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    LA CONVERSIN

    Raniero Cantalamessa

    En la carta a los Romanos, el apstol Pablo est ocupado en dar consejos prcticossobre un problema particular, si comer o no comer la carne inmolada a los dolos. En un determinadomomento, el tono de su discurso se eleva a una altura y solemnidad que hace pensar en unaprofesin de fe bautismal o en un himno a Cristo improvisado por l. Son palabras que van ms alldel problema contingente de la comunidad romana y tienen un significado universal que interesaa la existencia cristiana en su totalidad. En ellas podemos ver el punto de llegada y el

    coronamiento de toda la carta a los Romanos. Dice:

    "Ninguno de vosotros vive para s mismo, ni ninguno muere para s mismo. Sivivimos, vivimos para el Seor y si morimos, morimos para el Seor. 0 sea,que en vida o en muerte somos del Seor. Para eso muri Cristo y recobr lavida, para mantener seoro sobre vivos y muertos". (Rom. 14,7-9)

    La carta alos Romanos se desarrolla entre un punto desalida y un punto dellegada. Es un camino. No es un conjunto de verdades, es un itinerario.Elpunto de salida es elestado de pecado enque la gracia de Dios nos encuentra. San Pablo lo llama "la impiedad", ydefineeste estado como "un vivir para s mismo". Y a travs de lamuerte y la Resurreccin deCristo, la

    vida nueva, el Bautismo y todoslos aspectos de la vida cristiana, se alcanzaeste punto de llegadadetodo el camino, que es una "vida nueva" que sedefine como un "vivir para el Seor". No mspara s mismo, sino para el Seor.

    En esta meditacin de esta maana querramos recorrer todo este camino, realizar estecamino. Tomar conciencia del estado de pecado en que vivimos, de nuestra impiedad, de nuestrovivir para nosotros mismos, y realizar un santo paso, el paso de la conversin, y llegartambin nosotros esta misma maana, en el breve espacio de una hora, a esta vida nueva queconsiste en un vivir para el Seor.

    Primer punto, por lo tanto nuestro punto de llegada: tomar conciencia de lo quesomos en verdad a los ojos de Dios.

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    Dice San Pablo en el captulo primero de su carta: "Pues la ira de Dios semanifiesta desde el cielo sobre toda impiedad e injusticia humana, la de aquellos quereprimen con injusticias la verdad. Porque lo que puede conocerse de Dios lo tienen a la vista, Diosmismo se lo ha puesto delante desde que el mundo es mundo. Lo invisible de Dios, es decir, sueterno poder y su divinidad, resulta visible para el que reflexiona sobre sus obras, de modo que notienen disculpa, porque al descubrir a Dios, en vez de tributarle la alabanza y las gracias que Dios se

    mereca, su razonar se dedic a vaciedades y su mente insensata se obnubil. Pretendiendo sersabios resultaron unos necios que cambiaron la gloria de Dios inmortal por imgenes dehombres mortales, de pjaros, cuadrpedos y reptiles."

    El pecado fundamental, el objeto primario de la reprobacin divina, lo identificaSan Pablo, por lo tanto, con la "impiedad". En qu consiste exactamente la impiedad lo explica deinmediato, diciendo que consiste en la negativa a glorificar y dar gracias aDios. Y emplea dosverbos muy conocidos... (el trmino de que deriva la doxologa, la alabanza a Dios) y... (es decir,la accin de gracias a Dios). En otras palabras, la impiedad consiste en la negativa a reconocera Dios como Dios, en no tributarle la consideracin que se le debe. Un Salmo que hemos recitado enlos Laudes de este dadice: "A Ti, oh Dios!, se te debe la alabanza". A Dios se le debe la alabanza.

    Elpecado, la impiedad, consiste en no dar a Dios lo queDios merece, la alabanza.

    Consiste, podramos decir, esta impiedad en ignorar a Dios, donde ignorar nosignifica tanto no saber que existe, cuanto hacer como si no existiera. En el Antiguo Testamentoescuchamos a Moiss gritar al pueblo en una circunstancia: "Reconoced que Dios es Dios".Y unsalmista recoge ese grito diciendo: "Sabed que el Seor es Dios, que El nos hizo y somos suyos"(Salmo 99-100).

    Reducido a su ncleo germinal, el pecado es negar este reconocimiento, es elintento por parte de la criatura de cancelar, por propia iniciativa, casi con prepotencia, la diferenciainfinita que hay entre ella y Dios.El pecado ataca de esta manera la raz misma de las cosas, es unahogar la verdad, es un intento de mantener a la verdad aprisionada en la injusticia. Es algomucho ms oscuro y terrible de lo que el hombre puede imaginar o decir. Si el mundo supiera loque es en realidad el pecado, morira de espanto. Esta negativa ha tomado cuerpo concretamente en laidolatrapara los paganos, en que se adora a la criatura en vez de al Creador. En la idolatra, elhombre no acepta a Dios, sino que se fabrica un Dios. Es l quien decide por Dios, no al revs. Laspartes se invierten, el hombre se convierte en el alfarero y Dios en el vaso que l modela segn leplace.

    Hasta aqu el apstol ha mostrado el repliegue acaecido en el corazn del hombre,su opcin fundamental contra Dios. Ahora pasa a mostrar los frutos que de ah se derivanen el planomoral:

    "Todo eso ha dado lugar, dice S. Pablo , a una disolucin general de lascostumbres."

    "Un verdadero torrente de perdicin, lo llama San Pedro en su 1 carta , quearrastra a la humanidad a su ruina sin que sta ni siquiera se d cuenta".

    En este sentido, San Pablo traza ese impresionante cuadro de los vicios de lasociedad pagana que sigue en el captulo primero:

    "Homosexualidad masculina y femenina, injusticia, maldad, codicia, envidia,engao, difamacin, soberbia, arrogancia, rebelda contra los padres, deslealtad,etc.".

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    Lo que a primera vista desconcierta es que San Pablo considera todo esto, todaesta disolucin moral, como una consecuencia de la reprobacin de Dios. Tres veces utiliza, en efecto,la frmula que lo confirma de modo inequvoco:

    "Por eso,es decir, acausa de la reprobacin divina, abandonndolos a susdeseos, los entreg Dios a la inmoralidad". Dios los entreg ala inmoralidad."Por esa razn, Dios los entreg a pasiones degradantes".Y, poco despus,por tercera vez: "Como, adems, juzgaron inadmisible seguir reconociendo a

    Dios, los entreg Dios a la inadmisible mentalidad de romper toda regla deconducta".

    Dios no quiere, ciertamente, tales cosas, los vicios, pero las permite para hacercomprender al hombre a qu conduce su repulsa de Dios. "Estas acciones, anota San Agustn, aunqueson un castigo, tambin son a la vez pecados, pues la pena de la iniquidad es ser ella mismainiquidad. Dios interviene castigando el mal y de ese mismo castigo pululan otros pecados". Elpecado en s mismo es castigo. Mientras el mundo persiste, se revela en l de esta manera el juiciode Dios. Dios est forzado a abandonar a los hombres a s mismos para no dar por buena su injusticia ypara que vuelvan sobre sus propios pasos.

    Ahora, preguntmonos, qu parte tenemos nosotros en esta tremendarequisitoria contra el pecado? solamente el papel de acusadores? Los paganos son losacusados y nosotros, precisamente nosotros que estamos aqu en un retiro espiritual, nosotrossomos, por supuesto, los acusadores... No es as precisamente.

    La Biblia narra esta historia. El rey David haba cometido un adulterio. Paramantenerlo escondido, haba hecho morir en la guerra al marido de la mujer, que se llamaba Uras.De manera que, a partir de ese momento, tomar a esa mujer para l podra parecer, incluso, un actode generosidad por parte del rey, de cara al soldado muerto combatiendo por l. Todo el mundo

    habra dicho: "El rey David ha hecho una buena accin, ha desposado la mujer del soldado quehaba muerto por l. Una verdadera sarta de pecados. Le visit entonces el profeta Natn, enviadopor Dios, y le narr una parbola, aunque el rey no saba que era una parbola: "Haba en laciudad, dijo, un hombre riqusimo, tena rebaos de ovejas y haba tambin un pobre que tena slouna oveja que l quera mucho, de la que reciba su sustento y que dorma con l (una oveja muyparticular, dorma con l). Lleg a la casa del rico un husped y l, para no perder ninguna de susovejas, qu hizo? Cogi la oveja del pobre y la mat para preparar la mesa a su husped. Al oiresta historia, se desencaden la ira de David contra aquel hombre y dijo: "El que ha hecho eso, esreo de muerte". Entonces Natn, dejando de golpe aparte la parbola, le dijo: "David, t eres esehombre, oh rey!".

    Eso eslo mismo, hermanos, que hace con nosotros el apstol Pablo. Despus dehabernos guiado por un justo desdn y horror hacia la impiedad del mundo, pasando del captuloprimero al segundo de su carta, como si se dirigiese de repente a nosotros, l nos repite: "T eres esehombre". Oigamos lo que dice:

    "Por eso t, amigo, el que seas, que te eriges en juez, no tienes disculpa. Al darsentencia contra el otro, te ests condenando a ti mismo, porque t, el juez, te

    portas igual".

    Pero sabemos que Dios condena con razn a los que obran de ese modo y t,amigo, que juzgas a los que obran as, mientras t haces lo mismo, te figuras que t s vas a escapartede la sentencia de Dios? Mientras juzgabas a los dems, viene a decir el apstol, t te condenabas a timismo. El horror que has imaginado por el pecado, es ahora el momento de dirigirlo contrati.

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    El juez, en el curso del captulo segundo, resulta ser el judo. Aqu podramosdecir que afortunadamente estamos fuera, no somos nosotros... porque judo aqu, ms que otra cosa,es un tipo de persona, no indica simplemente judo como raza. Est para referirse al "no griego","no pagano". Judo aqu est para el hombre piadoso y creyente que firme en sus principios y enposesin de una moral revelada, juzga al resto del mundo y juzgando se siente seguro. Judo es, eneste sentido, cada uno de nosotros.

    Orgenes, un Padre de la Iglesia muy antiguo, comentando este pasaje de la carta alos Romanos, deca que "judo" aqu eran los obispos, los presbteros, los diconos; y si escribierahoy dira: y los lderes de la Renovacin Carismtica.

    Pablo mismo ha sufrido este shock cuando, siendo fariseo, se hizo cristiano. Ypor eso puede ahora hablar con tanta seguridad e indicar a los cristianos el camino para salir delfarisesmo. l desenmascara la extraa y frecuente ilusin de las personas piadosas y religiosas deconsiderarse a salvo de la clera de Dios, slo porque tienen una idea clara del bien y del mal:conocen la ley en cada momento, saben aplicarla a los dems. Estoy haciendo mi retrato, mi foto.

    Saben aplicarla a los dems, mientras que respecto a s mismos piensan que el privilegio de estar departe de Dios, o en todo caso, la bondad y la paciencia de Dios que conocen bien, harn unaexcepcin con ellos.

    "No comprendes, dice Pablo, que la bondad de Dios te est empujando a laenmienda? T, con la dureza de tu corazn impenitente, te ests almacenandocastigos".

    Qu terremoto fue para m, y espero sea tambin para vosotros, el da que tedas cuenta de que la Palabra de Dios est hablndote de este modo precisamente a ti, y queese "t" eres precisamente "t". Aqu no hay escapatoria. Es necesario desplomarse y decir comoDavid: "He pecado".Aqu est la grandeza de David.

    Escuchando esta palabra de Pablo, que para m es uno de los pasajes ms poderososde toda la Biblia... (Desgraciadamente nosotros, los sacerdotes, los que hemos estudiado Teologa,recordamos este pasaje de la carta a los Romanos ms que otra cosa como una demostracin, unaprueba de la posibilidad del conocimiento natural de Dios, verdad? Todo lo que hemos aprendidode estos dos captulos de la carta a los Romanos es que hay posibilidad de conocer por naturaleza aDios a partir de las criaturas, mientras que para Pablo esto era algo marginal...).

    Escuchando esta palabra de Pablo, se sale o convertidos definitivamente oendurecidos. Y estoy seguro de que ninguno entre nosotros quiere salir endurecido, me

    equivoco? No.

    Pero, cul es la acusacin especifica que el apstol hace contra los piadosos? Esla de hacer las mismas cosas que juzgan en los dems. En qu sentido las mismas cosas? En elsentido, tal vez, de que son materialmente las mismas cosas? Tambin eso. Pero sobre todo, lasmismas cosas en cuanto a la sustancia, que es la impiedad y la idolatra. Hay, hermanos, unaidolatra larvada que sigue estando presente en el mundo. Si la idolatra es adorar la obra de laspropias manos, como la define la Escritura (Isaas y Oseas), si idolatra es poner a la criatura enel lugar del Creador, (otra definicin de la Escritura) entonces yo soyidlatra cuando pongo a lacriatura, mi criatura, la obra de mis manos, en el lugar del Creador.Mi "criatura" puede ser: laIglesia que construyo, la familia que estoy creando, el hijo que he trado al mundo... cuntasmadres, tambin las cristianas, sin darse cuenta, hacen de su hijo -especialmente si es nico- su Dios!Puede ser "mi criatura" el trabajo que hago, la escuela que dirijo, para m -Cantalamesa- el libro queescribo, para vosotros el grupo que dirigs... Adems, est el principal dolo, que soy "yo mismo",

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    "mi yo". En el fondo de toda idolatra est, en efecto, la "autolatra", es decir, el culto de smismo, el amor propio, que segn santa Teresa de Avila "muere veinte minutos despus de nuestramuerte". El culto de s mismo, amor propio, el ponerse a s mismo en el centro y en primer lugar deluniverso, sacrificando todo lo dems a eso. La sustancia es siempre, por lo tanto, la impiedad,el no glorificar a Dios, sino siempre y slo a s mismo, ms o menos conscientemente. El hacer servir,incluso, el bien y el servicio que prestamos a Dios, incluso a Dios, para el propio xito y la propia

    afirmacin personal... No tenemos que desalentarnos, hermanos, ante esta revelacin de nuestraimpiedad, esto es descubrir la Verdad, esto es abrir los ojos, porque as somos... Es una revelacin elda que nosotros abrimos nuestros ojos y reconocemos la Verdad... Despus, nuestra situacinfrente a Dios es completamente diferente, no hay sorpresa de que estamos todos en la impiedad...San Pablo, en el captulo sexto a los Romanos, nos dice con toda simplicidad que l mismo tena en smismo este pecado. l lucha. "El pecado que habita en m"... Este pecado, el yo, el amor propio... Esel pecado que San Pablo denuncia a lo largo de la carta a los Romanos en los judos, buscar una

    justicia propia, buscar una gloria propia, y buscarla incluso mediante la observancia de la ley de Dios.Observar la ley de Dios, no para la gloria de Dios, sino para su propia afirmacin y gloria.

    Quiz, examinndome, est dispuesto llegado a este punto a reconocer la Verdad, a

    saber que hasta ahora he vivido para m mismo, que tambin yo estoy envuelto, aunque de unmodo y en un grado diferentes, en el misterio de la impiedad.Y en este momento, estoy paradopara decir: "Seor, ten piedad de mi impiedad" "Seor, ten piedad de mi impiedad".

    Aqu empieza el milagro, el milagro del Espritu Santo. El milagro del queJess hablaba cuando deca: "El Espritu cuando venga convencer al mundo de pecado". Elmundo son los corazones de los hombres, el mundo son las personas... Aqu empieza el milagrode la conversin. Y este es la segunda etapa de nuestro "Tour de France".

    El segundo punto de nuestro camino: el paso del mar Rojo. Se trata de pasar el

    mar Rojo. Una conversin, por lo tanto, pero una conversin muy especial, una conversin quenos esperaba aqu estos das: la conversin de los piadosos, de los cristianos, de los buenos, no de losmalos...

    Este paso consiste en pasar de un vivir "para s mismo" a un "vivir para el Seor".Tenemos que aprender estos dos puntos. Vivir para s mismo es la orilla de Egipto, y vivir para elSeor es la orilla de la libertad, de la tierra prometida.

    Vivir para s mismos significa vivir como quien tiene en s mismo el propioprincipio y el propio fin. Significa vivir desde s y para s. Vivir para s mismo indica una existencia,

    por tanto, cerrada en s mismo, pendiente slo de s mismo, tenindome am mismo como centrodel universo.

    Se trata, hermanos, de una especie de revolucin copernicana que tiene querealizarse en el pequeo mundo o en el microcosmos que es cada uno, cada persona. En el viejosistema tolemaico, hasta el siglo XVI, se pensaba que la tierra estaba inmvil en el centro deluniverso, mientras el sol giraba a su alrededor como su servidor para iluminarla y darle calor. Perola ciencia con Coprnico y Galileo ha invertido esta opinin, mostrando que es el sol el que estquieto en el centro de nuestro sistema solar y la tierra la que gira alrededor de l para recibir luz y calor.Para llevar a cabo en nuestro pequeo mundo esta revolucin copernicana tambin nosotrosdebemos pasar del viejo al nuevo sistema, del sistema tolemaico al sistema copernicano. En elsistema viejo es "mi yo", la tierra, el que quiere estar en el centro y dictar leyes, asignando a cadacosa el lugar que corresponde a sus gustos, el lugar ms cercano a las cosas ms agradables y a laspersonas simpticas y el lugar ms alejado a las cosas y personas desagradables.

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    En el sistema nuevo, Cristo es el sol de justicia que est en el centro y reina,mientras mi yo se dirige humildemente hacia l para contemplarlo, servirlo y recibir de El elEspritu de Vida.

    Verdaderamente se trata de una nueva existencia.Frente a ella, la muerte mismaha perdido su carcter irreparable. La mxima contradiccin que desde siempre experimenta el

    hombre es la contradiccin entre la vida y la muerte. Ahora bien, esta contradiccin ha quedadosuperada, no es ms la contradiccin mxima. La contradiccin ms radical ya no est entre el viviry el morir, sino entre el "vivir para s mismo y el vivir para el Seor". Vivir para s mismo es ahora elnuevo nombre de la muerte.

    Una ayuda eficaz para realizar esta conversin es la contemplacin del misteriode la piedad. Es decir, Jesucristo en su Pasin. Hay un cuadro de un pintor flamenco del siglo XVIque representa a Jess en el Pretorio de Pilatos. Me impresiona mucho porque no hace ms quereunir los datos de los Evangelios respecto a este momento de la Pasin, haciendo visible yobservable esta escena de Jess en el Pretorio de Pilatos. Trato de describir este cuadro. Jess tieneen su cabeza un haz de espinas no secas an, como muestran las hojas verdes que penden de las

    pequeas ramas. De la cabeza caen gotas de sangre mezclndose con las lgrimas que bajan desus ojos. Es un llanto casi desconsolado. Pero de inmediato se comprende, vindolo que no llora porS mismo Jess, sino por los dems, por quien lo mira. Llora por m que no comprendo an. lmismo dir a las mujeres "No lloris por M". Este Jess tiene la boca semiabierta como quien sefatiga al respirar y espresa de una angustia mortal. En sus espaldas tiene puesto un manto pesado ygastado que da una idea ms de metal que de tejido. Siguiendo con la mirada hacia abajo, seencuentran sus muecas atadas con una vasta cuerda con muchas vueltas. En una mano le hancolocado una caa y en otra un manojo de varas, smbolo burln de su realeza. Son sus manossobretodo las que producen escalofros cuando se mira el cuadro. Jess ya no puede mover ni siquiera undedo. Es el Hombre reducido a la ms total impotencia, como inmovilizado. El misterio de la piedad.Cuando me detengo a contemplar esta imagen, especialmente si estoy a punto de salir a predicarla Palabra de Dios, se me llena el alma de sonrojo,pues calculo la enorme distancia que hay entrel y yo. Yo (el siervo)libre para ir, hacer y deshacer, tomar el avin que quiero. l, el Seor,

    vencido, prisionero y atado, inmvil. La Palabra encadenada y el mensajero libre. Jess en elPretorio es la imagen del Hombre que ha restituido a Dios su Poder. l ha expiado todo el abuso quehemos hecho y seguimos haciendo de nuestra libertad, esa libertad que no queremos que nadie nostoque y que no es ms que esclavitud respecto a nosotros mismos... Esta contemplacin de Jess enla Pasin ha sido para todos los santos un gran medio para alcanzar la santidad. Mirando a Jess ensu Pasin, el orgullo tiene que caer.

    El fruto de este vivir nuevo, que es el vivir para el Seor, cul es? Haymuchos frutos, pero uno me gusta poner de relieve: la alegra, el gozo. El que vive para s mismo notiene para alimentar su alegra ms que un objeto finito, msero y precario, y por eso estinexorablemente abocado a la tristeza. Nuestros estados psicolgicos estn lleno de "altos y bajos",

    y si tuvisemos que sacar la alegra de nosotros mismos sera una alegra como la del tiempometeorolgico, que va y viene.

    Sin embargo, el que vive para el Seor tiene para alegrarse un objeto y un motivoinfinito, divino, firme, siempre nuevo. La alegra misma del Seor se convierte en suya, como afirma elmismo Jess: "Os he dicho esto para que compartis mi alegra y vuestra alegra sea total, perfecta".Deca un padre del medioevo ortodoxo: "Si mediante un artificio se pudiera dejar el propiocuerpo para poder tomar otro ms hermoso, cambiara tambin la alegra y sera tanto mayor cuantomejor fuera el nuevo cuerpo, con respecto al anterior". No es posible en el nivel fsico. Sinembargo, s lo es en el orden espiritual. Pues bien, cuando no se trata solo del cuerpo, de la cara, sinode deshacernos de nosotros mismos para acoger a Dios; cuando Dios ocupe el lugar del cuerpo ydel alma, de la casa y de los amigos, y de todas las cosas... es necesario tambin que esta alegrasupere cualquier alegra humana y alcance la alegra que corresponde a la bienaventuranza divina.

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    La alegra que se tiene al vivir para el Seor desemboca en lo que San Pablo gusta enllamar "orgullo". Pero este no es el orgullo del que hablbamos ayer, es un orgullo bueno. "Estamosorgullosos,dice, con la esperanza de alcanzar el esplendor de Dios" (carta a los Romanos).Este orgullo, este gloriarse, es una jubilosa certeza que hace vivir al hombre a un nivelcompletamente desconocido para el hombre natural, sin fe. Esa certeza nace de la esperanza de lagloria de Dios y no falta ni siquiera en la tribulacin; es ms, transforma en orgullo la misma

    tribulacin, como dice Pablo: "Los sufrimientos del tiempo presente son cosa de nada

    comparados con la gloria que va a revelarse reflejada en nosotros".

    Concretamente, este vivir para el Seor significa vivir para la Iglesia, que es suCuerpo. Por eso la decisin de servir a Cristo de una forma nueva debe traducirse necesariamenteen la decisin de tomar o volver a tomar, si se abandon, el propio lugar, por pequeo o grande quesea, al servicio de los hermanos en la comunidad o en los grupos, ponindose a disposicin de lasnecesidades de la propia Parroquia o de la propia comunidad religiosa o del propio grupo, noteniendo ya nada para s mismos.

    Al fin y al cabo, hermanos, y no os asustis, se trata de hacer esta maana unsuicidio colectivo. Qu significa suicidio, suicidarse? Matarse a s mismo. Eso es precisamente loque tenemos que hacer, matar el hombre viejo. El "yo" tenemos que dejarlo aqu, lo siento,hermanos. Tenemos que suicidarnos todos, si queremos salir de aqu hombres y mujeres nuevos enel Espritu. Y este suicidio no se realiza con pistola, sino con la voluntad. Yo no quiero vivir mspara m mismo, sino vivir para el Seor, y lo quiero con toda mi voluntad, con todo el poder, contodas mis fuerzas. Se habla mucho estos das de eutanasia, incluso en Espaa hay un hermosodocumento de los obispos sobre la eutanasia; es algo muy peligroso, pero se puede hacer unaeutanasia tambin. Eutanasia significa buena muerte... Es un trmino equivocado para los que loemplean para otras cosas, pero eutanasia significa "buena muerte", y qu mejor muerte que sta!

    Y ahora concluimos. Dios espera que pongamos en sus manos toda nuestra

    libertad para hacer en nosotros cosas grandes.En la vida de una gran mstica que ya he citado ayer, labeata Angela de Foligno, se lee este episodio que nos ayuda a comprender de qu se trata. Desdehaca tiempo ella haba abandonado el mundo y el pecado, era una mujer casada y con hijos, (vivaen el pecado cuando el Seor la llam), le quit el marido, los hijos, y empez una vida deausteridad y penitencia. Pero un buen da record que an haba algo por hacer, que no era verdadque Dios lo fuera todo para ella, pues su alma en parte quera a Dios, pero en parte quera tambinotras cosas junto aDios, por ejemplo la consolacin de Dios. Entonces, advirti como unmovimiento de reunificacin de todo su ser, como si el cuerpo fuera unocon el alma, la voluntad conla inteligencia y como si se diera en ella en este momento un slo querer. En aquel momento oy ensu alma una voz poderosa que deca: "Angela, qu quieres?". Y ella con todas sus fuerzas grit:"Quiero a Dios". Dios respondi: "Yo llevar a cumplimiento este deseo tuyo", y lo llev acumplimiento. Con este grito dio asiento asu libertad y sobre l construy Dios esa admirable

    aventura de santidad que ocho siglos despus no deja de alumbrar a la Iglesia y al mundo. Hacealgunos das, el Papa mismo fue a Foligno aorar delante del sepulcro de esta gran mstica que hahablado de Dios de una manera insuperable. Dios le dijo un da aAngela: "Yo bendecir hasta alos que te escuchen nombrar". Yo la estoy nombrando, pero vosotros estis escuchando, porquela bendicin es para vosotros. "Yo bendecir hasta a los que escuchan tu nombre", es decir, hastaa vosotros hoy. Y muchas veces yo he experimentado que Dios ha mantenido su promesa.

    La frase ms fuerte que Dios puede pronunciar y que de hecho pronuncia en laBiblia es "Yo soy Dios"y nadie puede repetir estas palabras, y hacerlo est considerado como"impiedad" en la Biblia.

    Sin embargo, la criatura puede decir otra frase muy cerca de esta: "Yo quiero aDios".En eso se produce la unidad del querer con la persona. El hombre, es decir, cada uno de

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    nosotros, est dividido en s mismo, disperso en sus pensamientos, aoranzas, proyectos, deseos...Es ms fcil contar los cabellos de nuestra cabeza que los pensamientos de nuestro corazn. Nosparecemos a uno de esos rboles de gran copa que en otoo se llenan de pjaros que arman unaalgazara ensordecedora. Ese grito que surge de todo el ser "QUIERO A DIOS" es como un disparocontra ese rbol, un tiro de escopeta que hace volar a todos los pjaros y produce un gran silencio yuna gran paz en el rbol. Esa misma cuestin se nos dirige ahora a nosotros. Si sabemos escuchar,

    Dios pronuncia en lo ntimo nuestro nombre y dice, a m me dice: "Raniero, qu quieres en la vida?"Bienaventurado por siempre el que tenga el valor de responder con todo su ser y con la fuerza que dael Espritu Santo: "QUIERO A DIOS Y NADA MAS". Amn.