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José Prentt Martínez cjm. 1 “SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN SÍMBOLO DE LIBERACIÓN” ¿DE QUÉ LIBERA? JOSÉ SEGISMUNDO PRENTT MARTÍNEZ PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE TEOLOGÍA BOGOTÁ 2015

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  • José Prentt Martínez cjm.

    1

    “SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN SÍMBOLO DE LIBERACIÓN” ¿DE

    QUÉ LIBERA?

    JOSÉ SEGISMUNDO PRENTT MARTÍNEZ

    PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

    FACULTAD DE TEOLOGÍA

    BOGOTÁ

    2015

  • José Prentt Martínez cjm.

    2

    “SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN SÍMBOLO DE LIBERACIÓN” ¿DE

    QUÉ LIBERA?

    JOSÉ SEGISMUNDO PRENTT MARTÍNEZ

    Trabajo de grado para optar por el título de

    Teólogo

    Tutor

    P. IGNACIO ANTONIO MADERA VARGAS, S.D.S.

    Dr. Teología y Ciencias de la Religión, Universidad Católica, Lovaina, Bélgica.

    PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE TEOLOGÍA

    BOGOTÁ 2015

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    AGRADECIMIENTO

    Llegan aquellos momentos en nuestra vida en que debemos agradecer a Dios por haber estado

    grande con nosotros, por los logros alcanzados y las bendiciones dadas del corazón de Jesús y

    María.

    Por esta razón y otras muchas quiero agradecer al buen Dios todo lo que ha hecho conmigo y por

    su gran amor manifestado en el don de la Cruz y de la Gracia, de manera especial agradecer en la

    finalización de este trabajo de grado.

    A mis padres Carlos Prentt Hoyer y Georgina Martínez de Prentt por su incondicional apoyo y

    amor en todo momento de mi vida.

    A mi hermana Dayana Prentt Martínez y sobrino Samuel José quienes con su amor y su presencia

    motivaron siempre mi vocación y acompañaron en este crecimiento espiritual.

    A mis amigos Diego y Daniel Salazar Galvis, Helio Hernández Castro, Oscar Tarud, Miguel

    García que han estado siempre apoyándome de manera incondicional y solidaria.

    A la Congregación de Jesús y María (Padres Eudistas) comunidad que siempre confió y me dio

    motivo de seguir en mi preparación al camino ministerial y de vida.

    Al Padre Ignacio Madera S.D.S. y la Lic. Ángela Sierra, quienes con dedicación y disciplina me

    han acompañado en el desarrollo del trabajo de grado, ya que su aporte académico ha sido de vital

    importancia para dar por terminado dicho trabajo.

    A la Pontificia Universidad Javeriana, al cuerpo directivo y docente, compañeros de estudio y

    seminario, de los cuales he aprendido no sólo el conocimiento, sino sus valores y entrega.

    Por estas y más razones, doy gracias a Dios en la concreción de este trabajo de grado.

    Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús.

    (Colosenses 3:17a).

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    4

    Nota de aceptación:

    ―La universidad no se hace responsable por los

    conceptos emitidos por sus alumnos en sus

    trabajos de grado, sólo velará porque no se

    publique nada contrario al dogma y moral católicos

    y porque el trabajo no contenga ataques y

    polémicas puramente personales, antes bien, se ve

    en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia‖.

    Reglamento de la Pontificia Universidad Javeriana

    Artículo 23 de la resolución No 13 de 1964.

    _____________________________

    Firma del presidente del jurado

    _________________________

    Firma del jurado

    _________________________

    Firma del jurado

    Bogotá D.C, 07 de junio de 2015.

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    5

    TABLA DE CONTENIDO

    Introducción…………………………………………………………………………… 7

    Título trabajo de grado………………………………………………………………. 9

    Planteamiento del problema………………………………………………………… 9

    Objetivo General……………………………………………………………………… 12

    Objetivos Específicos……………………………………………………………...... 12

    Palabras Claves……………………………………………………………………….. 12

    CAPITULO I

    PROBLEMÁTICA ACTUAL DE LA PRÁCTICA DE LA CONFESIÓN……………12

    1. Pecado y reconciliación en el contexto humano actual………………………... 12

    1.1 Conciencia de pecado…………………………………………………………...... 15

    1.2 Pecado de estructura o social…………………………………………………….. 18

    1.3 La Reconciliación…………………………………………………………………... 20

    2. La reconciliación una necesidad humana……………………………………….. 24

    3. Una mala administración del sacramento de la reconciliación encadenada y

    deficiencia en la formación religiosa del creyente……………………………... 28

    4. Praxis del sacramento de la reconciliación …………………………………….. 37

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    CAPITULO II

    EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN EN DINAMISMO DE UNA

    PRAXIS LIBERADORA……………………………………………………………… 42

    1. Bases bíblicas para una teología de la reconciliación…………………………... 42

    1.1 Conversión y penitencia en el Antiguo Testamento…………………………… 44

    1.2. La nueva conversión en el Nuevo Testamento………………………………... 51

    1.3. Teología de la Reconciliación……………………………………………………. 58

    2. La misión liberadora de Cristo……………………………………………………… 63

    3. ¿De qué nos libera el sacramento de la Reconciliación?.................................. 67

    4. Salvación y liberación en el sacramento de la reconciliación…………………... 69

    CAPITULO III

    ENFOQUE PASTORAL DEL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN…….. 71

    1. Hacia una renovación del sacramento de la reconciliación (CV II)…………... 71

    2. Experiencia del perdón y sacramentalidad de la reconciliación………………. 74

    3. La confesión en la actualidad y el confesor……………………………………... 77

    4. Servicio Eclesial del confesor…………………………………………………….. 82

    Conclusiones…………………………………………………………………………... 85

    Bibliografía……………………...............................................................................87

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    INTRODUCCIÓN

    El desarrollo de este trabajo tiene el objetivo de promover el sacramento de la

    reconciliación, en el marco de una praxis pastoral que lo define como elemento

    que requiere el ser humano y necesita para vivir y realizar dentro de su

    experiencia de fe cristiana. Por esto, todos los bautizados necesitamos tomar

    plena conciencia y tener una profunda comprensión de la realidad de este

    sacramento. Un hecho que ha influido decisivamente en la preocupación de

    pastores y fieles por el sacramento de la reconciliación hoy en día, es el notable

    descenso de su práctica. La frecuencia de la confesión iba unida a una

    instrumentalización pastoral de este sacramento, que en general ha sido

    abandonado por muchos. Aunque el Concilio Vaticano II quiso renovar la

    reconciliación, y manifestó su preocupación por este sacramento sugiriendo una

    nueva relación entre confesor y penitente proponiendo nuevas formas de

    celebración, la reconciliación como sacramento no cumple a profundidad con su

    función reconciliadora y muy especialmente la de liberar al hombre de todo aquello

    que obstaculiza el amor misericordioso, mediante una constante acción de

    vencimiento del mal que impera en el corazón del ser humano.

    En los siguientes capítulos se busca ante todo una revisión de los lineamientos

    teológicos del sacramento de la Reconciliación que den sentido a la vida

    sacramental como un símbolo liberador, en ese sentido se propone un

    acercamiento hermenéutico-contextual para la comprensión de este sacramento

    en la vida práctica y pastoral.

    En el primer capítulo debe llevarnos a revisar las problemáticas de la práctica del

    sacramento de la reconciliación y sus desafíos en la actualidad. Puesto que para

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    algunos cristianos bautizados o católicos, la práctica actual de la confesión no

    tiene ningún sentido porque se vive de manera frívola y superficial muy separada

    de la experiencia diaria de la vida cristiana. Por otra parte, todo rito que no tenga

    ningún efecto de humanizar y liberar o lleve a una metanoia tiende a ser muy

    irrelevante en la experiencia de fe del hombre.

    En el segundo capítulo, se analizan claramente esos elementos esenciales desde

    una praxis del sacramento de la reconciliación en un dinamismo liberador. En el

    pasaje de las cartas a los Hebreos1, en el cual se habla insistentemente de la

    ―nueva alianza‖ establecida por Dios con su pueblo elegido, ―el Dios que

    reconcilia‖ eligió enviar a Jesús para restablecer un nuevo pacto con la

    humanidad. El fundamento de este pacto es básicamente uno: el de liberar y

    perdonar. Aquí se fundamenta una concreción del carácter salvífico y liberador del

    sacramento.

    Sin embargo, la pertinencia del sacramento de la Reconciliación como tal; es

    decir, su carácter de praxis se encuentra claramente dilucidado en este capítulo, el

    cual contiene una acción liberadora e histórica, que en sí viene a generar una

    práctica pastoral del sacramento.

    Así, finalmente se busca por medio de este trabajo establecer algunas estrategias

    pastorales que posibiliten una mejor vía para la reconciliación como respuesta

    liberadora. En este orden de ideas, el sacramento de la reconciliación se convierte

    en pretexto para la consecución de una liberación del hombre de todo aquel mal

    que impera en su corazón, donde a partir del reconocimiento de sí y de la

    aceptación de la finitud humana, reconciliándose con Dios, consigo mismo, con el

    1 Biblia Jerusalén. Bilbao: editorial Desclée de Brouwer, 1986. Hebreos 8: 6-13.

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    otro y su entorno empieza a sentirse libre y a sentir el gran amor de su creador en

    su vida de fe.

    Así mismo, Cristo es el modelo de entrega en donde la praxis pastoral hoy debe

    tener la finalidad de reconciliar, liberar, perdonar, sanar, transformar y extender el

    encuentro sacramental como manifestación del amor de Dios para con toda la

    humanidad.

    1. TITULO DE TRABAJO DE GRADO

    “SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN SÍMBOLO DE LIBERACIÓN”

    ¿DE QUÉ LIBERA?

    2. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

    La cuestión sobre el sacramento de la reconciliación, es un asunto

    indiscutiblemente en vigencia permanente y sobre todo de mucha reflexión.

    Podríamos plantear por ejemplo, el abandono masivo de la práctica de la

    Confesión, empezando por los mismos pastores o los agentes de la pastoral.

    Podríamos partir del reconocimiento que el Sínodo y el Papa hacen, al decir que el

    sacramento de la penitencia está en crisis 2; sin duda alguna, este sacramento ha

    estado muy ligado a la transgresión de los diez mandamientos, ha estado

    judaizado y valorado con expresiones demasiado subjetivas e intimistas, sin tener

    en cuenta una dimensión comunitaria que se expresa en lo ritual, con base en la

    mentalidad de que se puede obtener el perdón directamente de Dios incluso de

    modo ordinario, sin acercarse al Sacramento de la reconciliación mediante una

    2 Juan Pablo II. Reconciliatio et Paenitentia. Ciudad del Vaticano. 1984.

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    práctica sacramental sin fervor ni verdadera espiritualidad, originada quizás por

    una consideración equivocada y desorientada sobre los efectos del Sacramento.

    El Papa Juan Pablo II en el numeral 18 de la Exhortación apostólica Reconciliatio

    et Paenitentia3, señalaba la pérdida del sentido del pecado como una de las

    causas principales de la crisis del sacramento de la Reconciliación. También

    afirmaba que esta pérdida del sentido del pecado ha sido provocada, entre otras

    causas, por el trasfondo de la cultura moderna (fermentos de ateísmo,

    secularismo, ciertos equívocos de las ciencias humanas y ética del relativismo) y

    por algunas tendencias en la doctrina y en la vida de la Iglesia (confusión en la

    exposición de cuestiones graves de la moral cristiana y defectos y abusos en la

    práctica de la Penitencia sacramental). Aunque el Concilio Vaticano II quiso

    renovar la reconciliación, sugiriendo una nueva relación entre confesor y penitente

    proponiendo nuevas formas de celebración, la reconciliación sigue siendo un

    sacramento que no cumple con sus objetivos, muy especialmente el de liberar al

    hombre de todo aquello que obstaculiza el amor mediante una constante acción

    de vencer el mal que impera en su corazón. Pero cada ser humano sabe en lo

    profundo, que no puede permanecer cautivo; lleva grabado dentro el deseo de

    libertad, el deseo de ser plenamente humano y vivir como tal. Pensamiento que se

    refleja expresado por el Sínodo y por el Papa en la introducción del documento

    sobre reconciliación y penitencia.

    “La misma mirada inquisitiva, si es suficientemente aguda, capta en lo

    más vivo de la división un inconfundible deseo, por parte de los

    hombres de buena voluntad y de los verdaderos cristianos, de

    recomponer las fracturas, de cicatrizar las heridas, de instaurar a

    3 Ibíd.

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    todos los niveles una unidad esencial. Tal deseo comporta en muchos

    una verdadera nostalgia de reconciliación…”

    Y concluye afirmando que esta nostalgia de reconciliación se presenta para unos

    como una utopía movilizadora del cambio y para otros como una ardua conquista

    que exige luchar sin medida. Por eso, la gran tarea de todos los bautizados es

    tomar conciencia y tener una profunda comprensión de la realidad de este

    sacramento.

    La principal función reconciliadora del sacramento consiste en buscar sin tregua el

    reino del amor y libertad que permanentemente está rompiéndose en las

    relaciones interpersonales, pues el ―pecado‖ no debe reinar en nuestro cuerpo

    mortal, como escribe San Pablo (Rom. 6, 12). De manera, que el mismo

    sacramento es fuente no sólo de reconciliación sacramental, sino también de

    encuentro con el Otro, así como con Dios y consigo mismo.

    No creemos que el estudio y la investigación de este tema deban reducirse a la

    historia de la confesión y a la promoción de los valores personales, religiosos y

    teológicos que tiene el mismo sacramento de la reconciliación, sino tenemos que

    preguntarnos ¿qué implica comprender el sacramento de la reconciliación como

    un símbolo liberador?

    Así pues, en Cristo que es modelo de entrega y de encuentro, la praxis pastoral

    hoy, tiene la finalidad de reconciliar, perdonar, acoger, liberar y extender el

    encuentro sacramental como manifestación del amor de Dios para con toda la

    humanidad. Lo que significa que este sacramento logre humanizar no sólo a la

    persona, sino también a la comunidad cristiana. Por eso, este es visto como la

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    dimensión liberadora y pieza fundamental del encuentro sacramental en cualquier

    práctica pastoral en la actualidad.

    3. OBJETIVO GENERAL

    Definir los fundamentos teológicos del sacramento de la Reconciliación desde un

    acercamiento hermenéutico-contextual, para darle sentido a la vida sacramental

    como un símbolo liberador, y así mismo comprender este sacramento en la vida

    práctica y pastoral.

    4. OBJETIVOS ESPECIFICOS

    ● Identificar las problemáticas de la práctica del sacramento y sus desafíos.

    ● Diseñar las líneas de interpretación teológico – pastoral, desde una praxis

    del sacramento de la reconciliación en un dinamismo liberador.

    ● Establecer las estrategias pastorales que posibiliten una manera de la

    reconciliación como respuesta liberadora.

    5. PALABRAS CLAVES: penitencia, reconciliación, confesión, libertad,

    perdón, praxis, conversión, metanoia.

    CAPITULO I

    PROBLEMÁTICA ACTUAL DE LA PRÁCTICA DE LA CONFESIÓN

    1 PECADO Y RECONCILIACIÓN EN EL CONTEXTO HUMANO ACTUAL.

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    Iniciamos el estudio del sacramento de la Reconciliación de una manera curiosa.

    Podríamos plantear, por ejemplo, el abandono masivo de la práctica de la

    confesión, empezando por los mismos pastores o los agentes de la pastoral. Con

    ello estaríamos proponiendo como tema de nuestro estudio un punto muy

    concreto: al hablar del pecado y de la Reconciliación, se habla de confesión y del

    sacramento.

    Son muchos y complejos los motivos que pueden explicar la crisis con respecto a

    una reconciliación. De hecho se mencionan algunos motivos antropológicos como

    son: separación de sacramento y vida, falta de madurez humana y espiritual y el

    reto de algunas corrientes psicológicas. Algunos motivos teológicos como pueden

    ser: falta de sentido eclesial de la fe, concepción empobrecida del sacramento,

    concepción judicial del mismo. Y motivos pastorales: pastoral deficiente, ideas

    confusas o equivocadas, desprestigio de la confesión, desconocimiento sobre lo

    que es el pecado y la reconciliación. Pero ciertamente la causa más englobante se

    podría decir es la falta de experiencia de Dios en un mundo secularizado.

    Sin duda alguna el sacramento de la reconciliación ha estado muy ligado a la

    transgresión de los diez mandamientos, a una comprensión judaizante, sus

    expresiones son demasiado subjetivas e intimistas sin una dimensión comunitaria

    que se expresa en lo ritual, la mentalidad, a veces difundida, de que se puede

    obtener el perdón directamente de Dios incluso de modo ordinario, sin acercarse

    al Sacramento de la reconciliación, y la rutina de una práctica sacramental sin

    fervor ni verdadera espiritualidad, originada quizás por una consideración

    equivocada y desorientada sobre los efectos del Sacramento, manifestando así

    pensamientos equívocos de lo que es el pecado y la reconciliación.

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    Hoy el mundo secularizado en el que estamos viviendo ha minimizado tanto la

    conciencia de pecado y sus efectos como toda mediación exterior (Bautizado –

    Sacerdote – Dios Padre) frente a la fragilidad humana y sus normales pasiones y

    tentaciones.

    El tema del sacramento de la reconciliación exige y reclama una mejor

    comprensión, pues todos los bautizados necesitan tomar conciencia y tener un

    profundo conocimiento del mismo, así como la concepción del ―pecado‖ y por ende

    de la ―reconciliación‖ para superar la visión rígida que se maneja alrededor del

    concepto y la realidad de pecado y la equivocada visión del hecho reconciliador.

    Por tal razón, el sacramento de la reconciliación pone en activo el empeño de la

    Iglesia de llevar a sus prácticas la obra de Cristo en todos y en cada uno de sus

    miembros.

    A lo largo de los años el sacramento de la reconciliación ha ido mejorando poco a

    poco en algunos aspectos como son: ―el carácter celebrativo, su dimensión

    comunitaria, su unión con la reconciliación de la vida, la importancia de la Palabra,

    tal cual como el ritual nuevo quiso renovarlo. Pero sin embargo estos aspectos

    aparecen oscuros para no pocos fieles, tales como el sentido de pecado, la

    necesidad de confesarse antes de comulgar, o la razón de la intervención de un

    ministro‖4.

    Uno de los aspectos importantes que se debe mencionar y llegar a conocer es

    sobre la conciencia de pecado y de la misma reconciliación que se propone desde

    el sacramento de la penitencia.

    4 Cf. BOROBIO, D., Celebrar para vivir, liturgia y sacramentos de la Iglesia. Salamanca: Ediciones Sígueme,

    2003. Pág. 377.

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    1.1. CONCIENCIA DE PECADO

    Ahora bien, no está en este trabajo querer hacer un análisis a profundidad sobre la

    concepción del pecado y sus dimensiones teológicas, pero si la de poder explicar

    un poco sobre la conciencia de pecado por ―la relación que se ha hecho entre este

    y el infierno, entre culpa y pena o castigo que ha sido tan fuerte en la comprensión

    y vivencia de la fe cristiana sobre la culpabilidad que ha desvirtuado en parte la

    una y la otra‖.5

    Por otra parte, Munera Duque6 sitúa el término conciencia en el centro de la

    persona, que va tomando forma a través del tiempo, de los conocimientos

    adquiridos y se irá fortaleciendo de acuerdo a la apertura que tenga a la acción del

    Espíritu Santo. Así mismo, y a partir del conocimiento previo, es la conciencia la

    que juzga y evalúa para poder discernir el buen obrar.

    Conservando los contenidos doctrinales, muchos teólogos contemporáneos

    posteriores al Concilio Vaticano II han intentado diferentes interpretaciones sobre

    lo que sería o es el pecado. Claro está que estas interpretaciones no son

    "oficiales" del todo, no han sido asumidas en los documentos del Magisterio de la

    Iglesia. Pero si han sido publicadas desde hace ya muchos años posteriores al

    Concilio Vaticano II sin que los dicasterios competentes del Magisterio o de la

    Santa Sede las hayan rechazado, lo cual nos indica que pueden ser asumidas por

    los creyentes y bautizados.

    5 Cf. VIDAL, MARCIANO. Cómo hablar de pecado hoy. Hacia una moral crítica del pecado, PPC, Madrid 1977,

    70-71. 6 Cf. MUNERA DUQUE, ALBERTO. Moral: Líneas para una Teología Moral General. Op. Cit., p. 129.

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    Al hacer un paralelo entre el plano religioso y moral en la conciencia de pecado,

    Sovernigo7 recalca el desarrollo de esta sobre una base psíquica y moral, por lo

    que debe entenderse como un largo proceso de madurez mental y espiritual en

    donde el plano religioso no suprime el deber moral. Es allí donde opera el diálogo

    en donde el pecado es frente a Dios y no frente a sí mismo.

    Claro está, que son diversos los autores que han podido realizar un conjunto de

    propuestas sobre lo que sería el significado del pecado, como claramente lo

    expone el Padre Alberto Munera Duque sj al decir que ―es una situación de

    carácter existencial sobrenatural negativo, de no vinculación con Cristo. En

    parálisis del devenir y establecimiento de distancia comparativa, por privación

    procesual de la gracia y afección psicopática. Etiología de la condición actual del

    ser humano‖8.

    Marciano Vidal mencionaría en su texto Cómo hablar de pecado hoy9, que sin

    embargo, por razones metodológicas, se puede desdoblar la culpabilidad humana

    en dos momentos: el momento objetivo y el momento subjetivo. Por otra parte,

    Ricoeur10 llama a la primera dimensión pecado y a la segunda culpabilidad,

    dejando claro que no es importante de qué se culpa al sujeto si no el proceso de

    esa culpa en él.

    7 Cf. SOVERNIGO, GIUSEPPE. Senso di colpa, pecatto e confessione. Aspetti psicopedagogici, Edizione

    Dehoniane, Bologna 2001. 8 MUNERA DUQUE, ALBERTO. Pecado personal desde la comprensión del pecado original. Estudio de autores

    recientes. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Teología. Colección monografía No.6. Bogotá, 1982. p. 328. 9 Cf. VIDAL, MARCIANO. Cómo hablar de pecado hoy. Hacia una moral crítica del pecado, PPC, Madrid 1977. 10

    VIDAL, MARCIANO. Cómo hablar de pecado hoy. Hacia una moral crítica del pecado, PPC, Madrid 1977, 77-81.

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    El Pecado no puede seguir siendo entendido en este sacramento y en una

    teología o pastoral actual como signo de transgresión de normas o de leyes, razón

    por la cual no significa realizar o no actos moralmente malos. Por esto, estaremos

    en permanente situación de pecado, en la medida en que no busquemos

    ―reconciliar‖, es decir, volver a unir aquello que se ha roto en la comunidad y en

    nuestro caso en la comunidad eclesial. Se trata de entender que ―reconciliación‖

    es más que arrepentirse de unos pecados y recibir el perdón de los mismos.

    La teología del sacramento de la reconciliación debe ayudar a liberar al hombre de

    estas nociones erróneas acerca del pecado y de algunos tipos de formulaciones

    que giran alrededor de este mismo, tanto en su lenguaje como en su contenido, ya

    que el tener estas visiones erróneas de pecado, no permiten al hombre una

    cercanía o encuentro con Dios, sino que esta visión tan rígida y condenatoria se

    coloca por encima de la autonomía del individuo. Además, el pecado expresado

    desde estos conceptos (fuerza externa, tabú, mancha, desorden, trasgresión de la

    ley, culpa, autoacusación) lleva muchas veces al creyente a mirar más sus propios

    defectos, errores, imperfecciones, su propia miseria con gran dolor y poca

    esperanza o posibilidad alguna de superarse y reconocer que a pesar de su finitud

    y condición pecadora, también está la fuerza salvífica de la gracia.

    La teología sistemática del sacramento de la reconciliación debe mostrar la

    fidelidad y el mensaje salvífico, donde se trate con misericordia a la persona que

    peca, al ser humano que realiza actos contrarios a la opción fundamental que ha

    hecho, porque el pecado y el hombre no van por distintos caminos, sino que, estos

    caminos se unen para formar un solo elemento. Es decir, con lo anterior se

    entiende que la Gracia, cuando el ser humano hace la opción fundamental, está

    permitiendo que su vida sea un proceso de aceptación con ella.

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    1.2 PECADO DE ESTRUCTURA O SOCIAL

    En referencia a la encíclica de Reconciliatio et Paenitentia por otra parte, se

    deduce que el pecado es, también, social. ¿Esto qué quiere significar? Que

    reconociendo que, en virtud de la solidaridad humana, el pecado de cada uno

    (todo pecado) repercute, de cierta manera, en los demás.

    Algunos pecados constituyen, por su mismo objeto, una agresión directa contra el

    prójimo. Se pueden señalar como pecados sociales:

    El pecado contra el amor al prójimo, el pecado contra la justicia, el pecado contra los derechos de la persona, el pecado contra el bien común y sus exigencias, el pecado de omisión u obra de los dirigentes políticos, económicos o sindicales que no se empeñan en la transformación de la sociedad

    Es pecado social lo referente a las relaciones entre las distintas comunidades humanas: la lucha de clases, la contraposición obstinada de bloques de naciones de una nación contra otra.

    Pero en este tercer sentido, el término es analógico. Se debería hablar de ―mal social‖ o ―situación de pecado‖. Estas situaciones de pecado social, son el fruto, la acumulación y la concentración de muchos pecados personales:

    De quien engendra, favorece o explota la iniquidad; de quien pudiendo hacer algo para evitar, eliminar, o limitar males sociales, omite hacerlo por pereza, miedo y encubrimiento, complicidad solapada o por indiferencia, de quien se refugia en la presunta imposibilidad de cambiar el mundo, de quien pretende eludir la fatiga y el sacrificio, alegando supuestas

    razones de orden superior.11

    Ahora bien, el pecado ha abierto importantes horizontes de pensamiento

    especialmente dentro de la teología latinoamericana o de la liberación; puesto que

    se ha indagado en una noción del ―pecado‖, lo cual ha llevado a mostrar cómo el

    11

    Cf. JUAN PABLO II, Reconciliatio et paenientia (RP). Ed. Paulinas, Bogotá, 1984. Numeral 16.

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    pueblo de Dios aún permanece en un estado de esclavitud, donde el

    individualismo, el egoísmo y las perversas estructuras socioeconómicas

    prevalecen en nuestro contexto sociocultural, mostrándonos de esta manera,

    como el pecado ha sobrepasado los límites de la persona y ha afectado los tejidos

    de la sociedad.

    Según Moser ―la teología de la liberación se entiende como un momento segundo,

    resultante de la conjugación de una práctica y de una reflexión evangélicas. Y esa

    conjugación hace surgir una comprensión diferente del pecado. La concepción

    intimista, atomizada, individualista o incluso meramente personalista del pecado

    no responde ya satisfactoriamente a la brutalidad de los mecanismos

    deshumanizantes que penetran los engranajes de la economía y de la sociedad‖12.

    Frente a esta realidad de deshumanización, se hace el reconocimiento de la

    acción salvífica de Dios que conduce a la conversión, es decir, a la liberación de

    los pecados, esta debe ser acogida y encarnada en nuestros hermanos que sufren

    como en nuestra propia realidad latinoamericana.

    El ―pecado‖ visto desde la enseñanza teológica, es un poder opresor que busca

    oponerse a la luz verdadera, a la vida, a la verdad y se complace en las tinieblas

    de la muerte que envuelven al pecador, en definitiva, es la negativa de la

    respuesta al Sí de la gracia que Dios otorga al hombre y a la mujer a través del

    único mediador que tenemos, Jesucristo. ―El que vino a quitar el pecado del

    mundo, no vino a enfrentarse con él solamente en aquello que presenta el pecado

    12

    Moser, A. Pecado Estructural: Teología Moral. En: COMPAGNONI, F.; PIANA, G. y PRIVITERA, S. 1992. p.

    1369-1383.

  • José Prentt Martínez cjm.

    20

    de íntimo y personal, sino también en lo que presenta como manifestación más

    clara del anti reino‖13.

    1.3 LA RECONCILIACIÓN

    Cuando hablamos de reconciliación es porque existe a la base una amistad rota,

    una división que necesita ser sanada. Y a pesar de la realidad de pecado o mejor

    a pesar de una ruptura permanente, se vive una verdadera ―nostalgia de

    reconciliación‖, derivada de múltiples causas como lo afirma la exhortación

    pontificia Reconciliatio et Paenitentia, de Juan Pablo II en el numeral 3 que dice:

    “Hablar de reconciliación y penitencia es, para los hombres y mujeres de

    nuestro tiempo, una invitación a volver a encontrar traducidas al propio

    lenguaje las mismas palabras con las que Nuestro Salvador y Maestro

    Jesucristo quiso inaugurar su predicación: «Convertíos y creed en el

    Evangelio» esto es, acoged la Buena Nueva del amor, de la adopción

    como hijos de Dios y, en consecuencia, de la fraternidad”14.

    Lo anterior nos deja ver que en el fondo, somos seres des-reconciliados con

    nosotros mismos, pero en permanente búsqueda de auto-reconciliación. Nos

    cuesta mucho descubrir sin prejuicios las exigencias de la reconciliación para salir

    al encuentro del otro. Así pues, toda reconciliación no es un punto de partida, sino

    una meta a la cual llegamos luego de un doloroso proceso que exige cambios y

    transformaciones continuas, para descubrir que la confesión es una forma

    13

    Ibíd. 14 Cf. JUAN PABLO II, Reconciliatio et paenientia (RP). Ed. Paulinas, Bogotá, 1984. Numeral 3.

  • José Prentt Martínez cjm.

    21

    concreta de vivir ―la realidad de la reconciliación‖. Y esta realidad es

    ―sacramental‖, es decir, es hecha signo y presencia viva de Jesucristo en la

    historia a través de un ministerio de la Iglesia.

    Apoyándose en la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo moderno (n.

    10), tanto el documento de trabajo del sínodo 1983 como el Papa Juan Pablo II en

    el documento post-sinodal15, nos describe la división que existe en la humanidad

    en cuatro niveles.

    1) Hay una división entre las personas y los grupos manifestada de diferentes

    maneras:

    - La conculcación de los derechos fundamentales de la persona.

    - Las asechanzas y presiones contra la libertad de los individuos y las

    colectividades.

    - Las varias formas de discriminación: racial, cultural, religiosa, sexual y

    social.

    - La violencia y el terrorismo.

    - La tortura y las formas injustas e ilegitimas de represión.

    - La distribución inicua de las riquezas del mundo y los bienes de la

    civilización.

    - Las ásperas luchas entre los partidos políticos.

    - El desequilibrio en el manejo de la economía.

    - Los acontecimientos entre las tribus, los grupos étnicos y las castas16.

    15

    CF. LA RECONCILIACIÓN Y LA PENITENCIA. Documento de Trabajo para el Sínodo, 1982, PPC, Madrid,

    1983. 16

    Cfr. Puebla n. 42.43.

  • José Prentt Martínez cjm.

    22

    2) Hay una división entre las naciones, cada vez más angustiosa y peligrosa:

    - Naciones contra naciones y bloqueo de países enfrentados en afanosa

    búsqueda de hegemonía. Naciones ricas contra naciones pobres;

    bloque norte contra sur.

    - La acumulación de armas convencionales o atómicas.

    - La invasión de una nación pobre por parte de una potencia mundial con

    pretexto de búsqueda de seguridad.

    - Los bloqueos militares y económicos para forzar a un pueblo a plegarse

    a la voluntad y la política de una nación rica y poderosa.

    - Las condiciones económicas y políticas impuestas a los países pobres

    que los hacen creer que son gestores de su propio destino, cuando lo

    que existe en el fondo es una sutil muestra de esclavitud colectiva.

    3) Hay una división al interior mismo de la Iglesia:

    - La realidad de las diversas ―confesiones de fe‖ patentizan esta división y

    es un escándalo ante el mundo.

    - Pero en el seno de la Iglesia católica abunda también las divisiones

    causadas por diversos puntos de vistas:

    Por diversas opciones doctrinales

    Por diversas opciones pastorales

    4) Pero, por encima de todo, hay un hombre dividido y desgarrado:

  • José Prentt Martínez cjm.

    23

    - Desgarrado por las heridas interiores que le producen los

    condicionamientos de su historia personal.

    - Desgarrado por los rencores que anidan en su corazón contra todos

    aquellos que lo han insultado o destruido.

    - Desgarrado por los fracasos, las inseguridades, la impotencia, la

    frustración creciente ante anhelos y aspiraciones que no puede realizar.

    Por esto el hombre tiene un anhelo profundo de la reconciliación, de tal modo

    que la principal función reconciliadora del sacramento, consiste en buscar sin

    tregua el reino del amor que permanentemente está rompiéndose en las

    relaciones interpersonales, pues el ―pecado‖ “no debe reinar en nuestro cuerpo

    mortal” como escribe San Pablo en la carta a los Romanos 6, 12.

    Se trata de entender que ―reconciliación‖ es más que arrepentirse de unos

    pecados y recibir el perdón de los mismos. Por esto, vemos entonces que

    Reconciliación hace referencia fundamentalmente a ―lo que se rompió‖ entre

    los seres humanos y entre estos y Dios, por tanto, nos corresponde erradicar

    las actitudes que suscitan ruptura: odios, retaliaciones, venganzas, injusticias,

    infidelidades, reconociendo los errores cometidos, construyendo actitudes que

    generen unidad: encuentro, libertad, diálogo, perdón, verdad, cercanía,

    inclusión, misericordia.

    En conclusión, el sacramento de la Reconciliación visto desde esta perspectiva

    de búsqueda incesante de reconciliar, debe ser también analizado desde dos

    aspectos: el primero, el antropológico, que pone de manifiesto el sustrato

    profundamente humano del pecado y de la conversión y muestra el cimiento

    antropológico de los elementos que conforman la estructura fundamental del

  • José Prentt Martínez cjm.

    24

    sacramento; el segundo, contempla la Reconciliación penitencial como realidad

    sagrada que vive en el ámbito del misterio del culto cristiano y como una

    necesidad humana.

    2. LA RECONCILIACIÓN UNA NECESIDAD HUMANA

    El punto de partida humano-antropológico sería por una parte, la falta y el anhelo

    de reconciliación que encontramos a todos los niveles: personal, social, familiar,

    político, eclesial, a partir de experiencias como la frustración y la amenaza

    existencial, la falta de identidad y ruptura interior, la no inocencia ante los males

    que nos rodean, las experiencias de dependencia, división, injusticia. Por otra, nos

    encontramos con una búsqueda universal de paz y reconciliación como aspiración

    legítima relacionada con la felicidad. Si bien, el sacramento cristiano de la

    reconciliación responde a estos anhelos y aspiraciones fundamentales y

    universales.

    Ahora, el conflicto (entiéndase este como divisiones, pecado, guerras, injusticia) y

    la reconciliación son sin duda alguna dos tensiones permanentes en la existencia

    del ser humano pues el hombre ni se entiende a sí mismo, ni se acepta, más aún

    muchas veces se frustra, ante aquello que no le resulta como él quiere y desea, y

    colisiona frente a los intereses y proyectos de los demás, por esto todo hombre y

    toda mujer se sienten insatisfechos, ante los anhelos y deseos que no puede

    realizar.

    Más aún, puesto que no tenemos unas conductas estables sino que funcionamos

    con cambiantes imperativos de conciencia, se crean en nosotros conflictos

  • José Prentt Martínez cjm.

    25

    internos y múltiples conflictos externos en las relaciones humanas, los cuales nos

    conducen a enfrentamientos que no sabemos resolver. Sabemos que en el fondo,

    somos seres des-reconciliados con nosotros mismos, pero en permanente

    búsqueda de un anhelo de auto- reconciliación, con uno mismo y con los demás.

    Se podría decir que, vivimos en continua experiencia de no-inocencia mediante la

    cual se siente el quebrantamiento entre el ideal de inocencia al que aspiramos y la

    realidad de ―pecado‖ en que vivimos, llevándonos a la experiencia de la

    culpabilidad.

    Y estos enfrentamientos requieren diversidad de valores éticos, morales y sociales

    que protejan la difícil convivencia humana, para ser capaces de respetar los

    derechos de los demás y de reconciliar las libertades personales con las libertades

    del prójimo. Sin embargo, resolver los conflictos es a su vez ―un conflicto‖ pues

    exige reconocer fallas y errores, los cuales no siempre estamos dispuestos, ni a

    aceptar ni a corregir.

    Este planeamiento, que invierte nuestra idea normal, hace posible algo increíble:

    que el proceso de reconciliación pueda comenzar por los heridos a causa del

    conflicto que se vive entre pecado y gracia. La experiencia de la misericordia y del

    amor de Dios les da la fortaleza y el coraje necesarios para tender la mano. ―El

    objeto de la reconciliación no es la acción violenta en sí misma, sino la humanidad

    de quien interviene en su ejecución‖17. Pues, en aquellos contextos de división, y

    des-reconciliación; urge la necesidad de buscar mecanismos que restauren dicha

    división.

    17

    Jesús María ALEMANY. El servicio de la reconciliación, Sal Terrae, Santander ST 90 (2002) 783-794.

  • José Prentt Martínez cjm.

    26

    El ser humano no puede quedarse en la contemplación de sus propias miserias.

    Desde el fondo de su corazón está en la búsqueda de un mundo mejor y

    transformado, un bien, una paz y una justicia, pero sobre todo la misma libertad

    que quiere y busca. Borobio asegura que ―desde la des-reconciliación busca

    también una reconciliación verdadera, que le permite vivir con gozo y esperanza, a

    pesar de su fragilidad y limitaciones‖18.

    Analizamos que nuestra naturaleza humana está inmersa en la división, el

    conflicto, la des-reconciliación, el egoísmo, la envidia, la violencia, la frustración, el

    pecado y demás situaciones que nos generan una experiencia de no totalidad19.

    De tal modo, que el hombre sintiéndose en medio de un mundo alienado y

    alienador, a través de múltiples mecanismos y estructuras condicionantes, viene a

    percibir que su no-totalidad y su no-inocencia no dependen exclusivamente de él,

    sino también de "lo otro" circunstancial20. Por eso, no hay duda que podemos

    pasar de dicho estado, en el cual nos hemos visto abocados a otro que nos

    permitirá comprender mejor lo que realmente somos, es decir, que nos podemos

    auto- reconciliar.

    En un primer enfoque, debemos reconocer que nuestra propia finitud humana no

    es totalmente negativa, sino que es posibilidad de descubrimiento del valor de la

    existencia humana, consciente de su fragilidad, de la verdadera condición del

    hombre, como ser de barro, creación de Dios. Partiendo que el hombre siendo un

    ser inacabado llamado a afinar. Por ende, la posibilidad de una reconciliación para

    18

    Cf. BOROBIO, D., Celebrar para vivir, liturgia y sacramentos de la Iglesia. Salamanca: Ediciones Sígueme,

    2003. Pág. 380. 19

    Cf. BOROBIO, D., Celebrar para vivir, liturgia y sacramentos de la Iglesia. Salamanca: Ediciones Sígueme,

    2003. Pág. 378. 20

    Borobio, Dionisio. El sacramento de la Reconciliación Penitencial. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2006.

    Pág. 31

  • José Prentt Martínez cjm.

    27

    el hombre está en la auto-reconciliación con su propia posibilidad y no en la

    totalidad de la situación.

    Siguiendo este esquema, la reconciliación es un suceso para poder ser que a su

    vez se convierte en una necesidad humana. Por esta razón, la reconciliación en el

    ser humano tiene la facultad de poder unir lo dividido, de dar sentido a lo que está

    en conflicto y libertad a las cadenas que nos atan y obstaculizan el perdón y la

    misericordia.

    En otras palabras, diríamos que la reconciliación se convierte en un absoluto

    determinante de orden, por el cual cada ser humano de distinta manera, tiene la

    necesidad y el deber de querer reconstruir su realidad, con el objeto de ser una

    persona abierta consigo misma, con el Otro, con la creación y con su Dios en este

    aspecto pueda ser cada vez más humano en un universo lleno de diferencias y

    limitaciones, de divisiones, de conflictos y tantas veces de sin sentido. La

    reconciliación como diría Borobio, "es un acto interpersonal en el que el acento se

    pone en el encuentro, la comunicación, la paz, la amistad"21. A modo conclusivo,

    la reconciliación es una necesidad humana desde la perspectiva de un encuentro

    con el Otro, la cual es parte vital de nuestra existencia que tiene como punto de

    partida el reconocimiento de sí para dar paso su reconocimiento.

    El deseo de reconciliación se halla profundamente arraigado en el hombre. Surge,

    por una parte, del deseo de reparación y de renovación ante las divisiones y el mal

    causado; pero, por otra parte, es modo operante de transformación y cambio para

    alcanzar una vida diferente y llena de gracia.

    21

    Ibíd., p. 26.

  • José Prentt Martínez cjm.

    28

    En su lucha contra las divisiones y conflictos del ser humano y en su necesidad de

    perdón y reconciliación, los bautizados descubren en Jesucristo el camino

    privilegiado que lleva a la libertad, el amor y a la misericordia de hijos de Dios. En

    esta relación, la Iglesia se manifiesta como el profeta que clama en el desierto y

    que invita a la conversión y que permite experimentar la reconciliación y el

    perdón22. En ella, mediante la gracia salvífica y el esfuerzo hecho por el hombre,

    los que siguen al Señor guían su vida hacia el ideal y la plenitud del Evangelio, en

    la búsqueda permanente de libertad.

    Por esto en resumen, a pesar de esta realidad de pecado o mejor a pesar de esta

    ruptura permanente, vivimos una verdadera ―nostalgia de reconciliación‖, derivada

    de múltiples causas como lo afirma la exhortación pontificia Reconciliatio et

    Paenitentia Numeral 3.

    3. UNA MALA ADMINISTRACIÓN DEL SACRAMENTO DE LA

    RECONCILIACIÓN ENCADENADA Y DEFICIENCIA EN LA FORMACIÓN

    RELIGIOSA DEL CREYENTE

    En la actualidad se suele hablar de una situación de crisis en este sacramento

    más que en otros. Esta crisis es reconocida por los mismos documentos oficiales

    de la Iglesia (Vaticano II, Exhortación Apostólica ―Reconciliación y Penitencia‖ de

    Juan Pablo II, ―Dejaos reconciliar con Dios‖ de la CEE. Entre otras). La crisis del

    sacramento de la reconciliación ni es nueva, ni posiblemente la mayor de las que

    han existido; tiene relación con la situación más general de crisis en la Iglesia y en

    la experiencia religiosa. Como en toda crisis, no todo es negativo; también

    22

    Biblia Jerusalén. Bilbao: editorial Desclée de Brouwer, 1986. Marcos 1, 15

  • José Prentt Martínez cjm.

    29

    encontramos en ella elementos purificadores y positivos que han contribuido a una

    vivencia más auténtica del sacramento.

    Desde el Concilio Vaticano II han cambiado muchas cosas que han sido evidentes

    y con unas perspectivas completamente renovadoras, y en medio de todo, han

    cambiado para mejorar aunque en la realidad en muchos contextos pastorales se

    reflejen otras. Las celebraciones de los sacramentos ya no son las mismas.

    Solemos encontrarnos con celebraciones muy ―vivenciales‖ para la gente, como

    otras muy ritualistas, frías que no comunican nada. Los ritos se han acercado a la

    gente: se han simplificado, son más claros, con más sentido de vida, etc. El

    cambio, por lo que podemos ver, ha sido notable, y al hacer una evaluación,

    probablemente encontraríamos más elementos positivos.

    Sin embargo, en el Concilio Vaticano II se admite que la forma presente del

    sacramento no responde plenamente a las necesidades y experiencias de los

    cristianos de hoy, y en su Constitución sobre la sagrada liturgia dice: "Revísense el

    rito y las fórmulas de la penitencia, de manera que expresen más claramente la

    naturaleza y efecto del sacramento"23.

    Ahora bien, parece como si muchos responsables de la pastoral de la

    administración de los sacramentos tuviesen la impresión de encontrarse en una

    calle sin salida y con grandes muros. La novedad ya no es motivo de atracción;

    vuelven a aparecer problemas semejantes a los que teníamos antes: muchas

    personas participan de la vida sacramental de la Iglesia, más por una piadosa

    benevolencia o por las razones que sean personales, que por el deseo de

    expresar sacramentalmente una vida de fe cristiana.

    23

    Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral “sacrosanctum concilium”. Exposición preliminar, n.72.

  • José Prentt Martínez cjm.

    30

    Algunos hechos significativos que se pueden considerar sobre esta crisis en el

    análisis actual, serían por ejemplo:

    1) El abandono masivo del sacramento por parte de muchos bautizados.

    2) La crisis afecta incluso a los cristianos más comprometidos y practicante.

    3) Se da una devaluación del sacramento, convertido a veces en una devoción, o

    solamente concebido en borrar pecados.

    4) Sigue existiendo una práctica excesivamente ritualista, judaizante, fría y

    rutinaria del sacramento.

    6) Muchos tienen la forma errónea de pecado y de confesión, ni el penitente

    entiende que es el pecado, ni muchos confesores entiende el sacramento de la

    reconciliación a profundidad.

    7) La concepción de confesarse con Dios personalmente.

    8) Desconocimiento del sentido reconciliador, sus virtudes, frutos, la libertad que

    otorga y transformación de vida.

    9) No hay una debida praxis o pastoral de este sacramento.

    10) Este sacramento está muy separado de la experiencia diaria de la vida

    cristiana.

    11) Visto como un juicio o sala de tortura.

    Las causas que pueden dar explicación de esta crisis sobre el sacramento de la

    reconciliación son, sin duda alguna, diversas y complejas. De hecho en una

    interpretación antropológica se pueden mencionar: separación de sacramento y

    vida, falta de madurez humana y espiritual, el reto de las corrientes psicológicas, el

    ateísmo tan arraigado en el hombre, el secularismo, el posmodernismo, entre

    otras.

  • José Prentt Martínez cjm.

    31

    Las causas teológicas que se pueden señalar serían: la falta de sentido eclesial de

    la fe, concepción empobrecida del sacramento, concepción judicial del mismo,

    credibilidad y sentido doctrinal, entre otras, y otras pastorales: una pastoral

    deficiente, ideas confusas o equivocadas, desprestigio de la confesión, perdida de

    sentido por el sacramento, entre otras. Pero ciertamente la causa más global que

    podríamos señalar es la falta de experiencia y de encuentro con Dios en un mundo

    tan secularizado y posmoderno o global.

    El primer factor determinante de la crisis es de la llamada ―secularización‖ del

    mundo que incide en la fe de muchos creyentes y en la disminución de la práctica

    religiosa actual que se activa hacia los años cincuenta (50) pero que tiene sin

    duda su principio en los inicios de la cultura secular de la modernidad, que invadió

    la vida del mundo occidental. ―La secularización es sin duda una corriente que

    recoge ideas, acontecimientos y procesos que representan una nueva forma de

    entender, vivir y orientar la realidad humana contrapuesta completamente a la

    concepción cristiana del mundo que englobaba todo en la unidad de la fe sin

    contar con la autonomía del hombre, sin su voluntad para crear las cosas a su

    medida y sin poder alguno de decisión‖24.

    Con esta nueva mentalidad secular, la ciencia se convierte en criterio absoluto de

    verdad quedando el campo de la fe relegado a la esfera de lo no científico y de la

    razón, es decir de lo demostrable. También esta nueva mentalidad incide en la

    concepción del pecado ya que antes se partía de que el hombre dependía de la

    suprema soberanía de Dios y por tanto estaba sometido a las limitaciones de su

    propia condición finita. Hoy el hombre no depende de Dios y por eso el pecado

    queda sometido a los análisis no de la fe ni de la teología sino de las ciencias

    24

    Cf. Juan Pablo II. Carta Dominicae Cenae (24-2-1980, 8).

  • José Prentt Martínez cjm.

    32

    positivas, de la filosofía o de la sociología e incluso de las ciencias

    experimentales25.

    La crisis religiosa en la cual nos encontramos y se encuentra el sacramento de la

    confesión desde hace tantos años ha creado la crisis de la reconciliación pero

    ambas dependen de la actual idea que tenemos de ―Dios‖ y de ―Iglesia‖, de la idea

    que se maneja de ―pecado‖ y de ―gracia‖, de ―solidaridad‖, de ―libertad‖ y ―perdón‖,

    de ―misión‖ y de ―evangelización‖. El pecado en el mundo lo estamos viendo desde

    la perspectiva del mal que afecta la sociedad. Para procurar superar estas

    grandes dificultades el Concilio Vaticano II desea darnos algunas respuestas que

    sin duda deben originarse en la fe en Jesucristo y en su obra reconciliadora y

    liberadora con la humanidad que se concretiza a través de la iglesia, pues es

    indudable que la crisis de la confesión está dependiendo de la crisis que vivimos

    de la economía de la salvación.

    Seguimos encontrando aun problemas e incluso en el propio ritual del sacramento

    de la reconciliación. El 2 de diciembre de 1973, después de la debida aprobación

    del Papa Pablo VI, la congregación para el culto divino publicó oficialmente el

    nuevo rito de la penitencia. Donde se puede notar el duro proceso de elaboración

    y la pobreza del documento final. El ritual de la penitencia, en efecto, frente a los

    demás sacramentos, no respondió a las expectativas que había y ha venido

    prácticamente a dejar las cosas como estaban26.

    25

    Vitoria, María Ángeles, Auguste Comte, en Fernández Labastida, Francisco – Mercado, Juan Andrés

    (editores), Philosophica: Enciclopedia filosófica on line, URL: http://www.philosophica.info/archivo/2009/voces/comte/Comte.html 26

    Ritual de la penitencia, Ordo Poenitentiae, OP., reformado por mandato del CV II y promulgado por su

    santidad Pablo VI (1973), PRIMERA EDICIÓN. Año 1974.

  • José Prentt Martínez cjm.

    33

    Algunos puntos negativos que se pueden señalar sobre estos aspectos del ritual

    son:

    ● Toma la opción de ampliar la perspectiva de la penitencia, pero después no

    es capaz de llevarla a la práctica.

    ● El vocabulario no es claro, juega todavía con penitencia y reconciliación.

    ● Amplía la dimensión sacramental y sigue todavía llamando ―sacramento‖

    únicamente a la ―confesión‖.

    ● No aclara los fines del sacramento. ¿Es para los que pecan gravemente? O

    ¿para la comunidad pecadora y necesitada de conversión permanente?

    ● ¿Es el sacramento únicamente para los que han roto su opción por el Señor

    y la comunidad?

    ● ¿Es el sacramento que posibilita a la comunidad vivir su dimensión de

    conversión o decir de transformación?

    ● El carácter del presbítero como juez ha sido falseado, utilizando una

    terminología fiscal y no bíblica. Si el sacramento es un juicio, lo es muy

    especial: es el único juicio en el que el culpable debe reconocerse como tal

    ser absuelto.

    ● Conserva todavía aspectos muy jurídicos como los lugares, tiempo y

    vestido, que empobrecen el sacramento y lo mantienen en un contexto

    ritualista y muerto.

    ● Presenta un esquema de celebración individual muy poco realizable.

    ● Después de tanta fundamentación bíblico-teológica termina afirmando: ―el

    único medio ordinario para obtener la reconciliación es la confesión

    individual e íntegra y la absolución individual‖. ¿Cuál es el nuevo ritual de la

    penitencia?

  • José Prentt Martínez cjm.

    34

    El profesor Millán Romeral, en una charla dictada en Santander en el 2007 da

    algunas claves para para una posible renovación del Sacramento de la Penitencia,

    de acuerdo con los criterios fundamentales del Concilio con lo cual afirma:

    Si es tan difícil juzgarnos a nosotros mismos, imagínense Vds. en una celebración

    donde somos a la vez jueces, árbitros, protagonistas, legisladores… De algún

    modo, se pondría también en cuestión el rostro de Dios; hay quien dice que se

    confiesa con Dios, que no necesita a la Iglesia… pero, ¿con qué Dios se

    confiesa?, porque convertir a Dios en un muñeco de guiñol es relativamente fácil…

    Hoy, que hasta la Psicología defiende tanto la necesidad de objetivar los

    sentimientos, de (valga el neologismo) ―espejarlos‖, de sacarlos de nosotros

    mismos… nos encontraríamos ahí con un cierto subjetivismo, en ocasiones un

    tanto peligroso.27

    Sin embargo no son pocas las insistencias del magisterio sobre la necesidad de su

    recuperación en la vida de la Iglesia, de una revitalización de esta práctica para

    que responda mejor a la intención de Cristo para nuestro tiempo. La acción

    ministerial de los obispos y los presbíteros, en la reconciliación de los penitentes,

    no puede limitarse a pronunciar válidamente y lícitamente la fórmula de la

    absolución28. Debe conducir al penitente a la conciencia viva de que sus actos

    personales forman parte de la misma celebración sacramental que culmina con

    dicha absolución. En casi la totalidad de los casos, de la acción pastoral que tenga

    el ministro y de su actitud de cercanía, confianza, ternura y alegría hacia el

    penitente depende la expresividad y transformación de la celebración y del sujeto.

    27

    Millán Romeral, F. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria Ciclo II: La Celebración de los Sacramentos, Hoy: La penitencia hoy Claves para una renovación. Madrid. Facultad de Teología, Universidad Pontifica Comillas. 2007. p. 5. 28

    Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral “sacrosanctum concilium”. n.11.

  • José Prentt Martínez cjm.

    35

    Muchos creyentes también en medio de este caos de pensamientos e ideas

    valoran el sacramento de la reconciliación y sobre todo la confesión individual

    como una ocasión de dialogo o de dirección espiritual, incluso en algunos casos,

    se podría decir que lo usan como una ocasión para salir del anonimato en que

    viven y poder sentirse acogidos personalmente. Si bien estos aspectos son

    importantes y se pueden tener en cuenta, pero a la vez se tendrán que mantener

    en su propio nivel, para no llegar así a confundirlo con la celebración misma del

    sacramento, lo que es ante todo entendido desde una teología del encuentro,

    donde se precisa que es Jesucristo el centro de toda actitud reconciliadora y

    liberadora; que Jesucristo es la fuente de la reconciliación tal como aparece en la

    parábola del Padre Misericordioso, comparada con la figura egoísta del hermano

    mayor que divide en lugar de unir, parábola que evoca que nuestra condición

    humana por naturaleza, rechaza toda obra reconciliadora29.

    El rito del sacramento tiene que ser realizado de manera que constituya siempre

    "un acto en el cual la Iglesia proclama su fe, da las gracias a Dios por la libertad

    con la cual Dios nos ha hecho libres, y ofrece su vida como sacrificio espiritual en

    alabanza de la gloria de Dios, ya que esto hace más cercano el encuentro con

    Jesucristo"30.

    La pastoral sacramental de la reconciliación pide un esfuerzo más amplio que el

    cuidado de la celebración estricta, ritualista, decorosa y reclama una intervención

    de todos los bautizados junto a sus pastores.

    En el tema anterior de la crisis del sacramento de la Reconciliación, se hacía el

    análisis sobre el problema que se advierte sobre dicho sacramento viendo ¿en

    29

    Biblia Jerusalén. Bilbao: editorial Desclée de Brouwer, 1986. Lucas 15, 11-32. 30

    JUAN PABLO II, Reconciliatio et paenitentia (RP). Ed. Paulinas, Bogotá, 1984. Pág. 106.

  • José Prentt Martínez cjm.

    36

    qué consiste?, ¿dónde está? y luego pasar a unas sugerencias. Pero ahora habría

    que señalar la deficiencia que tiene el creyente sobre el principio del sacramento

    cuya gravedad va creciendo de uno a otro como de pastores y penitentes, la gente

    sencilla y también los cristianos de más formación se hacen muchas preguntas

    sobre el sacramento: sobre la necesidad, el origen, la mediación eclesial, la

    eficacia, la uniformidad, entre otros.

    La forma habitual, ordinaria, canónica de la celebración de este sacramento,

    generalmente aunque no siempre, suele poner en cuestión la confesión auricular

    de los pecados; el creyente muchas veces pregunta si no se podría hacer,

    expresar de otro modo este rito. Hay un desconocimiento por completo del

    creyente sobre la forma o práctica de dicho sacramento.

    En el primer lugar, se hablaría de una crisis superficial, consistente en cuestionar o

    criticar una forma determinada de celebrar el sacramento de la Penitencia en un

    contexto concreto; es decir, reconocer que, en las parroquias, comunidades

    cristianas, en las órdenes religiosas, en los colegios, en los movimientos no se

    vive bien porque no se cuida la celebración o por otros aspectos. Es decir, se

    criticaría la forma concreta de celebrar este ritual en un contexto concreto.

    Indudablemente, esta forma de crisis no es muy negativa, incluso me atrevería a

    afirmar que es positiva, porque todas las comunidades cristianas, las parroquias,

    movimientos, etc., tiene que estar constantemente replanteándose y revisando su

    vivencia sacramental, sin que ello suponga que la liturgia tenga que estar

    cambiando continuamente.

    En segundo lugar, es indudable que se podría pensar en aquellas personas que

    ya no tienen una concepción cristiana de la existencia, aunque estén bautizadas, o

    vayan a algunas celebraciones o hayan dejado de asistir se trata de personas no

  • José Prentt Martínez cjm.

    37

    necesariamente ateas, anticlericales o acometedoras contra la Iglesia, ni

    muchísimo menos, sino de una fuente de la población de clase media alta, con

    una buena formación profesional a quienes todo acerca del pecado, de la vida

    cristiana, les suena a cosas de la Edad Media, del tiempo de sus abuelas es gente

    que sonríe cuando se habla del pecado porque les parece algo totalmente

    desfasado y superado donde se siente también la intimidación a ser juzgado.

    Porque no se tiene plena conciencia sobre lo que uno u otro es (pecado y

    reconciliación).

    A partir estos dos aspectos debemos cuestionarnos acerca de cómo vivimos y

    cómo celebramos este sacramento dentro de la Iglesia, pero más aún como se

    está formando al creyente entorno a la realidad del sacramento, creando una

    praxis que responda a las nuevas situaciones. Vemos que lo que está en crisis no

    es el sacramento de la Penitencia, sino también la evangelización, la conciencia

    de la identidad cristiana, que es algo mucho más profundo. Y no se deberían

    aplicar pastorales indiscriminadas, sin hacer un diagnóstico de la crisis, sino que,

    una vez que se vea por dónde van ―nuestras‖ comunidades, ―nuestros‖ grupos,

    ―nuestras‖ parroquias, habría que actuar de acuerdo con esa realidad y empezar a

    trabajar por una formación más plena en los creyentes.

    4. PRAXIS DEL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN

    Se considera que se ha ido dando un proceso positivo. La praxis de los últimos

    tiempos ha ayudado a crecer y vivir mejor el sacramento de la reconciliación, al

    descubrir un Dios que no es juez, sino que es un Dios misericordioso, Padre que

  • José Prentt Martínez cjm.

    38

    nos ama y ayuda a ser libres y nos ayuda a caminar hacia Él. Considerando así

    que Cristo es modelo de entrega y de encuentro reconciliador. Resultando que la

    praxis pastoral hoy, tiene la finalidad de reconciliar, perdonar, acoger, liberar y

    extender el encuentro sacramental como manifestación del amor de Dios para con

    toda la humanidad.

    Ahora bien distinguiendo claramente la praxis, que es la acción propiamente

    humana. Hemos de distinguir la acción misma (proceso de la praxis), y su efecto

    (resultado). Sabiendo que el resultado siempre pertenecerá al sujeto responsable

    de la acción en este caso en el penitente como en el confesor. Con esto surge la

    pregunta; ¿Cómo es, en la actualidad, la praxis concreta de este sacramento?

    Aun así, manifestando lo positivo que puede ser la praxis del sacramento y sus

    virtudes, es bueno también recordar que la praxis actual de este sacramento

    presenta varios problemas, que en general dependen del tipo de experiencias que

    se tenga de la formación, como de la experiencia vivida.

    Por una parte uno se encuentra con las actitudes de los confesores:

    ● Algunos relativizan el sacramento de la Reconciliación, considerándolo

    como algo no importante y hasta muchas veces sin sentido.

    ● Otros que lo celebran de tal modo rápido, apurados que dificultan su

    vivencia.

    ● No siempre es fácil encontrar confesores que se dediquen a esta ardua

    tarea, con buena formación y disposición.

    ● A veces muchos confesores mal humorados o cansado de escuchar lo

    mismo.

  • José Prentt Martínez cjm.

    39

    ● Desconocen o no se tiene la debida formación de la práctica del

    sacramento.

    Por otra parte están los problemas del penitente:

    ● El factor vergüenza es importante, cuesta contar sus cosas a quien no

    conocen.

    ● Algunos sienten necesidad del sacramento, pero les cuesta encontrar la

    persona que escuche y ayude en la confesión.

    ● Confiesan la situación de pecado, pero no el pecado.

    ● El penitente no solo debe buscar el perdón de sus pecados, sino la

    conversión y transformación.

    ● Falta conciencia de lo que es el pecado.

    ● No se sabe distinguir entre la confesión y la dirección espiritual.

    Por otra parte, “La reconciliación tiene un hondo enraizamiento antropológico,

    existencial y social, en el sentido de que viene a responder a la necesidad que el

    hombre siente de recuperar el ideal perdido, de reafirmar aquellos valores que dan

    sentido a su vida, de reconstruir su historia personal con la historia de los

    demás”31. Es así, como el sacramento de la reconciliación se convierte en modelo

    de transformación para todos los hombres, ya que en el todos los seres humanos

    encuentran la oportunidad de buscarse, encontrarse y reconocerse a sí mismo y

    ante los demás. A partir del reconocerse a sí mismo el ser humano empieza a

    reconciliarse personalmente como colectivamente, le permitirá reconstruir su

    historia de vida, con el fin de recuperar aquello que ha sido destruido, dividido o

    derrumbado.

    31

    Cf. Borobio, La penitencia como proceso, 155.

  • José Prentt Martínez cjm.

    40

    De tal manera la praxis de la reconciliación debe llevarnos a la reconciliación

    consigo mismo. Del contraste entre ―lo que soy ahora‖ (realidad) y ―lo que quise

    ser‖ (hombre ideal) surge la dura realidad del pecado, la miseria y pobreza del

    hombre. Pero con frecuencia, el no aceptar lo que es y el enfrentar mal su imagen

    ideal, produce en el mismo ser una sensación de fracaso: le cuesta aceptar la

    hondura hasta donde ha llegado, se siento incapaz de cambiar, algunas veces

    hasta llega autocastigarse.

    Se ha acudido al sacramento de la reconciliación pero posiblemente el ser

    humano se sigue sintiendo igual, ha vuelto a caer y esto le desanima si haber

    conseguido realmente en este una praxis liberadora. Todo por un motivo:

    ● Le ha pedido perdón al Señor y este le ha dado el perdón

    ● Le ha pedido perdón a la Iglesia y ella lo ha perdonado

    ● Pero ¿se ha perdonado así mismo?

    Aún sigue siendo complicado para los seres humanos reconocer su propia imagen

    como es. Por esto, el sacramento de la reconciliación como praxis liberadora debe

    tocar lo más hondo y la miseria del hombre logrando una mejor manera de vivir, es

    justo tomar también un contexto bíblico que nos ayude a entender mejor la praxis

    de este sacramento y recordar el pasaje del ―ciego de Jericó‖32 como modelo de

    imagen de este hombre caído por el pecado en busca reconciliarse consigo mismo

    y con los demás. Este ciego tiene nombre propio y es conocido «hijo de Timeo» su

    debilidad es concreta y la conocemos:

    ● Ciego: no ve la realidad

    ● Mendigo: es pobre y vive de los otros

    ● Sentado: está estancado al borde del camino 32

    Biblia Jerusalén. Bilbao: editorial Desclée de Brouwer, 1986. Marcos 10, 46-52.

  • José Prentt Martínez cjm.

    41

    Y todo esto lo cubre con su manto. Pero sabe que Jesús pasa, le grita, le suplica,

    aun por encima de la multitud que lo increpa y quiere acallarlo. Jesús luego lo

    llama y la comunidad lo anima:

    ● ―Animo! Levántate él te llama‖

    ● El ciego arroja el manto

    ● Da un salto

    ● Y va donde Jesús

    El dialogo sin duda es corto pero suficiente: ¿Qué quieres que haga por ti? La

    cual encuentra respuesta Jesús: ―Maestro que vea‖ y sin duda este encuentra

    una contestación que lo libera: ―Vete, tu fe te ha salvado‖ y el ciego vuelve a

    ver y sigue a Jesús por el camino.

    Con lo anterior mencionado, se pueden enfrentar las dificultades en la praxis

    de este sacramento reconciliador y es preciso actuar en este ministerio de la

    reconciliación en donde son fundamentales el rol del penitente y el pastor.

    Las dificultades que se presentan en las prácticas el sacramento de la

    penitencia y en la praxis actual dependen de:

    ● La falta de objetividad y la realidad del sacramento.

    ● Las heridas que se producen por una mala confesión.

    ● La relación de vida que tenemos con Dios y los demás

    ● La falta de misericordia por parte del confesor que muchas veces

    encadena con la sentencia dictada.

    ● La falta de ejercer asiduamente el ejercicio del perdón en la comunidad.

    Debe ser claro que el sacramento de la reconciliación no puede pensarse como

    algo fuera de la vida del cristiano, ser ajenos al dolor, a la angustia, a la

  • José Prentt Martínez cjm.

    42

    esperanza, a la reconciliación, el perdón y libertad ser extraños a nuestras

    situaciones vitales. ―Al contrario, todo bautizado debe considerarse dentro del

    plano de la conversión como un «existencial cristiano», es decir, como algo que

    hay que vivir si se quiere ser cristiano‖33, pero más aún el creyente debe tener la

    debida formación para una adecuada praxis sobre el sacramento. Sencillamente,

    porque teniendo el previo conocimiento del sacramento de la reconciliación el

    cristiano podrá creer, y solo cree el que se convierte, y solo se convierte el que

    constantemente reconoce sus limitaciones y se esfuerza por llegar al ideal de

    transformación y libertad recibida por el perdón.

    CAPITULO II

    EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN EN DINAMISMO DE UNA

    PRAXIS LIBERADORA

    1. BASES BÍBLICAS PARA UNA TEOLOGÍA DE LA RECONCILIACIÓN

    La reconciliación procede del mismo Dios. Dios mismo ha querido ponerla en

    marcha por medio de su hijo Jesucristo como ejemplo de poder reconciliarnos

    unos con otros. La pregunta que el hombre en su finitud humana se plantea

    muchas veces es: ¿cómo podré perdonar a quienes han trastornado mi vida o

    destrozado mi familia, mis proyectos, mi sociedad?, pero en el fondo se encuentra

    33

    BOROBIO, D., Celebrar para vivir, liturgia y sacramentos de la Iglesia. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2003.

    Pág. 382.

  • José Prentt Martínez cjm.

    43

    en la encrucijada de preguntarse: ¿qué puedo hacer para descubrir la misericordia

    de Dios en mi propia vida y hasta dónde puede conducirme esa experiencia?

    Nos cuesta mucho asumir sin prejuicios las exigencias que tiene el reconciliarnos

    para salir al encuentro del otro. Así pues, toda reconciliación no es un punto de

    partida, sino una meta a la cual llegamos luego de un doloroso proceso, que exige

    cambios y transformaciones continuos. Y esto se fundamenta en el hecho básico

    de que la vida es proyecto, dinamismo y camino hacia la libertad plena del ser

    humano.

    Es por esto por lo que la base bíblica de una teología de la reconciliación nos

    ayudaría a comprender mejor la praxis liberadora de este sacramento

    reconciliador que se fundamenta y tiene sus bases puestas desde el contexto de

    una historia de la salvación en la antigua y nueva alianza del actuar de Dios en la

    vida del hombre y sobre todo en la revelación que se encarna en Jesucristo como

    señor de vida y de libertad.

    «En todo tiempo y en todo pueblo es grato a Dios quien le teme y practica la

    justicia (cfr. Hch 10,35). Sin embargo, fue voluntad de Dios el santificar y salvar a

    los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino

    constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente»34.

    En el camino hacia el discipulado, que el Señor nos llama y nos invita a vivir en

    santidad (cfr. Mt 5,48; Ef. 1,4), el Padre Dios ha querido que nos ayudáramos

    recíprocamente, haciéndonos intermediarios en Cristo para acercar a los

    hermanos a su eterno amor. En este horizonte de caridad se insertan la

    celebración del sacramento de la penitencia y su práctica vista en el encuentro con

    su Palabra. 34

    CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática Lumen gentium, 9.

  • José Prentt Martínez cjm.

    44

    La Sagrada Escritura muestra también esa historia de reconciliación de Dios con

    su pueblo, y esto se va manifestando en la realidad del hombre oprimido el cual se

    siente pecador y muestra la bondad infinita de su Dios, que sale a su encuentro

    para salvarle, acogerle y perdonarle por medio de su alianza. En la Palabra, se

    pueden encontrar algunas formas o estructuras sobre la penitencia, la cual es fruto

    de un progreso, de un cambio y una transformación posterior que se verán

    involucradas en la evolución del sacramento.

    1.1 CONVERSIÓN Y PENITENCIA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

    En el Antiguo Testamento la realidad del pecado se manifiesta en el apartarse de

    Dios como fuente del bien, de la vida, de la libertad y del amor. Tampoco se

    conoce un término exacto para lo que en nuestra lengua traducimos por

    ―reconciliación‖. ―Mientras que la versión inglesa King James tiende a traducir el

    verbo hebreo kapar como ―lograr la reconciliación‖ o ―reconciliar‖, muchas

    traducciones modernas usan normalmente la palabra que se traduce en español

    por ―expiar‖ o ―lograr la expiación‖35.

    ―En el Antiguo Testamento se distinguen diversas clases de pecado (Nm 15, 22-

    31): «de inadvertencia», «voluntarismo», «de mano alzada» o rebelión contra

    Dios… a cada uno de los cuales responde un modo de expiación o penitencia

    según su gravedad. Si los pecados de «inadvertencia» son expiados y perdonados

    por medio de los sacrificios, las liturgias penitenciales o la oración, los de «manos

    alzada» implican la exterminación o la excomunión (Ex 12, 15; Lv 7, 25-26; 18, 6-

    35

    “Reconciliation, Reconcile”, the Interpreer´s Dictionary of the Bible, 4, 16-17.

  • José Prentt Martínez cjm.

    45

    29)‖36. Si bien en cuanto a los pecados de rebelión para lograr entender lo anterior,

    se encuentran la blasfemia, la idolatría, el adulterio y el homicidio, que exigían la

    excomunión y la excomunicación, con sus correspondientes formas de penitencia

    a saber, la lapidación, la exterminación e incluso la muerte.

    Con lo anterior se puede sumergir en el quehacer de la penitencia en la tradición

    pre-exílica donde en este contexto se puede llegar a entender que no existe

    ninguna relación entre culto/sacerdocio y perdón. Claro está como lo muestra los

    textos bíblicos en los casos de Noé y David ellos ofrecen siempre sacrificio (Gen

    8,20; 2 Sam 24,17-25). (2 Sam 21,3-14) David realiza la expiación matando a siete

    descendientes de Saúl y de esta forma aparta la ira de Yahvé de la nación. Esto

    quiere decir que el sentido del culto y el sentido sacerdotal están involucrados en

    la comunidad exílica y post-exílica. Y es precisamente durante el exilio y el post-

    exilio que se desarrolla la idea israelita de la expiación.

    De acuerdo con lo expuesto anteriormente es claro que ―se describe el pecado

    como una infracción contra la alianza de Yahvé lo que significa que una culpa

    objetiva que pone en movimiento un dinamismo de desgracia cuyos efectos

    destructores caen necesariamente como castigo sobre el infractor y su

    comunidad‖37. A éstos pecados, les corresponde una expiación y una penitencia,

    incluso mediante la ―confesión‖ del mismo pecado, como aparece en el libro del

    Lev 5, 5, confesión que se hace ante otra persona como el caso de David ante

    Natán citado en 2 Samuel 12, 13.

    36

    BOROBIO, D., Celebrar para vivir, liturgia y sacramentos de la Iglesia. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2003.

    Pág. 398. 37

    Cf. RAD, Gerhard von. Teología del Antiguo Testamento. Ediciones Sígueme, Salamanca, 1973. v.1 Pág.

    33ss.

  • José Prentt Martínez cjm.

    46

    Se puede seguir ahondando en este tema y se puede decir que la conexión

    existente entre culpa y desgracia sólo puede ser dispensada por Dios, siendo este

    el sujeto transcendental del acto de expiación y reconciliación, desviándolo según

    la cultura hacia un animal (Ex 12,13). En esta visión es el sacerdote, como

    representante de Yahvé, que es el autor principal y el que otorga la reconciliación

    o expiación, el que realiza el rito que ―cubre o expía‖ las faltas de la misma

    persona y de la comunidad. Si bien Israel conoció y llevó a cabo diferentes

    maneras de celebrar la expiación/reconciliación, de manifestar el arrepentimiento

    de sus culpas/conversión como fueron: el ayuno, la oración, los sacrificios en el

    templo y celebraciones liturgias comunitarias, los llantos, los gemidos, la ceniza, la

    cual se recogen en la fiesta más importante de la expiación llamada así: ―Yom-

    Kippur‖ (Lv 16, 20- 34; 23, 27-32). También se expían los pecados en una

    celebración litúrgica (Esdras 10, 1- 6); en algunas ocasiones se utiliza la confesión

    pública.

    Es bueno aclarar que no siempre la expiación y reconciliación se debe entender

    como el transferir la culpa al animal que se sacrificaba o era enviado al desierto a

    morir, porque en textos como en la tradición sacerdotal (P), sobretodo el libro de

    Ezequiel, que narra el exilio, muestra que no es necesario sacrificar solamente

    animales con esta intención (cf. Nm 17,11s; Lv 5; Ez 45,15-17). En los textos

    señalados, la expiación se realiza a través de una ofrenda (material), en

    manifestación de agradecimiento con Yahvé por todos los beneficios recibidos por

    la persona y la comunidad.

    Es indudable que las formas literarias de los escritos veterotestamentarios, en

    relación con el pecado, son muy variadas e incluso contradictorias, pues en

    algunas ocasiones se expresan en el lenguaje maternal de ternura, amor

  • José Prentt Martínez cjm.

    47

    entrañable y compasivo, ya que en el judaísmo primitivo se reconocerá también el

    poder expiatorio/reconciliador a las manifestaciones humanas de amor y piedad.

    Ejemplo será en el libro de proverbio 16,6 y Eclo 3,30 en donde la reconciliación y

    expiación se hace efectiva por la bondad y la fidelidad humanas.

    Por esta razón es bueno recordar que el pecado de los orígenes de Adán y Eva

    tiene en la Sagrada Escritura un valor simbólico y al mismo tiempo ejemplar en

    donde el rechazo de Dios es simbólico al manifestar el abandono de Aquel que es

    la fuente de todo bien, y es ejemplar, pues según la Sagrada Escritura, constituye

    un mal radical para el hombre, pues dada la concepción teocrática de la sociedad

    hebrea, la voluntad de Yahvé es el fundamento de toda norma38.

    Así pues, ahondando nuevamente en el tema de la penitencia y del pecado en la

    tradición del Judaísmo, esta consiste en faltar a las exigencias de la Alianza y a

    los deberes y las prácticas religiosas. Más aún, en esta mentalidad hebraica hay

    una enorme relación entre el pecado y la desgracia humana la cual se percibe y se

    ve patente en las derrotas y en las enfermedades o dolencias del hombre, o en la

    perdida de la tierra.

    Más aún, para el pensamiento hebreo, el pecado produce una deuda ante Dios

    que solo él puede perdonar y de la cual ningún hombre viviente puede ocultarse.

    En donde mejor aparece el sentido de confesión, de arrepentimiento y de

    compasión es sin duda alguna en los Salmos pues en ellos también se encuentran

    no solamente la entonación lírica sino la sinceridad religiosa, cuyo contenido

    penitencial es de carácter público, expresado en lamentaciones y súplicas o de

    carácter individual expresado en ayunos y ceniza. De todas formas, lo que se