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Retiro Seminaristas 2014: La Cuaresma Introducción general al retiro: -Estamos ya pasando la mitad de la Cuaresma, queremos seguir esta invitación de la Iglesia, a retirarnos con Jesús al desierto cuaresmal, para oír mejor a Dios, escucharlo y seguirlo con más fidelidad. -Vamos a responder a esta llamada entrando con Jesús al desierto. -No lo hacemos solos, sino que, como Jesús, conducidos por el Espíritu Santo, movidos por Él, empujados por Él. Por eso, ahí van algunos consejitos antes de comenzar: -Momentos de oración: no hacer la “tarea”, leyendo todo y respondiendo todo. Rezar, hablar con Jesús, hacer silencio, no pensar tanto, sino amar mucho, reposar el corazón, mirar, contemplar. Les dejo un instrumento, pero no algo a cumplir a raja tabla. Agradecer esta posibilidad de esta gracia de retirarnos, hay tantos que lo quisieran hacer o que lo necesitan y no pueden. Usar la Palabra del Señor, conocerla, amarla, rezarla, “cachetearla”. Silencio, lugares: capilla, parque. Si terminé, no molestar al compañero, que tal vez necesite estar más tiempo, no hacerlo apurado. Renunciar a todo lo que tengo en la cabeza, corazón: celular, silencio, preocupaciones, estar todo para Él, porque Él está todo para nosotros en este día. -Vamos a seguir la línea que nos invita a seguir la liturgia cuaresmal del ciclo A, el que vamos siguiendo este año. Seguiremos el camino de los 4 domingos que hemos vivido, para profundizar en este camino hacia la Pascua. -La Cuaresma suele tener mala prensa. Muchas veces fue interpretado como un tiempo de sacrificio, dolor, angustia. O a veces con una mirada muy triste y lacrimosa del cristianismo y del cristiano, como un tiempo de perfección privada y a veces ambiciosa. Dice el Papa en la EG n° 6: Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. -Sin embargo, nuestro horizonte es la Pascua: mirar la Cruz de Cristo, para dejarnos transformar por Él. Contemplar el amor traspasado, su gratuidad, su total entrega. Mirar que todo eso lo hizo por mí y para mí, descubrirme amado, valioso, valiendo esa sangre preciosa, ése es el precio de mi vida, de mi redención. Y por último, para animarnos a dar el paso de descubrir la belleza del amor donado que se hace capacidad para amar de esta manera, no huyendo de la Cruz, sino abrazándola y amando de esta manera: hasta el extremo.

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Retiro Seminaristas 2014: La Cuaresma

Introducción general al retiro:-Estamos ya pasando la mitad de la Cuaresma, queremos seguir esta invitación de la Iglesia, a retirarnos con Jesús al desierto cuaresmal, para oír mejor a Dios, escucharlo y seguirlo con más fidelidad. -Vamos a responder a esta llamada entrando con Jesús al desierto.-No lo hacemos solos, sino que, como Jesús, conducidos por el Espíritu Santo, movidos por Él, empujados por Él. Por eso, ahí van algunos consejitos antes de comenzar:-Momentos de oración: no hacer la “tarea”, leyendo todo y respondiendo todo. Rezar, hablar con Jesús, hacer silencio, no pensar tanto, sino amar mucho, reposar el corazón, mirar, contemplar. Les dejo un instrumento, pero no algo a cumplir a raja tabla. Agradecer esta posibilidad de esta gracia de retirarnos, hay tantos que lo quisieran hacer o que lo necesitan y no pueden. Usar la Palabra del Señor, conocerla, amarla, rezarla, “cachetearla”. Silencio, lugares: capilla, parque. Si terminé, no molestar al compañero, que tal vez necesite estar más tiempo, no hacerlo apurado. Renunciar a todo lo que tengo en la cabeza, corazón: celular, silencio, preocupaciones, estar todo para Él, porque Él está todo para nosotros en este día.

-Vamos a seguir la línea que nos invita a seguir la liturgia cuaresmal del ciclo A, el que vamos siguiendo este año. Seguiremos el camino de los 4 domingos que hemos vivido, para profundizar en este camino hacia la Pascua.-La Cuaresma suele tener mala prensa. Muchas veces fue interpretado como un tiempo de sacrificio, dolor, angustia. O a veces con una mirada muy triste y lacrimosa del cristianismo y del cristiano, como un tiempo de perfección privada y a veces ambiciosa. Dice el Papa en la EG n° 6: Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua.-Sin embargo, nuestro horizonte es la Pascua: mirar la Cruz de Cristo, para dejarnos transformar por Él. Contemplar el amor traspasado, su gratuidad, su total entrega. Mirar que todo eso lo hizo por mí y para mí, descubrirme amado, valioso, valiendo esa sangre preciosa, ése es el precio de mi vida, de mi redención. Y por último, para animarnos a dar el paso de descubrir la belleza del amor donado que se hace capacidad para amar de esta manera, no huyendo de la Cruz, sino abrazándola y amando de esta manera: hasta el extremo.-Tal vez este puede ser el marco de todo el retiro, lo que acabamos de decir, y podemos tomar como cita de referencia a Jn 13,1:

-antes de la fiesta de la Pascua (como nosotros, que estamos caminando hacia la Pascua)-había llegado la hora de pasar: eso es la Pascua, el paso-los amó hasta el fin

-La Cuaresma nos puede ayudar a contemplar todo el amor de Cristo Crucificado, para animarnos a dar el paso, hacer nuestra Pascua, de la muerte a la Vida, del egoísmo al amor generoso, del orgullo a la humildad.

Las tentaciones de Jesús y las nuestras: (1er Dgo de Cuaresma): -Ante todo debemos decir que el mal y el diablo existen. Jesús lo llamó de muchas maneras: el Príncipe de este mundo, el padre de la mentira, las tinieblas, el tentador, el acusador. -Han de evitarse dos extremos:

-darle más entidad de la que tiene: el mal es ausencia del bien, a veces podemos darle más fuerza o poder del que tiene. Vivir hablando del pecado, del mal, del demonio, nos hace ponerlo en primer lugar: exorcismos, posesiones, miedos, etc. Como si el demonio fuera un segundo Dios y se vive más obsesionado por huir de Satanás que por unirse a Cristo.

-no darle importancia: pensar que todo es condicionamiento psicológico, que el diablo es un cuento de la infancia para hacernos tener miedo y portarnos bien, quitándole la fuerza o la trascendencia que puede tener.-Nosotros seguimos a Jesús, somos sus discípulos, donde está nuestro Maestro, ahí estamos llamados a estar, por los caminos que el recorrió, estamos llamados a andar.-La prueba, la tentación, fue el pan cotidiano para Jesús, también lo será para nosotros:-Hb 4,14-16: Jesús puede compadecerse de nosotros, porque experimentó nuestras debilidades, porque fue sometido a las mismas pruebas que nosotros.-Hb 2,16-18: porque Él experimentó personalmente la prueba y el sufrimiento, él puede ayudar a los que están sometidos a la prueba.-Lc 22,28: permanecer, siempre, conmigo, en medio de mis pruebas.

-Por tanto, si Jesús fue tentado, también lo somos y lo seremos nosotros. -El Evangelio reúne después del Bautismo, las tentaciones, que ahora las leeremos y meditaremos, sin embargo, como dice el texto de San Lucas, no se trataron de 3 pruebas nomás, sino: Lc 4,13: el demonio probó todas las formas de tentación, hasta agotarlas, alejándose de Él, hasta el momento oportuno. -Podemos contemplar otras pruebas de Jesús: la mayoría rondando por el lado de esquivar la Cruz y el sufrimiento y lograr un mesianismo exitoso y sin Cruz:

-Tentación que le hace Pedro, a quien llama Satanás, ver cómo la vence Jesús: Mt 16,22-23: el mecanismo de la tentación: llevarlo aparte, reprenderlo, proponerle un camino más fácil. Jesús la vence dándose vuelta, mirando a la comunidad, invitando a Pedro a ponerse detrás y no delante, llamándolo Satanás, obstáculo, tentador.

-En Getsemaní: peleando cuerpo a cuerpo para entregar su vida: Mt 26,36-46: tristeza y angustia, soledad de sus discípulos que duermen: estén prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.

-En la Cruz: Mt 27,39-44: si eres el Mesías, el Hijo de Dios. Una crudeza espantosa, porque ponen en duda su filiación: si Dios es su Padre, como él dice, que venga a socorrerlo, por tanto, si no lo viene a ayudar, significa que no es el Hijo de Dios. Abandono que siente en carne propia y por eso lo hace exclamar: Mt 27,46: sintiendo profundamente el abandono del Padre.

-Las tentaciones de Jesús en el desierto: descalzo y Pronzato: -Mt 4,1-11:-Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio: parece que el mismo Espíritu es el que conduce a Jesús a la prueba.-Aparece la misma fórmula de tentación que antes vimos: si tú eres el Hijo de Dios…1) Manda que estas piedras se conviertan en pan: el demonio quiere limitar la misión de Jesús al campo material.-Jesús la vence con la Palabra de Dios, que la usa como su escudo: no se vive solamente del pan, también el hombre necesita de la Palabra que brota de los labios de Dios. El mesianismo de Jesús no se reduce a tapar y cubrir toda necesidad material: dar de comer a la gente, sanar sus enfermedades, dar trabajo, etc. Sino que Jesús busca el bien integral del hombre, ir a la raíz de su enfermedad, a darle al hombre lo que más necesita: Dios. De hecho, Jesús dirá a la gente, luego de la multiplicación de los panes: ustedes me buscan porque se han saciado, pero yo vengo a presentarles otro Pan. Mesianismo materialista.

2) Tírate abajo para que los ángeles te atajen. Lo tienta con la misma Palabra de Dios. Es la tentación de la imagen, de lo espectacular, de la superficialidad, las apariencias, la gloria humana, al ver ese signo grandioso, la gente creerá sin duda en Jesús. Es la tentación de usar a Dios para los propios intereses. Es lo que vive mucha de nuestra gente cuando corre detrás de soluciones

mágicas: pare de sufrir. Esto lo sufrirá también Jesús cuando quieren apoderarse de Él para hacerlo rey, teniéndose que escapar luego de la multiplicación de los panes. Cuando Herodes lo tienta para que haga algún milagro, Jesús responde con su silencio.-Jesús la vence también con la Palabra: no tentarás al Señor tu Dios. Jesús quiere recorrer el camino de la humildad, de lo cotidiano, sin necesidad de recurrir a signos grandilocuentes para que lo sigan. Jesús no busca encandilar, sino atraer, enamorar. Mesianismo milagrero.

3) Te daré todo esto si te postras para adorarme: es la tentación del poder, de la ambición, de adorar a otros dioses, de seguir por otros caminos, de ir detrás de otros ídolos. Yo te daré lo que me pertenece: no se trata de reinos o riqueza, sino el poder político y la gloria que lleva consigo, la ambición. Es como si le dijera: muéstrate poderoso, en un trono, con un gran Reino y así te seguirán, no así en una Cruz como un fracasado-Jesús la vence con la radicalidad que nos exige Dios: sólo Él es el Señor, sólo Él es lo absoluto, todo lo demás es relativo.

-En definitiva, las tres tentaciones y las demás que vimos antes, que le sucederán a Jesús después, radican todas en hacer las cosas según el propio estilo, por un camino distinto al trazado por el Padre. Ellas consisten en correr del centro de la vida de Jesús al Padre, para ponerse Él mismo, y sus deseos humanos en el centro. Es el camino de esquivar la cruz, lo difícil, lo duro, tanto de las injusticias humanas (el hambre), de los caminos comunes y ordinarios y del poder de la humildad, del fracaso aparente, de la falta de respuestas.-Por eso, Jesús, antes de empezar a predicar el Reino de Dios, señala ya con claridad qué distintos son los caminos de ese Reino, de los reinos del mundo y del demonio. Jesús muestra de entrada la derrota de Satanás, el poder de Dios que quiebra y rompe el poder de las tinieblas, hecho que mostrará después en las expulsiones de los demonios.-Dice Descalzo: No estamos, pues, en esta escena, ante una anécdota, sino ante un prólogo. Si Satanás esperaba milagros, los encontró, pero mucho más serios que convertir piedras en panes o que arrojarse por un precipicio. Milagros tan importantes como preferir el servicio y el amor a la victoria fácil del poder; como aceptar los caminos oscuros y sangrientos y dejar de lado los esplendorosos. Y si quería saber si Cristo era más que un hombre, ciertamente que lo descubrió: tenía que ser Dios quien prefiriera lo doloroso y lo pequeño.

Jesús ante el mal:-No dialoga, le ordena directamente que salga.-Otras veces, le pone nombre, para saber con quién está luchando.-Las vence a fuerza del bien: la sombra se quita poniendo luz, no quedándonos en la sombra, dándole vueltas, sino poniendo la luz.-Vence sus tentaciones, mirando al Padre, usando la misma Palabra de Dios como escudo.

¿Cómo hacemos nosotros?:-A lo largo de nuestra vida, también experimentamos las tentaciones. Vamos ahora a detenernos nomás en las que le aparecieron a Jesús, para confrontarlas con las nuestras. En la próxima charla, hablaremos un poco más de las nuestras y de nuestras cegueras y condición pecadora.-El rato que tenemos ahora para rezar, les proponemos mirar a Jesús y desde Él mirarnos a nosotros. Podemos quedarnos con algunas de las tantas citas que hemos dado, como para detenernos y orar en silencio con la Palabra y desde la Palabra, mirarnos a nosotros mismos.-Resumiendo las tres tentaciones de Jesús y mirándonos a nosotros podríamos decir que somos tentados a referirnos continuamente al yo, a nosotros mismos, desde tres lugares: la codicia, el ansia de renombre y el ansia de poder. Veremos cómo los tres medios que nos propone la Iglesia

con el ayuno, la limosna y la oración, nos ayudan a salir de nosotros mismos y vencer estas tentaciones. Vayamos a cada una:

1) La codicia: se trata de nuestro afán de posesión, de tener cosas, de llenarnos de cosas, con una clara referencia al yo, para satisfacerlo, para hacerlo sentir placer, para disfrutar solo nosotros. El mejor remedio para esto es el ayuno y la penitencia. Ojo que también puede tomar formas sutiles de egoísmo o de codicia espiritual, mirándome a mí mismo por mis ayunos, sintiéndome mejor que otros que no lo hacen, autocomplaciéndome por “mi perfección espiritual”. Por eso, qué bueno que volvamos a lo que nos dice Jesús, no lo hagas para ser visto (ni siquiera por ti mismo), sino por tu Padre y para tu Padre que ve en lo secreto y que te recompensará. El ayuno nos ayuda a que al privarnos de distintos bienes, se despierta el deseo de Dios, que es el único que satisface nuestra vida. Es poner el corazón en las cosas importantes. Y en esto podemos ser muy ingeniosos para buscar distintos tipos de ayuno: televisión, celular, internet, crítica al hermano, chismes, etc. Nos podemos preguntar, respecto de esto:¿Cómo vivo mi relación con las cosas? ¿Soy esclavo de mis bienes, los sé compartir con los demás? ¿Me privo de los lujos o de las cosas superfluas para ayudar a los que más lo necesitan? ¿Llevo una vida austera y pobre? ¿Tengo envidias o celos respecto de los bienes de los demás? ¿Podría vivir libremente sin algunos bienes que me puedan atar?

2) El ansia de renombre, reconocimiento: vivimos inmersos en la cultura de la imagen, de lo que se muestra y no tanto de lo que se es. Vivimos obsesionados muchas veces por dar una buena imagen, o por lo que piensan los demás de nosotros, o por caer bien al otro. La mejor manera de salir de este círculo vicioso es poner nuestra mirada en Dios, en alabarlo y venerarlo a Él y no a nosotros mismos, en sólo a Él rendirle culto y no a nuestra imagen, que tantas veces veneramos. Y el mejor camino es el de la oración. Oración como encuentro con Dios, no como un lugar para darle vuelta a mi propio yo, sino un lugar para salir del propio yo y poner nuestra mirada en Dios, el único que merece nuestra adoración y reverencia. Es sentirnos pequeños, delante de su grandeza y de su amor. Es poner la mirada en Él para no volver a sacarla de Él y no posarla sobre nosotros, nuestra pequeñez, nuestras imperfecciones, nuestros defectos. Nos podemos preguntar ¿cómo anda nuestra oración?, ¿cómo estamos rezando?, ¿en quién pongo la mirada?, ¿quién es el centro de la oración: mi vida o la de Dios? Se trata de estar con Él, “perdiendo” tiempo con Él, aunque no saque grandes conclusiones, es posar la mirada serena en su amor, disfrutando de su amor, dejándome mirar también por Él.

3) El ansia de poder: es centrándonos en el prójimo para servirlo, no para servirme de él para mi imagen positiva, sino como servicio gratuito y desinteresado. En esto radica la limosna, en cambiar la mirada y pasarla del yo al tú. ¿Cuáles son mis bienes que puedo brindar? Mi tiempo, mis talentos, mi dinero, ¿cómo los puedo poner al servicio del prójimo? ¿Cómo vivir desde el Seminario el servicio desinteresado y gratuito al prójimo? Podemos buscar y realizar servicios ocultos que nadie ve, como para servir mejor al Señor.

2da charla: Jesús y el ciego de nacimiento: (4to Dgo de Cuaresma, CICLO A): -Vamos a saltearnos el 2do domingo de Cuaresma, que se lee la transfiguración y el 3ero que se lee la Samaritana, para pasar al 4to domingo, que tiene que ver con lo que vimos en la charla anterior.

Jn 9,1-41:-Si vamos a los últimos versículos del capítulo 8, vamos a ver una dura discusión de Jesús con los judíos, que termina de esta manera: Jn 8,58-59: Jesús se da a conocer, muestra su más profunda

identidad: YO SOY, y esto le costará la vida, tendrá que salir escondiéndose del Templo para no morir apedreado. -Jesús, excluido y marginado de la religión judía, se acerca ahora a otro excluido y marginado, lo entiende y comprende, porque Él mismo sufre la misma situación. -Jesús mira al hombre ciego, como Él solo sabe mirar. Los discípulos no lo miran en verdad, sino que miran un caso, hablan sobre él, no hablan con él. ¿De quién es la culpa? ¿Quién pecó? Sin embargo, Jesús descubre en este hombre a alguien valioso, con una misión determinada: manifestar las obras de Dios, ser testigo de Jesús como luz del mundo.

-La debilidad nos conduce necesariamente a Dios: cuánta gente vemos en el mundo, autosuficientes, poderosos, fuertes. Vemos a los fariseos, encerrados en sí mismos, con el corazón duro para descubrir las obras de Dios. La soberbia es el peor de los pecados, no hay manera de salir de ella, sino por una intervención externa: la mano de Dios a través de alguna cruz: una debilidad que es como un resquicio por donde entra la gracia, el depender de otro para salir de eso, una enfermedad, un fracaso, algo que no nos sale como esperábamos, la experiencia de una impotencia, de un pecado, de un vicio desenmascarado que no puede seguir siendo justificado o relativizado. A nosotros, los hombres religiosos, nos pasa esto. Tal vez hacemos más hincapié en aquella espina, en aquella piedra en el zapato, pero lo importante es que se pudo abrir una brecha para que entre la gracia. Es decir, nuestra súplica, nuestro grito de “no puedo solo, ayudame”. -A los pobres les resulta más fácil, están más acostumbrados a ese vocabulario. En nosotros mucho no está. La soberbia es decir: yo puedo, yo lo haré, yo saldré por mis propios medios, me sobrepondré. La humildad, en cambio, nos hará decir: tirame una soga, solo no puedo. La humildad, nos hace dejarnos hacer por el Señor, dejarnos sanar por Él. Ya probamos por todos los medios y no pudimos, por tanto, se abre la súplica, la paciencia, la espera, el abandono, actitudes que no conoce la soberbia. -Esa es nuestra ceguera principal: decir que vemos, decir que podemos, por eso, nuestro pecado permanece. ¿Deseamos tener los ojos abiertos a la verdad? ¿Por qué tenemos miedo a la verdad? ¿Será porque nos parecerá tan terrible que si vemos la realidad demasiado claramente caeremos en la desesperanza? La verdad del mundo con sus tinieblas, desigualdades, dolores y gemidos. La verdad de nosotros mismos, con sus tinieblas. Sin embargo, Jesús nos invita a dar un paso más para descubrir la belleza en nuestro corazón, en el corazón del mundo, y así mantenernos en la esperanza. Esperanza que es conversión, que es asumir que estamos ciegos, que no podemos, que somos dependientes.

-El gesto de Jesús es de una inmensa ternura, cura con su palabra y con el tacto. La voz y el tacto son extremadamente importantes para los ciegos. El tacto es el primero y principal de los 5 sentidos. Es el sentido del amor, pues implica presencia, proximidad y ternura. Es nuestro primer modo de conocer y de entrar en contacto con el mundo exterior. Nos defendemos frente a la dureza, nos abrimos frente a la ternura. Un bebé necesita ternura para vivir y crecer en plenitud. Una persona enferma, como el ciego, necesita ternura para confiar. La ternura nunca lastima, ni destruye lo débil y vulnerable, sino que les revela a las personas su valor y belleza. Implica respeto. Jesús toca a este hombre con profundo amor y respeto.-El tacto tiene que ver mucho con la ternura. Podemos ser distantes, podemos ser cercanos y respetuosos o podemos ser posesivos, donde traspasamos el límite de la otra persona, nos apropiamos de ella, la hacemos depender de nosotros. Por eso Jesús envía al hombre a lavarse a la piscina de Siloé (que significa Enviado). No se lo apropia, sino que lo envía, para que sea él, no para apropiarse de él.-Lo que resulta sorprendente, es que sea el barro el medio extraño y claramente inadecuado empleado por Jesús para hacer su obra (que es la de Dios) de devolver la vista al ciego y para manifestarse él mismo como luz. El barro aparece cuatro veces en el texto, y siempre en manos

de Jesús como complemento del verbo hacer (Jn 9, 6.11.14. 15) y, aparte de la clara alusión al barro de la creación del Adam (cf Gen 2,7), quizá forme parte del humor que acompaña a todo el texto: es precisamente algo opaco y oscuro el instrumento para que el ciego recupere la vista y para que la luz vuelva a sus ojos.

-Volvamos nuevamente al relato, comienzan ahora los diálogos. Los fariseos ciegos ante la evidencia. No atienden a lo que pasó, sino que juzgan a quien curó. No escuchan al ciego, se cierran, no le creen. Llaman a los padres, que tienen miedo de ser expulsados de la sinagoga si confiesan a Jesús como Mesías. -El contraste es bien fuerte entre fariseos, aprisionados en su ideología, y este hombre que vive en la realidad y que dice simplemente las cosas como son. -Los fariseos están aferrados a sus pensamientos, tan fuertes que les impide ver la evidencia. La ideología los aleja de la evidencia de la realidad. Son incapaces de ver las cosas como son. Nos podríamos preguntar nosotros, ¿cuáles son nuestras verdades que se transforman en barrera para no reconocer al otro? Esto también es falta de ternura. Es no ser capaz de renunciar a nuestras seguridades, por miedo a que se nos mueva el piso o por miedo a la intemperie.-¿Tenemos miedo a la verdad? A la propia a y a la de los demás… El ciego, eligió la verdad, y dio testimonio de la sanación que acababa de experimentar. Tal es así, que es echado, simplemente por decir las cosas tal como son. Ojo con los discursos únicos, ¿a quién dejo afuera con mis palabras y actitudes? ¿Somos capaces de reconocer otras experiencias de Dios más allá de las nuestras? ¿Hacemos de nuestra experiencia el único criterio de nuestra verdad? En definitiva, ¿de quiénes somos discípulos? ¿de Jesús o de nosotros mismos o de nuestras ideas o experiencias? ¿Estamos dispuestos a dejarnos llevar con Jesús a la intemperie, al mar adentro donde no se hace pie?-Qué hermoso ver el proceso de fe del ciego, de la oscuridad a la verdadera luz. Primero no es reconocido como tal, tiene que hacer hincapié en su persona, en su identidad. Es puesto tan en duda que llaman a sus padres para confirmar que éste es su hijo. Luego va descubriendo de a poco quién es Jesús: ese hombre que se llama Jesús, luego lo reconoce como profeta, luego como alguien que proviene de Dios. Luego como el Hijo del Hombre, y luego lo llama Señor (Kyrie), reconociéndolo como Dios y se postra para adorarlo. Hermoso camino de fe que podemos hacer también nosotros de la mano del ciego. Dios nos va haciendo entrar en las profundidades del misterio de la fe, si nos dejamos llevar por Él. Empezando por reconocer nuestra identidad: soy realmente yo, aceptando mi historia, mi pasado, reconciliándome con mis oscuridades y tinieblas y empezando un camino de reconocimiento del Señor.

-Jn 9,39-41: vine para hacer un juicio (krima), es decir, vine para hacer entrar en crisis. El Evangelio nos obliga a entrar en crisis, nos obliga a una opción. No podemos quedar indiferentes: que vean los que no ven, y queden ciegos los que ven. Jesús nos invita a cambiar de mirada, a tener unos ojos nuevos y reconocernos ciegos, para que él, con su infinita ternura, nos vaya de-velando nuestra propia verdad(a-leteia: quitar el velo). Ya no podemos decir: vemos, porque nuestro pecado entonces permanece. Sólo nos queda postrarnos en adoración para pedirle su mirada, unos ojos nuevos.

-A medida que vamos avanzando en nuestro camino espiritual, en el camino de conversión que dura toda la vida, vamos a ir experimentando diversas tentaciones, como las experimentó Jesús. En vez de ser ocasiones de tropiezo, son una hermosa ocasión para crecer en nuestra entrega y compromiso: el que tropieza y no cae, avanza dos pasos.-Docibilitas: ir adquiriendo la forma de Cristo toda la vida, dejarnos enseñar, moldear, formar por la vida, por los formadores, quitar la piel de rinoceronte, humildad.

-Aprovechar nuestra experiencia de pecadores, para confiar más. Adán y Eva sospechan de la bondad de Dios, por ahí entra el pecado, qué imagen de Dios tenemos, ir sanándola. Juez implacable que ve pecado en todo, que espera que caigamos para venir con todo el peso de la ley. Imagen paterna…-La vida del Seminario es una hermosa ocasión para ir conociéndonos, conociendo nuestro interior, los movimientos que se van dando en nuestro corazón. Esto requiere escucha, silencio, soledad, para encontrarnos con nosotros mismos, para poner nombre a nuestras tentaciones, para descubrir por dónde nos aprieta el zapato, para identificar nuestras cegueras para dejarnos sanar.-Uno de los peligros más grandes que podemos tener los hombres religiosos es la soberbia espiritual: pensar que estamos del todo convertidos y que somos mejores que los demás, como les pasaba a los fariseos que por cumplir externamente la ley, se creían los indicados para señalar a todo el mundo y ponerse siempre ellos en la vereda de los buenos. Es mucho más común de lo que se piensa, entre los sacerdotes, religiosos y seminaristas.-Por eso, la humildad es el mejor camino para seguir a Jesús. El pecado propio, la misericordia de Dios experimentada en carne propia, nos va haciendo humildes para reconocer que todo es gracia.-Podemos caer en un peligro: pensar que la conversión consiste solamente en un hecho puntual en nuestras vidas y listo, nunca más, ya estamos del lado de los buenos. -Nosotros podríamos decir: ¿qué necesidad tengo yo de convertirme, qué significa esto? Yo voy a misa todos los días, estoy en el Seminario, rezo todos los días, me confieso seguido, ¿qué más? Dios no me puede estar pidiendo más. -Sin embargo, abrimos el Evangelio y leemos en Lc 18,9-14. Tal vez, nuestra actitud se pueda parecer a la del fariseo. Es más, me parece que el gran peligro nuestro –yo el primero que me incluyo- es el de los fariseos. Los fariseos tienen muy mala fama en el Evangelio, sin embargo eran personas muy religiosas y muy preocupadas por ser fieles a Dios. Pero tal vez su error principal era este: no veían la necesidad de convertirse: se tenían por justos y despreciaban a los demás. Tal vez, a nosotros nos puede pasar que le enumeremos a Jesús todas las cosas que hacemos por Él, pensando lo genios y generosos que somos: ayuno dos veces por semana, pago el diezmo, etc. -Creo que con los fariseos nosotros compartimos dos peligros en nuestra vida espiritual:

* creer que nosotros realizamos todas estas buenas obras por obra y mérito nuestro* creer que no necesitamos convertirnos a Dios, que ya lo hemos hecho

-Frente a lo primero, se nos dice cuando empezamos la Cuaresma: Recuerda que eres polvo y al polvo volverás. La liturgia nos hace tomar conciencia de nuestra nada frente a Dios. Nos hace darnos cuenta y recordar que todo es gracia de Dios. Frente al segundo peligro se nos dice también el Miércoles de Ceniza: Conviértete y cree en el Evangelio.-Recordemos la escena del hombre rico: Mc 10,17-22. Este hombre era muy bueno, practicaba fielmente los mandamientos, sin embargo, Jesús lo invita a dar un paso más y él no se anima.-La Cuaresma es eso, es la invitación de Jesús a seguirlo más de cerca. Primero de todo, renunciando al pecado, es decir, cumpliendo los mandamientos. -Por ello, el primer paso para reconocer que nuestra vida es una continua conversión, es la de reconocer que somos pecadores y que necesitamos que Dios nos sane y nos salve continuamente. Jesús mismo dice en Lc 5,31-32: No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores, para que se conviertan. ¡Qué triste sería decir que no tenemos necesidad del médico porque no estamos enfermos! Es como decirle a Jesús: la verdad es que no te necesito, porque yo ya la tengo re-clara y ya soy santo. -Tal vez esto nunca lo lleguemos a decir, pero sí tal vez lo pensemos o lo sintamos en nosotros. Como eso que a veces nos puede pasar que al irnos a confesar digamos: Padre, yo vengo a confesarme porque lo tengo que hacer, pero, la verdad es que no lo necesito porque no tengo pecado, no sé de qué confesarme.

-Si esto nos sucede alguna vez es porque nos estamos alejando sutilmente de Jesús. Santa Teresa de Jesús decía que cuanto más cerca de Jesús estemos, mayor es la conciencia del propio pecado y ponía el ejemplo de un dormitorio que parece muy limpio pero cuando entra el rayo de luz solar, se empiezan a ver las pelusitas en el aire y en el suelo. Así ocurre en nuestra vida espiritual, cuanto más nos acerquemos a la luz que es Jesús, tanto más sentiremos nuestra miseria, nuestro pecado, y nuestra necesidad de convertirnos. Esto es lo que sentían y experimentaban los grandes santos que se sentían, al final de sus vidas, terribles pecadores. Y no era teatro o bellas palabras que decían por falsa humildad o para quedar bien, sino porque así realmente lo sentían.-Por tanto, aprovechemos este día y esta Cuaresma para preguntarnos delante del Señor en qué me debo convertir, qué espacio de mi vida, de mis actividades, de mi corazón están sin evangelizar y necesitan de la presencia de Jesús.-Pidamos a Jesús en esta tarde el poder experimentar que estamos continuamente sostenidos por su Misericordia. Santa Teresita, a la cual su director espiritual le había asegurado, ya al final de su vida, que ella nunca había cometido un pecado mortal, ella decía que Dios la sostenía con su misericordia infinita, y que si en algún momento la hubiese soltado de su mano, ella hubiera sido peor que María Magdalena antes de su conversión. Ella decía que Dios la había amado con amor preveniente, es decir, se había encargado de quitarle las piedras del camino antes de que ella las viera, para que no se tropezara en su peregrinar. Por eso se sentía inmensamente amada y cuidada por Dios. -Para reconocer nuestra ceguera, nuestro pecado, necesitamos tener fe, ya que el pecado es una realidad de fe, es un misterio. Nos decía Juan Pablo II que la pérdida del sentido del pecado venía por la pérdida de sentido de fe. El pecado, sigue diciendo Juan Pablo II es un misterio, al que debemos acceder por la fe, no es simplemente una falla o algo incorrecto, por eso necesitamos mucha fe para descubrir la hondura de nuestro pecado. El primero es decir que vemos, mientras somos ciegos, o decir que no tenemos pecado, cuando en realidad, lo tenemos.-Por eso, nada mejor que rezar la oración del publicano que no solamente dice pequé, sino soy un pecador, esa es nuestra realidad más profunda. Pero no para quedarnos ahí en el desánimo, sino para pasar al segundo paso que es: pecador amado y reconciliado por Dios.-Una de nuestras grandes ilusiones es poder decir un día: no necesito confesarme más, no pequé, sin embargo, cuánto más cerca de Dios estamos, tanto más descubriremos nuestra miseria, mezquindad, nuestra pequeñez.-Podemos ver también el maravilloso ejemplo de Pablo: 2 Cor 12,7-10: ¿cuál es mi espina?, ¿clamo para que Dios me la saque o creo que puedo solo?, finalmente, ¿estoy convencido de que cuando soy débil, entonces soy fuerte?

-Para este rato de oración, podemos volver al texto del ciego de nacimiento y descubrir nuestras cegueras. -Podemos también hacer una lista de nuestros puntos débiles, por donde la tentación nos suele engañar: la tristeza, la soberbia, la vanagloria, la lujuria, el egoísmo, la comparación, la crítica, el comentario irónico o quejumbroso. -También podemos contemplar junto a Jesús, nuestra reacción frente a las tentaciones, cómo suelo obrar o responder frente a ellas: si dialogo con ellas, si pido ayuda, si caigo fácilmente, si me ayudan a ser más humildes o tal vez me sumen en el desánimo y tristeza por sentir lo que siento, avergonzándome de mí mismo. Para ello, nos pueden ayudar los consejos que da San Ignacio para los tiempos de desolación, es decir, para los momentos de tentación:1) Estar en paciencia, no ansioso, con la certeza de que Dios me da su gracia y auxilio suficiente para poder rechazarla y volver a darme la gracia de estar consolado (nunca la cruz excede nuestras fuerzas).2) Poner los medios contra la desolación:

-Lanzar, echar, rechazar estos malos pensamientos.

-Aggere contra: hacer lo contrario de lo que me propone el mal espíritu, mudarse contra la desolación. Si soy tentado en dejar de rezar, aplicar un poco más de tiempo a la oración; si es contra la caridad, amar más a esa persona, motivarme para hacerlo. Esto toma un matiz más de combate espiritual, de lucha, de oponer, resistir y vencer. 3) Humildad: es la tierra incógnita del mal espíritu, es decir, es el mejor remedio. Su terreno habitual es la soberbia, la autosuficiencia, el yo puedo solo. Rezar y pedir ayuda adecuada.4) Firmeza y constancia en los propósitos: resistir a las varias agitaciones y no tomar ninguna decisión.5) Hablarle al Señor de mi tentación. En tiempos de desolación estamos tentados a rezar con cosas muy voladas, que no implican mi vida, o con pensamientos generales, que no me involucran. El ejemplo de Jesús con la Samaritana: ella le habla de los pajaritos, del lugar dónde rezaban los samaritanos, y Jesús la baja a la realidad: andá a buscar a tu marido… 6) Apelar a la memoria: de los santos, de la Iglesia, de mis desolaciones previas de las que pude salir por gracia de Dios, de las consolaciones recibidas, de otros que entraron y salieron de ésta. Apelar al sentido de cuerpo eclesial: no estoy solo, estoy en una familia, otros rezan por mí y me sostienen. 7) Obediencia al director espiritual: casi una obediencia ciega. El ve mejor que yo, en esos momentos estoy ciego, confiar qué pasará. (Por eso, es bueno elegir en tiempo de consolación la persona que me va a ayudar en tiempo de desolación: debe haber confianza, no sentir vergüenza, no tenerle miedo, no buscar su aprobación, sentirme querido y respetado por mi director espiritual, es paciente con mis tiempos, no me juzga, no es escrupuloso ni laxo, no sentirme presionado o en deuda o que esté con él por miedo a que se enoje si deseo –en tiempo de consolación- cambiarlo porque ya no me ayuda, etc.8) Una gran confianza en Dios: las escondidas de Dios nunca son sádicas, detrás de su silencio hay una mirada de amor que me sostiene. El habita en mi verdadero yo, en lo más profundo de mi vida, aunque ahora se note la superficie de mis deseos, tironeos, dudas, etc, el Señor me espera en el fondo de mi ser más sagrado, donde habita. 9) Desafío para el tentado: los signos se buscan atrás, en las experiencias fundantes, en los tiempos de consolación. Basta una sola experiencia de consolación, para sostener mi vida. A pesar de que hoy no sienta lo mismo que antes. No hay que pedir señales hacia adelante, sino buscarlas atrás. Sobre todo si ya hay algún tipo de consagración que me marca una decisión no solamente subjetiva, sino objetivada por la mirada eclesial.10) Seguir el ejemplo del Maestro en su lucha contra el espíritu del mal: lo llama padre de la mentira, de las tinieblas, de la oscuridad. Le pone enseguida la luz. En muchos casos de exorcismos no dialoga con el mal, sino que directamente le pega un grito para que se vaya. En otros casos, le pone nombre, le da identidad para saber contra quién está luchando. No se deja seducir por sus engaños.

-Vamos entonces a terminar con unas palabras de Dolores Aleixandre que nos pueden ayudar para rezar:

Invitados a la danza de lo in-convenienteAflojá la tensión de tus manos y dejá que se te escapen las riendas con las que intentás

controlar a Dios, podría decirnos el ciego de nacimiento. Liberate de tu obsesión por fiscalizar los "cómos" y dominar los "porqués" de sus acciones: tampoco yo conseguí entender por qué untaba mis ojos con aquel barro espeso que parecía cegar aún más mis pupilas. Pero me fié de su palabra, me dirigí a tientas a la alberca de Siloé, me lavé y, junto con el barro, se fueron mis tinieblas y me vi sorprendido por la luz como en la primera mañana de la creación. Aceptá el desafío de creer que el barro puede ser portador de luz, confiá en las manos de quien lo aplica a

tus ojos, reconocete en la negativa farisea de aceptar que la luz pueda llegar por otro camino que no sea el de los propios candiles y lámparas.

Decidite a creer que Alguien sabe mejor que vos qué es lo que te cura y lo que puede hacer luminosa tu vida y no te contentes con conocerle solamente por el sonido de su voz y el roce de sus manos: porque él te sigue buscando para que puedas contemplar también el rostro del que procede toda luz.

Da fe a la Palabra que te asegura que tus carencias y cegueras no te encierran definitivamente, sino que pueden ser puertas abiertas para el encuentro y entregá tu fe y tu adoración a Aquel que no pasará nunca de largo por las cunetas de tus caminos.Un día, estaba sentado con Rodleigh, el jefe del grupo, en su caravana, hablando sobre los saltos de los trapecistas. Me dijo: "Como saltador, tengo que confiar por completo en mi portor. El público podría pensar que yo soy la gran estrella del trapecio, pero la verdadera estrella es Joe, mi portor. Tiene que estar allí para mí con una precisión instantánea, y agarrarme en el aire cuando voy a su encuentro después de saltar". "¿Cuál es la clave?", le pregunté. "El secreto", me dijo Rodleigh, "es que el saltador no hace nada, y el portor lo hace todo. Cuando salto al encuentro de Joe, no tengo más que extender mis brazos y mis manos y esperar que él me agarre y me lleve con seguridad al trampolín"."¿Que tú no haces nada?", pregunté sorprendido. "Nada", repitió Rodleigh. "Lo peor que puede hacer el saltador es tratar de agarrar al portor. Yo no debo agarrar a Joe. Es él quien tiene que agarrarme. Si aprieto las muñecas de Joe, podría partírselas, o él podría partirme las mías, y esto tendría consecuencias fatales para los dos. El saltador tiene que volar, y el portor agarrar; y el saltador debe confiar, con los brazos extendidos, en que su portor esté allí en el momento preciso".

Jesús y la samaritana: (3er Dgo de Cuaresma, CICLO A):

-Jn 4,1-14-Jesús llega fatigado del camino al pozo de Jacob, al pie del Monte Garizim, en Samaría. Al mediodía, a la hora de más calor y también a la hora donde el sol pega más fuerte en la tierra. -Una mujer de Samaría: con la realidad de aquel momento lo que significaba ser mujer y a su vez, ser de Samaría, el pueblo enemigo de Judea, divididos, separados por cuestiones de culto, de discusiones estériles, de barreras humanas que se ponen por entender de forma muy mundana nuestra relación con Dios.-Una mujer que va a sacar agua al mediodía. Nadie saca agua a esa hora, o lo hacen de mañana, o de tarde, además era un lugar desierto, lejos de la ciudad, había que caminar bastante para acarrear el agua. Esta mujer no se quería encontrar con nadie. Seguramente, como nos enteraremos más adelante en el mismo relato, esta mujer no tenía una vida moral muy ejemplar, por eso era mirada de mala manera. Tal vez le había sacado el marido a más de una, por eso, no tenía ningún interés de encontrarse con nadie. El pozo siempre es un lugar de comunión, de encuentro, de compartir la vida mientras se espera el turno para sacar el agua. Lugar de charla de las novedades de la vida del pueblo, lugar para ponerse al tanto de las últimas noticias.-Esta mujer, sola, samaritana, marginada, se acerca a sacar agua…-Jesús se presenta a ella como un necesitado, le pide un favor, se encuentra frente a ella como un mendigo: Dame de beber…-Ese es el pedido de Jesús a nosotros: que le demos agua, que calmemos su sed hiriente, que lo reconfortemos. Resuena el grito de Jesús en la Cruz: Tengo sed (Jn 19,28).-Esta mañana podemos quedarnos acá y rezar con estos gritos de Jesús. ¿Cuál es su sed? ¿Cuál es la nuestra? ¿Cuáles son sus gritos? ¿Cuáles los míos? ¿Cuáles los de la humanidad? ¿Qué gritos me incomodan y no quiero escuchar?

-Pero sigamos avanzando, aparece la extrañeza de la mujer. Están los dos solos, un escándalo, nunca sucedía esto, siempre los diálogos entre mujeres y varones se hacían en grupo, sino uno ya pensaba que había otros intereses detrás. La mujer se escandaliza. Ante lo cual, Jesús responde: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: Dame de beber, tú misma se lo hubieras pedido y él te habría dado agua viva.-Conocer: es un trato íntimo, es algo integral para el semita, de hecho también se usa este verbo para la relación íntima entre los esposos. Habla de comunión. -El don de Dios: esta mujer no está acostumbrada al don, lo anda buscando, pero seguramente se siente usada, nunca amada gratuitamente, no hay don en ella, sino intercambio, uso. Tal vez su paseo por sus maridos fue una búsqueda de ese don gratuito, de esa agua viva. Jesús es el don de Dios para nosotros, su Espíritu es también ese don, ese regalo para nuestras vidas, al que todavía no conocemos.-Acá la cosa se invierte, como suele pasar en la lógica del Evangelio, somos nosotros los que tenemos que pedir. Pero Dios siempre nos primerea, es Él quien despierta nuestra sed, nuestra necesidad del don, por eso, el mismo Espíritu nos conduce al desierto, como a Jesús, para anhelar esa agua viva. -La Cuaresma es un poco eso: ir al desierto para descubrir nuestra sed, el ayuno nos dispone para empezar a sentir una sed más profunda.-El Evangelio, más que saciar nuestra sed, busca primero despertarla. Enfermedad grave es la de no sentir apetito, la de no sentir sed. Danos siempre de este pan escucharemos en Juan 6. Ahora se trata del agua. -El agua en el mundo simbólico del inconsciente está relacionado al mundo afectivo, a la comunión con el otro. De hecho es nuestra primera experiencia donde se vive la alteridad en el seno materno. -Suele pasar en Juan este doble discurso, Jesús que le habla de lo significado, de la realidad escondida en el símbolo y la mujer que queda en el mismo signo: no tienes con qué sacar el agua, pero algo empieza a intuir: ¿eres más grande que nuestro padre Jacob? Comienza entonces el proceso de descubrimiento, de revelación de Jesús. Comienzan los títulos mesiánicos, se empieza a revelar una identidad. Jesús no lo hace de golpe, la va llevando con infinita paciencia para que ella por sí misma pueda ir descubriéndolo, como lo hace con nosotros.-Esta agua, la del pozo, que podría simbolizar nuestra agua, nuestro mundo, el hombre sin Dios, la vida carnal que llamamos, no sacia, es más, nos provoca más sed. En cambio, Jesús trae un agua nueva, la que Él nos dará. No la que sacamos nosotros, no es fruto de nuestro esfuerzo, de nuestro empeño, de nuestros puños, oraciones, penitencias, sacrificios. Sino la que Él nos dará, el don de Dios. (Algo significativo pasa en Santiago, el agua que brota de los pozos surgentes que la gente usa para los animales a más de 250 metros de profundidad, suele ser salada, con arsénico. Cuando ya no hay agua de lluvia, la gente toma esta agua. Pero no sacia, la que viene de abajo, nos deja con más sed. Una gran diferencia con el agua que viene de arriba, la de lluvia, es pesada, con gusto, sacia realmente la sed. La de abajo no, la del cielo, sí…).

Jn 4,15-20:-Nuevamente la mujer queda en lo viejo, en lo conocido, le cuesta dar el paso. Busca su propia satisfacción, dame esa agua, así no tengo que trabajar más. Es la búsqueda de la propia satisfacción, del bienestar. Sin embargo, no descubre que gracias a esa búsqueda cotidiana del agua, algo esencial para la vida, en esa oportunidad pudo conocer a Jesús.-Y ahí es cuando Jesús apela a la sed de esa mujer, toca un punto débil, le muestra su sed: ve, llama a tu marido y vuelve aquí. La mujer reconoce su soledad y su profunda verdad: No tengo marido. Grito semejante encontraremos en el siguiente capítulo, donde el paralítico le dice a Jesús: no tengo a nadie (Jn 5,7).

-Jesús valora con mucha ternura la confesión de esta mujer. Le dice que tuvo 5 maridos y el que tiene ahora no es su marido, en eso has dicho verdad. Empieza entonces un nivel de comunicación y de intimidad mucho más profundo. Ya no hablan de pozo, balde, agua, ni de bueyes perdidos, vamos al meollo de la cuestión, hablamos de nuestra propia verdad. Cuántas vueltas le damos al Señor en nuestros diálogos, hasta que él nos toca en el punto donde necesitábamos tocar, a veces tocamos fondo y recién ahí, desde los escombros, comenzamos a edificar en serio: un fracaso, una cruz, una debilidad, una enfermedad, tocar fondo…

-La samaritana sigue avanzando en el reconocimiento de aquel a quien tiene en frente: veo que eres un profeta, pero en seguida se va a la barrera, da mucho miedo permanecer en la luz y en la verdad, es preferible vagar por otros lados, la orilla es más segura, la profundidad da miedo. Como la escena de los anuncios de la Pasión de Jesús en los sinópticos, cuando él les revela su secreto más profundo, la razón de ser más profunda de su misterio y su misión, van siempre acompañados de la pelea, la discusión por quién es el primero, la división. Es como el sopor que les agarra en Getsemaní a Santiago, Pedro y Juan. Es como que no pueden aguantar tanta kénosis. Acá pasa lo mismo, en vez de seguir avanzando a una mayor comunión, la mujer apela a la división: uds. dicen que en Jerusalén hay que adorar a Dios, nosotros en esta montaña. Discusiones teológicas que nos sirven para escudarnos de la profundidad del encuentro con el Señor. ¡Cuánto tiempo perdemos en estas cosas! Yo de Apolo, yo de Cefas… Cuando nos vamos evadiendo de lo importante.

Jn 4,21-26:-Ahora ya no se trata de lugares de adoración, Jesús es el Nuevo Templo, en su persona ahora nos encontramos con Dios, esa es la hora que está llegando, Él es el vino nuevo que reclama por odres completamente nuevos. Esa es la novedad que trae Jesús, adorar en espíritu y en verdad.-Ahora la mujer reconoce que el Mesías podrá causar esa unidad, nos anunciará todo, hará posible el verdadero culto en espíritu y en verdad. -Y ahí viene al gran revelación: Yo soy, el que habla contigo… La Palabra del Prólogo, se hace entonces diálogo y revelación. La confesión de su divinidad, delante de la mujer… Recién al final del camino de diálogo, de descubrimiento del propio pecado, de la propia verdad, de la verdadera sed, el mejor vino viene al final. Por tanto, cuando se nos corrió el maquillaje y reconocimos nuestro verdadero rostro, ahí recién podemos reconocer al Mesías: como Pedro: Aléjate de mí porque soy un pecador, reconoce en su indignidad, la santidad de Dios, del Altísimo, porque nos hemos sentido pequeñísimos delante de Dios, esa fue la experiencia del Poverello.

Jn 4,27-30.39-42:-Llegan entonces los discípulos, se escandalizan, le cuestionan, se sorprenden, piensan mal, no entienden nada. Jesús no teme a que piensen mal de él, le interesa la persona, no los pensamientos. -Mientras tanto, la mujer deja su cántaro, ya no lo necesita, encontró el agua verdadera. La marginada se vuelve a incluir en la comunidad, ahora como testigo de Jesús. En esta gran cadena de testigos: Jesús del Padre (lo que ha visto y oído), Juan al ver al Espíritu permanecer sobre Jesús, señala a los discípulos al Cordero de Dios, los discípulos buscan a otros discípulos más (Hemos encontrado al Mesías), les da su testimonio, ahora esta mujer a los de Samaría. Así se va extendiendo esta Palabra que estaba junto a Dios, que hace salir a la gente de la ciudad para ir a su encuentro. -Jesús quiere valerse del testimonio de alguien que no vale: mujer y encima de mala vida y encima samaritana, de esta manera llega la Buena Noticia a los samaritanos. Todo sirve en el Reino, nada se desecha y la mejor manera es a través de los instrumentos débiles y escandalosos,

lo que nadie usaría para dar testimonio, a Dios le sirve. No desechemos nada, todo vale para el Reino, en especial, el testimonio de los más pequeños. -Muchos creyeron en Jesús por el testimonio de la samaritana, ahora ellos hacen experiencia de Jesús, ya que permanece con ellos dos días, ahora no creen por el testimonio de ella, sino nosotros mismos lo hemos visto y sabemos (gustamos) que él es verdaderamente el Salvador del mundo. Último título que aparece, el Salvador del mundo (ya no de los judíos, ahora es de todos).

-Bueno, podemos ahora ir a rezar con un poco de todo esto. Hay muchos símbolos que nos pueden ayudar: la sed, el agua, el cántaro, nuestros propios pozos de donde sacamos el agua sin sabor, que Jesús nos invita volver a poner en los cántaros grandes, hasta el borde, para que los transforme en el mejor vino.-Podemos meditar en el misterio de la virginidad consagrada, nuestra agua es para él, Él es nuestra agua viva que nos sacia y que se transforma en manantial de vida para otros. Podemos ir también al texto de Jn 7,37-39: el grito de Jesús, literal, de ir a la fuente de agua viva para calmar nuestra sed de comunión.-Podemos mirar también nuestros espacios sagrados de encuentro con Jesús, sobre todo podemos ir a nuestras noches. La noche, espacio de intimidad con el Amado, donde resumimos el día, se lo entregamos a Él, no entra nadie más en el aposento, por eso es una celda, la habitación interior donde mora el Espíritu de Dios. Las completas, signos de esta plenitud, de este: todo está cumplido, no hay que buscar nada más, nuestras insatisfacciones, nuestros miedos, nuestras soledades, en ÉL se aquietan. Ya no necesitamos objetos de transición para atravesar la barrera de la noche. Lo que los psicólogos llaman de esa manera, ya que es como una cierta muerte, y por eso damos vueltas, algunos prenden la tele, hacen otras cosas para evitar este duelo. Como el niño con el osito o el cuento antes de dormir, es justamente su objeto de transición. Cuando duele la separación de la madre, para atenuar esta ruptura. Así también nosotros muchas veces buscamos objetos, rituales, actividades para ese momento de ir a descansar, donde nos enfrentamos con una cierta soledad y una cierta muerte, que buscamos amortiguar para que no duela tanto.-Cuando hemos visto y oído a Jesús, nuestra agua viva, ya lo tenemos todo. Ahora podemos morir en paz (en el sueño de la noche), porque mis ojos han visto al Salvador. Ya no necesitamos a alguien más, esa es propiamente la virginidad, ese espacio sagrado, sólo para él, esa discreción en no hablar demás, de no abrir a otro ese espacio sagrado, porque es totalmente del Otro. Ya no necesito seducir (se-ducere: conducir hacia sí mismo). -Y esto se hace grito y testimonio cierto: si estos hombres no se casan, entregan su vida a esto: acá hay algo más. Por eso cuesta tanto que el mundo acepte esto, porque si lo acepta está aceptando que hay Alguien más, por el que estos varones consagran su vida, se la entregan. Por eso, esto hace entrar en crisis a la seguridad del mundo, por eso molesta, por eso aguijonea esta opción por el celibato y la virginidad. Por eso, si nuestra virginidad y celibato no es un signo claro de la primacía de Dios, se transforma en un signo que confunde, que opaca, que dispersa y hace entrar en duda. Si esta persona entregó su vida a Alguien, que supuestamente es Dios, pero vive con esa cara de vinagre, acá hay algo que no está bien: o ese Alguien no es tal, o esta persona no se entregó en serio…

Para terminar leeremos un texto bastante agudo: “El propósito final de nuestra vida es renunciar a ella, como lo definen los evangelios.

Pero, ¿a qué tenemos que renunciar exactamente? Los evangelios nos piden que renunciemos a nuestro individualismo, a nuestros miedos, nuestra seguridad y nuestra necesidad de destacarnos y ser especiales. Nos piden que renunciemos a nuestros planes, ambiciones, iras y todas aquellas cosas que nos mantienen solos y apartados. Lamentablemente, esta renuncia no se produce en muchas vidas, incluida la vida religiosa; especialmente a medida que envejecemos comenzamos a reclamar más espacio privado. Debemos preguntarnos: ¿acaso nos estamos volviendo

demasiado cómodos al estar solos? ¿Es saludable querer nuestra propia cama para nosotros solos a la noche, un espacio para nosotros solos durante el día y la realización personal en nuestros proyectos y planes? ¿Es saludable querer una vida que no se comparte? Resulta una auténtica tragedia bíblica que personas de mediana edad y aún mayores vivamos tan cómodamente solos, que el compartir nuestras vidas con otros se convierte en el mero apéndice de un mundo privado celosamente guardado.” (Ron Rolheiser, Adorar con la vida, meditaciones para Adviento y Navidad, p.16).

La transfiguración (2do Dgo de Cuaresma):-Ya anduvimos paseando por el desierto, lugar de tentación, lugar de decisión y lugar de crisis, donde descubrimos nuestro pecado, nuestra ceguera. Hemos tratado de identificar nuestro pecado, de reconocernos pecadores y sedientos de Dios, necesitados de Él.-Hemos también andado buceando en nuestra sed, detrás de Jesús que se nos dará como agua viva en la noche de la Vigilia Pascual donde seremos rociados con el agua bautismal.-Ahora vamos a concluir con la luz, otro gran signo de la noche pascual, la luz de Cristo Resucitado, anticipada a sus más amigos en la Transfiguración.-Les dejamos para estos días la meditación de Lázaro y su Resurrección que anticipa la de Jesús, donde se nos revela como la Resurrección y la Vida, que leeremos el 5to Dgo de Cuaresma, ciclo A.

Mt 17,1-9:-Jesús toma a sus tres más amigos…-Pedro, Santiago y Juan serán los testigos del gran sufrimiento de Jesús en Getsemaní, por eso, Jesús quiere que lean Getsemaní a la luz del Tabor, para que su fe no desfallezca y descubran en su profunda humanidad manifestada en el huerto de los Olivos, su profunda divinidad.

y los lleva aparte a un monte elevado…-Un lugar aparte, algo tan común para Jesús y los suyos, estos ratos que se tomaban para rezar, para orar, para hacer silencio, para digerir tantas palabras del Maestro. Este es el Seminario de Jesús con sus discípulos, ratos largos de oración, de encuentro cara con el Padre. Sin estas subidas o retiradas a lugares aparte sería imposible ser discípulo.-Necesitamos afinar el oído para descubrir esos momentos en la vida del Seminario para dejarnos conducir por Jesús que nos lleva al silencio. Acallar las actividades que tenemos que hacer, para dejarle espacio, reservado y especial, para el encuentro personal, íntimo y prolongado con el Maestro. -Ésa será la orden del Padre, como veremos en el relato: Escúchenlo: por eso, como discípulos, debemos ser más prontos a oír que a hablar, más dispuestos a escuchar a Jesús que siempre nos habla. Nuestras palabras como curas, brotarán de este encuentro con Jesús, de este inclinar el oído hacia su corazón para escucharlo. La gente está poblada de palabras, necesita no gente que hable bien o mucho o difícil, sino testigos que hablen de lo que escucharon de Jesús, la gente tiene esta sed como la Samaritana. No de profesores, maestros, o de hermosos discursos que los deje boquiabiertos, sino de enamorados de Jesús, que con humildad y sencillez, hablen de Él y contagien las ganas de encontrarse con Él, no para que se encuentren con nosotros, sino con Jesús, no para que se queden con nuestras palabras, sino con la Palabra. Que lo nuestro sea como lo del Bautista, que ante la pregunta de la gente, él decía y confesaba: yo no soy el Mesías, soy simplemente una voz que clama en el desierto “preparen el camino del Señor”.

…allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz

-Sólo en el lugar retirado, luego del esfuerzo de subir a un monte elevado, recién ahí el Señor nos ilumina y hacemos la experiencia de su luz. Cuántas veces pretendemos que por sentarnos 5 minutos en la Capilla, ya podamos tener experiencias místicas. Para ello, se necesita mucho tiempo, mucha entrega, para recibir el don, con mucha humildad. -Este don no lo provocaron los discípulos con sus “buenas obras”, que, de hecho, muchas no tenían, sino que fue un don total de Jesús, un regalo, un detalle de su amor.-Estas experiencias, estos regalos de Dios, estos momentos de felicidad, son para no olvidar, ya que serán los que sostendrán los momentos de cruz e incertidumbre. Acuérdense lo que decíamos del mal espíritu que ataca nuestra memoria, haciéndonos olvidar las gracias recibidas, haciéndonos creer que tal vez fueron provocadas por nosotros, o frutos de nuestra imaginación. Y nos apura para dejar nuestros principios… En cambio, estas experiencias de Dios, son las que sostienen nuestra vocación, nuestro deseo de entrega, de devolver algo de lo que tan gratuitamente hemos recibido. -Seguramente, esta experiencia habrá hecho que Juan pudiera permanecer de pie junto a la Cruz, que Pedro no desesperara ante su negación, sino que se arrepintiera, que Santiago albergara en medio de la tristeza, la esperanza de la Resurrección. Son experiencias fundantes de fe. -Podemos en este rato, ir a nuestra memoria para buscar aquellas experiencias de Dios que hemos tenido en nuestra vida, aunque sean muy sencillas, sin tanta luz o espectacularidad. Buscar aquellas experiencias que me hicieron tomar la decisión de entrar al Seminario (algún momento de gracia, de felicidad, algún ejemplo de algún sacerdote, alguna experiencia pastoral o apostólica) y, para los más grandes, no sólo entrar, sino permanecer, ¿qué me hizo quedar? Podemos ir al final del capítulo 6 de San Juan, donde Jesús, una vez que lo empiezan a abandonar muchos de sus discípulos, les pregunta: ¿ustedes también quieren irse? Y Pedro responde maravillosamente: ¿A quién iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna y nosotros sabemos que eres el Santo de Dios. (Jn 6,66-71): igualmente, nosotros que nos quedamos, recibimos de Jesús el correctivo a todo sentimiento que pudiera enorgullecernos o hacernos sentir superiores: Nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede (6,65) y ¿No soy yo, acaso, el que los eligió a ustedes, los Doce? (6,69).-Por eso, podemos preguntarnos en este rato: ¿por qué me quedé?, ¿por qué no me fui?, ¿qué he visto o experimentado que me ha hecho quedarme a pesar de las dificultades de la vida en el Seminario?-Dejémonos iluminar entonces por esta luz que emana de Jesús, la única que sostendrá nuestra fidelidad, nuestra entrega, la única que dará sentido a nuestras cruces, el anticipo de lo que viviremos nosotros, aquí en la tierra, en la alegría de una vida derramada y regalada, y plenamente en el cielo, junto con Él.

-Volvamos al monte Tabor. La expresión de Pedro: Señor, qué bien estamos aquí, expresa la felicidad que sentimos al estar con Jesús. Qué bueno que a lo largo de toda nuestra vida, podamos exclamar con Pedro: qué bueno es estar con Vos Jesús. Como rezamos cada Jueves a la noche, en el Salmo 15: el Señor es la parte de mi herencia, me encanta mi heredad.-En este rato de oración, podemos quedarnos haciendo esta oración sencilla: qué bueno es estar con vos Jesús. Podemos rezar con el Salmo 15 que es una joyita. Es la oración de un levita, un miembro de la tribu de Leví. Uds saben que cuando llegan a la tierra prometida, con Moisés y luego, Josué, se reparten las tierras de acuerdo a las tribus de Israel, las 12 tribus, los hijos de Jacob. A la tribu de Leví no le toca ninguna tierra, porque le encomiendan el servicio religioso, serán los que después, en tiempos de David y Salomón, cuando se construya el Templo, atenderán el culto. Por eso, la herencia, la heredad del Salmista es el Señor: me ha tocado la parte mejor, me encanta mi heredad. -Bueno, qué lindo que lo podamos decir también nosotros. Que nuestra vida en el Seminario, aún con todas las cruces y grises cotidianos, podamos elegirlo nosotros, no solo aguantarlo, sino

decirlo todos los días: qué bien estamos aquí. Porque si no amamos el lugar que nos toca estar, siempre vamos a estar añorando cosas que no tenemos ni que somos. Cuando sea cura en una pquia, estaré quejándome de la gente, de la realidad, añorando otro lugar y así seremos eternos insatisfechos, disgustados por la vida, como traicionados por la vida. Jesús, en cambio, nos invita a amar el lugar donde estamos, con toda la pequeñez y sencillez, como Nazaret, un lugar sin brillo. Amemos nuestro Nazaret, nuestra vida oculta, descubriendo el rostro luminoso de Jesús en medio de las opacidades cotidianas. -Qué bueno sentir que no es me quitan la vida, o me la usan, o deciden por mí y no me queda otra y me dejo llevar, como si fuera un niño a quien le dicen todo lo que tiene que hacer. La invitación es poder decir como Jesús: No es que me quitan la vida, yo la entrego libremente (Jn 10,18). Hay una diferencia muy grande entre sentir que nos quitan la vida, a elegir nosotros cada día, entregarla libremente.

-Moisés y Elías, están con Jesús animándolo para su entrega, dice Lucas: hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén (Lc 9,31). No hablaban de bueyes perdidos o de triunfos, sino del momento de la partida, de la entrega, de Jerusalén. Por eso, la entrega de Jesús no fue algo casual o fruto del destino del tiempo, o de la consecuencia de la persecución a su mensaje, sino que entró en el plan del Padre, en conjunción con todo el Antiguo Testamento, resumido en la Ley (Moisés) y los Profetas (Elías), es decir, algo preparado, de acuerdo al plan de Dios, al que Jesús dice obedientemente que sí lo quiere, que así sea.-Y es en medio de esta charla acerca de la Pascua, donde la voz del Padre resuena con fuerza, confirmando la identidad de Jesús. Esa voz que callará en la Cruz, que tomará forma de abandono, ahora está muy presente y se escucha, y da testimonio de la identidad de Jesús. Ser hijo es ser dependiente toda la vida del padre, es deberle la vida a él, es ser desde Él, nuestra raíz, nuestra vida. -El Padre también confirma nuestra identidad. Esto es esencial para nuestra vida cristiana, si no me siento hijo, nunca podré ser padre, si no siento mi vida amada, recibida, acogida por el Padre, cuidada por Él a lo largo de toda mi historia, si no me reconozco como fruto de su amor, nuestra vida será una continua búsqueda de amor, afectos, de los demás: trabajaré, me haré cura para sentirme amado, útil, para que me den las gracias, para sentirme importante, más que otros, etc. Sólo sintiéndome profundamente hijo amado, podré amar con esta misma gratuidad, sin buscar compensaciones, gratitudes, reconocimientos, títulos, honores.-También podemos quedarnos este rato rezando desde este sentimiento de hijo amado. Sentir profundamente la voz del Padre que reafirma mi existencia y mi identidad, sabiéndome valioso, disfrutando de su amor. No buscando agradar a Dios con mis buenas obras, yo ya era valioso para Él, desde el seno de mi madre, cuando no podía hacer nada bueno, ni nada malo, para merecer o desmerecer este amor. (Gran error pensar que cuando pecamos, Dios no nos quiere más, o eso que tal vez nos decían de chicos: no hagas esto, porque Dios no te va a querer más, gran mentira, el amor de Dios nunca se pierde, si nos hizo sus hijos, lo somos para siempre, más allá de nuestras opciones, errores, pecados, huidas, caminos errados).

-Escúchenlo: eso es lo único que nos pide el Padre, escuchar a su Hijo el predilecto, aprender de Él, acallar nuestras voces, para que resuene sólo la suya. Es más, podríamos decir, volviendo a lo que decíamos recién, escuchemos esta voz que nos dice que somos hijos amados, predilectos, y acallemos todas esas voces, de adentro y de afuera que nos dicen que somos valiosos si… (nos portamos bien, si tenemos éxito, si nos aplauden, si nos admiran, si tenemos tantas cosas, si quedamos bien delante de los otros, si somos santos, si parecemos buenos, etc.).-Hacer silencio para poder escuchar al Hijo que siempre nos habla, por eso el silencio ha de ser una de las notas más propias de nosotros, sus discípulos.

-Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor…-Esta es la verdadera actitud del discípulo ante semejante teofanía: caer rostro en tierra, sabiendo que somos polvo, que somos tierra, que no merecemos nada de lo que Dios nos regala: desde la vida, la salud, la vocación, la fe, el día de mañana el ministerio… Todo es don, todo es gracia, solo nos queda postrarnos, esa es nuestra mejor posición, no podemos adoptar otra delante de Dios.

Levántense, no tengan miedo…-Jesús nos pone la mano en el hombro y nos da la seguridad, de sentirnos con Él, por eso nada hemos de temer. Hay que levantarse y ponerse a caminar.

El gran desafío: bajar del monte.-Nosotros ahora también, luego de este día de retiro, hemos de bajar del monte, para continuar nuestra vida cotidiana, pero con la certeza del paso de Dios, de la experiencia de Dios en nuestro corazón, que anidaremos, que guardaremos. Es verdad, si la contamos, muchos no la podrán comprender, como lo que les sucedió a los discípulos. -El desafío es llevar el rostro encendido y lleno de la luz de Jesús, para invitar a otros a ponerse en camino y subir altos montes para encontrarse con Él. -Y cuando la desconfianza, la tristeza o la desesperanza quiera rondar por nuestro corazón, podamos volver a hacer memoria de este rostro luminoso de Jesús, presente también en nuestras cruces. Guardar bajo cuatro llaves estos encuentros y gracias, por eso, nada de contarlas, en este sentido, de que son para guardar y sostener nuestro caminar cotidiano. -Lugar de los compromisos y propósitos.