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PUENTE DE LA ALHÓNDIGA Y MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN EN PUENTES VIRREINALES DE LA CIUDAD DE MÉXICO | 75 E n estas páginas me ocupo, en primer término, de presentar un puente situa- do en el Centro Histórico de la ciudad de México, originalmente del siglo XVII o inicios del XVIII y que fue reconstruido hacia la penúltima década del siglo XX. Incluyo ante todo los rasgos principales del objeto arquitectónico estudiado, así como algunos elementos contextuales que permiten situar a dicho inmueble en una dimensión espacio-temporal más amplia. Asimismo, después de ver ese objeto, paso al análisis de los diversos materiales empleados para la edificación de puentes en la entonces capital de la Nueva España. Me detengo en las estructuras aboveda- das porque eran las más comunes, además de ser similares a las del puente que se recons- truyó hace poco más de un cuarto de siglo y que todavía está en pie. Por lo mismo, pre- sento los rasgos principales de los sistemas constructivos empleados para materializar los puentes abovedados en aquel periodo y los contrasto con el puente original de la Alhón- diga, realizado con vigas de madera como soporte fundamental para la vía del puente. Puente de la Alhóndiga y materiales de construcción en puentes virreinales de la ciudad de México En estas páginas se analiza el puente de la Alhóndiga, situado en la plazuela del mismo nombre y en el casco antiguo de la ciudad de México. Se examina con detalle dicho puen- te, realizado originalmente en el siglo XVII o inicios del XVIII, pero reconstruido hacia la penúltima década del siglo XX, con sistemas constructivos diferentes al original. En seguida, se revisan los materiales de construcción empleados para erigir las decenas de puentes que había en la capital de la Nueva España, pero sobre todo los edificados a base de piedras mamposteadas con mortero de cal y con estructura formada a partir de bóve- das de arco, también conocidos como puentes de fábrica. Por último, se presenta una relación de los puentes que había en la capital virreinal junto con un panorama de las características que guardaba la vocación lacustre de la misma. Palabras clave: puente de la Alhóndiga, materiales de construcción, ciudad de México, periodo virreinal, ciudad lacustre. GUILLERMO BOILS MORALES* * Instituto de Investigaciones Sociales/Facultad de Arquitectura, UNAM. […] el puente simboliza la extensión de nuestra esfera de la voluntad sobre el espacio. GEORGE SIMMEL

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En estas páginas me ocupo, en primer término, de presentar un puente situa-do en el Centro Histórico de la ciudad de México, originalmente del sigloXVII o inicios del XVIII y que fue reconstruido hacia la penúltima década delsiglo XX. Incluyo ante todo los rasgos principales del objeto arquitectónicoestudiado, así como algunos elementos contextuales que permiten situar a

dicho inmueble en una dimensión espacio-temporal más amplia. Asimismo, después dever ese objeto, paso al análisis de los diversos materiales empleados para la edificación depuentes en la entonces capital de la Nueva España. Me detengo en las estructuras aboveda-das porque eran las más comunes, además de ser similares a las del puente que se recons-truyó hace poco más de un cuarto de siglo y que todavía está en pie. Por lo mismo, pre-sento los rasgos principales de los sistemas constructivos empleados para materializar lospuentes abovedados en aquel periodo y los contrasto con el puente original de la Alhón-diga, realizado con vigas de madera como soporte fundamental para la vía del puente.

Puente de la Alhóndiga y materiales de construcción en puentes virreinales

de la ciudad de México

En estas páginas se analiza el puente de la Alhóndiga, situado en la plazuela del mismonombre y en el casco antiguo de la ciudad de México. Se examina con detalle dicho puen-te, realizado originalmente en el siglo XVII o inicios del XVIII, pero reconstruido hacia lapenúltima década del siglo XX, con sistemas constructivos diferentes al original. Enseguida, se revisan los materiales de construcción empleados para erigir las decenas depuentes que había en la capital de la Nueva España, pero sobre todo los edificados a basede piedras mamposteadas con mortero de cal y con estructura formada a partir de bóve-das de arco, también conocidos como puentes de fábrica. Por último, se presenta unarelación de los puentes que había en la capital virreinal junto con un panorama de lascaracterísticas que guardaba la vocación lacustre de la misma.Palabras clave: puente de la Alhóndiga, materiales de construcción, ciudad de México,periodo virreinal, ciudad lacustre.

GUILLERMO BOILS MORALES*

* Instituto de Investigaciones Sociales/Facultad de Arquitectura, UNAM.

[…] el puente simboliza la extensión de nuestra esfera de lavoluntad sobre el espacio.

GEORGE SIMMEL

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En seguida me detengo, en forma breve, apresentar el entorno circundante a dicho objetoarquitectónico, centrándome en el edificio dela Alhóndiga y su papel para el control del comer-cio de abasto en la capital novohispana. Escapa alos propósitos de este trabajo, focalizado en aspec-tos técnicos para la realización de puentes, pro-fundizar en las estructuras comerciales de aquellaépoca. Empero, dado que el puente está ligadosobre todo con el aprovisionamiento de granos a laciudad, dedico una breve semblanza al asunto.Después, paso revista a los materiales empleados,tanto en la fábrica de los puentes como en la obrafalsa que se requirió para ejecutarlos. Por último,ofrezco la nómina de los 67 puentes existentes enla capital de la Nueva España a finales del sigloXVIII, junto a una visión general de los mismos enla capital virreinal.

El puente de la Alhóndiga o del Diezmo

Hasta donde las fuentes documentales permitenestablecerlo, el puente original probablemente fueconstruido en el siglo XVII y todavía existía a fina-les del siglo XIX e inicios del XX. Estaba conforma-do por una estructura a base de vigas de madera,que se colocaban en paralelo muy cerca una deotra, cubriendo todo el claro que salvaba el puen-te. Éstas, a modo de dintel, solían estar apoyadassobre dos o más soportes verticales, conformadospor muros de piedra, mamposteada con morterode cal. En este caso las vigas descansaban sobrepilares adosados a los muros que formaban las ori-llas del canal o acequia. La longitud total de dichaestructura alcanzaba aproximadamente siete varas(6 m), las que correspondían a un poco menos delancho que tenía en ese tramo la acequia quecorría frente al edificio de la Alhóndiga, y sobre laque pasaba el puente. Como la mayoría de lospuentes de la ciudad virreinal, el de la Alhóndiga

se conformaba de una sola sección u ojo, como seestilaba decir en aquella época.1 Hay evidenciagráfica de las características del puente en una fo-tografía de la plazoleta de la Alhóndiga, tomadahacia finales del siglo XIX (figura 1). En ella se ofre-ce una muy definida imagen del puente, a partirde la cual se ha podido estimar, entre otras cosas,el largo del mismo.2

De igual forma, en esa fotografía se advierteque los pretiles de mampostería, sobre los quereposan las vigas que forman la vía del puente, seremeten un tanto en el ancho del cauce de la ace-quia, a fin de reducir el claro libre de las vigas. Conello se consigue reducir la flexión de la estructura,reforzando la resistencia de las piezas de maderaal peso mismo del puente, así como al de las carre-tas, recuas y personas que han de cruzarlo. Aunasí, se advierte en la figura que las vigas están lige-ramente vencidas, como suele ocurrir en esegénero de estructuras. Asimismo, la imagen reve-la que nuestro puente tenía sus pretiles para laprotección de los usuarios, elaborados con piedramamposteada con mortero de cal, lo que inevi-tablemente incrementaba de manera sensible lacarga muerta de la estructura, haciendo que éstatrabajase con mayor esfuerzo de flexión.

En la misma imagen aparece en primer planootro puente tendido sobre el canal o acequia deRoldán. De igual forma que el de la Alhóndiga, esun puente resuelto por medio del sistema devigas. Empero, en este otro puente el claro que sal-van las vigas es todavía mayor que en el primeroy, por ende, el vencimiento de las mismas se apre-cia ahí más pronunciado. Ello, a pesar de que no

1 Archivo Histórico del Distrito Federal (AHDF), ramoAyuntamiento, sec. Puentes, vol. 3716, exp. 36, fs. 2-3.2 Véase Guillermo Tovar de Teresa, La Ciudad de los Palacios:crónica de un patrimonio perdido, t. 1, México, Espejo de Obsi-diana Ediciones/Vuelta, 1990, p. 146. Aunque el pie de fotodice “mediados del siglo XIX”, el atuendo de las personas enprimer plano más parece de finales de ese siglo.

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| 77tiene pretiles de piedra mamposteada, sino baran-dales de metal. Se trata de un puente cuya cons-trucción fue muy posterior al que aquí nos ocupa,toda vez que no aparece en ninguno de las dece-nas de planos que se levantaron en el periodovirreinal, en tanto que en la mayoría de los mis-mos suele estar representado con toda claridad elde la Alhóndiga, en ese tramo de la acequia deRoldán.

Este puente es conocido como de la Alhóndiga,siendo frecuente también que se le denomine,aunque con menos recurrencia, como del Diezmo.Debe el primero de sus nombres a que servía paraacceder al edificio, que la mayor parte del sigloXVIII fungió como la principal de las varias alhón-digas que existían en la capital del Virreinato. Suerección, tal vez anterior al siglo referido, respon-dió a la necesidad de permitir el paso a recuas,carretas y personas por sobre el canal de Roldán.

Empero, hacia los últimos tiempos del periodovirreinal, el edificio al que servía el puente fuecedido a la mitra de la ciudad, para administrar larecaudación del diez por ciento (o diezmo) de losproductos agrícolas generados por el agro virreinalen la diócesis y que se tenían que cubrir al clero,de donde deriva el que a finales del periodo virrei-nal se solía designar a dicho puente también comodel Diezmo.

Situado en la plazoleta de Roldán, donde con-fluyen la calle del mismo nombre y la deAlhóndiga, el puente se despliega de oriente aponiente para salvar lo que fuera un segmento delprecisamente llamado canal de Roldán. El trazo deesa vía acuática seguía una dirección de sur a nor-te, ligeramente desviada hacia el nor-noroeste.Luego, continuaba hacia el nordeste y, a poco másde 50 m, volvía a tomar nuevo rumbo, inclinándo-se unos grados más hacia el este para finalmente,

Figura 1. Foto de la plaza y el puente de la Alhóndiga a finales del siglo XIX. El puente es el que está más atrás en la imagen. Alfondo se encuentra la iglesia de La Santísima Trinidad. Fuente: Guillermo Tovar de Teresa, La Ciudad de los Palacios. Crónica deun patrimonio perdido, t. 1, México, Espejo de Obsidiana Ediciones/Vuetla, 1990, p. 146.

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a cosa de medio kilómetro en esa dirección y yaconvertido en canal de San Lázaro, desembocar enel lago de Texcoco. Asimismo, dicho canal era unaderivación del canal de La Viga, que provenía des-de el sur de la cuenca de México y era un cuerpode agua fundamental en las comunicaciones entrelas localidades de las que procedía buena parte delabasto de hortalizas, legumbres, frutas y otros pro-ductos para el consumo de la ciudad (figura 2).Esto es, la región de Xochimilco, Milpa Alta eIztapalapa, y otras localidades ribereñas al sudestede la cuenca lacustre, las que quedaban conecta-das con el centro de la capital del Virreinato, pormedio del canal de La Viga.

En las postrimerías del Virreinato se alude alpuente, cuando se registraron diversas obras en elentorno de la Alhóndiga, sobre todo para el refor-zamiento de la mencionada acequia que pasabafrente a ese edificio. Tales obras consistieron en laconstrucción de un tramo de encortinado en dichocauce, precisamente donde está el puente que nosocupa.3 Como suele ocurrir con la inmensa mayo-

ría de los puentes novohispanos, no hay en ladocumentación planos que permitan conocer lasdimensiones de aquella estructura. Del mismomodo en que tampoco se conocen sus caracterís-ticas formales. Lo que sí está sustentado en mate-rial documental, es que para mediados del sigloXIX, como ya se dijo, se trataba de un puente devigas y no de bóveda de arco mamposteada. Almenos así lo señala en 1840 un documento dondese lo describe en calidad de “puente de madera”.4

Por tanto, resulta temerario aventurarse a propo-ner aquí que antes de aquel siglo hubiera existidoen ese mismo sitio un puente materializado conotro sistema constructivo, diferente al de aquelloscuya vía se formaba con vigas de madera.

La única duda que surge al respecto de lo anteriores que a finales del siglo XVIII, aparece registrado enese sitio un puente con el nombre de San Miguelitoque probablemente pudiera haber sido de arco. Éstees el que está numerado con el 50 en la relación quese incluye páginas adelante en este mismo trabajo.5

Aunque no hay gran certeza de ello, salvo que tam-bién estaba sobre el canal de Roldán y cerca de laactual calle de Corregidora, entonces conocida comode La Leña. Aunque es poco probable que estuvieraen el lugar del objeto actual, reconstruido a inicios dela década de 1980, además de que la documentacióncitada no precisa de manera definida si se trataba deuna estructura de bóveda.6

Aspectos constructivos

La estructura horizontal de un puente como el ori-ginal de la Alhóndiga, se constituía a partir de un

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Figura 2. Detalle del plano de 1811 de Diego García Conde. El puente,marcado por la flecha, está bajo el número 151 y a la derecha del 150.Fuente: Mapoteca Orozco y Berra, Secretaría de Agricultura y Recursos Hu-manos.

3 Archivo Histórico del Arzobispado de México (AHAM), ramoColonial, fondo Cabildo, sec. Haceduría, serie Jueces Hace-dores, año 1801, caja 149, exp. 5.

4 AHGDF, exp. 3877, doc. núm. 349.5 Departamento del Distrito Federal (DDF), Monografía de laDelegación Cuauhtémoc, t. 1, p. 192.6 Sobre las evidencias empíricas del puente original de vigas,véase Elsa Hernández Pons, “La Acequia Real, historia de un ca-nal de navegación”, tesis doctoral en Estudios Mesoamericanos,México, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 2002, pp. 79-81.

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determinado numero de vigas de madera, las quecolocadas de canto se alineaban en forma paralelay con una distancia entre sí no mayor a mediavara. El largo de las vigas tenía que superar al delclaro que habrían de salvar, y lo recomendable eraque este excedente fuera de cuando menos unavara. Esto con el fin de poder tener en ambosextremos de las vigas cuando menos media vara,para que éstas tuvieran suficiente distancia deapoyo sobre los muros que constituían los pilareso soportes verticales del puente. Las maderas más re-comendables para emplearse en los puentes eranlas tropicales, en virtud de su mayor dureza, ade-más de tener mayor resistencia a los efectos de laintemperie y sufrir menos deformación ocasiona-da por las cargas muertas y las de las personas,bestias y vehículos que cruzan sobre el puente. Elprincipal problema es que esas maderas teníanque ser traídas de distancias considerables, lo queencarecía sensiblemente su precio en la capitalvirreinal. Por tanto, lo más común era que se usa-ran maderas más corrientes. Las vigas solían estardesligadas entre sí y lo que las fijaba eran los hue-cos rectangulares, del ancho de las vigas, que sedejaban en los muros que formaban los pilares. Deesa manera, éstas quedaban ahogadas en el muro

Aunque no se deben desatender los inconve-nientes que ese género de estructuras encierrarespecto de los puentes resueltos con bóvedas. Elprincipal consiste en que la madera tiene un altoíndice de deterioro y su duración sólo se prolongapor algunos años o, en el mejor de los casos, poralgunas décadas. El otro inconveniente importan-te es el que la madera, colocada a modo de dintelpara salvar un espacio entre dos apoyos verticales,tiende a pandearse por efecto de la fuerza de gra-vedad. Mientras más largo sea el espacio a salvar,mayor será la curvatura de las vigas hacia el cen-tro del claro que estén salvando. Esta deformacióntiende a incrementarse con el paso del tiempo y,

eventualmente, puede llegar a poner en riesgo laestabilidad del puente. Aun así, un considerablenúmero de los puentes que había en la capitalnovohispana seguía siendo elaborado con vigas demadera, sobre todo por la mayor rapidez de suconstrucción, así como el ahorro de recursos y deesfuerzo para materializarlos

Entre otros autores, Manuel Payno refiere quedesde finales del periodo virreinal, más concreta-mente hacia 1789, se había tapado la acequia Realque estaba al costado sur del palacio virreinal, yesta vía acuática, que conectaba con el canal deRoldán, se desecó y luego se procedió a rellenarla,dado que desde mucho tiempo atrás había queda-do convertida en un verdadero muladar.7 A su vez,el canal de Roldán siguió en funciones por pocomás de otra centuria, y fue cegado a principios delsiglo XX. De ese modo, la plazoleta, al igual que lascalles de la zona, quedaron empedradas, para mástarde ser pavimentadas con asfalto. Finalmente,cuando a comienzos de la década de los ochentade dicho siglo se reconstruyó el puente que nosocupa, se volvió a empedrar toda la plazoleta,devolviéndole un poco de su sabor novohispano.

La reconstrucción (o invención) del puente actual

Al ser tapado el canal de Roldán por encima del cualcruzaba el puente virreinal, desapareció éste y todoslos demás que surcaban sobre dicho cuerpo de agua.Sin embargo, hacia los primeros años de la décadade 1980, transcurridas poco más de seis décadas des-pués de haberse desecado el canal, en una suerte derecuperación nostálgica, se reconstruyó un tramode algunas decenas de metros del canal y se lo llenóde agua. Sobre éste, unos meses después de haberloreconstruido se procedió a edificar el puente que

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7 Manuel Payno, Los bandidos de Río Frío, México, Porrúa, 1981.

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nos ocupa, nada más que sin realizar un previo aná-lisis histórico de los antecedentes del objeto que seiba a reedificar; se lo proyectó como de arco rebaja-do, a pesar de que no existen evidencias de que esasolución formal constructiva haya sido la que tuvie-ra en tiempos del Virreinato.

Las dimensiones del puente reconstruido a ini-cios de la década de los ochenta del siglo XX son lassiguientes: ancho de la vía: 4.90 m libres para cir-culación; mientras que el largo del puente, en eltramo que descansa sobre la bóveda, comprendealrededor de 7.20 m. Cuenta con pretiles construi-dos en sus dos flancos, que se elevan 75 cm sobreel plano de la vía y tienen un grosor de 45 cm apro-ximadamente. En ambos extremos del tramo con-formado por la bóveda, los pretiles se ensanchanen el derrame a ambos extremos, abriéndose amodo de bocina, hasta alcanzar un aforo de pocomás de 6.4 m en la parte ensanchada (figura 3).

De igual forma, este derrame o prolongaciónensanchada de los pretiles, señalada en el párrafoanterior, incrementa el largo total efectivo, en casiotros 4 m, de tal suerte que el puente alcanza final-mente una longitud, más o menos aproximada, de11.2 m. Ambos flancos del puente, incluyendo lacorona de los muros que forman los pretiles, estánaplanados con mortero de cal y pintados de rojoquemado. Aunque el vandalismo los ha dejadopintarrajeados en la totalidad de sus caras, tan-to interiores como exteriores, como lo deja verla figura 3.

La actual calle de Corregidora se sitúa a pocomenos de 50 m al sur del puente, mientras que lade Soledad, paralela a la anterior, se halla a unadistancia ligeramente menor, hacia el norte delmismo. Corregidora arranca del costado sur dePalacio Nacional hacia el oriente para concluir enel edificio del Congreso de la Unión y fue una arte-ria fundamental de la vida citadina virreinal, yaque por ella corría la acequia Real o de Palacio. Esa

acequia se conectaba con el canal de Roldán, y ellole permitía tener acceso directo por la vía acuáticahasta la Plaza Mayor de la ciudad de México, loque facilitaba el embarque de todo género de pro-ductos que eran expedidos en los locales delParián, así como en los cajones de los puestos enel propio espacio abierto de la plaza.

Con todo, este inmueble viene a ser el únicopuente “virreinal” que está en el Centro Históricode la ciudad de México, aunque no está demásrecordar que se trata de una reconstrucción reali-zada entre 1981 y l982. Poco más de medio sigloantes, precisamente cuando se tapó el canal a fina-les de la década de los años veinte del siglo pasa-do, se demolió el puente de casi dos siglos atrás.Los autores del nuevo puente, ejecutado hacepoco más de un cuarto de siglo, no parece quehayan procurado reconstruirlo, buscando restituirlas características del original del siglo XVIII, deacuerdo con la documentación de la que pudieronechar mano. Hay incluso algunas ilustraciones,como la muy difundida de Casimiro Castro, elabo-rada a mediados del siglo XIX (figura 4), que mues-tra el entorno de ese segmento de la ciudad capi-tal. En ella se advierte el canal de Roldán desde la

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Figura 3. Vista (de 2005) del puente de la Alhóndiga, reconstruido en1981, con sus pretiles y costados pintarrajeados. Foto de Guillermo Boils,julio de 2005.

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perspectiva sur, y a lo lejos, más hacia el extremoderecho del grabado, queda la plazuela de laAlhóndiga. Sin embargo, en esa figura no se alcan-za a distinguir de manera clara el puente del quese ocupan estas notas.

De la figura 4 también se desprende que lasdimensiones del puente que aquí nos ocupa apa-rentan ser más reducidas que las de los otrospuentes que existían a mediados del siglo XIX

sobre el canal de Roldán, al menos que los deltramo mostrado en el grabado. En efecto, tanto elpuente que está en primer plano de la imagencomo los otros dos que están hacia el centro arri-ba, y un poco más por encima del de arco demedio punto (puente de Roldán), se aprecian cla-ramente más grandes que el de la Alhóndiga, porlo menos en lo que se refiere a su longitud, yaque no es posible apreciar lo relativo a su anchu-ra. Sin embargo, no es nada precisa la represen-tación del puente, además de que, a pesar de seruna imagen de corte realista, no se le puede con-ferir valor de confiabilidad total a este género derepresentaciones artísticas. Su inclusión aquí res-ponde a que recrea el ambiente del canal deRoldán.

Los materiales en los puentes de arco

Cuando se trata de puentes constituidos estructu-ralmente por una o varias bóvedas formadas porarcos, éstas, así como los pilares y pretiles delpuente, suelen estar construidos fundamental-mente con trozos de piedra, mamposteados conmortero de cal, siendo las piedras más comunesen la cuenca de México, la llamada brasa, al igualque algunos pedruscos de tezontle y de calizas conforma irregular. Las caras interiores y exterioresde sus dos pretiles a veces van recubiertas con unaplanado a base de cal, mezclada con arena fina ypintado de color rojo “quemado”, blanco o amari-llo. En tanto que su vía o calzada es de igual mane-ra empedrada, pero con piedra de río, de la desig-nada como “canto rodado o piedra bola”. Éste es unmaterial muy resistente al desgaste mecánico, porlo que se lo acostumbraba emplear para pavimen-tar calles, caminos y puentes. El desarrollo de lavía, en el tramo del puente propiamente dicho,con frecuencia es de línea quebrada, una de lasformas más características de los puentes novohis-panos. El sentido de la denominación “quebrado”responde a que su camino se forma por dos planosinclinados, teniendo generalmente su vértice ocumbrera al centro de la misma vía, misma quequeda conformada a manera de una cubierta dedos aguas.8

Dado que el componente medular con que sefabricaban los puentes era la piedra, comencemospor ella. De ésta se empleaban fundamentalmen-te cuatro variedades en los puentes de arco de laciudad de México: 1) la piedra brasa, materialbasáltico, de origen volcánico; 2) la piedra bola derío; 3) el tezontle, y 4) la caliza. La primera y la últi-ma de ellas se usan para la mampostería de la

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Figura 4. El canal y embarcadero de Roldán. Litografía de Casimiro Castro,mediados del siglo XIX.

8 Guillermo Boils, “Puentes quebrados novohispanos y la tra-dición hispano-islámica”, en Anuario de Estudios de Arquitec-tura 2008, México, UAM-A, 2009, pp. 67-77.

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bóveda, misma que forma el puente propiamentedicho, así como para los pilares, que son los sopor-tes verticales que sostienen la bóveda, y loscimientos, directamente enraizados en el terrenodonde se desplanta el puente y sobre los que seapoyan los pilares. Asimismo, la piedra volcánicay en menor grado las calizas, junto con una buenacuota de tezontle, son los elementos de los que seechó mano para la construcción de los pretiles delpuente. Éstos vienen siendo, en este caso, unaprolongación de los muros contenedores que for-man las dos caras laterales del mismo.

La piedra brasa es un material de origen ígneo,producto de la solidificación de la lava arrojada porlos volcanes y, por lo mismo, muy abundante enel Eje Neovolcánico del altiplano central. Es unmaterial de gran dureza y resistencia a la compre-sión, lo que la hace de sumo provecho como mate-rial constructivo. Su peso volumétrico es en pro-medio de 2,200 kg/m3 de material, mientras quesu peso específico es de 3.4 g/cm3.9 Su facilidadde obtención en las proximidades de la ciudad deMéxico, dada la abundancia de volcanes que ro-dean la cuenca, favoreció que desde la épocaprehispánica se la empleara profusamente para laconstrucción de muros y cimientos en edificacio-nes. En la mayoría de las decenas de puentes quehabía en la capital virreinal, se la empleó conmucha profusión, tanto para los cimientos de lospilares de los puentes como para lo pilares mis-mos y las bóvedas, todos ellos pegados con morte-ro de cal.

Por lo que hace a la piedra bola, es un materialde origen ribereño, proveniente de los cauces flu-viales dentro de la cuenca de México o cercanos ala misma. Es una piedra muy dura, todavía conmayor dureza que la señalada en el párrafo ante-rior, y cuya solidez se debe a que es una piedra

pulida a través del tiempo por el agua y su acarreopor la corriente, de donde proviene su otra deno-minación: canto rodado. En virtud de ese atributo,su uso se aplicaba casi exclusivamente para pavi-mentar el camino del puente, y en general eraaprovechada para pavimento en calles y caminos,dada su resistencia al desgaste mecánico ocasio-nado por ruedas y cascos de los animales de tiro yde carga. Empero tuvo otras aplicaciones, sobretodo en los remates de las mojoneras, que con fre-cuencia se levantaban en los extremos de los pre-tiles de los puentes. Cuando es de dimensionesmás pequeñas (entre 1 1/2 y 3 pulgadas de diáme-tro) se le denomina guijarro. En el siglo XVIII,cuando probablemente se construyó el originalpuente de la Alhóndiga, parece que la ciudad seabastecía del que se traía de Tacubaya, y el viaje detres costales de guijarro se pagaba a cinco reales.10

Las calizas son rocas sedimentarias de menordureza que las dos anteriores, pero que por lo mis-mo son de más fácil manejo para labrar o ade-cuarlas a su aplicación en las mamposterías. Sontambién abundantes hacia la zona noroeste de lacuenca de México. Su uso como piedras de cons-trucción fue más bien limitado en la capital virrei-nal y otras localidades de la región lacustre.Empero, como veremos adelante, se las empleópara la elaboración de cal, componente funda-mental para las mamposterías. Aun así, en algu-nos puentes de la ciudad se llegaron a emplearpiedras calizas como material en pretiles y hastaen dovelas para las bóvedas

Por su parte, el tezontle es una piedra ígneaextrusiva, abundante en la cuenca de México por lanumerosa presencia de volcanes y cuya extracciónse realiza a cielo abierto, con pico, barretas, cince-

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9 http://www.arqhys.com/articulos/piedras-clasificación.html.

10 Anónimo, Architectura Mechanica conforme a la práctica deesta ciudad de México, manuscrito del siglo XVIII, publicado enforma impresa por Mardith K. Schuetz, Tucson, Arizona Uni-versity Press, 1987, p. 84.

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les, marros, etcétera. Es un material poroso, ligero,color rojizo, café o negro. Es relativamente pocoresistente a la compresión, de forma angulosa, conun peso volumétrico de entre 1,400 y 1,700 kg/m3 yun peso especifico de 0.7 a 1.5 g/cm3. En el sigloXVIII se consignan dos calidades de ese material:“[…] el de la Toya, que es duro, y el de la Barranca,que es blando. El blando vale seis pesos la brazaday el duro cinco pesos”.11 En los puentes se lo utili-zaba sobre todo en los pretiles, combinado con otraspiedras y pegado con mortero de cal. Su empleo enesos componentes superiores de los puentes res-pondía a su naturaleza de material ligero, pero qui-zá su más importante uso fue el de aprovecharlocomo material de relleno para dar pendientes, opara evitarlas, en el desarrollo de la vía del puenteen forma “quebrada” o “plana”, respectivamente.Así, sobre el relleno de poco peso del tezontle seaplicaba el empedrado, a base de piedra bola.

Respecto a la cal, ésta resultaba un elementodecisivo para la realización de los puentes, asícomo para cualquier obra de mampostería. Su ela-boración, a partir de la piedra caliza, representabaun proceso relativamente complicado, pero queen el siglo XVII estaba bien desarrollado. En esetiempo las caleras en la cuenca de México estabanen diferentes sitios, la mayoría de las cuales seasentaban hacia el noroeste de la región, que vie-ne siendo el nordeste del actual Estado de Méxicoy el sur del de Hidalgo. Según el citado documen-to de la época, “[…] la mejor era la de San Marcos.La más superior es la que hace mucho estrépito alapagarla y esta es la mejor para lechada”.12

Por último, en los puentes de la ciudad, apartede las vigas y polines señalados páginas atrás, lamadera también era empleada para la elaboraciónde pilotes y estacas de cimentación. Éstos erancomponentes esenciales, dadas las características

del subsuelo acuoso de la ciudad. En particular, lascondiciones del subsuelo se hacían todavía másinestables cuando se trataba de los márgenes de lasacequias y los arroyos de la ciudad, precisamenteahí donde se tenían que cimentar los pilares de lospuentes. En un presupuesto de obra elaboradohacia 1818 y existente en el Archivo Histórico delDistrito Federal,13 se registran, entre otros rubrosallí enlistados para la cotización de los trabajos, lareferencia a “[…] 32 morillos de cedro para estacas”,las cuales estaban destinadas a las reparacionesque se estaban haciendo en el canal de Roldán.

Materiales para la obra falsa

El principal material que se usaba para la elabora-ción preparatoria de los diferentes procesos cons-tructivos lo constituía la madera. En el géneroarquitectónico de puentes abovedados, ésta eradeterminante para la materialización de los mis-mos. En primer término para construir los sopor-tes verticales o pilares que sostenían las bóvedassobre las que corría la vía del puente, era necesarioconstruir andamios, los que se hacían de troncos opolines, aunque también eran comunes los que seelaboraban con otates amarrados con mecate, ela-borado con fibra trenzada de cactáceas. El empleode clavos para sujetar el entramado de los anda-miajes era limitado, porque el hierro resultaba unmaterial muy caro. Incluso cuando se trabajabanlos andamios con vigas de gran tamaño, era comúnque se los armara con mecates y sólo en formaesporádica se echaba mano de clavos de hierro.

Sin embargo, donde eran fundamentales lamadera u otros materiales de origen vegetal, eraen la elaboración de las cimbras sobre las que se

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11 Ibidem, p. 84.12 Idem.

13 AHGDF, ramo Ríos y Acequias, núm. 3878, t. 6, doc. 291.Véase también la completa investigación desarrollada porElsa Hernández Pons, op. cit., pp. 82-83, donde incluye unacopia del referido documento.

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construirían las bóvedas que conformaban elpuente. En cualquiera de las modalidades de arcoen que se desarrollara la fábrica de dichas bóve-das, era imprescindible la elaboración de unaestructura de soporte provisional. Ésta se fabrica-ba a base de una armadura ensamblada que debe-ría soportar las dovelas que conformaban los arcosde las bóvedas. El peso de las piezas —que era demuchas toneladas— estaba soportado por esasestructuras, hasta que se colocaban las claves en lacumbrera de las bóvedas, cerrándolas. De esasuerte, las bóvedas, como estructuras hiperestáti-cas, trabajando sobre la base de compresión, acu-ñándose las dovelas una contra otra, terminabanpor sostenerse a sí mismas, transfiriendo las car-gas a los pilares sobre los que reposaban. Eraentonces cuando se procedía a descimbrar, reti-rando la obra falsa que había servido para la eje-cución de las bóvedas.

Las máquinas de construcción (trípodes, plu-mas, sistemas de poleas, sotabancas y otras más) seelaboraban asimismo acudiendo al empleo demadera. En general se usaron desde las primerasobras de gran formato realizadas en el Virreinato.En el caso de los puentes novohispanos, estasmáquinas sólo se requirieron en la construcción delos grandes puentes, realizados hacia finales delperiodo de dominación española, en especial en losedificados por los ingenieros militares, en los gran-des cauces del actual estado de Veracruz. Los cuer-pos de agua existentes en la capital de la NuevaEspaña tenían de ancho unas cuantas varas, por loque no eran necesario acudir a esos ingenios.14

Lo que sí debe destacarse es la importancia delos carpinteros de “obra prieta” como se estilabadecir en aquel tiempo. Su ingenio y habilidad eranesenciales en el proceso constructivo, dado que de

ellos y su destreza dependía en gran medida quelas obras se maestrearan con eficiencia, seguridady buen acabado. En un puente de modestasdimensiones como el que aquí nos ocupa, dondelos márgenes de riesgo laboral eran relativamentemenores, no dejaba de existir la necesidad de quela obra falsa la desarrollara un conocedor del ofi-cio, dado que nunca quedan desterrados los acci-dentes de trabajo por ese concepto, además de quesi no se realizaba una obra falsa bien afianzadapara levantar el puente, podrían incrementarse eltiempo y el costo del mismo.

Finalmente, quiero señalar que el único signoevidente de deterioro material, en el aspecto cons-tructivo que acusaba el puente, hasta antes de laintervención de 2009, eran cuarteaduras en lospretiles, sobre todo en el del lado sur. Hacia la par-te más elevada de dicho murete se encontraba unagrieta, con una fractura aproximada de casi dospulgadas (5 cm), en su parte más ancha, precisa-mente en la corona del pretil. Esta grieta nacía dela base del pretil, pero por fortuna no tenía su ori-gen en la bóveda del puente. No obstante, esacuarteadura sí requería ser atendida para que nose siguiera dañando el pretil y, eventualmente,éste llegara a colapsarse (figura 5).

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14 Omar Moncada, “El puente Del Rey sobre el río La Antiguaen Veracruz”, en Chantal Cramaussel (ed.), Rutas de la NuevaEspaña, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2006, p. 79.

Figura 5. Fractura en el pretil sur del puente hacia el centro del mismo, cua-tro años antes de la intervención de 2009. Foto de Guillermo Boils, julio de2005.

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El entorno inmediato al puente

El edificio del Virreinato que domina la escenadentro de la placita y en todo el ámbito urbanoque envuelve al puente es el de la Alhóndiga.Aunque lo veremos en el apartado siguiente,ahora sólo se indica su ubicación y algunos datosgenerales. Se desplanta al lado oriental de aquelespacio abierto y a escasos 6 o 7 m del extremooriente del propio puente. Se trata de una edifi-cación levantada con muros de piedra basálticay tezontle, mamposteados con mortero de cal yarena, recubiertos con un aplanado de cal. Estáactualmente pintado de color amarillo claro, enuna tonalidad cromática que marca un decididocontraste con el color rojo quemado del puente.La fachada del inmueble da hacia el poniente ycuenta con cinco puertas, además de dos venta-nas en su fachada, todas enmarcadas por cante-ra gris labrada en sus jambas y dinteles. La prin-cipal de las puertas es de mayores dimensionesque las cuatro restantes, misma que cuenta conun imafronte con remate de trazo mixtilíneo, yen el centro de éste un nicho con imagen. Haciala parte sur del edificio hay una planta alta quecuenta con dos ventanas, conformando unafachada de perfil escalonado, donde la altura deltramo al norte de la puerta principal, por tratar-se de un solo nivel, no rebasa los 3.5 m, en tan-to que el tramo al sur de ese acceso se yerguepor encima de los 5 m de altura.

Complementan el entorno inmediato al puen-te una media docena de edificios, de los cualessólo el que está en el rincón nordeste de la pla-zuela parece conservar características del perio-do virreinal. De igual forma, uno de los dos queestán al poniente de la placita, frente al de laAlhóndiga, mantiene rasgos de aquella época. Elresto son inmuebles del siglo XIX y hasta el XX. Lapresencia de los ambulantes que se plantaban

allí, hasta el otoño de 2007, impedía aprovecharedificios como el de la Alhóndiga y muchomenos apreciar plenamente el atractivo de eserincón casi olvidado del Centro Histórico de laciudad. La mayoría de los inmuebles cercanos,empero, han sido transformados con el paso deltiempo y sólo ha mantenido su integridad elseñalado de la Alhóndiga

El edificio de la Alhóndiga

Detenerse, así sea en unas cuantas líneas, parapresentar el edificio de la Alhóndiga, es una para-da obligada en este texto. Así, tenemos que el edi-ficio en cuestión se encuentra en aceptables con-diciones, al menos desde lo que permite apreciarsu estado exterior. La pintura amarilla que cubrela fachada está un poco deteriorada, principal-mente por humedad de la cubierta y otra poca enlas partes bajas, sobre el rodapié y que procededel subsuelo, por capilaridad. Asimismo, hay porahí algún modesto grafiti en el propio rodapié,formado por un sillar de piedra gris-negra, conpoco más de 1 m de altura sobre el nivel de lacalle; se encuentran en muy adecuado estado deconservación. La cantera que envuelve los vanosen la puerta principal y las ventanas, de igual for-ma se halla en buen estado. Incluso la cartela decantera, con el emblema papal sobre la puertadel edificio, está en buenas condiciones.

Con su fachada al poniente, el predio que ocu-pa el edificio se despliega en forma casi rectan-gular, con su eje longitudinal de manera perpen-dicular a la calle. Tiene de frente poco más de 20m por cosa de 35 m de fondo. A casi todo lo lar-go de la calle sólo cuenta con planta baja, pero enlos últimos 9 m del frente, antes de llegar a su lin-dero sur, se yergue una sección en planta alta,que casi dobla la altura total que tiene el inmue-ble, en su tramo donde sólo cuenta con una plan-

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ta (figura 6). A su vez, la planta arquitectónica delmismo está resuelta con el patio como compo-nente nuclear de la ordenación espacial.Ciertamente no es un patio central, en el sentidogeométrico del término, como ocurre en decenasde casas señoriales o palacios del casco antiguocitadino. Pero colocado hacia la porción sur delterreno, el patio fungía como eje para la circula-ción, la ventilación y buena parte de la ilumina-ción natural en el interior de la Alhóndiga.

La función primordial del edificio consistía, porparte de las autoridades, en servir para el almace-naje de granos comestibles, dado que era el sitioen el cual se tenían que comercializar el trigo, laharina y la cebada para el consumo de la capitalnovohispana. Era una instancia oficial cuyo de-sempeño estaba normado por reglamentos y erasupervisado por el Ayuntamiento de la ciudad.15

Se la había instituido, desde siglos atrás, en la pro-pia España, con la finalidad de servir para el con-trol de precios de los cereales señalados, procu-rando que los comerciantes e introductores de

esos básicos no especularan con su precio pormedio de la oferta del producto que las autorida-des almacenaban en las alhóndigas de las princi-pales localidades virreinales. Para el siglo XVIII fun-cionaban en la ciudad, además de la que nosocupa, las siguientes alhóndigas: del “Tezontlali”,Los “Gallos” y la del “Rastro”, aunque la principalera la que aquí se examina, conocida entoncescomo “La Mayor”.16 Su papel de instancia regula-dora del mercado era en la práctica, empero, nofavoreció a los consumidores de esos productos,sino antes bien tendió a reforzar a los grandes pro-ductores de cereales y molineros.17

Pero, al margen de si logró o no impedir los abu-sos de los especuladores con los granos, el edificiose usó para el almacenaje de los mismos. Por ende,el puente que lleva su nombre sirvió para quesobre él pasaran carretas y recuas de mulas carga-das con granos. En los últimos tiempos del Virrei-nato, el edificio fue cedido al clero secular para quela diócesis de la ciudad almacenara ahí el pago enespecia, por concepto de diezmo que todos los pro-ductores debían cubrir a la Iglesia. Aunque cambióde propietario, su función de espacio para almace-nar cereales se mantuvo, aunque por ese cambiode institución poseedora del inmueble se le dio enllamar “puente del Diezmo”, denominación quesin embargo es menos conocida.

Por otro lado, es probable que buena parte delos embarques de grano y otros productos queentraban y salían del edificio de la Alhóndigahayan llegado allí por la vía acuática. Esto lo mani-fiesta de manera por demás evidente la propia ubi-cación del inmueble a unas cuantas varas del bor-de del canal. Empero, el acceso al edificio desde elponiente reclamaba inevitablemente que se reali-

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15 Clara Elena Suárez, “Trojes de trigo y control estatal duran-te el periodo colonial en el valle de México”, en Gail Mum-mert (coord.), Almacenamiento de productos agropecuarios enMéxico, México, El Colegio de Michoacán/AlmacenesNacionales de Depósito, 1989, p. 68.

Figura 6. Sección norte del puente y frente del edificio, con planta alta. Fotode Guillermo Boils, noviembre de 2010.

16 Luis Chávez Orozco, Documentos sobre las alhóndigas y pósi-tos en Nueva España, vol. II, México, ANDSA, 1966, p. 203.17 Virginia García, “Almacenamiento de granos a gran escalapara abastecer a la capital virreinal”, en Gail Mummert(coord.), op. cit., p. 65.

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zara un paso sobre dicho canal o acequia, a fin deno tener que dar la vuelta hasta el puente de laLeña, situado en la actual calle de Corregidora.Además, habida cuenta de que no todos los carga-mentos desde o hacia el edificio en cuestión erantransportados en canoa.

Este edificio fue restaurado por las mismasfechas en que se reconstruyó el puente, y con pos-terioridad se le ha venido dando mantenimiento,de tal suerte que, al igual que el puente se encuen-tra en buen estado de conservación, salvo por laseñalada afrenta que representan las pintas y algode humedad. No obstante, ese inmueble —hastahace un par de años— parecía no estar siendo uti-lizado. Lo más probable es que sea contemporá-neo del puente, hacia cuya puerta central condu-ce precisamente éste, como se aprecia en la figura7, lo que ayuda a explicar que la capacidad decirculación sobre esa vía haya sido lo suficiente-mente ancha para que por él pudieran pasar carre-tas de gran capacidad de carga a fin de facilitar laentrada y la salida de vehículos anchos hacia ydesde el edificio. Allí también encontramos algu-nos elementos para entender que ese puente hayaestado entre los más anchos, de los más de 67puentes que a finales del siglo XVIII había en la ciu-

dad de México y que se reseñan en el siguienteapartado.

Una ciudad llena de puentes

Emplazada a partir del islote primigenio en loscomienzos del siglo XIV, la ciudad de México fuecreciendo de manera artificial por medio delesfuerzo humano. Merced a éste, fundamental-mente concretado en el sistema de chinampas, elterritorio urbano de la metrópoli mexica se fueagrandando al correr de los siglos XIV y XV, hasta lallegada de los europeos, aproximadamente 200años después de la fundación del asentamiento. Elterritorio de la ciudad estaba surcado por infinidadde acequias y canales que servían como vías decomunicación acuática y que requerían, a su vez,ser cruzados por un buen número de puentes parapermitir el paso de calzadas y calles sobre esoscauces.

En su mayoría los constructores mexicas losfabricaron con muros de piedra mamposteada conmortero de cal, para formar los soportes de losextremos, mientras que los claros eran salvadoscon vigas de madera o troncos. Sobre éstos se solíacolocar tierra apisonada y pedruscos, a fin de au-mentar su consistencia,18 de donde se sigue que elsistema constructivo del puente de la Alhóndiga,toda proporción guardada, tenía similitud con losde la ciudad prehispánica, aunque cabe señalarque dicha manera de levantar puentes está pre-sente en infinidad de culturas cuyo desarrollo fuetotalmente independiente.

Con la llegada de los españoles se introdujeron,ya desde el mismo siglo XVI, los primeros puentescon bóvedas de arco, fabricadas con piedra y mor-tero de cal. Dependiendo del largo del puente, éstese realizaba con una o varias de dichas bóvedas,

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Figura 7. El puente conduce con clara definición hacia la puerta central dela Alhóndiga. Foto de Guillermo Boils, noviembre de 2010.

18 Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquistade la Nueva España, México, Porrúa, 1967, p. 59.

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principalmente de las desarrolladas a partir de ar-cos de medio punto, o bóvedas de cañón corrido(también denominadas de barril, de media caña ode semicilindro). Sin embargo, todavía a finalesdel periodo de dominación española seguía ha-biendo en la ciudad de México una alta proporciónde puentes cuya estructura de vía era de madera,como en el caso del puente de la Alhóndiga.

En concordancia con lo anterior, la antigua me-trópoli del mundo mexica, ahora convertida en ca-pital del reino de la Nueva España, se fue llenandode puentes mamposteados y de vigas para poderpasar sobre los canales y las acequias que la cruza-ban por todo su territorio. No obstante las desco-munales obras del drenaje para lograr la deseca-ción de la cuenca con el propósito de impedir lasinundaciones, la ciudad seguía surcada por infinidadde cuerpos de agua. La mayoría de dichos caucestenían un ancho no mayor a unos cuantos metros,y en el periodo de estiaje no era remoto cruzarlosde una zancada, cuando no hasta desaparecíanalgunos de ellos. Empero, en los cuerpos de aguamás anchos se habían fabricado puentes de bóveday, para finales del siglo XVII, la construcción depuentes en las acequias o canales más anchos de laciudad se había convertido en una característica

significativa del paisaje urbano. Hacia el lado dere-cho de la figura 8, correspondiente a una pinturarealizada en 1699, se advierten por lo menos trespuentes sobre la mencionada Acequia Real.

Una ciudad que perdió su vocación lacustre

El panorama de una ciudad llena de puentes haciafinales del periodo virreinal, remite a un asenta-miento que se fue desplegando inserto en un pai-saje lacustre. Una cuenca cerrada que se nutría pormás de un centenar de riachuelos de temporal ycuando menos una docena de ríos propiamentedichos. Tal panorama de naturaleza hidráulicaimpuso a los pobladores de la metrópoli mexicauna lógica urbana de clara vocación acuática. Esaciudad cruzada por acequias y canales se mantuvoa lo largo de los tres siglos de dominación españo-la y al correr del siglo XIX, ya como capital de unanación independiente, la ciudad de México era ser-vida por varias decenas de puentes. La nómina delos mismos arrojaba, todavía a comienzos del sigloXX, algo más de cincuenta puentes.

En concordancia con lo anterior, la nomencla-tura de las calles de la ciudad conservaba, al iniciarel siglo XX, una buena cantidad de puentes que yano estaban ahí, pero legaron su presencia en losnombres de calles y callejones, mismos que en sumayoría se han perdido al ser sustituidos por nue-vos nombres.19 Luis González Obregón, en su tex-to memorable acerca de las calles de México, enu-mera medio centenar de éstas, que seguíanteniendo nombre de puentes, mencionando entreestos últimos al de la Alhóndiga.20 Y es que paradicha denominación de calles de la ciudad de Mé-

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Figura 8. Detalle del lado sur de la plaza mayor de la ciudad de México en1699. Pintura de 1699 de Cristóbal de Villalpando.

19 José L. Cossío, Del México Viejo, México, Sociedad Mexicanade Geografía y Estadística, 1935, pp. 153-157.20 Luis González Obregón, Las calles de México, México, Botas,1947, p. 63.

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Tabla 1. RelaciÓn de los 67 puentes de la ciudad a finales del siglo XVIII

1234567891011121314151617181920212223242526272829303132333435363738394041424344

Aduana Vieja, de laAmoya, deBalvanera, deBlancoBlanco (o del Hornillo)Blanquillo, delCanoas, de las (o de la Leña)Carbonera, de (o de Juan Carbonero)Carmen, delCarretones, deCarrizo, delCiegos, de losClérigo, delColoradoCorreo Mayor, deCuervo, delCurtidores, deChirivitos, deDiablo, delEspíritu Santo, delEsquiveles, de losFierro, deGallo, delGarabito (Garavito), delGuerras, de lasGuerreroHornillo, del (o Blanco)Jesús, deJesús María, deJuan Carbonero, de (o Carbonera)Leguizamo, deLeña, de la (o de las Canoas)Mariscala, de laMerced, de laMisericordia, de laMolino, delMonzón, delNuevoPalacio, dePipis, deQuebradoRatas, de lasRoldán, deRosario, del

Cinco de febrero (5a. y 6a.)República de Chile (4a.)Correo Mayor (5a.)Jesús Carranza (4a.)Mesones (10a.)Ramón Corona (1a. y 2a.)Corregidora (3a.)Pensador Mexicano (1a.)Carmen (5a.)Isabel la Católica (11a. y 13 a)República de Ecuador (2a. y 3a.)Jesús María (7a.)Allende (7a. y 8a.)República del Salvador (10a. y 11a.)Correo Mayor (3a.)República de Colombia (3a.)Misioneros (1a.)Matamoros (4a.)República de Uruguay (10a.)Isabel la Católica (4a.)Comonfort (3a.)Jesús María (6a.)Santa VeracruzFray Servando Teresa de Mier (10a.)Santa María la Redonda (2a.)Calzada de CuitláhuacMesones (10a.)José María Pino Suárez (5a.)Jesús María (4a.)Pensador MexicanoRepública de Argentina (5a.)Corregidora Josefa Ortiz de Domínguez (3a.)Aquiles Serdán (1a.)Alonso García Bravo, Jesús María (4a.)Allende (5a.)Topacio (4a.)Isabel la Católica (9a.)SastreríaCorregidora Josefa Ortiz de DomínguezSan NicolásRepública de El Salvador (1a.)Bolívar (7a.)RoldánCandelaria (1a.), Rosario

Ubicación en la nomenclatura actualPuente

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xico, los nombres de sus puentes eran confiablesreferencias urbanas, por lo que pervivieron éstashasta finales del siglo XIX. Como sea, a finales delsiglo XVIII subsistían 67 de puentes que servíanpara cruzar el mismo número de cuerpos de aguaen la ciudad (canales, acequias y otros cauces).

Por ende, otras tantas calles citadinas tenían pre-cisamente nombre de puentes, con lo que se man-tenía una suerte de supervivencia o memoria lacus-tre en la morfología de México como ciudad anfibia.En la tabla 1 se presenta la relación de esos puen-tes, con su ubicación de acuerdo con la nomencla-tura actual. A ellos se agrega el correspondiente a laavenida Puente de Alvarado, que hasta nuestros

días ha conservado esa denominación y que enton-ces se situaba fuera del casco urbano.

La señalada política, iniciada en la época virrei-nal, de drenar hacia afuera de la cuenca cerrada losgrandes volúmenes de líquido que aquí se acumu-laban, terminó por secarla casi en su totalidad. Lagran obra pública bajo la dominación española y to-do el siglo XIX, fue la del drenaje, que consumió in-mensas cantidades de trabajo, tiempo y recursos,21

pero sus resultados terminaron siendo la desecacióny, con ella, la pérdida de la condición de una ciudad

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Tabla 1 (concluye)

Ubicación en la nomenclatura actualPuente

Chimalpopoca (4a.)Mesones (4a.)Av. Juárez (7a.)Av. JuárezMiguel NegreteRoldánCarretones (2a. y 3a.)Carmen (3a. y 4a.)J. Rodríguez Puebla y República de Bolivia (3a.)Peralvillo (entre Matamoros y Carbajal)República de BrasilCuadrante de la SoledadPedro Moreno (1a.)Comonfort (6a. y 7a.), Matamoros (2a.)Dolores (3a.)República de Brasil (5a.)Adolfo Gurrión, Mesones (9a.)SoledadMatamoros (3a.)Peralvillo (entre Libertad y Jaime Nunó)Delicias (1a. y 2a.)Mina (1a.)Gabriel Leyva (Eje Central Lázaro Cárdenas)

San Antonio Abad, deSan Dimas, deSan FernandoSan Francisco, deSan Lázaro, deSan Miguelito, deSan Pablo, deSan Pedro y San PabloSan Sebastián, deSanta Ana, deSanta CatarinaSanta Cruz, de laSanta María, deSantiaguito, deSantísimoSanto Domingo, deSanto Tomás, deSolanoTecolotes, deTezontle (Tezontlali), deTumbaburrosVillamil, deZacate, del

4546474849505152535455565758596061626364656667

Fuentes: Departamento del Distrito Federal, Monografía de la Delegación Cuauhtémoc, t. 1, pp. 190-192; Juan Cortina Portilla, La ciudad de México en 1855-1858, Estado de México, Talleres Gráficos Ruf, 1976, pp. varias; José Luis Cossío, Guía Retrospectiva de la ciudad de México, México, Obsidiana Ediciones,1990, pp. 11-16.

21 Vera S. Candiani, “Draining the basin of Mexico. Science,technology and society”, tesis doctoral en Historia, Berkeley,Unversity of California, 2004.

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lacustre, ciertamente amenazada por inundaciones(amenaza que por cierto no ha desaparecido porcompleto de la zona metropolitana), aunque esa po-lítica cambió el paisaje urbano, terminando por de-saparecer las acequias, canales y otros cuerpos deagua superficial, hasta los ríos han sido convertidosen drenaje urbano, entubados en la gran mayoría desu recorrido por la trama de la metrópoli.

Breve reflexión concluyente

El puente de la Alhóndiga es un objeto que encierraun singular y a la vez discutible valor patrimonial.En positivo, atendiendo a que, aun reconstruido, esel único que queda de las muchas decenas de puen-tes de arco, mamposteados, que existían dentro delque era el perímetro de la principal ciudad del Vi-rreinato. Muchos de aquellos puentes todavía estu-vieron en pie por lo menos hasta el Porfiriato. Por elcontrario, en negativo, por tratarse de una recons-trucción realizada sin fundamento alguno, hace po-co más de un cuarto de siglo, esto es, no se trata deun objeto similar al original, lo que a su vez condu-ce a que siempre estará en cuestión su verdaderovalor histórico, dado el asunto de su autenticidad.Cuando se lo reedificó también se rehicieron dosmás en el costado sur de Palacio Nacional, recons-truyendo además un tramo de la acequia Real o dePalacio, entre la plaza de la Constitución y la calle deCorreo Mayor. Empero, su permanencia y conser-vación no fueron apreciadas por buena parte de laciudadanía, quedando como basurero, además deser un espacio ocupado por el ambulantaje. En esascondiciones, en 2006 se los demolió, volviéndose aabrir al tránsito ese tramo de la calle de Corregidora,que arranca al oriente de la plaza de la Constitución.El único que sobrevivió de todos los reconstruidos esel que hemos reseñado en estas páginas.

Entre octubre de 1980 y abril de 1981, arqueó-logos del INAH trabajaron en la exploración y recu-

peración de la acequia de Palacio y el canal deRoldán, este último el de nuestro puente. Su traba-jo quedó registrado, entre otros documentos, en latesis doctoral en Arqueología de Elsa HernándezPons, adscrita a dicho Instituto. En esas jornadasella encontró los muros que fungían como sopor-tes verticales del puente de la Alhóndiga, desplan-tados en los bordes mismos del canal de Roldán.Ahí se hallaban también los mechinales que con-tenían las vigas colocadas de canto, muy cerca unade otra, a fin de constituir la estructura horizontalsobre la que se conformaba la vía del puente. A ellose agrega la evidencia visual de la fotografía quemuestro en la figura 1, donde se advierte que eraun puente de vigas, por lo que no deja de llamar laatención que se haya inventado un puente debóveda, edificándolo en el mismo sitio.

Asumiendo que no trata del puente virreinal,sino de una reconstrucción, aun así me detuve aexaminar ese objeto arquitectónico, dado que per-mite introducirse al tema de los puentes que huboen el casco antiguo de la ciudad de México. Al mis-mo tiempo, su examen brinda la oportunidad deasomarse a la serie de puentes de la época virrei-nal, esos sí originales, que se encuentran en diver-sos sitios de la zona metropolitana de la ciudad deMéxico, aunque fuera del casco antiguo. En últimainstancia, este texto es un primer acercamiento alestudio de los puentes novohispanos que hubo enla ciudad de México. La principal fuente de cono-cimiento en que se sustenta es la visita directa alsitio, realizada en varias ocasiones, tanto al puentede la Alhóndiga como a los otros existentes en lametrópoli. Asimismo he realizado una limitadaconsulta de documentos de época y una nóminaun poco mayor de publicaciones impresas. El com-plemento necesario reclama mayor penetraciónen el terreno documental, sobre todo en materialde archivo, a efecto de integrar una visión analíticamás plena de esos objetos arquitectónicos.

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