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44 INTRODUCCION fuerzas naturales a las que, por sus características propias, se opone a la vez que se identifica en cuanto al campo de aplicación, la prohibición del incesto se presenta a la reflexión sociológica como un terrible misterio. En el seno mismo de nuestra sociedad son pocas las prescripciones sociales que preser- varon de tal modo la aureola de terror respetuoso que se asocia con las cosas sagradas. De modo significativo, que luego deberemos comentar y explicar, el incesto, en su forma propia y en la forma metafórica del abuso del menor ("del que", dice la expresión popular, "podría ser el padre"), se une en algunos países con su antítesis: las relaciones sexuales interraciales, por otra parte forma extrema de la exogamia, como los dos estimulantes más poderosos del horror y de la venganza colectivas. Pero este ambiente de temor mágico no sólo define el clima en el seno del cual, aun en la sociedad moderna, evo- luciona la institución sino que también envuelve, en el nivel teórico, los deba- tes a los que la sociología se dedicó desde sus origenes con una tenacidad ambigua: "La famosa cuestión de la prohibición del incesto" --escribe Lévy- Bruhl- "esta vexata qurestio para la cual los etnógrafos y los sociólogos tanto buscaron la solución, no requiere solución alguna. No hay por qué plantear el problema. Respecto de las sociedades de las que terminamos de hablar, no hay por qué preguntarse la razón de que el incesto esté prohibido: esta prohibición no existe ... ; no se piensa en prohibir el incesto. Es algo que no sucede. O bien, si por imposible esto sucede, es algo asombroso, un monstrum, una transgresión que despierta horror y espanto. ¿Acaso las so- ciedades primitivas conocen una prohibición para la autofagia o el fratri. cidio? No tienen ni más ni menos razones para prohibir el incesto". 25 No debe asombrarnos encontrar tanta timidez en un autor que, sin em. bargo, no vaciló frente a las hipótesis más audaces, si se considera que los sociólogos están casi todos de acuerdo en manifestar ante este problema la misma repugnancia y la misma timidez. 25 L. Lévy·Bruhl, Le Surnaturel et la Nature dans la mentalité primitive, París, 1931, pág. 247. CAPÍTULO 11 EL PROBLEMA DEL INCESTO 1':1. PROBLEMA de la prohibición del incesto se presenta a nuestra reflexión ('0/1 toda la ambigüedad que, en un plano diferente, explica sin duda el carác- kr sagrado de la prohibición misma. Esta regla, que por serlo es social, es 111 mismo tiempo presocial en dos sentidos: en primer lugar por su universa- lidad, luego por el tipo de relaciones a las que impone su norma. La vida en sí es externa al grupo en un doble sentido. Expresa el grado má· ximo de la naturaleza animal del hombre y atestigua, en el seno de la humani- dad, la supervivencia más característica de los instintos; en segundo lugar, y de nuevo en un doble sentido, sus fines son trascendentes: satisface sea deseos individuales que, como bien se sabe, se cuentan entre los menos respe· luosos de las convenciones sociales,' sea tendencias específicas que sobrepasan ip;ualmente, aunque en otro sentido, los fines propios de la sociedad. Por olra parte, señalemos que si bien la reglamentación de las relaciones entre los sexos constituye un desborde de la cultura en el seno de la naturaleza, por su parte la vida sexual es, en el seno de la naturaleza, un indicio de la vida social, ya que, de todos los instintos, el sexual es el único que para definirse necesita del estímulo de otro. Deberemos volver sobre este punto; el instinto sexual, por ser él mismo natural, no constituye el paso de la natu- raleza a la cultura, ya que eso sería inconcebible, pero explica una de las razones por las cuales en el terreno de la vida sexual, con preferencia a cual- quier otro, es donde puede y debe operarse, forzosamente, el tránsito entre los dos órdenes. Regla que en la sociedad abarca lo que le es más extraño pero, al mismo tiempo, regla social que retiene en la naturaleza aquellouue es susceptible de superarla, la prohibición del incesto se encuentra, a la vez, en el umbral de la cultura, en la cultura y, en cierto sentido, como tratare- mos de mostrarlo, es la cultura misma. Por el momento basta señalar a qué dualidad debe su carácter ambiguo y equívoco. Eri vez de dar cuenta de esta ambigüedad los sociólogos se preocuparon casi exclusivamente por reducirla a otra cosa. Sus tentativas de explicaciones pueden resumirse en tres tipos principales, que aquí nos limitaremos a caracterizar y a analizar en sus rasgos esenciales. El primer tipo de explicación -que sigue por otra parte la creencia popular vigente en muchas sociedades, incluso la nuestra- intenta mantener el doble l:arácter de la prohibición, disociándola en dos fases distintas: por ejemplo,

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CAP 1-5

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  • 44 INTRODUCCION

    fuerzas naturales a las que, por sus caractersticas propias, se opone a la vez que se identifica en cuanto al campo de aplicacin, la prohibicin del incesto se presenta a la reflexin sociolgica como un terrible misterio. En el seno mismo de nuestra sociedad son pocas las prescripciones sociales que preservaron de tal modo la aureola de terror respetuoso que se asocia con las cosas sagradas. De modo significativo, que luego deberemos comentar y explicar, el incesto, en su forma propia y en la forma metafrica del abuso del menor ("del que", dice la expresin popular, "podra ser el padre"), se une en algunos pases con su anttesis: las relaciones sexuales interraciales, por otra parte forma extrema de la exogamia, como los dos estimulantes ms poderosos del horror y de la venganza colectivas. Pero este ambiente de temor mgico no slo define el clima en el seno del cual, aun en la sociedad moderna, evoluciona la institucin sino que tambin envuelve, en el nivel terico, los debates a los que la sociologa se dedic desde sus origenes con una tenacidad ambigua: "La famosa cuestin de la prohibicin del incesto" --escribe LvyBruhl- "esta vexata qurestio para la cual los etngrafos y los socilogos tanto buscaron la solucin, no requiere solucin alguna. No hay por qu plantear el problema. Respecto de las sociedades de las que terminamos de hablar, no hay por qu preguntarse la razn de que el incesto est prohibido: esta prohibicin no existe ... ; no se piensa en prohibir el incesto. Es algo que no sucede. O bien, si por imposible esto sucede, es algo asombroso, un monstrum, una transgresin que despierta horror y espanto. Acaso las sociedades primitivas conocen una prohibicin para la autofagia o el fratri. cidio? No tienen ni ms ni menos razones para prohibir el incesto".25

    No debe asombrarnos encontrar tanta timidez en un autor que, sin em. bargo, no vacil frente a las hiptesis ms audaces, si se considera que los socilogos estn casi todos de acuerdo en manifestar ante este problema la misma repugnancia y la misma timidez.

    25 L. LvyBruhl, Le Surnaturel et la Nature dans la mentalit primitive, Pars, 1931, pg. 247.

    CAPTULO 11

    EL PROBLEMA DEL INCESTO

    1':1. PROBLEMA de la prohibicin del incesto se presenta a nuestra reflexin ('0/1 toda la ambigedad que, en un plano diferente, explica sin duda el carckr sagrado de la prohibicin misma. Esta regla, que por serlo es social, es 111 mismo tiempo presocial en dos sentidos: en primer lugar por su universalidad, luego por el tipo de relaciones a las que impone su norma. La vida :,\(~xual en s es externa al grupo en un doble sentido. Expresa el grado m ximo de la naturaleza animal del hombre y atestigua, en el seno de la humanidad, la supervivencia ms caracterstica de los instintos; en segundo lugar, y de nuevo en un doble sentido, sus fines son trascendentes: satisface sea deseos individuales que, como bien se sabe, se cuentan entre los menos respe luosos de las convenciones sociales,' sea tendencias especficas que sobrepasan ip;ualmente, aunque en otro sentido, los fines propios de la sociedad. Por olra parte, sealemos que si bien la reglamentacin de las relaciones entre los sexos constituye un desborde de la cultura en el seno de la naturaleza, por su parte la vida sexual es, en el seno de la naturaleza, un indicio de la vida social, ya que, de todos los instintos, el sexual es el nico que para definirse necesita del estmulo de otro. Deberemos volver sobre este punto; el instinto sexual, por ser l mismo natural, no constituye el paso de la naturaleza a la cultura, ya que eso sera inconcebible, pero explica una de las razones por las cuales en el terreno de la vida sexual, con preferencia a cualquier otro, es donde puede y debe operarse, forzosamente, el trnsito entre los dos rdenes. Regla que en la sociedad abarca lo que le es ms extrao pero, al mismo tiempo, regla social que retiene en la naturaleza aquellouue es susceptible de superarla, la prohibicin del incesto se encuentra, a la vez, en el umbral de la cultura, en la cultura y, en cierto sentido, como trataremos de mostrarlo, es la cultura misma. Por el momento basta sealar a qu dualidad debe su carcter ambiguo y equvoco. Eri vez de dar cuenta de esta ambigedad los socilogos se preocuparon casi exclusivamente por reducirla a otra cosa. Sus tentativas de explicaciones pueden resumirse en tres tipos principales, que aqu nos limitaremos a caracterizar y a analizar en sus rasgos esenciales.

    El primer tipo de explicacin -que sigue por otra parte la creencia popular vigente en muchas sociedades, incluso la nuestra- intenta mantener el doble l:arcter de la prohibicin, disocindola en dos fases distintas: por ejemplo,

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    para Lewis H. Morgan y sir Henry Maine 1 el origen de la prohibicin del incesto es natural y social al mismo tiempo, pero en el sentido de ser el resultado de una reflexin social sobre un fenmeno natural. La prohibicin del incesto sera una medida de proteccin destinada a proteger a la especie de los resultados nefastos de los matrimonios consanguneos. Esta teora presenta un carcter sorprendente: se encuentra obligada, por su mismo enunciado, a extender el privilegio sensacional de la revelacin de las pretendidas consecuencias de las uniones endgamas a todas las sociedades humanas, incluso a las ms primitivas, las que en otros dominios no dan prueba de tal clarividencia eugensica. Ahora bien, esta justificacin de la prohibicin del incesto es de origen reciente; antes del siglo XVI no aparece en parte alguna de nuestra sociedad. Plutarco, quien, de acuerdo eon el plan general de las Moralia enumera todas las hiptesis posibles sin optar por una de ellas, propone tres que son todas de naturaleza sociolgica y de las cuales ninguna se refiere a las taras posibles de la descendencia.2 En el sentido contrario slo puede citarse un texto de Gregorio el Grande,3 que no parece haber despertado eco alguno en el pensamiento de los contemporneos ni de los comentaristas ulteriores.4

    Se invocan, es cierto, las diversas monstruosidades que en el folklore de diversos pueblos primitivos, y sobre todo en los australianos, amenazan a la descendencia de parientes incestuosos. Pero, adems de que el tab concebido a la australiana es probablemente el que menos se preocupa por la proximidad biolgica (que por otra parte permite muchas uniones, tales como las del to segundo con la sobrina segunda, cuyos efectos no pueden ser particularmente favorables), ser suficiente sealar que semej antes castigos por lo comn estn previstos por la tradicin primitiva para todos aquellos que transgredan las reglas, y no se reservan en absoluto al dominio particular de la reproduccin. El siguiente testimonio de ]ochelson muestra, con claridad, hasta qu punto debemos desconfiar de observaciones apresuradas: "Los yakut me dijeron que haban observado que los nios nacidos de uniones consanguneas no tienen buena salud. De este modo Dolganoff, mi intrprete, cuenta de los yukaghir que practican el matrimonio entre primos a pesar de la prohibicin acostumbrada llamada n exiii. " que los nios nacidos de tales matrimonios mueren, o que aun los padres son atacados por enfermedades a menudo mortales." 5 Esto en lo que respecta a las sanciones naturales. En

    1 Sir H. S. Maine, Dissertations on Early Law and Custom, Nueva York, 1886, pg. 228.

    2 Plutarco, Quaestiones romanae, en Oeuvres, trad. Amyot, Lyon, 1615, t. 2, pgs. 369370.

    ~ H. F. Muller, A Chronological Note on the Physiological Explanation of the Prohibition of Incest, Journal of Religious Psychology, vol. 6, 1913, pgs. 294295.

    4 J. M. Cooper, Incest Prohibition in Primitive Culture, Primitive Man, vol. 5, nI' 1, 1932.

    5 W. Jochelson, The Yukaghir and the Yukaghirized Tungus, Jesup North Pacific Expedition, vol. 9 (Memoirs of the American Museum of Natural History, vol. 13, 1926), pg. 80. Los nuer llaman al incesto "sfilis", porque en una ven el castigo del otro. Cf. E. E. EvansPritchard, Exogamous Rules among the Nuer, Man, vol. 35, nI' 7, 1935.

    EL PROBLEMA DEL INCESTO 47

    cuanto a las de orden social, estn tan poco fundamentadas en consideracioIll~S fisiolgicas que, entre los kenyah y los kayan de Borneo, que condenan (,1 matrimonio con la madre, la hermana, la hija, la hermana del padre o de la madre y la hija del hermano o de la hermana, "en el caso de las mujeres

    '1 ue mantienen con el sujeto la misma relacin de parentesco, pero por adopcin, estas prohibiciones, con sus consiguientes castigos, son aun ms severos, si ello es posible".6

    Por otra parte, no debe olvidarse que desde el fin del paleoltico el hombre utiliza procedimientos endogmicos de reproduccin que llevaron a las especies cultivadas o domsticas a un grado cada vez mayor de perfeccin. Suponiendo que el hombre haya tenido conciencia de los resultados dl~ semejantes mtodos y que haya juzgado, como tambin se supone, sobre d tema de modo racional, cmo es posible; entonces, explicar que en el dominio de las relaciones humanas llegue a conclusiones opuestas a las que su ,:x:periencia verificaba todos los das en el dominio animal o vegetal y de las que dependa su bienestar? Sobre todo, si el hombre primitivo hubiera sido sensible a consideraciones de este orden: cmo comprender que se haya detenido en las prohibiciones y no haya pasado a las prescripciones, cuyo resultado experimental -por lo menos en ciertos casos-- hubiese mostrado dectos benficos? No slo no lo hizo, sino que aun hoy rechazamos una tentativa de esa ndole y ha sido necesario esperar la aparicin de teoras sociales recientes -las que, por otra parte, se denuncian como irracionaII~S- para que se preconizara para el hombre la reproduccin orientada. Las prescripciones positivas que encontramos muy a menudo en las sociedades primitivas en relacin con la prohibicin del incesto son las que tienden a multiplicar las uniones entre primos cruzados (provenientes respectivamente de un hermano y de una hermana); entonces sitlan en los dos polos extremos de la reglamentacin social tipos de uniones idnticas desde el punto de vista de la proximidad: la unin entre primos paralelos (provenientes respectivamente de dos hermanos o de dos hermanas) identificada con el incesto fraterno, y la unin entre primos cruzados, que se considera como ideal matrimonial a pesar del grado muy estrecho de consanguinidad existente t:ntre los cnyuges.

    Por otra parte, es sorprendente el vgor con que el pensamiento contemporneo se muestra renuente a abandonar la idea de que la prohibicin de las relaciones entre consanguneos o colateraies inmediatos se justifica por razones eugensicas;. sin duda ello se debe a que -y nos lo dice nuestra experiencia de los ltimos diez aos- los ltimos vestigios de trascendencia de que dispone el pensamiento moderno se encuentran en los conceptos biolgicos. Un ejemplo particularmente significativo lo proporciona un autor cuya obra (:ientfica contribuy, en primer lugar, a dsipar los prejuicios acerca de las uniones consanguneas. En efecto, E. M. East mostr, mediante trabajos admirables sobre la reproduccin del maz, que la creacin de un linaje endo

    a Ch. Hose y W. McDougall, The Pagan Tribes of Borneo, Londres, 1912, vol. 1, pg. 73. Como lo hacen nolur los autores de esta observacin, ponen de manifiesto la rzrtijidosidad de las re~luH 1)110 Il[odun nI incesto (ibd., vol. 2, pg. 197).

  • 48 INTRODUCCION

    gmico tiene como primer resultado un perodo de fluctuaciones durante el cual el tipo est sujeto a variaciones extremas, que sin duda se deben al resurgimiento de caracteres recesivos habitualmente enmascarados. Luego, las variaciones disminuyen en forma progresiva para desembocar en un tipo constante e invariable. Ahora bien, en una obra destinada a un pblico mayor, el autor, despus de revelar estos resultados, llega a la conclusin de que las creencias populares sobre los matrimonios entre parientes prximos estn ampliamente fundamentadas; el trabajo del laboratorio no hara ms que confirmar los. prejuicios del folklore; segn las palabras de un viejo autor: Superstition iz often awake when reezon iz asleep.7 Ello se debe a que los "caracteres recesivos poco deseables son tan frecuentes en la familia humana como en el maz". Pero esta reaparicin enojosa de los caracteres recesivos slo es explicable -si se excluyen las mutaciones-- segn la hiptesis de que se trabaja con tipos ya seleccionados: los caracteres que reaparecen son precisamente los que el cultivador haba logrado hacer desaparecer mediante sus propios esfuerzos. Esta situacin no es posible en el caso del hombre puesto que -se acaba de ver- la exogamia tal como la practican las sociedades humanas es ciega. Pero, antes que nada, lo que East estableci indirectamente con sus trabajos es que estos supuestos peligros jams se habran manifestado si la humanidad hubiera sido endgama desde su origen: en este caso nos encontraramos, sin duda, en presencia de razas humanas tan constantes y definitivamente fijadas como los linajes endgamos del maz despus de la eliminacin de los factores de variabilidad. El peligro temporario de !Jls uniones endgamas, suponiendo que existe, es en verdad el resultado de una tradicin de exogamia o pangamia y no su causa.

    En efecto, los matrimonios consanguneos slo combinan genes del mismo tipo, mientras que un sistema en el cual la unin de los sexos slo estuviera determinada por la ley de probabilidades (la "panmixia" de Dahlberg) los mezclara al azar. Pero la naturaleza de los genes y sus caractersticas indio viduales son las mismas en ambos casos. Basta que se interrumpan las uniones consanguneas para que la composicin general de la poblacin se restablezca tal como se poda prever sobre la base de una "panmixia". Entonces los matrimonios consanguneos arcaicos no tienen influencia; slo actan sobre las generaciones inmediatamente consecutivas. Pero esta influencia es, en s misma, funcin de las dimensiones absolutas del grupo. Para una poblacin de una cifra dada siempre se puede definir un estado de equilibrio en el que la frecuencia de los matrimonios consanguneos sea igual a la probabilidad de tales matrimonios en un rgimen de "panmixia". En el caso de que la poblacin pase este estado de equilibrio y si la frecuencia de los matri. monios consanguneos permanece igual, el nmero de portadores de caracteres recesivos aumenta: "El incremento del grupo implica un aumento de heterocigotismo a expensas del homocigotismo." 8 En el caso de que la poblacin

    7 E. M. East, Heredity and Human Affairs, Nueva York, 1938, pg. 156. 8 Gunnar Dahlberg, On Rare Defects in Human Populations with Particular Re

    gard to Inbreeding and Isalate Effects, Proceedings 01 the Royal Society 01 Edinburgh, vol. 58, 1937-1938, pg. 224.

    EL PROBLEMA DEl INCESTO 49

    He site por debajo del estado de equilibrio, y si la frecuencia de los matriIlIonios consanguneos permanece "normal" en relacin con ese estado, los ('lIl'acteres recesivos se reducen segn una tasa progresiva: 0,0572 % en una poblacin de 500 personas con dos hijos por familia; 0,1697 % si la misma po"'acin decae a 200 personas. Dahlberg puede entonces concluir que, desde c1 punto de vista de la teora de la herencia, "las prohibiciones del matrimo11 io no parecen justificadas".9

    Es cierto que las mutaciones que determinan la aparicin de una tara I'(~eesiva son ms peligrosas en las poblaciones pequeas que en las grandes. 1-:11 efecto, en las primeras, las probabilidades de paso al homocigotismo son rllS elevadas. Por lo contrario, este mismo pasaje rpido y completo al horno('jgotismo debe, en mayor o menor plazo, asegurar la eliminacin del carcter 'emido. Puede, entonces, considerarse que en una pequea poblacin endgama de composicin estable cuyo modelo se encuentra en muchas sociedades primitivas, el nico riesgo del matrimonio entre consanguneos proviene de la aparicin de nuevas mutaciones, riesgo que puede calcularse, puesto que t~Ha tasa de aparicin se conoce; sin embargo, la probabilidad de encontrar, (~n el seno del grupo, un heterocigota recesivo es menor que la que acarreara el matrimonio con un extranjero. Aun en lo que concierne a los caracteres rccesivos que surgen por mutacin en una poblacin dada, Dahlberg estima que la gravitacin de los matrimonios consanguneos es muy dbil respecto ele la produccin de homocigotas. Ello se debe a que, para un homocigota proveniente de un matrimonio consanguneo, existe un nmero enorme de hcterocigotas que --en el caso de que la poblacin sea lo bastante pequeascrn necesariamente llevados a reproducirse entre ellos. De este modo, en IIna poblacin de 80 personas la prohibicin del matrimonio entre parientes prximos, incluyendo primos en primer grado, no disminuira el nmero de los portadores de caracteres recesivos raros ms que del 10 al 15 %.10 Estas eonsideraciones son importantes porque hacen intervenir la nocin cuantitaLiva de la cifra de la poblacin. Ahora bien, ciertas sociedades primitivas o arcaicas estn limitadas, por su rgimen econmico, a una cifra de pobla(~in muy restringida, y precisamente para cifras semejantes la reglamentacin de los matrimonios consanguneos slo puede tener consecuencias genticas desdeables. Sin profundizar este problema -respecto del cual los tericos modernos slo se atreven a proporcionar soluciones provisionales y muy matizadas- 11 puede, entonces, considerarse que la humanidad primitiva no se encontraba en una situacin demogrfica tal como para recoger los datos llue le proporcionaba la realidad.

    9 Id., Inbreeding in Man, Genetics, vol. 14, 1929, pg. 454. 10 Id., On Rare Defects in Human Papulations with Particular Regard to Inbreed

    ill~ and Isolate Effects, op. cit., pg. 220. 11 E. Baur, E. Fischer, P. Lenz, Menschliche Erblichkeitslehre, Munich, 1927.

    (;. Dahlberg, Inzucht bei Polyhybriditit bei Menschen, Hereditas, vol. 14, 1930. L. Hoghcn, Genetic Principles in Medicine and Social Sciences, Londres, 1931. J. B. S. Haldanc. lfaedity and Politics, Loncln'H, 19:1B. Cf. tambin ms adelante captulo VIII.

  • 90 EL INTERCAMBIO RESTRICTIVO

    nial, el fenmeno fundamental que resulta de la prohibicin del incesto es el mismo: a partir del momento en que me prohbo el uso de una mujer, que as queda disponible para otro hombre, hay, en alguna parte, un hom-bre que renuncia a una mujer que por este hecho se hace disponible para m. El contenido de la prohibicin no se agota en el hecho de la prohibicin; sta se instaura slo para garantizar y fundar, en forma directa o indirecta, inmediata o mediata, un intercambio. Cmo y por qu sucede esto es lo que ahora debemos mostrar.

    CAPTULO V

    EL PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD

    ,'iIIN BIEN conocidas las conclusiones del admirable Essai sur le don. En este ,'"llIdio, hoy clsico, Mauss se propuso mostrar, en primer lugar, que en las "''''edades primitivas el intercambio se presenta no tanto en forma de transac-l'iIlIH~S como de donaciones recprocas; luego, que estas donaciones recpro-,,111 ocupan un lugar mucho ms importante en estas sociedades que en la IIIII'~I ra; por fin, que esta forma primitiva de los intercambios no slo tiene O'""lIcialmente un carcter econmico, sino que nos pone en presencia de lo '1"0' con acierto denomina "un hecho social total", vale decir, dotado de una "1f',lIificacin a la vez social y religiosa, mgica y econmica, utilitaria y sen-11I1I"lItal, jurdica y moral. Se sabe que en muchas sociedades primitivas, y 1'11 particular en las de las islas del Pacfico y las de la costa noroeste del I'ul'dico, en Canad y en Alaska, todas las ceremonias celebradas en ocasin d.. Ill:ontecimientos importantes se acompaan de una distribucin de rique-IU~. De este modo, en Nueva Zelanda la ofrenda ceremonial de vestimentas, ulhlljas, armas, alimento y provisiones diversas era un rasgo comn de la l' idll social de los maores. Estas donaciones se hacan en ocasin de naci-IIli':lItos, matrimonios, defunciones, exhumaciones, tratados de paz, delitos V fllltas, y "de incidentes demasiado numerosos como para que pueda enu-IlIf'I"lrselos".l Del mismo modo Firth, al considerar las ocasiones en las cua-1"/1 se producen los intercambios ceremoniales en Polinesia, enumera "naci-,"i"lItos, iniciaciones, matrimonios, enfermedades, muertes y otros incidentes .1" la vida social o aspectos del ritual".2 Para un sector ms limitado de la lIIisma regin otro observador cita los noviazgos, el matrimonio, la gravi-d.,... , el nacimiento y la muerte, y enumera los presentes ofrecidos por el padre .1"1 joven durante la fiesta de compromiso: diez canastos de pescado seco, diez lllil nueces de coco maduras y seis mil verdes; a su vez l recibe en cambio .10M tortas de cuatro pies cuadrados y seis pulgadas de espesor.3

    Estos regalos se intercambian en el terreno por bienes equivalentes o bien 10M beneficiarios los reciben con la condicin de hacer en una ocasin ulte-Iiol' contra-regalos cuyo valor excede a menudo al de los primeros pero que, u 1'111 vez, dan derecho a recibir ms tarde nuevas donaciones que a su vez

    I E. Best, The Whare Kohanga and its Lore. Dominion Museum Bulletin, Welling-,,,'', 1929, pg. 36.

    ~ R. Firth, Primitive Polynesian Economics, Londres, 1939, pg. 321. a H. Ian Hogbin, Sexual Life of the Natives of Ongtong Java. Joumal 01 the

    {'''{vlwsian Society, vol. 40, pg. 28. Vanse tambin las cifras asombrosas reunidas por R. Vlllh, Primitive Economics 01 the New Zealand Maori, Nueva York, 1929, pg. 317 y sigs.

  • 92 El INTERCAMBIO RESTRICTIVO

    superan la suntuosidad de las precedentes. La ms caracterstica de estas instituciones es el potlatch de los indios de Alaska y de la regin de Van- ! couver. Durante el potlatch se transfieren as valores considerables que a veces pueden elevarse a varias decenas de millares de cobertores entregados en forma natural o en la forma simblica de placas de cobre, cuyo valor exterior se acrecienta en funcin de la importancia de las operaciones a que se las , destinar. Estas ceremonias tienen una triple funcin: proceder a una resti-tucin de regalos anteriormente recibidos aumentados con el inters corres-pondiente que puede llegar a un cien por ciento; establecer pblicamente el :' derecho de un grupo familiar o social a un ttulo o a una prerrogativa '1 o anunciar en forma oficial un cambio de status; por fin, superar a un rival en munificencia, aplastarlo, si es posible, bajo la perspectiva de obligaciones de retorno, a las que se espera que no podr satisfacer, de modo de quitarle privilegios, ttulos, rango, autoridad, prestigio.4 Sin duda, el sistema de las donaciones recprocas slo alcanza proporciones tan vastas en los indios de la costa noroeste del Pacfico; esos virtuosos que dan prueba de un genio y de un temperamento excepcionales en el tratamiento de los temas funda-mentales de la cultura primitiva. Pero Mauss pudo establecer la existencia de instituciones anlogas en Melanesia y en Polinesia. Por ejemplo, es cierto ' que las fiestas de alimentacin de varias tribus de Nueva Guinea tienen como funcin principal obtener el reconocimiento de un nuevo pangua por una convencin de testigos,5 vale decir la misma funcin que, segn Barnett, cons-tituye la base fundamental de los potlatch de Alaska. El mismo autor ve, en la puja de un postor con otro, un carcter particular de las ceremonias de los kwakiutl y trata el prstamo con inters como una operacin preliminar al potlatch, ms que como una de sus modalidades.6 Sin duda, hay variaciones locales; pero los diversos aspectos de la institucin forman un todo que se. reencuentra, en forma ms o menos sistematizada, en Amrica del Norte y del Sur, en Asia y en Africa. Se trata aqu de un modelo cultural universal o por lo menos desarrollado igualmente en todas partes.

    Pero debe insistirse en el punto siguiente: esta actitud del pensamiento primitivo frente a la transmisin de los bienes no slo se expresa en institu ciones ntidamente definidas y localizadas. Impregna todas las operaciones, rituales o profanas, durante las cuales se dan o reciben objetos o productos. En todas partes encontramos un doble supuesto implicito o explcito: los regalos recprocos constituyen un modo, normal o privilegiado segn el grup, de transmisin de los bienes, o de ciertos bienes, y estos regalos no se ofre cen, de modo principal o en todo caso esencial, con el fin de recoger un

    4 G. Davy, La Foi jure. Pars, 1922. G. P. Murdock, Rank and PotIatch among the Haida. Yale University Publications in Anthropology, nQ 13, 1936. H. G. Barnett, The Nature of the PotIatch, American Anthropologist, vol. 40, 1938.

    5 Vase ms adelante captulo VI. 6 F. Boas, The Social Organization and the Secret Societies 01 the Kwakiutl

    lndians. Report of the U. S. Museum for 1895, Smithsonian Institution. Washington, 1897. H. G. Barnett, op. cit., pg. 351 y sigs.

    El PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD 93

    11I'Ilrricio O ventajas de naturaleza econmica. "Despus de la fiesta del naci 1!1""lo", escribe Turner acerca de la refinada cultura de Samoa, "despus dr rndbir y devolver los oloa y los tonga (vale decir los bienes masculinos V Iml bienes femeninos) el marido y la mujer no salan ms ricos que 1II1I,'~ " 7

    Ilogbin observa que ni uno ni otro de los participantes retira beneficio IIlnlf'rial verdadero de semejantes cambios. "De hecho, en ciertos momentos 1... n,galos que se intercambian son de la misma naturaleza. As puede suce-d.,1' que una pelota de trenza ofrecida durante el ceremonial reclame en re-1"111" una pelota de la misma especie y de la misma importancia y se ofrecer ,'_ndamente con el mismo ceremonial. Lo mismo sucede cuando un paquete d" "Iimento que se da como regalo se reemplaza por un regalo de retorno, ""llIpuesto por un paquete igual del mismo alimento preparado segn la III1.m11 receta." 8 Sobre la costa sur de Nueva Guinea, los indgenas empren-,1"11 largos viajes para dedicarse a una operacin que, desde un punto de vista "1 '''lImico, parece carecer por completo de sentido: intercambian animales vlvw

  • 94 El INTERCAMBIO RESTRICTIVO

    hubo que rechazar todo obsequio y recurrir al comercio propiamente dicho." 11 Del mismo modo, Bolm comprueba que un intercambio con un indgena da lugar a una pretensin general, por parte de todos los dems, al mismo regalo: "Los indgenas explicaron que siempre daban a la gente todo lo que pedan." Pero es necesario precisar el verdadero sentido de esta declaracin: "Cuando alguien quiere comenzar un patukhtuk, aporta un objeto cualquiera al kashim (casa de los hombres) y lo da a la persona con la cual desea establecer una relacin de intercambio diciendo: 'es un patukhtuk'. El otro est obligado a aceptar el regalo y a ofrecer un objeto del mismo valor en retribucin; el primero aporta entonces otra cosa y estas operaciones continan a veces hasta que los dos hombres cambian todos sus bienes, ya que el que recibi en pri-mer lugar est obligado a responder hasta que el iniciador quiera detenerse." 12 Esta pasin por regalar, acompaada por la obligacin ritual, para quien recibe el obsequio, de aceptar y devolver, se encuentra en el extremo opuesto Jel continente americano, entre los yaghan.13

    Al problema planteado por Turner en el texto citado ms arriba y que concierne a una cultura altamente desarrollada, responde en forma adecuada una observacin de Radcliffe Brown sobre los intercambios de regalos en un pueblo de uno de los niveles ms primitivos que se conocen, los habitantes de las islas Andamn: "La meta es ante todo moral, el objetivo es producir un sentimiento amistoso entre dos personas en juego ..." 14 La mejor prueba del carcter supraeconmico de estos intercambios es que, en los potlatch, a veces no se duda en destruir valores considerables al romper o al arrojar al mar un "cobre" y que el aniquilamiento de la riqueza confiere un pres-tigio mayor que su distribucin, por ms liberal que sea, puesto que ella supone siempre un retorno. El carcter econmico subsiste, sin embargo, aunque limitado y restringido por los otros aspectos de la institucin. "No es la simple posesin de las riquezas la que confiere el prestigio, sino ms bien su distribucin. .. Slo se juntan riquezas para elevarse en la jerarqua social." En efecto, "la idea de la donacin gratuita es completamente ajena a la cultura de Malekula... una donacin es a lo sumo una aventura, una especulacin y una esperanza de retorno". Sin embargo, "aun al intercam-milr puercos por puercos, o alimento por alimento, las transacciones no pier-den ,del todo su alcance econmico: impulsan al trabajo y estimulan la necesidad de cooperacin a la que dan origen",15

    Pero no slo en la sociedad primitiva parece reinar la idea de que la obten-cin de bienes -o por lo menos la obtencin de algunos bienes- mediante

    11 F. Boas, The Eskimo . , op. cit., pg. 374. 12 E. W. NeIson, The Eskimo about Bering Strait, 18th AnnuaI Report, Bureau

    o American Ethnology, Smithsonian Institution, Washington, pg. 309. 13 M. Gusinde, Die Feuerland lndianer, Viena, 1937, pg. 980 y sigs. 14 Citado por Mauss, op. cit., pg. 62. 15 A. B. Deacon, Malekula ... , pgs. 199 y 202.

    El PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD 9S

    t1ollllciones recprocas posee una ventaja misteriosa mayor que la obtencin pOI' medio de la produccin o la adquisicin individuales. Los indios de :\ IIIHka distinguen los objetos de consumo o provisiones que no salen del 1110'1110 de la produccin y del consumo familiares y las riquezas, la pro-pll'dad por excelencia, que los kwakiutl llaman the rich jood. Esta comprende 1". cobertores con blasones, las cucharas de cuerno, las escudillas y otros 1I"'il'ientes ceremoniales, las vestimentas de pompa, etc., todos objetos cuyo "lIlor simblico excede infinitamente al del trabajo o al de la materia prima l' 'lile slo pueden entrar en los ciclos rituales de los intercambios tribales e 11I1'TLribales. Pero tal distincin sigue en vigencia en el seno de la sociedad III"dl~rna. Sabemos que existen ciertos tipos de objetos especialmente apro-I'illdos para regalarse las ms de las veces a causa de su carcter no inme-.(illllllp.ente utilitario. En algunos pases ibricos estos objetos slo pueden I'III'Ontrarse, en todo su lujo y en toda su diversidad, en comercios conce-I,idos en funcin de este destino privilegiado: las "casas de regalas" o "casas .1,. presentes" * a las que les corresponden los gijt shops del mundo anglo-."i"11. Ahora bien, apenas es necesario sealar que los regalos, as como las i1lviLaciones, que tambin son, aunque no en forma exclusiva, distribuciones lillt'rales de alimento y de bebida, "se devuelven"; entonces tambin aqu ".llImos de lleno en el dominio de la reciprocidad. En nuestra sociedad todo .lIcede como si se considerara que eiertos bienes que carecen de un valor "HfUlcial de consumo, pero a los que atribuimos un gran precio psicolgico, ".lc'Lico o sensual (tales como las flores, los bombones y los "artculos de IlIjo") deberan adquirirse convenientemente en la forma de donaciones rec-procas ms que en las de la compra y del consumo individuales.

    En nuestra sociedad tambin existen fiestas y ceremonias que regulan ,1 retorno peridico y el estilo tradicional en vastas operaciones de imer-1'lIll1bio. En la sociedad norteamericana, que a menudo da la impresin de I(lW buscara reintegrar a la civilizacin moderna actitudes y procedimientos IIIUY generales de las culturas primitivas, estas ocasiones tienen una amplitud lolulmente excepcional. El intercambio de los regalos de Navidad, al que se d,~dican con una suerte de ardor sagrado, durante un mes de cada ao, todas laH clases sociales, no es otra cosa que un gigantesco potlatch que compromete a millones de individuos y a cuyo trmino muchos presupuestos familiares se "lll:uentran ante desequilibrios bastante prolongados. Las Christmas cards I ",umente ilustradas no alcanzan por cierto el valor de los "cobres", pero ,,1 refinamiento de su eleccin, su singularidad, su precio (que, por ser mo-,1t'HLo, no dej a de multiplicarse a causa de su nmero), la cantidad enviada " recibida, son la prueba, que se exhibe de modo ritual sobre la chimenea ,1" IIuien las recibe en el curso de la semana fatdica de la riqueza de sus vi lIenlos sociales y del grado de su prestigio. Tambin deberan mencionarse laH tcnicas sutiles que gobiernan la forma de envolver los regalos y que Il'Hducen, a su manera, el vnculo personal que existe entre quien hace el "IIHequio y el obsequio mismo, y la funcin mgica del regalo: paquetes espe-

    '" En castellano en el original. [T.]

  • El PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD 97 96 El INTERCAMBIO RESTRICTIVO

    ciales, papeles y cintas consagradas, etiquetas emblemticas, etc. A causa de la vanidad de los regalos, de su repeticin frecuente que resulta del nmero limitado de los objetos adecuados para ese fin, estos intercambios toman tambin la forma de una vasta y colectiva destruccin de riquezas. Sin des-arrollar el tema folklrico moderno, de todos modos tan significativo, del millonario que prende sus cigarros con billetes de banco, nos encontramos aqu frente a cien pequeos hechos que nos recuerdan que, incluso en nuestra sociedad, la destruccin de riqueza es un medio de prestigio. El comer. ciante hbil no sabe acaso atraer a la clientela con la confidencia de que "sacrifica" mercaderas de alto precio? El mvil es econmico pero la ter. minologa preserva un aroma misterioso.

    Sin duda en la sociedad moderna el juego proporciona la imagen ms sorprendente de estas transferencias de riqueza con el nico fin de adquirir prestigio y en s mismo requerira un estudio especial. Aqu nos limitaremos a hacer una breve observacin: en el curso de los ltimos cien aos, el juego tom un desarrollo eX'cepcional cada vez que los medios de pagos excedieron de modo considerable las disponibilidades locales de mercancas: a las fabu-losas historias de juego del Klondyke o de Alaska en el momento de la ex-pansin minera, se suman las de las regiones amaznicas en la gran poca del caucho. Todo sucede como si el dinero, al que solemos considerar como un simple medio de obtencin de bienes econmicos, encontrara, en el mo-mento en que no puede agotarse en semejante papel, otra funcin arcaica que antes se atribua a las cosas preciosas: la de un instrumento de prestigio al precio de la donacin o del sacrificio realmente realizado o simplemente arriesgado. Esta ritualizacin del uso de los "excedentes" responde a la regla. mentacin, que ya estudiamos en el captulo 111, del uso de los "productos escasos". .Entre estos dos extremos se encuentra una especie de zona de indio ferencia y de libertad. Las observaciones de Martius sobre los arawak son conocidas: "Aunque tengan la idea de la propiedad individual, lo que cada uno posee es tan trivial yfdl de procurarse que todos prestan y toman prestado sin preocuparse demasiado por la restitucin." 16 Los yakut se nega. ban a creer que en algn lugar del mundo alguien pudiera morirse de ham-bre, cuando resulta tan fcil ir a compartir la comida de un vecinoP Los refinamientos del reparto o de la distribucin aparecen, pues, junto con la urgencia o con la ausencia de la necesidad.

    Sin embargo, de nuevo nos hallamos aqu en presencia de un modelo general; en el dominio tan caracterstico de las prestaciones alimentarias, cuya actual vigencia atestiguan los banquetes, los t y las soires, el lenguaje mismo en su expresin "dar una recepcin" muestra que, tanto en nuestra sociedad como en Alaska o en Oceana, "recibir" es dar. Este carcter de reciprocidad no es el nico que permite el acercamiento en las comidas y su ritual con las instituciones primitivas que evocamos: "Dentro de las relacio.

    lO C. F. P. von Martius, Beitrage zur Ethnographie, etc., Leipzig, 1867. 17 W. G. Sumncr, The YakutB. Abridged from the Russian of Sieroshevski,

    JO/mllll o/ tllt: Royal Anthropoloffical InstituIr., vol. 31, 1901, pg. 69.

    III:S econmicas y sociales, la expresin fai te kai: 'preparar el alimento', se "lItiende y se refiere a menudo al acto preliminar de la apertura de la rela-l' in, ya que una canasta de alimento constituye el medio comn para intro-dllcir una peticin, para pedir perdn por un mal causado o para cumplir 1'011 una obligacin. En las instrucciones indgenas que se relacionan con la forma de actuar en una cantidad de situaciones, las palabras 've a tu casa, prepara la comida' a menudo son las que aparecen en primer lugar." 18 Se "ofrece" un almuerzo a una persona que se desea honrar y esta clase de invi-lucin constituye el medio que se usa con ms frecuencia para "devolver" IIlIa .cortesa. Cuanto ms toma el aspecto social la va estrictamente alimen-luria, ms se estiliza el tipo de alimento ofrecido, su presentacin: el servicio de porcelana fina, la platera, los manteles bordados, guardados preciosa-IIlcnte en los armarios y en los aparadores familiares son una notable contra-parte de las escudillas y de las cucharas ceremoniales de Alaska sacadas, en ocasiones anlogas, de los cofres pintados y con blasones. Sobre todo, son l'I:veladoras las actitudes frente al alimento. Tambin para nosotros parece que lo que puede denominarse, sin hacer un juego de palabra, las rich food, ,'orresponde a otra funcin adems de la satisfaccin de las necesidades fisio-lgicas. Cuando se "da" una cena no se sirve el men cotidiano, y la litera-lura evoc copiosamente el salmn-mayonesa, el rodaballo-salsa batida., Jos riambres de foie graso Y todo ese folklore de los banquetes. Aun ms; si lus prestaciones alimentarias requieren ciertos alimentos definidos por la tra-dicin, su sola aparicin provoca, segn un significativo retorno, su consumo "11 forma compartida. Una botella de vino aejo, un licor raro, un foie gras, iuvitan al otro a abrir paso a un sordo reclamo en la conciencia del propie-lurio; son alimentos que no se compraran para consumir en soledad sin un vugo sentimiento de culpabilidad. En efecto, el grupo juzga con una dureza Kingular a la persona que "bebe sola". Durante los intercambios ceremonia-1"5 polinesios est prescripto que los bienes no se intercambien, en la medida de lo posible, en el interior del grupo de los parientes prximos sino que vayan a otros grupos y a otros pueblos. No cumplir con este deber se llama .wri tana, "comer de su propia canasta". Y en las danzas de aldea las con venciones solicitan que los dos grupos locales no consuman la comida que "uda uno aport, sino que intercambien sus provisiones y que cada uno coma ,,1 alimento del otro.19 La accin de aquel que -tal como la mujer del pro-verbio maor Kai kino ana Te Arahe- comiera en secreto los platos de la l:,:remonia sin ofrecer una parte de ellos 20 provocara, por parte de sus pr-xmos, sentimientos que, segn las circunstancias y las personas, podran ser .1,: irona, de burla, de repudio, de desprecio y hasta a veces de clera; pero "slos sentimientos, cada uno segn su tipo, despiertan un eco debilitado de "llIociones semejantes a aquellas a las que nos referimos en los captulos I'n:cedentes. Parecera que el grupo percibiera de manera confusa una es-

    18 R. Firth, Primitive Polynesian Economics.. , pg. 372. 19 Ibid., pgs. 311 y 321. 20 E. Best, The Maori, Wellington, 1924, vol. 1, pg. 425.

  • 98 EL INTERCAMBIO RESTRICTIVO

    pecie de incesto social en el cumplimiento individual de un acto que normal mente requiere la participacin colectiva.21

    El ritual de los intercambios no slo se presenta en las comidas cereo moniales. La cortesa exge que se ofrezca la sal, la manteca, el pan y que -se presente la fuente al vecino antes de servirse uno mismo. Muy a menudo observamos el ceremonial de la comida en restaurantes de baja categora del sur de Francia, sobre todo en aquellas regiones donde el vino, por ser la industria esencial, se halla rodeado de algo semej ante a un respeto mstico que lo transforma en la Tick food por excelencia. En aquellos pequeos esta blecimientos donde el vino est incluido en el precio de la comida, cada comensal encuentra frente a su plato una modesta botella de un lquido la mayora de las veces indigno. Esta botella es semej ante a la del vecino, en la 'misma forma que lo son las porciones de carne y de legumbres que un sirviente distribuye en rueda. Y sin embargo, enseguida se manifiesta una singular diferencia de actitud frente al alimento lquido y al slido: ste representa las servidumbres del cuerpo y aqul su lujo; uno sirve en primer lugar como alimento, el otro para honrar. Cada comensal come, si as puede decirse, para s mismo, y observar que se es servido en forma mnimamente desventajosa despierta amargura frente a los ms favorecidos y una queja celosa al patrn. Pero con el vino sucede otra cosa muy distinta: si una botella estuviera llena de modo insuficiente, su poseedor reclamar con buen humor el juicio del vecino. El patrn se enfrentar, no con la reclamacin ,] de una vctima individual sino con una amonestacin comunitaria: es que en efecto, a diferencia del "plato del da", bien personal, el vino es un bien social. La pequea botella puede contener a lo sumo un vaso; este contenido se volcar no en el vaso del propietario, sino en el de su vecino, y ste cum plir enseguida un gesto correspondiente de reciprocidad.

    Qu sucedi? Las dos botellas son idnticas en el volumen, su conteo nido es semejante en cuanto a calidad. En fin de cuentas, cada participante de esta escena reveladora no recibi ms de lo que le hubiera correspondido encaso de haber consumido su parte personal. Desde un punto de vista eco-nmico, nadie gan ni nadie perdi. Pero en un intercambio hay algo ms que las cosas cambiadas.

    La situacin de dos extraos que se enfrentan a menos de un metro de

    21 Vanse las versiones griega y camboyana de Piel de Asno, en el cual el rey presenta en forma simblica sus deseos incestuosos para con su hija: "Un hombre tiene un cordero que l mismo educ y aliment. Qu es mejor, que se lo coma l mismo o que sea otro quien 'se lo coma?" y en la versin Khmer: "Al convocar un da a sus mandarines, les pregunt si el hombre deba comer o vender los frutos del rbol que l plant" (E. Cosquin, Etudes Folkloriques, Pars, 1922, pg. 9). Inversamente, en los baiga de la India central el incesto se expa ofreciendo grandes festines. (V. Elwin, A Note on the Theory and Symbolism of Dreams among the Baiga, British Joumal of Me-dical Psychology, 1939); y los indgenas de las islas Trobriand justifican su condena cin indignada del incesto entre padre e hija -que en un rgimen matrilineal no es una infraccin a la ley de exogamia y no est sancionado por las enfermedades ritua-les-- diciendo: "Est muy mal, porque ya se cas con la madre; ya se apropi de los primeros regalos" (B. Malinowski, The Sexual Life ... , vol. 2, pgs. 530-531).

    EL PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD 99

    .l1.IIIIII:ia, a ambos lados de la mesa de un restaurante barato (puesto que In I'0H'~Rin de una mesa individual es un privilegio que se paga, y que no I'""dl~ concederse por debajo de cierta tarifa) es trivial y accesoria. Sin "IIi1,,,rgo, resulta eminentemente reveladora puesto que ofrece un ejemplo, I nt o 1~1I nuestra sociedad (pero cuyas ocasiones se multiplican en las formas 1" 1111 i1ivas de la vida social), de la formacin de un grupo para el cual, sin .111.111 II causa de su carcter temporario, no se dispone de una frmula ya 1'11'1'11 rada de integracin. La costumbre de nuestra sociedad es ignorar a "'lIl1'lIos cuyo apellido, ocupaciones y rango social no se conocen. Sin em-11111 f',O, en el pequeo restaurante las personas se encuentran en esas condi ,I"II"H durante una hora u hora y media, ubicadas en una promiscuidad 1III"IIIIIle estrecha y unidas, de modo momentneo, por una identidad de pre '"l1lll1ciones. Existe un conflicto, sin duda no demasiado agudo pero s real , .,diciente para crear un estado de tensin, entre la norma de la soledad y 1,1 III~eho de la comunidad entre un individuo y otro. Se sienten solos y al lI,iHlllO tiempo juntos, constreidos a mantener la reserva habitual entre ex-'II""'H, mientras que su posicin respectiva en el espacio fsico y su relacin '011 los objetos y utensilios de la comida sugieren, y en cierta medida recla 1111111, la intimidad. Durante un breve lapso estos dos extraos estn expuestos 11 vivir juntos. Sin duda no en forma tan prolongada ni tan estrecha como '"1111110 deben compartir un camarote en un transatlntico o en un coche-'"11111; pero, tambin, por esta razn su cultura se preocup menos por definir '"' protocolo. Nada podra impedir que surgiese una imperceptible ansiedad "11 d estado de los comensales, a causa de la ignorancia de los pequeos "'III'~Htares que la situacin puede anunciar. La distancia social que se mano I 11'1Il~, aunque no se acompae por ninguna manifestacin de desprecio, de IIlHolencia o de agresin, es en s misma un factor de sufrimiento en el sen 1ido de que todo contacto social implica un llamado y que este llamado es 111111 esperanza de respuesta. El intercambio del vino permite solucionar esta .llIncin fugaz pero dificil. Es una expresin de buena disposicin que disipa In incertidumbre recproca; sustituye la yuxtaposicin por un vnculo. Pero I'H tambin ms que esto: al compaero, que tena derecho a mantener re .""va, se lo provoca para que salga de ella; el vino que se ofrece reclama IIIH vino como devolucin, la cordialidad exige la cordialidad. A partir del lI'Olllento en que uno de los comensales decide escapar de ella, la relacin dl~ indiferencia no puede volver a constituirse tal como era; de ah en ade Inlllcl slo puede ser de cordialidad o de hostilidad; no se tiene la posibilidad, .111 eaer en una insolencia, de negar su vaso al ofrecimiento del vecino. Y la nl"'l'lacin del ofrecimiento autoriza a otro ofrecimiento: el de la conversa ,-ji'"'' De este modo, se establece una cantidad de menudos vnculos sociales IIl'l'diante una serie de oscilaciones alternadas, segn las cuales uno se ofrece 1111 derecho al dar y se impone una obligacin al recibir y, siempre en los dOH sentidos, ms all de lo que se dio o acept.

    Aun hay ms. El que abre el ciclo se asegura la iniciativa, y la mayor .oltura social de que dio prueba se convierte en una ventaja, ya que la aper-IlIra implica siempre un riesgo: riesgo de que el compaero responda a la

  • 100 EL INTERCAMBIO RESTRICTIVO

    lihacin ofrecida con un trago menos generoso o riesgo, por lo contrario, de que se dedique a una puja y los obligue -siendo la botella, no lo olvidemos, lunima- sea a perder, en la forma de la ltima gota, vuestra ltima carta '11 de triunfo, sea a obligar a vuestro prestigio a sacrificar una botella ms. Es cierto entonces que estamos, en escala microscpica, en presencia de un "he-cho social total" cuyas connotaciones son a la vez psicolgicas, sociales y econmicas. Ahora bien, creemos que este drama, ftil en apariencia, al que tal vez piense el lector que damos una importancia despropor.cionada, ofrece al pensamiento sociolgico, por lo contrario, material para reflexiones inago tables. Ya sealamos el inters que, en nuestra opinin, presentan las formas no cristalizadas de la vida social; 22 junto con los agregados espontneos que resultan de crisis o (como en el ej emplo que se acaba de discutir) en los simples subproductos de la vida colectiva, tal vez encontremos vestigios an frescos de experiencias psicosociales muy primitivas y de las que buscaramos en vano el equivalente en la escala, irremediablemente inferior, de la vida animal o en la otra, muy superior, de las instituciones arcaicas o salvajes. En este sentido, las actitudes respectivas de los desconocidos del restaurante se nos presentan como la proyeccin infinitamente lejana, apenas perceptible, pero no obstante reconocible, de una situacin fundamental: aquella en la que se encuentran individuos o bandas primitivas al entrar en contacto, por primera vez o en forma excepcional, con desconocidos. En otra parte mos-tramos 23 las caractersticas angustiantes de esta experiencia de la vida pri mitiva. Los primitivos no conocen ms que dos medios de clasificar a los grupos extranjeros: "buenos" o "malos". Pero la traduccin ingenua de los tr-minos indgenas no debe crear una ilusin. Un grupo "bueno" es aquel al cual se otorga hospitalidad sin discusin, aquel por el cual uno se despoja de los bienes ms preciosos, mientras que el grupo "malo" es aquel del cual se espera y al cual se promete, en la primera ocasin, el sufrimiento o la muerte. Con uno se lucha, con el otro se intercambia. A la luz de esto debe comprenderse la leyenda chukchi de los "Invisibles" en la que los bienes, misteriosamente vehiculizados, se intercambian por s mismos; nada la aclara mej or que la descripcin de sus antiguos mercados: Los hombres llegaban a ellos armados y los productos se ofrecan en la punta de las lanzas; a veces en una mano se sostena un fardo de pieles y en la otra un cuchillo para cortar pan y as se estaba preparado para la lucha a la menor provocacin. Pe este modo, el mercado se designaba antes con una sola palabra: elpu'r. ikln, "intercambiar" que tambin se aplicaba para las venganzas. La lengua moderna introdujo un nuevo verbo: uili'urkln, "hacer comercio", que corres-ponde al koryak uili'uikIn, "hacer la paz". El autor a quien debemos tales observaciones aade: "La diferencia de significacin entre el antiguo y el nuevo trmino es sorprendente." 24

    22 Pgs. 79 y sigs. 23 C. Lvi-Strauss, La Vie familiale et sociale des Indiens Nambikwara. 24 W. Bogoras, The Chukchee ... , pgs. 5355.

    EL PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD 101

    Ahora bien, el intercambio, fenmeno total, es en primer lugar un intercam-I,io integral que incluye el alimento, objetos fabricados, y esa categora de I"M hienes ms preciosos: las mujeres. Sin duda, estamos bien lejos de los "~ I ralos del restaurante y tal vez nos sobresaltaremos frente a la sugestin .1" que la repugnancia que experimenta un campesino meridional al beber de "u propia botella de vino proporciona el modelo segn el cual se construy 111 prohibicin del incesto. Por cierto, sta no proviene de aqulla. Sin em-1'lIrgo, creemos que ambas constituyen fenmenos del mismo tipo, que son /,I,'uH:ntos de un mismo complejo cultural o, ms exactamente, del complejo luudamental de la cultura. Esta identidad fundamental es, por otra parte, ,'vidc:nte en Polinesia. Firth distingue all tres esferas de intercambio en fun-'I"JI de la movilidad relativa de los artculos que intervienen. En la primera "Mrl'ra se incluye sobre todo el alimento en formas diversas; la segunda .tl,arca la cuerda trenzada y el gnero de corteza; en la tercera se sitan los nllzuelos de concha y de caracoles, el cable, los panes de turmeric y las pira-fI,lIaK. Agrega: "Adems de estas tres esferas de intercambio, debe agregarse 111111 cuarta cuando se trata de bienes cuya calidad es individual. As, por "jr'mplo, la transferencia de una mujer por parte de un hombre que no puede 11/1/-';111' su canoa de otra forma. Las transferencias de tierra pueden situarse 1'11 lu misma categora. Las mujeres y las tierras se entregan en pago por "hl igaciones individuales." 25

    Tal vez se nos opondr una objecin que es indispensable disipar antes .1" llevar ms lejos la demostracin. Se dir: as se aproximan dos fenme-1I0K que no son de la misma naturaleza. Sin duda, la donacin constituye IIl1n forma primitiva del intercambio. Pero precisamente desapareci en pro-vC'c'110 del intercambio, salvo en el caso de algunas supervivencias tales como Inll invitaciones, las fiestas y los regalos, que usted puso, en forma abusiva, .ohre el tapete, ya que en nuestra sociedad la proporcin de los bienes que ." transfieren segn estas modalidades arcaicas representa un porcentaje irri-.orio, si se los compara con los que son objeto de comercio y de regateo. I.IIK donaciones recprocas son vestigios atractivos que pueden despertar la ,'uriosidad del anticuario, pero no es admisible derivar, a partir de un tipo ,1,1 fenmeno hoy anormal y excepcional y de inters puramente anecdtico, UIIII institucin como la prohibicin del incesto, tan general e importante en rllwstra sociedad como en cualquier otra. En otras palabras, se nos repro-"lIIr, como nosotros mismos lo hicimos a McLennan, Spencer, Lubbock y I)lIrkheim, que derivemos la regla de la excepcin, lo general de lo especial.. lu funcin de la supervivencia. Tal vez se agregar que la prohibicin del ir ...esto y la donacin recproca no tienen ms que un carcter comn: la "'III)sin individual y la reprobacin social dirigida contra el consumo uni Juleral de ciertos bienes, pero que el carcter esencial de las donaciones recio "lIleUS, vale decir el aspecto positivo de reciprocidad, est totalmente ausente "11 el primer caso de tal manera que a lo sumo nuestra interpretacin podra .,... vlida para los sistemas exogmicos (y, en particular, para las organiza-

    25 R. Firth, Primitive Polrnesian Economics, pg. 344.

  • 102 EL INTERCAMBIO RESTRICTIVO

    ciones dualistas) que presentan este carcter de reciprocidad, pero no para la prohibicin del incesto tal como la practica nuestra sociedad.

    Comenzaremos por la segunda objecin a la cual hicimos referencia en el captulo anterior. Afirmamos, en efecto, que la prohibicin del incesto ' y la exogamia constituyen reglas sustancialmente idnticas y que difieren entre s slo por un carcter secundario: la reciprocidad, presente en ambos casos, slo es inorgnica en el primero, mientras que est organizada en el segundo. Como la exogamia, la prohibicin del incesto es una regla de recio 11 procidad ya que nicamente renuncio a mi hija o a mi hermana con la con dicin de que mi vecino tambin renuncie a las suyas; la violenta reaccin de la comunidad frente al incesto es la reaccin de una comunidad daada; el intercambio -a diferencia de la exogamia- puede no ser ni explcito ni inmediato: pero el hecho de que pueda obtener una mujer es, en ltimo an lisis, la consecuencia de que un hermano o un padre hayan renunciado a ella. Slo que la regla no dice en provecho de quin se renuncia; el beneficiario, o en todo caso la clase beneficiada, est, por lo contrario, delimitada en el caso de la exogamia. Entonces la nica diferencia es que, en la exogamia, se expresa la creencia de que es ne~esario definir las clases para que sea posi. ble establecer una relacin entre ellas, mientras que en la prohibicin del incesto la relacin es suficiente para definir, en cada instante de la vida social, una multiplicidad compleja y renovada sin cesar de trminos directa o indirectamente solidarios. Esta transformacin plantea por s misma un problema que deberemos resolver; lo haremos al mostrar que la exogamia y la prohibicin del incesto deben interpretarse ambas en funcin del modelo ms simple, proporcionado por el matrimonio entre primos cruzados. Pero, sea cual fuere la solucin propuesta, se ve que la prohibicin del incesto no difiere de la exogamia y de los intercambios de prestaciones de otro orden.

    La otra objecin se refiere a un punto igualmente esencial, ya que se trata de elegir entre dos interpretaciones posibles del trmino "arcaico". La supervivencia de una costumbre o de una creencia, en efecto, puede explicarse de dos. maneras: o bien la costumbre o creencia constituye un vestigio sin otra significacin que la de residuo histrico, conservado por azar o en razn de causas extrnsecas, o bien sobrevivi porque, a travs de los siglos, conti na desempeando un papel que no difiere, en esencia, de aquel que explica su aparicin inicial. Una institucin puede ser arcaica porque perdi su razn de ser o, por lo contrario, porque esta razn de ser es tan fundamental que la transformacin de sus medios de accin no fue posible ni necesaria.

    Tal es el caso del intercambio. Su papel en la sociedad primitiva es esen cial, puesto que abarca al mismo tiempo ciertos objetos materiales, valores sociales y tambin a las mujeres; pero mientras que en relacin con las mero caderas fue perdiendo importancia en provecho de otros modos de adquisi. cin, por lo contrario, en lo que respecta a las mujeres, conserv su funcin fundamental: por una parte, porque stas constituyen el bien por excelencia, y en el captulo III justificamos el lugar excepcional que ocupan en el sistema primitivo de valores; pero sobre todo porque las mujeres no son, en primer lugar, un signo de valor social sino un estimulante natural y el estmulo del

    EL PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD 103

    IllIil'O instinto cuya satisfaccin puedfl diferirse: el nico, en consecuencia, 1'''' d cual, en el acto de intercambio y por la percepcin de la reciprocidad, 1""'e1,, operarse la transformacin del estmulo en signo y, al definir por este 1""'" fundamental el pasaje de la naturaleza a la cultura, florecer como 11I"lilllcin.

    I.a inclusin de las mujeres en el nmero de las prestaciones !,ecprocas 01" grupo a grupo y de tribu a tribu es una costumbre tan general que un \ "llIIlIcn no alcanzara para enumerar los ejemplos. En primer lugar, obser \ "IIIOS que el matrimonio se considera en todas partes como una ocasin par 'illilllrmente favorable para la apertura o el desenvolvimiento de un ciclo de 111 I"I'l:ambios. Es evidente que los "regalos de casamiento" de nuestra socie .11101 .:ntran en el grupo de los fenmenos que estudiamos ms arriba.

    I':n Alaska y en Colombia Britnica, el matrimonio de una muchacha ',""",~ariamente es acompaado por un potlatch; hasta tal punto que los aris-I,',,'ralas comox organizan seudoceremonias de matrimonio en las que, por ,,1111 parte, no hay novia, con el nico fin de adquirir privilegios en el curso .1" 108 ritos de intercambio.26 Pero la relacin existente entre el matrimonio \ 1,,1'1 regalos no es arbitraria: el matrimonio es parte inherente de las presta ""IH:S que lo acompaan: constituye slo su motivo central (fig. 3). No 1.11"" mucho en nuestra sociedad exista la costumbre de "pedir" a una muo .llIlI'lIa en matrimonio y el padre de la novia "daba" su hija en casamiento; "11 ingls siempre se dice to give up the bride. Y de la mujer que toma un 11 11111 lite se dice que "se entrega". El trmino gift en las lenguas germnicas .'lIlpre posee el doble sentido de "regalo" y de "noviazgo"; de la misma III111H:ra, en rabe, sadaqa significa al mismo tiempo limosna, el precio de la II11Viu, la justicia y el impuesto. Sin duda, en este ltimo caso la identifica "iII puede explicarse por el hbito de comprar esposas. Pero el matrimonio 1'" r compra es una institucin especial slo por su forma; en realidad, no I'~ ms que una modalidad de ese sistema fundamental que analiz Mauss, ."~"Ill el cual, en la sociedad primitiva y parcialmente an en la nuestra, los (1(, rc:ehos, los bienes y las personas circulan en el seno del grupo segn un 1Ii1','mismo continuo de prestaciones y contraprestaciones. Malinowski mostr '1I1C', aun despus del matrimonio, en las islas Trobriand el pago de mapula lt'pl'l:senta, por parte del hombre, una contraprestacin destinada a compen .,"' los servicios que la mujer proporciona en forma de gratificaciones se Wlllcs. Esa parece ser todava la funcin del anillo de boda en nuestra """iedad, ya que la costumbre es dejarlo a la mujer en caso de divorcio, \' 110 incluirlo en el reparto de los bienes comunes.

    Aunque menos importantes que los que se realizan en ocasin de los IlIIlI'rales, los intercambios matrimoniales que ilustra la figura 3 merecen 1l1l ...~lra atencin por su sorprendente complejidad. Esta se expresa, al mismo '"IIIPO, en el nmero de las prestaciones y en el de los vnculos sociales que IIl1plican. De hecho, el matrimonio pone en juego cinco tipos diferentes de

    26 H. G. Barnett, The r.OURt. Salish of Canada. American Anthropologist, vol. 40, I'1:111, Ill~, 133.

  • 104 EL INTERCAMBIO RESTRICTIVO

    Jefe del clan de,la mujer

    Grupo de Grupo de Grupo de los em 101 em los em

    Cocineros parentados parentados parellt.dos Cocine.ros con el con la con el

    maridocasados compensaci6n mujer he""lno con mujeres escudilla y de la madre(mal al)trenzaemparentada.s de la mujer

    con el marido r-:;sa: f- _ uGren Horno" Alimento llAga) '-1-- canasto al jefe

    Porcin de la ~ t--"Horno de Trenzas"hornada ~

    Cocineros 1/ eneS de al jefecasados valor con. hijas de/ (Koroa), ~ a los padres de mUieres / escudillas, la novia

    trenzas,_ 1-al hermano de la madreremos de la noviamarido . Trenzas de~:YI "Tn]!Ar~o~~~~!pales" Pandanus

    (Mega)de los padres y del 'herm Alimento de la madre de la' novia y gnero

    / de corteza

    de la familia paterna de la novia

    Porcin de la Trenzas yde la familia maternahornada gnero de de la novia corteza

    regalo de retorno trenza

    a los portadores de trenz.. a 1.. hermana. del-+ Gnero de

    marido corteza perlas a 1.. muieres de la familia

    y t,enza de la novia

    pescado- -"Horno Pescador" pescado

    Intercambiol de alimento

    I retorno de 1

    segundo retorno de 1- '---;;;orto 2 entre 101

    'etorno de 2- donadores de trenzas

    3 alimento crudoalimento -retorno de 3cocido comIdo por

    4 la familia de J..a novia

    5 retorno de 5

    FIG. 3. - Los intercambios matrimoniales (segn Raymond Firth, Primitive Polynesian Economics, op. cit., fig. 9, pg. 323).

    relaciones familiares y sociales. A la derecha del linaje del marido se reco-noce, en, primer lugar, el linaje de la mujer y, ms lejos, el linaje del to materno de la mujer. El hecho de que este linaje sea distinto del precedente indica que la filiacin es patrilineal, como ocurre efectivamente en Tikopia, de donde proviene este ejemplo.27 A la izquierda del linaje del marido, el

    27 Raymond Firth, We, the Tikopia, Nueva York, 1936, captulo XV.

    EL PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD lOS

    ti ni po de los "cocineros" (o ms bien de los que son llamados a desempear 11~1., papel en esta circunstancia particular) se subdivide igualmente, en pri-111111' lugar, en allegados por matrimonio con mujeres del linaje del marido; Iiwgo, en allegados por matrimonio con mujeres emparentadas con estos ,,1I ..p;ados. En ocasin del matrimonio de uno de estos miembros, el linaje .1,,1 marido est respaldado, si as puede decirse, por dos grupos de yernos, 1I'I'II0S directos y yernos indirectos, y sus prestaciones se dirigen a, y le son ,1"v lIeltas por dos grupos de suegros: los suegros propios y los suegros de .IIM Muegros.

    En el captulo XVIII se encontrar este tipo de estructura que, en un .Mloma de intercambios orientados, conecta cada linaje, por una parte, con .IIM "yernos prximos" y con sus "yernos alejados", y por otra, con sus "sue-: 10M prximos" y con sus "suegros alej ados". El fin de la comparacin es 1I10MLrar que una sociedad, cuyo estudio por' cierto indica estructuras de pa 1I'lIlesco complejas (puesto que Tikopia no conoce grados preferidos y el 1l1111rimonio de los primos est prohibido), se revela de todos modos ante 1I1I"HLros mtodos de anlisis y puede definirse, por lo menos de manera fun-riollul, como una sociedad de ciclo largo, en el sentido que se dar a esta ,'xpresin en el captulo XXVII. Desde un punto de vista ms general, nos I'lllllentaremos con sealar aqu que un nuevo matrimonio reanima a todos lo.. matrimonios que se produjeron en otros momentos y en puntos diferentes .1" la estructura social, de tal modo que cada conexin se apoya sobre todas '''M restantes y les da, en el momento en que se establece, una actividad IMllovada.

    Por ltimo es necesario sealar que la "compensacin (te malai) , que 1IIIIIIgura los intercambios matrimoniales representa una indemnizacin por 111 IIbduccin de la novia. Ni siquiera el matrimonio por captura contradice la "'ll:la de reciprocidad: es ms bien uno de los medios jurdicos posibles de l'0lwrla en prctica. La abduccin de la novia expresa, de modo dramtico, 111 obligacin de cederlas que tiene todo grupo poseedor de muchachas, y as I'0lle de manifiesto su disponibilidad.

    Entonces resultara falso decir que se intercambian o se entregan regalos, 111 mismo tiempo que se intercambian o entregan mujeres, ya que la mujer 110 es otra cosa ,que uno de los regalos, el supremo entre los que pueden ohlcnerse slo en la forma de donaciones recprocas. La primera etapa de IIl11l"Lro anlisis justamente se destin a poner en claro este carcter de bien rlllHlamental que tiene la mujer en la sociedad primitiva y a explicar las III1.otJeS de ello. No debe; entonces, causar asombro ver a las mujeres inclui .1"" en el nmero de las prestaciones recprocas; lo son en primera instancia, 1',",,0 al mismo tiempo que otros bienes, materiales y espirituales. Este carc 1"" Hincrtico del lazo conyugal y, ms all de ste y sin duda antes que l, dI' la alianza, surge claramente del protocolo de la demanda en matrimonio "11 los bosquimanos de Africa del Sur. Los padres de la joven, solicitados 1'01' un intermediario, responden: "somos pobres, no podemos permitirnos en IIIWu a nuestra hija." El prelfmdiente visita entonces a su futura suegra y

  • 106 EL INTERCAMBIO RESTRICTIVO

    dice: "Vine a hablarle; si usted muere, yo la amortajar; si su marido muere, yo lo amortajar", y enseguida vienen los regalos.28 No se podra expresar mejor el carcter total, sexual, econmico, jurdico y social, de este conjunto de prestaciones recprocas que es el matrimonio. En Ongtong Java, una isla del archipilago de las Salomn, los intercambios ceremoniales se' operan de la manera siguiente (fig. 4) :

    )(2 XI Je3 .1 6 t!.

    , ~ I ~ l 4= =O a e d b

    FIG.4.

    Sea xl el jefe de grupo de a y de b, a se cas con e, cuyo jefe de grupo es x2, y b est casado con d, cuyo jefe de grupo es x3. En una ocasin, a y sus hermanos dan pescado a xl, y e, y las mujeres de los hermanos de su marido, le dan panes. En cambio, a recibe panes, y e pescado. Al mismo tiempo, d da pescado a x3, y b le da panes, y reciben el regalo complemen-tario. En otra ocasin, a da a x2 pescado, y e le da panes, y cada uno recibe el regalo complementario en retorno; simultneamente, d entrega pescado a xl, y b le da panes. De este modo, "en un intercambio, el jefe recibe pes cado de sus consanguneos varones y panes de sus allegados femeninos; en el otro intercambio, recibe pescado de sus allegados masculinos y panes de sus parientes femeninos! En los dos casos, guarda una parte de los regalos y ofrece a cada persona el regalo complementario de lo que el mismo recio bi".29 Los intercambios econmicos ofrecen as una glosa ideal de las tran-sacciones matrimoniales.

    Al analizar una relacin de parentesco especial, sobre la cual volvere mos, que rige en ciertos grupos de Nueva Guinea, Seligman seala: "Las gentes de Beipaa engordan puercos y educan perros, pero estos puercos y estos perros no son para ellos; estn destinados al pueblo de Amoamo que es su ufuapie y, en cambio, los puercos y los perros de Amoamo van a parar a Beipaa... El mismo sistema funciona en lo que respecta a los matrimo nios; segn la regla admitida, una muchacha de un pueblo no debe desposar a hombres que no entran en el grupo de los ufuapie." 80 En estos ejemplos, que pudieron multiplicarse casi al infinito, no slo se ve que el sistema de las prestaciones incluye el matrimonio sino tambin que lo contina: en Alaska, la rivalidad de los potlatch se desenvuelve, en esencia, entre el suegro y el

    28 J. Schapera, The Khoisan People o/ South A/rica, Londres, 1930, pg. 106. 29 H. Jan HogLin, Tribal Ceremonies at Ongtong Java (Solomon Jslands) Jour.

    lIal o/ the Royal Anthropological lnstitute, vol. 61, 1931, pg. 47. 110 c:. G. Seli~man, The Melalle.lian.1 o/ British New Guinea, Londres, 1910,

    l"il(.3M.

    EL PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD 107

    \"'1'110, Y en las islas Andaman el yerno debe, bastante tiempo despus del 111111 rimonio, honrar especialmente a sus suegros con regalos. En Nueva Cale-d"lIia, el nombre de la hermana perpeta el recuerdo de estos intercambios, ,ti IlIismo tiempo que su status de mujer exgama garantiza la continuidad dI' ('1; se la llama puneara, "causa de alimento", y la expresin indica que 1".10 hermano tiene su cubierto puesto en el pas donde su hermana secas.31

    Por fin, el sistema de las prestaciones desemboca en el matrimonio. En el momento de la pubertad, los jvenes konyak naga comienzan a

    IIIIHI',ar a las jvenes del clan complementario al suyo e intercambian peque II ...~ regalos cuyo valor y naturaleza estn determinados en forma estricta por 111

  • 108 El INTERCAMBIO RESTRICTIVO

    un grupo se conviertan en cnyuges potenciales de los nios del otro grupo y recprocamente: existe una transicin continua de la guerra a los inter cambios y de los intercambios a los intermatrimonios, y el intercambio de las novias no es ms que el trmino de un proceso ininterrumpido de dona ciones recprocas que realizan el pasaje de la hostilidad a la alianza, de la angustia a la confianza, del miedo a la amistad.

    33

    33 C. Lvi-Strauss, Guerre et commerce chez les Indiens de l'Amrique du Sud. Renaissance, vol. 1, Nueva York, 1943; The Social Use of Kinship Terms among Brazi Han Indiana, A merican Anthropologist, vol. 45, 1943.

    CAPTULO VI

    LA ORGANIZACION DUALISTA

    I',MTE carcter fundamental del matrimonio considerado como una forma de lllll'l'eambio aparece, de modo particularmente claro, en el caso de las orga lIi."ucones dualistas. Esta expresin define un sistema en el que los miem 1'!'S de la comunidad -tribu o aldea- se reparten en dos divisiones, las "III1I(~s mantienen entre s relaciones complejas que van desde la hostilidad ,1,,'llIrada hasta una intimidad muy estrecha y donde, en general, se encuen 111111 asociadas diversas formas de rivalidad y de cooperacin. A menudo, ,'.III~ mitades son exogmicas, vale decir, que los hombres de una no pueden I,,~.. ir a sus esposas ms que entre las mujeres de la otra y viceversa. Cuando 111 divisin en mitades no regula los matrimonios, a menudo otras formas de llf/,llIpamiento asumen esta funcin; a veces por una nueva biparticin del 1',1111'0, paralela o perpendicular a la precedente; otras por mitades en las '111" se incluyen clanes, subclanes o linajes exogmicos; por fin, por moda tl,bules del matrimonio que dependen de formaciones especializadas deno IlIillllllas clases matrimoniales.

    Adems de este carcter de exogamia directa o indirecta, las organiza. ,1"lIl:s dualistas presentan muchos rasgos en comn: la descendencia es, por 1" w~neral, matrilineal; dos hroes culturales, a veces hermanos mayor y me 11"1, u veces gemelos, desempean un papel importante en la mitologa; a la I'particin del grupo social sigue, con frecuen~ia, una biparticin de los seres t d,~ las cosas del universo y las mitades estn asociadas con oposiciones "III'lIdersticas: lo Rojo y lo Blanco; lo Rojo y lo Negro; lo Claro y lo :-;"'lIbro; el Da y la Noche; el Invierno y el Verano; el Norte y el Sur o el I':.II~ y el Oeste; el Cielo y la Tierra; la Tierra Firme y el Mar o el Agua; 1" Izquierdo y lo Derecho; lo Bajo y lo Alto; lo Superior y lo Inferior; lo 11111'/10 y lo Malo; lo Fuerte y lo Dbil; el Mayor y el Menor. Junto con las ",p,lInizaciones dualistas, a veces se encuentra una dicotoma del poder entre 1111 de civil y un jefe religioso o entre un jefe civil y un jefe militar. Por lill, lus mitades estn unidas una con otra, no slo por los intercambios de IlIlIi(~res sino por el abastecimiento de prestaciones y contraprestaciones recio I'III"IIS de carcter econmico, social y ceremonial. Estos vnculos se expre-"/111, II menudo, en forma de juegos rituales, que traducen bien la doble acti-111.1 de rivalidad y de solidaridad que constituye el rasgo ms notable de las "'III"jolles entre mitades: as las carreras deportivas del noreste y del centro 11I1II~ilco y el juego de pelota que se encuentra con igual funcin en Aus I'lIl iu, en Amrica del Norte, en Amrica Central y en Amrica del Sur. Estas .dlllilillldes de detalle u menudo lI11ll:iricron In hip('itesis ne que lns orguni7.u-