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El Siglo del Barroco Novohispano
E1 siglo XVII es el siglo del arte barroco en Eu-ropa, que se caracterizó por un sentido del:
movimiento y la tensión, así como una espirtua-lidad intensa, patente en las escenas de éxtasis, martirios y apariciones milagrosas. Aunque se insistía en la fugacidad de los bienes terrenales y lo inevitable de la muerte, paradójicamente to-das las representaciones solían ser exuberantes, muy lejanas a la parquedad de la renuncia. El Barroco abarcó todas las manifestaciones cultu-rales y artísticas y se extendió también a los paí-ses hispanoamericanos entre finales del siglo XVI y finales del XVII. Durante el siglo XVII, la arquitectura barroca la-tinoamericana conservó las pautas marcadas por la Península Ibérica pero con algunas peculiari-dades. El nuevo estilo se desarrolló con más in-tensidad en el virreinato de La Nueva España, en el que debió adaptarse a un medio de frecuentes temblores, que obligaron a modificar las técnicas constructivas. Esta necesidad estructural dife-rente, asi como el empleo de nuevos materiales, trajo una estética distinta. Asimismo, la mano de obra indígena aportó su propia visión del mundo a los adornos y las esculturas, las cuales permi-ten ver al estudioso de los atuendos el reflejo de un mundo mestizo en el que la vestimenta poseía ya características y simbolismos precisos y locales. Fuertes contrastes de luces y sombras realzaban los efectos escenográficos de muchas esculturas, rodeadas de la insinuación de gran-des espacios.
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El Siglo del Barroco Novohispano
El grabado europeo del siglo XVII obedeció a distintos intereses, que poseen en comun
la difusión de los conocimientos a través de las imagenes. Uno de ellos fue el interés científico; con el afan de conocer el mundo y el universo grabaron gran cantidad de mapas. También exis-tia mucha curiosidad por saber cómo eran las tie-rras allende el mar, por lo que muchos grabados de época se centraban en describir alimentos, animakes y hierbas desconocidas hasta el mo-mento, y en retratar el mundo aborigen con sus costumbres e indurnentarias. Asimismo la posi-bilidad de incorporar imagnes, los textos que se reproducian por medio de la imprenta dio origen a multiples retratos, principalmente religiosos, pues la religión fue siempre tema preponderante durante el siglo XVII. A lo largo de estos siglos han sobrevivido muchos grabados de virreyes y prelados, tanto de España como de La Nueva Es-paña, los cuales permiten estudiar la indumenta-ria de estos personajes.
Piedra y m
adera barroca
San Agustín, ai6n del Tolk Lege, portada
Imágen
es para la impren
ta
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En los escasos retratos que datan del siglo XVII, imperan la expresividad y la pasión re-
ligiosa. En efecto, los pintores barrocos de aquel siglo otorgaban un gran peso a la representación de los gestos, a la vez que trabajaban con gran detalle la piel y las vestimentas con sus compli-cados pliegues. Aprendían su oficio en los talle-res de los grandes maestros o de sus discípu-los y trabajaban sobre tela o tablas, al óleo o al temple. Los modelos humanos no se copiaban; hubiera sido impropio representar con el ros-tro de una muchacha o un hombre de la calle a la Virgen y a Jesucristo, o a santos y mártires, parangones todos ellos de lo que entonces se entendia por belleza física la cual además per-manecía imperturbable a pesar de estar some-tidos sus portadores a atroces tormentos, ante un fondo tenebroso o paisajes convencionales de montañas azules y verdes prados. El pudor de ángeles y serafines se protegía con gasas o con armaduras romanas.
Pero el retrato no abordaba sólo temas religiosos;por él desfilaba una sociedad novo-hispana que ya para entonces era muy variada: personas ocupadas en actividades cotidianas, personajes de alcurnia, teólogos famosos, obis-pos, monjas engalanadas o yacentes en su lecho mortuorio, señoras nobles y sus hijos, o doctores universitarios, todos ellos, al perpetuar su efigie, legaron también a nuestros ojos el detalle de su vestimenta.
Retratos de u
na sociedad
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Con la manta de algodón y la jerga se vestían los esclavos, mestizos e indígenas. Los paños de lana y de lana velluda se tejian para el consumo interno, asi como las telas de sayal de algodón delgado, utilizadas para indumentaria. Había ter-ciopelos de seda labrados a doble altura, que daban efectos especiales en los diseños florales, terciopelos rasurados sencillos y terciopelos es-tampados con figuras de metal y pintura de hoja de oro. Se elaboraban también frazadas de lana y listonería de seda. La Corona española no es-timuló la actividad de los talleres de telas y pa-ños en los siglos XVII y XVIII, pues procuró que sus colonias fuesen principalmente productoras de materias primas, compradoras de telas y de productos textiles manufacturados.E n el siglo XVII no existían en la Nueva España
las tiendas de ropa hecha y su manufactura se realizaba dentro del círculo familiar o artesanal. Por ello, el comercio se centraba en las telas, en las que los novohispanos eran autosuficientes. El ciclo de la fabricación de las telas era muy vasto; en él intervenían desde labradores y campesinos hasta tejedores, cardadores, pañeros, teñidores y bordadores que, agrupados en gremios, per-feccionaban sus métodos y técnicas de genera-cidn en generación. Algunas de las telas que se elaboraban en el siglo XVII eran: el petatillo; el raso de varios colores, que se fabricaba con seda oriental o mexicana en telar de pedales, con un tipo de tejido conocido como Satín.
Las ricas telas mexican
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A l haber introducido a México nuevas fibras como la seda y la lana los españoles, de-
bian importar la maquiria adecuada y los sas-tres que pudieran capacitar al indigena en el uso de está. La rueca o redina para hilar la obra, el urdidor vertical rotatorio y el telar de mar-co fijo y pedales, conocido hoy como telar co-lonial o telar urbano confirmaron la aportación tecnológica del rnudo occidental para el desa-rrollo de la industria texti del Nuevo Mundo. Los talleres gremiales o gremios sederos repre-sentan una parte muy impor!ante dentro de la industria textil colonial.
Existían empresas manufactureras de este tipo en la Ciudad de México y la Mixteca Alta, en Oaxaca y Puebia. Los gremios de seda produ-cian las cantidades suficientes de rasos, brocado y terciopelos para satisfacer la demanda iterna y además, espotarlos a España, Filipinas, Centro-américa y Perú. Los obrajes estuvieon sujetos a restricciones, pero sobrevivieron por que tenian telares más modernos, estaban en libertad de elaborar una mayor variedad de manufacturas, podian adquirir su materia prima al mayoreo y su modo de producción era mas flexible y funcional.
Los obrajes se instalaron en las grandes ciuda-des, por ejemplo, en Puebla y la Ciudad de Méxi-co. Algunos estaban destinados a la fabricación de telas finas, pero la mayor parte producían generos baratos de uso común para las clases humildes.
Telares urban
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En la primera mitad del siglo, Carlos I de Ingla-terra fundó el taller de tapiceria de Mortlake, que superaría en éxito al tradicional taller de Sheldon. Sus tapices eran de gran tamaño y, a menudo, ilustraban detalladas escenas mitológicas o his-tóricas. En la segunda mitad del siglo XVII co-braron gran importancia las fábricas francesas de Gobelinos y Beauvais, cuyos tapices eran menos monumentales. En la Colonia, los tapices man-dados a hacer por encargo habitaban las casas de alcurnia, entre muebles y adornos europeos y orientales.
Sus temas solían evocar escenas costumbristas e idealizadas del campo español. Estos tapices constituyen un importante ejemplo de los texti-les utilizados en la decoracidn de las casas ricas en la Nueva España.
Los tapices, en la lejana Edad Media, transfor-maban la fría antecámara de un castillo en
una habitación cálida y adornada.En un principio no se diseñaban para ajustarse a un espacio determinado y debían ser resistentes a los traslados. Con el tiempo, los tapices se fue-ron convirtiendo en elementos permanentes del mobiliario de una habitación. Alrededor del siglo XVII empezaron a ajustarse para cubrir cada ha-bitación nueva; a menudo se cortaban para de-jar espacio para una chimenea o una ventana y, algunas veces, si eran demasiado grandes para una pared sola, daban vuelta a una esquina.
La habitación
tejida
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