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REALIDAD SOCIOECONÓMICA DE LOS INDÍGENAS DE SAN JUAN

EN EL SIGLO XVII

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Director responsable: Prof. Mariano GAMBIER Composición y diagramación: Lic. C. T. MICHIELI Diseño de tapa: Gabriela RIVEROS Correspondencia y canje: Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo Universidad Nacional de San Juan Termas La Laja - Casilla de Correo 13 5419 Albardón San Juan - Argentina

Hecho el depósito que marca la Ley Nº 11.723 Prohibida su reproducción total o parcial Impreso en la Argentina ISBN 950-605-105-4

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REALIDAD SOCIOECONÓMICA DE LOS INDÍGENAS DE SAN JUAN

EN EL SIGLO XVII

Catalina Teresa Michieli

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS Y MUSEO Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes

Universidad Nacional de San Juan

San Juan 1996

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INTRODUCCIÓN

El proyecto para la realización de este trabajo fue aprobado académicamente por la Universidad Nacional de San Juan mediante Resolución Nº 194/94 CS (Anexo V). Para su ejecución contó con el apoyo del Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo de dicha Universidad y se financió con fondos personales. La finalidad del trabajo se orienta a la reconstrucción de la situación social y económica de los indígenas que vivían en el territorio de la actual provincia de San Juan durante el siglo XVII, ya que los estudios anteriormente realizados sobre el poblamiento aborigen de la región en el siglo XVI y sobre la realidad económica de Cuyo durante las primeras décadas del siglo XVII, permitían apreciar que esta situación variaba notoriamente con respecto a lo observado para el siglo anterior. Para su cumplimiento se analizaron documentos éditos e inéditos que proporcionaron una gran cantidad de datos que permitieron considerar: 1- la verdadera importancia que las "doctrinas" de indios tuvieron en la instalación de pueblos al principios de siglo; 2- las causas, desarrollo y consecuencia de las rebeliones indígenas ocurridas en San Juan y su sofocamiento; 3- los tipos de trabajo en que participaban los indígenas y los cambios que se suscitaron por ello en la conformación social de los grupos; 4- el alcance y variación de los salarios, las formas de pago y la comparación con los precios del siglo XVII; 5- la conformación numérica, étnica y social de las encomiendas indígenas existentes en San Juan y su variación durante el desarrollo del siglo; 6- la forma de pago de los tributos a los encomenderos de San Juan y la relación de éstos con la legislación de la Capitanía General; 7- el proceso de traslado y desnaturalización de los grupos indígenas dentro y fuera del territorio provincial y sus consecuencias; 8- la relación entre la desaparición de los grupos indígenas y el nacimiento de las primeras propiedades rurales en el territorio provincial y 9- los cambios y sustituciones étnicos y lingüísticos ocurridos entre los grupos indígenas. Varias personas colaboraron en el acceso a documentos y bibliografía específica. En primer lugar el Prof. Mariano Gambier, Director del Instituto de

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Investigaciones Arqueológicas y Museo UNSJ no sólo aportó el apoyo institucional sino que también en forma personal ayudó a relevar documentación en el Archivo Nacional de Chile; el Dr. Jorge Hidaldo, entonces Conservador de dicho Archivo, facilitó el acceso al mismo; los colegas Marta Bonofiglio de Carrara (Córdoba), María Teresa Planella (Santiago de Chile), Leonor Paredes de Scarso, Guillermo F. Genini y Oscar A. Damiani (San Juan) gentilmente colaboraron en la obtención de material bibliográfico, cartográfico y documental. El trabajo se realizó con fuentes éditas e inéditas correspondientes al siglo XVII. Entre las obras éditas se encuentran repertorios documentales publicados como las "Cartas Anuas de la Compañía de Jesús", las "Actas Capitulares de Mendoza", "Documentos Coloniales relativos a San Miguel de Tucumán", "Fuentes para la historia del trabajo en el Reino de Chile" (compilados por Alvaro Jara y Sonia Pinto) o documentos aislados incluidos en obras de otros autores como Salvador Canals Frau, Pablo Cabrera, Aníbal Verdaguer, Alfredo Gargaro, Romualdo Ardissone y Mario Grondona. Los documentos inéditos utilizados fueron relevados personalmente en el Archivo Histórico y Admistrativo de San Juan y en el Archivo Nacional de Chile. En el primero los documentos concernientes al siglo XVII se encuentran en el Fondo Histórico; están contenidos en una serie de cuadernillos y papeles sueltos guardados rudimentariamente en una carpeta dentro de la caja fuerte. Su estado de conservación es bastante malo y en varios casos están numeradas como documentos distintos partes de un mismo documento. En el momento de realizar el relevamiento, estos documentos estaban siendo transcriptos por personal del archivo. En el Archivo Nacional de Chile se relevó la mayor parte de los documentos utilizados en este trabajo. Corresponden a los fondos: Real Audiencia, Capitanía General, Escribanos de Santiago, Morla Vicuña y Notarios de La Serena. Los puntos de partida para la búsqueda de los documentos fueron la obra de Juan Luis Espejo (con la valiosa ampliación y corrección de ubicación realizada por Edberto Acevedo) y el trabajo de Rogelio Díaz Costa. Si bien en la obra de Espejo se encuentran resumidos varias de las fuentes utilizadas, la transcripción completa de los documentos permitió obtener una mayor cantidad de datos de suma importancia para el tema de este trabajo que habían sido obviados en el resumen a la vez que corregir errores de transcripción que hacían variar tanto los nombres indígenas como el sentido de mucha documentación. El

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trabajo de Díaz Costa constituyó una ayuda menos segura, ya que a los errores de transcripción y adjudicación de nombres indígenas, se sumó una poco clara referencia a los documentos en sí. Después de haber ubicado los documentos citados por estos autores se prosiguió con la búsqueda y el relevamiento de otros que contenían importantes datos vinculados con los indígenas de San Juan o que, sin referirse específicamente al tema, permitían reconstruir un marco espacio-temporal, político y social en el cual insertar la problemática a tratar. El análisis posterior abarcó la totalidad de los documentos encontrados con referencias a indígenas de San Juan en el siglo XVII sin hacer una selección intencional de ellos, ya que se considera que los mismos son, de por sí, una muestra aleatoria debido a que, por una parte, no todas las actuaciones quedaban intencionalmente registradas y, por otra, la conservación de documentos tan antiguos es generalmente casual. El trabajo se completa con algunos croquis que permiten ubicar las localidades mencionadas con respecto a su ubicación geográfica y política y con un índice alfabético de nombres indígenas de personas y lugares. Advertencia: Para la transcripción de documentos en el trabajo se han seguido las siguientes pautas: cuando se copian citas documentales extraídas de la obra de otros autores se anteponen las palabras "Cit. de ..."; cuando las citas corresponden a documentos inéditos se hace la referencia directa al archivo, fondo, volumen y folios; en la transcripción se ha preferido respetar estrictamente la ortografía, abreviaturas y puntuación originales a fin de no introducir posibles errores de interpretación; cuando la cita es segmentada para que no resulte demasiado larga, se colocan puntos suspensivos entre paréntesis en lugar del texto desestimado; todo comentario o agregado aclaratorio que no figura en la cita se coloca entre corchetes; cuando una palabra o una parte de ella es ilegible en el documento, en la transcripción se suplanta la parte ilegible con puntos suspensivos sin paréntesis. Los nombres en lengua indígena (todos los nombres propios y los nuevos topónimos) se colocan con bastardilla reproduciendo todas las formas en que están transcriptas en los documentos y respetando la ortografía original. Los nombres españoles se han modernizado en el texto y se respetan en las citas.

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Los precios, tasas y salarios se expresan en "pesos de plata corriente de a ocho reales" por lo que en general no se aclara específicamente. Cuando se trata de pesos de oro se hace la aclaración pertinente. Las fracciones de pesos no se expresan en reales sino en decimales. En la redacción del trabajo se utilizan las denominaciones de “indio”, “mestizo” y “español” con el sentido de categorías socio-jurídicas y nacionalidad que tenían en la colonia, considerando como español a todo súbdito de la corona española nacido en la península Ibérica o en América, siempre que no fuera natural de ella. La categoría “indio” no es peyorativa sino que obedece a la forma legal en que se designaba a los individuos originarios de América; en ocasiones se utiliza en su lugar como sinónimos los adjetivos sustantivados “aborigen”, “indígena” o “natural” con la significación de “originario en el suelo en que vive”.

San Juan, setiembre de 1996.

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LAS "DOCTRINAS" DE PRINCIPIOS DE SIGLO El siglo XVII comenzó en Cuyo con la decisión del gobierno de Chile de hacer cumplir las normas reales sobre el ordenamiento de las encomiendas, sobre todo en lo referente al buen tratamiento de los indígenas y a su evangelización. Esto se puso de manifiesto el día 4 de diciembre de 1600 con motivo de la presentación ante el Cabildo de Mendoza, por parte del capitán Alonso de Córdoba, de su nombramiento e instrucciones como "Teniente de Capitán General y Corregidor y Justicia Mayor de las provincias de Cuyo" dadas por el Gobernador de Chile, don Francisco de Quiñones, el día 15 de mayo de 1600 y ratificadas por su sucesor, Alonso García Ramón, el 6 de agosto del mismo año. En estas instrucciones, y entre otras cosas, se decía que, viendo que los indígenas de las tres ciudades de Cuyo (Mendoza, San Juan y San Luis) no tenían hasta ese momento la instrucción en la religión católica conveniente y siendo esta obligación de los encomenderos, como no lo hacían y se aprovechaban de los indígenas en exceso, se mandaba al nuevo Corregidor a que "...se funden y Entablen doctrinas rreduziendo los dhos ynso apoblado porlos medios mas suaves y conbinyentes para que sean encaminados a bida pulitica. y enseñados Enla ley Evangelica (...) para que rrepresentdo my persona. hagays Reduzir a pueblos formados y poblasciones losdhos naturales y los demas alcds. comarcanos assi los questubieren debaxo del domynyo desumagt comolos quenolo obieren dado la obidiencia Enlas partes y lugares de comodidad para su doctrina conserbascion E aumento. que conbinyere desuerte que puedan ser ynstruydos enlas cossas de nra Sta ffee catholica donde fundareys las yglesias y cassas delos Religiossos y sacerdoctes con licencia delhordinario acomodando las comarcas de ynso que cada Encomendero tubiere proueyendo personas ydoneas y suficientes quelos visiten y numeren..." (ACTAS Capitulares de Mendoza, pág. 215-219). La indicación expresa a que se fundasen doctrinas reduciendo los indios a poblados se refería a la evangelización de los indígenas encomendados en los mismos lugares de ubicación de las encomiendas. Ésta era una obligación propia del encomendero desde el comienzo de la instalación en América de los repartimientos de indios, que fue ratificada por las Leyes de Burgos dictadas en

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1512 que intentaban ordenar y reglamentar el sistema colonial. Los beneficiados con repartimientos y encomiendas debían construir una casa que hiciera las veces de iglesia donde se reunirían los indígenas para ser instruidos en la religión católica (KONETZKE, América Latina, pág. 161-164). La palabra "doctrina" señala por lo tanto en este caso el "pueblo de indios recién convertidos, cuando todavía no se había establecido en él parroquialidad o curato" que es una de las acepciones señaladas para América por la Real Academia Española. Al frente de estas doctrinas estaba una persona relativamente capacitada para impartir las enseñanzas del Catecismo y no necesariamente un sacerdote, debido a que el mismo debía ser mantenido por los propios indígenas. Es así que en 1610, cuando los jesuitas habían comenzado las misiones a la zona lagunera de Guanacache el padre Fabián Martínez afirmaba que "...yo puse escuela de doctrina muy fundada de muchahos y muchahas (...) quedó el hijo del curaca tan industriado que podía hacer la docta como uno de nosotros..." (DOCUMENTOS para la Historia Argentina..., t. XIX, pág. 67). Del mismo modo la palabra "pueblo" señala estas concentraciones de población indígena en los sitios de las encomiendas, para la agrupación, control y evangelización de los naturales. Estos "pueblos" no deben ser considerados entonces como verdaderas poblaciones separadas de las encomiendas; en muchas ocasiones, y tratándose de grandes repartimientos en espacios extensos, estos "pueblos" podían ser varios para una misma encomienda. Las Cartas Annuas de la Compañía de Jesús, en su detalle de las misiones realizadas en las primeras décadas del siglo, presentan varios ejemplos para las zonas de Guanacache, Uco y Barrancas en Mendoza, donde existían varios de estos "pueblos" (a veces también llamados "puestos") dentro de una misma encomienda. "...nra partida alamision de los pueblos de doña ines partimos desta ciudad, el Pe Juo pastor, y yo a principio de setiembre llegados a guanacache, que es la iglesia y cabeçade la dotrina (...) pasamos a otro puesto. las lagunas adelante seis leguas donde se habian juntado dos curacas con toda su gente, y abian hecho una Iglesia para el pe dixese misa y capaz para la gente con su cimenterio, y muy delante para la docta..." (DOCUMENTOS para la Historia Argentina..., t. XIX, pág. 67). Con posterioridad a las instrucciones presentadas por el nuevo Corregidor de Cuyo se dio la circunstancia de que el nuevo Obispo de Santiago,

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en su viaje desde Buenos Aires a Chile para hacerse cargo de su obispado, debiera invernar en Mendoza esperando cinco meses la apertura de los pasos cordilleranos. Es así que en 1601 fray Juan Pérez de Espinosa permaneció en Cuyo y aprovechó este tiempo para interesarse sobre la situación social y religiosa de los indígenas cuyanos. En una carta dirigida al rey Felipe III relataba estos hechos y señalaba que estando en Cuyo "pusiéronse once doctrinas y los indios quedaron contentos" (VERDAGUER, Historia eclesiástica..., pág. 72-73). Esta carta es conocida en la historia cuyana por la transcripción textual que el padre José Aníbal Verdaguer realizó a partir de la colección de documentos históricos recopilados por el presbítero Lizana y que incluyó en su historia eclesiástica. A continuación el padre Verdaguer señaló cuales eran, a su parecer y sin guiarse por documentación histórica estricta, los lugares de Cuyo donde el Obispo Pérez de Espinosa habría establecido las citadas once doctrinas; esto fue tomado al pie de la letra por los historiadores posteriores a Verdaguer quienes, sin hacer una lectura crítica de la obra ni tener en cuenta el verdadero sentido del concepto de establecer doctrinas y "pueblos" de indios para esa época, consideraron desde entonces y equivocadamente como verdad histórica el hecho de que estas doctrinas constituirían verdaderas avanzadas de fundaciones de pueblos o villas con iglesia instituida en diversos sitios de las provincias de San Juan, Mendoza y San Luis. Lo cierto es que estas doctrinas establecidas por Pérez de Espinosa eran esas sencillas agrupaciones de población aborigen perteneciente a una encomienda con el objeto político de su control y religioso de su evangelización, tal como se ha señalado anteriormente. La confirmación de esto se encuentra en la misma obra del padre Verdaguer cuando indica, citando documentación probatoria, que sólo se supo fehacientemente de dos doctrinas provistas de cura por Pérez de Espinosa: Guanacache y Uco (VERDAGUER, Historia eclesiástica..., pág. 75). La confusión se aumenta cuando se considera la instalación de estas doctrinas como paso previo a la instalación colonial y no como una consecuencia de ésta. Según la legislación indiana la instalación y atención de doctrinas en el sentido de lugar donde se reunía a los indígenas para su evangelización era responsabilidad de cada encomendero (KONETZKE, América Latina, pág. 161-164) y continuamente las autoridades reiteraban esa obligación, tal como lo hacía el Gobernador de Chile en las instrucciones dadas al nuevo Corregidor de Cuyo en 1600 (ACTAS Capitulares de Mendoza, pág. 216).

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Para que las doctrinas pudieran ser provistas de cura la manutención del mismo debía ser a cargo de los propios indígenas. En efecto, la tasa del gobernador de Chile Martín Ruiz de Gamboa de 1580 ya señalaba que de los ocho pesos de oro que debía tributar anualmente el indígena, un peso (es decir el 12,5%) iría para el sacerdote a cargo de la doctrina, pagado parte en dinero y parte en especias; las tasas posteriores de 1620, 1622 y 1635 establecían tasas ligeramente variables en pesos de plata corriente, pero todas determinaban que un peso y medio sería para el cura doctrinero, medio peso para el protector de naturales y otro medio peso para el corregidor (ver Cuadro nº 7); los indios que vivían y trabajaban en el servicio doméstico en las ciudades no pagaban doctrina por lo que la tasa tributaria era menor (JARA y PINTO, Fuentes..., t. I, pág. 60, 90 y 111). Hasta 1668 el pago se realizaba a través del encomendero: éste cobraba el tributo (generalmente en servicio personal) y debía después derivar lo destinado al sacerdote; cuando el encomendero no cumplía con esta obligación la doctrina carecía de atención eclesiástica. La Iglesia sin embargo, trató de afirmar estas doctrinas, y en especial la Compañía de Jesús en Cuyo a partir de 1609 cuando comenzó su obra de misionar en zonas con población indígena. Pero aun así estas misiones no fueron independientes de los encomenderos sino que justamente se realizaron cuando éstos lo permitieron e incluso ayudaron. Ésta es la razón por la cual la mayor cantidad de misiones evangelizadoras de los jesuitas en Cuyo reseñadas en las Cartas Annuas se realizaron a la zona de Guanacache y el valle de Uco. En la primera, las misiones de los jesuitas se hicieron en los pueblos de la encomienda de Lope de Peña (benefactor de la Compañía de Jesús y donante de la casa donde la misma tenía instalada la Residencia), especialmente sostenidas por su esposa, Inés de Carbajal; en Uco las misiones de los jesuitas estuvieron apoyadas por su encomendero (DOCUMENTOS para la Historia Argentina..., t. XIX, pág. 208 y 530; CANALS FRAU, Los huarpes y sus doctrinas..., pág.8-9).

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LAS REBELIONES INDÍGENAS Y SUS CONSECUENCIAS Pocas son las rebeliones indígenas que ocurrieron en el actual territorio de San Juan. Las dos únicas documentadas son justamente de principios del siglo XVII y tuvieron lugar en la zona de Valle Fértil la primera y en el norte y noreste del territorio de San Juan la segunda. De ambas se tienen muy escasas noticias desde principios de siglo con algunas referencias parciales debidas a notorios investigadores, pero quienes las trataron más en profundidad fueron Romualdo Ardissone y Mario Grondona en su trabajo "La instalación aborigen en Valle Fértil" publicado en 1953, si bien en la consideración de la segunda se limitaron exclusivamente a Valle Fértil. Todos los autores que posteriormente hicieron referencia a ellas tomaron los datos de los primeros. Ardissone y Grondona trabajaron con casi todos los documentos, éditos e inéditos, que hacen referencia a estos hechos y transcribieron las partes más importantes de los mismos. La sucesión de hechos y la identificación de personajes que analizan en su trabajo es correcta y útil, pero algunas de las interpretaciones de las causas y consecuencias de los sucesos y las relaciones entre ellos, así como las características de las instituciones involucradas, no son totalmente acertadas. Obviamente los autores posteriores que siguieron al pie de la letra este trabajo sin una adecuada lectura crítica, no sólo cayeron en el mismo error sino que lo aumentaron incorporando apreciaciones totalmente infundadas. Este capítulo, basado en la documentación parcial aportada por Ardissone y Grondona, pero con el agregado de la lectura crítica de los documentos en forma completa y de otras fuentes éditas e inéditas, trata de esclarecer con más precisión la ubicación geográfica de los hechos y su sucesión y realizar una nueva interpretación de los mismos. Los sucesos de 1604 Por la probanza de méritos de dos vecinos de San Juan, Juan Jufré y Juan Jufré de Arze (su hijo) de 1633 (copiada por José Torre Revello en el Archivo de Indias) y por las Actas Capitulares de Mendoza se conoce que en 1604 el entonces corregidor de la provincia de Cuyo, el capitán Gerónimo de Benavídez, debió acudir a la zona de Valle Fértil a castigar a los indígenas de

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ese lugar por haberse sublevado y haber asesinado a su encomendero, don Toribio de Dueñas, y dos españoles que iban con él; una vez que el corregidor llegó a la localidad vecina de Río Bermejo le encargó especialmente a Juan Jufré recorrer las localidades de Las Tumanas, Hocoma y Gigante en busca de los sublevados. En la expedición punitiva se detuvieron algunos caciques así como otros indígenas (especialmente uno que vestía una camisa evidentemente quitada a un español) que fueron ahorcados en el mismo lugar o en la ciudad de San Juan (ARDISSONE y GRONDONA, La instalación aborigen..., pág. 23-26). Por estos documentos se sabe así el nombre de uno de los encomenderos de Valle Fértil, don Toribio de Dueñas. Habían otras encomiendas en esa zona que evidentemente no tuvieron los problemas de la anterior. Una de ellas, en la localidad de Las Tumanas, había sido de Pedro de Barreda Estrada y otra de Juan de Mallea, ambos vecinos de la ciudad de San Juan. Los dos encomenderos hicieron dejación de sus respectivas encomiendas en 1605, por lo que su otorgamiento había sido realizado con anterioridad a esa fecha; en ese año fueron otorgadas a Juan Gil de Heredia. "...os encomiendo a vos del dho Joan xil de heredia ennombre del Rey no señor y Como su gouernador e capitan general yenbirtud delos rreales poderes que he yostengo para dar y encomenDar yndios quePor sunotoriedad Noban aqui ynsertos el casique cilpino subzesor del casique chumpeta que sus tierras sellaman tumana guil enla Probincia de los gacambis terminos de San Joan de lafronteraCon todos sus yndios e Prinsipales aellos subjetos queestan bacos por dexacion Que dellos hizo Pedro de Barreda estrada Vezino de ladha ciudad ensan luis de loyola encinco de hebrero destePresente año [1605] ante joan deescouedo escribano publico eDel cauildo deladha ciudad = y asi messmo os encomiendo el casique yocampe subzesor delcasique gaçape y sutierra nombrada Partinaco ydel casique Calamanta su tierra easiento se llama Agçilanca subcesor del Cassique Gomean contodos sus Principales eyndios aellos subzetos enlos cayampee que estan asimismo bacos Por dezacion que dellos hizo el capitan Joan Demallea besino de ladha ciudad deSan Joan enla dha ciudad en quatro de hebrero deste Presente año [1605]..." (ANC RA 2615, f. 114-114 v.). De este modo resulta evidente que la encomienda de Dueñas no era la única existente a principios del siglo XVII en la región de Valle Fértil, pero sí que los sucesos acaecidos en ella fueron excepcionales ya que no volvieron a repetirse luego de la persecución, captura y castigo de los indígenas rebelados. Los encomenderos de la zona eran todos vecinos de la ciudad de San Juan, ya que Valle Fértil caía dentro de su jurisdicción, y no residían en las cercanías de

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su encomienda ya que la documentación aportada por Ardissone y Grondona señala que Dueñas y los dos españoles que fueron muertos con él, "iban" hacia su encomienda. Otro dato interesante que aporta el documento transcripto es que estos indígenas, de las localidades comarcanas de Valle Fértil, eran considerados de la "provincia de los gacambis" o "los cayampee", es decir eran indios yacampis. Para Ardissone y Grondona la rebelión de los indígenas encomendados en Toribio de Dueñas y la necesidad de pacificación de la zona tuvo como consecuencia la fundación de la villa de San Ramón realizada en 1606 (ARDISSONE y GRONDONA, La instalación aborigen..., pág. 28). En realidad ambos sucesos parecen no tener una conexión tan evidente, ya que como se ha visto la encomienda de Dueñas no era la única existente en Valle Fértil y la instalación española y el aprovechamiento de la mano de obra indígena en el lugar tenía antecedentes. De todos modos la fundación de la Villa de San Ramón en Valle Fértil en el año 1606 es un hecho llamativo y que aún hoy no puede explicarse convenientemente. Los documentos que testifican esta creación están casi todos vinculados con las Actas del Cabildo de Mendoza ya que no existen documentos de San Juan que la mencionen. Don Sebastián de Espinosa, corregidor de Cuyo desde principios de 1605, acompañado por gran cantidad de vecinos de Mendoza, entre ellos todos los integrantes del Cabildo, había partido hacia Valle Fértil y fundado una villa con el nombre de San Ramón (ACTAS Capitulares de Mendoza, pág. 360-361). Si bien no se conoce con exactitud la fecha de la fundación de dicha villa, tanto Ardissone y Grondona como los autores que posteriormente se basaron en su trabajo, supusieron que la misma había sido hecha en setiembre de 1606 ya que el Acta del Cabildo de Mendoza que hace referencia a la misma es de fecha 11 de setiembre de ese año (ARDISSONE y GRONDONA, La intalación aborigen..., pág. 29). Sin embargo, la lectura del Acta completa permite apreciar que justamente en esa fecha habían regresado los integrantes del Cabildo, especialmente el regidor José de Villegas, quien era el encargado de "sacar el estandarte" para la fiesta del Apóstol Santiago, patrono de la ciudad de Mendoza (que se celebra el 25 de julio), debido a lo cual se autorizaba a hacerlo en forma retrasada en esa fecha. La ausencia de todos los integrantes del Cabildo había ocasionado la falta de reunión y, por lo tanto, de la redacción de Actas; la última efectuada era del 4 de mayo anterior (ACTAS Capitulares de Mendoza, pág. 360-361). Por estas evidencias puede señalarse que la creación de la Villa

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de San Ramón fue realizada en el lapso comprendido entre mayo y setiembre de 1606. No se sabe bajo qué circunstancias el corregidor determinó tal fundación, ya que si bien por su cargo era el funcionario a quien correspondía realizarla, no existen evidencias documentales de instrucciones previas por parte del Gobernador de Chile (en ese momento -y por segunda vez- don Alonso García Ramón) quien era la persona que debía ordenar dicha acción (HARDOY, Sistemas sociopolíticos..., pág.97). Ni siquiera en el nombramiento como corregidor de Sebastián de Espinosa, asentado en las Actas del Cabildo de Mendoza con fecha 2 de enero de 1606, figura ninguna instrucción para realizar fundación alguna (ACTAS Capitulares de Mendoza, pág. 347-348). De todos modos la Villa de San Ramón fue considerada oficialmente por el mismo Gobernador de Chile, quien posteriormente la mencionó en los nombramientos del nuevo corregidor de Cuyo, don Alvaro de Villagra, y del teniente de corregidor de Mendoza, dadas con fecha del 20 de diciembre de 1607 y asentadas en las Actas Capitulares de esa ciudad en marzo de 1608 (ACTAS Capitulares de Mendoza, pág. 429-432). Estas menciones y dos anteriores de diciembre de 1606 cuando el Cabildo de Mendoza mandaba a los vecinos a hacer el "apercibimiento" (preparación de cosas y sostenimiento) para el fuerte de la villa y el corregidor Sebastián de Espinosa avisaba al Cabildo de Mendoza que salía con destino a la ciudad de San Juan y "...a dar socorro ala via de sanRamon..." (ACTAS Capitulares de Mendoza, pág. 366) son casi las únicas referencias anteriormente conocidas sobre la existencia de la villa. Las otras menciones sobre la Villa de San Ramón provienen de un documento judicial por la posesión de las tierras de Aguango, que actualmente es una localidad de la provincia de La Rioja pero que antiguamente pertenecía a Valle Fértil, sostenido en 1757 entre don Gerónimo de Flores y don Francisco de Herrera. En él se presentaron pruebas de mercedes de tierra realizadas con anterioridad a esa fecha en la zona de Valle Fértil; si bien estas referencias no están fechadas las menciones de los nombres de los funcionarios que las hicieron, como los Gobernadores Alonso García Ramón y Alonso de Rivera y el corregidor Sebastián de Espinosa, permiten datarlas entre 1605 y 1606. El documento da también indicaciones importantes para poder ubicar el emplazamiento de la villa en las cercanías del actual Valle Fértil y al norte del mismo, ya que estaba a cinco o seis leguas al oeste de Aguango mientras que éste quedaba a “seis o siete leguas al norte o al este del paraje de Valle Fértil”. "...todas las Mercedes resan delser cituadas enel dho Valle como son la que hizo Don Balthasar de Espinosa [sic por Sebastián] que hizo merced a francisco deContreras Picon detreinta quadras detierras, enterminos dela Villa

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desanRamon seis leguas deella pocomas o menos hasta el Arroyo tigolantin deesta parte hacia el sur donde cae una Acequia antigua enel Valle fertil = Itten otro titulo deDon Alonso de Huy [sic por Alonso de Rivera], Governador, y Capitan General. que hizo merced a christobal de Argumedo enel Valle fertil Jurisdiccion deesta Ciudad deSan Juan de Vna quadra llamada Caquio pampas en la quese le hizo merced deochocientas quadras detierras = Itten otra merced que hizo el Governador Alonso Garcia Ramon a Balthasar de Zisternas enel repartimiento enlas tierras deel Valle fertil hasta el Arroyo llamado Acongo acia alaparte deel oriente hasta Quibitchac para una Estancia de Ganados de cinquenta quadras (...) Ilo segundo, es endecir la Merced que dela Villa de San Ramon, que es el Pueblo que oy poseen los Indios de Valle fertil para el oriente, como cinco, o seis leguas que es el mismo trecho queay aldho Paraxe de Aguango (...) que el paraje que en estos tpos llamande Aguango esta seis osiete Leguas al Norte onaciente del Parage del Valle fertil, que en la antiguedad llamaban deSanRamon, que oy nos e Conose portal, que es oy pueblo de Indios..." (ANC RA 674, f. 3-49 v.). El motivo de la aparición de una villa en Valle Fértil de tan efímera existencia, sobre todo en épocas en que habían cesado las fundaciones de villas y ciudades, no deja de ser una incógnita. Para Ardissone y Grondona éste habría sido la necesidad de controlar los levantamientos indígenas y pacificar la región por una parte, y por otra la determinación de separaciones entre las Gobernaciones de Tucumán y Chile por eventuales conflictos (ARDISSONE y GRONDONA, La instalación aborigen..., pág. 30-33) aunque las pruebas que aportan no son lo suficientemente demostrativas. En cambio es más verosímil considerar que la creación de la villa haya sido para realizar nuevas distribuciones de tierras para estancias y legitimar las existentes. En la administración hispana las villas eran las poblaciones que tenían ciertos privilegios que las distinguían de la aldeas y lugares; estaban gobernadas por regidores y justicias (es decir funcionarios encargados de la administración económica y de la administración judicial respectivamente) que debían residir en ella y dependían del corregidor. Una vez realizada la fundación legal, que estaba encargada al corregidor como delegado y representante directo del Gobernador, quien a su vez recibía el mandato y las instrucciones de la Corona (HARDOY, Sistemas sociopolíticos..., pág. 97), se procedía a la distribución de solares y tierras a los vecinos, quienes debían sustentar vecindad y edificar sus viviendas en un término perentorio (ANC RA 2907, f. 52 v.). La creación de la Villa de San Ramón fue al parecer sólo en los papeles ya que es posible que nunca existiera en forma real porque debía ser siempre

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atendida y socorrida en sus necesidades desde la ciudad de Mendoza y en ella sólo había un "fuerte", es decir un simple destacamento, según evidencian los documentos capitulares (ACTAS Capitulares de Mendoza, pág. 366). Aún así esta fundación trajo aparejada la inmediata distribución de tierras e, incluso, la legalización de repartimientos anteriores. Esto se aprecia en el documento de 1757 citado más arriba cuando se enumeran las mercedes de tierra otorgadas por el Gobernador Alonso García Ramón (quien gobernaba en el momento de la fundación de la villa) y el corregidor de Cuyo Sebastián de Espinosa y también las que había otorgado en fecha anterior el Gobernador Alonso de Rivera quien había precedido en la gobernación a Alonso García Ramón. En este caso no importaba el repartimiento de indígenas, para lo cual no era necesario concretar la fundación de una villa, ya que los mismos estaban distribuidos en encomiendas desde mucho antes (como se ha visto más arriba) considerando a Valle Fértil dentro de la jurisdicción de San Juan. La actuación de gente de Mendoza tanto en la sofocación de la rebelión de 1604 como en la creación y sostenimiento de la Villa de San Ramón en Valle Fértil se explica por el hecho de que los corregidores de Cuyo que actuaron en esos momentos eran vecinos de Mendoza y recurrían a la gente que tenían más a mano. Pero el hecho de que entre éstos estuvieran los vecinos más importantes y caracterizados de la ciudad de Mendoza, que a su vez integraban el Cabildo de la Ciudad, permite considerar que el interés de éstos iba más allá que el cumplimiento de los deberes de asistencia al corregidor. Anteriormente hemos considerado que este interés se ligaba a la excelente condición de la zona de Valle Fértil para la cría de ganado vacuno y la conexión de la misma con otra zona ganadera de excelencia como son los llanos riojanos, por lo que intentaron tener presencia efectiva en ella, en momentos en que la ganadería comenzaba a tener importancia económica y era de interés en especial para los vecinos de Mendoza (MICHIELI, Tráfico transcordillerano..., pág. 36). La prueba está en las mismas mercedes otorgadas en 1605 y 1606 donde se hace referencia a que las tierras se entregaban para "...crianza deganados, como que para otra cosa es inservible..." y "...para Estancia de Ganados..." (ANC RA 674, f. 3 v. y 38 v.). Otra referencia que permite apreciar que la existencia de la Villa de San Ramón fue exclusivamente formal y no real es el hecho de que se estableció en ese lugar posteriormente un pueblo de indios. Este pueblo de indios no fue una consecuencia necesaria de la instalación de la villa; al contrario, son dos cosas diferentes y mutuamente excluyentes, y el pueblo de indios pudo establecerse allí justamente porque no existía la villa española. Según la ley indiana las villas no podían tener como habitantes a indígenas, así como en los llamados "pueblos de indios" no podían habitar españoles, mestizos, negros ni mulatos

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(KONETZKE, América Latina..., pág. 196-197). Los pueblos de indios eran instalaciones consideradas diferentes a las ciudades y villas; configuraban agrupaciones de indígenas donde éstos podían vivir organizadamente y ser evangelizados y se regían, al menos teóricamente, por un cabildo compuesto a imagen y semejanza del castellano (DE SOLANO, Política de concentración de la población indígena..., pág. 90-104), aunque en la práctica a lo sumo tenían un alcalde aborigen. Los sucesos de 1630-1633 Estos sucesos comenzaron con la extensión hacia el sur de la rebelión indígena ocurrida en esa fecha en el noroeste del actual territorio argentino conocida como "el gran alzamiento calchaquí" que comenzó en Salta y se expandió sucesivamente a otras regiones meridionales. La defensa de la ciudad de Londres por parte de Gerónimo Luis de Cabrera y el retiro de personas y enseres de la misma hacia la ciudad de La Rioja motivó el alzamiento general de los indígenas de Londres, La Rioja, Famatina, Batungasta, Capayán, Machingasta y Guandacol (GARGARO, Información hecha en 1635..., pág. 92-100). Cuando la rebelión llegó a esta última localidad que era la más meridional de la Gobernación de Tucumán y, por ende, frontera con la provincia de Cuyo, el cura de la misma padre Juan Paes huyó hacia la ciudad de San Juan llevando la noticia de la inminente expansión del alzamiento. En ese momento era teniente de corregidor de la ciudad de San Juan el capitán Diego de Salinas; la Información que sobre él se hizo en 1635 es la fuente principal sobre estos hechos y se debe a la transcripción y publicación que de la misma realizara Alfredo Gargaro en 1946. Esta documentación se completa con la ya citada probanza de Juan Jufré de Arze que transcriben parcialmente Ardissone y Grondona y con documentos de la actuación que tuvo en estos hechos el corregidor Juan de Adaro y Arrazola transcriptos parcialmente por el mismo Gargaro y por monseñor Pablo Cabrera. Conocida la noticia de la sublevación por parte del corregidor Diego de Salinas, éste inmediatamente se abocó por una parte a prevenir la misma en los lugares donde era posible y por otra a la defensa de la ciudad de San Juan ante un posible ataque. Para lo primero envió al capitán Juan de la Guardia Berberana con veinte hombres a reconocer la situación en Valle Fértil y zonas aledañas y él mismo se puso al frente de la defensa de la ciudad con los hombres más viejos e impedidos. Al mismo tiempo envió los pedidos de ayuda a su superior en Mendoza, el corregidor Pedro Ome Posoa, de quien no obtuvo respuesta al

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parecer por acercársele la finalización de su gestión, y al gobierno central de Chile (Cit. de GARGARO, Información hecha en 1635..., pág. 68-71). Es evidente que el padre Paes había informado acabadamente sobre a qué zonas se iba a extender la sublevación si entraba a la provincia de Cuyo, ya que el envío de los hombres armados al mando del capitán Juan de la Guardia Berberana fue específicamente hacia Valle Fértil y regiones comarcanas. Una vez en Valle Fértil dicho capitán levantó un fuerte de madera y se refugió en él junto con la gente de las estancias de la zona, constituida por españoles de ambos sexos y sus indios domésticos, es decir de servicio. Más adelante recibió el refuerzo de seis hombres más que enviaba el teniente de corregidor desde San Juan. En Valle Fértil tenía frecuentes encuentros armados con los sublevados según la afirmación de un testigo de que "...cada día tenía armas y rrepiquetes con los yndios..." (Cit. de GARGARO, Información hecha en 1635..., pág. 70-104). Mientras tanto en San Juan el teniente de corregidor Diego de Salinas vigilaba la seguridad de la ciudad con rondas permanentes ayudándose con los indios leales que seguramente eran los de servicio de los vecinos y los encomendados en las cercanías. Estos no causaron problemas ni se mostraron favorables con respecto a la sublevación y el único acontecimiento en el que se vieron involucrados fue la tentativa de huida de un "curaquillo" (diminutivo despectivo de "curaca" o jefe indio) de la encomienda de Villanueva "...con otros yndios y llevado dies y seis o dies y siete piezas..." es decir, indios de tributo y mujeres y niños que fue controlada por el ayudante Diego Baca con la ayuda de cuatro soldados (Cit. de GARGARO, Información hecha en 1635..., pág. 82 y 101). Ante la noticia de que una parte de los indígenas sublevados se había agrupado en la localidad de Mogna con la intención de atacar la ciudad de San Juan, Salinas mandó volver a Juan de la Guardia Berberana quien lo hizo en compañía de todas las personas de Valle Fértil y vecindades que se habían refugiado en el fuerte. Según los testigos de la Información de Salinas, esta medida había sido acertada ya que al haber más gente en la ciudad los indígenas agrupados en Mogna depusieron su actitud y se dispersaron (Cit. de GARGARO, Información hecha en 1635..., pág. 74-86). Mientras tanto el gobierno central de Chile había recibido el pedido de auxilio y había enviado con Gaspar de Lemos, vecino de San Juan que en esos momentos se encontraba allí, un refuerzo de 15 arcabuces y municiones; posteriormente se envió al capitán Juan de Adaro y Arrazola con 86 soldados y

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el flamante título de nuevo corregidor de Cuyo realizado por el gobernador Laso de la Vega el 4 de noviembre de 1631 y presentado a los cabildos de Mendoza y San Juan entre abril y mayo de 1632 (Cit. de GARGARO, Información hecha en 1635..., pág. 74 y 80). Adaro recibió en 1632 una serie de instrucciones enviadas por el gobernador. En ellas se lo exhortaba a hacer un completo informe de la situación y un registro de los hombres de armas, a consultar permanentemente con Baltazar de Sisternas quien era un hombre experimentado en esas regiones y a ayudarse con el capitán Juan de Villaceca Pinson a quien había nombrado Sargento Mayor de la provincia, a que inspeccionara las tres ciudades de Cuyo y reforzara la que considerara más fuerte para el caso de tener que refugiarse todos los españoles e indígenas cuyanos en una de ellas si prosperaba el alzamiento, a mantener permanentemente informado de sus acciones y de las noticias de la rebelión al gobernador del Tucumán, a no dejar salir a los indígenas de la provincia de Cuyo salvo si los enviaba como mensajeros al gobernador, a informarse si entre los indios huarpes que estaban en Santiago existía la intención de huir a Cuyo para incorporarse a la rebelión y, finalmente, que castigase a los indígenas rebelados que debía castigar pero que no se los alejase de sus mujeres e hijos y que, además, a los que no merecían el castigo no les impusiese servidumbre (Cit. de GARGARO, Información hecha en 1635..., pág. 74-80). Estas instrucciones son interesantes de analizar por su relación con otras evidencias. En primer lugar la instrucción de la debida consulta a Baltazar de Sisternas, vecino de San Juan, se explica teniendo en cuenta que dicho español era propietario de tierras en Valle Fértil como se ha señalado anteriormente. El interés del gobernador, que en esos momentos se encontraba en la ciudad de Concepción, por saber si la intención de rebelión y, por lo tanto, de huida, había prosperado entre los huarpes que estaban en Santiago se ligaba evidentemente con la preocupación de los españoles que en Chile utilizaban la mano de obra huarpe tanto en la actividad privada como en las obras públicas (MICHIELI, El despoblamiento indígena..., pág. 6). Por último la orden de que a los indígenas que no merecían castigo no les impusiese servidumbre quería decir que no se los considerase ni tratase como esclavos, teniendo en cuenta que para esos momentos la esclavitud indígena estaba permitida para los casos de prisioneros de guerras justas y era especialmente aplicada en Chile a los indígenas tomados en la guerra del Arauco (KONETZKE, América Latina..., pág. 158). La actuación del corregidor Adaro en la sofocación de la rebelión siguió los lineamientos acordados entre él y Gerónimo Luis de Cabrera en 1632; este

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último se encargaría de la pacificación de La Rioja y Famatina mientras que Adaro haría lo mismo en Valle Fértil, Río Bermejo y Guandacol. Dicha actuación quedó manifiesta en una certificación que le otorgó el escribano de San Juan, Juan Fernández Perín con fecha 27 de setiembre de 1633; en ella se señalaba que la sublevación había dejado como saldo cuatro españoles muertos, así como la mujer y los hijos de uno de ellos y gran cantidad de indígenas que servían a estos españoles, que se habían quemado las casas de las estancias donde vivían estas personas y que se había robado gran cantidad de ganado. Adaro había ido en busca de los indios alzados especialmente a la localidad de Río Bermejo (donde se habían fortificado), los había vencido y matado en gran cantidad mientras que había tomado como prisioneros más de sesenta. Una vez pacificada la zona había hecho construir un nuevo fuerte en Valle Fértil denominado "Nuestra Señora del Rosario" y otro en el valle de Angacao (antigua denominación de Jáchal) llamado "Asunpción de la Vega" con guarnición de españoles considerando que estas localidades eran frontera con la jurisdicción de La Rioja, para posteriormente continuar la tarea en Guandacol (Cit. de GARGARO, Información hecha en 1635..., pág. 83-88 y 101; CABRERA, Los aborígenes..., pág. 34-35) y ARDISSONE y GRONDONA, La instalación aborigen..., pág.48). También en la certificación figuraba la lista de los nombres y procedencia de los caciques e indios capturados: "...los cassiques alzados con sus sugetos que son los siguientes: Don Francisco Cocoqui del valle fertil del apellido Aguaxican. Don Juan Curaquilla del Rio Bermejo del apellido Quilmitamux ambos de la encomienda de Martin de la Ria. Don Alonso Catintucla del Rio Bermejo del apellido Quilmitamux. Don Bartolomé Aymissa del dicho rio, del apellido Cahian ambos a dos de la encomienda del Capitán Francisco Martin. Don Juan Catmutela del valle de Mocna del apellido Tutmancasta de la encomienda de Christobal de Mallea. Don Alonso Simpaymana de Rio Bermejo del apellido Utunucasta. Don Anton Incatimuc del Rio Bermejo del apellido Quichahan de la encomienda de doña Petronila de Mallea. Don Phelipe Qualcuza de Rio Bermejo del apellido Ysillacac de la encomienda del sargento maior Andres Gimenes de Lorca. Don Alonso Cantana del valle de Angacao del apellido Ahagasta. Don Tomas Taliquina del rio Bermejo del apellido Sapugil. Don Francisco Macasi de Rio Bermejo de apellido Aguayucan. Don Juan Yocacala de Rio Bermejo del apellido Amancasta de la encomienda del Capitán Garcia Sanchez de Villanueba. Don Alonso Casigua del valle Angacao del apellido Misquincasta de la encomienda del Capitán Diego de Salinas. Y otros indios sin estos sueltos..." (Cit. de GARGARO, Información hecha en 1635..., pág. 85-87).

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El castigo impuesto a los hallados culpables en mayor grado fue la muerte por horca en noviembre de 1633; en total fueron diecisiete entre caciques e indios principales. Los ahorcados fueron después colgados del cuello en un largo palo durante todo un día en la plaza principal de la ciudad de San Juan con un letrero que rezaba "Por traidores a la real corona", y luego cuatro de sus cabezas cortadas y expuestas en lo alto del Cabildo para que sirviera de escarmiento. A los restantes cautivos el corregidor los arengó, los perdonó en nombre del rey y los redujo en pueblos en las cercanías de la ciudad de San Juan, así como a los indígenas sujetos a los caciques ahorcados (Cit. de GARGARO, Información hecha en 1635..., pág. 89-91 y CABRERA, Los aborígenes..., pág. 35). Según la testificación del escribano la lista de los ajusticiados era la siguiente: "Don Francisco Cocoqui, Bartolomé Aymissa, Juan Cantintucla, Alonso Simpaymana, Felipe Gualcusa, Tomas Taliquina, Juan Yocacalo, Francisco Pacioca, Juan Quilpi, Gaspar, Juan Amplamatucla, Juan Casigua, Pedro Guacalonco, Garzia Capi, Pedro San, y otro hermano Pedro del cacique Anton Yncatinuc, Francisco sobrino del cacique Francisco Cocoqui y Martin del apellido Mucas." (Cit. de GARGARO, Información hecha en 1635..., pág. 89-90). Debido a que entre los ahorcados figuraban siete "caciques principales" el corregidor Adaro envió al alcalde ordinario y teniente corregidor de San Juan, el capitán Diego Jufré de Arze, quien hablaba la lengua indígena, a que fuese a los lugares donde habían sido reubicado los indígenas castigados para que averiguase quiénes eran los sucesores de los cacicazgos y les diese la posesión de los mismos. El informe dio como resultado un listado de los caciques castigados, con la referencia a sus lugares de origen, sucesores, encomenderos y sitios de reubicación que resulta de sumo interés. "...Por don Tomás Taliquina, un hijo suyo llamado don Lorenzo Subpa, de edad de diez y seis años, poco más o menos, del apellido de Sapuxil, que por ser menor de edad, se le señaló por tutor en el cacicazgo a don Antón Umacha. Y a don Juan Yocacalo, el dicho don Antón Umacha; y a don Francisco Macassi que murió antes del castigo, -de una enfermedad,- don Pascual Caña; a don Alonso Simpaymana, Quilica, infiel, que aunque hubo controversia por decir era heredero don Felipe Gualcuza, por constar sucederle al dicho don Lorenzo Simpaymana, se le entregó su cacicazgo. Al dicho don Felipe Gualcuza, don Miguel Chiquipay, su hijo mayor; a don Bartolomé Baimisa, su hijo mayor llamado Payami, infiel; a don Francisco Cocogni, don Francisco Sapatay; a

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don Juan Catintucla, don Felipe Talibe, su tío: a quienes se dió posesión a nombre de su Magestad... Y los demás caciques, como son don Alonso Cantama, don Antón Incantinuun y don Alonso Casigua, a quienes se les perdonó, habloseles en su lengua, dándoles a entender lo que debían guardar, poniéndoles por delante el castigo que se había hecho en los caciques a quienes éllos sucedían... Y habiéndose hecho este parlamento, les señalaron tierras desta banda del río: y los del capitán Garci Fernández de Villanueva el río arriba, a media legua de dicha ciudad, poco más o menos: al cacique don Miguel Chiquipay del sargento mayor Andrés Giménez de Lorca, en el pueblo Viejo, un cuarto de legua de la ciudad; al cacique Quilica y a don Antón Incatinuc, de la encomienda de doña Petronila de Mallea, río abajo, junto a la ciénaga, y a Payauci, cacique infiel de la encomienda del capitán Francisco Martín, hacia la Ciénaga de Jagüey, camino de la ciudad de Mendoza; y a don Felipe Taliue, de la encomienda de Cristóbal de Mallea, camino del Valle de Zonda, y a don Francisco Sapatay, de la encomienda de Martín de la Ría, abajo del río, hacia la Ciénaga." (Cit. de CABRERA, Los aborígenes..., pág. 35-36). El análisis de la documentación presentada y su comparación con otras evidencias documentales permite apreciar varios aspectos relacionados con el cambio de situación de los indígenas de las zonas sublevadas. En primer lugar es importante reafirmar la diferencia cultural existente entre los indígenas propios del norte y noreste de de Cuyo con los de las zonas centrales; en efecto esta diferenciación, señalada anteriormente por autores como Canals Frau, Díaz Costa y Ardissone y Grondona y documentada ampliamente en nuestro trabajo anterior "Los huarpes protohistóricos", está evidenciada en el hecho de que la sublevación tuvo aceptación en Cuyo exclusivamente en los valles de Angacao (actualmente Jáchal) y Mogna al norte de San Juan y Valle Fértil y Río Bermejo, al noreste y este de San Juan respectivamente, y no en los valles centrales de poblamiento huarpe como el de Tucuma o Caria donde estaba asentada la ciudad de San Juan. Los grupos huarpes no estuvieron vinculados con el alzamiento, continuaron sirviendo de la misma manera y en los mismos lugares de trabajo (inclusive en Chile, a pesar de la preocupación del gobernador) e incluso sirvieron de ayuda en la defensa de la ciudad de San Juan; de todos modos es necesario destacar que, tal como lo señalaron también Ardissone y Grondona (ARDISSONE y GRONDONA, Instalación aborigen..., pág. 44-45), en los mismos lugares de alzamiento existieron algunos aborígenes que no se plegaron a la sublevación, quienes incluso sufrieron el ataque y la muerte en manos de los indios alzados y debieron ser evacuados junto con sus patrones cuando las

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circunstancias así lo obligaron. Por eso, la diferenciación entre "indios alzados" e "indios amigos" en la documentación es permanente y existió un verdadero interés por parte de las autoridades de mantenerla, como se aprecia en las instrucciones del gobernador Laso de la Vega a Adaro sobre la necesidad de no castigar a los que no merecían el castigo y a la contínua defensa de los "indios domésticos" junto con sus amos españoles en los casos de ataque. Los valles en los cuales cundió la sublevación estaban habitados hasta esa fecha por grupos de nación capayana y yacampis (ANC RA 3031, f. 89 v. y 92 v.; NSer 1, f. 45-50), vinculados culturalmente con los diaguitas y calchaquíes del noroeste argentino con los cuales compartían la lengua general cacana, si bien hablaban los dialectos capayán y yacampis de la misma (MICHIELI, Los huarpes protohistóricos, pág. 73-74). La diferenciación entre estos grupos sublevados y los huarpes se ve confirmada por un sutil detalle que se evidencia en los documentos transcriptos anteriormente. Este consiste en la posesión por parte de los indígenas sublevados de un "apellido" o "nombre de familia" además del nombre propio formado por el nombre del santoral católico que se les daba a los aborígenes en el momento del bautismo y el propio nombre indígena; para el caso de los huarpes en cambio jamás se encontró documentado un tipo de apelativo semejante. Este "apellido" indica pertenencia a un grupo, familia o parcialidad y no corresponde al nombre propio, ni al de la tierra de origen, ni al de la nación ya que los mismos suelen constar juntamente con éste en forma expresa en los documentos relacionados con indígenas de extracción capayana o yacampis, como se observa por ejemplo en una serie de actuaciones sobre encomiendas del río Bermejo realizadas entre 1612 y 1619. "...hago demostracion me Pertenesen los sujetos y prinsipales del casique Santagua subzesor de toscuno sutierra en payate su apellido guayucan enel Rio bermejo denasion yacampis (...) sujetos aldho casique Sanctagua ysu Parcialidad su tierra ampayase y su apellido aguayucan enel Rio bermejo denasion yacampis (...) Pregunto aldho casique como se llama ysies caPayan o yacambis ydeque tierra es ydeque aPellido (...) y dixo ... que es yacambis de apellido aguayucan..." (ANC RA 3031, f. 89 v. a 92 v.). En varios de los "apellidos" de los caciques que participaron en la sublevación se observa la desinencia "gasta" o "casta", la que sintomáticamente aparece también en una documentación de 1618 sobre una encomienda en la zona de las lagunas existentes en la frontera entre San Luis y Mendoza, donde

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dos de los indígenas encomendados llevan el apellido ulungasto (ANC RA 1092, f. 10 v.). Lo que resulta extraño es que en gran parte de la zona de habla cacana, es decir el noroeste argentino, la desinencia "gasta" fue empleada en los documentos históricos en los nombres de valles, parajes, sitios o asientos y, más comúnmente, pueblos de indios (MONTES, Encomiendas de indios diaguitas..., pág. 7-29; GRAMAJO de MARTINEZ MORENO, Pueblos de indios postconquista de la jurisdicción de Santiago del Estero..., pág. 181-209; DOCUMENTOS Coloniales relativos a San Miguel de Tucumán...) aunque excepcionalmente aparece utilizada en nombres de parcialidades indígenas (CRUZ, La "construcción" de identidades étnicas..., pág. 71; MONTES, Encomiendas de indios diaguitas..., pág. 8, 11, 16 y 20). En San Juan esta terminación apareció excepcionalmente como locativo fuera de la zona capayana o yacampis en uno de los documentos relacionados con la fundación de la ciudad donde al valle central se lo denomina "Cariagasta" al mismo tiempo que "Caria" y en la denominación actual, (registrada desde fines del siglo XVII) de la localidad de Calingasta, al sudoeste de la provincia (MICHIELI, Los huarpes protohistóricos, pág. 41 y 70; ANC CG 555, f. 76).

NOMBRES APELLIDO LUGAR DE ORIGEN

SUCESOR ENCOMEN-DERO

REUBICA-CION

Francisco Cocoqui (o Cocogui)*

Aguaxican Valle Fértil Fracisco Sapatay

Martín de la Ría

río abajo ha-cia la ciénaga

Juan Curaquilla Quilmitanux Río Bermejo Martín de la Ría

Alonso Cantintucla

Quilmitanux Río Bermejo

Bartolomé Aymissa (o Baimisa)*

Cahian Río Bermejo Payami (o Pyauci)

Francisco Martín

ciénaga de Jagüey (ca-mino a Mza) [actual Dpto. Pocito]

Juan Catmutela (o Cantintucla)*

Tutmancasta Valle de Mogna

Felipe Talibe (tío)

Cristóbal de Mallea

camino del v. de Zonda

Alonso Simpaymana*

Utunucasta Río Bermejo Quilica Petronila de Mallea

ciénaga (río abajo)

Antón Incatimuc (o Incantinun)

Quichahan Río Bermejo Petronila de Mallea

ciénaga (río abajo)

Felipe Qualcuza (o Gualcusa)*

Ysillacac Río Bermejo Miguel Chiquipay (hijo)

Andrés Giménez de Lorca

Pueblo Viejo

Alonso Cantana (o Cantama)

Ahagasta Angacao

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Tomás Taliquina* Sapugil (o Sapuxil)

Río Bermejo Lorenzo Subpa (hijo)

Francisco Macasi Aguayucan Río Bermejo Pascual Caña Juan Yocacala (o Yocacalo)*

Amancasta Río Bermejo Antón Umacha

García Fernández de Villanueva

río arriba ½ legua de la ciudad

Alonso Casigua Misquicasta Angacao Diego de Salinas

Fracisco Pacioca* Juan Quilpi* Juan Amplamatucla*

Juan Casigua* Pedro Guacalonco*

Garzia Capi* Pedro San* Pedro Yncatinuc* Francisco (sobrino de F. Cocoqui)*

Martín Mucas*

Cuadro nº 1: Caciques e indios alzados y castigados. (La diferencia en los nombres indígenas se deben a las distintas transcripciones; los indios infieles poseen

únicamente el nombre indígena; *indios ahorcados). La zona sublevada abarcó los valles de Angacao, Mogna, Valle Fértil y Río Bermejo. El primero de ellos corresponde al actual valle del río Jáchal, al norte de la provincia. Su antigua denominación, que aparece también en la documentación analizada como "Angacau" y "Angacan", está registrada documentalmente desde fines del siglo XVI (ANC NSer 1, f. 45-50) y perduró por lo menos hasta finales del siglo XVII cuando excepcionalmente aparece junto con la denominación de Jáchal (Cit. de VERDAGUER, Historia eclesiástica..., pág. 140-141) que será la utilizada a partir de mediados del siglo XVIII (ANC RA 2907) -ocasionalmente transcripta como "Jachall" según la costumbre usual en esa época de duplicar la letra "l" final-. El valle de Mogna, también sobre el río Jáchal pero a aproximadamente 80 km aguas abajo, registra esta denominación desde la época en estudio, a veces transcripto como "Mocna". El Valle Fértil, ubicado en el extremo noreste de la provincia de San Juan sobre la falda oriental de la sierra del mismo nombre, aparece con este nombre desde 1604, tal como se lo ha señalado más arriba. De más difícil ubicación es el paraje llamado en los documentos "Río Bermejo" porque como tal no existe en la actualidad ya que la actual localidad

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de Bermejo surgió como una estación ferroviaria. El Bermejo es un río que cruza el territorio de la provincia de San Juan con dirección aproximadamente norte-sur; nace en la provincia de La Rioja y desemboca en el sector oriental del complejo lagunero de Guanacache, justo en el límite entre las provincias de San Juan, Mendoza y San Luis. El sector inferior del valle que conforma este río está constituido por médanos y planicies que reciben precipitaciones anuales del orden de los 120 a 200 mm; estas precipitaciones generan pasturas naturales junto con la flora de la provincia fitogeográfica del Monte, rica en algarrobos. El río Bermejo sufre crecidas periódicas que hacen que los terrenos planos se inunden y generen más pasturas estacionales por la humedad y las altas temperaturas propias del lugar. Estas pasturas y los frutos de algarrobo, entre otros, fueron el soporte económico de grupos ganaderos prehistóricos (GAMBIER, Prehistoria de San Juan, pág. 21-22). La primera entrada a la región de la conquista española en 1551 encontró la zona del valle inferior de este río muy poblado de indígenas los que poseían numeroso ganado nativo (MICHIELI, La región de Cuyo y sus naturales..., pág. 2-4; BIBAR, Crónica..., pág. 164) y, como se ha visto más arriba, fue una de las áreas más antiguamente utilizadas por los españoles para ubicar sus estancias; en la actualidad todavía es una de las zonas con más alta receptividad ganadera de la provincia (MICHIELI, Tráfico transcordillerano de ganado..., pág. 35). Sin embargo la propia característica de inestabilidad ante las cíclicas temporadas de sequía o de escaso caudal del río hacen que la población del lugar tuviera siempre poca estabilidad, lo que explica la inexistencia de un asentamiento bien definido incluso en el momento actual, ya que la misma localidad de Bermejo depende artificialmente de la estación ferroviaria; de tal modo, la denominación de "Río Bermejo" que hacen los documentos debe ser considerada como expresión de toda una región y no de un sitio en particular. La documentación mencionada, especialmente la información sobre la actuación del corregidor Adaro, permite apreciar que la población de estos cuatro valles estaba constituida en ese momento no sólo por aborígenes sino también por españoles de ambos sexos (ARDISSONE y GRONDONA, La instalación aborigen..., pág. 43) pero esta última no estaba nucleada en instalaciones fijas como podían ser aldeas, villas o ciudades, sino que era de tipo rural, es decir ubicadas en sus propiedades, especialmente estancias ganaderas. La mayor densidad de poblamiento español se evidencia en Valle Fértil para el cual se menciona expresamente este tipo de instalación que sufrió la mayor parte de los ataques de los sublevados. La necesidad de construir "fuertes" o recintos fortificados para defenderse de los indígenas alzados hace aún más evidente la inexistencia de establecimientos de tipo urbano en la zona. Por otra parte estos mismos fuertes no perduraron, ya que durante los acontecimientos en Valle

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Fértil fueron erigidos dos (uno al comienzo por el capitán Juan de la Guardia Berberana que después abandonó para dirigirse con toda la gente refugiada y de armas a la ciudad de San Juan, y el otro al final de la rebelión por mandato del corregidor Adaro) sin contar con el que anteriormente figuraba vinculado con la creación de la Villa de San Ramón. Junto con el último de los fuertes de Valle Fértil se erigió otro en Angacao o Jáchal; ambos no obedecían a la hipotética necesidad de sofocación de nuevos focos rebeldes sino que actuaban como guarniciones de frontera (Cit. de GARGARO, Información hecha en 1635..., pág. 88) por ser estas localidades limítrofes con la jurisdicción de la Gobernación de Tucumán, de donde había provenido la rebelión. La densidad de población indígena de esas mismas zonas no era en general demasiado alta. Según Ardissone y Grondona el hecho de que los españoles que se enviaron para la sofocación de la rebelión fueran pocos es uno de los indicadores (ARDISSONE y GRONDONA, La instalación aborigen..., pág. 44) aunque debe tenerse en cuenta que en la entonces pequeña ciudad de San Juan no se contaba con más gente y además la sofocación se consiguió recién cuando llegó el corregidor Adaro con el refuerzo de 86 hombres. Más bien esta baja densidad de poblamiento indígena se observa en la escasa cantidad de caciques mencionados como sublevados, a pesar de que no todos se plegaron a la misma. Observando la lista de ellos se aprecia que figuran como alzados sólo dos caciques del valle de Angacao o Jáchal, uno de Mogna y uno de Valle Fértil, mientras que la mayoría (un total de nueve) eran caciques de Río Bermejo. El castigo impuesto a los declarados culpables fue contundente: los principales cabecillas fueron ahorcados y todos los demás, junto con su gente, desnaturalizados de sus tierras, trasladados a la ciudad de San Juan y reubicados en tierras del valle central siempre bajo la responsabilidad de su encomendero (ARDISSONE y GRONDONA, La instalación aborigen..., pág. 51-52); lo que no se puede dilucidar es si las tierras donde fueron reubicados ya pertenecían a los encomenderos de cada grupo. El grupo de Mogna fue reubicado hacia el oeste de la ciudad, sobre el camino al valle de Zonda; uno proveniente del Río Bermejo se llevó a un área ubicada aguas arriba del río, a media legua (entre 2.500 y 2.750 m) de la ciudad, mientras que otro del mismo origen se reubicó en el llamado "Pueblo Viejo" (actualmente barrio de Concepción al noreste de la ciudad de San Juan) que posiblemente fuera donde se ubicaba con anterioridad una mayor concentración indígena y no una hipotética y e indocumentada primera instalación de la ciudad, ya que como se indicó más arriba la categoría de "pueblo" se relacionaba en esa época necesaria y legalmente con población indígena y no con población española. Los grupos restantes, especialmente los

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provenientes del Río Bermejo, se reubicaron en las ciénagas que existían al este y al sur de la ciudad de San Juan. Estas ciénagas conformaban un ambiente particular constituido por lagunas y pantanos cuya flora permitía la sustentación de ganado (GAMBIER, Cerro Valdivia..., pág. 10-18). No se sabe si el hecho de localizar grupos del río Bermejo en las ciénagas del valle central fue premeditado o no, pero llama la atención por la semejanza de ambos ambientes y de sus recursos basados principalmente en la cría de ganado con pasturas originadas en zonas inundables y/o pantanosas; si se acepta esta reubicación como intencional podría también pensarse si todos los grupos castigados con la desnaturalización y traslado eran realmente culpables o si ésta sólo fue una excusa bien aprovechada para contar en la zona de las ciénagas con mano de obra indígena acostumbrada a una actividad económica en un ambiente muy particular. De todos modos la consecuencia más notoria de la sofocación del alzamiento indígena de 1630-1633 fue el drástico cambio en la distribución espacial de los grupos indígenas que se sumó al que ya venía sucediendo en forma menos rápida, y que será tratado en forma separada. La reubicación de los grupos en las cercanías de la ciudad de San Juan trajo a su vez como consecuencia el surgimiento de algunos pleitos entre encomenderos de San Juan (ANC RA 3030, f. 169 v. a 170; ANC RA 3031, f. 96) e incluso con vecinos de La Rioja, ya que se habían traído a San Juan indígenas de ese origen; algunos habían llegado con el cura de Guandacol en los comienzos de la rebelión (Cit. de ESPEJO, La provincia de Cuyo..., pág. 86; ANC RA 3031, f. 177 v.) y a otros los había trasladado el Capitán Juan de la Guardia Berberana, a quien se lo acusaba de haber cautivado gran cantidad de indígenas que no estaban rebelados en una estancia de la jurisdicción de La Rioja y vendido posteriormente como esclavos en la ciudad de San Juan (Cit. de ESPEJO, La provincia de Cuyo..., pág. 88-89). Semejanzas y diferencias entre ambos acontecimientos Si bien ambas sublevaciones tuvieron como principal escenario la zona de Valle Fértil y sus vecindades, pobladas por grupos indígenas de nación capayana o yacampis, se diferencian especialmente porque la primera fue más localizada y limitada al parecer a una sola encomienda. La segunda en cambio formó parte de una rebelión generalizada, con inicio fuera del territorio de San Juan, que abarcó toda una región con identidad cultural propia, y cuya

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manifestación más meridional y tardía fue la que tuvo lugar en el norte y noreste de San Juan. Ambas rebeliones concluyeron con el castigo ejemplificador del ahorcamiento de los principales cabecillas. Este tipo de hecho se volvería a repetir en la ciudad de San Juan en 1658 cuando se puso en el potro de torturas para que confesara y luego se ahorcó a un indígena que había participado en el levantamiento de puelches y pehuenches comandados por el cacique don Bartolo en el sur de Mendoza (Cit. de CABRERA, Los aborígenes del país de Cuyo, pág. 175-188; y ZAPATER, Cuyo, en 1658..., pág. 43).

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LAS FORMAS DE TRABAJO INDÍGENA, LOS SALARIOS Y LA DIFERENCIACIÓN SOCIAL

Variadas fueron las formas de trabajo indígena en San Juan en el siglo XVII. No eran muy diferentes de las restantes de América ni del reino de Chile en particular, aunque tenían algunas características propias. En general se regían por las ordenanzas derivadas de la autoridad colonial para todo el reino de Chile, aunque en ocasiones el trabajo de los indígenas de Cuyo tenía ciertas normas particulares (especialmente referidas a salarios y tributos) señaladas específicamente en la legislación. Por otra parte el trabajo indígena del siglo XVII difería en algún grado del apreciado para el siglo anterior. En éste, y a pesar de la escasa evidencia documental, se observaba una tendencia al exclusivo servicio personal, sobre todo en las ciudades de Santiago y La Serena, hacia donde eran trasladados ilegalmente y en gran cantidad los indígenas encomendados en Cuyo. El siglo XVII en cambio, y si bien continuó durante un tiempo esta fatídica e ilegal costumbre, aparecieron, o por lo menos se hicieron más comunes, otras formas de relación laboral como el alquiler y el concierto de trabajo. Para la organización de este tema fue de suma utilidad la obra pionera del investigador chileno Álvaro Jara sobre trabajo y salario indígena en Chile (siglo XVI) y la publicación por el mismo autor, junto con Sonia Pinto, de la documentación sobre legislación colonial referida al trabajo en Chile. Con este punto de partida, el análisis documental permitió observar las características particulares del trabajo indígena en San Juan y su relación con los salarios, los tributos, la forma de pago de los mismos y la relación de éstos con la diferenciación social, dentro del mismo grupo indígena, a partir de la especialización laboral. Las fuentes documentales utilizadas para la elaboración de este capítulo provienen en su mayoría del Archivo Nacional de Chile y, en menor proporción, del Archivo Histórico y Administrativo de San Juan, con el apoyo de alguna documentación édita.

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El trabajo de indígenas de San Juan en Chile Los treinta primeros años del siglo XVII se caracterizaron por la continua derivación de trabajadores indígenas de Cuyo, especialmente huarpes, a las ciudades chilenas de Santiago y La Serena, tal como había sucedido desde la fundación de las ciudades cuyanas a mediados del siglo anterior. A la ciudad de La Serena eran llevados sobre todo los indígenas de San Juan. La mayoría era trasladados por sus propios encomenderos, quienes por su parte residían generalmente en Chile, y eran utilizados en sus propiedades trasandinas para a atención de su casa, cultivos y ganado. En otras ocasiones, se hacía figurar a los indígenas cuyanos como sujetos a caciques trasandinos y, por lo tanto, como naturales de esos lugares, encomendándolos directamente (MICHIELI, El despoblamiento indígena..., pág. 4-5). En Chile los indígenas cuyanos eran también alquilados a otros usuarios para su empleo en diversos fines; el alquiler a veces se formalizaba ante escribano y se fijaba el salario por día. Generalmente se los empleaba para el trabajo doméstico y para la atención de propiedades rurales; en ocasiones se arrendaban propiedades con los indígenas para su explotación incluidos, que valorizaban las mismas (JARA, Guerra y sociedad..., pág. 278-79). Pero también se alquilaban huarpes para otro tipo de tareas; Jara aporta el dato del alquiler de seis indios curtidores en 1608 y María Teresa Planella ha demostrado recientemente la presencia, por lo menos entre 1609 y 1611, de indios huarpes alquilados como trabajadores en el obraje de paños y batán de la encomienda de Alonso de Córdoba en la cuenca de Rancagua, Chile (JARA, Guerra y sociedad..., pág. 280; PLANELLA, La propiedad territorial..., pág. 17 y 24). Con este sistema las utilidades del encomendero eran más altas que si se limitaba al exclusivo cobro del tributo de sus encomendados (JARA, Guerra y sociedad..., pág. 281 y 304). Estos indígenas no eran necesariamente trasladados bajo la forma institucionalizada de la "mita", sino en forma paralela. La mita fue una forma coercitiva de trabajo que la administración española adaptó de las costumbres imperantes en el imperio incaico (KONETZKE, América Latina, pág. 184). Para su implementación, y según las distintas tasas y ordenanzas para el reino de Chile (JARA y PINTO, Fuentes..., pág. 65-141) se debía partir el padrón del repartimiento (entendiendo como tal los hombres en edad de tributar -entre los 17 o 18 a los 50 años, según la época-) en tres partes o "tercios"; cada una de estas partes debía trabajar obligatoriamente en la encomienda o para el gobierno durante doscientos siete días efectivos al año, lo que equivalía a nueve meses de

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veintitrés días de trabajo. Tres meses al año quedaban para que el indígena trabajara en sus propios cultivos y los otros dos tercios de los indígenas, a los que no les tocaba la mita, tenían dos años de descanso en sus lugares de morada. El encomendero o quien empleaba al indio de mita debía pagarle un salario en frutos o en ropa y éste, a su vez debía pagar con su salario al encomendero el tributo correspondiente a él y a otros dos indios, que eran los que estaban en descanso; en el tributo estaba incluido el pago del doctrinero, del corregidor y del protector. Por supuesto que a través del tiempo existieron algunas variantes y excepciones; por ejemplo la tasa de 1622 determinaba que los indígenas de otras zonas del reino que cumplían su mita en estancias de los alrededores de Santiago debían trabajar ciento setenta días fijos y descansar el resto en la propia estancia, donde el estanciero debía darles tierras, bueyes y semillas para que hiciesen su propia sementera. A su vez todas las ordenanzas establecían que los indios oficiales (es decir maestros en un determinado oficio), como carpinteros, albañiles, herreros, sastres, zapateros, etc. no debían entrar en tercio, tributarían en plata o en obras y residirían en las ciudades. Estas obligaciones no fueron siempre cumplidas. A los indígenas de Cuyo, que cumplían generalmente su mita en Chile, no se les daba el descanso de tres meses sino que simplemente se los abandonaba a su suerte cuando concluía su mita y no eran devueltos a su tierra de origen. A los dos tercios que teóricamente debían quedar en descanso, se los utilizaba de otra manera. Por último casi nunca se les abonaba el salario estipulado. Si bien existieron intentos de legislación para cesar con el traslado de indios de mita a Chile, por la escasez de mano de obra, la propia autoridad chilena tenía particular interés en esta actividad, que era considerada de utilidad pública. La mano de obra cuyana llevada a Chile como mita fue empleada tanto en el trabajo de las minas como en actividades relacionadas con ella (como la atención de la producción agropecuaria que suministraba el sustento de los obreros). También el Cabildo de Santiago utilizaba huarpes de Cuyo como obreros; los documentos capitulares señalan que entre 1620 y 1630 continuamente se buscaban indígenas cuyanos para realizar obras públicas (reparación de casas y edificios, apertura y mantenimiento de tajamares y canales, etc.) y trabajar en las estancias o en los obrajes de paños estatales; en casi todos los casos nunca se abonó el salario estipulado e incluso los indígenas no fueron regresados a su lugar de origen (MICHIELI, El despoblamiento indígena..., pág. 4-6; ESPEJO, La provincia de Cuyo..., pág. 59-64; JARA, Guerra y sociedad..., pág. 263 y 275-277; ANC MV 19, f. 238 v.-239). El traslado de indios, especialmente huarpes, a Chile fue de tal magnitud que motivó que en aproximadamente los ochenta años posteriores a las

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fundaciones de las ciudades de Mendoza y San Juan se produjera un importante cambio en la distribución de la población indígena de Cuyo. La primera consecuencia fue el despoblamiento indígena de los valles centrales donde se hallaba la concentración de la población huarpe. En segundo lugar se produjo un sensible aumento de la población indígena en las zonas marginales a los valles, especialmente en el complejo lagunero de Guanacache que era usado como refugio natural de los que se resistían a su traslado (MICHIELI, El despoblamiento indígena..., pág. 15-16). El trabajo indígena en San Juan Ante la importante disminución de la población indígena en las zonas centrales de Cuyo y como la mano de obra indígena también era indispensable en las ciudades cuyanas, particularmente empobrecidas en esta etapa, fue necesaria la inclusión de trabajadores indígenas de zonas periféricas. Por esta razón en el siglo XVII comenzaron a actuar en las actividades económicas, tanto domésticas como públicas, industriales y rurales de Mendoza y San Juan, indígenas de otra extracción étnica y geográfica. Para el cumplimiento de estas tareas se emplearon dos formas: el trabajo de los indígenas pertenecientes a encomiendas (a veces reforzadas con el traslado de pueblos enteros a zonas más cercanas a las ciudades como se vio anteriormente que ocurrió luego del alzamiento de 1630) utilizado directamente por los encomenderos o bajo alquiler voluntario de los propios indígenas, y el contrato de trabajo por tiempo limitado conocido como "concierto". La primera forma quedó documentada excepcionalmente cuando se dejaba expresa constancia de la utilización de indígenas encomendados en trabajos que implicaban la salida de los mismos de sus lugares de residencia; la segunda forma en cambio fue asentada legalmente en los protocolos de escribanos. Las actividades económicas principales en las ciudades cuyanas del siglo XVII eran la vitivinicultura (centrada en las ciudades y sus alrededores) y la ganadería (en las zonas rurales). Ambas requirieron de la mano de obra indígena e incluso compitieron por ella. La crianza de ganado, especialmente el vacuno que a partir de 1640 comenzó a ser comercializado en Chile para su industrialización, empleó mano de obra indígena en la zona de Valle Fértil y Río Bermejo. Allí, grupos indígenas de habla cacana (capayanes y yacampis) se dedicaron a la actividad ganadera en las estancias españolas. En algunos casos, la especialización en el

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trabajo motivó la adopción como apellido del sustantivo indicador de la actividad ("vaquero") por parte de algunos de los indígenas, según consta en documentos de 1643 y 1677 sobre encomiendas de Valle Fértil. "...por cuanto confiessa aberse Retenido y detentado Los Indios siguientes subjetos aldho casique. Geronimo silpian, cassado con mujer e hijos. Juan hijo de tomas baquero. y su hermano Lorenzo xpoval gualcusa. anton sallapay." (ANC RA 1874, f. 12-12v.). "...sesirua dedespacharle titulo dela dha encomienda en segunda vida delos dhos yndios que son los siguientes= (...) Juo baquero casado..." (ANC ES 343, f. 22). Otros indígenas, especialmente los ubicados más cerca de las ciudades cuyanas, fueron ocupados -generalmente por obligación como encomendados y ocasionalmente por contrato- como arrieros del ganado a Chile. Si bien esta actividad fue por lo común realizada extraoficialmente porque estaba expresamente prohibido sacar los indígenas de su lugar habitual de residencia, en algunos casos quedó suficientemente documentada. Precisamente uno de esos casos corresponde a un pedido de autorización elevado por Cristóbal Fernández Pizarro en 1658 en nombre de su hijo para que se permitiera el uso de indígenas encomendados para el arreo de ganado a Chile. "...al pree tiene al piedela cordillera eldho mi hijo cantidad de bacas (...) y parapasar las que tiene la Cordillera nesecita dealgunos de los Indios de Suen Comienda que Vienen de su boluntad apasar las parabolberse aSus Reducciones luego que las pasen..."(ANC RA 3035, f.182). El otro es el juicio promovido en 1654 a raíz de los problemas que tuvieron los hermanos Antonio y Pedro Moyano Cornejo, vecinos de Mendoza, en el traslado de ganado a Chile; este documento patentiza el empleo de mano de obra de indígenas locales contratados como arrieros, para lo cual los interesados habían obtenido licencia del corregidor. La discusión posterior entre los hermanos Moyano Cornejo y el propio corregidor, apoyado por el Cabildo, deja ver que existía entre los vecinos dedicados al comercio de ganado y los que tenían intereses en la vitivinicultura una gran disputa por la mano de obra indígena. Ambas partes se acusaban mutuamente de utilizarla contraviniendo la ley. Según el corregidor él había cumplido con Moyano Cornejo al entregarle los doce indios para arrear el ganado, pero no podía permitir su paso a Chile porque esto implicaba la desnaturalización de los mismos, lo cual estaba prohibido por la Real Audiencia. La otra parte presentó una contra acusación diciendo que el

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mismo corregidor y aun los propios miembros del Cabildo utilizaban a los indígenas para llevar carretas a Buenos Aires y Tucumán destinadas al comercio de vinos, no obstante las mismas prohibiciones (MICHIELI, Tráfico transcordillerano de ganado..., pág. 38-39). En realidad desde el gobierno de Chile e incluso desde la metrópolis, varias veces se había tratado de prohibir la llevada de indios de Cuyo a Chile, pero las ordenanzas se sucedían y en ocasiones se contradecían unas a otras según las presiones de los distintos grupos. La tasa dictada por el virrey del Perú Francisco de Borja, Príncipe de Esquilache, para Chile (conocida como "tasa de Esquilache") que había intentado terminar con este tráfico, había sido sustituida en 1622 por el Gobernador Pedro Osorez de Ulloa por una nueva dictada por él, que a su vez tuvo escasa aplicación. Ésta volvía a permitir el paso de indios de trabajo de Cuyo a Chile y a prohibir en cambio su traslado a las provincias de Tucumán, Buenos Aires y Paraguay, salvo que lo hiciesen llevando carretas, alquilándose voluntariamente y con licencia gubernamental (JARA, Guerra y sociedad..., pág. 272-73; JARA y PINTO, Fuentes..., t. I, pág. 145). El alquiler voluntario por parte de los indígenas para realizar cualquier tipo de trabajo tenía sus orígenes en la legislación indiana desde mediados del siglo XVI, que estipulaba que se podían alquilar por su voluntad como gente libre, sobre todo aquéllos que no ejercían un oficio (KONETZKE, América Latina, pág. 191). En Chile fue reglamentado especialmente por la tasa de Esquilache en 1620, la tasa del gobernador Pedro Osorez de Ulloa en 1622 y la tasa del gobernador Francisco Laso de la Vega en 1635. La primera estipulaba que el alquiler debía ser voluntario y con un pago de un real y medio por día, que no podía pagarse en vino y que si los indígenas se alquilaban durante los días de fiestas, en las cuales no tenían otra obligación de trabajo, debían hacerlo a no más de cuatro leguas del sitio de alojamiento para poder volver a su trabajo y a su doctrina rápidamente. La tasa de Ulloa permitía alquilarse al indígena que correspondía al "tercer tercio", considerando como primer tercio el que estaba cumpliendo la mita y el segundo el que estaba descansando, y a los "oficiales" (es decir aquellos que tenían un oficio reconocido) previo censo de los mismos, con un salario de cuatro reales por día. Según la tasa de Laso de la Vega también se permitía el alquiler voluntario en cercanías de sus asentamientos, es decir a no más de cuatro leguas de distancia; para alquilarse debía preferirse al propio encomendero para trabajar a cambio del pago del tributo; los salarios debían pagarse según lo estipulado por la tasa real y discriminarse de la siguiente manera: dos tercios del salario se pagarían en ropa y el restante en plata, de la cual sólo se entregaría al indígena no más de un peso al mes y el resto se daría al

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protector que se haría cargo de la cuenta; se ratificaba la prohibición del pago en vino (JARA y PINTO, Fuentes..., pág. 88-93, 142-144 y150-154). Sin embargo de lo estipulado en la legislación existen evidencias documentadas del empleo de mano de obra indígena, especialmente de San Juan, para el tráfico de carretas hacia otras provincias del virreinato, en las cuales no se cumplía el mandato de que debía hacerse con la voluntad de los indígenas y no a la fuerza. En 1658 el cacique Alonso Chiquipay, nacido en la ciudad de San Juan pero originario del Río Bermejo, pidió Real Provisión de amparo porque "...el dhocapitan Joan Jofre saco los dhos yndios contra su voluntad y forsados parallebarlos alpueblo de buenosayres con sus carretas..." (ANC RA 3035, f. 270 v.). En otras ocasiones este servicio quedaba protocolizado ante escribano publico con expresa mención de que se hacía con la voluntad de los indígenas. "[El 26-10-1656] ...paresio el capn grabiel de mallea besino encomendero desta dha seudad y para aber de aser uiaje consus caretas alas probinsias del tucuman rejistro sus indios ante sumd dho justa maior ... todos los cuales dijeros estar pagados y contentos y que iban con mui buena boluntad..." (AHA SJ Caja I). "[El 4-11-1656] ...fue tasado el trabajo de cadaindio delos dhos siete q ande lleuar las dhas carretas por el biaje tarden lo que tardasen decada indio treintapesos de aocho rreales..." (AHA SJ Caja I). "[El 3-12-1699] ...Yo El Cappn thomas Jofre dela Varreda ...Estoi de Prossimo alhacer Viaje despachando Mis carretas ala Gouernazon del tuccuman y con dhaz Carretas despacho tres Indios Pertenezientes al deposito que se me hizo..." (AHA SJ Caja I). Las carretas se utilizaban para traficar con vino y otros productos. Por una escritura de 1606 realizada en San Miguel de Tucumán se establecía que se iba a llevar a la ciudad de Santiago del Estero carretas conducidas por indios con vino, pasa e higos desde San Juan o Mendoza (DOCUMENTOS coloniales relativos a San Miguel de Tucumán, s.I, v.II, pág. 56-57). Anteriormente, en 1623, el defensor del cacique e indios del pueblo de Guanacache había asegurado que Juan Luis Pacheco, por mandato del corregidor

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"...llebo y saco Para el dho efecto cosa que nunca sea hecho para aprobecharle como Lohase apurando a que los miserables yndios en las pesquerias y despachando las rrequas con yndios del dho pueblo ala rrioxa y ciudad de cordoua conla pesca que sesaca y con Carretas y ganados sacando assimismo mas yndios del dho pueblo Para otras grangerias y yndias para su serbisio..." (ANC RA 3017, f. 196). Este último documento sirve además para confirmar el uso de mano de obra indígena obtenida por la fuerza para otras actividades, como son la pesca en las lagunas de Guanacache y el traslado del producto a lomo de mulas a ciudades mediterráneas como La Rioja y Córdoba, el arreo de ganado, el trabajo en propiedades rurales y el servicio doméstico de las mujeres. Del mismo modo en 1677 Alonso Cansama y Lorenzo Chacay, caciques de los pueblos de Angacao (Jáchal), Mogna y Tucunuco, por intermedio del protector, denunciaban que el capitán Domingo Sánchez Chaparro utilizaba sus indios en trabajos no especificados en la ciudad de San Luis. "...asacado los yndios deestos dhos pueblos y lleuado los asan luis deloyola enla Punta mas de treynta leguas desunatural y lostiene ensus faenas ocupados..." (ANC RA 3036, f. 35). El trabajo en viñas y minas también utilizaba mano de obra indígena, para lo cual se extrañaba a los indígenas de su lugar de origen. En 1613 un documento originado por un pleito entre encomenderos afirmaba que un indio de nación yacampis trabajaba en una viña de la ciudad de San Juan aunque su pueblo quedaba a cuatro días de viaje y en 1644 se asentaba una queja contra el maestre de campo Domingo Sánchez Chaparro porque sacaba grupos indígenas completos de su lugar de habitación y los trasladaba a trabajar en las minas a más de treinta leguas (unos 150 a 160 km). A fines del siglo XVII, en el censo de encomiendas que se realizó en la región, figuraban en San Juan dos encomiendas de indios sin pueblo ni cacique que estaban "reducidos" en la viña del encomendero. "...esta en la uiña delsusodicho e que es yacambis de apellido aguayucan y que seba desta ciudad a sus tierras en quatro dias..." (ANC RA 3031, f. 92 v.). "...desnatturalisandolos desurredusion y llebandolos desta ciudad de San Juan a las minas que havra mas de treinta leguas deella elmro de campo

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domingo sanchez chaparro consus hijos mugeres e familia..." (ANC RA 3033, f. 31 bis v.). "EnComienda delcapn tthomas Jofre debarreda- No tienen Casique ni Pueblo tienelos redusidos en su biña-..." (ANC CG 555, f. 75 v.). "EnComienda de Clemente xil de quiroga- No tienen casique, ni pueblo tienelos redusidos en subiña-..." (ANC CG 555, f. 75). En los primeros años del siglo XVIII (1702) todavía se empleaban indígenas, en este caso de las lagunas de Guanacache, para el procesamiento de minerales según la matrícula de la encomienda de Juan de Mayorga que tenía dos jóvenes indígenas trabajando en su trapiche. "...los redusidos al seruicio del sergto Mor Dn Jun de mayorga en su trapiche franco de quinse as ... Antto de edad de Dies y ocho [que] murio el año pasado..." (ANC CG 476, f. 8 v.). Otro trabajo que era realizado comúnmente por indígenas era el de servir como albañiles y carpinteros. Generalmente los indígenas con este último oficio, al parecer considerado de bastante importancia, eran individualizados como tales en todo tipo de documentación; la mayoría provenía de Valle Fértil y algunos habían incorporado como apellido propio el vocablo que indicaba su actividad: "carpintero". Por ejemplo en un intercambio de encomiendas entre Andrés de Lemos y Garci Hernández de Villanueva el segundo se reservaba para su servicio el único indio carpintero del grupo. "...esetando como eseta parasi ama... yndio Carpintero subjeto aldho Casique Joan cholompa..." (ANC RA 3031, f. 98 v.). Cuando en 1643 se le encomendaron al capitán Gregorio Morales de Albornoz los indios de Las Tumanas (Valle Fértil) se especificaba que entre los encomendados habían dos indios carpinteros. Dentro de las obligaciones que se le imponían al otorgársele la encomienda estaba la de mandar durante un tiempo no determinado, por turnos de un año y a su costa, seis de sus indios para ayudar en la construcción de la Iglesia de Santo Domingo en la ciudad de San Juan. "...a bos eldho Cappn Gregorio morales de os encomendar (...) los casiques etributarios son los siguientes- (...) alonso carpintero= (...) Pablo

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carpintero (...) por el dho tienpo deunaño Ipor esta bes Inomas tengais obligasion por bia de pension adar seis de los dhos indios mudandolos por sus mitas Ia Buestra costa Para la fabrica I ... edificacion dela Iglesia Iconbento de santo domingo orden depredicadores de la siudad de San Juo dela frontera Ino para otro efeto..." (ANC RA 1874, f. 6-6 v.). Esta obligación quedó también registrada en otra documentación correspondiente a la encomienda (ANC ES 343, f. 24 v.; ANC CG 554, f. 229v.). En dos conciertos de trabajo realizados en 1657 en la ciudad de San Juan un indio de una encomienda local y otro originario de la ciudad de Esteco, provincia del Tucumán, se obligaban a trabajar un año como carpinteros. "...paresio Juan indio carpintero natural desteco prouincia del tucuman (...) dijo quequeria seruir por tienpo deun año alorenso desajabedra de carpintero desus caretas (...) paresio felipe indio dela encomienda del sarjento maior Jun bautista de oro y bustamante ydijo (...) le adeseruir el dho año del ofisio de carpintero..." (AHA SJ Caja I). Mientras tanto el capitán Gaspar de Lemos dio a dos vecinos de La Rioja el poder para cobrar los encomendados que tenía en esa jurisdicción entre los cuales figuraban dos carpinteros. "...=alonso ucha carpintero enpoder delos padres Rdos delaconpañia degesus y anton ysuhijo sebastian casado= y todos los antados en poder desde la pu don gregorio de luna = alonso goanpalloa carpintero..." (AHA SJ Caja I). Unos años más tarde -en 1663- el capitán Joseph Jofré, alcalde ordinario de la ciudad de San Juan, se comprometió a entregar al maestro carpintero Martín de Fuentes (encargado de realizar la terminación interior de la misma iglesia, incluidos el coro, ventanas, puertas y capillas) dos ayudantes indígenas expertos en el oficio. "Para la cual obra Le a de dar el dho Capitan Joseph Jofre dos Indios Carpinteros que sepan Lauor de azuela y hacha, y toda la madera necessaria..." (AHA SJ Caja I). Hacia fin del siglo (1695) en la matrícula de la encomienda que Julián de Mallea tenía en Valle Fértil se citada a dos indios carpinteros.

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"...del pueblo de balle fertil (...) -Clemente Maeztro deCarpinteria de hedad de treyntay seys añoz poCo maz o menoz Casado no tienen hijos- Bernabe carpintero de hedad de beynte Y dos años..." (ANC CG 555, f. 73). Debió existir también otra actividad laboral cumplida en San Juan por los indígenas que no quedó documentada, pero que puede inferirse indirectamente de otros documentos. Tal es el trabajo en obrajes de paños y batán. Por documentos de fines del siglo XVI y de mediados del siglo XVIII ligados con la merced de tierras dada a Juan Eugenio de Mallea y las actuaciones judiciales posteriores, se pudo establecer que a pocos kilómetros al noreste de la ciudad de San Juan, en el actual departamento de Chimbas, funcionaba desde antes de 1593 un batán ligado a un arroyo que no era sino un brazo meridional del río San Juan. Este brazo del río, actualmente no funcional pero visible en levantamientos cartográficos a través de fotografía aérea (Mapa del valle de Tulúm y Plano catastral del departamento de Chimbas del Centro Regional de Agua Subterránea, San Juan), separaba en los siglos XVI, XVII y XVIII "la Chimba" de los suburbios de la ciudad de San Juan (especialmente del llamado "Pueblo Viejo"), de tal modo que esta área quedaba sobre la margen norte del río, o por lo menos rodeado por él, y no sobre la margen sur como en la actualidad (ANC CG 81, f. 270 v.-292 v.; AHA SJ caja I). Hacia el año 1772 se conservaba el nombre de "Batán" para el paraje donde se juntaban los dos brazos principales del río, que debió ser la ubicación del establecimiento. Dicho topónimo, así como la histórica existencia del batán, quedaron totalmente olvidados hasta la actualidad. "[Don Luis Jufré, teniente de capitán general de Cuyo, en 1593] ...hago merced al dicho Juan Ugenio deMalla (...) y mas la tierra que huviere de provecho, que linda con Chacara deel dicho Juan de Malla a la parte del oriente entre los Salitrales dende la Barranca del Cascajal del Rio hasta la Barranca del Arroyo, que va junto al Batan, que Vienen a juntarse la vna Con la otra (...) estando el dicho Alguacil Mayor Yo el dicho escrivano, y los demas Testigos arriva dichos en la Tierra que esta entre la Barranca al Batan... (ANC CG 81, f. 278- 278 v. y 280). "...y estando presente [en 1772] el suso dicho y los testigos enel dicho Parage dela Chimba asiento proprio del dicho Titulo y merced, y donde el dicho

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Juan Eugenio demallea aprehendio la possecion de dichas tierras y sus Succesores la han Continuado inmemorial hasta el tiempo presente vistos y reconocidos por mi y dichos testigos sus linderos para efecto de hazer dicha mensura mande medir vna Cuerda de Ciento y Cincuenta varas Castellanas y la mandé tender de oriente a Poniente enel Parage nombrado el Batan donde juntan las dos Cajas antiguas del Rio..." (ANC CG 81, f. 294v.-295). Se conoce como batán a una máquina hidráulica compuesta de gruesos mazos de madera para golpear, desengrasar y enfurtir (o apelmazar) los paños de lana para darles mayor consistencia. Para su instalación era obviamente necesaria la cercanía de una corriente de agua de regular magnitud y su existencia suponía la presencia de un obraje donde previamente se tejieran los paños que iban a ser tratados. La política económica de tipo mercantilista sostenida por España para sus colonias americanas permitió excepcionalmente la elaboración de manufacturas exclusivamente para uso interno (BRAVO, El obraje de Melipilla..., 121-123); entre ellas estaba la confección de paños y otras telas bastas que eran las utilizadas para la vestimenta de las clases más bajas. Para los siglos XVI y XVII se conoce la existencia de obrajes y batanes en pocos lugares de la Capitanía General de Chile. Según el Licenciado Fernando de Santillán, hacia 1559, el posteriormente fundador de la ciudad de San Juan de la Frontera, el capitán y fuerte encomendero Juan Jufré, tenía un obraje (Cit. de JARA, Trabajo y salario indígena..., pág. 202); entre fines del siglo XVI y las primeras décadas del siguiente en Rancagua existía también un obraje de paños y batán de propiedad de Alonso de Córdoba (PLANELLA, La propiedad territorial..., pág. 17 ss) y entre 1606 y 1660 funcionó un obraje y batán en Melipilla (cerca de Santiago) creado por el gobierno para surtir al ejército permanente (BRAVO, El obraje de Melipilla..., pág. 120). Los tres establecimientos utilizaban mano de obra indígena en gran cantidad, aun cuando a partir de 1601 la corona española prohibió el trabajo de los indios en los obrajes (KONETZKE, América Latina, pág. 193 y 303). Tanto en el obraje de Rancagua (PLANELLA, La propiedad territorial..., pág. 17-18) como en el de Melipilla, parte de esta mano de obra era de huarpes de Cuyo (Cit. de ESPEJO, La provincia de Cuyo..., pág. 62-64) El hecho de la presencia de un batán en las cercanías de la ciudad de San Juan permite suponer también la utilización en gran cantidad de mano de obra indígena para su funcionamiento, así como la concentración de instalaciones para la vivienda de los trabajadores aborígenes en sus inmediaciones.

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Croquis de la ciudad de San Juan y departamentos vecinos con indicación del brazo antiguo del río y la probable ubicación del batán (●). (Fuentes: Mapa del valle de

Tulúm y Plano catastral del departamento de Chimbas. CRAS, San Juan.) Los conciertos de trabajo Otra forma de relación de trabajo, usual en el siglo XVII, fue la de "conciertos" o "asientos" de trabajo, es decir convenios entre dos personas, generalmente asentados ante escribano público, para realizar una obra determinada o trabajar durante cierto tiempo a cambio de un pago estipulado. El hecho de que fueran realizados ante escribano permitió que quedaran documentados estos casos dentro de los protocolos de los mismos.

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Esta forma provenía de los primeros tiempos de la colonia ya que los indígenas siempre fueron considerados legalmente como trabajadores libres, aunque se justificaba los actos de coerción laboral bajo el argumento de su haraganería; por eso mismo los individuos que estaban o llegaban a una localidad sin relación laboral previa, debían presentarse en la plaza mayor del lugar para concertar convenios laborales (KONETZKE, América Latina, pág. 191-92). Por las ordenanzas reales para la administración de bienes de las comunidades indígenas de 1647 quedó expresamente prohibido que los indígenas reducidos en pueblos fueran "asentados", es decir, pudieran concertarse para trabajar de esta manera, aunque sí se podían alquilar (JARA y PINTO, Fuentes..., pág. 163). Como antecedente del estudio de los conciertos de trabajo indígena (del cual se tomó la metodología básica) debe citarse a la obra de Álvaro Jara: "Trabajo y salario indígena. Siglo XVI", en el que realiza por primera vez el análisis de documentación de este tipo con inferencias socio-económicas y culturales. No obstante que estos asientos corresponden a Santiago de Chile y al siglo XVI, resultan de gran valor para las comparaciones que se realizarán más adelante. Al parecer en la región este tipo de contrato no fue común durante todo el siglo, ya que para 1699 el mismo corregidor de Cuyo se quejaba en un informe al gobierno de Chile que, revisando los registros de sus antecesores en el cargo, observaba que los conciertos de trabajo de indios, mestizos y mulatos asentados legalmente se habían reducido notoriamente por evitar el pago de las tasas obligatorias. "recorriendo LaVista Porlos rexistros demis antesessores reparo, micuriossidad aVer en ellos; ynfinidad, de Conciertos deymdios anaconas Como assimesmo negros zambos y mulatos Conlos Vecinos Viendo, que abia, Vn Año que estaba enel oficio y ninguna Persona traya Antemi a ninguno delos sussos dhos aConzertar, haciendo Juicio quelos Conciertos Arian Ante los alcaldes ordinarios por ocultar denopagar Latasa..." (ANC RA 2801, f. 155). Por lo tanto, y si bien los asientos hallados para San Juan son escasos, el hecho de que gran parte de ellos correspondan a todos los registrados ante un mismo escribano durante un año y medio en un caso y a once meses en el otro, hace que constituyan una buena muestra. Los conciertos listados a continuación provienen del Fondo Histórico del Archivo Histórico y Administrativo de San Juan. Están contenidos en una

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serie de cuadernillos y papeles sueltos conservados en una caja fuerte, que corresponden a protocolos de escribanos. Los conciertos realizados entre enero de 1656 y julio de 1657 corresponden a los protocolizados por el escribano público y de cabildo Antonio de Rivera. Ante el escribano público Gerónimo de Ayala existen conciertos desde julio de 1664 a mayo de 1665 y otros del mes de agosto de ese año. Al escribano Joseph de Ubeda corresponde un concierto de 1669 y otros de 1661, 1663 y 1665 fueron realizados ante el teniente de corregidor por estar en esos momentos ausente el escribano.

Fecha Nombre Origen Tiempo Tipo de servicio

Pago Forma de Pago

17-1-1656 Jusepe de Santesteban

Natural de la Villa de Potosí

1 año todo servicio $ 30 en plata o en ropa

18-1-1656 Juana india Encom. del Cap. Fco. de Nieba de la

jurisdicción de La Rioja

1 año - $ 20 en plata o en ropa

26-2-1656 Micaela india Encom. de Fco. Pedraza

1 año todo servicio $ 20 en plata o en ropa

19-4-1656 Juan indio Encom. de don Gonzalo de Santiago

de Chile

1 año todo servicio $ 25 y tributo

en plata o en ropa

16-5-1656 Alonso indio Encom. de Juan Seballos de San

Miguel de Tucumán

1 año - $ 30 incluido tributo

en plata, ropa o en otra cosa

16-5-1656 Pedro Rodriguez

indio

libre 6 meses - $ 7 por mes [$ 84 anual]

-

3-6-1656 Ignacio indio Encom. de A. Moyano de la ciudad de

Mendoza

1 año todo servicio $ 25 incluido tributo

-

3-8-1656 María india encom. de J. de la Guardia Berberana

[San Juan]

1 año - 2 piezas de ropa

en ropa

26-10-1656 Mateo indio Encom. de Bme. de

Oro y Bustamante 1 año todo servicio $ 30

incluido tributo

en plata, ropa o en lo que pida

20-11-1656 María india Encom. de A. Fres de Lorca

1 año todo servicio (mientras

esté ausente el marido)

$ 20 -

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24-11-1656 Hernando indio

Encom. de J. Núñez de Ávila de la ciudad

de La Rioja

1 año - $ 6 por mes

incluido tributo [$ 72 anual]

en plata o ropa (se adelantó: 2

varas de paño, 2 varas de

cordellate, 3 varas de bayeta y 1 camisa de ruán por valor de $ 30

con 6 reales) 31-11-1656 Pedro indio Encom. de G. de

Lemos de la ciudad de San Juan

1 año todo servicio $ 30 incluido$10 de tributo

-

14-12-1656 Bartolo indio Natural de Paraguay; sin encomendero

1 año - $ 30 en plata o ropa

dic. 1656 Pascual indio Encom. de C. Ortiz 1 año - $ 40 en plata, ropa o lo que pidiere

7-1-1657 Andrés indio Encom. de don Laurensio de la ciudad

de San Miguel del Tucumán

1 año todo servicio $ 35 -

5-2-1657 Andrés indio Natural de San Miguel del Tucumán (encom.

de B. de Abrego)

1 año - $ 50 incluido tributo

en plata, ropa o lo que pidiere

23-2-1657 Juan indio carpintero

Natural de Esteco, Pcia. del Tucumán

1 año como carpintero de

carretas y otros

servicios

$ 48 en plata, ropa o lo que pidiere

4-4-1657 Felipe indio Encom. de J. B. de Oro y Bustamante

1 año como carpintero y

otros servicios

$ 50 incluido tributo

en plata, ropa o lo que pidiere

5-4-1657 Juan indio Natural de Paraguay 1 año - $ 36 en plata, en ropa o lo que pidiere

26-4-1657 Beatriz india Encom. de A. de Carbajal y Sarabia en la ciudad de Mendoza

1 año todo servicio 2 vestidos

en ropa

4-5-1657 Clemente y Diego indios

Encom. de J. de Mesa 1 año - $ 30 c/u incluido tributos

-

4-6-1657 Luis indio Encom. de Fco. de Perasa

1 año - $ 25 y tributo

-

4-6-1657 Pascual indio Encom. de Fco. de Perasa

1 año - $ 25 y tributo

en plata, ropa o lo que pidiere

6-7-1657 Bernabé indio

Encom. de G. de Luna de la ciudad de La

Rioja

1 año - $ 36 incluido tributo

-

20-8-1661 Pedro indio Natural de Concepción

1 año - $ 25 en plata o ropa

1664 Cristóbal y

Bartolomé (indios)

Encom. de P. de Villarroel

1 año - $ 50 c/u en ropa o plata

48

16-6-1664 Lorenso indio

de Valdivia 1 año - $ 30 -

1664 indio Encom. de Morales 1 año - $ 30 reales o vestuario 1664 Francisco

indio Natural de Cauquenes (encom. de P. Arias de

Mol)

1 año - $ 30 y tributo

plata y ropa

25-8-1664 Antón Varragán

indio

Natural de La Rioja (encom. de Pasquala

de Robledo)

1 año - $ 55 (menos $7 que

se había pagado a fray

Fco. de Sotoma

-yor)

-

4-9-1664 Juan de los Ríos indio oficial de dorador

- ± 7 meses

dorar tabernáculo

de Sto. Domingo (incluido material)

$ 1.000

más $30 para

comida

reales o géneros que pidiere

en carne, vino y

trigo

18-9-1664 Francisca y Francisca

indias

Encom. de P. de Olivares

1 año - - 2 piezas de ropa c/u o su valor

20-9-1664 Diego indio Del cercado de Lima 1 año - $ 35 incluido $10 al encom.

si aparece

-

6-10-1664 Alonso y Gerónimo

indios

Córdoba (encom. de L. Barrientos)

1 año - $ 45 c/u y

tributos

-

22-10-1664 Sebastián indio

Córdoba (encom. de G. de Tejeda)

1 año - $ 40 en plata o ropa

22-10-1664 Cristóbal mestizo y

Andrés indio

Gobernación [del Tucumán]

6 meses - $ 30 [$60

anual] $ 24 [$48

anual]

-

29-10-1664 Pedro indio Santiago del Estero (encom. de L.Vasques)

8 meses - $ 40 en reales o ropa

19-12-1664 Clarita india Encom. de M. de Silva 1 año - 2 piezas de ropa o su valor

17-2-1665 Ignacio indio Gobernación del Tucumán

1 año - $ 25 en plata o ropa

26-2-1665 Gabriel indio Natural de La Rioja (encom. de J. de

Gre...)

1 año - $ 25 -

3-3-1665 Luis indio Gobernación del Tucumán (encom. de

L. de Tejeda)

6 meses - $ 27 y tributo

-

49

23-3-1665 Gabriela

india Encom. J. Jufré de Arce [San Juan]

1 año - - 2 piezas de la tierra o su valor

12-8-1665 indio Natural de Salta 1 año - ? - 12-8-1665 Gonzalo

indio Encom. de F. Pedraza 1 año - $ 30 y

$ 10 de tributo

-

13-8-1665 Juan (indio) Chile (encom. del Cap. Córdoba)

1 año - $ 30 y eventualmente tributo

-

13-8-1665 Marucha y Pascuala

indias

- 1 año - ? -

21-8-1665 Diego indio Encom. de Miguel de...

1 año - $ 30 -

27-8-1665 Felipe indio - 1 año todo lo mandado

? -

agosto 1665

Gonzalo (indio)

Natural de Córdoba (encom. de L. de

Tejada)

1 año - $ 48 en plata o ropa

29-8-1665 Diego indio Natural del Cuzco 1 año - $ 30 en plata o ropa 17-7-1699 Bartolo indio Natural de Córdoba 1 año todo lo

mandado $ 50 en plata para su

vestuario o ropa

Cuadro nº 2: Conciertos de trabajo de indígenas realizados ante escribano público o autoridad competente en la ciudad de San Juan de la Frontera

Si bien los conciertos podían involucrar, como trabajadores, tanto a indios como españoles, mestizos y mulatos, para el caso de San Juan los primeros son casi los únicos. Como excepciones figuran un hombre con nombre y apellido español proveniente de la villa de Potosí que, al no haber en el documento explícita designación como indígena o mestizo y no decirse que perteneciera a alguna encomienda, puede considerarse español, y un mestizo sin apellido. Los indígenas están consignados como tales en forma explícita o, excepcionalmente, indirectamente al señalarse la pertenencia a una encomienda. La mayoría de los indígenas y el único caso de mestizo que figuran en los asientos sólo son citados con su nombre de pila cristiano. Sin embargo existen tres excepciones notables en las cuales los indios tienen nombre y apellido español. Coincidentemente éstos pactan salarios más altos que el promedio, uno de ellos se contrata para un trabajo sumamente especializado ("dorador") y otro se señala explícitamente como "libre", es decir no perteneciente a ninguna encomienda. Todos estos aspectos los diferencian del resto de los sujetos contratados.

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Podían concertase, y de hecho lo hacían, tanto hombres como mujeres; se observa que estas últimas sin embargo son la minoría (alrededor del 20% del total). Las personas que contrataban los servicios provenían de todos los estamentos sociales: eran tanto particulares (comerciantes y productores, profesionales, funcionarios) como militares con distinta graduación, sacerdotes (que contraban en forma personal o como representantes de conventos) e incluso mujeres. En general estas últimas contrataban el servicio de mujeres, aunque hay un caso en que una mujer era contratada por un hombre y otros dos casos en que eran mujeres las que contrataban a indios varones; en el caso de los sacerdotes y conventos siempre se contrataban hombres. Del total de asientos se observa que la procedencia de los indígenas era variada: venían tanto de la región como de fuera de ella. La mayor parte correspondía a indígenas señalados explícitamente como de San Juan o de encomiendas que se sobreentienden eran locales, los que, sumados a los provenientes de Mendoza, constituyen el 40% de los casos. No obstante, la suma de los individuos originarios de la Gobernación del Tucumán es casi similar en importancia, sobre todo de las ciudades cercanas de La Rioja y Córdoba, las que por otra parte y consideradas en forma individual aportaron más trabajadores concertados que la de Mendoza. Con respecto a zonas más distantes se observa que existen dos casos tanto de Paraguay como de Perú (Lima y Cuzco), así como de diversas zonas de Chile, algunas tan alejadas como Concepción, Valdivia y Cauquenes. Perú 2 3,6% Paraguay 2 3,6% Total otras regiones 9 16,36% Chile 5 9,09% Tucumán y otras ciudades 9 16,36% La Rioja 5 9,09% Total Gobernación del Tucumán 19 34,54% Córdoba 5 9,09% Mendoza 2 3,6% locales (San Juan y mención exclusiva de encomienda)

20

36,36% Total región de Cuyo 22 40%

procedencia desconocida 5 9,09% procedencia desconocida 5 9,09% Total 5

5

Cuadro nº 3: Procedencia de los indígenas que se concertaron para trabajar en San Juan a mediados del siglo XVII

La variedad de procedencia de los indígenas que se concertaban señala una importante movilidad dentro no sólo de la Capitanía General de Chile sino

51

también entre distintas provincias y gobernaciones del Virreinato del Perú que, por otra parte, era común durante la colonia y ha quedado documentada en diversas fuentes como los conciertos realizados en Chile y los libros de bautismos de San Juan (JARA, Trabajo y salario indígena..., pág. 59-64; SÁNCHEZ CANO, Conformación de la sociedad sanjuanina..., pág. 60-64;). En el momento de realizar este tipo de trato las partes se obligaban a cumplir ciertos requisitos que estaban incluidos en el mismo: el trabajador se obligaba al cumplimiento y buen comportamiento y el contratante a darle alimentación, doctrina y atención en las enfermedades; quiere esto decir que tales obligaciones estaban de por sí incluidas en el trato y no eran pactadas, por lo que no deben ser consideradas como parte del salario. El salario -que salvo indicación en contrario se pagaba al cumplirse el término del contrato- sí se pactaba, así como la duración temporal del trato, el tipo de servicio que el trabajador iba a prestar y la forma en que se haría efectivo el salario; también se pactaba si el salario incluiría o no el pago del tributo al encomendero del indígena. El tiempo por el cual se obligaban al servicio era generalmente por un año. En pocas ocasiones se trataba de fracciones del mismo, a veces según la duración de la tarea pactada. Un caso particular lo constituye una mujer que en 1656 concertó trabajar al servicio de la señora Antonia de Oro y Bustamante mientras su marido, perteneciente a la misma encomienda, se encontrara ausente; el pacto era por un año pero se dejaba constancia que si el regreso del marido de la india se producía antes del cumplirse el año, ella podía dejar de trabajar y volver con su esposo. Generalmente el trabajo a realizar por estos contratos se definía como "de todo servicio" o "todo lo mandado", es decir un trabajo no calificado de servicio en general. En forma particular se dejaba constancia cuando dicho pacto se hacía para cumplir tareas más específicas, como trabajos de carpintería en general y de carpintería de carretas en particular, o indudablemente especializadas como dorar el tabernáculo de la Iglesia de Santo Domingo. Esta última tarea fue pactada en 1664 entre el padre Fray Francisco de Sotomayor, prior del convento de Santo Domingo de la ciudad de San Juan y el indio Juan de los Ríos (de procedencia sin determinar), oficial dorador, es decir práctico en cubrir de oro (seguramente a la hoja) una superficie. En este caso Juan de los Ríos se concertaba para dorar, estofar, esmaltar y labrar en realce el "tabernáculo", es decir el Sagrario, de la Iglesia de Santo Domingo.

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"...paresio el Dro. Pe fray franco desotomayor Prior del conbento del Sr santo domingo deesta ciudad y Juan delos Rios yndio ofisial de dorador y se conbinieron y consertaron enqueel dho Juan delos Rios adedorar el tabernaculo dela Iglesia del Sr Santo domingo y ade darlo acabado para semana santa para el año que biene de sesenta y sinco o antes si pudiera y ade yr estofado y esmaltado y Realsado y seobliga a poner todo lo nesesario colores y todo lo demas que fuere menester Para dho efecto y el dho Pe Prior fray franco de sotomomayor se obliga en nombre de dho su conbento adarle a dho Juan de los Rios por lo dho mil pesos pagados en Reales oen los Jeneros que pidiere con mas treynta pesos para su comer pagados en bino carne y trigo y dha paga ade ser En tres plasos por tersias partes quelprimero corre desde oy dia de la fecha deesta escritura yel segundo ala mitad del tiempo y el tersero ennacabando dha obra y para encuenta desde ministerio tiene rreseuidos tresientos y sesenta y dos pesos..." (AHA SJ Caja I). El trabajo debía terminarse antes de Semana Santa del año siguiente, es decir en no más de siete meses, y el dorador pondría los materiales necesarios. El convento le pagaría por el trabajo mil pesos de plata de a ocho reales (la moneda corriente) en dinero o en los artículos que él solicitase además de treinta pesos en alimentos; el pago se haría en tres partes habiéndose adelantado la primera. La tarea concertada completaría indudablemente la obra de la Iglesia de Santo Domingo que estaba en construcción desde hacía décadas. Ya en 1643 se estableció que el capitán Gregorio Morales de Albornoz, encomendero de los indios de Las Tumanas (Valle Fértil) debía mandar durante un año, por turnos y a su costa, seis de sus indios para ayudar a su edificación (ANC RA 1874, f. 6-6 v.; ANC ES 343, f. 24 v.; ANC CG 554, f. 229 v.). En 1663 un acuerdo firmado entre el alcalde ordinario de la ciudad de San Juan, Joseph Jofré, y Martín de Fuentes, maestro carpintero, establecía que este último terminaría el interior y exterior de dicha Iglesia con la ayuda de dos indios carpinteros que el alcalde le proporcionaría, junto con la madera necesaria. La obra debía terminarse en un año y se le pagaría 600 pesos más la comida del maestro carpintero y de sus ayudantes indígenas. "...que el dho Martin defuentes se obliga hará la obra siguiente= cubrirá la Iglesia del Conuento del señor Santo domingo desta dha Ciudad de san Juan, de tres paños de Cinta y saetin y hará todo lo demas que hubiere que hazer la dha Iglesia nueba, assi dentro como a fuera es a saber vn arco Coral de Madera, el Choro ala con su regeria, ventanas y las puertas que faltan por hazer, Capillas y todo lo demas anexo y perteneciente adha Iglesia assi dentro como afuera con su sachristia a Consenso y satisfacion del muy Reverendo

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Padre Prior u del dho Capitan Joseph Jofre y demas Religiosos del dho Conuento. Para la qual obra Le a de dar el dho Capitan Joseph Jofre dos Indios Carpinteros que sepan Lauor de azuela y hacha, y toda la madera necessaria..." (AHA SJ Caja I). Estas evidencias documentales, que posiblemente sean las que han perdurado de entre muchas otras, permiten apreciar que toda la obra de ese templo tan importante en la ciudad de San Juan fue realizada con mano de obra común y especializada de origen indígena. También señalan la importancia que tenían los oficios por sobre la calidad étnica de los trabajadores. El oficio de dorador, como toda tarea de orfebrería, era de interés de la corona y por lo tanto se permitió que la ejercieran todos aquellos que poseían la capacidad de hacerlo, independientemente de su origen étnico. Según Konetzke en las artes y oficios no se permitía que los que no fueran españoles puros llegaran al grado de maestro y que sólo pudieran ser oficiales los mestizos (KONETZKE, América Latina, pág. 302-303), pero en este caso se tiene la prueba de que también habían oficiales de extracción indígena. Por otra parte, y en el caso de actividades menos especiales como la anterior, también se documenta la existencia del grado de maestro de carpintería en las matrículas de encomiendas de San Juan levantadas para el censo de 1695. "EnComienda del sargto Mor Julian de Mallea- (...) del pueblo del balle fertil sus sujetos- (...) -Clemente Maeztro deCarpinteria de hedad de trreyntay seys años..." (ANC CG 555, f. 73 v.-74). Salarios, formas de pago y diferenciación social En los conciertos analizados más arriba se observa que se pactaba la forma de pago. Lo más usual era que se ofreciera la elección entre dinero efectivo en pesos de plata de ocho reales ("en plata", "en reales"), en piezas o materiales de vestimenta ("en ropa", "en vestuario", "en piezas de la tierra") o, menos usualmente, en otro tipo de artículo ("en otra cosa", "en lo que pidiere", "en géneros que pidiere"). En los casos de mujeres era más común que el pago del salario se pactara directamente en dos piezas de ropa. La ropa que se entregaba como parte de pago en el caso de los conciertos y en otros casos de relación laboral a los indígenas era "de la tierra", es decir telas -medidas en varas [aproximadamente 83,6 cm]- o piezas de vestimenta realizadas con telas gruesas y bastas, de lana o algodón, fabricadas en América, y no con las telas finas de materiales especiales que venían de Europa

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conocidas genéricamente como "de Castilla". Entre las primeras se encontraban el paño (tela de lana tupida), el pañete (un paño de inferior calidad y menos densidad), la bayeta (tela de lana floja y poco tupida), el cordellate (tela basta de lana cuya trama forma un cordoncillo) y la jerga (tela de lana gruesa y tosca, usada generalmente para frazadas y costales); a éstas solían agregarse algunas telas de algodón como el lienzo y el ruán. Las piezas de vestimenta de la tierra citadas son "vestidos" en general para las mujeres y "camisa de ruán" para los hombres. El vestido femenino incluiría un jubón y una pollera o sayal según se desprende de los listados de ropas de cartas de dotes tanto de San Juan como de San Miguel de Tucumán de esa época, si bien en esos casos se trata de prendas de telas finas traídas de Europa (AHA JS caja I; DOCUMENTOS coloniales relativos a San Miguel de Tucumán..., pág. 51-55). El vestido masculino consistía en "manta, camiseta, zaragüelles [calzones] de lienzo y un sombrero" según un concierto de trabajo realizado en San Miguel de Tucumán en 1610 (DOCUMENTOS coloniales relativos a San Miguel de Tucumán, s.I, v.II, pág. 259-260); como se aclara expresamente que los calzones eran de lienzo es evidente que la manta y la camiseta eran de lana. En Chile los calzones solían ser de jerga y la camisa de ruán (JARA, Trabajo y salario indígena..., pág.43-51). El pago en telas o ropa para los indígenas no sólo aparece para San Juan en los conciertos de trabajo, sino también en otros tipos de contratos. Uno de éstos incluye el pago a varios indígenas por un viaje con carretas a la Gobernación del Tucumán que envió en 1656 el capitán Gabriel de Mallea; en el registro correspondiente establecía lo que le correspondía a cada uno. "...pascual carpintero dos bs de paños- y dos de cordellate- gonsalo lomes mo- pablo maña sinco b decordellate- grabiel lomismo- perucho sinco b de cordellate- gaspar sinco b de cordellate- cristobal lomismo- diegito sinco b de pañete- jeronimo sinco b de cordellate- Rodrigillo sinco b de pañete- siluna sinco b de pañete- Jun ijo de andres sinco b de cordellate- todos los cuales dijeron estar pagados y contentos..." (AHA SJ Caja I). Otro, si bien es de los primeros años del siglo XVIII, corresponde a parte del pago de la venta de la propiedad de la cacica Teresa Icaña en el valle de Pismanta (actual valle de Iglesia) inserto en la escritura correspondiente de 1725. "...y pagr ala susodha enrropa dela tierra o jeneros de ella al presio Corriente de dose reales bara..." (ANC CG 6, f. 300 v.).

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El pago en ropa de servicios prestados por indígenas era común en todas las regiones del virreinato y en Chile estaba especialmente legislado; la tasa de Esquilache de 1620 determinaba el pago en ropa en algunos casos, si bien la corrección real de la misma de 1622 no lo contemplaba, y la tasa de Laso de la Vega de 1635 mandaba que las dos terceras partes de los jornales fuera en vestimenta (JARA y PINTO,Fuentes..., pág. 89-151). Para Chile Jara reproduce una gran cantidad de conciertos de trabajo del siglo XVI y algunos del siglo XVII, en los cuales se incluyen indígenas cuyanos, que pactan el pago casi siempre en telas o piezas de ropa (JARA, Trabajo y salario indígena..., pág. 35-51; JARA, Guerra y sociedad..., pág. 283-285). También en Chile la Compañía de Jesús estableció en 1608 el pago en vestimenta para los indios ocupados en su servicio tanto oficiales como trabajadores no especializados (JARA y PINTO, Fuentes..., pág. 80-84). En documentos de Tucumán se incluye un concierto donde también el pago del servicio de un indio como sastre durante cuatro años se pacta en piezas de ropa (DOCUMENTOS coloniales relativos a San Miguel de Tucumán, s.I, v.II, pág. 259-260). Por otra parte las ordenanzas reales para la administración de bienes de las comunidades indígenas de 1647 reglamentaba la entrega de ropa a los indígenas reducidos en pueblos y establecía también la prohibición de que los indígenas traficaran entre ellos o con otras personas las piezas de ropa o tela que se les había repartido o dado como pago de su trabajo (JARA y PINTO, Fuentes..., pág. 164-166). En el caso de los conciertos, el pago de los salarios en ropa completaba para los indígenas los recursos de subsistencia, ya que el trabajo en sí incluía la vivienda, la comida, la atención en las enfermedades y la doctrina; de igual modo en el caso del pago de la propiedad de la cacica Icaña el trato se completaba con el permiso de seguir viviendo en la propiedad (ANC CG 6, f. 300-300 v.). La posibilidad de elegir entre este tipo de pago y dinero en efectivo que manifiestan la mayoría de los conciertos permiten pensar que la opción era real y que efectivamente los indígenas preferían la primera por las razones enunciadas arriba y porque quizás el dinero en efectivo no les era de mucha utilidad ni sabían manejarlo. Indudablemente también existiría en parte el desinterés de los españoles por entregar dinero efectivo a los indígenas. Jara, en cambio, señala como razón para el pago en especies de los conciertos realizados en Santiago en la segunda mitad del siglo XVI la escasez de moneda metálica (JARA, Trabajo y salario indígena..., pág. 66-67) si bien también acepta que

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entre los indígenas sería difícil una valuación monetaria de los servicios prestados (JARA, Guerra y sociedad..., pág. 295). No creemos que el pago en ropa del servicio indígena fuera exclusiva y taxativamente por una circunstancial escasez de metálico porque esta costumbre era muy general y abarcaba tanto el siglo XVI como los dos siguientes, tal como lo permiten apreciar las citas referidas más arriba. Lo que sí resulta indudable es que la equivalencia de valores entre servicio, dinero efectivo y ropa no era siempre la misma. Mientras en el siglo XVI el vestido de lana valía en la Gobernación de Chile alrededor de dos pesos de oro, que equivalía a un cuarto del tributo según la tasa de Gamboa (JARA, Trabajo y salario indígena..., pág. 70), en 1610 en la ciudad de San Miguel de Tucumán el trabajo como sastre de un indio se pagaba con un vestido de la tierra, consistente en "manta, camiseta, zaragüelles [calzones] de lienzo y un sombrero" (DOCUMENTOS coloniales relativos a San Miguel de Tucumán, s.I, v.II, pág. 259-260). En cambio en los conciertos listados para San Juan se observa que el trabajo anual de las mujeres a mediados del siglo XVI se pagaba con dos piezas de ropa o se tasaba en 20 pesos, por lo que debían ser equivalentes, y por lo tanto el vestido femenino valdría 10 pesos.

En San Juan el viaje de un indígena con carretas a la Gobernación del Tucumán se pagaba en 1656 con dos varas de paño y dos varas de cordellate, o cinco varas de cordellate o pañete o se tasaba en una carta de dote del mismo año en 30 pesos, cualquiera fuera la duración del mismo hacia Buenos Aires u otra ciudad (AHA SJ Caja I). En un concierto de trabajo del mismo año dos varas de paño, dos varas de cordellate, tres varas de bayeta y una camisa de ruán equivalía a 30 pesos con 6 reales. Las diferencias se hacen aun más evidentes considerando que en la venta de la propiedad de la cacica Icaña realizada en 1725 se tasaba la vara de cualquier género de la tierra en 12 reales ($ 1,50). Las cifras expuestas han permitido confeccionar el siguiente cuadro comparativo, teniendo en cuenta que aproximadamente cuatro a cinco varas de tela se equiparaba con los treinta pesos que se tasaba un viaje en carreta en un caso, y en otro, que treinta pesos con seis reales correspondía a siete varas de tela y una camisa de ruán.

Lugar Año Valor vestido de la tierra Valor vara de género de la tierra Santiago s. XVI $ 2 de oro ($ 2,64

aproximadamente)

Tucumán 1610 salario anual [masculino] San Juan 1656 $ 10 (mitad salario anual)

[femenino]

San Juan 1656 $ 6

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San Juan 1656 aproximadamente $ 3 San Juan 1725 $ 1,50

Cuadro nº 4: Cuadro comparativo de valores relativos de telas y piezas de ropa de la

tierra

La comparación de los valores absolutos de los salarios expresados en pesos de plata de ocho reales es mucho más fácil. De la lectura de los conciertos de trabajos de mediados del siglo XVII en San Juan resulta evidente que las tareas más especializadas incluían el pacto de un salario acorde con el tipo de trabajo, pero incluso en las tareas menos calificadas se pactaban salarios de alcance muy diverso, por lo que es posible pensar que no sólo el tipo de trabajo determinaba el monto del salario sino también otros aspectos, en el que no debía ser ajeno la propia eficiencia y actitud de servicio del indígena. Los salarios pagados a los varones por trabajos no calificados iban desde 25 hasta 50 pesos anuales; se llegaba también a pagar hasta 84 pesos al año por trabajos no especificados en el contrato, por lo que debían ser también no especializados. Los salarios promedio alcanzaban aproximadamente a 37 pesos anuales. Los viajes guiando carretas con cargamento de vino hacia las ciudad de Buenos Aires o a la Gobernación del Tucumán se pagaban a 30 pesos, cualquiera fuera el tiempo que durara el viaje; para guiar seis carretas se empleaban siete indígenas (AHA SJ Caja I). En el caso de las mujeres, en las pocas ocasiones que está definida la equivalencia del salario, era solamente de 20 pesos anuales, es decir, muy por debajo del salario promedio. Los trabajos especializados se pagaban mucho mejor. Los ejemplos de salarios de carpinteros muestran un mayor alcance (entre 48 y 50 pesos), así como los salarios de aquéllos que, si bien figuran como indios, tienen nombre y apellido español o se indica que son libres (entre 55 y 84 pesos). Obviamente es mayor aun el salario pactado para una tarea tan especializada como el de "dorador", en la cual se pagó 1.000 pesos más 30 pesos en comida. El único caso que aparece en los conciertos listados más arriba de un posible español indica que su salario no era mayor que en los casos de indígenas por trabajos no especializados (30 pesos anuales), a diferencia del único caso de mestizo, al que se le pagó el correspondiente a 60 pesos anuales. Existen pocos documentos con datos semejantes que permitan una comparación más ajustada del alcance de los salarios indígenas en San Juan para el siglo XVII con respecto a otras regiones o a otros grupos étnicos. Los más cercanos son los aportados por las obras de Jara. En ellas puede apreciarse (una

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vez hecha la transformación a pesos de plata de a ocho reales en los casos necesarios) que a los indígenas concertados en Santiago de Chile entre 1586 y 1600 se les pagaba un promedio de 36 pesos anuales aproximadamente; los trabajos no especializados y el trabajo femenino estaba tasado en general en menos de 30 pesos anuales, mientras que los trabajos especializados -como carpintero de carreta, sastre, albañil y zapatero- se pagaban entre 40 y 80 pesos anuales (JARA, Trabajo y salario indígena..., pág. 33-51). Para indígenas de Cuyo concertados en Santiago entre 1599 y 1641 el promedio de salarios anuales para trabajos no especializados alcanzaba a 31 pesos como promedio (JARA, Guerra y sociedad..., pág. 282-285) en tanto la Compañía de Jesús de Chile estableció en 1608 que los indios ocupados en su servicio cobrarían un salario anual (pagado en ropas y telas) de 40 pesos para los oficiales y 25 pesos para los ganaderos, labradores y trabajadores en general (JARA y PINTO, Fuentes..., pág. 81-82). Las cifras señaladas permiten considerar que a grandes rasgos no había gran diferencia en los salarios pagados a los indígenas entre Santiago de Chile y San Juan. De todos modos tantos unos como otros, obviamente, estaban muy por debajo de los que establecieron las diferentes tasas oficiales del siglo XVII (JARA y PINTO, Fuentes..., pág. 88-125, 142-144 y 150-154). La tasa de Esquilache de 1620 señalaba que por el alquiler debía pagarse al indígena un real y medio por día (es decir unos 68 pesos anuales) salvo en el caso de indígenas que Cuyo para los cuales el salario bajaba a un real y un cuartillo (unos 57 pesos anuales) más la comida; este salario se descontaría del tributo o se pagaría en vestimenta o frutos de hacienda. En 1622 la tasa de Ulloa subía el salario a cuatro reales por día (unos 182 pesos anuales) y la de Laso de la Vega en 1635 mandaba pagar sólo un tercio del salario en plata siempre que no equivaliera a más de un peso por mes, porque en tal caso la diferencia se entregaría al protector que lo guardaría en una cuenta (teniendo en cuenta que como máximo el indígena cobrara un peso por mes en plata y el resto en ropa, el salario anual totalizaría, como mínimo, 36 pesos). Sin embargo la misma tasa de Esquilache de 1620 y la corrección real de 1622 establecían que para los casos de indígenas que trabajaban en las ciudades como servidores domésticos se pagaría 22 pesos anuales para hombres mayores de 18 años y 16 pesos anuales para las mujeres, 12 pesos anuales para varones y niñas entre 12 y 18 años pagaderos en ropa de la tierra o paño de Quito y a los menores de 12 años se entregaría un vestido. A nuestro juicio tampoco había diferencia notable entre los salarios pagados a indios o a mestizos y españoles por el mismo tipo de trabajo, cosa que

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parece distinta para Jara quien opina que el salario indígena sufría una subestimación por razones étnicas, sobre todo el calificado (JARA, Trabajo y salario..., pág. 24). En San Juan el trabajo no especializado de españoles y mestizos alcanzaba similar nivel que el indígena, como se señaló más arriba, y el especializado incluso lo podía superar cuando el tamaño y duración de la obra o la calidad del trabajo así lo requirieran. Año Tarea Materiales Plazo Ejecutor Pago pactado

16561 "dorar un sagrario de madera que está hecho para la Iglesia Matriz de esta ciudad [Men-doza] con las piezas siguien-tes: un banco, el primer cuerpo con cuatro columnas con sus remates; segundo cuerpo, su banco y remate, el simborio con su cruz y todo ello con sus cartelas y sobre-puestos; se ha de dorar, matizar y estofar"

el dorador pon-drá el oro y colores y todos los demás mate-riales

dos meses

Juan de los Ríos, maestro dorador, residente en Men-doza

330 pesos en dos partes

16632 "cubrir la Iglesia de Santo Domingo [de San Juan] de tres paños de cinta y saetín y hacer un arco coral de ma-dera, el coro, ala con su regería, ventanas y las puertas que faltan, capillas y todo lo demás anexo así dentro como fuera, con su sacristía"

la Iglesia dará dos indios car-pinteros y la madera necesa-ria

un año Martín de Fuentes, maestro carpintero

600 pesos en tres partes y la comida para él y sus ayu-dantes

16643 "dorar el tabernáculo de la Iglesia de Santo Domingo [de San Juan], que ha de ir estofado y esmaltado y realzado"

el dorador pon-drá el material necesario

7 u 8 meses

Juan de los Ríos indio, oficial de dorador

1.000 pesos en plata en tres partes y 30 pesos en vino, carne y trigo

16654 "dorar el tabernáculo de San Clemente [San Juan]"

Miguel Granados de Yodar, maestro es-cultor y dorador

430 pesos

Cuadro nº 5: Datos extraídos de: 1)- ESPEJO, La Provincia de Cuyo..., pág. 190; 2 a 4)- protocolo del escribano Gerónimo de Ayala de la ciudad de San Juan (AHA SJ, ca-

ja I). Esto último resulta evidente cuando se compara el pago pactado para la obra de decoración del tabernáculo de la Iglesia de Santo Domingo, realizado por un indígena (quien ocho años antes había hecho el mismo trabajo en la Iglesia Matriz de Mendoza, sin figurar como indio), con la similar para el tabernáculo de la Iglesia de San Clemente realizada el año siguiente por un

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maestro escultor y dorador español y con la terminación de la carpintería de la Iglesia de Santo Domingo por un maestro carpintero español el año anterior. Otra comparación puede realizarse entre estos pagos y el salario del administrador español del obraje de Melipilla, en Santiago de Chile, que iba de 215 pesos anuales en 1613 a 480 pesos anuales en 1649 (BRAVO, El obraje de Melipilla..., pág. 135), lo que indica que las labores altamente especializadas eran mejor pagadas independientemente de la calidad étnica de las personas. Con respecto a lo que podría llamarse el poder adquisitivo del salario indígena, poco puede decirse. El hecho de que los conciertos y otros contratos de trabajo incluyeran comida, vivienda, atención en las enfermedades y doctrina y que el pago generalmente se realizase con ropas, eximía los indígenas de compras de elementos de subsistencia. Otros elementos, que para los indígenas podrían considerarse suntuarios, eran prácticamente inalcanzables salvo para los casos de trabajadores muy especializados. De todos modos algunos precios de estos elementos han quedado registrados para la misma época y en los mismos documentos en los que hay mención de salarios en San Juan; el listado de parte de ellos permite adquirir una idea de la relación de valores entre esos precios y los salarios. El cuadro comparativo muestra que los bienes más valiosos en cifras absolutas eran aquéllos vinculados con la producción y los trabajadores. El alto valor dado a los esclavos negros contrasta con el escaso precio de la tierra para estancias, las que de por sí y sin la mano de obra para su explotación, no eran valuadas especialmente. Fecha Objeto Precio (de venta

o tasación) Documento

1656 arriendo de casas en la ciudad de San Juan con huerta y corrales, por un año

$ 35 Arriendo

1656 2 solares cercados y edificados frente a la plaza de la ciudad de San Juan

$1.600 Venta

1656 6 carretas de quebracho nuevas con yugos, conyundas

y lazos $ 360 Carta de dote (se han

seleccionado algunos ítems)

36 bueyes $ 324 300 @ de vino $ 450 120 botijas embreadas $ 150 el trabajo de 7 indios para llevar las 6 carretas con el

vino a Buenos Aires u otra ciudad $ 210

1 esclavo negro $ 700

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1 esclava negra $ 600 1 vestido de mujer de jubón y pollera negra de

damasco de Castilla $ 270

1 vestido de mujer de jubón y pollera de damasco de Castilla

$ 300

1 caja grande con cajón con clavazón grande y asideros en los lados y con su llave

$ 50

1 espejo dorado $ 12 12 platillos de plata y 2 fuentes, 6 cucharas y 1

cucharón, 7 tenedores (que pesaron 37 marcos y 6 onzas)

$ 296

1657 mitad de la Estancia de Yoca, en Valle Fértil (deshabitada)

$ 100 Carta de Venta

1664 7 carretas de quebracho con aperos (entre viejas y nuevas)

$ 350 Escritura de venta

56 bueyes $ 504 1664 1 esclavo mulato de 15 años $ 400 Escritura de venta 1664 200 cuadras (350 ha) de tierra en el Río del Fuerte de

Valle Fértil $ 130 Carta de venta

Cuadro nº 6: Precios en la ciudad de San Juan a mediados del siglo XVII (AHA SJ Caja

I) El trabajo, y especialmente el calificado, sirvió en el siglo XVII para que se produjera una diferenciación social dentro del grupo indígena. En primer lugar indujo a la adopción por parte del individuo de un apellido español en desmedro del nombre nativo y a diferencia de su propio grupo. En varias ocasiones este apellido español fue el originario del propio trabajo, como los ejemplos de "vaquero" y "carpintero" ya señalados para San Juan, que se repiten en los casos de "baquiano" y "pescador" para San Luis y "zapatero" y "curtidor" en Chile (ANC ES 343, f. 22-90) indicando que fue éste un hecho bastante general en esa época por lo menos para la gobernación de Chile. Generalmente el apellido español sirvió también para disimular el origen étnico, que en ocasiones (como en el contrato para dorar el sagrario de la Iglesia Matriz de Mendoza por parte del dorador indio) pudo obviarse en su registro, e igualar al individuo con los otros grupos. En segundo lugar permitió a los indígenas con oficios altamente especializados una mayor disposición de moneda en metálico, que posiblemente posibilitara la adquisición de algunos bienes, a diferencia de aquéllos que realizaban tareas no calificadas y que sólo recibían pagos en ropa. No se sabe qué bienes comprarían, pero es posible que realizaran algunas transacciones con bienes inmuebles, por lo menos arriendos, según sugiere el contrato de dorador de Mendoza donde se afirma que era "residente en dicha ciudad".

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Por último, la posibilidad de ejercer algunos oficios o de alquilarse fuera de su encomienda, fue liberando a los indígenas de la dependencia estricta de su encomendero y les permitió también una mayor movilidad dentro o fuera de la jurisdicción a la que pertenecían que hizo que, entre otras cosas se separaran de sus familias originales e incluso se integraran, o por lo menos se ligaran, a grupos indígenas étnicamente diferentes por medio del matrimonio. En resumen, a través de las evidencias señaladas para San Juan durante el siglo XVII puede concordarse con Konetzke cuando en una consideración general afirmaba que donde los indígenas convivieron con los españoles y se habituaron a las formas económicas europeas alcanzaron una importancia cada vez mayor como asalariados libres (KONETZKE, América Latina, pág. 193).

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LAS ENCOMIENDAS Y LOS TRIBUTOS La encomienda fue considerada desde sus mismos orígenes como una forma de trabajo libre y no como esclavitud. Por medio de ella se aprovechaba la fuerza de trabajo indígena en América a la vez que se pretendía "civilizar" y cristianizar a los naturales, quienes eran repartidos a los españoles. La forma clásica de la encomienda, instituida a principios del siglo XVI, estableció la no perpetuidad de las mismas, que eran entregadas sólo por una o dos vidas y no podían ser heredadas, aunque para Chile se otorgaron excepcionalmente encomiendas de tres y hasta cuatro vidas como recompensa por los servicios en la guerra del Arauco (KONETZKE, América Latina, pág. 170-171). El encomendero, a cambio del cuidado y evangelización de los indígenas, estaba autorizado a cobrar un tributo que se establecía a partir de inspecciones y tasaciones que estaban a cargo de los oidores de las audiencias o sus encargados de confianza bajo juramento. Este tributo generalmente se cobraba en prestaciones personales; a mediados del siglo XVI se había prohibido el pago del tributo en trabajo, pero como en grandes zonas de América era prácticamente imposible cobrar el tributo en metálico o en especias, se permitió esta forma de encomienda de servicios personales. Durante ese siglo y los primeros años del siglo XVI los indígenas eran encomendados mediante la adjudicación de un cacique y su gente a un encomendero sin realizar un cómputo de individuos en forma exhaustiva. Hasta el siglo XVIII la encomienda de servicio personal se mantuvo en Chile, Paraguay, Tucumán y Río de la Plata aunque siempre la corona trató que el pago del tributo fuera, cada vez más, suplantando esta antigua forma (KONETZKE, América Latina, pág. 174-177); a este efecto comenzaron a registrarse todos los indígenas con calidad de tributarios en los otorgamientos de encomienda. Esto se aprecia especialmente en la legislación chilena, en la cual las diferentes tasas y ordenanzas -especialmente la tasa de Esquilache de 1620 y la de Laso de la Vega de 1635 (JARA y PINTO, Fuentes..., pág. 56-156)- tendían a favorecer el pago del tributo en metálico o especias y prohibir el servicio personal mediante la autorización cada vez más amplia del alquiler o el concierto como trabajadores de los indígenas, incluso los encomendados en sus días de descanso o con la anuencia del mismo encomendero, tal como se ha visto más

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arriba. La relación salario-tributo se transformó en un elemento de más importancia en la economía colonial que el servicio personal en sí. En general en América tributaban todos los hombres casados hasta los 50 años, los solteros a partir de los 18 años, los viudos y las viudas. Se exceptuaban las mujeres casadas y solteras, los caciques y sus sucesores (generalmente sus hijos mayores) y los enfermos e incapacitados para el trabajo (KONETZKE, América Latina, pág. 175). Estos exceptuados, así como los hombres mayores de 50 años, eran considerados "reservados". En particular las tasas chilenas establecieron las edades y condiciones de los tributarios y el alcance de los tributos, con diferencias en algunos casos para los indios de Cuyo. Los tributos según la legislación de la Capitanía General La tasa del gobernador Martín Ruiz de Gamboa de 1580 (JARA y PINTO, Fuentes..., pág. 56-60), en cumplimiento de una real cédula para que se visitaran los repartimientos y se tasara el tributo según las posibilidades de cada lugar, estableció que el tributo debía ser pagado por los hombres entre los 17 y 50 años de edad y quedarían exceptuados los enfermos e imposibilitados para el trabajo, las viudas y el cacique y su sucesor. La tasa tributaria por persona sería de 8 pesos de oro anuales (aproximadamente 10,57 pesos de plata corriente), de los cuales 7 pesos recibiría el encomendero y uno el sacerdote; en ambos casos dos tercios debían pagarse en metálico y el resto en productos como ropa, alimentos, etc. La llamada "tasa de Esquilache" dictada para Chile por el virrey del Perú en 1620 (JARA y PINTO, Fuentes..., pág. 84-93) establecía que debían tributar los varones a partir de los 18 años cumplidos y no antes aunque fuesen casados, hasta los 50 años en que quedaban como "reservados". La tasa tributaria era de 10,50 pesos de los cuales 8 pesos quedaban para el encomendero, uno y medio para el sostenimiento de la doctrina y medio peso (4 reales) para el corregidor y el protector (quien tenía prohibido residir en Santiago) respectivamente. Para los indios de Mendoza, San Juan y San Luis -en cualquier lugar en que estuviesen- determinó una tasa discriminada de 10 pesos anuales; la reducción de medio peso afectaba directamente la recaudación que correspondía al encomendero. También mandaba que el indio que cumplía la mita, aparte de su propio tributo, pagara el tributo de los otros dos indígenas que no entraban en el tercio de mita con una parte de sus jornales; como para los indios de Cuyo el jornal alcanzaba a un real y un cuartillo, éstos debían pagar en total 30 pesos anuales. Esta decisión

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aseguraría el pago del tributo completo de toda la encomienda a través de los tercios en mita. La corrección real a esta última tasa dictada en 1622 (JARA y PINTO, Fuentes..., pág. 105-124) establecía también la tributación de los hombres, solteros o casados, exclusivamente entre los 18 y 50 años, exceptuando al cacique y su hijo mayor, y bajaba el tributo en Cuyo a 8 pesos anuales, afectando también directamente la recaudación del encomendero que pasaba a recibir sólo 5,50 pesos por tributario y dejando igual la cantidad para la doctrina, corregidor y protector. Reducía también el pago del tributo del tercio en mita de los indios de Cuyo a 24 pesos anuales pagaderos en jornales de real y cuartillo más quince días de trabajo sin paga en beneficio del hospital. Los indios que cumplían servicios domésticos en las ciudades tributarían sólo 7 pesos anuales porque en las ciudades no se pagaba la doctrina. Por último la tasa del gobernador Laso de la Vega de 1635 volvía la tasa tributaria a 10 pesos anuales por persona pagadero en efectivo o con productos. Mandaba también a los vecinos la realización de padrones detallados de los indios que tenían como tributarios con mención expresa de la cantidad de hijos y sus edades y la cantidad y nombres de los indios que estaban ausentes de la encomienda y el lugar donde se encontraban (JARA y PINTO, Fuentes..., pág. 146-156) Esta tasa era la que estaba vigente cuando se realizaron los conciertos documentados para la ciudad de San Juan (ver Cuadro nº 2) en varios de los cuales se establecía el pago de los 10 pesos anuales correspondientes al tributo apartir del mismo salario. En 1680 la recopilación de las leyes de Indias sobre los indios de Chile reafirmaba la tasa real de 1622 de 8 pesos anuales para los tributarios de Mendoza, San Juan y San Luis en el lugar en que estuviesen y la excepción de tributo para el cacique y su hijo mayor, así como el pago del tributo de los tercios en mita en 24 pesos anuales más quince días sin paga en beneficio del hospital (JARA y PINTO, Fuentes..., pág. 173-181) . El tributo así establecido era, según Konetzke, a la vez una capitación (es decir el repartimiento de tributos o contribuciones por individuos), un impuesto de tipo directo -único en América- (considerando como tal el que exige el estado a cada miembro de la sociedad en forma individual) y la expresión de la pertenencia a una clase inferior constituida por la población aborigen sometida (KONETZKE, América Latina, pág. 174). Año Tasa Tributo anual Discriminación

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Encomendero Doctrina Corregidor Protector 1580 Gamboa $ 8 de oro ($ 10,57) $ 7 de oro $ 1 (de oro) - - 1620 Esquilache en general: $ 10,50 $ 8 $ 1,50 $ 0,50 $ 0,50

para Cuyo: $ 10 $ 7,50 $ 1,50 $ 0,50 $ 0,50 1622 corrección real en general: $ 8,50 $ 6 $ 1,50 $ 0,50 $ 0,50

para Cuyo: $ 8 $ 5,50 $ 1,50 $ 0,50 $ 0,50 1635 Laso de la Vega $ 10 - - - - 1680 recopilación $ 8 $ 5,50 $ 1,50 $ 0,50 $ 0,50 Cuadro nº 7: Resumen de las tasas tributarias y su discriminación establecida para el

reino de Chile por distintas ordenanzas y leyes del siglo XVII

Hasta 1668 el tributo se pagaba directamente al encomendero; en esa fecha se estableció que la recaudación debía quedar bajo la responsabilidad del corregidor. Esto último y la cada vez más baja proporción del tributo que correspondía al encomendero, junto con la disminución de la población indígena, fue lo que llevó a que la encomienda cayera en desuso y finalmente se aboliera en 1720 (KONETZKE, América Latina, pág. 175-181) en forma oficial aunque no real. Matrículas o registros de encomiendas de San Juan Las mejores referencias documentales a encomiendas de indios en el siglo XVII consisten en las matrículas o registros que se realizaban sobre ellas. Las matrículas, es decir el listado de las personas con sus nombres y otros datos de filiación, se incorporaban a los pedidos, oposiciones y títulos de encomienda así como a gran parte de la documentación judicial promovida cuando había problemas entre encomenderos. De los primeros años del siglo XVII existen en los archivos pocas de estas matrículas, a diferencia de las últimas décadas donde son más comunes, sobre todo porque fueron realizadas de forma obligatoria, y más completas en cuanto a la variedad de datos. Estos registros constituyen de por sí documentos poco atrayentes, confusos y, a primera vista, sin datos de relevancia. Por esta razón para trabajar con ellos se ideó un procedimiento, ya ensayado en un trabajo anterior menos extenso (MICHIELI, Aportes documentales...), que permite ordenar y destacar los datos colocándolos en forma de cuadros que contienen toda la información que proveen las matrículas (ver Cuadros nº 8 a 48); estos cuadros facilitan a su vez la comparación entre ellos a fin de apreciar los cambios producidos en las encomiendas a lo largo del siglo XVII.

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En los cuadros la lista de los indígenas sigue el orden expresado en los documentos, donde generalmente se coloca en primer lugar al o los caciques, después el sucesor del cacique si lo hubiere, a continuación los indios sujetos y sus hijos y por último los muchachos y niños huérfanos y las mujeres solteras o viudas. En la primer columna de los cuadros se colocan los nombres de los varones sin subrayar y de las mujeres subrayados; estos nombres van con bastardilla cuando son las denominaciones en lengua aborigen (de las cuales se reproducen todas las formas en que están transcriptas en los documentos respetando la ortografía original). Los nombres de los hijos se ingresan a continuación del padre respectivo pero con una sangría, y se hace la aclaración en la columna de observaciones. Cuando no figura el nombre de alguna persona se lo suplanta con un signo de interrogación, que va subrayado si se trata de una mujer. En la segunda columna se coloca la edad del indígena que aparece en la matrícula, la cual siempre es estimativa, ya que generalmente va acompañada del giro adverbial "poco más o menos". En la tercera columna se coloca el estado civil cuando está expresado; si figura el nombre de la esposa se coloca en ese lugar subrayado. La columna siguiente contiene la referencia a la cantidad de hijos de cada jefe de familia. Siguen otras columnas que corresponden al nombre de la tierra o pueblo originario y datos de reubicación y otros datos complementarios: si es cacique, de quién es hijo, si se encuentra ausente o huido y a dónde, si está en poder de otra persona, etc. Los epígrafes señalan a quien pertenecía o quien solicitaba una encomienda, el año, cualquier otro dato de interés y la cita del documento donde se encuentra la matrícula. La primera matrícula documentada, del año 1605, está contenida en un expediente de 1629 en el cual Gerónimo Bermúdez y Frías, en nombre del capitán Alonso Izquierdo, marido de doña Petronila de Mallea, litigaba ante la Real Audiencia contra Pedro de la Barreda Estrada por una encomienda de Valle Fértil. Bermúdez aducía que los indios en disputa eran sujetos al cacique Silpino que estaba encomendado en su representado; entre la documentación incluida en el expediente se encuentra el otorgamiento de la encomienda al capitán Juan Gil de Heredia realizada en 1605 en la que estaba comprendida la gente del cacique Cilpino (que había quedado vacante por dejación de su anterior encomendero Pedro de la Barreda Estrada) y la gente de los caciques Yocampae y Calamanta (vacantes por dejación que había hecho su anterior encomendero Juan de Mallea). Las nuevas listas de encomendados que se realizaron para esta demanda figuran en el Cuadro nº 10. En el otorgamiento de 1605 figuran algunos datos interesantes. En primer lugar se observa cómo a principios de siglo los repartimientos se hacían, del mismo modo que en siglo anterior, mediante el recurso de la cesión de un cacique con todo su grupo dependiente (MICHIELI, Los huarpes

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protohistóricos, pág. 157), sin mención expresa de por cuántos individuos y de qué calidades estaba conformado. En todos los casos aparecen los nombres de los sucesores (generalmente el hijo mayor del cacique, heredero del cacicazgo) porque tanto el cacique como aquél estaban exceptuados del tributo. También en esta temprana época se menciona la nación o etnia a la que pertenecían los indígenas encomendados y el nombre nativo de la tierra de origen; en forma similar se listaban en 1630 los caciques sublevados y castigados por el levantamiento de Valle Fértil (ver Cuadro nº 1). Estas referencias ("provincia de los Gacambis" y "en los Cayampee") permiten certificar que los indígenas de Valle Fértil, sobre todo de la localidad posteriormente conocida como "Las Tumanas", eran de nación yacampis.

Nombre Tierras Observaciones Cilpino (o Silpino) Tumana Guil, provincia

de los Gacambis cacique; sucesor del cacique Chumpeta. Había pertenecido a Pedro de Barreda Estrada quien había hecho dejación de la encomienda.

Yocampae (o Lleocampa) Partinaco cacique; sucesor del cacique Gaçape. Había pertenecido a Juan de Mallea quien había hecho dejación de la encomienda.

Calamanta Agçilanca, en los Cayaampee

cacique; sucesor del cacique Gomean. Había pertenecido a Juan de Mallea quien había hecho dejación de la encomienda.

Cuadro nº 8: Caciques e indios encomendados a Juan Gil de Heredia en 1605

originarios de Valle Fértil (ANC RA 2615, f. 114-116) La segunda matrícula relevada corresponde a un expediente de la Real Audiencia con actuaciones sobre transacciones entre encomenderos que abarcan de 1612 a 1619. Entre los documentos agregados figura la encomienda otorgada en 1613 a Gaspar de Lemos, vecino de la ciudad de San Juan, formada por los caciques Santagua y Caña y sus sujetos, originarios del Río Bermejo y de nación yacampis, que había pertenecido a Baltasar de Lemos. A éstos se agregaban otros dos indios de los que había hecho dejación el mismo Baltasar de Lemos pero que no eran sujetos a los caciques citados. Por primera vez aparecen registrados, además de los caciques y sus sucesores, los indígenas tributarios con sus nombres nativos y algún otro dato de filiación. La matrícula se complementa con otras actuaciones entre las que figura una información que había mandado hacer el capitán Alonso Sarmiento quien reclamaba para sí al cacique Santagua. En ellas se preguntaba al cacique, a través de un intérprete, datos de su filiación y éste respondía que servía a Andrés de Lemos, junto con dos indios llamados Ycano y Alemca, en su casa y viña que

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quedaba a cuatro días de marcha de su tierra y que era de nación yacampis y no capayana y de apellido Aguayucan. En 1614 y 1619 Andrés de Lemos celebró dos escrituras de transacción con García Hernández de Villanueva debido a que se había suscitado una controversia entre ambos porque el último afirmaba que el cacique Santagua era sujeto del cacique Camina y sucesor del cacique Aguamana de su encomienda. El acuerdo celebrado entre ambos y fijado por escritura determinaba que Hernández de Villanueva se quedaba con los caciques Santagua y Caña y su gente y entregaba a cambio a Andrés de Lemos, y por el "derecho dudoso", 1.000 pesos y al cacique Juan Cholompa con sus sujetos como encomendados. Según se afirmaba Cholompa era "guarpe natural del balle de yoca" (localidad de Valle Fértil). De esos indios exceptuaba entregar y se reservaba para sí a un indio carpintero y otros de los que ya había hecho dejación anteriormente y estaban a su vez encomendados en el general Ugalde en los términos de la ciudad de San Juan. El general Juan de Ugalde residía en Santiago de Chile (Cit. de ESPEJO, La Provincia de Cuyo..., pág. 75). Al parecer el trato no se cumplió en forma estricta porque en 1637 Hernández de Villanueva pidió por vía judicial que Gaspar de Lemos Acedía y los otros herederos de Andrés de Lemos le devolvieran los 1.000 pesos pactados por el cacique Santagua (Cit. de ESPEJO, La Provincia de Cuyo..., pág. 100). Con estos interesantes documentos se reafirma que los indios originarios del Río Bermejo, al igual que los de Las Tumanas en Valle Fértil, eran de nación yacampis; también lo eran los indígenas de Guandacol, de la jurisdicción de La Rioja (ANC RA 3031, f. 177 v.-178). Por las preguntas directamente hechas a Santagua y su respuesta es claro que la nación o etnia yacampis se diferenciaba netamente de la capayana. La concreta mención a que el cacique Cholompa era huarpe reafirma que hacia la segunda década del siglo XVII aún existían diferencias marcadas de extracción étnica entre los indígenas encomendados. Al parecer también conservaban su lengua original porque para el interrogatorio realizado al cacique se necesitaron los servicios de un intérprete. Los indígenas yacampis llevaban, además de su nombre propio en lengua aborigen, un "apellido" o nombre de familia, distinto del anterior y del nombre de su nación, tal como se puede observar en la lista de los caciques e indios castigados por las sublevaciones de 1630-33 en Valle Fértil (ver Cuadro nº 1) donde también se aprecia la continuación de algunos de estos nombres y de los apellidos en indígenas del Río Bermejo a través del tiempo.

Nombre Apellido Origen Observaciones

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Santagua (Sanctagua o Santtagua)

Guayucan (o Aguayucan o Aguayuxcan) y An-tapacaste

tierra: Payate (Ampa-yase o Quillixllaguil); nación: yacampis (o yacambis)

cacique; sucesor del cacique Toscuno. Servía en 1619 en la viña de Andrés de Lemos con los indios Ycano y Alemca y figuraba también como sujeto al cacique Caminay (o Camina) y sucesor del ca-cique Aguamana.

Francisco Caña Ca-sensubca

cacique

Salecbu... Pilusapa Jacinto Caningue Aguase con sus hijos Acampill Melchor Guachacan Caechaque Quedaguae hijo de Caechaque Alonso Guacal Guacali no era sujeto a los caciques

mencionados Tamparparo no era sujeto a los caciques

mencionados

Cuadro nº 9: Caciques encomendados en 1613 con todos sus sujetos a Gaspar de

Lemos, vecino de San Juan, naturales del Río Bermejo, que pretendía García Hernández de Villanueva, a su vez encomendero del cacique Juan Cholompa, huarpe,

natural del valle de Yoca. El arreglo se produjo en 1619 entre Andrés de Lemos y Hernández de Villanueva por intercambio de encomiendas (ANC RA 3031, f. 89 v.-

98v.) La tercera matrícula corresponde también al documento de 1629 por el cual Gerónimo Bermúdez y Frías, en nombre del capitán Alonso Izquierdo, marido de doña Petronila de Mallea, litigaba ante la Real Audiencia contra Pedro de la Barreda Estrada por una encomienda de Valle Fértil (ver Cuadro nº 8). Bermúdez aducía que los indios en disputa eran sujetos al cacique Silpino que estaba encomendado en su representado, cuya esposa a su vez había anteriormente litigado contra García Hernández (o Fernández) de Villanueva demostrando que esos indios no eran los sujetos al cacique Suscoye y su sucesor Salaguasino. Barreda Estrada, quien desde 1625 era el propietario de las tierras de Las Tumanas por una merced otorgada por el gobernador de Chile (ANC RA 2965, f. 88 v.-89 v.), afirmaba por su parte en 1629 que Antilus y su familia eran sujetos al cacique Aymeoca y su sucesor Pedro Napayo, de nación "tumanas" en el Valle Fértil, de su encomienda, y que Aymeagua era hijo del cacique Sacagua, sucesor del cacique Suscaybe, de su encomienda.

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En este caso se da el nombre de "tumanas" a la nación, que es el nombre de la tierra de donde era originario el cacique Silpino (ver Cuadro nº 8), en lugar de yacampis. Uno de los encomenderos litigantes era García de Villanueva, quien también aparecía en la disputa de 1619 por el cacique Santagua y su gente (ver Cuadro nº 9) y en 1635 por el cacique Alcalen y sus sujetos contra Cristóbal de Argumedo aduciendo que dicho cacique también se llamada Vehumen o Vchumun (ANC RA 3030, f. 169 v.-170). A su vez su hija, Juana de Villanueva, reclamaba en 1658 (ANC RA 3035, f. 270-270 v.) que Juan Jufré había sacado de su encomienda del Río Bermejo (heredada de su padre) al cacique Chiquipay y lo había llevado ilegalmente a Buenos Aires con sus carretas (ver Cuadro nº 49). Es indudable que dicho García Hernández de Villanueva era un fuerte encomendero de San Juan y trataba por todos los medios, teniendo o no razón, poseer la mayor cantidad posible de indígenas encomendados. Tanto Petronila de Mallea como García de Villanueva aparecerían pocos años despúes como encomenderos de algunos de los indios sublevados del Río Bermejo que fueron reubicados en las cercanías de la ciudad de San Juan (ver Cuadro nº 1).

Nombre Familia Observaciones Silpino (o Sylpino) ...seson Salica heredero del cacique Silpino Mateo Viña Camañi en poder de P. de la Barreda Estrada Tomás sobrino del anterior; en poder de P. de la

Barreda Estrada Galanbao en poder de P. de la Barreda Estrada Machane en poder de P. de la Barreda Estrada Ylliques en poder de P. de la Barreda Estrada Aymeagua (o Aymagua, o Periquillo)

hijo del cacique Sacagua, sucesor de Suscaybe; en poder de P. de la Barreda Estrada

Ampacallo sí en poder de P. de la Barreda Estrada ? hijos de Antilo (o

Antilus), difunto sujetos al cacique Aymeoca y su sucesor Pedro Napayo; en poder de P. de la Barreda Estrada

? hijos de Yapalli, difunto en poder de P. de la Barreda Estrada

Cuadro nº 10: Indios encomendados a Petronila de Mallea en 1628, naturales de Valle Fértil, que le reclamaba Pedro de la Barreda Estrada en 1629 (ANC RA 2615, f. 113 y

137-148) El Cuadro nº 11 lista los caciques encomendados en Pedro de Silva. Desde 1610 la encomienda había pertenecido a su padre, el capitán Pedro de Silva, de quien la había heredado a pesar de la contradicción presentada por el capitán Juan de Larrea, residente en la ciudad de San Juan de la Frontera. En la matrícula aparecen sólo los nombres indígenas de los caciques y algunos

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correspondientes a las tierras de donde eran originarios. No hay otros datos de filiación ni de cuántos indígenas constituían el grupo de cada cacique. Al no haber mención expresa de lugares conocidos por su nombre actual (aunque hay algunos ligeramente parecidos a zonas del límite sur de la jurisdicción de La Rioja, como Guandacol y Famatina) no se puede ubicar el origen de los grupos; si bien es posible que en este caso no se tratara de yacampis porque falta la referencia a los apellidos. Aunque en la documentación no es totalmente evidente, es posible que los indios de esta encomienda estuvieran desde antiguo en Chile, ya que se resaltaba que quien presentaba la contradicción era residente en la ciudad de San Juan.

Nombre Tierras Observaciones Cosla cacique Ynibira cacique Cantanama cacique Lupigueno cacique Chambuleta cacique Gualapa cacique Roynoyunta Guandacole cacique Olemo Famatunto cacique Pasefín Cocabil cacique Conuncacha Pincheconchaguan cacique ? Vnayoye cacique Abastata Casuil balcale cacique El Tacab cacique Gualaitar cacique

Cuadro nº 11: Caciques encomendados con todos sus sujetos a Pedro de Silva, vecino

de San Juan, que pidió en 1628 su hijo homónimo contra el capitán Juan de Larrea (ANC RA 3027, f. 83-83 v.)

Las tres matrículas siguientes (Cuadros nº 12 a 14) corresponden a una misma encomienda, la de los indígenas de Las Tumanas (Valle Fértil), con los cambios producidos durante una década. Figuran en los papeles del juicio entre Gregorio Morales de Albornoz y Jusepe Jofré de Arze, ambos vecinos de San Juan, por la pertenencia de la misma. Según Morales de Albornoz él recibió la encomienda vacante por la muerte del anterior titular Rodrigo de Junco, también vecino de San Juan, quien a su vez la había heredado de su hermano, el capitán Pedro de Barreda. La encomienda es la continuación de la analizada en el Cuadro nº 10, con la cual se relaciona por la ubicación geográfica, el encomendero y la continuación de algunos de los nombres en lengua aborigen de los

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encomendados (como Ylliquis y Aymeagua entre otros) si bien habían cambiado los nombres de los caciques. En este caso correspondía a los cacique Pedro Camate, Pedro Ninacan y Juan Posiguaia con sus sujetos y totalizaba cuarenta tributarios (sin contar uno que había fallecido) y 23 muchachos no tributarios. La toma de posesión de la misma fue realizada en 1643 ante uno de los indígenas en lengua castellana (Cuadro nº 13). La titularidad de la encomienda incluía la obligación para el encomendero por única vez y durante un año de ceder por turnos y a su costa seis indios para colaborar con la edificación del templo de Santo Domingo en la ciudad de San Juan. En ese mismo año Morales de Albornoz también reclamaba que los indios que le habían sido encomendados pudiesen quedarse en su lugar de origen y que otras personas no los llevasen a la ciudad de San Juan para servirse de ellos alejándolos de sus familias tal como estaba sucediendo, sobre todo teniendo en cuenta que la tasa de Laso de la Vega de 1635 establecía que los indios encomendados podían alquilarse voluntariamente exclusivamente a no más de cuatro leguas de su lugar de residencia. Jofré de Arze en cambio aseguraba en 1644 que tenía la posesión de los indios sujetos al cacique Juan Paciguayao y su sucesor Pedro Caligua y que Rodrigo de Junco le había quitado y retenido algunos de estos indios que eran: "...geronimo silpian casado con muger ehijos, Joan hijo detomas vaquero, y su hermo lorenço, xpoual gualcuia y Antonio gallapai..." (ANC RA 1874, f.10). Estos figuraban como naturales del pueblo de "los rematos" en Valle Fértil. Para fundamentar su solicitud presentaba un pedido realizado en 1636 para que se le encomendaran trece indios sujetos al cacique Juan Pasiguayao y su heredero, naturales del pueblo de "los Tumanas" en el Valle Fértil (Cuadro nº 12). Finalmente la encomienda fue confirmada a Gregorio Morales de Albornoz (Cuadro nº 14) tal como figura en el título y matrícula presentados a su vez por su hijo Juan Gregorio Morales de Albornoz en 1677 en ocasión de pedir la titularidad que le correspondía como heredero (ver Cuadro nº 21). Los tres cuadros analizados revelan que para ese tiempo (cuarta década del siglo) las encomiendas ya se otorgaban haciendo mención de todos los indios tributarios con sus nombres propios e incluso algunos otros datos de filiación de tipo familiar; también se citaba -teniéndolo muy en cuenta- la cantidad de

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jóvenes y niños varones que serían los futuros tributarios. En estas matrículas aparece por primera vez la mención a individuos con adopción de apellido español que indica oficio especializado como "vaquero" y "carpintero"; se habían perdido en cambio los "apellidos" o nombres de familia así como las referencias a nación o etnia, junto con el uso común de la lengua indígena ya que para 1643 la toma de posesión de la encomienda ante uno de los indígenas se realizó en lengua castellana sin necesidad de intérprete.

Nombre Observaciones Juan Passiguayao "su heredero" sucesor del cacique Miguel Duro Juan Quilpis Guanpalao Martín Jumali Diego Chaquirta Sebastián Ylienco Juan Macassao Francisco Ñamio Mateo Llangatay Pedro Yrecamux Pedro Aymiagua Miguel Anquia Miguel Fragua Andrés Ylliquis Pedro Machanic Juan Salayan TOTAL VARONES: 17 Cuadro nº 12: Matrícula de los indios del pueblo de "los Tumanas" (Valle Fértil) que

pidió como encomienda Jusepe Jofré de Arze en 1636 (ANC RA 1874, f. 25)

Nombre Estado civil Hijos Observaciones Pedro Camate cacique Pedro Ninacan cacique Juan Posiguaia (Paciguayao o Paciguay) cacique Pedro Caligua sucesor del cacique Juan

Posiguaia Francisco Inquinpca Pedro Ichanpi Pedro Tutuda Alonso Carpintero Cristóbal Pisan Marcos Caguaylaba Bartolomé Juan Pigsaia Lorenzo hijo de Tomás Vaquero [?]

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Miguel Sicuña Gerónimo Silpiyan (o Silpian) casado 3 Bartolo hijo de Gerónimo Silpian Diego hijo de Gerónimo Silpian García hijo de Gerónimo Silpian Cristóbal Bianguayan (o Piamguavan) Cristóbal Gualcuia (o Gudecuta) Miguel Iauqui Antón Posimulano Rodrigo Isibi Alonso Ayminto Mateo Tancaia Alonso Sigaia Martín Juan Cantacalo Lucas Tricaham Melchor Cabiculipeo Juan Chumbeta Domingo Silpiolla Pablo Carpintero Juan hijo de Tomás Vaquero [?] Gonzalo Diego Beumenio Pedro Canpil Alonso Juan Sacagua Diego Juan Francisco Caxa Gaspar muerto Antonio Gallapai (o Antón Sallapay o Sallgan) TOTAL VARONES: 44

Cuadro nº 13: Matrícula de los indios de Las Tumanas (Valle Fértil) que quedaron vacos por la muerte del encomendero, cap. Rodrigo de Junco, vecino de la ciudad de San Juan, y que se disputaban G. Morales de Albornoz y J. Jufré de Arze (1643-44).

Originalmente eran 3 caciques, 41 tributarios y 23 muchachos (ANC RA 1874, f. 3-15)

Nombre Observaciones Pedro Caniate (o Cam...) cacique “su sucesor” Pedro Ninacan cacique "su sucesor" Juan Pasiguayao (Pasiguya o Pasiguaya) cacique "su sucesor" Francisco Yngusupea (o Ynquisupea) Pedro Ychanpi Pedro Tutuda

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Alonso Carpintero Cristóbal Pizan Marcos Zapilaua (o Zaquilava) Bartolomé Juan Pigsaya Antonio Sivilague (o Sivilagua) García Vlima Alonso Chamaca Miguel Sicuña Gerónimo Silpiyan Cristóbal Pianguayan (o Piamguavan) Cristóbal Gudulguza (o Padulguza) Miguel Yanqui (o Jauqui) Antonio Pasimulana Rodrigo Isib (o Ysib) Alonso Ayminto Mateo Tancaya Alonso Zigaya (o Zipaya) Martín Juan Cantacala (o Cantacalo) Lucas Tucaham (Tucaha o Tucan) Melchor Cauicusipea (o Caniculipea) Juan Chumbeta Pascual Juan Ubica Amano (o Vbica amano) Felipe Cucipea (o Culipea) Domingo Silpiolla Pablo Carpintero Juan Gonzalo Diego Leu...erco (o Beumerea) Pedro Campil Alonso Juan Sacaagua (o Sacagua) Diego Juan Francisco Cassa (o Cajas) Paspan (o Gaspar) muerto TOTAL VARONES: 47

Cuadro nº 14: Matrícula de los indios del capitán Gregorio Morales de Albornoz, de Valle Fértil, que había poseído anteriormente el capitán Rodrigo de Junco (1643) (ANC

ES 343, f. 23-24 v.; CG 554, 227-229 v.) Las matrículas representadas por los Cuadros nº 15 y 16 corresponden a los indígenas originarios del pueblo de Pismanta (actual valle de Iglesia). En 1649 quedó vacante, por su fallecimiento, la encomienda que en segunda vida (es decir, como herencia) había poseído Francisco Pastén -o Pastene-, vecino de Santiago. La mayoría de estos indígenas (incluso el cacique) servían en la estancia del capitán Juan Pastén, pariente del anterior, y dos de ellos, padre e

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hijo, lo hacían para el principal De Córdova. Tanto la familia Pastén como la familia De Córdova descendían de encomenderos cuyanos residentes en Santiago con permiso del gobernador Ulloa (Cit. de ESPEJO, La Provincia de Cuyo..., pág. 63 y 85). Ante su pedido y de acuerdo con la detallada matrícula que presentó (Cuadro nº 15) se le otorgó la encomienda al Lic. Juan del Pozo y Silva en ese mismo año; también éste era residente en Santiago de Chile y actuaba como abogado de la familia De Córdova y curador de una de sus integrantes que era menor de edad (Cit. de ESPEJO, La Provincia de Cuyo..., pág. 133). Pedro de Iturgoien y Amassa, a su vez, había hecho oposición a la encomienda con presentación de una matrícula algo diferente y bastante insegura en cuanto al lugar de residencia y trabajo de los indígenas (Cuadro nº 16); por ella pedía que se le encomendasen "Los quales dhos indios. ylos demas que paresieren ser del pueblo de Pismanta dela Provinzia decuio..." (ANC RA 1370, f. 13 v.). El hecho de que los diferentes y sucesivos titulares de esta encomienda fueran residentes de Santiago de Chile y la mención en la matrícula de otorgamiento de la encomienda de que los indígenas servían para las familias Pastén y De Córdova sugiere que los indígenas originarios de Pismanta (hacia mediados del siglo y desde mucho tiempo atrás) estaban en Chile y no en su lugar de origen; este hecho se ve confirmado por las actuaciones posteriores de un litigio entre Pozo y Silva y Amassa donde se aseguraba que los indios de Pismanta andaban vagando, especialmente los que debían estar en Santiago (Cit. de ESPEJO, La Provincia de Cuyo..., pág. 142).

Nombre Edad Estado civil Hijos Ubicación Observaciones Gabriel "en la estancia

del capitán Juan Pastén"

cacique del pueblo de Pismanta

Cristóbal casado 2 " Juan " hijo de Cristóbal; tri-

butario ? 11 años " hijo de Cristóbal Pedro Quil-quil

"

Diego Pis-manta

"

Juan Toro[?] " Diego casado con Isabel "

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Alonso más de 50 años

casado "

Felipe casado 2 " Diego " hijo de Felipe; tribu-

tario ? 10 años " hijo de Felipe Pedro casado con Inés 2 " Gabriel 16 años " hijo de Pedro Juan 14 años " hijo de Pedro Home Cal-chague [?]

casado 1 "

Tomás " hijo de Home cal-chague [?]

Juan " Francisco 1 "en el Prin-

cipal de Cór-dova"

Damián " hijo de Francisco TOTAL VARONES: 20 TOTAL MUJERES: al menos 6 Cuadro nº 15: Matrícula de los indios del pueblo de Pismanta vacantes por muerte del capitán Francisco Pastén; fueron encomendados al Licenciado Juan del Pozo y Silva

(1649). Ambos encomenderos eran vecinos de la ciudad de Sgo. de Chile (ANC RA 1370, 8-10 ; RA 3034, f. 1v.)

Nombre Edad Estado civil Hijos Ubicación Observaciones Cristóbal 40 años casado 1 Martín 9 años hijo de Cristóbal Gerónimo 30 años casado 3 Lorenzo 3 años hijo de Gerónimo Bartolo 2 años hijo de Gerónimo Domingo 1 año hijo de Gerónimo Lorenzo 40 años casado Domingo 20 años soltero Juan 18 años soltero Francisco 10 años hijo de Luisa Alonso 12 años Alonso casado no sabe donde

asiste "ausente"

Tomás casado " "ausente" Hernando " "ausente" Bartolo " "ausente" Antón Simón " "ausente" Luis " "ausente" TOTAL VARONES: 17 TOTAL MUJERES: al menos 6

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Cuadro nº 16: Matrícula de los indios "que parecen" ser del pueblo de Pismanta que

fueron pedidos para ser encomendados a Pedro de Iturgoien y Amassa (1649)(ANC RA 1370, 13-13 v.)

En 1649 el capitán Juan Ruiz de la Cuesta, vecino de Cuyo, pidió al gobernador de Chile, como heredero de su padre, la encomienda de los indios que por muerte de doña María Carrillo viuda del capitán Juan de Escobar, habían quedado vacantes. La encomienda era en las Lagunas del Encón y según la matrícula (ver Cuadro nº 17) los indígenas no tenían cacique y efectivamente eran tres tributarios, dos muchachos y un viejo reservado; asimismo se tenía noticia de que habían otros que se hallaban ausentes. La encomienda fue otorgada tal como se solicitaba.

Nombre Observaciones Francisco tributario Gaspar tributario Gaspar tributario Jusepe muchacho Bartolomé muchacho Pedro viejo reservado TOTAL VARONES: 6

Cuadro nº 17: Matrícula de los indios de la encomienda del capitán Juan Ruiz de La Cuesta en Las Lagunas del Encón, que estaban sin cacique y algunos ausentes; habían

quedado vacantes por muerte de María Carrillo (1649) (ANC CG 500, f. 104) El Cuadro nº 18 corresponde a la memoria dada por Gaspar de Lemos (vecino de San Juan) posiblemente en 1652, sobre los indios que formaban la encomienda que había quedado vacante en San Juan por muerte del vecino García de Tobar -quien a su vez la había poseído en segunda vida- y que finalmente fue otorgada a Francisco de Pedraza. El documento original, que es de muy difícil lectura, está contenido al final del volumen 476 del Fondo Capitanía General de Archivo Nacional de Chile y fue anteriormente incompleta e incorrectamente citado por otros autores (ESPEJO, La provincia de Cuyo..., pág. 147-148; DÍAZ COSTA, Topónimos y gentilicios..., pág. 5) dándolo exclusivamente como una encomienda del pueblo de Mogna. En realidad se trata de una encomienda bastante particular formada por la unión de tres grupos de distinto origen geográfico, aunque cercano, con sus respectivos cacique e indios: el cacique Juan Sancama, de Mogna; el cacique

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Francisco Curaquilla, de Angacao (posteriormente conocido como Jáchal) y el cacique del Río Bermejo, Alonso Silpicona. En los tres casos se puede apreciar que los sujetos a los caciques eran en realidad familias. Entre los sujetos al cacique de Mogna figura Juan Aguapilla, al parecer uno de los hijos del viejo Quilintai. Para 1659 Juan Aguapilla figura en otro documento (ANC RA 3035. f. 94) como cacique del valle de Xata marca, Xatamalca o Jatamalca (ver Cuadro nº 49) dado por el defensor general de los naturales del reino de Chile. El documento, un pedido de amparo, señalaba un origen dudoso de su cacigazgo porque era hijo natural de María Duimilo, hija a su vez del antiguo cacique principal Martín Duymilo. Si bien en el documento no se aclara dónde quedaba dicho lugar y el nombre no se ha conservado en la actualidad, por otro documento de 1754 se pudo ubicar la denominación de Sierra de Jatamalca o Yatamalca para la identificada como la actual Sierra de Mogna, ya que era la que formaba el límite occidental de la estancia que regaba el llamado "río de Mogna" (hoy río Jáchal) e incluía la aguada de Famacoa; dicha estancia fue otorgada en esa fecha al maestre de campo Juan de Echegaray (superintendente y fundador de la villa de Jáchal) teniendo en cuenta que anteriormente había pertenecido a su suegro Joseph de Lasiar (ANC CG 151, f.132-140). De tal modo puede considerarse como muy posible la identidad entre las zonas de Xatamalca y Mogna y que en la misma década figuraban como caciques del mismo lugar dos personas diferentes (en 1652 Juan Sancama y en 1659 Juan Aguapilla) bajo distintos encomenderos (Francisco de Pedraza y Catalina de los Ríos respectivamente); cuando esta última murió dejó vacante la encomienda que fue otorgada en 1675 a Jacobo de Lasiar (ver Cuadro nº 19) figurando nuevamente como del "pueblo de Mogna". Uno de los indígenas sujetos a Francisco Curaquilla, cacique de Angacao (posteriormente Jáchal) -que posiblemente era hijo de otro indígena llamado Cuntala- se encontraba en La Rioja, seguramente alquilado o enviado por su encomendero ya que figura explícitamente en la matrícula. Por otra parte el indio Aimimana y el mismo Cuntala, sólo cuatro años después de realizado el registro, figurarían también en La Rioja junto con otros indígenas también originarios de Angacao y sujetos al cacique Quarquilla (¿o Curaquilla?) o al cacique Alonso Cantama con conocimiento de su encomendero, el capitán Gerónimo de Uliarte (ver Cuadro nº 49) quien mandaba cobrar el tributo, dando lugar a otra confusa superposición de encomiendas. Como la encomienda analizada estaba formada por la agrupación de caciques e indios de distinto lugar se infiere que la misma estaba establecida en un sitio diferente y no en alguno de los originarios. El hecho de que la memoria

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fuera realizada por Gaspar de Lemos, quien era vecino de San Juan y que posteriormente (1657) existiera una queja de su encomendero porque sus indios eran sacados por Jacinto de Urquizo u otros vecinos de San Juan hacia Buenos Aires, permite pensar que dicho sitio era la ciudad de San Juan o sus proximidades, si bien Pedraza residía en Santiago (Cit. de ESPEJO, La Provincia de Cuyo..., pág. 147-148).

Nombre Edad Estado civil Hijos Ubicación Observaciones Juan Sancama 1 cacique de "Mocna" Juan hijo del cacique Gonzalo casado 1 ? "pequeño" hijo de Gonzalo Quilintai "viejo" 5 Francisco hijo de Quilintai Juan Aguapilla hijo de Quilintai (?) Ayunta hijo de Quilintai (?) Choquen hijo de Quilintai (?) Tolosio hijo de Quilintai (?) Alonsillo 1 ? hijo de Alonsillo Torano (?) Cristóbal "con 2 nietos varones" Luis 1 "el contador" ? hijo de Luis Francisco Curaquilla

cacique de Angacao

Aimimana Cuntala 2 Pacia camil casado 4 hijo de Cuntala ? hijo de Pacia camil ? hijo de Pacia camil ? hijo de Pacia camil ? hijo de Pacia camil Conca San Vic (?)

"está en La Rioja" hijo de Cuntala (?)

Alonso Silpicona 1 [¿cacique de?] "el Río Bermejo"

? hijo de Silpicona Antón hermano de Silpicona Felipe 1 ? hijo de Felipe Chilinca 1 ? hijo de Chilinca ? hijo de Mateo ? hijo de Mateo Alonsito Agustín Jacinto TOTAL VARONES: 37

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Cuadro nº 18: Memoria de los indios de la encomienda que había quedado vacante por muerte de su encomendero García de Tobar (1652) originarios de Mogna, Angacao y

Río Bermejo, dada por Gaspar de Lemos (ANC CG 476, f. 277-278) El Cuadro nº 19 resume la matrícula que acompaña al título de la encomienda otorgada al capitán Jacobo o Jacomedes de Lasiar en 1675. Dicha encomienda correspondía a los indios del pueblo de Mogna y había vacado por muerte de Catalina Flores de los Ríos; en documentos anteriores (ver Cuadro nº 49 y comentarios al Cuadro nº 18) la misma persona figuraba como encomendera de Juan Aguapilla, reputado como cacique del valle de Xatamalca. Tal hecho reafirma la identidad de ambos lugares. En esta matrícula los indígenas no están citados con su nombre aborigen sino sólo por el español, y figuran los nombres de sus esposas y la cantidad de hijos de cada matrimonio, tal como se verá registrado durante los años siguientes. Dos de los varones tributarios (padre e hijo) y una de las mujeres casadas se encontraban en la Gobernación del Tucumán con conocimiento de su encomendero, posiblemente alquilados; dos indios solteros figuran como "huidos" de la encomienda. Llamativamente se listan dos caciques llamados Pascual; no parecen ser la misma persona porque uno era casado y el otro soltero. Según la documentación la matrícula fue levantada en San Juan por el capitán Jofré de Arze con la presencia de otros vecinos que conocían a los indígenas citados.

Nombre Edad Estado civil Hijos Ubicación Observaciones Pascual casado con

Beatriz 1 cacique

? 6 años hijo de Pascual Álvaro viudo 1 "está en la

Gobernación"

Diego "está en la Gobernación"

tributario; hijo de Ál-varo

Francisco casado con Catalina

2

? hija de Francisco ? hija de Francisco Melchor casado con

Bartola 3 la mujer "está en la

Gobernación"

? hija de Melchor ? hija de Melchor ? hija de Melchor

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Clemente casado con Petrona

3

? "de teta" hijo de Clemente ? 6 años hijo de Clemente ? hija de Clemente Tomás casado con

Juana

Juan soltero huido Agustín soltero huido Pascual soltero cacique Gerónimo soltero "aún no tributa" TOTAL VARONES: 14 TOTAL MUJERES: 11

Cuadro nº 19: Título de la encomienda del capitán Jacobo de Lasiar de los indios originarios del pueblo de Mogna, que vacaron por muerte de Catalina Flores de los

Ríos (1675) (ANC ES 343, f. 91-92) El Cuadro nº 20 corresponde a la matrícula que acompaña al título de una encomienda otorgada en 1677 al alférez real de la ciudad de San Juan Nicolás Gil de Quiroga que había quedado vacante por muerte de su anterior encomendera. Los indios no tenían cacique y eran originarios de una viña cercana a la ciudad, donde probablemente vivían y servían. Ninguno de los encomendados está citado con nombre aborigen y por primera vez en los registros del siglo aparece citada una mujer como titular de una familia (y posiblemente como tributaria); dicha mujer figura también como madre de tres niños naturales habidos de un indio casado perteneciente a otra encomienda quien sí conservaba su nombre indígena.

Nombre Edad Estado civil Hijos Observaciones Pedro 40 años natural de una viña a una legua de la

ciudad Marcos casado natural de una viña a una legua de la

ciudad Pedro casado natural de una viña a una legua de la

ciudad Mariana 3 Alonso 12 años hijo de Mariana, habido de un indio

casado llamado Felipe Tuttula de la encomienda de Julián de Mallea

Felipe 10 años hijo de Mariana, habido de un indio

casado llamado Felipe Tuttula de la encomienda de Julián de Mallea

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Francisco 7 años hijo de Mariana, habido de un indio casado llamado Felipe Tuttula de la encomienda de Julián de Mallea

TOTAL VARONES: 6 TOTAL MUJERES: al menos 3

Cuadro nº 20: Título de la encomienda del alférez real Nicolás Gil de Quiroga de los indios que vacaron por muerte de Juana de Villanueva (1677) (ANC ES 343, f. 175)

El título de la encomienda otorgada en 1677 a don Juan Gregorio Morales de Albornoz, vecino de la ciudad de San Juan, contiene la matrícula de la misma que se resume en el Cuadro nº 21. La encomienda era en segunda vida y le correspondía como herencia de su padre el maestre de campo Gregorio Morales de Albornoz. Los indígenas eran naturales y originarios de Valle Fértil y posiblemente descendientes de los listados en los Cuadros nº 13 y 14. Como puede observarse comparando los tres cuadros, el único nombre indígena que continuaba después de más de treinta años era el de Juan Sacagua (ignorándose si correspondía o no a la misma persona), con la diferencia que en la nueva encomienda éste figuraba como uno de los dos caciques listados. Otro de los indígenas llevaba un nombre al parecer también de origen indígena, aunque es de muy difícil lectura en los dos documentos en que figura. Tal como sucedía en las décadas anteriores, en esta encomienda aparece como apellido español adoptado el de "vaquero" con obvia referencia a un oficio especializado.

Nombre Edad Estado civil Hijos Observaciones Clemente Juan Sacagua soltero cacique Alonso soltero 4 cacique Francisco tributario; hijo de Alonso Sebastián casado tributario; hijo de Alonso Pedro hijo de Alonso Domingo hijo de Alonso Martín casado 3 Ventura casado hijo de Martín Diego hijo de Martín García casado hijo de Martín García casado Gonzalo casado Andrés casado 3 Lucas 10 años Lorenzo Lorenzo casado

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Rodrigo Juan Bartolo Josephe 6 años Clemente 7 años Cristóbal 9 años Gonzalo 5 años Alonso Perraros[?] (o Pernacos)

soltero tributario

Juan Vaquero casado Marcos 8 años hijo de Juan, difunto Matheo 7 años hijo de Juan, difunto Alonso 6 años Diego soltero TOTAL VARONES: 30 TOTAL MUJERES: al menos 9

Cuadro nº 21: Título de la encomienda de los indios originarios de Valle Fértil del capitán Juan Gregorio Morales de Albornoz hijo, heredados de su padre, vecino de San

Juan de la Frontera (1677) (ANC ES 343, f. 21 v.-22; CG 554, f. 232-232 v.) En 1678 el capitán don Juan de Oro Bustamante recibió título de la encomienda que le correspondía en segunda vida por muerte de su padre el general Juan Bautista de Oro Bustamante. Según el documento la encomienda constaba de diecinueve indios aunque en total se registraban veintiuno entre adultos y niños tal como se resume en el Cuadro nº 22. El anterior encomendero a su vez la había obtenido en 1655 a la muerte del capitán Francisco Jofré de Arze; la petición que había presentado oportunamente señalaba que "...por muerte del cappan franco Jofre de Arze an bacado los indios siguienttes en la dha ciud de San Juan- Dn Gabriel cazique = Juan Carpio = Augustin = hernandillo = hernandillo = Antton = Andresillo = Alonso eldiona = sicaia caizique =" (ANC ES 343, f. 277 v.-278). Entre una y otra lista de encomendados no existe una correspondencia de nombres indígenas, aunque sí en el nombre español del cacique. En la encomienda antigua se nombran dos caciques en total y ninguna aporta datos sobre el origen de los indígenas encomendados.

Nombre Edad Estado civil Hijos Observaciones Gabriel cacique Fernandillo 50 años 1 ? 5 años hijo de Fernandillo

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Gerónimo casado Felipe casado 1 ? 4 meses hijo de Felipe Pedro viudo Andrés Barranca casado 3 Andrés Ba-rran

14 años hijo de Andrés

Gregorio hijo de Andrés Bartolomé hijo de Andrés Luis casado Juan ...6 años 1 Santos 10 años hijo de Juan Gaspar tributario Asencio 7 años Tomás 8 años Juan 40 años 1 Juan 25 años hijo de Juan Alonso Barranca 25 años 1 Pedro hijo de Alonso TOTAL VARONES: 21 TOTAL MUJERES: al menos 4

Cuadro nº 22: Título de la encomienda en segunda vida del capitán Juan de Bustamante que le correspondía por muerte de su padre Juan Bautista de Oro y

Bustamante (1678) (ANC ES 343, f. 277-278.) Los cuadros siguientes (Cuadros nº 23 a 43) corresponden a matrículas incluidas en un mismo documento de 1695 (ANC CG 555, f. 68 ss) que había sido publicada resumidamente por Espejo (ESPEJO, la Provincia de Cuyo..., pág. 403-405). El origen del mismo se remontaba a una Real Cédula dictada por la Corona en 1678 por la cual se ordenaba a las autoridades de la Gobernación de Chile hacer el reconocimiento de las encomiendas que había en cada provincia; en cumplimiento de lo expresado el gobernador de Chile, Tomás Marín de Poveda, en 1693, "Mando quetodos los Vezinos deeste rreino ydemas personas que poseyeren encomiendas enel manifiesten los titulos conque las gozan, y poseen dentro deocho dias de Comofuere publicado esteauto y quese despachen Provisiones atodos los Corregidores delas Ciudades y Partidos deeste rreino para quelo agan publicar en sus distritos yrrecojan las encomiendas queante ellos sepresentaren y asimismo aga numerazion ymatricula delos yndios queseallaren en suJurisdizion contoda claridad desus nombres hedades yfamilia ydequepueblo y [...ilegible...] originarios yaque encomiendas pertenezen..." (ANC CG 555, f. 68-68 v.).

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En 1695 el corregidor de Cuyo Juan de Urdinola ordenó a su vez desde Mendoza que los tenientes de corregidor de San Juan y San Luis cumplieran lo expresado y remitieran los registros de las encomiendas inspeccionadas en el término de los treinta días de su publicación. El teniente de corregidor de San Juan, el capitán Manuel de Tobar Urquizo concretó lo mandado con fecha 9 de junio de 1695, pregonando la orden, registrando los títulos que poseían los encomenderos y realizando las matrículas de los indios con los datos requeridos: "Enla Ciud de snJun dela frontera en nuebe dias del mes de junio de Mill Y seys Sientos Y no benta Y sinco años Yo el Capn Manu El detobar YVrquiso Lugar ttheniente de Correjidor Justisia Mayor YCapn agerra enesta dha Ciud Ysu Jurisdision por su Magd quedios gde= Por Cuanto meremitio elg

l don Juan

deVrdinola Lugar ttheniente deCappn gl Correjidor y Justisia Mayor de esta probinsia deCuio El aVto del señor don tthomas Marin depobeda Caballero del horden deSantiago delconsejo desuMagd enel supremo degerra gobernador yCapppn gl del reyno de chile Y presidente desu real aVdiensia enque Manda suseñoriaParez can con sus titulos YenComiendas de mersedes deyndios YLomas dedusido endho aVto dentro de ocho diaz deSu publicasion deeste aVto sufecha enla Ciud delaConsepsion de chile en dose diez delmes dejunio de Mil, yseys sientos yno benta y trez añoz= Como asi mismo Parese por dho aVto el obedesimiento dedho orden del sor

gobernador queyso ymando publicar El gl dn

Juan deVrdinola enla Ciud demendosa entreynta diaz del Mes de mayo de Mil Yseys sientos Yno benta Ysinco añoz en que Mando saCar Vn tanto de su original yrremitir asuJusgado Las enComiendaz que se presentaren enEl termino delos treynta diaz Ylo demaz de dusido en Los aVtos pro beydos enesta rason Yen obedesimiento demez Juesez superiorez para darle su exeCusion yCmplimiento= enesta dha Ciud en nueba diaz de este presente mez Yaño Yo dho Justisia Mayor ysepregonar Ypregone todos los hordenez referidos todos deberbo y berbo enlaplasa publica deesta dha ciud ason deCaja degerra en ConCurso delos besinos enComenderoz Ymoradorez quepresentez fueron como alas trez oCuatro dela tarde que que [sic] aCudieron Eldho conCurso alas fusta delsr dela otaba delcorpus Y porque dhos ordenes sepregonaron por bos de pregonero de Martin negro mi ezclavo enbos alta para quellege anotisia detodos asi Lopor bey mande Yfirme contestigos por falta de esCribano publico ni Rl detodo Locual do Yfe cuanta debo Ypuedo en dero- ... Por quanto combiene adar execusion YCumplimiento alos aVtos Yordenez del señor don tthomas Marin depobeda Caballero delorden de Santiago delconsejo desuMagestad enEl supremo de Gerra gobernador YCapitan genl del reyno de chille; Ypresidente de sureal aVdiensia enque me manda su, SSa Por su aVto despachado en La ciud de Snttgo de chile aseys de Mayo de estepresente año demil y seys sientos Ynobentay sinco en que meManda aga numerasion YmatriCula delos Yndioz que se allaren

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enezta Juridision de esta dha ciud contoda diztinsion Claridad desus nombrez hedades Yfamiliaz y deque pueblo orredusion son orijinarios Yaque enComiendaz pertenesen es enla forma Y manera siguiente-..." [continúan las matrículas] (ANC CG 555, f. 70). La primera matrícula registrada fue la de la encomienda de Joseph de Lasiar, formada por indígenas originarios del pueblo del valle de Mogna (ver Cuadro nº 23). Por lo expresado sólo el cacique Nicolás Cantintucla residía en su pueblo original y un muchacho de 15 años servía a su encomendero en el lugar de residencia de este último; se ignora dónde estaban los otros encomendados. Posiblemente esta encomienda fuera la continuación en segunda vida de la dada a Jacobo de Lasiar en 1675 (ver Cuadro nº 19), también del pueblo del valle de Mogna, conocido también como de Xatamalca (ver Cuadro nº 49). El nuevo encomendero, Joseph de Lasiar fue posteriormente (en 1710) beneficiado con una merced de tierras que pidió haciendo constar que era "sin perjuicio de los indios", cuyos límites consistían en "...por la parte de El sur la junta delos Rios mogna Ybermejo ypor la parte de El oriente el dho Rio bermejo Ypor la parte de El Norte el camino del valle fertil Ypor la de El poniente la sierra de Yatamalca..." (ANC CG 151, f. 137).

Nombre Edad Estado civil Hijos Ubicación Observaciones Nicolás Cantintucla

25 años casado “asiste en su dicho pueblo de Mogna”

cacique

Clemente 50 años viudo 3 Blas 22 años soltero hijo de Clemente Antonio 15 años hijo de Clemente Micaela hija de Clemente Álvaro 28 años casado con Francisca 1 Antonio 1 año hijo de Álvaro Diego 36 años casado con Dominga 4 Ignacio 9 años hijo de Diego Bernarda hija de Diego María hija de Diego ? recién

nacida hija de Diego

Antonio 15 años "está con su encomendero"

TOTAL VARONES: 9 TOTAL MUJERES: 6

90

Cuadro nº 23: Matrícula de los indios de la encomienda de Joseph de Lasiar, "naturales del pueblo del valle de Mogna" (1695) (ANC CG 555, f. 71)

La matrícula de la encomienda perteneciente al capitán Marcos de Molina Vazconselos se lista en el Cuadro nº 24. Corresponde al cacique Lorenzo Olayan quien era originario y vivía en Las Tumanas. El grupo estaba integrado por una mayoría de mujeres.

Nombre Edad Estado civil Hijos Ubicación Observaciones Lorenzo Olayan

39 años viudo reducido en su pueblo de Las

Tumanas

cacique

Francisco 25 años soltero Juan 26 años casado con Margarita 1 Francisca "de pecho" hija de Juan Juan 24 años soltero Bartolo 31 años casado con Micaela Santiago 23 años casado con Margarita Pablo 9 años Mateo 11 años Agustina viuda Beatriz Micaela Petrona Juana viuda TOTAL VARONES: 8 TOTAL MUJERES: 9 Cuadro nº 24: Matrícula de los indios de la encomienda del capitán Marcos de Molina

Vazconselos de Las Tumanas (1695) (ANC CG 555, f. 71- 71 v.) El Cuadro nº 25 corresponde a la encomienda del capitán Diego Jufré de la Guardia de indios del Río Bermejo bajo el cacicazgo de don Bartolo Namio. En la matrícula figura también el sucesor en el cacicazgo a quien le correspondía por ser el hijo mayor habido en el primer matrimonio del cacique; éste conservaba el mismo nombre indígena del padre mientras que el hijo menor no. Ambos estaban en su pueblo con su padre. De los hombres jóvenes, cinco habían huido de la encomienda, en general hacia la Gobernación del Tucumán. Un viudo tributario estaba en Córdoba; en este caso se encontraba allá con la aceptación del encomendero ya que así lo señalaba.

Nombre Edad Estado civil Hijos Ubicación Observaciones Bartolo Namio

52 años casado con Mariana 2 (primer matrimonio)

"su pueblo en el Río Bermejo"

cacique

91

Antonio Namio

23 años soltero "está en su pueblo con su

padre"

hijo de Bartolo; suce-sor en el cacicazgo por ser el mayor

Agustín 21 años "está en su pueblo con su

padre"

hijo de Bartolo

Bernabé 25 años casado con Margarita 1 Bernabé 5 años hijo de Bernabé Pascual 23 años soltero Juan 23 años casado con María Bartolo 23 años casado con ...tola Domingo 43 años casado con María 1 Pascual 15 años hijo de Domingo Lázaro 30 años casado con ... 1 Lázaro 15 años hijo de Lázaro Pascual 23 años soltero Domingo 25 años soltero Juan 21 años soltero Gerónimo Cayca

23 años "huido en las provin-cias del Tucumán"

Agustín 25 años "huido" Juan Largo 43 años viudo "en la provincia del

Tucumán de Córdoba" Bartolo 23 años "huido en Co..." ? ? hijo de Gerónimo

"huido en el Tucumán"

? ? hijo de Gerónimo "huido en el Tucumán"

Juan 10 años Francisca Micaela Teresa Ana Catalina TOTAL VARONES: 22 TOTAL MUJERES: 11 Cuadro nº 25: Matrícula de los indios de la encomienda del capitán Diego Jufré de la

Guardia en el Río Bermejo (1695) (ANC CG 555, f. 71 v.-72) La matrícula de la encomienda del capitán Francisco de Robledo está resumida en el Cuadro nº 26. Corresponde a un pequeño grupo familiar formado por el varón, su esposa y dos hijos pequeños reducidos en la ciudad de San Juan y de quienes se desconocía su origen.

Nombre Edad Estado civil Hijos Ubicación Observaciones

92

Diego 30 años casado con Agustina

2 "no tiene pueblo"; reducido en la ciudad de San Juan

Jusepe 4 años hijo de Diego Magdalena 1 año y medio hija de Diego TOTAL VARONES: 2 TOTAL MUJERES: 2 Cuadro nº 26: Matrícula de los indios de la encomienda del capitán Francisco Robledo

reducidos en la ciudad de San Juan (1695) (ANC CG 555, f. 72)

El Cuadro nº 27 corresponde a la encomienda del capitán Pedro de Mesa y Zúñiga que estaba administrada por el teniente Juan de Ceballos; llamativamente en la matrícula se afirma que la encomienda no tenía pueblo ni cacique. Estaba conformada por igual cantidad de hombres que de mujeres y uno de los varones en edad de tributar se encontraba ausente, posiblemente huido. El documento no aclara dónde residía el encomendero ni dónde estaba asentada la encomienda y cuáles eran las razones por las que estaba administrada por otra persona. Es posible que fuera porque los encomendados no servían en el mismo lugar de residencia del titular. En 1699 esta encomienda fue declarada vacante por falta de confirmación porque los indígenas no se encontradan en la jurisdicción de San Juan (ver Cuadro nº 46).

Nombre Edad Estado civil Hijos Observaciones Jacinto 28 años casado con María Alonso 38 años viudo 2 hermano de Jacinto Juan 5 años hijo de Alonso Ignacia hija de Alonso Bartolo 34 años casado con Micaela Bartolo 24 años "ausente" Cristóbal 44 años casado con María Angelina soltera Pascuala soltera TOTAL VARONES: 6 TOTAL MUJERES: 6

Cuadro nº 27: Matrícula de los indios de la encomienda del capitán Pedro de Mesa y Zúñiga administrada por el teniente Juan de Ceballos sin cacique ni pueblo (1695)

(ANC CG 555, f. 72) La encomienda del capitán Juan Gregorio Morales de Albornoz no tenía cacique y ningún indio mantenía nombre en su lengua. La mención a que "parecía" que eran del pueblo de Valle Fértil contenido en el registro permite pensar que estaban reducidos en otro lugar, posiblemente la misma ciudad de San Juan (ver Cuadro nº 28). Por el nombre del encomendero debía ser la

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continuación de la registrada en el Cuadro nº 21 de 1677, que era a su vez la continuación de la resumida en el Cuadro nº 14 de 1643.

Nombre Edad Estado civil Hijos Observaciones Mateo 27 años soltero Tomás 26 años viudo Francisco 26 años soltero Clemente 22 años soltero Felipe 21 años casado con Juliana Cristóbal 32 años casado con María 4 Lorenzo 4 años hijo de Cristóbal Dominga hija de Cristóbal Teresa hija de Cristóbal Jacinta hija de Cristóbal Pascual 11 años "huérfano" Simón 9 años Domingo 12 años Juan 7 años Agustina María Micaela TOTAL VARONES: 11 TOTAL MUJERES: 8

Cuadro nº 28: Matrícula de los indios de la encomienda del capitán Juan Gregorio Morales de Albornoz sin cacique -parecen ser del pueblo de Valle Fértil- (1695) (ANC

CG 555, f. 72-72 v.) En el Cuadro nº 29 se listan los indígenas encomendados en el capitán Alonso del Pozo y Lemos, originarios del pueblo del Río Bermejo. El cacique conservaba su nombre indígena junto con el español: Marcos Quilica. Una parte de los varones tributarios se encontraban huidos en la Gobernación del Tucumán. Para las primeras décadas del siglo el nombre Quilica correspondía al sucesor del cacique Simpaymana, de apellido Utunucasta, originario del Río Bermejo y encomendado en Petronila de Mallea, que fue ahorcado en San Juan y sus indios reubicados en las cercanías de las ciénagas de la ciudad como consecuencia de la rebelión de 1630 (ver Cuadro nº 1).

Nombre Edad Estado civil Hijos Observaciones Marcos Quilica cacique, "natural de su pueblo

del Río Bermejo" Miguel 52 años viudo 1 "reservado" Cristóbal 8 años hijo de Miguel Valerio 38 años casado con Isabel 2

94

Juan 20 años hijo de Valerio Gabriel 10 años hijo de Valerio Marcelo 8 años Bernabé 23 años casado con Catalina 2 María hija de Bernabé Lorenza 1 años hija de Bernabé Juan 20 años soltero Gabriel 18 años soltero Francisco 18 años soltero Ambrosio 14 años Mateo ? Joseph 27 años "huido en las provincias del

Tucumán" Bartolo 22 años "huido en las provincias del

Tucumán" Pedro 21 años "huido en las provincias del

Tucumán" Agustín 33 años "huido en las provincias del

Tucumán" Domingo 37 años "huido en las provincias del

Tucumán" Gonzalo 43 años "huido en las provincias del

Tucumán" Domingo 35 años "huido en las provincias del

Tucumán" TOTAL VARONES: 20 TOTAL MUJERES: 4 Cuadro nº 29: Matrícula de los indios de la encomienda del capitán Alonso del Pozo y

Lemos, del pueblo del Río Bermejo (1695) (ANC CG 555, f. 72 v.) La matrícula de la encomienda del capitán Francisco Macaya, quien residía en Chile, estaba administrada por el capitán Pedro de Oro y Bustamante (ver Cuadro nº 30). En realidad se trataba de una familia compuesta por un matrimonio mayor con sus cinco hijos (dos varones y tres mujeres), originarios de Santiago de Chile, que evidentemente se hallaban sirviendo en San Juan.

Nombre Edad Estado civil Hijos Observaciones Joseph 53 años casado con María 5 “reservado” Lorenzo 22 años soltero hijo de Joseph Clemente 20 años soltero hijo de Joseph Tomasa hija de Joseph Juana hija de Joseph María hija de Joseph TOTAL VARONES: 3 TOTAL MUJERES: 4

95

Cuadro nº 30: Matrícula de los indios de la encomienda del capitán Fco. Macaya,

vecino de Santiago de Chile, administrada por el capitán Pedro de Oro y Bustamante, sin cacique y originarios de Santiago de Chile (1695) (ANC CG 555, f. 72 v.-73)

El Cuadro nº 31 corresponde a la encomienda de doña María de Morales administrada por su esposo el capitán Francisco Antonio de Marigorta. Estos indios se registraban como pertenecientes a la ciudad de San Juis de Loyola pero residían en la ciudad de San Juan donde fueron "visitados" para confeccionar la matrícula. El hijo del cacique figuraba ausente, sin que se especificara si huido o bajo conocimiento del administrador y otro tributario con su mujer y sus hijos servían a sus encomenderos en la estancia de San Francisco de la jurisdicción de San Luis. Con relación a esta encomienda es interesante notar que el capitán Marigorta donó a principios del siglo XVIII la estancia de Guanacache a la Compañía de Jesús, mientras que la de San Francisco (o San Francisco Javier) fue también posteriormente cedida a la misma comunidad (AC SJ, carp. 6; ENRICH, Historia de la Compañía de Jesús..., t. II, pág.79-80, 146 y 379-380).

Nombre Edad Estado civil Hijos Ubicación Observaciones Juan 51 años 1 ciudad de San Juan cacique Juan 27 años hijo del

cacique; "ausente"

Domingo 20 años Francisco 20 años soltero Diego 31 años casado con María l Juliana hija de Diego Andrés casado con Juana Pedro 28 años casado con Ana Alonso 33 años casado con Juana (tienen hijos) estancia de San

Francisco de la ciudad de San Luis

"en servicio de sus encomen-deros"

TOTAL VARONES: 8 TOTAL MUJERES: 5

Cuadro nº 31: Matrícula de los indios de la encomienda de María de Morales, administrada por su esposo el capitán Francisco Antonio de Marigorta, originarios de

San Luis de Loyola (1695) (ANC CG 555, f. 73) El Cuadro nº 32 resume la matrícula de la encomienda del capitán Pedro de Balmaceda; estaba formada por la agrupación de los sujetos a tres caciques de diferentes orígenes: Gaspar Mullmui, del valle de Mogna; Francisco Managua,

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de Valle Fértil y Joseph Gualcusa, del pueblo del Río Bermejo. Sólo figuraba como "huido en Córdoba" un hermano soltero del cacique Gualcusa. Algo pasó con esta encomienda porque cuatro años más tarde, y por falta de confirmación, fue declarada vacante y entregada a otro encomendero junto con otras encomiendas agregadas en la misma situación (ver Cuadro nº 44). Según la nueva documentación los indígenas no se encontraban dentro de la jurisdicción de San Juan. El nombre indígena Gualcusa ya aparecía en 1633 entre los caciques ahorcado por la sublevación de Valle Fértil; el cacique Felipe Gualcusa, de apellido Ysillacac era originario del río Bermejo y sus indios fueron reubicado en el Pueblo Viejo (ver Cuadro nº 1).

Nombre Edad Estado civil Hijos Observaciones Gaspar Mullmui soltero cacique del valle de Mogna Mateo 40 años casado con Luisa 1 sujeto del cacique Mullmui Juan 20 años casado con Pascuala 1 hijo de Mateo Juan 6 meses hijo de Juan Francisco Managua cacique del pueblo de Valle Fértil Sebastián 18 años casado con Isabel sujeto del cacique Managua Diego 50 años viudo 3 sujeto del cacique Managua Lo... 17 años hijo de Diego Santiago 14 años hijo de Diego Andrés 8 años hijo de Diego Joseph Gualcusa casado con Lorenza 1 cacique del pueblo del Río

Bermejo María soltera 1 hija de Joseph Gualcusa Tomás 3 años hijo de María Juan soltero hermano del cacique; "huido en

Córdoba" Inés hermana del cacique Magdalena 1 hermana del cacique Inés hija de Magdalena Simón 15 años Joseph 13 años Pascual 10 años Ambrosio 9 años TOTAL VARONES: 17 TOTAL MUJERES: 8

Cuadro nº 32: Matrícula de los indios de la encomienda del capitán Pedro de Balmaceda (1695) (ANC CG 555, f. 73-73 v.)

Una pequeña encomienda correspondiente a indios del pueblo del valle de Jáchal y perteneciente a Juan Gil de Quiroga se lista en el Cuadro nº 33. En este caso y por primera vez aparece encabezando la encomienda una mujer, la

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"cacica" Constanza. Uno de los dos hombres tributarios que constituyen el grupo, un viudo de 27 años, se encontraba huido en la Gobernación del Tucumán.

Nombre Edad Estado civil Hijos Ubicación Observaciones Constanza viuda valle de Jáchal cacica Agustín 21 años casado con Petrona 1 Teodora 1 año hija de Agustín Francisco 27 años viudo "huido por la Go-

bernación del Tucu-mán"

Nicolás 8 años TOTAL VARONES: 3 TOTAL MUJERES: 3

Cuadro nº 33: Matrícula de los indios de la encomienda de Juan Gil de Quiroga del valle de Jáchal (1695) (ANC CG 555, f. 73 v.)

El mismo caso se presenta en la encomienda perteneciente al sargento mayor Julián de Mallea (ver Cuadro nº 34) que está encabezada por una mujer como cacica del pueblo de Valle Fértil. Uno de los tributarios varones conservaba su nombre indígena; dos eran señalados expresamente por su oficio de carpintero y otros dos habían huido a Córdoba.

Nombre Edad Estado civil Hijos Ubicación Observaciones Clara pueblo de Va-

lle Fértil cacica

Pedro Gua-nunta

40 años casado con Agustina 1

Juan 20 años casado con Francisca hijo de Pedro Alonso 33 años casado con Ignacia 2 Francisco 5 años hijo de Alonso Andrés 2 años hijo de Alonso Antonio 29 años casado con

Bernabela

Diego 31 años casado con María 2 Miguel 4 años hijo de Diego María (menor) hija de Diego Clemente 36 años casado “maestro de carpin-

tería” Bernabé 22 años casado “carpintero” Francisco 34 años casado “huido en Córdoba de

la provincia del Tu-cumán”

Pedro 31 años soltero “huido en Córdoba” Pascuala soltera Luisa soltera

98

Angelina soltera TOTAL VARONES: 12 TOTAL MUJERES: 10 Cuadro nº 34: Matrícula de los indios de la encomienda del sargento mayor Julián de

Mallea, de Valle Fértil (1695) (ANC CG 555, f. 73 v.-74) La matrícula resumida en el Cuadro nº 35 corresponde al capitán Melchor Moyano Cornejo, vecino de la ciudad de Mendoza, quien había registrado sus indios en la ciudad de San Juan. Ninguno de los encomendados aparece con nombre indígena y se desconoce su origen.

Nombre Edad Estado civil Hijos Ubicación Observaciones Pablo casado con Francisca 3 ciudad de San

Juan cacique

Pedro 10 años hijo de Pablo Gabriel 8 años hijo de Pablo Beatriz 3 años hija de Pablo Sebastián 20 años casado con Luisa 1 Isabel 3 años hija de Sebastián Francisco 26 años soltero Diego 42 años casado con Juana 4 Francisco 7 años hijo de Diego Beatriz hija de Diego Josefa hija de Diego María hija de Diego Domingo 12 años TOTAL VARONES: 8 TOTAL MUJERES: 8

Cuadro nº 35: Matrícula de los indios de la encomienda del capitán Melchor Moyano Cornejo, vecino de Mendoza (1695) (ANC CG 555, f. 74)

El Cuadro nº 36 corresponde a la matrícula de la encomienda del maestre de campo Juan de Oro Bustamante, que es una de las más numerosas de la época. Los encomendados estaban reducidos en la ciudad de San Juan y sus contornos junto con su cacique. Ninguno figura con su nombre indígena y cuatro de los tributarios (tres con sus respectivas familias) se encontraban huidos, principalmente en Córdoba. Una de las mujeres estaba casada con un indio que se encontraba en el Paraguay; se ignoraba su nombre y, si bien no se aclara si pertenecía a la misma encomienda o no, al no aparecer listado como ausente o huido es más probable que no lo fuera.

Nombre Edad Estado civil Hijos Ubicación Observaciones

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Gabriel 65 años viudo reducidos en la ciudad de San Juan y sus contornos

cacique

Pedro 43 años casado con Juana 5 Pedro 9 años hijo de Pedro Jacoba hija de Pedro Juana hija de Pedro Catalina hija de Pedro Agustina hija de Pedro Santos 31 años casado con María 1 Santos 6 años hijo de Santos Jacinto 28 años casado con Isabel Gregorio 30 años casado con Catalina Bartolo 31 años casado con María 2 Miguel 6 años hijo de Bartolo Matías 4 años hijo de Bartolo Gerónimo 36 años casado con Ana 1 Andrés 6 años hijo de Gerónimo Asencio 28 años casado con Clara Felipe 38 años casado con ... 1 "huidos en Córdoba" Francisco 9 años hijo de Felipe Antonio 18 años casado con María Andrés más de 60

años "reservado"

Bartolo 7 años "huérfano" Francisco 13 años "huérfano" Pedro 9 años "huérfano" Francisco 8 años "huérfano" María Rosa Olalla Lucía Juan 27 años soltero "huido en Córdoba" Catalina casada con un indio

que anda en Paraguay

1

Pascuala hija de Catalina Agustina soltera 1 María hija de Agustina Juan casado con Bartola 3 "huidos" Tomás 13 años hijo de Juan Santiago 6 años hijo de Juan Felipe 5 años hijo de Juan Andrés casado con

Esperanza "huidos"

TOTAL VARONES: 27 TOTAL MUJERES: 22 Cuadro nº 36: Matrícula de los indios de la encomienda del maestre de campo Juan de

Oro Bustamante (1695) (ANC CG 555, f. 74-74 v.)

100

La encomienda correspondiente al capitán Tomás Jofré de la Barreda (ver Cuadro nº 37) no tenía pueblo ni cacique y estaba reducida en su viña; constaba de sólo tres tributarios y sus familias en las que la mayoría eran mujeres. En 1699 el titular mandó tres de sus indios con carretas a la Gobernación del Tucumán con expresa declaración ante escribano (ver Cuadro nº 49). Ese mismo año, por falta de confirmación, esa encomienda fue agregada a otras dos otorgadas a María Ramírez de Orellano (ver Cuadro nº 48).

Nombre Edad Estado civil Hijos Ubicación Observaciones Francisco 49 años soltero "reducidos en

su viña"

Luis 43 años casado con Ana

3

Brígida hija de Luis Lorenza hija de Luis María hija de Luis Pedro 29 años casado con

Ana 3

Margarita hija de Pedro Teresa hija de Pedro Francisca hija de Pedro TOTAL VARONES: 3 TOTAL MUJERES: 8 Cuadro nº 37: Matrícula de los indios de la encomienda del capitán Tomás Jofré de la

Barreda, sin pueblo ni cacique (1695) (ANC CG 555, f. 75) La encomienda de Clemente Gil de Quiroga (ver Cuadro nº 38) tampoco tenía cacique. No se sabía el origen de sus encomendados y se encontraban reducidos en la viña de su propiedad. El único indio tributario había huido a la ciudad de Santiago de Chile.

Nombre Edad Estado civil Hijos Ubicación Observaciones Juan 52 años casado con Lorenza 1 "reducidos en

su viña" "reservado"

Micaela hija de Juan Joseph 34 años casado con María 2 "huido en la ciudad de

Santiago de Chile" María hija de Joseph Magdalena hija de Joseph TOTAL VARONES: 2 TOTAL MUJERES: 5

101

Cuadro nº 38: Matrícula de los indios de la encomienda de Clemente Gil de Quiroga, sin pueblo ni cacique (1695) (ANC CG 555, f. 75)

El Cuadro nº 39 corresponde a la matrícula de la encomienda perteneciente al capitán Miguel de Silva Verdugo, vecino de la ciudad de Chile, quien era oficial del ejército. El administrador local de la misma era el capitán Juan Jofré de la Barreda. Estaba encabezada por el cacique Jacinto Chancay, originario del pueblo de Jáchal, quien permanecía allá junto con sus hijos y dos muchachos. Cinco de los tributarios se encontraban huidos en diferentes lugares de la Gobernación del Tucumán. Anteriormente (1679) el mismo encomendero también había tenido encomendados indios que figuraban como de Angacao (actualmente Jáchal) y Tucunuco, quienes habían solicitado amparo, a través del defensor, para que no se los sacara de su pueblo (ver Cuadro nº 49).

Nombre Edad Estado civil Hijos Ubicación Observaciones Jasinto Chancay

40 años casado con María (tiene hijos) “está en su pueblo con sus hijos”

cacique

Fernando 40 años casado con María 2 ? 20 años hijo de Fernando;

“huido en Córdoba” Hernando 24 años casado con María 2 hijo de Fernando Juan “de poca

edad” hijo de Hernando

Pascual “de poca edad”

hijo de Hernando

Jacinto 20 años soltero Lorenzo 28 años casado con

Bernabela

Tomás 20 años soltero Clemente 20 años casado 2 Miguel “de poca

edad” hijo de Clemente

Juan “de más poca edad”

hijo de Clemente

Gregorio soltero “ausente y fugitivo en las gobernaciones del Tucumán”

Tomás 20 años soltero “huido en la provincia del Tucumán”

Manuel 20 años “huido en las pro-vincias del Tucumán”

Vicente 12 años “asiste a su cacique” Felipe 12 años “asiste a su cacique” Pedro 12 años

102

Bartolo 10 años ? 20 años “hijo de Teresa”;

“huido” Teresa Bernabela Luisa Ana Asaguate Juliana TOTAL VARONES: 20 TOTAL MUJERES: 9

Cuadro nº 39: Matrícula de los indios de la encomienda del capitán Miguel de Silva Verdugo (vecino de la ciudad de Santiago de Chile) administrada por el capitán Juan

Jofré de la Barreda del pueblo de Jáchal (1695) (ANC CG 555, f. 75-75 v.) La encomienda del capitán Pedro de Angulo estaba administrada por un residente en Chile, el general Lorenzo de Faguaga (ver Cuadro nº 40); es posible que también el titular de la encomienda no residiera en Cuyo. Llamativamente la encomienda figuraba encabezada por un cacique muerto (Pedro Santagua, originario del pueblo del Río Bermejo) -lo que era una gran irregularidad- y estaba principalmente constituida por mujeres de su familia. Un muchacho de quince años estaba en Santiago de Chile sirviendo al administrador y el resto de los hombres (un reservado de 50 años y sus cuatro hijos) figuraban huidos en la Gobernación del Tucumán. El nombre indígena Santagua, con origen en el Río Bermejo, ya aparecía en las matrículas de las encomiendas de principios de siglo (ver Cuadro nº 9).

Nombre Edad Estado civil Hijos Ubicación Observaciones Pedro Santa-gua (difunto)

casado con Feliciana 5 cacique

... 5 años hijo de Pedro Ana hija de Pedro Agustina hija de Pedro Isabel hija de Pedro Jacinta hija de Pedro Magdalena soltera María soltera María viuda 1 Simón 15 años “lo tiene el

administrador” (en Santiago)

hijo de María

Sebastián 50 años casado 4 “huido”

103

? hijo de Sebastián; “huido en las pro-vincias del Tucumán”

? hijo de Sebastián; “huido en las pro-vincias del Tucumán”

? hijo de Sebastián;

"huido en las pro-vincias del Tucumán"

? hijo de Sebastián; "huido en las pro-vincias del Tucumán"

TOTAL VARONES: 7 TOTAL MUJERES: 8 Cuadro nº 40: Matrícula de los indios de la encomienda del capitán Pedro de Angulo, administrada por el general Lorenzo de Faguaga que reside en la ciudad de Santiago

de Chile, del pueblo de Río Bermejo (1695) (ANC CG 555, f. 75 v.) El Cuadro nº 41 resume la matrícula de la encomienda del capitán Joseph Jofré de Arze, encabezada por el cacique natural del pueblo de Las Tumanas. La encomienda no tenía ningún tributario ya que estaba constituida por el mismo cacique, un hijo menor de éste huido en la Gobernación del Tucumán, una mujer y otros dos menores.

Nombre Edad Estado civil Hijos Ubicación Observaciones Pedro 35 años viudo 2 "natural del

pueblo de Las Tumanas"

Antonio 14 años hijo de Pedro; "huido en el Tucumán"

Lucas 9 años hijo de Pedro Juan 12 años hijo de Francisco, ya

difunto Graciana TOTAL VARONES: 4 TOTAL MUJERES: 1

Cuadro nº 41: Matrícula de los indios de la encomienda del capitán Joseph Jofré de Arze, del pueblo de Las Tumanas (1695) (ANC CG 555, f. 75 v.-76)

El cuadro siguiente corresponde a la matrícula de la encomienda perteneciente a doña Magdalena de Erazo, residente en la ciudad de Santiago de Chile (ver Cuadro nº 42). Estaba constituida por la familia del cacique Juan Ucha, natural del pueblo de Sata, donde residía al menos uno de sus hijos con su

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propia familia. Otro de sus hijos, de treinta años, figuraba como "indio impedido de ambos brazos", lo que significaba que estaba eximido de tributar. El nombre indígena Ucha aparecía también en una documentación de mediados del siglo cuando el capitán Gaspar de Lemos otorgó poder a dos vecinos de La Rioja para cobrar los indios de su encomienda que estaban en esa jurisdicción; entre ellos figuraba "alonso ucha carpintero" que lo tenían los padres de la Compañía de Jesús y "alonso goanpalloa carpintero" (AHA SJ Caja I). Con respecto al llamado "pueblo de Sata" no existe ninguna referencia de la misma época que pueda dar idea de su ubicación, así como tampoco ha quedado como topónimo en la actualidad ni en época histórica más reciente. En cambio, exactamente un siglo antes de la realización de esta matrícula, en la merced de tierras otorgada a Juan Eugenio de Mallea en 1593 y en la toma de posesión correspondiente figuraba un lugar con el nombre de Cata -no Çata-, al cual llegaba un camino (ANC CG 81, f. 278 y 279). Las actuaciones posteriores (casi dos siglos después) de un juicio entre los herederos de Mallea y la Iglesia Matriz de San Juan por la propiedad de las tierras conocidas como "la Chimba y valle de Angaco" (actualmente departamento de Chimbas la primera y departamento de Albardón y parte del departamento de Angaco la segunda) ubicadas al norte del río San Juan, dentro del cual se encuentra la copia de la merced original, establecían en 1772 que las tierras en litigio excedían las 200 cuadras dadas a Mallea porque abarcaban 700 cuadras (o aproximadamente dos leguas) de largo de este a oeste, "...desde el Camino, que atraviesa dicho Río, y va al valle fertil, qe esta al oriente asta el Camino, que Cae al Poniente ... rumbo derecho al Norte..." (ANC CG 81, f. 298-299). Una superficial lectura del documento llevó anteriormente a algunas personas a identificar el lugar nombrado Cata (transformado arbitrariamente en Zata) con un hipotético nombre antiguo de Valle Fértil por aparecer ambos citados en un mismo expediente (aunque en documentos separados por dos siglos) como terminales de camino (DIAZ COSTA, Topónimos y gentilicios..., pág. 24). La mensura de las tierras en litigio, al determinar que las primitivas tierras dadas a Juan Eugenio de Mallea eran las doscientas cuadras (350 ha aproximadamente) más cercanas al "cerrillo de Angaco" (actual Sierra de Villicum), permite suponer que el camino a que hacía referencia la merced original sería el que en el siglo XVIII se recostaba sobre el oeste y formaba el límite occidental de las tierras. De tal modo que no existe evidencia documental ninguna para asegurar que el hipotético "Zata" fuera un antiguo nombre de Valle Fértil ni tampoco que éste surgiera del más antiguo "Cata", o que el Sata que

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aparece en la matrícula de la encomienda de Magdalena de Erazo a fines del siglo XVII estuviera relacionado con el anterior.

Nombre Edad Estado civil Hijos Ubicación Observaciones Juan Ucha 58 años viudo 3 "reservado" Juan 30 años casado con Victoria 2 hijo de Juan Ucha; "im-

pedido de ambos brazos” ? “de poca

edad” hijo de Juan

? “de poca edad”

hija de Juan

Pascual 25 años casado con Bartola 1 “están en su pueblo”

hijo de Juan Ucha

Mariana hija de Juan Ucha TOTAL VARONES: 4 TOTAL MUJERES: 4

Cuadro nº 42: Matrícula de los indios de la encomienda de Magdalena de Erazo (residente en Santiago de Chile), del pueblo de Sata (1695) (ANC CG 555, f. 75 v.)

La última encomienda registrada por el teniente de corregidor de San Juan en 1695 fue la del capitán Joseph del Pozo, quien residía en la ciudad de Santiago de Chile (ver Cuadro nº 43). Estaba encabezada por el cacique Gabriel Icaño, natural del pueblo y valle de Calingasta, y formada por tres mujeres, dos tributarios y algunos menores de edad, dos de los cuales eran hermanos del cacique. Anteriormente no había sido citada ninguna encomienda en el valle de Calingasta; tampoco había quedado registrado el nombre indígena del cacique. Con posterioridad (1725) aparece un nombre similar en la cacica de Pismanta, doña Teresa Icaña, hija del cacique Francisco Icaña, con motivo de la venta de sus tierras a Lorenzo Jofré porque se encontraba sola, sin vasallos ni sucesión masculina (ANC GC 6, f. 297-301 v.). Esta afirmación coincide con el hecho de que para 1649 los indios originarios de Pismanta fueron encomendados en el licenciado Juan del Pozo y Silva, vecino de Santiago, y estaban reducidos en Chile (ver Cuadro nº 15). El encomendero de la cacica Icaña era el mismo capitán Joseph del Pozo y Silva de la encomienda de Calingasta. Si bien no se dice dónde residían, por documentos posteriores se sabe que en 1699 la encomienda fue declarada vacante por falta de confirmación por

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estar los indios “distantes de la ciudad y su jurisdicción” y entregada a Juan de Oro y Santamaría agregada a otras en la misma situación (ver Cuadro nº 45).

Nombre Edad Estado civil Hijos Observaciones Gabriel Icaño 30 años soltero cacique Domingo 20 años casado con Pascuala 1 Lorenzo 3 meses hijo de Domingo Martín 18 años soltero hermano del cacique Francisco 14 años soltero hermano del cacique Isabel soltera Margarita soltera TOTAL VARONES: 5 TOTAL MUJERES: 3

Cuadro nº 43: Matrícula de los indios de la encomienda del capitán Joseph del Pozo (que reside en Santiago de Chile), del pueblo y valle de Calingasta (1695) (ANC CG

555, f. 75 v.) Las restantes cinco matrículas corresponden al último año del siglo XVII. De ellas, las cuatro primeras (ver Cuadro nº 44 a 47) tienen su origen en un pedido realizado por Juan de Oro y Santamaría, vecino de la ciudad de San Juan, quien en 1698 solicitó al gobernador la reducción bajo su titularidad, a un mismo pueblo y con un cacique nombrado al efecto, de las encomiendas de Pedro de Balmaceda, Joseph del Pozo, Pedro de Mesa y Francisco de Olivares; éstas, si bien se habían registrado en 1695, no habían podido ser confirmadas por no hallarse los indios y por no haberse pagado el impuesto correspondiente, y por lo tanto habían sido declaradas vacantes. "...por defecto de Confirmacion sin embargo de ser las dhas en Comiendas de Corto numero y hauerseles hecho alos suso dhos la merçed de dhos Indios sin el grabamen de Confirmacion Yestando dispuesto porsu Magd

que dhas enComiendas de Corto numero se redusgan a Vn pueblo nombrandoseles casiques y dando seles adichos Indios lastierras nessesarias en derecho dispuestas..." (ANC CG 488, f. 1-7 v.). Santamaría no fue el único interesado y se registraron varias oposiciones a este pedido. Para cumplir con el otorgamiento de la encomienda solicitada, en octubre de 1699 el alcalde ordinario de la ciudad de San Juan, el capitán Alonso del Pozo y Lemos, ordenó hacer las matrículas de las encomiendas.

107

"...contoda espresion yClaridad desusnombres edades y familias laqual sehiso Con asistencia del coadjutor delos dhos indios nombrado para este efecto por no auerle propiettario..." (ANC CG 488, f. 25 v.-26). En primer lugar se registraron los indios de la encomienda que había pertenecido al capitán Pedro de Balmaceda (ver Cuadro nº 44), encabezada por los caciques Joseph Balcussa, don Diego, don Francisco Managua y don Gaspar Muimui. Esta encomienda era la misma registrada en 1695 (ver Cuadro nº 32) que estaba formada por la agrupación de indígenas originarios de Mogna, Valle Fértil y Río Bermejo. Los nombres de los caciques son los mismos (salvo diferencias de escritura); en el caso de Valle Fértil se había agregado también como cacique un indio de edad avanzada que en 1695 se había matriculado como sujeto al cacique Managua.

Nombre Edad Estado civil Hijos Observaciones Joseph Balcussa más de 60

años casado con Teresa 2

Pascuala* casada con Juan hija de Joseph María hija de Joseph Mateo 50 años casado con Lucía 7 Juan 25 años casado con

Pascuala* 2 hijo de Mateo

Juan 5 años hijo de Juan Josefa hija de Juan Pascual 6 años hijo de Mateo Leonor hija de Mateo Juana hija de Mateo Petrona hija de Mateo Teresa hija de Mateo ? hija de Mateo Diego 60 años viudo 3 cacique Alonso 20 años casado con Lorenza hijo de Diego Santiago 18 años casado con Isabel 1 hijo de Diego Petrona 6 meses hija de Santiago Andrés 6 años hijo de Diego Gaspar Muimui 24 años casado con María 1 cacique Pedro 5 años hijo de Gaspar Francisco Managua 30 años soltero cacique Sebastián 24 años casado con Andr... 1 Bernardo 5 años hijo de Sebastián ... Isabel María viuda Ambrosio 8 años huérfano

108

Pedro 9 años huérfano Pascual 10 años huérfano Ana 30 años soltera 1 Félix 8 años hijo de Ana Laura soltera Andrea viuda 1 Miguel 10 años hijo de Andrea Magdalena viuda 1 Ma... hija de Magdalena Ana viuda TOTAL VARONES: 19 TOTAL MUJERES: 24

Cuadro nº 44: Matrícula de los indios de la encomienda que había sido del capitán Pedro de Balmaceda; fue declarada vacante por falta de confirmación por estar los

indios "distantes de la ciudad y su jurisdicción" y entregada junto con las siguientes al capitán Juan de Oro y Santamaría quien debía recogerlos(1699) (ANC CG 488. 26-

26v.) A la encomienda anterior se agregaban los indios que habían quedado vacantes de la encomienda de Joseph del Pozo (ver Cuadro nº 45) que eran en realidad algunos de los que en 1695 figuraban como sujetos al cacique Gabriel Icaño del pueblo de Calingasta (ver Cuadro nº 43). En ese caso los indígenas que cuatro años antes figuraban como hermanos del cacique, en esta nueva matrícula lo hacían como hijos de María Mamparo, viuda.

Nombre Edad Estado civil Hijos Observaciones Domingo 30 años casado con Pascuala 2 Lorenzo 5 años hijo de Domingo ... 1 año hija de Domingo Martín 20 años casado con Micaela 1 hijo de María Mamparo Domingo 1 año y

me-dio hijo de Martín

Francisco 14 años hijo de María Mamparo; hermano de Martín

María Mamparo viuda 5 Juana viuda hija de María Mamparo Isabel soltera hija de María Mamparo Margarita soltera hija de María Mamparo TOTAL VARONES: 5 TOTAL MUJERES: 7

Cuadro nº 45: Matrícula de los indios de la encomienda que había sido de Joseph del Pozo; fue declarada vacante por falta de confirmación por estar los indios "distantes de la ciudad y su jurisdicción" y entregada junto con la anterior y las siguientes al capitán

Juan de Oro y Santamaría quien debía recogerlos(1699) (ANC CG 488, 26 v.)

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También se agregaban a los anteriores los indios pertenecientes a la encomienda de Pedro de Mesa (ver Cuadro nº 46) que consistía en las familias de tres tributarios varones. Si bien la lectura del documento en esta parte es dificultosa, parece ser que a uno de ellos le correspondía la herencia del cacicazgo. Cuando esta encomienda fue registrada en 1695 su enumeración ya era irregular y figuraba "sin pueblo ni cacique" (ver Cuadro nº 27).

Nombre Edad Estado civil Hijos Observaciones Alonso Taia 30 años casado con María 1 Ignacia hija de Alonso Jacinto 28 años casado con Mariana Gonzalo 40 años casado con María 4 hermano de Jacinto (parece ser

sucesor del cacicazgo) ? hijo de Gonzalo ? hijo de Gonzalo ? hija de Gonzalo ? hija de Gonzalo TOTAL VARONES: 5 TOTAL MUJERES: 6

Cuadro nº 46: Matrícula de los indios de la encomienda que había sido de Pedro de Mesa; fue declarada vacante por falta de confirmación por estar los indios "distantes de

la ciudad y su jurisdicción" y entregada junto con las anteriores y la siguiente al capitán Juan de Oro y Santamaría quien debía recogerlos (1699) (ANC CG 488. 26 v.)

Por último se agregaban a los anteriores los indios que habían pertenecido a la encomienda de Francisco de Olivares (ver Cuadro nº 47). Esta encomienda estaba prácticamente formada por mujeres y menores no tributarios (diez mujeres y cinco varones menores de quince años); también fue declarada vacante por falta de confirmación por estar los indios "distantes de la ciudad y su jurisdicción" y entregada junto con las anteriores al capitán Juan de Oro y Santamaría quien debía recogerlos.

Nombre Edad Estado civil Hijos Observaciones Tomás 15 años Andrés 10 años hermano de Tomás Domingo menos de 10 años Juana 60 años viuda 3 Agustina hija de Juana Lorenza hija de Juana Paula 1 hija de Juana Paula 10 años hija de Paula

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Gerónima 60 años 3 Gerónima viuda hija de Gerónima Nicolasa hija de Gerónima Dominga casada 3 hija de Gerónima Andrés 6 años hijo de Dominga Gaspar 3 años hijo de Dominga ? 4 años hija de Dominga TOTAL VARONES: 5 TOTAL MUJERES: 10

Cuadro nº 47: Matrícula de los indios de la encomienda que había sido del capitán Francisco de Olivares; fue declarada vacante por falta de confirmación por estar los

indios “distantes de la ciudad y su jurisdicción” y entregada junto con las anteriores al capitán Juan de Oro y Santamaría quien debía recogerlos (1699) (ANC CG 488. f.27)

Como todos estos indígenas registrados precedentemente (ver Cuadro nº 44 a 47) no habían podido ser inspeccionados, el alcalde ordinario de la ciudad de San Juan decidió no hacer la matrícula final hasta que Santamaría los encontrara, reuniera y redujera para, finalmente, hacérsele merced de los cuatro repartimientos en una sola encomienda por dos vidas. “...ser auidos los dhos Yndios por estar distanttes deesta ciud ysu jurisdiccion... [y] ...de los quales no ai ninguno al presente por quetodos andan Vagando en diferentes partes distantes Vnos de otros (...) no se hace el Padron deellos asta que Sean recogidos por el Capn Dn Juan deoro Y Santamaria quien tiene Comisson para ello...” (ANC CG 488, f. 27 v.). La última matrícula registrada para el siglo XVII (ver Cuadro nº 48) también estaba ligada con la falta de confirmación de las encomiendas inspeccionadas en 1695. Corresponde a la unión y reducción de varios indios que habían pertenecido a otros encomenderos (el capitán Juan Gregorio Morales de Albornoz, el capitán Tomás Jofré de la Barreda y don Nicolás de Quiroga). Estos indios fueron solicitados por varias personas porque “...andan Vagando Como Vacos y dueños de su Voluntad Sin sujesion...” (ANC CG 526, f. 95). Al capitán Juan Gregorio Morales de Albornoz habían pertenecido los sujetos al cacique Pedro Pasiguayan (o Pedro Aymian), que se registraron en 1695 (ver Cuadro nº 28), que desde mediados de siglo habían estado

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encomendados en la misma familia y que eran originarios de Valle Fértil (ver Cuadros nº 14 y 21). A Tomás Jofré de la Barreda habían pertenecido el grupo formado por dos hombres mayores y un tributario con sus familias y una serie de mujeres viudas y solteras; este grupo correspondía a la encomienda registrada en 1695 sin cacique ni pueblo y reducida en una viña de propiedad del mismo encomendero (ver Cuadro nº 37). En el mismo año en que se declaró vacante, el encomendero envió a estos indios con carretas a la Gobernación del Tucumán con asiento ante escribano (ver Cuadro nº 49). De la encomienda de Nicolás de Quiroga, que quizás tuviera su origen en la registrada en 1677 y que estaba asentada en una viña a una legua de la ciudad de San Juan (ver Cuadro nº 20), quedaba un solo indígena llamado Agustín y su familia. El único indio tributario que figuraba ausente en la Gobernación del Tucumán, posiblemente con autorización, no quedaba nuevamente encomendado. Los demás fueron reunidos formando una nueva encomienda, bajo la titularidad de doña María Ramírez de Orellano, que sería reducida en la chacra de su propiedad.

Nombre Edad Estado civil Hijos Observaciones Pedro Pasiguayan (o Aymian)

40 años soltero viudo 1 cacique

Lucas 9 o 10 años hijo de Pedro Cristóbal 38 0 35 años casado con María 7 Lorenzo 12 años hijo de Cristóbal Santiago 8 años hijo de Cristóbal Agustín 6 años hijo de Cristóbal Cristóbal 1 año hijo de Cristóbal Dominga 11 años hija de Cristóbal Teresa 7 años hija de Cristóbal Jacinta 7 años hija de Cristóbal Felipe 24 o 20 años casado con Juliana 2 Andrés 6 años hijo de Felipe Francisco 6 meses hijo de Felipe Tomás 28 o 25 años casado con María 1 “ausente en las Prov. del Tucumán” Tomás 4 años hijo de Tomás Mateo 25 o 22 años soltero Clemente 20 años soltero Francisco 26 o 20 años soltero hijo de María, viuda Simón 18 o 16 años soltero hijo de María, viuda Melchor 10 años huérfano Juan Pilatos (o Pelazos)

15 años huérfano

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Juan 8 años huérfano Agustín 20 años casado con Petrona 1 de la encomienda que fue de

Nicolás de Quiroga ? “tierna edad” hijo de Agustín Francisco 60 años soltero agregado de la encomienda del

capitán Tomás Jofré de la Barreda Luis 52 años

casado con Anna 5 agregado de la encomienda del

capitán Tomás Jofré de la Barreda Lorenza hija de Luis Melchora hija de Luis Isabel casada hija de Luis; casada en otra parte Brígida casada hija de Luis; casada en otra parte María casada hija de Luis; casada en otra parte Pedro 28 años casado con Anna 5 agregado de la encomienda del

capitán Tomás Jofré de la Barreda Antonio 10 años hijo de Pedro Gerónimo 1 año hijo de Pedro Margarita hija de Pedro Teresa hija de Pedro Francisca hija de Pedro Asencio 11 años hermano de Pedro Esperanza hermana de Pedro Isabel viuda Lorenza soltera María 10 años soltera Micaela 20 años Agustina 50 años viuda TOTAL VARONES: 27 TOTAL MUJERES: 21

Cuadro nº 48 Matrícula de la encomienda del capitán Juan Gregorio Morales de Albornoz que fue declarada vacante; eran originarios de "términos" de la ciudad de

San Juan y estaban asitiados en su viña y chacra en la ciudad de San Juan. La encomienda fue otorgada a María Ramírez de Orellano, con el agregado de otros

indios que vacaron de las encomiendas de Nicolás de Quiroga y del capitán Tomás Jofré de la Barreda y la excepción del indio ausente(1699) (ANC CG 526, f. 80 v.-106 v.

y 112-113) Un hecho destacable es que la misma encomendera declaraba que esta agregación de encomiendas no se trataba de la conocida como "los siete pueblos de Pismanta" formada a partir del mandato de las autoridades para que "...los siete pueblos que su Señoria manda se reduzgan alpueblo de Pismanta..." (ANC CG 526, f. 94 v.-95).

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Este interesante dato permite asegurar que además de las uniones de encomiendas antes listadas (ver Cuadro nº 44 a 48) existía por lo menos una más en el valle de Pismanta (actual valle de Iglesia). Por último se resumen en forma de cuadro una serie de referencias documentales que corresponden a peticiones o demandas realizadas por indígenas, sus defensores o los encomenderos sobre diferentes problemas que involucraban a indios encomendados. Año Nombre Origen Observaciones 1635 Alcalen (o Alcasan) cacique; la sentencia establece que dicho cacique

y sus sujetos pertenecen a Cristóbal de Argumedo y no a García de Villanueva quien reclamaba alegando que se llamaba también Vehumen o Vchumun (ANC RA 3030, f.169 v.-170).

1656 Agustín Ayminama, Agustín Cuntala, Agustín Melebca y Hernando Hilinca con sus mujeres e hijos

pueblo de Angacao indios sujetos al cacique Quarquilla (o Alonso Cantama) encomendados en el capitán Gerónimo de Uliarte y Cornejo que están en La Rioja; el encomendero da poder para que se cobren sus tributos a quien los tuviere (AHA SJ Caja I).

1657 hijos de Abate y su mujer, Domingo, Pe-rucho, Gaspar; Mag-dalena, soltera con cuatro hijos y Lo-rencillo con su chus-ma; Alonso Ucha car-pintero*, y Antón y su hijo Sebastián casa-do**, Alonso Goan-palloa carpintero

Encomendados en el capitán Gaspar de Lemos, los tiene Andrés de Ahumada en La Rioja en poder del Gral. Nicolás de Brizuela; * en poder de los padres de la Compañía de Jesús; ** en poder de Gregorio de Luna

1658 Alonso Chiquipay Río Bermejo cacique; encomendado en Juana de Villanueva, reclama que el capitán Juan Jufré de Arze sacó sus indios contra la voluntad de su encomendera y los llevó a Buenos Aires con sus carretas (ANC RA 3035, f. 270-270 v.).

1659 Juan Aguapilla valle de Xata marca (o Xatamalca o Jatamalca)

cacique; hijo mayor de María Duimilo, quien era hija legítima del cacique principal Martín Duymilo encomendado en Catalina de los Ríos, viuda del maestre de campo Alonso de Carvajal Campofrío, que sufrió la pérdida del cacicazgo por ser hijo natural (ANC RA 3035, f. 94)

1673 María, viuda de Fu-lano Tuluya

quiere volver al pueblo de origen con sus deudos que están encomendados en Francisco de Olivares, vecino de San Juan, y se lo impide el capitán Juan de Larrea que se sirve de ella y sus hijos (ANC RA 3037, f. 8).

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1677 Alonso Cansama Lorenzo Chacay (o Chancai)

pueblos de Angacau, Mogna y Tucunuco

caciques; el capitán Domingo Sánchez Chaparro los ha llevado a la ciudad de San Luis de Loyola, donde los tiene ocupados en sus faenas y están solos (ANC RA 3036, f. 35-35 v.).

1678 mujer e hijas del cacique Alonso Caña

muchas personas las inquietan y perturban queriéndose servir de ellas contra su voluntad (ANC RA 3037, f. 88).

1678 Juan Jorge Suga...e y

su hijo Juan Jorge cacique principal al servicio del capitán Juan Jofré

de Estrada; el capitán Juan Bautista de Oro Bustamante lo apremia al servicio personal y lo quiere sacar de su lugar natural (ANC RA 3035, f. 115).

1679 Felipe, Agustín Can-tamaña, Ana y Bartola

pueblos de Angacao y Tucunuco

trámites de amparo de indios encomendados en el alguacil mayor Miguel Gómez de Silva Verdugo (ANC RA 1955, f. 68-78).

1699 Mateo, Felipe y Pedro

indios que su encomendero, el capitán Tomás Jofré de la Barreda, envía con carretas a la Gobernación del Tucumán (AHA SJ Caja I).

1699 Pedro, Tomás, An-drés, Gregorio, Fran-cisco, Domingo y Tomás

indios de la encomienda del maestre de campo Juan de Oro Bustamante que el capitán Tomás de Fragua lleva con carretas a la provincia del Tucumán (AHA SJ Caja I).

Cuadro nº 49: Lista de caciques e indios encomendados con problemas legales

Las características de las encomiendas indígenas de San Juan durante el siglo XVII y los cambios producidos Si bien las encomiendas fueron legalmente consideradas como forma de trabajo libre y no como esclavitud en la realidad, y por lo menos en San Juan y en toda la provincia de Cuyo en general, durante el siglo XVII tomó ambas formas. El traslado coercitivo de indígenas a Chile para servir como mano de obra que comenzó en el siglo anterior y prosiguió firmemente por lo menos en las tres primeras décadas del siglo XVII, puede ser considerado como una forma de esclavitud totalmente fuera de las normas legales: los indígenas eran llevados como presidiarios, se los usaba en forma indiscriminada para los más variados trabajos, no se les pagaba salario alguno e incluso no eran devueltos a sus lugares de origen (MICHIELI, El despoblamiento indígena..., pág. 5). Al mismo tiempo se utilizaron, sobre todo a partir de mediados del siglo e incrementándose hacia el final, las formas de contratación legal de trabajadores indígenas, ya fueran encomendados o no, con pago de salario. Estos casos generalmente coinciden con algún tipo de ejecución de un trabajo especializado o un oficio.

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La prestación en servicio personal, usual e incluso casi única a principios de siglo, disminuyó en cierta medida a lo largo del tiempo, pasando el cobro del tributo a ser más común e incluso preferido. De todos modos la prestación en servicio personal no fue nunca totalmente abandonada y es comprobable en las matrículas, especialmente las de finales de siglo, que algunas encomiendas tenían muy pocos tributarios o no los poseían en absoluto y estaban conformadas mayoritariamente por indios adultos o caciques (que no tributaban), mujeres y niños (ver Cuadros nº 26, 30 y 39) que indudablemente trabajarían para sus encomenderos de alguna manera, de tal modo que justificara la titularidad de las mismas. La posesión de una encomienda constituía, por la percepción de los tributos correspondientes o por el aprovechamiento del trabajo indígena como servicio personal, un bien sumamente requerido por los españoles. Es por eso que no son pocos los pedidos de encomienda que se tratan de justificar por la pobreza del peticionante o de su familia, que se aumenta cuando se trata de mujeres viudas con hijos menores que sostener. Los encomenderos fueron generalmente vecinos de la ciudad de San Juan o de Santiago de Chile, y en menor medida de las otras ciudades de Cuyo (Mendoza y San Luis). Los nombres de los encomenderos que figuran en los documentos registrados a lo largo del siglo XVII coinciden con los de los vecinos más representativos de la ciudad que también ejercían cargos gubernamentales o judiciales; en la mayoría de los casos poseían el grado militar de capitán. Era legal y común que también las mujeres fueran titulares de encomiendas, obtenidas en segunda vida por herencia de padres o maridos o por otorgamiento directo. Los encomenderos eran casi siempre los representantes de las mismas familias; los nombres y apellidos se repiten a lo largo del siglo. Si bien los repartimientos sólo podían ser heredados una vez (cuando se trataba de encomiendas de dos vidas), es posible advertir en la documentación cómo los integrantes de una misma familia postulaban y generalmente obtenían la o las encomiendas que tradicionalmente habían poseído sus antepasados (ver Cuadro nº 50). Nº Año Encomendero Origen Encomendero anterior 8 1605 Juan Gil de Heredia Valle Fértil Pedro de Barreda Estrada

Juan de Mallea 9 1613 Gaspar de Lemos Río Bermejo Bartasar de Lemos

10 1628 Petronila de Mallea Valle Fértil [reclamada por Pedro de Barreda] 11 " Pedro de Silva Pedro de Silva (padre) 1 1633 Martín de la Ría Valle Fértil " " Martín de la Ría Río Bermejo " " Fracisco Martín Río Bermejo

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" " Cristóbal de Mallea Mogna " " Petronila de Mallea Río Bermejo " " Andrés Giménez de Lorca Río Bermejo " " García de Villanueva Río Bermejo " " Diego de Salinas Angacao

49 1635 Cristóbal de Argumedo [reclamada por García de Villanueva] 12 1636 Jusepe Jofré de Arze Las Tumanas Rodrigo de Junco (antes Pedro de

Barreda) 13 1643 En disputa: Jusepe Jofré de Arze y

Gregorio Morales de Albornoz Las Tumanas Rodrigo de Junco

14 " Gregorio Morales de Albornoz Valle Fértil Rodrigo de Junco 15 1649 Juan del Pozo y Silva Pismanta Francisco Pastén 16 " Demanda la anterior: Pedro de

Iturgoien y Amassa Pismanta Francisco Pastén

17 " Juan Ruiz de la Cuesta Encón María Carrillo 18 1652 Francisco de Pedraza Mogna,

Angacao y Río Bermejo

García de Tobar

49 1656 Gerónimo de Uliarte y Cornejo Angacao 49 1658 Juana de Villanueva Río Bermejo 49 1659 Catalina de los Ríos Xatamalca

[Mogna]

49 1673 Francisco de Olivares 19 1675 Jacobo de Lasiar Mogna Catalina de los Ríos 20 1677 Nicolás Gil de Quiroga ciudad de San

Juan Juana de Villanueva

21 " Juan Gregorio Morales de Albor-noz

Valle Fértil Gregorio Morales de Albornoz

22 1678 Juan de Oro Bustamante Juan Bautista de Oro (antes de Francisco Jofré de Arze)

49 " Juan Jofré de Estrada (incomodada por Juan Bautista de Oro Bustamante)

49 1679 Miguel Gómez de Silva Verdugo Angacao y Tucunuco

23 1695 Joseph de Lasiar Mogna 24 " Marcos de Molina Vasconselos Las Tumanas 25 " Diego Jufré de la Guardia Río Bermejo 26 " Francisco Robledo ciudad de San

Juan

27 " Pedro de Mesa y Zúñiga 28 " Juan Gregorio Morales y

Albornoz Valle Fértil

29 " Alonso del Pozo y Lemos Río Bermejo 30 " Francisco Macaya Santiago de

Chi-le

31 " María Morales San Luis 32 " Pedro de Balmaceda Mogna, Valle

Fértil y Río Bermejo

33 " Juan Gil de Quiroga Jáchal 34 " Julián de Mallea Valle Fértil

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35 " Melchor Moyano Cornejo ciudad de San Juan

36 " Juan de Oro Bustamante cuidad de San Juan

37 y

49

" Tomás Jofré de la Barreda viña

38 " Clemente Gil de Quiroga viña 39 " Miguel de Silva Verdugo

[administrada por Juan Jofré de la Barreda]

Jáchal

40 " Pedro de Angulo Río Bermejo 41 " Joseph Jofré de Arze Las Tumanas 42 " Magdalena de Erazo Sata 43 " Joseph del Pozo Calingasta 49 1699 Juan de Oro Bustamante 44 " Pedro de Balmaceda 45 " unificadas en Joseph del Pozo 46 " Juan de Oro Santamaría Pedro de Mesa 47 " Francisco de Olivares 48 " María Ramírez de Orellano Juan Gregorio Morales de Albornoz

Tomás Jofré de la Barreda Nicolás de Quiroga

Cuadro nº 50: Nombre de los encomenderos registrados en San Juan para el siglo XVII y origen de los indígenas encomendados (los números de la primera columna remiten a

los cuadros correspondientes) Esto último se relaciona con lo anteriormente señalado del por lo menos llamativo mantenimiento de encomiendas pequeñas (a veces en lugares distantes de la ciudad) sin un número importante de tributarios que se observa en los matrículas de fines de siglo. La explicación puede encontrarse en los casos documentados que permiten vislumbrar o incluso que muestran fehacientemente (ver Cuadros nº 10 y 23) que el encomendero fue anterior o posteriormente beneficiado con una merced de tierra en el territorio de donde eran originarios los indios de su encomienda, lo que indicaría que la posesión de una encomienda, por pequeña y poco redituable que fuera, posibilitaba el usufructo de las tierras de los indígenas y facilitaba su posterior legalización. A pesar de toda la legislación y algunas acciones concretas llevadas a cabo por el gobierno de Chile desde el siglo XVI (MICHIELI, El despoblamiento indígena..., pág. 4-13), no pudo asegurarse la residencia permanente de los encomenderos cuyanos en el lugar de origen de los indios de su repartimiento ni tampoco que cesara totalmente el traslado de indios a Chile,

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como es evidente en algunas matrículas a todo lo largo del siglo XVII. Algunas encomiendas figuraban en el censo de 1695 como administradas por otra persona a nombre del encomendero (ver Cuadros nº 27, 30, 31 y 40), sobre todo aquéllas vinculadas con encomenderos chilenos o con indígenas encomendados en San Juan pero originarios de otros lugares. Obviamente la administración de la encomienda por personas distintas de su encomendero obedecía a que la residencia del titular no coincidía con la residencia real de los encomendados. A comienzos de siglo se continuaron otorgando las encomiendas del mismo modo que en el anterior: a través del repartimiento de un cacique con todo el grupo de sujetos. Como las encomiendas eran entonces exclusivamente de servicio personal no importaba registrar en los documentos cuántas personas constituían el grupo ni otros datos de filiación. Los otorgamientos mencionaban en cambio generalmente los nombres indígenas de los caciques y de su tierra de origen, y a veces también su nación, parcialidad o familia. Era usual también que se encomendaran al mismo tiempo varios caciques, con sus respectivos grupos, en una misma persona, por lo que es posible inferir que las encomiendas de esa época eran numerosas. En cambio al avanzar el siglo, las encomiendas fueron paulatinamente menores en cantidad de encomendados, como es posible observar en las mismas matrículas, y en líneas generales se encomendaba un único grupo a través de su cacique; las excepciones que se dieron a partir de mediados de siglo, y especialmente al final del mismo, están en esos casos relacionadas con la unión de varios grupos en una sola encomienda por la escasez de indígenas. También progresivamente en los otorgamientos de encomiendas comenzaron a figurar claramente los datos de filiación de los indígenas tributarios, es decir aquéllos que debían pagar un tributo anual en dinero a los encomenderos, coincidiendo con la mayor importancia dada al tributo en contraposición con el servicio personal. Concomitantemente en los registros de encomendados comenzó a desaparecer el nombre indígena de sujetos y caciques y otras referencias que permitiera ubicarlos étnicamente. Este hecho no es casual sino que se relaciona con el cambio de ubicación geográfica de grupos enteros, de parte de grupos o incluso de individuos aislados y también con la existencia de matrimonios y uniones libres entre individuos de diferente encomienda o de distinto origen geográfico (ver Cuadros nº 20 y 34) que originaron un gran entrecruzamiento y pérdida de las identidades étnicas. Evidentemente estas pocas evidencias directas son la certificación de una situación real que se vislumbraba a través de otros análisis; los conciertos de trabajo listados en el capítulo anterior indican claramente el origen variado de

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los indígenas que se contrataban para trabajar en la ciudad de San Juan y el estudio de los libros de bautismos de la segunda mitad del siglo XVII y primera mitad del siglo XVIII (SÁNCHEZ CANO, Conformación de la sociedad sanjuanina..., pág. 60-64) ya mostraba que existió un importante número de matrimonios formados por indígenas de distinto origen geográfico. Por otra parte la disminución de indígenas con posibilidades de ser encomendados puede observarse a través de otro importante detalle presente en las matrículas. Como los repartimientos se realizaban siempre a través del otorgamiento en encomienda de un cacique con su grupo, era necesario la existencia real del mismo. Pero a medida que avanzaba el siglo algunas encomiendas (generalmente constituídas por una sola familia) se registraron sin cacique ni pueblo; en otros casos y a fin de salvaguardar figuradamente la legalidad aparecieron encabezando las encomiendas, como caciques, indígenas que años antes habían sido matriculados como simples indios sujetos (ver Cuadros nº 19 y 44), caciques difuntos (ver Cuadro nº 40) y mujeres en calidad de "cacicas" (ver Cuadros nº 33 y 34); hasta entonces en la zona cuyana el cacicazgo no era heredado por las mujeres (MICHIELI, Los huarpes protohistóricos, pág. 162-164; comentarios al Cuadro nº 18). La aparición a fines de siglo de la mujer como cacique se liga también con la matriculación de las mismas en forma detallada y como cabeza de familia en el caso de viudas y madres solteras; es posible que esto estuviera ligado también con la percepción de algún tributo por parte del encomendero, ya que según Konetzke también las viudas eran consideradas tributarias (KONETZKE, América Latina..., pág. 175); de todos modos la legislación de la gobernación de Chile no contemplaba específicamente la tributación femenina. Al avanzar el siglo la presencia de la mujer tomó importancia y se asentó en todos los casos con la cantidad de hijos vivos, que era baja. Por el análisis de las encomiendas de San Juan registradas por el censo de 1695, que representa una muestra completa, puede observarse que un alto porcentaje de las parejas (un 73,58 %) tenían sólo uno o dos hijos y eran excepcionales las que tenían tres o más de tres hijos. Si se toman en cuenta todas las matrículas correspondientes a la segunda mitad del siglo (1652-1699) se observa que también a cifra de hijos por pareja era baja (2,10 de media y 2 de mediana). De todos modos la cantidad de tributarios registrados en las encomiendas es evidentemente escasa hacia finales de siglo; en varias existían sólo uno a tres indígenas tributarios y hay incluso una que no tenía ningún tributario. En muchos casos (que constituyen el 38 % de las encomiendas

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registradas para fin de siglo) gran parte de éstos habían huido, especialmente a alguna zona de la Gobernación del Tucumán, y obviamente no pagaban el tributo correspondiente. Un hecho común a lo largo del siglo fue el reclamo de repartimientos entre distintos encomenderos; la mayoría de las matrículas registradas (salvo las correspondientes al censo de fin de siglo) tienen su origen en juicios u oposiciones realizadas por distintos postulantes. La evidencia de notables superposiciones de encomiendas, como las ejemplificadas en los Cuadros nº 12 a 14, 15, 16 y 18, señala la disputa por el aprovechamiento de un recurso económico importante como era el trabajo indígena. La poca disponibilidad de indígena para ser encomendados, su huida y desvinculación de la encomienda, la posibilidad del alquiler voluntario, el menor tributo cobrado por los encomenderos de Cuyo a diferencia del resto de la gobernación (ver Cuadro nº 7), fue incidiendo en la disminución paulatina de las grandes encomiendas. A esto se agregó a fines del siglo la orden de que el cobro del tributo no lo hiciera directamente el encomendero sino el corregidor, lo que llevó a la realización de matrículas más detalladas y censos de encomiendas como el que se ordenó en 1678 y se concretó en Cuyo en 1695. Como resultado se confirmaron algunas encomiendas y se replantearon otras; el último año del siglo fue testigo de la unificación forzada de diferentes grupos, restos de grupos e incluso individuos aislados en encomiendas que nada tenían que ver con las originales. Las encomiendas se transformaron así en una manera de mantener una fuente de mano de obra y en la posibilidad del usufructo por parte del encomendero de la tierra que había pertenecido al grupo encomendado. La integración de los repartimientos por un cacique y algunos ancianos, junto con mujeres y niños, y sin la presencia importante de varones tributarios permite pensar que la mano de obra principal era utilizada fuera de la encomienda inmediatamente después que los varones llegaban a esa edad. Durante el siglo XVII las encomiendas permitieron llenar el vacío de mano de obra aborigen existente en el centro y sur del territorio de la actual provincia de San Juan. El origen de los indígenas encomendados en ese tiempo se grafica muy bien con dos mapas comparativos de mediados (desde 1643 a 1659) y fines del siglo XVII (desde 1675 a 1699). Se han agrupado así según la disponibilidad de datos. No se tienen en cuenta aquellas encomiendas cuyo origen es desconocido ni la cantidad de grupos originarios de cada lugar.

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En los mapas puede observarse que la zona de Jáchal, Valle Fértil y Río Bermejo fueron durante el siglo XVII las que aportaron permanentemente indígenas para las encomiendas. En cambio el oeste y sudoeste del territorio provincial prácticamente carecía ya de indígenas encomendados y las excepciones, como Pismanta a mediados del siglo y Calingasta a fines del siglo, estaban ligadas a grupos casi enteramente asentados en Chile.

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Origen de las encomiendas registradas para mediados del siglo XVII (1643-1659) independientemente del lugar de asistencia. Referencias: 1- Las Tumanas; 2- Valle

Fértil; 3- Pismanta; 4-Encón; 5- Angacao; 6- Mogna (o Xatamalca); 7- Río Bermejo

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Origen de las encomiendas registradas para finales del siglo XVII (1675-1699)

independientemente del lugar de asistencia. Referencias: 1- Mogna; 2- ciudad de San Juan y alrededores; 3- Jáchal; 4- Tucunuco; 5- Valle Fértil; 6- Las Tumanas; 7- Río

Bermejo; 8- Calingasta; 9- Santiago de Chile; 10- San Luis

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TRASLADO, DESNATURALIZACIÓN, DESAPARICIÓN Y MOVILIDAD DE GRUPOS E INDIVIDUOS

Bajo las leyes indianas y como resultado de la consideración de los indígenas como trabajadores libres, la movilidad espacial voluntaria de los mismos no estaba restringida. Sí lo estaba en cambio el traslado coercitivo, salvo en caso de castigo. Ambas acciones, con sus variantes, fueron a la vez realidad en el siglo XVII en toda América, dentro de la cual San Juan no resultó la excepción. Esto originó una situación de movilidad social y espacial y cambio étnico de contornos tan complejos que sólo puede vislumbrarse mediante el análisis parcial de cada grupo de casos a fin de llegar a tener una idea de la realidad de relaciones e interrelaciones que caracterizaron ese siglo. En los capítulos anteriores el tema de los traslados se ha tocado en forma indirecta al hablar de las sublevaciones, trabajo y encomiendas. En éste se tratará en forma especial haciendo referencia a los documentos transcriptos anteriormente que se repetirán en caso de ser de importancia. El traslado y la desnaturalización coercitiva de grupos indígenas Ya se ha tratado la particular situación de los indígenas huarpes de Cuyo, incluidos los de San Juan (ver capítulo sobre "Las formas de trabajo indígena..."). Conocidas fuentes éditas de la literatura histórica cuyana, como cartas de los prelados de la Iglesia y de las autoridades capitulares de las ciudades de Mendoza y San Juan a la más alta autoridad monárquica han patentizado la difícil situación que vivieron los indígenas de Cuyo, especialmente los conocidos étnicamente como huarpes por su traslado coercitivo a Chile, desde el mismo momento de la fundación de sus ciudades, a fin de servir de mano de obra no calificada en la instalación y sostenimiento de las ciudades españolas trasandinas (MICHIELI, El despoblamiento indígena..., pág. 4-7). Este traslado coercitivo motivó que para fines del siglo XVI, es decir a pocas décadas después de la conquista de Cuyo, existieran en Santiago de Chile grandes agrupaciones de indios huarpes identificados como tales, a veces censados e incluso ocupando sectores de barrios indígenas, tal como lo certifica

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Jara (JARA, Trabajo y salario indígena... pág. 58-61 y 64). La lengua que hablaban estas importantes agrupaciones en Chile era la huarpe, con sus dialectos allentiac y millcayac por medio de los cuales y a través de las obras realizadas por el jesuita Luis de Valdivia, se las catequizaba (MICHIELI, Millcayac y allentiac..., pág. 10-15). Como consecuencia de estos traslados, a principios del siglo XVII las zonas centrales de Cuyo, es decir los valles donde se asentaban las ciudades de San Juan y Mendoza y el intermedio a ambas, o valle de Guanacache, vieron disminuir drásticamente la población nativa y, por lo tanto, la mano de obra (MICHIELI, El despoblamiento indígena..., pág. 4-7), mientras que se producía un aumento de población en las zonas marginales, como los sectores menos accesibles del complejo palustre de Guanacache (ubicado al este del valle homónimo) que permitía un tipo de vida menos ligado a un establecimiento en especial; esta circunstancia posibilitó la mezcla con otros grupos llegados de las zonas circunvecinas empujados por el mismo tipo de problema y conformó una particular población que posteriormente se conoció como "indios laguneros". Ya que la mano de obra indígena era necesaria para todas las labores -desde las domésticas y rurales, de transporte, de albañilería y carpintería, hasta las industriales como tejedurías y elaboración de vinos- se debía disponer de ella tanto en las zonas centrales (donde estaban edificadas las ciudades y se ubicaban las tierras de labranza y las industrias) como en las zonas rurales especialmente destinadas a la cría de ganado y laboreo de minas. En forma inmediata y para salvar esta falta, se trató de llevar otros indios de trabajo a los valles centrales de San Juan y Mendoza. La primera solución provino de la aceptación legal de que podían ser trasladados en forma coercitiva aquellos grupos indígenas sublevados en concepto de castigo por desnaturalización. Este castigo significaba un extrañamiento de su lugar de origen y un traslado a zonas de donde no eran naturales. A principios del siglo XVII la circunstancia de haberse producido algunos levantamientos y sublevaciones al noreste de la jurisdicción de la ciudad de San Juan (ver capítulo sobre "Las rebeliones indígenas...") posibilitó el traslado legal a zonas circundantes a la ciudad de San Juan de grupos completos de extracción étnica capayana y yacampis con sus familias para ser aprovechados por sus encomenderos. Algunos de estos grupos no estaban totalmente cristianizados y conservaban sus nombres familiares y apellidos étnicos así como su lengua particular porque debieron usarse lenguaraces para parlamentar con ellos (Cit. de CABRERA, Los aborígenes del país de Cuyo..., pág, 35-36).

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La otra fue trasladar sobre todo a la ciudad de San Juan, a indígenas encomendados de zonas marginales de San Juan en forma permanente o transitoria, sobre todo para cumplir trabajos especializados. Frecuentemente los indígenas con oficio de carpintero y albañil oriundos de Valle Fértil eran los más requeridos para estas labores, como cuando se trasladaban en turnos para la construcción de la Iglesia de Santo Domingo en 1643 y 1644. "...tengais obligasion por bia de pension adar seis de los dhos indios mudandolos por sus mitas Ia Buestra costa Para la fabrica I ... edificacion dela Iglesia Iconbento de santo domingo orden depredicadores de la siudad de San Juo dela frontera... (ANC RA 1874, f. 6 v.). No siempre el trasladado lo realizaba el mismo encomendero, sino que los casos documentados mayormente evidencian la injerencia de otras personas en el traslado y usufructo indebido, lo que ocasionaba quejas de los afectados, como la realizada en 1643 por Gregorio Morales de Albornoz sobre su encomienda de Las Tumanas en Valle Fértil. "...algunas personas ansacado muchos desos yndios de su natural Ise estan sirbiendo de llos Iotros los antraydo aesta ciudad en ... juicio mio. Ideesos yndios por desnaturalicarlos ... Y suplico sesirba demandar ... para que los dgos mis Indios (...) de quedar asu natural con sus mugeres y demas familia" (ANC RA 1874, f. 3-3 v.). De este modo, en las tres primeras décadas del siglo XVII el panorama étnico de los alrededores de la ciudad de San Juan había variado notablemente, sin la presencia masiva de los individuos y la lengua huarpe y con la instalación de grupos y familias de otra extracción étnica, otras costumbres y diferente lengua, colocados allí con el fundamento legal de la necesidad de castigo a los sublevados y el real de la necesidad de la restauración de la mano de obra indígena donde era ya casi inexistente. Aunque estos hechos de principios de siglo fueron los más marcados y los que dejaron más consecuencias de sustitución étnica, los traslados coercitivos continuaron bajo las más dispares excusas. Los más singulares fueron las encomiendas otorgadas directamente a vecinos de Santiago u otras ciudades de Chile las cuales durante años residieron permanentemente allá (ver Cuadros nº 15, 16, 18, 43). Todavía a fin de siglo se encomendaban indígenas cuyanos en Santiago de Chile. Esto fue denunciado por el cura de San Luis por carta al obispo de

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Santiago de 1679 y 1686 y certificado en una Real Cédula de 1690 (JARA y PINTO, Fuentes..., pág.36l-362); según las afirmaciones de un Auto de la Real Audiencia de Santiago de 1687 y del corregidor de Cuyo incluidas en un informe de 1699 este hecho disminuía notoriamente la mano de obra indígena, especialmente la necesaria para el trabajo de las minas, sobre todo la más importante de ese momento que era la de San Lorenzo en los Paramillos de Uspallata (Mendoza). "Autos sobre fomento del Mineral de San Lorenzo en la prova de Cuio (...) ...por la falta defabricas, y en especial por la de Indios, ogente que puedan trabajar, pues asi los deesta Vanda como los dela Provincia de Cuio son pocos..." (ANC RA 2801, f. 106 y 109 v.). "...quitandoles los yndios pocos queoy se allan endha probincia de algunas enComiendas porestar las mas enComendados enlos vesinos dela Ciudad de Santiago dechile los quales debian aser vesindad enesta provincia ynodisipar los yndios dedhas enComiendas queposeen ni desnaturalisarlos desus pueblos saCandolos dellos y pasandolos adha Ciudad deSantiago Como lo estan ylos vesinos desta probincia Caresiendo dellos para el cultivo desus labransas (...) La esperiencia nos demuestra esta Verdad que algunos encomiendas de Yndios de esta ProVincia muy floridos que sean encomendado a algunos Vecinos delas ProVincias dela Consepçion y Sanctiago (...) yan quedado los abitadores dela Probincia Sin gente para Labrar Lastierras y los yn dios que Assistian enel Labor delas minas (...) no a quedado yndio deserbicio enla Probincia..." (ANC RA 2801, f. 152-152 v., 154 v., 155- 155v.). En otros casos, conocidos por algunas documentos en los cuales se peticionaban amparos (ver Cuadro nº 49) existieron también traslados coercitivos de forma individual como el protagonizado por un indio llamado Felipe, natural del pueblo de Angacao (hoy Jáchal) quien en 1678 pidió y consiguió ser amparado en su libertad. "...gano Vna Rl probission felipe Indio natural delpueblo de angacao. en que manda. Su alteza gose de su libertad. Y seste ensupueblo..." (ANC RA 1955, f. 68). Si bien el destino de los traslados eran generalmente las ciudades y localidades chilenas, más avanzado el siglo también se trasladaban a algunas personas en forma coercitiva a otros lugares del virreinato como Buenos Aires, o la Gobernación del Tucumán. Para mediados de siglo existían grupos enteros de indios naturales de zonas de la jurisdicción de San Juan que habían sido

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traslados o eran enviados a trabajar y servir a otras ciudades de la Gobernación del Tucumán, especialmente La Rioja o Córdoba. Las quejas sobre el despoblamiento del pueblo de Guanacache realizada en 1623 por el defensor de indios, las interpuestas en 1644 y 1658 por la encomendera Juana de Villanueva contra algunos miembros de la familia Sánchez Chaparro y contra el capitán Juan Jufré de Arze respectivamente y la del protector general de los indios, también contra Sánchez Chaparro de 1671, son ejemplificadoras de esta situación, así como poderes otorgados en 1656 y 1657 ante escribano público para el cobro de los tributos de encomiendas sanjuaninas reubicadas en La Rioja (AHA SJ Caja I; ver Cuadro nº 49). "...por la defensa del casique y indios del pueblo de guanacache y sus lagunas (...) apurando a que los miserable yndios en las pesquerias y despachando las rrequas con yndios de dho pueblo ala rrioxa y ciudad de cordoua conla pesca que sesaca y con Carretas y ganados sacando assimismo mas yndios del dho pueblo Para otras grangerias y yndias Para su serbisio (...) Con quequeda Destrydo y despoblado y los yndios sedesnaturaliçan ymbiandolos y sacandolos Contra suboluntad aotraparte y Probinsias tratandolos y trabajandolos Peor que si fueran negros esclabos..." (ANC RA 3027, f. 196- 196, v.). "...me despoxo y quito los Yndios encomendados (...) desnatturalisandolos desurredusion y llebandolos desta ciudad de San Juan a las minas que havra mas de treinta leguas deella el mro de campo domingo sanchez chaparro consus hijos y mugeres e familia..." (ANC RA 3033, f. 31 bis-31 bis v.). "...y sinembargo el dhocapitan Joan Jofre saco los dhos yndios contra su voluntad y forsados parallebarlos alpueblo de buenosayres con sus carretas..." (ANC RA 3035, f. 270 v.). "...Ypor la defensa delos caciques Don alonso cansama y de don lorenso chancai casique de los Pueblos de angacau y mogna y tucunuco dela Probincia desan Joan terminos decuyo Digo quepor parte delosdhos casiques hetomado noticia queelcapi tandomingo sanches chaparro asacadolos yndios deestos dhos pueblos y lleuado los asan luis deloyola enla Punta mas de treyntaleguas desunatural y lostiene ensus faenas ocupados..." (ANC RA 3036, f. 35). En otros casos la situación era a la inversa y se documentan traslados coercitivos hacia San Juan, como el caso de grupos de La Rioja y Guandacol

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trasladados a San Juan después de la rebelión de 1630-33, que incluso habían sido vendidos como esclavos (ANC RA 3030, f. 169 v.-170; ANC RA 3031, f. 96 y 177 v.; ESPEJO, La provincia de Cuyo.., pág. 86-88) o encomiendas de indios originarios de San Luis e incluso Santiago de Chile matriculadas en San Juan en 1695 (ver Cuadros nº 30 y 31). Para 1687 existen también referencias del pedido de repartimiento de indios mocovíes (originarios de la región chaqueña) por parte de la vecina de San Juan Melchora López Salinas, viuda del capitán Pedro Gil de Oliva, que había comprado don Juan de la Barreda (ESPEJO, La provincia de Cuyo..., pág. 358) coincidentemente con la aparición de varios indígenas adultos de esa extracción y con calidad de esclavos que se bautizaron en San Juan cerca de esa fecha (SÁNCHEZ CANO, Conformación de la sociedad..., pág. 61-63). La presencia en San Juan de indios esclavos de un origen diferente al del sur de Chile se explica por el hecho de que la esclavización de indios considerados “prisioneros en guerras justas” se prohibió en 1674 y aun así fue practicada después de esa fecha en territorios fronterizos (KONETZKE, América Latina, pág. 157-159). Así como los traslados en grupo motivaron la instalación perdurable del mismo en el lugar, el traslado de individuos aislados durante mucho tiempo ocasionó la ligazón por medio del casamiento, o por lo menos por formación de parejas, y la procreación entre personas de distinta extracción geográfica y étnica, originando un mestizaje entre los mismos indígenas que puede ser comprobado en las matrículas presentada como cuadros y en otros trabajos específicos (SÁNCHEZ CANO, Conformación de la sociedad... pág. 60-64) y en otros casos la separación de las familias en forma temporaria o permanente. Como ejemplo se documentan, en los conciertos de trabajo de mediados de siglo y en las matrículas de encomiendas, algunos de estos casos: una mujer que se concertaba para trabajar en 1657 mientras su marido se hallaba ausente (AHA SJ Caja I), y la ausencia en la Gobernación del Tucumán de la mujer del indio Bartolo con el cual tenía tres hijas (ANC ES 343, f. 92) como quedó registrado en la matrícula de la encomienda de Jacobo de Lasiar de los indígenas originarios de Mogna realizada en 1675 (ver Cuadro nº 19). Los traslados no permanentes por razones de trabajo Si bien los traslados coercitivos grupales o individuales tenían como fundamento razones de trabajo, se diferencian por su forma y duración de los traslados, generalmente de pocos individuos y voluntariamente, para realizar

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alguna tarea específica o para ganarse la vida en forma de alquiler voluntario. Estos casos han quedado asentados documentalmente de formas diversas, pero especialmente en los conciertos de trabajo realizados en San Juan a mediados de siglo (ver Cuadro nº 2) y en las declaraciones que los vecinos realizaban ante escribano público del empleo de indígenas de su encomienda o de la de otro encomendero para efectuar alguna tarea y el modo de pago a los mismos. "...en beinte seis dias del mes de otubre de mil y seissientos ysinco entayseis años (...) paresio el capn grabiel de mallea besino encomendero desta dha seudad y para aber de aser uiaje consus caretas alas probinsias del tucuman rejistro sus indios ante sumd..." (AHA SJ Caja I). "...estan prorratadas nuebe mil bacas y parapasar las que tiene la Cordillera nesecita [el capitán Francisco Pizarro Cajal en 1658] dealgunos de los Indios de Suen Comienda que Vienen deSu boluntad apasar las parabolberse aSus Reducciones luego que las passen..." (ANC RA 3035, f. 182). "...Yo El Cappn thomas Jofre dela Varreda [en 1699] (...) Estoi de Prossimo alhacer Viaje despachando Mis carretas ala Gouernazon del tuccuman y con dhaz Carretas despacho tres Indios Pertenezientes al deposito que se me hizo..." (AHA SJ Caja I). "[En 1699]...el cap. Don thomas de graguas [sic por Fraguas] (...) dijo que por quantto esta deprogsimo hacer Viaje ala prouincia deel Tucuman Con tropa de carretas yenellas para hacer dho viaje lleua los indios siguientes (...) todos perttenecienttes ala encomienda deel Mro de campo don Juan de oro Busttamantte Vecino deesta ciud los quales dhos Indios me obligo delos Boluer atraer aesta dha ciud asu pueblo natural..." (AHA SJ Caja I). Aun aceptándose que estos casos registrados fueran los excepcionales y que muchos otros traslados no quedaron registrados, puede tenerse una idea bastante aproximada a la realidad de la importancia que este tipo de actividad tuvo en el siglo XVII con respecto a la movilidad indígena. Así como nativos de las distintas zonas de San Juan viajaban con carretas o recuas de mulas llevando vino, aguardiente, pescado y frutas secas, otros venían a la ciudad desde localidades más alejadas o de distantes lugares del virreinato para ejercer oficios especializados o incluso trabajar en tareas no calificadas. Esto es evidente en los conciertos de trabajo asentados para mediados de siglo ante los escribanos de San Juan (ver Cuadro nº 2), en especial el caso de un

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indio oriundo de Esteco, Gobernación del Tucumán, que era carpintero de carretas y del indio Juan de los Ríos, de procedencia desconocida y sin dependencia, que fue contratado para dorar el tabernáculo de la Iglesia de Santo Domingo (AHA SJ Caja I). En estos mismos registros están asentados individuos, como el caso del dorador señalado arriba, que no figuran bajo dependencia de ningún encomendero e incluso se señalan expresamente como "libres". Como indios libres se consideraban a aquéllos que no estaban sometidos a la tutela directa de españoles (JARA, Trabajo y salario indígena.., pág. 24) y que por lo tanto no debían tributar en ninguna forma. Una categoría similar, que estuvo especialmente reglamentada en la Gobernación de Chile, fue la de “indio forastero”. La reforma real introducida en 1622 a la tasa de Esquilache, ordenaba que los indios en edad de tributar que llegaran al reino de Chile desde alguna provincia de virreinato -especialmente desde el Perú o Tucumán- fueran censados pero que no se los encomendara ni hiciese tributar sino que fuesen “favorecidos en su libertad”, trabajasen voluntariamente a cambio de un salario igualitario y pudiesen cambiar de lugar de residencia y trabajo cuando quisiesen, sobre todo en los casos de oficiales en alguna actividad; esto fue ratificado por la recopilación de leyes sobre los indios de Chile (ley XI) realizada en 1680 (JARA y PINTO, Fuentes..., pág. 111 y 175-176). La temprana fecha de esta legislación y su vigencia a los largo del siglo XVII revela la preocupación de las autoridades (al menos las de la Capitanía General) de favorecer la adquisición de mano de obra especializada sin importar la procedencia étnica. Del mismo modo el ejercicio de un oficio o profesión o por lo menos de un trabajo no calificado pero bien realizado, le garantizaba al indígena libertad de movimiento, libertad de trabajo y salario no diferenciado. La comprobación de que estas intenciones implícitas en la legislación fueron reales en la práctica, resulta visible en los mismos conciertos de trabajo (ver Cuadro nº 2) y otros contratos citados anteriormente. La huida de encomendados Al mismo tiempo de los traslados coercitivos y de los viajes voluntarios por trabajo existió otro modo de variación de la residencia indígena de notable envergadura que quedó especialmente certificada hacia mediados y fines de siglo: la huida de indios de su encomienda. La calificación de “huido” colocada en las matrículas de encomiendas no debe confundirse con la de “ausente” que,

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en los mismos registros y en otros documentos, se refiere a indígenas que en el momento del censo se hallaban de viaje o trabajando o sirviendo en otro lugar bajo la autorización, o por lo menos el conocimiento, del encomendero o de las autoridades correspondientes. El indígena que era asentado como “huido” era aquel que se había retirado de su encomienda sin autorización y había dejado de pagar tributo, del cual no se conocía concretamente su nueva residencia. Los registros o matrículas de encomiendas de San Juan, sobre todo los de los últimos años del siglo que fueron realizados en forma más completa, permiten apreciar la gran cantidad de varones tributarios que figuran como huidos de la encomienda a la que pertenecían. El 38% de las encomiendas registradas en el censo de 1695 certificaban este hecho (ver Cuadros nº 23 a 43); de total de tributarios de éstas casi el 50% había huido. En muchas ocasiones no sólo se trataba de individuos aislados sino de los varones de una misma familia o incluso a veces de la familia completa. En todos los casos en que se registraba el destino del huido era algún lugar de la Gobernación del Tucumán, especialmente Córdoba. En trabajos anteriores (MICHIELI, Aportes documentales al conocimiento...) hemos señalado que similar situación se daba en las encomiendas de la misma época del sur de San Luis y de Mendoza, en cambio está escasamente documentada en encomiendas de la Gobernación del Tucumán (DOCUMENTOS coloniales relativos a San Miguel del Tucumán..., s.I, v.IV [pág. 136-137] y v.V [pág. 36-122]; MONTES, Encomiendas de indios..., pág. 17-22). El hecho de que la huida de tributarios fuera más usual en Cuyo que en la Gobernación del Tucumán estaría ligado con el deseo imperioso de evitar el traslado y el trabajo coercitivo que los alejaba de su lugar de origen y de su núcleo familiar y de subsistir, en cambio, por sus propios medios. Para el caso de las jurisdicciones de las ciudades de San Luis y Mendoza el refugio más común eran “las pampas” donde los huidos se reunían en grupos heterogéneos con indígenas en la misma situación provenientes de la Gobernación del Tucumán y de la jurisdicción de Buenos Aires, bajo el mando de un caudillo erigido al efecto, formando familia de acuerdo con sus propias costumbres y sin seguir las directivas administrativas ni religiosas de la colonia y concertándose eventualmente con otros grupos indígenas en la misma situación con la finalidad del ataque a las estancias vecinas y de la cacería del ganado (MICHIELI, Aportes documentales al conocimiento..., pág. 11-13). Para el caso específico de los huidos de San Juan era más común como destino algún lugar indeterminado de la Gobernación del Tucumán. Es posible

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que allí los individuos consiguieran trabajo más fácilmente y pudieran soslayar más eficazmente el pago del tributo a su encomendero. Sostiene esta presunción tanto la poca existencia de huidos de encomiendas de esa región como el hecho de que desde antiguo los encomenderos de Córdoba trataron de apropiarse, bajo distintos argumentos, de indígenas de la región de Cuyo para emplearlos como mano de obra (MICHIELI, Aportes documentales al conocimiento..., pág. 2). La desaparición de grupos indígenas y el nacimiento de propiedades rurales Estrechamente relacionado con la temprana desaparición masiva de población indígena de algunas zonas de la jurisdicción de San Juan por su traslado coercitivo a vivir y trabajar en otras regiones, se encuentra el nacimiento y consolidación de las grandes propiedades rurales españolas de más antigua data. Algunos ejemplos de los cuales se ha conservado documentación (aun cuando ésta no sea totalmente explícita en ese aspecto) permiten apreciar cómo la apropiación de la tierra, sobre todo en aquellas zonas de conveniencia ganadera, se realizó a expensas del traslado de los grupos indígenas a otros lugares donde podían servir más eficazmente como mano de obra y con la excusa de que la tierra había pertenecido a los indios de las respectivas encomiendas, como una forma subrepticia de tratar de generar cierto derecho que en realidad no existía. Por esa razón es posible rastrear en la más antigua documentación histórica la correspondencia de los nombres de los primeros propietarios de las tierras con los de los encomenderos de los indígenas originarios de los mismos lugares, lo que indica que se trataba de las mismas personas o de parientes homónimos muy próximos. La zona sur de San Juan El sector central y oriental del sur de la actual provincia de San Juan, en su límite con la jurisdicción de Mendoza, fue un territorio que desde muy temprano sufrió el movimiento de grupos indígenas. El sector central, es decir el comprendido entre el sistema de la Precordillera hasta el mismo río San Juan era una zona abundantemente poblada por indígenas cuando a mediados del siglo XVI llegó la conquista española (MICHIELI, Los huarpes protohistóricos, pág. 54-58). Genéricamente se conoció desde el primer momento como “valle de Guanacache”; estaba ubicado al oeste del complejo palustre de Guanacache (o “lagunas de Guanacache”) y conformó el límite entre las jurisdicciones de las ciudades de San Juan y Mendoza siendo a la vez también territorio compartido

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por ambas debido a una ingeniosa argucia ejecutada por el fundador Juan Jufré a fin de poder encomendar indios en vecinos de las dos ciudades (MICHIELI, La fundación de las ciudades..., pág. 13-14). El temprano repartimiento de indios del valle de Guanacache, que al parecer había comenzado incluso antes de las fundaciones legales (MICHIELI, Los huarpes protohistóricos, pág. 56), motivó que en poco más de medio siglo la población natural disminuyera drásticamente en ese sector mientras se mantenía, e incluso se incrementaba, la población indígena dentro del complejo palustre de Guanacache, por el refugio natural que representaba para los indígenas que huían de los valles a fin de evitar su traslado a Chile (MICHIELI, El despoblamiento indígena..., pág. 16). Sobre estos sucesos la evidencia documental, si bien escasa, es explícita. En la primera década del siglo XVII la labor misional de los jesuitas, promovida por un importante encomendero del lugar (ver capítulo “Las ‘doctrinas’ del principios de siglo”) debió centrarse en el interior de las lagunas, donde todavía existían indios sin evangelizar y donde se erigieron “pueblos” o agrupaciones de indios recién convertidos. En 1623 el defensor de los indígenas del “pueblo de Guanacache y sus lagunas” hizo una presentación contra el corregidor de Cuyo por considerarlo responsable del traslado, abuso y desnaturalización de los indios de dicho lugar y el consecuente despoblamiento indígena del valle de Guanacache. “...Muy Poderoso señor eldoctor Jacobe deadaro y samyn vro fiscal por la defensa del casique y indios del pueblo de guanacache y sus lagunas en la Prouincia de cuyo digo que el corregidor della contrabiniendo a vras zedulas y hordenanzas Reales y no lo pudiendo no debiendo haser anombrado por corregidor de dho pueblo y Lagunas deyndios a Jun Luis Pacheco suyntimo amigo y que dista...dad llebo y saco Para el dho efecto cosa que nunca sea hecho para aprobecharle como Lohase apurando a que los miserables yndios en las pesquerias y despachando las rrequas con yndios del dho pueblo ala rrioxa y ciudad de cordoua conla pesca que sesaca y con Carretas y ganados sacando assimismo mas yndios del dho pueblo Para otras grangerias y yndias Para su serbisio y les aze otros muchos agrabios Proybiendoles que siembren quees lo mas prinsipal para su sustento y quitando lamano ala persona que los tiene Conpoder desu encomendero y Para el sustento de subesindad Conforme a lo ordenado por don Pedro Jose de Vlloa vro Presste= yassimismo Porcomplaser amuchas personas asacado otros yndios y yndias del dho pueblo y losaasentado Por carta Con quequeda Destruydo y despoblado y los yndios sedesnaturaliçan

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ymbiandolos y sacandolos Contra suboluntad aotraparte y Probinsias tratandolos y trabajandolos Peor que si fueran negros esclabos...” (ANC RA 3027, f. 196-196 v.). Del mismo modo la documentación de fines del siglo XVI y principios del XVII sobre la zona de El Acequión, en la vertiente oriental del sistema precordillerano y al oeste del valle de Guanacache, no contiene referencias a indígenas; por ese lugar pasaba el camino natural y oficial de San Juan a Santiago de Chile, capital de la Gobernación (MICHIELI, El antiguo camino..., pág. 9-11), y era intensamente usufructuado para el pastaje de ganado por parte de vecinos de San Juan. El inventario de bienes de Pedro Gil de Oliva de 1596, marido de María Astudillo, incluía el ganado vacuno, ovino, caprino y caballar que tenía en sus dos estancias de El Acequión; en 1601 parte de ese ganado -concretamente la mitad del vacuno- pasó en dote a la hija de ambos, Isidra Gil de Oliva, al contraer matrimonio con Gabriel de Urquizo: “...e inventario Por bienes dedho difunto dos estancias enel asequion donde tiene sus ganados q era camino de Santo dose leguas desta dha ciud - yten todas las vacas q Paresieren de dho difunto y las q dixere el vaquero q son q estan enel hato y estancia dha delasequion - yten veinte cabezas deyeguas con un Pee chicas y grandes Pocomas o menos q estan al dho asequion Yten todas las ovejas q Paresieren al dho hato y asequion con mas las cabras q Ubiese q estan al dho hato delasequion-...” (ANC RA 2146, f. 276 v.). “...Ytem os dy la mytad delas vacas que tengo Eposeo En una estacia que llaman El acequion en donde estan al presente...” (ANC RA 2146, f. 232). El intencional y temprano vacío de población indígena y el intenso usufructo de los recursos, especialmente ganaderos, por parte de vecinos de la ciudad, fue el antecedente de los intentos de legalización de las propiedades en favor de distintas personas durante la primera mitad del siglo XVII. La documentación permite afirmar que los principales solicitantes de la propiedad legal de las tierras eran los mismos que habían gozado de su usufructo por haber sido encomenderos de indios de la zona. Los primeros hechos de apropiación legal de las tierras correspondientes al sur de la jurisdicción de San Juan que constan documentalmente corresponden al pedido y otorgamiento de mercedes reales a Gabriel de Urquizo, quien era encomendero de la zona y se había casado con la heredera de parte del ganado que se criaba en El Acequión. En las actuaciones de un litigio de 1749 entre Manuel Godoy y el Convento de San Agustín por las tierras de las lagunas se

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encuentran las copias de los trámites de pedido, concesión y toma de posesión de propiedad de los extensos sectores otorgados en 1617 a Gabriel de Urquizo. "El licenciado fernando talaberano Gallegos (...) Por quanto el Sargento maior Gabriel de Urquizo Vezino feudatario de la ciudad de S

n Juan

dela frontera en la Prova de Cuio me hizo relacion diciendo tenia nesecidad de

quinientas quadras de tierras para sustento de sus ganados enterminos dela dha ciudad deS

n Joan las doscientas en las demasias dela tierra llamada el azequion

y las trecientas en tierra delas lagunas llamadas chalguali y el asiento de Chocha y que las dhas tierras aviande tener por frente por Vn lado las dhas lagunas y por el otro el camino que yba de caballos detupeli alas dhas lagunas, y por otro el camino de carretas y avian de lindar con el asiento devn rancho donde estava vn Indio q se decia camalao con el rio..." (ANC RA 1564, f. 122). Si bien el pedido y el otorgamiento de la merced de tierras eran por un total de quinientas quadras (aproximadamente 785 ha), los límites reales evidencian una extensión extraordinaria ya que abarcaban un sector de El Acequión por una parte y un triángulo entre Tupeli, el camino desde este punto a las lagunas por el oeste, todo el frente de las lagunas que hacían de límite con la jurisdicción de Mendoza por el sur y el camino de carretas (es decir el camino de San Juan a San Luis) por el este. Esta última propiedad, que en 1634 aún integraba los bienes de Urquizo según el listado de su testamento (ANC RA 1564, f. 121) se conocía como la estancia de Chalguali (Chalueli, Chaluli o Chalveli) e incluía el asiento de Chocha. La posesión de ambas propiedades fue efectivizada entre abril y mayo de ese mismo año y si bien en el caso de El Acequión no hubo mayores dificultades, la segunda debió hacerse por partes por lo extenso y desigual del territorio. "En el asiento y tierras del Azequion Junto aun serrillo q parece aver sido fuerte del Inga y de vn manantial q alli junto esta... [y] ...En el asiento y tierras de las lagunas y parage de chalueli sobre la misma laguna q cae al poniente catorze leguas poco mas omenos de la ciudad deS

n Juan de la frontera

Prova de Cuio en sus terminos y jurisdicc

on (...) q para ello [tomar posesión]

fueron llamados depedimento del dho Sargto Maior Gabriel de Urquizo algunos

Yndios y casiquez comarcanos de dhas lagunas (...) por quantolas q son delos dhos sus encomenderos corren sus aguadas y bebederos con sus algarrobales desde el dho parage de Chalguali el desaguadero abaxo hasta dos leguas mas abajo del camino del camarico del camino de las carretas q es su dormida el Encon via recta del camino q se continua para cordova y van arrematar las dhas tierras al oriente de vnos arenales grandes q paresen q descabesan en las peñas camino dela Rioja y subiendo asi arriva descabesan dos leguas mas aca

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detupeli poco mas o menos q sus linderos eran dos arenalillos llamados toista ala costa del rio deS

n Juan que pasa portupeli y entra en dhas lagunas y que y q

[sic] de alli costeando el dho rio con sus llanadas todas en Contorno hasta la misma laguna y su costa (...) y le di la posecion en el dho Asiento de chaluli de Sien quadras de tierra En contorno conforme su pedimento con los linderos, al poniente la mesma laguna, y al Sur la mesma laguna q el desaguadero que sale de ella donde se divide las jurisdicciones deesta ciudad de S

n Juan y la de

Mendoza y al oriente. le doi por lindero el Camarico y dormida de las carretas y remate de dhas tierras desus Encomendados y asimesmo ala parte del norte el camino real delas carretas y arenales sacancete y acacheuta y Corpio (...) y oy Veinte y dos dias del mes de mayo demil seiscientos y dies y siete. años llegamos con los dhos casiques Y yndios y testigos al parage y citio y arenales llamados Vilaeceta dose leguas poco mas o menos dela dha Ciud. de S

n Juan sus terminos

y Jurisdiccion En la costa del Rioque entra en la laguna" (ANC RA 1564, f. 122 v.-124). Para la ceremonia de la toma de posesión, además de los testigos españoles, se debía contar con algunos testigos indígenas. En este caso fue necesario hacer comparecer indígenas que vivían dispersos dentro del territorio otorgado y que eran encomendados de Urquizo o lo habían sido de su suegro Gil de Oliva, y otros provenientes de otros sectores. La testificación de algunos de ellos -aunque larga, apologética y cansadora- fue indispensable para establecer los difíciles límites de la propiedad, así como para generar cierta seguridad en el derecho a la propiedad del peticionante por ser la tierra de origen de sus encomendados.

En las declaraciones de los indígenas resulta evidente que eran muy pocos los naturales que quedaban dentro de este amplio sector, la mayoría de los cuales eran caciques ancianos que estaban solos porque su grupo había sido trasladado a Chile o había huido y que debían mudar su residencia a fin de poder subsistir cerca de otros parientes y con recursos de más fácil acceso como la pesca o la siembra al secano por la vecindad con el río. "...Y en particular aun cazique mas comarcano aeste parage y citio q su rancho tiene en Sacancete y dixo (...) y que era natural detupeli y sus sugetos y que sus tierras y algarrobales se dividian de cosa detres leguas de alli donde Estavamos, y la division y lindero eran Como vamos adho tupeli llamados tolita y que Son vnos arenales que tienen este dho nombre, y de alli asi atupeli eran sus tierras y desus sugetos, y que aunq estaba arranchado en sacancete se avia venido al amor desus parientes Juan Tanamay, y sus herm

s y por ser Su pariente

el casique Dn Juan Talicana dela Encomienda del dho Sargto

maior [Urquizo] y

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por gozar del Pescado y por q ya notenia compañia ni gente q estubiese con el y q ya era viejo y q todos sus yndios los avia llevado y los tenia su amo en Santiago de Chile y q vno que avia quedado llamado Apalchin handaba huido por q lo perseguia el escrivano y q por esso no tenia q contradecir por q delos Arenales Tolita para Tupeli eran sus tierras y asimesmo dededim

to del dho

Sargto

maior [Urquizo] hice parecer ante mi Vn Indio llamado Camalao por estar Circunvecino y rancheado serca deste para Vilaeceta y Toctoluita en la costa del rio (...) dixo que si alli tenia su rrancho era porestar serca de sus parientes y poder sembrar, como Sembraba aorillas del rio Sapallos y maíz y por aver sido Encomendados En el Mre de campo Pedro Xil de oliva Suegro del dho Sarg

to maior y que sus tierras propias eran dela obra banda del rio e yndios

y parcialidad q bacaron p fin y muerte del dho Mre de Campo y averse retirado el dho rrio por aber salido de madre y bañadole sus citios y rranchos se avia retirado y Venido adonde estaba de esta banda donde asistia y sembraba conconcentim

to del cacique D

n Juan Talicana y sus sugetos como señores y

dueños q eran de dhas tierras y lagunas y llanos y costas del rio hasta topar con los arenales tolita y que de alli p

a tupeli corrian las tierras de Don Gonzalo ayen y que de dhos arenales al oriente hasta topar con los arenales delas peñas del camino q va ala Rioja cogiendo en medio del camino rreal de carretas q ban a cordova y governacion del tucuman y que de las dhas tierras corren yban hasta dos leguas mas alla de camarico caminando al Encon y hasta alli llegaban las tierras y algarrobales de D

n Juan Talicana sucesor del cazique

principal Dn fran

o Quipue y sus sugetos alo qual el dho Cazique D

n Juan

Talicana y sus sugetos dixeron al dho Sargto

Maior [Urquizo] su amo, q se estaba cansando..." (ANC RA 1564, f. 124-124 v.). En definitiva, y con la ayuda de las testificaciones de los indígenas, los límites de las tierras quedaron establecidos más claramente: "...por cabesadas asiha el norte q linda con vnos arenalillos dhos tolita donde rematan las tierras delos dhos Sus Yndios y caziques y al poniente lindan con la costa del rio que entra en dha lagunas y rancho de camaleo y al sur lindan con la dha laguna y al oriente lindan con Vn arenal grande llamado topata casi una legua de este asiento y otros mas aca q entre ellos vn esterillo q viene delas lagunas q alli remata llamado colonicecta..." (ANC RA 1564, f. 125). Según consta en el mismo expediente, poco más de una década después fue otorgada otra merced en la misma zona. En 1631 se dio la propiedad a Diego Jofré de Arze de mil cuadras (aproximadamente 1.570 ha) de tierra a trece leguas de la ciudad que había usufructuado con ganado y cultivos desde fecha anterior

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por haber sido encomendero de los indios del lugar; la posesión fue efectivizada en 1635. En 1638 se le agregaron otras mil quadras. "...el año pasado de mil seiscientos y treinta y uno el S

r D

n Franzisco

Laso delavega siendo Gvd deste Reyno hico merced a D

n Diego Jofré de Arze demil quadras de tierras trece leguas dela Ciudad de S

n Juan enlas lagunas de

chalguillu hasta el Encon entre el camino Real y las dhas lagunas y de ellas tomo posesion el año de mil seiscientos treinta y sinco conla expresion de tomarla donde ya tenia su estancia deganados mayores y menores de sementeras y su Cazique e yndios reducidos de mucho tiempo atras. Y porotro titulo expedido por dho S

r G

or el año de mil seiscientos. treinta y ocho lehico

merced de otras mill quadras, las mil desde el asiento de huilacseta la sienega arriba hasta donde dezemboca el rio de S. Juan entre el camino de carretas y la sienega y las otras mil en la sierra alta desde el asiento de Orpar hasta el dho rio de S. Juan... [Entre los testigos de la toma de posesión de 1635 figuraban] ...Julian Alpacsi, D

n Gonzalo Casique de la Encom

da de el Sarg

to Maior Garzi fernandez de Caseres y Pedro guanacai de la Encom

da de el Cap

n Alvaro

rodriguez..." (ANC RA 1564, f. 153-153 v. y 156 v.). La identidad de algunos lugares mencionados en ambas mercedes causó algunas confusiones y conflictos, especialmente en el siglo siguiente cuando los herederos y sucesores de ambos propietarios (Manuel Godoy por la parte de Jofré de Arze y el Convento de San Agustín por la de Gabriel de Urquizo) se disputaban un sector que al parecer era valioso en recursos pesqueros porque se conocía como "el pago de la pesquería". La sentencia final del juicio se realizó en 1753 sobre la base del peritaje y mensura realizado por Pedro Antonio Lepe quien aclaró los linderos y exacta extensión de las tierras de cada parte. En él se ratifican los nombres de los sitios Tupelí y Encón (que se mantienen hasta la actualidad) y se identifica Chalguali con el más moderno Aibili, porque se aclara expresamente que "el paso antiguo del rio nombrado Aibili" era el asiento donde había tomado la posesión Gabriel de Urquizo (ANC RA 1564, f. 253 v.-254), así como en 1757 se diría en otro documento: "...en el paraje de Aybili que llaman oy y en los tpos pasados quando se hiso la mersed Consta por los titulos aberse llamado Ayguali..." (ANC RA 674, f. 49).

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Croquis del sector sur de la jurisdicción de San Juan (Fuente: Mapa de la Provincia de San Juan (Escala 1:500.000). San Juan, Dirección Provincial de Catastro,

1974). Otra merced realizada en el siglo XVII de la que se tiene noticia es la

que benefició al maestre de campo don Diego de Salinas y Heredia quien en octubre de 1687 solicitó y obtuvo una propiedad de dos mil cuaras (aproximadamente 3.140 ha) para pastaje de ganados también en la zona de El Acequión (GIL, La frontera de San Juan con Mendoza..., pág. 58-59). De otros hechos semejantes no ha quedado evidencia documental, pero por la cantidad de juicios promovidos en el siglo XVIII (GIL, La frontera de San Juan con Mendoza..., pág. 60-76; AC SJ, sección anexa) sobre tierras del sector sur de la jurisdicción de San Juan se aprecia que tal zona fue sumamente disputada una vez que la población indígena desapareció casi por completo. Las Tumanas y otras zonas de Valle Fértil Otra de las zonas de la jurisdicción de San Juan donde más tempranamente se formaron propiedades rurales fue Valle Fértil. La mayoría de las referencias documentales que citan otorgamientos de mercedes reales a comienzos del siglo XVII en esa región están contenidas en un litigio de 1757 por las tierras de Aguango a cuyo expediente se agregaron como antecedentes con mención de la equivalencia de los nombres que habían cambiado a lo largo

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del siglo; si bien éstas no están fechadas, la menciones a las autoridades que las concedieron permiten ubicarlas entre 1605 y 1635. “...cuya presentación hago con el Juramento de Derecho aconstrumbrado para la Defensa quepretendo hacer deel del [sic] citado paraxe de Aguango, y demas tierras pertenecientes a mis partes eneldho Valle fertil respecto deque todas las Mercedes resan delser cituadas eneldho Valle como son la que hizo Don Balthasar [sic por Sebastián] de Espinosa que hizo merced a francisco deContreras Picon detreinta quadras detierras, enterminos dela Villa desanRamon seis leguas deella pocomas o menos hasta el Arroyo tigolantin deesta parte hacia el sur donde cae una Acequia antigua enel Valle fertil = Itten otro titulo deDon Alonso de Huy [sic por Alonso de Rivera], Governador, y Capitan General, que hizo merced a crhistobal de Argumedo enel Valle fertil Jurisdiccion deesta Ciudad deSan Juan de Vna quadra llamada Caquio pampas en la quese le hizo merced deochocientas quadras detierras = Itten otra merced que hizo el Governador Alonso García Ramon a Balthasar de Zisternas enel repartimento enlas tierras deel Valle fertil hasta el Arroyo llamado Acongo acia alaparte deel oriente hasta Quibitchac para Una Estancia de Ganados de cinquenta quadras = Itten otra Merced deel Governador Don francisco Laso dela Vega aGabriel de Malle de millquadras detierras enlos sitios siguientes: Sillux; Payaguil: y Chaxmin: Pilaguil: Quistilaguil, para Criansa, y Labraza, parajes enel Valle fertil; todos estos nombres constan en los titulos, y con la antiguedad nose practica ninguno de estos nombres, ni habra persona que los sepa, ni los aya oydo nombrar enestos tiempos por estar mudados, y derivados con otros nombres y entre ellos, es muy factible yaun por heuidente sepuede tener elquesean Uno de ellos el paraje de Aguango y se confirma ser assi pordos razones; Laprimera, es en donde dize enVn titulo Acongo puede dezir, o ser Aguango como oy setitula, lo que no sepuede leer el renglos porestar Partido con la rotura del Papel porlo muy Viexo deel, y por essa razon esta inteligible, pero donde no lo esta confronta; Ilo segundo, es endecir La Merced que dela Villa de San Ramon, que es el Pueblo que oy poseen los Indios de Valle fertil para el oriente como cinco, o seis leguas que es el mismo trecho queay aldho Paraxe de Aguango, en donde se tiene enplena inteligencia deser alli la merced delas cuatrocientas quadras detierra...” (ANC RA 674, f. 38-39 v.). Es decir que en esa época se otorgó la propiedad legítima de diversos sectores de Valle Fértil. A Francisco de Contreras Picón el corregidor de Cuyo Sebastián de Espinoza le concedió treinta cuadras (aproximadamente 47 ha) desde seis leguas (aproximadamente 33 km) de la Villa de San Ramón que acababa de fundar, hasta un arroyo conocido entonces como Tigolantin y de allí

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hacia el sur hasta donde existía una antigua acequia que iba al mismo Valle Fértil; la antigua villa de San Ramón (ver capítulo “Las rebeliones indígenas y sus consecuencias”) se ubicada según el mismo documento, a cinco ó seis leguas al oeste de Aguango. A Cristóbal de Argumedo el gobernador Alonso de Rivera le otorgó ochocientas cuadras (aproximadamente 1.256 ha) en Caquio pampas. El gobernador Alonso García Ramón le concedió a Baltasar de Cisternas cincuenta cuadras (aproximadamente 78 ha) desde Acongo (según el documento el nombre antiguo de Aguango) por el oeste hasta Quibitchac. El gobernador Francisco Laso de la Vega le otorgó a Gabriel de Mallea mil cuadras de tierra (aproximadamente 1.570 ha) en diversos sitios de Valle Fértil, cuyos nombres antiguos no se conservaron. Casi todos estos terrenos eran destinados a la cría de ganado. En el expediente no se hacía mención directa a la presencia o no de indígenas; sin embargo en 1606, cuando los españoles acababan de tomar real posesión de esas tierras con la fundación de la Villa de San Ramón y el otorgamiento de las mercedes, se hablaba de una “acequia antigua” que llevaba agua al paraje de Valle Fértil. Por su calificación de antigua puede considerarse que esta acequia estaba fuera de uso a principios del siglo XVII por lo que debía ser de tradición indígena. La presencia de ella, por otra parte indica que la población indígena anterior había practicado la agricultura en forma intensa ya que empleaba para ese fin un sistema de riego en una zona donde también es posible el cultivo al secano. Por otra parte Cristóbal de Argumedo, uno de los nuevos propietarios, fue beneficiado en 1635 con una sentencia que establecía que le correspondían como encomendados los sujetos al cacique Alcalen que, bajo otro nombre, reclamó también García Fernández de Villanueva (ANC RA 3030, f. 169 v. -170) y algunos miembros de la familia Mallea fueron encomenderos de indios de Valle Fértil o litigaron por ellos a lo largo de ese período (ver Cuadro nº 50). En otra merced de tierras de la misma época, copiada en un expediente de 1775, la referencia a los indígenas del lugar era más explícita. “...Porqto Pedro de Barreda vezino dela Ciudad de Sn Juan de la frontera me hizo relacion habia servido a su Magd en las ocasiones que se habian ofresido y que tenia nesesidad deseis sientas quadras de tierras en el Valle fertil en las Tumanas desde donde desemboca elrio al dho: Valle en las tierras que empiezan desde elaciento que se llama Aguaca = Aqui esta roto el renglon = La asequia abajo como corre por el dho Valle asia donde sale el sol con el arroyo del dho: Valle (...) hago merzed auos el dho: Pedro Barreda

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estrada [en mayo de 1625] de las dhas seissientas quadras de tierras suso referidas esTando bacas y sin perjuicio delos Indios y sus reducciones...” (ANC RA 2965, f. 88 v.-89). Ésta es la más antigua merced de tierras en el paraje Las Tumanas, considerado distinto al de Valle Fértil aunque estaba incluido en su jurisdicción (ANC RA 2965, f. 86), de la que se tiene registro documental. Su extensión correspondía a sólo seiscientas cuadras (aproximadamente 942 ha) y se otorgaba haciendo constar que estaban vacantes, es decir no eran usadas por otro vecino, y que su concesión no perjudicaría a los indígenas del lugar. Estos últimos, por otra parte, habían estado encomendados en la misma persona, Pedro de Barreda Estrada o un familiar homónimo, desde antes de 1605 (ver Cuadro nº 8) y luego en Juan Gil de Heredia. El mismo nuevo propietario, por otra parte, reclamó por vía judicial en 1629 la encomienda que había sido concedida el año anterior a Petronila de Mallea (ver Cuadro nº 10). Los indígenas tributarios eran empleados fuera del lugar de origen de las encomiendas, mientras que en ellas quedaban los caciques, reservados, mujeres y niños a fin de la conservación de la titularidad. Así se observa, por ejemplo cuando en 1643 Gregorio Morales de Albornoz (el nuevo titular de la misma encomienda de Las Tumanas que había pertenecido a Pedro de la Barreda Estrada y luego a su hermano Rodrigo de Junco), reclamaba que otras personas se llevaban los indígenas a la ciudad de San Juan; de esta encomienda fueron empleados seis indios por turno en la construcción de la Iglesia de Santo Domingo en la ciudad de San Juan (ver Cuadros nº 12 a 14). Jusepe Jofré de Arze, quien disputaba la titularidad de la encomienda con Morales de Albornoz, afirmaba a su vez que lo mismo había hecho Rodrigo de Junco con sus indios. “...algunas personas ansacado muchos desos yndios de su natural Ise estan sirbiendo de llos Iotros los antrydo aesta ciudad en perjuicio mio. Ideesos yndios por desnaturalicarlos (...) Y suplico sesirba demandar (...) para que los dhos mis Indios (...) de quedar asu natural con sus muegeres y demas familia... (...) Jusepe Jufre de ArceVno encomendero delaciudad desanjuan dela frontera (...) digo q yoestoy enquieta y Pacifica posson de los yndios (...) naturales del peublo delas tumanas en el valle fertil (...) y es assi q El cappn Ro de Junco (...) me retubo y detentó algun tiempo, algunos yndios...” (ANC RA 1874, f. 3-10). Otro miembro de la familia Jofré de Arze en 1690 todavía usufructuaba con ganado parte de las tierras de Las Tumanas, aunque el propietario de ellas, del huerto y de la vivienda donde habitaba era otro. En 1685 Francisca Bravo de Montenegro (mujer de Alonso del Pozo y Lemos) había heredado de su hermano

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Martín Bravo de Montenegro la mitad de esa vivienda, del huerto, de la estancia de Las Tumanas y del ganado. A su vez el marido de la nueva propietaria -Alonso del Pozo y Lemos- figuraba en el censo de encomiendas de 1695 como encomendero de los indios de la vecina zona de Río Bermejo (ver Cuadro nº 29). Similar situación se dio en 1657 con otro sector de Valle Fértil, la estancia de Yoca. En ese año el capitán Juan de Losada Quiroga y su mujer Catalina de Vega Sarmiento vendieron por cien pesos a Gabriel Sarmiento de Vega (vecino de La Rioja) la mitad de dicha estancia expresando que estaba “despoblada y libre de uso”; porteriormente en 1664 la señora, ya viuda, entregó en donación a la misma persona el resto de la “estancia y tierras de Yoca y Asilán y la mitad de las chacras que poseía en el paraje del Fuerte de Valle Fértil” (AHA SJ caja I). Las tierras de Yoca estaban efectivamente despobladas para mediados de siglo, ya que hacia 1619 un documento de transacción entre Andrés de Lemos y García Hernádez de Villanueva (ver Cuadro nº 9) afirmaba que los sujetos al cacique Cholompa, natural de ese lugar, estaban encomendados en el general Ugalde (residente en Santiago de Chile) en los “términos de la ciudad de San Juan” (ANC RA 3031, f. 98 v.). Aun cuando la documentación se ha conservado en forma restringida, reiteradamente los nombres de los encomenderos y de los beneficiarios de las mercedes de tierra coinciden, evidenciando que la concesión de éstas se ligaba con la previa posesión de las encomiendas y el usufructo de los recursos durante cierto lapso así como con el despoblamiento indígena de los lugares.

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Croquis de la zona de Valle Fértil (Fuente: Mapa de la Provincia de San Juan [Escala 1:500.000]. San Juan, Dirección Provincial de Catastro, 1974).

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La zona del río Zanjón Más tardíamente, y ya en el siglo XVIII, se concretó la titularidad de una gran estancia ubicada al sudeste de Mogna, sobre la continuación del río Jáchal denominada actualmente río Zanjón. La propiedad de las tierras fue solicitada en 1710 por el capitán Joseph de Lasiar, vecino encomendero y alcalde ordinario de la ciudad de San Juan, en consideración de sus antecedentes como nieto de los primeros pobladores y viudo cargado de hijos. Para este pedido anteponía sus méritos en el socorro de las poblaciones del sur de la ciudad de Mendoza ante el ataque de grupos indígenas "pehuenches y pampas" y el hecho de que usufructuaba con ganado las tierras que pedía desde un año antes. Según su pedido éstas estaban sin población de españoles ni indios por ser inhabitables debido a la falta de pastos y agua, aunque las solicitaba porque desde poco tiempo atrás las mismas se habían hecho aprovechables por el hecho de que habían llegado las aguas del "río de Mogna" (actual río Jáchal) formando en ellas bañados pastosos. Los límites que proponía eran: al norte el camino de Mogna a Valle Fértil, al sur la junta de los ríos Zanjón (continuación del río Jáchal y de cauce eventual) y Bermejo, al este el río Bermejo y al oeste la sierra de Jatamalca o Yatamalca (identificable por su ubicación como la actual Sierra de Mogna y sus continuaciones meridionales). La posesión le fue otorgada en forma fehaciente ese mismo año y en 1711 le dio poder a Juan de Oro Bustamante para que pagara en Chile los impuestos a fin de completar los trámites legales reiterando las características y límites de la propiedad. "...eYecho una poblasion treinta leguas poComas omenos desta siudad Conganados maYores Ymenores entierras desumagestad dios le g

de desiertas de

abitacion de ninguna jente ni de pueblo de indios p aber sido dhas tierras inabitables sin pastos niaguas yaora depoCo tienpo aesta parte abañado p ellas el rio de moxna yaecho enellos sienegas enlas Cuales ei echo dha poblasizion [sic] atienpo de un año sin Contradision de nadie (...) A Vm pido y suplico sesirba deanpararme enlapozesion de ellas mandando semede debajo delos linderos al sur la junta delos rios; al oriente el rio bermejo, al norte el Camino del Valle fertil, al poniente lasierra de jatamalCa... (...) ...Yes bacia Yermo Y eriazo sin que ninguna perzona delongisimo tiempo aesta parte lo Vbiera poseido Yes sin perjuicio de los yndios y de otro terzero Yal presente Eldho Suparte lo tiene poblado con ganados maiores y menores yde poco tienpo aesta parte a bañado por dhas tierras el Rio de Mogna ya echo enellas sienagas

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Yenellas aecho ladha poblazion Y lindan las dhas tierras por la parte de El sur la junta delos Rios mogna Ybermejo ypor la parte de El oriente el dho Rio bermejo Y por la parte de El norte el camino del valle fertil Ypor la de El poniente la sierra de Yatamalca..." (ANCCG 151, f. 134-137 v.). La singular particularidad de la zona hace que sea sólo aprovechable en los ciclos climáticos en los cuales el río Jáchal es lo suficientemente caudaloso como para que sus aguas alcancen a llegar a juntarse con el cauce del río Bermejo y en su camino formen bañados con pasturas.

Una merma en los caudeles hizo que al poco tiempo la estancia otorgada a Joseph de Lasiar, que él mismo denominó "San José", debiera ser abandonada por yerma. Un nuevo ciclo de grandes caudales renovó sus condiciones hacia mediados del siglo XVIII y motivó que en 1754 Juan de Echegaray, como yerno del anterior propietario, la solicitara a cambio de una estancia que él mismo se había otorgado en Jáchal, haciendo constar que le serviría como paso intermedio en sus viajes entre la ciudad de San Juan, Jáchal y Valle Fértil y que por lo tanto debía incluirse expresamente la aguada nombrada Famacoa que se ubicaba sobre el camino entre la ciudad y la última localidad (ANC CG 151, f. 132-133). A fin de documentar los antecedentes de dicha propiedad incorporaba al expediente los papeles originales de la merced dada a su suegro. Éste a su vez había figurado anteriormente como uno de los encomenderos de los indígenas naturales del pueblo de Mogna en el censo de encomiendas realizado en 1695 (ver Cuadro nº 23); el otro encomendero era Pedro de Balmaceda (ver Cuadro nº 32). La encomienda de Joseph de Lasiar era posiblemente continuación en segunda vida de la otorgada en 1675 a Jacobo o Jacomedes de Lasiar (ver Cuadro nº 19) por muerte de Catalina de los Ríos, cuyos indios estaban ausentes o figuraban como huidos de la encomienda. Por la matrícula de 1695 de la encomienda de Joseph Lasiar se aprecia que sólo el cacique estaba con seguridad en su lugar de origen, en tanto que la encomienda de Pedro de Balmaceda, formada por la agrupación de individuos oriundos de tres localidades vecinas, fue posteriormente otorgada junto con otras a Juan de Oro y Santamaría por falta de confirmación y por hallarse los indios "distantes de la ciudad de San Juan y su jurisdicción" (ver Cuadro nº 44). Es decir que la localidad de Mogna hacia fines del siglo XVII estaba prácticamente despoblada de indios, lo que posibilitó que uno de sus encomenderos utilizara las tierras vecinas y sus recursos y solicitara posteriormente su propiedad.

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Croquis de la zona del río Zanjón (Fuente: Mapa de la Provincia de San Juan [Escala 1:500.000]. San Juan, Dirección Provincial de Catastro, 1974).

La zona del valle de Pismanta (actual valle de Iglesia)

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En el antiguamente llamado valle de Pismanta, que abarca el sur del valle de Iglesia al noroeste de la provincia de San Juan, tuvo también inicio una propiedad rural a fines del siglo XVII. Poco se conoce documentalmente sobre su población aborigen de las épocas históricas más tempranas, lo que no significa que la zona fuera desierta ya que arqueológicamente las evidencias señalan que fue intensamente poblada durante toda la época prehispánica (GAMBIER, Prehistoria de San Juan). Es posible pensar que los indígenas de todo el noroeste de la actual provincia de San Juan fueron tempranamente trasladados como mano de obra a otras regiones de la gobernación de Chile; de este traslado sólo quedaron algunas referencias en documentos de mediados del siglo XVII. Dos matrículas de encomiendas (ver Cuadros nº 15 y 16) permiten conocer que hacia 1649 quedó vacante la encomienda de los indios originarios del valle de Pismanta que había poseído en segunda vida Francisco Pastén -o Pastene-, vecino de Santiago de Chile. Los indígenas de esta encomienda, incluso su cacique, servían en ese momento en las propiedades de Juan Pastén, pariente del anterior y del principal De Córdova, ambos residentes en Santiago. La nueva encomienda fue otorgada a otro vecino chileno, el licenciado Juan del Pozo y Silva, abogado de la familia De Córdova. A ésta se había interpuesto la oposición realizada por Pedro de Iturgoien y Amassa, haciendo constar en las actuaciones que los indígenas de Pismanta andaban vagando, especialmente los que debían estar en Santiago (ANC RA 1370, f. 8-13 v.; ANC RA 3034, f. 1 v.; ESPEJO, La Provincia de Cuyo..., pág. 142). Todas las evidencias sugieren que los indígenas originarios de Pismanta estaban en Chile y no en su lugar de origen. Posiblemente en él quedara solamente un núcleo con un cacique al frente que permitía la permanencia de la titularidad de la encomienda, como sucedió en otras regiones, mientras que los trabajadores tributarios eran aprovechados en otros lugares. Ante esa circunstancia y por motivos desconocidos, en una época no precisada pero que debió ser hacia finales del siglo XVII o principios del siglo XVIII, el cacique de Pismanta don Francisco Ycaña, fue "amparado en su propiedad" por el corregidor de Cuyo por mandato de la Real Audiencia, lo que implicaba ser beneficiado con el otorgamiento de la propiedad legal de sus tierras. Tal hecho, bastante particular en la historia colonial, se conoce fehacientemente por referencias incluidas en la escritura de venta de la propiedad que la hija y heredera del cacique, Teresa Icaña, realizó en 1725. Teresa Icaña -o Ycaña- era considerada "cacica" del valle de Pismanta, con asiento en el pueblo conocido como "la Iglesia". Su encomendero era el

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capitán Joseph del Pozo (posiblemente sucesor del anterior) y había heredado el cacicazgo y la propiedad de las tierras de su padre. Joseph del Pozo, por otra parte, era también encomendero de indios de Calingasta cuyo cacique había sido en 1695 Gabriel Icaño y que fueron entregados a Juan de Oro y Santamaría en 1699 por estar "distantes de la ciudad y su jurisdicción" (ver Cuadro nº 45). Ese mismo año se dejaba constancia que la encomienda entregada a María Ramírez de Orellano no correspondía con los "siete pueblos" que se habían reducido al pueblo de Pismanta (ANC CG 526, f. 94 v.-95) formando una sola unidad indudablemente por la escasez de individuos. Todas las referencias indican que hacia finales de siglo casi no había población indígena en ese lugar y se ven confirmadas por lo expresado por Teresa Icaña en la escritura de 1725 donde aseguraba que, por encontrarse sin indios sujetos y sin sucesión masculina, sola y vieja, vendía la propiedad al capitán Lorenzo Jofré, quedándose a vivir en ella. La venta se efectuó por un total de doscientos pesos de los cuales la vendedora recibió cincuenta y cinco pesos en efectivo; de los restantes, cien pesos se pagarían dentro del año siguiente de la escritura en forma de misas y limosnas en nombre de las almas de los antepasados de la cacica y cuarenta y cinco se le entregarían en ropa o géneros de la tierra a valor estimado de doce reales la vara de tela. La propiedad se extendía entre el Cerro Negro por el este, el cerro Ashian o Ahian por el norte (actualmente el paraje de Achango), el Agua Hedionda (o Los Pozos) por el sur y por el oeste comprendía los potreros o vegas de Pismanta, Bauchaceta, Chita y Espota. Estos límites son perfectamente identificables en la actualidad. "Por presentado el Poder y escrip

ra de benta otorgada p la casica D

a

theresa Icaña a Dn Lorenzo Jofre delas tierras contenidas Vajo delos linderos

sigtes Porel oriente el serro negro que diuide el Valle de Gualilan. Por el norte Otro serrito nombrado ahian. Por el poniente la falda dela Cordillera enque estan los Potreros pertenesientes alas dhas tierras Vendidas nombrados Chigta yspota, y Abauchaceta, y otro nombrado Pismanta. Yporel sur el Agua quellaman Hedionda (...) Sepan cuantos esta escrip

ra de benta R

l viezen como yo

Da theresa ycaña casica delos yndios de encomienda del capp

n D

n Joseph

delposo e yja lexitima del casique Dn fran

co y caña señor de basallos en el

pueblo y balle de Pismanta Jurisdizn deesta = ciu

d de S

n Ju

n dela fron

ra cuio

asiento depueblo asido en el paraxe nombrrado la y Glecia dentro de dho balle depism

ta enq fue anparado el dho mi P

e Por el G

l Pedrro de trrilles siendo

correxr deesta Prou

a por dueño Absoluto y ssr delas tierras de dho pueblo p

r

mandato delos Senores de la Rl Audien

a deeste reyno estando Prre

te del cap

n

152

Luis Brabo de Montenegrro Prrotegor

delos yndios deesta Proua otorgo y

conosco yo la dha Da theresa y caña sin fuersa = Ni aprremio q semeaya echo

Para loque desuso se contendra. quebendo sedo y traspado alcapn D

n lorenso

Jofrre dela Barreda Vezino feudatario deesta Ciud La Agasion Prropiedad y

dominio q como tal casica debotener y tengo. alas tierras del dho Pueblo Nonbrado la y Glecia en el dho balle de pism

ta Con todos Sus usos y serbinbres

[sic] de aguas patos. y bertientes debaxo delos linderos con que poseieron dhas tierras Mis antepasados q son y lindan Por lap

te de oriente El serro Negrro q

dibide el balle de Gualilan. y por lapte del norte Con un serrito nonbrado

aShian, y por laparte del ponte con la falda de la Cordillera enq estan los

Potreros Pertenecientes a dhas tierras Nonbrradas chigta yspota. y Abauchaseta. y Otrro Potrero llamado Pismanta y p

r la parte delsur. Con

elagua edionda. Las cuales dhas tierras de dho Pueblo. dentro delos linderos referidos Por allarme yo la dha D

a theresa y caña sola y biexa Sinsubsesion

lexitima debaron ni basallos q las posean y cultiben Por aber fallesido. Bendo. como dhoes al dho Cap

n Dn Lorenzo Jofrre le sedo y trraspaso todo mi dominio

Agsiones y derechos de propiedad. Para elsuso dho y sus erederos y Pa q del y

de ellos Vbiere titulo bos orrason en ql quier manera Porprrecio y quantia de

dosientos pesos los cuales confieso aber resebido. Sinqta

y sinco pesos de q medoy Por entregada ami satisfaz

on y de ellos la eseg

on y leies delaentrega y p

r

el resto delos siento y cuarenta y sinco ps yo el dho Cap

n D

n Lorenso Jofrre

Meobligo aser lapaga de ellos dela fha. deesta escripra

enun año. enla forma sig

te q los sien p

s ede dar y pagar Por la limosna de sien Misas aquelesq

r

Saserdotes q residieren en esta Ciud Mostrando resiuo y oblig

n de limosna y

misas aplicadas pr las animas de los padres y abuelos dela dha D

a theresa y

caña y los cuarenta y sinco ps restantes ede dar y pag

r ala susodicha enrropa

dela tierra o jeneros de ella al presio Corriente de dose reales bara al año cumplido y del pado enla forma dha Para firma deesta es criptura edetomar resiuo con asistencia deel dho protegtor o de otro q en el dho oficio se diere (...) y le doy poder y facultad al dho D

n lorenzo Jofrre Para q entre enla posesion de

dhas tierras y lastome y aprenda Judicial o estra Judicialmte y en el intez q la

aprende me constituio Por Su ynquilina y tenedora (...) en catorse dias delmes demayo demill setec

os y beinte y sinco a

s en este papel Co

n p no aberle sellado y

por nosaber firmar ladha bendedora firmo Por ella suprotegtor

de todo lo qual Doy fee= [fdo.] Luis Brabo Demontenegro [fdo.] lorenso Jofre Delabarreda Pormi y ante mi= [fdo.] Joseph de quiroga Sarmiento [y testigos]" (ANC CG 6, 296 v.- 301 v.). En consecuencia esta propiedad, que abarcaba todo el sector meridional del valle de Iglesia, tuvo un origen diferente al de las otras zonas; no procedió de una merced real otorgada a un español sino de la excepcional concesión de la propiedad a un indígena, cuya hija pudo por lo tanto heredarla y venderla según

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las normas legales. Sin embargo la realidad subyacente era la misma: el lugar se hallaba casi totalmente carente de población indígena porque la misma había sido trasladada a fin de su uso como mano de obra fuera de la jurisdicción de San Juan.

Croquis de la zona del valle de Pismanta -actual valle de Iglesia- (Fuente: Mapa de la

Provincia de San Juan [Escala 1:500.000]. San Juan, Dirección Provincial de Catastro, 1974).

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CONCLUSIONES: LOS CAMBIOS ECONÓMICOS, SOCIALES, ÉTNICOS Y LINGÜÍSTICOS EN EL SIGLO XVII

El siglo XVII fue una época de grandes cambios en la sociedad de San Juan y de Cuyo en general, sobre todo en el sector de la población de origen indígena. Los cambios en la situación económica regional que se dieron a lo largo del siglo afectaron de diversa manera la realidad social, lo que a su vez dio como resultado un reacomodamiento étnico y lingüístico en el sentido de pérdida de identidades de los grupos nativos. Las nuevas actividades económicas de la colonia (mineras, vitivinícolas, de frutos secos y ganaderas) se vieron incrementadas por diversas razones; la más importante en cuanto a su incremento fue la de la ganadería cuyos productos industrializados en Chile tenían un mercado importante dentro del virreinato que cubría a partir de los puertos sobre el Océano Pacífico. Los vinos y aguardientes, las frutas secas y el pescado salado de las lagunas de Guanacache eran motivo de un comercio interno (considerando como tal las provincias y gobernaciones que después constituirían el Virreinato del Río de La Plata) que, aunque restringido, permitía el movimiento económico y artesanal de la región, sobre todo cuando no generaba competencia con similar producción chilena. Todas estas actividades, sumadas a las de construcción de edificios y obras de infraestructura básica de centros urbanos en discreto crecimiento, tanto en Chile como en la misma región, debieron ser realizadas con mano de obra indígena que era cada vez más escasa y, por eso mismo, sumamente requerida. En Chile la misma se cubrió en gran parte con el traslado de aborígenes de los valles centrales de Cuyo; en éstos, y una vez que se hizo más necesaria, con los originarios de las zonas marginales. San Juan en particular recibió mano de obra de zonas del este, norte y noreste de su jurisdicción. La escasez de mano de obra en Cuyo motivó la promoción de disputas judiciales por la misma entre diferentes encomenderos e incluso entre propietarios de viñas y bodegas por un lado y criadores de ganado por el otro. La necesidad de cubrir esta falta llevó a que en el siglo XVII se conjugaran diversos procedimientos para conseguirla y afianzarla: continuaron los antiguos de encomiendas de servicio personal, mita, traslado coercitivo y desnaturalización de grupos como castigo por levantamientos y se incrementaron los nuevos de

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encomiendas de tributo, alquiler voluntario y conciertos de trabajo libre. Hacia la década comprendida entre 1630 y 1640 la ganadería cuyana se incrementó y, aparte de un mejoramiento general del nivel económico de toda la región, motivó también tanto la reubicación de grandes grupos aborígenes de tradición ganadera en zonas más aptas para esta producción como la apropiación de hecho y luego legal de grandes extensiones de territorio de alta receptividad ganadera por parte de los españoles. La reubicación de grupos indígenas completos fue el resultado de los levantamientos indígenas en Valle Fértil y Jáchal de las tres primeras décadas del siglo. Los indígenas acusados por estos alzamientos sufrieron castigos que implicaron su mejor aprovechamiento como mano de obra por su traslado coercitivo a zonas agrícolas y ganaderas más cercanas a la ciudad. Estos hechos incorporaron en San Juan por primera y única vez la distinción entre grupos de indios "amigos" o "domésticos" y "enemigos" o "alzados", común en otras regiones de la Gobernación de Chile por la situación de constante guerra. Los primeros eran quienes vivían y trabajaban junto con los encomenderos de la ciudad o los dueños de haciendas rurales y los segundos los rebeldes. La apropiación legal de grandes extensiones de tierras por parte de vecinos de San Juan a lo largo del siglo tuvo en todo los casos como antecedente inmediato el usufructo de las mismas por parte de los encomenderos de los indios de cada lugar y la paulatina desaparición de éstos, promovida a su vez por su traslado coercitivo a otros lugares para trabajar en beneficio de su encomendero. Este usufructo y la posesión anterior de encomiendas de los indios originarios era esgrimido como argumento del pretendido derecho que se tenía a la propiedad de las tierras. Las zonas de Valle Fértil, El Acequión y las ciénagas ubicadas entre la ciudad de San Juan y las lagunas de Guanacache fueron los lugares que más tempranamente pasaron legalmente a manos de los españoles; más tardíamente lo fueron el valle de Iglesia y el valle del río Zanjón. Salvo en un caso de fines de siglo, no se reconocía la propiedad de tierras a los mismos indígenas. Otras actividades, como la construcción de edificios y de carretas favorecieron la aparición de oficios especializados en los cuales algunos indígenas tuvieron una importante actuación. Cuando su eficacia en ellos los destacaba, resultaba también en una cada vez mayor diferenciación de los otros integrantes de su propio grupo; ésta era de tipo económico, porque sus servicios eran en mayor medida pagados en efectivo, y social, porque comenzaban a ser considerados diferentes a los otros integrantes de su grupo al tener más libertad

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de movimiento y de trabajo. La evidencia más notoria de la diferenciación era la adopción de un apellido español que acompañaba a su nombre cristiano y que indicaba claramente su oficio. La esclavitud no fue una forma utilizada directamente en San Juan ya que las rebeliones que tuvieron lugar a principios de siglo, tan restringidas y al parecer bastante exageradas, no dieron razones de suficiente peso como para justificarlas; sí existió en grupos e individuos trasladados de otras zonas como los documentados de La Rioja y mocovíes de la región chaqueña. La reubicación de la gran cantidad de grupos del norte, este y noreste del territorio en las zonas agrícolas y ganaderas circunvecinas a la ciudad como castigo por los alzamientos, dio por resultado la continuación de un poblamiento indígena artificial que se había iniciado con la constitución de "pueblos" y "doctrinas"; éstos eran los agrupamientos de cierto número de familias indígenas a fin de su conversión religiosa y control político y social en sitios que no siempre coincidían con su ubicación natural ya que debían estar en zonas que permitieran la presencia de la iglesia y el servicio de los indios a su encomendero. En realidad la mayoría de los conocidos como "pueblos" del siglo XVII tenían esta característica de poblaciones indígenas creadas artificialmente. A tal punto llegó este cambio de ubicación que para finales de siglo se censaban familias indígenas completas asentándolas como originarias de "viñas" en la ciudad o en las cercanías de las ciudad de San Juan. Obviamente estas viñas fueron el lugar de nacimiento de varias generaciones de indígenas pero no el origen natural del grupo censado. Este tipo de instalación aborigen coincidió con el surgimiento y consolidación de nuevas formas de agrupación forzada por la escasa cantidad de indios constituyentes de encomiendas. Debido a esto a partir de 1650 aparecieron las encomiendas formadas por grupos, familias o individuos de distinto origen.

Concomitantemente la figura del cacique, indispensable para justificar la integración de una encomienda, fue suplantada cuando no existía el real por indios comunes erigidos artificialmente en caciques, caciques difuntos que seguían apareciendo como titulares e incluso, hacia finales de siglo, la figura de "cacicas" mujeres en contradicción con las costumbres indígenas suficientemente documentadas de la herencia por vía masculina del cacicazgo. La permanencia de la figura del cacique era evidentemente indispensable

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para que el encomendero pudiera mantener la titularidad de la encomienda e, indirectamente, el usufructo de la tierra. Cuando a los españoles les fue factible conseguir la propiedad legal de los territorios que habían aprovechado especialmente como campos de cría de ganado, no tuvieron obstáculos en dejar que cesaran las encomiendas respectivas. El cacique generalmente era el único que quedaba -a veces con unas pocas mujeres, viejos y niños- en el lugar de origen de la encomienda, sin oficio especializado, al mismo tiempo que era el único que conservaba el nombre indígena como apellido. Puede afirmarse que para fines del siglo XVII los pocos indios naturales que continuaban siendo considerados como tales eran los caciques (reales o impuestos) mientras que los indios comunes, generalmente los tributarios, habían cambiado su situación social y étnica, habían perdido o abandonado su nombre en lengua nativa y trataban de integrarse cultural y étnicamente al grupo español. La desaparición progresiva de la encomienda, que era evidente hacia fines de siglo aun cuando se obligaba a llevar un estricto control de su integración, fue un hecho al cual contribuyeron varios factores además de la legislación y la disminución de indígenas. El mayor aprovechamiento de los alquileres y conciertos de trabajo voluntario permitió por un lado al español tener acceso a una mano de obra más especializada sin tantas trabas legales ni preocupaciones por atención y control de las encomiendas y al indígena a ejercer más libremente su oficio y su movilidad espacial, así como aprovechar para cambiar su situación étnica y poco a poco pasar a ser considerado español. El gradual incremento de la percepción de tributos por parte de los encomenderos en lugar de servicio personal, en parte como respuesta a la preocupación de la legislación indiana, y el pago de salario a los indígenas, ya fuese en especias o en metálico, favoreció el movimiento económico. A diferencia de lo ocurrido en los primeros cien años de vida colonial, la relación salario-tributo se transformó a partir de mediados del siglo en un elemento más importante en la economía local que el servicio personal en sí. La mita de indios cuyanos en general, que se cumplía en Chile y evitaba los pagos estipulados, fue decreciendo en favor de los cada vez más comunes contratos libres. Los conciertos y los contratos de trabajo de mediados de siglo muestran en San Juan un gran movimiento de relaciones laborales donde se incluían trabajos de todo tipo (servicio general, cría y traslado de ganado, construcción de carretas, viajes con carretas y recuas de mulas, pesca y salado de pescado de las lagunas, trabajo en carpintería, decoración de iglesias, labores en viñedos, trabajo en obrajes, minas y trapiches, etc.) e involucraban a todo tipo de

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personas como contratantes e indígenas de diferentes lugares (incluso tan distantes como Paraguay, Lima y el sur de Chile) como contratados. Las categorías sociales de estos últimos eran marcadamente diferentes, desde libres y con apellido español adoptado hasta encomendados que debían pagar el tributo correspondiente. Estas categorías, ya firmemente establecidas entre la población aborigen para esa época, se correspondía directamente con el tipo de trabajo ejercido y el salario cobrado. Los oficiales y maestros, que por la legislación no debían servir en la mita, residían en las ciudades, gozaban de libertad de movimiento y de trabajo, generalmente cobraban en efectivo y al no ser encomendados, no debían pagar tributo. Al parecer no existían grandes diferencias en el salario con respecto a la extracción étnica o al origen geográfico por lo que el monto de los salarios y la forma de pago no variaban notoriamente entre indios, mestizos o españoles -tanto en Cuyo como en Chile- siempre que se tratara del mismo tipo de trabajo. Aquéllos que seguían siendo tributarios de servicio general, es decir sin un oficio especializado y reconocido por su capacidad, sólo conseguían librarse del servicio huyendo de sus encomiendas hacia otras regiones. En el último cuarto de siglo la mayor parte de los indígenas tributarios de San Juan habían huido hacia zonas indeterminadas de la Gobernación del Tucumán, donde posiblemente podían sobrevivir con algún tipo de trabajo evitando el pago del tributo y el peligro de ser trasladado coercitivamente a otros lugares como indios de mita o alquilados por sus encomenderos. La gran movilidad que se produjo en este siglo de grupos e individuos, ya fuera por traslados coercitivos o voluntarios, cambió la constitución de las familias; en la mayoría de los casos las perjudicó con la separación transitoria o definitiva y con la constitución de parejas libres y en otros permitió la formación de matrimonios mixtos en el sentido del origen de los cónyuges. Para finales de siglo la mujer indígena había alcanzado una importancia mayor. En primer lugar las nuevas formas laborales como el concierto de trabajo permitieron que fuera considerada como una trabajadora libre, si bien la paga era bastante menor que para los casos de varones. En segundo lugar, la aplicación del cobro del tributo por una parte y la progresiva escasez de varones encomendados por otra, hizo que las mujeres fueran censadas y tenidas en cuenta en los registros de encomiendas, incluso al parecer como posibles tributarias. Por último y hacia fines de siglo, la misma razón de la disminución de encomendados varones motivó que en las matrículas de encomiendas comenzaran a figurar algunas mujeres, generalmente mayores y solas, como

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titulares de los cacicazgos. La movilidad indígena espacial y laboral no sólo provocó cambios en las costumbres, sino que también produjo grandes modificaciones en cuanto a la identidad étnica de cada grupo. Hasta 1640 todavía perduraban las diferenciaciones por naciones o etnias provenientes de distintas zonas de la jurisdicción de San Juan. Gran número de huarpes (originarios de los valles centrales de Cuyo) vivían y servían en distintos tipos de labores en las ciudades chilenas, principalmente Santiago, mientras que en la propia ciudad de San Juan se asentaban artificialmente grupos capayanes y yacampis del norte, este y noreste del territorio jurisdiccional de San Juan, e incluso del sur de la jurisdicción de La Rioja, como castigo por los alzamientos o trasladados para ejercer distintos trabajos. A partir de mediados del siglo XVII en cambio estas diferencias desaparecieron junto con la llegada y asentamiento por trabajo de indígenas de otras regiones. Aquéllos que no se mestizaron con el español y disimularon su condición de nativos con el ejercicio de un oficio especializado, se unieron con indígenas de otras zonas y mantuvieron su categoría social y jurídica de "indio" sin reconocimiento de nación o etnia particular. Concomitantemente las lenguas indígenas propias de esas etnias desaparecieron gradualmente. No existen referencias documentales a lo largo del siglo de que se necesitara traducción al idioma huarpe en actuaciones de la ciudad de San Juan o su jurisdicción, mientras en Santiago se evangelizaba con ayuda de las obras del padre Luis de Valdivia en los dialectos huarpes. En cambio hacia principios de siglo era necesario un intérprete en lengua indígena para realizar procedimientos legales en Valle Fértil (ANC RA 2615, f. 116). Con el traslado de indígenas de las zonas marginales hacia el valle central, en la misma ciudad de San Juan fue imprescindible contar con intérpretes en lengua indígena; en 1613 se tomó declaración en lengua indígena a un cacique yacampis en la ciudad de San Juan (ANC RA 3031, f. 92 v.); igualmente en 1633 con motivo del castigo a los grupos indígenas alzados de nación capayana y yacampis que fueron reubicados en las cercanías de la ciudad de San Juan, se tomó declaración en lengua indígena a los acusados. Todo esto permite asegurar que en las primeras décadas del siglo XVII las lenguas de las etnias de las zonas marginales se hablaban incluso en el valle central de San Juan.

La realidad cambió un poco más tarde, porque en 1643 ya no era necesario tomar declaración a los indígenas de Valle Fértil en su propia lengua ni siquiera en sus lugares originarios (ANC CG 554, f. 229 v.; RA 1874, f. 6 v.-7). Esto indica que si bien los grupos podían seguir utilizando sus lenguas nativas en forma privada, por lo menos todos hablaban y entendían el español

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que utilizaban en sus actividades públicas y de relación. Sólo en zonas menos accesibles como el complejo lagunero de Guanacache permaneció más tiempo el idioma huarpe ya que en 1689 en zonas laguneras de la jurisdicción de Mendoza fue necesario un intérprete en esa lengua para tomar las declaraciones que dirimirían un problema de herencia de cacicazgo entre dos interesados (ANC RA 2339, f. 148 v.; CG 476, f. 5-8v). La desaparición de las lenguas nativas, por otra parte, se evidenció por la pérdida paulatina de los nombres indígenas. El primer cambio en ellos se realizaba en el momento del bautismo por la adopción de un nombre cristiano del santoral católico; el nombre indígena pasaba a funcionar como apellido y se perdía el nombre de familia o “apellido” indígena y el de nación. El segundo paso del cambio sucedía cuando el indio ejercía eficazmente un oficio calificado; en estos casos la denominación del oficio reemplazaba como apellido al nombre indígena y por lo tanto ya el individuo pasaba a tener nombre y apellido español. En casos muy especiales, y cuando el indígena era considerado libre, el apellido español adoptado ya no se refería exclusivamente al oficio. También estos cambios comenzaron a hacerse evidentes hacia 1640. Los nombres indígenas con función de apellidos siguieron en uso casi exclusivamente en los caciques, quienes eran generalmente obligados a permanecer en los lugares de origen para mantener vigente la titularidad de las encomiendas. Por último el cambio de lugar primero y la pérdida posterior de las lenguas aborígenes originaron durante el siglo XVII la consecuente desaparición de topónimos indígenas. De los nombres indígenas de lugares que permanecieron hasta la actualidad pocos sufrieron modificaciones, las cuales en casi todos los casos fueron documentadas por alguna razón. En síntesis puede afirmarse que el elemento común y movilizador del cambio socioeconómico que se produjo en el siglo XVII y que abarcó no sólo a los indígenas de San Juan sino a toda la sociedad, fue el trabajo. La llegada del español había igualado a todos los indígenas, considerándolos en el mismo nivel social y cultural e ignorando sus diferencias étnicas y jerárquicas internas; el trabajo en cambio sirvió para marcar nuevas diferencias socioeconómicas entre los individuos de un mismo grupo, a la vez que los llevó a identificarse cada vez más con los españoles, con la consecuente pérdida de su propia identidad. La compleja realidad socioeconómica que pone en evidencia este trabajo, deberá ser comprendida para tener una idea más justa y acabada de la historia de San Juan.

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ÍNDICE DE NOMBRES INDÍGENAS Se listan a continuación en forma alfabética los nombres indígenas de personas, naciones y lugares tal cual aparecen en los documentos relevados. En el caso de los nombres de lugares, sólo se registran los topónimos desaparecidos o las formas antiguas de topónimos actuales; estos nombres van señalados con asterisco. ...seson Salica, 73 Abastata, 74 Abauchaceta*, 151 Abauchaseta*, 152 Acacheuta*, 138 Acampill, 72 Acongo*, 17, 142, 143 Agçilanca*, 14, 70 Aguaca*, 144 Aguamana, 71, 72 Aguapilla, 82, 83, 84, 114 Aguase, 72 Aguaxican, 22, 26 Aguayucan, 23, 26, 27, 41, 71, 72 Aguayuxcan, 72 Ahagasta, 23, 27 Ahian*, 151 Aimimana, 82, 83 Alcalen, 73, 114, 144 Alcasan, 114 Alemca, 71, 72 Alpacsi, 140 Amancasta, 23, 27 Ampacallo, 73 Ampayase*, 26, 72 Amplamatucla, 23, 27 Angacan*, 27 Angacao*, 22, 23, 24, 27, 29, 40, 82, 83, 84, 102, 114, 115, 116, 117, 122, 128 Angacau*, 27, 114, 129 Anquia, 76 Antapacaste, 72

Antilus, 73 Apalchin, 139 Asaguate, 103 Ashian*, 151, 152 Aybili*, 141 Ayen, 139 Ayguali*, 141 Aymagua, 73 Aymeagua, 73, 75 Aymeoca, 73 Aymiagua, 76 Aymian, 111, 112 Ayminama, 114 Ayminto, 77, 78 Aymissa, 22, 23, 26 Ayunta, 83 Baimisa, 24, 26 Balcussa, 108 Barran, 88 Barranca, 88 Beumenio, 77 Beumerea, 78 Bianguayan, 77 Cabiculipeo, 77 Caechaque, 72 Caguaylaba, 77 Cahian, 22, 26 Cajas, 78 Calamanta, 14, 69, 70 Caligua, 75, 76 Cam..., 77 Camalao, 137, 139 Camaleo, 140 Camate, 75, 76 Camina, 71, 72

Caminay, 72 Campil, 78 Caña, 24, 27, 70, 71, 72, 114 Caniate, 77 Caniculipea, 78 Caningue, 72 Canpil, 77 Cansama, 40, 114, 129 Cantacala, 78 Cantacalo, 77, 78 Cantama, 24, 27, 83, 114 Cantana, 23, 27 Cantanama, 74 Cantintucla, 23, 26, 27, 90 Capayan, 26 Capi, 23, 27 Caquio pampas*, 17, 142, 143 Caria*, 24, 26 Cariagasta*, 26 Carpio, 87 Casensubca, 72 Casigua, 23, 24, 27 Cassa, 78 Casuil balcale*, 74 Cata*, 105 Catintucla, 22, 24 Catmutela, 22, 27 Cauicusipea, 78 Caxa, 77 Cayaampee, 70 Cayampee, 14, 15, 70 Cayca, 92

167

Chacay, 40, 114 Chalguali*, 137, 138, 141 Chalguillu*, 140 Chalueli*, 137, 138 Chaluli*, 137, 138 Chalveli*, 137 Chamaca, 78 Chambuleta, 74 Chancai, 114, 129 Chancay, 102 Chaquirta, 76 Chaxmin*, 142 Chigta*, 151, 152 Chilinca, 83 Chiquipay, 24, 27, 39, 73, 114 Chocha*, 137 Cholompa, 41, 71, 72, 145 Choquen, 83 Chumbeta, 77, 78 Chumpeta, 14, 70 Cilpino, 14, 69, 70 Cocabil*, 74 Cocogni, 24 Cocogui, 26 Cocoqui, 22, 23, 26, 27 Colonicecta*, 140 Conca San Vic, 83 Conuncacha, 74 Corpio*, 138 Cosla, 74 Cucipea, 78 Culipea, 78 Cuntala, 82, 83, 114 Curaquilla, 22, 26, 82, 83 Duimilo, 82, 114 Duro, 76 Duymilo, 82, 114 El Tacab, 74 Eldiona, 87 Famatunto*, 74 Fragua, 76 Gacambis, 14, 15, 70 Gaçape, 14, 70 Galanbao, 73 Gallapai, 75, 77 Goanpalloa, 42, 105, 114 Gomean, 14, 70 Guacal, 72

Guacali, 72 Guacalonco, 23, 27 Guachacan, 72 Gualaitar, 74 Gualapa, 74 Gualcuia, 75, 77 Gualcusa, 23, 27, 37, 97 Gualcuza, 24 Guanacai, 140 Guandacole*, 74 Guanunta, 98 Guarpe, 71 Guayucan, 25, 72 Gudecuta, 77 Gudulguza, 78 Hilinca, 114 Home Calchague, 80 Huarpe, 72 Huilacseta*, 140 Iauqui, 77 Icaña, 56, 57, 106, 150, 151 Icaño, 106, 107, 109, 151 Ichanpi, 77 Incantinun, 27 Incantinuun, 24 Incatimuc, 22, 27 Incatinuc, 24 Inquinpca, 76 Isib, 78 Isibi, 77 Jatamalca*, 82, 114, 147 Jauqui, 78 Jumali, 76 Leu...erco, 78 Llangatay, 76 Lleocampa, 70 Lupigueno, 74 Macasi, 23, 27 Macassao, 76 Macassi, 24 Machane, 73 Machanic, 76 Mamparo, 109 Managua, 97, 108 Maña, 55 Melebca, 114 Misquicasta, 27 Misquincasta, 23 Mocna*, 22, 28, 83

Moxna*, 147 Mucas, 23, 27 Muimui, 108 Mullmui, 97 Namio, 91, 92 Ñamio, 76 Napayo, 73 Ninacan, 75, 76, 78 Olayan, 91 Olemo, 74 Orpar*, 140 Pacia camil, 83 Paciguay, 76 Paciguayao, 75, 76 Pacioca, 23, 27 Padulguza, 78 Partinaco*, 14, 70 Pasefín, 74 Pasiguaya, 78 Pasiguayan, 111, 112 Pasiguayao, 75, 78 Pasiguya, 78 Pasimulana, 78 Paspan, 78 Passiguayao, 76 Payaguil*, 142 Payami, 24, 26 Payate*, 25, 72 Payauci, 24 Pelazos, 112 Pernacos, 87 Perraros, 87 Piamguavan, 77, 78 Pianguayan, 78 Pigsaia, 77 Pigsaya, 78 Pilaguil*, 142 Pilusapa, 72 Pisan, 77 Pismanta, 80 Pizan, 78 Posiguaia, 75, 76 Posimulano, 77 Pyauci, 26 Qualcuza, 22, 27 Quarquilla, 82, 114 Quedaguae, 72 Quibitchac*, 17, 142, 143 Quichahan, 22, 27 Quilica, 24, 27, 94, 95

168

Quilintai, 82, 83 Quillixllaguil*, 72 Quilmitamux, 22 Quilmitanux, 26 Quilpi, 23, 27 Quilpis Guanpalao, 76 Quilquil, 80 Quipue, 139 Quistilaguil*, 142 Rematos*, 75 Roynoyunta, 74 Sacaagua, 78 Sacagua, 73, 77, 78, 86 Sacancete*, 138, 139 Salaguasino, 72 Salayan, 76 Salecbu..., 72 Sallapay, 37, 77 Sallgan, 77 San, 23, 27 Sancama, 82, 83 Sanctagua, 26, 72 Santagua, 25, 70, 71, 72, 73, 103 Santtagua, 72 Sapatay, 24, 26 Sapugil, 23, 27 Sapuxil, 23, 27 Sata*, 104, 105, 106, 118 Sicaia, 87 Sicuña, 77, 78 Sigaia, 77 Sillux*, 142 Silpian, 37, 75, 77 Silpicona, 82, 83 Silpino, 69, 70, 72, 73 Silpiolla, 77, 78 Silpiyan, 77, 78 Siluna, 55 Simpaymana, 22, 23, 24, 27, 94 Sivilagua, 78

Sivilague, 78 Subpa, 23, 27 Suga...e, 115 Suscaybe, 73 Suscoye, 72 Sylpino, 73 Taia, 110 Talibe, 24, 27 Talicana, 139 Taliquina, 23, 27 Taliue, 24 Tamparparo, 72 Tanamay, 139 Tancaia, 77 Tancaya, 78 Tigolantin*, 17, 142, 143 Toctoluita*, 139 Toista*, 138 Tolita*, 139, 140 Tolosio, 83 Topata*, 140 Torano, 83 Toscuno, 25, 72 Tricaham, 77 Tucaha, 78 Tucaham, 78 Tucan, 78 Tucuma*, 24 Tuluya, 114 Tumana guil*, 14, 70 Tumanas, 73 Tumanas*, 75, 76 Tupeli*, 137, 138, 139 Tutmancasta, 22, 27 Tuttula, 85, 86 Tutuda, 77, 78 Ubica Amano, 78 Ucha, 42, 104, 105, 106, 114 Ulungasto, 26 Umacha, 24, 27 Utunucasta, 22, 27, 94

Vbica amano, 78 Vchumun, 73, 114 Vehumen, 73, 114 Vilaeceta*, 138, 139 Viña Camañi, 73 Vlima, 78 Vnayoye*, 74 Xata marca*, 82, 114 Xatamalca*, 82, 84, 90, 114, 117, 122 Yacambis, 26, 41, 72 Yacampi, 25, 26, 31, 37, 40, 74 Yacampis, 72 Yanqui, 78 Yapalli, 73 Yatamalca*, 82, 90, 147, 148 Ycaña, 150, 151, 152 Ycano, 71, 72 Ychanpi, 78 Ylienco, 76 Ylliques, 73 Ylliquis, 75, 76 Yncatinuc, 23, 27 Yngusupea, 78 Ynibira, 74 Ynquisupea, 78 Yocacala, 23, 27 Yocacalo, 23, 24, 27 Yocampae, 69, 70 Yocampe, 14 Yrecamux, 76 Ysib, 78 Ysillaca, 23 Ysillacac, 27, 97 Yspota*, 151, 152 Zapilaua, 78 Zaquilava, 78 Zigaya, 78 Zipaya, 78

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ÍNDICE GENERAL

Introducción 5 Advertencia 7 Las doctrinas de principios de siglo 9 Las rebeliones indígenas y sus consecuencias 13

Los sucesos de 1604 13 Los sucesos de 1630-33 19 Semejanzas y diferencias entre ambos acontecimientos 31

Las formas de trabajo indígena, los salarios y la diferenciación social 33 El trabajo de indígenas de San Juan en Chile 34 El trabajo indígena en San Juan 36 Los conciertos de trabajo 46 Salarios, formas de pago y diferenciación social 54

Las encomiendas y los tributos 65 Los tributos según la legislación de la Capitanía General 66 Matrículas o registros de encomiendas en San Juan 68 Las características de las encomiendas indígenas de San Juan durante el siglo XVII y los cambios producidos

115

Traslado, desnaturalización, desaparición y movilidad de grupos e individuos

125

El traslado y la desnaturalización coercitiva de grupos indígenas 125 Los traslados no permanentes por razones de trabajo 131 La huida de encomendados 133 La desaparición de grupos indígenas y el nacimiento de propiedades rurales

134

La zona sur de San Juan 134 Las Tumanas y otras zonas de Valle Fértil 142 La zona del río Zanjón 147 La zona del valle de Pismanta (actual valle de Iglesia) 150

Conclusiones: los cambios económicos, sociales, étnicos y lingüísticos en el siglo XVII

155

Abreviaturas 163 Bibliografía 163 Índice de nombres indígenas 167