Realismo Mágico y Mensaje Político en La Obra de GGM

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N° 769 - Realismo mágico y mensaje político en la obra de García Márquez 13 de Diciembre de 2011 ≈ 14:22 | tamaño de texto Por Graciela Maturo (Centro de Estudios Filosóficos Eugenio Pucciarelli- Academia de Ciencias; Universidad Católica Argentina) Nunca he podido hacer nada que sea más asombroso que la realidad Gabriel García Márquez I.- Redescribir la realidad e intervenir en la Historia Desde los años 70 hasta el presente, el realismo mágico latinoamericano alcanzó momentos de gran renombre y sustentación teórica, y luego fue perdiendo el interés de la crítica y actualmente es visto, por muchos lectores, como un movimiento desgastado. La gran figura ligada al mismo, aunque no necesariamente dependiente de su suerte, es sin duda Gabriel García Márquez, en cuyas novelas, cuentos, ensayos y guiones cinematográficos se encierra una reveladora visión de América Latina y una innegable defensa de su ethos cultural. La desmemoria, denunciada permanentemente por el novelista, ha llegado a incluir parcialmente su propia obra, que una crítica responsable tiene la obligación de rescatar, poniéndola al margen de prejuicios desmitificantes y de la trivialización cultural que nos acosa.

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  • N 769 - Realismo mgico y mensaje poltico en la obra de

    Garca Mrquez

    13 de Diciembre de 2011 14:22 | tamao de texto

    Por Graciela Maturo

    (Centro de Estudios Filosficos Eugenio Pucciarelli- Academia de Ciencias; Universidad

    Catlica Argentina)

    Nunca he podido hacer nada

    que sea ms asombroso

    que la realidad

    Gabriel Garca Mrquez

    I.- Redescribir la realidad e intervenir en la Historia

    Desde los aos 70 hasta el presente, el realismo mgico latinoamericano alcanz momentos

    de gran renombre y sustentacin terica, y luego fue perdiendo el inters de la crtica y

    actualmente es visto, por muchos lectores, como un movimiento desgastado. La gran figura

    ligada al mismo, aunque no necesariamente dependiente de su suerte, es sin duda Gabriel

    Garca Mrquez, en cuyas novelas, cuentos, ensayos y guiones cinematogrficos se encierra

    una reveladora visin de Amrica Latina y una innegable defensa de su ethos cultural. La

    desmemoria, denunciada permanentemente por el novelista, ha llegado a incluir

    parcialmente su propia obra, que una crtica responsable tiene la obligacin de rescatar,

    ponindola al margen de prejuicios desmitificantes y de la trivializacin cultural que nos

    acosa.

  • La expresin realismo mgico, tomada de la crtica de la vanguardia pictrica europea, es a

    mi ver equvoca en su aplicacin a la nueva novela latinoamericana que, si bien hizo alarde de experimentacin formal, buceo metafsico y apertura a nuevas modalidades

    tcnicas, nunca neg su consciente revaloracin de la cultura propia. Folklore y vanguardia,

    tradicin e innovacin, Amrica y Europa, dejan de presentarse como polos inconciliables

    para la visin apocalptica de los escritores que, a partir de los aos treinta -por reconocer

    un hito cronolgico-, encarnan un sostenido americanismo, no solo pico o lrico, sino

    filosfico, antropolgico y religioso.

    El realismo mgico latinoamericano ofrece desde entonces dos facetas complementarias:

    una, que asoma como natural extensin de una cultura mgica donde lo milagroso y

    transmundano se hacen cotidianos; la otra, que es su espejo crtico y se pronuncia como

    encubierta afirmacin de identidad frente a la cultura de los objetos, la manipulacin

    masiva o la mecanizacin de la existencia.

    Cabe una breve reflexin acerca de las variantes que se abren en la relacin conciencia-

    mundo. Siempre es posible percibir la realidad que nos rodea como un mundo externo y

    despojado de significacin -y en tal caso ajeno a lo potico, aunque el objetivismo haya intentado experimentalmente tal incorporacin- o bien captarla como una totalidad que nos

    incluye y sorprende permanentemente. Es esta segunda modalidad, propia del habitar en el

    sentido heideggeriano, la propia y especfica del poeta, del creador de arte, que se hizo

    plena en el Romanticismo filosfico y literario y en su singular secuela, el surrealismo. Se

    trata de una reafirmacin de la pertenencia csmica, que lleva en s la potencialidad de

    reconocer, como lo hicieron los romnticos, las tradiciones de los pueblos.

    El surrealismo europeo, motivador en alto grado de los artistas americanos de vanguardia,

    no complet ese movimiento hacia el origen que estara destinado a reflorecer, de otro

    modo, en Amrica Latina. El nuevo continente, asumindose como tal, iniciaba el

    enjuiciamiento de un mundo decadente al que Nietzsche y Spengler haban acusado de

    vaciamiento de la vida. Dentro de esta nueva corriente del pensamiento, algunos escritores

    advirtieron la potencialidad mestiza de Amrica, rescatando su identidad como encuentro

    de Oriente y Occidente. La oleada novelstica de los aos treinta - Alejo Carpentier, Miguel

    ngel Asturias, Arturo Uslar Pietri, por nombrar slo tres notables figuras - anud el pacto

    de la novela con el mito, redescubriendo el sentido multitnico y religioso de la regin.

    En los cincuenta, esa corriente tuvo una nueva vuelta de tuerca: protagonizada por

    escritores en su mayora provincianos como Gabriel Garca Mrquez, Juan Rulfo, Antonio

    Di Benedetto o Jos Mara Arguedas; venan a exponer el drama cultural y social de

    nuestros pueblos, su anacronismo proveniente del subdesarrollo tcnico ante la modernidad

    avasallante, su peculiar tica de vida, su anticipada posmodernidad, a la cual, para evitar

    confusiones, algunos de nosotros dimos el nombre de transmodernidad.

    Basta comparar La hojarasca (1955) con Pedro Pramo (1955), Zama (1956) y Los ros

    profundos (1956) para advertir los signos de coetaneidad que unifican la problemtica de la

    identidad latinoamericana, los sntomas de desorientacin, corrupcin o muerte que

    caracterizan a los ncleos urbanos, la borrosa o nostlgica presentacin de un horizonte de

    esperanza.

  • El conflicto se instala sobre la incipiente modernizacin industrial de pueblos agrcolas y

    ganaderos, parcialmente amalgamados por la lengua espaola y los smbolos cristianos, y la

    irrupcin de nuevos modos de vida -por ejemplo el american way of life difundido en

    agudo contraste con la miseria campesina y pueblerina-; en fin, la confrontacin de la

    extranjera invasora con modos peculiares de sentir la tierra, la comunidad, la familia, la

    memoria afectiva, la poesa, el canto.

    La toma de conciencia de esta crisis y de sus pasos sucesivos informa la creacin de

    Gabriel Garca Mrquez, desde La hojarasca hasta sus Memorias, publicadas muchos aos

    despus. El delirio metafrico, el lujo expresivo a veces agobiante, la reiteracin de figuras,

    acciones, espacios, imgenes, no son sino canales o instrumentos para una posicin realista,

    mgico-realista, sometida a una visin crtica indeclinable, que toma tintes humorsticos, y

    un compromiso poltico cada vez ms exigente.

    Garca Mrquez accede naturalmente a la simbolizacin de su comunidad natal, en la cual

    cifra de alguna manera a toda la estirpe latinoamericana. Instaura una Amrica-Macondo,

    fundada en el dilogo cultural alrededor del rbol de la cruz y, en consecuencia, expuesta a

    un destino de martirio, muerte y resurreccin.

    Idlica, infernal, anacrnica, lenta, agnica, milagrera, es la visin de los pueblos

    latinoamericanos que ofrecen La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba

    (1958), La mala hora (1961), Cien aos de soledad (1967) y Crnica de una muerte

    anunciada (1981). Muestran a una estirpe maldita, cuyo ltimo miembro nace con cola de

    cerdo, smbolo de involucin y degradacin. Y, sin embargo, esa estirpe, que slo se

  • sostiene por el amor, guarda figuras estoicas como el coronel, o el renaciente Simn

    Bolvar de El general en su laberinto (1989).

    Como es sabido, uno de los primeros escritos de Garca Mrquez, Isabel viendo llover en Macondodio lugar a su novela La hojarasca, donde aparecen sus personajes bsicos: el coronel, Isabel y el Nio, con una evidente proyeccin autobiogrfica y simblica. Era un

    relato esttico, de sello faulkneriano, construido por tres monlogos interiores que

    evocaban la vida de un personaje ausente cuyos restos estaban velando. La parbola, densa

    y hermtica, que culmina con el ingreso de la luz en un espacio cerrado, dio origen, en

    nuestra lectura, a una hermenutica gnstico-cristiana, que desligaba al texto de

    pretensiones dogmticas (Maturo 1972).

    En 1958 apareci la segunda novela del escritor costeo, El coronel no tiene quien le

    escriba. Nuevamente la figura de un muerto pesa sobre los personajes, en este caso el

    coronel y su esposa. En nuestra interpretacin volvi a imponerse la simblica cristiana, en

    tanto reconocamos la definitiva modelacin del personaje fundamental del autor: el

    coronel, hroe de la resistencia moral, del delirio y la esperanza. Garca Mrquez vuelca en

    el coronel -inspirado en su abuelo militar, pero tambin en otros hroes americanos- los

    contenidos del humanismo quijotesco y la utopa poltica latinoamericana.

    La mala hora es la nueva versin del micromundo que va trabajando el autor como imagen

    de un pueblo de provincia, que es tambin una nacin y un continente afectado por una

    aguda crisis econmica, social y moral. Los personajes, ya evidentemente tipificados,

  • remiten a una raz bblica, judeocristiana, y son exponentes de una preocupacin manifiesta

    por el mal y la redencin.

    La trayectoria, ya valiosa, del novelista qued casi borrada ante la aparicin de su obra ms

    ruidosa y difundida, Cien aos de soledad, que se public en Buenos Aires en 1967. Era la

    expresin plena de una dcada crucial para el destino hispanoamericano: pueblos que,

    sumidos en el subdesarrollo tcnico y la dependencia econmica, mostraban un grado

    notable de autoconciencia cultural y vocacin poltica independentista. Cien aos de

    soledad -novela que dio a conocer al escritor colombiano en el mundo y permiti relanzar

    su obra anterior- constituy un verdadero manifiesto del realismo mgico, y con ms

    amplitud, de la cultura latinoamericana. Haba redescubierto Garca Mrquez un modo

    milyunanochesco de contar, reuniendo y zurciendo como un nuevo aeda las historias

    grandes y menudas de su familia, su pueblo, su patria y la Patria Grande. Su lenguaje -

    aparentemente inocente, prximo a la conversacin oral, los decires cotidianos, o la leyenda

    que circula en forma implcita y explicita entre la gente sencilla- no era ingenuo, sino

    entrecruzado de intencionalidad filosfica, cultural y poltica.

    Garca Mrquez construy un espejo de Amrica Latina, con su gnesis y su apocalipsis,

    sus carencias, excesos, fiestas, valores, antivalores. Alcanz efectos lricos, dramticos y

    humorsticos a travs de un estilo exuberante que lo hizo famoso. A partir de entonces, su

    intensidad, su hiprbole constante, su progresiva y paciente tendencia a parodiarse a s

    mismo pueden ser ledos como grafismo esttico puro, o bien como llamada de atencin

    hacia el contexto histrico-cultural que lo encuadra y revela. Por supuesto, desde una

    posicin hermenutica, me he inclinado por la segunda posibilidad.

    El otoo del patriarca (1975) vino a mostrar al escritor en una fase netamente pardica y

    alegrica, con claves histrico-polticas que transforman su texto en acertijo. Por mi parte,

    lo he ledo como velada alusin a sucesos histricos de la Argentina (Maturo 1977). Al

    mismo tiempo, el autor acentuaba el tema de la identidad, al abrir el juego alegrico hacia

    Coln, las tradiciones populares e incluso Rubn Daro, cuyos versos glosaba

    jubilosamente (no olvidemos que Cien aos de soledad se public en el centenario del

    nicaragense, y que podra tambin ser tomada como un homenaje a su figura y su

    americanismo).

  • La veta alegrica propia de Garca Mrquez se prolongara en las obras siguientes: Crnica

    de una muerte anunciada (1981), El amor en los tiempos del clera (1985), El general en su

    laberinto (1989), Doce cuentos peregrinos (1992), Del amor y otros demonios (1994),

    Memoria de mis putas tristes (2004) Son obras plagadas de autorreferencias textuales, guios polticos, citas encubiertas, alusiones y contraseas, que crean un tejido barroco y

    reiterativo, siempre molesto para quien se niegue a llenar sus claros accediendo al juego

    propuesto, pero rico y fascinante para quien, dotado de sensibilidad ldica, haya seguido las

    evoluciones del discurso garciamarqueciano.

    Entre una y otra obra, Garca Mrquez ha deslizado declaraciones, discursos y entrevistas

    que encierran claves significativas de su obra total. A ttulo de ejemplo, recordar algunos

    textos publicados en Buenos Aires en 1981.

    En uno de ellos (Garca Mrquez 1981a), el escritor defiende con humor su concepcin

    mgico-realista como necesidad de adecuar su expresin a una naturaleza hiperblica.

    Utiliza as con irona la acepcin ms epidrmica del realismo mgico, e inserta algunas

    ancdotas sugerentes, como la que habla del volcn Mont-Pel, que en 1902 destruy el

    puerto de Saint-Pierre y sepult a sus habitantes: el nico que sobrevivi lo hizo en una

    celda individual invulnerable, posible alusin del novelista a su propio quehacer. Arriesga

    luego otra explicacin de lo mgico: los frijoles saltarines no seran, aparentemente, mgicos, pues su movimiento es debido a la larva que encierran. Lo mgico es precisamente que la encierren, concluye el autor.

  • Tambin entabla un dilogo incisivo con un cuento de Cortzar, el referido al ajolote

    mexicano, y desliza que en Mxico se vende jarabe de ajolote. Luego, orienta a sus lectores hacia el fondo verdico de las novelas: la metfora, afirma, es slo rodeo, camino

    oblicuo a la verdad. Paul Ricoeur, en sus estudios sobre la historia y la novela, no nos ha

    dicho otra cosa. Otro texto de Garca Mrquez (1981b) abre una interesante relacin con

    dos novelas, relacin implcita con respecto a El amor en los tiempos del clera, explcita

    con Crnica de una muerte anunciada: Poco antes de morir -escribe- lvaro Cepeda Samudio me dio la solucin final de la crnica de una muerte anunciada: Bayardo San

    Romn volvi a buscar a Angela Vicario Estn viviendo juntos en Manaure ( ). El escritor colombiano expande su ficcin hacia la realidad vivida, para referirse a una esposa

    antes repudiada y ahora rehabilitada y amada; no cuesta mucho, a partir de esas

    indicaciones, tender una conexin entre ngela Vicario y Fermina Daza, y -ms all de los

    referentes histricos que podamos rastrear- reconocer una visin alegrica de Amrica

    Latina, esposa amada, abandonada o esperada.

    Garca Mrquez narra el encuentro de sus personajes con un descendiente de amadises,

    cuyo abuelo fue muerto por el suyo, lo cual le es til para reafirmar los vnculos entre

    ficcin y realidad, e incluirse una vez ms en el cuento, transformando la textualidad

    narrativa en camiones de doble fondo.

    Los hijos dispersos del coronel Aureliano Buenda, que en Cien aos de soledad son los

    sealados en la frente -para nuestra lectura, los cristianos descendientes del que muri atado

    al castao, pero tambin los militantes de la liberacin latinoamericana- vuelven a ser

    indicados como protagonistas de la historia real, esa vida-que-se-est-viviendo y que

    algunos novelistas se esfuerzan por capturar en caliente.

    Otras claves muy interesantes nos acerca este texto, que anticipa en muchos aspectos una

    ficcin ulterior, El general en su laberinto. La historia del pasado y la del presente, los

    conflictos irresueltos, los gestos sempiternos, justifican una ficcin esperpntica, farsesca,

    llevada a un alto grado de estilizacin humorstica, donde lo argumental cede su paso a un

    dilogo intenso y movilizador entre autor y lector. La frustracin de Bolvar, as como su

    esperanza a pesar de todo, son las del coronel, el militante, en una Amrica convulsionada, siempre en espera. Sobre la marcha histrica del hroe hacia su muerte, el

    novelista ha bordado la imagen constante de su resurreccin, actualizando la figura de

    Bolvar como viva y actuante1.

    Podemos aplicar a toda la obra de Garca Mrquez una frase suya: Comprend que la historia tantas veces diferida haba vuelto esta vez para siempre, y que no podra seguir

    viviendo un solo instante sin escribirla ( ). l es el cronista del acontecer profundo del subcontinente en los tiempos difciles de su liberacin.

    La hermenutica, que se reconoce como profundizacin histrico-cultural de una obra

    escrita, apuesta siempre al sentido unitario de la creacin literaria. En consecuencia,

    extiende las significaciones del texto, lo conjuga con la historia viva, incorpora al lector.

    Cunto nos siguen diciendo las ficciones de Garca Mrquez sobre el incierto destino de

    los latinoamericanos, los Buenda, en los comienzos del milenio! Para el escritor, Amrica

  • Latina es un continente crstico, destinado al martirio y la victoria moral, las revelaciones,

    la destruccin, la Parusa.

    II.- Las metforas de la Historia en Doce cuentos peregrinos

    En julio del 92 lanz Garca Mrquez estos doce cuentos precedidos de un prlogo que

    ostenta tambin una textura narrativa; es ms, tal como dicho prlogo lo anuncia, estos

    relatos se imponen globalmente al lector, conformando una unidad novelstico-potica,

    cuyo entramado reposa en tcitas experiencias autorales y en un mensaje histrico que se

    muestra y se oculta con sutileza artstica.

    No hay novela ms vvida, misteriosa e inesperada que la historia misma, como lo puso en

    evidencia a partir del siglo XVI la novela occidental. As lo percibieron los primeros

    novelistas de Amrica al plasmar sus nuevas o historias verdaderas, y as han vuelto a percibirlo los creadores del siglo XX. En un nuevo ciclo, la novelstica de los aos 70 -con

    el antecedente de El banquete de Severo Arcngelo de Leopoldo Marechal, (1965)- puso en

    marcha el mensaje activo al lector, la metfora como comprensin de la historia presente, la

    mitificacin -a veces hiperblica o cmica- del hroe; en suma, la literatura poltica,

    bordeando la genialidad o el panfleto.

    1970-1992: ms de dos decenios de vida personal, sueo utpico, luchas, esperanzas y

    desengaos, tal el tiempo narrado. Veintids aos del devenir latinoamericano, pasajes de

    la vida poltica, problemas y perspectivas aparecan envueltos en un lenguaje metafrico

    que llegaba a parodiarse a s mismo. No poda dejar este libro de tener un cierto sabor

    amargo, dulcificado en instantes de humorismo o en arrebatos lricos heroicos.

  • La imaginacin, la irona, una suave ambigedad que no destruye el compromiso de fondo,

    entretejen estos cuentos incisivos, a ratos deslumbrantes, tendidos hacia el presente

    latinoamericano de su gestacin, y hacia el de nuestra relectura. No deja de llamar la

    atencin que esta obra del escritor colombiano fuera duramente criticada en su momento en

    los grandes diarios capitalinos de la Argentina: se la juzg mezquinamente en cuanto a su

    lenguaje, proyeccin metafrica y audacia imaginaria, pero no hubo referencias a sus

    implicancias polticas. Sin embargo, he llegado a pensar que tal vez fueran esas

    implicancias, oscuramente sospechadas, las que motivaron rechazos tan arbitrarios como

    poco sensibles a la ndole de lo potico.

    Un presidente latinoamericano en el exilio, prximo a volver a su patria para morir al

    menos en accin de servicio, es el personaje que se impone en el primero de estos relatos;

    su proyecto es ponerse al frente de un movimiento renovador por una causa justa y una patria digna ( ). Quienes hemos aplicado una hermenutica histrica a las novelas de Garca Mrquez no tenemos porqu asombrarnos del seguimiento poltico del autor a los

    procesos reales del subcontinente ni de su deliberada mitificacin de una figura histrica

    que pertenece a la poltica argentina. El tono farsesco de estas pginas invita al lector a

    descifrar enigmas apenas encubiertos, historificar gestos y figuras, amplificar

    simblicamente las imgenes devolviendo su pleno alcance a la alegora, ese procedimiento

    desprestigiado en los ltimos tiempos y revitalizado por la intencionalidad poltica.

    Concurre a ello la remisin a otras obras del autor, en especial El amor en los tiempos del

    clera y El general en su laberinto.

  • Un mundo de contraseas e indicios, relaciones intertextuales y agudas referencias

    histricas llena de significacin a la figura femenina omnipresente que se convierte en

    guardiana de la memoria colectiva, silenciosa urdidora del destino o bella durmiente a la

    espera del despertar: ella es imagen de Amrica, pero a la vez la heredera de un mandato

    inconcluso y el punto enigmtico en que el mandato se tuerce, se esfuma o se malogra,

    dejndose abierto el final, como la historia misma.

    Pero volvamos a ese primer relato en que se abren los tiempos fuertes, como dira Arnold Toynbee. Hallamos en l la sutil relacin del Presidente con el colombiano Homero Rey,

    conductor de ambulancias. Dentro de una atmsfera ldica que siembra claves de lectura,

    es posible reconocer en este personaje al propio escritor, trasladado a una escala cmica. La

    esposa de Homero, Lzara Davis, es la primera modulacin de la figura femenina a cuya

    continuidad apostamos, bajo distintos nombres y disfraces, en todo el libro. La extensin

    arquetpica a que es afecto el autor de Cien aos de soledad hace legtimos esos juegos e

    inferencias.

    La mujer -cuya belleza radiante en el avin se alterna con momentos de vulgaridad,

    decadencia, cansancio, comicidad y dramatismo- es la protagonista oculta de la novela-en-

    forma-de-cuentos que estamos comentando. Aparece en Viena como Frau Frida, una mujer

    que se alquila para soar, y usa un equvoco anillo de serpiente con ojos de esmeralda, ora

    en la mano izquierda, ora en la derecha. Ella vela por los sueos de la familia e intercambia

    sueos delicadamente con el poeta Pablo Neruda (as como en el primer cuento Aim

    Csaire entrega un bastn al magistrado, subrayando la viva relacin de la literatura y la

    poltica).

    En Solo vine a hablar por telfono, cuento construido con la tcnica disparatada del folletn pero con una rigurosa lgica interna, vemos a Mara de la Luz Cervantes

    ausentndose de la casa de su esposo, el mago Saturno, para viajar a Zaragoza y vivir

    sucesivas peripecias de rapto y cortejo hasta quedar presa en un severo claustro que

    finalmente se desmorona.

    Espantos de agosto nos traslada a Arezzo, en la campia toscana, al castillo del escritor venezolano Otero Silva, donde el cronista y su mujer viven un suceso mgico. Se trata casi

    de un juguete y en el fondo de un alegato a favor de lo mgico-real, no familiar ni

    aceptable -se nos dice en otra parte- a turistas franceses. El escritor refuta las crticas del

    racionalismo y apuntala la tesis fundamental del libro: la historia misma produce cada da

    sorpresas, milagros, mutaciones.

    La bella, contemplada silenciosamente en un vuelo nocturno se prolonga en Mara dos

    Prazeres, la vieja prostituta que se coloca una rosa roja en la oreja para recibir a distintos

    visitantes en Barcelona. Slo la acompaa su perro Noi. A partir del octavo cuento, y con la

    excepcin del penltimo, de diversa estructuracin, se acentan las escenas dramticas

    protagonizadas por distintos personajes: Prudencia Linero -de nombre que resulta familiar a

    los lectores de Garca Mrquez- visita al Papa en Npoles, y esa visita es relacionada con el

    envenenamiento de diecisiete ingleses, cifra tambin repetida en las ficciones del autor. En

    el cuento siguiente, Tramontana, se imponen imgenes de destruccin: el viento arrasador sopla en Cadaqus; el portero se ahorca; el nio se suicida. Son alusiones a

  • tiempos de sequa y desgracia. Anlogamente, en el verano siciliano, la Sra. Forbes,

    institutriz alemana, aparece apualada. Quien vive y esplende es Fulvia Flamnea, en un

    juego de sustitucin de identidades.

    La luz es como el agua es el nombre del penltimo cuento, al que vemos afirmarse en la pura imagen. La ancdota es simple: los nios, al quedar solos en una casa de Madrid,

    ponen en marcha el desborde de la luz que chorrea por las ventanas. En cierto modo, se nos

    impone el estallido surrealista de lo imprevisible irrumpiendo en la amarga sequedad de los

    tiempos.

    Finalmente, en este rpido recorrido por un juego de figuras y alusiones, ella reaparece bajo

    la imagen de Nena Daconte, con el dedo herido por una rosa, dejando una huella de sangre

    sobre la nieve entre Madrid y Pars.

    Una hermenutica de la obra, inducida por el autor desde el prlogo y desde otros

    momentos de su labor, nos permite relacionar estas imgenes y secuencias, intentando su

    interpretacin a la luz del momento histrico al que sin duda apuntan. El resultado es la

    creacin de un interrogante lcido, y un pathos elegaco, que se abre tmidamente a la

    esperanza. Podra titularse esta obra Llanto (o planto) por Amrica, si no fuese que entre las

    hendijas de su armazn se filtra la luz irracional y obstinada de un adviento. Al inscribirla

    en la visin apocalptica que ha caracterizado toda la obra garcimarqueciana, podemos

    otorgarle un ms amplio alcance, que atae al destino de Amrica Latina en el

    convulsionado final de una poca.

    III.- El humor poltico de Garca Mrquez

    Releer despus de varias dcadas la obra de un escritor, que en su momento hemos

    estudiado y trabajado con deslumbramiento, es una experiencia decisiva: este nuevo

    contacto puede permitirnos redescubrirla, confirmarla y ampliarla, o bien inducirnos,

    decepcionados, a desecharla como algo desactualizado y ya visto.

  • No se trata, en este caso, de un escritor que se haya silenciado desde que lo estudiamos; por

    el contrario, se trata de un narrador que ha seguido produciendo espordicamente cuentos,

    novelas, memorias, mensajes periodsticos, a los cuales estuve siempre atenta, dedicndoles

    algunos comentarios parciales. En todo este tiempo, he seguido disfrutando de los dones de

    su prosa, muchas veces autoimitada y parodiada, y la continuidad de sus preocupaciones

    polticas y filosficas. El mundo cambiaba, nosotros tambin, y Garca Mrquez tampoco

    poda ser exactamente el mismo, pero eso no justifica a mi juicio la subestimacin

    manifiesta de los ltimos aos por parte de algunos voceros de gran audiencia.

    En el ao 2005, Michiko Kakutani del New York Times -cuyas expresiones fueron

    difundidas por la prensa local de Buenos Aires- ley con muy escasa comprensin la novela

    de Garca Mrquez, en ese momento traducida al ingls, Memorias de mis putas tristes,

    diciendo que se trataba de un escritor sin novedades, que haba puesto el acto de escribir

    en piloto automtico. El giro fue repetido por periodistas vernculos, sin mayor conocimiento ni compromiso crtico. En el 2006, el premio Nobel sudafricano, J. M.

    Coetzee, practicando una lectura igualmente literal y sin vuelo alguno, relacion a la novela

    con relatos de amores seniles y hasta con casos de pedofilia. Por mi parte, llegu a

    preguntarme, se habr perdido totalmente la sensibilidad simblica, e incluso el espritu

    ldico apto para leer alegoras?

  • Recordemos que Gabriel Garca Mrquez perteneci, en Barranquilla, a un grupo

    interesado en el mito y en la literatura nueva norteamericana y europea. Lectores de

    Faulkner tambin lo fueron de Andr Breton, Pierre Mabille y Alejo Carpentier. Creo que

    no se reflexiona suficientemente sobre qu significa esa vuelta al mito y el origen de la

    cultura en el contexto intelectual moderno y posmoderno que decret, progresivamente, en

    la segunda mitad del siglo XX, el exilio del mito, la muerte del relato, la borradura del

    sujeto, el fin de la historia, la condena de las utopas.

    En los aos 40, segn l mismo ha referido, Gabriel Garca Mrquez haba empezado a

    elaborar fragmentos de una primera novela, que se llamara La casa. El descubrimiento del

    mito le abra el acceso al mundo simblico-religioso y lo inclinara tambin a una literatura

    no directamente realista o naturalista, pero significativamente ligada a un realismo

    profundo. Sus cuentos y novelas adoptaran la forma de parbolas y sagas, y se abriran al

    juego de la farsa, dejando entrever agudas crticas sociales, mensajes polticos o embozadas

    elaboraciones poticas.

    En suma, la obra de Garca Mrquez no se presenta como lenguaje directo, abierto a la

    lectura literal; por el contrario invita siempre a una fenomenologa simblica y a una

    hermenutica histrica, va que recorrimos en 1972 y ampliamos en el 77, cuando faltaban

    an muchas otras obras de la produccin garciamarqueciana. Tal vez sea esa aproximacin

    a su mundo, simbologas y lenguaje, la que nos preparaba -o no- para recibir mensajes

    subrepticios como el enviado con su ltimo libro, Memorias de mis putas tristes, tan

    pobremente interpretado por la crtica de los diarios y, en general, desodo por muchos

    lectores.

    Por cierto, el escritor ha abusado a veces de sus propios recursos, remitiendo, con algn

    hermetismo, a su propia obra. As la bella Delgadina de la novela mencionada, virgen

    quinceaera dormida y a la espera del prncipe, puede ser de nuevo la cndida Erndira, es

    decir, una Amrica Latina contemplada, amada y esperada por su viejo amador, que el texto

    exagera en farsesca caricatura, llevndolo a sus 90 aos. Garca Mrquez enviaba a la

    Argentina, y a toda Amrica Latina, un mensaje poltico que, segn entiendo, no todos

    alcanzaron a or2.

    Esta novela o nouvelle, trabajo menor, si se aprecia desde el punto de vista esttico, o desde

    su grado de novedad estilstica, refuerza la unidad significativa de la obra del colombiano,

    de intrnseco valor potico, comprometida con la historia latinoamericana. La casa, el

    Nuevo Mundo, la Patria Grande, marco permanente de su creacin, volva a ser el objeto

    privilegiado de sus preocupaciones.

    Desde sus primeros trabajos vena a decirnos el colombiano algo as como: Esto somos, y nuestro destino se hace casi imposible en este tramo de la historia mundial. La historia de los Buenda era la historia de nuestra gente, signada desde su fundador, atado al castao, a

    una condena mundana. Slo quedaba la va del amor en un escenario apocalptico-

    surrealista, de final de poca.

  • Como toda gran obra, Cien aos de soledad instal el apogeo y la ruina de su propio

    lenguaje. Al autor slo le qued la opcin de cristalizar su modo hiperblico, elegaco,

    tragicmico, generando su autoparodia.

    En el comienzo de la dcada del 70, nueva etapa poltica revulsiva para Amrica Latina,

    Garca Mrquez dio a la prensa el Relato de un nufrago, que he considerado clave del

    boom poltico-literario. El Relato daba cuenta del grupo formado en su momento alrededor

    del editor Carlos Seix Barral, abriendo en la labor de Garca Mrquez la fase de la

    escritura en clave. Se trataba de una apuesta grupal, comprometida con un nuevo tramo de las luchas polticas, y engendraba el ciclo del dictador humanista, inversin del dictador autoritario de Valle Incln y Asturias. Alusiones al maestre Santiago, a Rocamadour, etc., remitan a Alejo Carpentier, Julio Cortzar y otros escritores

    comprometidos con una nueva jugada poltica, cuyo fruto lo constituyeron novelas de

    diversa envergadura, tales como El recurso del mtodo (1974), Libro de Manuel (1973),

    Yo, el Supremo (1974), y por parte del colombiano, El otoo del patriarca.

    Los cuentos de Garca Mrquez, reunidos en sucesivos volmenes, han acompaado su

    trayectoria novelstica, como lo han hecho -especialmente al comienzo de su trayectoria-

    sus artculos y ensayos, e incluso algunos guiones cinematogrficos, y el inicio de sus

    memorias, que aportan luces sobre su creacin, fuentes y relaciones epocales. No es ahora

    el momento de examinar ese rico caudal de parbolas iluminadoras y agudos anlisis de

    base histrica y sociolgica. Esos textos corroboran la unidad y coherencia de su

    pensamiento, doblemente comprometido, a mi ver, con la defensa del humanismo -vale

    decir la fe, el mito, la poesa- y la accin poltica liberadora de Amrica Latina, que

    culmina en el actual proyecto de la integracin regional.

    Puede hablarse -muchos lo han hecho- del escritor costeo como de un hbil urdidor de

    metforas, que utiliz los mecanismos retricos, la hiprbole, la reiteracin de frases y emblemas reconocibles, en suma, la proliferacin imaginaria, para convertirse en creador

    de una moda esttica novedosa, hoy desgastada. Sin embargo, todo adquiere un nuevo

    sentido cuando se lo articula con una visin mtico-religiosa, proftica y poltica, que entra

    naturalmente en conflicto con la mirada racionalista, superficialmente cmoda de la

    realidad, o con el clima posmoderno adverso a las utopas.

  • Garca Mrquez merecera ser llamado surrealista, si esta palabra no se hallara tan ligada a

    un movimiento netamente europeo. Se lo reconoce, en cambio, dentro del realismo mgico

    latinoamericano, proclamado en 1949 con visos de manifiesto cultural por Alejo

    Carpentier. Alejado de un realismo social, o de un realismo avant la lettre, el autor de Cien

    aos de soledad es un realista profundo, consciente del trasfondo mgico del cosmos y de

    la historia, tambin de la realidad sorprendente de un subcontinente multitnico, no

    totalmente colonizado por la racionalidad moderna. Exagerando sus contrastes, nos ha

    presentado esa sociedad en sus aspectos de pobreza tcnica y contenidos mgico-religiosos,

    guardando ante el mundo una extraordinaria dignidad humana y un potencial imprevisible.

    Garca Mrquez sigue siendo, en nuestra apreciacin, el profeta del martirio y la

    resurreccin de un mundo histrico, una familia de pueblos.

    NOTAS

    *Graciela Maturo, escritora e investigadora, public en 1972 Claves simblicas de Garca

    Mrquez (Buenos Aires, Editorial Garca Cambeiro), cuya reedicin ampliada la hizo la

    misma editora en 1977. Actualmente prepara una 3. edicin de su obra crtica sobre el

    autor.

    Ver Graciela Maturo: Amrica Latina en su laberinto. Una aproximacin hermenutica a la

    novela El general en su laberinto, de Gabriel Garca Mrquez. en Actas del Congreso de la

    Universidad de Macerata, 1990 y en Coleccin Ensayos Breves, N 29, Buenos Aires:

    CELA, 1991.

    Desde entonces empec a medir la vida no por los aos sino por dcadas. La de los cincuenta haba sido decisiva porque tom conciencia de que casi todo el mundo era menor

    que yo. La de los sesenta fue la ms intensa por la sospecha de que ya no me quedaba

    tiempo para equivocarme. La de los setenta fue temible por una cierta posibilidad de que

    fuera la ltima. No obstante, cuando despert vivo la primera maana de mis noventa aos

    en la cama feliz de Delgadina, se me atraves la idea complaciente de que la vida no fuera

  • algo que transcurre como el ro revuelto de Herclito sino una ocasin nica de voltearse

    en la parrilla y seguir asndose del otro costado por noventa aos ms. (Garca Mrquez 2004: 103)

    BIBLIOGRAFA

    GARCA MRQUEZ, Gabriel. Algo ms sobre literatura y realidad. Clarn. Cultura y Nacin. Buenos Aires, 30 de julio, 1981a.

    . El cuento del cuento. Clarn. Cultura y Nacin. Buenos Aires, 10 de setiembre, 1981b.

    HEIDEGGER, Martin. Conferencias y artculos. Trad. Ives Zimmermann. Barcelona:

    Ods, 1994.

    MATURO, Graciela. Claves simblicas de Garca Mrquez. Buenos Aires: F. Garca

    Cambeiro, 1972.

    . Claves simblicas de Garca Mrquez. 2. edicin. Buenos Aires: F. Garca Cambeiro, 1977.

    . Amrica Latina en su laberinto. Una aproximacin hermenutica a la novela El general en su laberinto, de Gabriel Garca Mrquez. En Actas del Congreso de la

    Universidad de Macerata, 1990 y en Coleccin Ensayos Breves, N 29, Buenos Aires:

    CELA, 1991.

    [Este artculo fue escrito para la revista peruana Ajos y Zafiros]