltico (fascismo, bonapartismo, populismo); pero eso no estsujeto a leyes en el sentido estructural sino a una lgica de inferencia,que no se parece a la lnea de indagacin y comprobacin de las cienciaspropiamente dichas. La historia de Francia, en suma, preparaba el adve-nimiento del bonapartismo. Lo haba hecho a travs de las monarquas yel Imperio, a travs de la repblica parlamentaria e incluso, por reaccin,por medio de la insurreccin del 48, que haba demostrado que un Estadosin autonoma relativa era un Estado vulnerable en trminos insurreccio-nales por parte de la clase obrera.

    Es obvio que la forma francesa no es la nica va posible de la auto-noma relativa del Estado. Por el contrario, se dira que es lava impura de constituirla. La transformacin de la aristocracia en burocracia virtualo quid proque de una burocracia racional. No es ilegtimo, de otro lado,pensar en una va farmer de la autonoma relativa, la seleccin entreiguales con el uso de la ampliacin espacial como materia de mediacin,o de la va junker , que es la forma militarista y estatlatra. En todo caso,todo Estado moderno debe ser capaz de servir a los nes estratgicos delbloque histrico burgus, aunque contradiga los intereses puntuales de laburguesablood and esh.Entonces, si las cosas se ven desde este ngu-lo, es tambin el proceso de implantacin del capitalista general porqueen el MPC las clases son totalizaciones sin individuos o con individuosintersubrogables. Ello adquirir una importancia excepcional en la fasedel capitalismo organizado o del Estado estructural o Estado ampliado,que es la fase que viven hoy los pases capitalistas centrales.

    De cualquier forma, nos parece que el modelo que resumi Marxsobre el bonapartismo es, por un lado, la estructuracin de la autonoma

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    relativa del Estado (lo cual quiere decir que, aunque sea puesta por unacto pattico, carismtico y subitneo, debe quedar despus como unaestructura o rutina, es decir, como una funcin automtica) y, por el otro,como su pendant necesario, por la gelatinosidad organizada o genera-lizacin de la no autorrepresentacin de las masas (9).

    Hacemos un uso lato del trmino gelatinoso que, como se sabe,fue aplicado por Gramsci re rindose a lo que l llamaba el Oriente, deotra manera por lo dems discutible. Sea cual fuere, gelatinoso signi caincapacidad de traducir lo que se es en la rutina de la vida en sustanciaestatal, es decir, el ser no autorrepresentable, carcter que Marx asignabade manera ms explcita a los campesinos parcelarios y al lumpenproleta-riado del bonapartismo. A esto es a lo que se re ere la metfora o parbolade la abolicin de la poltica. Es, naturalmente, un proceso ms com-

    plejo. En los hechos, la continua reduccin numrica de la clase obrerastricto sensu, del trabajador productivo, y la expansin de los sectores deservicios, las nuevas capas medias o white collarso el subsidio directo dela marginalidad (tipochomage) multiplican el mbito de los sectores noautorrepresentables. La propalacin exitosa de la gelatinosidad polticaes una condicin favorable para el endiosamiento y la irresistibilidad delEstado, hecho general en el capitalismo contemporneo.

    El fracaso de la teora del derrumbe inevitable del capitalismo tiene,sin duda, mucho que ver con esta autorreconstruccin del capitalismocuyos orgenes estn en episodios como el del bonapartismo francs,entre otros.

    En el anlisis poltico latinoamericano ha habido una suerte de so-breutilizacin de la categora de bonapartismo aunque no se puede decirque el cotejo de procesos estatales entre la Francia de entonces y laAmrica Latina del momento de los bonapartismos fuera imposible. Porel contrario, el uso de este trmino fue ms adecuado por lo general queel de fascismo, v. gr.

    Pern, por ejemplo, sin duda formul la autonoma relativa del Estadomontado sobre la ola de un proletariado de primera generacin, que erael que provena de la industrializacin sustitutiva argentina que ocurrientre 1930-1940, la industrializacin sin revolucin industrial (10).Loscoups de mainen los sindicatos, las elecciones de tono plebiscitario,o el remate personalizado y carismtico del poder, no son sino la anc-dota de similitudes sin duda ms profundas. El hecho es que la vastanueva clase obrera era un proletariado de mentalidad no proletaria y, porconsiguiente, una base social gelatinosa y no autorrepresentable en los

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    mismos trminos que los campesinos parcelarios de aquella Francia (locual, dicho sea de paso, demuestra un cierto esencialismo anticampesinoen el modelo de Marx porque es obvio que tampoco una clase obrera es per seautorrepresentable).

    Trotsky pre ri, con cierta prudencia, llamar semibonapartista al r-gimen de Crdenas que, sin duda, hizo una combinacin de gran artepoltico de movilizacin de masas y de neutralizacin (11) o recons-truccin corporativa del movimiento de masas. Nada de eso habra sidoposible sin la gestacin previa de una clase poltica o clase general quehaba sido el producto de la disponibilidad estatal proveniente de la cats-trofe revolucionaria. Vargas, a lo ltimo, aunque el Estado Novo estabasin duda imbuido de cierta jerga fascistizante, no slo con sc la nuevaforma del movimiento obrero como Pern, sino que lo constituy l

    mismo: los sindicatos fueron organizados desde el Ministerio del Trabajolo cual, sin duda, es bastante elocuente. Las experiencias de Villarroelo de Ovando-Torres en Bolivia o de Velasco Alvarado en Per tuvieroncontenidos semejantes aunque con una insistencia mayor en otra de lasidesnapolenicas, que es la primaca centralizadora del ejrcito, y conms reservas mentales en cuanto a la movilizacin de las masas, cual-quiera fuera su carcter.

    V Veamos ahora, conforme a lo solicitado por el jurado, la cuestin del

    populismo. Es una discusin que, como la anterior, ha ocupado y adqui-rido cierta densidad en la regin. Por la propia ndole de la exposicin,vamos a evitar el resumen de este debate. En su remate, la obtencin deun tipo populista no ha demostrado mucha viabilidad. Como prefe-rencia terica o eleccin de polticas, subyace sin embargo la primacadel concepto global sobre sus discriminaciones clasistas. Emerge unatotalizacin (pueblo) que debe considerarse antes y por encima de sus[categoras sociales] ms espec cas como clase o etnia. Montenegro, porejemplo, hablaba con cierto desdn de aquellosque se sienten clase envez de sentirse nacin. (12)

    En los hechos, si la connotacin bsica del populismo es la subsun-cin del dato clasista en lo popular como masa congregada, entonces esuna modalidad sin duda no incompatible con la lgica del bonapartismo.Tambin el bonapartismo aspira a que el reconocimiento nal de las cla-

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    ses est dado por una identidad de ellas en el Estado y de all se deducesu inevitable corporativismo: las corporaciones deben ser reconocidasdesde el Estado.

    No obstante, hay un rasgo subliminal de las experiencias populistasms caractersticas, digamos el zapatismo o el MIR en Bolivia en 1952:aqu la masa se constituye al margen y aun en contra del Estado, seapodera de la iniciativa y en muchos casos rebasa o desordena el marcoestatal. Esto hace una diferencia importante con el bonapartismo que, porsu carcter, asigna la iniciativa en profundidad a la culminacin concen-trada del poder. En el bonapartismo, las masas estn a merced del poder;en el populismo el poder est a merced de las masas.

    Ms nos interesa, sin embargo, estudiar no los trminos tradicionalesde la acepcin latinoamericana del populismo (sin duda distinta de la rusa

    y la norteamericana), sino la actualizacin del principio pueblo en manosde los que podemos llamar la corriente neopopulista.En un trabajo que actualiza la cuestin en trminos de franca renova-

    cin, Ernesto Laclau ha escrito que:Si la contradiccin de clase es lacontradiccin dominante al nivel abstracto del modo de produccin, lacontradiccin pueblo-bloque de poder es la contradiccin dominante alnivel de la formacin social. (13)

    Hay aqu un maniquesmo de partida. El Estado resulta intrnsecamen-te reaccionario y el pueblo contiene liberacin per se. La centralidadproletaria, por lo dems, es relegada a un plano meramente disquisitivo(abstracto). Por tanto, es posible poner reparos inmediatos a la de ni-cin. En primer lugar, Laclau propone una disociacin arbitraria entre laconstitucin del bloque de poder o Estado y la de la multitud. Las cosas,en cambio, han ocurrido en la historia de otra manera: uno es siempreel referente del otro, o al menos suele serlo. Por el contrario, el Estadopuede ser el canal de la constitucin de la multitud y en general se debedistinguir caso por caso entre ejemplos de autoconstitucin con ms au-tonoma o menos autonoma.

    En segundo lugar, no est demostrado que el bloque de poder o Esta-do, o si se quiere lo nacional-estatal, sean siempre ms reaccionariosque el pueblo o sea lo nacional-popular. (14) Es una visin romnticadel concepto pueblo. El hecho es que existen pueblos reaccionarios (sedira, por la inversa, que la mayor parte de las soluciones de la cuestinnacional han sido reaccionarias y autoritarias) y tenemos tambin, porlo dems, la hegemona negativa, la reconstruccin reaccionaria de lacosmovisin popular. Una constitucin reaccionaria de la multitud es, de

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    otro lado, algo que debe contarse dentro de lo verosmil. De otra manera,no habra existido la multitud nazi.

    VI A pesar de todas estas reservas, no hay duda de que es de la mayor

    importancia la recuperacin del concepto poltico de fuerza de masaen su sentido presente. La proposicin, en ese sentido, es saludable por s misma. Para centrar el discurso es necesario hablar de fuerza de masa tan-to en su calidad de suceso estructural o productivo, como en su carcterde fenmeno poltico. A propsito de esto, haremos algunas observacio-nes acerca de la funcin de lo colectivo en materia de conocimiento, del

    problema de la adquisicin por parte de la multitud, de la funcin delprejuicio, de la memoria de masa, de los problemas del recurso modi ca-do de la clase, de latransformacinde la ideologa burguesa en ideologaproletaria y el fondo de todo que est dado por la seleccin u opcionalidaden torno a la reforma intelectual o transformacin moral.

    En su aparicin misma, la poca contiene, a la vez, la formacindel individuo o su advenimiento y la proposicin de idea de masa, laaplicacin del concepto de fuerza de masa a la sociedad. En realidad,una idea contiene a la otra. La masa existe porque los individuos se

    interpenetran:La produccin capitalista tiene histrica y lgicamente supunto de partida en la reunin de un nmero relativamentegrande de obreros que trabajan al mismo tiempo, en el mismositio, en la fabricacin de la misma clase de mercancas ybajo el mando del mismo capitalista. (15)

    Es aqu donde surge esta fuerza productiva:

    Del mismo modo que la fuerza de ataque de un escuadrnde caballera o la fuerza de resistencia de un regimiento deinfantera di eren sustancialmente de la suma de fuerzas yresistencia desplegadas por cada soldado, la suma mecnicade fuerzas de los diversos obreros es algo sustancialmentedistinto de la potencia social de fuerzas que desarrollan mu-chos brazos coordinados en la misma operacin indivisa Lacooperacin no tiende solamente a potenciar la nueva fuerza

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    productiva individual sino a crear una fuerza productiva nue-va con la necesaria caracterstica de fuerza de masa. (16)

    Distinguimos en estos prrafos tres elementos. Por un lado, la concen-tracin productiva en cuanto tal que, reducida a cooperacin simple, noes diferente en el Imperio de los Incas o en el despotismo asitico. Suma-mos a ello, sin embargo, la concentracin de una calidad determinada dehombres: la masa capitalista no es slo una masa mecnica de hombressupeditados sino la fuerza de masa de una concentracin intersubjetivade hombres libres, concentracin que ocurre bajo el mando del capital.Este, el mando del capital, esin neel Estado moderno en cuyo carcterest el primado de la hegemona sobre la coercin represiva, o sea queen esto el Estado es sin duda algo ms que la violencia organizada de lasociedad. Es cierto que nada de eso habra sido posible sin que se hubiesecumplido el ciclo de la reforma intelectual o negacin antropocntricay su principal resultado es la concentracin del tiempo histrico, que escomo la cualidad de la fuerza de masa o concentracin productiva.

    La concepcin de la multitud en su sentido tctico proviene de Lenin.En el libro no muy conocido Discurso sobre la tctica, dice:Indicadmeun pas de Europa donde podis atraer a vuestro lado a la mayora delos campesinos en unas cuantas semanas. (17)

    Es decir, la constitucin de la multitud tiene que ver con el grado

    de modernidad del Estado. Lo importante, con todo, est en el carcteresencialmente uido del concepto de masa:

    El concepto de masas es muy variable, segn cambie elcarcter de la lucha. Al comienzo de la lucha bastaban va-rios miles de verdaderos obreros revolucionarios para que sepudiese hablar de masas () Unos cuantos miles de obrerosrepresentaban a la masa () Cuando la revolucin est ya losu cientemente preparada, el concepto de masas es ya otro:

    unos cuantos miles de obreros no constituyen la masa Elconcepto de masas cambia en el sentido de que por l se en-tiende una mayora y adems no slo una mayora de obrerossino la mayora de todos los explotados. (18)

    Por consiguiente, es verdad que el concepto de masa debe estar vincu-lado al problema del medio compuesto o irradiacin de la clase obrera, ala propia cuestin llamada de la mayora de efecto estatal. Se puede sos-tener que el propio horizonte de visibilidad de la clase obrera no alcanza

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    su perspectiva total sino cuando est circunscrito por sus consecuenciaso circunstancias preproletarias y extraproletarias. Porque es cierto queser es ser en el mundo y que lo que es proletario suele venir de lo queno es proletario.

    VII En conclusin: es inmensa, sin duda, la importancia de la constitucin

    de la multitud; pero sera un error grave derivar de eso la apologa generalde toda multitud. En gran medida, es lo que hace Ernesto Laclau:

    En el sentido que le hemos dado en este texto, por democracia debeentenderse el conjunto de smbolos, valores, etc. en suma, interpela-

    ciones por las que el pueblo cobra conciencia de su identidad. (19)Y luego:Nuestra tesis es que el populismo consiste en la presentacinde las interpelaciones popular-democrticas como conjunto sinttico-antagnico respecto a la ideologa dominante. (20)

    Con todo, la idea ms peligrosa del neopopulismo de Laclau consisteen la neutralidad original de los ideologuemas:Los elementos ideolgi-cos considerados aisladamente no tienen ninguna necesaria connotacinde clase y esta articulacin es slo el resultado de la articulacin deestos elementos en un discurso ideolgico concreto. (21)

    El racismo, por ejemplo, no sera negativo sino por su articulacin.Laclau, por el contrario, tienen una idea mesinica del pueblo al margende las circunstancias de su constitucin, del pueblo como portador auto-mtico de democracia. El pueblo no hara sino recordar de una maneracasi platnica la verdad que lleva dentro de s. Esto es ostensiblementefalso. La apologa general de la herencia es una postulacin irraciona-lista. Hay una constitucin democrtica del Estado y hay una constitu-cin reaccionaria del Estado aunque, simultneamente una y otra cosapudieran desplazarse en uno u otro sentido. En su herencia, cada pueblolleva tendencias contradictorias: en la tradicin mexicana est la rebelindemocrtica pero tambin el recuerdo de la servidumbre: los alemanestenan entre sus tradiciones populares tanto el sentido de la organizacinpoltica como el antisemitismo.

    Es por eso que debe rescatarse el supuesto de la seleccin. En otraspalabras, ni el proletariado ni el pueblo en general son portadores in-herentes de un programa progresista. La multitud es un hecho esencialde nuestro tiempo pero puede no constituirse. De otro lado, incluso una

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    masa constituida en cualquier grado, puede desagregarse. A lo ltimo,una masa puede constituirse en torno a interpelaciones reaccionarias.Los problemas de la seleccin ideolgica, es decir, de la cali cacinantropocntrico-racional de las interpelaciones siguen siendo, por eso,decisivos.

    VIII Al estudiar la cuestin actual de las dictaduras, que es el tercer tema

    propuesto por el jurado, el primer aspecto a considerar debera ser elgrado de autorreferencia de que disponen este tipo de sociedades, laslatinoamericanas, la medida en que determinan su propia poltica y, en

    n, el grado en que han conformado un ncleo autodeterminativo. Sobretodo la produccin de estructuras de autodeterminacin merecera unaexposicin ms detallada.

    Deseamos proponer las siguientes hiptesis de trabajo:

    La tendencia entre algunos politlogos, sobre todo norteamericanos yeuropeos, a suponer que si el ncleo autodeterminativo existe, es cadavez menos comun en el mundo. Magdoff, por ejemplo, habla de elsurgimiento de la rma multinacional como una entidad ms pode-rosa que el Estado-nacin. R. Vernon [sic], a su turno, sostiene queconceptos tales como la soberana nacional y el podero econmiconacional aparecen curiosamente privados de signi cados. (22)

    En los casos a que nos vamos a referir, los hechos parecan habercon rmado tales tendencias.

    Aunque la proposicin del modelo y la intervencin misma parecanexitosas, sin embargo los resultados nales o los momentos postdic-tatoriales parecen contradecir gravemente al menos la e cacia nalde las tesis de Magdoff y Vernon [sic].

    Vamos a considerar los siguientes dos ciclos:A. El ciclo de disolucin de las experiencias populistas ms o menos

    representativas que ocurri entre 1963 y 1965. Se trata de un ejem-plo caracterstico de ujo o emisin desde el centro a la periferia. Eneste periodo, varios pases latinoamericanos viven golpes de Estadoo desplazamientos inducidos en el poder con caractersticas idnticasentre s, en su modalidad operativa, aunque en pases diferentes unos

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    de otros casi en todo. Es una secuencia que se inicia con la cada deBosch en la Repblica Dominicana a nes de 1963. En el curso de1964 sern tambin derrocados Arozamena en el Ecuador, Goularten el Brasil y Paz Estenssoro en Bolivia. En 1965, en lo que puedeconsiderarse el punto de pice de este ciclo, Ilia es depuesto en laArgentina por Ongana.

    B. El ciclo de constitucin de las dictaduras militares llamadas fascis-tas en el Cono Sur. Esto se inicia con el derrocamiento de Torres enBolivia (1971), con la pretorianizacin creciente del poder en Uruguaya partir de 1973, el golpe contra Allende en Chile en el mismo ao yel desplazamiento del segundo peronismo por Videla en Argentina,en 1976.

    Es veri cable que el centro lineal del ciclo A est dado por la contro-versia en torno al aislamiento de la Revolucin Cubana. Los regmenesabatidos coinciden, grosso modo, en slo dos aspectos: en su origenrepresentativo, esto es, producto de procesos electorales; y en su oposi-cin a la presin norteamericana, que propiciaba la ruptura colectiva conel rgimen cubano. Por razones diferentes, a esas alturas slo Bosch yGoulart aparecan como el fenmeno o cresta de compulsiones socialesms vastas que tendan a rebasarlos.

    Dejemos eso de lado porque lo que nos interesa en el caso es la ela-

    boracin de episodios homlogos, es decir, la capacidad de producirresultados o formas homogneas por una decisin poltica (emisin odecreto) desde el centro del poder. La formacin exgena de los golpesmilitares demuestra que, aunque al precio de un desgaste indudable, elaparato poltico norteamericano tena la fuerza necesaria para imponertales desplazamientos sobre condiciones nacionales que quiz no los ha-bran gestado por s mismos. La diplomacia de castigo no se enmarcaaqu sino en un trmino muy primario pero contiene la revelacin de unavirtualidad. A diferencia con este, en el ciclo B la tendencia homolgica

    es ms orgnica y directa, se dira que ms estructural: no se trata slode un castigo sino de la subsuncin de un modelo poltico, lo cual resultapor dems iluminador porque ensea a la vez una concepcin acerca dela insercionalidad real de los modelos polticos, es decir, del sentido deobediencia de la prctica hacia el plan si ste es funcional.

    Es llamativo que en todos los ejemplos del ciclo B, la autonomademocrtica de las masas adquiriera en lo previo una desenvoltura y unvolumen ms extenso que el marco democrtico-representativo previo,

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    o sea que se tratara del arrasamiento de la institucin democrtica por elauge democrtico de la multitud. La democracia representativa aparecacomo un cebo para la democratizacin real o autodeterminacin perosta, la democracia comohuayraleva, desbordaba las dbiles reglas dela democracia representativa.

    Un mismo modelo pas a aplicarse en el pas con ms alta margina-lidad de Amrica Latina, el Brasil, y en la Argentina, que[ilegible] nola tiene; en el ms desarrollado pas capitalista de la zona y en el msatrasado (Bolivia), en los que contaban con una tradicin democrtico-representativa ms prolongada (Chile y Uruguay) y en los que en esecampo estn en su opuesto (Bolivia, Argentina). En teora, el modelose reira de las circunstancias en que debe ocurrir. Idntico aun en suenunciacin programtica local, el modelo que los norteamericanos y

    los ejrcitos intentan insertar en estos pases se basa entonces en lossupuestos siguientes:

    En la reorganizacin verticalista de la sociedad civil, se trata de reem-plazar las formas organizativas y grupales naturales (producidas por elpropio movimiento de la sociedad) con formas de corte corporativo.Es obvio que el problema de la forma y la determinacin originaria sedirigen no a la lectura o seguimiento de la sociedad civil por el poder,sino a la reconstruccin a la anarqua social previa en trminos

    de la gobernabilidad. Se imagina algo as como una constitucino apelacin de las clases, formas, partidos y mediaciones desde elEstado, o ms bien desde la visin neoconservadora que se encarnaen el Brain trust , que aqu se identi ca con el Estado.

    La estrategia econmica se basa en el dogma del sistema mundialen el sentido de que nada que est fuera de su ritual o e cacia tieneperspectivas racionales o sea, en el dogma de la irresistibilidad delsistema mundial. Por consiguiente, la transnacionalizacin del actoproductivo se aleja de un modo esquizofrnico de la lgica nacional.

    En otros trminos, el Estado nacional, se piensa, slo culmina cuandola economa est redimensionada en grado total hacia la transnacional-izacin. La lgica de la insercin viable en el sistema mundial es msimportante que la lgica de la agregacin nacional. El maniquesmo dela bipolaridad del mundo conduce al anhelo de estar comprometidoo inserto de la ms profunda manera con el centro que, en este caso,no es slo dominante sino tambin hegemnico (sta es la razn dela teora del satlite privilegiado), consecuencia explicable del grado

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    de seduccin del desarrollo tecnolgico-econmico obtenido por lapotencia culminante.

    La doctrina llamada de seguridad nacional, que es el lado poltico-militar de la teora de la ingobernabilidad de la democracia, es laideologa o cial explcita. Hay en ella una escisin lgica: la solucina la dependencia es la organizacin nal de la dependencia. El usomasivo de los medios se funda en el principio de la recepcin o seade la opinin pblica comooutput . Se distribuye unaWeltanschau-ung irracionalista cuyo componente incluye los ideologuemas deloccidentalismo, el eurocentrismo, el hispanismo o su equivalente,anticomunismo, pancatolicismo, etc. De alguna manera, todo esto noes sino la explotacin o expansin de sentimientos representativosreaccionarios preexistentes en el inconsciente colectivo de estas so-

    ciedades. El modelo distingue entre el pequeo terror y el gran terror. Mientrasque el primero suele ser el soporte de la contestacin, el segundo con-tiene una representacin del mundo o ms bien una visin sustitutivadel mundo. El modelo propone la generalizacin del terror como unmovimiento de reconstitucin ideolgica, o sea que la funcin de lorepresivo no se dirige a la entidad veri cable del resistente, sino ala reconstruccin del horizonte de referencias. Es lo que se llama laereccin de una hegemona negativa.

    IX A estas alturas, despus de la derrota de las dictaduras en Argentina

    y Bolivia y de la exitosa resistencia democrtica en Brasil, Chile y Uru-guay, podemos hacer una evaluacin tentativa de tales experiencias. Nohay duda de que se intent construir dictaduras de nuevo tipo, ajenas ala dictadura tradicional latinoamericana. Su resultado en principio fueparadojal porque la concentracin del poder no contribuy a su aptitudde lectura de la sociedad sino todo lo contrario.

    Fue Hilferding el que de ni al fascismo como el intento de orga-nizar en forma totalitaria el conjunto de la vida social de acuerdo a losintereses del capital monoplico. Es, adems, un resultado caractersticode un tipo de pases que llegaron tarde a la formulacin de los datos debase de un proceso capitalista clsico y que, en consecuencia, slo porperiodos logran insertarse con soltura en la normalidad del Estado capi-

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    el cumplimiento de sus nes de una manera contrarrevolucionaria), era elacoso nal de la propia democracia burguesa al Estado burgus, el intentode jaque mate de la clase obrera a la forma democrtica de dominacinburguesa. La aplicacin delcontinuumdispersin-autoritarismo, que espropia de los sectores intermedios en general, dio aqu el fundamentopara que se pudiera postular, como algo invencible, aquella forma dereemergencia