QUÉ QUIERES QUE HAGA POR TI?” - Marcelo...

143
Registro de propiedad intelectual: 171469 “¿QUÉ QUIERES QUE HAGA POR TI?...” COMO HACER NUESTRAS LAS PROMESAS DE DIOS CONTENIDAS EN SU PALABRA. COMO ESPERAR EN ELLAS Y GOZARSE EN SU CUMPLIMIENTO. RECIBE DE DIOS LA FE PARA MOVER MONTAÑAS. PIDE, CREE Y RECIBE.......... Marcelo Vergara Mattioli

Transcript of QUÉ QUIERES QUE HAGA POR TI?” - Marcelo...

Registro de propiedad intelectual: 171469

“¿QUÉ QUIERES QUE

HAGA POR TI?...”

COMO HACER NUESTRAS LAS PROMESAS DE

DIOS CONTENIDAS EN SU PALABRA. COMO

ESPERAR EN ELLAS Y GOZARSE EN SU

CUMPLIMIENTO. RECIBE DE DIOS LA FE PARA

MOVER MONTAÑAS. PIDE, CREE Y RECIBE..........

Marcelo Vergara Mattioli

INDICE

Presentación ........................................................ 3

Cap. I: PARA MOVER MONTAÑAS................. 5

1. La Fe ..……………………………….. 6

2. Para tener más Fe ................................. 9

3. Testimonio ........................................... 16

Cap. II: LA PALABRA DE DIOS ........................ 28

1. La Biblia es Palabra de Dios .................. 30

2. La Oración con la Palabra de Dios ........ 42

3. Oremos .................................................. 55

Cap. III: POR TU PALABRA................................. 59

1. Dijo a Simón: Rema mar adentro ............ 62

2. Maestro: Hemos bregado toda la noche... 64

3. Pero, por tu Palabra echaré las redes ....... 66

4. Y, haciéndolo así ..................................... 67

5. Testimonio ............................................... 69

Cap. IV: DIOS CUMPLE SU PALABRA .............. 75

1. La Fidelidad de Dios................................. 77

2. El Esp. Santo: la mayor Promesa de Dios.. 94

3. La promesa del Esp. Santo es para ti ........ 99

4. La oración milagrosa ............................... 104

Cap. V: EN EL NOMBRE DE JESÚS ................... 108

1. No hay otro Nombre ................................ 112

2. Señor de Señores ..................................... 115

3. En el Nombre de Jesús ............................ 120

4. El cheque ................................................ 121

CONCLUSIÓN ....................................................... 132

1. Con la Fe de Abraham ............................. 134

CAPITULO I

“PARA MOVER MONTAÑAS”

“Yo les aseguro: si tienen Fe y no vacilan, no sólo harán

lo de la higuera, sino que si aun dicen a este monte:

quítate y arrójate al mar, así lo hará”

(Mt. 21, 21).

La Fe

En primer lugar, a modo de definición, la Fe es la

primera de las tres virtudes teologales (las otras dos son

Esperanza y Amor), por la que sin ver creemos las

verdades reveladas por Dios. Pero quiero decirte, querido

lector, que mi intención no es enseñarte teorías ni

conceptos abstractos, ya que no me cabe ninguna duda de

que los conoces y que crees en Dios; pero, ¿le crees a

Dios?, ¿Eres capaz de trasladar “montañas” con la

medida de Fe que Él te dio? (Cfr. Mc 11,22-24; Cfr.

Rom 12,3). Él dice (asegura) que si tú tienes Fe, aunque

sea pequeña como un grano de mostaza, serías capaz de

mover montañas. El Señor no está hablando, ciertamente

de las montañas que tú y yo conocemos, sino de aquellas

que no nos dejan avanzar en busca de nuestra felicidad.

Por ejemplo, quizás estás enfermo(a), te sientes solo(a),

te sientes triste, tienes depresión, no tienes un trabajo

digno, tienes problemas con el alcohol y/o las drogas, no

puedes perdonar esa traición y por eso tu corazón está

lleno de amargura, no puedes parar de comer, amas a tu

esposa(o) pero no puedes parar de engañarla(o), sufres

por la muerte de un ser querido y aún no lo superas, tus

hijos ya no te obedecen y ustedes pelean y discuten

echándose la culpa uno a otro, etc. Si eres padre o madre,

¿quieres saber por qué los hijos no obedecen?, porque

muchas veces los padres no le obedecen a nadie, no

reconoces ninguna autoridad, menos la de Dios. No te

olvides que los hijos aprenden con el ejemplo. Te lo

aseguro, por experiencia propia, que si tú le obedeces al

Señor, vas a poder educar, guiar y disciplinar a tus hijos

con plena autoridad, sin imponerle las cosas con tiranía;

recuerda que la autoridad no se impone, se gana con el

ejemplo. El mismo Señor Jesús, que fue totalmente

obediente y dependiente de la voluntad de Dios, recibió

de Él toda autoridad y poder en el cielo y en la tierra

(Cfr. Mt 28,18).

Retomando lo anterior, quiero decirte que me

imagino que te habrás dado cuenta que es imposible ser

feliz y vivir en paz con todas esas montañas; pero Dios,

para quien nada es imposible (Cfr. Lc 1, 37), tiene el

poder para salvar tu vida y restaurarla completamente, de

manera que puedas vivir la vida plena y abundante que

Jesucristo ganó para ti (Cfr. Jn 10,10).

El Señor nos dice en Mc 11, 22-24, que nuestra Fe

tiene que partir del corazón, es decir, tiene que involucrar

toda nuestra vida, no simplemente una aceptación

intelectual de una verdad, sino que nos debe llevar a vivir

de una manera comprometida y convencida de que Dios

todo lo puede, y que por lo tanto, con Él yo también lo

puedo todo y nada me falta (Cfr. Salmo 23,1; Cfr. Flp

4,13). Así, la verdadera Fe es una confianza, dependencia

y total obediencia a nuestro Dios y su Palabra poderosa

que todo lo sostiene (Cfr. Heb 1,3).

Esta confianza plena debe llevarme a caminar con

alegría y gratitud por la vida, con la convicción de que el

Señor está conmigo y obrando en mi vida más allá de lo

que yo vea o sienta, aunque muchas veces por lógica no

vea su mano en las situaciones de mi vida, ya que el

cristiano debe caminar en Fe y no en visión (Cfr. 2 cor

5,7). Por eso, en este momento, yo quiero exhortarte a

que dejes atrás esa Fe emocional que sólo te lleva a creer

en Dios cuando las cosas andan bien y a dudar de Él y de

todo cuando los resultados no llegan y todo parece

nublarse. El señor Jesús dijo: “Yo soy la Luz del mundo,

el que me siga no caminará en oscuridad…. (Jn 8,12); así

que, aunque tus ojos del cuerpo no vean nada, tus ojos

del corazón te darán la luz y la certeza de que todo lo que

has pedido en oración ya lo has recibido (Cfr. Mc 11,24).

Te invito a una hermosa y desafiante aventura, en la que

este libro te llevará a descubrir toda la riqueza que Dios

puso en ti, y a que esa Fe que te regaló, la hagas crecer y

quites todas las montañas de tu vida, dándote la victoria

sobre el enemigo y su mundo tenebroso (Cfr. 1 Jn 5, 4).

Además, la Fe que descubrirás en este libro, si lo lees y

meditas con apertura de corazón y mente, te transformará

en un auténtico discípulo de Cristo, y harás obras más

grandes que las que Él hizo (Cfr. Jn14,12), para tu bien,

el de tu familia, la Iglesia, la humanidad y todo para la

Gloria de Dios.

Para tener más Fe.

Tú te estarás preguntando: ¿Qué puedo hacer para

tener Fe?, ¿qué puedo hacer para que mi Fe crezca? Te

diré que tú y yo ya tenemos una medida de Fe que Dios

nos ha dado en su infinita Bondad (Cfr. Rom 12,3). Pero,

para que esa Fe que el Señor te dio crezca, tienes que

hacer lo que El mismo dice en la carta a los Romanos:

“Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien

no han creído?¿Cómo creerán en aquel a quién no han

oído?¿Cómo oirán sin que nadie les predique?.....Por lo

tanto, la Fe viene de la predicación, y la predicación,

por la palabra de Cristo”. (Rom 10,14.17)

Este texto, además de ser maravilloso, es muy

claro, en el cual el Señor nos dice que no se puede creer

en Él si no lo escuchamos, si no lo conocemos, si nadie

nos predica(enseña) sobre Él y que además, toda

enseñanza proviene de su Palabra. Es decir, si quieres

que tu Fe crezca, tienes que escuchar, leer, hablar,

meditar, orar y vivir en la Palabra de Dios. Debes hacerla

tuya para que dé muchos frutos en tu vida. No hay otra

forma, pues como dice el profeta Isaías 55, 10-11: la

Palabra de Dios es la que hace crecer el grano de

mostaza hasta transformarlo en el más grande arbusto,

dando mucho fruto. A eso hemos sido llamados los

cristianos por Jesús; a que seamos sus discípulos y que

demos mucho fruto para la Gloria de Dios (Cfr. Jn 15, 8).

El trato asiduo con la Palabra hará crecer tu Fe.

Ella es poderosa; hemos sido creados por ella. El

Universo entero fue creado por la Palabra de Dios. Eso

es lo que dice nuestra Fe y de ello te he estado hablando

(Cfr. Heb. 11,3). Tú y yo hemos sido creados por la

Palabra y ella es capaz de hacer todo lo que dice que

hace. Sólo debes creer, pero ella misma te hará creer. Por

lo tanto, si hemos sido creados por ella, también tiene el

poder de recrearnos, renovarnos y hacernos nuevas

criaturas en Cristo Jesús (Cfr. 2 Cor 5,17). Piensa en lo

siguiente: Constantemente estamos siendo bombardeados

con pensamientos, actitudes y palabras pesimistas que

nos van atemorizando; por ejemplo, a una pareja que se

quiere casar con mucha ilusión y muy enamorados, la

mayoría de los que le rodean le dicen que no se casen,

que les va a ir mal, van a fracasar, los hombres son todos

iguales y te van a engañar, las mujeres cuando se casan

sacan las garras, etc. Ellos pueden amarse mucho, pero

este tipo de expresiones son capaces de aplastar sus

propias convicciones y sentimientos. Por otro lado,

alguien quiere iniciar un negocio y no faltan los

fracasados o envidiosos que le bajan los humos

diciéndole: no lo hagas, te van a meter el dedo en la

boca, te van a robar, vas a perder, la situación económica

es mala, etc. Por último, cuántos padres, tíos, profesores,

viven diciéndole a los niños que son tontos, que nadie los

quiere, que son feos, que son un estorbo, que no van a

llegar a ninguna parte, que son flojos, etc. Tanto pasa

esto en nuestra vida que al final creemos que

efectivamente somos malos, fracasados, tontos y que

nadie nos quiere; por lo tanto, vivimos sumidos en la

tristeza, llenos de temor y odio por dentro, aunque

mostremos una cara de orgullo y que todo está bien por

fuera; pero nuestra verdadera dignidad está por el suelo y

muy lejos de la vida llena de Gozo, Paz y Amor que

Jesucristo ganó para nosotros.

Te das cuenta querido lector que las actitudes, los

pensamientos y las palabras de los demás tienen poder

sobre nosotros. Entonces, ¿cómo no va a tener mucho

más poder la Palabra de Dios, para recrear y restaurar

nuestra vida. Sabías que todo lo anterior es toda una

mentira inventada por satanás para mantenernos

oprimidos, atemorizados y tristes, acusándonos

permanentemente de todo para hacernos sentir culpable.

Por eso, te invito a vivir en la Palabra de Dios; acércate a

ella. Él nunca ha dicho que eres malo, que no te ama, que

eres un fracasado, ya que Él es Amor (Cfr. 1 Jn 4, 8).

Abre tu corazón y tu mente, escucha y haz tuya esta

palabra:

“Ahora así dice Yahvé tu creador, Jacob

(pon aquí tu nombre). No temas, que yo te he rescatado,

te he llamado por tu nombre. Tú eres mío. Si pasas por

las aguas, yo estoy contigo. Porque yo soy Yahvé tu

Dios, el Santo de Israel, tu Salvador. Eres precioso a mis

ojos, eres estimado, y yo te amo” (Is 43,1-4).

Que hermosa Palabra de Dios, me encanta este

texto, me gozo en Él, sobretodo en los momentos de

mayor apremio. Que delicado es nuestro Señor, Él no

habla como los que están en el mundo, porque ellos

hablan el idioma que su padre el diablo les ha enseñado

(todos hablamos mal, tal como te lo mencioné

anteriormente, mientras no vivamos en el Amor de Dios)

y que los tiene esclavos de él (Cfr. Jn 8, 44).

El Padre Dios nos ama, Él te ama, no sabe hacer

nada más que amar, porque su esencia es amor. Tú eres

su criatura y le perteneces. Él te va a sostener, te va a

rescatar en todo momento. Él te ama porque tú eres su

hijo amado. Si pasas por las aguas, Él está contigo. Esto

significa, que si estás a punto de ahogarte en un mar de

calumnias, críticas, desilusiones, faltas de cariño,

pensamientos negativos, acude a Él y vuelve a leer una y

otra vez este texto hasta que se clave en tu corazón y ya

el enemigo, a través de sus mentiras no tenga como

separarte del Amor del Señor. Toda la palabra de Dios es

una carta de amor para sus hijos, una carta de amor para

ti y para mí. Deja que el Señor sane tu corazón herido y

libere tu mente, derribando todas las fortalezas negativas

levantadas por satanás, a través de sus mentiras, y así,

viviendo en plenitud, puedas sanar y liberar a otros en el

Nombre de Jesús.

Por último, recuerda que el Señor Jesús hizo uso

de la Palabra de Dios para vencer a satanás en el desierto.

El mismo poder tienes tú para vencerlo cada vez que te

ataque con mentiras como:

- “Vas a perder, te va a ir mal, eres un fracasado”.

Tú le dices: “Voy a vencer en todo gracias a Dios

que me ama” (Cfr. Rom 8, 37)

- “Te lo has pasado enfermo todo el año, otra vez te

estás enfermando, mira como estás estornudando,

tienes cara de enfermo”. Tú le dices: “El Señor me

quiere sano, pronto saldré de esto, pues Él mismo

me sana”. (Cfr. Ex 15, 26)

- “A ti nadie te quiere, ni dios te quiere”: tú le

dices: “El Señor me ama con amor eterno” (Cfr.

Jer 31, 3)

- “Angústiate porque te van a echar y no vas a

encontrar trabajo”. Tú le dices: Mi Dios proveerá

a todas mis necesidades con magnificencia

conforme a su riqueza en Cristo Jesús”. (Flp 4,

19)

Poco a poco, a medida que la Palabra de Dios

penetre más en ti, hasta que llegues a tener la mente de

Cristo (Cfr. 1 Cor 2, 16), habrás ganado la batalla de la

Fe. Estarás viviendo en la Verdad, siendo libre y feliz,

que es lo que toda persona desea. Serás un instrumento

poderoso en las manos del Señor y todo lo podrás con su

fuerza (Cfr. Flp 4, 13). ¡Ánimo y persevera!

Testimonio.

Le doy gracias a Dios porque sé que ha tocado

profundamente tu corazón y ha derribado barreras que

habían entre tú y Él, y lo seguirá haciendo a medida que

avancemos. Te doy gracias a ti por tu apertura para

conmigo y por lo mismo, yo también voy a abrir mi

corazón a ti. Pido a Dios, en el Nombre de Jesús, que el

testimonio que voy a compartir contigo de mi encuentro

con Él, le dé a tu vida Fe, esperanza y fortaleza, y te

motive para que a través de este libro tú también tengas

tu encuentro personal con Él, y si ya lo has tenido,

enriquezca aun más tu vida.

El encuentro con Jesús que cambió radicalmente

mi vida, sucedió en marzo del año 2000, mientras estaba

internado en una clínica, cerca de Santiago, debido a 15

años de adicción al alcohol y a las drogas. Tuve que

internarme porque no podía parar solo. Había intentado

hacerlo de varias formas. Me traté con un psiquiatra, fui

a grupos de autoayuda, pero no logré nada. Las drogas y

el alcohol me tenían totalmente controlado; había

perdido absolutamente todo: familia, trabajo, mucho

dinero, amigos, dignidad, etc. A Dios no lo encontraba

por ningún lado; es más, mi Dios era la droga. Nunca

nadie me dijo que Él era el único que tenía el poder para

salvarme (Cfr. Hc 4, 12), ya que para Él nada era

imposible. Un día de febrero de ese año, me llama mi

hermano mayor al celular (yo estaba en La Serena) y me

dice: “Marcelo, por favor no te mueras”; me expresó su

amor y me dijo que fuera al psiquiatra y organizara todo

para que me interne mientras él, como vivía en Santiago,

hacía las gestiones en la clínica. Él fue fundamental en

mi salvación; Dios lo usó mucho para ayudarme. Quiero

decirte que cuando él me llamó, yo ya llevaba casi 3

semanas seguidas consumiendo día y noche grandes

cantidades de alcohol y drogas, encerrado en una pieza

solo. Esa llamada fue realmente salvadora; pienso que no

me quedaban ya muchos días de vida, ya que no comía,

sufría de alucinaciones, paranoia y ya no salía a la calle.

Los trámites se hicieron rápidamente, y a los cinco días

estaba internado.

Hay cuatro hechos fundamentales que marcaron

profundamente mi conversión en la clínica y, a raíz de

esto mi sanación. Pero antes, quiero que sepas para que

veas que el Señor actúa contra toda lógica humana. El

doctor con la psicóloga que me asignaron, tuvieron una

reunión conmigo y mis padres en la que nos

manifestaron según el diagnóstico, que era prácticamente

imposible que yo me recuperara. El único que confiaba

plenamente en mí y tenía toda la esperanza de mi

sanación era el Señor, el que nunca falla. Aunque todos

se olviden de mí, incluso mi madre, Él jamás lo hace.

Soy tan importante para Él que me tiene grabado en la

palma de su mano y lo que a mí me importa a Él le

importa (Cfr. Is 49, 15-16).

El primer hecho que marcó mi vida (cada uno de

ellos los recuerdo como si fuera ayer), fue al llegar el

primer día a la clínica; yo llevaba dos maletas: en una

llevaba mi ropa y en la otra, amargura, culpas,

resentimiento, miedos, etc. Esta maleta me costó mucho

trabajo, sudor y lágrimas sacármela, pero Dios me ayudó

a través del tratamiento y el trabajo que fue realizando en

mi interior, por medio de su Palabra, la oración, los

sacramentos y la vida en una comunidad de Iglesia. A

cambio de ella puso en mí, Paz, Alegría y Amor.

En la puerta de la casa había un joven (compañero

de tratamiento) al que no había visto nunca. Al llegar a

él, me dio un fuerte abrazo y me dijo: Hola Marcelo, que

rico que estai’ aquí, te estábamos esperando. Te quiero

mucho. Había pasado mucho tiempo sin que alguien me

dijera algo así.

Posteriormente, ya había pasado como una

semana cuando tuvimos una reunión llena de emociones

de todo tipo con mis padres el doctor y mi psicóloga. En

un momento le tocó hablar a mi papá (yo lo amaba

mucho, pero mi corazón estaba lleno de resentimiento

contra él). Yo lo miraba, a la defensiva, atento a

contraatacar cualquier pesadez que me dijera; pero esta

vez no fue así, sus palabras partieron mi corazón cuando

me dijo que me amaba y quería que yo me recuperara,

por lo que estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario

para ayudarme. En ese momento, cayeron los velos que

oscurecían mi corazón y me di cuenta que era valioso,

que mi familia, que Dios me amaba, que Él no había

hecho basura; de ser así no me hubiera creado (Cfr. Sb

11, 24). Me arrodillé a los pies de mis padres y estalle en

llanto (hacía mucho tiempo que no lo hacía).

En estos dos casos me di cuenta de que Dios nos

ama a través de los demás. Muchas veces uno pierde esta

riqueza porque nos encerramos en nosotros mismos y

nos bloqueamos a todo gesto de amor de parte de los

demás. Es cierto que suceden hechos dolorosos en

nuestra relación con nuestros pares, pero no es menos

cierto que son muchas más las veces en que gozamos del

amor y las bondades de los demás. Todo depende de

cómo vea uno las cosas (se puede ver el vaso medio lleno

o medio vacío); el secreto está en ver la vida de manera

positiva, viendo el vaso medio lleno, con esperanza; y en

esto la maestra es la Palabra de Dios.

Los otros dos sucesos se refieren directamente a la

iniciativa que tomó Dios para llevarme a tener con Él una

relación personal. Pocos días después de aquella reunión,

mi hermano mayor (el mismo que me había llamado para

La Serena) es tomado por Dios y llamándome por

teléfono a la clínica me dice: Marcelo, lee la Biblia; ahí

está la solución. De hecho, él no es muy piadoso y

tampoco lee la Biblia, por lo que fue el Señor quien me

dio esa instrucción a través de él. Tanto clavó en mi

corazón este mensaje, que el libro que tienes en tus

manos y su contenido se refieren al Poder que tiene la

Palabra de Dios para transformar y enriquecer nuestras

vidas. Yo no tenía una Biblia en mis manos, ya que no

me importaba ni sabía la riqueza que hay en ella, pero

inmediatamente me conseguí una. Comencé a leerla

permanentemente y a rezar todos los días. En primer

lugar, no entendía mucho lo que decía y comentaba lo

mismo que todos comentan: es muy difícil, no la

entiendo, es aburrida, etc. Pero comencé a perseverar y

Dios, viendo la intención de mi corazón y las ganas que

yo ponía, me fue revelando poco a poco sus misterios de

amor. En segundo lugar, mi oración era sólo rezos

conocidos (Padrenuestro y avemaría), pero a medida que

pasaba el tiempo, el Espíritu de Dios fue enseñándome a

relacionarme con Él de manera sencilla y abierta; y en

conjunto con su Palabra encendieron la Fe, la Esperanza

y el Amor en mí. Hubo momentos difíciles, pero nunca

bajé los brazos. Tú también vas a tener dificultades en tu

caminar de Fe, durante el trabajo que hagamos y durante

el resto de tu vida, ya que nada es perfecto, sólo Dios.

Pero los obstáculos fortalecen la Fe y nos ayudan a

madurar, así que ánimo; si Jesucristo venció al mundo, tú

también lo puedes hacer con Él.

Así como los deportistas de alta competencia

entrenan duro todos los días para ganar un trofeo que

poco vale, tú y yo también debemos hacer lo mismo,

pero por un trofeo celestial: la vida plena en la tierra y la

gloria eterna en el cielo. Persevera y tendrás una hermosa

relación con Dios; serás un gran discípulo del Maestro y

el Espíritu Santo te ayudará y guiará en todas tus

decisiones, y hará prosperar todo lo que hagas.

El último hecho que marcó profundamente mi

conversión al Señor es el siguiente: en la misma clínica

había una capilla, en la cual se hacía misa una vez al mes

(el último lunes de cada mes). Cuando llegó ese día, pedí

permiso para asistir; gracias a Dios el horario no

entorpecía las terapias. Recuerdo que antes de esto, sólo

asistía a misa para ciertas celebraciones (igual que todos,

para bautizos, casamientos y aniversarios de difuntos).

Dios tenía preparado para mí dos hermosos regalos.

Entré como diez minutos antes de que comenzara la

eucaristía; en ese momento, sin que yo haya preparado

nada, un profundo deseo me inspiró a acercarme a la

sacristía (lugar en donde el sacerdote se prepara para

celebrar) y le solicite al sacerdote que por favor me

confesara. Muchos años habían pasado sin hacerlo. Ese

día me confesé y recibí al Señor Jesús en mi corazón por

medio de su Cuerpo (hostia); no lo había hecho tampoco

por muchos años. Salí de aquella misa, recibiendo dos

sacramentos que cambiaron radicalmente mi vida. Nunca

me había sentido tan amado y perdonado. Sabías tú que

los sacramentos son al alma y al espíritu, como la comida

es al cuerpo. Si no comes te mueres físicamente y si no te

alimentas de los sacramentos, te mueres espiritualmente

(interiormente).

La eucaristía es el sacramento de sanación por

excelencia y la confesión es el sacramento de liberación.

Además, ellos preparan el corazón y lo transforman en

tierra buena (humus: capa de tierra muy fértil). Sabías

que la palabra humildad viene de humus; es decir, los

sacramentos nos dan la docilidad y la humildad necesaria

para que la palabra sembrada en nosotros, salve nuestras

vidas y dé mucho fruto para los demás (Cfr. Stgo 1, 21).

Te das cuenta lo maravillosos que es Jesús al dejarnos la

madre Iglesia para que ella nos alimente con los

sacramentos; nuestro Dios conoce nuestros corazones y

sabía que necesitaríamos alimentarnos en nuestro

peregrinaje por la vida hasta volver a su Casa.

Por eso, te exhorto a que acudas asiduamente a los

sacramentos; deja que el Señor Jesús te lave los pies en

la confesión para que mantengas limpia tu casa interior.

Quieres sentirte perdonado, libre y en paz, acércate a la

confesión y verás que generoso es el Señor en perdonar.

La justicia de Dios no es como la nuestra que espera

saber cuanto mal hicimos para ver cuanta condena nos

corresponde; sino que busca saber cuanto mal hicimos

para mostrarnos cuan grande es su Perdón y

Misericordia. Recuerda que Jesús no vino a condenar al

mundo, sino a salvarlo. Si nos hiciéramos conscientes

realmente de cuánto nos ama Dios, qué distinta sería

nuestra vida.

Por otro lado, te invito a acercarte a la cena de

Señor con los “pies limpios”. Él mismo te llama, Él

mismo prepara la cena y Él mismo es la cena; abre tu

corazón y aliméntate de Él (Cfr. Ap. 3, 20); saldrás

radiante, tu vida cambiará y te parecerás a Jesús. Hazte

consciente de todo lo que te digo, no importa que otros

transformen toda esta riqueza en una rutina. Tú vas a ser

distinto. Ya llegará el momento de ellos, ya que Dios

tiene un tiempo para cada uno. Este es el tuyo.

Aquel día lunes, salí totalmente distinto y

renovado; comencé a entender más la Palabra de Dios,

mi oración comenzó a ser más fluida y mi recuperación,

de la que nadie esperaba mucho, al cabo de un año y

medio fue completa. Dios ha hecho un milagro en mí del

que no puedo callar. Estaba muerto y he vuelto a la vida.

¡Jesucristo está vivo! Él es el mismo ayer, hoy y siempre

(Cfr. Heb 13, 8). ¡Alabado sea el Señor!

Estuve internado tres meses; después han pasado

muchas cosas. Dios ha seguido obrando poderosamente

en mí, y también a través de mí en bien de otros. Hay

otros testimonios que voy a ir compartiendo contigo a lo

largo del libro.

Ya han pasado 8 años; estoy felizmente casado

con una maravillosa mujer hace más de 5 años; tenemos

un hermoso hijo de 4 años que se llama Juan Pablo.

Hoy me doy cuenta que los planes de Dios son

infinitamente mejor que los nuestros; Él tiene un

proyecto para cada uno de nosotros. Todo, incluso lo

malo que pueda suceder en nuestra vida se transforma en

una bendición para nosotros y para otros cuando

comenzamos a ver las cosas con los ojos de Dios, y a

caminar en su Amor (Cfr Rom 8, 28).

Querido lector, nosotros somos ciudadanos del

cielo, estamos llamados a trascender y a esto te invito.

Déjate tomar por Dios, y que su gracia y voluntad fluyan

por tu vida.

Cuatro cosas fundamentales aprendí en ese año y

medio que me han servido para lograr muchas cosas y

por eso las quiero compartir contigo: la obediencia, la

perseverancia (las cosas no cambian de un día para otro,

todo es un proceso y los caprichos no son bendecidos por

Dios), la ayuda de otros y por último cambiar de actitud

(“hacer las mismas cosas esperando resultados distintos,

es locura”).

Para terminar este capítulo, quiero pedirte que

hagas conmigo esta oración:

“Padre Bueno, quiero darte gracias por

haberme llamado a la vida y por amarme desde siempre.

Gracias por el plan de amor que Tú tienes para mí y por

la fe que me diste para creer en ese plan.

Señor Jesús, reconozco que he hecho las

cosas a mi manera que me han alejado del plan de Dios.

Reconozco mi pecado y acepto la salvación que Tú

ganaste para mí. Te abro las puertas de mi corazón y te

acepto como mi salvador personal. Gracias Padre, porque

sé que mi vida desde hoy va a ser distinta. Al mismo

tiempo te pido que me acerques a tu Palabra y me des tu

Espíritu para entenderla. Dame obediencia para

cumplirla, perseverancia y paciencia para mantenerme en

tu camino a pesar de las dificultades; y por último Padre,

intégrame a una comunidad en la que pueda crecer, pues

sé que solo no puedo. Todo esto te lo pido, por Jesucristo

Nuestro Señor. Amén”.

CAPITULO II

“LA PALABRA DE DIOS”

“Toda escritura es inspirada por Dios....”

(2 Tim. 3, 16)

La Biblia es Palabra de Dios:

“Toda escritura es inspirada por Dios y

útil para enseñar, para argüir, para corregir y para

educar en la justicia; así el hombre de Dios se encuentra

perfecto y preparado para toda obra buena”. (2 Tim 3,

16-17).

Como veíamos en el capítulo anterior, la fe que

Dios nos dio, sólo crece por medio de la escucha y

confesión de su Palabra, proclamada y enseñada por la

Iglesia a lo largo de la historia. Por otro lado, la Palabra

de Dios se encuentra fundamentalmente en la Biblia. No

pretendo que entremos en un debate para demostrarte con

fundamentos que la Biblia es realmente Palabra de Dios.

Muchos dicen que fue escrita por hombres y se

preguntan ¿cómo sé que es la Palabra de Dios?

Nuevamente entramos en un tema de fe, ya que nuestra

fe es revelada. No tenemos que inventar nada;

simplemente se acepta tal cual como Dios nos la quiso

revelar; en el Antiguo Testamento, a través de profetas y

hombres sabios inspirados por Él y posteriormente por

medio de su Hijo Jesucristo.

Recuerda que todo es un tema de fe. Muchos en

los tiempos de Jesús vivieron y compartieron con Él, y

sin embargo, no le creyeron. Estoy seguro de que si hoy,

dos mil años después, viviera y compartiera con nosotros

físicamente, muchos tampoco le creerían; por el

contrario, lo tratarían de loco como en aquel entonces

(Cfr. Mc 3, 20-21).

Como ves, tenemos todo para tener con nuestro

Padre Dios, la más íntima relación, por medio de su

Palabra, la oración, los sacramentos, una vida

comunitaria, la doctrina de la Iglesia y la riqueza que nos

entregan libros inspirados.

Pasando a otro punto, quiero compartir contigo,

algo que para mí ha sido muy importante a la hora de

volver a Dios, a su Amor, a creer, confiar y depender de

Él. Dios es Padre y Creador de todo; la fe nos dice que

todo ha sido creado por Él, por medio de su Palabra (Cfr.

Heb 11, 3). Es decir, todo ha sido creado por Él; el

universo, las montañas, el cielo, la tierra, la relación

padre e hijo, la relación madre e hijo, matrimonio,

hermanos, amistades, etc. Detrás de todo está la mano

poderosa de Dios. Lo más hermoso para nosotros, es que

somos hijos de Dios por los méritos de su único Hijo,

Jesús. ¡Te das cuenta, Dios es nuestro Padre!, por lo que

nosotros somos hermanos. No estamos solos en este

mundo, tenemos un Padre que nos ama, a cada uno de

manera personal e incondicional, y siempre está

pendiente de que nada nos falte. Esta es la mayor verdad

que Nuestro Señor Jesús nos vino a revelar, que Dios nos

creó por amor y para amar, y que es nuestro Padre. No

importa lo que tú y yo hagamos, Él nunca nos va a dejar

de amar, porque Él es Amor (Cfr. 1 Jn 4, 8).

Estoy seguro que esta verdad te sorprendió y te

llenó de preguntas. Esta bien, a mí también me sucedió lo

mismo; pero es necesario saber la verdad y descubrir que

estamos llenos de prejuicios y bloqueos emocionales e

intelectuales, que no son nada más que mentiras que

Satanás ha metido en nuestras vidas. Pero estoy contento,

ya que hemos avanzado mucho. No te olvides que la

verdad nos hará libres (Cfr. Jn 8, 32).

Ahora voy a tocar un aspecto bastante delicado,

así que te pido que hagas conmigo esta oración y luego

cierres los ojos, y en tu corazón la medites y le pidas a

Dios con tus propias palabras que te ayude a comprender

y aceptar lo que vas a leer.

“Padre Santo, te pido que abras mis

sentidos, mi mente y mi corazón, y me des ojos y oídos

de discípulo para que lo que voy a leer a continuación se

deposite en lo más profundo de mi ser y le dé luz a mi

vida, cambiando las malas imágenes y creencias que

tenía de ti y me acerque a tu Amor. Por Jesucristo

Nuestro Señor. Amén”.

Querido lector, Dios es Padre, es un Padre

amoroso. Pero aquí está el problema: “La palabra padre

ya muy poco dice a nuestros oídos”. La imagen paterna

está muy dañada hoy en nuestra sociedad; yo creo que

esta es una de las razones principales por la gran crisis de

Fe que existe. Nosotros proyectamos en Dios lo que

vivimos en nuestra realidad, fundamentalmente al

interior de nuestra familia con nuestros padres.

Lo anterior significa que si la relación con mis

padres ha sido buena, cercana, afectiva, en un clima de

respeto, con normas claras a cumplir, sin ser rígidos ni

liberales (equilibrio); si crecí en un hogar bien

constituido, con mis padres juntos y casados en sagrado

matrimonio, si me educaron en la fe; también mi relación

con Dios va a ser cercana, fluida y afectiva. Su Palabra,

la oración y en general, todo lo espiritual me va a ser más

fácil entenderlo y aceptarlo. Todo esto se resume en una

vida sana, con relaciones sanas (amistades, polola,

esposa, etc), no exentas de dificultades; pero las

decisiones estarán más en sintonía con la voluntad de

Dios.

Por otro lado, si mi relación con mis padres, ha

sido mala, lejana, fría, de poco afecto, si he sido

golpeado, hijo de madre soltera, mi papá se fue de la

casa; a lo mejor se fue con otra, o por el contrario, mis

padres son muy rígidos y me controlan todo el día, o

muy liberales. Puede ser que mi padre o mi madre o los

dos hayan sido alcohólicos o drogadictos. A lo mejor me

crié lejos de mis papás, con tío o abuelos, o mis padres

quieren más a mis hermanos que a mí. Puede ser que

Dios no existe en mi casa, o si existe, sólo es para

obligarnos a hacer cosas, por ejemplo: ¡cómete la comida

o sino Dios te va a castigar! Tal vez, tuve una tía o

abuela, que me impusieron una religión rígida, de

cumplir normas que ni ellas cumplían, y nunca vimos en

ellas un gesto de amor. Son tantas cosas que suceden en

un hogar que nos van reflejando un Dios malo,

castigador, tirano, ausente, muy lejos de nuestro Padre

Dios que es puro amor.

Está claro que estas situaciones destruyen nuestro

corazón y crean falsas imágenes de Dios en nuestra

mente, por lo que su Palabra, no sólo nos parece lejana y

sin sentido; sino que además, tiene expresiones

totalmente contrarias a las que se ajustan a nuestras

creencias e imágenes. Es por esto, que muchas veces

creemos que la Biblia es una mentira. Es nuestro

mecanismo de defensa para no enfrentarnos con la

verdad. Esta es la razón por la que se nos hace muy

difícil entender y aceptar la Palabra de Dios. Es difícil

aceptar que Dios me ama, si la mayor parte del tiempo

me han dicho y expresado lo contrario.

Antes de seguir, me gustaría saber: ¿cómo te

sientes?, ¿Cuáles son tus imágenes y creencias de

Dios?¿te identificas en algunos casos? Medita en esto. Te

exhorto en el nombre de Jesús a que no evites tu realidad.

Dios ha traído desde lo profundo de tu corazón a tu

conciencia recuerdos difíciles de tu vida, no los reprimas.

La verdad duele, pero no arranques de ella. Sólo ella te

hará libre. No culpes a tus padres. Probablemente, ellos

también sufrieron mucho. No pudieron darte más de lo

que recibieron. Generalmente, los modelos y las cadenas

se repiten; así como a ti te educaron, tú lo harás. Sólo

Jesucristo rompe las cadenas y cambia los modelos. Este

es el momento que escogió Dios para liberarte, acepta y

perdona tu historia, a tus padres, a ti mismo. Pon todo

eso que en este momento te duele a los pies de Jesús y

dale gracias porque Él te está sanando, liberando y

llenando de su Amor. Han caído las barreras. Te damos

gracias Señor por lo que tú estás haciendo en mí en este

momento. Gracias porque comienzo a conocerte

realmente como eres. Gracias Señor.

Como te decía, nosotros fuimos creados por Dios

para andar en el amor, es decir, amarlo a Él con todo el

corazón y la mente, y para amar a los demás como a

nosotros mismos. Pero las situaciones duras que suceden

en nuestra vida por pecados de los demás y por los

nuestros, hieren nuestro corazón, por lo que creamos

barreras en nuestra mente que impiden que el plan de

amor que tiene Dios para nosotros se cumpla. Esto

depende de lo herido que esté nuestro corazón, y cuantos

prejuicios y falsas imágenes nos hayamos formado en

nuestra cabeza como mecanismo de defensa.

Como hemos cerrado nuestro corazón para evitar

más sufrimientos, el Espíritu Santo queda encerrado sin

que lo dejemos actuar en nosotros; así Dios, su Palabra y

todo lo que de Él se diga, se transforma en algo muy

difícil de entender, de aceptar y de vivir.

Podemos incluso, participar activamente en la

Iglesia y ser muy religiosos, pero puede ser que Dios no

sea para mí ese Padre amoroso que es. Por más que tenga

todas las ideas claras en mi cabeza, no vivo el Amor de

Dios en mi corazón. Por otro lado, puedo tener un

excelente apostolado, siendo catequista, participando en

un movimiento, lleno de actividades; pero mi discipulado

frente al Maestro es muy pobre. No comparto con Él, no

me siento a sus pies para escuchar y hacer mías sus

enseñanzas; a lo mejor no voy a cenar con Él, no

experimento su perdón y misericordia. Es decir, tal vez

Jesús aun no es el Señor de mi vida.

Al tener cerrado nuestro corazón, la mente

comienza a manejar toda nuestra vida, nos volvemos

fríos, calculadores e intelectuales. La cabeza o el vientre

(pasiones) toman nuestras decisiones y establecen y

manejan nuestras relaciones. Deciden a quien amar y a

quien no, mientras que al corazón lo mantienen en

silencio. El quiere amar y la cabeza no. De esta manera

vivimos totalmente divididos, dispersos y

desconcentrados. El corazón quiere hacer algo, la mente

lo rechaza porque va en contra de sus prejuicios y

creencias. La mente quiere hacer uso de sus

maquinaciones y el corazón no quiere, porque atenta

contra la vida y el amor. Al final, entre tanta división y

pelea, terminamos siendo presos del cuerpo, de las

pasiones de la carne, que hace con nosotros lo que

quiere. Vivimos en un caos y oscuridad absoluto que

sólo el espíritu de Dios puede ordenar e iluminar (Cfr.

Gen 1, 1-5). Cometemos muchos errores, entramos en un

círculo vicioso; ya que cada vez que fallamos, nuestro

orgullo no nos permite pedir ayuda. Nos levantamos

solos y volvemos a caer; así, la soberbia va tomando la

autoridad de nuestra vida. En esto, el enemigo hace uso

de sus artimañas para mantenernos presos en este

laberinto, sin encontrar salida a veces por muchos años.

Estimado lector, quiero decirte que la vida y el

amor brotan desde nuestro corazón, ya que Dios vive en

él. Desde nuestro interior mana la vida y nuestra

voluntad fortalecida por Dios debe dirigir nuestras

decisiones. La mente y el cuerpo, deben estar sometidos

y en armonía con nuestro corazón. Sólo así se alcanza el

equilibrio, la madurez y la verdadera felicidad.

Dios nos ama a cada uno personalmente, por lo

que quiere que todos se salven (Cfr. 1 Tim 2, 4) y que

ninguno de sus hijos se pierda, sino que vivamos en su

amor y gocemos de su presencia. Debido a esto,

permanentemente está tocando a nuestro corazón hasta

que se abra, para así poder estar en comunión con

nosotros (Cfr. Apoc 3, 20). Él tiene muchas formas,

según su infinita sabiduría, para tocar nuestra puerta. Lo

hace a través de su Espíritu que trabaja desde nuestro

interior. También actúa, mediante nuestro ángel custodio,

que nos inspira en nuestras acciones. A través de su

Palabra, cada vez que tenemos ocasión de oírla o leerla.

Generalmente, cuando no hemos escuchado ni

obedecido el llamado de Dios mediante sus inspiraciones

habituales mencionadas anteriormente; ya que nuestras

fortalezas mentales son muy altas y hemos caído en una

gran soberbia, Dios utiliza las circunstancias de nuestra

vida (enfermedades, muerte, descalabro económico,

fracasos, etc) para quebrantar nuestro corazón y destruir

nuestras fortalezas. De esta manera, reconocemos nuestra

pequeñez y la grandeza de Dios. Hemos alcanzado la

humildad necesaria para volver al Señor y derramar

nuestro corazón ante Él. Quiero que sepas lo siguiente: a

mayor soberbia, mayor va a ser la cantidad de golpes que

nos tendremos que pegar para volver a Dios (Cfr. Prov

16, 18). El Señor nos disciplina porque nos ama y quiere

que seamos felices. No importa cuanto nos duela esta

disciplina (fue la enseñanza de Jesús en la cruz); Dios

sabe lo que somos capaces de hacer por nuestro pecado y

como cómplices de satanás.

Una vez que hemos vuelto a Dios, es fundamental

que pasemos por un proceso de sanación. Él tiene que

curar y restaurar nuestro corazón herido para que tome la

dirección de nuestra vida. Además, como las barreras

mentales han comenzado a caer y estamos preparados

para adquirir la mente de Cristo (Cfr. 1Cor 2, 16),

mediante un arduo trabajo en oración con la Palabra de

Dios; así nuestra voluntad será fortalecida en Dios y

tendremos dominio de nuestras pasiones. Habremos

alcanzado la armonía y la paz, ya que nuestro cuerpo,

alma y espíritu estarán en sintonía con el Señor.

Este proceso de conversión y sanación es largo,

dura toda la vida, con avances y retrocesos; pero lo

hermoso es que estamos en la senda de Dios, que es

Amor, Gozo y Paz.

Ahora, te invito a que te la juegues por el Señor.

Ánimo, tu vida estará llena de luz y de paz. Toma la

Palabra de Dios y apégate a ella. La Biblia no habla de

Dios, es Dios hablándote a través de ella. Es la carta de

amor que Él escribió para ti; hazla tuya. Ya abriste tu

corazón; yo sé que sí. Ahora toma la Palabra de Dios y

adquiere la mente de Cristo. Entrégale tus ideas y

pensamientos, y tomas los de Él; de esta manera crecerá

tu fe y prosperarás en todo lo que hagas, porque eres un

príncipe, el hijo del Rey. No importa lo que diga el

mundo. El mundo se burla de lo que no puede alcanzar;

ellos son cobardes, tú eres valiente porque vives en la

verdad, y la verdad te hizo libre para amar y para servir.

Jesús te ha llamado para ser pescador de hombres y

trabajar en la mejor empresa del mundo, cuya utilidad y

objetivo es ganar almas para el Reino de Dios.

La oración con la Palabra de Dios

Hay un texto hermoso con el que quisiera

comenzar esta reflexión contigo. Este mensaje se

encuentra en la carta a los Hebreos 4,16:

“Acerquémonos, por tanto, confiadamente

al trono de gracia, al fin de alcanzar misericordia y

hallar gracia de un auxilio oportuno”.

El mismo trono de Dios está totalmente disponible

para que nosotros nos acerquemos a Él con plena

confianza y en todo momento. Él toma la iniciativa y nos

invita a estar en su presencia. A nosotros nos cuesta

entender esto, ya que aquí en la tierra hay que pedir hora

a las autoridades para que nos atiendan en alguna

necesidad; te la dan para dos meses después y luego te

dicen que no pueden hacer nada. Nuestro Dios es

totalmente distinto. Él es el más poderoso y al mismo

tiempo es el más humilde. Su corazón siempre está

abierto para atender a sus hijos y, como dice el texto,

siempre encontraremos su ayuda oportuna. Él siempre da

conforme a lo que cada uno necesita. Al que necesita

paz, le da paz; al que necesita amor, le da amor; al que

necesita fortaleza, le da fortaleza, etc. Lo mejor de todo

es que nuestro Dios atiende en horario continuado las 24

horas al día.

La oración no es nada más que esto, un diálogo

diario, amable, confiado e íntimo con el Señor; en el que

nosotros le hablamos a Él, le planteamos nuestras

necesidades, le expresamos nuestros sentimientos, le

agradecemos por sus bendiciones y lo alabamos por lo

bueno y grande que es. También nosotros le escuchamos,

ya que Él tiene mucho que decirnos. A lo mejor, quiere

decirnos cuanto nos ama, corregirnos de algún error que

estamos cometiendo o advertirnos de algo que nos pueda

dañar.

Una de las maneras más clara y hermosa que Dios

tiene para hablarnos es a través de su palabra. En ella

encontramos todo lo que necesitamos para realizar toda

obra buena (Cfr. 2 Tim 3, 16-17). En la palabra de Dios

encontramos su Amor, su Paz, su consuelo, sus

correcciones que enderezan nuestros caminos, etc. Ahí

está su visión completa de la vida. Todo lo podemos

encontrar en su Palabra; ¿cómo educar a nuestros hijos?,

¿cómo establecer una amistad?, ¿cómo ser esposo o

esposa?, ¿cómo prosperar en un negocio?, etc. Sólo Dios

basta. No tenemos que andar buscando respuesta en otras

fuentes, como la brujería, el tarot, el horóscopo,

espiritismo, etc. Él tiene las respuestas de todo; quiere

ser el único Dios en nuestras vidas, no acepta otros

impostores, porque esos siempre terminan destruyendo la

vida. Satanás siempre ha querido imitar y ofrecer cosas

malas que aparentan ser buenas. El se viste de ángel de

luz (Cfr. 2 cor 11, 14), pero es un mentiroso. Fue lo que

hizo con Adán y Eva; les ofreció una manzana roja por

fuera, pero podrida y agusanada por dentro.

Te invito a leer lo que el mismo Dios dice

respecto de la brujería y todo lo relacionado con el

ocultismo:

“Cuando hayas entrado en la tierra que

Yahvé tu Dios te da, no aprenderás a cometer

abominaciones como las de esas naciones. No ha de

haber dentro de ti nadie que haga pasar a su hijo o a su

hija por el fuego, que practique la adivinación, la

astrología, la hechicería o la magia, ningún encantador,

ni quien consulte espectros o adivinos, ni evocador de

muertos. Porque todo el que hace estas cosas es una

abominación para Yahvé tu Dios y por causa de estas

abominaciones desaloja Yahvé tu Dios a esas naciones a

tu llegada.

Serás íntegro con Yahvé tu Dios.” (Deut

18, 9-13).

Si estás metido en esto, no te sientas mal. Dale

gracias a Dios porque te mostró el error en el que te

encontrabas. Puedes acercarte a un sacerdote y

confesarte. Esta acción te hará experimentar una gran

libertad.

Eso es lo maravilloso que tiene la Palabra de Dios

tal como decía el texto que te escribí al comienzo de este

capítulo. Dios, a través de su Palabra nos va educando y

corrigiendo, a veces de manera dura, ya que nosotros

somos demasiado soberbios; pero siempre con y por

amor. Igual que un padre o una madre que ama a su hijo,

no castiga por castigar, sino que siempre lo hace por el

bien de él. Todo esto lo hace el Señor para que seamos

útiles para toda obra buena.

Yo te exhorto lector amigo a que tomes la Palabra

de Dios y te comiences a alimentar de ella; no importa lo

que hayas hecho antes, no te fijes en tu condición, sino

que con los ojos fijos en Jesús (Cfr. Heb 12, 2),

comiences a caminar en su presencia y hagas tuya su

palabra. El Diablo te va a sugerir con sus mentiras, que

dejes todo botado porque no sirve para nada. Esto te va a

suceder cada vez que leas algún texto de la Biblia que

vaya en contra de las fortalezas levantadas en tu mente.

En ese momento, no cierres tu Biblia y huyas, sino que

acércate al trono de Dios y pídele la gracia de un auxilio

oportuno (Cfr. Heb 4, 16), y Él te lo dará. De esta

manera, con la armas que Dios te ha dado (Fe, oración,

su Palabra, Sacramentos, etc), destruirás la fortaleza y

guardarás en tu corazón y tu mente el pensamiento de

Dios (Cfr. 2 Cor 10, 4-5). Así, día a día irás adquiriendo

la mente de Cristo.

Hay una manera muy hermosa de ir trabajando y

orando con la Palabra de Dios que consta de cinco partes

que detallo a continuación:

a) Ponerse en presencia de Dios: antes de comenzar este

trabajo cada día que lo necesites, es necesario ponerse

primero en la presencia de Dios, mediante el signo de

la cruz). Te sugiero pedir siempre la asistencia del

Espíritu Santo, ya que Él conoce todos los misterios

de Dios (Cfr. 1 Cor 2, 3). Hazte consciente de que

estás en presencia de Dios. Vas a hablar con Él, no

con cualquier persona. Prepara tu corazón y tu mente

para escucharlo. Entrega todas tus preocupaciones. Si

te cuesta hablarle, puedes decirle solamente: Señor

aquí estoy, toma todo lo que soy y hazme consciente

de tu presencia (Dios es sencillo; Él es nuestro Padre

y sabe lo que necesitamos. Sólo, muchas eso basta).

Lo importante, es que todos los días te acerques a Él

con más expectativas. Algo nuevo y grande Jesús

quiere hacer en ti. Si te cuesta concentrarte, pídele la

gracia y lo hará, te lo aseguro. Trata, en lo posible de

cerrar los ojos para no desconcentrarte.

b) Leer el texto bíblico: Ahora que estás preparado,

toma tu Biblia y ábrela con confianza en cualquier

parte (te sugiero partir por el Nuevo Testamento, ya

que es más sencillo), sin buscar necesariamente una

página. Con el tiempo irás adquiriendo tu propio

estilo. Pon ahora, rápidamente tu mirada en cualquier

texto dentro de la página que abriste, léelo varias

veces y quédate con el o los versículos que más te

llamaron la atención.

c) Meditar el texto bíblico: como estás en oración, el

Espíritu Santo te llevará a creer que los versículos

que leíste y llamaron tu atención, aunque fueron

escritos hace muchos años, son para ti hoy. Dios le

habló a su pueblo en aquel entonces, pero hoy te está

hablando a ti por medio de este pasaje bíblico.

Respóndete la siguiente pregunta: ¿qué me dice Dios

a través de su palabra en mi realidad de vida?.

Descubrirás que el Señor te dará la luz que necesitas, ya

que te conoce desde siempre y sabe lo que tú estás

viviendo hoy. Esto es meditar. Es discernir, descubrir por

medio de su Palabra, lo que Dios quiere para mí hoy. Es

decir, caminar con Él y decidir en nuestra vida conforme

a su voluntad. Este es el camino a la verdadera felicidad.

Como se preguntaba el padre Hurtado: “¿qué haría Jesús

en mi lugar?”, nosotros también nos hacemos la misma

pregunta con el texto que hemos leído. La Palabra de

Dios es maestra al enseñarnos la personalidad de Jesús

para actuar como Él.

d) Orar el texto bíblico: Ahora que sabes lo que Dios te

ha dicho o te ha pedido hoy, es tu turno de

responderle. Es decir, pedirle ayuda para cumplir lo

que te ha pedido, darle gracias por lo que te ha

mostrado; si te ha hecho una promesa, reclamársela

(recuerda que tu eres su hijo). En los capítulos cuatro

al seis hablaremos sobre las promesas de Dios, de

cómo reclamarlas y qué actitud tener frente a ellas.

Así que te invito a seguir adelante y descubrirás las

bondades de nuestro Dios.

Veamos un ejemplo: si al abrir la Biblia, Dios me

dice lo siguiente: “y mi Dios proveerá a todas sus

necesidades, con magnificencia, conforme a su

riqueza en cristo Jesús” (Flp 4, 19). Pregunta ¿cuál

crees tú que debe ser mi actitud? Él sabe que estoy

pasando necesidades. Posiblemente me despidieron

del trabajo, o se acerca el momento del parto de mi

esposa, o tengo que pagar un crédito, etc. Por

supuesto que estas situaciones preocupan a

cualquiera, por lo que Dios me está dando confianza,

ánimo, esperanza y la seguridad de que Él como

Padre va a proveer todo lo que yo necesite. Mi actitud

debe ser como la de un niño que no se preocupa de

cosa alguna, sino que confía en el amor y protección

de sus padres. Por esta misma razón Jesús dijo: “Yo

les aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como

niño, no entrará en él”(Lc 18, 17).

De esta forma, la Palabra de Dios va a penetrar en

mi vida, cuando yo responda al Señor con confianza

diciendo: Gracias Señor, por animarme y por darme

confianza. Ahora puedo descansar en paz, pues tú vas

a darme el trabajo que necesito. ¡Qué bueno eres

Señor! Tú ya sabes que trabajo me tienes reservado,

te doy gracias por él. Sólo te pido que me des la

gracia de esperar en tu Palabra confiadamente.

e) Vivir el texto bíblico: La vida de fe es un constante

desafío. Dios nunca deja en paz, pero siempre deja

paz. Él nos llama a ser valientes y a confiar en su

Palabra. Dios nos ha dado un espíritu de valor y de

dominio propio y no de timidez (Cfr. 2 Tim 1, 7).

Con respecto al ejemplo anterior, mi actitud debe

llevarme a esperar en paz y con confianza de que

Dios va a cumplir. La parte que a mí me corresponde,

es presentar mis antecedentes en las instituciones

correspondientes y esperar a que Dios cumpla. Vivir

este texto, significa dejar la obsesión y preocupación

por mi trabajo, ya que me roban la paz alterando mi

carácter, poniéndome ansioso, discutiendo con mi

familia, etc. Dios va a cumplir y eso basta.

Estos cinco pasos, no van a tomar más de quince

minutos diarios. A medida que vaya creciendo tu

intimidad con Dios y veas su poderoso obrar en tu vida,

te abrirás más a su Amor y tu tiempo de comunión con

Él irá creciendo hasta que digas con el salmista:

“Dios, Tú mi Dios, yo te busco, mi ser tiene sed

de ti..., pues tu amor es mejor que la vida, por eso mis

labios te alaban”. (Salmo 63, 2.4).

Sólo te animo a que perseveres día a día en este

trabajo, el resto lo hará el Dios, según su pedagogía,

hasta que vivas plenamente en Él y seas un testigo con

poder ante el mundo que tanto necesita saber que el

Señor Jesús está vivo.

Hay un testimonio que quiero compartir contigo,

que muestra el poder sanador que tiene la Palabra de

Dios.

Estando en la clínica, el doctor atendía

permanentemente a cada uno de sus pacientes. En uno de

los controles, descubrió que yo padecía de hipertensión.

Él me dijo que era normal que eso me sucediera por mi

excesivo consumo de cocaína. Me recomendó como a

todos los pacientes que sufren esta enfermedad, que

comiera sin sal y me recetó medicamentos que se toman

de por vida, para controlar la presión y evitar infartos. Tú

y yo sabemos que la hipertensión es una enfermedad que

no tiene cura. Dios valora mucho la ciencia médica y la

utiliza bastante para sanar a sus hijos a través de ella.

Muchas veces quiere mostrar su poder y gloria, a través

de una sanación prodigiosa o un milagro; pero es nuestro

deber asistir al medico cuando sea necesario y ser

obediente a sus indicaciones. De lo contrario, es una falta

de respeto y amor hacia nosotros bastante grande. A

menudo, gastamos mucho dinero reparando nuestro

vehículo; pero nosotros, generalmente vamos al médico

cuando prácticamente ya no soportamos más nuestros

malestares; ¡qué negligentes y soberbios somos! Lo peor

de todo, es que cuando caemos a la cama gravemente

enfermos, culpamos a todo el mundo, incluso a Dios. No

reconocemos que somos nosotros los responsables del

cuidado de nuestro cuerpo.

Seguí las indicaciones del doctor, mientras ponía

mi mirada en Dios; aferrado a su Palabra y confiando en

que Él podía regular mi presión arterial y sanarme más

allá de lo que podía hacer un medicamento. Antes de

continuar, me gustaría compartir contigo un texto

bíblico: “Su Palabra envió para sanarlos y arrancar sus

vidas de las fosas”. (Salmo 107, 20).

Algunas veces el señor permite una enfermedad

para enseñarnos algo, pero su voluntad es que sus hijos

seamos totalmente sanos. La enfermedad la trajo satanás,

por medio del pecado.

La Palabra de Dios tiene un poder sanador

maravilloso, es por eso que insisto a que te apegues a ella

y la medites en todo momento. Tenemos muchos

pensamientos que atraen enfermedades. Como te decía

anteriormente, sólo Dios por medio de su Palabra cambia

nuestra manera de pensar.

Al cabo de unos meses, fui descubriendo que mi

presión arterial era normal. Dios me había sanado. Decidí

dejar los medicamentos, y hasta el día de hoy mi presión

sigue siendo normal (ya han pasado seis años) y mi

alimentación es como la de una persona sana. ¡Todo el

Honor y la Gloria para nuestro Dios que todo lo puede,

ya que para Él nada es imposible! Gracias Señor.

Oremos

Al terminar este capítulo estimado lector, te invito

a orar; toma tu Biblia, yo estoy junto a la mía. Vamos a

practicar el estilo de oración que te mencioné

anteriormente. Comencemos con la señal de la cruz y

confiemos en lo que el Señor dijo: “Porque donde están

dos o tres en mi Nombre, allí estoy yo en medio de

ellos”. (Mt 18, 20). Nosotros somos dos así que con

confianza decimos:

“Señor Jesús, te damos gracias porque estás

con nosotros, no sólo ahora, sino todos los días hasta el

fin del mundo. Sabemos que nos escuchas y que estás

atento a nuestras necesidades.

Padre, hoy te queremos pedir en el nombre

de Jesús, que nos tomes con tu Espíritu que mora en

nosotros para que nos ilumine, guíe nuestra oración y nos

de sabiduría y entendimiento para meditar y vivir en tu

Palabra.

Espíritu Santo, te entregamos nuestros

sentidos, imaginación, voluntad y mente. Te entregamos

nuestras preocupaciones (aquí entrega tus

preocupaciones). Danos la capacidad de concentrarnos y

de mirar a Jesús... continúa tú según te inspire el Espíritu

Santo”.

(SILENCIO)

Acabo de abrir la Biblia y mis ojos se posaron en

el texto del ladrón arrepentido:

“... Y nosotros con razón (estamos sufriendo),

porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en

cambio Él nada malo ha hecho. Y decía: Jesús,

acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino. Jesús le

dijo: Te aseguro que hoy estarás conmigo en el

Paraíso”. (Lc 23, 41-43).

Meditemos: Tú y yo somos el ladrón arrepentido. Este

ladrón nos está señalando que todo lo malo que sucede

en nuestra vida, es fundamentalmente de nuestros

propios actos, de nuestros pecados. La maravillosa

enseñanza de Dios a través de este ladrón, es que nuestra

actitud no debe ser de orgullo y soberbia, sino de

humildad y arrepentimiento. Debemos reconocer nuestra

principal responsabilidad en lo que nos sucede en la vida,

sin culpar todo y a todos los demás. El primer paso del

tratamiento contra el alcoholismo y drogadicción es

vencer la negación a reconocer nuestra enfermedad; de

otra forma no hay sanación ni salvación. Es el primer

paso y no el quinto ni el último. Esta es la enseñanza que

el Señor nos da a través de este hermoso texto bíblico.

Primero, arrepentirnos como el ladrón; luego reconocer

nuestros pecados ante el Señor en todo momento, y

mediante el sacramento de la confesión, recibir el

perdón. Por último y con seguridad gozar del Reino de

amor aquí en la tierra y de la salvación eterna del cielo.

Oremos: Señor, te damos gracias por esta hermosa

enseñanza y al mismo tiempo te pedimos que nos des la

gracia de arrepentirnos de nuestros pecados, y la

humildad para reconocerlos y confesarlos ante ti por

medio de un sacerdote. Destruye Padre, toda barrera que

hay en nosotros para acercarnos a la confesión. Para así,

poder gozar libremente de tu misericordia y salvación.

Todo esto te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

Vivamos: Finalmente, con plena confianza de que el

Señor ha obrado en nosotros vivamos con alegría lo que

Él nos ha enseñado y lo que nosotros hemos pedido.

CAPITULO III

“POR TU PALABRA SEÑOR”

“....;pero, por tu palabra, echaré las redes”

(Lc. 5, 5)

Hemos estado hablando sobre la riqueza y el

poder que tiene la Palabra de Dios para transformar

vidas, sanar y liberar corazones. Ella hace lo que para

nosotros es imposible. Dios creó, por medio de su

Palabra el universo y todo lo que hay en él; es capaz de

renovarlo y recrearlo permanentemente.

Hay un texto bíblico que clarifica bastante el

poder de la Palabra de Dios. Es un pasaje que a mí me

gusta mucho, y que por lo mismo, quiero meditar contigo

en este capítulo. El texto es el siguiente:

“Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:

Rema mar adentro, y echen sus redes para pescar. Simón

le respondió: Maestro, hemos estado bregando toda la

noche y no hemos pescado nada; pero por tu palabra,

echaré las redes. Y, haciéndolo así, pescaron gran

cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban

romperse” (Lc 5, 4-6)

Dijo a Simón: “Rema mar adentro”.

Lo primero que debemos tener claro es que Dios

habla. Aunque hayan pasado dos mil años del nacimiento

de Cristo, Él sigue hablando. Dios habla principalmente,

a través de su Palabra y si estamos atentos, a través de

todos los acontecimientos de nuestra vida. Estamos

viviendo un tiempo de mucho ruido; muchos hablan,

pero pocos escuchan. Incluso, todos oímos (salvo los

sordos), pero pocos son los que escuchan. Es decir,

pocos están atentos a lo que sus oídos perciben. Hay

demasiada dispersión en nosotros; o sea, el cuerpo está

en un lugar, la mente en otro y el corazón en otro.

Recuerdo que un día estaba con un amigo en misa.

Cuando terminó la ceremonia le pregunté: ¿qué te dijo el

Señor en su Palabra? Él me contestó que no se acordaba

porque estaba desconcentrado. ¿A cuántos nos ha pasado

lo mismo? El problema no está en que Dios no hable,

sino que muy pocos lo escuchan.

Cada vez que escuchamos la Palabra de Dios,

estamos ante un evento sobrenatural y maravilloso, por

lo que debiéramos prestarle toda nuestra atención y

además, sentirnos privilegiados. Lector amigo, tenemos

que hacernos conscientes de que el Señor nos habla. Él

está deseoso de hablarnos, más que nosotros de

escucharlo.

La Iglesia está tan consciente del poder de Dios en

su Palabra, que en cada misa se proclaman tres textos

bíblicos en la semana y cuatro textos los domingos.

Toda vez que Dios va a hablar mediante la

proclamación de su Palabra, nuestra actitud debe ser de

absoluta escucha. Estoy seguro que en ese momento, el

Señor te va a dar la respuesta que tanto estabas

esperando. Cuando vayas a misa, o en un instante de

intimidad en oración, dile: “Señor, dame oídos de

discípulo para escucharte, ya que sé que sólo Tú tienes

Palabras de vida eterna”.

En este pasaje dijo Jesús a Simón (Pedro): “Rema

mar adentro, y echen las redes para pescar”. Justo en el

momento en que Pedro bajaba los brazos, el Señor lo

animó; cuando todo se oscurecía, el Señor lo iluminó. Él

tiene la palabra justa en el momento preciso. Por lo tanto,

cada vez que Dios hable, estemos atentos, ya que Él tiene

la respuesta que tanto nosotros esperamos.

Maestro, hemos bregado toda la noche y no hemos

pescado nada.

La respuesta de Pedro, ante el mandato de Jesús,

es realmente ejemplar. Yo, de hecho, habría respondido

de la misma forma. La invitación de Dios, desafía

nuestro intelecto y todas nuestras opiniones personales.

Sobretodo en este caso, ya que Pedro era pescador y

seguramente de los buenos. Conocía esas aguas

perfectamente. De seguro que pensó que el Señor estaba

loco. Pero nuestro Dios es así; así es la fe,

constantemente desafiante. El Señor quiere que

confiemos en Él no en nosotros.

Te invito a que pienses en la situación de Pedro;

imagina la escena. Recuerda que estuvo toda la noche

trabajando y no pescó nada. Imagina su rostro, sus

actitudes, sus pensamientos y sus sentimientos. ¿Son sus

actitudes y sentimientos, muy parecidos a los nuestros

hoy? ¿Cuánto cansancio y frustración porque las cosas

no nos resultan como queremos o esperamos? Me

esfuerzo demasiado en mi trabajo y mi sueldo no

compensa lo que hago; le entregué todo a mi esposo (a) y

me dejó, se fue con otro (a); éramos tan amigos y me

engañó con mi novia; le he dado todo a mis hijos y ellos

ni siquiera me lo agradecen, etc.

Probablemente, Pedro se molestó bastante con el

Señor; hasta debió pensar que se estaba burlando de él.

¡Qué se cree usted. Aquí yo soy el experto. Tú no tienes

idea; eres simplemente un carpintero!

Pedro apenas lo conocía; todavía no era su

discípulo. De hecho después de este suceso se convirtió

en uno de ellos. Jesús lo transformó en pescador de

hombres (si quieres verificarlo, lee los versículos que

siguen a la lectura bíblica que estábamos meditando).

Contéstame esta pregunta: ¿cuántas veces has bregado

bastante y no has conseguido nada; Dios te muestra la

solución, pero tú respondes enojado como Pedro? ¡Qué

sabes tú, ya viniste de nuevo con tus sermones, el que

todo lo sabe! Somos soberbios verdad. Son muchas las

oportunidades en que el Señor nos muestra el camino y la

solución a nuestros problemas, y nosotros las perdemos

por nuestra necedad.

Pero, por tu palabra echaré las redes.

¡Qué humildad la de Pedro. Qué maravillosa

respuesta. Qué hermosa enseñanza! Pedro no se dejó

llevar por su soberbia, ni por sus pensamientos, ni por

sus actitudes y ni por sus sentimientos. Al contrario,

renunció a ellos contra toda lógica y creyó. Puso en

acción su fe. Decidió caminar en fe y no en visión (Cfr. 2

Cor 5, 7). No veía resultados, ya que había trabajado toda

la noche; lo había intentado todo. Pero a pesar de ello,

creyó en la Palabra de Dios.

Pedro nos muestra, en este pasaje lo que es la

verdadera fe. Está bien Señor, lo voy a hacer sólo porque

tú lo dices. He sido autosuficiente, he confiado más en

mí y lo único que he logrado es cansarme y frustrarme.

Así que renuncio a lo que yo creo o pienso y suelto las

riendas. Dejo el control de mi vida en tus manos y lanzo

las redes en tu Palabra, ya que sé que contigo puedo

hacer una infinidad de cosas más y muy superiores a las

que puedo hacer solo.

Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces de

modo que las redes amenazaban romperse.

En la obediencia de Pedro, nuestro primer papa, se

perfecciona todo acto de fe. Pedro le dijo a Jesús: esta

bien Señor en tu palabra voy a lanzar las redes. Lo voy a

hacer porque tú me lo pides. Y así lo hizo. Pedro

obedeció y por eso su trabajo fue próspero; y con

muchísima abundancia. Las matemáticas del Señor son la

suma y la multiplicación. Muchas veces nuestra vida no

es fecunda, no damos mucho fruto; ya que en muchas

ocasiones nos quedamos sólo en el: Señor, Señor, y no

hacemos lo que Él nos pide (Cfr. Lc 6, 46).

El Señor Jesús fue exaltado y glorificado por el

Padre, por su obediencia hasta una muerte de cruz. Por

eso Dios le concedió el Nombre que está sobre todo

nombre. Por eso Jesús es el Señor (Cfr. Flp 2, 6-11).

La verdadera Fe debe concretarse en obediencia;

aunque no me guste a veces y no esté de acuerdo (Cfr.

Rom 1, 5). Si queremos que nuestras redes salgan llenas

de peces, tenemos que echarlas en el Nombre de Jesús.

Tenemos que actuar en su Palabra.

Recordemos que el pecado original fue la

desobediencia de Adán y Eva ante un mandato del Señor.

Anteriormente, te mencioné que nuestra fe es

revelada; dada por Dios a nosotros. Hay que aceptarla y

obedecerla tal cual nos fue revelada por Dios, para

nuestra felicidad y salvación eterna. Pero por

desobediencia, muchas veces no aceptamos ciertos

mandatos de Dios que son claros, porque nos chocan o

van en contra de nuestras propias ideas o sentimientos.

Por ejemplo, hay un texto bíblico que fundamenta la

confesión sacramental (Jn 20,21-23). Hay un texto que

fundamenta que el adulterio no es aceptado por Dios (Mc

10, 1-12). Es importante tener presente que Pedro sacó

las redes llenas de peces porque creyó y obedeció a

Jesús. Quiero que sepas, que es difícil creer y aceptar la

voluntad de Dios; pero todo es un proceso, en el cual,

debemos perseverar y usar todas las armas que tenemos

para vencer nuestras limitaciones humanas, al mundo y a

satanás; por ejemplo: la oración con la Palabra de Dios,

los Sacramentos y la vida comunitaria.

Dios nos ama. Siempre va protegernos y va a

querer lo mejor para nosotros; pero sus bendiciones

abundantes no van a caer sobre nosotros, no porque Él no

quiera, sino porque nosotros no queremos. Y aunque

breguemos toda la noche, no pescaremos nada, ya que lo

hemos hecho a nuestra manera y en mares equivocados.

Haz y verás. Te aseguro, en el Nombre de Jesús que Dios

llenará tus redes de muchos peces; tanto que amenazarán

romperse.

Testimonio

El siguiente testimonio es sobre cómo Dios fue

preparando desde siempre mi matrimonio con mi esposa,

y de cómo nos fue guiando, fundamentalmente a través

de su Palabra desde que nos conocimos hasta que nos

casamos, y lo sigue haciendo hasta el día de hoy.

Llevaba seis meses de mi tratamiento de drogas y

alcohol, cuando un día leí en el mural de la Catedral que

estaban abiertas las inscripciones para la confirmación.

Me acerqué a la oficina y me inscribí. Fue en la

preparación donde conocí a mi esposa. Dios estaba

preparando nuestro encuentro en su propia casa. Hicimos

juntos la preparación al sacramento de la confirmación,

pero durante ese tiempo sólo compartimos un par de

veces. Fue el último día de preparación, después de una

jornada cuando realmente nos conocimos. La invité a

tomar un café y esa tarde quedó mi corazón unido al

suyo. Todo iba bien hasta cuando supe que ella tenía

diecisiete años (yo tenía veintisiete). Supe

inmediatamente que nuestra relación iba a ser difícil, no

sólo por la diferencia de edad, sino que también por el

peso de mi pasado.

En ese momento no me importó nada; estaba

anonadado con todo lo que ella era, y lo sigo estando; al

parecer a ella tampoco le importó nada de mi pasado y

menos la edad (sabía toda mi verdad desde el principio).

Sólo sabíamos que algo especial había brotado y

comenzaba a crecer en nuestro corazón. Al cabo de unas

semanas ya habíamos comenzado nuestra relación.

Los problemas no se hicieron esperar. Satanás

comenzó su labor de destruir nuestro amor, desde

personas muy cercanas a nosotros, por ejemplo: ciertos

familiares de mi esposa le “aconsejaban” que no debía

mantener una relación afectiva con un drogadicto que

sólo le traería problemas y que lo más seguro era que yo

la llevaría al mismo mundo de las drogas, ya que para

muchas personas yo no iba a poder sanarme nunca, fue

tanto el nivel de presión que Yasmín decidió cortar toda

comunicación con su familia y su familia con ella. Se

sabe que la familia es base fundamental para todo ser

humano, más para una persona como Yasmín que en ese

tiempo contaba solamente con 18 años de edad y una

madre ausente (ella había fallecido). Fue sólo por obra de

Dios que ella supo elegir por nuestro amor más que por

las apariencias típicas del mundo o por los miedos que

mi situación podría causarle. Los otros ataques venían

desde personas de la iglesia, incluso desde mi propio

interior. A mí me daba mucho miedo mantener una

relación; yo venía muy herido afectivamente, por lo que

no era capaz de soportar los ataques. Lo que más me

sorprendía era la fortaleza que Dios le dio a mi esposa

para luchar por nuestro amor. Por lo que tuvimos que

pasar y por los diecisiete años que contaba ella en ese

tiempo, me doy cuenta que lo nuestro era obra de Dios.

Cuando llevábamos ocho meses juntos se suicidó

mi suegra. Tú sabrás querido lector lo que hay detrás de

una muerte como esta y todo lo que conlleva (mi esposa

tenía 18 años y yo recién venía terminando mi

tratamiento). Fue y ha sido un hecho muy difícil de

sobrellevar. Las dificultades seguían sucediendo, desde

todas partes, pero Dios mantenía en alto la bandera de la

victoria. Cada vez que nos sentíamos agobiados, Él se

encargaba de levantarnos. Un día, estábamos en oración,

cuando el Señor nos regaló esta hermosa palabra:

“Y tú, cuando vayas a unirte a ella, rueguen

al Dios misericordioso, que se compadecerá. No temas

Dios te la destinó desde siempre. Tú la salvarás, ella ira

contigo y te dará hijos.

Cuando Tobías oyó estas palabras, ya estuvo

enamorado de ella”. (Tobías 6, 18-19).

Este libro muestra la hermosa historia de amor

entre Tobías y Sara, quienes se casaron, interviniendo

Dios permanentemente a través del arcángel Rafael. Dios

los tenía preparados desde el principio. Eran lo que todos

llamamos: “almas gemelas”.

El Señor tenía preparado nuestro amor desde

siempre. No importó la edad, ni el pasado, ni los

problemas, etc. A pesar de todo Él lo hizo sobrevivir y

crecer; además ha llenado nuestras redes de peces,

porque anduvimos y nos hemos mantenido en su Palabra.

Dios, en varias ocasiones, mientras estábamos en

oración nos dio el mismo texto bíblico y lo recordábamos

constantemente en las tribulaciones; hicimos muy nuestra

esta palabra de Dios, tanto así que fue incorporada en

nuestra misa de matrimonio y en las tarjetas de

invitación. Dios siempre tiene una historia en la Biblia

con la cual nos podemos identificar.

Si no hubiésemos echado las redes en la Palabra

de Dios, sólo habríamos bregado mucho sin haber

pescado nada. No estaríamos casados. Habríamos

perdido lo más hermoso que tenemos. Piensa: ¿cuántas

bendiciones has perdido o cuantos errores has cometido

por haber echado las redes en tu palabra y no en la

Palabra de Dios?.

Oremos para terminar este capítulo:

“Padre Bueno, te doy gracias porque tú tienes un

plan, un proyecto de vida para mí con abundantes

bendiciones. Perdóname por mis malas decisiones, que

sólo me han llevado a sentirme cansado y frustrado. Hoy

quiero entregarte las riendas de mi vida; te entrego mi

voluntad y acepto la tuya. Dame la sabiduría para

conocer tu voluntad y la obediencia para cumplirla. Sé y

confío, que sólo echando las redes en tu Palabra mi pesca

será abundante. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

CAPITULO IV

“LA PALABRA SE CUMPLE”

“No es Dios un hombre, para mentir, ni hijo de hombre,

para volverse atrás. ¿Es que Él dice y no hace, habla y

no lo mantiene”

(Num. 23, 19)

La Fidelidad de Dios

Cuando hemos comenzado a lanzar las redes en la

Palabra de Dios; es decir, hemos empezado a actuar

conforme a lo que Dios dice, nuestras redes comienzan a

salir llenas de peces. Podemos disfrutar de las

abundantes bendiciones que Dios tiene para nosotros. La

vida fluye en nosotros, ya que caminamos en paz y

confiados de que Dios va actuar en todo momento. Él

será nuestra luz y salvación y nada nos faltará. Esto

sucede, porque hemos comenzado a caminar en fe y no

en visión (Cfr. 2 Cor 5, 7). Confiamos realmente en Él y

aunque en algunas ocasiones no veamos resultados,

sabemos que Dios está actuando y no fallará. Dios

cumple todo lo que dice. Lee a continuación los

siguientes textos bíblicos.

“Yo, Yahvé, hablaré, y lo que yo hablo es

una palabra que se cumple sin dilación” (Ez 12, 25 a ).

“No es Dios un hombre, para mentir, ni

hijo de hombre, para volverse atrás. ¿Es que Él dice y no

hace, habla y no lo mantiene?” (Números 23, 19).

Nuestro Señor es un Dios de palabra. Él no miente

como nosotros; Dios es verdadero. El problema está en

que hemos humanizado a Dios. Como los demás nos

fallan, estamos convencidos que Dios también lo va a

hacer; aunque digamos que no. Estamos heridos y

vivimos desconfiados. Nos han prometido muchas cosas

que no nos han cumplido.

Esta es un área muy importante que Dios tiene que

sanar en nosotros. Recuerdo, que en mi niñez, mis padres

muchas veces me prometieron paseos de fines de

semana, a la nieve, a la playa, etc., que no cumplían.

Incluso, llegado la mañana del sábado o domingo, yo

preguntaba por el paseo; en vez de viajar y cumplir la

promesa me reprendían por molestoso. También me

prometieron castigos que me merecía, y tampoco lo

cumplían. Muchas otras promesas me hicieron que no se

cumplieron, en mi casa, en el colegio, mis amigos y

después en el trabajo, etc.

Cuando conocí al Señor, me di cuenta que estaba

muy herido en esta área, ¡y quien no lo está!; ya que no

creía muchas de las promesas que Él me hacía cada vez

que leía su Palabra. Mi imagen de Dios estaba muy

dañada, por lo que a la hora de confiar realmente en algo

que escapara de mi control, no podía. Si se trataba de una

enfermedad, un trabajo, o un problema con alguien

importante de mi familia, no podía confiar; por más que

en mi oración, yo le dijera a Dios: sí, Señor, confío en ti.

Sé que tú me vas a sacar de esto; yo perdía el control y

luego llegaba la ansiedad y el mal carácter. Caía en un

círculo vicioso que me hacía cometer muchos errores. Mi

pecado y mi voluntad mellada tenían “el control” de la

situación. Al final, terminaba haciendo lo que yo quería y

no lo que Dios me había pedido. A veces me pedía que

esperara un poco y que tuviera paciencia; pero nosotros

queremos las cosas para ayer, ya que somos en extremo

impacientes.

En el camino, Dios me fue mostrando estas

heridas que ha ido sanando poco a poco, por medio de la

oración, su Palabra, la vida sacramental y la participación

activa en una comunidad eclesial. En este tiempo me he

percatado que las personas respiramos por nuestras

heridas, que mientras no sean sanadas, nos llevan a caer

permanentemente en los mismos errores.

Dios me llevó a perdonar a mis padres y a todos

aquellos que me prometían cosas y no me las cumplían.

También le pedí perdón a Él por no confiar en su

Palabra, y creer que era mentiroso igual que nosotros. A

lo mejor, suena fuerte decir que creo que Dios es

mentiroso. Nunca he dicho literalmente que Dios es

mentiroso, pero muchas de mis actitudes lo reflejaban,

porque al estar herido interiormente, inconscientemente

actuaba como una persona que realmente no le cree a

Dios. Esto es respirar por las heridas, decir que creo en

Dios y no actuar en consecuencia a la fe digo tener.

Dios me ha ido trabajando a su ritmo, de acuerdo

a su infinita sabiduría. Me ha enseñado a creer en su

Palabra y me ha dado la gracia para atreverme a creer;

me ha respondido rápidamente en variadas ocasiones. De

esta manera, mi fe ha crecido. Él es infinitamente sabio,

ya que a medida que vas creciendo, te va exigiendo un

poco más. Él sabe cuanto uno puede dar.

El Señor me ha disciplinado, me ha enseñado a ser

dócil y a esperar en Él. Si tú le entregas las riendas a

Jesús y lanzas las redes en su Palabra, Él no se hace

esperar. Él mismo dice que su Palabra se cumple sin

demora, y nuestro Dios no miente. Si caminas en su

Palabra verás sus respuestas y su obrar poderoso

rápidamente. No he conocido nada que produzca más

gozo en el corazón que ver la respuesta de Dios cuando

uno confía y lanza las redes en su Palabra, aunque vaya

contra toda lógica y esperanza. Si estás dudando de lo

que te digo, imagina la cara de Pedro cuando sacaron las

redes llenas de peces. Sólo atinó a caer de rodillas ante el

Señor, lleno de sombro por lo que Jesús fue capaz de

hacer. Tú también vas a caer de rodillas; a mí me ha

pasado muchas veces. Es tanto el gozo y el asombro, que

uno no se puede contener sin poder rendirse ante su

grandeza y poder. Hazlo y verás.

No te sientas culpable si fallas; de hecho vas a

fallar, ya que hay algunas pruebas de fe que son más

difíciles que otras. Es como pasa en la escuela o la

universidad, en que hay pruebas más difíciles en las uno

falla. Aquí estás en la escuela de Jesús, nuestro Maestro;

Él te va a ayudar permanentemente a que vayas pasando

las pruebas de fe y vayas creciendo. No te rindas, aunque

sientas frustración, persevera; Satanás está en todo

momento acusándote y reflejándote tus errores para que

te sientas frustrado y abandones la lucha. No le sigas el

juego, sólo persevera y verás la Gloria de Dios actuando

en ti.

Después del milagro de la pesca, Pedro le falló a

Jesús y lo negó tres veces; es nuestra humanidad.

Aunque tú y yo fallemos nuestro Dios se mantiene fiel

siempre, porque no puede negarse así mismo (Cfr. 2 Tim

2, 13). Él es Dios y no puede dejar de ser Dios; Él es

Amor y no puede dejar de amar. El Señor es fiel y no

puede dejar de cumplir su Palabra. Al contrario, Dios

vela atentamente a que todo lo que diga se cumpla (Cfr.

Jer 1, 12); su Palabra está empeñada y no dejará de

cumplirla. Es por esta razón, por la que Dios tiene nueve

coros, nueve tipos de ángeles a su disposición; tú y yo

tenemos uno, nuestro ángel custodio. Ellos trabajan día y

noche para que el plan de Dios y todas sus promesas se

cumplan.

Ahora que sabemos que Dios cumple

íntegramente toda su Palabra. Quiero compartir contigo

un aspecto que es muy importante para mí y que ha

desvirtuado la imagen de Dios. Él es infinitamente

misericordioso, tierno y protector; pero también es

infinitamente justo.

Hoy vivimos en una sociedad liberal, en que

muchos padres satisfacen todos los caprichos de sus

hijos. Muchas veces he escuchado decir a padres que

quieren darle a sus hijos todo lo que ellos no tuvieron;

que nunca van a tocar a sus hijos porque ellos fueron

muy golpeados. De esta manera, se van al extremo y se

convierten en padres muy permisivos (respiran por sus

heridas). No se atreven a corregir a sus hijos y castigarlos

por una indisciplina o desobediencia a un mandato u

orden. Cabe mencionar que no estoy invitando a pasar al

otro extremo, a ser castigador y no permitir ninguna

caída de su hijo; pero es necesario aplicar justicia, tanto

para premiar como para corregir. Hay muchos padres que

castigan a sus hijos y a los cinco minutos levantan el

castigo, desautorizando su propia palabra. Hay otros, en

que uno de los dos da una orden, corrige o castiga y el

otro lo desautoriza. Por otro lado, hay padres que no se

atreven a corregir ciertas desviaciones, porque no tienen

autoridad para hacerlo, ya que ellos cometen los mismos

errores. Veamos unos ejemplos de este último punto: si

un padre convive con una mujer no puede exigirle a un

hijo que no lo haga; si una madre o un padre fuman, no

pueden exigirle a sus hijos que no lo hagan cuando a los

quince años les quieren pedir permiso para hacerlo; y por

temor a la tiranía de sus padres deciden fumar a

escondidas. No se trata de avalar que fumen, sino que les

muestren con el ejemplo que no deben hacerlo.

Todo esto provoca inseguridad, desobediencia y

rebeldía en los hijos. No es fácil ser padre. Muchos se

escudan en decir que no hay escuela para padres y que

por eso se va aprendiendo en el camino. Pero eso, creo

que es mentira, ya que en la iglesia hay pastoral de la

familia; además Dios, si uno lo deja te va enseñando a

ser padre por medio de su Espíritu y su Palabra. Si de

verdad amáramos a nuestros hijos, nos preocuparíamos

de aprender a educarlos a enfrentar y a vivir esta vida. Si

nuestros hijos son rebeldes y desobedientes, y fracasan

en la vida es nuestra responsabilidad como padres; no es

la sociedad, ni la mala suerte, ni Dios los responsables.

No les digo esto para que se sientan culpables sino para

que se arrepientan y vuelvan a Dios. Nunca es tarde para

volver a Él. Dios nos espera con los brazos abiertos

como un padre que ama y perdona a sus hijos, y tiene el

poder para renovar y restaurar todo lo destruido.

Recuerda la parábola del hijo pródigo.

Dios es claro en su Palabra para enseñarnos y

decirnos que debemos corregir a nuestros hijos para que

sean hombres y mujeres de bien; ya que Él, que quiere

que seamos santos también lo hace. Lee y medita los

siguientes textos que están a continuación y extrae tus

propias conclusiones. Pide a Dios que te dé la gracia de

entenderlos, aceptarlos y hacerlos tuyos:

“Pues a quien ama el Señor, lo corrige; y

azota a todos los hijos que reconoce. Sufren para

corrección suya. Como a hijos los trata Dios, y ¿qué hijo

hay a quien su padre no corrige? Mas, si quedan sin la

corrección, que a todos toca, señal de que son bastardos

y no hijos. Además, teníamos a nuestros padres

terrestres, que nos corregían, y les respetábamos. ¿No

nos someteremos mejor al Padre de los espíritus para

vivir? ¡Eso que ellos nos corregían según sus luces y

para poco tiempo! Mas Él para provecho nuestro, y para

hacernos partícipes de su santidad. Cierto que ninguna

corrección es, a su tiempo, agradable, sino penosa; pero

luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados

en ella”. (Hebreos 12, 6 – 11).

“El que ama a su hijo, lo castiga sin cesar

para poder alegrarse en el futuro. El que educa a su

hijo, tendrá muchas satisfacciones, y entre sus conocidos

se sentirá orgullosos de él. El que instruye a su hijo,

dará envidia a su enemigo y ante sus amigos se sentirá

satisfecho.

Cuando el padre muere es como si no

muriera, pues deja tras de sí uno hijo semejante a él.

Durante su vida se alegra de verlo, y a la hora de su

muerte no siente tristeza. Contra sus enemigos deja un

vengador, y para sus amigos un benefactor.

El que mima a su hijo, vendará sus heridas,

a cada grito se les moverán sus entrañas. Caballo no

domado sale bravo, hijo consentido sale arisco. Mima a

tu hijo y te dará sorpresas, juega con él y te traerá

disgustos. No rías con él sino quieres acabar llorando y

rechinando de dientes. En su juventud no le des libertad,

y no pases por alto sus errores. Doblega su cuello

mientras es joven, pégale en las costillas cuando es

pequeño no se que, volviéndose rebelde te desobedezca,

y sufras por él una honda amargura. Educa a tu hijo y

trabájalo bien, para que no tengas que soportar su

insolencia”. (Eclesiástico 30, 1- 13).

La verdad es que a simple vista estos textos se ven

exagerados y muy duros; pero hay que aprender que la

Palabra de Dios no se “lee” con los ojos, ni se entiende

con la razón. Sino que se lee con el Espíritu y se entiende

con el corazón. No se trata de salir de un extremo, donde

los padres son permisivos y caer en otro extremo, donde

los padres son golpeadores y abusadores de sus hijos.

Dios es Padre y no por eso le ahorró momentos

de dolor a Jesús; y si examinas tu vida tampoco te los ha

ahorrado a ti.

Antiguamente la mayoría de los padres eran

castigadores, pero nuestra sociedad se ha encargado de

“mejorar la educación” de los niños; es por eso que ya no

parece raro escuchar decir a hijos que van a denunciar a

sus padres si los golpean o castigan, ya que ellos también

tienen derechos. Erróneamente, sólo se habla de

derechos, pero ¿qué sucede con los deberes?, ¿Los

conocemos?, ¿los hacemos cumplir?.

Creo que los padres, hemos cometido un grave

error al hacerle recorrer a los hijos el camino fácil

(facilidad no es sinónimo de felicidad); fue mi caso y

terminé en una clínica de rehabilitación de drogas y

alcohol.

Hoy en día muchos padres afirman ser amigos de

sus hijos, incluso algunos no sólo les permiten beber

delante de ellos, sino que lo hacen con ellos. Estas ideas,

y muchas otras, de que los padres deben ser amigos de

sus hijos son enseñanzas de la corriente anticristiana

New Age o Nueva Era. Esta corriente ha hecho parecer

lo malo bueno y lo realmente bueno malo; incluso toma

ciertas partes del cristianismo mezclándola con religiones

paganas para vestirse de ángel de luz y confundir a

quienes buscan verdaderamente a Dios (Cfr. 2 Cor 11,

14). Estamos siendo engañados como en el tercer

capítulo del génesis por la Nueva Era, viendo una

manzana bonita y roja por fuera, que está podrida y

agusanada por dentro.

Hay un pensamiento que clarifica lo que te he planteado:

“tus exigencias sin amor, me enfurecen; tu amor sin

exigencias, me empobrece; tu amor exigente, me

enriquece”.

Cuando los padres hemos sido muy permisivos

con nuestros hijos, ellos proyectan en Dios esa misma

imagen, a veces en forma consciente y otras de manera

inconsciente. Creen que Dios todo lo permite. Pero Dios

es justo y corrige nuestros malos actos para que

enderecemos el camino. Nos cuesta mucho entender esto,

sobretodo cuando no hemos sido disciplinados, y por

nuestra rebeldía, podemos hasta perder nuestra alma.

Incluso, muchos se burlan de Dios y desafían su

autoridad, actuando con rebeldía y negando varios

aspectos de su Palabra. Recordemos que Él cumple toda

su Palabra, y así como Jesús habló mucho sobre el Reino

de los Cielos, también lo hizo en varias ocasiones sobre

el infierno.

El infierno y el diablo existen, es una realidad.

Hay quienes creen y actúan creyendo que no es así.

Ellos, con sus actitudes, al negar la existencia del

infierno y satanás, tratan a Jesucristo de mentiroso;

cuando en realidad nosotros lo somos y no Él. No te digo

esto para que te asustes, sino para que no juegues con tu

vida, cuides tu alma y veles por ella; ya que el enemigo

anda como león rugiente buscando a quien devorar (Cfr.

1 Ped 5, 8). Dios quiere que todos se salven, pero respeta

nuestra libertad para decidir. Nadie tiene la vida

comprada; no sabemos si mañana vamos a estar vivos, ni

siquiera los próximos minutos. Te hago una pregunta: ¿si

hoy fuera tu último día de vida, estás preparado para

aceptar en tu corazón a Dios? Nuestro corazón tiene una

puerta para entrar, cuyo cerrojo está por dentro; la llave

la tienes tú. Jesucristo ya ganó el Reino de Dios para

nosotros hace dos mil años, pero aceptarlo depende de

nosotros. Dios está tocando permanentemente a nuestra

puerta de muchas formas, pero la libertad de abrirla es

nuestra. No pierdas tu vida. No abuses de la misericordia

de Dios; hay muchos que lo hicieron y hoy están en el

infierno. Te exhorto a que no te asustes; de hecho, el

miedo no es de Dios. Hay un don del Espíritu Santo que

se llama Santo temor de Dios, que nos ayuda a no querer

fallarle a Dios no por miedo al castigo, sino por amor.

Este don nos hace reconocer el maravilloso amor que el

Señor tiene por nosotros y por eso nos inspira

permanentemente a serle fiel. Por ejemplo, yo amo a mi

esposa y me esfuerzo para no fallarle, no por miedo, sino

por la fidelidad y amor que ella me profesa. Querido

lector, no te preocupes; poco a poco el Señor va a ir

sanando las imágenes erradas que tienes de Él, y podrás

disfrutar de su maravilloso amor. Gozarás de la más

hermosa dignidad que los seres humanos podemos tener,

ser un hijo profundamente amado por el Padre Celestial.

Sólo tienes que abrir tu corazón y dejar que Él haga el

trabajo en ti.

Nosotros somos ciudadanos del cielo (Cfr. Flp 3,

20); nuestra vida es eterna, no dura 50 ó 60 años como la

de la tierra. No pierdas la oportunidad de gozar de la

plenitud de Dios en la eternidad.

Pasando a otro punto, quiero contarte que Dios

quiere que seamos plenamente felices y que gocemos de

sus bondades. La Biblia está llena de promesas de amor,

paz, prosperidad, salud, fortaleza, etc. Todo lo que

necesitamos para nuestra felicidad se encuentra

prometido por Dios en su Palabra. Nadie que está

enfermo puede ser feliz, nadie que tenga necesidades

económicas tampoco, y por último, ninguna persona que

tenga miedo o falta de paz puede ser feliz. Todo eso y

mucho más, se encuentra prometido por Dios en la

Biblia. Y como ya sabemos que Dios cumple toda su

Palabra y sin demora, basta con que caminemos en ella y

esperemos en sus promesas para ser libres de toda

preocupación y feliz.

Este es el desafío de la fe y mi deseo para ti. Si tomas en

serio este libro y haces tuyas las sugerencias que te doy,

las respuestas y bendiciones de Dios no se harán esperar;

te lo aseguro en el Nombre de Jesús. Esto no es soberbia,

simplemente estoy siendo testigo del poder de Dios y

confío en Él; ya que nuestro Dios no es mentiroso.

Hay algunas promesas hermosas que me gustaría

compartírtelas, para que las hagas tuyas y disfrutes un

poco de las riquezas de nuestro Dios, y te animes a

conocer las muchas otras que el Señor tiene reservadas

para sus hijos y así, comiences a vivir y esperar en ellas.

- “Hijo mío, atiende a mis palabras, presta oído a mis

razones. No las pierdas de vista, consérvalas en tu

corazón. Pues son vida para quienes las encuentran y

salud para todo su cuerpo” (proverbios 4, 20-22)

- “Y mi Dios proveerá a todas sus necesidades con

magnificencia, conforme a su riqueza, en Cristo

Jesús” (Flp 4, 19)

- “Le respondieron: Ten fe en el Señor Jesús y te

salvarás tú y tu familia” (Hechos 16, 31)

- “Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días

hasta el fin del mundo” (Mateo 28, 20)

Si estas promesas de Dios, y todas las que

encuentres en la Biblia, las haces tuyas profesándolas y

repitiéndolas en todo momento, se harán vida en ti; se

harán realidad. Si mantienes firme la espera en estas

promesas, ellas se cumplirán en ti; pues fiel es Dios para

mantener y cumplir lo que promete (Cfr. Hb 10, 23). No

te apartes de ellas; se clavarán en tu corazón y tu mente,

y desaparecerá poco a poco el miedo, la ansiedad y la

tristeza; y la Paz de Cristo habitará en ti.

El Espíritu Santo: La mayor promesa cumplida por

Dios.

El Espíritu Santo es la tercera persona de la

Santísima Trinidad. Es el propio Espíritu del Señor. Él

conoce todos los misterios de Dios (Cfr. 1 Cor 2, 10); y

como Dios es amor, su Espíritu también es amor.

Nosotros, al ser bautizados hemos recibido el Espíritu

Santo que nos permite conocer los misterios del amor de

Dios. El Señor quiere tener una relación personal con sus

hijos, y por eso derramó su Espíritu sobre nosotros. Es

decir, hemos recibido el mismo Espíritu de Dios. El

Espíritu Santo no es nada más que el amor de Dios

derramado en nuestros corazones (Cfr. Rom 5, 5). Este es

el más hermoso regalo que nosotros hayamos recibido,

debemos hacernos conscientes de esto. El amor de Dios

habita en nuestros corazones. Somos templos del Espíritu

Santo (Cfr. 1 Cor 6, 19). Nosotros mismos somos la casa

de Dios. El Señor nos ama tanto, que decidió habitar en

nuestro propio corazón.

Nuestra humanidad pecadora no nos deja muchas

veces hacernos conscientes de que el Espíritu Santo

habita en nosotros. No lo hemos dejado actuar, por lo que

nuestra espiritualidad está adormecida y nuestro corazón

endurecido; estamos lejos de ser cristianos y de

parecernos a Jesús, aunque hayamos sido bautizados,

hayamos sido confirmados o vayamos a misa todos los

domingos.

El Espíritu Santo formó a Jesús en el vientre de

María, y ella posteriormente, lo dio a luz a toda la

humanidad. Esto mismo hace en nosotros el Espíritu;

forma a Jesús en nuestro corazón para que nosotros lo

demos a luz a los demás. Él forma el carácter de Jesús en

nosotros. Él es el que se ensucia las manos, formándonos

y disciplinándonos a la manera de Jesús. Pero nuestras

limitaciones y pecados, muchas veces mantienen en

silencio y encerrado al Espíritu Santo en nuestro interior.

Es fundamental que nos hagamos conscientes de la

importancia que tiene el Espíritu en nuestra vida. De lo

contrario, nuestra relación con Dios y nuestra vocación

de vida será imposible. Es por esta misma razón que

Dios prometió a su pueblo de boca del profeta Ezequiel,

que enviaría su Espíritu, y que Él cambiaría nuestro

corazón de piedra por un corazón de carne; derramaría su

Espíritu sobre este corazón nuevo, para que caminemos

bajo su dirección (Cfr. Ez. 36, 25 – 27).

Tan importante es la presencia del Espíritu Santo

en nosotros y que lo dejemos actuar; que también Jesús

le manifestó a sus discípulos que era conveniente que él

se fuera para que viniera el Espíritu, el Paráclito que los

llevaría a la verdad completa y les enseñaría todo lo

necesario (Cfr. Jn 16, 7-13). En reiteradas ocasiones, el

Señor Jesús habló del Espíritu Santo y de la importancia

de su actuar para nosotros.

El Espíritu santifica, enseña, disciplina, nos ayuda

ha hacer lo que nosotros no podemos y nos cuida para

que no hagamos lo que daña a otros o a nosotros.

Una de las cosas que yo encuentro más difícil en

la vida, es reconocerse pecador; reconocer lo malo que

uno hace, ya que somos muy egocéntricos y

autoreferentes; generalmente le echamos la culpa a los

demás de lo que es responsabilidad nuestra. Pero el

Espíritu Santo nos da la humildad y valentía para

reconocernos pecadores (Cfr. Jn. 16, 8). Esto es de gran

importancia, ya que no se puede crecer si uno no asume

sus errores, y por otro lado, tampoco existe perdón. Si yo

no he hecho nada, según mi parecer, no necesito que me

perdonen; si no necesito que me perdonen entonces soy

perfecto; y si soy perfecto, entonces me creo dios.

Creerse dios es el peor pecado; fue el engaño de satanás

a Adán y Eva (Cfr. Gn. 3, 5). Si me creo dios, no tengo

necesidad de Él; he caído en la total soberbia y cerrazón

del corazón a Dios; esto me puede costar la salvación

eterna, porque este es el único pecado que no tiene

perdón (Cfr. Mc. 3, 28 – 29).

El Espíritu Santo es realmente muy importante en

nuestras vidas, y al mismo tiempo es la promesa más

hermosa cumplida por Dios a favor de sus hijos.

Esta promesa se cumplió el día de Pentecostés (50

días después de la resurrección de Jesús). Estaban todos

los apóstoles reunidos en oración junto a María en espera

del Espíritu santo. Confiaban en la promesa que Jesús les

había hecho. El Señor les había dicho cuando se les

aparecía después de haber resucitado, que se mantuvieran

unidos en espera del Espíritu Santo. Ellos fueron

obedientes y valientes contra toda esperanza; recuerda

que estaban asustados, ya que se les había ido el Maestro

y pensaban que correrían la misma suerte. Pero se

mantuvieron en fe y no en visión, hasta que llegó el

Espíritu. Esta confianza abrió como siempre el corazón

de Dios y se derramó su Espíritu sobre ellos:

“Al llegar el día de Pentecostés, estaban

todo reunidos con un mismo objetivo. De repente vino

del cielo un ruido como una impetuosa ráfaga de viento,

que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les

aparecieron unas lenguas como de fuego que se

repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; se

llenaron todos de Espíritu Santo y se pusieron a hablar

en diversas lenguas, según el Espíritu les concedía

expresarse”. (Hc. 2, 1-4)

Podría contarte muchas obras que el espíritu Santo

hizo en aquellos hombres timoratos, pero es mejor

exhortarte a que leas el libro de los Hechos de los

Apóstoles en la Biblia. El mejor testimonio de lo que ha

hecho el espíritu Santo es nuestra Iglesia Católica, que

nació el día de Pentecostés y hoy, a pesar de las

dificultades, se mantiene unida y cuenta con dos mil años

de vida. Es la institución más grande del mundo y sus

frutos están en los numerosos santos que siendo hombres

y mujeres pecadores al igual que nosotros, vencieron y

trascendieron, haciendo grandes obras para el bien de la

humanidad y para la Gloria de Dios.

La promesa del Espíritu santo es para ti

“... pues la Promesa es para ustedes y para

sus hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos

llame el Señor Dios nuestro”. (Hc. 2, 39).

El Espíritu transformó las vidas de los apóstoles,

de hombres tímidos y llenos de amargura y frustración a

hombres valientes y llenos de gozo. Esta misma promesa

que el padre cumplió hace ya dos mil años, es para ti

hoy. Jesucristo está vivo y sigue ayudando de la misma

forma en nuestro tiempo, porque Él es el mismo ayer,

hoy y siempre (Cfr. Hb. 13, 8). Tú y yo recibimos el

Espíritu Santo cuando fuimos bautizados. Posiblemente,

nos bautizaron cuando fuimos muy pequeños y ni

siquiera tenemos recuerdo de ello. A lo mejor, no fuimos

educados en la fe, por lo que nunca nos hicimos

conscientes de que en nosotros habitaba el mismo

Espíritu Santo, que éramos templos de Dios. No nos

dimos cuenta de que teníamos este maravilloso Don, que

nos lleva a tratar a Dios como papito (Abba) (Cfr. Rom.

8, 15). Como no nos hemos hecho consciente de la

existencia de este maravilloso regalo de Dios, ni siquiera

lo hemos abierto; está en el mismo envoltorio con que

recibimos. Lo que vamos a hacer en un momento más es

abrir este regalo, mediante una oración como la que

hicieron los apóstoles el día de Pentecostés, para que

comiencen a actuar en ti todas las riquezas de ese regalo.

A esta oración se le llama efusión del Espíritu Santo o

bautismo en el Espíritu. Insisto, no es el sacramento que

ya recibiste, sino que es un reavivamiento, un despertar

de todas las bondades, las gracias que el Espíritu de Dios

derramó en ti cuando fuiste bautizado y quedaron ahí en

tu corazón adormecidas, sin ser utilizadas. Antes de

hacer la oración quiero que conozcas las riquezas que el

espíritu nos regala, para que la hagas con expectativas y

consciente de que el Espíritu Santo está despertando en ti

muchas de estas gracias.

Son tres los tipos de regalos que se nos dan

cuando recibimos el Espíritu Santo.

Dones: (Isaías 11, 1- 3). En primer lugar recibimos los

siete dones del Espíritu Santo. Estos dones nos ayudan

en nuestro desarrollo espiritual personal. Estos son:

sabiduría, entendimiento, ciencia, consejo, fortaleza,

piedad y santo temor de Dios.

Carismas: (1 Cor 12, 4- 11). El segundo regalo del

Espíritu corresponde a los carismas, que son gracias

especiales que se utilizan en bien de los demás. A

diferencia de los dones, que son para nuestro beneficio

personal y que además recibimos en su totalidad; los

carismas son herramientas para la construcción de la

Iglesia. Son gracias que usamos para el bien de los

demás.

Hay algo muy importante a considerar respecto de

los carismas, y es que ellos no se pueden recibir en su

totalidad. Es decir, de los nueve carismas, tú puedes

recibir algunos, yo puedo recibir otros, otra persona

puede recibir otros distintos; de esta manera entre todos

podemos construir la Iglesia. El objetivo del Espíritu

Santo es que hagamos cuerpo y que unidos todos

trabajemos por el bien común; es por eso, que reparte los

carismas según su voluntad. Este es el sueño del Señor

Jesús: que todos seamos uno para que el mundo crea en

Él (Cfr. Jn 17, 21). Por lo tanto, el Espíritu también tiene

el mismo sueño.

Los carismas son: Palabra de sabiduría, palabra de

conocimiento, profecía, sanación, milagros, fe (de mover

montañas), discernimiento, don de lenguas e

interpretación en lenguas.

Frutos: (Gal 5, 22-23) Los frutos son nueve, y reflejan el

grado de santidad que hay en una persona. De qué

manera nuestro amor a Dios, al prójimo y a nosotros

mismos se reflejan en nuestra vida. Este es un excelente

parámetro para medir como estamos personalmente y

como cristianos. Los frutos del espíritu son: amor, paz,

gozo, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad,

humildad, y dominio propio. (Te sugiero que busques

material sobre estos temas).

Yo creo que todos quisiéramos que estos frutos se

manifiesten abundantemente en nuestras vidas, ya que

esto es lo que se necesita para ser feliz. La paciencia, por

ejemplo, no es una virtud humana; no es fruto de nuestra

humanidad. Nuestra raíz es pecadora (Cfr. Sal. 51, 7),

por lo que nuestros frutos no son más que pecados. Es el

Espíritu Santo, cuando toma las riendas de nosotros el

que nos transforma y nos santifica para que demos estos

maravillosos frutos.

¿Sabes qué precio tiene el Espíritu Santo? Nada,

es absolutamente gratis (Cfr. Apoc. 22, 17); sólo

necesitas pedirlo al Padre, en el nombre de Jesús. Ánimo,

abre tu corazón y recibe el Espíritu Santo. A nuestra

manera nada resulta. Todos lo hemos intentado solos.

Con Él todo lo podemos. ¿Quieres tener paz?, ella viene

del Espíritu Santo; ¿quieres amar verdaderamente?, el

amor viene del Espíritu; ¿quieres tener fe para mover

montañas?, ésta también viene del Espíritu; ¿quieres ser

sabio?, la sabiduría verdadera viene también de Él.

Te invito a pedirlo; no importa que no lo

merezcas. El Señor Jesús ya lo ganó para ti. La promesa

del Espíritu Santo es para ti hoy; acéptalo, es gratis.

Recuerda que el Padre cumple sus promesas y si tú se lo

pides, Él te lo dará.

La oración Milagrosa

El milagro, más grande que pueda existir, no es

resucitar un muerto, ni sanar un cáncer; sino que el

corazón del hombre se convierta a Dios. En todo este

tiempo de caminar con Dios he visto bastantes milagros

y sanaciones; pero realmente pocas conversiones; es

decir, personas que no crean en Dios, sino que le crean a

Dios. Este es el milagro más grande que pueda existir.

Hay una oración maravillosa que produce grandes

milagros de conversión y la quiero compartir contigo. Te

voy a pedir que la hagas con tu corazón abierto de par en

par; recuerda todo lo que hemos compartido en este libro.

Te aseguro, que si la haces con toda la fe que el Señor te

dio, obrará milagros hermosos en tu vida. Además, si

amas a alguien, ora por esa persona y cuando Dios

presente la oportunidad llévala a que haga esta oración.

Así estarás colaborando con la gran comisión: hacer que

todos sean discípulos de Jesús. (Cfr. Mt 28, 19). Él Señor

pondrá gozo en tu corazón que nadie, ni nada te podrá

quitar.

Esta oración consta de tres pasos:

Renuncia: En esta primera etapa, se debe renunciar a

satanás y a todas sus obras, por ejemplo: espiritismo,

brujería, tarot, horóscopos, etc. Además se debe

renunciar a nuestro pecado personal y nuestra mala

manera de vivir, por ejemplo: resentimientos,

ambiciones, apego a cosas y personas, lujuria, gula,

alcohol, drogas, etc.

Proclamación: Una vez que hemos hecho nuestra

renuncia y vaciado nuestro corazón, aceptamos a Jesús

como único Salvador y lo proclamamos como el Señor

de toda nuestra vida; esto se debe hacer en vos alta (Cfr.

Rom 10, 9).

Pidiendo el Espíritu Santo: Finalmente, habiendo

proclamado a Jesús como Salvador y Señor, pedimos al

Padre, que nos envíe (renueve el Espíritu en nosotros si

ya lo tenemos) el Espíritu Santo y que nos llene de su

presencia, de sus Dones, Frutos y Carismas.

A continuación compartiré contigo esta oración

milagrosa; te sugiero que en un momento de íntima

soledad, la hagas explayándote según te inspire tu

corazón en cada una de las etapas mencionadas

anteriormente.

Oremos:

Señor Jesús, me presento ante ti como soy.

Te pido perdón por mis pecados, me arrepiento de ellos;

por favor perdóname. En tu Nombre, perdono a todos los

que me han ofendido (nómbralos). Renuncio a Satanás a

los espíritus maléficos y a todas sus obras (menciona si

tuviste participación en algunas de esas obras, como las

que te mencioné más arriba. Me entrego por completo a

ti con todo mi ser. Señor Jesús, ahora y siempre te invito

a entrar en mi vida, te acepto como mi Salvador personal

y mi Señor; el dueño de toda mi vida. Sáname,

cámbiame, fortaléceme en cuerpo, alma y espíritu.

Ven señor Jesús, cúbreme con tu preciosa

Sangre y lléname ahora mismo del Espíritu Santo.

Espíritu Santo ilumíname, guíame y

lléname con tu amor, con tus Dones, con tus Frutos y tus

Carismas.

Te amo señor Jesús. Te alabo señor Jesús y

te doy gracias. Te seguiré cada día de mi vida. Amén.

CAPITULO V

“EN EL NOMBRE DE JESUS”

“....de modo que todo lo que pidan al Padre en mi

Nombre se lo conceda”

(Jn. 15, 16)

“El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para

dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos,

también herederos: herederos de Dios y coherederos de

cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también

con Él glorificados”. (Rom 8, 16-17).

“Él es imagen de Dios invisible, primogénito de

toda la creación, porque en Él fueron creadas todas las

cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las

invisibles, tronos, dominaciones, principados,

potestades: todo fue creado por Él y para Él, Él existe

con anterioridad a todo, y todo tiene en Él su

consistencia”. (Col 1, 15-17).

Estoy seguro de que la oración que hemos hecho,

ha despertado en ti muchas riquezas que estaban

adormecidas. El mismo Dios dice en su Palabra que si le

pedimos algo según su voluntad, sabemos que tenemos

conseguido lo que hayamos pedido (Cfr.1 Jn 5, 14-15).

Nosotros hemos renunciado a nuestra manera de vivir,

hemos aceptado a Jesús como Salvador y Señor, y le

hemos pedido su Espíritu. Todo esto es absoluta voluntad

de Dios, por lo que el Espíritu ya está haciendo en ti una

gran obra.

Lo primero que el Espíritu Santo hace, según el

primer texto, es hacerte conscientes de que eres hijo de

Dios. Él es tu Padre y te ama como a nada en el mundo,

con un amor personal e incondicional. No tienes que

hacer ningún mérito para que Él te ame; sólo acéptalo.

Los méritos fueron hechos por su hijo Jesucristo

(hablaremos de ello en este capítulo). Sólo debes aceptar

que Dios te ama porque eres su hijo en Cristo Jesús.

Lo segundo que el Espíritu Santo hace es revelarte

que tú, al ser hijo de Dios, eres heredero de todas sus

riquezas: amor, paz, salud, prosperidad, vida eterna, etc.

Todo esto te pertenece; no porque te lo hayas ganado,

sino que Cristo ganó todo eso para nosotros en la Cruz.

De otra manera no habría sido posible.

Como dice San Pablo:

“Pero Dios, rico en misericordia, por el grande

amor que nos amó, estando muerto a nuestros delitos,

nos vivificó juntamente con Cristo -por gracia han sido

salvados- y con Él nos resucitó y nos hizo sentar en los

cielos en Cristo Jesús” (Ef 2, 4-6).

Era demasiada nuestra deuda con Dios, pero el

Señor Jesús la canceló por nosotros. Las puertas del

cielo, nuevamente están abiertas para nosotros. ¿Por qué

estar triste?, ¿por qué angustiado?, ¿por qué

preocupados? Porque no somos conscientes de lo ricos

que somos en Cristo, y que tenemos un Padre que nos

ama más allá de lo que nosotros podamos imaginar. ¡Así

que alégrate, ya que el Espíritu Santo está haciendo todo

esto, y mucho más en ti!

No hay otro Nombre

“Jesús contestó: Yo soy el Camino. La

Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí”. (Jn

14, 6).

“No hay salvación en ningún otro, pues

bajo el cielo no se ha dado a los hombres ningún otro

Nombre por el que debamos ser salvados”. (Hc 4, 12).

Nuestro corazón tiene forma de Dios, y al igual

que un rompecabezas, el único que cabe en él es Dios. El

único que lo puede llenar es Dios. Como decía San

Agustín: “nos creaste para ti Señor, e inquieto estará

nuestro corazón, mientras no descanse en ti”.

Todos, de una u otra forma buscamos a Dios;

incluso los que se dicen ateos. Estoy convencido que

muchos de ellos, ante una gran aflicción, levantan sus

cabezas, juntan sus manos y claman auxilio a nuestro

Dios. Somos de Él; le pertenecemos y somos sus hijos.

Si hacemos una encuesta, seguramente el noventa

porciento (nueve de cada diez personas) dirá que cree en

Dios; pero ¿por qué no se nota? La gran mayoría vive

triste, atemorizado, ansioso, etc. Esto se debe a que, en

primer lugar hemos buscado a Dios por caminos

equivocados. No sabemos que el único camino se llama

Jesús. En segundo lugar, no somos conscientes de lo que

somos y poseemos en Cristo: hijos y herederos de Dios

nuestro Padre.

“Porque tanto amó Dios al mundo que dio

a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en Él no

perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha

enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino

para que el mundo se salve por Él”. (Jn 3, 16-17).

Tanto nos ama Dios que envió a Jesús para

salvarnos. Recuerda que Él quiere que todos se salven.

Estimado lector, esto sucedió hace dos mil años. Es

decir, el Señor Jesús ya nos salvó hace mucho tiempo.

Pero esa salvación hay que hacerla nuestra. ¿Cuánto

cuesta? Nada, Jesús ya pagó con su Sangre la factura que

nosotros debíamos a Dios, clavándola en la cruz (Cfr.

Col 2, 14). ¡Te das cuenta, lo maravillosos de esto! Tú y

yo, somos tan valiosos para el Señor que valemos el

mismo precio de su Sangre. ¡Fuimos bien comprados no

te parece!

Por lo tanto, ¿Qué significa ser salvo? Para ser

salvo, hay que reconocer en primer lugar, que se está

necesitado de salvación. Al igual que en la playa una

persona necesita salvavidas cuando se está ahogando; es

decir, no puede salir del agua solo. De lo contrario

moriría.

Para ser salvo necesito reconocer que solo no

puedo, que necesito ayuda, y esto nos cuesta mucho (ya

hemos hablado de esto antes). Por eso Dios, muchas

veces tiene que quitarnos nuestras “seguridades

terrenales” para que reconozcamos nuestra absoluta

necesidad de Él. Es necesario experimentar nuestra

miseria para experimentar la Misericordia de Dios.

De esta manera, renunciamos a nuestra forma de

vivir, abrimos nuestro corazón y mente y aceptamos al

Señor Jesús como nuestro Salvador personal; el único.

Dios se encargará de hacernos reconocer que no hay otro

camino u otro nombre para ser salvo, que el nombre de

Jesús.

Señor de Señores

“Estos harán la guerra al Cordero (Jesús),

pero el Cordero, como es Señor de Señores y Rey de

Reyes, los vencerá en unión con los suyos, los llamados,

los elegidos y los fieles”. (Apoc 17, 14).

“Tengan entre ustedes los mismos

sentimientos que Cristo: el cual, siendo de condición

divina, no codició ser igual a Dios sino que se despojó

de sí mismo tomando condición de esclavo. Asumiendo

semejanza humana y apareciendo en su porte como

hombre, se rebajó a sí mismo, haciéndose obediente

hasta la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo

exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo

nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se

doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda

lengua confiese que Cristo Jesús es el SEÑOR para

gloria de Dios Padre”. (Flp 2, 5-11).

Está muy claro que Dios constituyó señor y dueño

de todo a su hijo Jesucristo.

¿Qué significa esto? Jesús es el hijo de las

complacencias de Dios, y éste es el Padre de Jesús. El

único deseo de Jesús era complacer en todo a Dios (Cfr.

Jn 4, 34), y lo hizo. Fue obediente, pues sabía

perfectamente que la voluntad de Dios era lo mejor, más

allá de lo que humanamente le pudiese suceder. Esto

agradó a tal nivel a Dios, que le otorgó toda su riqueza.

Es más, le concedió el Nombre que está sobre todo

nombre; el título de Señor. Este título en el antiguo

testamento estaba solamente reservado para Dios, por lo

que la entrega y la obediencia de Cristo, lo llevó a

entregarle todo su poder y dominio.

Alguien puede decir que siendo obediente de esta

manera no se puede ser libre, pero esto es mentira, ya

que Jesús fue y ha sido el hombre más libre del mundo; y

como fue libre pudo amar como nadie hasta dar su vida

por amor. Al final, esto es lo que todos buscamos; ser

libres y plenos para amar.

Jesús, además de salvar, vino a mostrar, a

manifestar plenamente el hombre al hombre y

descubrirle la grandeza de su vocación (Concilio

Vaticano II: Gaudium et Spes nº 22). Es decir, vino a

mostrarnos que para ser plenamente felices y cumplir a

cabalidad con la vocación a la que fuimos llamados por

Dios, debemos vivir como Él. Así como Dios se glorificó

en Jesús, también quiere glorificarse en nosotros, pero

para que esto ocurra debemos permanecer en Él y ser sus

discípulos (Cfr. Jn 15, 8).

Tan generoso es nuestro Señor Jesús que quiere

compartir con todos nosotros sus riquezas, para que

tengamos vida en abundancia y principalmente para que

su gozo esté en nosotros y que nuestro gozo sea colmado

(Cfr. Jn 15, 22).

Hemos entrado a la Escuela de Jesús, donde Él es

el Maestro y nosotros somos sus discípulos. ¿Cuánto

dura este discipulado? Toda la vida, ya que El Señor

quiere que seamos como Él (Cfr. Mt 10, 25); es decir,

quiere ser nuestro Señor, el dueño de toda nuestra vida.

¿Hasta cuánto? Hasta que digamos con San Pablo: “Y ya

no vivo yo, sino que Cristo vive en mí” (Cfr. Ga 2,20 a).

Como te mencioné anteriormente, este proceso

dura toda la vida. A medida que le vayas entregando las

distintas áreas de tu vida a Jesús, Él irá siendo cada vez

más tu Señor. Él te sanará muchas heridas que te

impedían vivir; te llevará a ser cada vez más libre y

entrarás en una plenitud de vida realmente maravillosa,

con una nueva capacidad de amar que llenará tu corazón

de gozo.

Esta obra la irá haciendo el Espíritu Santo; Él te

dará sabiduría y te revelará lo necesario en cada situación

para conocer al Señor hasta llegar a la plenitud. Te

iluminará los ojos de tu corazón para que conozcas cuál

es la esperanza a la que has sido llamado por Él y cuál es

la riqueza que tienes por Él en herencia (Cfr. Ef 1, 17-

18).

Te exhorto a que hagas permanentemente la

oración milagrosa que te enseñé al final del capítulo

anterior; ella contiene cada uno de los puntos que he

compartido contigo en el presente capítulo. Cada vez te

harás consciente de la presencia de Dios en tu vida, y

Cristo cada vez será más tu Señor y tendrás la vida en

abundancia que Él ganó para ti (Cfr. Jn 10, 10). Tu

corazón se habrá transformado (convertido) a la manera

de Jesús y habrán caído los velos que el enemigo había

puesto que tapaban tus ojos, y te impedían ver y entender

la Palabra de Dios y toda la riqueza que Él había

reservado para ti, por los méritos de su hijo Jesucristo

(Cfr. 2 Co 3, 16 y Cfr. 2 Co 4, 3-4).

En el Nombre de Jesús

“Aquel día no me preguntarán nada. En

verdad, en verdad les digo: lo que pidan al Padre se lo

dará en mi nombre. Hasta ahora nada le han pedido en

mi nombre. Pidan y recibirán, para que su gozo sea

colmado”. (Jn 16, 23-24)

“Esta es la confianza plena que tenemos en

Él: que si le pedimos algo según su voluntad, nos

escucha. Y si sabemos que nos escucha cuanto le

pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que

hayamos pedido.” (1 Jn 5, 14-15)

Esta es una promesa maravillosa; todo lo que

pidamos al Padre conforme a su voluntad, en el Nombre

de Jesús, se nos concederá. Ya hemos hablado

anteriormente sobre la fidelidad de nuestro Dios para

cumplir cada una de sus Palabras, cada una de sus

Promesas.

Cada vez que conozcas más al Señor y su Palabra,

sabrás cual es su voluntad para contigo; podrás pedirle

con mucha más certeza lo que necesitas, en el nombre

poderoso de nuestro Señor Jesús, y tu gozo será colmado.

Ya sabemos que su voluntad es salvarnos, proveer a

todas nuestra necesidades, tener buena salud, que seamos

alegres, que tengamos paz y vivamos en su amor, etc.

¡Así que ánimo!; a reclamar las promesas del Señor y

esperar el cumplimiento de ellas. Recuerda que Él las

cumple sin demora. Si hay demora, es porque nosotros

hemos dudado o hemos fallado, no Él. A intentarlo una y

otra vez, no dejes de perseverar. Las respuestas de Dios

no se harán esperar, tu fe y tu confianza crecerán y verás

al Señor actuando en todas las áreas de tu vida. Tu amor

y relación con Él se hará cada vez más real. Incluso,

descubrirás que todo, tanto lo bueno como lo malo (no

que Él lo quiera, sino que lo permite), es parte de su plan

de amor para nuestra salvación y crecimiento en Él (Cfr.

Rom 8, 28).

El Cheque

A continuación vamos a hacer un trabajo sencillo

que nos permitirá poner nuestras necesidades en las

manos de Dios y reclamarlas en el Nombre de Jesús. La

actividad es sencilla, pero las bendiciones y riquezas que

vamos a ganar en ella son muchas, por ejemplo:

Perseverancia, aumento de nuestra fe, crecimiento en

nuestra oración, paz y gozo, etc.

En la figura puedes ver un “cheque”, cuyo banco

es el Banco de la Vida y está firmado por Jesús. Las

partes que componen este cheque las detallaré a

continuación:

BANCO DE LA VIDA

Fecha:

Dios dará a :_________________________________

Todo lo que pida personalmente:________________

Para otros:__________________________________

EN EL NOMBRE DE JESUS 1

a) Fecha: En este espacio se escribe la fecha en que

comienza tu trabajo. Es importante conocer la

fecha, pues te permitirá ver la rapidez con que

1 Don Gosset, “Confiado como un León”.

Dios va respondiendo y cumpliendo tus

necesidades.

b) Dios dará a: En este espacio pones tu nombre. El

cheque es nominativo. Está hecho a tu nombre.

c) Todo lo que pida personalmente: Aquí escribes

todas tus necesidades personales. No te limites en

pedirle a Dios todo lo que necesitas, pues lo haces

en el nombre de Jesús y no tuyo, por lo que la

cuenta es grande, infinita. Él mismo dijo: “Pidan y

se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les

abrirá” (Cfr. Lc 11, 9). Esta también es una

maravillosa promesa en la cual debes sostenerte.

Pide, ya que todo es tuyo en Cristo. Sólo recuerda

que debes pedir conforme a su voluntad; ya que si

pides algo que te lleve a pecar y a alejarte de Él,

no te lo concederá. Todo lo demás lo va cumplir

nuestro Padre y sin demora, porque así lo

prometió. Sólo debes atreverte a creer y esperar

agradecido su respuesta. No te centres en ti, ni en

la dificultad del problema; mira al Señor y

recuerda que para Él nada es imposible (Cfr. Lc 1,

37). Él es más poderoso que la droga, la migraña,

el desempleo, la homosexualidad, la falta de

perdón, etc. Créeme que después que hayas

escrito todas tus necesidades, ya habrás recibido la

primera respuesta de Dios; experimentarás una

paz muy grande en tu corazón y en tu mente, ya

que un gran peso habrá salido de tus hombros

(Cfr. Flp 4, 6-7).

d) Para otros: Ahora escribe en este espacio todo lo

que necesitas a favor de otros, por ejemplo:

familiares, amigos, compañeros de trabajo,

Iglesia, etc.

“Acerquémonos, por tanto, confiadamente

al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y

hallar gracia de un auxilio oportuno” (Hb 4, 16).

Sí, así es; por los méritos de Cristo, tienes acceso

al mismo trono de Dios. Así que ponte en su presencia,

pide al Espíritu Santo que te haga consciente de que estás

frente al mismo Padre (gerente del banco). No necesitas

de un servicio de “atención al cliente” o un “cajero”. Sin

intermediarios toma tu “cheque”, firmado por Jesús y

entrégalo al Padre. Nómbrale cada una de tus

necesidades personales. ¡Recuerda, sin límites, ya que

hay fondos para todo!

Padre, te pido en el nombre de Jesús, que me

liberes del alcoholismo, de mi excesiva ansiedad, de mi

depresión, de este resentimiento contra mi padre, de este

rencor que no me deja en paz contra el tío que abusó

sexualmente de mí. Sáname Dios mío de este insomnio

que no me deja dormir ni descansar, ya me estoy

volviendo adicto a las pastillas para dormir; sáname de

este constante dolor de espalda. Libérame de la lujuria

que me lleva a ser infiel con mi esposa (o), aunque no

quiera. Dame paciencia para soportar a mi jefe, a mis

profesores, a mis hijos, a mis padres, a mis suegros, a mi

hermano, a algunos compañeros de curso, etc. Sáname de

este sentimiento de soledad, aunque esté rodeado de

mucha gente; sáname de esta angustia por la muerte de

mi madre o mi padre; mis padres se separaron y aun no

puedo superar esta inseguridad que siento. Sáname de

estas crisis de pánico, de mi adicción a la televisión.

¡Señor, ayúdame, no puedo parar de comer! Dame un

trabajo estable para darle educación a mis hijos y pagar

mis deudas, etc. Continúa conversando con el Padre;

aprovecha este momento para contarle todo lo que hay en

tu corazón. Él te ama y quiere verte feliz. Derrama tus

lágrimas ante Él y deja que te llene de su amor. Escucha

la promesa que Él te hace en este momento: “Ya no

tendrás hambre ni sed; ya no te molestará el sol ni

bochorno alguno. Porque el Cordero (Jesús) que está en

medio del trono te apacentará y te guiará a los

manantiales de las aguas de la vida. Y Dios enjugará toda

lágrima de tus ojos” (Cfr. Apoc 7, 16-17). No tienes que

pagarle nada por todo lo que Él hace por ti; Cristo ya

pagó. Dios te ama y esperaba ansioso este momento para

demostrártelo y para llenarte de su Gracia. Descansa en

sus brazos…..

Ahora, presenta tus intenciones a favor de otros y

finalmente dile: Padre todo esto te lo pido en el nombre

de Nuestro Señor Jesucristo.

Ya has puesto todas tus necesidades en las manos

de Dios. Ahora, te invito a leer estos dos textos bíblicos:

“Por eso les digo: todo cuanto pidan en la

oración, crean que ya lo han recibido y lo obtendrán”

(Mc 11, 24).

“Aquel día no me preguntarán nada. En

verdad, en verdad les digo: lo que pidan al Padre se lo

dará en mi nombre. Hasta ahora nada le han pedido en

mi nombre. Pidan y recibirán, para que su gozo sea

colmado” (Jn 16, 23-24).

Toma estas dos promesas y reclámalas. Dile,

Señor tú dices en tu Palabra que todo lo que pedimos al

Padre en tu nombre, Él lo dará. Además dices, que todo

lo que pidamos en oración, si creemos lo habremos

obtenido. Yo creo que así ha sucedido en este momento.

Tú has obrado en todo lo que te he presentado, por lo que

te doy gracias y te alabo de todo corazón. Además sé que

tú eres un Padre fiel que cumple todo lo que promete. Por

lo tanto, no me queda nada más que darte gracias por lo

que has hecho en mi vida. Te doy gracias por sanarme y

liberarme. Aunque aun no vea los resultados voy a actuar

como si ya los tuviera, es decir, como una persona sana,

libre y alegre. Gracias Padre porque me has enseñado a

caminar en fe y no en visión (Cfr. 2 Co 5, 7). Yo sé que

estás obrando poderosamente en mi vida, por eso te alabo

y te doy gracias de todo corazón. Eres bueno, eres sabio

Señor, no hay nadie como tú; bendito seas por siempre.

Te invito a segur, agradeciendo y alabando al Señor por

cada una de las respuestas que estás recibiendo de parte

de Él. Mira tu cuerpo, mira tu vida, observa la naturaleza.

¡Tenemos tanto por qué glorificar a nuestro Dios!

Querido lector, te exhorto a realizar este trabajo

con la mayor frecuencia posible. Revísalo cada cierto

tiempo y verás como Dios va respondiendo a cada una de

tus necesidades. Es fundamental la Perseverancia. El

Padre va a saber si tú realmente quieres lo que pides si

perseveras. Él es un Padre que no bendice los caprichos

de sus hijos (Cfr. Stgo 1, 6-8).

Te animo a que te tomes diez minutos cada día, y

presentes a Dios tus necesidades en el nombre de Jesús y

luego le agradezcas por todos los avances. Además, la

gratitud y la alabanza irá creciendo cada día más. Hay

muchas bendiciones que Dios irá derramando día a día

sobre ti que aumentarán aun más tu gratitud hacia Él. En

todo este proceso no hay nadie más seductor que Él. Sólo

déjate seducir por su amor (Cfr. Jr 20, 7).

Si en el camino tienes nuevas necesidades, haces

otro “cheque”; y si se te acaba la chequera, vas al Banco

de la Vida a retirar un nuevo talonario.

Al pasar el tiempo, tendrás una relación con Dios

maravillosa; tu fe habrá crecido bastante. El Señor te

llevará a desafíos mayores. Tu vida habrá alcanzado tal

plenitud, que lo único que querrás hacer es compartir con

otros lo que el Señor ha hecho contigo; esta es la

vocación a la cual todos hemos sido llamados (Cfr. Mt

28, 19-20).

Quiero compartir contigo uno de los muchos

testimonios que avalan lo fiel que es el Señor para

cumplir sus promesas y lo diligente que es para atender y

responder a sus hijos. Hace poco más de un año presenté

al Padre un “cheque”, en el que le pedía, entre otras

cosas, que satisfaga dos necesidades. La primera se

refiere a este libro. Hace varios años que había tenido

intenciones de escribir, pero sólo había quedado en eso:

intenciones. Antes, seguramente no era el momento, ya

que se trataba sólo de un capricho. Por lo demás, se

requiere bastante trabajo y perseverancia para escribir un

libro. Un día me levanté con esa idea fija en mi cabeza.

La incorporé en mi cheque y comencé a presentarla todos

los días a Dios y a darle gracias por lo que Él ya estaba

haciendo. La necesidad de escribir comenzó a aumentar,

y al cabo de una semana ya estaba de lleno en el primer

capítulo de mi libro, que en este momento estás

terminando de leer. La segunda tiene relación con lo

laboral. Cuando comencé a escribir este libro estaba

cesante, debido a un injusto despido por defender una

verdad. Por esta razón, pedí a Dios en mi cheque un

trabajo digno; además, siempre tuve el deseo de ser

conferencista y expositor en el área de desarrollo

emocional, motivación y prevención de adicciones. Me

mantuve siempre perseverante ante el Señor, a pesar de

que muchas veces no visualizaba respuesta; pero

caminaba en Fe y no en visión (cfr. 2 Cor 5, 7). Tuve dos

trabajos más de manera dependiente, para luego recibir la

maravillosa respuesta de Dios a mis peticiones en el

Nombre de su Hijo Jesús; ya que junto a mi esposa

creamos una consultora de capacitación especialista en el

Desarrollo emocional, motivación y prevención de

adicciones. Hoy trabajamos en empresas, colegios e

instituciones en diferentes ciudades del sur de nuestro

país.

CAPÍTULO VI

“UNA NUEVA MENTALIDAD”

“No vivan ya según el tiempo presente, al contrario

cambien su manera de pensar para que así cambie su

manera de vivir…” (Rom 12,2)

Mi buen amigo lector, todo lo que hemos

realizado ha sido fundamentalmente para crecer y

fortalecer nuestra confianza en Dios; además podríamos

descubrir que en Él podemos vivir la vida con mayor

plenitud y que muchas veces no disfrutamos de todas sus

bondades simplemente porque nuestra mente y nuestra

manera de pensar no encaja con los diferentes desafíos

que la vida nos plantea, cayendo permanentemente en

una actitud negativa sobre todo cuando las circunstancias

según nuestra pobre visión se nos tornan negativas. La

gran mayoría de las veces somos nosotros los que nos

metemos en problemas, porque somos rebeldes,

queremos hacer las cosas a nuestra manera, tiramos las

redes donde no corresponde, donde no hay peces; etc. Al

final, nos pasamos la vida cansados, frustrados y

resentidos con todo como víctimas de ella, solucionando

los problemas que nosotros mismos hemos creado y

atraído (por atracción) por nuestra pobre visión,

mentalidad y actitud. Lo peor de todo es que terminamos

culpando a Dios de todo lo que nos pasa y ni siquiera lo

hemos invitado o lo hemos dejado que oriente y guíe

nuestra vida; no hemos discernido con Él nuestras

decisiones. Dios quiere absolutamente nuestra felicidad,

quiere que seamos Bienaventurados; desea que

conozcamos los secretos de la vida y vivamos en

victoria, saliendo siempre más que vencedores en todo

gracias a aquel que nos amó (Rom 8, 37).

Para esto, debemos conocerle a Él, descubrir

cuáles son sus caminos para recorrer, sus pensamientos y

su plan para cada uno de nosotros; ya que muchas veces

nuestros pensamientos no son sus pensamientos, ni

nuestros caminos son sus caminos (Is 55, 8).

Por todo lo anterior, es que este libro que estás

leyendo primero tenía como objetivo encontrarnos con

Dios, descubrir la grandeza de su Amor y su Poder para

realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo

que podemos pedir y pensar, conforme al poder que

actúa en nosotros (Ef 3, 20). Además, nos ayudó a crecer

en la Fe, en la confianza y descubrimos la riqueza

insondable de su Palabra y como con la sola

pronunciación y proclamación de ella Dios creó todo,

formando el Universo por su palabra, lo visible de lo

invisible (Heb 11, 3); como sostiene todo con su palabra

poderosa (Heb 1, 3). De hecho Cristo sanaba, liberaba,

multiplicaba los peces con el sólo acto de anunciarlo.

Ahora te invito a vivir en ese mismo poder, en esa misma

autoridad, llevando una vida próspera y victoriosa; para

eso te animo a cambiar tu mentalidad, a tener una actitud

nueva y positiva frente a la vida y todas sus vicisitudes,

porque nosotros tenemos la mente de Cristo (1 Cor 2,16);

no importa la edad que tengas, nunca es tarde porque

todo es posible para el que cree (Mc 9, 23).

Para cambiar nuestra mentalidad y entrar en la

sintonía de Dios, usaremos una técnica psicológica muy

útil, la Programación neurolinguística (PNL). Esta

técnica persigue el cambio de actitud y mentalidad, que

nos lleva a pensar positivo allí donde nosotros somos

negativos. Este cambio se produce, ya que lo que el

individuo hace, es programar, reprogramar sus sistema

nervioso central, su cerebro por medio del lenguaje, por

medio de la Palabra.

Para ello utilizaremos tres herramientas: La

Palabra de Dios, la oración y para quienes somos

católicos los Sacramentos, de la Eucaristía y Confesión.

En la Biblia, encontramos muchos textos, frases o

versículos que nos ayudarán en nuestro proceso de

cambio. Te entregaré más adelante algunos textos

bíblicos de ejemplo que te pueden ayudar, pero para

profundizar en esto, debes sumergirte en la Palabra de

Dios y buscar las ideas y pensamientos de Dios que te

ayuden a cambiar; hay para todas las necesidades. Si

crees que te conoces Dios te conoce aún más y de

manera perfecta. Por ejemplo, si siempre has sido una

persona llena de temores y te cuesta tomar decisiones

importantes en tu vida, te invito a usar estos dos textos:

1.- “Yahvé es mi luz y mi salvación ¿a quién temeré?

Yahvé, el refugio de mi vida, ¿ante quién temblaré?”.

(Salmo 27, 1).

2.- “No temas que yo te he rescatado, te he llamado por

tu nombre. Tú eres mío”. (Is 43,1).

La idea es que lo que busca la PNL es el cambio

de mentalidad, es que se adquiera una nueva manera de

pensar. La frase, el texto, La Palabra se tiene que hacer

carne (Cfr Jn 1, 14), se tiene que hacer vida en ti.

Discúlpame lo que voy a decir, esto se resuelve por

medio de las matemáticas; es decir, si yo he pensado, me

han dicho o me he dicho mil veces que soy tonto, tendré

que decirme mil una vez que soy inteligente para que

quede un saldo a mi favor, para que haya un cambio en

mi manera de pensar. De hecho, no es tan así, ya que una

idea o un pensamiento positivo es mucho más poderoso

que un pensamiento negativo. Lo que quiero decir, es

que para que la Palabra se haga vida en mí y provoque el

cambio debe hacerse un trabajo serio y perseverante, y

aquí fallamos todos. Es por esta razón que este trabajo

debe ir acompañado con la oración y Sacramentos, ya

que por medio de ellos Dios va preparando el terreno, el

corazón y la mente; los va disponiendo para que la

Palabra sembrada en ellos vaya produciendo el cambio

conforme a sus características; ya que como dice Él: “así

será mi Palabra la que salga de mi boca, que no tornará a

mí de vacío, sin que haya realizado y cumplido aquello a

que la envié” (Is 55, 11). De hecho Dios, por medio de la

oración te va a dar la gracia, la ayuda para perseverar y

creer que la palabra nueva que está entrando en tu vida es

Dios mismo que está colmando todo tu ser, ya que a

diferencia de cualquier otra idea, frase o pensamiento,

esta Palabra es Dios (Jn 1, 1).

Volviendo a los textos del ejemplo del miedo,

¿sabes cuántas veces Dios nos invita en la Biblia a no

temer?: 366 veces. ¡Como nos conoce nuestro Padre!

Recuerda que Él nos creó a su imagen y semejanza y nos

ha llamado por nuestro propio nombre. Sabe más Él que

nosotros cuan llenos de miedo estamos. Son 366 veces;

es decir, una vez por día incluyendo año bisiesto. ¡Que

tremendo!, esto sí que es PNL.

El trabajo consiste en que vayas buscando textos

bíblicos, en la medida en que vayas descubriendo los

ripios o baches en el camino; sin apuro ni impaciencia.

La idea no es hacer reflexiones autoflageladoras. Con

calma, no olvides que la tortuga ganó la carrera. Dios es

sabio en esto; Él sabe mejor que nosotros cuánto

podemos y cuándo estamos preparados. Allí donde entre

la luz y donde descubras algo, ¡a trabajar! Entra tú en el

plan de Dios, no lo lleves a tu terreno, no lo metas en tus

ansiedades, sino pronto estarás nuevamente tirando las

redes donde no hay peces, cansado, frustrado y resentido

al igual que Pedro, aunque era pescador y se las sabía

todas; en otro dial. Por el contrario, confiable todas tus

preocupaciones y ansiedades pues Él cuida de ti (Cfr

1Pedro 5, 7). Con calma, pero sin detenerse. ¡Créeme Él

sabe mucho más que nosotros!

Lo importante es hacer una lista de varios (cinco,

siete, diez) textos bíblicos o sobre varios temas que te

importan. Trabaja con libertad, según tu inspiración. Si

quieres trabajar sobre el miedo busca textos sobre él; si

es sobre la prosperidad económica, busca los que

corresponda; si es sobre el amor de Dios por ti haz lo

mismo, etc. Y si lo quieres hacer de manera conjunta;

pues bien, hazlo. Ya irás encontrando tu propio estilo,

verás rápidamente los cambios en tu vida, te lo aseguro;

pero no olvides darle las gracias y la gloria a Dios. A

nosotros nos corresponde sólo con el gozo y la paz.

Incluso, si te apasionas con esto, hasta te divertirás.

Veras cambios y milagros que jamás sospechaste y

vivirás como hijo del Rey y en la abundancia que Él

prometió para nosotros.

Finalmente, una vez que hayas encontrado los

textos bíblicos y ya tengas tu lista, comienza por

proclamarlos en voz alta y ojalá frente a un espejo una

vez al día (al igual que Dios en relación a los miedos).

Escribe tus textos en un pliego que cartulina y pégala en

un lugar importante para tu vida (yo tengo algunos del

Amor de Dios pegados sobre el respaldo de mi cama).

Hazlo en tarjetas pequeñas y llévalos en el bolsillo o en

la agenda y aplícalos las veces que quieras. Yo no soy

médico, pero te animo a tomar esta medicina las veces

que quieras; la sobredosis no produce adicción; al

contrario, La Palabra sana, libera y transforma la vida.

Nada puede contra ella: ni la depresión, ni el

alcoholismo, ni los miedos, ni la soledad, ni las

enfermedades, ni la muerte, ni las drogas, ni la falta de

trabajo, etc. Para Dios no hay nada imposible; por favor

créelo, porque todo lo puedes en Aquel que te da fuerzas

(Cfr Fil 4, 13).

Este trabajo se aplica hoy bastante en los

tratamientos como apoyo al cambio de actitud y

mentalidad en los pacientes y sujetos de atención. De

hecho esto lo trabajamos en la clínica donde me traté,

pero no desde una mirada cristiana por medio de La

Palabra de Dios, pero ahora nos podemos dar cuenta que

todas las ciencias, teorías, técnicas, encuentran su

fundamento en Dios. Él ya conocía la PNL desde

siempre y permite que nosotros lo descubramos para

nuestro bien y encontremos resultados y cambios en

nuestra vida, mediante el cambio de nuestra mentalidad.

Por cierto, según la teología del Apóstol San

Pablo, el hombre, el ser humano está compuesto de

cuerpo, alma y espíritu (Cfr 1tesal. 5, 23). El alma (sólo

se referirá a esto, para que te ayude a comprender como

cambiar nuestra manera de pensar, cambia nuestra

manera de vivir (Cfr Rom 12, 2)) siendo el sello de lo

que nosotros somos como personas, está compuesta de

tres grandes capacidades: mente racional, mente

emocional y voluntad. La mente racional tiene la

capacidad de pensar y desarrolla pensamientos e ideas; la

mente emocional tiene la capacidad de sentir y produce

sentimientos y emociones; finalmente la voluntad nos

ayuda en nuestro proceso de toma de decisiones y actuar,

produciéndose así nuestra conducta.

Ante toda situación, evento, circunstancia y

personas, nuestra alma nos hace percibir todo, generando

en nosotros pensamientos (concientes o inconcientes),

sentimientos y conductas. Es decir, primero pienso,

luego siento y finalmente actúo. Esto nos debe llevar a

concluir que si nuestro pensamiento es negativo, nos

conducirá de manera muy probable a una conducta

negativa. En cambio, si los pensamientos son positivos

(que es el trabajo propuesto en este libro), mi conducta

será naturalmente positiva, generando así el cambio que

se espera y que Dios desea para cada uno de nosotros.

Sólo quise mencionarte esto, pero si quieres profundizar

aún más te invito a leer mi próximo libro.

Finalmente querido lector, quiero entregarte

algunos textos bíblicos que te pueden servir en el

comienzo de tu trabajo de PNL.

Textos bíblicos:

1.- “Todo lo puedo en Aquel que me da fuerzas” (Fil 4,

13).

2.- “y mi Dios proveerá a todas mis necesidades con

magnificencia, conforme a sus riquezas en Cristo Jesús”

(Fil 4, 19).

3.- “¿Cómo purificará el joven su conducta? Observando

tu Palabra” (Salmo 119, 9).

4.- “Hijo mío, atiende mis palabras, presta oído a mis

razones. No los pierdas de vista, consérvalas en tu

corazón. Pues son vida para quien los encuentra y salud

para todo su cuerpo” (Prov 4, 20-22).

5.- “Quien controla sus palabras domina el saber; quien

mantiene la calma es inteligente” (Prov 17, 27).

6.- “Y me dijo Yahvé: bien has visto. Pues así soy yo,

velador de mi Palabra para cumplirla” (Jer 1, 12).

7.- “Se presentaban tus palabras y yo las devoraba; era tu

Palabra para mí un Gozo y alegría de corazón” (Jer 15,

16).

8.- “Feliz quien no sigue consejos de malvados, sino que

se recrea en la ley de Yahvé; susurrando su ley día y

noche. Será como árbol plantado en acequias, da su fruto

en sazón, su fronda no se agota. Todo cuanto emprende

prospera”. (Salmo 1, 1a. 2-3).

9.- “En el mundo tendrán tribulación. Pero ¡Ánimo! Yo

he vencido al mundo” (Jn 16, 33b).

10.- “Él, que tus culpas perdona, que cura todas tus

dolencias, rescata tu vida de la fosa te corona de amor y

ternura y satura de bienes tu existencia” (Salmo 103, 3-

5a).

CONCLUSIÓN

Con la Fe de Abraham

“ El cual, esperando contra toda esperanza, creyó

y fue hecho padre de muchas naciones según se le había

dicho: así será tu prosperidad. No vaciló en su fe al

considerar su cuerpo ya sin vigor – tenía unos cien años-

y el seno de Sara, igualmente estéril. Por lo contrario,

ante la promesa divina, no cedió a la duda con

incredulidad; más bien, fortalecido en su fe, dio gloria a

Dios, con pleno convencimiento de que poderoso es Dios

para cumplir lo prometido.” (Rom 4, 18-21).

Como puedes ver, es tremenda la Fe de Abraham;

por eso le llamamos el padre de la Fe. Él tenía casi 100

años y su esposa era estéril cuando el Señor le prometió

que le daría un hijo: Isaac. Abraham creyó y esperó

contra toda esperanza que Dios cumpliría lo que le había

prometido; se mantuvo fiel en actitud de alabanza y

acción de gracias sabiendo que el Señor no fallaría.

Piensa que en ese tiempo no existían los recursos para

alimentar la Fe que hoy tenemos y es por eso que su

actitud tiene los méritos que todos hoy valoramos.

El libro que acabas de leer te invita a hacer lo

mismo que hizo Abraham; creer y esperar en las

hermosas promesas que nuestro Dios nos hace

permanentemente en su Palabra, sabiendo que Él no es

como nosotros los hombres, que prometemos y no

cumplimos. Él es Fiel y cumple cada una de sus

promesas; sólo espera que le creamos y esperemos en su

amor. Nosotros lo hicimos con mi esposa, y tú ya leíste

lo que Él maravillosamente ha hecho en nuestras vidas y

seguirá haciendo si permanecemos en su Amor. Créele al

Señor y atrévete a soñar en grande. Desarrolla la fe que

Él te dio y harás obras más grandes que las que Él hizo

(Cfr Jn 14, 12); en tú vida y la de los demás. ¡Ánimo, Él

ya venció el mundo! (Cfr Jn 16, 33).

(Contratapa)

Durante nuestra vida las personas hemos aprendido que la

Bíblia es el libro de Dios y debe ser respetada, pero son muy

pocos los que están concientes de que este maravilloso libro

es la carta de amor que Dios dejó para cada uno de nosotros

de manera personal para cumplir sus más de mil promesas.

¿Qué quieres que haga por ti?, es un libro que te llevará a

vivir las maravillas plasmadas en el gran Libro de la vida. En

él encontrarás una guía pedagógica y muchos testimonios del

escritor que confirman que todo es posible para el que cree

(Mc. 9, 23)

La importancia de aprender a trabajar en tiempo presente las

escrituras de muchos años de antigüedad es sólo una

capacidad que nos brinda el Espíritu Santo y nos sorprende

aún más cuando siendo tan antigua La Palabra tiene escritos

todos los secretos para lograr la felicidad plena y verdadera.

Es más, antes de que existiera la programación

neurolinguística (PNL), La Palabra de Dios ya nos alentaba a

vivir una vida abundante y a cumplir nuestros sueños.

Atrévete a vivir la experiencia entregada en estos escritos y

comenzar la vida que tú has soñado, a través de este libro que

te lleva a aplicar la programación neurolinguística desde el

poder de La Palabra de Dios quien creó todo de la nada

simplemente con el hecho de anunciarlo.