PSICOLOGIA Las Libertades, La Libertad

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RESEÑA DE LIBRO.ARTÍCULO PERIODÍSTICO,

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PSICOLOGIADE LA ENSOACION NEUROTICA AL LAZO SOCIALLas libertades, la libertadExiste una libertad central a la que no es posible sustraerse, que rige aun para el esclavo y para la vctima sostiene el autor. Pero es posible discernir entre una libertad negativa, que prospera en las ensoaciones de la neurosis, y una libertad positiva, que slo puede realizarse en el lazo social.PorGabriel Lombardi *Un paciente adulto, neurtico obsesivo, no homosexual, confiesa que a los 5 o 6 aos se hizo cmplice en una experiencia sexual promovida por el torturador consuetudinario que era para l su hermano mayor. Prefiri eso a dormir la siesta estival obligatoria y asfixiante entre sus padres transpirados. Se escap de la cama, se fue con sus hermanos mayores al patio trasero de la casa. Adems de lo que en este caso testimoni la vctima, podemos adivinar lo que casi montonamente mueve al victimario: podemos conjeturar que el hermano mayor, ya perverso en su pubertad, no se excitaba solamente por el contacto con el agujero natural que le ofreca el cuerpo del hermanito, sino con la angustia que afectaba a ese pequeo cuerpo por el empleo antinatural que interesa a ese Otro en el deseo, y sobre todo en ese momento crucial en que la angustia de la vctima cede el paso a la satisfaccin, momento en el cual la vctima deviene cmplice. Ese es el punto decisivo que interesa: ese instante preciso en que el nio elige quedarse all, elige no gritar ni volver con sus padres, elige el silencio encubridor para transformarse en el partenaire de su hermano, y continuar durante aos.Sin ir muy lejos en la criminalidad de la propuesta, no es necesario una violacin en el sentido usual del trmino; a menudo una seduccin sutil puede ser eficaz en la produccin de un hallazgo traumtico para la vctima; un roce sutil, una mirada penetrante, una palabra perturbadora, una exhibicin oportuna, que divide al nio entre el pudor y la curiosidad. Cualquiera de esos hechos puede ser traumtico, tal vez no en ese momento, sino cuando algn goce pulsional ntimo, pervirtiendo su finalidad, preste su fuerza y su fuente al deseo del seductor. Al pequeo Hans (Juanito, caso narrado por Freud) le bast con que su ta, no tan perversa despus de todo, le dijera: Qu lindo pichiln tienes. El consentimiento inconsciente del nio prescindi del acuerdo del yo consciente: angustia primero, divisin subjetiva poco despus.Cmo pensar que un nio de 4 o 6 aos, en circunstancias de seduccin por parte de un adulto, pueda elegir? Aristteles afirmaba sensatamente que los nios no poseen an esa facultad, y el derecho positivo por suerte lo sigue considerando as, de modo que en las prcticas sexuales con nios es el adulto quien se considera que debera ser penalizado, en principio como es bien sabido, el pedfilo suele ser protegido por alguna institucin poderosa, si no por su propia familia. Desde esa perspectiva, pensar sobre la libertad electiva en el nio parece sacrlego, el nio participa en ese sentido de lo que reviste el carcter de sacer tan bien descripto por Benveniste y por Agamben, es el hombre sin tiempo ni responsabilidad.Se entiende entonces la fuerte crtica a Freud cuando introdujo el tema de la actividad sexual en la infancia. Freud no se horroriza ante una sexualizacin prematura de los nios, pero tampoco la promueve, constata su existencia y se interesa en las preferencias previas a la pubertad porque ms tarde podrn volverse eficaces. Su operacin consisti entonces en desdoblar la eleccin del nio, con el siguiente argumento: un acontecimiento traumtico de la infancia slo cobrar eficacia causal ms tarde, a partir de la pubertad, cuando el recuerdo o la repeticin de un accidente de la infancia lo encuentre pulsionalmente dotado. No es tanto el uso de la razn como el uso de la pulsin sexual ya fisiolgicamente equipada lo que resulta determinante, y otorga a un acontecimiento de la infancia el carcter de trauma eficaz en la produccin de sntomas. Esta eleccin de trauma activa la causalidad por libertad, en trminos kantianos, en que se basa la etiologa de las neurosis y las psicosis desde los comienzos de la elaboracin freudiana.En su elaboracin del tema, Lacan parte del hecho de que una eleccin puede ser forzada. Sin embargo nunca olvida que una eleccin, aun forzada, es una eleccin, ya que es eso, precisamente eso, lo que al seductor le interesa producir, y es eso lo que resultar al mismo tiempo traumtico y eficaz en la produccin de ese desgarramiento del ser que llamamos sntoma.Es frecuente encontrar en los seminarios y textos de Lacan la idea de que el sujeto es efecto del lenguaje, determinado por combinaciones de significantes, como un ttere del inconsciente que no decide nada. Sin embargo, a la hora de teorizar la gnesis del sujeto, Lacan se vio forzado a hacerlo en trminos de elecciones. Se vio forzado o eligi hacerlo? Acaso la pregunta sea indecidible, o mejor dicho, tal vez responda a un indecidible inherente a la cosa explorada, que por supuesto no tiene un nombre preciso en psicoanlisis.La posicin de Lacan respecto del empleo del trmino libertad es extremadamente crtica. En su clase del 8 de febrero de 1956 explic la alienacin profunda que marca todo discurso de la libertad: La esclavitud no es reconocida en nuestra sociedad. Sin embargo, la servidumbre no est abolida en ella, se ha generalizado. La relacin de aquellos a quienes se llama explotadores en relacin con el conjunto de la economa es tambin una relacin de profunda servidumbre. De modo que la duplicidad amo-esclavo se ha generalizado en el interior de cada participante de nuestra sociedad. (...) La servidumbre profunda de la conciencia en este estado desdichado debe ser referida al discurso que ha provocado esta profunda transformacin social. Ese discurso, podemos llamarlo el mensaje de fraternidad. Se trata de algo nuevo, que no apareci en el mundo solamente con el cristianismo, pues ya estaba preparado por ejemplo por el estoicisimo. En sntesis, detrs de la servidumbre generalizada, hay un discurso secreto, un mensaje de liberacin, que subsiste de algn modo en estado reprimido.(...) Sucede lo mismo con el discurso patente de la libertad? No por cierto. Se ha advertido hace un tiempo una discordia entre el hecho puro y simple de la revuelta y la eficacia transformante de la accin social. Dira incluso que toda la revolucin moderna se ha instituido sobre esta distincin, y sobre la nocin que el discurso de la libertad era, por definicin, no solamente ineficaz, sino profundamente alienado, que todo lo que se liga a l de demostrativo, es para hablar con propiedad enemigo de todo progreso en el sentido de la libertad, en tanto que ella puede tender a animar algn movimiento continuo en la sociedad. Queda sin embargo el hecho de que ese discurso de la libertad se articula en el interior de cada uno como representando un cierto derecho del individuo a la autonoma.La filosofa y el derecho han discernido diversas formas de la libertad. La libertad subjetiva es mera negatividad o posibilidad; es la libertad de la conciencia de pensar realizaciones, deseos, venganzas, que acaso nunca se realicen. Su realizacin, lo que la filosofa del derecho llama la libertad positiva, slo puede realizarse en el lazo social.La primera, la libertad negativa, suele ser considerada una libertad introducida por la modernidad, en la que prospera la neurosis. Lacan seala que esa libertad suele manifestarse en el hombre moderno bajo la forma de un discurso interior ms bien delirante, difcil de compartir, en el que afirma su autonoma, su independencia en relacin con todo amo y con todo Dios. Tal discurso no constituye ningn lazo social; no lleva a una prctica socialmente inscripta sino, en todo caso, a una proporcin nfima de la osada, del desenfreno, de la libertad de accin que fantaseamos. Esa libertad, por el hecho de permanecer como ensoacin, tiene un costado de sometimiento a la normalidad gris que rige nuestras acciones en la realidad compartida, donde no somos tan libres, en la vida cotidiana que se estanca en el discurso comn. La dilacin en el actuar encuentra su sucedneo en el demorarse en el pensar, segn ensea Freud. Mientras pensamos esa libertad, no la ejercemos positivamente.En cambio la libertad positiva, desde la Grecia democrtica, se ejerce en los lazos sociales reales, que, si bien suelen brindar alguna posibilidad de realizacin efectiva, son sin embargo amarras sociales. Nuestra realidad, en tanto socialmente estructurada, consiste en una red de anudamientos elsticos, que pueden sin duda ser aflojados, pero que son ataduras al fin. Y si en algn momento escuchamos el ruido de rotas cadenas, es posible que estemos sonados: la mxima realizacin de la libertad desde esta perspectiva es el desencadenamiento por el que el ser hablante se libera del lazo social, pero al precio de la locura. Esta libertad no es ya fantasa, pero no est al alcance de cualquiera, no cualquiera se permite un ejercicio efectivo de tal libertad y su costo suele ser excesivo. Desde el punto de vista de la libertad socialmente articulada, el desencadenamiento psictico implica la libertad en un tercer sentido, un no rotundo a las opciones que ofrece el Otro. El desencadenamiento tiene entonces estructura de pasaje al acto, que es la culminacin de la alienacin como eliminacin del Otro.De un lado tenemos entonces el discurso interior del neurtico sobre la libertad, que en verdad inhibe su ejercicio social, y del otro lado est la libertad inherente a la locura en tanto ruptura de todo lazo con el Otro verdadero. Entre ambos estn los diferentes lazos sociales, donde es posible el encuentro efectivo con el deseo del Otro, salir de la alienacin por va de separacin.Mortificacin o deseoUna mujer ha permanecido mucho tiempo en la siguiente alternativa: Estar con mi marido me es insoportable, pero la idea de quedarme sola a los 50 aos tambin me es intolerable. El analista le sugiere otra manera de presentar esta alternativa: No ser feliz, pero tengo marido o mejor sola que mal acompaada. En la sesin siguiente cuenta que fue a la peluquera, como un guio a la mirada deseante del marido y acaso de algn otro hombre. Luego tom algunas decisiones laborales que implican un cambio de posicin: asumir aquello en lo que le va bien, salir de las situaciones en que ntidamente prevalece la demanda del Otro sobre el deseo. El anlisis la lleva luego a advertir que tomar al marido con el que vive desde hace 25 aos como destinatario de los reproches o como agente de la demanda es por lo menos frustrante; en esas coordenadas, la pulsin no encuentra otra expresin que la mortificante, desconectada del deseo. La separacin, tambin en el plano del amor, seala otra opcin, que no necesariamente va en el sentido del divorcio.Sigmund Freud descubri la participacin de mecanismos inconscientes en la produccin de los sntomas neurticos. Sin embargo, para el psicoanlisis la etiologa de la neurosis no es meramente accidental, mecnica, orgnica, fisiolgica, ni tampoco mero mecanismo lingstico; su causa acaece en un ser capaz de eleccin; si resulta afectado por una neurosis es en tanto sujeto que participa en una eleccin.Quin no se cree capaz, aunque sea por un instante, de realizar algn anhelo que lo agita desde hace tiempo? Quin no piensa de vez en cuando en liberarse de las ataduras del trabajo, del fisco, del matrimonio, de la familia, incluso de la existencia? A pesar de los condicionamientos que encontramos en la determinacin de nuestras conductas, nuestra conviccin en favor de la existencia de una voluntad libre subsiste y no creemos en un determinismo absoluto.Freud not sin embargo que esa conviccin, curiosamente, no se exterioriza en las decisiones importantes de la voluntad. En esas ocasiones se tiene ms bien la sensacin de una compulsin psquica, y de buena gana se la invoca, como Lutero en la Dieta de Worms: A esto me atengo, otra cosa no puedo. Por el contrario, en las decisiones triviales e indiferentes tenemos la sensacin de que tambin habramos podido obrar de otro modo, de que hemos actuado libremente.No es casualidad que esta observacin sea incluida por Freud en un captulo sobre el determinismo, la creencia en el azar y la supersticin de su Psicopatologa de la vida cotidiana. En efecto, en este punto interviene el azar. La idea es antigua, es simple, es prodigiosa: para realizar aquello a lo que no se atreve, el ser hablante se hace cmplice del azar. Incapaz de asumirse como responsable de un acto, de una posicin, de una accin que slo l puede realizar, encuentra en el azar la oportunidad de que se realice sin haberlo buscado conscientemente. En los hechos afortunados, e incluso en los desafortunados, consuma accidentalmente una preferencia, un deseo secreto, un anhelo de la infancia, un goce postergado. Encuentra sin haberlo buscado.* Profesor titular de Clnica de Adultos en la Facultad de Psicologa de la UBA. Miembro de los Foros del Campo Lacaniano. Texto extractado de La libertad en psicoanlisis, de prxima aparicin (Ed. Paids).