Redención (Aristócratas y pecadores nº 1) (Spanish Edition)

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12345678910111213141516171819202122Epílogo¡Gracias!¡NotepierdaslaspróximasentregasdelaserieAristócratasypecadores!Misotrasnovelasson:Sinopsisdealgunasdemisotrasnovelas

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Sobrelaautora

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RedenciónIsabelKeats

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©2021IsabelKeats.Todoslosderechosreservados.REDENCIÓN

Todoslosderechosestánreservadosincluidoslosdereproduccióntotaloparcial.

Todoslospersonajesdeestelibrosonficticios.Cualquierparecidoconalgunapersona,vivaomuerta,espuracoincidencia.

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Erguíosylevantadlacabeza,porqueseacercavuestraredención.

(Lucas21:28)

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Londres,1807El dolor. El dolor insoportable. Trató de escapar de él, pero sus esfuerzos

desesperadossoloconsiguieronhacerlomásintenso.—¡Quieto!¡Nodebemoverse!Un centenar de manos acabadas en afiladas garras lo sujetaron, pero se

debatió con furia pese a que apenas le quedaban fuerzas. De vez en cuando,voceshumanasatravesabanlanebulosaqueleenturbiabaelcerebro,aunquenosiempreeracapazdedesentrañarelsignificadodelaspalabras.

Unarisademoníacareverberabadentrodesucabezaaumentando,sielloeraposible,laintensidaddelaspunzadasquelaatravesabanacadarato.Eltiemponoteníacabidaensuagonía; ignorabasieradenocheoporelcontrarioelsolbrillabaenloaltodelcielo.Soloeldoloreraunelementoinalterable.Siemprepresente.

—Ya lehedichomiopiniónprofesional.—Noera laprimeravezqueoíaesetonopedanteysiemprequelohacía,ledabanganasdelanzarunpuñetazoenladireccióndedondeprovenía.

—Yyolehecontestado,mibuenmatasanos,quenoseleocurraacercaresasierra a la pierna de mi amigo. —Aquella otra voz, con una inflexiónestudiadamente petulante, pertenecía a un hombre más joven y también leresultabafamiliar,peseaquehabríasido incapazdedecirdónde lahabíaoídoantesaunquedeellohubieradependidosuvida.

«¡Ereslavergüenzadenuestraestirpe!».Enestaocasión,elgritoresonóenelinteriordesucabeza.«Dignohijodelameretrizdetumadre».

—¡Cállese,cállese!Abriólabocaparalanzarelalaridoatravesadoensugarganta,perodeella

tansolosalióungemidoapenasaudible.

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Las terribles garras volvieron a cerrarse en torno a su pierna y la nuevaavalanchadedolorqueseprecipitósobreéllehizoperderelconocimiento.Lasvocesseapagarondegolpey,porunashoras,terminósutormento.

§—Beba.Esavozno lahabíaoído antes.Eramuchomás suave.Unavozdemujer.

Alguienloincorporóligeramente,yalgoduroseapretócontrasuboca.—Tienequebeber—repitió.Pese a la suavidad del tono, no dejaba de ser una orden. Sin embargo,

consiguió lo que las otras voces,más fuertes y autoritarias, nohabían logradoantes.Separóloslabios,obediente,ybebióunpardesorbosdealgoquesabíaaexcrementodecaballo.

—Muybien.Volvieronarecostarleconlamismadelicadezaynotóalgofrescoyhúmedo

sobrelafrente.Sintióunalivioinmediatoysellevólamanoalacabezaparaverqué era aquello. Al instante, unos dedos cálidos atraparon los suyos y se loimpidieron.

—Soloesunacompresafría.Tranquilo,milord.Tratódeaferrarsealcontactodeesosdedosyaladulzuradeesavoz.Pero,

unavezmás,elolvidoloarrastróconsigo.

§Lanieblaqueloenvolvíanuncaacababadedespejarseporcompleto,aunque

avecessedesgarrabaenpequeñosjironesquelepermitíanunatisbodeloqueocurríadetrásdeella.Confusosecosdevocesmuydistintassealternabanensucabezaconcarcajadasmalvadasmientraslosrostrosdistorsionadosdesupadre,desumadreydeotraspersonasalasquenoconseguíaponernombresurgíanderepentedelanada,enunaespeciededanzamacabra,antesdedesvanecersedenuevoenelaire.UndolorsordolelatíaenlapiernaatodashorasconlamismaintensidadquelallamaeternaqueardíaeneltemplodeVesta.Ahoraesperabaansiosolapócimaquesabíaademonios;primero,porlavozyeltactodelicadoque la acompañaban y, segundo, porque había aprendido que, después detomársela, el insoportable sufrimiento le daría una tregua al menos por unas

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horas.Lasgarrashicieronpresaensupiernaunavezmás.Tratódelibrarsedeellas

deunapatada,peroloúnicoqueconsiguiófueunanuevaexplosióndedolorquelearrancóungritoagónico.

—¡Sujétenlo, ¿quieren?!Nohaymanerade trabajar así.—Odiaba esavozpedantequesiempreibaasociadaamásdolor.Ahoralasgarraslosujetabanportodaspartesyleimpedíanmoverse.

—Tranquilo, milord, es necesario hacerle una cura. —La palma de unamano,cuyotactofrescoyreconfortanteyaempezabaareconocer,seposósobresu frente unos segundos. Quiso protestar cuando su dueña la retiró, pero lascuerdas vocales no obedecieron las órdenes de su cerebro y luego... luego eldolorahogócualquierpensamientoracionalyconunúltimoalarido,sehundióenesabenditaoscuridadenlaque,almenos,nosentíanada.

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Algo había cambiado, pero no estabamuy seguro de qué. Se quedómuyquietoyaguzóeloído.Lasvocesensucabezahabíandesaparecidoyelúnicosonidoquepercibíaeraelmonótonotictacdeunreloj.Secentróenotrodesussentidos; el tacto, y notó la inconfundible suavidad de las sábanas de algodónegipciobajolasyemasdelosdedos.Intentórecordardóndeestaba,peroloúnicoqueconsiguió fuequeunnuevoaguijonazodedolor le taladraseelcerebrodelado a lado. Por fin, se decidió a abrir los ojos, aunque su debilidad era tanextremaqueapenasalcanzóasepararlospárpados.

Loprimeroqueviofueunescudodearmas,vagamentefamiliar,bordadoeneldoseldeterciopeloburdeosquecubríaellechoenelqueestabaacostado.Enesemomento, otro sonido casi inapreciable captó su atención; una especie degolpeteo rítmicoydelicado.Conunesfuerzoconsiderable,giró lacabeza,queparecíapesarunatonelada,unpocohacia laderecha,enladireccióndelaqueproveníaelrítmicoentrechocar.Sentadaenunapesadasilladebrazosdemaderatallada, muy cerca de la cama, descubrió a una desconocida que tejía, muyconcentrada. Un rayo de luz en el que bailoteaban alborotadas un millar demotas de polvo incidía de lleno en los suaves cabellos rubios, arrancandofugacesdestellosdeoro.«Losángelesdebendetenerunaspectosimilar»,pensóde un modo vago. De pronto, sintió una necesidad imperiosa de atraer laatención de la desconocida y abrió la boca para llamarla, pero ningún sonidosalió de su garganta. El esfuerzo había sido demasiado grande; notó que laoscuridad lo reclamabadenuevoy, aunque tratóde resistirse, sucumbióa ellaunavezmás.

§

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Un suave susurro lo trajo de nuevo a la superficie varias horasmás tarde.Aguzóeloídoydistinguióunavozfamiliar;lamismavozalaqueacompañabael tacto de unos dedos delicados que había aprendido a reconocer y a añorarfrentealamanipulacióndeotrosdedosmuchomenosconsiderados.Atravésdeuna rendijaentre lospárpados reconocióa ladesconocidaquehabíaentrevistoapenas unos segundos; pero esta vez, el ángel que luchaba en sus pesadillascontraesaspresenciasdiabólicasqueinsistíanenatormentarlonoestabasolo.Ensuregazo,unniñodeunoscuatroañosescuchabaembelesadoelcuentoqueellaleestabacontando.

—¡Y,entonces,elpríncipematóaldragónysalvóalaprincesa!—Estavez,laagudavozinfantilllegóasusoídosconclaridad.

—Shh —lo reconvino el ángel con amabilidad—. En efecto, el príncipeLambruscolevantóconlosdosbrazoslapesadaespadaquelehabíaregaladosupadre, el rey Peluso, antes de partir en busca de aventuras y, de un solo tajo,cortólastrescabezasdelsanguinariodragón.

—¡Losabía!—Nomeextraña,teheleídoestecuentomásdeunadocenadeveces.—El

cariñosotonoburlónylasuavesonrisacargadadeternuraquesedibujóenloslabiosdelángellerobaronelaliento.Depronto,sintiócelosdeeseniño;erasuángelyqueríaquelesonrierasoloaél.

Una vez más, abrió la boca dispuesto a reclamar su atención con uncomentarioimperioso,perolosdiosesparecíandecididosahacerlesaberquiénestabaalmandoy,comoenotrasocasiones,suintentodesesperadoloúnicoqueconsiguiófuearrastrarloaesanegrurasinfondoqueseempeñabaenretenerlo.

§Abriólosojosysequedóinmóvil,mirandoconfijezaelescudobordadoen

en el terciopelo que cubría el dosel; era el escudo de armas de los Rushford,recordó,yéleraBenedictSaintPierreRushford,sextomarquésdeRavensworth.Una profunda sensación de alivio lo invadió; por una vez, su mente parecíadespejadaporcompleto.Oyóunavozinfantilquecanturreabaunacanciónquesu vieja niñera le había cantado un millón de veces en su infancia. Concuriosidad,girólacabezaydescubrióalmismoniñoquehabíavistoenbrazosdesuángel.EstabasentadoenunadelasmullidasalfombrasAubussonquesumadrehabíatraídoconsigodesdesuFrancianatalcuandoviajóaInglaterraparacasarseconsupadre,jugandoconunosbloquesdemaderadecoloresbrillantes.

Sequedóunratoobservándolosinqueelpequeño,muyconcentradoen la

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construcción de una torre que amenazaba con un derrumbe inminente, sepercatara.Ibaelegantementevestidoenterciopelonegroyencajeblanco,teníaelpelocastaño,lapielpálidayunaconstituciónfrágil.Benedictfruncióelceño.Sucasaeralacasadeunsoltero,nosabíaquépintabaeseniñoenella,pero,desdeluego,pensabaaveriguarlo.

—Eh,chico.—Suvozsonóásperaporlafaltadeuso.Elniñodiounrespingoy,sinquerer,golpeólatorreconuncodoylaspiezas

decoloressedesparramaronporlaalfombra.—Venaquí.—Elpequeño se levantóobediente, se acercóa la camay los

grandesojoscastañosloexaminaronconinocentecuriosidad—.¿Quiéneres?—Anthony,señor.Lasamenazadorascejasnegrassiguieronfruncidas.—¿Quéhacesaquí?—Hevenidoconmimadre.¡Voyaavisarla!El niño diomedia vuelta y salió corriendo de la habitación; al parecer el

escrutiniopenetrantedelosfríosojosgriseshabíasidodemasiadoparaél.Benedict soltó una sonora maldición. Luchó contra aquella angustiosa

sensacióndedesvalimientoalaquenoestabaacostumbradoytratódelevantarel brazo derecho. Salvo una ligera molestia, notó que podía moverlo sinproblemas. Hizo lo mismo con el otro y el resultado fue idéntico. Entonces,apoyó losantebrazosenelcolchóne intentó incorporarse,peroelagudodolorqueleatravesólapiernaizquierdaestuvoapuntodedevolverloaesaprisióndeoscuridaddelaqueapenasacababadeescapar.Lanzóungritoyvolvióadejarsecaercontralaalmohada,conlosdientesylospárpadosapretadosconfuerzaylafrenteempapadadesudor.

—¡Milord,milord, no debemoverse!—Esa voz, tan familiar y, almismotiempo,completamentedesconocida,lehizoabrirlosojosalinstante.

Suángelestabainclinadosobreély,porprimeravez,podíaverleelrostrodecerca.Eraunamujer joven,no tendríamásdeveinteoveintidósaños,calculóconojoexperto.Desdeluego,noeraunadeesasbellezasvoluptuosasdelasquegustaba rodearse.Estamujer era...Laprimerapalabraque le vino a la cabezapara describirla fue «mignonne». Pequeña y graciosa. Como de costumbrecuandopensaba enunamujer recurría al francés, el idiomaen el que lehabíahabladosiempresumadre.Eracurioso;teníalasensacióndequelahabíavistoantes,pero,pormásqueseesforzaba,nolograbarecordardónde.

—¿Nosconocemos?Ellaleajustólaalmohadadetrásdelacabezayrespondióconotrapregunta:—¿Siente mucho dolor? Aún faltan unas horas para que pueda tomar la

medicina,peroquizápuedaadelantarlepartedeladosis.

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Benedictdescartóelofrecimientoconungestodelamanoquehizodestellarelsellodeoroconelescudodearmasquellevabaenelmeñique.

—¿Esa medicina que sabe a excrementos de caballo? No pienso tomarlamás.—Ladesconocidasiguióestirandolassábanasconlosojosbajos,sinhacerningúncomentarioy,unavezmás,Benedictsintiólanecesidadimperiosadequelos aterciopelados ojos castaños, tan semejantes a los del crío que acababa dedesapareceratodocorrer,seposaranenélunavezmás.Asíquealargólamanoyatrapólafrágilmuñeca—.¿Quiéneres?

Detectóunatisbodealgoextrañoquenopudodescifrarenlasinsondablesprofundidades, pero fue tan rápido que se dijo que quizá lo había imaginado.Ellasedesasióconprestezayseapartódeélalinstante.

—Creoqueheoídollegaraldoctor.—¡Notevayas!—ordenó,perolamisteriosadesconocidayahabíasalidode

lahabitación.Conunagudosentimientodefrustración,Benedictvolvióarecostarsesobre

laalmohaday,conlosbrazoscruzadossobreelpechoyelceñomásamenazadorquenunca,esperósinapartarlosojosdelapuerta.

Notuvoqueesperardemasiado.Pocosminutosdespués,lapuertaseabrióydiopasoadoshombres.Elmayor,deunossesentaaños,ibavestidosobriamentede oscuro mientras que el más joven, cuyos mechones dorados estabandispuestos en estudiado desorden, llevaba una levita color champán con unextravagante chaleco de brocado floreado a juego que eran un prodigio deelegancia.Laspuntasde la camisa le llegabanunpocomás arribade lasbienafeitadasmejillas y la nívea corbata, anudada con esmero, apenas le permitíamoverlacabeza.

—Ravensworth —el más joven, cuya extraordinaria belleza podría haberresultadoalgoafeminadasinohubierasidoporlafirmezaquedenotabaelcortedelamandíbulayelbrilloimplacabledelosatractivosojosazules,seacercóalacamaconairelánguidoylediountoqueenelhombroconelmonóculodeorode elaborado diseño que sostenía en lamano—, nos teníasmuy preocupados.¿Vuelvesasertú,viejoamigo?.

—Esoparece,Darryl.Elhombrecilloconelenormemaletíndecuero,carraspeóunpardeveces.—Ah, sí. —Lord Darrylshire se volvió hacia su acompañante y con una

floritura de lamano que puso de relieve el exquisito encaje que adornaba lospuñosdelacamisa,selopresentó—:EldoctorGraham,unadelasmásgrandeseminenciasmédicas de Londres. El propio Prinnyme lo recomendó.Dale lasgraciasalqueridodoctor,ledebeslavidayelhaberconservadolapierna.

—Enrealidad,todohubierasidomásfácilsihubiéramosprescindidodeese

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miembrodesdeelprimermomento.LordRavensworthreconocióenelactoesaformadehablar,entrepedantey

relamida,queformabapartedesuspesadillas.—Peroyologréconvenceralqueridodoctor—intervinosuamigoconbuen

humor—dequeibasaechardemenostupierna,asíquellegamosaunacuerdo.—Unacuerdoquepusoenseriopeligrolavidadesuseñoría.—Eltonodel

médicoeraclaramentedesaprobador.—Enfin—estabaclaroquelordDarrylshireyasehabíaaburridodel tema

—,bienestáloquebienacaba.Hagaloquetengaquehacerenlapiernademiamigo,buenhombre.

Conesecaminardesmayadoquelecaracterizaba,lordDarrylshireseacercóa la ventana y se llevó un pañuelo de encaje a la nariz mientras miraba conaparentefascinaciónlasfachadasdeestilogeorgianodelosedificiosdeenfrente.

Elmédicoseacercóalacama,retirólassábanasyprocedióadesenrollarelvendaje que cubría la pierna izquierda del marqués y a examinar la herida.Benedictapretólosdientesysiguióapretándolosconfuerzatodoeltiempoquedurólaexploración.

—Yano hay rastro de infección—dijo por fin el doctorGraham con airesatisfecho—.Porfortuna,lafiebreharemitidotambién.Hatenidomuchasuerte,milord, hevisto casos similares al suyo acabar en tragedia.Deberá seguir unadietaestrictaylerecomiendonolevantarsedelacamaenlaspróximassemanas.Sisiguemisconsejos,laheridaterminaráporcicatrizar,aunque...

Sedetuvo;eraevidentequealdoctorGrahamnolegustabaserportadordemalasnoticias,enespecial,cuandoestasteníanrelaciónconlospoderosos.

Su paciente, que aún tenía los dientes apretados y la frente empapada desudortrassusindeseadasatenciones,loapremiódemalosmodos.

—Habledeunavez.Ofendido por su tono impaciente, el médico decidió no suavizar el

diagnóstico.—Arrastrarádeporvidaunacojerabienvisibleymetemoqueeldolor le

acompañarápara siempre.Si hubieraprocedido a la amputación, comoeramiintención...

Peroelmarquésnolodejóseguir.—Largodeaquí.—Noalzólavoz,peroelbrillofuriosodelosojosgrises

habríaintimidadoahombresmuchomásvalientesqueeldoctorGraham,quienseapresuróameterlosinstrumentosenelmaletín,antesdehacerunareverenciaydirigirsehacialapuertaatodaprisa.

—PobredoctorGraham.La voz burlona de su amigo arrancó a Benedict de sus tormentosos

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pensamientos. Se incorporó con dificultad sobre los antebrazos y se recostócontraelcabeceroconunamuecadedolor.Lavisitadelmédicolohabíadejadoaúnmás pálido, y con los cañones oscuros de la barba que apuntaban en susmejillasparecíaunpeligrosobucanerodespuésdeunanochedejuerga.

LordDarrylshireseacercódenuevoalacama,sesentóenunasillacercanaysecruzódepiernasconsurefinamientoacostumbrado.

—Laverdad es que tienes un aspecto lamentable.—La velada compasiónqueasomabaalosatractivosojosazules,quehabíanrotodocenasdecorazonesfemeninosdesdequesudueñollegóalapubertad,fuemásdifícilderesistirqueelpocoamablecomentario,peroBenedictlodejópasar.

—¿Cuántotiempollevoenesteestado?—Casitressemanas.—¡Tressemanas!—repitióincrédulo.—FuedespuésdelafiestadeTurlington.Benedictcerró losojosparaconcentrarseyalpoco tiempolevinierona la

mente imágenes de la fiesta de Harry Turlington —más bien una orgíadesenfrenada— en la que habían corrido el burdeos y el champán, y unaatractivacoleccióndedemimondaineshabíahecholasdeliciasdeloscaballerospresentes.Sellevóunamanoalacabeza,quetambiénhabíaempezadoadolerle.

—Creoquebebídemasiado.—Ya lo creo. Desafiaste a Burley a un duelo por culpa de una pizpireta

pelirroja.—Ahoraquelodices,creorecordarqueteníaunprovocativolunarcercade

laboca...—Puedeser—suamigoseencogiódehombros,comosinoleinteresaranlo

másmínimolosencantos,realesoimaginados,delamujerencuestión—,perotuvistesuerte.Burleyibaaúnmásborrachoquetúysequedódormidodebajodeunamesa.PorlopocoquehablamoselotrodíacuandonoscruzamosenBrooks,noseacuerdadenada.

—Asíquelomíonoesunaheridadebala.—Benedictvolvióapasarseunamanoimpacienteporlosrevueltoscabellososcuros—.Noconsigorecordarnadamásdeesanoche.

—¿No?Verás—LordDarrylshire sacóunadelicada cajita de rapé, de oroconincrustacionesdepiedraspreciosas,ysellevóunapizcaalanarizcongestoelegante—,encontrademissabiosconsejosdecidisteiraHydePark.Segúntú,una buena galopada te ayudaría a despejarte.Como buen amigo tuyo que soydecidíacompañarte;nopuedodecirqueestuvieracompletamentesobrio,pero,almenos,nohabíabebido tantocomo tú.—VioqueBenedict fruncíael ceño—.¿Lorecuerdasahora?

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—Habíaunseto...—Noeraunseto.Eraunacarretacargadadeplantasparalosparterres.LavozdesuamigopasóaunsegundoplanomientrasBenedictseveíaasí

mismogalopandoalomosdeThunderer.Apenashabíaamanecido,peroelaire,frescoyfragante,hacíapreverunapreciosamañanaprimaveral.Casipodíaoírelgolpeteode loscascosdelpurasangrecontra lagravadelcaminoenelparquecasidesierto.Casipodíaexperimentardenuevolaexcitaciónquesintiócuandoesosmismoscascosdejarondetocarelsueloyelmusculosocuerpodelanimalvolóporencimadeaquelobstáculo.Volvióaoír elgritodeadvertenciade suamigo,quecabalgabadetrásdeél,elsonidosecodelapatatraseradelcaballoalgolpear contra el lateral de la carreta y, después, el relincho aterrado deThunderer al perder el equilibrio y el dolor atroz cuando el animal cayó y leatrapólapiernabajosucuerpo.

—¿Thunderer? —preguntó con el angustioso relincho del caballoperforándoleaúnlostímpanos.

—Está malherido. El mozo de cuadra no quiso sacrificarlo sin tuconsentimiento,peroveodifícilquevuelvaagalopar.

Benedictcerró losojos;amabaa suscaballosmuchomásde loquenuncahabíaamadoaningúnserhumanoyThunderererasufavorito.

—Amoymonturalisiadosparasiempre;paraqueluegodiganquenoexistelajusticiapoética—selimitóadecir,sintratardeescondersuamargura.

—Enelfondo,eresundiabloafortunado.—Elmarquéssoltóunarisaenlaquenohabíarastrodehumor,perosuamigosiguiósinhacerlecaso—:Piénsalo,hasestadoapuntodemorir.

«Yeso,¿habríasidotangrave?»,sepreguntóBenedict,fluctuandoentrelaautocompasiónyeldesprecioporsímismo.

—Tienesrazón—dijosinembargo—.Notepreocupes,lepagaréunabuenaa suma por sus servicios a tu eminente doctor; quizá hasta le haga un regaloextravaganteporhabersidotanamabledenocortarmelapierna.

—Ahórrateelsarcasmo.Enrealidad,noesaélaquienledebeslavida.AquelinesperadocomentariohizoqueBenedictseolvidaraporunmomento

desuamargura.—¿Quéquieresdecir?—Hayotrapersonaquehatenidomuchoqueverconturecuperación.—¿Estáshablandode ladesconocidaquemeha cuidado?¿Quiénes? ¿De

dónde ha salido? —Benedict disparó una pregunta detrás de otra conimpaciencia.

—Veo que no has estado del todo insensible estas semanas. —LordDarrylshireenarcóunadelicadacejavarios tonosmásoscuraquesuscabellos,

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burlón.—Vamos,Darryl,dimedeunavezloquequierosaber.—Estábien,estábien.Tratarédecontestara tuspreguntasantesdeque la

curiosidadacabecontigo.—Sinembargo,setomósutiempoparaabrirdenuevolacajitaderapéyllevarsealanarizunainfinitesimalcantidaddetabacoconundelicadomovimientodelamuñeca.

—Enefecto,estabahablandodelamujerquetehacuidadodíaynocheenlas últimas semanas. ¿Sabes, Ravensworth? —le apuntó con el inseparablemonóculo—,noeresunpacientefácil,precisamente.Nisiquieraconlaayudadedos fornidos lacayos fui capaz de administrarte esa apestosa medicina que eldoctorGraham insistía en que debías tomar cada ocho horas. Sé bien que nodebodeestarenlalistadefavoritosdelqueridoDios,perocreoquemeiluminóeldíaquesemeocurriómandarlaabuscarparaqueseocuparadeti.

—¿Quiénes?Surostromeresultafamiliar,pero...LordDarrylshirevolvióaenarcarunaceja.—¿Deverdadnolahasreconocido?—¡No,demonios,nolahereconocido!Suamigolevantóunamanodeextraordinariablancurayconunamanicura

perfecta,invitándoloalacalma.—Calma,notesulfures,nocreoqueseabuenoparaturecuperación.—Lord

Darrylshireinspiróconademánteatraly,porfin,losoltó—:LadesconocidaquetehacuidadonoesotraqueladyRavensworth.Tuesposa.

SilordDarrylshirelohubieragolpeadoconunmazo,Benedictnosehabríasentidomássorprendido.

—Mi esposa—repitió, aunque en realidad casi no sabía ni lo que decía.LadyRavensworth,suesposa...Negóconlacabeza;noteníasentido.Tardóunbuenratoenrecuperarselosuficienteparapreguntarentonoincrédulo—:¿Meestásdiciendoque lehaspedidoa ladyRavensworthquevinieraacuidarmeyqueellahaaccedido?¿Así,sinmás?

—Reconozcoque...—LordDarrylencogióligeramentelosanchoshombrosalosquelaprimorosalevitaseajustabacomounguante;seleveíaligeramenteincómodo—.Cuandoenviéporella,pensábamosqueteestabasmuriendo.

—Muriendo...—repitiósuspalabrasunavezmás.—Estoy convencido de que siLillian no hubiera venido, ahora estaríamos

celebrandotufuneral.—¿Lillian?—¿Nisiquierarecuerdassunombre?No,lociertoeraqueBenedictcasilohabíaolvidado.—Tonterías—dijo al cabode un rato—. ¿Qué interés podría tener ella en

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queyoviva?—Sitedigolaverdad,yomismomelopregunto.—LordDarrylshirevolvió

aencogersedehombroscongestodisplicente—.Imaginoqueaúnquedanenelmundoalgunasdamasdecorazóntierno.

Enesemomento,seabriólapuertayapareciólaaludidaconunabandejaenlaquehabíauncuencohumeanteyunvasodeagua.

—LadyRavensworth,permítameayudarla.LordDarrylshireseapresuróacogerlabandejay,acambiodesucortesía,

recibióunacálidasonrisaquehizoqueBenedictfrunciera lasnegrascejasaúnmás. Su amigo dejó la bandeja en la mesilla de noche y se volvió paradespedirse.

—AhoradejaréqueladyRavensworthytúcharléistranquilamente.Buenosdías,milady.—LordDarrylshireseinclinósobrelamanoqueellaletendía,consucaracterísticaelegancia.

—Buenosdías,lordDarrylshire.En cuanto la puerta se cerró, la joven se volvió hacia él; la sonrisa había

desaparecidodesuslabios.

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Semidieronconlamirada,comodosguerrerosquenoestánsegurosde laestrategiamásadecuadaparaacabarconel enemigo,yel silencio seprolongóvariosminutos.

—LadyRavensworth.Lillian.Miesposa—dijoporfin.Ellaselimitóahacerunbrevegestodeasentimientoconlacabeza.—¿Eranecesarioquecargarasconesabandeja?¿Acasonohaysuficientes

sirvientesenestacasa?Unavezmásnotóundestellode¿temor?,¿odio?,¿desprecio?enlosgrandes

ojoscastaños,queselimitaronadevolverlelamiradaensilencio.Benedicthizounesfuerzoparacontrolarlaabsurdairaquesehabíaapoderadodeélyhablóenuntonounpocomássuave:

—Entonceselcríoese...—LordAnthonyWilliamRushford,vizcondeCourtenay.Suhijo,milord—

dijoconsuavidad.Unavezmás,fueBenedictquienrompióelincómodosilencioalcabodeun

rato.—NoseparecealosRushford.—No,afor...—Suesposasedetuvoatiempoysemordióellabioinferior;la

palabra«afortunadamente»quedóflotandoenelaire.Benedictapretó los labiosa suvez.Nose leescapabaelantagonismoque

rezumabaesacasidesconocidaquehabíaresultadosersuesposay,nosabíaporqué, esa inesperada actitud hostil lo hacía hervir de furia. De nuevo, hizo unesfuerzoparacontrolarseyhablarenuntonososegado.

—Darryldicequetedebolavida.Ellaseencogiódehombrosconunmovimientoapenasperceptibleantesde

coger la bandeja que lord Darrylshire había dejado en la mesilla de noche ycolocarla sobre los muslos masculinos sin preguntar. Por lo visto, no estaba

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dispuestaahablarconélmásdelonecesario.—Caldodepolloyagua.EldoctorGrahamhainsistidoenqueaúnnodebe

tomaralimentossólidos.¿Necesitaayuda?—Pesealoprosaicodesuspalabras,esavozsuave,querecordabatanbien,leerizóelvellodelosbrazos.

—¡No!¡Nonecesitoayuda!—replicófurioso.Elladiounpasoatrás,aunqueno se alejó demasiado.Benedict cogió la cuchara, se la llevó a la boca y unamuecadedesagradodesfiguróloslabiossensualesalprobarelinsípidocaldo—.¡Estoesunabazofia!LlamaaJamesydilequemetraigaalgodecente.Unmuslodepatoyunacopadeclarete,porejemplo.

—Porejemplo—repitiósarcástica,peronosemovió.Esaactitud retadoranocasabaenabsolutocon la imagenque teníade«su

esposa»,yBenedictselaquedómirandoconincredulidadantesdeentornarlospárpadosydecirenunsusurroamenazador:

—¿Meestádesafiando?—Essucasa,milord,suscriados.Puedehacerloquequiera.Esosí,siporsu

testarudez vuelve la fiebre no espere que yo lo cuide.—Sin más, dio mediavueltaysaliódelahabitacióncerrandolapuertaconsuavidad.

Rabiosodequetodosaprovecharansudebilidadparadejarloconlapalabraenlaboca,Benedictarrojólacucharaalaotrapuntadeldormitorio.Ibaahacerlomismoconlabandeja,pero,enelúltimosegundo,selopensómejoryvolvióa dejarla sobre susmuslos. Finalmente, cogió el cuenco entre lasmanos y sebebiódeuntragoelrestodelcaldo.

—¿Desea algomás,milord?—Nohabíaoído entrar a James, su ayudadecámara,quelomirabasinexpresióndesdeunadistanciaprudencial.

—Llévate esto ahora mismo. —James se apresuró a coger la bandeja ydesaparecióconelmismosigilo.

Aquel exceso de emociones, en su mayoría negativas, le había dejadoagotado.Conungruñidodebidoaldolorqueloasaltabacadavezquecambiabadepostura,Benedict recostó la cabeza en la almohaday, al instante, se quedóprofundamentedormido.

§Al otro lado de la puerta, Lillian inspiró profundamente en un intento de

recuperar la compostura.Conunoqueperdiera los estribosya teníanmásquesuficiente en esa casa, se dijo, ocultando los dedos temblorosos entre losplieguesdelseverovestidodemañana.Despacioyconcalmaaparente,comosinoacabaradeenfrentarseconunodesusmayorestemores,bajóporlaescalera

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demármoldelaelegantemansiónlondinensedelafamiliaRushfordysedirigióal saloncito del queAnthony y ella se habían apropiado—además de los dosdormitorios contiguos en el piso de arriba—desde que pusieron el pie en esacasa.

—¿Lohasvisto?—Suhijo,quejugabaconunossoldadosdeplomoenunamesitacercadelaventana,levantólacabezadelcampodebatallaenelquedostinteroshacíanlasvecesdebarricadasylamiróconcuriosidad.

—Lohevisto.—¿Atitambiéntehadadounpocodemiedo?—No, no me ha dado miedo —mintió con decisión—. Y a ti tampoco

deberíadártelo.Estupadre.—Sí,losé,peronoparecíamuycontentodeverme.Lillian se acercó a lamesa, rodeó los hombros del niño con el brazo y lo

besóenlossuavescabelloscastaños.—Notepreocupes,enseguidavolveremosacasa.—¡Acasa,porfin!¿CreesqueMaximmehabráechadodemenos?Yoaéllo

heechadomuchodemenos.—Por supuesto que sí. Sé queColin lo cuidará bien, peroMaxim sabede

sobraquetúeressuamo.Aquellarespuestaparecióquitarleungranpesodeencima.—Esunperromuylisto,¿verdad?—Verdad.Anthony siguió parloteando, pero Lillian apenas lo escuchaba. Su cabeza

seguía aún en el elegantedormitorio tapizado enun suntuoso terciopeloverdebotella.

CuandoelmensajerolellevólanotadelordDarrylshire,nolohabíadudado.Su primera reacción había sido llamar a su doncella para que preparara elequipajeyhabíanpartidodeRavensworthParksinperderunminuto.Unavezabordodelcarruaje, fuecuandoempezóapensarenelabanicodeposibilidadesqueseabríaanteellasisumaridomoríaaconsecuenciadelacaídadelcaballo.Avergonzada,habíahechoesos traicionerospensamientosaun ladoenelacto.Contemplar,nisiquieraporunmomento,lasventajasquepodríaproporcionarlelamuertedeunserhumanoibaencontradetodassuscreenciasy,enesemismoinstante,Lillianse juróasímismaqueharía todoloqueestuvieraensumanoparaconservarloconvida.

Laprimerasemanahabíasidoinfernal.Lafiebreeratanaltaqueelmismodoctor Graham le había dado a entender con liosos circunloquios que seríaconvenientequesefuerahaciendoalaideadeconvertirseenviuda;pero,fielasu juramento,habíaveladopor el enfermodíaynoche,dándole lasmedicinas

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cuando tocaba, humedeciendo la piel reseca con compresas de agua tibia,calmándolo cuando era presa de esas terribles pesadillas que lo atormentaban.Lillian era conscientedeque lehabía arrebatado supresa a la parca envariasocasiones;sinembargo,nohabíabajadolaguardianiuninstante.

Enlasegundasemana,elenfermoentróenunafasealgomástranquila,peseaqueseguía inconsciente.Agotada,habíaaceptadoporfinhacer turnosconelamadellavesyconsupropiadoncella;aunqueellahabíainsistidoenocuparsedelosnocturnos,queeracuandolafiebrelesubíamás.Tambiénhabíadecididomandar abuscar aAnthony, ahoraque el peligroparecíahaberpasado.Desdequenaciónosehabíaseparadodeélyloechabaterriblementedemenos.

Alolargodeesasnocheseternas,habíaexaminadoconatenciónelrostrodeesehombrealquedespreciabacontodasualma.Pocoquedabaenéldelguapojovenconelquesehabíacasado.Ciertoqueseguíasiendounhombreatractivo,peroaquelloscincoañosdeexcesoshabíandejadosuhuellay,además,lafiebrele había hecho perder mucho peso. Mientras pasaba una y otra vez el trapohumedecidoporeserostro,chupadoyfebril,eldesprecio,dealgunamanera,sehabíatrocadoenlástima.

Sin embargo, estamañana había sido distinto.Al verlo, aún débil pero enplena posesión de sus facultades, con ese brillo furioso en los extraordinariosojosgrises,habíavueltoasentirelconocido temorque lehabía inspiradocasidesdeelprincipio.Esemismotemorquehabíanegadodemodotajantecuandosuhijolehabíapreguntado.Alfinyalcabo,sabíaporexperienciaque,enloquese refería al matrimonio en Inglaterra, la mujer no era más que una de lasposesiones, más o menos preciadas, de su esposo. Así que tenía que serprudente;suhijoyellaestabanporcompletoensusmanos.

—Mamá, mamá. —La voz impaciente de Anthony, la obligó a prestarleatención.

—¿Quéocurre,ratón?—Seobligóasonreír.—¿Podemosirapasearalparque?Lillianmirópor laventana.Habíaalgunasnubes,perono llovíay,aunque

sabíaqueenLondresesopodíacambiarencualquiermomento,hacíaundíacasiprimaveral. Llevaba semanas encerrada en esa casa y, aunque Anthony habíasalidoatomarelaireenvariasocasionesacompañadoporunacriada,echabademenos los largospaseosqueacostumbrabanadarpor lasextensaspraderasdeRavensworthPark.

Setomaríalatardelibre,decidió.LomásprobableeraqueelmarquéspasaraelrestodeldíadurmiendoysinoeraeseelcasoHannah,sudoncella,oJamesatenderíansusnecesidades.

—Por supuesto que podemos. Corre a coger tu abrigo y tu sombrero—.

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Anthony saliódisparadoy ella lo siguiómásdespacio, conuna sonrisa en loslabios.

PasaronunatardemuyentretenidacaminandoporHydePark,persiguiendoalaspalomasyobservandoaotrosniñosquejugabanbajolamiradavigilantedesusniñeras.Anthonyhizoamistadconunchicodesuedadyestuvieronjugandocon un aro hasta bien entrada la tarde. Cuando regresaron por fin a la casa,ambos tenían las mejillas sonrosadas y estaban bastante despeinados. Lilliansubiólaescaleraysedirigióasudormitorioparaarreglarseunpocoantesdelacena—Anthony y ella cenarían solos en su saloncito particular y no pensabacambiarsedevestido—,peroHannahlainterceptóenelpasillo,muyagitada.

—¡Milady,porfinhallegado!Lillianpalidecióaloírla.—¿Quéocurre,Hannah?¿Estápeor?—Oh,no,milady—seapresuróatranquilizarla—,yodiríaqueestámucho

mejor; almenos lo suficientemente bien como para estar de un humor demildiablos.

Liliansuspiró.Sudoncella llevabademasiado tiempoasuservicioysabíadesobraqueseríainútildecirlequenodebíahablarasídesuseñoría.

—¿Quéesloquelehapuestodetanmalhumor?—Cuando ha despertado ha preguntado por usted. El señor James le ha

explicadoquehabía salidoun rato al parque con el niño.Al parecer, no le hagustadolarespuestayhaexigidoquefuéramosabuscarla.—Lillianapretóloslabios con fuerza, saltaba a la vista que el marqués de Ravensworth estabaacostumbrado a que todo el mundo obedeciera sus órdenes al instante—. ElseñorJamesharespondidoque llevabavariosdíasencerrada,cuidándolodíaynoche,yqueelpropiodoctorGrahamhabíainsistidoenquedebíasalirdevezen cuando a tomar el aire. Por lo visto, esa respuesta le ha gustado todavíamenosy,sinohubierasidoporlosrápidosreflejosdelseñorJames,ellibroquelehaarrojadopodríahaberlehechomuchodaño.

—Yaveo.¿Lehasdadolamedicina?Hannahbajólacabeza,avergonzada.—Después de las cosas que me ha contado el señor James sobre ciertos

arrebatosviolentosdemilordnomeheatrevido,milady.Lillianvolvióasuspirarysedirigióalcuartodesuseñoría.Golpeólapuerta

unpardevecescondecisiónyentrósinesperarrespuesta.—¡Porfin!LordRavensworth estaba recostado contra el cabecero, y las negras cejas,

fruncidas como de costumbre, contrastaban con fuerza con la palidez de surostro.AlmenosJameslohabíaafeitadoyyanoparecíatanpeligroso,sedijo

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Lillianenunvanointentodeinfundirsevalor.—Buenastardes,milord.—Caminóconcalmaaparentehastalamesillade

noche,dondesiempredejabalamedicina.Vertióunpocodeaguadelajarraenun vaso y se sintió orgullosa de que no le temblaran lasmanos. Añadió diezgotasdeunvial de color oscuroy removió conuna cucharilla.Se acercó a lacamayletendióelvaso—:Sumedicina,milord.

Benedictmiróelvasocomosinotuvieralamenorintencióndecogerlo.—Yatedijequenopensabatomaresapócimaapestosanuncamás.—Estámuypálido.—Consuavidad,Lillianapoyólamanosobresufrente

para ver si tenía fiebre y la retiró al cabo de un rato—.No parece que tengafiebre,perosenotaqueleduelelapierna.Imaginoqueporesoestádetanmalhumor.

Benedict que había cerrado los párpados al sentir el contacto, volvió aabrirlosyclavóenellalosfuriososojosgrises.

—Estoy de mal humor porque llevo horas esperando a que la señoramarquesa—recalcóeltítuloconretintín—sedigneapasarseporaquí.

—Escurioso—Lillianmovió lacabezaal tiempoque le tendíaelvasodenuevo—,noparecequeeso lehayapreocupadolomásmínimoen losúltimoscincoaños.

Benedictapretó los labios.Eraevidentequenoestabaacostumbradoaquelasmujereslelanzaranpullasmásomenosveladas.Conunrápidomovimiento,lequitóelvasoconunamano,atrapósumuñecaconlaotraytiródeellahastaquelosrostrosdeambosquedaronmuycerca.

—Dime la verdad. Pensaste quemoriría, ¿no es así? Estoy seguro de quevinisteparaasegurartedeello.Puedoleerelodioentusojos.

En efecto, había unamezcla de temor y aborrecimiento en los expresivosojoscastaños.

—¡Suélteme!—El pecho femenino subía y bajaba agitado por debajo delrecatadovestido,peroBenedictleapretólamuñecaconmásfuerzaaún.

—No te soltaré hasta que nome digas la verdad.Quizá puedas engañar aDarrylyaloscriados,peroyonomecreoestepapeldeesposadevota.

Estavez,elbrillodeodioenlosojoscastañosresultabainconfundible.—Sihubieraquerido,podríahaberacabadoconsuvidaenmediadocenade

ocasiones—afirmóellaenunsusurrocargadodedesprecio—.Noteníamásqueañadirunascuantasgotasmásdeesapócimaapestosa,comolegustallamarla,aladosishabitual.Anadielehabríaextrañadoquenodespertaradeunodeesossueñosprofundosenlosquelesumíalafiebre.Quizáahoramearrepientodenohaberlohecho;desdeluego,mividahabríaresultadomuchomássencilla.

Furioso, le apretó la muñeca todavía más, pero era evidente que ella no

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queríadarlelasatisfaccióndedejarleverqueleestabahaciendodaño.Siguieronmirándosefijamentealosojos;ningunodelosdosparecíadispuestoaapartarlamirada. Finalmente, él la soltó con brusquedad, y Lillian se tambaleóligeramente.

—¡Largodeaquí!—gritó.Peroellairguiólaespaldaylevantóligeramentelabarbilla.—Nomeiréhastaquenosehayatomadolamedicina.Benedict lamiró como si no pudiera creer que ella siguiera desafiándolo.

Entonces,sellevóelvasoalabocaysebebióelcontenidodeuntragoantesdeestrellarlocontodassusfuerzascontralapareddeenfrente.

—LediréaWilliamsquevengaarecogerloscristales—dijosuesposaconsuavidadysaliódelahabitación.

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YanolavolvióaveresedíaypeseaqueelduquedeDarrylshireyelcondedeSherrington,susmejoresamigos,fueronavisitarloporlatarde,elhumordeBenedict no mejoró. Los tres habían sido alumnos del prestigioso colegio deEton y luego volvieron a coincidir en Oxford y, aunque no podían ser másdistintosenaspectoeinclinaciones,suamistadhabíaperdurado,firme,alolargodelosaños.LordDarrylshireeraunpardeañosmayory,aunquedelostreseraeldemenortamañoyjamásalzabalavoz,siempreloshabíaprotegidofrentealos abusos de otros estudiantes con su lengua mordaz. Pese a su aspectodelicado,leenvolvíaunextrañoauradeautoridadquelosotrosrespetabanyeraaélaquiensolíanacudirenbuscadeconsejo.

—Veo,Ravensworth,que tuencantadorcarácternomejoraconelpasodeltiempo.—LordSherrington,queestabasentadoapocadistanciadelacamaconlas largas piernas enfundadas en unas botas de montar no demasiado limpiasapoyadassobreelcolchón,diounlargotragodelvasodecristaldeBohemiaquesostenía en la mano, y un rayo de sol que entraba por la ventana arrancódestellosdefuegodelcoñacañejoydelarevueltamatadecabelloscobrizos.

—Laverdadesqueno.—LordDarrylshire,quehabíaempezadoahacerunsolitarioenunamesacercana,nolevantólavistadelosnaipes—.Compadezcoasupobreesposacontodamialma.

ParaBenedict, quien justo en esemomento acababa de sentir un dolorosopinchazoenlapiernaaltratardecambiardepostura,elúltimocomentariofuelagotaquecolmóelvaso.

—Lo de ser encantador lo reservo para ti, Sherry, y tú,Darryl—los ojosgrisesechabanchispasalfijarlosensuatildadoamigo—,noséaquévieneeserepentinointerésporunamujeralaquenolehasdedicadounsolopensamientoenlosúltimoscincoaños.

—Unolvidoquetengolafirmeintencióndesubsanarenelfuturo—dijoel

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otroconplacidez.—¿Porqué?¿Quétepuedeimportar?—MehedadocuentadequeladyRavensworthesunamujerencantadora...

entodoslosaspectos.Aquellapausa,nadainocente,avivóaúnmáslairaquesehabíaapoderado

deBenedictdesdequediscutieraconsuesposaesamañana.—¡Aléjatedeella,Darryl!LarisaprofundadelordSherringtonresonóeneldormitorio.—Nomedigasqueaestasalturasvasatenercelosdetupropiaesposa.Eslo

másridículoqueheoídojamás,aunqueestoydeacuerdoconDarryl,Lillianesencantadora.

Benedictvolviólosojoshaciasuotroamigo,amenazador.—¿Lillian?LadyRavensworthparati.LordSherringtonlanzóunanuevacarcajadayseacabóelcoñacdeuntrago.Despuésdeunlargosilencio,lasuavevozdelduquearrancóaBenedictde

losnegrospensamientosquesehabíanapoderadodeél.—¿Quévasahacer,Ravensworth?—Quévoyahacer ¿conqué?—replicódemalosmodos, aunque sabíade

sobraaquésereferíasuamigo.—ConladyRavensworth.Contuhijo.Suhijo.Benedictmovió la cabeza.Apenaspodía creerque eseniño fuera

suyo.Porsupuestoquehabíasabidodesuexistenciadesdeelprincipio,perounacosaeratenerunavagaideayotraencontrarteunbuendía,frenteafrente,conun niño desconocido que resulta ser tu hijo. Eso sí, el crío no había vuelto aaparecer por su habitación, saltaba a la vista que él tampoco se sentíamuy agustoconsureciéndescubiertopadre.

Benedictseencogiódehombrosconfingidaindiferencia.—Novoyahacernada.—¿Piensas seguir como hasta ahora? —Hasta lord Sherrington, quien

llevabaañosesquivandosuobligacióndecasarseyengendrarunherederoconhabilidad,parecíaescandalizado.

—Noveoporquéno.Sinembargo,Benedicteraconscientedequenoestabasiendosinceronicon

ellos ni consigo mismo. Hacía ya mucho tiempo que sentía un profundodescontento. Desde que había heredado el título y la fortuna que llevabaaparejada, su vida se había convertido en una intensa búsqueda del propioplacer; fiestas, juego,mujeres, caballos... endefinitiva,no sehabíaprivadodeningúncaprichoporextravagantequefueray¿adóndelehabíaconducidotodoeso?Nohabíacumplidolostreintayyaeraunhombreprofundamentehastiado.

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—Siempre había pensado que eras el más listo de los tres. —LordDarrylshirediolavueltaaunacartaconunmovimientodelicado—,peroahoramedoycuentadequeestarespecialmentedotadoparatraducirelgriegoantiguooserunaeminenciaentodolorelacionadoconelarteclásiconoessinónimodenada.

—Porsupuestoqueno.Esaestupideznoesdignadeti,Darryl.—LoqueDarrylquieredecir...—intervinolordSherrington.—¡Sé muy bien lo que Darryl quiere decir! —Benedict lo cortó con

violencia.LordSherringtonlevantóambasmanosenungestoderendición.—Notepongasasí.Soloqueríadecirtequemepareceunapena.Yasabes

quemegustanloscríos;cómonoibaaserasísimiscuatrohermanascadaañoañadenunnuevocachorroalafamilia.—LordSherringtoncarraspeóunpardeveces;hacerdiscursosnoerasufuerte—.Loquequierodeciresquehepasadomuybuenosratosjugandocontuhijo;esunniñoencantador.

—Al parecer todos son encantadores en esta familia.—No sabía por qué,perolaspalabrasdesuamigolehabíandolido,asíqueserefugióenelsarcasmo.

—No.Túnoeresencantador.—Elduquerecogiólascartasysepusoenpie—.Mevoy,hequedadoconTurlingtonySheppardenWhite's.

LordSherringtonseapresuróa levantarsea suvez;eraevidentequeno leapetecíaquedarseasolasconlordRavensworthysuhumordeperros.

—¿Unapartidadewhist?Espera,voycontigo.Yaenlapuerta,lordDarrylshiresevolvióunavezmásyapuntóasuamigo

conelsempiternomonóculo.—Piénsalobien—dijotansolo.Encuantosequedóasolas,Benedictrecostólacoronillacontraelcabecero

de madera labrada y cerró los párpados. Le dolía la pierna de un modoinsoportable,pero,sobretodo,sentíaundolorsordoalaalturadelpechoqueeraaúnpeor.

§A la mañana siguiente, después de que James lo afeitase y le ayudara a

ponerseunacamisadedormirlimpia,suesposavolvióhaceractodepresenciapara darle la medicina. Sin más que un seco «buenos días», se acercó a lamesilla, llenó el vaso y añadió las diez gotas de rigor. Luego se acercó concautela a la cama, como si temiera que se lo fuera a arrojar a la cabeza y letendióelvaso.EnestaocasiónBenedictnoseresistió;selobebiódeuntrago,le

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devolvióelvasoypronuncióun«gracias»conidénticasequedad.—¿Necesita algomás,milord?—De nuevo ese tono, suave e indiferente,

quelosacabadesuscasillas.Benedict hizo un esfuerzo sobrehumano por controlarse, algo a lo que no

estabaacostumbrado.—Siéntate—ordenó,señalandolabutaca quehabíaocupadosuamigo

Sherry la tarde anterior. Sin embargo, ella siguió de pie con la barbillapuntiagudaapuntandounpocomáshaciaarriba.

—Estoybienasí,milord.Benedict apretó los puños con fuerza, pero, milagrosamente, consiguió

dominarsumalcarácterunavezmásydijoconsuavidad:—Teruegoquemetuteesymellamesporminombre.—Metemoquenomesaldría,milord.—Si eres demasiado estirada para llamarme Benedict, puedes llamarme

Ravensworth,comohacenmisamigos—dijoimpaciente.Ellaseinclinóenunagraciosareverenciaquenoestabaexentadeburla.—Mesientohalagada,milord.—¿Vas a desafiarme a cada paso? —Esta vez, la suavidad de su voz

resultabaclaramenteamenazadora;senotabaquesufrágilautocontrolestabaapuntodesaltarporlosaires.

—Nodejaréquemedeórdenes.Peseasuactituddesafiante,Benedictnotóunavezmásque,enrealidad,su

esposa lo temía y no entendía por qué eso le molestaba todavía más; estabaacostumbrado a que muchos lo hicieran. Nunca le había preocupado lo másmínimoherir lossentimientosajenos.Eraalgoquesupadre—quiensalvoporalguna que otra excepción, siempre había tratado a los demás con un desdénrayanoeneldesprecio—lehabíainculcadodesdemuypequeño.«Nosotros,losRushford», decía siempre, «estamos muy por encima de la mayoría de losmortales».

—Eresmiesposa.—Suesposa,nosuesclava.Élenarcóunaceja.—EnnuestraviejayqueridaInglaterravieneasercasilomismo—replicó

sarcástico.Ellanocontestó.Después de un rato, Benedict decidió recular y dijo con mucha más

amabilidad:—Por favor, Lillian, ¿te importaría tomar asiento? Me gustaría hablar

contigounmomento.

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Tuvo lasensacióndequesesobresaltabaaloírlepronunciarsunombredeesemodotanfamiliar.Sinembargo,despuésdeunligerotitubeo,sesentóenlabutaca que le había indicado, cruzó las pequeñas manos, las mismas que lohabíancuidadocon tantadelicadezaen lasúltimas semanas, sobreel regazoyesperó con su característica compostura, llena de gracia y distinción, a quecontinuara.

—Ybien,dimelaverdad,¿porquévinistecuandoDarrylteescribió?Ellalomiróconunaexpresiónindescifrableantesdecontestar:—Erami deber. Soy cristiana, hice un juramento anteDios y, al contrario

queotros,nopuedoolvidarlo.Alfinyalcabo,ustedeselpadredemihijo.Sonó tan impersonal, tan frío—en realidad, se dijoBenedict, cómo iba a

sonardeotramanera—quesequedósinaliento,comosiacabaraderecibirunpuñetazoenlabocadelestómagoquelohubieraprivadodelaire.Sinembargo,noestabadispuestoamostraresasúbitadebilidadtanajenaasuformadeser.

—Escurioso,entremisantepasadoshahabidolibertinos,piratas,jugadorescompulsivos...inclusoalgunaqueotramarquesaconmaderadecortesana,perocreo que nunca habíamos tenido una santa en la familia Ravensworth. Sí, esfantástico.—Aplaudióunpardeveces.

Lillianignoróeltonomordazysedirigióaélconlamismaserenidaddelaquehabíahechogalaentodomomento:

—Nosoyninguna santa.Entiendoquepara alguiencomo...—sedetuvoatiempoyreformulólafrase—.Entiendoqueparaciertaspersonaspuedaresultarinimaginable,perolociertoesquemelimitéacumplirconmideber.

—Peseaquemeodias.No era una pregunta. Por unos segundos, Lillian bajó la vista hacia las

manos,queseguíanentrelazadasensuregazo,peroenseguidalevantódenuevolacabeza,ylosgrandesojoscastañosseclavaronenlossuyosconfirmeza.

—Sentirodioporunapersonaleotorgaaestaunaimportanciainmerecida.Benedictechólacabezahaciaatrás,comosiacabaradecruzarlelacaracon

unguanteparadesafiarloaunduelo.EnesemomentoseabriólapuertayAnthony,conelpelorevueltoylosojos

brillantes,entrócorriendoenlahabitación.—¡Mamá,yaeslahora!AcuérdatedequeSimonmedijoquellevaríahoyla

cometaalparqueyquemedejaríasujetarlaunrato.Incapazdedominarse,Benedict descargó sobre el niño la iraque sehabía

apoderadodeél.—¿Nadie tehaenseñadoquehayque llamara lapuertaantesdeentraren

unahabitación?El tono cortante que empleó hizo queAnthony se quedara clavado donde

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estaba.—Lo...losiento—tartamudeóasustado.—Losiento,señor.—Losiento,señor—repitióobediente.Sumadreseapresuróalevantarsedelasillaylerodeóloshombrosconun

brazo,enactitudprotectora.—Ratón,despídetedetu...deLordRavensworthyespérameenelvestíbulo,

voyenseguida.ABenedictnoseleescapóelpequeñotitubeoy,desdeluego,esedetalleno

contribuyóaapaciguarlafuriaquesentía.—Buenosdías,señor.—Obediente,Anthonyseinclinóconrigidezantesde

saliratodaprisadeldormitorio.—Nomegustaesafaltademodalesenmiheredero—dijoenelmismotono

cortante.Ahorafueelturnodeelladereaccionarcomosilahubieragolpeado.Abrió

ycerrólospuñosvariasvecesydosmanchasrosadasaparecieronenlas,porlogeneral,pálidasmejillas.Porunmomento,Benedictpensóqueporprimeravezlaveríaperderesaactitudcalmadaqueutilizabacomoescudo,peroenvezdeeso,suesposavolvióainspirarprofundamente,sediomediavueltaysaliódelahabitación,nosinanteslanzarleunamiradacargadadedesprecio.

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Benedict tuvo tiempode arrepentirse de sumal humor; esamañana ya norecibiómásvisitasynadaledistrajodeldolorconstantequelatíaensupierna.Tratódeleerunlibroquealguienhabíadejadoenlamesilla.Podríahabertiradodel cordónde la campana, pero su orgullo le impedía llamar a un criadoparaalgotannimio.Sinembargo,soloelesfuerzodeestirarelbrazoparacogerlolodejó aún más agotado y dolorido, y ni tan siquiera consiguió su propósito.Maldijo con violencia y dejó caer de nuevo la cabeza sobre la almohada. SuúnicadistracciónhastalahoradelacomidafueelestudiodelexquisitobordadodelescudodearmasdelosRushford.

Comodecostumbre,alasdoceenpunto,Jamesaparecióconunabandejayladejósobrelamesillaantesdeayudarloaincorporarseunpocoyahuecarlasalmohadasdetrásde su espalda.El agudodolorhizoqueBenedict soltaraunanuevaristrademaldiciones,pero,despuésdeañosasuservicio,Jamesyaestabamás que acostumbrado al mal carácter de su señor, que este solía compensarluego con una generosidad poco habitual entre amos y criados. El ayuda decámaracogiódenuevolabandeja,abriólaspatasyladepositósobresuregazo.Benedictechóunaojeadadesdeñosaalcontenido:pescadoalaplanchaconunastristesverdurashervidasyuncuencoconcaldo...nirastrodelacopadeburdeosquehabíapedido.

—James...—dijoenuntonoqueresultabatodavíamásamenazadorporsusuavidad.

El criado que seguía muy erguido junto a la cama miró al frente con elsemblanteimpasible.

—¿Milord?—¿Dóndeestámicopadeburdeos?Jamesseaclarólagargantaunpardevecesantesderesponder.—Miladyhadejadodichoenlacocinaquenadadevino,milord.

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—Miquerido James—el tonode su señor sehizo todavíamás suavey lanuezdelcriadosubióybajócompulsivamenteensugarganta—,¿desdecuandoesmiladylaquedalasórdenesenestacasa?

Sehizounsilencio,queJamesrompiócasialinstante.—Voy a buscar el vino, milord. —El criado se apresuró a salir de la

habitación.Unosminutosdespués,lapuertaseabriódenuevo,pero,enestaocasión,fue

suesposalaqueentróeneldormitorio.Nodebíadehaberledadotiempoapasarpor sus aposentos después del paseo por el parque, porque tenía las mejillassonrosadas y variosmechones de pelo habían escapado del sencillo recogido.¿Cómo era posible que la anodina jovencita con la que se casó se hubieraconvertidoensemejantebelleza?, sepreguntóBenedict, incapazdeapartar losojosdelpreciosorostro.

—Me dice James que ha pedido vino, milord —dijo con su serenidadhabitual—. El médico ha dicho que nada de alcohol hasta dentro de unassemanas,podríasubirledenuevolafiebre.Lehetraídoesto.

Estaba tandistraídocontemplándola,quenosehabíafijadoenque llevabauna jarra en las manos. Lillian le llenó el vaso con un líquido turbio que élexaminóconelceñofruncido.

—¿Quédemoniosesesto?—Limonada.¡Limonada! Benedict no había bebido limonada desde que ocupaba las

habitacionesdelosniñosenRavensworthPark.Ibaadeciralgocortante,peroelinesperadocontactodesumanofrescasobrelafrentelehizocerrarlabocaenelacto.

—Estámuypálido, ¿sientemuchodolor?—Laexpresióndepreocupacióneneserostroencantador,apaciguósumalhumoralinstante.

—Unpoco.Las delicadas cejas se fruncieron ligeramente y echó un vistazo al

ornamentadorelojdeormolúqueestabasobrelarepisadelachimenea.—Venga,comayleadelantaréunpocolahoradelamedicina.Obedienteporunavezensuvida,Benedictempezóacomer.La limonada

resultómuyrefrescanteyenpocosminutosdiobuenacuentadetodo.—Muybien.—Conunasonrisa,Lillianletendiólamedicina.Benedictselabebiódeuntrago,hizounamuecayseapresuróaservirseun

pocomásdelimonadaparaquitarseelmalsabordeboca.Cuandoterminó,ellaretirólabandejayloayudóarecostarsedenuevo.Enestaocasión,Benedictnosintiótantodolorotalvezsucercanía,quelepermitióaspirarelaromafrescoytenuedel aguade rosasque la envolvía,unaromaque lohabíaperseguidoen

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sueñosmientrasluchabacontralafiebre,actuócomounescudocontraelmismo.—Ahoradescanse,milord.Como si la suavidad de esa voz tuviera un poder hipnótico, sintió que le

pesabanlospárpados,peroantesdequesecerrasendeltodopreguntó:—¿Vendrásavermeestatarde?Leparecióquetardabaunpocomásdelonecesarioenresponder.—Vendré—dijoporfin.Presa de un profundo alivio, Benedict cerró por fin los ojos y, casi al

instante,sequedódormido.Lilliancontemplóelrostrodormidoy,unavezmás,pensóquenorecordaba

ennadaal atractivo jovenconelque sehabíacasadohacía loqueahora se leantojabaunaeternidad.PeseaqueJameslehabíaafeitadoesamismamañana,elrostromacilento,marcado por profundas ojeras, era el de un hombre hecho yderecho.Unhombre que, a juzgar por las veladas alusiones que varias de susamistadesquevivíanenLondreslamayorpartedelañohacíanenlascartasquele escribían, llevaba una vida disipada en la que no faltaba ningún tipo deexceso.Sinembargo,sedijoLiliansinapartarlosojosdelasfinasarrugasquesemarcabanaambosladosdeesabocasensual,apesardequepornacimientoyriquezapodíasatisfacerenelactoelmásmínimodesuscaprichos,elmarquésdeRavensworthnoparecíaunhombrefeliz.

De nuevo, aunque en esta ocasión no era a consecuencia de su estado dedebilidadfísica,sintiólástimaporél.Lástima.Loslabiosfemeninosesbozaronunaligerasonrisa.Unsentimientountantoinsípido,teniendoencuentaquelosprimerosmesesdespuésdesumatrimoniolohabíaodiadocontodasualma.Enel fondo, le alegrabacomprenderqueesehombreyano teníaen susmanoselpoderdehacerlasentirseprofundamentedesgraciada.

Ciertoque,conesosviolentoscambiosdehumor,podíaresultaraterrador—yesoqueaúnnoeracapazdelevantarsedelacama;noqueríapensarcómoseríacuando hubiera recuperado las fuerzas—, pero pese a que todavía no podíavencerel temorqueamenudo la invadíacuandoseenfrentabaconél, sedabacuentaque a lo largode losúltimos años, amenudodifíciles, había adquiridouna confianza en sí misma de la que antes carecía. ¿Acaso no acababa deenfrentarsealmarquéshacíaapenasunosminutos,peseaqueletemblabantantolasrodillasqueenunmomentodadotemióquelefallaran?Enotrostiempos,nohabría osado desafiarlo, pero, se dijo decidida, nunca más permitiría que esehombrepasaraporencimadeella.

No.Moviólacabezaconfirmeza;cualquierrastrodesonrisaborradodeesabocaque,porunavez,noparecíatandulce.Además,yanopodíapensarsoloenella. Ahora también estaba Anthony y no permitiría que nadie, ni siquiera su

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poderosopadre,lehicieradaño.Echóunaúltimamiradaalhombrequedormíay,sinhacerruido,saliódela

habitación.

§Amedidaquepasabanlosdías,Benedictibarecobrandolasfuerzas.Conla

ayudadeJamesyunbastóneracapazdecaminardesdelacamahastalaventanay vuelta varias veces. Cada vez que apoyaba la pierna en el suelo, el dolorresultaba insoportable, pero él se limitaba a apretar los dientes y a seguirejercitándose.

Una de esas mañanas, Lillian entró en la habitación para preguntarle sinecesitaba algo. Benedict, descalzo y vestido tan solo con pantalones y unacamisaquenosehabíamolestadoenabrocharyquedejabaelcuelloypartedelpechoalavista,acababadeterminarunodeesospaseosconlasolaayudadelbastón.Enesemomento,seaferrabaconfuerzaalpostedelacama;lapiernaledolíamásquenuncaynoestabademuybuenhumor.

—Anthonyyyovamosasalirahacervariosrecados.Losúltimosdíascasinolahabíavisto.Yanoteníaquecuidarlonidarlela

medicinacadaochohorasy,porloquelehabíacontadoSherrylaúltimavezquehabíaidodevisita,lasdamasdesociedadselarifabanenlaspequeñasreunionesqueorganizaban.Latemporadahabíafinalizadohacíaalgomásdedossemanasy,paralospocosaristócratasquequedabantodavíaenlaciudad,«lamisteriosaybellaesposadelmarquésdeRavensworthera»,enpalabrasdesuamigo,«unaintrigantenovedad».Cuandonoestabadevisita,suesposapasabalamayorpartedel tiempo con el niño. Benedict había reclamado en numerosas ocasiones supresencia, la mayor parte de las veces sin éxito, y al verla en su dormitorio,radiante como una mañana de primavera, con un ligero vestido de muselinacolorverdeclaroyelsombreroajuegoatadoaunladodelpreciosorostroconunlazoqueresultabaabsurdamentefavorecedor,listaparadesaparecerdenuevo,sumalhumoraumentóhastanivelespeligrosos.

—Nisiquieratemolestasenveniravercómomeencuentro.Yaséqueestásmuy entretenida haciendo vida social, pero, al menos, podrías guardar lasaparienciasdelantedeloscriados.

Aquelrepentinoataqueborródegolpelaanimacióndelrostrodesuesposaquienapretóloslabiosylelanzóunadeesasmiradasdistantesquelosacabandequicio.

—¿Desde cuándo le importan las apariencias, milord? —dijo ella con

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suavidad.Esecomedidorecordatoriodequesucomportamientoenlosúltimostiempos

nohabíasidoejemplar,precisamente,ydequeellanosoloestabaaltantosinoque,además,noparecía importarle lomásmínimo,hizoqueBenedict lovieratodorojo.

—Porsilohasolvidado,terecuerdoquenoeresunamujercualquiera.¡LaMarquesa de Ravensworth tiene el deber de mostrarse intachable en todomomento!

Sininmutarseporsusgritos,Lillianselimitóaenarcarunadelasdelicadascejasrubias.

—Veoquenonecesitanada—dijoalcabodeunratoysediomediavueltadispuestaasalir.

Esaactituddesafiantefueelremate.Estabatanfurioso,queseolvidódesupiernay echó a andar hacia ella, dispuesto a enseñarle quenadie trataba así aBenedictSaintPierreRushford,sextoMarquesdeRavensworth.Peroentonces,la pierna le falló y un dolor quemante le hizo lanzar un alarido. Como si eltiemposehubieradetenido,vioqueelsueloseacercabaaélatodavelocidad;almismotiempo,eraconscientedequeunanuevacaídapodríaserelremateparasupierna,peroantesdedarconsushuesossobrelamullidaalfombrapersa,suesposa introdujo el hombro por debajo de su brazo y, actuando como uncontrafuertehumano,detuvosucaídaenelúltimosegundo.

—¡Apóyeseenmí!Lollevaréhastalacama.Porunavezensuvida,Benedictobedecióy,aunqueeraconscientedeque

eramuchomásgrandeypesadoqueella,apoyólamayorpartedeesepesosobrelosfrágileshombros,altiempoquelevantabalapiernaheridaparaquenotocaraelsuelo.Muydespacio,consiguieronllegarhastalacama.Benedictsedejócaeren ella con un gruñido, mitad de dolor y mitad de alivio, y cayó hacia atrásarrastrándola con él. Con los párpados apretados, esperó a que pasara otra deesas dolorosas punzadasque llegabanhasta el último rincónde su cuerpo.Depronto,notólacariciadeunamanofrescaenlamejilla,unodeesosrocescasiimperceptiblesquehabíaañoradointensamenteen losúltimosdías,yabrió losojos.

—¿Estábien? ¿Leduelemucho?—Eldelicado rostrode su esposa estabamuy cerca, y los aterciopelados ojos castaños lo miraban con preocupación.Podía sentir cómo subía y bajaba el suave pecho pegado al suyo.La delicadamuselina del vestido no era barrera suficiente, y el calor que desprendía elcuerpoesbeltotraspasabalafinabatistadesucamisa—.LlamaréaJamesy...

—¡No!—Yenseguida,enuntonomuchomássuaveañadió—:Nollamesanadie.

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Ysinmás, porqueBenedict Saint PierreRushford nunca había tenido quepedirpermisoparatomarloquedeseaba,lasujetóporlanuca,laatrajohaciasíypególoslabiosaesabocapequeñayrosadaqueparecíapedirbesosagritos.

«Oh,Diosmío...»,fueloúnicoquepudopensar.Lillian,queenunprimermomentosehabíaquedadomuyquieta,empezóa

debatirseconfuerzaentresusbrazos,peroélnoestabadispuestoasoltarla.Lacabeza le daba vueltas y sus labios se volvieronmás ávidos, en un intento deexprimirtodoloqueesadulcebocapudieradarle.

Ellalogróapartarseunossegundos,lossuficientesparagritar:—¡Suélteme!PeroBenedictnisiquiera laoyó.Volvióasujetarlapor labarbillaysiguió

besándola conansiahastaqueuncerterogolpe conel puñoen elmuslode lapierna mala, le hizo soltar un aullido de dolor. De inmediato, sus manos seaflojaronyLillianconsiguióescapar.

—¡Malditasea!¿Estás loca?—gritófuribundo,al tiempoquesefrotabaelmusloconlamanocongestodedolor.

Suesposa,depieyconlosbrazosenjarras,lomirabaconaborrecimiento.Unossuavesmechonesdepelorubiohabíanescapadodelsencillorecogidoylasmejillasteníanunfavorecedortonorosado.

—¡Novuelva...atocarme...jamás!—dijojadeante.Benedict,muy alterado también, se pasó los dedos, que temblaban, por el

revuelto cabello oscuro. Los ojos grises desprendían destellos amenazadorescapacesdehacertemblaralhombremástemplado.

—¡Eresmiesposa!—dijocomoyahabíahechoenotraocasión.—Nuncaleimportódemasiadoesepequeñodetalle.—Elpechodesuesposa

subía y bajaba a toda velocidad por debajo del recatado escote del vestido demañana.

ABenedictlehabríagustadoponerseenpieparaintimidarlaconsuestatura,pero sabía que si lo intentaba, su pierna no resistiría y el resultado seríahumillante.Asíqueclavóloscodosenelcolchónylogróincorporarse.

—¡Meperteneces!—rugió.—¡Yonosoyunobjetoconelquejugarhastaquesecansedeél!¡Yalohizo

unavezynoledejarérepetirlo!Benedictnoestabadispuestoaconsentirquesupropiaesposalodesafiarade

esamanera.—¡Harásloqueyotediga!—gritófueradesí.—¡Antes me tiro al Támesis! —Fue la furiosa respuesta, pero, casi al

instante,Lillianinspiróprofundamenteyañadióenuntonomuchomássereno,cargadodeundesprecioquelevantódolorosasampollasenelorgullomasculino

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—:Vuelvaconsusactricesysusbailarinas,milord,seguroqueellaslorecibenconlosbrazosabiertos.Nopermitiréqueunhombremanchadoporelvicioseacerqueamí.

Ciego de rabia, Benedict hizo un movimiento brusco y, de nuevo, se lecontrajoelrostroporeldolor;alverlo,Lillianseacercóaél,todorastrodeiraborradodesusojosenlosque,unavezmás,seadivinabalapreocupación,yletendiólamano.

—Dejequeloayudeatumbarseenlacama.Peroéllaapartódeunmanotazo.—¡Déjameenpaz,nonecesitotucompasión!—Entonces—dijo con lamisma voz serena que había empleado antes—,

será mejor que volvamos a casa. El clima de Londres no es bueno para lospulmonesdeAnthony.MañanaregresaremosaRavensworthPark.

Se hizo un silencio tenso en el dormitorio, que Benedict rompió unossegundosdespués.

—¡Nooshedadopermisoparamarcharos!Terecuerdoqueunaesposatienequehacerloquesuesposoleordene.Además,Anthonyesmiherederoysoyyoquientienelaúltimapalabraenloqueaélserefiere.

Losgrandesojos castaños lomiraronconunamezclade aborrecimientoytemor.

—Sí, puedes odiarme todo lo que quieras —dijo Benedict, interpretandocorrectamente esa mirada—, pero sabes que no puedes ir en contra de misdeseos.CualquierjuezdeInglaterraalqueapelarasmedaríalarazón.

Los firmes labios masculinos esbozaron una sonrisa cruel. La expresiónacorraladadesuesposaeraunadulcevenganza,sedijo.¿Quiénsecreíaqueera?¡CómoseatrevíaesamujeradespreciaraunRushford!Sinembargo,muyenelfondo,teníaelmismosentimientoqueenaquellaocasiónenquesupadrelehizoretorcerleelpescuezoaunpequeñogorriónquehabíarescatadoeldíaanterior,conelpretextodehacerdeélunhombre.

En ese momento, se oyó un repiqueteo en la puerta, seguido de una vozinfantilquepedíapermisoparaentrar.

Sinapartarlosojosdelosdesuesposa,Benedictgritó:—¡Adelante!Anthonycorrióhaciadondeestabasumadreyseapretócontrasusfaldas.—¿Nos vamos ya? —Alzó el rostro para mirarla, preocupado; debía de

haberoídolosgritos.—Claro, ratón, enseguida nos vamos. —Lillian le lanzó una sonrisa

tranquilizadora.—¿Dóndeestántusmodales?

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Sinsoltarsedelasfaldasdesumadre,elniñogirólacabezahaciaelhombrequelomirabadearribaabajoconunafrialdadalaquenoestabaacostumbrado.

Sumadreleacariciólossuavescabellosconternura.—Dalosbuenosdíasatupadre.—Buenosdías,señor—dijocondocilidad.Los expresivos ojos castaños, tan parecidos a los de sumadre, no podían

ocultar el temor que le inspiraba y, una vez más, Benedict notó que algo seretorcíaenunrincónolvidadodesucorazón.

—Espéramefuera,ratón.Tengoquedecirleunaúltimacosaatupadre.Anthonyfruncióelceño;senotabaquenoqueríadejarlaasolasconél,pero,

finalmente,obedeciódemalaganaysaliódelcuarto.Encuantosecerró lapuerta,Lillianrepitióenelmismotonocalmadoque

habíaempleadoenlosúltimosminutos.—Mañana regresamos a Ravensworth Park. Si intenta detenernos, le

prometoquearmaréunescándaloylodejaréenridículodelantedeloscriados.Yanonecesitamiscuidados,milord,ymeimaginoquequerráretomarsuvidade crápula lo antes posible, para lo cual, mi presencia aquí tan solo sería unestorbo.

Una vezmás, los ojos castaños se enfrentaron a los ojos grises y, en estaocasión,Benedictcomprendióqueellanoestabadispuestaaceder.

—¡Estábien,vete!¡Largaoslosdos!Comobiendices,Londresestállenodemujeresbiendispuestas—dijoconsalvajismo.

Lilliandiounligerorespingoaloíresaspalabras,pero,salvoporelcolorunpocomássubidodesusmejillas,conservólacompostura.

—Adiós,milord.Encuantosaliódeldormitorio,Benedictcogióunodelosalmohadonesdela

camayloarrojócontralapuertacerradacontodassusfuerzas.

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6

Esa noche no durmió bien. Una vez más, había rechazado la dosis deláudanoprescritaporeldoctor.Nolegustabaelembotamientoqueleproducíaen el cerebro y, durante su etapa de estudiante en Oxford, había visto ademasiados estudiantes abusar sin medida de ese remedio, compuesto en sumayorparteporextractodeopio,quelosmatasanosrecetabanalegrementeparacualquiertipodedolencia.

Sin dejar de dar vueltas y más vueltas en la cama, Benedict golpeó laalmohadaentremaldicionesmientrasapretabalosdientesparasoportareldolorde la pierna, envuelto en un extraño sentimiento de vacío que lo asaltaba alpensarenLillianyensuhijo.Casiamanecíacuando,exhausto,cayóporfinenun sueño profundo del que no despertó hasta que, cerca del mediodía, entróJamesenlahabitaciónconunatazadecaféquedejójuntoalamesillayabriólascortinasdeparenparparadejarpasoalasoleadamañana.

—Buenosdías,milord.Benedictcontestóconungruñidoyseincorporócontraelcabecero.Alargó

elbrazoparacoger la tazaybebióconansia.Labebidacaliente lodespejóalinstante.

—James,dígaleamiesposaquequierohablarconellaunmomento.Undestellodealarmabrillóenlosojosdelcriado,peroserehizocasienel

actoyrespondióconsuhabitualtonoimpasible:—LadyRavensworth, su doncella y lordCourtenay partieron estamañana

tempranorumboaRavensworthPark,milord.A esas palabras les siguió un silencio aciago. Los aristocráticos dedos del

marquéssecerraronentornoaladelicadaasadelatazadeporcelanacontantafuerza,queJamestemióporlaintegridaddelamisma.Otraposibilidad,sedijosintraicionarsupreocupaciónnisiquieraconungesto,eraqueselaarrojaraalacabeza.Sinembargo,yparasualivio,suspeorestemoresnosecumplieron.

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—Bien—Benedicthablóalcabodeunratoconunavozserenaqueescondíala furia que hervía en su interior—, quiero vestirme. Bajaré a desayunar alcomedor.

—¿Alcomedor,milord?—Seatrevióapreguntarsucriado,pero,alverqueelmarquésenarcabaunadesuscejasnegrasenungestoclaramenteamenazador,reculódeinmediato—.¡Porsupuesto,milord!

§Cuandomediahoramástarde,Marlow,elmayordomo,anuncióasuamigo

Sherry, este se llevó una sorpresa al ver a Benedict vestido con propiedad ysentadoalamesafrenteaunplatollenohastalostopesdehuevosrevueltosconriñonesyunajarradecerveza.LordSherringtonsesentóasuladoylehizounaseñaalmayordomoparaquelesirvieraotra.

—Gracias,Marlow.—Denada,milord.Elmayordomohizounaseñaallacayoylosdejaronsolos.Despuésdedar

unbuentragodecerveza,lordSherringtonseñalóeldesayunodesuamigoconlabarbilla.

—¿LadyRavensworthyatedejatomaralcohol?Aquella inocente pregunta desencadenó la tormenta que se había estado

fraguando en el pecho de Benedict desde que James le diera la noticia de lapartidadesuesposaysuhijo.

—¡LadyRavensworthnotienenadaquedecirenelasunto!—respondiódemalosmodos.

SuamigoSherrydiounprofundosuspiro.—Veoquetuhumornohamejorado.—¿Por qué habría de hacerlo?—Furioso,Benedict golpeó lamesa con la

palmadelamano—.Meheconvertidoenuninválidoincapazdedarunpasosinaullardedolory¿aquiénleimporta?Miesposaymihijomehanabandonadoamisuerteytodavíatengoqueaguantartusimpertinenciasantesinclusodehaberterminadodedesayunar.

Sininmutarseporlasalusiones,lordSherringtondiootrosorbodecerveza.—Noveoporquétequejas.ElotrodíaledijisteaDarryldelantedemíque

pensabasseguircomohastaahora.Entonces,¿paraquéquieresteneratuesposayalcríoenLondres?Soloseríanunestorboparati.

Oírde labiosdesuamigocasi lasmismaspalabrasquesuesposa lehabíaarrojadoalacaraensuúltimadiscusión,nocontribuyóamejorarelhumorde

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Benedict; pero lo cierto era que ni siquiera él tenía la respuesta para aquellapregunta,asíque,peseaqueteníaganasdegritaryderomperalgo,selimitóapincharunriñónconfuriayamasticarloensilencio,aunquelesupoaarena.

—Vamos, hombre, anímate. Darryl me espera enWhite's, ¿te sientes confuerzas?Hevenidoenmicabriolé,elcriadoestápaseandoaloscaballos.

Lociertoeraquesolovestirseybajarlaescaleraapoyadoenlabarandillalohabíandejadoagotado,peroBenedictapretólosdientes.Cuantoantesempezaraamoverse,antesrecobraríalasfuerzasydejaríadesentirsecomounmiserabledesechohumano,sedijo.

§El traqueteo del carruaje había hecho que Anthony se durmiera por fin.

Desde que salieron de Londres no había dejado de parlotear, excitado por lavueltaacasa.Porfortuna,Hannahlohabíaentretenidolamayorpartedeltiempoconjuegosycanciones.Sudoncellalaconocíademasiadobienynoselehabíaescapadoquesucabezaestaba lejos,muy lejos.Exactamente,eneldormitoriodelamansiónlondinensedelmarquésdeRavensworth.

Unavezmás,Lillianserozóloslabiosconlosdedosenguantados.Todavíaleparecíasentirlapresióndelabocadesuesposocontralasuya.Noentendíaporquélahabíabesado;lamayorpartedeltiempolamirabacomosilaodiara.

«Tampocoesunmisterio;élnoesmásqueunlibertinoyyoeralamujerqueteníamásamano,sincontara lascriadas,claroestá.Almenos,esdemasiadoorgullosoparatomarselibertadesconestas»,sedijoconamargura.

Seguramente pensaba que por ser su esposa estaba obligada a aguantarcualquier cosa que quisiera hacerle. Claro que eso tampoco era difícil deentender; en ese aspecto, la ley estaba de su parte. Sin embargo, no estabadispuesta a convertirse en otra de sus conquistas. Si la mitad de lo que serumoreabaeracierto,elmarquésdeRavensworthno tardaríaenconsolarseenbrazosdeunabellabailarinao,sihacíacasoalacartaquelehabíaenviadosuamigaLouise justoantesde su idaaLondres,en losdeciertadamade laaltasociedad.

SoltóunbufidodeindignaciónyHannah,queestabasentadafrenteaella,lamiróconcuriosidad.

Lilliancerrólosojosyfingiódarunacabezada.Sinembargo,noeraesoloque más la preocupaba. Estaba segura de que, en cuanto volviera a lanormalidad,elmarquésseolvidaríaalinstantedeellaalmenosporotroscincoaños.Loqueenrealidadlaasustabaeralaveladaamenazaquehabíahechode

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quitarle aAnthony.No podía pensar en ello sin sentir un estremecimiento deterror.

El sonido de las ruedas del elegante carruaje, adornado con el escudo dearmas de los Ravensworth en pan de oro, tenía una curiosa cualidad casihipnótica y su mente, poco a poco, se fue poblando con las imágenes de unpasadoqueseleantojabamuy,muylejano.

§—LadyLillian,supadremehapedidoqueledigaquesereúnaconélenla

biblioteca.Lillianhizounamuecadefastidioysacudiólafustaenelaire.—¿Ahora?HabíaquedadoconEdwardparasaliramontar.—Mehadichoqueinsistieraenquenoaceptaríaun«no»porrespuesta.Lillian puso los ojos en blanco y dejó la fusta encima del tocador. No le

gustaba tener que renunciar a su paseo diario, pero también sentía una ciertacuriosidad. Últimamente, había sorprendido varias veces a sus padresconversandoenvozbajaynoselehabíaescapadoque,encuantolaoíanllegar,cambiabandetemaenelacto.

—Hannah,¿puedesacercartea losestablosydecirleaEdwardquehoynopodréacompañarlo?

—Encuantoterminederecogeresto,ladyLillian.Nuncaestádemáshaceresperaralosjóvenespretendientes.

Lillian soltó una carcajada; ni siquiera había notado la impertinencia queencerrabaelcomentario.

—SabesdesobraqueEdwardnoesmipretendiente.Hannahhabía entrado a trabajar en las cocinasdeUnderwoods cuandono

eramásqueunaniña,perodesdeentonceshabíaprosperadomucho;ahoraeraladoncella de tres de las cinco hijas del duque, pero Lillian, la mayor, era sufavorita.

—Nuncasesabe,ladyLillian,nuncasesabe.Lillianmoviólacabezasonriente.—Serámejorquevayaahablarconmipadreantesdequeenvíetambiéna

Horwickabuscarme;elpobreyanoestáparasubirybajarescalerastodoeldía.—Eseviejocarcamal—mascullóHannah,doblandolacamisadedormirque

lajovenhabíadejadotiradaenelsuelodecualquiermanera.Senotabaquenosentíademasiadorespetoporeldecrépitomayordomo,muyaficionadoahacerincursionesenlabodega,cadavezmásvacía,desuseñor.

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Lillianbajólaescalinatademármolatalvelocidadque,sisuqueridamadrelahubieravisto,sindudahabríarecibidounodesuslánguidosreproches.Golpeóunpardevecesconlosnudillosalapuertadelabibliotecayentrósinesperarrespuesta.

Su padre estaba sentado detrás del imponente escritorio de caoba ytamborileabacondedosimpacientessobrelatapadecuerorojo.

—¡Porfintehasdignadoavenir!—Buenosdías,padre.Lilliannoseinmutóporaqueldesabridorecibimiento.Supadresolousaba

labibliotecaparadespacharconClayton,eladministradordeUnderwoods;algoque,invariablemente,loponíadeunhumordeperros.

El duque la examinó con gesto severo, tomando nota del gastado traje demontar,cuyafaldaestabaremendadaenvariossitiosydelosrebeldesmechonesdoradosque,comodecostumbre,habíanescapadodelrecogido.Fruncióelceño;suhijamayor,peseaqueenpocosmesescumpliríalosdieciocho,aúnteníaunaspecto excesivamente aniñado. En la figura menuda apenas había unainsinuación de las curvas que solían deleitar a los hombres y, pese a que suesposa estaba convencida de que, en unos años, como la crisálida que seconvierteenmariposa,suhijamayorseconvertiríaenunadelicadabelleza;porahora, su rasgomás sobresaliente eran los grandes ojos castaños que parecíanocupartodoelespaciodelrostro,muypálidosalvoporel tonorosadodeunosdesagradablesgranitosenlafrente.

—¿Siguesusandolalocióndepepinoyaguaderosas?Comobuenpadredecincohijas,elduquedeBurlingtonnoeraajenoalas

últimastendenciascosméticas.—Sí,padre,díaynoche,comomedijomadre.Elduquemoviólacabezaconresignación.—Enfin,siéntate,tediréporquétehemandadollamar.Lillian se sentó en la butaca que había frente al escritorio. De pronto, se

sentíamuy nerviosa; tenía el presentimiento de que lo que quiera que fuese adecirlesupadreibaacambiarlelavida.Noseequivocaba.

Supadreinspiróprofundamenteysoltódesopetón:—ElvizcondeCourtenayhasolicitadotumanoenmatrimonio.Lillianabriólabocaylavolvióacerrar.Lointentódenuevo.—¿El...vizconde...Courtenay?—repitióincrédula.—Elherederodemibuenamigo,elmarquésdeRavensworth—explicósu

padreinnecesariamente.—Sébienquiéneselvizconde,pero...¿sabeélquiénsoyyo?Nocreoquese

acuerdedemí.

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Supadrehizoungestoimpacienteconlamano.—¿Qué importa eso? Ravensworth y yo hablamos del asunto cuando tú

estabasaúnenlacuna.Sabesdesdehaceañosquealgoasípasaría.Enefecto,Lillianlohabíasabidosiempre.Casidesdequetuvousoderazón,

sumadre se había ocupado de inculcarle que la hijamayor de un duque casiarruinado y, para más inri, padre de otras cuatro féminas, tenía el deberirrenunciabledecasarseconunbuenpartido.Sinembargo,apenaspodíacreerque ya hubiera llegado ese momento. Acababa de salir como quien dice delcuartodelosniñoshacíaunosmesesyapenashabíaasistidoaunpardebailesinformalesenelsalóndeactosdelpueblo.Deunmodovagocomprendíaque,pese a que su linaje se remontaba a los tiemposde laConquista, el dineronoabundaba en la familia. No obstante, había esperado gozar, al menos, de unatemporadaenLondres;latíaMaud,sumadrina,selohabíaprometidolaúltimavezquefueavisitarlos.

Sinembargo,laposibilidaddecasarseconelvizcondeCourtenay...Lavozdesupadreinterrumpiósuspensamientos.—Ravensworth desea que la boda se celebre el treinta de noviembre en

RavensworthPark.—¡El treintadenoviembre!—repitiócadavezmásaturdidapor la rapidez

conlaquesesucedíanlosacontecimientos—.¡Perosiquedamenosdeunmes!¿Porquétanrápido?¿Noseríamejordarnostiempoparaqueelvizcondeyyonosconozcamosunpocomejor?

—Alparecer, elmarquésnogozadebuena saludydeseaver casado a suhijocuantoantes.Anosotrostambiénnosconvienequelacosavayarápida,novayaaserqueCourtenayseecheparaatrás;alfinyalcabo,tudoteesescasaytúnoeres,loquesedice,unabelleza.

Lillian bajó la cabeza, dolida por sus palabras, aunque sabía bien que supadrenopretendíasercruel;esanoeramásquelatristerealidad.

—¿Veréalvizcondeantesdelaboda?—preguntóconunhilodevoz.Estavez, supadredesvió lamiradade losojos suplicantesycarraspeóun

pardeveces,comosisesintieraincómodo.—Al parecer, Courtenay tiene que resolver varios asuntos en Londres, así

que no creo que os encontréis hasta el baile que se celebrará enRavensworthParklavísperadelaboda.

Lillianeraunahijaobedienteyselimitóainclinarlacabezacondocilidad.Supadreseacercóaellay,contorpeza,lediounaspalmaditascariñosasen

laespalda.—Eresunajovenafortunada,Lillian.Lehedichoatumadrequenorepare

engastoscontuajuardenovia.

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—Gracias,padre—dijoellaenelmismotonodescolorido.—Anda,veacontárseloatushermanas.Sevanamorirdeenvidia.Lillian asintió con una sonrisa temblorosa, diomedia vuelta y salió de la

bibliotecaatodaprisa.El duque había tenido razón. Sus hermanas habían recibido la noticia con

tantoentusiasmo,quelahabíanconvencidodeque,peseasustemoresiniciales,al final todo saldría bien.No podía negarse que la historia no tenía nada queenvidiar a las de esas novelitas demedio penique que les pasaba la hermanamayordeEdwardyquelascincoleíanaescondidas.Alfinyalcabo,¿acasonollevabaañosenamoradadelapuestovizcondeCourtenay?

Lohabíaconocidoencasadeunaamiga,cuandonoeramásqueunaniñadepelosueltoy faldacorta.ÉleraamigodelhermanomayordeLouisayambosacabandellegardeOxfordparadisfrutardeunasemanadevacaciones.Louisayella losespiabancuando ibanapescaral lagoocuando jugabanalbillaren lasaladejuegos.Paralasniñas,aquelchicoaltodedieciochoaños,depelooscuroyextraordinariosojosgrises,querelucíanconelbrillodelaplatareciénpulida,eralaencarnacióndelospríncipesquesalíanenloscuentosquelescontabansusinstitutricesy,peseaquenolesprestabademasiadaatención,cuandocoincidíancon él siempre tenía para ellas una de esas atractivas sonrisas que las hacíansuspirar.

Despuésdeeseverano,suamigaLouisasehabíaenamoradoennumerosasocasiones. Sin embargo, para Lillian el vizconde Courtenay seguía siendo lapersonificacióndetodossussueñosrománticos.

§Unbachedel camino laobligóaabrir losojosdegolpeyaagarrarsea la

correade cueroque colgabadel lateral del carruaje.Por suerte, niAnthonyniHannah—a quien se le había descolgado ligeramente lamandíbula inferior yroncabaconsuavidad—sedespertaronconelviolentotraqueteo.

Lillian limpiócon lamanoenguantadaelvahoquesehabíaformadoenelcristalde laventana.Afuera, elpaisajedifuminadopor la lluvia,quenohabíacesado desde que salieron de Londres, resultaba tan desolador como cuandohabía cerrado los párpados una hora antes. Según sus cálculos, aún debían dequedarcasidoshorasmásparallegarasudestino.

Con un suspiro, volvió a acomodarse contra el mullido respaldo deterciopelodellujosovehículoycerrólosojos,dispuestaasumirsedenuevoenlas imágenesdel pasado.Sin embargo, en esta ocasión, elmovimiento la hizo

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caerenunsueñoprofundodelqueyanodespertóhastaqueelcarruajesedetuvofrentealaimponentefachadadepiedradeRavensworthPark.

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Benedictapretólasmandíbulas.Llevabademasiadotiempodepiey,peseaqueen lasúltimassemanaselelegantebastóndecaoba rematadoconpuñodeplata sehabíavuelto su inseparablecompañero, lapierna ledolíadeunmodoterrible.Sinembargo,nadaenelatractivorostro,quelucíasuhabitualexpresióndehastío,habríapermitidoadivinarlo.

ElpalcodelTeatroRealdeCoventGardenestabaareventary,unavezmás,semaldijoporhaberacudidoalafunción;nisiquieraeltalentodelgranKembleera incentivo suficiente. Teatros, salones de baile, casas de juego, clubsexclusivos... enningunodeesos lugaresencontrabaalivioparael tedioque sehabíaapoderadodeélenlosúltimostiempos.Habíapensadoqueesanocheseríadiferente,pero,porelmomento,nadahabíacambiado.

—Ravensworth,quésorpresa.Isabella lehizoungesto coqueto con el abanicoy, sin tratar deocultar su

pronunciada cojera, Ravensworth se abrió paso entre el habitual círculo deadmiradoresquelarodeaba,sinhacercasodelasprotestasdeestos.

—Duquesa.—Apesardeldolordelapierna,seinclinócongraciasobrelamanoenguantada.

—¿Duquesa?¿YanosoyIsabellaparati?—Lomiróconunmohínmimosoenloslabiossensuales.

El paso de los años había sido generoso con Isabella, volvió a pensarBenedict, como ya lo hiciera cuando la vio por primera vez después de suregreso a Londres. La bella joven a la que amó hacía tantos años se habíaconvertidoenunamujeraúnmásbella,decurvasrotundasqueelvestido,queseajustabaalavoluptuosafiguramásdeloconveniente,poníaderelieve.Losrizosdel color del fuego, apilados en un recogido en lo alto de la cabeza, y losbrillantes ojos verdes le daban un aspecto felino y misterioso que atraía lasmiradasmasculinascomolamielalasmoscas.

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—Por supuesto, Isabella. Veo que sigues tan hermosa como siempre. —Imprimió a su voz profunda un matiz burlón que sabía que ella detestaba—.¿Quétalestátuesposo?Imaginoqueyanoestáparabailarcontigohastaaltashorasdelamadrugada.

Isabellacontraatacódeinmediato.—Whitworthestáperfectamente,muchasgracias.Ciertoqueasuedadnole

convienetrasnochar,perotampococreoquetúvayasadesenvolvertedemasiadobienenunsalóndebaile.—Altiva,señalóelbastónconlabarbilla.

—Touché! —Sonriente, Benedict levantó la mano con el gesto de unesgrimistaalreconoceruntocado.

Visiblementeapaciguada,Isabellaledevolviólasonrisa.—Laverdadesqueheechadodemenostupresenciaenlasúltimassemanas;

nuestroreencuentrohabíaresultadofrancamente...—porunossegundosdejólafrase en el aire, pero enseguida añadió con una sonrisa insinuante—:Francamenteprometedor.

—No puedo estar más de acuerdo contigo. —Benedict respondió a susonrisaconunamiradaardiente.

Enesemomento,sonóelsegundoaviso.—Vaaempezarelterceracto.Serámejorquetesientesamilado.LordBedbury, elmás insistente de sus admiradores desde que la hermosa

IsabellahabíaregresadoaLondrestrasunalargaestanciaenParís,protestóunavez más, pero ella lo despidió con un gesto airoso de la mano, igual que sihubierasidounlacayo.

—Bedbury, querido, tendrás que perdonarnos. Ravensworth y yo tenemosquehablardelosviejostiempos.

Humilladoalnotarlamiradaburlonaquelelanzóelmarqués,LordBedburyinclinólacabezaenunsecosaludoysaliódelpalco.

Sin embargo, en ningún momento hablaron de los viejos tiempos. Suconversación,llenadeinsinuacionesysobreentendidos,tansoloeraelpreludiodeloqueBenedictsabíabienqueocurriríaunashorasmástarde.

Isabellayélhabíansidoamantesantes.Sospechabaqueeraporesopor loquesuancianoesposose lahabía llevadoaParíscon tantaprecipitación.Unamuecacruelsedibujóensubocaalrecordarlo.

Un par de años después de que ambos contrajeran matrimonio con otraspersonas,IsabellayélhabíanvueltoacoincidirenLondres.Ellahabíacumplidoconsudeberdedarleunherederoalduquey,porfin,sedisponíaadisfrutardelavida sin cortapisas con el beneplácito de su complaciente marido. Por aquelentonces,BenedicthabíaperdidoyalacuentadelnúmerodeamantesquehabíanpasadoporsucamaeneltiempotranscurridodesdequeabandonóRavensworth

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Parkatodaprisa,tansoloundíadespuésdesumalhadadaboda.Benedicteraconscientedequenoibaasernielprimeronielúltimodelos

amantes de Isabella, pero quería saber qué sentiría al hacer suya, por fin, a laúnica mujer que había amado con toda su alma cuando no era más que unmuchachoinocente.Sinembargo,apartedelasatisfaccióndeunvagodeseodevenganzay lahabitualgratificaciónsexual,nohabíasentidonadaenabsoluto.Eracomosisucorazónhubieradejadodelatirenalgúnmomento,ynohubieraningunaemociónenelmundocapazdevolveraponerloenmarchadenuevo.

ElcalordelamanoqueIsabellahabíaposadosobresumusloal inclinarseparadecirlealgoaloído,lohizoregresaralpresente.

—Esto es muy aburrido, querido. ¿Vamos a tu casa? —susurró sin máspreámbulos.

Benedict observó el inconfundible brillo de deseo en los ojos verdes yasintió en el acto con una sonrisa. Ambos se levantaron al mismo tiempo yabandonaronelpalco,sinesperaraquecayeraeltelón.Benedictoyómurmullosdesaprobadoresasuespaldayfruncióloslabiosconsuhabitualmuecaamarga.Mañana todo Londres sabría que la duquesa de Whitworth y el marqués deRavensworthvolvíanaseramantes.

Sinembargo,todoLondresestaríaequivocado.Pocodespués,lasilladealquilerquehabíaparadoelmarquésalapuertadel

teatro se detenía frente a lamansión londinense del duque deWhitworth. Sinhacer caso de la mano que le tendía su acompañante, una enrabietada ladyIsabella Whitworth se bajó del carruaje, subió los peldaños de piedra de laentradaydesapareciódetrásdelapuerta,queseabrióalinstante,sinvolverlavistaatrás.

§Sentadofrentealachimeneaapagadadelabiblioteca,Benedictcambiabael

bastóndeunamanoaotraconexpresiónausente.Enlamesitaquehabíajuntoalsillón,habíaunacopallena,undecantadordecristalcasivacíoyunalámparadeaceiteencendida.

—Yomismomeanunciaré,Marlow.LavozdelordDarrylshire,consuinconfundiblesuavidad,sacóaBenedict

de su ensimismamiento.Levantó la cabezaparamirar al recién llegadocon elceñofruncido.

—¿Quéquieresaestashoras,Darryl?Suamigoseacercóconesagraciaquelecaracterizabay,sinhacercasodela

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abiertahostilidadcon laqueera recibido, seacomodóconcuidado laelegantelevita color azul pavo real antes de sentarse en el sillón contiguo. Llevaba unhistoriadochalecobordadoconhilodeoro,y lospantalonesamediapiernaseajustabanalasbienformadasextremidadesalaperfección.Lasmediasdesedablancayloszapatosdebailenegros,anunciabanalasclarascómopensabapasarelrestodelavelada.

—He pensado que estaría bien hacerte una visita antes de pasarme porAlmack's.

Benedictresoplócondesdén.—¡Nomedigasqueestásbuscandounaprometidadebuenpedigrí!—No,noestoypensandoencasarme.—Elduqueabriólacajitaderapéque

siemprellevabaconsigoyaspiróunapizcainfinitesimal,cerrólatapay,conlamismadelicadeza,lelanzóunodeesoscerterosdardosverbalesquehacíandeélunpeligrosoenemigo—.Sobretododespuésdeverlobienqueharesultadotumatrimonio.

Benedict que acababa de coger la copa, fantaseó con la idea de vaciarlaencimadelprimorosoatuendodesuamigo;pero,finalmente,selimitóagruñir:

—Entonces,noentiendoporquédesperdiciastutiempoensemejantesitio.Esosí,tengoclaroqueestanochetúseráslabelladelbaile.

LordDarrylshirenisiquierasedioporaludido;estabaacostumbradoaquesus amigos hicieran bromas con su aspecto físico. Sin embargo, pese a suevidente belleza —pues no había otra forma de llamarla—, ni siquiera susdetractoresmásacérrimoshabríanpodidoacusarlonuncadeserafeminado.

La prueba eran las innumerables damas —desde intachables viudas demediana edad, hasta inocentes debutantes— que suspiraban por el eleganteduquedeDarrylshire,consusexquisitosmodalesyvestidosiempredemaneraimpecable, y la interminable lista de hermosas amantes que se rumoreaba quehabíanpasadoporsucama.Muchasdeaquellasmujeres,además,habríandadoloquefueraporteneresoscabellosrubios,conaquelbrilloyonduladonatural,yesapielblancasindefectos.

—VoyaacompañaraDaisy,seloheprometido.Benedictsonrióasupesar;ladyMargaretCarew,supícarahermanamenor,

nacida del segundo matrimonio de su padre, era la única persona capaz deconvencerasuamigodecasicualquiercosa.

—¿Quieresquellameapedirteunacopa?—No, gracias, solo estaré un momento. En realidad, no pensaba que te

encontraríaaquíestanocheo,mejordicho,nopensabaencontrarteconlaúnicacompañíadeunabotelladeborgoña.

LoslabiosdeBenedictsefruncieronenunamueca,comoburlándosedesí

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mismo,yvolvióadejarlacopadecristalsobrelamesaconungolpeseco.—Veoquelasnoticiasvuelan.Elduqueenarcóunaceja.—Después de vuestro comportamiento de ayer en el teatro, ¿de verdad

esperabasquenolohicieran?Sinmirarlo,Benedictjugueteóconelpuñodeplatadelbastón.—Nosomosamantes—dijoalfinconbrusquedad.Suamigonodijonaday,

después de un rato, prosiguió con voz ronca—: Quería hacerlo, no te voy amentir.QueríaquetodoLondreslosupieray,depaso...

—Depaso,quellegaratambiénaoídosdetuesposa.Benedictnolonegó.—Perocuandocasi estábamosen casa, comprendíqueno iba a ser capaz.

¿Noesgracioso?—Soltóunarisaamarga.—¿Remordimientos?,esoesnuevoparati.—¿Remordimientos?—repitió sin dejar de jugar con el bastón—. No sé,

Darryl,¿cómopuedoreconoceralgoquenuncahesentidoantes?—Remordimientos,aceptamipalabra;aunquenoconfrecuencia,graciasal

cielo,yosíloshepadecido.LordDarrylshiresepusoenpie.—Enfin,tengoquemarcharme.Solohevenidoparaasegurarmedequeno

estabascometiendoelmayorerrordetuvida.Benedictsonriósinganas.—¿Aqué le llamaselmayor errordemivida?¿A tenerunaaventura con

Isabella?—No,Benedict.—Porunavez,lordDarrylshireabandonósuairefrívoloy

clavó en él los penetrantes ojos azules—. El peor error de tu vida sería que,finalmente,tupadretriunfaseytúteconvirtierasenunacopiadeél.

Los dos amigos se miraron largo rato, como si cada uno pudiera leer elinteriordelotrosinnecesidaddepalabras.Porfin,elduquerompióelsilencio,parapreguntarconaireindiferente:

—¿Me equivoco si les anuncio al resto de tus amigos y conocidos quepasarásunatemporadaenelcampo?

Benedictinspiróconfuerzaantesderesponder:—No,noteequivocas.LordDarrylshireinclinólarubiacabeza.—Buenasnochesybuenasuertepues.Denuevo,loslabiosfirmesdeBenedictesbozaronunasonrisadesganada.—Gracias,creoquelavoyanecesitar.

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Nadamásdespertarsealdíasiguiente,unasensacióndeanticipaciónquenorecordaba haber sentido desde hacía años lo invadió. Mientras su ayuda decámara le ayudaba a vestirse y a afeitarse,Benedict anunció que pasaría unassemanasenRavensworthParkyledioordendequelosiguieramástardeenelcarruajecontodoelequipaje.

—¿Nopensaráiracaballo,milord?Benedictdejópasarelcomentario,queenotromomentohabríajuzgadomuy

impertinente,yrespondióconuninusitadobuenhumorquellevóasucriadoapreguntarsesisuseñoríaseencontraríabien.

—No, James, iré en el cabriolé. No, la levita gris no. Dame la parda.Gracias.

Denuevo,lainusitadamuestradecortesíahizoqueJamesfruncieraelceñodeunmodocasiimperceptible.Completamenteajenoalaspreocupacionesdesuayudadecámara,Benedictlanzóunaúltimamiradaalreflejoqueledevolvíaelespejodepiedelvestidor.Habíarecuperadoalgodepeso,sedijosatisfecho,ydesdequehabíaempezadoamontardenuevotambiénhabíaganadounpocodemasamuscular.Ciertoque,porlogeneral,Jamesteníaquesudarparaayudarloameterse en las ajustadas chaquetas que encargaba a Weston y ahora podíaponérselas él solo sin problemas, pero, en conjunto, no estaba del todoinsatisfechoconlaimagenqueestavezofreceríaasuesposa.

El solbrillabacomounbuenaugurio,y recorrer ladistanciaque separabaLondres de Ravensworth Park en un coche descubierto tirado por la vistosapareja de alazanes que acababa de comprar en Tattersall, en esa mañanaespléndida,ysinmáscompañíaqueelsilenciosomozoqueibaencaramadoenelasientoposterior,terminódeponerlodebuenhumor.

Sinembargo,amedidaqueseacercabaasuhogarancestral,peseaqueelcielo seguía despejado, el ánimo se le empezó a nublar. Lo cierto era que no

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guardabamuybuenos recuerdosde su solitaria infancia enRavensworthPark.Allísupadre,unhombreautoritarioyviolento,habíacontroladosuvida,ladesumadreylasdelrestodelaspersonasqueestabanasuservicioconmanodehierro.

Su madre —una pizpireta francesa que enseguida perdió la frescura porculpa de las continuas infidelidades y los comentarios sarcásticos que lededicaba aquel esposo intratable a la menor oportunidad—, poco después denacerél,sehabíarefugiadoensushabitaciones,consudoncella,susperros,sussales y todo tipo de enfermedades más o menos imaginarias como únicacompañía.DeellaBenedicthabíaheredado los cabellos casinegros, la lenguafrancesa, que hablaba como si fuera un nativo, y un profundo amor por losanimalesquesupadresiemprehabíadeplorado.ParaBenedict,EtonprimeroyOxfordmás tarde habían sido un auténtico salvavidas. Por primera vez habíadisfrutadodelaamistadconsusigualesyhabíadescubiertoque,alcontrariodelo que opinaba su padre, tenía unamente brillante y despierta.Aquella épocahabíasidolamejordesuvida.

AIsabellalaconociócuandopasabalasvacacionesdeMichaelmasencasadeunamigocomún.Erahijadeunterratenientedelazonay,peseaquesabíaquesupadrenuncaloaprobaría,seenamoródeellaconlocurahastatalpuntoque,porprimeravezensuvida,decidióenfrentarseconsuprogenitor.Antesdeterminarlasvacaciones,sepasóporRavensworthPark—algoqueevitabaenloposible aceptando todas las invitaciones que le hacían sus compañeros—paraanunciarlesudecisión.

Comoeradeesperar, supadrepusoelgritoenelcielo.Su rostroadquirióese tonopurpúreo, tanhabitualcuando leembargaba la ira,pero,porunavez,Benedict,peseaquenotabaqueletemblabanlasrodillas,aguantóelchaparróncomounhombre.

Al ver el insólito brillo de desafío en los ojos de su heredero, LordRavensworthdecidiócambiarde tácticayanuncióqueyahabíaconcertado sumatrimonioyquelabodatendríalugarloantesposible.Benedictgritóasuvezque jamás se casaría con unamujer a la que no amara y, sinmás, diomediavueltay salióde lahabitación sinhacer casode losgritosde supadre,que leordenabaque«volvieraahoramismo».

Furioso,Benedictpidióqueleensillaranelcaballoyregresóalgalopeacasadesuamada.AúnrecordabalaexpresióncalculadoradeIsabellacuandolecontólo quehabía dicho su padre; claro que entonces no la había sabido interpretarcorrectamente. Tan solo le pareció que se tomaba todo el asunto con bastanteentereza.

Desesperado, le rogóque se fugaraconél; ledijoque trabajaríahastaque

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pudiera recibir la modesta cantidad que había heredado de su abuela cuandocumpliera la mayoría de edad. Isabella prometió pensarlo y se mostró muycariñosa con él, Benedict regresó a Oxford más enamorado que nunca y, losiguiente que supo, fue que ella se había comprometido con el duque deWhitworth, el viejo sátiro que le hacía la corte desde hacía meses y del queambossehabíanburladosinpiedad.Enesemomento,BenedictcomprendióqueIsabellanuncalehabíaamadoenrealidadysejuróquejamásvolveríaacaerenla trampa del amor. Esa misma tarde, escribió a su padre aceptando elcompromiso.

§Volvióalpresentecuandoelcabrioléatravesólaverjadehierro,flanqueada

porsendosescudosdearmasdelafamilia,quedabapasoalextensoparquequerodeaba Ravensworth Park. Se llevó una mano al sombrero para devolver elsaludo a lamujer del guarda quien, después de recuperarse de la sorpresa deverlo,habíasoltadolaescobaconlaquebarría lapuertadesucasaysehabíainclinadoenunaprofundareverencia.

Unosminutosmástarde,alsalirdeunapronunciadacurvadelcamino,antesus ojos se desplegó una increíble panorámica del majestuoso edificio: unaacertadamezcladelmejorbarrocoinglésylaarquitecturadeestiloitaliano.Sinpensar,tiródelasriendasconsuavidadylosfogososcaballossedetuvieron.Alinstante,Davis,quienpeseasupequeñotamañoteníaunbrazodehierro,saltódelasientoycorrióasujetarlascabezasdelosanimales.

Benedict aspiró con deleite el olor fresco de la hierba y de las flores quecrecíanpordoquier,yel familiararomaquehabía respirado tantasvecesen lainfancia se le subió a la cabeza. Por primera vez, fue consciente de queRavensworthParkahoraerasuyo;supadreyanoeramásqueunasombraque,enpocosaños,caeríaenelolvidomásabsoluto.Laidealeprodujounacuriosasensacióndeorgulloyvértigo.Unosminutosdespués, sacudió las riendasconimpacienciayloscaballossepusieronenmarchadenuevo.

—Bienvenido,milord, no lo esperábamos.—Pese a suspalabras, el rostropatricio del viejo mayordomo, que en ese momento cogía el sombrero y losguantesquesuseñorletendía,notraicionónirastrodelasorpresaquesentíaalverlo llegar, sin ningún tipo de aviso previo, al cabo de casi cinco años deausencia—.Ordenaréqueseañadaotrocubiertoparalacena.

—Veoquesiguescomosiempre,Tobin.Elviejomayordomoinclinólacabeza.

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—Gracias,milord.—¿DóndepuedoencontraraladyRavensworth?—preguntóimpaciente.—MiladyylordCourtenayestánenlarosaledacon...PeroBenedictyanoleescuchaba.Deprontosentíaunanecesidadurgentede

verasuesposadenuevoy,sinhacerelmenorcasodelmayordomo,queinsistíaenqueseríamejorquefueraélquienanunciaralallegadadesuseñoría,sealejócojeandoconrapidezendirecciónalarosaleda.

Sinohubieraconocidoeljardíncomolapalmadesumano,habríallegadoasu destino guiándose tan solo por el fuerte aromade las rosas.Caminópor elsenderodegravadorada,bordeadoconsetosdebojyexuberantesrosalesenflordedistintasvariedades,hasta llegarauna fuenteen laqueunosquerubinesdepiedra jugaban traviesos con los chorros de agua y torció a la derecha endirecciónalapérgola.

Elsonidodeunaalegrevozmasculinalohizodetenerseenseco.Sinhacerruido,diounospocospasosmásyseapoyóenelbastón,dispuestoaobservarsinservisto.

En la pequeña explanada de césped que había delante de la pérgola, unhombre en mangas de camisa se disponía a lanzar una pelota a su hijo, quesujetabaconfuerzaunbatedecricketcasitangrandecomoél.Unpocomásallá,su esposa, con lasmejillas arreboladasyvariosmechonesdepelo fuerade susitio, esperaba sonriente el lanzamiento. Sin embargo, el hombre hacía tantosaspavientos que tanto el niño como sumadre no podían parar de reír.Eran lavivaestampadeunafamiliafeliz.

—¡Lánzaladeunavez,Edward!—Nomemetasprisa,Lillian.Estoesunasuntomuyserio.Másrisas.Alverelgradodeconfianzaquereinabaentresuesposayesedesconocido,

Benedictloviotodorojo.Endoszancadasseplantóenmediodelaexplanadaypreguntóenuntono,fríoycalmado,quelecostóunnotableesfuerzo:

—¿Puedesabersequéestáocurriendoaquí?Cualquierrastrodealegríadesaparecióalinstantedelosrostrosdesumujer

ydesuhijo,yfuesustituidaporunamezcladesorpresayalarma.ABenedictnoseleescapóaquelcambio,yesoloirritótodavíamás.

Sinembargo,eldesconocidoserepusoenseguidadelasorpresay,sonriente,seacercóaélconlamanotendida.

—Soy Edward Havisham, el vicario. Le ruego que disculpe mi aspecto,milord—peseaquenoleconocía,EdwardsupoalinstantequeestabafrentealmarquésdeRavensworth—,pero es difícil jugar alcricket enuna tarde comoestaconlachaquetapuesta.

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Benedict miró la mano tendida con frialdad, sin hacer amago deestrechárselay,despuésdeunrato,elhombreladejócaeralolargodelcuerpo,antesdealejarseparacogerlalevitaquehabíadejadosobreunodelosbancosdepiedrayponérsela.

Enun intentoalgo torpedeponer finaunasituación incómoda, suesposaintervino mientras trataba de sujetar con dedos temblorosos los doradosmechonesquehabíanescapadodelrecogido,sinéxito.

—Noleesperábamos,milord.—Yamedoycuenta.Benedict bajó la vista hacia su hijo, que balanceaba el bate con gesto

nervioso.Elniñosepusofirmebajolafríamiradadelosojosgrises.—Bue...buenastardes,señor—tartamudeóconunavocecitaapenasaudible.—Enfin,Lillian,tengoquevolveralavicaría.—LavozdeEdward,conun

estudiadotonoalegre,pusotodavíamásderelievelatensiónquesepalpabaenelambiente.

Lillianesbozóunasonrisatemblorosayletendiólamano.—Claro,Edward,muchasgraciasporvenir.—Soyyoelquedebodaros lasgraciasporundíafantástico.Adiós,ratón.

—Elvicariorevolvióconunamanolosyadeporsírevueltoscabellosdelniño.Benedictloobservóalejarsey,cuandoestuvolejosdelalcancedesuvoz,se

volvióhaciasuesposaquesemordíaellabioinferiorcongestonervioso.—Deberíasdisimularlofelizqueestásdeverme—dijoenuntonocargado

desarcasmo.Lillianapretó los labioscon fuerzaunos segundos, antesde respondercon

algoparecidoasuhabitualserenidad:—Hasidotodaunasorpresa.Benedictenarcóunacejaoscuraconaireburlón.—Agradable,espero.—No sabría decirle, milord, y ahora, si nos disculpa, debo dar algunas

órdenesenlacocinayhemosquearreglarnosparalacena.Lilliansevolvióhaciasuhijo,quelosobservabaconlosojosmuyabiertos.—Vamos,ratón.El niño agarró lamano que le tendía sumadre y los dos se alejaron con

rapidez, sin mirar atrás una sola vez. En cuanto desaparecieron de su vista,Benedict cojeó hasta la pérgola apoyado con fuerza en el bastón, se dejó caerpesadamente enunode losbancosdepiedray cerró losojos,dejandoque losrayos de sol que se colaban entre los frondosos rosales que colgaban de laestructuradehierroloacariciaran.

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§Benedict tocó con los nudillos y, enseguida, lamisma doncella que había

venidoconsumadredesdeFrancia,cuandonoeramásqueunajovennoviaquesepreguntaba,nerviosa,sisuprometidollegaríaaamarla,entreabriólapuerta.Despuésde lanzarleunamiradacargadadedesaprobación,abriódel todoysehizoaunladoparadejarlopasar.

—Hola,Dómine,yaveoquesiguestansimpáticacomosiempre.—Elrostroarrugadodelamujerconservóelgestoadusto.

Benedict entró en los aposentos de su madre. Seguían tal y como losrecordaba,llenosdelostesorosquelahabíanacompañadodesdeelchâteauquesus padres, los condes de Courbet, tenían a las afueras de París. Su madre,vestidaconunarecargadabatadevolantesdecolormarfil,estabarecostadaenlaanticuadachaiselongueLuisXVquehabíajuntoalaventana,porlaqueentrabaa raudales el sol de la tarde. La chimenea estaba encendida y el ambienteresultabauntantosofocante.

—Benedict,moncherfils!—Bonsoir,machèremère.Benedictseacercócojeando,se inclinósonrientesobrelapálidamanoque

sumadreletendíayaspiróelfamiliararomadelospolvosdetalcodelavandaquerecordabadesuinfancia.Peseaquehabíanpasadocasicincoañosdesdelaúltima vez que la había visto, sumadre no parecía haber envejecido.Aunquesabía por las cartas que le había enviado que su salud se había deterioradomuchoenlosúltimosaños,seguíasiendolamismadamafrágilyhermosaquerecordaba,conelpelo—antesdelcolordelamedianocheyahorasalpicadodecanas— recogido en un peinado un tanto anticuado, pero favorecedor. Alinstante empezó a hablar a toda velocidad en su peculiar inglés, salpicado depalabrasenfrancés.

—¡Quéalegríaverteporfin!Siéntateamilado,monfils.¡Dómine,traeesasilla!

Ladoncellaseapresuróaacercarunasilla, tapizadaconunadelicadasedaestampada.Benedictsesentóydejóelbastónapoyadocontralapata.

Sumadrelomiróconlástima.—¿Quétaltupierna?¿Teduelemucho?PerdonaquenofueraaLondresa

cuidarte,perodesdequetuveeseepisodiodefiebresreumáticaseldoctorHarrisme tiene terminantementeprohibidoviajary,además, sabíaqueestaríasen lasmejoresmanos,aunqueDómineyyonopudimosdormirhastaquenollególacartadeLillianinformándonosdequeestabasfueradepeligro.

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Benedictmiróaladoncellafrancesa,quelomirabaasuvezconfrialdad,seencogiódehombrosycambiódetema.

—Estás... —la miró de arriba abajo—, parece que el tiempo no hubierapasadoporti.

Sumadresoltóunarisitacasiinfantilydescartóelcomentarioconungestodelamano,aunquesenotabaquesesentíahalagada;pero,depronto,sequedómuyseria.

—Túencambio...—Dejólafraseenelaire.—¿Mevesmuycambiado?¿Heenvejecidomuchoenestosúltimosaños?—

Enarcóunaceja,burlón.Lacondesaviudaloexaminóensilencioyalgoensumiradalohizosentirse

ligeramenteincómodo.—No,moncher,noeseso.Siguessiendotrèsattractif,mais...nosé,esalgo

quenohabíanotadoantes.Unadureza,unaamargura...—moviólacabeza,sindejardeobservarlo—.Noencuentro lapalabraexacta,peroséque, sea loquesea,antesnoestabaahí.

—Tonterías,mamère, imaginoquehasta aquí habrán llegado todo tipodechismessobrelavidaalegrequellevabaenLondres.

Sumadrevolvióamoverlacabeza.—Alegrepuede,pero¿feliz?Benedictseencogiódehombrosunavezmás.—¿Qué es la felicidad? —Frunció los labios en una mueca sardónica—.

¿Acasotúfuistefelizaquíalgunavez?—¡Porsupuestoquesí!Túmehicistemuyfeliz,monfils,yahora tengoa

AnthonyyaLillian.Se hizo un silencio, roto solo por el ruido que hacía Dómine, abriendo y

cerrando cajones como si estuvieramuy ocupada, aunqueBenedict sabía bienquenoseperdíadetalledelaconversación.

—Mealegroporti,mamère—dijoporfin.Unavezmás,sumadrelomirósinocultaresalástimaque,nosabíaporqué,

levantabaampollasensuinterior.—Tú también podrías haberlos tenido si hubieras querido. ¿Por qué no

volvistecuandomuriótupadre?FuemuydifícilparaLillian.Benedictapretólospuños,altiempoqueinspirabaconfuerza.—Prefieronohablardeesosinoteimporta,mamère.—Hizounesfuerzo

parahablarenelmismotonocariñosoquesiemprehabíaempleadoconella.—¿Sabes?—Esta vez era la sonrisa de sumadre la que tenía un poso de

amargura—. En los últimos tiempos, he pensado mucho. Quizá no hice losuficienteparaprotegerte,quizá...

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—¡Basta!—Pero,casialinstante,Benedictsuavizóeltono—.Túnotuvistelaculpa.¿Quéhabríaspodidohacer?Peronohablemosmásdeello,elviejoestámuerto y enterrado, y no permitiré que su sombra siga gobernando nuestrasvidas.

Sumadrealargólamano,yBenedictlaapretóentrelassuyas.—En realidad—dijo despacio mirándolo a los ojos—, eso es lo que me

preocupa:quesusombrasigagobernandolatuya.

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9

Benedictmiróasualrededor.Lahabitacióndebíadeestarexactamenteigualque cuando la ocupaba su padre, aunque en realidad no lo recordaba porquepodía contar con losdedosdeunamano lasvecesquehabía entradoenaqueldormitoriocuandoeraniño.

Loscriadossehabíandadoprisaenponerlaapunto;nohabíanadafueradesusitioyhastaelúltimoadornoestabalibredelmásmínimorastrodepolvo.Laspesadascortinasdeterciopelooscuro,queestabandescorridas,dejabanpasarlosúltimosrayosdesol.Seacercóalaimponentecamacondosel;noestabasegurodequererdormirenelmismolugarenelque,probablemente,habíamuertoelviejotirano.

—Tonterías—dijo entre dientes—, en estamisma cama debieronmorir lamayoríademisantepasados.

—¿Decíaalgo,milord?James,queacababadeterminardedeshacerelequipajeyahorasedisponíaa

ayudarloavestirseparalacena,sevolvióhaciaél.—Nada.Casiunahoramás tarde,mientras suayudadecámara ledaba losúltimos

toques al nudo de la impoluta corbata blanca, Benedict reparó en la puertadisimuladaenunodelospanelesdemaderadelapareddelvestidor.Depronto,cayóenlacuentadequealotroladodeesevestidordebíadeestarelvestidordesuesposay,unpocomásallá, losaposentosdeesta.Ensunochedebodasnohabíancompartidoesashabitaciones.

Su noche de bodas, se repitió torciendo el gesto, lo que le valió un:«disculpe,milord»desuayudadecámara.

Noeraelmomentodepensarensunochedebodas,sedijoconfirmeza.—Listo,milord.Benedict le dio un tirón a las solapas de la sobria levita negra sin darse

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cuentadelestremecimientoqueproducíaesegestodistraídoenelperfeccionistasirviente, cogió el bastón que siempre tenía a mano y bajó la escalinata depiedra,agarrándosealabarandilla.

No había nadie en el salón. La chimenea estaba encendida y Benedict seacercó cojeando, pasó el brazo por encima de la repisa de mármol blanco,bellamente tallado con exuberantes formas vegetales, y aguardó con los ojosfijosenelfuego.Notuvoqueesperarmuchotiempo;enseguidaunlacayoabriólapuertaysuesposaentróenlahabitación.

La observómientras avanzaba despacio hacia él, sin que sus ojos dejarantraslucirlamenoremoción.Estavez,losrubioscabellosestabanapiladosenloalto de la cabeza, en un recogido elaborado que dejaba escapar un par demechones que se rizaban a ambos lados del rostro. Por primera vez, la veíavestida como correspondía a lamarquesa deRavensworth. El vestido de sedaazul, conunpronunciadoescotequedejaba a lavista lapiel cremosahasta elnacimientodelospequeñossenos,seajustabaa lafiguraesbeltaydelicadadeunmodoquelesecólagarganta.

¿Cómo no se había dado cuenta antes de que su esposa era preciosa?, sepreguntó, perplejo. Puede que su belleza no fuese tan llamativa como la deIsabella,consuscabellosrojosysuscurvasvoluptuosas;pero,ladeLillianteníauninconfundiblehaloespiritual,queélhabíaapreciadoantesenlasmujeresdeloscuadrosdeBotticelliodeLeonardo.

Lilliantomóasientoenunadelassillasquehabíacercadelachimenea.Nisiquierarozabaelrespaldoconlaespalda,pero,envezdelasensaciónderigidezqueproducíanotrasmujeres, todosycadaunodesusgestos teníanunagraciaespecial,algoqueBenedictyahabíanotadoconanterioridad.

—Esperoqueestésatisfechoconsudormitorio,milord, loscriadosnohantenidodemasiadotiempoparaprepararlo.¿Tienetodoloquenecesita?

Lefastidióque,ensupropiacasa,lotrataracomoaunavisita.—Sí.Pese a que el precioso rostro no traicionó el efecto de aquella respuesta

cortante,notóquesuesposaapretabalasmanosqueteníaenelregazoconmásfuerza.Molestoconsigomismoporexhibirunosmodalesdignosdelpatánconelque suamigoDarryl lohabíaequiparadoen innumerablesocasiones,Benedicthizo un esfuerzo para comportarse con propiedad y eligió uno de los tópicosfavoritosdelosmiembrosdelaaltasociedad:eltiempo.

Ellarespondióenconsonancia,yparacuandoTobinentróaanunciarquelacenaestabaservidahabíanlogradosostenerlomásparecidoaunaconversacióncortésdesdequeélhabíarecuperadolaconsciencia.

FueelpropioBenedictelquehizoaunladoallacayoparaapartarlasillade

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suesposay ayudarla a tomar asiento enunade las cabecerasde la imponentemesa de caoba, que en ocasiones especiales, duplicaba su tamaño. Sumadre,como de costumbre, según le había informado su esposa, cenaría en susaposentos.

—Colin,quitaesehorrordeenmedio.Congestoimpaciente,Benedictseñalóelgigantescocentrodemesadeplata

labradaquecasileimpedíaverasuesposa.Ellacayomiródereojoasuseñoray,cuandoellahizoun levegestodeasentimientocon lacabeza, seapresuróahaceraunladoelpesadoadorno.

Lacomisuradelabocamasculinaseelevóimperceptiblemente.Enelfondo,lepareciódivertidoque loscriadosconsideraranaLilliancomoa suauténticaseñoraapesardesujuventud.HastaTobin,quesiemprehabíasidounrigoristaimplacable en lo que tocaba a la deferencia debida a la familia Rushford, sedirigíaaellaconelmismorespetoconelquelotratabaaél.Estabaclaroquesuesposayanoteníanadaqueverconeltímidoratoncitoquehabíaconocidotansoloundíaantesde laceremoniaque losunióenmatrimonioen lapintorescaiglesiadeCastlewind.

De pronto, le vino a la cabeza la primera impresión que había tenido deLillian cuando le tendió lamanopara ayudarla adescenderdel carruajey ellapusoencimalasuyatemblorosa.Sorprendido,recordóquesuprimerasensaciónhabíasidodealivio.Esajoven,casiunaniña,quelomiraba—cuandoreuníaelsuficientevalorparaalzarelrostrohaciaél—conunaextrañamezcladetemor,timidezyadoración,lohabíasorprendidogratamente.Elcuerpoinmaduroylospequeños granitos que salpicaban la frente juvenil le habían producido unaextrañasensacióndeternura.Noeralamujerqueélhabíaescogido,peroenesemismo instante se juróque suprometida contaría siempre con su respetoy suprotección.

Sinembargo,nohabíatardadomuchoenrompersupromesa,sedijoconsuhabitualmuecaamarga.

—¿Lasopanoesdesuagrado,milord?—Porsupuestoquesí,estádeliciosa.Nisiquierasehabíadadocuentadequehabíadadobuenacuentaunplatode

exquisitasopadetortuganideque,unavezmás,sehabíahechounincómodosilencio entre ambos, roto tan solo por el tintineo de la vajilla y los cubiertosque,enesemomento,retirabanloslacayos.

—Lociertoesquenosolemosutilizarestecomedor—dijoellaenunintentodemantenerunaconversaciónneutrayendoyviniendo.

Suinterlocutorlevantólascejasconaparenteinterés.—Ah,¿no?

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—No—Lilliannegóconlacabeza,sonriente—.Desdequetuvolasfiebres,sumadreapenassaledesusaposentos.Asíque,cuandoestamossolos,Anthonyy yo cenamos juntos en el comedor de las habitaciones de los niños. No nosgustatantaformalidad.

Benedictcortóuntrozodepulardaconsalsadenaranjaamarga,selollevóalaboca,masticódespacioytragóantesdehablar.

—Y ¿cuando tenéis compañía? Por ejemplo, el hombre con el que osencontréestatardejugandoalcricket...

—Es el nuevo vicario de Castlewind. —Lillian nombró la parroquia quequedaba amenos de tresmillas de Ravensworth Park, en cuya iglesia amboshabían contraídomatrimonio—.Llegó aquí hace casi tres años. Su nombre esEdwardHavisham;eravecinonuestrocuandoyovivíaenUnderwoods.

—Entonces,¿tehaseguidohastaaquí?Laviofruncirelentrecejo,pero,comodecostumbre,respondiósinperderla

compostura:—SutíoeselarchidiáconodeChichesteryfueélquienleotorgósumedio

devida.Yonohetenidonadaqueverenelasunto.Benedict abrió la boca, pero en ese momento, Tobin se inclinó para

rellenarlelacopadevinoydecidióquenoeraelmomentodehablardeciertascosas.

El resto de la cena transcurrió sin silencios incómodos. Charlaron de lapróxima cosecha; la administración de una finca agrícola del tamaño deRavensworthParkeracomplejaylesorprendióquesuesposaestuvieratanbieninformada sobre esos temas.Benedict no se perdía uno solo de sus gestos. Elmodo en que acompañaba a veces sus palabras con lasmanos delicadas paradarlesmás énfasis lo teníahipnotizadoy también le fascinaban los expresivosojos castaños, que tan pronto reflejaban una intensa seriedad al hablar de losproblemasdelosarrendatarios,comounaprofundaternurasilohacíadesuhijo.

Al terminar el postre, Tobin le preguntó si tomaría el oporto allí o en labiblioteca.

—Lo tomaréen labiblioteca,Tobin.—Benedict sevolvióhacia suesposaconcortesía—.¿Meacompañas?

—Porsupuesto,milord.Laspesadascortinasdebrocadoestabancorridasaislándolosdelaoscuridad

de la noche, y un fuego ardía alegre en la chimenea. También había variaslámparas encendidas. Benedict miró a su alrededor, sorprendido. La palabra«biblioteca» a lo largo de su infancia siempre había estado asociada a unprofundo terror.Eraahídonde lomandaba llamar supadreparacastigarloporsusinnumerablesfaltas,queibandesdeelrobodeunamanzanaenelhuertoo

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haber fallado unblanco en los ejercicios de tiro, hasta a llorar por rasparse larodilla.Cualquierexcusaerabuenaparasacarlavaradesaucequeguardabaenuncajóndelescritorio.Supadrecreíafirmementequeunabuenavaradesauceeraelmejormaestroqueunjovenpodíatener.

Sin embargo, ahora se daba cuenta de que la habitación, con lasimpresionantes librerías demadera de roble que iban de suelo a techo, llenashastalostopesconlosvolúmenesquehabíanidocoleccionandosusantepasadosalolargodelossiglos,resultabaagradableyacogedora.

De repente, los fantasmas que siempre lo habían atormentado, ya noparecíantanamenazadores.

«Quizátendríaquehaberregresadoantes»,sedijomelancólico.—¿Desean algo más, milord, milady? —La voz del mayordomo, que

acababadedejareldecantadordeloportojuntoaunacopadecristaltalladoenlamesitaquehabíajuntoalsofá,letrajodevueltaalpresente.

Lillian, que se había sentado frente a él con una labor entre lasmanos, ledirigióunarápidamiradaantesdevolversehaciaelcriado.

—Nadamás,Tobin,puedes retirarte.—Elmayordomo inclinó la cabezaylosdejóasolas.

El silencio, tan solo interrumpido por el crepitar del fuego, los envolvió.Benedict era consciente de que la tirantez del principio de la velada habíaregresado.Sesirvióeloportoy,conlacopaenlamano,seacercóhaciadondeellaestabasentadayapoyólamanoenelhombrodesnudo.Notóqueseponíarígida.

—¿Aquéhavenido,milord?—preguntósinapartarlosojosdelalabor.—Hevenidoarecuperarloqueesmío.Suesposaalzólavistaunsegundo,pero,casialinstante,labajódenuevo,

no sin que antes Benedict hubiera percibido en los grandes ojos castaños lafamiliarsombradetemor.

—Si se refiere amí—se notaba que hacía un considerable esfuerzo parahablarconcalma—,nosoysuya.Yacumplíconmipartedeltrato:lehedadounheredero.

Benedictdiountragoaloporto.—Sabesbienquelosderechosdeunesposonoacabanahí.Eraunaverdadtanobvia,queellanisiquierasemolestóendiscutir.—Si no le importa, milord, le dejaré solo—se apresuró a decir con voz

temblorosa,altiempoquedejabalalaborsobreelsofáyseponíaenpie—.Hasidoundíalargoyestoycansada.

El miedo que le tenía era casi palpable. Benedict apretó los labios y losdedosmorenossecerraronconmásfuerzaentornoaldelicadotallodecristal.

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—Buenasnoches,milord.Lillianinclinólacabezaligeramenteantesdeabandonarlabibliotecaatoda

prisa.Benedict no hizo nada por detenerla.Con los ojos clavados en las llamas,

bebióunpocomás.

§Muchomás tarde,dejó lacopaaúnmedio llenaen lamesitaconungolpe

secoysubióaacostarse.Suayudadecámaraloesperabaeneldormitorioparaayudarlo a desvestirse, peroBenedict lo despidió conungesto impaciente. Suesposateníarazón,habíasidoundíamuylargoyledolíalapierna.

Se desnudó y dejó caer las prendas de cualquier manera en una butacacercana, sin que le preocupara lo más mínimo que James pudiera sufrir unaapoplejía al día siguiente. Luego cogió la camisa de dormir que su ayuda decámarahabía dejadopreparada encimade la camay se la puso.Congestodedolor,sefrotóelmusloconlamanoporencimadelasuaveteladealgodónantesdemeterseenlacama.Sinembargo,eldolorysucabeza,quenoparabadedarvueltas,leimpedíandormir.

«Necesitoalgoquemedistraiga»,sedijo.Benedictseincorporódenuevo,secalzólaszapatillasdedormirysepusola

batadeterciopelooscuroconsumonogramabordadoenhilodeoroalaalturadelpecho.Apoyadoenelbastón,entrócojeandoenelvestidory,sinhacercasode las dolorosas protestas de la pierna herida, paseó arriba y abajo frente a lapuertaquecomunicabaconelcuartodesuesposa.Porfin,sedetuvoyalargólamano,peroantesderozarlasiquiera,volvióadejarcaerelbrazoalolargodelcuerpo.

—¡Malditasea!Entonces, con decisión, volvió a alargar la mano, rodeó el pomo con los

dedosyenestaocasión,lohizogirarconsuavidad.Nada.Lapuertaestabacerradaconllave.¿Acaso había esperado otra cosa?, se preguntó frunciendo los labios en la

acostumbradamuecaamarga.Seacercóunpocomásalapuertayapoyólafrenteenlafríamadera.—Estábien.Tedejarétranquila.Porahora...—susurróenvozalta.

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§Alotrolado,Lillianteníalosojosclavadosesamismapuertayelcorazónle

latíaenelpechoa todavelocidad.Loprimeroquehabíahechoal llegara susaposentos, había sido echar la llave que comunicaba los vestidores de ambosdormitorios,peseaqueeraconscientedequeesafrágilbarreranobastaríaparadetenerasuesposo.Oyólaspesadaspisadasmasculinasalotroladodelapuertayobservó,confascinadotemor,queelpomogirabaconsuavidad.Temblando,seacercóypególaorejaalahojademadera.

—Tedejarétranquila.Porahora...Laamenazaquelatíaenlavozprofundadesuesposolahizoestremecerse.

De nuevo, oyó los pesados pasos, aunque en esta ocasión se alejaban,acompañadosporelrítmicogolpeteodelbastóncontralastablasdemadera.

Un profundo alivio la invadió. Por esa noche almenos, se dijo, la afiladaespadaquependíasujetaapenasporunfinohilosobresucabezanocaeríasobreella.

—¿Qué demonios quiere de mí ese hombre? ¿Por qué ha aparecido derepente,comounmalditofantasma?—sepreguntóenvozbaja,maldiciendoporprimeravezensuvida.

Desfallecida, se recostó contra la puerta, sin dejar de pensar en losacontecimientosde la tarde.ElmarquésdeRavensworthera laúltimapersonaquehabíapensadoveraparecerporallí.Alverlo, impecablementevestidoconunaelegante levitadeun finopaño tostadoque se ajustaba sinhaceruna solaarruga a los anchos hombros, los pantalones varios tonos más claros que seceñíana laspiernas rectasymusculosasy las relucientesbotasdemontar, sinuna mota de polvo, que le llegaban hasta la rodilla, se le había contraído elestómagodeformadolorosa.

Apoyadocongestoindolenteenesebastónqueavecesempuñabacomounarma,lepareciómásaltodeloquelorecordabaynisiquieraesaperennemuecaamarga que distorsionaba la boca de labios firmes o las finas arrugas quehablaban a las claras de una vida disipada empañaban su extraordinarioatractivo. Había recuperado algo de peso y la piel había perdido el tonomacilento. Los singulares ojos grises, que ardían con un fuego helado,destacabanaúnmásenelrostroligeramentebronceadoy,pesealbastónyalapronunciadacojera,teníaunairemáspeligrosoquenunca.

Su primer impulso había sido agarrar a Anthony de la mano y salircorriendo. Por supuesto, lo había reprimido.Ya no era lady LillianBolton, lajovencitaqueseasustabahastadesupropiasombra;ahoraera lamarquesade

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Ravensworthy,porende,lamadredelheredero.Sinembargo,comoéllehabíadejado claro en innumerables ocasiones, una simple mujer no tenía nada quehacerfrenteaunmaridopoderoso.Lillianapoyólacoronillacontralapuertaycerrólosojos.Unavezmás,lasimágenesdelpasadoafloraroncomountorrenteincontenible.

§HabíallegadoaRavensworthParkacompañadaporsuspadresunasoleada

mañana de octubre. Sus hermanas pequeñas los seguían en un carruaje másmodesto, con todo el equipaje. La primera visión de la casa le había hechollevarseunamanoalpecho,abrumadaporsemejantemagnificencia.

—¡Es incluso más impresionante de lo que pensaba! —dijo su madreentusiasmada.

Suprometido laesperabaalpiede laescalinatay,encuantoelcarruajesedetuvo,letendiólamanoparaayudarlaadescender.Lillianapenaspodíamirarloalacara,perolasnumerosasmiradasquelelanzódereojolainformarondequeseguíasiendoelmismochicoatractivo,ahoraconvertidoenunhombre,porelquehabíasuspiradoencasadesuamiga.

—BienvenidaaRavensworthPark,Lillian.Losblancosdientesdestellaron enuna sonrisa a laque ella respondió con

timidez, antes de inclinarse con una profunda reverencia ante sus futurossuegros.

Losmiembrosdelserviciolosrecibieronalaentrada,inclinándoseasupasorespetuosamente.LilliansesentíacasicomounmiembrodelarealezaylerogóaDiosquelepermitieraestaralaaltura.

Alentrarenelvestíbulo,muchomásmajestuosoqueeldeUnderwoods,conloscoloridosfrescosdel techo, laescalinatadepiedrayelsuelodedamerodemármolblancoynegro,Lilliansequedósinalientoytuvoquehacerunesfuerzoconsiderableparanoquedarsemirándolotodoboquiabierta.

Elamadellaves,unamujerdemedianaedadvestidaenteramentedenegro,losacompañóasusaposentos.Lashabitaciones,decoradasconelegancia,eranampliasytodasdabanauncuidadojardíndeestiloclásico.

Encuantosequedaronasolas,sumadrelediounimpetuosoabrazo.—Lillian,mipequeña,quéorgullosaestoydeti.Enesemomento,Lilliansedijoquetodoibaasalirbien.Sinembargo,ala

hora de la comida, pese a que fue un acontecimiento informal, volvieron aasaltarle las dudas. Por primera vez, tuvo la oportunidad de asomarse a la

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intimidad de su futura familia política y la experiencia no le dejó muy buensabordeboca.

ElmarquésdeRavenswortheraunhombrearrogante,quenosemolestabaen ocultar el desprecio que sentía por su mujer y su hijo con continuoscomentarios hirientes, y tanto el padre como la madre de Lillian se vieronobligados a intervenir en numerosas ocasiones para aliviar ciertos momentosincómodos.

Por fortuna, la comida no duró demasiado y, con la excusa de que debíandescansar para el baile que tendría lugar esa misma noche, en el que seanunciaríanlosesponsalesdesusrespectivoshijos,todosseretiraronenseguidaadescansar.

Lillianseacomodóenlachaiselonguequehabíajuntoalaventana,perosucabeza no dejaba de dar vueltas y se dijo que le vendría bien un paseo paradespejarse.Abriólapuertadelahabitaciónconsigiloybajólaescaleramientrastratabaderecordarpordóndeseaccedíaaljardín.Entróenunodeloselegantessalonesquecomunicabaconotroyeste,asuvez,conelsiguiente,sincruzarseenningúnmomentoconalgúncriadoquepudieraindicarleelcamino.

Ya había decidido regresar a su habitación cuando oyó unas vocesmasculinasenelsalóncontiguo.Reconociólavozdesuprometidoy,siguiendoun impulso, se asomó a la puerta entreabierta. Una gigantescamesa de billarocupabalamayorpartedeaquelsalóny,enesemomento,unatildadocaballero,con uno de los rostrosmás bellos que Lillian había visto jamás, se inclinabasobreellaparahacerunajugada.Seoyóelruidosecodeltacoalgolpearlabolayluegodosgolpesmás,seguidosdelavozprofundadesuprometido.

—¡Demonios,Darryl,tienesunasuerteobscena!Darryl. Lillian se preguntó dónde había oído antes ese nombre. Entonces,

cayó en la cuenta de que el elegante aristócrata no podía ser otro que lordChristopher Carew, duque de Darrylshire, uno de los íntimos amigos de suprometidosegúnlehabíacontadosuamigaLouisa.

—Dimás bien que tu cabeza está en otra parte—dijo el aludido con vozsuave.

—Tienesrazón,¿teimportaquelodejemos?—En absoluto. —Se hizo un silencio, pero al cabo de un rato lord

Darrylshire habló de nuevo—: Ravensworth, ¿estás seguro de lo que vas ahacer?

ElbellocaballerohabíadesaparecidodelavistadeLillian,pero,encambio,ahora podía ver sin problemas a su prometido, quien se apartó unmechón depelooscuroquelehabíaresbaladosobrelafrentecongestonervioso.

—Hedadomipalabra.Además,algúndíateníaquecasarme.

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—PorelamordeDios,Ravensworth,acabasdecumplirveintidósaños.ElmarquésdeRavensworthseencogiódehombros.—Dadoquenopuedo casarme conquiendeseo, quémásda conquién lo

haga.Además,mi querido padre amenazó conquitarme la asignación si no leobedecía.

Aloíraquello,elestómagodeLilliansecontrajodolorosamente.—¿Siguessuspirandoporesazorraambiciosa?—Aunquelavozdelamigo

de su prometido no perdió la suavidad, el desdén que latía en ella la hizoestremecer.

—¡NohablesasídeIsabella!—¿No?—dijoelotrosinperder lacalma—.Hayque tenerestómagopara

casarseconeseviejocarcamal,claroqueIsabellasiemprepuedecerrarlosojosypensarenel títulodeduquesaysuenorme fortunacuando lo tenga trasteandocontorpezaentresusjóvenesmuslos.

—¡Cállate!—Suprometidoteníaunaexpresióntorturada.LillianapenasentendióaquésereferíalordDarrylshire.Deloúnicoqueera

conscienteeradequeelhombreconelqueibaacasarsealdíasiguienteestabaenamoradodeotramujer.Teníaqueirsedeallí,sedijosindejardetemblar.Sinembargo,unafuerzasuperiorlamanteníaancladajuntoaesapuerta.

SuprometidodetuvolosfrenéticospaseosarribayabajodelahabitaciónyLillianloviofruncirloslabiosenunamuecaamargaquelerompióelcorazón.

—Vamos,Darryl,noseasinocente.¿Acaso,noocurresiempreasí?¿Porquécrees que se casa conmigo esta niña descolorida que ni siquierame conoce?,¿pormi atractiva personalidad?No, se casa porque cuando el bastardo demipadre reviente de una vez yo heredaré un importante título nobiliario y unaconsiderablefortuna.Yyo,¿porquémecasoconella?Mecasoporqueeslahijadeunduqueyeseestablotieneelpedigrísuficienteparadarmeherederosdeunlinajeirreprochable.

Unavezmás,elamargosarcasmoquerezumabansuspalabrashizoqueseleretorciera el estómago, yLillian se llevóunamano a la bocapara contener laarcadaquelesubíaporlagarganta.

Niña descolorida. Niña descolorida. El humillante apelativo, pronunciadocontantodesprecio,retumbabacomounecoensucabeza.

—¿Hasoídoeso?—No,noheoídonada.Aterradadequepudieransorprenderlaespiando,Lilliancaminódepuntillas

hasta la puerta del salón y luego echó a correr escaleras arriba como si elmismísimodiablolapersiguiera.

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§Una vez más, un violento escalofrío la devolvió de nuevo al presente.

Temblando por el frío y la tensión, Lillian corrió a meterse en la cama y secubriólacabezaconlassábanas.

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10

Benedict se despertó poco después del amanecer. Había dormidoprofundamente; dehecho, no recordaba la últimavezquehabía gozadodeunsueño ininterrumpido. Sintiéndose lleno de energía, cojeó hasta la ventana. Elcielodespejadoanunciabaotramañanasoleada,perfectaparasaliracabalgar.

Impacienteporestaralomosdeuncaballo,sevistiósinesperarasuayudadecámara.Lomáscomplicadofueponerselasbotas,perounforcejeoyvariasdoloridasmaldicionesmástardeestabalisto.

Elolorde losparterrescuajadosde flores se le subióa lacabezayelairefresco terminó de despejarlo. Cojeando a paso rápido llegó a los establos. LoprimeroquehizofueacercarsealboxdeThunderer.Encuantohabíarecuperadola consciencia después del accidente, había ordenado que el purasangre fueratrasladado a Ravensworth Park, donde Jones, el jefe de caballerizas, eraconocidoentodalazonaporsuextraordinariahabilidadconloscaballos.

—¿Cómoestás,viejoamigo?El imponente semental casi negro, al que pocos osaban acercarse por su

temperamentoirascible,soltóunalegrerelinchoyacercódeinmediatolacabezaparaseracariciado.Benedictapoyólamejillaenelcálidocuelloycerrólosojos,sindejardeacariciarlasuavepieldeencimadelosollares.

—Thunderer está bien, milord. Por suerte, no se fracturó ningún hueso,aunqueenunprincipiolacosanopintabanadabien.Hapasadounosdíasmuymalos,peroahoraestámuchomejor.Conunpocodeatenciónylaayudademisfamosascataplasmas,enunassemanassuseñoríaestarámontándolodenuevo.

Benedict parpadeó para disimular la súbita humedad de sus ojos, antes devolversehaciaeljefedecaballerizasytenderlelamano.

—Milgracias,Jones.Teaseguroquetelocompensaré.Sorprendidoporelgestodesuamo,Jones,despuésdevacilarunosinstantes,

leestrechólamanoenunfirmeapretón.

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—Paraesoestamos,milord.Enesemomento,Benedictreparóenlamujerqueestabadetrásdelhombre

bajitoderostrocurtidoporelsol.—Nosabíaquemontabas.—Procurohacerlotodaslasmañanas,milord.—Miladytieneunodelosmejoresasientosquehevistoenmivida—afirmó

conorgulloeljefedecaballerizas.—Gracias,Jones,viniendode ties todouncumplido—dijosuesposacon

unacálidasonrisaquelerobóelaliento.Depronto,Benedict,sintiólanecesidadimperiosadequelesonrieraaélde

esamismamanera.—¿Teapeteceríamontarconmigo?Peseaquealamayorpartedelaspersonasleshabríapasadodesapercibida

lapausa infinitesimalquehizo antesde responder, aBenedict no se le escapóquelaideanolehacíademasiadagraciay,unavezmás,esareticenciahiriósuorgullo. Sin embargo, su esposa tenía demasiada clase como paramontar unaescenadelantedeunodelossirvientes.

—Seráunplacer,milord.Al instante, Jones se alejó y empezó a dar órdenes a un par demozos de

cuadraparaqueensillaransintardanzaloscaballosdelosseñores.Los ojos grises la recorrieron de arriba abajo. Lillian llevaba un ajustado

trajedemontardecolorborgoñaqueponíaderelieveladelicadezadesufigura.Unsombreritoalaúltimamoda,rematadoconunaplumadeavestruzteñidadelmismocolorquesecurvabajuntoasumejilla,completabaelconjunto.Aunqueestabapreciosa,noseleescaparonlasligerasojerasqueselemarcabandebajodelosojos.Benedictsepreguntósihabríapasadounamalanocheimaginandoelinminente ataque de la bestia que dormía en el cuarto contiguo y esepensamiento le hizo fruncir los labios con un gesto cruel. Notó que los ojoscastañossedeteníanensuboca,ylaviosacudirlafustaconnerviosismo.Enesemomento,llegóunodelosmozosllevandodelasriendasaunapreciosayeguablancaensilladaconunasilladeamazonaysedetuvojuntoaellos.

Benedict apartó al mozo con impaciencia, entrelazó las manos y cuandoLillian, tras un ligero titubeo, apoyó en ellas la suela de la bota la aupó sinesfuerzoalomosdelanimal.Luegoletrajeronelsuyo.Congestoimpaciente,letendióelbastónalmozo,sesubióalpoyodepiedray,sujetándosealpomodelasilla,seencaramóaestaconsorprendenteagilidad.

Loscaballosestabanmuyfrescosycuandolajuguetonayeguatratódehacerdelassuyas,Benedictcomprobóconsatisfacciónquesuesposaladominabaconfacilidad.

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—¿Estáslista?Emprendieron la marcha a un paso tranquilo. El camino era lo suficiente

anchoparaquelasdoscabalgadurascaminaranalapar.—Unpocomásadelantehayunaextensapraderaperfectaparaunagalopada

—dijo su esposa quien, por el modo en que apretó los labios acto seguidomientraslasmejillasadquiríanuninteresantetonorosado,debíadehabercaídoenlacuentadequeéllosabíadesobra.

—Laverdadesquetengoganasdeunabuenagalopada.Comobiensabes,enHydeParkresultacomplicadodarriendasueltaatumontura.

Elcaminosehabíaestrechadounpocomás.Lasfaldasdeltrajedemontarde su esposa le rozaban la pierna de vez en cuando y, de pronto, ese casiinapreciablecontactoseleantojóincreíblementeíntimo.

Ellaparecióleerleelpensamiento.—Estecaminoesmuyestrecho—dijoyespoleóligeramentealayegua.Benedictestudió laespaldadesuesposa,que terminabaenunacintura tan

estrechaquepodríaabarcarlaconlasmanossindificultad,conelceñofruncido.¿Quéextrañopoderteníaesamujersobreél,queelsimplerocedesufaldapodíaexcitarlodeesamanera?

Enesemomentollegaronalapraderayellasedetuvoaesperarlo.—¿Quéteparecesihacemosunacarrera?Notóqueelladirigíaunarápidamiradahacialapiernamala.—¿Estáseguro,milord?Lalástimaqueadivinabaenesapreguntalopusofurioso.—¿Crees que no soy más que un maldito tullido? —Aquella repentina

agresividadlahizoaflojarlasriendasylayeguaaprovechóelpequeñodescuidoparacaracolear.

Al instante,Benedict se inclinó sobre el animalpara sujetarlo,peroella leapartólamanoconlafustaycontrolóasumonturasinlamenordificultad.

—¡Leruegoquenovuelvaahacereso,milord!—Losojoscastañosechabanchispas—.Soyperfectamentecapazdedominaramicaballosinsuayuda.

—Penséque...—Sesintiócomounidiota.—Mejornopiense.Senotaquenoestáacostumbrado.Ytrasdispararleaquellaandanada,Lillianespoleóconlostalonesalayegua

que,encantadadepodergaloparporfin,partióatodavelocidad.Benedictsoltóunpardemaldicionesantesdesalirenposdeella.Sucaballo

noeraThunderer,peroerarápido.Sinembargo,layeguablancaeraligeracomoelvientoylecostótrabajodarlealcance.

Suesposatiródelasriendasjustoantesdellegaralabarreradearbustosquehabíaalfinaldelapraderayéllaimitó.Lilliansevolvióhaciaél,sonriente;al

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parecerlacarrerahabíadisipadosuenfado.—¡Heganado!Conesasonrisapícaraenloslabios,lasmejillasenrojecidasporelejercicio

ylosojosbrillantesresultabairresistible,yBenedictsevioobligadoarefrenarelimpulsodeinclinarsesobreellaybesarladellenoenlaboca.Unavezmás,esadesacostumbrada falta de control sobre sus emociones lo irritó, pero hizo unesfuerzoparadisimularlo.

—Hasganado.—Ladeliciosasonrisasedesvanecióalinstantealoíreltonoseco—. Pero solo porque estoy en desventaja. La próxima vez montaré enThundererynotendrástantasuerte.

Alcomprenderquebromeaba,Lillianvolvióasonreír.—Desde luego, ese semental negro es impresionante. Me encantaría

montarloundía.Depronto,laimagendesuesposaalomosdelgigantescosementallohizo

estremecer.—Ni se te ocurra acercarte a él. ¿Meoyes?Thunderer no es unamontura

adecuadaparaunadama.Ellalevantólabarbillaenelaire,desafiante.—¿Insinúaquenopodríacontrolarlo?—Noinsinúonada.Soloafirmoquesiteacercasaéltearrepentirás.Unavezmás, la atmósfera de entendimiento quehabía reinado entre ellos

porunmomentosedesvaneciódegolpe.—Será mejor que regresemos. —Toda animación había desaparecido del

rostro de su esposa; volvía a ser la impecable dama de voz serena y actituddistanteque,poralgúnmotivo,losacabadesuscasillas.

Ensilencio,regresaronalpaso.—¿El niño no sale amontar contigo?—preguntóBenedict, en un intento

desesperadoderecuperaralamujervibrantedeunosminutosantes.Noentendíaqué le pasaba; con la mayoría de las mujeres podía mostrarse encantador sindemasiadoesfuerzo.

—Anthonytienemiedodeloscaballos.—¿Miedo de los caballos?—Elmarqués giró la cabeza hacia ella con tal

expresióndedesagrado,queLillianseapresuróaexplicarse.—Cuando tenía unos tres años fue a los establos con la niñera. En un

momentodedescuido,sesoltódesumanoyunodeloscaballosestuvoapuntodepatearlo.Desdeentonceslestieneterror.

—¡Tonterías!¿Nohayenlascaballerizasunponiquepuedamontar?EltonoqueempleóhizoquelaespaldadeLillian,quellevabamuyderecha,

adquirieraunasúbitarigidez.

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—¡Claro que hay un poni, milord! Lo he intentado todo, pero es inútil.Anthonynoquierenioírhablardeacercarsealosestablos.

—Puesesovaacambiar—dijodecidido.Ellalomiróasustada.—Nopretenderáobligarlo,¿verdad?—¡Haré lo que sea necesario! No voy a permitir quemi heredero sea un

afeminadoalque leaterrorizan loscaballos.—Losojosgrises teníanunbrillosalvaje.

Llenadeindignación,Lilliansaliódeinmediatoendefensadesuhijo.—¡Anthonynoesningúnafeminado!—Metemoqueeseniñopasademasiadotiempoescondidoentrelasfaldas

desumadre.—¡Notieneniidea!—Benedicttuvolasombríasatisfaccióndeverlaperder

lacomposturaporunavez—.¡¿Porquéhatenidoquevenir?!¡Estábamosmuybienantesdequeustedllegara!

—Yatelodijeanoche:hevenidoarecuperarloqueesmío.Ella lo miró desesperada. Una vez más, el temor había regresado a los

grandesojoscastaños.Sindecirnada,espoleódenuevoa layeguaypartióalgalope.Enestaocasión,Benedictnotratódealcanzarla.

§Suayudadecámaraloesperabaeneldormitorioconunatinadecobrellena

hasta losbordesde aguahumeante.Montar a caballo agudizaba eldolorde lapierna,peroelaguacalienteloalivióunpoco.Encuantoterminódebañarseydevestirse,Benedictcogióelbastónyfuealabiblioteca,dondepasóunbuenrato clasificando la correspondencia que se amontonaba sobre una bandeja deplata.

—ElseñorPetersonacabadellegar—anuncióTobinconvozsolemne.—Quépase.Elmayordomosehizoaunladoparadejarpasaraunhombrecalvo,deunos

sesentaañosyaspectopulcro,queseinclinóanteélconrespeto.—Esunplacerqueestédenuevoentrenosotros,LordRavensworth.—Gracias, Peterson. Siéntese, por favor. —Benedict señaló la silla que

estaba frente al escritorio. En cuanto el hombre tomó asiento, fue directo algrano—:Mehasorprendidoverqueapenashaycorrespondenciaatrasada.

—LadyRavensworth,milord.Benedictlomiróconelceñofruncido.

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—¿LadyRavensworth?EladministradorseirguióunpocomásenlasillayBenedictadivinóque,de

pronto,seledebíadehaberocurridoquequizáasuseñornoleagradaraqueunamujermetieralasnaricesenesosasuntos.

—Lady Ravensworth es una mujer muy capaz, milord—. Se apresuró ainformarlePetersoncongestonervioso,sinapartarlavistadeél—.Fueamiladyaquien se leocurrióhacer lasmejoras en lasviviendasde los arrendatariosycomprarlasnuevasherramientasquehansalidoalmercadoenlosúltimosaños.Desde entonces han disminuido mucho las quejas y la productividad se hamultiplicado,también...

Benedict recordó que en los años que había pasado en Londres apenas sehabía ocupado de nada más que de firmar los documentos que Peterson leenviaba puntualmente, felicitándose a símismo de tener un administrador tancompetente que, no solo aumentaba cada año las rentas que proporcionaba lafinca,sinoque,además,nolomolestabademasiado.

—¿MeestáusteddiciendoqueladyRavensworthlehaayudadoallevarlaadministracióndeRavensworthPark?—preguntóincrédulo.

—PodríadecirsequeladyRavensworthtieneuncerebrocasimasculino—afirmósuinterlocutorconelorgullodeunpadre—.Cuandosuseñoría,queenpazdescanse,sufrióelataque,yanopudoocuparsede losasuntosde lafinca.Usted estaba...—Carraspeó un par de veces, visiblemente incómodo—.UstedestabamuyocupadoenLondres...

Benedict recordó que en los primeros meses en la capital, había recibidovarias cartas de Peterson en las que hablaba de ciertos asuntos apremiantesconcernientesalaadministracióndesusbienes,alasquehabíarespondidoconimpaciencia.Estabademasiadoocupadodisfrutandode losnumerososplaceresalalcancedeunjovenaristócrata,conmásdineroquebuenjuicio,ahogadoenunprofundosentimientodeautocompasiónyquepensabaqueelmundoenteroestabaendeudaconél.

Al ver su expresión tormentosa, Peterson se detuvo y lo miró con ciertotemor.

—¡Siga!—ordenóelmarqués,impaciente.Eladministradorvolvióaaclararselagargantaconfuerza.—¡Ejem!Comoyasabe,miladyesdeesaspersonasqueenseguidasedan

cuentadelaspreocupacionesdelosquetienenasualrededorysedesvivenporayudarlos.

—Unasanta,vamos.—Oh, sí, milord, una santa. —A Peterson se le escapó por completo el

sarcasmo encerrado en las palabras de su señor; no había duda de la altísima

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opiniónquelemerecíaladyRavensworth—.Empezóahacermepreguntas,mepidióquelerecomendaraalgunoslibrossobreeltemay,enunospocosmeses,pese a su juventud, ya era capaz de hacer inteligentes sugerencias parasolucionaralgunosdelosproblemasmásacuciantes.Unamujerfueradeserie,si...sisemepermitelaexpresión—seapresuróaañadir;saltabaalavistaquealhombrecillolepreocupabahaberloofendido.

Pero Benedict no estaba ofendido. La emoción que experimentaba era unsentimientocompletamentenuevoparaél:unaprofundavergüenza.

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TobinlehizollegarunmensajedesuesposaenelqueestaleanunciabaquealmorzaríaconAnthonyenlashabitacionesdelosniños.ABenedictnolehizodemasiadagracia,perodecidiódejarloestarypidióqueselesirvieraalgoligeroenlabiblioteca.YanovolvióaveraLillianhastaqueesanochesereunieronenelsalónantesdepasaralcomedor.

A lo largo de la cena, Lillian contestó a sus preguntas con elmismo aireeducadoydistanteconelquesehabíadespedidodeélesamañana,pero,comobuena anfitriona, no permitió que la conversación, aunque profundamenteinsulsa,decayeraenningúnmomento.Nadamásterminardecenarsedespidiódeélconlahabitualexcusadequeestabacansada.

A solas en la biblioteca,Benedict se bebió la copa de oporto sin dejar demirarconairetaciturnoelfuegoqueardíaenlachimenea.

§Lossiguientesdíassiguieronlamismapauta.Lillianhabíadejadodemontar

a primera hora de la mañana. Pasaba la mayor parte del tiempo en lashabitacionesdelosniñosyapenaslaveíamásquealahoradelacena,dondecharlaban como dos desconocidos que no tuvieran demasiadas cosas quecontarse.

Estabaclaroqueella loevitabaapropósito.Benedictestabacadavezmásfurioso,peroalmismotiempo,temíadarriendasueltaasumalhumor,asíquehacíacomosiesaactitudesquivanoleimportaralomásmínimo.

Después de la cabalgata matutina, pasaba la mayor parte del día con eladministrador,poniéndosealdíasobrelosasuntosdelafinca.Solíacomeralgoenlabiblioteca,conlasolacompañíadeunlibro.Porlatarde,ibaavisitarasu

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madrey,antesdelacena,dabaunpaseoporloscuidadosjardinesquerodeabanlacasa.

Sinembargo,quesuesposaloignoraradeesamaneradelantedetodoseraungrangolpeparasuorgulloyllegóunmomentoenqueyanopudosoportarlomás.Unasemanamástarde,despuésdelaacostumbradavisitaasumadre,subióalashabitacionesdelosniñosdecididoacambiaraquelestadodecosas.Hacíaañosquenovisitabaesapartedelacasay,alempujarconsuavidadlapuertadela soleada salita dondevarias generacionesdeRushfordshabían aprendido lasprimeras letras, tuvo la extraña sensación de que todo lo que había allí habíaencogido.

Sentados a la diminutamesa demadera pintada de amarillo claro, con lassillas a juego,Anthony leía envozaltay conbastantes titubeosbajo la atentamiradadesumadre.Unsabuesodecolorcastañodormitabasobrelaalfombraalospiesdelniño.

—Meses después llegó un in-vierno frío, que sor-pren-dió a la cigarra sinnadaquecomerniunsitioalqueir.Desperadaacu-dió...

BenedictreconocióenactounadelasfábulasdeEsopo;sinorecordabamal,ese librodesgastadoporeluso, conunasbellas ilustracionespintadasamano,habíasidounodesusfavoritos.

—«Desesperada».—Lilliancorrigiósupronunciaciónentonopaciente.—Deses-perada—repitióAnthony con docilidad— acu-dió a su vecina la

hormiga...NohabíanreparadoensupresenciayBenedict,apoyadocontraelmarcode

la puerta, estuvo observándolos un buen rato. Lillian ofrecía su aparienciahabitual,sencillaydistinguidaalavez.Enunpardeocasiones,lavioretirarsedelrostrounmechóndepeloqueselehabíaescapadodelrecogidoycolocárselodetrásdeunadelasdelicadasorejas.Alsentirunodeesos,yafamiliares,tironesenlaingleseapresuróadesviarlamiradahaciasuhijo.

Una vez más, fue incapaz de encontrar en los rasgos infantiles un airefamiliar. Los Rushford, por lo general, habían sido niños altos y fuertes, denegroscabellosyojosazules.Ensucaso, losojosgriseseranmuysimilaresalosdesumadre,aunquesegúnlehabíandichoennumerosasocasioneslosquelosconocíanaambosyteníanlasuficienteconfianzaconélparadecirlealgoasí,«losdetumadrenodanganasdesalircorriendocuandoseposanenti».

El niño que leía ajeno a su presencia tenía un aire frágil y soñador. Losgrandesojoscastañossindudaloshabíaheredadodesumadre,perosalvoenelpequeñotamañodeambos,noseparecíaaellaennadamás.

Enesemomento,suesposareparóenélysepusorígiday,comosiestuvieraconectadoaellaporunhiloinvisible,Anthonydejódeleerenelactoysegiróa

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verquépasaba.Dosparesdegrandesojoscastañoslomiraroncomomiraríanauna fierasalvajeque loshubierasorprendidodesarmadosyelperro,quehastaentonceslohabíaignorado,lelanzóungruñidoamenazador.

Esoyafueelremate.Benedictnotócómolairaquelohabíaacompañadoenlosúltimosdíasinvadíahastaelúltimorincóndesucuerpo.Sinembargo,envezde dejarla escapar como acostumbraba, sin preocuparse por las heridas quepudieracausarsuexplosióndemalgenio,enestaocasiónhizounesfuerzocasisobrehumanoparadominarla.Noloconsiguiódeltodoynopudoevitarquesuvozsonaraásperaaldirigirseaellos.

—Asíqueesaquídondeosescondéistodoeldía.—Nonosescondemos,milord.—SenotabaqueaLilliantambiénlecostaba

trabajomostrarseserena—.Anthonyrecibeaquísusleccionestodaslastardes.Vioquesuesposaapretaba lamanodelniñoporencimade lamesayese

gesto protector—no había que ser un lince para adivinar de quién pretendíaprotegerlo—avivósuresentimiento.

—¡Yatedijequeesteniñopasademasiadotiempopegadoa tusfaldas!—dijoalzandolavoz.

El perro se incorporó y empezó a ladrar. Benedict se volvió hacia él ychasqueólosdedos.

—¡Silencio!¡Ven!—Elanimalsecallóenelactoyseacercógimiendo,conelraboentrelaspiernas,comosipidieradisculpas.

Antelasmiradasasombradasdesuesposaydesuhijo,Benedictextendiólamanoypermitióqueelperrolaolisquearaconcuriosidadyque,incluso,ledieraunlametón.

—Buen chico. —Se irguió y, un poco más calmado, de nuevo centró suatenciónenellos—.Noessano;sisigueasí,cuandoloenvíealcolegioseráelhazmerreírdesuscompañeros.

—Todavíaesmuypequeño.—SenotabaqueLilliannosoportabapensarenesemomento—.Aúnfaltamucho.

—¿Estássegura?Ajuzgarporlaexpresiónqueasomóenelrostrodesuesposa,lasuavidad

conlaquehablóresultómásaterradoraquesuanteriorrudeza.Lavioapretarloslabiosparaimpedirquetemblaran,yélmismoapretólasmandíbulas.

¿Porquécrecíasufuriacadavezque laveía temblaranteél?¿Porquénosentía lamisma indiferencia que había sentido siempre ante el temor que susexplosiones de ira causaban en otros?, se preguntó sintiendo una extrañaopresiónenelpecho.

Inspiróprofundamente, enun intentode recuperar el control, y dijo enuntonoquenoadmitíaréplica:

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—Mañanaalasnueveosesperoaambosenlosestablos.Sinhacercasodelaexclamaciónquelanzósuesposanidelsúbitoterrorque

asomóalosojosdesuhijo,Benedictsediomediavueltaydesapareciócojeandoescalerasabajo.

§A las nueve en punto del día siguiente, Lillian y su hijo, vestidos con los

trajesdemontar, loaguardabanen lapuertade losestablosconel airededosreoscaminodelpatíbulo.Elúnicoquesealegródeverlofueelperro,quecorrióhaciaélmeneandoelrabo.

—¡Maxim,venaquí!Elanimalnohizoelmenorcasode lavozdesupequeñoamoycerró los

ojosextasiadocuandoBenedictloacariciódetrásdelasorejas.Luegoseacercóaellosapoyadoenelbastón,saludóasuesposaconunaformalinclinacióndecabezaybajólamiradaparaexaminaraAnthonyconatención.

Leparecióqueestabamáspálidoquedecostumbreynotóqueseaferrabaalamanodesumadrecomosienellolefueralavida.

—Milord,talvezseríabuenaideaque...PeroBenedict, sinapartar lamiradadesuhijo, levantó lamano imperioso

parahacerlacallar.—Hoy vas a subirte a un caballo. ¿Entendido?—El tono que empleó no

dejabalugaradudas.Loslabiosinfantilestemblaron.—Sí.Benedictfruncióelceño,implacable.—¿Sí,qué?—Sí,señor.—Muy bien. —Se volvió hacia el jefe de caballerizas, que observaba la

escenaensilencioapocadistancia—.Jones,diqueensillenaBrutusyalponi.—Sí, milord.—Jones se inclinó respetuosamente y se alejó de inmediato

paradaralosmozoslasórdenespertinentes.—¡Noquiero!¡Noquiero!—Elniñoescondióelrostroenlasfaldasdesu

madresindejardelloriquear.Lillianloabrazóylevantólamiradahaciaél.—Porfavor,milord.Lecostóunesfuerzoconsiderablenocederanteesamiradasuplicante; sin

embargo,Benedictsemostróinflexible.

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—Yahasoídoloquehedicho.Perocuandoelmozoaparecióconelcaballoyelponiensillados,Anthony

seaferróconmásfuerzaaúnalasfaldasdesumadre.—¡Noquiero!¡Mamá,ayúdame!Benedict dudó unos instantes. Solo conocía un método para imponer

disciplinaaunniñorebelde:eldesupadre.Asíqueagarróalniñoporunbrazoyloapartódesumadresincontemplaciones.

Anthonyforcejeósindejardechillar,enunvanointentodeliberarsedeesaférreasujeción.

—¡Leodio!¡Déjemeenpaz,leodio!Benedict lo vio todo rojo y echó la otra mano hacia atrás dispuesto a

golpearlo.Conlarapidezdelrayo,Lillianseinterpusoentreambos.—¡Noseatrevaatocarlo!¡Soloesunniño!Benedict pareció despertar de un trance y bajó la mano.Miró los rostros

empapadosen lágrimasdesumujerydesuhijo.LuegomiróasualrededoryvioaJones,quelomirabaconfrancadesaprobación.Porfortuna,elrestodelosmozosdecuadranoestabanalavista.

Por segunda vez en apenas unos pocos días, Benedict volvió a sentir unaprofundavergüenzadesímismo.Denuevo,volviólosojoshaciasuesposa,queabrazabaaAnthonysindejardesusurrarpalabrastranquilizadoras.Losfrágileshombros del niño, que tenía el rostro oculto en las faldas de su madre, sesacudíanacausadelosviolentossollozos.

Benedictinspiróprofundamentey,siguiendounimpulso,seagachójuntoalniño.

—Anthony —dijo en un tono cariñoso que hasta entonces nunca habíaempleadoconél—.Anthony,mírame,porfavor.

Muydespacio, el niño giró la cabeza.Los ojos grises y los ojos castaños,enrojecidosyconlaspestañasempapadasporlaslágrimas,quedabanalamismaaltura.

—Verás,tengoqueconfesarteunacosa.—Elniñonodijonada,peroseguíamirándoloconatención.Élmismonosabíaloqueibaadecirhastaqueoyólaspalabrasquesalíandesuboca—:Notengoniideadecómoserpadre.

Anthonyabriólosojosunpocomás.—Haceunmomentoheestadoapuntodetratartecomomipadremetrataba

amí,peroporsuertemehedadocuentaatiempodequenoesunabuenaidea.Escobardequeunadultogolpeeaunniñoy,aunque,graciasalcielo,tumadremehadetenidoatiempo,estoymuyavergonzado.Porfavor,¿creesquepodrásperdonarme?

Benedictestabaasombrado;noteníaniideadedóndedemoniossalíanesas

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palabras. Por unos segundos, los únicos sonidos que se oyeron fueron losrelinchos de los caballos en los establos y el zumbido de un abejorro querondabaporallí.

Al cabo de un rato, la cabecita castaña se inclinó en un gesto deasentimiento.

—¿Supadreeramalo?—seatrevióapreguntarenvozbaja.Benedictseencogiódehombros.—Quiénsabe.Quizáaéltambiénlotratóasísupadre.Tejuroque,apartir

deestemomento,lascosasvanacambiarradicalmenteenlafamiliaRushford.Contuayudayladetumadreaprenderéaserunbuenpadre.

—Entonces,¿yanotendréquemontaracaballo?UnadelascomisurasdelabocadeBenedictsealzóligeramente.Elchicono

teníaunpelodetonto,sedijodivertido.—Comoacabodedecirte,quieroserunbuenpadre.Creoqueunbuenpadre

haríaloposibleparaquesuhijodejaradetemeraloscaballos.Primerosubirásconmigo.Brutusnosllevaráalosdos.

Eltemorasomódenuevoenlosgrandesojoscastaños.—Teprometoquenotepasaránada.Yoteprotegeré,¿confíasenmí?Letendiólamano.Elniñotitubeóuninstanteantesdeponerlasuyaencima

yasentirconlacabeza.Benedictseincorporóysusojossecruzaronconlosdesuesposa,quemostrabanunprofundoasombro.

—VamosamontarenBrutus—anunció,comosiellanohubieraescuchadotodalaconversaciónconelcorazónlatiéndoleatodavelocidadenelpecho.

—Vamos a montar en Brutus —repitió Anthony con una enternecedoramezcladetemoryorgullo.

Lillianesbozóunasonrisa temblorosayacarició lossuavescabelloscon lamano.

—Eresmuyvaliente,ratón.De la mano, padre e hijo se dirigieron hacia donde Jones los esperaba

sujetandolasriendasdeBrutusyelponi.Benedictletendióelbastónaljefedecaballerizas y se subió al caballo.Una vez arriba, cogió al niño de brazos deJonesylosentófrenteaél.

—Sujétatealpomo.—Obediente,Anthonyseagarrócontodassusfuerzas.Benedictajustólasriendas,golpeólosflancosdelanimalconeltalóndela

bota y el caballo avanzó al paso. Al principio, la rigidez de la espalda deAnthony le hizo saber que seguíamuerto demiedo, perodespués de dar unasvueltasenelpatio,porfinserelajóyserecostócontrasupecho.

El peso liviano de la cabeza de su hijo, que se apoyaba en él lleno deconfianza,lohizosentirseextrañamenteconmovido.Sindarsecuenta,hundióla

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narizenlossuavescabelloscastañosyaspiróelinsólitoolorinfantil.Depronto,se le inundaron los ojos de lágrimas y tuvo que parpadear con fuerza,avergonzado.

¡Por el amor de Dios! ¿Qué le estaba pasando? Benedict se obligó acontrolaresasemociones,hastaentoncesdesconocidas.

—¿Quieresquevayamosunpocomásrápido?—Peronodejaráquemecaiga,¿verdad,señor?—Tejuroquejamásdejaréquetecaigas.—Supropiavozlesonórara,pero

elniñonolonotó.—Puesentonces...¡adelante!—gritóAnthony.—¡Adelante!Brutusaceleróelpasoy,enseguida,monturayjinetesseperdierondevista.Lillian losvioalejarseconunnudoen lagarganta.Nuncahabíavistoasu

esposotanvulnerable—nisiquieraenlospeoresepisodiosdelafiebre—comocuando comprendió la barbaridad que había estado a punto de cometer. LoúltimoquehabíaesperadoeraquesemostraratancariñosoconAnthonydespuésdelahorribleescenadelprincipioy,menosaún,quehablaracontantafranquezadesupropiopadre.

Asusuegrolehabíadadoelprimerataqueapenastresmesesdespuésdelaboda,peroesepocotiempohabíabastadoparadejarleclaroquétipodehombreera:unhombrecruelquedisfrutabasembrandoelcaosasualrededor.Habíasidotestigodeprimeramanodelmodoenquetratabaasuesposa—algoquelahabíaescandalizado profundamente, pues entre sus propios padres siempre habíareinado un gran cariño y el mayor de los respetos— y cómo lo temían suspropios criados. Ella misma tampoco había escapado indemne de los cruelesdardosquegustabadedispararadiestroysiniestro.

El primero y más cruel cuando se enteró de que su hijo había partido aLondresaldíasiguientedesunochedebodas.

—¿Qué tipo de mujer es usted?—le había dicho en un tono cargado dedesprecioquelahabíahechoestremecer—.¿Nisiquieraescapazdeatraeraunhombreasucamaunaspocassemanas?

Apartirdeesemomentoellalohabíaevitadoenloposibley,cuandonolequedabamásremedioqueverloalahoradelacena,permanecíaensilencio,sinresponderjamásasusprovocaciones.Porfin,alverquenoeracapazdehacerlareaccionar, su suegro había optado por dirigir la artillería contra su sufridaesposaquien,enmásdeunaocasión,habíaabandonadoelcomedorconelrostrobañadoenlágrimas.

Otrodeesoscruelesdardosque recordaba,casipalabraporpalabra,eraelquelehabíadirigidocuandoellaleanuncióqueesperabaunhijo.

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—Almenoshademostradoqueesustedunabuenayeguadecría,¿quiénmeibaadeciramíqueelinútildemihijoibaatenertanbuenapuntería?—Yhabíasubrayadoelgroserocomentarioconunacarcajada.

En el primer ataque, elmarqués perdió la capacidad de hablar y lamayorpartedelamovilidad.Entresuayudadecámara,susuegrayellalocuidaronlossiguientes meses lo mejor que supieron y cuando murió a los pocos días delsegundo ataque, no pudo decir que lamentara su muerte. La marquesa viudatampocoparecíademasiadotriste;enesosdíassehabíanhechobuenasamigasyle había confesado que lo único que la apenaba era que su hijo no hubieraacudidoalentierrodesupadre.

ElnuevomarquésdeRavenswortherauntematabúentreambas.Susuegrahabíatratadodecontarleciertosepisodiosdelainfanciadesuhijo,enunintentodetratardeexplicaraquelcomportamiento,peroellasiempresehabíanegadoahablardecualquiercosaqueestuvieraremotamenterelacionadaconél.

«¡Le odio!», recordaba haber gritado en una ocasión, aunque al ver laexpresióndeprofundatristezaquesedibujóenelrostroaúnbellodesumadrepolíticasearrepintióalinstante.

Apartirdeesedía,susuegradejódeintentarqueloperdonase.Noobstante,laamistadentreambashabíaidocreciendoalolargodelembarazoydespuésdelnacimientodeAnthony,hastaconvertirseenunsentimientoprofundo.

—¡Ahíestán!LaspalabrasdeJoneslahicieronlevantarlacabeza.Enefecto,Brutusvenía

hacia ellos a paso ligero y, a juzgar por la cara de felicidad de su hijo, laexperiencia estaba lejos de haber resultado un estrepitoso fracaso como habíatemido.

Encuantosuesposodetuvoelcaballo,Lilliancorrióarecibirlos.—¡Mamá,mamáhegalopado!¡Hasidoincreíble,¿verdad,señor?!¡Brutus

parecía que volaba! También he llevado las riendas un rato. —Feliz al versemejanteentusiasmo,LilliantendiólosbrazosysuesposodepositóaAnthonyenellos.Alinstante,loestrechócontrasí.

—¡Hassidomuyvaliente,ratón!—Yanosoyunratón,mamá.Mipadredicequesoyunleón.BenedicttendiólasriendasdeBrutusaljefedecaballerizasquien,asuvez,

selasentregóaunodelosmozosdecuadra,cogióelbastónyseacercóaelloscojeando.

SonreíayLilliannopudoevitarsonreírasuvezenrespuesta.—Telodevuelvosanoysalvo.—Sequedaronunratomirándoseensilencio.—Ahorasémontaracaballo,¿verdad,señor?—Laagudavozinfantilhizo

queBenedictvolvieraadirigirlaatenciónhaciasuhijo.

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—Todavíatienesquepracticarcontuponi.—¡PeroyoquieromontarenBrutus!—Anthonyfruncióelceño,claramente

decepcionado.—Hayqueempezarlacasaporloscimientos—dijosupadreconfirmeza—.

Jones teenseñaráamontarcomomeenseñóamícuando tenía tuedad.Simedicequeteesfuerzas,tedaréotropaseoenBrutus.

—¿Lopromete,señor?Unavezmás suesposo sonrióy,denuevo, el corazóndeLillianhizouna

piruetaextraña.—Prometido, león—dijo al tiempo que le revolvía los cabellos con gesto

cariñoso.

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Despuésdeaqueldía,peseaquenohabíanquedadoennada,seinstauróunapequeñarutina:Benedictysuesposaseencontrabanenlascuadraspocodespuésdelamanecer,dabanunlargopaseoacaballoyregresabanjustoa tiempoparaver a Anthony,muy erguido en el poni, dando vueltas en el picadero bajo laatentamiradadeJonesydelaniñeraquelohabíavestidoyacompañadohastaallí.Elniñonosolohabíaperdidocualquierrastrodemiedoaloscaballos,sinoqueprotestabaconfuerzacadavezqueeljefedecaballerizasleimpedíagalopar.

Después, Benedict solía reunirse con el administrador. A veces recorríanjuntos lapropiedadyenmásdeunaocasión sehabíanencontradoconLilliancuandoestavisitabaaunamujerqueacababadedaraluzollevabacomidaaunarrendatarioenfermo.Apesardequeconversabanconaparentenormalidadysuesposasereíadevezencuandoconalgunodesuscomentarios,Benedictnotabaque ella lo seguía mirando con prevención, como si él fuera una serpientetumbadaalsolquepudierapicarlaalmenordescuido.

Esaactituddespertabaalcazadorquehabíaenél.Noestabaacostumbradoaque lasmujeres lo rechazaran y se juró a sí mismo que haría que su esposa,comotodasesasotrasmujeres,cayerarendidaasuspies.

Por las tardes, mientras que Anthony repasaba sus lecciones en lashabitaciones de los niños, Benedict solía visitar a su madre. El insólito buentiempo del que estaban disfrutando ese verano la empujaba a salir de susaposentos más a menudo de lo habitual y pasaba largos ratos en su rincónfavoritodeljardín:losbancosylamesadepiedraquehabíabajolapérgoladelarosaleda,donderecibíaalasvisitasrodeadadelpenetrantearomadelasrosas.

Benedictyahabíaconocidoosehabía reencontradocon lamayoríade losvecinosenvariasmillasalaredonda.Engeneralhabríallevadoconresignaciónesainsulsavidasocial, tantípicadelaszonasrurales,sinohubierasidoporlainsufriblepresenciadelvicariodeCastlewind,queibacasitodoslosdíasatomar

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el té. Benedict lo saludaba con fría corrección, algo que le costaba un granesfuerzo;peronopodíadejardeapretarlospuñosalverasuhijocorrerhaciaélllenodeentusiasmoencuantoloveíaapareceroelmodoenelqueelrostrodesu esposa se iluminabamientras reía y charlaba con ese entrometido con unaconfianza que jamás había demostrado con él. Sumadre también semostrabaencantada de tenerlo alrededor. Incluso la había oído decir en numerosasocasionesqueEdwardHavishameraunodeloshombresmásencantadoresqueconocía;uncomentarioquelehacíarechinarlosdientes.

Esa tarde, sir John Forrester, su mujer, la hija mayor y dos de los hijospequeños habían venido acompañados, como no, por el omnipresente vicario.Los niños, de edadesmuy cercanas a la deAnthony, enseguida se pusieron ajugar con unos aros y una pelota en la pradera de césped mientras Benedictdistribuía las tazas de té que servía su madre entre las visitas, sin dejar deintercambiar, aquí y allá, algún que otro comentario respecto al tiempo tanagradablequeestabahaciendoeseverano.

Mientrastodosdisfrutabandelté,delosdeliciosossándwichesdepepinoydelospastelitosquehabíapreparadolacocinera,rodeadosporelzumbidodelasabejas que libaban el néctar de las rosas que colgaban por encima de suscabezas,Benedictnodejabadeobservarporel rabillodelojoasuesposayalvicario,queestabanunpocoalejadosdel resto,absortosen loqueparecíaunaanimadaconversación.OyóqueHavishamlepreguntabaasumujersiqueríadarunpaseohastael lagoyellaaceptóenelacto.Losvioalejarsecaminandosinprisa mientras él se terminaba el té y, haciendo un esfuerzo ímprobo porconservar lacalma,seguíacharlandoconladyForresterysuhijadelbailequetendríalugaraprincipiosdeotoñoparacelebrarlapresentaciónensociedaddeestaúltima.

En cuanto se perdieron de vista, Benedict se levantó a su vez y, con laexcusadedevolverleasuesposaelpañueloquesehabíadejadoolvidadoenunodelosbancos,saliócojeandoenposdeellos.Nadiepareciónotarnadaextraño,salvo su madre, que lo observó desaparecer detrás de una de las curvas delsenderoconlasdelicadascejasligeramentefruncidas.

Losalcanzócercadeunagruta artificialdesde laque sedisfrutabadeunainmejorablepanorámicadellago,quetambiéndebíasuexistenciaalamanodelhombre, enconcretoa ladeHumphryRepton,un reputadopaisajistadel sigloanterior al que se consideraba digno sucesor del afamado Capability Brown.Estabaapuntodehacernotarsupresencia,cuandolaspalabrasdeHavishamlohicieron detenerse en seco.Demodo casi automático, buscó refugio detrás deunosarbustosyescuchóconatención.

—¿Creesquesequedarámuchomástiempo?

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Apesardequenopodíaverlos,lellególasuaverespuestadesuesposaconclaridad.

—No,nolocreo.Imaginoqueyadebeestaraburridohastalaslágrimas.LavidaenRavensworthParknotienemuchoqueverconlaanimacióndeLondres.

—Sin embargo, no parece estar a disgusto. Me he dado cuenta de queAnthonyyanoleteme.

—Escierto.Enlosúltimosdíaslarelaciónentreelloshamejoradomucho.Lociertoesqueyotambiénestoymuysorprendida.

—Y¿quémedicesdeturelaciónconél?Pasóunratohastaqueellacontestó.—Ha mejorado también. Ahora hasta podemos sostener alguna que otra

conversacióncivilizada.El ligero sarcasmo que adivinó en su voz hizo que Benedict apretara los

puños.—Hevisto...—Havishamsedetuvotitubeante,peroenseguidaañadió—:He

vistocómotemira.—¿A mí?—Lillian sonó muy sorprendida—. Y, ¿cómo lo hace si puede

saberse?—Como si esperara el momento oportuno para abalanzarse sobre ti y

devorarte.Suesposa lanzóunacarcajadacristalinaque leatravesóelpechocomoun

estilete.—¡Vamos, Edward, estás soñando! Yo más bien diría que no puede

soportarme.Enelfondoloentiendo;debeserduroencontrarseatadodeporvidaa unamujer tan insulsa como yo. Si lamitad de lo queme cuentami amigaLouisaescierto,miqueridoesposoestáacostumbradoauntipomuydistintodemujer: bellas, atractivasy conmuchamás experiencia—dijo conun toquedeamargura.

—Sigues siendouna inocente,Lillian; todavíapiensas en ti como la jovennovia,apenasunaniña,quesinsabernadadelavidavinoaquíacasarseconundesconocido hace más de cinco años. Has cambiado mucho desde entonces,créeme. Tú, con tu belleza y tu forma de ser, no tienes nada que envidiar aninguna de esas mujeres. Te lo aseguro; cualquier hombre estaría de acuerdoconmigo.

Lillianvolvióareír.—Creoquetehadadodemasiadoelsol,Edward.Nodicesmásquetonterías

—dijoburlona.Elvicarioserióasuvez,peroenseguidarecobrólagravedad.—Lodigocompletamenteenserio.Eresmimejoramiga,Lillian.Noquiero

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quetehagadañootravez...—Hizounapausa—.MiofrecimientodellevarosatiyaAnthonyalextranjerosigueenpie,solotienesquepedirlo.

—Sabesmuy bien que él jamás consentiría en queme llevara a Anthonyconmigo y yo no estoy dispuesta a renunciar a mi hijo. —Lillian habló condureza,perocasial instantecambióaun tonomásalegre—.Además,¿dequéviviríamos? ¿Acaso has encontrado el tesoro que buscamos en los jardines deUnderwoodscontantoahínco?

Denuevo,larisadelvicarioresonóenelinteriordelagruta.—No,pordesgracianuncaloencontréysigosiendomáspobrequelasratas.

—Edwardrecuperóeltonosolemne—.Ahoraenserio,querida,prométemequesiesehombresemuestraviolentocontigooconAnthonyvendrásabuscarme.

Una vez más, se hizo un silencio que su esposa rompió para decir consuavidad:

—¿Sabes,Edward?Ereselmejoramigoquealguienpudieradesear.—Sonóalgo parecido al chasquido de un beso yBenedict, a quien la conversación lehabíahechohervirlasangre,seaferróalpuñodelbastóncontodassusfuerzas,tratandode contener la rabia—.Sin embargo, creoquepuedes estar tranquilo,estoycasiseguradequenopasarámuchotiempoantesdequeelincomparablemarqués de Ravensworth regrese a Londres y se quede allí, con suerte, otroscincoañosmás.

»En fin—Lillian lanzó un hondo suspiro—, es hora de volver. Ya sabescómolegustananuestraqueridaladyForresterloscotilleosynosotrosllevamostiempoensupuntodemira.

Ambosserieron;alparecer,laidealesparecíamuydivertida.Benedict se apresuró a ocultarsemejor entre los arbustos y se quedómuy

quieto mientras los otros pasaban muy cerca de él. Cerró los ojos e inspiróprofundamente;norecordabahaberestadonuncatanfurioso.

§Esanoche,cuandoJamesbajóalasdependenciasdeloscriadosdespuésde

ayudaralordRavensworthavestirseparalacenanopudoevitarcomentarlealama de llaves y al viejo Tobin, pese a que por lo general solía ser bastantediscreto, que jamás había visto a su señor de un humor tan endiablado y eso,añadió,queelmarquésestabalejosdeserunhombredetratofácil.

Enelcomedor,unodeloslacayostuvoocasióndeprobarelagudofilodesulenguapornohabersidolosuficientementerápidoalretirarlelasilla.Peseaqueeraobvioquesuesposoestabadeunhumordeperros,Lillianprocuróentablar

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una conversación educada, pero tras recibir tres monosílabos y un gruñido amododerespuesta,pareciórendirseydejóqueelsilencioreinaraentreambos.

Benedict, que apenas había probado los apetitosos platos que los lacayosponíandelantedeélyque,encambio,nohabíadejadodebeberdelacopadevino que Tobin no dejaba de rellenarle, la observaba comer con una miradatormentosaenlosaceradosojosgrises.

Su esposa cortaba pequeños trozos de comida, se los llevaba a la boca ymasticaba con delicadeza procurando, con actitud serena y esos modalesimpecables,ignorarloenloposible.Sinembargo,nopodíadisimularlatensiónqueseapoderabapocoapocodeellayBenedictnotóqueapenascomíaunpardebocadosdelosúltimosplatos.Tambiénrechazóelpostre.Luegoselimpióloslabiosconcuidadoydejólaservilletadeencajeencimadelamesa.

—Si me disculpa, milord, me retiraré temprano. Estoy muy cansada. —Benedict apretó los dientes al oír, una vez más, su excusa favorita. Echó unrápidovistazoa sualrededor; los lacayoshabían salidoy soloquedabaTobin,queeradurodeoído,trajinandojuntoalaparador.

—Metemoquenopodrásirteadormirenseguida.Lillianlevantólamiradahaciaél.—¿Milord?—Estanochemepasaréportusaposentos.Benedict leyó sin dificultad todas las emociones que pasaron por los

expresivos ojos castaños: incomprensión, sorpresa, incredulidad y, por fin, unterrordesnudo.

Sequedaronunratomirándoseensilencio,ajenosa los lacayosyaTobin,queretirabanlosplatos.Benedictvioquesuesposatragabasaliva,queabríalabocacomosifueraadeciralgoylavolvíaacerrar.Porfin,sepusoenpieydijosinqueletemblaralavoz:

—Buenasnoches,Milord.Encuantosemarchó,elmayordomoseacercóalamesa.—¿Quierequelesirvaeloportoenlabiblioteca?—preguntósolícito.Su señor asintió sin decir unapalabra, hizounabola con la servilleta y la

arrojósobre lamesaantesdeponerseenpie.Luegocogióelbastónquehabíadejadoapoyadoenunasillaal alcancede lamanoysedirigióa labiblioteca.Como de costumbre, el fuego encendido en la chimenea le dio la bienvenida.Benedictsesentóensusillónhabitualyabrióunlibro,perosusojosresbalabanporlaspáginasincapacesdedescifrarelsignificado.Distraído,lediountragoala copa de oporto, pero hizo unamueca y volvió a dejarla con un golpe secosobre la mesita. Había bebido demasiado a lo largo de la cena, se dijo. Sinembargo, el vino no había afectado en absoluto a sus facultades ni había

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disminuidoelsentimientodetraiciónqueloreconcomíapordentro.Alcabodeunrato,echóunvistazoalrelojquehabíasobrelarepisadela

chimeneaysepusoenpieconexcesivarapidez.Lanzóunasonoramaldiciónalsentirundolorosopinchazo;undolorquelohabíaatormentadotodoeldía,peroqueesanocheresultabacasiinsoportable.

Con los dientes apretados, subió despacio la escalera apoyándose en labarandilla. Cuando llegó por fin al dormitorio, una fina película de sudor lecubríalafrente.

—Puedesirte,James.Porhoyyanonecesitarémástusservicios.Su ayuda de cámara quien, como todas las noches, lo aguardaba para

ayudarloadesnudarseymeterseenlacama,inclinólacabezaconvisiblealivioyseapresuróasalir.Conocíaasuseñorlosuficienteparasaberquesuhumornohabíamejoradoenabsoluto.

Benedict se desvistió y, como había hecho la primera noche, se puso lacamisadedormirqueJameshabíadejadosobre lacama—algoque,pesea laevidentedesaprobaciónde su ayudade cámara, no solíahaceryaquepreferíadormirdesnudotantoenveranocomoeninvierno—,labataporencimayseatóelcinturónconmovimientosfirmes.

Sinhacercasodel intensodolorde lapierna,cogióelbastónyentróenelvestidor. Como la vez anterior, vaciló unos segundos frente la puerta decomunicación; finalmente, posó la mano sobre el pomo y lo hizo girar consuavidad.

Nada.Incrédulo,volvióagirarelpomoconmovimientosbruscos.Nada.Pesea laclaraordenquelehabíadado,suesposahabíacerradoconllave.

Benedict no estaba acostumbrado a que le llevaran la contraria; a pesar de laviolenciayloscastigosarbitrariosalosquelosometíasupadre,estesiemprelehabía animado a hacer su santa voluntad en todo momento sin dedicarle unpensamiento a los sentimientos de los demás, salvo cuando interfiriese con lasuyapropia, claro está.En los últimos cinco años ni siquiera había tenido esefreno. Inspiróprofundamenteenunvano intentodecalmarse,golpeó lapuertaunpardevecesconlosnudillosyesperó.

Nada.Volvióagolpearla,estavezconmásfuerza.Ningunarespuesta.Alcomprenderquesuesposaseatrevíaadesafiarlounavezmás,lairaque

sentía—yque llevabaardiendocomoun fuego sordoen su interiordesdeesaprimera tarde en la que se topó de bruces con la viva estampade una familiafelizycomprendióqueélnoestabaenelcuadro—sedescontrolóhastaprovocar

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unpavorosoincendio.Decidido,cogió impulsoyseabalanzósobre lapuertaempujándolaconel

hombro.Seoyó el crujidode lamaderaque rodeaba la cerradura al astillarse.Repitió la operación y, al segundo envite, la puerta cedió golpeandoruidosamente contra la pared. Benedict estuvo a punto de caer al suelo, peromilagrosamente,consiguiórecuperarelequilibrioenelúltimomomento,aunqueel latigazodedolorque leatravesó lapiernadearribaabajonohizonadapormitigarlafuriaciegaquesentía.

Jadeando,cruzóelvestidoryabriólapuertasinllavequedabaaldormitoriode su esposa. Ella lo esperaba,muy pálida, de pie junto a la cama.Vestía unlargocamisónconunsaltodecamallenodeencajesajuegoylosrubioscabelloslecaíansueltosporlaespaldahastamásabajodelacintura.Peseaquesenotabaquehacíagrandesesfuerzosporparecercalmada,nopodíaocultareltemorquesentíaysehabíallevadounamanoalcorazón,comositrataradeevitarqueseleescaparadelpecho,quesubíaybajabaagitadopordebajodeladelicadatela.

—Habráquedecirlemañanaalcarpinteroquearregleesapuerta.Alparecerestaba atascada. —Benedict, apoyado en el bastón, se acercó despacio hastaquedarmuycercadeella.Unamayordilataciónde laspupilas femeninas,queahoraocupabancasi todoelespaciodel iris,fuelaúnicareacciónalsarcásticocomentario.

Eldormitorioestabaenpenumbra.UnalámparadeaceiteardíaenlamesilladenochequequedabadetrásdesuesposayaBenedictnoseleescapóelmodoprovocativoenquelaluzsilueteabalaesbeltafiguraatravésdelafinabatistadelabatayelcamisón.Unintensopinchazodedeseo,undeseodeunaintensidadque ni siquiera había experimentado al volver a ver a Isabella, se sumó a lasconfusasemocionesquebullíanensuinterior.

—Le dije que estoy... estoy cansada. —La vio tragar saliva y siguió elmovimientodeladelicadagarganta,fascinado.

—Quería hablar contigo enprivado.Antes, en la cena, la presencia de loscriados impidió que pudiera preguntarte una... una duda que me ronda desdehaceuntiempo.

Laspalabrasylacalmaconlaquehablabaparecierontranquilizarlaunpoco,pero los grandes ojos castaños no se apartaban de él, como si no se fiara deltodo.

—¿Una...unaduda?—EseEdwardHavisham...Lascejasrubiassefruncieronporencimadeladelicadanariz.—¿Edward?—repitiódesconcertada.—Estuamante,¿verdad?Lohasidotodosestosaños.

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Lodijo enun tono tan razonable, tan comprensivo,queLillian tardóunossegundosenentenderdequélaestabaacusando.

—¡Cómo se atreve...! —empezó indignada, pero Benedict dejó caer elbastónenel suelo, lacogiópor loshombrosy la interrumpióconbrusquedad,dándoleunaligerasacudida.

—¡Nohagaselnumeritodelavirgeninocente!¡Dimelaverdaddeunavez!¡Estuamante,¿noesasí?!¡Lohasidoestosúltimoscincoaños!

—¡Por supuesto que no, Edward no es mi amante! —dijo ella, a gritostambién.

Algodentrodeélledecíaqueerasincera;sinembargo,alolargodesuvidaBenedict había aprendido a desconfiar de todo y de todos. Además, se sentíaheridoyqueríaherirlatambién.Conunrápidomovimiento, laatrapóentresusbrazosyenrollóelpuñoen lossuavescabellosdorados,obligándolaaalzarelrostrohaciaélunpocomás.

—Nomientas.Tehaacariciado.Susdedossehanenredadocomoahoralohacenlosmíosenestasfinashebrasquetieneneltactodelaseda—dijoenunroncosusurro,sinapartarlosojosdelossuyos.

Lilliannegóconlacabezasindejardeforcejear.—¡No,noesverdad!¡Suélteme!—Subocahaconocido lacurvade tugarganta...—Inclinó lacabezay los

labiosardientesrecorrieronladelicadapieldelcuello.Suesposatratódeapartarlacabeza,peroélerademasiadofuerte.—Y susmanos han dibujado la suavidad de tus curvas...—Lasmanos de

Benedictseposaronsobrelasnalgasdesuesposaylapegócontrasí,paraqueellasintiesetodalafuerzadesupasión.

—¡Suélteme!¡Porfavor!—Laslágrimasempezaronarodarporlaspálidasmejillas.

—Inclusopuedequeesecrío,quenosepareceennadaalosRushford,noseahijomío...

Elcruelcomentariopenetróladensaniebladetemorqueleimpedíapensarcon claridad y le dio a Lillian la fuerza que necesitaba. De un empujón,consiguióapartarlolosuficientey,conlarapidezdeunacentella,alzólapiernaysurodillaimpactódellenocontraelmuslomasculino.

Aquel inesperado ataque lo hizo doblarse de dolor. Benedict la soltó alinstante,peroenvezdehuircomohabríahechocualquierotramujer,Lillianseenfrentóaélconlosbrazosenjarras.

—¡Notieneniidea!¡Niidea!—Letemblabalavozporlarabiaysesecólaslágrimasque leempapaban lasmejillasconungesto impaciente—.No intentedescargar el peso de sus pecados sobremis hombros.Yo no soy como usted.

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¡Nuncaserécomousted,graciasaDios!Uncaballero,síuncaballero—repitiósarcástica—que hace valer sus derechosmatrimoniales con absoluta crueldadsobreunajoveninocente,apenassalidadelcuartodelosniños,paraabandonarlaa su suerte poco después en una casa desconocida, rodeada de desconocidos,aguantandolahumillacióndeserlaesposarepudiadaaldíasiguientedelaboda.

»Sin embargo, sobreviví a su desprecio, a su abandono y, cuando me dicuentadequeestabaencinta,mejuréamímismaquelacriaturaquecrecíaenmivientretendríatodomiamor,pesealascircunstanciasenlasquehabíasidoconcebida.Muchas«amablesamistades»disfrutaronhaciéndomesabereltipodevida que el muy noble marqués de Ravensworth —de nuevo, sus palabrasrezumabansarcasmo—llevabaenLondres,peroyosiemprehepodidosostenerlacabezabienalta.Dialuzamihijoasolas,yasolaslohecriadolomejorquehesabidoenlosvaloresquemefueronenseñados.Asíqueselodiréporúltimavez:solohetenidounamante,siesque«amante»eslapalabraadecuada,ynopermitiréquenadiemeacusedeunpecadoquenohecometidoy,menosquenadie,unhombrecomousted.

Elprofundodesprecioquelatíaensuvoz,golpeóaBenedictconlafuerzadeunabofetada.

—Noséparaquéhavenido—prosiguióconlamismapasión—,peronimihijoniyoloqueremosaquí.VuelvaaLondresconsusactrices,susbailarinasysusdivertimentosdenigrantes.Nomeimportalomásmínimoloquehagaconsuvida, pero no sueñe, ni por un instante, que yo me convierta en otro de susjuguetes.

Sedetuvosinaliento.Elsúbitosilencioquesehizoeneldormitoriocasisepodíacortar.Benedict,

apoyado en el bastón, tenía los ojos clavados en ella. El terrible dolor que lehabían causadoesaspalabras, ahogaba incluso el de lapiernaherida.Abrió labocaylavolvióacerrarsinhaberemitidoningúnsonido.Finalmenteextendiólamano con la palma hacia arriba; temblaba visiblemente. Su esposa miró esamanotendidasinhacerelmenorgestodecogerla.

—Porfavor...—suplicóélporprimeravezensuvida.Losojosdeambosseencontrarony,porunlapsodetiempoindefinido,las

pupilashablaronporellossinnecesidadpalabras.Alfin,conunligerotitubeo,Lillianpusounamano,muchomáspequeña,sobrelapalmatemblorosa.

Benedictseinclinósobreellayselallevóaloslabios.Alerguirsedenuevo,losojosgrisesylosojoscastañosseencontraronunavezmás.

—Perdóname.Esedía ibacaminodeconvertirseenunode losmás trascendentalesdesu

vida,pensóBenedict.Sinorecordabamal,eralaprimeravezquepedíaperdón

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o,mejordicho,lasegunda;tambiénlehabíapedidoperdónasuhijoesamañanatras la terrible escena en los establos. Si no estuviera sintiendo esa terriblesensacióndevacío,sehabríareídodesímismo.

—Lo intentaré,milord,peronopuedoprometerlenada—se limitóadecirellaconsuavidad.

Benedictinclinólacabezaensilenciounavezmásyabandonólosaposentosdesuesposaconlacojeramáspronunciadaquedecostumbre,cerrandolapuertaalsalir.

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Lillianmiró la puerta cerrada. De pronto sus rodillas cedieron y, aferradatodavíaalpostedelacama,sedejócaersobreelcolchónsindejardetemblar.

Todavíanopodíacreerqueélsehubieramarchadosinmás.EldesprecioconelquesuesposotratabaaEdwardlohabíaachacadoasu

insufriblearrogancia;jamáshabríapensadoquesedebieraaunabsurdoataquedecelos.

—¡Celos!Enlasnovelassiempresedecíaqueparasentircelosanteshabíaquesentir

amor.Qué tontería, se dijo con gesto amargo. Las novelas se equivocaban demedioamedio.Paraelmarquésellaerasuposesión,comouncaballo,comounadelasvaliosaspinturasqueadornabanlagalería...ylosorgullososRushfordnopodíanconsentirquenadieamenazaraconquitarlessusposesiones.

Lillianapoyólafrentecontraelpostedemaderaycerrólosojos.Alinstante,llegaronentrombalasimágenesdeunpasadoquehabíatratadodeolvidarcontodassusfuerzas.

§Despuésde loquehabíaescuchadodetrásde lapuertadelsalóndelbillar,

Lillianhabíacorridoalashabitacionesdesuspadresyleshabíadichoquetodohabía sido un terrible error, que no quería casarse que, por favor, anularan laboda.Leshabíaprometidoquenuncamásvolveríaallevarleslacontraria,queseríaunahijamodélica.

Alprincipio,suspadreshabíandescartadosuspalabrasconunasonrisa.Eranormal,lehabíandicho;lasnoviassiempreestabannerviosasantesdelaboda.Pero ella había insistido y su padre había acabado por enfadarse. ¿No

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comprendíaqueseríaunterribleescándalo?,¿quesusposibilidadesdeconseguirunmaridoquedaríanarruinadasparasiempre?,¿queél,elduquedeBurlington,seríaelhazmerreírdesuspares?,lehabíagritadofuriosoy,almirarsuplicanteasumadreenbuscadeayuda,Lillianhabíacomprendidoqueseríainútil.

Con los ojos anegados en lágrimas, había corridohacia suhabitacióny sehabíatiradosobrelacama,dóndehabíaestadollorandohastacaerdormida.LahabíadespertadoHannahparaayudarlaavestirseparaelbaile.Escandalizadaalversuaspecto,sudoncellahabíainsistidoenponerleunpañuelohumedecidoenaguaderosasenelrostro,peronohabíaservidodenada.Despuésdevestirse,lapuntadelanarizseguíaenrojecidaysusojosestabanirritadosporlaslágrimas.

EnlamentedeLillian,losrecuerdosdeaquelbaileestabanenvueltosenunanebulosa.Lehabíanpresentadoaunmontóndedesconocidos,habíabailadoconotros tantos y, todo ese tiempo, ella había sonreído hasta que le dolieron losmúsculosdelacara.Sabíaquetambiénhabíabailadoconsuprometidoendosocasiones; recordaba que él había tratado de entablar conversación y que ella,aturdida,apenashabíacontestadoconunospocosmonosílabos.Cuandoelbailellegóasufin,Lillianapenasteníafuerzasparallegaraldormitorioymeterseenla cama; no quería ni pensar en que al día siguiente se celebrarían susesponsales.LaslágrimasleempapabanlasmejillasmientrasHannahlaayudabaadesvestirse.

—No llore, lady Lillian —había suplicado Hannah, aunque ella llorabatambién.

Lillianpensóquenopegaríaojoentodalanoche,peroencuantoapoyólacabezaenlaalmohadasequedódormidadepuroagotamiento.

Al día siguiente,mientrasHannah la vestía había vomitadodos veces.Notenía recuerdos nítidos de la ceremonia. Recordaba, eso sí, que la pequeñaiglesiadeCastlewindestabaabarrotadadeinvitados.Apenashabíareparadoenlosrostrosquelamiraban,sonrientes,mientrascaminabadelbrazodesupadrehacia el altar. El olor de las innumerables flores que adornaban la iglesia lasofocó y, por unos terribles instantes, pensó que se desmayaría. Notó que suprometido la miraba preocupado, pero cuando le preguntó en voz baja si sesentíabien,selimitóaasentirdemodocasiimperceptible.

Losvotosqueintercambiaronresonabanensucabezacomounamaldicióny,cuandoterminólaceremonia,sevioobligadaaaferrarseconfuerzaalbrazodesu flamante esposo porque tenía miedo de que le fallaran las piernas. Deldesayuno nupcial apenas recordaba nada más que las innumerablesfelicitaciones,querecibióconlamismasonrisarígidaquehabíaesbozadoenelbaile, y que contribuyeron a aumentar el terrible dolor que amenazaba conhacerleestallarlacabeza.

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Porfin,muchashorasmástarde,estabasentadadenuevofrenteal tocadordeldormitorio,vestidatansoloconunsugerentecamisónyelsaltodecamaquele había comprado sumadre para la ocasión. Hannah terminó de cepillarle elpelo,quelecaíasueltoporlaespalda.

—LadyLillian...—empezótitubeante—.¿Leha...?—Sudoncellasedetuvoyseaclarólagargantaunpardeveces—.¿Lehaexplicadosumadreloque...loqueocurreenellechonupcial?

—Sí,claroquesí,Hannah,notepreocupes.—Lillianestabamuypálidaysemordióellabioinferiorparaquenotemblara.

Esa mañana su madre había entrado en el cuarto, justo después de queHannah terminara de dar los últimos retoques al vestido de novia. Habíadespedidoa ladoncellay,enuntonomisterioso, llenodecarraspeos,pausasyrodeos, le había dado una confusa explicación que solo había logrado que sutemoraumentara.

—Bien, ladyLillian, quiero decir,milady—se corrigió la doncella a todaprisa—.Ledeseomuybuenasnoches.

—Buenasnoches,Hannah—dijoellaconunavozquenolepareciólasuya.Lillianesperódepiejuntoalaventana.Estabadescalzay,pesealfuegoque

ardía en la chimenea, tenía mucho frío. Más de media hora después, oyó elrepiqueteodeunosnudillosenlapuertayestaseabriósinesperarsurespuesta.

Su esposo, vestido con una larga bata de terciopelo, se acercó a ellatambaleándoseligeramente.

—Lillian...—Letendióunamano,peroellaestabatanentumecida,físicaymentalmente,queselaquedómirandosinreaccionar.

Con gesto nervioso, su esposo se la pasó por los cabellos negros, yamuydespeinados, como si esa noche hubiera repetido ese gesto en innumerablesocasiones.

EstabatancercaqueLilliannotóelolordelalcoholensualiento.¿Coñac,oporto?,sepreguntódistraída,perosudistanciamientodurópoco;solohastaqueéllasujetódelosbrazosyseacercóunpocomás.Aterrorizada,sequedómuyquieta.

—Tranquila, no voy a hacerte daño—dijo antes de inclinar la cabeza ybesarlaenlamejillacontorpeza.

Ellaapartólacaraenelacto.—¡No,porfavor!Suesposolaestrechócontrasí.—¡Shh!Tranquila.Estamoscasados,Lillian.Esnuestrodeberconsumarel

matrimonio.Deber. Deber. Deber. La palabra martilleó en su cerebro. La misma que

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había usado su padre en un centenar de ocasiones; la misma que le habíarepetidosumadreotrascien.

Lilliandejódeluchar.Comosihubieranotadoquesehabíarendido,suesposolacogiódelamano

ylallevóalacama.Conunrápidomovimientoapartólacolchay,consuavidad,laayudóa tumbarsesobreelcolchón.Lillian lomiróconfijezamientrasélsesoltabaelcinturóndelabatayselaquitaba,quedándosetansoloconunacamisade dormir que le llegaba más abajo de las rodillas. Nunca había visto a unhombreencamisadedormir,nisiquieraasupadre.

Sindejardemirarlocadavezconmásaprensión,lovioapagarlasvelasqueardían en lamesilla de noche antes de subirse a la cama.Ahora apenas podíaadivinarelcontornodesufiguraa laescasa luzde las llamasqueardíanenlachimenea.Suespososetendiósobreellaconcuidadodenoaplastarla.Lilliansequedórígidayseaferróalassábanascontodassusfuerzas.Élinclinólacabezay,porprimeravez,labesóenloslabios.Elsabordelalcoholensubocalahizodarunaarcadayseapresuróaapartarelrostro.

—¡Lillian,nolohagasmásdifícil!Percibió laprofunda frustraciónque latíaen lavozdesuesposoycuando

este posó unamano sobre uno de sus pechos, Lillian apretó los párpados confuerza,perono tratódeapartarse.Elcalorde losdedosmasculinos traspasó lafina tela del camisón cuando le acarició el pezón. Era todo tan humillante, sedijo,yunligerosollozoescapódesugarganta.

—Por favor, terminemos conestodeunavez—suplicó al notar losdedosmasculinosenelotropecho.

—¿Estássegura?Nosésiestáspreparada.—Lillianestaba tan inmersaensuspropiasemociones,quenonotólaangustiaquelatíaenlavozdesuesposo.

—Sí.¡Porfavor!Estavez,lamanodeélatrapóelruedodelcamisónyselosubiócontorpeza

hasta la cintura antesdearremangarse supropia camisadedormiry colocarseentresuspiernas.Elpesodeesecuerposobreelsuyoapenasladejabarespirary,casialinstante,Lilliannotóundolordesgarradorentrelosmuslosquelearrancóunalarido.Forcejeóenun intentodeescapardeesapresióndesconocida,perofueinútil.

—¡Estate quieta o te dolerá más! —Una vez más, a Lillian le pasarondesapercibidastantolasúplicaquevibrabaensuspalabrascomoelmodotorpeenqueleacariciabaelpeloparatranquilizarla.

Por fin, decidió obedecer y se quedó muy quieta, con las lágrimasresbalándolepor lasmejillas.Entonces, suesposoempezóamoversecadavezmásrápido.Eldoloreracasiinsoportable,peroporfortunadurópoco.

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—¡Isabella!—Conungruñido,sedesplomóexhaustosobreella.Humilladaydolorida,Lillian lo empujócon todas sus fuerzasy consiguió

liberarsedesupeso.Luegosehizounovilloyllorócondesconsuelo.Notóqueélleponíalamanoenelhombro.—Losiento,Lillian.Noqueríahacertedaño.—¡Nometoque!—chillóhistérica.Elmarquéslasoltóenelactoyrodóhaciaelotroladodelacama.Lillian

siguió sollozando, ajena a todo, hasta queun ruido extraño la hizo levantar lacabeza.Aguzólosoídosy,despuésdeunrato,sediocuentadequeelmisteriososonidoeranlosronquidosdesuesposo,quedormíaapiernasuelta.

Rabiosacomonorecordabahaberloestadonuncaantes,diounviolentotirónalacolcha.Envueltaenella,seencaramóalarepisadelaventanay,atravésdelcristal, contempló lasestrellas,quebrillabanenelcielocomo lohabíanhechodesdeelprincipiodelostiempos,completamenteindiferentesalasvicisitudesdeunapobrehumana.

§En el dormitorio contiguo, Benedict, tendido en la cama con los dedos

entrelazadosdetrásdelanuca,tambiénpensabaenlaquehabíasidosunochedebodas.Justoantesdesubiraacostarse,supadrelohabíasorprendidobebiendounacopadecoñacenlabiblioteca.

—¿Tratandodedartevalor?—habíapreguntadoentonoburlón.Benedictnorespondió,peroesonolosalvódesuspullas;supadretambién

parecíahaberbebidomásdelacuenta.—¿Necesitas que te explique qué es lo que tienes que hacer? No serás

virgen,¿verdad?.Benedictnopudoevitarqueunaoladeruborleinundaraelrostroy,alverlo,

supadrelanzóunacarcajadadesagradable.—Si quieres puedo ocupar tu lugar, las yeguas jóvenes agradecen que las

cubraunbuensemental.Aquel comentario resultó soez incluso para los bajos estándares de su

progenitor.Benedictlelanzóunamiradadedesprecioantesdeapurarlacopadegolpe y salir de la biblioteca a toda prisa, pese a lo cual, las desaforadascarcajadasdesupadrelopersiguieronescalerasarriba.

Cuando tocóa lapuertadeldormitoriode suesposaestabamuynervioso.Tambiénnotabaunlevemareoysearrepintiódehaberbebidomásdelacuenta.En cuanto vio a Lillian esperándolo junto a la ventana, pálida y temblorosa,

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comprendióquesucometidonoibaaresultarnadafácil.Nuncahabíaprestadodemasiada atención a las historias picantes que contaban sus compañeros deOxfordentrecarcajadas;éleraunjovenrománticoqueconcebíaelamorcomoalgo puro; lo cual no tenía nada que ver con los sórdidos chismorreos quecirculabanporlauniversidad.

Tratódecalmarla como lohabríahechoconunanimal asustado,peroellaseguíamirándoloconesaexpresióndeprofundoterrorenlosojosquelohacíabloquearse. Por unos instantes, consideró la idea de regresar a su dormitorio,pero las carcajadas de su padre aún resonaban en sus oídos y lo descartó deplano;erasunochedebodasycumpliríacomounhombre.

La rigidezdesuesposaysuevidente rechazomatabancualquieratisbodedeseo y, pese a que se sintió despreciable por ello, no tuvomás remedio quepensar en Isabella para conseguir una erección. El acto en sí no le produjoningúntipodesatisfacciónmásalládeunfugazaliviofísicoy,alverlasollozardesconsolada, recordó cómo se le había escapado el nombre de su amadacuando, por fin, había logradodescargar su semilla en su interior.Benedict sesentíapeorqueunacucaracha,peroapesardeello,elalcoholyelagotamientoproducidoporlatensiónhicieronquesequedaradormidocasialinstante.

Cuando despertó al amanecer, su mente se llenó con las imágenes de lanocheanterior.Conrapidez,sevolvióhaciaelotroladodelacamayloencontróvacío.Extendióunamano;lassábanasestabanheladas.Depronto,algoatrajosumirada y se le revolvió el estómago al comprender que esa mancha roja quedestacaba como un grito en la blancura de las sábanas era la prueba de lavirginidaddesuesposa.

Unsonidoprovenientedelaventana,lehizolevantarlacabeza.Descalzo,seacercó sin hacer ruido. Ahí estaba Lillian, profundamente dormida, con lamejillaapoyadaenelcristal.Lacontemplóunratoalaluzdelosprimerosrayosdesoldelamañana.Estabamuypálida;lospequeñosgranitosdestacabanmásquedecostumbreenlafrenteblancaylapuntadelapequeñanarizestabamuyenrojecida por el llanto. Había tal expresión de desamparo en el rostro casiinfantilqueBenedictsesintióabrumadoporlaculpa.

De pronto, comprendió que sería incapaz de enfrentarse a la miradaacusadoradeesosgrandesojoscastaños,tandistintadelamezcladetimidezyadoración con la que lo había recibido el día de su llegada, y en ese mismoinstantetomóladecisióndehuir.

—Cinco años huyendo...—Su propia voz lo devolvió al presente—, peroesoseacabó.

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14

A la mañana siguiente, cuando Hannah le subió la taza de chocolate quesolía tomar nadamás despertarse, Lillian descubrió una nota doblada junto aldelicadoplatillodeporcelanadeSèvres.La abrió con curiosidad; la caligrafíaeradesconocidayleyóconrapidez:

El marqués de Ravensworth tiene el placer de invitar a la señora

marquesayalvizcondeCourtenayaundíadepescayalpicnicquetendrálugaracontinuación.Elmarquéslosesperaaambosalasdiez, juntoalsaucellorónquecrecealaorilladellago.

RavensworthLilliansemordióellabioinferior,indecisa.Despuésdeloocurridolanoche

anterior, no tenía muy claro si deseaba pasar la mañana en compañía de suesposo.Enesemomento,Anthonyentróenlahabitaciónsinllamarytrepóalacama.Laniñera,queloseguíadecerca,sedisculpó,avergonzadadehabersidoincapazderetenerlounavezmás.

Lillianseapresuróahaceraunladolabandejaconlatazadechocolate.—Cuidado,ratón.—Mamá—dijoelniñoentonoimpaciente—,ahorasoyunleón.Lillian lepasóunbrazopor loshombrosy loatrajohacia sípara frotar la

pequeñanarizconlasuya,ensuhabitualsaludomañanero.—Tienesrazón,león.Porcierto,¿sabesquenoshallegadounainvitación?

—Agitólanotaquesosteníaenlamano.—¿Una invitación?—Anthony le arrebató la nota emocionado y trató de

leerla,perolaletramanuscritatodavíaseleresistía—.¿Quépone?¿Quépone?—Tupadrenoshainvitadoapescaryaunpicnic.

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Lamiróboquiabierto.—¿Mi padre? ¿De verdad? —Los grandes ojos castaños, idénticos a los

suyos,seiluminaronyLilliancomprendióconmovidaque,másqueporelplanensí,loquealniñoledeslumbrabaeralaideadepasarlamañanaconsupadre.

—Deverdad.Entonces—lomiró burlona—, ¿quieres que vayamos o no?Nomequedaclaro.

—¡Claroquequiero,voyavestirme!¡Vamos,nanny!Anthonysaltóde lacama,agarró lamanode laniñeray laarrastróa todo

correrendirecciónalashabitacionesdelosniños.Conunasonrisa,Lillianvolvióacolocarselabandejasobrelosmuslosyse

bebióasorbitoselchocolate,queyaestabatibio,conexpresiónpensativa.

§Cuando llegaron al punto de encuentro, el imponente sauce llorón cuyas

largasramasrozabanlasuperficiedelagua,suesposoyaestabaallíesperándolosjuntoaunaenormecestademimbrequehabíadejadoalasombra,trescañasdepescar,cuyasvarillaseranpiezasarticuladasdebambúunidascon tornillosdelatón,unaredyotracestamáspequeña.

—¡Porfin!—Lossaludóconunasonrisajuvenilqueestabamuylejosdelamueca amarga habitual yLillian se vio obligada a parpadear un par de veces,deslumbrada—.Creoquenopodríahaberencargadoundíadepescamejor.

Ellaledevolviólasonrisa.—Buenos días, milord. En efecto creo que es una de las mañanas más

perfectasquenoshadeparadoesteveranodemañanasperfectas.—¿Puedoelegirunacaña,señor?—Anthonynopodíaocultarsuemoción.—Serámejor que primero nos pongamos cómodos.La pesca es algomuy

serio,noconvieneapresurarse.—Sí,señor—asintióelniñocongestograve.Suspadresintercambiaronunamiradadivertida.—Ytú,esposamía,¿sabespescar?—Hacemuchoquenopractico,milord—respondióLillianenelmismotono

jovial—,perohaceunosañossi leechabaelojoaunatrucha,podíadarseporperdida.

—Truchas, ¿eh?Eso son palabrasmayores.En este lago, no haymás quecarpas.—Bajólamiradahaciaelniñoyordenó—:Anthony,quítatelachaqueta,loszapatosylasmedias.

Elniñoobedecióenelacto.Benedict,asuvez,sequitó la levitay ladejó

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colgadadeunarama.Luegoletocóelturnoalacorbata,lasbotasaltasyalasmediasantesdevolverseamirarlaconunadelasnegrascejasenarcada.

—¿Aquéesperas?—Yo...—titubeóligeramenteturbada.—Vamos,mamá—laanimósuhijo,impaciente.Con un encogimiento de hombros, Lillian se sentó sobre una piedra, se

desabrochóloscordonesysequitólosbotines.Vacilóunsegundoantesdehacerlomismoconlasmedias,perovolvióaencogersedehombrosy,cuandoestuvolista, se puso en pie.Hacía siglos que no sentía el frescor de la hierba en lasplantasdelospiesycerrólosojospararecrearseenlaagradablesensación.

—Reglanúmerounoparadisfrutardeundíadepesca:descalzarse.Lilliansevolvióhaciaél,sonriente.—Nopuedoestarmásdeacuerdo,milord.—Regla número dos —siguió diciendo su esposo, al tiempo que se

agachaba,cogíalastrescañas,laredylacestapequeñaconunamanoy,conelbastón en la otra, se alejaba unos pasos del sauce llorón—: buscar una zonadespejada.

LillianyAnthonylosiguieronsindejardereír.Porfinencontróunsitioqueleparecióadecuado, repartió lascañasentreellos, abrió lacestay sacóvarioscebos.

—Hoypescaremosconmosca.Osdejaréelegirprimero.Anthonyeligióunamoscaconfeccionadaconunasllamativasplumasrojas.

Ella, en cambio, eligió otra de colores más sobrios y su esposo la miró conaprobación.

—Creoque tenemosunaexpertaentrenosotros.¿Necesitasque teayudeacolocarelseñueloenlacaña?

—Noseránecesario,milord.Lilliansepusoaellocondedoshábilesynotardóentenerlacañalista.Sin

embargo,nohabíadejadodeobservarasuesposocondisimulomientrasesteleenseñabaaAnthonycómodebíasujetarlamosca.Lesorprendióque,envezdehacerlo él para acabar antes, le explicara el procedimiento varias veces, conpaciencia,hastaqueelniñofuecapazdehacerloporsísolo.

Luego le enseñó a lanzarla. Al principio, el hilo de la caña de su hijo seenganchabacontinuamenteenlosmatorralesquecrecíanjuntoallago,pero,unavez más, su esposo hizo gala de una paciencia infinita, y al cabo de un ratoAnthonylecogióeltranquilloaljuegodemuñeca.

—Perfecto,vamosallá.Sesepararonunpocomásycadaunoechólacañaalagua.ALilliannosele

escapóqueelmarquésdeRavenswortheratodounexpertoenelartedelapesca

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conmosca;ella,asulado,eraunameraaficionada.Sinembargo,duranteañoshabía pasado los largos meses de verano pescando en el río que atravesabaUnderwoods en compañía de Edward, así que se dejó llevar del placer desentirsedenuevounaniñafeliz,alaquelavidanolehabíaarrebatadoaúnlasilusiones.

Elmarquésfueelprimeroenconseguirquepicaran.—¡Anthony,tráemelared!—gritóalnotarelprimertirón.De inmediato, elniño soltó la caña,queestuvoapuntodecaer al agua,y

corrióahacerloquesupadreledecía.Conunamano,Benedictrecogióysoltóhiloconhabilidadhastaque,unosminutosmástarde,sacódelaguaunalustrosacarpaquenoparabadeagitarseenelaire.Entregritosyexclamaciones,yconunpocodeayudaporpartedesumadre,Anthonyconsiguiómeterlaenlared.

—¡Latenemos,señor!—gritótriunfante.—Sí,latenemos.—Benedictlerevolvióelpelocongestocariñoso—.Buen

trabajo,hijo.Anthony se esponjó orgulloso al oír a su padre.En esemomento, los tres

parecían una familia feliz y, de pronto,Lillian sintió un doloroso pinchazo deañoranza.

—Ahoralasoltaremos.—¿Lavamosasoltar?—Elniñonopodíaocultarsudesilusión.—Regla número tres: deja en libertad el pez que no te has de comer. Te

recuerdo, león, que he traído una cesta entera llenas de cosas ricas.—Oír delabiosdesupadreelnuevoapelativocariñoso,parecióreconciliarloconlaidea.

—¿Cómoloharemos,señor?Benedictmetióunamanoenlacesta,atrapóelpezyselotendióasuhijo.—Sujétalo. —El niño vaciló un momento; se notaba que no le hacía

demasiadagracia tocaresecuerpo resbaladizoquenodejabadeagitarse,pero,finalmente, respiróhondoyapretó laspequeñasmanosen tornoalpez—.Así,muybien.¡Nolosueltes!

Conhabilidad,elmarquésdesenganchóelanzuelode labocadelpescado.Luegocogiódenuevoelpez,echóelbrazohaciaatrásy,conunfuerteimpulso,lodevolvióallagoentrelosaplausosdesuhijo.

—Bien,ahorasiguetú,Anthony.Yovoyadescansarunpoco.Elniñoseapresuróarecogerlacañadelsueloylanzólamoscacontodala

habilidaddelaquefuecapaz,decididoatriunfarcomosupadre.—¿Teencuentrasbien? A Lillian no se le había escapado la fugaz mueca de dolor que había

contraídolabocamasculina.—Sí,notepreocupes.Essoloqueheestadodemasiadotiempodepie.

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Benedictcojeóhastaunarocacercanaysesentóconlapiernabienestiradafrenteaél.

—¿Quierequeletraigaalgo?¿Tienesed?¿Haylimonadaenlacesta?—Reglanúmerocuatro:estáprohibidomirarconlástimaalmejorpescador

detodoslostiempos.Lilliannotóqueseruborizaba.—Yono...Unavezmás,suesposoenarcóunacejacongestoburlón.—¿Seguroqueno?—Ellanopudoresistirsealbrillomaliciosodelosojos

grisesylesonrió.—Oh,estábien.Veoquedesperdiciomicompasiónconusted,milord.—Absolutamente.Vamos,Lillian,veahoramismoademostrarmequeeres

capaz de pescar una carpa, si no, te prometo que serás el hazmerreír deRavensworthPark.

—¿Esesounaamenaza?—Alzóelmentóncongestodesafiante.—Delasgordas—asintióconvencidoyunmechóndepelonegroleresbaló

sobrelafrente.Losdedosfemeninoscosquillearonimpacientesporeldeseodeapartárselodelrostro.Lacamisablanca,abiertaenelcuello,poníaderelievelaanchura de los hombros y el tono bronceado de su piel, y aLillian le parecióirresistible.

—Estábien,milord.Ustedlohaquerido.AntesdequeBenedictanunciaraentonoamenazadorque,oempezabanya

conelpicnicolosdevoraríaaellos,Lillianhabíaconseguidopescardoscarpasenormesysuhijo,graciasalosconsejosdesupadre,otramásgordaaún.

A lo largo de lamañana, Lillian había descubierto que, cuando quería, suesposo podía ser un hombre muy divertido y, aunque se había repetido a símismaquenodebíabajarlaguardia,nohabíapodidoresistirsearesponderledelmismomodoquelohabríahechosihubieraestadoconEdward.Elresultadofuequenohabíanparadodereíry,cuandoporfinsedejaroncaersobrelamantaqueBenedict había sacado de la cesta, los tres estaban agotados, felices yhambrientos.

La cocinera se había esmerado y enseguida dieron buena cuenta delcontenidodelacesta.Después,agotadoportantasemociones,Anthonysequedódormidosobrelamanta,conlacabezaapoyadaenelregazodesumadre.

—Muchas gracias por este fantástico día,milord,Anthony y yo lo hemospasadomuybien—dijoenvozbaja.

—Lillian, ¿cuándo dejarás de llamarme milord?—Su esposo habló en elmismotono,sinelmenorasomodebrusquedad.

Ella lomiróde reojo; sehabía recostadocontra el troncodeunárboly la

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miraba perezosamente a través de los párpados entornados, con un tallo dehierba colgando de la comisura de la boca. Con aquella camisa blanca, quecontrastabaconlapielbronceadadelcuello,teníaunaspectomuymasculinoyparecíamuchomásjoven.

—Nolosé,milord.Suesposoexhalóunsuspiroycambiódetema.—Cuéntame, ¿cómo es que una delicada dama como tú podría darle

leccionesdepescaacualquierpescadordelCanal?Lillian cerró los ojos y levantó el rostro sonriente para recibir de lleno la

cariciadelsol.Benedict contuvo el aliento. Junto con las botas y las medias, su esposa

había dejado a un lado el sombrero de paja que se había puesto esamañana.Varios mechones rubios se arremolinaban alrededor del rostro delicado,impulsados por la brisa.Con el niño apoyado en el regazo, parecía una jovenMadonna,bellaeinocente.Sinembargo,nohabíanadainocenteenelramalazodedeseoquesintióalmirarla.

—Me encanta pescar. Cuando era niña, a menudo desobedecía a miinstitutrizymeescapabaalríoqueatraviesalastierrasdeUnderwoods.Edwardyyosolíamos...—Sedetuvobruscamente,abriólosojosylomiróconunatisbodetemor.

A Benedict no le hizo ninguna gracia que nombrara al hombre queconsideraba su rival precisamente en esemomento, pero lo disimuló lomejorquepudoylaanimóacontinuar.

Suesposaserelajódenuevoylecontóvariasanécdotasbastantecómicasdesu infanciaenUnderwoods.Benedictcorrespondióconel relatodealgunasdelasinnumerablestravesurasquesusamigosyélhabíanhechoensustiemposdecolegio, que la hicieron reír con ganas.Mientras charlaban, elmarqués no seperdía ni uno solo de los graciososmovimientos de las blancasmanos; habíaalgoensuesposaqueloteníacompletamentefascinado.

«Laquiero.Laquieroparamí»,sedijo.Asuladosetransformabaenunodeesosvampirosdelasleyendaseslavas;

solo se sentía vivo cuando bebía de sus palabras y gestos. Miró los pies,pequeñosydelicados,queasomabanpordebajodelafaldaydeseócomonuncahabíadeseadonadaantes llevárselosa labocaychupar,unoporuno,hastaelúltimo de esos dedos diminutos de uñas perfectas. Una vez más, un violentolatigazodedeseolehizoponersetenso.

Su esposa debió de notar algo raro porque, de pronto, interrumpió lo queestabadiciendoylomirópreocupada.

—¿Leduelelapierna,milord?

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Sorprendido,Benedictcayóenlacuentadeque,porprimeravezenmeses,sehabíaolvidadoporcompletodeldolor.Noobstante,seencogiódehombrosycontestó:

—Esalgoconloquetendréquevivirelrestodemivida.—Siquiere—lomirócon timidez—,más tardepuedodarleunmasaje.A

Anthony leduelen laspiernasamenudo,y las friegasconaceitede romero lealivianbastante.

Benedict frunció el ceño y señaló con la barbilla a su hijo, que seguíadurmiendo.

—¿Estábien?—Oh, sí —dijo sonriente—. El doctor Carter me dijo que les ocurre a

muchosniñosdesuedad.Alparecer,esalgorelacionadoconelcrecimiento.—¿Unasfriegasdices...?—Olvídelo,milord, en realidad no creo que...—Saltaba a la vista que se

estabaarrepintiendodesuofrecimiento,peroeraunaoportunidadconlaquenohabíacontadoyBenedictnoestabadispuestoadejarlaescapar.

—Laverdadesqueteestaríamuyagradecido—dijoconaparentehumildad,altiempoqueentrecerrabalospárpadosparaqueellanopudieraleereltriunfoensusojos—.Mecuestamuchoconciliarelsueñoporlasnoches.

Su esposa lomiróvacilante, pero él ya la conocía lo suficientepara saberquesubuencorazónseimpondríaalasdudas,yesoeraalgodeloquenotendríaelmenorescrúpuloenaprovecharselasvecesquehicierafalta.

—Estanochepasaréporsuhabitaciónconelaceitesimepromete... simepromete... —El rubor inundó las pálidas mejillas y se detuvo incapaz decontinuar.

—Tranquila.Prometoquenoabusarédeti,siesoesloquetepreocupa—lainterrumpió cortante y, de repente, el buen ambiente que había reinado entreambos toda la mañana desapareció de golpe. Lillian agachó la cabeza,visiblementeavergonzada,ynocontestó.

Furiosoconsigomismoporhaberpagadoconellasufrustraciónunavezmásy deseoso de no perder el terreno ganado a lo largo de mañana, Benedict seapresuróadisculparse;algoqueyaempezabaaconvertirseenunacostumbre,sedijoconironía.

—Perdona,Lillian.Tienestodalarazónalestarpreocupada.Metemoque,enmásocasionesdelasquemegustaríareconocer,micomportamientocontigonohasidoelqueseesperadeuncaballero.

Ellalevantólacabezaylomiróboquiabierta.—No hace falta que parezcas tan sorprendida pormis disculpas. ¿Quieres

saber algo curioso? —Esbozó una sonrisa torcida, como si se burlara de sí

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mismo—.Hastahaceunosdíasnosabíaquéerapedirperdón,perodesdequepasomástiempoconAnthonyycontigo,estoyaprendiendoamarchasforzadas.

Lillianreaccionóalfinydijomuyseria:—Mealegraoírlo,milord,esmuysanoserconscientedequeunonopuede

tenersiemprerazón.Sellamamadurar.Benedictentornólospárpados.¿Seestabariendodeél?Notóelchisporroteo

traviesodelosojoscastaños.Seestabariendodeél.—Bien,ahoraquemiorgulloestáporlossuelos...—Lilliansoltóunarisita

quelearrancóunasonrisa—.¿Quéteparecesihacemoslaspaces?Como la noche anterior le tendió unamano, pero en esta ocasión, ella no

titubeó antesde colocar la suya encima.Benedict se la apretó con fuerzay semiraron con fijeza. Por unos instantes, la energía que fluyó a través de laspalmasunidaslosdejóclavadosenelsitio,hastaque,finalmente,lavozagudadeAnthony,queacababadedespertar,rompióelhechizo.

—¿Podemospescarotravez,señor?Sus padres intercambiaron una mirada sonriente por encima de la cabeza

infantil.LuegoBenedictlesoltólamanoysepusoenpie.—Puesclaro,león,paraesoestamosaquí.

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15

Esanoche,despuésdequeelmarquéssetomaralahabitualcopadeoportoenlabiblioteca,subieronjuntoslaescalera.

—Iré abuscar el aceite, ahoravuelvo—ledijoLillianya en lapuertadeldormitorio.

Despuésdequeleayudaraaquitarselaajustadalevitaylasbotas,Benedictseapresuróadespedirasuayudadecámaraysesentóaesperarlaenunabutacasituadafrentealfuego.Pasaronlosminutos;suesposatardabamuchoycuando,conunacuriosamezcladeiraydesilusión,empezabaapensarqueseguramenteyanovendría,seoyóeldébilrepiqueteodeunosnudillosenlapuerta.Estaseabrióysuesposaentróconelaceiteenunamanoyunatazahumeanteenlaotra.

—Perdonemitardanza,milord;depronto,semehaocurridoquelevendríabienunavaleriana.—Dejótodosobrelamesitaquehabíafrentealachimeneaytapólatazaconelplatilloparaquenoseenfriara.

Benedictestabatancontentodequeestuvieraallíporfin,quefueincapazdedecirnada.Suesposaacercóuntaburetealabutacaysesentófrenteaél.

—¿No se ha puesto aún la camisa de dormir? —preguntó con el ceñofruncido.

—No quería... —Benedict carraspeó ligeramente incómodo—. No queríaquetesintierasviolenta.

Lilliansonriódivertida.—Lerecuerdo,milord,quehepasadovariassemanascuidándolo.—Muy bien.—Benedict se puso en pie, se desabrochó los botones de la

solapadelpantalónyselobajóhastalostobillosantesdesentarsedenuevo.Pese a que las mejillas de su esposa estaban ligeramente sonrosadas —

desconocíasiporla turbacióndeverlomediodesnudooporlacercaníadelasllamas—,loayudóaquitárselosdeltodoantesderemangarleloscalzoncillosypasar la punta del índice a lo largo de la llamativa cicatriz que iba desde la

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rodilla hasta medio muslo. El ligero tacto de esos dedos, le hizo apretar lasmandíbulasconfuerza.

—Veoqueestámuchomejor—dijoellaconexpresiónsatisfecha.Élselimitóacontestarconungruñido.Ajenaporcompletoalosesfuerzos

quehacíaporcontrolareldeseoquesentía,suesposatomóelfrascodeaceite,vertióunpocosobrelapalmadeunamanoysefrotóambasparacalentarlas.

—¿Listo,milord?Noteníani ideadesiestabalistoono;Benedictsolosabíaquenecesitaba

sentiresasmanossobresupiel.Ya.—Listo—dijoconvozronca.Lillian empezó con el masaje. Las manos, aunque delicadas, ejercían la

presiónjustasobre losmúsculosdoloridosyBenedictnopudoevitarquese leescaparaungemido.Ellasedetuvoenelactoylomirópreocupada.

—¿Lehagodaño,milord?—¡No!Nadadeeso.Sigue,porfavor.Suesposalelanzóunamiradaquenosupocómointerpretaryobedecióenel

acto.Benedictnopodíaapartarlosojosdeesasmanosblancasqueleamasabanlos músculos con habilidad y tuvo que hacer un esfuerzo considerable paracontrolarlarespiración.

«Dios mío, haz que no me avergüence a mí mismo» rogó en silencio, altiempoqueseseparabaunpocolacamisadelcuerpoparaocultarsuexcitación.

Aquellaeralatorturamásplacenteraqueunhombrepudierasufriramanosde una mujer, se dijo cerrando los párpados y apoyando la coronilla en elrespaldodelsofá.Ojalánoterminaranunca.Pero,pordesgracia,todolobueno—yporsuertelomalotambién—llegasiempreasufin.

—Creoqueessuficienteporhoy.Lavozdesuesposalehizoabrirlosojos.—¿Estássegura?—dijoconvozronca.—Ajá. —Lillian cogió la taza, puso el platillo debajo y se lo tendió—.

Bébaseesto.Benedictolisqueóelcontenidocondesconfianza.—Nocreoquevayaagustarme.—No importa si le gusta o no, lo importante es que lo ayudará a dormir.

Beba.—¿Desde cuando son las esposas las que dan órdenes a los esposos?—

rezongómalhumorado,altiempoquesellevabalatazaaloslabiosyhacíaunamuecaaldarelprimersorbo.

—Lostiemposcambian,milord—replicóburlona.Benedictsebebiólavalerianacasideuntragoyletendiólatazaconelceño

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fruncido.—¡Esperoqueestéscontenta,mujer!—dijoconfingidoenojo.Lilliansoltóunadeesasrisitas,similaresaunrepicardecampanillas,quese

lesubíanalacabezaysepusoenpieconagilidad.—Mucho,milord.Quepaseunabuenanoche.—Sediolavueltaparasalir,

perolavozprofundadesuesposoladetuvo.—Espera. —Ella se giró a mirarlo inquisitiva. Benedict se apoyó en el

bastónparaponerseenpie,lacogiódelamanoylaposósobresuantebrazocongalantería—.Laacompañaréhastalapuerta,milady.

Lillianhizounaexageradareverencia.—Gracias,milord,lociertoeraquetemíaperderme.Estabatanirresistibleconesaexpresióntraviesaenelrostro,queelmarqués

tuvoqueecharmanodetodosuautodominioparanoinclinarsesobreloslabiosjugososybesarlahastacortarlelarespiración.

Yaenlapuertaquecomunicabalosdosvestidores,Benedictseinclinóconelegancia.

—Muchasgracias,queridaesposa.Esperoquetengasdulcessueños.Ellaledirigióunasonrisaencantadora.—Buenasnoches,milord,quedescanse.Benedictesperóaqueabriera lapuerta—quealguiensehabíaocupadode

reparar—ysequedóallíhastaquelacerródetrásdeella.Despacio,cojeóhastael sillón, se sentódenuevoymiró sinver los leños

que ardían en la chimenea. Le había costado un gran esfuerzo refrenar laimpaciencia; no estaba acostumbrado a esperar cuando deseaba algo y —nosabía si, precisamente, porque ella lo rechazaba—a su esposa la deseaba contoda su alma. Sin embargo, pese a lo engorroso que resultaba tener quecontenerse,aquellatácticaparecíaestardandofrutos.Lilliansehabíamostradomucho más relajada con él que de costumbre. Ninguna mujer se le habíaresistido nunca y su esposa no iba a ser una excepción, solo era cuestión detiempo.

«Pero no demasiado», se prometió impaciente. «Sabes de sobra que nopodrásaguantarmuchomássinhacerlatuya».

§La semana siguiente el tiempo continuó inusualmente soleado y, aunque

hacía calor, no resultaba desagradable. Los días pasaban volando.Benedict sediocuenta—unpocomenossorprendidodeloquesehabríasentidounosmeses

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antes—de que no añoraba en absoluto ninguno de los variados divertimentosqueLondresleofrecía.Dehecho,eraconscientedequeenlosúltimosaños,esaexistenciasinrumbonipropósitoenlaquetranscurríanlosdíasquepasabaenlagranciudadhabíallegadoahastiarlo.Veralamismagentecasitodoslosdías,lasinterminablespartidasdecartasenWhite'soenBrooks, losestrenosenlosteatros,lasabigarradasfiestascadavezmásparecidasunasaotras...,inclusolasmujeresquepasabanpor sucama tambiénseconfundíanunasconotrasen sucabeza.

Contempló la elegante figura de su esposa, que galopaba delante de él alomosdelapreciosayeguablanca.Luegogiróunpocolacabezaparamirarasuhijoquien,conloslabiosapretadosyexpresióndecidida—unaexpresiónqueleresultó extrañamente familiar—, se esforzaba por seguir el paso a lomos delpequeñoponi.

Benedictsonrióconplaceralsentirelazotedelairefríodelamañanaenelrostro.Eracurioso,sedijo,al tiempoquerefrenabaunpocoelpasodeBrutuspara que el niño pudiera alcanzarlo. En Ravensworth Park se movía en uncírculomuchomásreducidoqueeldeLondresyelabanicodeentretenimientosmucho era más limitado; sin embargo, no habría cambiado esas cabalgatasmatutinas por nada en el mundo. Tampoco las largas conversaciones con eladministrador,enlasqueplaneabanmejorasparalafinca,yenlasquetambiénsolía participar su esposa cuando no estaba ocupada con otros asuntos. Elsentimiento de insatisfacción que lo había acompañado tanto tiempo habíadesaparecidoporcompleto.

«No te hagas ilusiones», una voz cargada de cinismo, que se parecíademasiadoalavozdesupadre,resonóensucabeza.«Lomásprobableesquesolo sea la novedad, dentro de unosmeses estarás deseando volver a tu vidanormal».

Depronto,todalafelicidadquesentíadesapareciódegolpe.Benedictmovióla cabeza de lado a lado, en un intento de alejar esa voz odiosa de suspensamientosysevolvióhaciasuhijo:

—¡Vamos,león!Anthony espoleó con más energía los flancos de la regordeta montura y

Benedictdejóqueloalcanzarayqueinclusoloadelantara.Laalegrecarcajadaquelanzóalpasarasulado,lehizosonreír.

—¡Levoyaganar,padre!Padre.EralaprimeravezqueAnthonylollamabaasí.Sinquerer,Benedict

tiróde las riendasconmás fuerzade lanecesaria.Al sentir elbrusco tirón, elcaballoechólacabezahaciaatrásconbrusquedadyestuvoapuntodegolpearloenlanariz.

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—Losiento,amigo.Seagachóparatranquilizaralanimalconunaspalmaditasenelcuelloy,en

esemismoinstante,comprendióporquélehabíaresultadofamiliarlaexpresiónque había visto antes en la cara del niño: esa expresión era la misma queasomaba en su propio rostro cuando estaba decidido a conseguir algo quedeseabacontodassusfuerzas.Dehecho,enlasúltimassemanaslahabíavistoreflejadaenelespejocadavezquepensabaensuesposa.

Conelcorazónlatiéndoleenelpechoatodavelocidad,seacercóalextremodelapradera,dondeyaloesperabanLillianyAnthonymuysonrientes.

—¡Heganado,señor!¡Heganado!—Elpequeñopalmotéoentusiasmado.—VamosacontarlealmundoenteroqueelmarquésdeRavensworth,unode

los más famosos Corintios de Inglaterra, fue vencido en una carrera por unasimplemujeryunniñopequeño,¿verdad,león?

El brillo travieso de los grandes ojos castaños era irresistible y Benedictsonrióenrespuesta.

—¡No,por favor!—suplicócon fingidaconsternación—.Noquiero ser elhazmerreírdetodoelmundo.

—Metemoqueesinevitable.—Suesposamoviólacabezaconexpresióndeconmiseración.

—Estábien,estábien,habéisganado—dijoconcarademártir, loque loshizoreírtodavíamás—,aunquenoséelqué;norecuerdoquenosapostáramosnada.

Lillianchasqueólalengua.—¡Esverdad!Hemosestadomuytorpes,león.—Podemosapostarahora—dijoelpequeño.Sumadresediounapalmadaenlafrente.—Claroquesí,quétontasoy.¿Cómoesquenosemehabíaocurrido?—¿Quizáporque sabesmuybienqueeso seríahacer trampa?—sugirió el

marquésenuntonocargadodeengañosadulzura.—¿Trampa?Milord,¿nosestállamandotramposos?—Alzólabarbillacon

aireofendido.—Esomismoestoyhaciendo,miqueridaesposa.—¡Meapuestounamañanadepescaypicnic!—Anthonynoentendíapor

quénoibaapoderapostarsihabíaganadolacarrera.Benedictmoviólacabezaconresignación.—Soisunpardetramposos,pero,enfin...¡tendréisvuestramañanadepesca

ypicnic!—¡Sí!—Anthonylevantólosbrazosporencimadelacabezacongestode

triunfo.

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Sin dejar de reír, obligaron a las monturas a dar media vuelta yemprendieronelregresoalpaso.Anthonyseadelantóunpocoyéldejóqueloscaballosdeamboscaminaranalapar;unavezmás,lafaldadeltrajedemontarlerozabalabota.

—Ytú,esposa,¿quéhasapostado?—Creo que un día de pesca y picnic es suficiente castigo por su lentitud,

milord—dijoburlona.Éllamirócondesaprobación.—¿Desdecuandolasesposasosanburlarsedesusesposos?Ycomosiemprequeél lehacíaunadeesaspreguntas,ellacontestóconla

cantinelahabitual.—Los tiempos cambian,milord.—Con una carcajada, espoleó a la yegua

para alcanzar a su hijo.Benedict los siguió al paso, con los ojos hambrientosclavados en la espalda erguida que terminaba en una cintura increíblementeestrecha,mientrassepreguntabaquédemoniosteníaquehacerparaconvenceraesamujer,esquivaycabezota,dequeteníaquesersuya.

Nofuehastaunosdíasmástardecuandoseleocurrióporfinunaidea.Unaideaterriblementemaquiavélica,peroquepensóque,si jugababiensuscartas,podríafuncionar.

Se le había ocurrido en una de las visitas que le hizo a uno de losarrendatarios.Esedíahabíaordenadoquedispusieranelcabrioléparahacer lavisita que tenía pendiente. Al oírlo, su esposa le había preguntado si podíaacompañarlo;alparecer, teníapensado llevarunacesta llenadealimentosa lamujerdelhombre,queacababadedaraluzunosdíasatrás.Encantadodeque,por una vez, hubiera sido ella la que había solicitado su compañía, Benedictaceptóenelactoy,pocodespués,laayudabaasubiralcarruaje,queibaconlacapotaplegada.Luego lepasó lapesadacestaquesujetabael lacayo,antesdesentarsejuntoaellaycogerlasriendas.

—¿Estáscómoda?—Mirólacestaquellevabasobreelregazoconelceñofruncido—¿Noprefieresquelapongaatuspies?

—Oh,no,milord,noesnecesario.Asívoyperfectamente.—Aparta, Davis—ordenó al mozo que sujetaba las cabezas de la briosa

parejadealazanes.RestallóellátigoporencimadelacabezadelosanimalesyestossepusieronenmarchaenelactomientrasDaviscorríaaencaramarseconagilidadalasientoposterior.

El carruaje deportivo, que había sido diseñado según sus propiasespecificaciones,avanzóatodavelocidadporelcamino.Loscaballosestabanunpocofrescos,peroelmarquésloscontrolabasindificultad.

—Conduceustedmuybien,milord—dijoLillianentonodeadmiración.

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Benedictapartólosojosdelcaminounsegundoylosposóensuesposa.Elsombrerito de paja, cuya cinta azul le enmarcaba coquetamente el rostro, y elrecatado, pero favorecedor, vestido de muselina del mismo tono la hacíanparecerlaesenciamismadelaprimavera.

—¿Tambiéneresunaexpertaenconduccióndecabriolés?—Alzóunaceja,burlón.

Ellalanzóunacarcajada.—Todolocontrario.Laprimeravezquemesubíauncarruajetanmoderno

como el suyo fue cuando fui a cuidarlo a Londres. Lord Darrylshire y lordSherringtonmeinvitaronadarunpaseoporHydeParkenunpardeocasiones.

—Quéamablesmisamigos.Lillian,quenohabíanotadosusarcasmo,siguiócharlandomuyanimada.—Sí, ¿verdad? Fue todo un detalle que se apiadaran de su rústica esposa,

quelomirabatodoconasombro.Enrealidad,lopasémuybien.Susamigossonencantadores,milord.

—Ya veo—dijo con sequedad, pero de nuevo, ella no pareció notar nadaextraño.

—Ellostambiénconducíanmuybien.Almenosesopenséenmiignorancia.Sinembargo,hayalgoensumaneradellevarlasriendas,milord,que,noséporqué,mehacesentirmássegura.

Benedict,queeramiembrodelexclusivoFour-HorseClub,enelquesoloseadmitíaanotablesCorintios,reprimióunasonrisaanteelinocentecumplidoyloaceptóconunahumildeinclinacióndecabeza.

—Mesientohonrado,milady.Notóquelomirabadereojo.—¿Seestáriendodemí?—¿Cómopuedepensareso?—preguntóasuvez,muyserio.—Seestáriendodemí—afirmóconbuenhumor—.Imaginoquehasidoun

comentarioatrevido.Al finyalcabo,¿quiénsoyyopara juzgarcómomanejaustedlasriendas?

—¿De verdad piensas que soy tan absolutamente insufrible? —En estaocasión,laseriedadconlaquehablónoerafingida.

Lillianseruborizó.—Hablabaenbroma,milord.—Losé,perodimelaverdad,¿esesoloquepiensasenelfondo?Suesposasequedócalladayporel rabillodelojovio lospequeñosdedos

enguantadosjuguetearconelasadelacesta.—Lo cierto es que no sé qué pensar, milord—dijo al fin en voz baja—.

Ustedparecehaber cambiadomuchodesdeque estuve enLondres. Incluso en

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losprimerosdíasdesuestanciaenRavensworthParksuactituderamuydistinta,pero...

Se detuvo como si no se atreviera a continuar, y los pequeños dientesblancosseclavaronenellabioinferior.

—Peronotefíasdemí—completólafraseporella.Ellanolediounarespuestadirecta.—ImaginoquesabeloqueelprofetaJeremíasdijosobrelosleopardos...Esta vez fue el turno de Benedict de quedarse callado. Fue solo cuando

divisólahumildecasitadelarrendatarioalquehabíaquedadoenvisitar,cuandodijoenunsusurroapenasaudible:

—Losébien,pero¿tehasparadoapensarquéocurriríasiesasmanchasqueelleopardonopuedecambiarnohubieranestadoallíenunprincipio?

Una vez más, no supo de dónde habían surgido esas palabras. Molestoconsigomismo, tiró de las riendas y los caballos se detuvieron obedientes.Elmozobajódeunsaltoasujetarlosmientraselmarquésenganchabalasriendasalsoporteydescendíadelcabrioléparaayudarlaabajarasuvez.

Lilliancogiólamanoqueletendíasuesposoyrechazósuofrecimientodellevarle la cesta, al tiempo que, en silencio, daba gracias al cielo por haberllegadoasudestinoeneseprecisomomento;lociertoeraquenohabríasabidoquécontestaraesapregunta.

MientrasBenedicthablabasobrelarotacióndeloscultivosconelhombrederostrocurtido,vestidocon ropamuydesgastadaporeluso,quehabía salidoarecibirlos, no dejaba de observar a su esposa, que charlaba y bromeaba concuatropequeñuelosdeentreochoytresaños,depiesdesnudosyrostrosuciodetierra,quetratabandeespiarelcontenidodelacesta.

Por fin, la vio desaparecer en el interior de la humilde vivienda y pudoconcentrarseenloqueelarrendatarioleestabacontando.Wilkinson,queasísellamaba el hombre, teníaunas curiosas ideasque llevabaun tiempoqueriendodiscutirconél.ABenedictleparecieroninteresantesydecidióconsultarlasmástarde con su esposa. Hasta entonces, había pensado que las mujeres apenasservían para algomás que para retozar entre susmuslos. Sin embargo, en lasúltimas semanas había descubierto lo estimulante que podía llegar a serintercambiarimpresionesdetodotipoconunamujerinteligente,capazdedarleunenfoquecompletamenteoriginalacualquiertema.

Una vez terminaron de hablar, Wilkinson insistió en que debía probar lacervezaqueélmismoelaboraba.Conscientedequesirechazabaelofrecimientolo ofendería, no le quedó más remedio que inclinar la cabeza y entrar en lacasita.

Le costó unos segundos adaptar la vista a la penumbra que reinaba en el

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interiordelaúnicahabitacióndequeconstabalavivienda,enlaquelafamiliacomía,dormíay,endefinitiva,vivía.Olíaalcaldoqueseestabacalentandoenunaollaquecolgabadeunganchodelpequeñohogar.Sobreunacamadelatóndescansaba la que debía de ser lamadre de esa familia tan numerosa, con unbebé en el hueco del brazo. No debía de tener más de treinta años, pero suaspectoagotadolahacíaaparentardiezmás.Alverloentrar,tratódebajarsedelacama,peroélladetuvoconungesto.

—Buenosdías,señoraWilkinson.Leruegodisculpeestavisitaintempestiva;sumaridoqueríaqueprobaralacerveza.

Lamujerbalbuceóunaspalabrasdebienvenida,visiblementeapabulladaderecibirunavisitadelmismísimoseñormarqués.

Lillian, que en esemomento llenaba un cuenco de caldo humeante con laayudadeuncucharón,dijoentonosereno:

—Emily, descansa unmomento. Jenny y Julieme están ayudando, ¿no esasí?

Dosniñas rubias,deunoscuatroyochoaños, cuyos revueltoscabellosnoparecíanhabervistounpeineenvariosdías,asintieroncondecisión.

—Disculpeelestadodelacasa,milord,conlallegadadelbebénohetenidotiempo...

—Tranquila—Lilliancortólasdisculpasconfirmeza—.Estatardemandaréaalguiendelacasaparaquelaayudeunpococonlalimpiezaylosniños.

—¡Oh,gracias,milady!—Toma, Julie, lleva esto a tu madre. —La mayor de las niñas cogió el

cuencoqueletendíayseacercódespacioalacama,conmuchocuidadodenoderramarniunagota.

Mientras bebía la cerveza, sorprendentemente fresca y sabrosa, en laabollada jarradepeltreque, a juzgarpor el curiosoceremonialqueWilkinsonllevóacabo,debíadeserunavaliosareliquiafamiliar,Benedictseguíatodosycadaunodelosmovimientosdesuesposa.Acababadeponerotrosdoscuencosfrentea losdoschiquillosque,sentadosa lamesa,noapartaban losojosde lapata de jamónquehabía sacadode la cesta.Con esa forma suyaque tenía demoverse, delicada y eficaz a un tiempo, sirvió dosmás para las niñas y cortóvariasrebanadasdepanqueacompañócongruesaslonchasdejamón.Unavezquelosniñosestuvieronconcentradosendevorarlacomida,seacercóalacama,retiróelcuencovacíoylepasóotroplatollenoalamujer.

—Tienequerecobrar lasfuerzascuantoantes,Emily—dijosinhacercasodelasprotestasdeesta.Luegoseagachóparacogeralbebéenbrazosy,enesemomento,unsolitariorayodesolqueacertóaatravesarelventanucoleiluminóel rostro. Benedict se quedó sin aliento al ver la expresión que asomó en los

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grandesojoscastañosmientrascontemplabaaladiminutacriatura.Enelrostrodesuesposahabíaunadesgarradoramezcladefelicidadyanheloqueleencogióelcorazón.Enesemomento,sehizolaluzensucerebro:«¡Puesclaro!».

Depronto,sesentíaexultante.Seleacababadeocurrirunaidea.Quizánodemasiadodignadeuncaballero,lesusurróaloídounavozquedebíadeserladelaconciencia.Sinembargo,hizoaunladoaesacasidesconocidaconsalvajedeterminación;noteníatiempoparajugaraloscaballeros.Deseabaasuesposa.Cadadíamás.Cualquiercosaqueloayudaraaavanzarporfinhacialametadehacerlasuya,seríabienvenida,sedijodecidido.

Lillianvolvióadepositaralbebéalospiesdelacama,lolavóconunpañohumedecidoenaguaquehabíacalentadopreviamenteenelfuegoylecambióelpañal.Lo envolviódenuevo en el chal, descoloridopor el usopero limpio, ydespuésdeestrecharalpequeñocontrasupechoybesarlounavezmáslodejójuntoasumadre,queacabadedarbuenacuentadelpanyel jamón.Entoncescogió los cacharros sucios, los llevó a lamesa y dio instrucciones a los niñosparaquelosfregaranylodejarantodorecogido.Luegosevolvióhaciaél:

—¿Estáslisto?Benedictasintióconlacabeza,ledevolviólajarradepeltreasuanfitrióny,

despuésdedarlelasgraciasunavezmás,salieronafuera.Laluzdelsolloshizoparpadear. Sin decir una palabra, ayudó a su esposa a subirse al cabriolé yemprendieronelcaminoderegreso.

§Lillianmiró las fuertesmanosdededos largosybronceadosquesostenían

las riendas con firmeza. Se había fijado en que su esposo, al contrario que lamayoríade losaristócratasqueconocía,casinuncausabaguantes.Lomiródereojo,parecíamuyconcentradoenlaconducción.Sinembargo,algoledecíaqueeseaireausentesedebíaaotracosa;noselehabíaescapadolaextrañamiradaque lehabía lanzadoal salir de la casitade losWilkinson.Semordió el labioinferiorconciertonerviosismo.Suesposo,BenedictSaintPierreRushford,sextomarqués de Ravensworth, era unmisterio. Podía ser encantador cuando se loproponía, de eso no había duda. Todavía le costaba creer que un hombre tanaltivocomoélacabaradetomarseunacervezaenlahumildemoradadeunodesusarrendatarios.

Muchasvecesteníaquerecordarseasímismaqueeseeraelmismohombreque, cinco años atrás, los había hecho a un lado, a ella y a su hijo, paraembarcarseenunavidadedesenfreno.Nodebíaperderdevistaquesuesposo

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eraun libertino;unaristócratamimadopor lavidayacostumbradoahacer susantavoluntad.Entonces, ¿quéera loque lo reteníaenRavensworthPark?, sepreguntó como había hecho en un centenar de ocasiones. Según sus cálculos,hacíasemanasquedeberíadehabersevueltoaLondresmuertodeaburrimiento.

Hevenidoarecuperarloqueesmío...Lavozprofundaresonóensucabezacomosiacabaradedecirlaspalabras

enaltoyLillianseestremeció.—¿Tienesfrío?—No,noesnada.—Sonriósinganas—.Alguienhadebidocaminarsobre

mitumba.Después de ese intercambio, siguieron en silencio hasta la casa, cada uno

absortoensuspensamientos.

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Pasaronunosdías.Benedictbuscabaelmomentoadecuadoparahacerle laproposición,peronoacababadedecidirse.Noqueríaasustarla,sedijo.Alfinyal cabo, en las últimas semanas hecho importantes avances: Lillian ya no lomiraba como si esperase un ataque inminente; charlaban de cosas serias y decosasmenos serias, y se reía con él; lo admitíadevez en cuandoen el grupocerrado que formaban Anthony y ella... En definitiva; lo había ascendido alpuestodeconocidoagradable,sedijoconironía.Unconocidoalquetratabaconcorrección,perosinpermitirletomarsedemasiadasconfianzas.

Sin embargo, esamisma tarde las cosas se precipitaron.La racha de buentiempohabíallegadoasufinyllevabantresdíasencerradosencasaporculpadeuna lluvia fina y persistente. No obstante, las visitas seguían llegando conregularidad,ysumadreenvezderecibirenlapérgoladelarosaledalohacíaenelsaloncitodeverano;unaagradablehabitacióndecoradaentonospastel,cuyosgrandesventanalesdabanaleste.

EnotrascircunstanciasBenedictsehabríasentidocomounleónenjaulado,perocuriosamenteno sehabíaaburridoenningúnmomento.Por lasmañanas,LillianyélseencerrabanenlabibliotecaadiscutirciertasinnovacionesqueselehabíanocurridotraslaconversaciónconWilkinsonyporlastardes,eltiempopasabaconrapidezentreconversaciones,partidasdecartasyjuegosdecharadas,que sumadre yAnthony adoraban, y en el que su esposa resultaba una dignarival,conuningenioconsiderableyunaasombrosahabilidadparalamímica.

AquellatardesalióelsolporfinyBenedict,cansadodelencierro,propusoiradarunpaseo.Sumadrerechazólapropuesta;preferíadescansarunpocoantesde que llegaran las visitas, pero Lillian y Anthony aceptaron en el acto ycorrieron a buscar sus respectivos sombreros. Poco después los tres,acompañados porMaxim, caminaban a buen paso esquivando los charcos porunodelossenderosqueatravesabanelinmensoparque.

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Lasnubessedeslizabanporelcieloconrapidez, jugandoalesconditeconlosrayosdesol,yunintensooloratierramojadaimpregnabaelairelímpido.

—¿Podemosiralcastillo?Anthony quien, pese a las amonestaciones de su madre —hechas sin

demasiado énfasis, todo había que decirlo—, había vuelto ameter una de lasbotas, ahora llenas de barro, en uno de los numerosos charcos del camino, sevolvióamirarasupadre,expectante.

Benedictenarcóunaceja.—¿Elcastillo?—Nosotros lo llamamos así.—Lillian tenía lasmejillas encendidas por el

ejercicio—. En realidad, es un grupo de rocas que descubrimos hace añosAnthonyyyo.DesdeallísedivisaunavistafantásticadeRavensworthPark.Loúnicoesque...

Se detuvo vacilante y los ojos castaños se posaron en el bastón. Benedictrespondió al instante, como si no hubiera oído las últimas palabras ni hubierareparadoenladireccióndesumirada.

—Creo que ya sé dónde dices. —Se volvió hacia su hijo—. Está bien,pequeñoleón,¡guíanosaesecastillo!

Encantado, Anthony llamó aMaxim y apretó el paso y, media hora mástarde,coronabanlapequeñacolinarematadaporunmontónderocasque,desdelejos,teníaelaspectodeunatorredevigilancia.Subieronalamásaltaydesdeahícontemplaronlosverdescamposqueseextendíanasuspies,salpicadosdepintorescas casitas de piedra rodeadas por las manchas más oscuras de losbosquecillosdehayas.Unpocomásallá,sedivisabalaantiguatorrenormandadelaiglesiadeCastlewind.

—¡Hola, Edward! —gritó Anthony, sin dejar de agitar el brazo en esadirección.

Benedictnotóquesuesposa,quesehabíaquitadoelsombreroparadisfrutarde la caricia de la brisa sobre el rostro acalorado, le dirigía una mirada desoslayo,peronopermitióquenadaensuexpresióntraicionaralairritaciónquesentíacadavezqueveíaunamuestradelafectoquesuesposaysuhijosentíanporesehombre.

—¡Voyaexplorar!—anuncióAnthony.—Está bien, pero no te acerques al borde —le advirtió su madre,

refiriéndosealaempinadacaídaquehabíaalpiedelasrocas.Nofuequeelniñodesobedeciera;laslluviasdeldíaanteriorhabíanvuelto

más inestable el terreno y cuando Anthony, atraído por los destellos de unapiedradecuarzoseinclinóparacogerla,latierracedióyelpequeñoseprecipitóalvacíoconungritodepánico.

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—¡Anthony!—Lilliancorrióhaciaellugarporelquehabíadesaparecidosuhijo, pero antes de que ella corriera la misma suerte, Benedict la agarró confuerzadelbrazoyladetuvojustoenelborde—.¡Suélteme!¡Suélteme!¡Mihijomenecesita!

Lilliansedebatiócontodassusfuerzasmientraselperroladrabacomoloco,corriendodeunladoaotro,perosinatreverseabajar.

—¡Estatequieta!—Benedict,quehabíadejadocaerelbastónenelsuelo,lasujetó de los brazos y le dio una sacudida—. Así solo conseguirás caerte tútambién.¡Quieto,Maxim!

Elperroobedecióenelactoysesentósobreloscuartostraserossindejardegemir.

—¡No lo entiende! ¡Déjeme! ¡Anthony es lo único que tengo! ¡No puedoperderlo!¡Nopuedo!—gritóhistérica,sindejardellorar.

Unavezmás,lasacudiósinmiramientos.—¡Mírame,Lillian!¡Mírame!—Convisibleesfuerzo,ellaenfocólamirada

enelrostrosevero.Benedicthablódespacio,conlosojosclavadosenlossuyos—:Voy a buscarlo, necesito que te quedes aquí. Sime pasa algo tendrás queregresaracasaapedirayuda.¿Entendido?

Lediounanuevasacudiday,porfin,Lillianasintióconlacabeza.—Bien.Lasoltóalinstante,sequitólalevitayseasomóalbordeconprecaución.Podía distinguir el cuerpo infantil hecho un ovillo un pocomás abajo; al

parecer,unarbustohabíadetenidolacaída,peroAnthonynosemovía.Sintiendounaterribleopresiónenelpecho,Benedictempezóabajarconmuchocuidado.Elsueloestabamuyresbaladizoyvariosterronescedieronbajolassuelasdelasbotas;además,eldolorquesentíaenlapiernaalcarecerdelapoyodelbastónnoayudabaenabsoluto.Conlafrenteempapadaensudor,consiguióllegarporfinadondeestabaelniñoyseacuclillóasulado,sintiendoqueunmillardeagujasseleclavabanenelmuslo.

—Anthony,¿puedesoírme?—Concuidado,apartóelsuavepelocastañodelapálidafrenteinfantil.Notóquelospárpadosaleteabanunossegundosantesdeabrirseporfin.

—Papá...—dijoenvozbaja.Benedictdiograciasalcielo.Eraevidentequeelniñoestabaconmocionado,

perolohabíareconocidoyesoeraunabuenaseñal,sedijoconprofundoalivio.—Anthony,notepreocupespornada.Tesacarédeaquíenseguida.Con cuidado, rogando a los cielos que el pequeño no tuviera lesiones

internas,locogióenbrazos.Elniñolanzóungemido.—Mimuñeca.Meduele.

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—Estábien,tranquilo.¿Puedesagarrarteamí?Anthonylerodeóelcuelloconlosbrazoscontodassusfuerzas.—Cuidado, león, queme ahogas.—El pequeño lanzó una risita que sonó

comounsollozoyaflojóunpocolapresión.Muydespacio,Benedictconsiguiódesandarelcaminoquehabíaseguidoal

bajar,pesequeaqueahoracargabaademásconelpesodesuhijo.—Ya casi estamos. Lo estás haciendo muy bien —susurró al oído del

pequeño,quehabíaescondidoelrostroenlacurvadesugarganta.Conunúltimoimpulso,logróencaramarseaunlugarseguro.Jadeandopor

elesfuerzo,notóqueunosbrazos los rodeabanaambosy losestrechabanconfuerza.

—¡Anthony!¡Anthony!¡GraciasaDios!—Nollores,mamá.—Leconmovióque,pesealmiedoyaldolorquedebía

deestarsintiendo,elprimerpensamientodelniñofueratranquilizarasumadre.Unpoderososentimientodeorgulloloinvadióysuestómagohizounacuriosapiruetaaloírlassiguientespalabrasdesuhijo—:Mipadremesalvó.

Benedictsesoltódelabrazodesuesposaconsuavidadyse incorporócontorpeza,sinsoltaralniño.

—Serámejorquenosdemosprisa.ParecequeAnthonysehahechodañoenlamuñecaycuantoantesloveaunmédico,mejor.

—Claro,milord,perdóneme.Lillianseinclinóacogerelbastónylalevita,yluegosesecólaslágrimas

coneldorsode lamano,comoharíaunaniña.Al instante,un tiznóndebarrooscureciólaspálidasmejillas.Teníaunaspectotantierno,tanvulnerableque,sinpoder resistirse, Benedict le pasó el brazo que tenía libre por los hombros, laestrechócontrasíyseinclinóparabesarlossuavescabellosdorados.

—Tranquila,yapasótodo.Anthonypareceestarbien.Porunavezellanoseapartó,sinoquecambiódebrazoelbastónylalevita

ylerodeólacinturaconelotro.—Apóyeseenmí,milord—dijoconsuavidad,yasíagarradoscaminaronen

despaciohasta la casa seguidosde cercaporMaxim, quemeneaba el rabo sinparar.

§Porsuerte, lamuñecadeAnthonynoestaba rota; se tratabadeunasimple

torcedura, lesdijoeldoctor.Selahabíavendadoyluegolehabíadesinfectadolosnumerososarañazosdel rostroyde lasmanos.También ledioaLillianun

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pequeñofrascodecristaloscuro.—Disuelvacincogotasenunvasodeaguayelvizcondedormirátranquilo

estanoche.Lillianlediolasgraciasyvolviósuatenciónalpequeño,quelamirabamuy

pálidodesdelacama.Benedictacompañóalmédicohastalapuertaycerróparaquelosotrosnopudieranoírlos.

—¿Estásegurodequeelniñoestábien?El doctor Carter, un hombre de mediana edad, de rostro amable y ojos

sabios,lelanzóunamiradacomprensivaporencimadelaslentesmetálicas.—Si quiere puede pedir una segunda opinión a un médico de Londres,

milord,peroestoyseguroqueledirálomismoquelehedichoyo:quenosonmásqueunascuantascontusionesyarañazosproducidosporlacaída.Esosí,suhijoaúntieneelsustometidoenelcuerpo,peroyaverácomodespuésdeunanochedesueñoreparador,mañanaapenasseacordarádelincidente.

—Noseránecesarioconfíoenusted,muchasgracias.Colin—hizounaseñalallacayoqueesperabaerguidojuntoalapared—,acompañaaldoctorCarteralapuerta.

Benedictvolvióaentrareneldormitorio.Lillianestabasentadaenelbordedelcolchón;conunamanosujetabaladelniñoyconlaotraleacariciabaelpelo,comosiaúnnopudieracreerqueestuviesebien.

—¿Lehasdadolamedicina?—Sí,milord,yselahatomadosinprotestar,¿noesasí,león?—dijoconuna

cálidasonrisa.Anthonyasintiómediodormido,selecerrabanlospárpados.—Entoncesserámejorquenosvayamosyledejemosdormir.Notóqueellaseponíarígida.Deinmediato,elniñoabriólosojosyseaferró

alamanodesumadre.—¡Noquieroquetevayas,mamá!—Tranquilo,yo...PeroBenedictpusounamanoenelhombrodeLillianparahacerlacallar.—Tuniñeraduermeenlahabitacióndeallado,Anthony,ellateatenderási

necesitasalgo.Loslabiosinfantilestemblaron.«¡Dejadelloriquear,losRushfordnosondelosquelloriquean!»,lavozde

supadreretumbóensucabeza.Benedictapretólospuñosyrespiróprofundamenteunossegundos.Cuando

se sintiómás calmado, rodeó la cama apoyado en el bastóny se sentó al otroladodelcolchón.

—Estatardehassidomuyvaliente,Anthony,ytumadretambién—dijocon

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suavidad—,peroahoraambosnecesitáisdescansar.UnRushfordsiemprepiensaprimeroenelbienestardesufamilia.

Anthonylomiróconfijezaunossegundos,luegosevolvióhaciasumadre.—Veteadormir,mamá.Yanotengomiedo.—Esbozóunasonrisavaliente.Visiblementeconmovida,Lillianseinclinóylobesóenlafrente.—Quetengasdulcessueños,mivida.Elniñogirólacabezahaciasupadre;enlosgrandesojoscastañosasomaba

una muda súplica que no se atrevía a poner en palabras. Con un nudo en lagarganta,Benedictseinclinóasuvezyrozóladelicadapieldelafrenteinfantilconloslabios.

—Descansa, león. Eres un Rushford de los pies a la cabeza. —Anthonyenrojeció de orgullo y, casi al instante, se quedó dormido con una beatíficasonrisaenloslabios.

Sin decir una palabra, Benedict le indicó a su esposa que saliera de lahabitación.

—Vamosalabiblioteca,tevendrábienuntrago.—Noesnecesario,milord,nomegustael...—Insisto—lacortósincontemplaciones.En la biblioteca, Benedict despidió al mayordomo. Él mismo sirvió dos

copasdeoportoysesentóenelsillónjuntoaella.Lilliandiounsorboalasuyayfrunciólanarizconungestodedesagrado.

—Nomeimportaquenoteguste.Telovasabeberigual—dijoinflexible.—Vayayyoquepensé,inocentedemí,quesusmodalesautoritarioshabían

desaparecido.—Eldesacostumbradotonoirónicoqueutilizó,lohizosonreír.—Yaves,elleopardo...Al oírlo, se puso seria de inmediato y se bebió el resto del oporto de un

trago,comositrataradeinfundirsevalor.Conunestremecimientoyunamuecadedesagradoquelodivirtióprofundamente,suesposadejólacopaenlamesita.

—Queríapedirleperdónporeso.Despuésdeloquehahechoestatarde...—Sedetuvo como si fuera incapazde encontrar las palabras,movió la cabezaydijoporfin—:Gracias,milord.¡Muchasgracias!

Selequebrólavoz.Avergonzada,girólacabezaparaquenolavierallorarybuscófrenéticaunpañueloenelretículo.

—Lillian...—Benedictlarodeóconlosbrazosylaestrechócontrasupecho.Ellanoseresistióy,conelrostrohundidoenelelegantechalecodesedayel

puñoaferradoalasolapadesunomenoselegantelevita,llorócondesconsuelo.Benedict apoyó la mejilla en los sedosos cabellos rubios y sonrió con ciertamaliciaalpensarenloquediríasuayudadecámaraaldíasiguiente.

—Hepasadotantomiedo...—dijosuesposasindejardellorar.

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—Ya no tienes que preocuparte, te lo prometo. Salvo por unas pocasmagulladuras,Anthonyestáperfectamente.

Lillianempezóabalbucirfrasessinsentido.—Lo sé,milord, todogracias austed. Jamáspenséque...Quieroque sepa

que nunca... nunca me alegré de lo de su pierna. Sé que le debe de dolerterriblemente y créame que lo siento, pero soy... soy tan feliz.—Los sollozosarreciaroncomosiquisierandesmentiresaafirmacióny,denuevo,aBenedictseleescapóunasonrisa;muchosetemíaqueeloportoquesuesposahabíabebidodeunmodotantemerariocomenzabaahacerefecto.

Sin dejar demurmurarle palabras cariñosas al oído, le acarició la espalda,arribayabajo,hastaquesintióqueelcuerpodelicadoserelajabaporcompletocontraél.

—¿Lillian?Ellanocontestó.Benedict se apartó un poco y, divertido, comprobó que se había quedado

profundamentedormida.—Vaya, y yo que había pensado seducirte con mi aureola de héroe... —

susurró antes de inclinarse sobre ella y depositar un beso ligero en su boca.Entonces la cogió en brazos y se puso en pie sin hacer caso del dolor de lapierna.ElsuavepesodelacabezadeLilliansobresupecholeproducíaunararaemoción.

«Bien hecho, Benedict, solo has necesitado una copa de oporto paraconseguir que se relaje entre tus brazos», se dijo irónico subiendo la escalera.Abrió la puerta del dormitorio y, al verlo con su señora entre los brazos,aparentementeinconsciente,Hannahcorrióhaciaélalarmada.

Benedictlahizoaunladoconungestoycaminóhastalacamadonde,conmuchocuidado,depositólapreciosacarga.

—Ha sidoundíamuyduroparamilady.Está agotada, así queprocurenodespertarla—dijoenvozbaja.

—Porsupuesto,milord—respondióladoncellaenelmismotono.Benedict contempló por unos segundos el precioso rostro, que se veía

completamente relajado en su sueñoy, sin unapalabramás, diomedia vuelta,atravesóelvestidorydesaparecióensusaposentos.

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Como había vaticinado el doctor, salvo por el leve dolor demuñeca, a lamañana siguiente Anthony estaba como nuevo. De todas formas, su madreinsistió en que debía quedarse en la cama, al menos hasta la tarde. Anthonyprotestóunpoco,pero finalmentese resignóycuandoLilliansedespidióparaatendersusquehaceresdiarios,suhijoapenasleprestóatención,completamenteenfrascadoenunatrepidantepartidadepalitoschinosconlaniñera.

Sonriente, bajó la escalera para ir a hablar con el ama de llaves; habíallegadoalvestíbulocuandolapuertadelabibliotecaseabrió.

—Lillian—lallamósuesposo—,¿puedesvenirunmomento?Megustaríahablarcontigo.

—Porsupuesto,milord.Elmarquéssehizoaunladoparadejarlapasarycerrólapuerta.Luegose

dirigió al escritorio, le hizo una seña para que se sentara en la silla que solíaocuparcuandodiscutíancosasreferentesalafincay,remangándoselosfaldonesdelalevita,sesentóasuvezalotrolado.

Lillianapretólasmanosqueteníaentrelazadassobreelregazo;nosabíaporqué,peroalgoenlaactituddesuesposolaestabaponiendonerviosa.

—Creoquedebodarlelasgraciasotravez,milord.Hannah,midoncella,mecontóqueanochemellevóenbrazosamidormitorio.Nocreoqueelesfuerzohayasidobuenoparasupierna,enespecialenundíacomoeldeayerenelquetuvo que...—Hablaba con rapidez, sin saber muy bien dónde posar la vista;habíaalgoenlaintensamiradagrisqueleproducíaunextrañodesasosiego.

LordRavensworthlainterrumpióconungestodelamano.—Notepreocupesporeso.SehizounsilenciotensoyLilliannotóqueseleerizabaelvellodelanuca.—Verás...—La voz profunda resonó como un cañonazo en la biblioteca,

haciendo que alzara por fin los ojos para mirarlo—. Quiero hacerte una

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proposición.¿Unaproposición?LamentedeLillian funcionabaa todavelocidad. ¿Qué

tipo de proposición?Acaso... ¿acaso estaba pensando en solicitar el divorcio?Aquel pensamiento la hizo palidecer.El divorcio no era algo habitual entre laaristocracia inglesa y las pocas parejas que llegaban a ese extremo eran unafuentedeprofundoescándaloquesecebabaespecialmenteenlamujer,quiendeinmediatoseconvertíaenunaauténticamarginadasocial.

—Tranquila.Benedictseinclinósobrelamesadeldespachoyletendióunamano,pero

ellaselimitóaapretarlosdedosenelregazoconmásfuerza.—¿Unaproposición?—repitióalfinenvozbaja.Suesposocogiólaplumaquehabíaenunabandejadeplata,al ladodeun

tinteroymontóndecartassinabrir,jugueteóconellaunossegundosylavolvióa dejar en su sitio. Pese a que el rostro masculino no traicionaba ningunaemoción, un sexto sentido le dijo aLillianque estabamásnerviosode lo queaparentaba.

—Ayer,cuandoAnthonycayóalvacío,dijiste...dijisteunacosa—dijoporfin.Hizounapausaycontinuó—:Dijistequeéleraloúnicoquetenías.

Lillianlomiróconlosojosmuyabiertos,peronodijonada.—TambiénvicómomirabasalbebécuandovisitamosalosWilkinson.Aquelcomentarioterminódedesconcertarla.—¿AlbebédelosWilkinson?Suesposoinspiróprofundamenteylosoltódegolpe:—Creo que anhelas tener más hijos. Hasta ahora, conmigo viviendo en

Londreshasidoimposible.Pesealoquetedijeenunaocasión;sédesobraqueeres una mujer con principios y que te sientes atada a mí por los votosmatrimonialesque intercambiamosanteel altarhacecincoaños.Sinembargo,me he dado cuenta de que es una situación muy injusta para ti. En vista denuestrascircunstancias,adíadehoyesimposiblequetusdeseossecumplan,amenos...

—¿Amenos...?—repitióellaenunsusurro;ledabavueltaslacabezaynoteníalamenorideadeadóndequeríairaparar.

—Amenosquevolvamosaserunmatrimonioreal.—¿Unmatrimonio real?—Era tal sugradode estupefacción,que tan solo

eracapazderepetirsuspalabras.—Sí,unmatrimonioreal—repitióconfirmeza.LaluzempezóahacerseenelcerebrodeLillian.—¿Quiere decir que compartiríamos...? ¿Compartiríamos...? —Se detuvo

incapazdeterminarlafrase;leardíanlasmejillas.

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—Sí,Lillian—losojosgrisesestabanclavadosenlossuyosy,peseaquelehubiera gustado apartar la mirada, había algo en ellos que se lo impedía—,compartiríamoselmismolechoeltiempoquefueranecesariohastaquequedesencinta.

Encinta.Unnuevoembarazo.Unnuevobebéaquienamar;quizáunaniña.Los pensamientos deLillian se atropellaban unos a otros.No supo cuánto

tiempoestuvoasí,conlosojosclavadosenél,perosinverloenrealidad.Enloúnicoquepodíapensareraenelcalordeunapequeñabocaaferradaasupecho;en la piel suave de un recién nacido; en el olor tan especial que desprendían.Tardóunosminutosenvolveralarealidad.

—Yusted,milord—dijo por fin en una voz que no le pareció la suya—,¿regresaríadespuésaLondres?

Benedictasintióconlacabeza.—Siesesoloquequieres...«Lo que quiero. ¿Qué es lo que yo quiero, en realidad?», se preguntó

aturdida.Suesposoestabaacostumbradoa...aestarconmujeres;ellamismasesentía

sorprendidadelomuchoqueestabaaguantandoenRavensworthPark,lejosdesusdiversioneshabituales.HabíadadoporhechoqueregresaríaaLondreshacíadías, pero él seguía allí y ahora... ahora esto. Esta extraña proposición. Peroquizánoeratanextraña,siguiópensando;absortaenlosdedosqueretorcíasinser consciente de ello en el regazo. Según tenía entendido, los hombresnecesitabandelcalordeunamujerycualquieraunpocopresentablelesbastaba.Talvezeraunaformadedistraerse.Seguroquesuesposopensabaque,enunassemanas—quizáunosdías a lo sumo, si resultaba ser tan afortunado como laúltimavez—,élretomaríasuvidalejosdeallíyellaestaríaentretenidaalmenosporotroscincoaños.

La idea resultaba extrañamente dolorosa. Sin embargo, la imagen de esebebé imaginario en el que no había dejado de pensar desde que él lo habíaconjurado ante ella se impuso y relegó el pensamiento anterior a un rincónoscurodesumente.

Solo tendría que compartir el lecho con él unos días, se dijo a sí misma.Despuésélseiríayelbebéseríasolosuyo,comolohabíasidoAnthony.Lilliansemordió los labios hasta casi hacerse sangre. PorDios, ¿pero en qué estabapensando? ¿Estaba loca? ¿Acasohabía olvidado el dolor y la humillaciónquesintió aquella primera y única noche? ¿Cómo podría volver a pasar por algosemejante?Perootravoz,queestabamuylejosdelaáridalógicaquepugnaba

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porimponerse,lesusurrótentadoraquesoloporpodertenerotrohijoounahijaentrelosbrazosvaldríalapena.

—Noesnecesarioquecontestesahora;puedespensarenellounosdías.Unavezmás, lavozprofundadesuesposo laarrancódesuscavilaciones.

Levantó los ojos y los posó en el rostromasculino, atractivo pero implacable,que estaba frente a ella, luego bajó lamirada a lasmanos, de dedos largos yelegantes, que jugueteaban de nuevo con la pluma.La idea de volver a sentiresosdedosen lugaresquenisiquiera lossuyoshabíanexploradoantes,casi lahizolevantarseyhuirdeallídespavorida.Sinembargo,lainesperadapropuestahabíaabiertounincreíblehorizontedeesperanzaenesefuturoqueseleantojabacadadíamásdesolador.

Inspiróprofundamenteysoltóelairedespacio.—No. No necesito pensarlo. Acepto su propuesta, milord—dijo con una

firmezaqueaellamismalasorprendió.—Bien.—Selimitóadecirélsinquesucaratraicionaselamenoremoción.

Luego inspiró profundamente y añadió—: Esta noche, después de cenar, tevisitaréentusaposentos.

Lilliantragósalivaincapazdedecirnada.Enelfondo,¿quéeraloquehabíaque decir?, se dijo reprimiendo una risita histérica. Como accionada por unresorte,sepusoenpie,inclinólacabezaysalióatodaprisadelabiblioteca.

Benedict se quedó mirando la puerta cerrada mientras trataba de que elaceleradolatirdesucorazónvolvieraalanormalidad.

—¡Hadichoquesí!—susurróexultante.Todavíanopodíacreerlo;casisehabíaconvencidoasímismodequeellase

negaríaenredondoy,alverelabanicodeemocionesquehabíanpasadoporelrostroexpresivo—unprofundotemorentreellas—,lohabíadadoporhecho.

Semirólasmanos.Temblaban.Noentendíaporquéestaba tannervioso; aunque fuera suesposa, era solo

otramujer.Sí.Asintióconfirmeza.Laharíasuya,aliviaríalaheridaquehabíainfligidoensuorgulloalrechazarloy,enunosmeses,sehabríaolvidadodeellaporcompleto.Todavíapasóunratoantesdequepudieraempuñarelabrecartaspara abrir la correspondencia sin temor a cortarse. Estuvomás demedia horaleyendocartassinenterarseapenasdelcontenidohastaque,conunamaldición,lasarrojódenuevosobreelescritorioydecidióque loquenecesitabaeraunabuenacabalgada.

OrdenóqueleensillaranaThunderer.Enlosúltimosdíaslohabíamontadovarias veces y, aunque el caballo parecía haberse recuperado por completo,todavía no se había atrevido a galopar. Ese día, en cuanto llegó a la extensapradera, le dio rienda suelta. El animal, que parecía haberse contagiado de su

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excitación, corrió por la hierba húmeda con la ligereza de antaño y, cuandoalcanzaronlabarreradearbustosquemarcabael límitedelapradera,volóporencimasinelmenortitubeoyaterrizóalotroladoconsuavidad.Conungritodetriunfo, Benedict siguió galopando y, horas más tarde, montura y jineteregresaronalascuadrassudorososyfelices.

—Buen trabajo, Jones—felicitó al jefe de caballerizas en cuanto bajó delcaballoyletendiólasriendas.

—Para eso estamos, milord. —El fiel empleado respondió con su frasehabitual.

Por la tardeBenedict se acercó a las habitacionesde los niños, peroni suesposa ni su hijo estaban allí. Cuando preguntó, la niñera le dijo que habíansalidoadarunpaseoyyanolaviohastaquesereunieronenelcomedora lahoradelacena.Esanoche,Lillianllevabaunvestidodesedaverdequerealzabaeltonodoradodesuscabellos,recogidosenloaltodelacabezasalvoporunpardemechonesquelecaíanaambosladosdelrostro.Pesealescotediscreto,losojosdeBenedictserecrearonmásdelacuentaenlapielblancaysinmáculaquedejabaaldescubierto,ytuvoqueobligarsearespirardespacioparaevitarqueloslatidos de su corazón se descontrolaran una vez más. Al ver que su esposaposabalamiradaentodossitiosmenosenél,nolecupolamenordudadequehabíaestadoevitándolo.

«Unesfuerzo inútil,querida,estanocheserásmía», seprometióy, solodepensarlo,el familiarardorque loasaltabaencuantoposaba losojosenellasetornóenunfuegocandente.

Peseaquealolargodelacenalaconversaciónfluyósinproblemas,noseleescapócuánamenudoellacontestabaalazaraalgunade laspreguntasque lehacía,comosituvieralacabezaenotrositio.Tambiénnotóqueapenasprobababocado,sinoqueselimitabaaarrastrarlosalimentosdeunladoaotrodelplatoconeltenedor.Despuésdebeberselacopadevinocasideuntrago,suesposalehizo una seña aTobin para que no se la rellenaramás.Benedict se alegró.Élapenashabíaprobadoelvino.Esanocheteníauninterésespecialenconservarlacabezadespejada.Esanoche ibaadarleuna lecciónquenuncaolvidaríaaesaesquiva mujer: Benedict Saint Pierre Rushford no era un hombre que llevarabienelrechazo.

Porfinterminarondecenarypasaronalabiblioteca.Lilliantomóasientoenelsofáqueestabafrentealachimeneaencendidaysearrebujóunpocomásenel suavechalde lanamerinaque sehabía echadopor loshombrosal salirdelcomedor,comosi tuviera frío.EncuantoTobin le sirvióalmarquéseloporto,losdejósolos.

—¿Seguroquenoquierestomarnada?—Losojosgrisesseposaronenlas

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manosqueellaretorcíasincesarenelregazo.Alverladireccióndesumirada,Lilliandesentrelazólosdedosenelacto.—No,nada,graciasmilord—contestócomounaniñabieneducada.Benedict contuvo una sonrisa; en el estado de nervios en el que se

encontrabasuesposa,noseríaunabuenaideaquepensaraqueseestabariendodeella.Con lacopaen lamano,sesentó juntoaellayal instantenotóque ladelicada espalda, que como de costumbre no tocaba el respaldo, adquiría unaciertarigidez.

—Lillian...—susurrócercadesuoreja.Suesposadiounrespingoysepusoenpie.—Será... serámejor queme retire. Estoy... estoy cansada.—Al oírse a si

mismarepetirlacoletillaquehabíausadolasprimerasnochesquehabíancenadojuntos,enrojecióviolentamenteysemordióellabioinferior.

—Muybien.Yosubiréenunosminutos.Cruzaronunamirada;enlosojosgriseshabíaunaprofundadeterminación,

enloscastañosunterror indisimulable.Sindecirunapalabra,Lillianseapretóconfuerzaelchalentornoaloshombrosysaliócasicorriendodelahabitación.

Sinapartarlamiradadelasllamas,Benedictdiounlargotragodeoporto.Bien, se dijo exhalando un profundo suspiro; había llegado la hora de la

verdad. Esperaba que la experiencia que había adquirido saltando de cama encama en los últimos años lo ayudara ahora a complacer a una esposa casivirginal,queseestremecíacomolasramasdeunsaucecadavezqueseacercabaaellamásdelacuenta.

Sellevódenuevolacopaa los labios,perolopensómejoryladejóenlamesita.Sepusoenpie,cogióelbastón,saliódelabibliotecay,despacio,empezóasubirlaescalera.

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Benedict llamó a la puerta con los nudillos y abrió sin esperar respuesta.Comoensunochedebodas,Lillian loesperabadepie,aferradaalpostede lacama.Comoaquellanoche,estabavestidaconunelegantecamisónconunsaltodecamaajuegodeuncolorrosapálidoquesugería,sinmostrarlas, lascurvasjuveniles.Elcabellorubiolecaíaenondasbrillanteshastamuchomásabajodelos hombros y, al verlo, los ojos grises lanzaron un inconfundible destello dedeseoquehizoquelosnudillosdelapequeñamanoqueseaferrabaalpostedemaderacomosifueraunatabladesalvaciónsepusieranblancos.SelaveíatanvulnerablequeBenedictseolvidóenelactodelecciones,orgullosyvenganzas.Concuidado,dejóelbastónapoyadocontraunasillayseacercóaellacojeando.Extendiólamanomuydespacio,paranoasustarla,yleacariciólapálidamejillaconeldorsodelosdedos.Lilliantemblóvisiblemente.

—Tranquila—susurróconvozronca—.Yanosoyunmuchachoaterradoysinexperiencia.

Porprimeravezdesdequehabíaentradoeneldormitorio, el temoren losojoscastañosfuesustituidoporunaexpresióndesorpresa.Benedictsonrióconternura.

—No lo habías pensado, ¿verdad? —Su esposa negó casiimperceptiblementeconlacabeza.Élsepusoseriodenuevo,lecogióelrostrocon ambasmanos y dijomirándola a los ojos—:Sé que te hice daño, pero teprometoqueestanocheserádistinto,¿mecrees?

Laviotragarsalivaantesdeasentirensilencio.—Bien.—Benedictsoltóelairedespacioyleacariciólospómulosconlos

pulgares,sindejardemirarlaalosojos.—Serámejor...—Semordióloslabiosnerviosayempezódenuevoconuna

voz trémulaque resultabadifícil de entender—.Será...mejorque.... apague laluz.

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Hizoademándealejarsedeélparaapagarelcandelabrodedosbrazosqueardíaenlamesilladenoche,peroBenedictnoselopermitió.

—Enlaoscuridadsoloacechaelmiedo.Estanochetedaráscuentadequenotieneporquéhaberbarrerasentrenosotros.

Muydespacio,inclinólacabezaylabesóenlafrente.Sinprisa,recorrióelpreciosorostroconloslabios:lascejas,lospárpadostemblorosos,lospómulos,lamejilla, ladelicadamandíbula...Laoyóexhalarun levesuspiroy,entonces,comohabíadeseadohacerdesdequehabíaentradoeneldormitorioy lahabíavistoconelpelosuelto,enredólosdedosenlashebrassedosasylabesóporfinenlaboca.

«Oh,Diosmío»,pensóalsentirlasuavidadesabocatrémula.Suesposa tampocotenía lamenorexperienciaenbesos,sedijo.Senotaba

quenosabíaquéhacerconlos labiosy labrevepresiónqueejerciócontra lossuyos,quenosesabíabiensierapararesponderasuscariciasopararechazarlo,hizoqueunagudoramalazodedeseoloinvadiera.Conlosdedosenredadosenloslargoscabellos,lapegócontrasucuerpoyalintroducirlalenguaensuboca,estafuerecibidaconunaexclamacióndesorpresa.

—Lillian...—susurrócontrasuslabiosantesdehundirelrostroenlacurvade lagargantaymordisquear la suavepieldelcuelloconunhambrecomonorecordabahabersentidojamás.

Laapretómáscontrasí.Nilabatadeterciopeloabiertaylafinabatistadelacamisa de dormir ni el salto cama y el sugerente camisón eran barrerassuficientes para disimular la intensidad de su deseo o la suave presión de lospequeñossenoscontrasupecho.

Benedictsedijoqueestabayendodemasiadodeprisa.Siseguíaasí,corríaelriesgodeperderelcontrolyesoera loúltimoquedeseabaesanoche.Conunesfuerzosobrehumano,laapartóunpocoysequedómirándola.Suesposateníalosojoscerradosy labocaentreabierta, lospequeñospechossubíanybajabancon rapidez bajo la tela del camisón y lasmanos le caían a ambos lados delcuerpo.Todavíanolohabíatocado.

—Lillian,abrelosojos.Obedeció despacio. Las miradas de ambos se encontraron y el deseo

desnudoqueasomabaenlosojosgriseshizoquelaspálidasmejillassetiñeranderojo.

—Te has dado cuenta, ¿verdad? —dijo con voz ronca—. Por fin eresconscientedehastaquépuntotedeseo.

El rubor de las mejillas femeninas se acentuó al oír esa confesióndescarnada,peronoapartólamirada.Conlamismalentitudquehabíaempleadohastaentonces,Benedictextendiólasmanosy,sorprendido,notóquetemblaban

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ligeramente.Condelicadeza,lequitóelsaltodecamaantesdedesatarunodeloslazosquesosteníanel transparentecamisónen loshombros.Unode lossenos,pequeñoypálido,quedóalaire.Ellahizoademándetaparseconlamano,peroBénedictlasujetóporlamuñecaynoselopermitió.

—Tanbella...—susurróantesdeinclinarsesobreélyatraparloconlaboca.Oyólaexclamaciónahogadaquelanzósuesposayelestremecimientoque

laacompañóque,enestaocasión,sabíaquenoerademiedo.Conlapuntadelalengualamióeldelicadopezónrosadohastaquesepusodurocomounguijarro.Por fin alzó la cabeza y, con dedos nomuy firmes, procedió a desatar el otrolazo.

Elcamisóncayóalospiesdesuesposacomounanubedeespuma.Benedictdeslizó lamiradaa lo largodel cuerpopálidoyexquisito.Desde losmenudospiesdescalzos,subióporlaspiernaslargasybienformadasqueterminabaneneladorable nido entre las ingles, admiró las caderas redondeadas y los pechosblancosqueparecían llamarlo; eraun cuerpo firmey juvenil en el queno fuecapazdedistinguirelmenorrastrodeunembarazo.AhoraLilliantemblabadepiesacabeza,peronointentótaparse.

—Tanbella...—repitió.Entonces,comosisalieradeuntrance,sequitólabataylaarrojóalsuelo,

luego se sacó la camisa de dormir por la cabeza e hizo lo mismo.Completamentedesnudos,quedaronfrenteafrente.NotóqueLillianlomirabaasu vez y la caricia de esos ojos curiosos que le recorrían el cuerpo lo excitótodavíamás.Sinunapalabra,lacogióenbrazosylallevóalacama.

Concuidado, ladejósobre lassábanasyse tumbósobreellademodoquehastalaúltimaporcióndelapieldesnudadeunoquedóencontactoconladelotro.Entonces,seincorporósobrelosantebrazosylabesóenlaboca.Estavez,ellaledevolvióelbesoconunaciertatorpezaquelecautivó.

Alzólacabezaylamiróalosojosconternura.Lilliantambiénlomiraba.—¿Sabes?,tútambiénpuedestocarme.La sonrisaque sedibujó en los labiosde su esposa le robó el alientoy el

contactodesusdedos,queleacariciabanlosmúsculosdelaespaldacontimidez,learrancóungemidodedeseo.

Unavezmás,Benedicthizounconsiderableesfuerzoparacontrolarse.Conla ayuda demanos y boca recorrió, una por una, todas las lomas y todas lascavidadesqueconformabanesecuerpoenloquecedorhastaquesupo,sinatisbodeduda,queestabalistapararecibirlo.

—¡Milord!—Unaexclamacióndesesperadabrotóde los labios femeninos,altiempoquesearqueabacontraél.

—¿Milord?—susurró contra su bocamientras exploraba con los dedos el

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tibionidoentrelaspiernas—.Diminombre,Lillian.—Benedict,porfavor...—suspiró.Incapazderesistirsemás,Benedictseposicionóentrelosmuslosfemeninos

y,conunpoderosoimpulso,sedeslizódentrodeellaysehundióhastaelfondo.Apoyadoenlosantebrazosyconelcuerpotemblorososedetuvo.

—¿Estásbien?Enrespuesta,Lilliansearqueódenuevocontraélyelgemidoquebrotóde

sugargantacasilehizoperderlacabeza.Despacio,sepusoenmarchadenuevotratandodecontrolar la fuerzadesusembestidas.Tenía la frenteempapadadesudor y se había olvidado por completo del dolor de la pierna. Siguiendo uninstintoatemporal,Lillianenrollólassuyasalrededordesuscaderasysemovióalcompás.Benedictnotóqueestabaallímitedesuresistencia.Enesemomentoella abrió los párpados y los ojos castaños y los grises se encontraron en elprecisoinstanteenelqueambosalcanzabanelpuntodenoretorno.Peseasusmuchos escarceos amorosos, Benedict nunca antes había experimentado unsentimientode comunión semejante.Por los ojos castañospasaron lasmismasemociones que él estaba sintiendo en ese mismo instante: deseo, pasión,incredulidad y, finalmente, un profundo éxtasis que los dejó sin fuerzas.Exhausto, se dejó caer sobre ella, incapaz de moverse. Por fin consiguióincorporarse y se hizo a un lado, aunque siguió rodeándola con un brazo; nopodíasoportarlaideadequesealejaradeél.

—¿Estásbien?—repitiótodavíasinaliento.Lillianacomodómejorlacabezaenelhuecodesubrazo.—Oh,sí.—¿Esosmiedos?—Olvidados,milord—dijosomnolienta.—Bien.—Girólacabezaylabesóenlosfragantescabellosdorados—.Si

noteimporta,descansaréunmomentoantesdeirmeamihabitación.—Claro...—Lillianbostezó,searrebujóunpoquitomáscontraélysequedó

dormidaalinstante.Alnotar el ritmo regularde su respiracióncontra el costado, la sonrisade

Benedictsehizomásancha.—Unratitomásymevoy.—Nadamásdecirlo,cerrólosojosysesumióen

unsueñoprofundo.

§Lillian abrió despacio los párpados. Hannah acababa de descorrer las

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cortinasylaluzdelsolentrabaaraudalesporlaventanadeldormitorio.—¡Estardísimo!Seincorporósobresaltada,peroentoncesrecordóqueestabaestabadesnuda

ysesubiólassábanashastalabarbilla,notandoelcalorardientedelasangreenlasmejillas.

—Nosepreocupe,milady.Milorddioordendequeladejaradormir.Conlasmejillascoloradasysinatreverseamirarasudoncella,Lilliandijo

envozbajayvacilante:—¿Hasvisto...?¿CuándohasvistoalordRavensworth?Hannahpuso labandejaconelchocolateen lamesilladenoche.Luegose

agachó,cogióelcamisónqueestabahechoungurruñoenelsuelo,losacudióunpocoyseacercódenuevoalacama.

—Serámejorquesepongaesto,milady,ocogeráfrío.Obediente,Lilliandejóquelepasaralaprendaporlacabezaantesdemeter

unbrazoporunadelasmangasyluegoelotro.Soloentoncessoltólassábanasyseatrevióadirigirleunamiradade soslayoa lamujerque lahabíaayudadoavestirse y a peinarse casi desde que aprendió a andar. Sin embargo, el brillopícaroquedetectóenlosojososcuroslahizodesviarlavistaatodaprisa.

—Nose avergüence,milady.—Lediounaspalmaditas consoladoras en eldorsode lamanoque,denuevo,sehabíaaferradoa lasábanacomoelqueseagarra a una rama antes de que le arrastre la riada—.Habría que ser ciega ysordapararesistirseaalguiencomomilord.

Pese a queLillian estaba acostumbrada a las confianzasque se tomaba sudoncella—al fin y al cabo, la había visto crecer y había sido la receptora deinnumerablesconfidencias—,esoyafuedemasiado.

—¡Hannah!—Perdón, milady. —Hannah, que no parecía arrepentida en absoluto, le

pusolabandejaconlatazadechocolatesobrelosmuslos—.Haréquelesubanaguacalienteparaelbaño.

—Muybien—dijocontodaladignidadquepudoreunir.Parasualivio,ladoncellasaliódeldormitorioyLillianpudopensarporfin

en lo ocurrido la noche anteriormientras daba pequeños sorbos de chocolate,conlamiradaperdidaenalgúnpuntodelapareddeenfrente.

§Recordabaquesehabíadespertadoalamanecerconunaincreíblesensación

debienestar.Habíaabierto lospárpadosdespacioypasóun ratohastaquesus

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ojosseadaptaronalapenumbraquereinabaenlahabitación.Estuvoapuntodedar un grito cuando descubrió el rostro de su esposo casi pegado al suyo.Depronto, cayó en la cuenta de que la superficie caliente y dura sobre la quedescansabasumanoeraunpechodesnudoydequeunadesuspiernasestabaíntimamenteentrelazadaconlaspiernasmasculinas.Contuvolarespiraciónysequedómuyquietaobservandoalhombrequedormíaasulado,completamenteajenoasuescrutinio.

En reposo, tenía un aspectomuchomás joven y no parecía tan peligroso.Concuidado,Lillianliberólapiernaqueestabaatrapadaentrelassuyasyapartólamano.Benedictgruñó,comosi echarademenosel calorquedesprendía sucuerpoy, sin despertarse, la rodeó conunbrazoy la volvió a pegar contra sucostado.Conlanarizhundidaenlascostillasmasculinas,Lillianaspiróelaromaasudorlimpioyrestosdeljabóndemaderadesándaloqueutilizabaparaelaseoy,mientrastratabadepensarenelmododealejarsedeélsindespertarlo,volvióaquedarseprofundamentedormida.

§—Desdeluego,sabebiencómocomplaceraunamujer—dijoenvozalta,al

tiempoquevolvíaadejarlatazaenlabandejaconungolpeseco.Estaba claro que ya no quedaba en él ni rastro del joven aterrado y sin

experiencia—segúnsuspropiaspalabras—desunochedebodas.Lociertoeraque,laspocasvecesqueLilliansehabíaparadoapensarenaquelladesastrosainiciaciónalavidamarital,jamásselehabíapasadoporlacabezalaideadequequizá su flamante esposo fuera tan inocente como ella.Había dado por hechoqueunjovendeveintidósaños,enespecialunotanatractivocomoelvizcondeCourtenay,quedebíadeestaracostumbradoaquelasmujerescayeranrendidasasuspies,tendríaunavastaexperienciaenesaslides.

Sin embargo, al contrario que la primera vez, su actuación de la nocheanteriornohabíadejadonadaquedesear.ElmarquésdeRavensworthsehabíaenfrentado a una mujer aterrada y, sin demasiado esfuerzo, la había hechoolvidarsedetodoloquenofueranesosdedoscuriososyesabocaávidaquelallevaban,unayotravez,acimasdeplacernisiquieraimaginadas.

¿Cuántas mujeres habrían pasado por su cama en esos años que habíanestado separados?, se preguntó. ¿Cuántas habrían amanecido acurrucadas ysaciadasentresusbrazos,comoellaesamismamañana?Lilliantratódeignorareldolorsordoqueleproducíanesaspreguntasdelasque,enrealidad,noqueríasaberlarespuesta.

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—Seamosprácticos.—dijoenaltounavezmás,yeltonoimpacientedesupropiavoz lahizo reaccionar.Eranecesario elaborarunaestrategia,decidió,yparaelloteníaquemirarcaraacaraaesanuevasituaciónalaqueseenfrentaba.

Condecisión,Lillianempezóahacerunalistamental:uno,eraevidentequeel marqués de Ravensworth era un hombre muy orgulloso y debía de haberconsideradosurechazocomounreto;dos,nodescartabalaposibilidaddequelaideadesuesposofuerahacerqueseenamoraralocamentedeélparadarleunalección; tres, teníamuyclaroquenopodíapermitirqueesehombrevolvieraaromperle el corazón; cuatro, sin embargo, no deseaba renunciar a lasextraordinariassensacionesquehabíaexperimentadoentresusbrazos lanocheanterior; cinco, además esas actividades nocturnas, tan increíblementesatisfactorias,llevabanaparejadasunadoblerecompensa:porunlado,elplacerfísicoy,porotroymuchomásimportante,laposibilidaddeconcebirdenuevo.

Lillian pasó un buen rato dándole vueltas a todas esas cuestiones y,finalmente, llegó a una conclusión: sacaría el mayor provecho posible de esanuevasituación,peronocaeríaenlatrampayconservaríaelcorazónintacto.

Satisfecha, asintió con la cabeza. Justo en ese momento, tras un leverepiqueteodenudillosenlapuerta,estaseabrióyentraroncuatrosirvientasquecargabanlaaparatosalatinadecobreyvarioscubosllenosdeaguacaliente.

§Benedict cabalgaba a lomos de Thunderer; después de la noche anterior,

necesitabadespejarseconunabuenagalopada.Enunmomentodadotiródelasriendasyelfogosocaballoredujolavelocidad.Sindarsecuenta,habíallegadoaunodesusparajesfavoritosenRavensworthPark:unapequeñalagunaocultademiradas indiscretas, formada por uno de los meandros del pequeño río queatravesaba la finca, donde solía refugiarse cuando era niño después de algúnenfrentamientoconsupadre.

Detuvo el caballo y se bajó con cuidado. Después de atar las riendas deThundereraunarama,seacercócojeandoaunarocaplanaqueasomabacomountejadilloporencimadelagua.Lamañanaeracálidaylospájarosalborotabanentrelasfrondosascopasdelosárboles,cuyashojastamizabanlaluzdoradadelas primeras horas del día. Con esfuerzo y algún que otro gruñido, Benedictconsiguió sacarse las botas demontar, se quitó lasmedias y dejóque los piesdescalzoscolgaranporencimade la rocahasta sumergirseen la fríacorriente.Luegoseechóhaciaatrásconlasmanosentrelazadasdetrásde lanucaymirólashojasquesemovíanalcompásdelaligerabrisaconunmurmulloarrullador.

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Alcabodeunossegundos,cerrólosojosmientrastratabadeconcentrarseenlossonidosde lanaturaleza.Cuandoeraniño, esepequeño ritual lehabíabastadoparaolvidarsedetodo;sinembargo,enestaocasiónnosirvió.

Todavíapodíasentirelpesodelacabezadesuesposaenelhuecodelbrazo,el calor de su cuerpo contra el suyo, la fragancia que desprendían los suavescabellosdorados, que se imponía sobre el olor amusgoymaderahúmedadelbosque.Nunca antes se había quedado a dormir junto a unamujer con la quehubieracompartidounashorasdepasión.Porlogeneral,unavezsaciadosolíavestirseysemarchabaasucasacuantoantes,sinhacercasodelasprotestasdeladamaencuestión.AmanecerjuntoaLillianhabíasidounanuevaexperiencia;unanovedadmuyagradable,nopodíanegarlo.Suesposateníaunaspectomuydeseablecuandodormía,enespecial,eseadorablemohínquehacíaconlaboca,que parecía pedir besos a gritos. Había tenido que echar mano de todo suautocontrolparanohacerlasuyadenuevo;unsextosentidoledecíaque,apesarde la pasión que sin duda habían compartido la noche anterior, no debíaprecipitarse.

Sinembargo,despertarasuladonohabíasidolaúnicanovedadquesehabíaproducidoesanoche.Notóqueseleacelerabaelcorazónalrecordarelprecisomomentoenelqueambossehabíanmiradoalosojosyhabíancompartidouninstantefueradeltiempo.

«Uninstantefueradeltiempo,quépoético»,sedijosarcástico.Peropormuchoquequisieranegárseloasímismo,Benedictsabíaqueesa

noche había sido especial; tan especial, que estaba muerto de miedo. No legustabaelmodoenelquesuesposalehacíasentir;noqueríareconocerqueasulado se sentía vulnerable. La vulnerabilidad no era una emoción propia de unRushford.

—Estás imaginandocosas—sedijo envoz alta—.Lode anoche fuemuyagradable,novoyanegarlo,perodeahíapensarquehayalgomás...Meprometíamímismoquelaharíamíayesoesloquehehecho,nohaydudadequeellatambiéndisfrutó.Exploraremosjuntoselexcitantemundodelalujuriay,cuandonos cansemos, regresaré a Londres y retomarémi vida exactamente donde ladejé.Sinembargo,nohayprisa...

No,Benedictnoteníaningunaprisa.Dehecho,esperabaqueenestaocasiónellanoconcibieracontantarapidez;aúnteníamuchascosasqueenseñarleasuesposa.Volvióasentirlamismaexcitaciónquelanocheanteriorsolodepensarenello.

—Serámejorqueregreseya.—Denuevohablóenvozalta.De pronto, ardía en deseos de volver a ver a Lillian, así que tiró de las

riendasparaobligaraThundereradarmediavueltaysepusoenmarcha.

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19

Benedictlaencontródesayunandoenelcomedor.—Buenosdías.—Endoszancadasseplantóasuladoysinhacercasodela

presenciadeTobin,queacababadedejarunapesadacafeteradeplataencimadelamesa,seinclinóylediounbesoenelcuello.

—¡Milord!—susurróabochornada,yBenedicttuvolasatisfaccióndeverelencendidoruborquelesubióporelcuelloylasmejillas.

Sesentóasuladoylamiróconelceñofruncido.—¿Milord?Leparecióqueelrojodelasmejillasseacentuaba.—Noestamossolos...Benedict—dijoenvozbaja,conlosojosclavadosen

latostadaquehabíahechoaunladocomosiacabaradeperderelapetito.Unavezmás,élseinclinóylesusurróaloído:—Entoncestebesarécuandoloestemos...Semordió el labio inferior,muerta de vergüenza, y a Benedict le pareció

todavía más encantadora que de costumbre. Por él habría seguidoatormentándolaunbuenrato,perosuesposadejólaservilletasobrelamesayselevantó.

—TengoqueirahablarconlaseñoraHarlow—anuncióconunaestudiadadignidaddesmentidaporelfuriosorubordelasmejillas.

Los ojos grises la miraron apreciativamente por entre los párpadosentornados.

—Bien, entonces nos... veremos más tarde.—Aquel tono insinuante hizoqueellaemprendieraunarápidaretirada,quemásparecíaunahuída.

Conunacarcajada,Benedictcogiólatostadaquehabíadejadosuesposaenelplatoylediounbuenmordisco.

—¿Deseaalgo,milord?—Elmayordomolomirabaimpasible.—Una cerveza, Tobin, y un buen plato de huevos con riñones. ¡Estoy

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hambriento!—Enseguida,milord.

§Los últimos días de ese insólito verano de cálidas temperaturas y cielos

despejados transcurrían con lentitud. Los moradores de Ravensworth Parkpasaban la mayor parte del tiempo al aire libre. Paseos a caballo, mañanas ytardes de pesca, invitaciones a fiestas en los jardines del vecindario, bailesinformalesenlosmodestossalonesdelayuntamientodeCastlewind...

Losdíasseparecíanmucholosunosalosotrosy,sinembargo,Benedictnorecordabahaberexperimentadounasatisfacciónsemejante.Eldescontentoquelohabíaperseguidoenlosúltimosañoshabíadesaparecidoporcompleto.Conlaayuda del administrador y de su esposa se había embarcado en una serie decambiosnosolodestinadosafavorecer laproductividaddeRavensworthPark,sino también a mejorar las condiciones de vida de los arrendatarios. Por finsentíaqueteníaunpropósitoenlavida.Susdíasestabanllenosylasnoches...

Ah,sedijoBenedictcomplacido, lasnoches...Fijó losojosenel rostrodeLillianque charlaba amigablemente con ladyForrester y la señoritaHampton,sentadasnomuylejosdeélsobrelosmullidosalmohadonescolocadossobreunade las mantas que los lacayos habían extendido por todo el jardín. En esemomento,ellaalzólamiradaylopillóobservándola.Deinmediato,lasmejillasfemeninas adquirieron un delicado rubor, y Benedict tuvo que recordarse confirmeza que en la alta sociedad inglesa no estaba bien visto que los espososbesaranapasionadamenteasusesposasdelantedetodoelmundo.

Enesemomento,EdwardHavishamseacercóadóndeestabanlasmujeres,quelorecibieronencantadas,yempezóacharlaryabromearconellas.Benedictapretó lasmandíbulas.Laaltasociedad inglesa tampocoveríaconbuenosojosquederribaradeunpardepuñetazosalqueridovicario,sedijosarcástico.SabíadesobraqueentreHavishamysuesposanohabíanadadeíndolesexual,perosaberlonoquitabaquesintieraunaprofundaenvidiadelarelacióndecariñoyconfianzaquereinabaentreambos.

Depronto,elbuenhumordelquehabíagozadolosúltimosdíasseevaporóde golpe. Benedict no era estúpido y no se le había escapado que, pese a lapasión que su esposa y él compartían en cuanto cerraban la puerta deldormitorio,ellaseguíamostrándoseesquivadeunamanerasutil.Dabaigualquepor la noche perdiera la cabeza entre sus brazos, daba igual que gritara sunombrecuandoalcanzabaeléxtasis,daba igualquecadavez loacariciaracon

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mayorabandono;cuandollegabaeldía,Lilliannopermitíaqueseacercara,nisiquieraunpoquito,aloquefueraqueescondíadetrásdeesasonrientefachadadebuenosmodales.

No.Esonoera loqueélhabíaplaneado.Sinquerer, aplastóenelpuñoeldeliciosoemparedadodepepinoqueacababadecogerymascullóunamaldiciónque arrancó una exclamación escandalizada de los arrugados labios de lacondesaviudadeBourton;unaancianaremilgadaalaquetratabadeentretenerporpeticiónexpresadesumadre.No.Él,BenedictSaintPierreRushford,queríaunarendiciónincondicional.¡YporDiosquelatendría!Siguiendounimpulso,sedisculpóconunabrusquedadquesolosirvióparareafirmarlosprejuiciosdelaancianasobrelasnuevasgeneracionesycaminócojeandohaciadondeestabasuesposa.

§LillianescuchabaconaparenteinteréslarecetadelosbollitosdeBath,que

enesemomentodesgranabalaseñoritaHamptoncontodolujodedetalles,peseaquesuspensamientosestabanenotraparte.Enconcreto,enelhombrealtoyatractivoque,apoyadoenunbastónconeseaireinnatodedescuidadadistinción,charlaba con la condesa viuda de Bourton, una mujer insufrible a la que lamayoríade los invitadosprocuraba evitar.Lo curioso eraque, porunavez, laancianacondesaparecíaestardisfrutandodelacompañía;inclusolaoyóreír—unaespeciedecloqueocasioxidadoporfaltadeuso—enunpardeocasiones.

Tampocoleextrañabademasiado,sedijodesviandolamiradahaciaelrostropocoagraciadodelaseñoritaHampton.Siseloproponía,suesposoeracapazdeencantarhastaalaspiedras.Ellalosabíamejorquenadie.

—El comino es fundamental, ¿no está de acuerdo lady Ravensworth?—Lillian asintió con aire ausente, pero su interlocutora no lo notó su falta deatención.

Noteníasentidotratardeengañarse,sedijosumergidaporcompletoensuspensamientos;peseaquehabíahecholoimposibleporresistirse,alfinalhabíacaídoenlatrampa.

«Comotantasotras,imagino»,pensódandounsorbodeté.Había sido una ingenua al pensar que se podía compartir semejante

intimidadconunhombresinsentirseafectada.Alolargodeldía,comounadeesas mujeres de virtud fácil, soñaba con las caricias expertas de su esposomientras esperaba con ansia el momento en el que él la visitaría en susaposentos. Sin embargo, eso no era lo peor. El verdadero problema residía en

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que era perfectamente consciente de que, para él, seducirla era tan solo unaespecie de desafío deportivo.Lo peor era que, no solo se había rendido a suscaricias,sinoquecomounaestúpidasehabíaenamoradodeélunavezmás;unenamoramientoque,estavez,nada teníaqueverconeldeunaniñaquesueñaconelhéroedelcuento.

Su esposo no era un héroe ni mucho menos. En los últimos días habíasostenidolargasconversacionesconlamarquesaviudasobreél.Enestaocasión,no se había negado a escuchar los alegatos que su suegra deseaba hacer endefensa de su hijo. Esas largas conversaciones la estaban ayudando acomprenderlo mejor. Benedict Saint Pierre Rushford no era el aristócrataindolente y perverso al que había odiado desde aquella desastrosa noche debodas;BenedictSaintPierreRushforderaunhombreprofundamenteherido,unhombreque,muchosetemía,estabainvalidadoparaelamor.Niellanisuhijo—alque,peseaqueahoraleprestabamuchamásatención,aúnseguíamirandocomo si no supieramuybiendedóndehabía salido—podrían recibir de él elamorqueambosansiaban.Eratriste,muytriste.Paraella.ParaAnthony.Paraélmismo.

Enesemomento,unaextrañafuerzalaobligóagirarlacabezay,allevantarlavista,descubriólosojosgrisesposadossobreellaconesamiradahambrientaquesolíareservarparacuandoestabanasolas.Alinstante,notóuncalorardienteentrelosmuslosysesintiósonrojar.

«Solo esperoquenuncadescubra el terrible poder que tiene sobremí», sedijodesviandolavistaconrapidez.

Tal vez Benedict Saint Pierre Rushford no fuera en realidad una malapersona,peronadie lehabíaenseñadonuncaamirarpornadaqueno fuerasupropiointerésyLilliansabíabieneldolorquepodíacausaralguienasíynosoloaella,sinotambiénasuhijo.

—BollitosdeBath.¡Meencantan!—LavozdeEdwardlerecordódóndeseencontraba.

Lady Forrester y la señorita Hampton recibieron alborozadas al vicario,quienenseguidasehizounhuecoenlaconversaciónconesosmodalesamablesysencillosquelecaracterizaban.

—Lillian,¿teimportaacompañarme?Megustaríaenseñartealgo.—LavozprofundadesuesposointerrumpiólaamigablereuniónyLillian,quenolohabíavistoacercarse,sevolvióhaciaélsorprendida.

—Claro, milord—dijo al instante, aceptando la mano que le tendía paraayudarlaaponerseenpie.Luegoposólasuyasobrelamangadepañofinodelalevita, de un original tono verdoso que combinaba a la perfección con lospantalonesdeantealaúltimamoda.

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—Señoras...—Benedicthizounaprofundainclinacióndecabeza,altiempoquelesdirigíaunacálidasonrisa—.Esperoquenolesimportequelesrobeamiesposaunmomento.

—Por supuestoqueno, lordRavensworth—respondieron ambasdamas alunísono.

A Lillian no se le escapó el ligero rubor en las mejillas de la solteronaseñorita Hampton y apretó los labios para contener una sonrisa; incluso ladyForrester,quellevabafelizmentecasadamásdetreintaaños,parpadeóunpardevecesbajoelinflujodeesairresistiblesonrisa,quecontrastabaconlainclinacióndecabeza,casiimperceptible,queledirigióalvicario.

Sinprisa,Benedict lacondujoporelsenderoquebordeaba losmacizosderosasendirecciónal lago.Caminaronen silencio.El aireolía a floresy,pocodespués,elzumbidoperezosodelosinsectosyelcantodelospájarosapagaronelmurmullodelasvocesdelosinvitados.

—¿Quées loquequería enseñarme?—Lilliangiró la cabezaparamirarloconcuriosidad;habíanllegadoalapequeñagrutayestabanfueradelalcancedeojosyoídosindiscretos.

—Soloesto.Conunrápidomovimiento,Benedictlainmovilizóconsucuerpocontrala

rugosapareddelagrutaartificialylabesóconpasión.Devorólabocadelicadaigualqueunhombrehambrientoalquepusieranfrenteaunfestíny,comosinisiquiera así pudiera saciarse, recorrió con los labios la garganta femeninamientras sumano se apoderaba, posesiva, de uno de los pequeños pechos porencimadelateladelvestido.

—Milord...—suspiróellacontrasubocaconlosojoscerrados.Benedict levantó la cabeza, sujetó el precioso rostro sonrosado entre las

manosylaobligóamirarloalosojos.—¡Benedict! —Aunque parecía una orden, la voz masculina no sonó

demasiadofirme.Su esposa levantó los brazos, enredó los dedos en los cabellos negros y

espesosdesunucaysepegótodavíamásaél.—Benedict—susurróantesdebesarloconabandono.EnelmomentoenqueBenedicttomóconcienciadequeestabatratandode

subirlelafaldadelvestidosinque,alparecer,leimportaralomásmínimoqueestuvieraneneljardíndeRavensworthParkrodeadosdeinvitados,recuperólacorduradegolpe.

Con un juramento, dejó caer la tela del vestido y apoyó las manos en lapared. Sin fuerzas, se derrumbó contra ella y posó la frente sobre la suyamientrastratabaderecuperarelresuello;podíaverelpechofemeninoquesubía

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ybajabaconelmismoritmoirregulardelsuyo.NotóqueLillianlosoltabaasuvez.

—Metemoqueheperdidolacabeza—dijoporfinenunsusurroronco.—Creoqueyotambiénsoyculpable.—Loslabiosfemeninosesbozaronuna

sonrisatrémula.Haciendounesfuerzocasiheroico,Benedictseapartódeellaydiounpaso

atrás.Suesposasellevólasmanosalacabeza;variosmechonesdesuavepelorubio habían escapado del recogido. Palpitando aún de deseo, la observómientras ella volvía a colocarse las horquillas con dedos trémulos. Cuandoterminó,alzólosojoshaciaélconunamiradatímida.

—¿Creequealguiennotaráque...?—Sedetuvoyenrojecióunpocomás.Los ojos grises recorrieron el precioso rostro con avidez: las mejillas

sonrosadas, los labios enrojecidos por los besos ardientes que habíanintercambiado,losdosbotonesdesabrochadosdelcuellodelvestido.Estabamásdeseablequenuncaycualquieraquelavieraeneseestadocomprenderíaenelactoquéeraloqueacababadesucederentreellos.

—¿Quetuesposotehabesadoyhaestadoapuntodehacerteelamoreneljardín, a la vista de cualquiera que acertara a pasar por aquí? —preguntósarcástico,altiempoquealargabalasmanosyprocedíaaabotonarleelvestido.

Los grandes ojos castaños se abrieron un poco más, era evidente que sesentíadesconcertadaporsuactitud.

—Yo...losiento...—¿Losientes?¿Acasohasidoculpatuyaqueyotearrastrarahastaaquíyte

besara?Benedictnoentendíaquélepasaba...oquizásí.Lociertoeraque,nuncaen

suvida,sehabíasentidotanfrustradocomoenesemomento.Unavezmás,ellalomiródesconcertaday,sinpodercontenerse,Benedictla

sujetóde labarbillay lediounbeso,breveysalvaje,en laboca.Entonces, lasoltóconbrusquedad.

—Subeatuhabitaciónarefrescarteunpoco.NoquieroqueHavishamteveaasí—ordenóconrudeza.

Lillianasintiósindecirnada,sesujetóelruedodelafaldaconlasmanosysealejódeélatodaprisa.

§Cuando varios minutos más tarde Lillian regresó con los invitados —

consternadaalverelreflejoqueledevolvíaelespejodesudormitorio,sehabía

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refrescado lacaraconaguafríaysehabía rehechoelpeinadocuidadosamente—, su esposo, perfectamente compuesto, hablaba con sir John Forrester de lapartidadecazaqueseestabaorganizando.Sinembargo,encuantolaviollegar,los ojos grises se posaron en ella con un curioso brillo posesivo que la hizodesviarlamiradaenelacto.Tratandodeignorarlo,seinclinóamirareldiminutopájaro que Anthony sostenía entre las manos, que él y sus amigos habíanencontradodebajodeunroble,ydespuésdedarlesalgunosconsejossobrecómocuidarlo,seacercóasusuegra,queenesemomentosedespedíadealgunosdelosinvitados.

Lilliansepasóelrestodelatardeintentandorehuirlamiradadesuesposo,aunquenotabaquelosojosgriseslaseguíanatodaspartes.Algoledecíaqueélestabatramandoalgo,ylaidealahacíasentirsetemerosayexcitadaauntiempo.

—Estanoche, cuando subas a tushabitacionesdespuésde cenar, ponteunvestido sencillo.—Esas palabras, susurradas en su oído en unmomento en elque los invitados estaban distraídos con las despedidas, confirmaron sussospechasyleprodujeronunescalofrío.

Elrestodeldíatranscurrióconunalentitudqueeraunatorturaensímismaycuando,despuésdeayudarlaadesvestirse,sudoncellasemarchóporfin,Lillianexhalóunprofundosuspirodealivioycorrióaquitarsedenuevoelcamisón.Atodaprisa,sepusounodelosvestidodemañana,serecogióelpeloenunmoñosencilloysesentóaesperarloenelsillónquehabíafrentealfuego.

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20

Pasó tanto tiempoque aLillian se le empezaron a cerrar los párpados.Yacasisehabíaconvencidodequesuesposono lavisitaríaesanoche,cuandolapuerta que comunicaba el vestidor con su dormitorio se abrió con suavidad.Benedicttambiénsehabíacambiado;sehabíapuestopantaloneslargos,botasdemontaryllevabalacamisasinabrochar.Esanochenohabíacogidoelbastón.

Lillian tragó saliva al verlo; estaba aúnmás seductor que de costumbre ypensóque,conaquelbrillopeligrosoenlosojos,resultabairresistible.

—Ven.—Letendiólamano.Ella la cogióobediente sinhacerpreguntasmientraspensabaunavezmás

quelasmanosdesuesposo,grandes,cálidasydededoslargos,aunquenoteníanlasuavidaddeotrasmanosaristocráticas,eranunodesusrasgosmásatractivos.

Benedictsellevóeldedoíndicealoslabiosylacondujoescalerasabajo.Sinhacer ruido, abrió la cerradura de la puerta principal que Tobin había cerradocomo hacía todas las noches. Luego cogió de una silla varias toallas y unasmantas,selaspusodebajodelbrazoy,denuevo,lacogiódelamanoytiródeella,impaciente.

Lillianlosiguióatodaprisaytuvoquehacerunesfuerzoparanosoltarunarisita.Todalasituaciónlerecordabamuchoa lasnochesdeveranoenlasque,con el mismo sigilo, se había escapado de Underwoods para reunirse conEdward,quienlaesperabaconlascañaslistasparapasarlanochepescandoenelrío.Enesemomento, tenía lamisma sensacióndeexpectaciónyaventuraquecuandoeraniña.

—¿Vamos a pescar?—susurró sin aflojar el paso; pese a la pronunciadacojera las largaszancadas lehacíandifícilmantenerseasualtura—.Edwardyyo...—Sedetuvoensecoyseregañóasímismaporhabersacadoarelucirelnombredesuamigo,cuandosabíabienquesuesposonopodíasoportarlo.

—No,novamosapescar, y te aseguroque estanochenovas apensar en

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Havisham—dijoentonocortante.Lillian siguió avanzando sin decir nada. No comprendía por qué la había

tomadoconEdward,¿acasonoentendíaquelarelaciónentreamboseracasidehermanos? ¿Era tal su instinto posesivo que no podía soportar que tuviera nisiquieraunamigo?Encambioél,alparecer,podíatenertodaslas«amigas»queledieralagana.

Enesemomentollegaronalascuadrasdondeunodelosmozossujetabalasriendas Thunderer, que ya estaba ensillado. Sorprendida, Lillian se olvidó alinstante de su enfurruñamiento. Benedict despidió almozo, que no paraba debostezaryleentregóaLillianlasmantasquehabíallevado.Luegosesubióconagilidadalcaballo,seinclinóy,comosinopesaranada,lacogiódelacintura,laatravesóenlasilladelantedeélylarodeóconlosbrazosparacogerlasriendas.

—¿Estásbien?Conlaespaldamuyerguida,ellaapretólasmantascontrasupecho.—Sí,milord.Benedictsoltóungruñidoimpacientey,sindemasiadadelicadeza, lacogió

delabarbillaylaobligóalevantarelrostrohaciaél.—Estoporllamarme«milord».—Seinclinóylabesócontantapasiónquea

Lillianlediovueltaslacabeza.Cuandopor fin la soltó, ella sederrumbócontra supechoy se aferró a la

suave batista de la camisa con todas sus fuerzas. En cuanto salieron de lascuadras el marqués espoleó a Thunderer y, poco después, galopaban por elcaminoiluminadoporlaluzbrillantedelalunallena.

Unosminutosmástarde,Benedicttiródelasriendasy,encuantoelcaballosedetuvo,sebajóconcuidadodenoaterrizarsobrelapiernamala.Sindecirunapalabra, la cogió de la cintura con ambasmanos y la dejó en el suelo.Ató aThunterer a una rama cercana, cogió las mantas y las toallas, la agarró de lamanounavezmásy,peseaquedebajodelosárbolesnoseveíademasiado,lacondujosintitubeosporunsenderocasiinvisible.

—Yahemosllegado.Lillian miró a su alrededor boquiabierta. La luz de la luna arrancaba

destellosdeplatade lasaguasoscurasde lapequeña lagunay lashojasde losálamos, que una brisa casi imperceptible hacía temblar, resplandecían comodiminutasestrellas.Despuésdeundíacasibochornoso,lafraganciadelatierrayel bosque impregnaba el aire cálido de la noche. Aquí y allá, las luciérnagastitilaban entre los arbustos; solo faltaban las hadas volando en círculos paracompletarlaatmósferademagiaymisterio.

—Es increíble—dijo en voz baja—. Pensaba que conocía hasta el últimorincóndeRavensworthPark,pero...

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Moviólacabeza,deslumbrada.Benedict parecía encantado con su reacción; la llevó hasta la roca que

sobresalía por encimadel ríoy extendióunade lasmantas sobre la superficieplana.

—Bienvenidaamirincónsecreto.Lillianledevolviólasonrisa.—Mesientohonradadequelohayacompartidoconmigo,mi...quierodecir,

Benedict.—Por poco—dijo burlón—, aunque, la verdad, no sé si me alegro ome

entristecenotenerexcusaparabesarteotravez.Lilliansequedósinalientoyagradecióquesurubornofueravisibleenla

oscuridad.—Ven,siéntate.—Suesposopalmeólamanta,impaciente.Hizoloqueledecía;estabantancercaquelosbrazosdeambosserozabany

nopudoreprimirunestremecimientodedeseo.—¿Tienesfrío?—Benedictlepasóunbrazoporloshombrosylaacercóun

pocomás.—Enrealidadno,haceunanocheperfecta.Apesardesuspalabras,élnoretiróelbrazoyLilliansealegró;estabantan

cercaquepodíaolerelcaracterísticoaromaamaderadesándalo.—¿Cómoloencontraste?—Depuracasualidad.Debíadetenerunosochoaños,habíatenidoundía...

—hizounapausacasi imperceptible—nodemasiadobueno.Asíque robéunahogazadepanyuntrozodequesodelacocina,memontéalomosdemiponiydecidínoregresarjamás.

Peseaqueeltonoeraligeramenteburlón,Lilliansupo,comosiacabaradedecirloenvozalta,queesedíadebíadehaber tenidoalgomásqueuna fuertediscusiónconsupadre.Enunabsurdointentodeconsolarloporalgoquehabíaocurridomuchosañosatrás,agarrólamanoquecolgabacercadesurostroylebesólapalma.Tuvolasensacióndequeélseestremecía.

—PobreBenedict,quéterribletenerunpadreasí—dijollenadecompasión.—Tampocoyosoyejemplodenada.Aellalesorprendióeltonoamargo.—¡Tú no tienes nada que ver con tu padre! —se apresuró a decir

acaloradamente—. Te he visto con Anthony: eres paciente, cariñoso, firmecuando tienes que serlo; en ese aspecto,muchomás que yo.No has vuelto alevantarle lavoz, juegas,ríesybromeasconélyAnthony...Anthonyteadora.—Alpronunciarlaúltimafrase,letemblóunpocolavoz.

Sehizounprofundosilencio,rototansoloporelestridulardelosgrillos.De

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repente,suesposolaestrechóconmásfuerzacontrasucostadoylabesóenelpelo.

—Gracias—dijoconvozroncayapoyólamejillaensuscabellos.Sequedaronasíunbuenratoy,aunqueenesemomentonohabíanirastrode

pasiónentreellos,Lilliantuvolasensacióndequeeraunodelosinstantesmásíntimos que habían compartido. Fue él el primero en romper la magia delmomento.

—Peronotehetraídoaquíparaponernostristes.Vamos.—Benedictlasoltóyempezóalucharconunadelasbotas.

—¿Vamos?¿Adónde?—Abañarnos.—Conesfuerzo,logróquitárselaylaarrojóaunlado.—¿Bañarnos?¡¿Estásloco?!Elaguatienequeestarhelada.—Noesparatanto.Además,yavesquehetraídomantas.¿Puedesayudarme

conesta?Con cuidado, le ayudó a sacarse la bota de la pierna herida. Después, su

espososequitólasmedias,sesacólacamisaporlacabeza,sepusoenpieysebajólospantalonesyloshizoaunladodeunapatadaimpaciente,quedándosetan solo con los calzoncillos puestos. Pese a que lo había visto incluso conmenosropa,Lilliannopudoevitarquesusojossedeslizaranacariciadoresporesecuerpomagnífico,cuyosmúsculosfinamenteesculpidosponíaderelievelasuaveluzdelaluna.

—¿Aquéesperas?Ellanegóconlacabeza.—Nopiensobañarme,noquierocogerunapulmonía.—Eresmiesposa,debeshacerloqueyodigo—dijoconfingidaseveridad.—Tuesposa,notuesclava—lerecordócomoyahicieraenotraocasión.—Desnúdateoloharéyo.—¡Noloharéynoloharás!Benedictseacercóamenazadoryellaretrocedióunpaso.—EnserioBenedict,estonoes...noes...Peroélyaestabaasuladoyconsuhabitualdestrezaempezóadesabrochar

lahileradebotonesdelcorpiño.—Noes,¿qué?—Coneldorsodelosdedos,lerozóunodelospechospor

encimadelafinacamisaquehabíaquedadoaldescubierto.Lillian le apartó la mano de un manotazo y se sujetó los extremos del

vestido,enunintentounpocotardíodetaparseunpoco.—Noesdecente.—Levantólapequeñanarizenelairecondesaprobación.Losojosgrisesrelucieronconunaexpresiónquelahizoretrocederunavez

más.ElcorazóndeLillianlatíaatodaprisa,aunquenodetemor,precisamente.

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—¿No?—Eltonosedosoleerizólapiel.—¡No!—Entoncestetiraréalaguavestida.—¡Noteatreverás!Benedictsecruzódebrazosyenarcóunaceja.—¿Deverdadcreesquenoloharé?Era tan obvio quién llevaba todas las de perder que, una vezmás, Lillian

alzólabarbillaydijocontodaladignidadquepudoreunir:—Noseránecesario.Yomismamequitarélaropa.Siguió desabrochando el resto de los botones con dedos torpes. Que su

esposo siguiera ahí plantado,mirándola casi sin parpadear no ayudaba lomásmínimo.Elvestidocayóporfinasuspiesyquedóvestidatansoloconlafinacamisadebatistaquellevabadebajo.

—¿Satisfecho,milord?—preguntódesafiante.Benedictnegóconlacabeza.—Seríaunapenaquesetemojaralacamisa.Lillianabriólaboca,escandalizada.—¿Nopretenderás...?—Paraquenodigas,empezaréyo.Y, sin darle tiempo a reaccionar, se bajó los calzoncillos y se quedó

completamente desnudo frente a ella sin que al parecer le preocupara lo másmínimodejaraldescubiertolaevidenciadesudeseo.

—¡Milord!—¿Milady?Vamos,estoyesperando.Sin apartar los ojos de los suyos, Lillian agarró el ruedo de la camisa y,

despacio, se la sacó por la cabeza. Pese al ardiente rubor que le quemaba lasmejillas y buena parte del cuerpo, se quedó erguida frente a él sin tratar detaparse.

—¿Satisfecho,milord?—repitió.—Oh, sí. Esta vez sí—dijo él con voz ronca, al tiempo que la cogía en

brazosy,sinsoltarla,saltabaalasoscurasaguasdelalaguna.El impactocontra lafríacorriente learrancóungritoquelahizotragarun

poco de agua. Tosiendo, salió a la superficie mientras su esposo se reía acarcajadas.

—¡Eresunhombreespantoso!—dijocuandorecuperóelaliento.—El malvado marqués de Ravensworth para servirla, milady.—Benedict

inclinólacabeza,burlón,antesdesumergirseenelaguaydesaparecer.—¡Benedict!,¡Benedict!—Asustada,Lillianchapoteóparanohundirse.En esemomento, unamano se cerró en torno a uno de sus tobillos y tiró

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hacia abajo. Esta vez, ella se acordó de cerrar la boca y, cuando volvieronabrazadosalasuperficie,pudoregañarlecomosemerecía.

—¡Notienegracia!¡Mehasdadounsustoterrible!Losblancosdientesrelucieronenlaoscuridad.—Losientodeveras,milady.—¡Mentiroso!—Sutonoindignadolearrancóunanuevacarcajada.—Prometoqueyanoteasustarémás.Nademosparaentrarencalor.Nadaronyjugaronsindejardereír.Lillianeraconscientedequesuesposo

aprovechabalamenorocasiónparatocarladebajodelaguay,peseaqueelfríolehacíacastañetearlosdientes,notabauncalorardienteensuinterior.

—Estáshelada.Vamosfuera.Tiritando,salierondelaguayseenvolvieronenlastoallas.Benedictsesecó

unpoco,seenrollólatoallaalrededordelascaderasyseacercóaella.—Tienesloslabiosazules.Conmovimientosfirmes,lefrotólapielporencimadelatelahastaquedejó

de temblar. Luego le quitó la toalla mojada y, sin decir una palabra, la hizotendersesobrelamantaqueestabaenelsuelo,antesdehacerlosobreellayusarlaotramantaparataparlosaambos.

—Mepreguntoaquésabránloslabiosazules.—Benedictbajólacabezaydepositóunbesoligerosobresuboca—.Mmm...Sabenafrío.

Seinclinódenuevoyvolvióabesarlaconlamismaligereza.—Tambiénamielyamanzanas.Lillianlerodeólaespaldaconlosbrazosyenredólosdedosenloscabellos

empapados;yaempezabaaentrarencalor.—¿Mielymanzanas?Muypoético,milord—dijoburlona.—Mielymanzanas.Nomediscutas.—Unavezmás,apoyó labocasobre

las suya; esta vez, la acarició con la punta de la lengua hasta que los labiosfemeninosseabrieronunpocomás.

—Amielymanzanas.Yachimenea.Lillianriócontrasuboca.—¿Chimenea?¿Deveras?Benedictleenmarcóelrostroconlascálidasmanos.—Chimenea—dijotajante,antesdevolverabesarlaysusurrarroncamente

—:Chimeneaypequeñospiesdescalzoscorreteandosobrelahierba.Esaúltimafraselequitólasganasdereíryahorafueellalaquelecogióel

rostroentrelasmanos.Sequedaronasíunbuenrato,mirándoseconfijeza.Pesea la escasa luz, aLillian le pareciódistinguir en los ojos grises una expresiónnueva,distinta;unaexpresiónqueladejósinaliento.

—Lillian...

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—Benedict...Comoimpulsadasporunafuerzairresistiblelasbocasdeambosseunieron

almismo tiempoenunbesoapasionadoy, apartirdeesemomento, cualquierrastro de moderación desapareció. La noche se llenó con el sonido de susgemidos,de susnombres susurrados;el aire sevolvióardienteconel calordesus abrazos, de las caricias atrevidas; de sus mentes desapareció cualquierpensamientoysoloquedaronlasincreíblessensacionesproducidasporlosrocesdesuscuerpos,desusmanos,desusbocas,desusdedos...

Lillianapretóloslabiosparareprimirelgritoqueselesubíaalagargantayse arqueó contra él, al tiempo que Benedict se estremecía con violencia y sederrumbabasobreellaconungruñido.

Exhaustos, se quedaron estrechamente abrazados mientras trataban derecobrarelaliento.Suesposoaúnseguíaensu interiory,pocoapoco,Lilliannotóquelaempezabaainvadirunaagradablemodorra.Searrebujóunpocomáscontraelpechomasculino,pegó labocacontrasupielyenunsusurróapenasaudibleconfesó:

—Tequiero.

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21

La semana siguiente Lillian tuvo la impresión de que vivía dentro de unsueño. Por primera vez, sentía que su esposo podía llegar a amarla y esaesperanza,queunosdíasatrástansoloseleantojabaunalocafantasía,hacíaquelasonrisanoseleborraradelaboca.

Los días transcurrían con rapidez y el tiempo seguía siendo inusualmentebenigno. A Anthony también se le veía muy feliz. Los tres, acompañadossiempre por el fielMaxim, pasaban la mayor parte del tiempo al aire libre,enfrascadosentodotipodeactividadeshastacaerrendidos.

Como decía a menudo la marquesa viuda, el ambiente habitualmentesolemnedeRavensworthParkhabíacambiadomuchoenelúltimomes.Ahoralas risas resonabanamenudoentre lasdistinguidasparedes, seoía el ruidodepasosalacarreraenlafastuosaescalerademármolylasdiscusionesacaloradascuando jugabana lascartasen labibliotecaatravesaban laspuertasdemaderamaciza.Lillianhabíadescubiertoquetantosuhijocomosuesposoteníanmuymal perder, y las caras hoscas y los ceños fruncidos de ambos cuando ella sealzaba con el triunfo—algo que ocurría con bastante frecuencia— la hacíansoltar una burbujeante carcajada que hacía que los dos hombres de su vidacruzaranentreellosmiradasllenasdedesaprobaciónantesemejanteligereza.

LamuecaamargadelabocadeBenedictsehabíaborradoporcompleto;lomáshabitual eraque sus labios sedistendieran a cada instante enunade esasincreíblessonrisasque lerobabanelaliento.Tampocohabíavueltoasufrir lossúbitos arrebatos de mal humor del principio. Parecía mucho más joven quecuando llegó, estaba muy bronceado y la mayor parte de las veces daba lasensacióndequesehabíaolvidadoporcompletodelacojeraydeldolordelapierna.Habíacambiadohastaelpuntodeque,decuandoencuando,inclusoeracapazdesostenerunaconversacióncivilizadaconEdward.

Ylasnoches...

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En realidad no solo eran las noches. Benedict aprovechaba la menoroportunidadparabesarlay acariciarla: en elmomentoenqueel administradorlosdejabaa solasen labiblioteca, justoantesdequeTobinentraraaanunciarque la cena estaba servida, durante las divertidas excursiones de pesca... EncuantoAnthonyestabadistraído,elmarquéslaarrastrabadetrásdelarbustomáscercanoylaabrazabaylabesabahastadejarlasinrespiración.

Una de esas veces, cuando por fin la dejó marchar con el vestido endesordenyalgúnmechóndepelo fueradesusitio,Anthonypreguntóporquéestaba tan roja. Ella se había quedado callada sin saber qué decir mientrasBenedict la miraba por encima de la cabeza infantil y le guiñaba un ojo conpicardía.Almenordescuido,lainmovilizabacontralapareddealgúnpasilloyla besaba con ardor; por lo visto, la posibilidad de ser sorprendido por loslacayos, algo que había estado a punto de ocurrir en varias ocasiones, no lepreocupabalomásmínimo.

Lillian no creía que se pudiera sermás feliz. Así que, cuando finalmentellególahoradedespertardeaquelsueñoincreíble,resultótodavíamásdoloroso.

Eltiempohabíavoladoyelveranollegabaasufin.Esanochesecelebrabael baile de presentación en sociedad de Mary Forrester y, cuando Lillian sedetuvoenloaltodelaescalera,suesposoylamadredeesteyalaesperabanenelvestíbulo.

Los ojos grises no se apartaron de ella ni un instante y, mientras bajabadespacio los escalones, Lillian tuvo que concentrarse para no tropezar con elruedodel delicadovestidode sedadel color del bronce antiguo, queponía derelieveelorodeloscabellosquelashábilesmanosdeHannahhabíanapiladoenloaltodesucabezaenuneleganterecogidoalestilogriego.Conpaciencia,sudoncella había ensartado entre los brillantes bucles perlas y flores de tela delmismo tonodelvestido,ycuandosemiróalespejodel tocadorhabíapensadoquenuncaanteshabíaestadomásfavorecida.Laindiscretamiradaplateada,quesedetuvounos segundosmásde la cuentaen lapiel cremosaqueelprofundoescotedejabaaldescubierto,parecióconfirmarloyLilliannotóunsúbitocalorenlasmejillas.

Benedictseacercóalpiedelaescaleraylatomódelamanoparaayudarlaabajarelúltimoescalón.

—Estáspreciosa—susurróconvozronca.—Tútambiénestásmuyguapo,Benedict—dijocontimidez.No mentía. Vestido completamente de negro, el único toque de color lo

ponía la blanca corbata exquisitamente anudada y el chaleco. Una austeridadbuscadaqueenfatizabalaperfeccióndelaaltafigurayrealzabaaúnmássu,yadeporsíevidente,masculinidad.

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Lillian felicitó también a su suegra, que estaba muy elegante a pesar delmediolutoque,nadiesabíaporqué,todavíallevabaporeldifuntomarqués.

Ensilencio,suesposolaayudóaponerselacapadeterciopeloyelleverocede los dedos masculinos en la nuca, le produjo un escalofrío. Poco despuésestabanenelinteriordelconfortablecarruaje,ellasdosenelasientoqueibaendirecciónalamarchayélenfrente.Laardientemiradagris,quenoseapartódeella hasta que llegaron a su destino, hablaba a gritos de promesas que secumpliríanbienentradalanochey,muyconscientedeello,elcoloribayveníaenlasmejillasdeLillian.

LaentradadeRosewoodHall eraunherviderodecarruajes.Eraelprimereventodelatemporadadeciertamagnitudenlacomarcaynadiehabíaqueridoperdérselo.Losanfitrionesrecibíanalosinvitadosenloaltodelaescalinata,ylaafluenciadeinvitadoseratal,quetardaronvariosminutosenllegarhastaellos.

DespuésdesaludarasirJohnyaladyForresteryalahijadeambos,lostresdeambularon por los salones, llenos a reventar de damas elegantes conelaboradostocadosdeplumasycaballerossobriamentevestidosdenegroensumayoría.

Benedictseinclinóylesusurróaloído:—Resérvameelprimervals.Ellalelanzóunacálidasonrisa.—Porsupuesto,milord.Suespososuspiró.—Noesjusto,¿sabes?—¿Elqué?—Queenestasreunionesunesposonopuedabailarconsuesposaenmásde

dosocasiones.Lillianlomiróconpicardía.—Nosepreocupe,milord,nocreoquevayanafaltarleparejasdebaileesta

noche.Estáustedtanelegante...—Tampocoesjusto—siguiódiciendocomosinolahubieraoído—.Queun

hombrenopuedacastigarasuesposacomosemerece,alavistadetodos,porempeñarseenllamarlo«milord».

—¿Castigarme,milord?—Abriómucholosojosconfingidotemor.Benedictentrecerrólossuyoscongestoamenazador.—Peronoteconfíes,quedamuchanochepordelante...Lilliansoltóunarisitacoqueta,peroenesemomentootraparejaseacercóa

saludarlos y ya no pudieron estar a solas hasta que no empezaron a sonar lasprimerasnotasdeunvals.

—Milady.—Benedict,quehabíadejadoelbastónapoyadocontraunasilla,

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seinclinóanteella.—Milord.—Lillianpusolamanoenlamangadelalevita.En cuanto estuvieron en el centro del salón junto a las otras parejas, su

esposolepasóunbrazoporlacinturayconlaotramanosujetólasuya.Lillianle apoyó en el hombro la que tenía libre y enseguida empezaron a girar alcompás de la música. Pese a su cojera, el marqués bailaba con una maestríasorprendenteyellasedejóenvolverporlamagiadeesadanza,quenuncaanteslehabíaparecidotaníntima.

—Eslasegundavezquebailamosjuntosunvals—dijoélderepente.Lasonrisaseborródeloslabiossensualesyclavólosojosenelnudodela

inmaculadacorbata.—Meextrañaquelorecuerde,milord.—Extrañamente,lorecuerdotododeaqueldía.Lillian no supo qué responder, así que se quedó en silenciomientras él la

hacíagirarconpericiaportodoelsalón.—Lillian,mírame.Lavozdesuespososonabamuyseriay,obediente,alzólosojoshaciaél.—Recuerdo a la perfección tu palidez, realzada por ese vestido de color

marfilquenotefavorecíademasiado;latimidezquetehacíaclavarlosojosenmicorbataoencualquierotrositioquenofueraenmí; tucuerpocasi infantilentremisbrazos...Toda túapelasteaun instintodeprotecciónqueni siquierasabíaque tenía.Mientrasbailabacontigoesevalsme juréque teprotegeríadetodo y contra todos.—Benedictmovió la cabeza—.Lamentablemente, no fuicapazdecumplirmipromesa.

—Erasmuyjoven—dijoellaenvozbaja.—Eraunidiota—afirmótajante—.¿Podrásperdonarmealgúndía?Lillianesbozóunasonrisatrémula.—Nisiquierayolosabía,perohaceyamuchotiempoqueteperdoné.Lamanoconlaquelerodeabalacinturalaapretóunpocomáscontraély,

sindejardemirarsealosojos,siguieronbailando.Muchosdelosallípresentesya habían reparado, admirados, en la atractiva pareja que se movía con tantaelegancia al ritmo del vals: él, alto y moreno, ella, rubia y frágil, y amboscompletamente absortos el uno en el otro. Sin embargo, Benedict y Lillianbailaban ajenos a todo lo que los rodeaba; en especial, a lamirada furiosa deunosfelinosojosverdesqueseguíansusevolucionesportodoelsalón.

En opinión de Lillian, aquel vals terminó demasiado pronto. Las últimasnotasvibraronenelairecuandosuespososedetuvoylasoltóporfin.Comosiacabaran de despertar de un sueño, se quedaron parados en mitad del salónmirándoseconunasonrisatonta.

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—¡Benedict,querido,noestabaseguradequeteencontraríaaquí!Lasugerentevozfemeninalosarrancódegolpedesuarrobamiento.—¡Isabella!Suespososegirósorprendidoy,aloírelnombredelareciénllegada,Lillian

sintióquealgofríoyafiladoseleclavabaenlasentrañas.—Hola,Ravensworth, te estaba buscando.Milady...—Un gigante de pelo

rojizoyunencantoconsiderable,seinclinócongestogalantesobresumano.Lillianestabatanaturdidaquetardóunossegundosreconocerlo.—LordSherrington—dijoenunavozquenolepareciólasuya.—LadyRavensworth,permítamequelepresentealaduquesadeWhitworth.Ambasmujeresinclinaronlacabezaenunfríosaludo.Sepalpabalatensión

enelaireylordSherringtonseapresuróaintervenirdenuevo:—La echamos abominablemente demenos cuando semarchó deLondres,

ladyRavensworth.—Pese a su evidentedeseode aligerar el ambiente,Lillianestaba todavía demasiado aturdida para sostener una de esas charlasintranscendentesenlasque,comohabíadescubiertoalolargodesuestanciaenlaciudad,élresultabatodounexperto.

—Sherry, no puedo creer que estés aquí. ¿Por qué no me dijiste quevendrías? —A Lillian le pareció detectar un leve reproche en la voz de suesposo.

—Fuetodomuyrepentino.EstamospasandounosdíasenGraftonHouse,aunas veinte millas de aquí. Resulta que el padre de Gurney y sir John cazanjuntosamenudoy,cuandoesteseenteródequeestábamosensucasa,nosinvitóatodosalbailedesuhija.

Enesemomento,otrasdosparejasseacercaronaellos.LordSherringtonseapresuróahacerlaspresentacionesyenseguidatodoshablabancontodosmuyanimados.

—Laverdadesquemealegrodehabervenido.Nosueloacudiramuchosbailes,perodevezencuando,resultaunagradablecambioenlarutina.

Lilliancontestósinsabermuybienquéa laseñoritaLovegrace,unamujeraltadeextraordinariosojososcurosybarbilladecididaque lordSherrington lehabíapresentadounosminutosantes.Porelrabillodelojo,vioqueladuquesadeWhitworthysuesposocharlabanconanimaciónunpocoseparadosdelresto.

—¿Se encuentra bien? Se ha puesto pálida.—Los perspicaces ojos de suinterlocutoranoseapartabandesurostro.

Lillianesbozóunasonrisatrémula.—Laverdadesquehacecaloryestoyunpocomareada.Creoquesaldréun

momentoalaterrazaaquemedéelaire.—¿Desea que la acompañe? —Se ofreció la señorita Lovegrace con

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amabilidad.—Nogracias,noesnecesario,enunmomentoestarébien.Lillian inclinó la cabeza y se alejó con rapidez en dirección a una de las

puertas francesas que daban a una terraza de buen tamaño desde la que seaccedíaa los jardinesde lacasa.Conlasmanosapoyadasenlabalaustradadepiedrainspiróprofundamente.

—Erademasiadobonitoparadurar—dijoenvozbaja.Sabíamuybienquiénera Isabella.Despuésdeoír sunombreen labiosde

lordDarrylshireaquellafatídicatardeenquelossorprendióhablandoenlasalade billar, había tratado de recabar toda la información posible sobre ella. Suamiga Louisa, que siempre estaba al tanto de los últimos cotilleos, la habíapuestoaldía.ElsúbitocompromisodelaincomparableIsabelladeBeauregardcon un duque podrido de dinero que tenía edad para ser su abuelo se habíaconvertido en una de las comidillas favoritas de las anfitrionas de la altasociedad. Según Louisa, se rumoreaba que el joven enamorado de la señoritaBeauregard se había quitado la vida, presa de la más absoluta desesperación.Lilliansabíaqueesonohabíasidoasí,exactamente,peroseguardómuchodeaclarar quién había sido el infortunado. En la correspondencia que habíanintercambiado en los últimos años, su amiga había disfrutado contándole lasúltimasextravaganciasylosnumerososamoríosdelajovenduquesa,cuyamalareputación aumentaba cada temporada y, aunque en ningún momento habíamencionado que el marqués de Ravensworth se encontrara en ese grupo, lainformaciónlehabíallegadoporotroscanales.

Enesemomentooyóunruidoabajo,eneljardín.Aguzólavistaydescubrióunaparejaqueconversabaapocadistancia.Nopodíadistinguirlosrostrosenlapenumbra,peroreconociósindificultad lafiguraaltayatléticadesuesposoydioporhechoqueel cuerposensualde suacompañantenopodíaperteneceranadiemásquealaduquesadeWhitworth.Unadelasantorchasestratégicamentecolocadas a lo largo del sendero de gravilla arrancó un destello rojizo de loscabellos femeninos, confirmando sus sospechas. No alcanzaba a oír lo quedecían,peroellenguajecorporaldeellaerainconfundible.Enunmomentodadole echó los brazos al cuello, pero su acompañante,más discreto, se soltó consuavidad,lacogiódelbrazoyjuntosseperdierondetrásdeunosarbustos.

Lillianapretóloslabiosconfuerza.Suorgulloheridolaayudóareprimirlasganasdellorar,peronopudoevitarlaintensapunzadadedolorquecasilapartióen dos. Se quedó allí unos minutos, inspirando el aire fresco de la nocheimpregnadoporelolorpunzantedeunmacizodearomáticasquecrecíaalpiedelmuro, hasta que consideró que ya era lo suficientemente dueña de sí pararegresaradentroantesdequealguienempezaraapreguntarseporsuparadero.

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Conunaúltimainspiración,Lillianvolvióaentrarenelsalónenelprecisomomento en el que el hombre al que había prometido el siguiente baile seaproximabaaella,buscándola.Deinmediato,dibujóunasonrisaensubocaqueyanodesaparecióentodalanoche.Enespecial,cuandosuesposolereclamóelsegundo baile; una cuadrilla en la que, por fortuna, apenas fue posibleintercambiarmásalládeunaspocaspalabras.

El resto de la velada transcurrió con una lentitud enloquecedora. Bailó,charló,coqueteó,comióybebió,perosucabezaapenasregistróningunadeesasacciones.Cuandopor finsubieronalcarruaje,yademadrugada, fingiódormirparanotenerquemirarasuesposo.Mástarde,asolasenlahabitacióndespuésdedespediraHannah,quelahabíaayudadoadesvestirse,sederrumbósobreelcolchón con un profundo suspiro de alivio y un sollozo atravesado en lagarganta.

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22

Porfin,sedijoBenedictunavezquesuayudadecámaracerrólapuertaconsuavidad. Lo que había empezado de un modo tan prometedor, se habíaconvertidoenunaespeciede torturacruelqueparecieraquenofueseaacabarnunca.

—MalditaIsabella—mascullóentredientes.Supresenciaenelbailehabíasidounadesagradablesorpresa.Yaajustaría

cuentas con Sherry por no haberlo prevenido con tiempo, se dijo furioso. Encuantohabíavistolacaradesuesposaalverasuantiguoamor,sehabíadadocuentadequeLillianlosabíatodoy,alcomprenderlo,lohabíaembargadounaprofundasensacióndevergüenza.

Cuando Isabella había insistido en que salieran afuera, había pensado queseríalomejor.Así,sedijo,aprovecharíaparadejarclaraslascosasentreellosdeunavezparasiempre.Conociéndolacomolaconocía,sabíaque laduquesadeWhitwortheramuycapazdehacerunaescenadelantedetodoelmundo.Comohabíaesperado,Isabellanosehabíamostradonadarazonable;eraunamujerquenoestabaacostumbradaalrechazoy,cuandolehabíahechosaberquenoteníaelmenorinterésenvolverasersuamante,sehabíapuestohechaunafuria.

—¿Nomedigasqueestásenamoradodetuesposa?Seríacómicosinofueratan patético.—Si pensaba ofenderlo con aquel comentario lleno de crueldad,fracasóporcompleto.

—Perdóname entonces por ser tan patético —había respondido muytranquilo.

Y,eneseprecisoinstante,habíacomprendidoquenomentía.«¿Porquéseráquenoestoysorprendido?»,sepreguntó.Era la primera vez desde que no era más que un joven inocente que

confesabaamaraunamujer.Sinembargo,alcompararesosdossentimientossedabacuentadequeloquehabíasentidoporIsabellanohabíasidomásqueun

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enamoramientojuvenil,todofuegosdeartificioqueestallanenmilcoloresydelosque,alospocossegundos,noquedanirastro.DeIsabellalehabíanatraídosubelleza, el aurade sensualidadqueemanabadeellay, también,porquénodecirlo, la vanidad de saberse favorito entre la multitud de moscones que lapretendían.

Loquesentíaporsuesposaeraalgomuydiferente.Noerasuaspectofísicolo primero que le había llamado la atención, sino el tacto compasivo de susmanosylasuavidaddeesavozqueeracapazdeserenarsusestadosdeánimomásnegros.Ciertoque,mástarde,subellezalohabíadejadosinaliento,peroladiferencia entre ambasmujeres—y esto al menos lo había comprendido casidesdeelprincipio—eraquelahermosuradeLilliannosereducíaasusrasgos,sino que brotaba desde dentro como una fuente que, por muchos años quepasaran,nosesecaríajamás.

Isabellahizounamuecadedesprecio.—Solo lo dices porque estás celoso. Sabes bien que siempre has estado

enamorado demí. ¡Esa rubia insulsa nome llega ni a la suela del zapato!—añadióentonochillón.

La luzdeunade las antorchas le dabade lleno en el rostroyBenedict laexaminó con detenimiento; con aquel desagradable rictus en los labios nisiquieraleparecióhermosa.

—Cuidadoconloquedices,Isabella—dijoconunasuavidadamenazadora—.Esamujerdelaquehablasesmiesposaynopiensoconsentirquelefaltesalrespeto.Paratuinformación,tediréqueyahacemuchotiempoquepiensoqueLillianeslamujermásbellaqueconozco.EllayAnthony,mihijo,sonlomásimportanteparamí,asíquenoseteocurratratardeentrometerteentrenosotrosoteaseguroquetearrepentirás.Ahoraregresaréalsalóndebaile,serámejorquetúlohagasunpocomástardeparanodarlugarahabladurías.Buenasnoches.

Benedictinclinólacabezay,antesdequeellapudieraprotestar,sealejóendirecciónalacasacontodalarapidezquelepermitíalapiernamala.

Había sido una escena desagradable, se dijo mientras miraba sin ver elreflejo que le devolvía el espejo, pero al menos esperaba que todo hubieraquedadoaclaradoentreellos.

ImpacienteporveraLillianyconfesarleloquehabíadescubiertoesamismanoche,seacercóalapuertadelvestidorygiróelpomo.Sorprendido,vioquelapuerta no se abría.Lo intentó de nuevo, pensandoque estaría atascada.Nada.Estaba cerrada con llave. Se pasó unamano por el pelo con gesto nervioso yempezóaaporrearlapuertaconelpuño.

—¡Abre,Lillian!Pero nadie contestó. Cada vez más furioso, golpeó la madera con más

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fuerza.—¡Abreahoramismo,Lillian,otejuroquederribarélapuertaotravez!Enesemomento,oyógirarlallaveenlacerradura.Atrapóelpomoylogiró

unavezmás.Enestaocasiónlapuertaseabriósinproblemas.Apoyadoenelbastón,entrócomounatrombaeneldormitoriodesuesposa,

que se había refugiado detrás de uno de los sillones que había frente a lachimenea.

—¿Por qué has cerrado la puerta?—Benedict trató de hablar con calma,peroeltemorque,unavezmás,habíaregresadoalosojoscastañosnoayudabaenabsoluto.

—Estoycansada,milord.Hasidoundíamuylargo.—Bien,entoncessimplementedormiremos.Juntos.Suesposaalzólabarbillaenunclarodesafío.—Prefierodormirsola,sinoleimporta.—¡Porsupuestoquemeimporta!El grito la hizo dar un respingo. La vio morderse el labio inferior, que

temblaba.Unavezmás,Benedicthizounesfuerzo ímproboparacalmarseydijocon

suavidad:—Eresmiesposa,hemosdormidojuntoslasúltimassemanasynopiensoa

renunciaraello.Lillianinspiróconfuerza.—Ya no es necesario que se quede más tiempo en Ravensworth Park,

milord.Lairaamenazabaconahogarlo,perodenuevoconsiguiócontrolarse.—¿Quéquieresdecir?—Quierodecirque...quehecambiadodeidea.Yanodeseotenerotrohijo.Benedict dio un paso hacia ella y se detuvo, sintiendo un doloroso

sentimientodevacío.—Entonces...—dijomuydespacio—yanomenecesitas.Ellanocontestódirectamente.—La temporada está a punto de comenzar, me imagino que no querrá

perdérsela.—¿Latemporada?—Benedictfruncióelceño,apenaspodíaentenderdequé

lehablaba.—La temporadasocialenLondres.LaduquesadeWhitworthmecomentó

quesereuniránallíencuantolesseaposible.Benedictseacercóaellayponiéndoleambasmanossobreloshombros, la

miróconfijeza.

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—Lillian,laduquesadeWhitworthnoesnadamío.—¿No?—Arqueó las cejas con aire indiferente—. Qué raro. Juraría que

alguienmehabíacomentadoqueeranamantes.—Fuimos amantes hace algunos años —dijo con brutal sinceridad, sin

apartarunsegundolosojosdelossuyos—,tambiénhetenidootrasamantes.Noestoyorgullosodeello.Desdequevolvisteami ladonohevueltoaestarconotramujer.Solocontigo,miesposa.

Lillianseinclinóenunareverenciaburlona.—Mesientohalagada,milord,peronosepreocupe.Estoyseguradequeen

cuantovuelva aLondres le pondrá remedio; debe resultar aburrido limitarse aunasolamujer.

Elinusualsarcasmodesbordóporfinlairaqueardíaensuinterior.Llenoderabia,Benedictlediounaligerasacudida.

—Tedigoquesoloquieroestarcontigo.—Lerepitoquemesientohalagada,peroahorasoyyolaquenoquieroestar

conusted.—Ah, ¿no?—La suavidadde su tonono lograba esconder la furia que lo

embargaba.—¡No!—Veremos.Sinmás, la estrechó contra su pecho y la besó con fiereza. Los pequeños

puñoslogolpearon,peronosirviódenada.Suesposatratódeapartarlacabeza,pero Benedict había enredado el puño en los largos cabellos y se lo impidió.Siguióbesándolacon furia,hastaquenotóqueelladejabade luchar, entoncescambió la violencia por una suavidad que era mucho más difícil de resistir.Despacio, le lamióelcontornode labocahastaqueestaseabrióporvoluntadpropiaysuesposaledevolvióelbesoconabandono.

Condelicadezaapartólabatayeltirantedelcamisón.Labesóenelhombroyenelhuecodelaclavículaantesdesubirporlablancagarganta.

—Lillian...—lesusurróenlaoreja,antesdeatraparelapetitosolóbuloentrelos dientes y mordisquearlo mientras con el pulgar le acariciaba uno de lospezonesrosadosque,alinstante,seirguiócontralayemadesudedo.

—Benedict...—pronunciósunombrecomounsuspiro.—Lillian—susurrócontrasugarganta—,dimequéesloquequieres.—Yo...—Lasmanos femeninas se enredaronen los cabellosde sunucay

loslabiossensualeslobesaronenlasien.—Dímelo,Lillian...—Hundiólosdientesenunpuntodelcuellodelicadoy,

alinstante,unviolentoestremecimientolahizoarquearsecontraél.—Benedict—gimió—,tedeseo.

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—Quéraro,penséqueyanoqueríasestarconmigo.—Eltonoburlónconelque pronunció esas palabras la hicieron ponerse rígida. Benedict levantó lacabeza y lamiró a los ojos; los dos jadeaban como si acabaran de echar unacarrera—.Miquerida esposa, esperohaberte demostradohasta quépunto eresmía.Soyyoquiendecidecuándo,cómoydónde.

Laexpresiónheridaqueasomóalosgrandesojoscastañosledolióaélaúnmás, pero hizo a un lado cualquier vestigio de remordimiento; todavía estabafuriosoconella.

Sehizounlargosilencio.—Milord,noniegoqueesustedunhombreexperimentado,capazdesacara

la luzmis instintosmásprimarios—dijoellaal finenunavozsuaveyserenaque,sinembargo,logolpeóconlamismaintensidadqueunalluviadepuñetazosen pleno rostro—. Sin embargo, pormucho queme rinda a su habilidad, pormuchoquegritesunombrecuandomeacaricia,nosoysuya,ynoloseréhastaque yo misma decida entregarme. Por completo. No solo mi cuerpo, sinotambiénmiespíritu.

Ensilencio,semiraronconfijeza.Alcabodeunrato,Benedictdejócaerlosbrazos a lo largo del cuerpo.Sin decir una palabra, cogió el bastón que habíadejadoapoyadocontraelsillóny,cojeando,semarchódeldormitoriocongestodederrota.

§Benedict salió a cabalgar más temprano que de costumbre. Apenas había

conseguido dormir unas horas; las palabras de su esposa no habían dejado demartilleardentrodesucabeza.Sinembargo,laluzdelamañanaylacabalgataalomosdeThundererlohabíandespejadoy,porfin,teníaclarocuálesdebíanserlospróximospasos.

—Ledirélaverdad.Lediréquelaquiero,quelodeengendrarunhijonofuemásqueunestúpidopretextoparaacercarmeaella.—Thundererrelinchócomosiestuvieradeacuerdo—.Haréaunladomismiedosyhablaréconellacomotendríaquehaberlohechohaceyamuchotiemposinohubierasidoelmalditocobardequesoy.

Mucho más animado, espoleó al caballo una vez más. De pronto estabaansiosoporregresar.Entróenelcomedoryunodeloslacayosleinformódequesuesposaaúnnohabíabajado.Benedictrefrenóla impacienciaysesentóa lamesa; todavía no había terminado de desayunar cuando entró Tobin con unapequeñabandejadeplataenlaquehabíaunacarta.

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—Acabadetraerlaunmensajero,milord.Hadichoqueeraurgente.Conelceñofruncido,Benedictrompióellacredecolorbermejo,desdoblóla

cartaylaleyóconrapidez.Alterminarsoltóunjuramento.—¿Malasnoticias,milord?Porunavez,elviejoTobinparecióperderalgodesuimpasibilidad.Y,por

unaveztambién,Benedictnorespondiócortanteaunapreguntaimpertinente.—Malasno,Tobin.Solo inoportunas.—Hizoel tenedoraun lado,aunque

todavíanohabíaterminadoysepusoenpieconlacartaenlamano.Con determinación, se dirigió a los aposentos de su esposa y llamó a la

puerta.Abrióladoncella.—Miladytodavíanoestálista.—Dígalequenecesitohablar conella—dijo sinhacer casode la evidente

desaprobaciónconlaquelomirabalamujer.—Déjalopasar,Hannah.Ladoncellaabrióunpocomáslapuertaparaquepasara,peroellanohizoel

menoramagodesalirasuvez.Benedictledirigióunadeesasfríasmiradasquehabíanhechotemblarahombreshechosyderechos,perolafielsirvienta tragósalivaysemantuvofirme.

—Puedesretirarte,Hannah—dijosuseñoraconsuavidad.Lamujerapretóloslabioscomosifueraadiscutir,perofinalmente,inclinó

lacabeza,saliódelahabitaciónycerrólapuertaconsuavidad.Benedictavanzócojeandohaciasuesposaqueestabadepiejuntoaltocador.

Ya estaba vestida, pero todavía no se había peinado y los cabellos dorados lecaíansueltosporlaespalda.Estabapreciosa.

—¿Deseabahablarconmigo,milord?Dio un respingo; se había quedado mirándola embobado como un

jovenzuelo enamorado. Benedict se aclaró la garganta un par de veces,ligeramenteavergonzado.

—UnosasuntosurgentesmereclamanenLondres.Debopartircuantoantes.Laexpresióndesuesposanocambió.—Porsupuesto,milord.Benedictagitólacartaenelaire.—Se tratade la fábricadeManchesterde laque tehablé, sino firmoesta

semanaelpropietarioamenazaconecharseatrás...—No tiene que darme explicaciones, milord, solo soy su esposa —lo

interrumpióconsuavidad.Aquellafríaindiferencialohizoexplotar.—¡Como vuelvas a llamarme «milord»...!—Apretó los labios con fuerza;

estavez,nosepermitiríaperderlosestribos.Arrojólacartaaunamesitacercana

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conungirodemuñeca,inspiróprofundamenteydijounpocomáscalmado—:Estarédevueltaloantesposible.

Lillianenarcóunacejacongestodeincredulidad.Conunjuramento,Benedictdejócaerelbastónalsuelo,seacercóaella,la

sujetódelosbrazosylediounalevesacudida.—¡Novoyaencontrarmeconmiamante,siesloqueestáspensando!Suesposaalzólabarbilla,desafiante.—Nopiensonada,lerepitoquenoesasuntomío.Benedictlamirócasiconodio,lediootrasacudidayacercóelrostroalsuyo

hastacasitocarlo.—Porsupuestoqueesasuntotuyo,eresmiesposa—dijocongestosalvaje.Estavez,ellaperdióalgodesufrialdad.—¡Algoquerecuerdayolvidasegúnsuconveniencia!—Teequivocas,lotengomuypresente.Atodashoras.Sinmás, laestrechoentresusbrazos, inclinó lacabezay labesó.Unbeso

cortoycruelqueledejóloslabiosdoloridos.—Encuantovuelvahablaremos—dijosinapartarlosojosdelossuyos.—Nocreoque...PeroBenedictnoladejóterminar.—Hablaremos—dijo tajante—. Eres mi esposa por mucho que te pese y

nuncadejaréqueloolvides.Denuevo,lesujetóelrostroentrelasmanosylabesó,enestaocasióncon

unadelicadezaquecontrastabademanerasorprendenteconsuactitudanterior.Porfin,levantólacabezaylamiróalosojos.

—Nunca—susurró.Lasoltóy,conungruñido,seagachópararecogerelbastón.Yaenlapuerta

segiróparamirarlaunavezmás.Abriólabocacomosifueraadeciralgo,perola volvió a cerrar sin haber pronunciado palabra antes de inclinar la cabeza ysalirdelahabitación.

CapítuloAl finalhabía tardadounosdíasmásde loprevisto.Susabogadoshabían

tenido que rehacer el contrato en un par de ocasiones, pues al propietario noacababa de satisfacerle una de las cláusulas. Benedict hacía esfuerzossobrehumanosporrefrenarsuimpaciencia.Enunpardeocasiones,habíaestadoapuntodemandarlotodoaldiablo.Sinembargo,sehabíacontenido.Lillianyélhabían hablado de largo y tendido de aquella compra; ambos estabanconvencidos de que los últimos adelantos tecnológicos harían despegar confuerza el sector textil y de que era el momento de invertir. No quería

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decepcionarla,asíqueaguantóapretandolosdienteshastaqueseestamparonlaúltimarúbricayelúltimoselloenelcontratodecompraventa.

¡Porfin!,sedijoyaenelvestíbulodesuresidencialondinense.PidióqueleensillaranaThundereryllamóagritosasuayudadecámara.

—James,túmeseguirásdespuésconelequipaje.—Milord,elcieloamenazalluvia.¿Noseríamejorquefueraenelcarruaje?Benedictnegóconlacabeza.—Quierollegarloantesposible.Elayudadecámaraapretóloslabios;conocíadesobraesaexpresióndelos

ojosgrisesysabíaquesería inútilprotestar.Ensilencio, leayudóaponerseelpesado abrigo de lana de varias capas antes de tenderle el sombrero y losguantes.

Como Jameshabía vaticinado, empezó a llover nadamás cruzar el primerpeajealasalidadeLondres.Sinembargo,notratódebuscarrefugioenningunade las posadas del camino y tres horas ymedia después, empapado y con lasbotas y los pantalones llenos de salpicaduras de barro, Benedict le tendía lasriendasaunodelosmozosdeRavensworthPark.

—Milord,no leesperábamos—dijoTobinalabrir lapuerta tomandonota,conmanifiestadesaprobación,dellamentableestadodesuseñor.

—Queríadarosunasorpresa.—Elmarquéssequitóconrapidezlosguantes,elsombreroyelabrigoempapadoyselostendióalmayordomo—.¿Laseñora?

—Miladyestáenelsaloncitoverde,pero...Sinesperaraqueterminaralafrase,Benedictsedirigiócojeandoatodaprisa

enesadirección.Yaenlapuerta,lehizoungestoallacayoparaindicarlequenoera necesario que lo anunciara, la abrió con impaciencia y la escena que seencontrólohizodetenerseenseco.

Enpiejuntoaunadelasventanasdelcoquetosalón,EdwardHavishamysuesposaestabanestrechamenteabrazados.Aloírelruidodelapuertaalcerrarsesindemasiadasuavidad,ambossesepararonenelactoconexpresiónculpable.Con el pelo revuelto y empapado, Benedict cojeó despacio hasta donde ellosestaban.

—Milord, qué... qué... sorpresa... —tartamudeó Lillian, cuyas mejillashabíanperdidocualquiervestigiodecolor.

—Ya lo creo que sí —dijo con una suavidad que contrastaba de modollamativoconlafuriaquebrillabaenlosojosgrises.

Havishamseaclarólagarganta.—LordRavensworth,quería...Sindecirunapalabra,lamanodeBenedictsaliódisparada,secerróentorno

al cuellodelvicarioyempezóaapretar.Havishamse llevóambasmanosa la

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gargantatratandoenvanodeapartarlo,altiempoqueboqueabamedioasfixiado.—¡Suéltelo!¡Suéltelo!—gritóLillianhorrorizada.PeroBenedict,nisiquieralaoyó.Entonces,conlaslágrimasresbalándoleporlasmejillas,suesposaempezóa

golpearloenlaespaldaconlospequeñospuños.—¡Sueltelo,milord,porfavor!Porfortuna,enestaocasiónesaspalabrasconsiguieronatravesarlanubede

iraquelehacíaverlotodorojoy,conlamismabrusquedadconlaquelohabíaagarrado,Benedict soltó su presa. El vicario se tambaleó y estuvo a punto decaer al suelomientras inspiraba con ansia. Tenía el rostro congestionado y lacorbataestabahechaundesastre.

—Veoquenohasperdidoeltiempo.Niunasemanahastardadoenecharteunamante.

Lillianseencogióanteelprofundodesprecioquelatíaensuvoz.Temblabavisiblementey,conelmismogestodeunaniñapequeñaquehasidocastigadainjustamente, se llevó lasmanos a los ojos tratando sin éxito de enjugarse laslágrimasquenodejabandebrotar.Abriólabocaylavolvióacerrary,conunsollozodesgarrador,sesujetóelruedodelafaldaconambasmanosyabandonóelsalónatodaprisa.

Benedictsequedómirandolapuertaporlaqueacababadesalirsuesposa.Tanrepentinamentecomohabíallegado,lairahabíadesaparecidoyahorasoloquedabaunterriblesentimientodevacíoensuinterior.

—LordRavensworth...Esusted...unestúpido.El sonido rasposo y entrecortado de la voz de su rival lo hizo girarse con

gestoamenazador.Havishamalzóunamanotemblorosaenungestodeautodefensa.—Lillian y yo solo... somos amigos, buenos... amigos. Me... acabo de

prometer...conunajovendeCastlewind.—Undestellodesorpresasustituyóalarabiaen losojosgrises,yEdwardHavishamañadiósindisimularsudesprecio—:Si realmente conociera a su esposa, sabría que es una de lasmujeresmásincreíblementepurasqueexisten.Usteddeberíabesarpordondeellapisa.

Benedictbajólacabeza,avergonzadoporlaardientedefensaquehacíaotrohombredelaqueerasuesposa.Enelfondo,hastahacíapocosminutos,habríaaseguradoantecualquiertribunalquelopusieraendudaqueLillianeraunadeesasescasasmujeresquejamástraicionaríalosvotosquehabíahechoanteDioshacíamásdecincoaños.

—Entonces, ¿por qué estaba mi esposa entre sus brazos hace solo unmomento?—Todavíaquedabaunrastrodedesconfianzaensuvoz.

Suinterlocutorevitóresponderalapreguntadirectamente.

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—Lillian no sabe a qué atenerse con usted. Unas veces piensa que hacambiado, otras que sigue siendo el mismo monstruo que la trató con tantacrueldad.

Con unmovimiento brusco, Benedict echó la cabeza hacia atrás, como siesaspalabraslohubierangolpeado.

—Yo...nosoyunmonstruo.—Lodijoenvozmuybaja,peroHavishamlooyóyunacuriosaexpresiónsedibujóensurostro.

—Entonces,¿porquénosedejadedisimulosyledicedeunavezqueestálocoporella?—Benedictse loquedómirandoconfijezayelvicariocontinuósinapartarlavista—:¿Creequenomehedadocuentadecómolapersigueconlamiradaatodashoras?¿Decómolaacariciaconojosanhelantes,comosifuerael mejor regalo que nadie pudiera hacerle jamás? Creo que, salvo la propiaLillian, hasta el último criado deRavensworth Park se ha dado cuenta de sussentimientos,milord.

Benedict siguió con los ojos clavados en él, sin pronunciar una palabra.Havishamtratódearreglarseelnudodelacorbata,peroalverquesusesfuerzoseraninútiles,lanzóunsuspiroycaminóhacialapuerta.Conlamanoenelpomosevolvióamirarlounavezmás.

—Por cierto, enhorabuena lord Ravensworth, volverá a ser padre enprimavera.

Benedictsegiróa todavelocidad,peroelvicarioyahabíasalido.Comosiacabaradeseralcanzadoporunrayo,sellevólasmanosalacabeza—lasentíaapuntodeestallar—ysequedó inmóvil.Nuncasupocuanto tiempoestuvoasí,perodeprontoreaccionóysaliócorriendo,subiólosescalonesdedosendossinhacercasodeldolorquesentíaenlapiernayabriólapuertadeldormitoriodesuesposasinnisiquierallamar.

Lillianllorabacondesconsuelodebrucessobrelacama.Aloírgolpesecodelapuertaalcerrarse,alzóelrostroempapadoenlágrimas.

—¡Váyase!¡Notienederechoaveniramihabitaciónaseguirinsultándome!—Llenadeira,learrojóunodelosalmohadonesquehabíasobrelacolcha.

Benedictloesquivóconhabilidadysiguióavanzando.—¡Hedichoquesevaya!—Lillian...Trató de cogerla de la mano, pero ahora fue ella la que lo esquivó. Con

rapidez,rodósobrelacolchadeterciopeloysedejócaeralotroladodelacama.Ahoraelcolchónactuabadebarreraentreambos.

—Lillian...—Benedictfruncióelceñoconfrustración.—¡VuélvaseaLondresconsuamante!¡NiAnthonyniyoloqueremosaquí!Su esposa tenía las mejillas encendidas, varios mechones dorados habían

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escapadodelrecogidoysupechosubíaybajabaatodavelocidadbajolateladelvestido.Teníalosojosylapuntadelanarizenrojecidosporelllantoy,alverlo,aBenedictleinvadióuninmensosentimientodeternura.Eneseprecisoinstantecomprendióhastaquépuntolahabíaechadodemenos.

—Lillian,tienesqueescucharme.—Lamirósuplicante,peroellalevantólabarbillaenungestodedesafío.

—Notengonadadequéhablarconusted,milord.Yahadejadomuyclaroelconceptoquetienedemí.

—Perdonalodeantes...nolodijeenserio,soloqueestabatanfurioso...—tratódedisculparsecontorpeza.

—¡Soyyolaquetengoqueestarfuriosa!Nervioso,Benedict sepasó lamanopor losdesordenadoscabellososcuros

queseguíanempapados.—¡Me volví loco al verte en brazos de Havisham! —Aquella súbita

confesiónterminódeenfadarla.—¡SabedesobraqueEdwardnoesmiamanteyquenuncalohasido!—Sí, lo sé, pero si supieras lo inseguro que me siento... —dijo con voz

torturada. Lillian lomiró con el ceño fruncido, de pronto, parecía un hombremuydistintoalorgullosomarquésdeRavensworthalqueestabaacostumbrada—. Sé queme he portadomuymal contigo, Lillian. Sé que no tengo ningúnderecho a esperar que me ames. Nunca jamás he confiado en nadie, antes odespués la gente te traiciona:mi padre, de algúnmodomimadre también, laprimeramujeralaquecreíamar...

Elmarqués deRavensworth se pasó ambasmanos por el rostro con gestodesesperado.Soltóunprofundosuspiroyasintióconlacabeza,comosiacabarade tomar una importante decisión. Con movimientos lentos, tratando de noasustarla,rodeólacamahastaquedarfrenteaella.Estavez,Lilliannotratódehuir.Benedicthizoaunladoelbastón,lasujetóporlosbrazosyclavólosojosenlossuyos.

—Teamo,Lillian—dijoenunsusurroapasionado—.Teamodesdeeldíaenquemedespertétorturadoporelterribledolordelapiernayteencontréamilado.

Unalágrimarodódespacioporlamejilladesuesposa.—¡Nollores,porfavor!—suplicóestrechándolacontrasupecho.Notócómotemblabaylaapretóconmásfuerza.Conlamejillaapoyadaen

los suaves cabellos rubios, Benedict siguió hablando con la voz ronca deemoción:

—HastaqueAnthonyytúllegasteisaLondrespensabaquelavidaeratansolo una broma cruel y, para olvidarme de ello, me refugié en la más

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desenfrenada concupiscencia. Pero la felicidad es una dama esquiva y ni losnumerososbienesterrenosnielapetitodesordenadodeplaceresdeshonestosmellenaban; antes al contrario, cadavezmenotabamásvacíopor dentro.Estabahastiadodelavidaquellevaba,aburrido,amargado...ydeprontollegastetú:lamujeralaquehabíahumilladohastaelextremo,ahoramecuidabadíaynoche.

»No podía creer que esa abnegación fuera real. Te observaba condetenimiento,atentoalmenorgestoquepudieratraicionarteyquemeafirmaraen mi teoría de que, antes o después, tú también me decepcionarías. Sinembargo, losdíaspasabany túseguíasahí, incansable,sonriente,preciosa...YtambiénestabaAnthony.Alprincipionopodíaentenderqueeseniño fueraenrealidad mi hijo, pero cada día que pasaba deseaba conocerlo mejor. CuandoignorastemisórdenesyvolvisteaRavensworthPark,tratédecontinuarmividaen el punto en el que la había dejado antes del accidente. Una noche inclusobusquéaIsabella,dispuestoaretomarnuestrafugazaventura.

Notóquesuesposaforcejeabaparasoltarse,peronoaflojólosbrazos.—Quieta,Lillian,porfavor.Necesitocontártelo.Noestoyorgullosodemis

acciones ni demis pensamientos, pero quiero que lo sepas todo.—En cuantonotóqueelladejabadedebatirse,prosiguió—:Laintenciónestabaahí,notelovoyanegar,perocuandollegóelmomentodelaverdadnopudehacerlo.Eneseinstante comprendí que era a ti a quién deseaba.Me dije que era eso, simpledeseo.Entoncestracéunplan:regresaríaaRavensworthParkyteharíamía.Alfinyalcaboerasmiesposa;teníatodoelderecho.Ahoramedoycuentadelohijo de perra que podía llegar a ser, pero en ese momento me pareció unrazonamientoperfectamentelógico.

»Cuando llegué y te vi con Havisham, sentí por primera vez la terribletorturade loscelos; te juzguéenbaseamisprincipios inexistentesynopodíasoportar la ideadequehubierasestadoconotroquenofuerayo.Tienegracia,¿verdad?—Sonriósinhumor—.Alfinyalcabo,¿quéderechoteníaapedirteexplicaciones?Sinembargo,enseguidacomprendíqueestabaequivocado,quetúnoerascomoyo,peroapesardeellonopodíasoportarverteasulado.

—Confieso que algo había notado —dijo Lillian con suavidad; habíaapoyadolamejillaensupechoyseaferrabaconfuerzaalassolapasdelalevita.

Benedictesbozóunasonrisacontrasupelo.—Creoquemuchagentelonotó.Mimadretratódehacermeentrarenrazón

varias veces, pero yo no estaba dispuesto a escucharla. Sin embargo, eraconscientedequemicarácterencantadortealejabademíunpocomáscadadíay fue entonces cuando tracé mi plan. —Benedict lanzó una risa amarga—.Seguroqueestáspensando:«Pobreestúpido,otraformamásdeengañarseasímismo».Enefecto,¿deverdadpudepensarenalgúnmomentoqueencuantome

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anunciaras tu embarazo sería capaz de alejarme de Anthony y de ti y delpequeñoolapequeñaquequizáyaestabaencamino?Estosdíasdeveranoconvosotroshansidolosmásfelicesdemivida.—Tragósalivaemocionadoypasóunmomentoantesdequepudiesecontinuar—:LuegoaparecióIsabellay,pesealoquepuedaspensar,nomequedamásremedioquereconocerqueleestoymuyagradecido.

Benedict oyó la exclamación de indignación que salió de los labios de suesposaydenuevoesbozóunasonrisa.

—Lodigo en serio, hastaque Isabellanomeechó losbrazos al cuellonocomprendíqueloquehabíasentidoporellanoseparecíaennadaaloquesentíaporti.PuededecirsequeIsabellameabriólosojosporfin;sinohubierasidoporella,muchometemoqueaúnseguiríatratandodeengañarmeamímismo.

—Teaseguroquenopiensodarlelasgraciasporello.—Suesposasorbiódeunaformanodemasiadoelegante,loquelearrancóunasonrisaunavezmás.

—Yestaesmiconfesión,Lillian.Eseeselhombrequehesidoyquemuchome temoque sigo siendo. Sé que no tengo derecho a pedírtelo, pero...—Concuidadolaseparóunpocodeéldeformaquepudieraverlelosojosysuplicóenun susurro apasionado—: Te necesito, Lillian. Te necesito a mi lado. Parasalvarmedemímismo, para queme enseñes a ser un buen esposo y un buenpadre para Anthony. ¡Quiéreme, Lillian, por favor! A pesar de mis defectos,aunquenolomerezca...

Se le quebró la voz y, abochornado, apretó los labios para evitar que letemblaran. Los grandes ojos castaños le devolvieron la mirada en silencio yBenedictnotóundolorosovacíoenelestómago.SiLillianledecíaqueno,silorechazaba...nopodíaniimaginarloqueharíaenesecaso.

Depronto,suesposalecogióelrostroentrelaspequeñasmanosydijoconsuavidad:

—Tequisedesdeelprimermomentoenque tevi.—Alver eldestellodesorpresaenesosojosgrisesenlosqueyanoquedabanirastrodefrialdad,sonriócon calidez—. No lo recuerdas, pero te conocí en casa de una amiga hacemuchos años. Siempre te mostraste encantador con nosotras, pese a que porentoncesnoéramosmásqueunpardecríaslatosasqueosseguíamosatiyatuamigoatodaspartes.

»Luegohubounosañosen losquecreíodiarte,peroahorapiensoquemeengañaba a mi misma pues, en cuanto lord Darrylshire me escribió paracontarme lo de tu accidente y me pidió que fuera a Londres, no lo dudé uninstante.Recuerdoquemepasé todoel trayectosuplicándoleaDiosqueno tedejaramorir.Enverdad,Benedict,creoquenoeresunmalhombre.Séquenodebiódeserfácilcrecerconunpadreasí,pero,pesealoquepuedaspensar,tú

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eresdistinto.Enrealidad,piensoquetieneméritoquenotehayasconvertidoenunserodiosoycruelcomoél...

—MeportéterriblementeconAnthonyycontigo.—Lainterrumpió,comosiquisieradejarconstanciadelagravedaddesusmuchospecados.

—Ya hace mucho que te perdoné, mi amor. Ahora eres tú quien debesperdonarteatimismo—dijoellacondulzura.

De pronto, una lágrima rodó despacio por la mejilla masculina.Profundamenteavergonzadopormostrarsudebilidad,Benedicttratódeapartarelrostro,peroLilliannoselopermitióy,sinsoltarlo,enjugóconelpulgarotralágrimaquesiguióalaprimera.

Entonces,elorgullosomarquésdeRavensworthlaestrechódenuevocontrasíyescondióelrostroenelhuecodesugargantamientraselcuerpopoderososeestremecíapresadeviolentossollozos.Lillianlorodeóasuvezconlosbrazosyloapretóconfuerza,altiempoquelesusurrabapalabrasdeconsueloaloído.

Después de unos minutos, Benedict logró dominarse. Mascullando unjuramento, se apartó de ella, se dio la vuelta y se secó las lágrimas con gestoimpaciente.

—Perdona—dijoconvozronca.En esemomento la puerta se abrió de golpe y entróAnthony a la carrera

seguidodeMaxim.—¡Papá!¡Nosabíaquehabíasvuelto!Lavozagudadesuhijolehizogirarsedenuevo.Elniñocorrióhaciaély,de

un salto, se lanzó a susbrazosy le rodeó la cintura con las pequeñaspiernas.Conunaprofundaemocióndibujadaenelrostro,Benedicthundiólanarizenlossuaves cabellos castaños y aspiró con fuerza. En ese momento, sus ojos secruzaronconlosdesuesposayambossesonrieron.

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Epílogo

Benedictlevantólacopadispuestoadarotrotragodevino,perocambiódeopinióny,conunjuramento,volvióadejarlaenlamesitaconbrusquedad.

Estaríabonitoqueaparecieraeldoctorparaanunciarledeunabuenavezqueacababadevolvera serpadreyqueél estuvieraebrio.Claroque, susurróunaodiosavocecitaensucabeza,quenohabíadejadodeatormentarlodesdequeesamismamañanasuesposalehabíadespertadoconelanunciódequeempezabaasentir lasprimerascontracciones,encasodequeelmédico ledijeraquehabíaocurrido una desgracia, quizá sería más fácil resistir el golpe si estuvieraborrachocomounacuba.

—¡Todovaasalirbien!—dijoenvozalta,altiempoqueapretabalospuñosconfuerza.

Eso era lo que le había dicho Lillian cuando él había saltado de la camaaturdidoyhabíaidodeunladoaotrodeldormitoriocomounpollosincabeza.Todovaasalirbien.Lafraseteníaparaéllafuerzadeunconjuroyselarepetíaa cada rato, aunque a medida que las horas iban pasando con una lentitudinsoportable,leresultabamásdifícildecreer.

Se pasó una mano por los revueltos cabellos oscuros. Debía de tener unaspectolamentable,sedijo;nisiquierasehabíaafeitadoesamañana.Solohabíaatinado a vestirse de cualquier manera para ir él mismo en busca del doctorCarter. Cuando regresó con el médico, este hizo salir a todo el mundo de lahabitaciónysequedóasolasconsuesposa.Finalmente,trasloqueleantojóunaeternidad, la puerta se abrió de nuevo y el hombre lomiró por encima de laslentesmetálicas.

—Todo parece estar bien, pero las labores de parto apenas acaban decomenzarysuesposaesmuyestrechadecaderas.Elpartodesuprimerhijolellevó casi dos días—Benedict lanzó una exclamación, pero el médico siguióhablando sin hacer caso de su expresión horrorizada— y, aunque este es el

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segundo y todo debería resultar más sencillo, me temo que aún nos quedanvariashoraspordelanteantesdequeseproduzcaelalumbramiento.

—¿Puedo estar con ella?—Elmarqués lomiró suplicante, pero el doctor,lejosdeapiadarsedeél,negóconfirmeza.

—Serámejor que no. Los esposos están completamente fuera de lugar enestosacontecimientos.Lamayoríadeellossedesmayaencuantovenlasangrey,depronto,meencuentroconunpacientemásentrelasmanos.

Benedict respiró hondo y se pasó la mano por el pelo, tratando detranquilizarse.Teníaganasdeapartardeunempujónaesehombrecilloqueseinterponía entre Lillian y él, pero después de otra profunda inspiración logrócontrolarse.

Los ojos amables del médico brillaron con diversión, como si supieraexactamenteloqueestabapensando.

—Créame, lordRavensworth, lomejor es que se refugie en algunode losnumerosos salones de la casa y se tome una copa de vino. Eso le ayudará acalmarlosnervios.

Demalagana,Benedicthabíaseguidosuconsejoysehabíarefugiadoenlabiblioteca y, si el reloj que había en la repisa de la chimenea nomentía—sehabíalevantadomásdemediadocenadevecesparacomprobarquefuncionaba—,yallevabamásdeseishorasallíencerrado,sinapenasnoticias,másalládeunparde«todovabien,milord»,queeldoctor sehabíaencargadodehacerlellegaratravésdeHannah,ladoncelladesuesposa.

—Diosmío,porfavor,telosuplico—rogóconlacabezahundidaentrelasmanos—, no dejes que muera, por favor, no lo permitas. Te prometo quecambiaré. Me convertiré en un hombre de verdad, en un esposo y padreintachable o, al menos—añadió como si comprendiera que la cosa no iba aresultarfácilynoquisieraqueelTodopoderosopensaraqueestabatratandodehacertrampas—,lointentarécontodasmisfuerzas.

En esemomento, la puerta de la biblioteca se abrió de golpe.Benedict sepusoenpiesobresaltado,peroerasoloAnthonyqueentróalacarreraysearrojóensusbrazos.

—¡Papá,meheescapadodenanny,teníaqueverte!—dijoentrejadeos.—¿Quéocurre,león?—Benedictloestrechóconfuerzacontrasupecho;de

pronto,sesentíamuchomejorconelcálidocuerpodesuhijoentrelosbrazos.—Mamámedijo:«cuidadepapá».Medijoquetedijeraquenoteníasque

estarasustado,quetodoibaasalirbien.Benedictloapretóconmásfuerzaynotóqueseleempañabanlosojos.—¿Tedijoeso?—preguntóconvozronca.—Tambiénquetúyyosomoslomáspresiozodesuvida.

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—Precioso—locorrigióconunnudoenlagarganta.—Sí,esopresiozo.Quería decírtelo antes, peronanny nomedejababajar.

Asíquemeheescapado—dijomuyorgullosodesímismo.Conunasonrisa,Benedictlovolvióadejarenelsueloylepusounamano

sobreelhombro.—Hashechobien,león.Necesitabaoírlo.Ahoramesientomuchomejor.En ese momento la puerta se abrió de nuevo y, esta vez, dio paso a la

doncelladesuesposa.Tenía lasmejillasmuy rojasy todaellaparecía rebosarfelicidad.

—¡Milord,hanacido!—dijo casi sin aliento—. ¡Esunaniña!Miladyestábien.

—Unaniña...—Anthonytorcióelgesto,perosupadrenisiquieralooyó;loúnicoqueleimportabaeneseinstanteeraqueLillianseencontrababien.Saliócorriendodelabibliotecaysubiólosescalonesdedosendos;Anthonyleseguíatan rápido como podía.Abrió la puerta del dormitorio de su esposa con tantafuerzaque lahojagolpeócontra laparedycorrióhacia la cama, ignorandoaldoctorquien,alparecer,queríadecirlealgo.

—¿Estásbien?—Sesentóenelbordedelcolchónylatomódelasmanos.Lillianestabamuypálida;elpelohúmedoselepegabaalafrenteyteníaun

airedeprofundoagotamiento,peroapesardeello,lesonrióconcalidez.—Nopodríaestarmejor,Benedict.Unavezmás,losojosmasculinossellenarondelágrimasyBenedictselas

secóconeldorsodelamano,impaciente.—Perdóname,querida,últimamentenodejodellorarcomounadamisela.Esolahizosoltarunarisita.—QuiénmeibaadecirqueelimponentelordRavensworthibaaresultartan

sensibleen la intimidad.—Le lanzóunamirada llenadecariñosaburlaque lohizosonreír.

Benedictsellevósusmanoslabocaylasbesóapasionadamente.—Tequierotanto,Lillian...—dijoenunsusurroronco.Semiraronsinparpadear,perdidosensupropiouniverso.—¡Notienepelo!LaexclamacióndedisgustodeAnthony los trajodenuevoalmundo real.

Benedict se volvió y vio que Hannah se acercaba seguida de su hijo, que noparecía estar demasiado contento, con un pequeño bulto apretado contra elpecho.Ladoncellaseacercóaély,sinpreguntar,depositóelpequeñobultoensusbrazos.

—Yono...—Tratódedevolvérseloconcaradesusto,perolamujerselimitóasonreírconexpresiónmaliciosaysealejóparaterminarderecoger.

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Sinsaberquéhacer,Benedictmiróhaciaabajo.Unacriaturadiminuta, sinrastrodepelocomoyaleshabíainformadosuhijo,abríaycerrabalospárpadosmientras los labios rosados se fruncían en una serie de cómicos pucheros.Benedictcontemplócautivadoalaextrañacriatura.

Suhija.Por unosminutos se había olvidado de ella por completo, pero allí estaba

entresusbrazos,tanfrágil,tandelicada,tanindefensa...Notóqueelcorazónlehacía algo extraño dentro del pecho y, en ese preciso instante, volvió aenamorarse.

—Quéfea,¿verdad?—¿Fea?—dijoextrañadosinapartarlavistadesupreciosahija,quelotenía

completamentecautivado—.Creoqueesunadelascosasmáshermosasquehevistoenmivida.

—Puesyocreoquesepareceaunarana,¿aquesímamá?Lillian, que los miraba a los tres con una curiosa expresión en los ojos

anegadosdelágrimas,sonrióasuhijoconternura.—Dejaquecrezcaunpoco.Tútambiénparecíasunaranacuandonaciste.Aquello lo dejó callado. Despacio, sin dejar de fruncir el ceño, Anthony

acercóeldedoasupequeñahermana—queseagitabaenbrazosdesupadreyhabía conseguido liberar un puño diminuto del chal que la envolvía— con lamisma precaución que si se tratara de un animal venenoso, y soltó unaexclamacióndesorpresacuandoellaseloagarróconunafuerzainsospechada.

—¡Mirad,legusto!Suspadres intercambiaronunasonrisacargadadepromesasporencimade

sucabeza.—¡Por supuesto, león!—dijeron los dos al mismo tiempo y, sin dejar de

mirarse,seecharonareír.

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Agradezcotodotipodeopiniones,tantopositivascomonegativas.

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¡NotepierdaslaspróximasentregasdelaserieAristócratasypecadores!

ExpiaciónAristócratasyPecadores2

ElcondedeSherringtonesuncaballeroencantadoryungranfavoritoentre

lasdamas,paralasquesiempretieneunapalabraamableoungestogalante.Sinembargo, la señorita Emma Lovegrace tiene algo que, en su opinión, resultaterriblemente irritante y no puede evitar tratarla con una cierta rudeza que vacontra todos sus principios. ¿Por qué le resulta tan irritante esa señorita? ¿Porqué,cuandosepresentalaocasión,seempeñaencasarseconellaconlaexcusadesalvarsuhonor?Y,sobretodo,¿porquélaposeedoradeesosextraordinariosojososcuros,queparecenleerensualma,estádecididaaayudarloaexpiarlasculpasdelpasado?

Absolución

AristócratasyPecadores3El bello y lánguido duque de Darrylshire, seductor con las mujeres pero

implacableconloshombres,aceptaconciertacondescendencialosmatrimoniosde sus amigos Lord Ravensworth y Lord Sherrington, que parecen haberencontradolafelicidad.Élnotienelamenorintencióndeimitarlos;sinembargo,la aparición de una contessa florentina, que resulta no ser una completadesconocida, lo obliga a enfrentarse, cara a cara, con sus propios demonios.¿Seráesta suoportunidadparaserabsuelto,por fin,de laculpasecretaque loatormenta?

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Misotrasnovelasson:

ElprotectorAlgomásquevecinosEmpezardenuevoAbrazamioscuridadVacacionesalamorNadamásverteCuéntaseloaotraTequiero,baby

Teodio,perobésameUnbonsáienlaToscanaMitramposafavoritaEscritoenmissueñosEscritoenlasestrellas

MevuelveslocoLospríncipessolovivenenloscuentos

ElsolsaleporelOesteMilcampanasMil“tequieros”

Enunrincónperdidodelmundo

Misrelatos:PatasdealambreNuncaestarde

¡Esperoquelasdisfrutestambién!

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Sinopsisdealgunasdemisotrasnovelas

Enunrincónperdidodelmundo

MaxnecesitaalejarsedelaajetreadavidasocialdeManhattanybuscarunrincónsolitariodondecomponer labandasonoraquelehanencargado,y¿quémejorlugarparaelloqueelpueblecitodeTerueldondevivíasuabuela,alaquenuncaconoció?

En efecto, en Santa Olaria de la Mata no parece que vaya a haberdemasiadasdistracciones;lamediadeedaddesuescasadocenadehabitantesesdeunos setentaaños,nohay internetyni siquiera llega la señalde televisión.Además, el pueblo suele quedar incomunicado en los meses más duros delinvierno. Lo último que espera Max es encontrar al amor de su vida en eserincónperdidodelmundo,perocuandosedacuentadelpeligroquecorre,yaesdemasiadotardeparaescapar.

(CompraraquíEnunrincónperdidodelmundo)

ElsolsaleporelOesteAishaBrooks llevamás de tres años en los que,más que vivir, sobrevive

amargada. El accidente de tráfico que la obligó a olvidarse de sus sueños deconvertirseenunaestrelladelballethatenidootrosefectoscolateralesigualdecatastróficos.El último de ellos es que, por decisión de un juez, deberá pasarunosmesesenelranchoganaderodeunodelosmejoresamigosdesuhermanoRaff. En un paraje perdido de Wyoming, rodeada de vacas y caballos, demajestuosas cordilleras y de praderas sin fin, aprenderá a vivir de nuevo yencontrará,depaso,algoconloqueyanocontaba:elamor.

¿Puede la combinación del amor y la naturaleza en estado puro sanar las

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heridasmásprofundas?MejorRomanceActualNacionalenlosPremiosRincónRomántico2018(CompraraquíElsolsaleporelOeste)

LospríncipessolovivenenloscuentosBibillevaañosenamoradadeGonzalo,sunuevojefe.Eltípicocasodeamor

platónicoincurable.Gonzalo,envíasderecuperacióntrasundesengañoamoroso,niseimagina

lossentimientosdesusecretaria.ARolo,elamigodeBibi,legustantodasyaTaty,laamigadeGonzalo,no

legustaninguno.Irene,lamadredeGonzalo,quierequesuhijosecaseconTaty.Taty también quiere casarse con Gonzalo, aunque no por los motivos

correctos.Gonzalo, en cambio, noquiere casarse conTaty, pero los suyos sí son los

motivoscorrectos.LomaloesqueBibiestáconvencidadequeGonzaloamaaTaty.AloquehayqueañadirqueRoloabrigaintencionesinconfesableshaciala

amigapijadeGonzalo.Esosí,TatypasamillasdeRolo,alqueconsideraunpatánsinmuchasluces.Sinembargo,nadiecuentaconelDestino,quehadecididometerlosatodos

juntosenunacoctelerayagitar.Y,aunqueparezcaincreíble,detodoestelíosurgiráelAmorVerdadero.El

amorquecaminaa tu ladoen lobuenoyen lomalo.Eseamordelquenosehablaenloscuentos.

(CompraraquíLospríncipessolovivenenlossueños)

MilcampanasEncontrartecon tuprimeramordespuésdeunmontóndeañospareceuna

jugarreta poco elegante del destino; sobre todo, cuando ese «primer amor» tehizo sufrir tantísimo. Sin embargo, Lili no es una mujer rencorosa y aceptaseguirviajeconélporCalifornia.Esosí,sialgotienemuyclaroenestavidaesque no está dispuesta a convertirse en una de esas patéticas mujeres quetropiezandosvecesconlamismapiedra.

A Jaime aún le cuesta creer que la mujer que acaba de rescatarlo de una

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situaciónapuradasealamismaqueledestrozólavidahaceyatantotiempo.Porsuerte, él no es un tipo vengativo ymovido por la curiosidad—¿por qué losastrosinsistenenponerlosdenuevofrenteafrente?—,decidepedirleaLiliquelehagaunhuecoensucaravana.Enseguida,larelaciónentreambosrecuperalafluidezdeantaño,perosidealgoestáseguroalcienporcienesdequeesetrenhacesiglosquepasódelargo,paranovolverjamás.

LoqueLiliyJaimeignoranesquelosmalosentendidos,elrencoryalgúnqueotrosecretocarecendelamenorimportanciacuandolosdiosesseempeñan,conosintuconsentimiento,endarteunasegundaoportunidad.

(CompraraquíMilcampanas)

UnbonsáienlaToscanaEl científico Robert Gaddi está a punto de hacer un descubrimiento que

supondrá un inmenso avance para la medicina; sin embargo, hay demasiadosinteresesenjuegoymuchagentedecididaaquesusinvestigacionesnoveanlaluz.Lanochequedestrozan su laboratorio enWashingtonD.C., tanto su jefecomosuamigoCharlesCassidy,delFBI, insistenencontratar losserviciosdeunguardaespaldas.

La delicada Lian Zhao, experta en artes marciales, es la elegida para elpuesto.ARobertno lehaceningunagraciaque loobliguena tenerunaniñeraconpintadeadolescente,asíquedecidehacerlelavidaimposible.Noobstante,estaextrañajoven,demisteriososorígenes,acabadespertandosucuriosidad.

ALianno le importaque suprotegidoseaun tipoamargadoquedescargasobre ella todo su sarcasmo; está dispuesta a defenderlo hasta la muerte decualquieramenaza.

Todoapuntaaquenopuedehaberdospersonasmásdistintaseneluniverso,pero cuando tras un nuevo ataque se ven obligados a refugiarse en la antiguafortaleza de los Gaddi, en la Toscana, esa convivencia forzosa ejercerá unpoderosoembrujosobreambos.

(CompraraquíUnbonsáienlaToscana)

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Sobrelaautora

Isabel Keats es una mujer normal y corriente a la que un día le dio porescribir. Madre de familia numerosa (con perro incluido), tiene la suerte decontar con algo más valioso que el oro: tiempo libre, aunque no tanto comoquisiera.Legustalanovelaromántica,leencantanlosfinalesfelices,asíque,enresumen,escribenovelarománticaporqueenestemomentodesuvidaesloquemásleapeteceleer.

Isabel Keats—ganadora del Premio HQÑ digital conEmpezar de nuevo,

finalista del I PremiodeRelatoCortoHarlequín con su novelaElprotector yfinalistatambiéndelIIICertamendenovelarománticaVergara-RNRconAbrazami oscuridad—, es el seudónimo tras el que se oculta una licenciada enPublicidadmadrileña,casadaymadredetresniñas.Adíadehoyhapublicadomásdeunadocenadeobrasentrenovelasy relatos,algunasde lascualeshansidotraducidasalinglés,alemán,italiano,portuguésyfrancés.

Encontrarásmásinformaciónsobrelaautoraen:www.isabelkeats.com