RAÍCES DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA: UNA REVISIÓN DE LA PRECURSORA UNIVERSIDAD CENTRAL...
description
Transcript of RAÍCES DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA: UNA REVISIÓN DE LA PRECURSORA UNIVERSIDAD CENTRAL...
RAÍCES DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA: UNA REVISIÓN DE LA PRECURSORA UNIVERSIDAD CENTRAL DE LA REPÚBLICA DESDE 1826 HASTA 18501
Jose Ignacio Garcia Pinilla2
ResumenEl objetivo del presente texto es indagar por los orígenes de la Universidad Nacional de
Colombia, en particular por su precursora la Universidad Central de la República, en lo que
respecta a los efectos que tuvieron los cambios políticos a nivel nacional en su apertura y
funcionamiento en el periodo de 1826 a 1850. De este modo no se presenta un relato histórico de
los hechos ocurridos ni un anecdotario de sucesos sino que siguiendo la cronología de los
eventos se pretende mostrar como la educación superior colombiana en interacción con otros
fenómenos fue desarrollándose como respuesta al entorno político y económico del siglo XIX.
Como conclusión se muestra que las decisiones en política educativa han sido especialmente
susceptibles de modificación para ser coherentes con el ideario del gobierno temporal.
Palabras Clave: Siglo XIX, Educación Superior, Reformas Educativas, Francisco de Paula
Santander, Historia de la Educación.
AbstractThe objective of this text is to investigate the origins of the National University of Colombia, in
particular by its precursor, the Central University of the Republic, with regard to the effects that
took the political changes at the national level in opening and operating in the period from 1826
to 1850. So there is not a historical account of the events but that following the chronology of
events is intended to show how the Colombian higher education in interaction with other
phenomena was developed as a response to the political and economic environment of the 19th
century. Conclusion shows that decisions on education policy have been particularly susceptible
of modification to be coherent with the ideology of the temporary Government.
Key Words: Nineteenth Century, Higher Education, Educational Reforms, Francisco de Paula
Santander, History of education.
1 Presentado en diciembre de 2014 al Profesor Edgar Valero como trabajo final para el curso “Sociedad Colombiana del Siglo XIX”.2 Estudiante de Psicología de la Universidad Nacional de Colombia. Contacto: [email protected]
IntroducciónPara una nación como Colombia la educación de su población es un tema central no
bastando con brindar la básica (primaria y bachillerato) sino también una superior (universitaria)
que se encuentre planeada de forma que responda a las problemáticas particulares del momento
de desarrollo pues esta “permite trabajar productivamente para originar la riqueza que asegure el
bienestar colectivo y para satisfacer las necesidades sociales fundamentales” (Misas, 2004, pág.
13). En este sentido, y reconociéndolo más tempranamente que muchos otros países del
continente (Young, 1994), los gobernantes de la Gran Colombia y después de la Nueva Granada,
tomando como base las políticas coloniales de educación y las nuevas ideas surgidas de la
Europa postrevolucionaria, planearon de forma admirable por su innovación y ambición el
camino que se debía seguir en el ámbito educativo desde lo administrativo hasta lo curricular y
desde la primaria hasta el doctorado. Obviamente estas políticas y estos cambios se dieron o no
en consonancia con un contexto nacional político y económico que orientó, posibilitó y
obstaculizó en diferentes casos las reformas propuestas. Como ejemplo de esta dinámica se
puede encontrar a la Universidad Central de Bogotá inmersa en este contexto decimonónico,
transformándose constantemente como consecuencia de los cambios en política pero también
haciendo realidad solo algunos de estos deseos viéndose muchos frenados por el déficit
económico que afectó en sus primeras etapas al naciente país.
Dado esto, el presente texto es la respuesta a la cuestión de cómo la Universidad Central
de Bogotá, en tanto precursora de la actual Universidad Nacional de Colombia y por lo mismo
parte del proyecto de nación, se desarrolló en interacción con los procesos políticos y
económicos que se sucedieron en la república. Esto no solo por la importancia de la educación o
de rescatar la misma historia de la Universidad Central sino que es muestra de la compleja
dinámica que tuvo lugar en los inicios de la conformación de la nación colombiana en el siglo
XIX después de la Independencia. El periodo seleccionado tiene que ver con el tiempo de vida
de la Universidad en cuestión y su ubicación con la proximidad al poder central que tuvo una
mayor influencia en el periodo de funcionamiento de la universidad central, lo que ya es
sintomático.
Ahora bien, entrando más en el tema a tratar vale introducir mencionando que las
universidades surgieron en el siglo XII en Europa, en particular en Francia, Inglaterra e Italia; en
España fueron creadas las primeras en Salamanca (1244), en Sevilla (1260) y en Valladolid
(1262) todas desde el siglo XIII bajo los preceptos de Alfonso X el Sabio (Soto, 2005). En la
época de la colonia en el territorio americano bajo el dominio español se fundaron 29
universidades antes del siglo XIX, creándose 6 en el siglo XVI, 12 en el siglo XVII y 11 en el
siglo XVIII, aunque durante este tiempo 11 también fueron clausuradas. Tres más se fundaron en
el siglo XIX antes de que se declarara la independencia (Soto, 1998).
Al igual que la cultura española continental, el ethos colonizador se caracterizaba por el
“ocio digno” en el que quienes se desempeñaban en labores manuales u “oficios bajos” no eran
bien vistos por la aristocracia. Organizándose en este contexto, la política económica, se basó en
figuras como la encomienda, la mita, el cabildo, las estancias, etc. todas las cuales permitían a
los habitantes de las ciudades mantener su estilo de vida de derroche e imprevisión y a la iglesia
crear instituciones que permitiesen a los vástagos de esta clase desempeñarse en funciones
hidalgas (filosofía, teología, jurisprudencia y medicina) que se dirigían a la cúspide de la
sociedad colonial (Laverde, 1986). Y cabe señalar al menos de forma sucinta que en aquel
momento la ciencia no era un aspecto central de la universidad, pues la institución era para el
lujo de la especulación de una minoría acomodada y regida en su mayoría por la autoridad de la
Iglesia. Eran las sociedades científicas en aquel momento, con excepción tal vez de las
universidades escocesas, donde se producían los desarrollos científicos aplicados impulsados por
la revolución industrial aunque vale aclarar, no iniciada por estas instituciones (Páramo, 1986).
Durante el siglo XVIII hubo propuestas de reforma a aquella educación como lo
demuestran el Plan de Francisco Moreno y Escandón (1768/1774), que pretendía quitar poder a
la iglesia mediante la integración del método experimental sobre el escolástico y la introducción
de nuevos textos aunque fracasó por falta de recursos, y el plan de estudios del Virrey Antonio
Caballero y Góngora (1787), que estipulaba la enseñanza de las ciencias naturales y la
introducción cautelosa de teorías eclécticas hasta en materias como la teología, además bajo su
mandato se dio inicio a la expedición botánica y se creó la primera escuela femenina, sin
embargo muchos de estos progresos se vieron empañados con su sucesor el virrey José de
Ezpeleta (Ocampo & Soler, 2012). También cabe señalar otros intentos de reforma educativa
como las escuelas patrióticas de Francisco José de Caldas (1808) o las ordenanzas de las Nieves
de 1809 (García, 2005).
Creación: Las luces en la Gran Colombia (1826)En este punto el panorama político del territorio cambió sustancialmente y ocurrió la
independencia con la aparición de la Primera República Granadina. Ya desde sus inicios, la
patria boba, encontró dificultades para organizarse como nación sucediéndose inclusive entre
1812 y 1813 la primera guerra civil granadina en donde se enfrentaron los federalistas
(principalmente las provincias apoyadas en el pensamiento de Camilo Torres, en Tunja) y los
centralistas (principalmente el estado de Cundinamarca apoyado en el pensamiento de Antonio
Nariño, en Bogotá) saliendo victoriosos los primeros en esta ocasión a la cabeza de Simón
Bolívar. Como consecuencia de lo anterior cada provincia que se organizó proclamó su propia
constitución, de forma que entre 1811 y 1815 se aprobaron 7 constituciones (Tunja, Antioquia,
Cundinamarca, Cartagena de Indias, Popayán, Mariquita y Neiva) (Ocampo & Soler, 2012). Lo
notable de ellas es que en todas se dio un lugar importante a la instrucción pública y aunque solo
una manifestó su intención de fundar universidades oficiales (la de Tunja), se notaba la toma de
conciencia de la relevancia que tiene la formación de los ciudadanos desde sus primeros años
hasta la profesionalización para el desarrollo de un proyecto nacional.
La ocurrencia de la Restauración española (1816-1819) marcó la última estancia del
conquistador europeo en el territorio de la Nueva Granada. A pesar de la fuerza que mostró en un
inicio la campaña militar española, pronto se debilitaron sus fuerzas y la derrota se hizo cada vez
más evidente, tanto así que en 1819, seis meses antes de la definitiva Batalla de Boyacá, se
reunieron en Angostura la mayor parte de los delegados de la que sería la Gran Colombia y
además de disponer algunas normas para el funcionamiento de la instrucción pública acordaron
reunirse en 1821 nuevamente. Este nuevo encuentro se conocería como el Congreso de Cúcuta
en el cual los participantes le dieron un lugar relevante a la organización de la educación en la
republica naciente en cabeza del estado, así la secularización y popularización de la educación
primaria y universitaria fue el estandarte de la reforma planteada en consonancia con el espíritu
democrático de la independencia (Ibídem).
Teniendo esto como precedente fue el General Francisco de Paula Santander en 1822
quien fundó el Colegio de Boyacá en donde se dictaron las primeras cátedras universitarias y se
empezó a seguir el modelo lancasteriano de educación mutua según el cual los estudiantes de un
curso debían dividirse en grupos, liderados por un monitor cada uno, siendo estos los estudiantes
más aventajados, quienes instruían a sus compañeros, dando el docente solo la instrucción a los
monitores y supervisando la disciplina de los alumnos. Ya en 1826 el Congreso decretó la ley
del 18 de marzo “Sobre la organización y arreglo de la instrucción pública” (Universidad
Nacional de Colombia, 2001) en la cual se facultaba al estado para dirigir y supervisar la
educación superior, de forma que se crearon 3 universidades centrales: la de Bogotá, Caracas y
Quito. Además se indicó un currículo especialmente rico y se facultó al vicepresidente Santander
para implementar el estatuto. Este a su vez diseñó un plan de estudios, que en esencia
“representaba el control nacional de la educación superior, el monopolio universitario de la
capacitación profesional, los altos niveles académicos, un curriculum moderno y una cierta
libertad académica” (Young, 1994, pág. 41) e instaló la Universidad Central de Bogotá el 25 de
diciembre del mismo año. Es así como se inicia la universidad pública de la germinante república
(Universidad Nacional de Colombia, 2001).
El ambicioso plan de estudios formulado por Santander marca un punto crucial en la
transformación de la educación superior pues no solo suprimió los títulos de filosofía e inició una
tradición de títulos de bachiller sino que también sometió el ingreso a la universidad a un
riguroso examen. Pero no se detuvo allí, hizo obligatorio el doctorado (9 años totales de estudio)
para ejercer la medicina y el derecho e integró la educación del clero al currículo universitario
(Young, 1994). Además limitó el uso del latín para la enseñanza dando prioridad al inglés y al
francés y aboliendo en la práctica a las universidades de Santo Tomás y de los dominicos
(Bushnell, 1985). Pero tal vez lo más controvertido de la reforma fue la asignación de los libros
de texto para dictar las cátedras, en particular los de J. B. Say para la incipiente catedra de
economía política y los de Wattel, Montesquieu, Tracy y Bentham para los estudios de leyes,
este último el que más polémica trabaría. Jeremías Bentham, quien intercambio correspondencia
con Bolívar y fue uno de los escritores favoritos de Santander, pensaba que el individuo se
guiaba por la búsqueda del placer y la evitación del dolor y por lo tanto propugnaba porque todas
las instituciones estatales y sociales se configuraran bajo esta lógica. Esta filosofía fue criticada
fuertemente por el clero y la población secular conservadora ilustrada quienes la veían como una
afrenta directa a la fe y a los valores tradicionales pues su enseñanza se había convertido en
obligatoria desde 1825, sin embargo hacia 1828, gracias a la conspiración septembrina y a las
presiones ejercidas por gran parte de la población su enseñanza fue prohibida (Baéz, 2009). De
hecho, y haciendo un adelanto de los eventos: durante el siglo “según la concepción del
gobernante de turno, se suprime o se incluye en el plan de estudios al controvertido Jeremías
Bentham” (Soto, 2005, pág. 112).
El mismo año de ocurrencia de la revolución de los morrocoyes en Venezuela, en 1826,
se realizó el acto de instalación de la Universidad Central con el modelo napoleónico, utilizando
edificios de la Iglesia de San Carlos e integrando facultades del Colegio Mayor de San
Bartolomé y del Colegio Mayor del Rosario, siendo presidido por José Félix Restrepo y siendo
nombrado como primer rector al arzobispo de Bogotá Fernando Caicedo y Flórez (Ocampo &
Soler, 2012). También se estableció la Academia Nacional de la Lengua, en un intento por
propiciar las ciencias aplicadas “aquellas que influyen inmediata y eficazmente en la virtud de
los pueblos” (Universidad Nacional de Colombia, 2001, pág. 31) en contraste con las
tradicionales teología y filosofía, esto sin significar la inclusión de la investigación científica sino
exclusivamente su enseñanza.
En 1827 tuvo ocasión la fracasada convención de Ocaña en la que se disputaron las ideas
de Santander (Federalista) y de Bolívar (Centralista) con respecto al manejo administrativo que
se le estaba dando a la Republica, no se llegó a ningún acuerdo por lo que mediante un golpe de
estado Bolívar se proclamó dictador. Esto el ultimas llevo a la conspiración septembrina, el
intento de asesinato de Bolívar, que también fue fallido y desencadenó prohibición de textos
(Bentham) y expulsión de personas (Santander) por parte del gobierno bolivariano.
Transición a la Nueva Granada (1830-1842)Otro cambio, aunque previsible, se presentó en la política colombiana, la Gran Colombia
se dividió, primero Venezuela se separó y luego Ecuador, ambas en 1830 abandonando a la
Nueva Granada y su autoridad y en cambio declarando sus propias constituciones. En este
contexto el padre del civilismo colombiano y uno de los mayores estadistas con obra educativa
de Hispanoamérica, Francisco de Paula Santander volvió a aparecer en escena. Después del
destierro al que había sido sometido, exiliándose en Europa y visitando entre otras a la
Universidad Libre de Berlín, donde Wilhelm von Humboldt, hermano mayor del naturalista
Alexander, había fundado la institución con un modelo científico e investigativo; la universidad
como productora de conocimiento (Ocampo & Soler, 2012).
Santander fue presidente de 1832 a 1837 y en estos años sus esfuerzos se volcaron, entre
otros, al establecimiento de una universidad fuerte en investigación y que tuviese el monopolio
de la profesionalización. En este sentido, las únicas universidades que funcionaban en la
Republica para 1832 eran la de Popayán, la de Cartagena y la de Bogotá, la Central. Esta última
otorgando solo títulos y al estar sin edificio propio se encontraba utilizando las instalaciones de
los Colegios San Bartolomé y del Rosario junto con sus catedráticos (Gaitán, 2013). Por lo
mismo, el primer paso que dio el prócer fue plantear una reforma al Plan de Estudios
Universitarios con la intención de hacer estos ideales realidad, y entregándolo al congreso en
1834 esperaba una respuesta positiva, pero al contrario lo que recibió fue una ley en la que se
manifestaba la vigencia del Plan propuesto en 1826 aunque con pequeños cambios que
terminaban de sabotear el proyecto de universidad autónoma, diferenciada de la escuela y
científica. Sin embargo la insistencia de Santander por agregar el estudio de las ciencias
naturales y volver a textos prohibidos con anterioridad tuvo efectos en la dinámica universitaria
en donde las clases se volvieron a regir por estos principios (Young, 1994).
El deterioro académico y el desacuerdo político eran evidentes en la Universidad de
Bogotá y aunque el presidente de la república intento avanzar en vías del progreso desde el
ámbito educativo, lo cierto es que no logró asegurarle el monopolio educativo profesional a las
universidades porque, entre otras cosas, el Colegio de Tunja se declaró universidad ante las
dificultades e incluso a los colegios de Medellín y Vélez les fue permitido enseñar derecho. A
finales del gobierno de Santander eran ya muchas voces las que estaban en desacuerdo con la
enseñanza nuevamente obligatoria, desde 1835, de Bentham y Tracy y que se oponían a dicha
enseñanza sin embargo mientras vivió el padre de la educación pública dichos reclamos no
encontraron oídos (Ibíd.).
El presidente sucesor fue elegido en medio de una disputa entre el candidato de Santander
y de los radicales, José María Obando, y el candidato de los moderados o conciliadores, José
Ignacio de Márquez, este último fue el que obtuvo la victoria, con el apoyo además de los
antiguos bolivarianos, y se proclamó presidente para el periodo de 1837 a 1841. Su dirigencia se
caracterizó por “el proteccionismo económico, elevando los aranceles y favoreciendo a los
artesanos que se organizaron en sociedades democrático-republicanas” y en el ámbito educativo
“hace una concesión a la Iglesia Católica derogando el decreto 3 de octubre de 1826 en lo que se
refiere al control de textos de enseñanza, control de estudios en los seminarios y las
universidades” (Torres & Salazar, 2002, pág. 151). Con esto permitió una paulatina
descentralización de la educación pública pues además creo cátedras de medicina y
jurisprudencia en provincias donde no se deberían dictar según la política santanderista.
Aunque el gobierno de Márquez se preocupó por la educación bastante, inclusive
proponiendo traer técnicos europeos para desarrollar escuelas de agricultura, química, botánica y
mineralogía, la Guerra de los Supremos que acaeció en su mandato trajo consecuencias nefastas
para el avance económico del país y además trajo a colación serias dudas con respecto al
funcionamiento universitario autónomo como lo habían logrado en alguna medida mediante la
Ley del 10 de mayo de 1840. En la Universidad Central se vivieron los partidismos, aquellos que
con el legado de Santander, quien murió en este año, se oponían férreamente a conciliar con el
presidente Márquez con respecto al centralismo que este impulso en su gobierno. Este conflicto
pronto desembocó en una cruenta guerra civil, en la que el cuerpo docente de la Universidad de
Bogotá no fue neutral. Muchos docentes entre los que se cuentan Florentino González, profesor
de jurisprudencia, Antonio Vargas Reyes, profesor de medicina, e inclusive los directivos, el
rector José Duque Gómez y el vicerrector Vicente Lombana, se unieron a las fuerzas federalistas,
y cuando estas perdieron en 1842 tuvieron que exiliarse del país (Young, 1994). El hecho de que
una plana tan importante de los formadores de los jóvenes hubiese tomado semejante actitud ante
el conflicto orientó al gobierno recién elegido de Pedro Alcántara Herrán, uno de los generales
vencedores junto con Tomas Cipriano de Mosquera, a plantear la reforma de la educación de la
mano de su Ministro de Instrucción Pública, el católico Mariano Ospina Rodríguez (Rivadeneira,
1986).
El ocaso de la Universidad Central (1842-1850)La reforma propuesta por el que también era secretario del interior y de relaciones
exteriores, era un “hábil extracto del código de instrucción pública de España y venía a sustituir
un régimen de excesiva libertad universitaria” (Universidad Nacional de Colombia, 2001, pág.
187). En efecto entre sus principales objetivos se encontraban “la eliminación de innumerables facultades abiertas en colegios provinciales y locales en los que no pueden
funcionar a cabalidad, restablecer la disciplina universitaria, retraer a la universidad de intervenciones en asuntos
políticos y fortalecer el papel de la iglesia en el sistema educativo” (Laverde, 1986, pág. 189)
Esto trajo como consecuencia un creciente alejamiento de la universidad de la política y
una disminución progresiva de su influencia en el desarrollo de los cambios económicos y
científicos del país. La reforma unifico a la Universidad Central, el Museo Nacional y el Colegio
de San Bartolomé en una sola dirección, a la cabeza del párroco Pablo Agustín Calderón, por
falta de recursos. Este rector quien no fue muy brillante por su erudición ni ideas independientes
fue un eficiente administrador cuya tarea de encontrar un cuerpo docente que respaldara la nueva
política de Herrán fue difícil y muchas veces infructuosa. Esta difícil situación para la reforma de
las universidades se debió posiblemente a la negativa del Congreso de aumentar los sueldos de
los docentes, en medio de la recuperación económica de la Guerra de los Supremos, y de la
actitud de Ospina Rodríguez frente al nombramiento de los docentes, que se hacía de forma
interina. Lo que condujo en muchos casos a la exclusión de personas destacadas en la
intelectualidad colombiana por causas meramente políticas, pues como se mostró la academia no
fue ajena a la situación (Young, 1994). Sin embargo intentando tener una perspectiva global de
la reforma impulsada, se puede decir que oriento buenamente la educación hacia las ciencias
útiles y prácticas (ingenierías) en contraposición a las hegemónicas (derecho, teología y
medicina), aunque no logró cambiar su estrcutura, además de que fortaleció la educación privada
aunque a costa de la educación pública por esto se puede decir que su corte confesional hizo que
prontamente se debilitara la autonomía universitaria y que se volviese a la regulación religiosa de
la vida educativa, aunque esto trajo como consecuencia inusitada la radicalización del
pensamiento estudiantil universitario bajo los auspicios de las idead de Ezequiel Rojas. Al
finalizar Herrán su mandato, el estado tenía una fuerte influencia en la educación y la autonomía
universitaria acompañado de la autoridad eclesial de la Iglesia Católica y el regreso de los
jesuitas a la educación con toda su fuerza transnacional y la Universidad Central se encontraba
en una crisis económica que venía de muy antiguo y acentuada por los desórdenes recientes.
El sucesor de la política de Herrán fue el otro general, Tomas Cipriano de Mosquera, que
gobernó de 1945 a 1949 y su política educativa estuvo caracterizada por impulsar las ingenierías
al igual que su predecesor con la diferencia de tener más éxito en este propósito que aquel. En su
mandato se fundó la Escuela Militar mediante la ley 6 de 1847 en donde se pretendió formar
tanto a civiles como a militares en ciencias “útiles” y dando especiales estímulos a aquellos que
se dedicaran a la vida militar, como un puesto de alférez o un título emitido por el ejecutivo, lo
cual transformó la respetabilidad de la carrera y ayudó a la modernización y profesionalización
del ejército. En lo referente a sus políticas nacionales, podría sospecharse que al venir de
defender el centralismo junto a Herrán sus políticas serian similares y aunque esto en parte fue
cierto, la realidad nos muestra que en este periodo el General Mosquera fue en muchas cosas
contrario a los ideales centralistas, pues entre otras, oriento la economía hacia la apertura
exterior, impulsando con esto el viaje por el canal de Panamá y el paso por el puerto de
Barranquilla, así como inicio la escisión del Estado y la Iglesia.
Los sectores ministeriales conservadores que lo habían llevado al poder pronto se dieron
cuenta de que el presidente empezaba a tener cada vez y con mayor rapidez ideas más próximas
a los liberales lo cual disgusto a muchos. Además durante su gobierno ocurrieron grandes
transformaciones económicas y se fortalecieron los sectores reformistas de la sociedad como
producto del comercio exterior y la consecuente concentración de ingresos económicos y poder
(Laverde, 1986).
Para cuando llegó a la primera magistratura el sucesor de Mosquera, estaba preparado el
camino para la reforma que llegaría. Es así como subió a la presidencia José Hilario López, que
gobernó de 1849 a 1853 y en el que se evidenciaron nuevas y más fuertes medidas reformadoras
de la sociedad colombiana: abolió la esclavitud, la libertad de prensa, la división definitiva de la
Iglesia y el Estado y la federalización. Sin embargo bajo su mandato también ocurrió que la
Universidad Central de Bogotá fue cerrada. Este hecho que marcó de forma perjudicial la vida
académica y cultural del país se justificó por la aparente contradicción de una universidad
pública en medio de las libertades individuales, para ejercer una profesión ya no hubo que tener
certificado de estudios. De este modo la Universidad Central agonizante debido a su cada vez
mas falta de presupuesto termino por hundirse en medio del radicalismo liberal en sus primeros
años. Fue la ley del 15 de Mayo de 1850 la que eliminó la Universidad de Bogotá y la que
permitiría que más tarde en 1853 se eliminaran los títulos universitarios, dado que el título de
bachiller también fue anulado desde 1850. Al final, la Universidad en medio de sus tropiezos,
había formado a muchos líderes de la republica sin embargo la falta de una economía cooperante
y de una vida civil menos conflictiva no permitieron el avance contundente de la universidad
hacia la enseñanza a toda la población y del desarrollo tecnológico y científico que en otras
partes se había dado y en donde otros países triunfaron. La vida de la universidad se concluye
por un momento, pues como el fénix resurgió de las cenizas, esta vez para prevalecer.
ConclusionesLa historia de Colombia y su educación, en particular de la educación universitaria y la
Universidad Central de la República, permitieron hacer una visión amplia de la sociedad en su
conjunto y las dinámicas particulares por las que se atravesó en la época de la formación y la
construcción del Estado naciente. En efecto, el ejemplo de la universidad sirve para ilustrar los
altibajos por los que ha tenido que pasar la conformación del Estado nacional en estos territorios
en sus distintas formas. La misma universidad se ha transformado a la sazón de estos cambios,
bien económicos bien políticos o de pensamiento sobre la religiosidad al interior de las cátedras.
En este sentido la conclusión más grande que se puede sacar de esta sumaria revisión es que la
Universidad Central de la República fue la viva expresión de las dinámicas sociales de la época:
diferencias ideológicas, distanciamientos políticos, guerras civiles, modelos educativos y de
gobierno, enfoques de la educación y hasta participación de la población en la política o más
bien la proximidad del gobierno con la población, todo esto lo que conduce es a afirmar que la
complejidad del fenómeno histórico se encuentra en cada uno de los elementos por lo que
cualquiera de ellos revisado de la forma adecuada puede dar cuenta de su momento. Así como lo
aseguran algunas corrientes en psicología y en sociología, por decir algunas, las estructuras en
sus complejidad dependen unas de otras, se hallan interconectadas y lo por lo mismo, lo que
afecta a una afecta al resto de forma que estas se activan y/o son reactivas a la actividad de la
primera (Piaget, 1974). La universidad en medio de la complejidad que implicó el desarrollo de
los primeros años de Colombia, da cuenta de las dinámicas que se hallaron en su contexto, esta
reaccionó en la guerra tomando una postura sus docentes y también se activó cuando se la obligó
a dictar una catedra en contra de los principios morales que regían a la cultura predominante.
Cada evento que acaeció en la Gran Colombia y en la Nueva Granada implicó algo para la
dinámica de la universidad y aunque la pasividad pareciese ser su ethos lo cierto es que lo que en
aquellos primeros años se gestó permitió igualmente la aparición, en 1867, de una universidad
con características similares pero más científica y enfocada mayormente a las ciencias “duras” y
“útiles” que también es el reflejo del contexto en el que nació y en el cual aún se desarrolla y que
si se revisa con la misma propiedad nos puede permitir hallar rumbos para la investigación y la
problematización de la compleja realidad colombiana de forma que se puedan construir
soluciones a los problemas más críticos que afectan a nuestra sociedad y a nuestra alma mater
que tan frecuentemente en crisis se encuentra.
Referencias
Baéz, M. (2009). La doctrina utilitarista inglesa en la universidad colombiana del siglo XIX. Revista Historia de la educación latinoamericana, 12, 96-110.
Bushnell, D. (1985). El Régimen de Santander en la Gran Colombia (Tercera ed.). (J. O. Melo, Trad.) Bogotá, Colombia: El Áncora Eds.
Gaitán, J. (2013). La difusa autonomía. El Colegio de Rosario en los proyectos de universidad pública del siglo XIX colombiano. Revista Historia de la Educación Latinoamericana, 15(21), 107-159.
García, B. Y. (2005). La educación colonial en la Nueva Granada: Entre lo doméstico y lo público. Revista Historia de la Educación Latinoamericana(7), 217-238.
Laverde, M. C. (1986). La Universidad Colombiana en el siglo XIX: Aproximación al análisis de las reformas en la educación superior y su relación con los procesos económico-políticos del siglo XIX. En M. C. Laverde, Reflexiones Universitarias (págs. 163-212). Bogotá, Colombia: Universidad Central.
Misas, G. (2004). La educación superior en Colombia. Bogotá D.C., Colombia: Unilibros.
Ocampo, J., & Soler, C. (2012). Reformismo en la educación colombiana. Bogotá D.C., Colombia: IDEP.
Páramo, G. (1986). Universidad, ciencia y poder en el siglo XIX. En M. C. Laverde, Reflexiones Universitarias (págs. 93-103). Bogotá, Colombia: Universidad Central.
Piaget, J. (1974). El Estructuralismo. (J. García-Bosch, & D. de Bas, Trads.) Barcelona: Orbis. (Original de 1968)
Rivadeneira, A. J. (1986). Desarrollo histórico de la universidad colombiana. En M. C. Laverde, Reflexiones Universitarias (págs. 137-161). Bogotá: Universidad Central.
Silva, R. (Octubre de 2002). La universidad colombiana en el siglo XIX. Recuperado el 18 de Noviembre de 2014, de Biblioteca Luis Angél Arango-Banco de la República: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/revistas/credencial/octubre2002/launiversidad.htm
Soto, D. (1998). Estudio Introductorio: Las universidades y colegios mayores del Virreinato de la Nueva Granada. En D. Soto, Historia de la Universidad Colombiana (Vol. I, págs. 19-45). Tunja, Colombia: Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
Soto, D. (2005). Aproximación Histórica a la Universidad Colombiana. Revista Historia de la Eduación Latinoamericana(7), 101-138.
Torres, J., & Salazar, L. A. (2002). Introducción a la historia de la ingeniería y de la educación en Colombia. Bogotá: Facultad de Ingeniería - Universidad Nacional de Colombia.
Universidad Nacional de Colombia. (2001). Universidad Nacional de Colombia: Génesis y reconstitución. Bogotá D.C., Colombia: Unilibros.
Young, J. L. (1994). La reforma universitaria de la Nueva Granada (1820-1850). (G. Rincón, Trad.) Santafé de Bogotá, Colombia: Instituto Caro y Cuervo-Universidad Pedagógica Nacional.
ANEXO
Tabla A3
Rectores Universidad Central de Bogotá1826-1832 Fernando Caicedo y Flórez1834-1837 José Joaquín García1837-1839 Rufino José Cuervo1839-1840 José Duque Gómez1840-1841 Eladio Urrisarri
1841 Vicente Lombana1842 Benito Osorio
1842-1845 Pablo Agustín Calderón1845 Andrés M. Pardo
1845-1846 Pablo Agustín Calderón1846-1849 José Ignacio de Márquez1849-1850 José Antonio Amaya
1850 Juan de la Cruz Gómez Plata
3 Tabla desarrollada en su mayor parte reproducida con base al texto de John Young (1994) La reforma universitaria de la Nueva Granada (1820-1850). (G. Rincón, Trad.) Santafé de Bogotá, Colombia: Instituto Caro y Cuervo-Universidad Pedagógica Nacional, aunque el autor añadió los primeros 4 rectores que no aparecían mencionados en el citado texto.
1850 Vicente Lombana