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Quevedo predicador: la Homilía de la Santísima Trinidad Francis Cerdan Université de Toulouse-Le Mirail Que el fecundo y polifacético escritor que fue Quevedo tuviera, entre otros muchos, el don de elocuencia, es una verdad que cualquier lector, aun medianamente familiarizado con el Buscón, con las obras festivas y las satírico-morales, o con los más austeros tratados morales, admitirá como clarísima evidencia. En La Hora de todos, por ejemplo, abundan los casos de discursos pronunciados por destacados personajes colocados en posición de oradores y cuya elocuencia, muchas veces, queda subrayada por la misma instancia narradora. Véase, verbi gracia, el doctor («a quien la barba le chorreaba hasta los tobillos») que se dirige al escuadrón de mujeres que había arremetido contra una manada de catedráticos: fiado de su elocuencia, intentó satisfacerlas con estas razones 1 Asimismo, un poco antes, los Monopantones, para responder al largo discurso del Rabbí Saadías, determinaron que Pacasmazo, como más abundante de lengua y más caudaloso de palabras, hablase por todos... 2 Pero, de manera más precisa, podemos subrayar que Quevedo manifestó un especial interés por la elocuencia sacra. Como mero ejemplo ilustrativo podemos ver que, en el capítulo VIII de la segunda parte del Buscón, Pablos escucha una larga amonestación en 1 Por comodidad, cito según la edición de Felicidad Buendfa, Obras Completas, Madrid, Aguilar, tomo 1, 1958, p. 273b. 2 Ibid.,j>. 270a. Studia Áurea. Actas del III Congreso de la AISO, III, Toulouse-Pamplona, 1996 AISO. Actas III (1993). Francis CERDAN. Quevedo predicador: la «Homilía de la Sa...

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Quevedo predicador:la Homilía de la Santísima Trinidad

Francis CerdanUniversité de Toulouse-Le Mirail

Que el fecundo y polifacético escritor que fue Quevedo tuviera, entre otros muchos,el don de elocuencia, es una verdad que cualquier lector, aun medianamente familiarizadocon el Buscón, con las obras festivas y las satírico-morales, o con los más austerostratados morales, admitirá como clarísima evidencia. En La Hora de todos, por ejemplo,abundan los casos de discursos pronunciados por destacados personajes colocados enposición de oradores y cuya elocuencia, muchas veces, queda subrayada por la mismainstancia narradora. Véase, verbi gracia, el doctor («a quien la barba le chorreaba hastalos tobillos») que se dirige al escuadrón de mujeres que había arremetido contra unamanada de catedráticos:

fiado de su elocuencia, intentó satisfacerlas con estas razones1

Asimismo, un poco antes, los Monopantones, para responder al largo discurso delRabbí Saadías,

determinaron que Pacasmazo, como más abundante de lengua y más caudaloso de palabras,hablase por todos...2

Pero, de manera más precisa, podemos subrayar que Quevedo manifestó un especialinterés por la elocuencia sacra. Como mero ejemplo ilustrativo podemos ver que, en elcapítulo VIII de la segunda parte del Buscón, Pablos escucha una larga amonestación en

1 Por comodidad, cito según la edición de Felicidad Buendfa, Obras Completas, Madrid, Aguilar,tomo 1, 1958, p. 273b.

2 Ibid.,j>. 270a.

Studia Áurea. Actas del III Congreso de la AISO, III, Toulouse-Pamplona, 1996AISO. Actas III (1993). Francis CERDAN. Quevedo predicador: la «Homilía de la Sa...

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forma de refranes que le dirige la huéspeda de la casa y la comenta así, mezclando lasátira de las mujeres pedigüeñas con una irónica alusión muy precisa a la técnica de laoratoria sagrada:

Yo que vi que había acabado la plática y sermón en pedirme —que con ser su tema, acabóen él y no comenzó, como todos lo hacen...3

En muchas de sus obras serias, Quevedo usó de formas literarias muy afines algénero concionatorio, valiéndose, de manera muy consciente, de los recursos de laelocuencia sagrada. Los comentarios sobre textos del Testamento Nuevo que AstranaMarín y Felicidad Buendía editaron con el título de Consideraciones, son un buenejemplo de fragmentos que se asemejan, de manera muy estrecha, a pasajes de lossermones publicados en colecciones y que, a menudo, llevaban precisamente el título de«consideraciones». Igual se puede decir de la obra titulada Sobre las palabras que dijoCristo a su Santísima madre en las bodas de Cana en Galilea, de la Declaración deJesucristo... y de otras muchas, en particular La cuna y la sepultura. En esta últimaobra, en el capítulo V, Quevedo llega a puntualizar:

Quiero que en lo espiritual oigas con más brevedad lo que te puede ser provechoso y nomolesto; que estas cosas son las que más te convienen y menos apacibles te parecen, y esmenester a veces disfrazártelas o con la elocuencia, o variedad o agudeza, para que recibassalud del engaño4.

y éstas son declaraciones que cualquiera de los predicadores contemporáneos de Quevedohubiera podido formular. Este apego a la predicación, reaparece de manera explícitarepetidas veces, en particular en la Respuesta al Padre Juan de Pineda, motivada por lacensura a la Política de Dios. El jesuita había notado con un poco de sorna:

Habló de oídas de lo que se le ha pegado de oír a predicadores5

Quevedo se defiende así:

Si yo he errado en la vida y en lo escrito, es porque no se me ha pegado nada de lossermones, y si algo sé, es lo que he aprendido de los predicadores [...] que, si yoaprendiera dellos, fuera docto, y si los obedeciera, fuera bueno.6

3 ibid., p. 342a.4 Ibid.,p. 1210b.5 Ibid., p. 392b.6 Ibid., pp. 392b y 394b.

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No parece pues extraño que Quevedo, llevado de esta natural propensión suya apredicar a sus coetáneos7, llegara a asumir totalmente, en cierta ocasión, las veces de unauténtico predicador.

En efecto, entre las obras quevedescas, Fernández Guerra publicó por primera vez en1852, unos escritos a los que puso el título de Homilía a la Santísima Trinidad y quepueden considerarse como genuinos ejemplos de sermones, en el sentido más estrecho dela palabra. Más exactamente, se trata de un sermón completo, precedido de un fragmentoo mejor dicho de la primera parte de un sermón llamada «salutación». De este conjuntoexisten varias copias manuscritas, en particular en la Biblioteca Nacional de Madrid. Elsermón completo ha llegado hasta nosotros en un autógrafo que perteneció a FernándezGuerra y que, si no nos equivocamos, obra hoy en poder de James Crosby, quien loguarda depositado en seguridad en un banco de los Estados unidos en espera de unapróxima publicación para destinarlo después, según me escribió, a una bibliotecapública donde los estudiosos podrán consultarlo.

Este manuscrito autógrafo, como lo escribía Fernández Guerra8, «consta de seispliegos y medio, con veinte y cuatro fojas útiles en 4o, numeradas, empezando lanumeración por la 7, lo que lleva a pensar que se ha perdido pliego y medio, o sea seisfojas». En la misma nota Fernández Guerra recuerda la hipótesis emitida antes de él porel bibliotecario don Tomás Antonio Sánchez: «Sánchez creyó haber compuesto Quevedosu discurso para que le predicase algún eclesiástico a quien obsequió dándole a escoger endos salutaciones» y Fernández Guerra precisa que, en efecto, «cada hoja muestra cuatrodobleces y señales de haberse llevado en el bolsillo algún tiempo, con el propósito, sinduda, de ir cogiendo la homilía de memoria para predicarla». Fernández Guerra noconcuerda con su amigo Sánchez, pensando que la primera salutación pertenecía a otrahomilía que la que ha llegado hasta nosotros, y en esto le doy la razón, porque las dossalutaciones anuncian desarrollos diferentes. Pero lo que voy a discutir es el final de lahipótesis de Fernández Guerra, cuando dice: «Juzgo, pues, que el exordio sueltoconservado hasta hoy debió ocupar las dos primeras fojas, y el pliego siguiente lo demásdel discurso, extraviado por desgracia desde el siglo XVII». Podemos afirmar que en unpliego y medio no hubiera cabido el cuerpo entero de un sermón. Los seis pliegos ymedio de la homilía completa que conservamos, ellos sí que corresponden a la duraciónhabitual de un sermón del siglo XVII, que solía ser de una hora más o menos. Si esverdad que Quevedo quiso componer «un cuaderno de homilías» podemos admitir que nollegó a escribir la primera entera, y lo más probable para mí es que después de escribir laprimera salutación (que efectivamente pudo ocupar las dos primeras hojas) desistiera delintento, para escribir una nueva homilía, dejando un pliego en blanco con la idea de quepodría intercalar otros plieglos en caso de redacción posterior.

7 Este punto merecería un estudio más desarrollado de lo que permiten las limitaciones impuestas alas ponencias de un congreso. Ya Raimundo Lida habló acertadamente de esta propensión de Quevedo.Véase su estudio «Sueños y discursos: El predicador y sus máscaras» en Homenaje a Julio Caro Baroja,Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1978, pp. 669-684. Valdría la pena prolongar estas

anotaciones.8 BAE, tomo XLVIII, p. 350.

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En todo caso, podemos subrayar que las dos salutaciones son muy diferentes. Laprimera se ciñe al texto del Evangelio de la fiesta de la Santísima Trinidad (Mt 28, 18-19):

Háseme dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Yéndoos pues, enseñad a todas lasgentes, baptizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y Espíritu Santo; enseñándolas aguardar todo lo que os mandé. Y veis que estoy con vosotros todos los días hasta laconsumación del siglo.

Esta salutación prepara y anuncia una homilía, género de sermón muy preciso queconsiste en una «declaración de la letra del Evangelio». La segunda salutación, si bienanuncia que va a tratarse del misterio de la Santísima Trinidad, introduce a un desarrollomás general, más abierto, o sea a un «discurso evangélico» que mejor que a unahomilía, correspondería a lo que entonces se llamaba «Sermón de un solo tema», comolo veremos más adelante.

En mi comunicación voy a centrarme hoy únicamente en este sermón completo que,de no saber que es de Quevedo, podríamos atribuir a varios predicadores conocidoscoetáneos de don Francisco. Con otras palabras, quiero decir que creo que este sermón noconlleva características particulares debidas a la condición de lego de su autor9. Quevedohabía integrado completamente la condición y la postura de un predicador frente a unauditorio de fieles de entonces, conforme a la práctica que podía observar y experimentarcada día. Vamos, pues, a analizar esta pieza oratoria para intentar caracterizarla y situarlaen el panorama de la oratoria sagrada de su tiempo, o sea el primer tercio del siglo XVII.

De manera muy exacta, no podemos fecharla. Fernández Guerra opina así: «No sé enqué tiempo escribió don Francisco este cuaderno de homilías. La marca del papel, en elautógrafo, es una cruz dentro de cierta figura que parece corazón, del cual pende pequeñocírculo, en cuya área se divisa una como aldabilla, que pudiera representar la letra T:suele encontrarse en documentos de la segunda y tercera década del siglo XVII». Pero amí, esta aproximación me parece ya suficiente. Corresponde al período que MiguelGarcía Herrero ha llamado «época de Paravicino»10. Para desarrollar el análisis, me valdrédel dispositivo retórico que regía en el Siglo de Oro el «arte de predicar», limitándome alas tres operaciones intrínsecas de la tecne tradicional, inventio - dispositio y elocutio,que ofrecen pistas seguras para ahondar el examen y llegar a una pertinentecaracterización. En las Retóricas eclesiásticas, heredadas de las clásicas, el orden de laexposición teórica es tradicionalmente éste: inventio-dispositio-elocutio, pero paranosotros, la mejor manera de «entrar» en un sermón impreso es examinarlo en suglobalidad, apreciando su arquitectura general. Estudiaremos pues primero la disposiciónen su conjunto.

9 En la Respuesta al Padre Pineda citada más arriba, Quevedo se califica de «idiota lego» (op. cit.,p. 392b), pero no podemos creer esta falsa modestia porque en realidad, como lo prueban muchas de susobras, Quevedo tenía un nivel de conocimientos teológicos y escripturarios muy superior a la de muchosmiembros del clero de su tiempo y podía competir con los más doctos predicadores de entonces.

10 Véase la introducción a su Sermonario Clásico, con un Ensayo sobre la Oratoria Sagrada, Madrid-Buenos Aires, 1942, p. LVIII.

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LA DISPOSITIO

Las más veces, los sermonarios clásicos o los sermones sueltos impresos en el sigloXVII presentan una división interna tipográficamente evidente así que la arquitectura delsermón es directamente asequible. La Homilía de Quevedo, en las ediciones (tanto en laBAE. como en Aguilar) o en los manuscritos, no lleva otra división que la de losdiferentes párrafos (fuera, como lo hemos visto, de la salutación, aislada del cuerpo delsermón). A decir verdad, no resulta fácil llegar, en este caso, a poner en evidencia, contoda seguridad, la estructura interna del discurso. Vamos a intentarlo, pero siempre conla duda de que se pueda proponer otra organización de la materia predicada11.

Letra del Evangelio: Data est mihi omnis potestas in coelo et in térra (Mt 28,18-19).

Salutación (líneas 1-92).0 La fiesta de la Sma Trinidad no es una «Pascua» (fiesta con octava), pero mayor

dignidad es de un solo día ser capaz de la solemnidad de la Majestad de Dios Padre, Hijoy Espíritu Santo.

° En una sola luz (= un solo día) se celebra Dios trino y uno (un solo fuego y luz).San Juan Evangelista recuerda que el Bautismo no era luz, pero dio testimonio de la luz.

0 Para predicar en una hora un misterio que se celebra en un día, que abreviaeternidades, será medianero San Juan con la Virgen María a quien Cristo la dio porMadre: Ave María.

Cuerpo del sermón.Introducción (líneas 93-188).°Lux/Tenebrae0 Narración: San Agustín a la orilla del mar absorto en la investigación del misterio

de la Santísima Trinidad.° Proposición (captatio benevolentiae): «esto imitaré yo, sacando deste misterio sin

orilla lo que cabe en mi capacidad». Anuncio de los cuatro puntos.Punto primero: Dios en sí, que crió cielos y tierra. Coeli enarrant gloriam Dei

(líneas 189-424).° Todo refiere la gloria de Dios. Los impíos viven como si no existiera Dios, pero la

misericordia de Dios aguarda el tiempo del arrepentimiento. Reprehensión de las malasconductas de los descreídos.

0 Todas las criaturas enseñan la verdad de Dios. El firmamento enseñó y dio aconocer a Dios Hijo (Epifanía-Calvario).

° Misterio de la Santísima generación eterna - Cristo Jesús dio noticia de la inefableTrinidad en el Bautismo.

11 En adelante siempre citaré según la edición de Fernández Guerra en la BAE, que consta de 900renglones a doble columna, tomo XLVIII, pp. 350-357.

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° Confutación de la herejía arriana y confirmación: tres personas y un solo Diosverdadero en Trinidad inefable. Dios es incomprehensible. Para averiguar cómo es uno ytrino ningún discurso basta.

Punto segundo: Dios con el mundo y con el hombre en el Testamento Viejo(líneas 425-523).

° La Santísima Trinidad se opuso siempre a la soberbia:Eva persuadida del demonio: el primer pecado de soberbia.La Torre de Babel: pecado de soberbia que provoca a toda la Santísima Trinidad:

(«Bajemos y confundamos allí sus lenguas»).Nabuco y la estatua.° Cristo bajó a la tierra para derribar la soberbia del pecado y aun más a los infiernos.Punto tercero: Dios hombre y con los hombres (líneas 524-666).° Sub-tema: Cristo mandó que aprendiesen de él, instituyendo el bautismo y

prometiendo asistir a los apóstoles hasta la consumación de los siglos.° El tesoro escondido en el campo es el misterio de la Santísima Trinidad escondido

en el Testamento Viejo y lo descubrió Cristo en la ley de gracia del Nuevo Testamentoen el bautismo. Tesoro tan grande requería la asistencia eterna de la persona de Cristo,hijo de Dios. Esta gozamos cada día en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, dondeestán por concomitancia el Padre y el Espíritu Santo con el Hijo.

Punto cuarto: Dios para la Iglesia y con la Iglesia - Discurso historial de todastres personas que son un solo Dios verdadero, uno y trino (líneas 667-869).

0 Por mediación de María, Cristo sacramentó su cuerpo y su sangre.0 Desde toda eternidad, Dios trino y uno, estaba en sí.0 Dios procedió a la creación.° El misterio escondido en el Antiguo Testamento se reveló en el Nuevo:Anunciación - Encarnación - Redención - Eucaristía.Peroración (líneas 870-900). Exhortación final... Invocación a la Santísima

Trinidad y a la Virgen María... Por la gracia en esta vida a la gloria en la otra, con lastres personas y un solo Dios, que viven y reinan por los siglos de los siglos. Amén.

Hemos de reconocer que Quevedo no ha seguido fielmente el plan anunciado, o mejordicho, que el equilibrio no resulta bien observado. El punto segundo es un poco rápido,por no decir flojo y el punto cuarto vuelve a repetir mucho de lo dicho en el primero.Pero subrayemos de nuevo que en lo que toca a la disposición general, Quevedo haobservado fielmente el patrón corriente de su tiempo. Resumamos rápidamente:

—La Salutación (que se había generalizado desde los primeros años del siglo)partiendo de la traducción de la letra del Evangelio, anuncia el «tema» del sermón y secierra con una invocación a la Virgen y la invitación a rezar el Ave María.

—La introducción, precisa el «tema» y anuncia la materia del sermón.—Los sucesivos «puntos» (cuatro, en este caso concreto) desarrollan el discurso.—La peroración con la exhortación final acaba con las consabidas palabras

gracia/gloria.

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LA INVENTIO

La Inventio empieza con la elección del tema. Haremos aquí una primeraobservación. Ya que Quevedo quería meterse a predicador, es significativo que escogieraun «tema» («tema» entendido en el sentido amplio de la palabra) teológico. Las másveces, una homilía desarrolla un episodio «anecdótico» de uno de los Evangeliossinópticos, relato de un episodio de la vida de Cristo (un milagro, un encuentro, unaparábola o un discurso), lo que permite pasar directamente a la teología moral. En elcaso de esta Homilía de la Santísima Trinidad, se trata esencialmente de un puntodoctrinal, de un artículo de la fe. El propósito del sermón es aquí exponer, desarrollar oilustrar este punto o artículo del dogma cristiano: el inefable misterio de la SantísimaTrinidad, Dios uno en esencia y trino en personas. Como lo recuerda Quevedo, unmisterio es incomprensible y ningún entendimiento lo puede alcanzar. Sólo puede serencomendado a la fe. Por eso recalca la palabra inefable. Por eso, también, relatadetalladamente la célebre anécdota de San Agustín a la orilla del mar, absorto en meditarsobre el misterio de la Trinidad y del niño-ángel que quería vaciar el mar en un hoyo dela arena. Y la conclusión que saca aquí el predicador es muy modesta:

Esto imitaré yo, sacando deste misterio sin orilla lo que cabe en mi capacidad, vertiéndoleen vuestros oídos, hoyos que van a dar por los sentidos a las potencias del alma (líneas178-181, p. 352a)

Es significativo, asimismo, que si bien la letra del Evangelio del día según SanMateo (28, 18-19) refiere las palabras de Cristo a sus apóstoles relativas a la misiónkerigmática y al bautismo de todas las gentes en el nombre del Padre, del Hijo y delEspíritu Santo, Quevedo escoja como «tema» (esta vez en el sentido estricto de lapalabra en el ars praedicandi) un versículo del Evangelio de San Juan (15, 26), pasajealgo gnóstico, que proclama la misteriosa doctrina de la Trinidad: «Cuando viniere elParáclito, el cual enviaré yo a vosotros, espíritu de verdad que procede del Padre, él darátestimonio de mí». Y Quevedo recalca:

Yo he de empezar este sermón por un principio que no le tiene... He de discurrir en cosaque no entiendo, y llegar a fin que lo es de todo y no le tiene (líneas 84-85, p. 351b)

Si Quevedo se acoge a la autoridad de San Juan, no es algo gratuito. El Evangeliodel apóstol amado se diferencia de los otros tres precisamente por ser el más«teológico». La huella johanea, además, puede seguirse a lo largo de todo el sermón,llegando incluso a aparecer en otras citas textuales. Podemos destacar cuatro direccionesprincipales que, según me parece, resumen las características del Evangelio de San Juanaprovechadas por Quevedo.

—Primero, es la importancia particular concedida al conocimiento. El misterio esincomprensible, la esencia inasequible, pero por la fe podemos acceder a la verdadrevelada, fundamento de nuestro conocimiento. San Juan se apoya a menudo sobre ciertodualismo expresado mediante fuertes antinomias: la oposición luz/tinieblas, sinónima o

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equivalente (o mejor dicho homotética) de otras como verdad/mentira o vida/muerte, loque en la perspectiva escatológica desemboca en la alternativa salvación eterna/condenaeterna. Quevedo se coloca conscientemente en este enfoque y lo aprovecha, tanto al niveldel concepto como en las figuras del estilo, como lo veremos adelante.

—En segundo lugar, siguiendo la misma línea, podemos decir que la característicamayor del Evangelio de San Juan es la voluntad de poner de manifiesto el sentido y lacoherencia de la vida, de los hechos y de los dichos de Cristo, para llegar, bajo ladirección del Espíritu Santo a una inteligencia más profunda y más luminosa delmisterio de Jesús como verbo encarnado.

—Luego, en tercer lugar, la vida de Cristo se concibe pues en referencia permanenteal misterio cristiano vivido en el culto y los sacramentos, en particular el bautismo y laeucaristía.

—Por fin, podemos decir que el misterio de la Encarnación rige todo el pensamientojohaneo y que el cuarto Evangelio es la base principal de la teología de la Encarnación.En esta Homilía de la Santísima Trinidad, Quevedo privilegia la teología cristocéntricaen que la segunda persona, como verbo encarnado, mandado por el Padre, realiza laRedención humana, por el don del Sumo Amor que es el Espíritu Santo, «procesión»del Padre y del Hijo (qui ex Patre Filioque procedit como dice el Credo).

Esta visión del misterio de la Encarnación (perfectamente tridentina) confiere especialimportancia al papel desempeñado por la Virgen María, y es lo que explica el desarrolloque hace Quevedo al principio del punto cuarto, desarrollo que también tendrá eco en laperoración final. Veamos cómo lo introduce Quevedo:

Fuerza es tratar por qué sacramentó Cristo su carne y su sangre. Dejo lo que otros dijeron,venerándolo; arrojóme a lo que se me ofrece, y si lo docto no excusare mi pensar dearrojamiento, valdrále el sagrado de lo devoto y pío. Digo que Cristo nuestro Señor sesacramentó por ser su cuerpo y su sangre de las entrañas de la Reina de los ángeles, nuestraSeñora, María siempre virgen y madre. Hasta ahora he hablado de la Trinidad, y sólo ahoratemo que, como se dice, diréis que empiezo a meterme en trinidades; y diréis bien, pues hede probar que esta Señora es el libro donde primero se descubrió este misterio. Dar a laMadre de Dios y concederla cuantas prerogativas fueren posible, mal se podrá llamarprodigalidad, siendo deuda; regatearla alguna, miseria será feamente descortés (líneas 667-681, p. 356a-b)

Es interesante notar aquí, que detrás de la alusión a la venerada tradición patrística oescolástica, se afirma el deseo de añadir la cosecha propia, subentendiendo que se trata deuna novedad. Y eso es un rasgo frecuente entre los predicadores a partir, sobre todo, deParavicino y de la divulgación de la predicación culta. Pero al mismo tiempo estosubraya la importancia que se concedía a las autoridades en la preceptiva de las retóricassacras en el dominio de la inventio para componer un sermón así como en la mismapráctica concionatoria. Y de hecho, a lo largo de este sermón, Quevedo cita muchasveces, además de versículos bíblicos tanto del Nuevo como del Viejo Testamento (aveces con las variantes hebraicas o del parafrastes caldeo) a los Padres griegos o latinos oa algunos escolásticos: Dionisio el Aeropagita (línea 321, p. 353b), Tertuliano (línea

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728, p. 356b), San Agustín (líneas 28, p. 351a; 154, p. 352a y 754, p. 357a),Teodoción (línea 127, p. 352a), San Pedro Crisólogo (línea 216, p. 352b), San Cirilo(línea 380, p. 354a), San Ruperto (líneas 116, p. 351b; 610, p. 355b y 645, p. 356a),San Sinesio (línea 334, p. 353a), y alude a Santo Tomás (línea 685, p. 356b) e inclusoa un moderno, casi contemporáneo, el dominico Fray Silvestre Prierio (línea 627, p.356a). Pero hay que reconocer que la amplitud de estas citas textuales queda muylimitada, en comparación con lo que podía ocurrir en ciertos predicadores de los mismosaños de Quevedo o algo posteriores. Notaremos también que cita a autoridades de laantigüedad clásica: Apuleyo (línea 330, p. 353b), Sócrates (línea 736, p. 357a), Marcial(línea 203, p. 352b) y sobre todo Séneca (líneas 538, p. 355a y 735 p. 357a). Estascitas de autores de la gentilidad era cosa corriente en el Siglo de Oro. Ya fray Luis deGranada las había aceptado en su Retórica Eclesiástica y sabemos que Gracián las avalaráen la Agudeza (discurso XXIV). Quevedo repite aquí (línea 292) lo que dice a menudo enotras obras serias suyas, que los filósofos clásicos «mendigaron alguna luz» al texto delViejo Testamento. Si a veces se ha podido reprocharle a Quevedo cierto acopio de citasde autoridades, tal no es el caso en este sermón. En un muy documentado estudio, Raúldel Piero demostró que para la composición de La constancia y paciencia del santo JobQuevedo se había valido de una de las Polyantheas más difundidas en el siglo XVII, losFlorilegii de Langio, de donde sacaba, a la letra, muchas citas12. No ocurrió lo mismocon este sermón: Quevedo no cita ninguno de los ejemplos de Langio y, vice versa,ninguna de las citas aprovechadas por Quevedo se halla en el artículo Trinitas de Langio.Pero es muy probable que se valiera de otro florilegio o tabla de concordancia parasocorrerse en la inventio de su sermón13.

Para cerrar este apartado de la Inventio, indicaré que sólo de manera excepcionalQuevedo se vale del método del «reparo» o del «por qué» para construir su progresióntemática. El ejemplo que hemos visto de «Por qué Cristo sacramentó su carne y susangre» es uno de los pocos que florecen en este sermón. De manera más general sepuede decir que Quevedo no aprovecha mucho la técnica del concepto predicable, en elsentido que le dará poco después Tesauro. Es una pista que habrá que explorar14.

12 Raúl A. del Piero, «Las fuentes del Job de Quevedo», en Boletín de Filología, (Santiago de Chile),XX, 1969, pp. 17-133.

13 Sobre la importancia de esas Polyantheas en las bibliotecas de los predicadores del siglo XVII,llamé la atención en mi artículo «Cristóbal de Figueroa y la oratoria sagrada de la España de Felipe III (entorno al alivio IV de El Pasajero)», en Criticón, 38, 1987, pp. 57-99. Véanse además los trabajos deSagrario López Poza, «Florilegios, polyantheas, repertorios de sentencias y lugares comunes.Aproximación bibliográfica», en Criticón, 49, 1990, pp. 61-76, y de Víctor Infantes, «De Officinas yPolyantheas; los diccionarios secretos del Siglo de Oro» en Homenaje a Eugenio Asensio, Madrid, Gredos1991. En cuanto a las obras de Quevedo, disponemos ahora de un excelente libro de referencia, el de lamisma Sagrario López Poza, Francisco de Quevedo y la literatura patrística, Universidade da Coruña,1992.

14 Véase el interesante estudio que hace Mercedes Blanco del concepto predicable y del reparo ensu reciente libro Les rhétoriques de la pointe, Baltasar Gracián et le conceptisme en Europe, Paris, LibrairieHonoré Champion, 1992, pp. 58-60 y 408-416.

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LA ELOCUTIO

Pasamos ahora a estudiar —muy superficialmente— las figuras de la elocución. Nopuedo entrar en el detalle de todos los tropos expuestos y explicados en las retóricas, nide todos los recursos de que se vale el orador. Ya sabemos que Quevedo no era aprendizen tal materia.

Me limitaré a un par de ejemplos para ilustrar cómo Quevedo sabía manejar la fuerzade su verbo para la reprensión del auditorio:

¿No estáis empalagados de los que sabiendo que son mendigos, se llaman ricos? ¿de losque siendo cobardes con experiencias feamente padecidas, se legalizan valientes? ¿de lospresumidos, en blanco por falta de letras, que se qualifican para los puestos en que secongojan los cursos más lucidos con los primeros grados en más esclarecido aplauso?¿Cuál de vosotros no ha visto a uno destos que se nacen en su relación, y se engendran delos padres que escogen, poblando su vileza de ilustres genealogías, sabiendo él y los quele oyen que, si no nació en las malvas, fue porque aun ellas le faltaron? Pues ¿qué muchoque niegue el impío lo que cree, si cree que de otra manera no puede vivir, como descreído?(líneas 245-258, pp. 252b- 253a)

Pero en este apartado dedicado al examen de la elocutio, quisiera mostrar que si demanera general el estilo del sermón queda llano, de vez en cuando Quevedo deja la riendasuelta a un estilo más florido y remontado. A veces son meros juegos verbales de puraretórica como al principio de la peroración:

¡Oh, Padre eterno de eterno Hijo, que siempre fuiste Padre del que siempre fue Hijo! (líneas870-871, p. 353a)

o alusiones rayando en agudeza como cuando habla de los impíos diciendo:

Con mordaza de oro en sus palabras les aprisiona las lenguas San Pedro Crisólogo. Oíd lasminas que gastan estas razones suyas en las Indias que escribe... (líneas 215-217 , p.352b)

El estilo noble cuaja a veces en metáforas, como ésta del apóstol evangelista SanJuan:

águila que examinó su vista a estos rayos, mojando en llamas sus plumas para escribirresplandores en su evangelio, (líneas 42-44, p. 351a)

Muchas veces, precisamente, el estilo se remonta cuando Quevedo quiere ilustrar eltema de la luz y de la oposición con las tinieblas:

Ya empieza a lobreguecer la vista de mi entendimiento en las eminencias del misterio.[...] Ya se cerraron en alta noche las sombras, y viendo mi espíritu desfallecido titubear enoscuridad tan densa, desconfiáis de mi desempeño. ¿Veis estos soberanos enigmas, tan

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retirados en nublos, y tan anochecidos al talento humano? Pues tan densa oscuridad estápreñada de auroras y de soles, que pródigos de luz, nos han de brotar resplandores. Diosuno y trino es lo que estas tinieblas esconden (líneas 86-96, p. 351b)

Y en la misma línea Quevedo se deja arrebatar por el lirismo cuando evoca lagrandeza de la gloria de Dios:

Haber Dios es verdad tan notoria, que la enseñan todas criaturas. ¿Qué otra cosa predicanesas líquidas campañas de los cielos, que el sumo Señor extendió como pieles con sumano, y que arrollará el postrer día con su brazo, cuando, como dice el Profeta Rey,cuentan las glorias de Dios? Coeli ennarrant gloriam Dei. ¿Qué otra cosa el firmamento,escrito de misterios encendidos? El sol, corazón del cielo, progenitor del día, ¿no loconfesó dando pasos atrás en la velocidad de su curso, en el reloj de Acáz? Cuandoresbalando por lo cóncavo de su orbe, se precipitaba al occidente, ¿no se fijó inmoble,alargando la vida al día para abreviar la de los contrarios de Josué? El mar arrollando sugolfo, ¿no fabricó en diques sus borrascas y enjugó sus profundidades en camino, para queen él pisase polvo el pueblo de Dios, mirando el fondo con miedo, pendientes sobre sí lasmontañas volubles, que extendidas en llanura diáfana, le halagaban con ondas carmesíes?(líneas 259-277, p. 353a)

Me he parado precisamente en una palabra clave: «carmesíes», cultismo de claroabolengo gongorino, pero el párrafo entero suena a estilo culto. Y con esto terminaré,planteando el problema de la relación que pueda existir entre este sermón de la Homilíade la Santísima Trinidad y la predicación culta de su tiempo15.

CONCLUSIÓN

En el debate —a veces polémica— que se entabló en torno a la oratoria sagrada a lolargo del siglo XVII, esta Homilía puede servir de pieza ilustrativa. Hemos visto que nosabemos exactamente cuál fue la fecha de su composición y cuáles las circunstancias quela rodearon. En todo caso, esta obra merecería un estudio más detenido para situarlamejor y compararla con otras obras serias de Quevedo. Pero también, o sobre todo, enotra perspectiva, puede ayudar a comprender mejor el desarrollo histórico de la oratoriasagrada durante el reinado de Felipe III y los primeros años del de Felipe IV.

Esta Homilía de la Santísima Trinidad es representativa de cierta práctica en unperíodo que se sitúa entre, por una parte, los grandes tratados teóricos del reinado deFelipe III (los Avisos de fray Agustín Salucio, a fines del siglo XVI, la Instrucción depredicadores de Terrones del Caño, escrita en 1605 y publicada en 1617, las obras deXiménez Patón, El perfecto orador de 1612 y La eloquencia española de 1621, las Cartas

15 Quevedo entretuvo con varios predicadores estrechas relaciones, unas veces amistosas, como conFray Cristóbal de Torres o Fray Hortensio Paravicino, y otras veces muy conflictivas, como con el PadrePineda o con Fray Diego Niseno. Más allá del trato de las personas, convendría comparar detalladamenteel texto de esta homilía con otras, también de la Santísima Trinidad, impresas por aquellos años. Pienso enparticular en las de Fray Diego Murillo, de Fray Diego López de Andrade, de Fray Cristóbal de Avendafio,y de Paravicino.

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filológicas de Cáscales, de 1617, etc.) y por otra parte, las piezas maestras de lapolémica de la mitad del siglo (alrededor de 1648), con las obras de José de Ormaza16, deAmbrosio de Bondía17, de Valentín de Céspedes18, de Juan Bautista Escardó19 o de FrayAgustín de Jesús María20, todas ellas exactas contemporáneas de la Agudeza de Gracián.

Creo que el ejemplo de esta Homilía de la Santísima Trinidad de Quevedo puedeproyectar una luz muy útil en este debate.

16 Escribió, bajo el seudónimo de González de Ledesma, la Censura de la elocuencia, publicada en

1648 en Zaragoza. Existe una reedición moderna, por Giusepina Ledda y Vittoria Stagno, con introducción

de G. Ledda, Madrid, El Crotalón, 1985.17 Ambrosio de Bondía, Triunfo de la verdad, Madrid, 1649.18 Respondió también a la obra de Ormaza en un largo panfleto todavía inédito, Treze por dozena,

que estamos a punto de publicar José Enrique Laplana Gil y yo.19 Juan Bautista Escardó (SJ), Retórica Cristiana, Palma de Mallorca, 1647.2 0 Fray Agustín de Jesús Mana, Arte de orar evangélicamente, Cuenca, 1648.

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