PROYECTO: “LEEMOS EN EL TRANVÍA DE TENERIFE” · el gran zoo de los cuentos y su fauna...

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La Laguna, Ciudad Lectora y Escritora PROYECTO: “LEEMOS EN EL TRANVÍA DE TENERIFE” 2014

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La Laguna, Ciudad Lectora y Escritora

PROYECTO: “LEEMOS

EN EL TRANVÍA DE TENERIFE”

2014

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EL ZOO DE LOS CUENTOS

Señoras y caballeros,

acerqúense a visitar

el gran zoo de los cuentos

y su fauna singular.

Admiren en esa jaula

a aquel Gato tan ilustre

de las Botas, con cepillo

y betún, dándoles lustre.

Este es el Grillo Parlante:

el pobre está un poco pocho

y anda cojo de tres patas

por culpa de un tal Pinocho

Nada el Pececito de Oro

en ese lago chiquito:

las pepitas de oro en caldo

son su plato favorito.

El buen Conejo de Alicia

tiene su casa aquí al lado,

y en cada bolsillo guarda

un reloj suizo atrasado.

Y aquí ven al pobre Cuervo,

aquel de tan poco seso

que, por cantar, abrió el pico

y se quedó sin el queso:

todavía no ha aprendido

esa lección esencial

y nos cuesta cada día

cuatro quesos del Roncal.

Gianni Rodari

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LA CALLE DEL GATO QUE PESCA

Peligroso es andar por la Ca, la Calle del Ga, del Gato que Pes, que Pesca y después se esconde y escá- pa pa pa pa. ¿Lo ves o no lo ves al Gato que Pes? allí, allí, sentado en su ventaní. A la gente que

pasa distraí,

el gato bandí

con caña y anzué

les pesca el

sombré,

sombrero y el mo-

ño ño ño ño.

Pues el Gato así pescó mi galé, turbantes, boné- tes y capelí de gente que pa bajo su ventá- na na na na. Poquito a poquí, debajo su cu- cha ya tiene u- na sombrererí, mientras se resfrí la gente y se empá- pa pa pa pa.

El Gato francés, con tanto sombré, nadie sabe qué qué hace después, y el asunto es es que se disfrá- za za za za.

Ya la policí

buscándolo está

de aquí para allá

al Gato bandí

que se esconde, y

es muy misterió-

so so so so.

Pero el Gato un dí salió disfrazá con gorra de la de la policí. Disfrazado así dio una caminá- ta ta ta ta. Así disfrazá oyó la denún- cia de un transeún contra un gato ma, porque le ha robá robado el boné- te te te te. El Gato no pue

decirle: Soy yo.

Confundido, no

tiene más remé

que llevarse pre,

preso al calabó-

zo zo zo zo.

María Elena Walsh

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LA ESTACIÓN

¡Vaya estación de categoría!

¿Habéis oído la megafonía?

«Desde la vía número nueve

va a salir el rápido para Sisepuede».

¡Qué educación, la de esta estación!

Si hay un retraso, da una explicación:

«El tren correo viene renqueando

y no llegará hasta las quiensabecuándo».

Y cuando por fin aparece el tren,

se da a conocer en el mismo andén:

«¡Estación de Paradoelproyecto!

¡Todo el mundo abajo; final de trayecto!».

Gianni Rodari

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LA FAMILIA PUNTOYCOMA

Hubo una vez una coma

que hizo amistad con un punto,

y ambos se gustaron tanto

que se casaron y vivieron juntos.

Ni de día ni de noche

se separaban ni un pelo,

siempre del brazo los dos:

«¡Son la pareja modelo!

¡Puntoycoma, qué familia!»,

comentaba todo el mundo.

«¡Son la octava maravilla!».

De modo que en su presencia

se inclinaban las mayúsculas

en señal de deferencia,

convirtiéndose en minúsculas.

Y si alguna no agachaba

bien el coco por pereza,

el lápiz del profesor

le cortaba la cabeza.

Gianni Rodari

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LA INYECCIÓN

«Los hombres no lloran». «Los niños valientes se están quietos».

«¿No ves que no te va a doler?»

La ampolla del suero tenía el tamaño de un torpedero, y la aguja

mediría lo que un lápiz. Al acercarse, aterraba. Era como una de las

abejas aguijonas que tantas veces nos habían arreado un buen pinchazo

al intentar atraparlas, sólo que sin alas y sin zumbido. Y si una abeja o

una avispa nos hacía pegar saltos con un rejo que ni se veía, el de la

aguja dura y afilada debía hacer un taladro como el de las polillas por lo

menos.

La huida a la carrera terminaba por debajo de cualquier cama sin

resollar para no delatarnos, en lo alto de un árbol, en la azotea. Pero las

manos se multiplicaban, parecían los tentáculos de un pulpo que nos

aferraban para sacarnos del escondite. Al llegar a la cama donde iban a

sacrificarnos, volvíamos a pegar un sacudión repentino, y nos metíamos

en el lugar que más cerca estuviera y más propicio y refugiador nos

parecía.

El pie, mientras, se nos había hinchado, y ya estaba morado como

una lombarda. El clavo herrumbroso había dejado al sacarlo una raya

negruzca que se infectó después.

Hasta que una especie de manada de búfalos desmandados, en la

que no se distinguían cabezas de brazos, piernas, manos atenazantes y

otros materiales de guerra, nos derrotó sobre la cama, y la desmesurada

inyección del tétanos fue puesta más o menos en su sitio, porque las

patadas, revuelcos, embestidas, bufidos y otros medios legítimos de

defensa, no permitieron mayor precisión.

Luego nos dieron besos. Pero nos los quitábamos.

Luis Feria

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LA RANA DOCTORA

Muy temprano, a la mañana,

llega la doctora rana

salta que te salta urgente

a atender a los pacientes.

La gripe del cocodrilo

la cura con té de tilo.

Los estornudos del oso,

con un poco de reposo.

La tos de la comadreja

la calma con miel de abeja.

La fiebre de la tortuga,

con jarabe de lechuga.

Receta sopa de planta

para el dolor de garganta

y solamente una miga

para el dolor de barriga.

Tiene crema de verdura

para las lastimaduras

y unas gotas de rocío

para el que sufre de frío.

Con un grito, en un instante

cura el hipo de elefante

y hasta el catarro del gato

puede aliviar en un rato.

Y no hay remedio mejor

para olvidar el dolor

que los mimos de la rana

cuando canta “Sana, sana…”

Liliana Cinetto

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LA RANA Y LA GALLINA

Había una vez una rana que vivía en un charco cercano a una granja en la

que había muchos y muchos animales, que yo recuerde había burros, cerdos,

caballos, cabras, palomas, gallinas, faisanes, pavos reales, avestruces, conejos

y algunos más.

Una tardecita, cuando todavía la luz del sol se mantiene encendida en el

cielo, una gallina de la granja iba muy contenta paseando por el prado, camino

de la charca donde vivía la rana.

La rana, que era muy poco amiga de las visitas, enseguida se puso a

pensar cómo espantar a la gallina o cómo insultarla, pues era además una rana

muy malcriada que andaba todo el día maquinando cómo molestar a los

vecinos.

La gallina, poquito antes de llegar a la charca, se sentó cómodamente entre

unas mullidas hierbas y al poco se levantó y comenzó alegremente a cacarear,

que así se llama el canto repetido de la gallina o el gallo.

La rana encontró en eso la oportunidad para meterse con ella:

—¡Vaya, vaya!, —le dijo—. ¿Se puede saber a qué viene tanta bulla? ¿O

es que has terminado un curso de cómo aprender a molestar a los vecinos y

estás haciendo las prácticas?

—Pues no, señora rana, canto porque estoy muy contenta esta tardecita.

—¿Y se puede saber por qué?

—Pues porque acabo de poner un huevo, asunto que es motivo de alegría

para mí y, por tanto, me gusta anunciarlo.

—¡Oh, la señora pone un huevo, un sencillo y único huevo, no mayor que

el puño de un bebé y se pone a anunciarlo con tanta escandalera y publicidad

que parece que haya inventado la PlayStation.

—Así es, querida rana: un solo huevo. Sin embargo, estoy extrañada, pues

no entiendo de qué te asombras, pues ni yo ni mis amigos de la granja jamás

nos hemos espantado de oírte cómo te pasas las noches y los días croando sin

cesar. Así que te recordaré lo que sobre nosotras dijo ya hace tiempo un

fabulista:

«Yo, porque sirvo de algo, lo publico; tú, que de nada sirves, cierra el pico».

La rana, entonces, se marchó refunfuñando, pues la gallina le había dado

una lección que no olvidaría en mucho tiempo. Bien sabido es que al que

trabaja o hace cosas de provecho puede permitírsele que lo pregone; sin

embargo, el que no hace nada bien haría en callarse.

Tomás de Iriarte Adaptación de Félix Hormiga

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LAS TRAVESURAS DE LAS TIJERAS

En el costurero ayer

protestaba un alfiler:

—¡Qué traviesa es la tijera!

Todo, todo cortajea.

—Miren cómo me ha mordido—

dijo un hilván descosido.

—Con sus dos ojos me espía

mientras corta todo el día—

la acusó un metro de tela

bordado con lentejuelas.

—A mí me tiene cansada—

dijo una cinta enojada.

—La tijera es una bruja

—gritó ofendida una aguja—

porque arruina mi trabajo

cada vez que le hace un tajo

Cuando el cierre abrió la boca

opinó que estaba loca.

—Con sus dientes afilados

está siempre haciendo estragos—

lloraba un hilo enredado

y un poco deshilachado.

Lo consolaba la lana

que tejía en la ventana.

-Yo estoy quedando muy flaco

pues me corta a cada roto-

le decía a un dobladillo

muy preocupado el ovillo.

Al centímetro pedían

que al fin tomara medidas.

Muy orgulloso, el dedal,

con su traje de metal

era el único valiente

que se ofreció a hacerle frente.

Pero entonces se enteraron

de lo que había pasado.

El chismoso del botón

asomado en el balcón

del ojal de una camisa

les dijo muerto de risa:

-La tijera impertinente

se rompió todos los dientes.

Se lastimó de este modo:

por querer cortarlo todo

quiso cortar la tijera

el cordón de aquella acera.

Y así fue que la bromista

terminó yendo al dentista.

Liliana Cinetto

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LOS CUENTOS DEL REVÉS

Pues esto era una vez...

un pobre lobatito

que llevaba a su abuela

la cena en un cestito,

y en la mitad del bosque,

donde era más oscuro, entre las hojas,

topó con la terrible

Caperucita Roja,

armada de un trabuco naranjero

igual que el de Farruco el bandolero.

Lo que pasó después,

ya lo adivinaréis...

Muchas veces, los cuentos que conoces

suceden al revés:

se organiza un ciempiés

y Blancanieves va y la emprende a coces

con los pobres enanos,

o la Bella Durmiente tiene insomnio,

o el príncipe galán pide la mano

de una hermanastra fea cual demonio

dejando a la madrastra tan contenta,

mientras que Cenicienta

se queda sin su novio y sin madrina,

de guardia en la cocina.

Gianni Rodari

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LOS SENTIDOS

Has vuelto al parque

y has visto los árboles

y has oído a los pájaros

y has visto y oído a los niños jugando

y te has acercado a oler unas flores

y a palpar el agua del estanque,

que te reflejaba

con cielo, rodeándote...

Al salir del parque

has probado los ricos barquillos de canela

que vendía un hombre...

¡Por poco te mata un coche!

Por no ver el coche...

Por no oír el claxon...

Porque tus sentidos se habían quedado

en el parque,

jugando.

Félix Casanova de Ayala

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PESCA EN EL LAGO

El pescador llevaba dos horas en su barca. De repente sintió un tirón en la

caña. Recogió el sedal y vio lo que traía el anzuelo. Muy irritado, exclamó:

-iOtra bota!

El pescador la desenganchó del anzuelo y la arrojó por la borda.

Una vez más, y gracias a su excelente camuflaje, el pez bota se había

salvado.

Pinto & Chinto

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PINTO O PINTÓ

Un acento alocado

dio un tropiezo y cayó

en la ciudad de Pinto,

así que la pintó.

La gente fue a quejarse:

«Señor gobernador,

la ciudad nos espanta

tan llena de color».

Pero cierto estudiante

se fijó y al momento

resolvió el gran problema

borrando aquel acento.

Ahora, en el parque público,

han dedicado un busto:

A quien pone el acento

siempre en el sitio justo.

Gianni Rodari

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COSAS DE LOS MAYORES

¡Qué cosas más raras se les ocurrían a los mayores! «Los

niños no hablan hasta que orinan las gallinas». Nos dejaban

perplejos, preocupados por algo que nunca se nos había ocurrido.

¿Cómo harían eso? Nos poníamos a acecharlas creyendo que

el enigma tendría fácil solución, pero ninguna de las gallinas

parecía tener muchas ganas. Impacientes, les levantábamos una

pata a ver si era como lo de los perros, pero corrían despavoridas

dando saltos idiotas, con el pescuezo estirado y ojos de locas.

Por ayudarlas, las regábamos un ratito con la manguera para

que se animasen con la humedad, pero nada. SÍ las veíamos

agacharse, creíamos que ya, que lo hacían como las viejas cuando

se ahuecan las faldas en el campo o en una cuneta. Pero resultaba

que, al levantarse, lo que habían hecho era un huevo. No

lográbamos entenderlo. Y como nosotros, ni hablar.

Las dejábamos por imposibles, y esperábamos a que los

mayores repitieran aquella tontería para reírnos de ellos:

evidentemente, las gallinas nunca orinaban.

Luis Feria

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DISTRACCIÓN INTERPLANETARIA

Vaya usted a saber si ahora mismo,

en un ejercicio

sobre Marte, Mercurio o Neptuno,

no habrá algún alumno

de una escuela, sentado en su banco,

que no acierta a encontrar la palabra

precisa que le abra

la página en blanco.

Es verdad que, en el cielo de Orión,

de los Gemelos y del León,

no es nada extraño

que uno se deje en el tintero

hasta los signos de puntuación,

como hago yo...

Ahora casi parece que siento

el leve rasgueo

de una plumilla

allá en el fondo del firmamento:

y es que en un minúsculo puntito

de la Vía Láctea,

hay un minúsculo chaval

que está dibujando un muñequito

en su libro de Historia Universal

Sabe que está mal,

yo también lo sé,

pero, si lo encuentro,

los dos nos reiremos por igual.

Gianni Rodari

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EL CONTABLE CABALLITO

Conozco yo a un contable

que es también caballito.

Va al banco cada día

leyendo en el tranvía;

es un tipo corriente,

algo calvo, bajito,

rechoncho, lleva lentes...

En el mundo hay contables

bastante más notables,

y doctores, y gente

mucho más imponente.

Pero ¿a quién le interesa

si uno es sencillamente

un contable muy serio

o es también caballito?

Se desvela el misterio

cuando un niño rubito

se encarama a su abuelo

que llega del trabajo

y, montándolo a pelo,

galopa hasta el salón

aunque el señor de abajo

proteste, el muy gruñón.

Gianni Rodari

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EL CUERVO Y EL PAVO

Entusiasmado por su propia ignorancia un pavo desafió a volar a un cuervo. Cualquiera, conociendo la forma de volar de uno y de otro, es capaz de adivinar lo que pudiera ocurrir. Así que al poco de iniciar el vuelo, el pavo le gritó, viendo al cuervo ya lejos:

— Espérate, ¿sabes lo que estoy pensando? Que eres negro y feo.

Pero el cuervo seguía su vuelo y cada vez aumentaba más la distancia entre los dos.

— Escucha —insistía el pavo—, también pienso que eres un pajarraco de mal agüero.

Y viendo cómo el cuervo se distanciaba más y más, le gritaba fortísimo:

— ¡Quita, que me das asco, grandísimo puerco que comes cuerpos muertos!

El pavo apenas podía aguantar el peso de su cuerpo y volaba torpemente mientras el cuervo rápidamente hacía cabriolas en el aire y volaba felizmente.

— ¡Pajarraco, feo y negro —gritaba ya casi sin voz el pavo.

— Nada de lo que has dicho viene al caso, porque aquí lo que hemos acordado es celebrar una carrera y ver quién vuela mejor. Y como queda demostrado este pajarraco, negro y feo te ha ganado —le contestó el cuervo.

Y es que como en todo, hay gentes que cuando no encuentran defectos en las obras de otro arremeten contra la persona, los muy necios.

Tomás de Iriarte Adaptación de Félix Hormiga

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EL FUTURO

«Cuando sea mayor...» Y nos apoyábamos en la sílaba final

llenándonos la boca con ella, saboreando la o y la erre, abriendo los ojos

como si entreviéramos todo lo que podríamos hacer, la de cosas que

íbamos a inventar, a lograr, a decidir.

Cuando yo sea mayor, seré de los que hacen barcos, o de los que

fabrican aviones y pistolas, o afilador de cuchillos para tirarlos en el circo,

o... Y nos adelantábamos con la imaginación a las palabras, nos veíamos

ya explorando alguna isla vista en los cromos, luchando contra los

salvajes emplumados, saludando en mitad de la pista después de hacer

pasar al león por el aro llameante.

Otros preferían: cuando yo sea grande, seré de repartir cartas, de

hacer cohetes de colores, y gigante, y de poner telegramas yo sólo y de

inventarme un sacapuntas para afilar las ramas de los árboles.

Los más chicos decían: pues yo quiero ser dedo gordo del pie,

ombligo, telaraña o gota de agua para hacerme un charquito.

Luis Feria

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EL INDIO Y LA LLUVIA

El hechicero de la tribu se llamaba Caballo Loco pero sólo un Poco. Había

recibido el encargo del jefe de propiciar la lluvia, ya que hacía meses que no

caía ni una gota de agua. Caballo Loco pero sólo un Poco se dirigió a la

pradera para efectuar allí la Danza de la Lluvia.

Caballo Loco pero sólo un Poco danzó la Danza de la Lluvia desde el

amanecer hasta el ocaso, pero no cayó ni una gota de agua. Totalmente

hundido, se sentó en una roca con el rostro entre las manos y entonó un

cántico de tristeza. Y Caballo Loco pero sólo un Poco cantaba tan mal que se

puso a llover, y la tribu lo felicitó efusivamente, y hubo gran alegría.

Pinto & Chinto

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EL LÁPIZ

La mamá de Daniela, tras afilar muy bien el lápiz, se puso a dibujar en un

bloc para entretener a la niña, que estaba sentada a su lado. La mamá de

Daniela dibujó un león, y después dibujó una mariposa, y luego dibujó un

cocodrilo, y luego dibujó un caballo, y luego un avestruz, y luego un perro, y

luego dibujó un gato.

La pequeña Daniela pensó: «¡Este lápiz está lleno de animales por

dentro!».

Y en un momento en que su madre se ausentó, decidió abrir el lápiz para

ver los animales que había dentro. Consiguió romper la madera del lápiz y dejó

al descubierto la mina, gris y alargada. La pequeña Daniela dijo:

-Vaya. Dentro del lápiz solamente quedaba un gusano.

Pinto & Chinto

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EL MONO Y EL ELEFANTE

Dicen que hace tiempo hubo un congreso de varios animales, para saber

entre ellos de su historia y de sus cosas, y allí andaban divagando cuando un

mono expuso seriamente que había que hacer como los hombres racionales:

escribir la historia, estableciendo de esta manera el origen y sus hechos para

instruir a las nuevas generaciones. De esta forma la historia que tuvieran para

contar también les daría la gloria, pues recogería los sucesos más importantes,

dignos de recuerdos y celebración.

La idea gustó a los reunidos y el mono se ofreció para ser él mismo quien

comenzara con la tarea de ir escribiendo la historia.

El rey León ordenó que se le diese una paga al mono por su trabajo y sus

gastos de oficina.

El mono pidió al ganso una pluma y el nuevo historiador, primero de entre

los animales, emprendió la faena.

Imitando pues la capacidad del hombre para escribir y registrar su historia,

el mono escribió una voluminosa obra que sólo hablaba de él y de sus

compañeros monos. Y luego pasaron años sin que escribiera nada nuevo.

Los otros animales esperaron a que el mono se dignara a escribir algo

más, pero el tiempo pasaba y nada nuevo salía de las manos del historiador.

El elefante, con fama de sabio, se acercó un día al mono y le preguntó:

—¿Qué ha pasado con tu oficio de historiador?, ¿no se supone que tenías

que escribir la historia de todos los animales del mismo modo que el hombre

escribe su historia?

—Cierto, y hasta se me entrega un sueldo para ello, pero no te asombres ni

te extrañes, pues al mismo hombre imito; obras importantes promete al público

y al final sólo escribe de sí mismo.

Tomás de Iriarte Adaptación de Félix Hormiga

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EL MONSTRUO

El pequeño Marcelo, al poco tiempo de haberse acostado, gritó:

—¡Mamá! ¡Mamá! ¡Hay un monstruo bajo mi cama!

La mamá de Marcelo entró en la habitación.

—¡Hay un monstruo debajo de mi cama! —gritaba Marcelo.

Y su madre le dijo:

—Pues claro que hay un monstruo bajo tu cama, Marcelo. Nosotros somos

una familia de monstruos. Tu padre es un monstruo. Yo soy un monstruo. Tú y

tu hermano sois dos monstruos. Dormís en una litera, y tu hermano duerme

debajo. Por eso hay un monstruo bajo tu cama.

Marcelo se tranquilizó, y durmió toda la noche de un tirón.

Pinto & Chinto

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EL PERIODISTA

Periodista, enviado especial,

¿alguna noticia sensacional?

He estado en América, en la China,

en Escocia, en Suecia y en Argentina,

entre rusos y entre polacos,

con suizos, franceses, checos y eslovacos,

también he hablado con los guaraníes,

con los esquimales y con los maoríes,

vengo de Chile, de la India, del Congo,

de la tribu de los bongo-bongo...

jY traigo una noticia, una únicamente!

Seguro que me echan de puro indolente,

y eso que el asunto es excepcional,

digno de un gran titular colosal:

todos los pueblos de la Tierra

han declarado la guerra a la guerra.

Gianni Rodari

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EL RELEVO

Todos los días da la mañana

la vuelta al mundo,

despierta a las naciones,

los pájaros, los montes y los mares,

a los maestros y a los alumnos.

De oriente a occidente,

abre el sol las escuelas,

cantan las tizas

en las pizarras negras

las palabras más blancas de cada lengua.

Los niños se relevan para estudiar:

salen a jugar los de Pekín

cuando entran en clase los de Berlín,

y cuando se acuestan los de Alma Atá

se despiertan los de Bogotá.

Estudian por turno,

y así no se pierde un minuto diurno.

Gianni Rodari

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EL TRAJE DEL FUTURO

Este traje es el último grito:

se alarga y se ensancha

hasta el infinito;

no pierde botones,

no se desgastan los pantalones,

no tiene sietes ni lamparones;

se lo pone uno en la guardería

y, año tras año,

crece cada día.

Es muy probable que a los sastres

les parezca más bien un desastre

y exijan urgentemente al gobierno

algún decreto firme y drástico

en contra del rendimiento eterno

del condenado traje elástico.

A mí, que esté o no esté autorizado

me da lo mismo: ya lo he inventado.

Gianni Rodari

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EL TREN DE LOS NIÑOS

Hay un país que funciona tan bien

que cada niño tiene su tren.

Hay tanta máquina y tanto vagón

que ya no caben en la habitación;

trenes larguísimos, desde aquí hasta allá,

que corren por toda la ciudad.

En la estación manda un niño más chico

que ese pito que toca con tanto ahínco,

la jefa del tren es una chiquilla

aún más alegre que su cornetilla,

y son también niños el revisor,

el maquinista y el conductor.

No existe un solo compartimento

sin una ventana junto a cada asiento,

y el chavalito de la taquilla

tiene un cartel en su ventanilla:

«Aviso a las madres

y a los padres:

cuando el viajero es persona mayor,

debe acompañarlo siempre un menor».

Gianni Rodari

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EL VIENTO

El viento se despierta muy temprano y se va al trabajo. El viento tiene por

delante una dura jornada laboral: mueve los molinos de viento, seca la ropa de

la gente, desprende las hojas de los árboles, empuja los veleros...

-¡Menos mal que el mar no es cuesta arriba! —dice.

El viento trabaja mucho, pero también tiene su tiempo libre. El viento, en su

tiempo libre, se divierte todo lo que puede: vuela los sombreros a los

caballeros, despeina a las señoras, cierra las puertas de golpe...

El viento se divierte todo lo que puede. A veces, mientras silba su eterna

canción, se lo puede ver en forma de tornado, dando vueltas y más vueltas.

Porque un tornado no es sino el viento bailando.

Pinto & Chinto

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ARRORRÓ

Guardo muchas canciones en la memoria,

pero en el alma llevo tan sólo una:

aquella cuyas notas suenan a gloria,

la que cantó mi madre ¡unto a mi cuna.

Aquella cuyas frases van impregnadas

del cadencioso arrullo de las palomas,

y cuyas vibraciones inmaculadas

tienen para nosotros luces y aromas.

Arrorró de mi tierra, sencillo y blando,

lleno de dulce y vaga melancolía,

¡quien no te ha oído nunca vive ignorando

de los grandes amores la poesía!

Susurro de los valles que lleva el viento,

del mar o de los bosques canción lejana,

todo cuanto en mis peñas tiene un acento

en tus notas encuentra la nota hermana.

Y se mezclan al ritmo de tus cantares

unas veces la dicha y otras la pena;

el murmurar alegre de los pinares

o el gemir de las ondas sobre la arena.

Canción incomparable, toda dulzura,

canción de mis recuerdos, tierna y vehemente,

cada vez que te escucho se me figura

que una ola de besos baña mi frente.

Domingo J. Manrique

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CANCIÓN DE LA VACUNA

Había una vez un bru,

un brujito que en Gulubú

a toda la población

embrujaba sin ton ni son.

Paseaba una vez Mambrú

por el bosque de Gulubú.

El brujito se acercó

y el resfrío le contagió.

La vaca de Gulubú

no podía decir ni mu.

El brujito la embrujó

y la vaca se enmudeció.

Los chicos eran muy bu,

burros todos en Gulubú.

Se olvidaban la lección

o sufrían de sarampión.

Pero entonces llegó el Doctorrrr

manejando un cuatrimotorrrr.

¿Y saben lo que pasó?

¿No?

Todas las brujerías

del brujito de Gulubú

se curaron con la vacú

con la vacuna

luna luna

lu.

Ha sido el brujito el u,

uno y único en Gulubú

que lloró, pateó y mordió

cuando el médico lo pinchó.

Y después se marchó el Doctorrrr

manejando el cuatrimotorrrr.

María Elena Walsh

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CANCIÓN DE LAS CUATRO ROSAS

Rosa se llama mi novia,

rosa mi madre y mi hermana;

rosa, también es el nombre

que lleva a popa mi barca.

Cuando hacia el puerto

se hace la marcha,

vuela mi Rosa velera

porque tres Rosas me aguardan.

Los rizos que la ola forma

rosas parecen de plata,

y rosas, también, las luces

primeras de la alborada.

Por todas partes las rosas

me guían y me acompañan;

pero las rosas mejores

son las que llevo en el alma:

las tres Rosas que en el puerto

con impaciencia me aguardan.

Saulo Torón

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CANCIÓN DE TITINA

¿Por dónde camina la hormiga Titina con una sombrilla de flor amarilla? Ay, que trastabilla. Camina con maña por la telaraña, porque tiene en vista ser equilibrista. Es muy deportista. —iTitina, no sigas!

—gritan las hormigas—.

¡De mala manera la Araña te espera con una tetera! —En cuanto se asome te caza y te come. Y Titina ¡zas! se cae para atrás, del susto nomás. La Araña se asoma y dice: —Qué broma, hoy me quedaré sin tomar el té. Y adelgazaré... A regañadientes se quita los lentes, y cierra el balcón con desilusión, la Araña en batón.

Titina en la tela

perdió tres chinelas.

Con las otras tres,

puestas al revés,

baila chamamés.

María Elena Walsh

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CANCIÓN PARA DORMIR A UN COCODRILO

Duérmase cocodrilito,

en su cunita de barro

que ya es de noche y el viento

ha llegado hasta el pantano.

Duérmase cocodrilito,

sobre su almohadón de espinas

que es de noche y en el cielo

miles de estrellas lo espían.

Duérmase cocodrilito,

con su manta de hojas secas

que ya es de noche y la luna

solamente está despierta.

Duérmase cocodrilito,

con su pijama marrón

que es de noche y se termina

poco a poco esta canción.

Liliana Cinetto

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EL BAÑO

Había una vez un ratón que estaba sucio, así que decidió darse un baño.

Llenó la bañera de agua y se bañó.

Pero el ratón seguía sucio, así que dejó que el agua rebosase y corriese

por el suelo.

El agua inundó el cuarto de baño. Pero el ratón seguía estando sucio, así

que dejó que el agua saliese por la ventana.

El agua inundó la calle. Pero el ratón seguía estando sucio, así que dejó

que el agua inundase la casa de al lado.

Los vecinos de la casa de al lado gritaron:

– ¡Cierra el grifo, que hoy ya nos hemos bañado!

Pero el ratón seguía estando sucio, así que dejó que el agua inundase toda

la ciudad.

La gente le gritaba:

– ¡Cierra el grifo, que ya estás limpio!

El ratón dijo:

– Tenéis razón. Ya estoy bien limpio.

Entonces cerró el grifo.

En aquel momento, la ciudad estaba completamente empapada. Pero al

ratón le daba igual. Se restregó con una toalla hasta que estuvo totalmente

seco.

Y después se fue derecho a la cama.

Arnold Lobel

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EL POZO DE LOS DESEOS

Una ratita se encontró un día con un pozo de los deseos.

–¡Ahora, todos mis deseos podrán cumplirse! –exclamó-.

Tiró una moneda dentro del pozo y pidió un deseo:

–¡Ay! –gritó el pozo.

Al día siguiente, la ratita volvió de nuevo.

Tiró otra moneda al pozo y dijo:

–Quiero que este pozo no diga nunca más ay.

–¡Ay, cómo duele! –gritó el pozo.

–¿Qué podría hacer? Así, mis deseos nunca se cumplirán. –se lamentó la

ratita.

La ratita corrió a casa y cogió la almohada de su cama.

–¡Esto podría servirme! –dijo.

Y regresó corriendo al pozo.

La ratita tiró la almohada al pozo.

Después, tiró la moneda al pozo y formuló un deseo.

–¡Ah, esto está mucho mejor! –dijo el pozo.

–¡Bien! Ahora puedo empezar a pedir deseos –dijo la ratita.

Y desde aquel día, la ratita pidió muchos deseos al pozo.

Y todos se cumplieron.

Arnold Lobel

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EL RATÓN VIEJO

Había un ratón viejo que todos los días salía a pasear.

Al ratón viejo no le gustaban los niños. Cuando los veía por la calle, les

gritaba:

– ¡Fuera de ahí, pequeñas fieras!

Un día, el ratón viejo estaba dando un paseo. De repente, se rompieron los

tirantes y se le cayeron los pantalones.

Por allí pasaban unas señoras y el ratón viejo les gritó:

– ¡Ayúdenme!

Pero las señoras vociferaron:

– ¡Se le han caído los pantalones!

Y se fueron corriendo.

El ratón viejo corrió a su casa y gritó:

– ¡Ayúdame!

Pero su mujer le dijo:

– ¡Qué ridículo estás en calzoncillos!

Y le dio un golpe en la cabeza.

El ratón viejo se echó a llorar.

Unos niños que pasaban por allí dijeron:

– ¡Pobre ratón viejo! Nosotros te ayudaremos. Toma un chicle. Con él

podrás sujetarte los pantalones.

– ¡Mirad –gritó el ratón viejo–, ya no se me caen los pantalones! ¡Este

chicle es estupendo! ¡Nunca se me volverán a caer los pantalones!

Aquellos pantalones nunca más se le volvieron a caer.

Y, desde entonces, el ratón viejo siempre fue amable con los niños cuando

salía a pasear.

Arnold Lobel

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EL RATÓN Y LOS VIENTOS

Un ratón salió a navegar en su barco, pero no había viento. El barco no se

movía.

– ¡Viento –gritó el ratón–, baja y empuja mi barco por este lago!

– Aquí estoy –dijo el viento del oeste.

El viento del oeste sopló y sopló. El ratón y el barco volaron por los aires…

y aterrizaron en el tejado de una casa.

– ¡Viento –gritó el ratón–, baja y quita mi barco de esta casa!

– Aquí estoy –dijo el viento del este.

El viento del oeste sopló y sopló. El ratón y el barco y la casa fueron por los

aires… y aterrizaron sobre un árbol.

– ¡Viento –gritó el ratón–, baja y quita mi barco de esta casa y de este

árbol!

– Aquí estoy –dijo el viento del sur.

El viento del sur sopló y sopló. El ratón y el barco y la casa y el árbol fueron

por los aires… y aterrizaron en la cima de la montaña.

– Viento –gritó el ratón–, baja y quita mi barco de esta casa, de este árbol y de la montaña!

– Aquí estoy –dijo el viento del norte.

El viento del norte sopló y sopló. El ratón y el barco y la casa y el árbol y la montaña fueron por los aires… y cayeron en medio del lago.

La montaña se hundió y se convirtió en una isla.

El árbol cayó sobre la isla y floreció.

La casa cayó junto al árbol.

Una señora se asomó a una ventana de la casa y dijo:

– ¡Qué lugar más agradable para vivir!

Y el ratón se fue navegando en su barco.

Arnold Lobel

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EL VIAJE

Había una vez un ratón que quería visitar a su madre. Así que compró un

coche y se dirigió a casa de su madre.

Condujo y condujo y… condujo hasta que el coche se rompió.

Pero a un lado de la carretera había una persona que vendía patines. Así

que el ratón compró un par de patines y se los puso.

Patinó y patinó y patinó hasta que las ruedas se soltaron.

Pero a un lado de la carretera había una persona que vendía botas. Así

que el ratón compró unas botas y se las puso.

Caminó y caminó y caminó hasta que las botas… se agujerearon.

Pero a un lado de la carretera había una persona que vendía tenis. Así que

el ratón compró un par de tenis.

Se puso los tenis y corrió y corrió y corrió hasta que los tenis se gastaron.

Entonces se los quitó y caminó y caminó y caminó hasta que los pies se le

lastimaron tanto que no pudo seguir andando.

Pero a un lado de la carretera había una persona que vendía pies. Así que

el ratón se quitó sus viejos pies y se puso unos nuevos. Y así anduvo hasta

llegar a casa de su madre.

Cuando llegó, su madre se alegró mucho de verlo.

Lo abrazó… y le dio un beso y le dijo:

– ¡Hola, hijo! ¡Qué bien te encuentro y qué pies nuevos tan bonitos tienes!

Arnold Lobel

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NUBES

Un ratoncito salió a pasear con su madre.

Subieron a la cima de una montaña y miraron al cielo.

–¡Mira, se ven figuras en las nubes! –dijo la madre.

El ratoncito y su madre vieron muchas figuras.

Vieron un castillo… un conejo… un ratón…

–Voy a coger unas flores –dijo la madre.

–Yo me quedaré aquí mirando las nubes –dijo el ratoncito.

El ratoncito vio en el cielo una gran nube, que se hizo más y más grande.

La nube se convirtió en un gato.

El gato se acercaba cada vez más al ratoncito.

–¡Socorro! –gritó el ratoncito.

Y se echó a correr hacia su madre.

–¡Hay un gato enorme en el cielo! ¡Tengo miedo! –lloriqueó el ratoncito.

Su madre miró al cielo y dijo:

–No te asustes. ¿Ves? El gato se ha convertido otra vez en nube.

El ratoncito vio que era cierto y se quedó más tranquilo.

Ayudó a su madre a recoger flores, pero no volvió a mirar al cielo en toda la

tarde.

Arnold Lobel

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RATÓN MUY ALTO Y RATÓN MUY BAJO

Había una vez un ratón muy alto y un ratón muy bajo que eran buenos

amigos. Cuando se encontraban, Ratón Muy Alto decía:

–¡Hola, Ratón Muy Bajo!

Y Ratón Muy Bajo decía:

–¡Hola, Ratón Muy Alto!

Los dos amigos solían pasear juntos. Cuando paseaban, Ratón Muy Alto

decía:

–¡Hola, pájaros!

Y Ratón Muy Bajo decía:

–¡Hola, hormigas!

Cuando pasaban por un jardín, Ratón Muy Alto decía:

–¡Hola, flores!

Y Ratón Muy Bajo decía:

–¡Hola, raíces!

Cuando pasaban por delante de una casa, Ratón Muy Alto decía:

–¡Hola, tejado!

Y Ratón Muy Bajo decía:

–¡Hola, sótano!

Un día les pilló una tormenta. Ratón Muy Alto dijo:

–¡Hola, gotas de lluvia!

Y Ratón Muy Bajo dijo:

–¡Hola, charcos!

Corrieron a su casa para resguardarse.

–¡Hola, techo! –dijo Ratón Muy Alto.

–¡Hola, suelo! –dijo Ratón Muy Bajo.

Pronto pasó la tormenta. Los dos amigos se acercaron a la ventana. Ratón

Muy Alto aupó a Ratón Muy Bajo para que pudiese ver. Y los dos juntos

dijeron:

–¡Hola, arco iris!

Arnold Lobel

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BAILE DE LETRAS

Aceptan las vocales la invitación de las consonantes y las mayúsculas abren palabra. Comienza la frase. Al ritmo lento de la ortografía y la gramática, los artículos determinan, califican los adjetivos y denominan los sustantivos. Las ees se hacen notar por estridentes. No disimula el embarazo la be al cruzarse con la uve. Petulantes los reflexivos. La i griega abandona su soledad de anacronismo y forma con la o una pareja egocéntrica. Una hache devaluada observa en silencio la oración. La nota exótica es puesta por la ce cedilla. El punto y aparte marca un respiro.

Durante la pausa, la te mira con catalejo y aprovechan bes y pes para cortejar a la eme. Al fondo de la página se establece un altercado entre la zeta andaluza y una ese amerindia. En el aire hay una incertidumbre de puntos suspensivos. La interjección dirime la polémica poniendo los puntos sobre las íes. Concluye el paréntesis y la melodía de la sintaxis se reanuda entre signos de admiración. Condicionales y subjuntivos, verbos transitivos y complementos directos, principales y subordinadas, en alegre yuxtaposición, giran en torno a sujeto y predicado. Con el ajetreo, más de un monosílabo pierde la tilde. Algunos corchetes los sujetan. Las comas y los puntos y comas

Puntúan con gracia. Los ques son relativos. Al cabo, concluirá el baile o el párrafo y el amanuense proclamará el punto final.

Sabas Martín

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CANCIÓN DEL ESTORNUDO

En la guerra le caía

mucha nieve en la nariz,

y Mambrú se entristecía.

Atchís.

Como estaba tan resfriado

disparaba su arcabuz

y salían estornudos.

Atchús.

En mitad de la batalla

se sonaba la nariz

con un pañuelito blanco.

Atchís.

Con el frío y el resfrío

le dio tanto patatús,

que al ratito pidió gancho*.

Atchús.

Los soldados se sentaron

a la sombra de un fusil

a jugar a las barajas.

Atchís.

Mientras hasta la farmacia

galopando iba Mambrú,

y el caballo estornudaba.

Atchús.

Le pusieron cataplasmas

de lechuga y aserrín,

y el termómetro en la oreja.

Atchís.

Se volcó en el uniforme

el jarabe de orozuz*,

cuando el boticario dijo:

Atchús.

Le escribió muy afligido

una carta al rey Pepín,

con las últimas noticias.

Atchís.

Cuando el rey abrió la carta la

miró bien al trasluz,

y se contagió en seguida. Atchús.

"¡Que suspendan esa guerra!"

ordenaba el rey Pepín.

Y la Reina interrumpía:

Atchís.

Se pusieron muy contentos

los soldados de Mambrú,

y también los enemigos.

Atchús.

A encontrarse con su esposa don

Mambrú volvió a París.

Le dio un beso y ella dijo:

Atchís.

Es mejor la paz resfriada

que la guerra con salud.

Los dos bailan la gavota*. Atchús.

Mª Elena Walsh

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De dónde viene el frío

El abejorro del frío vive en la cima de un iceberg muy al norte del norte de Groenlandia. Pesa veinte mil kilos y le gustaría poder volar. Y podría, si no fuera porque sus alas no tienen fuerza suficiente. Aun así, como el abejorro del frío todavía tiene la esperanza de conseguirlo algún día, continúa, zumba que te zumba, agitando sus alas sin descanso. Mueve el aire con tanta fuerza, que así es como el viento frío del norte consigue desplazarse tantísimos kilómetros y llegar hasta donde vivimos. El abejorro del frío practica durante todo el invierno, y luego, cuando llega la primavera, está tan agotado que se queda dormido. Y menos mal, porque si no, nos quedaríamos sin verano.

En verano, el abejorro del frío duerme y sueña que está volando. En una ocasión, a un hombre muy friolero al que no le gustaba nada el invierno se le ocurrió una idea, según él, muy ingeniosa: le mandó un paquete lleno de somníferos con la esperanza de que siguiera durmiendo durante el invierno. Pero no hubo suerte; el cartero era un oso polar tan curioso que abrió el paquete y se tragó todas las pastillas.

Desde entonces, ya no se reparte el correo en Groenlandia, porque el oso polar todavía no se ha despertado, y encima, como era el único que sabía dónde vive el abejorro del frío, nadie nos puede dar noticias de cómo se encuentra. Lo único que podemos afirmar es que, mientras sigamos teniendo invierno todos los años, el abejorro del frío todavía sigue vivo.

Schubiger, J. y Hohler, F.

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De dónde vienen los nombres de los animales

La palabra «cocodrilo» viene del egipcio, y significaba: «¡Uf, te has vuelto a salvar por

los pelos!».

Al perro antiguamente se le llamaba «mano», porque tiene tantas patas como dedos

tiene una mano, o sea, cuatro o cinco, según se cuente el rabo del perro o se excluya el

pulgar de la mano.

Las garrapatas se llaman «garrapatas» porque tienen patas y con ellas se agarran.

El poni en realidad no se llama «poni», sino de una manera totalmente distinta. Su

nombre es tan largo y tan difícil de pronunciar que nadie se acuerda de él. Si alguien lo

recordara, todavía le llamaríamos por su nombre. Al poni solo se le llama «poni»

porque es más fácil, pero es incorrecto.

La vaca se llama «vaca» porque tiene aspecto de vaca. El gato se llama «gato» porque

se parece muchísimo a otros animales que se llaman así.

El gato al que llamaron «gato» hubiera preferido llamarse «ratón». Pero como el ratón

ya se llamaba así (por cierto, desde hacía mucho tiempo), el gato tuvo que seguir

llamándose así para que no hubiera confusiones.

Un niño y una niña descubrieron en el bosque un pájaro que no habían visto nunca

antes. Su pico era tan naranja que parecía una zanahoria.

-¡Míralo! -le dijo el niño a la niña, señalando al pájaro.

-¡Mírala! -le dijo la niña al niño, señalándolo también. A partir de ese día, llamaron al

macho «míralo» o «mirlo», y a la hembra «mírala» o «mirla».

El nombre «papagayo» viene del hindú y significa: «¡Espera a que termine de hablar!,

¿vale?».

El hombre es el único animal que no tiene nombre. En las lenguas antiguas, «hombre»

o «nombre, no-nombre» significaba: «sin nombre».

Schubiger, J. y Hohler, F

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ENTONCES HABÍA DIOSES

Los hombres y las mujeres no habían llegado aún cuando sucedió esta historia. El mundo era diferente. Pero ya el águila estaba allí. Sobre el gran manzano extendió las alas, los rayos de sol las bañaron de luz y pareció más poderosa. Levantó el pico hacia el cielo.

Allí, en el Jardín de las Hespérides, era feliz. Ella reinó en aquel paraíso durante muchos años. Pero cuando aparecieron los primeros humanos empezaron a cambiar las cosas. La ambición, las ganas de poseer, las ansias de poder destruyeron el paraíso que los dioses quisieron ocultar durante muchos años. Nunca entendió, ni aceptó la capacidad de los hombres y de las mujeres para destruir y matar. Eran capaces de inventar razones para poder hacer guerras y utilizar la desgracia y el sufrimiento para enriquecerse. La humanidad no entiende que la felicidad está en las pequeñas cosas.

No supieron encontrar el célebre manzano del Jardín de las Hespérides, aunque estaba allí, delante de sus ojos incrédulos.

Por aquel entonces el mundo se apoyaba en las inmensas espaldas de Atlante. Era poderoso como una montaña, fiero como un león, bello como un atardecer. El gran Atlante se paseaba con el mundo sobre los hombros y ponía su nombre a mares y a cordilleras. Ese era su andar por el Universo.

Sucedió que un día conoció a la bella Hesperia. Ella lavaba sus pies en el gran océano. Él quedó prendado y la persiguió hasta los confines del Universo, hasta que consiguió casarse con ella.

Fueron felices y de su unión nacieron las hijas, las Hespérides. Pero Atlante no quiso ver a las recién nacidas. Las arrojó de su lado, lejos de sí. Las niñas crecieron solas cada una en una isla, en aquellas Islas olvidadas del mar tenebroso. Más allá de los confines conocidos. Las solitarias Hespérides vivieron condenadas a cuidar el fabuloso jardín en el que florecían las más extraordinarias plantas y en el que deambulaban marañosos animales. En lo más umbroso y escondido del jardín crecía el famoso manzano. Cada vez que el sol salía o se ocultaba se podían ver las manzanas de oro macizo que col-gaban de él y que dejaban la isla envuelta en luz dorada. El árbol propor-cionaba la eterna juventud a quien probara una de sus frutas. Era un manjar prohibido a los humanos. Las Hespérides, para poder guardar bien las manza-nas de oro, contaban con la ayuda de un fiero dragón de siete cabezas, de piel escamosa, correosa, dura como los eslabones de una gruesa cadena, de aliento infernal y de fauces babeantes. Por suerte ningún humano ha encontrado el árbol en aquellas Islas de las Hespérides perdidas en el gran océano.

En las Islas quedan vestigios de aquel inmenso dragón.

En ellas encontramos los dragos, de hojas como púas despeinadas, de tronco rugoso, como formado por eslabones de cadenas viejas, retorcido por el dolor de metamorfosearse en vegetal.

Ernesto Rodríguez Abad

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DOS LAPICEROS

Un lápiz y un lapicero de color estaban discutiendo cuál de los dos era más importante. Para demostrar lo que sabía hacer, el lápiz dibujó una barca de remos, un velero, una balsa, una canoa y un transatlántico. El lapicero, que era de color azul, pintó el mar debajo de ellos.

Cuando los dos ya estaban cansados, sedientos y casi sin punta, el lapicero color dijo:

- Querido lápiz, dibújame un vaso para que pueda pintar agua dentro. Y el lápiz contestó: ¿Te importa si dibujo dos vasos?

Schubiger, J. y Hohler, F

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EL ÁRBOL QUE LLORABA

Era feliz, aunque no lo

parecía, pues el árbol Garoé,

que era un tilo muy frondoso, lloraba todas las noches,

lloraba todos los días.

Millones de lagrimitas

se reunían generosas

en su ejército de hojas

formando una hermosa copa

que lloraba...

¡Hip...! ¡Hip...! ¡Hip...!

Lloraba todas las noches,

lloraba todos los días.

La gente estaba contenta.

«¡Ja...! ¡Ja...! ¡Ja...! ¡Ja...!», decían, mientras que el agua llorada se

metía en los estanques, pozos y albercas que en la isla había.

Y nadie pasaba sed

en la isla pequeñita

porque el árbol Garoé,

aunque no lo parecía,

era muy feliz llorando.

¡Hip...! ¡Hip...! ¡Hip...! ¡Hip.

Llorando todas las noches,

llorando todos los días.

Isabel Medina

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EL CISNE QUE LADRA

En una noche de luna,

en una noche de paz,

por la laguna va y se desliza como una S de tiza

un ladrón con antifaz.

Todo el mundo está en su cucha

roncando en tono menor,

y nadie escucha

ni desconfía

porque un pato policía

monta guardia alrededor.

En el agua hay un tesoro

que de día no se ve:

pepitas de oro,

rayos de plata,

tesoro de algún pirata

que lo abandonó y se fue.

Viene armado el delincuente

de un mapa y colador.

Tranquilamente

por la laguna

roba toda la fortuna

con modales de señor.

Llega el pato policía

y diciendo cua cua cua

lo desafía

mas no lo atrapa,

que el cisne ladrón escapa

a toda velocidad.

Cuando aclare en la laguna

anda a verlo y lo verás:

de la fortuna

no quedan huellas

porque el cisne robó estrellas.

Nada menos, nada más

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El regalo

Al principio de los tiempos no había nada más que dos grajillas revolo-teando en la oscuridad.

Se querían tanto que quisieron hacerse un regalo.

¿Pero qué se podían regalar si no había nada?

Decidieron separarse, y regresar cuando cada una tuviera un regalo para la otra.

Tuvieron que irse muy, muy lejos, antes de volverse a encontrar.

Una de las grajillas traía una pequeña piedra en el pico y la otra un rayo de luz. Eso fue lo que se regalaron la una a la otra.

En cuanto el rayo de luz cayó sobre la piedra, esta empezó a brillar y se hizo tan grande que las dos grajillas se pudieron sentar encima.

Hasta ese momento, siempre habían estado volando, y era la primera vez que se podían sentar sobre algo.

Solo entonces se dieron cuenta de lo cansadas que estaban de revolotear por la Nada sin llegar a ningún lugar.

Se dijeron otra vez la una a la otra lo mucho que se querían y se murieron.

En cambio, la pequeña piedra creció y creció hasta que se convirtió en la primera estrella, y de ella, más tarde, surgieron todas las demás.

Schubiger, J. y Hohler, F

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EL REINO DEL REVÉS

Me dijeron que en el Reino del Revés

nada el pájaro y vuela el pez,

que los gatos no hacen miau y dicen yes, porque estudian mucho inglés.

Vamos a ver cómo es

el Reino del Revés.

Me dijeron que en el Reino del Revés

nadie baila con los pies,

que un ladrón es vigilante y otro es juez,

y que dos y dos son tres.

Vamos a ver cómo es

el Reino del Revés.

Me dijeron que en el Reino del Revés

cabe un oso en una nuez,

que usan barbas y bigotes los bebés,

y que un año dura un mes.

Vamos a ver cómo es

el Reino del Revés.

Me dijeron que en el Reino del Revés

hay un perro pequinés,

que se cae para arriba y una vez...

no pudo bajar después.

Vamos a ver cómo es

el Reino del Revés.

Me dijeron que en el Reino del Revés

un señor llamado Andrés

tiene 1530 chimpancés

que si miras no los ves.

Vamos a ver cómo es

el Reino del Revés.

Me dijeron que en el Reino del Revés

una araña y un ciempiés

van montados al palacio del Marqués

en caballos de ajedrez.

Vamos a ver cómo es

el Reino del Revés.

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EL TRANVÍA

El último tranvía que rueda todavía

se va, se va, se va. Qué lástima me da,

pues ya no volverá.

Por un caminito de aserrín

va el tranvía, tin tilín tilín.

Pide una manzana y no le dan

ni una esquina, tan talán talán.

Si un tranvía va por un jardín

se equivoca, tin tilín tilín.

Y si choca con un capitán paga multa, tan talán talán.

Si a un tranvía le brota un jazmín en el techo, tin tilín tilín,

Las hormigas cómo viajarán

De contentas, ta talán talán.

Si un tranvía toma naranjín

Se emboracha, tin tilín tilín.

Pero si un tranvía come pan

No se empacha, tan talán talán.

María Elena Walsh

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LA ISLA DE LOS CUENTOS

En un mar de chocolate nada una isla arrastrada por un

gigante que tiene unas cosquillas como una tormenta. En el centro

de la isla hay un volcán lleno de refrescos que escupe cubitos de

hielo cuando las sirenas tienen calor.

Es una isla increíble llena de árboles que producen libros de

todos los colores. Sobre ella vuelan peces que cantan como

jilgueros y osos que comen nubes de fresa.

Todos los días se ven cosas nuevas en ella. Una piedra que

flota, un tigre cocinero o una flor que huele a salchichas con tomate.

Pero lo más increíble de la isla, con ríos de miel y playas de

colores, son sus inolvidables habitantes.

Un pirata con miedo al mar construyó un barco en medio de la

isla. La niña con sueños de colores vive en ella cuando no tiene

colegio. También habitan allí el vampiro que inventó la crema

bronceadora, el hombre invisible y, cómo no, un hada que tenía una

tele con mando a distancia para ver todos los cuentos del mundo.

Allí vive, también, el hombre-lobo, pero no como te lo han

contado, Afeitado, depilado y bien trajeado. Dirige una tienda de

ropa elegante, justo al lado del bosque de cristal. En su interior,

tiene su dulce hogar el ogro que escribe poemas para amar.

Los introduce en botellas y los lanza al mar con la esperanza de

que le devuelvan la botella para reciclar.

Todos disfrutan cada día de las palabras que nadan, saltan y

vuelan por todos los rincones de la isla y que forman una gran nube

de camaleones que la hacen invisible a aquellos seres que no

tienen imaginación.

En la isla están prohibidos la guerra, la envidia, el hambre, el miedo y el aburrimiento. La única obligación que tienen sus habitantes es la de inventar cada día, por lo menos, una sonrisa, soñar y contar un cuento.

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LA ISLA FANTASMA

Voy a contarles la historia de una isla singular,

nacida de fuego y lava

desde el más profundo mar.

g Era curiosa y coqueta

y andaba aquí y allá,

igual se iba al norte que al azul inmensidad.

San Borondón,

no lo he dicho todavía,

era la isla fantasma,

la isla de la ilusión,

isla de la fantasía,

donde los sueños redondos

realidad se hacían.

Y aunque te cueste creerlo, no había desgracias ni guerras ni había contaminación,

San Borondón, ya lo dije,

es una isla ilusión.

Aniceto, su guardián,

un dragón peludo y verde,

la cuidaba sin cesar.

Y para que nadie turbara

la felicidad completa

de esta isla pequeñita

nacida para soñar,

ante algún peligro extraño

el dragón verde y peludo

le decía testarudo:

«Islita, islita mía,

escóndete ahora mismo dentro de la mar bravia».

Y San Borondón, contenta,

se sumergía al instante

y entre peces y sirenas

y caballitos de mar

bailaba una danza nueva

con el mismo dios Neptuno

que vivía muy contento,

es normal,

en un hermoso palacio

En lo más hondo del mar.

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La playa

Es increíble lo grande que es el mar.

Los primeros hombres que poblaron la Tierra nunca iban solos a la

playa, siempre preguntaban primero a los demás para ver si alguien les

acompañaba. Luego, se cogían de la mano y se acercaban juntos a la orilla.

-Por lo menos tenemos que ir diez para poder ver el mar -decían-. Uno

solo no lo consigue.

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La primera frase

Tuvo que pasar mucho tiempo antes de que el ser humano pudiera decir una frase entera con sentido.

Al principio, solo sabía palabras sueltas, y cada una tenía muchos significa-dos distintos. Así, por ejemplo, «cerdo» no significaba solo cerdo, sino

también: conejo, pájaro, mariposa, ratón, elefante y mosquito; «lago», además de lago, significaba: lluvia, río, agua, nieve, hielo y glaciar; y, cuando un hombre quería decir a una mujer que la quería, tan solo exclamaba: «¡Oooh!».

Pero un día, un hombre se enamoró de una mujer de largos cabellos negros, y estas pocas palabras dejaron de ser suficientes.

Se marchó de su cueva, se sentó encima de un peñasco y se pasó tres días con la cabeza en las nubes. Después, fue en busca de la mujer de los largos

cabellos negros, inspiró profundamente y dijo: «Me gustas». La mujer enseguida supo a qué se refería, y como también le quería, le dio la mano y se quedó con él.

La frase corrió de boca en boca como un vendaval. Ahora, siempre que se encontraban dos desconocidos, se miraban fijamente a los ojos hasta que uno de ellos se acercaba al otro y le decía: «Me gustas».

Por eso, con estas dos palabras se podían decir cosas tan distintas como

darse la mano, amor, bienvenido o incluso paz.

En cierta ocasión, un hombre con un hacha de piedra llegó hasta la cueva del hombre que inventó la frase, y que con el paso de los años se había con-vertido en un anciano.

Este le dijo a su mujer de largos cabellos negros, que ahora eran blancos, que esperara dentro, salió de la cueva y miró al extraño a los ojos. Entonces se acercó a él y le dijo: «Me gustas».

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Las estrellas

Hace mucho tiempo, cuando la Madre Tierra todavía ensayaba la Creación, los

hombres tenían flores en la cabeza. Aunque quedaban muy bonitas, sobre todo

en primavera, cuando todos se paseaban con un pequeño prado multicolor

encima, a las abejas les encantaban las flores. Así que los hombres, además de

llevar prados en la cabeza como si fueran sombreros, tenían que "aguantar todo

el día un enjambre de abejas zumbando a su alrededor, y por si esto fuera poco,

un simple movimiento en falso y, ¡paf!, se les echaban todas las abejas encima

para picarles. Era un fastidio, pero un fastidio de verdad, por eso los hombres se

quejaron a la Madre Tierra.

-Tenéis razón -dijo-, no fue muy buena idea.

Les arrancó las flores de la cabeza y las lanzó al cielo con toda su fuerza. Allí se

quedaron, y desde entonces brillan sobre la Tierra, y las conocemos como

estrellas.

Los tallos sin flores que les quedaron a los hombres en la cabeza se

convirtieron en el pelo.

Hoy en día, todavía se dice que la gente calva, aunque no

sepa muy bien por qué, es a la que más le gusta mirar las estrellas.

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MÁS ALLÁ

Quisiera ser astronauta

y viajar al más allá

Más allá de las estrellas...

más allá.

¡Big Bang! ¡Big Bang...!

Dicen que en el universo

hubo un día una explosión.

«¡Big Bang...! ¡Big

Bang...!»,

gritó el infinito

y nació el espacio y el

tiempo.

¡Big Bang...! ¡Big Bang...!

y nacieron las galaxias

y estrellitas a montones

y nubes alborotadas

y gases de mil colores.

Y se formó la materia

de electrones y protones.

«¡Big Bang...! ¡Big Bang...!»,

«¡Qué estallido! —dijo el

Sol—.

Acabo de nacer

y no respetan mi sueño,

y ni siquiera mi siesta.

Seguro que ahora mismo

se forma el planeta Tierra».

Y así fue...

Los años por mil millones

se juntaron todos juntos

y nació esta hermosa bola

que llamamos...

¡nuestro mundo!

Por eso yo quiero ser

astronauta

y viajar al más allá.

Más allá de las estrellas...

más allá.

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MARILIN BOMBÍN

Marilín Bombín

quería ser bom... bom... bombera.

Odiaba a los pirómanos,

pirócatos, piráticos, puréticos...

porque Marilín Bombín

quería ser bom... bom... bombera.

Asustó al fuego con una larga

manguera y con un enorme

casco tapó su cabellera.

Escribió un ultimátum con su letra

a los pirómanos, pirócatos,

piráticos, puréticos...

que andaban sueltos por la tierra.

Porque Marilín

Bombín

quería ser bom... bom...

bombera,

Y cuentan las historias excelentes

que nunca hubo

un incendio entre sus gentes.

Bañaba con agua de la lluvia

todo el día

a los pirómanos, pirócatos,

piráticos, puréticos...

que un fuego cualquiera prendían.

Porque...

Marilín Bombín

quería ser bom... bom... bombera.

Isabel Medina

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MI AMIGO ISAAC

Cuando la tarde se acuesta

y la noche extiende su manto

cuajado de estrellas,

que tienen la manía,

todas ellas,

de dormir durante el día,

yo pienso en mi amigo Isaac,

que es un amigo muy especial.

No juego con él porque se duerme

en las teclas de un piano de verdad.

Él duerme y yo, despierta,

sueño con verlo tocar.

¿Qué edad tienes, Isaac?

¿Cuatro años? ¿Diez años? ¿Diez

más?

¿Cuántos necesitas para que sepan

que de verdad eres genial?

Eso dice mi papá.

Dice que eras un gran aventurero

y que quisiste dar la vuelta

al mundo entero.

Que les tocabas

sonatas a las olas

mientras bailaban

Y que las sirenas asombradas

Empezaban a cantar...

¡ De verdad que eras genial

Eso dice mi papá

.

Isabel Medina

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El regalo

Al principio de los tiempos no había nada más que dos grajillas revolo-teando en la oscuridad.

Se querían tanto que quisieron hacerse un regalo.

¿Pero qué se podían regalar si no había nada?

Decidieron separarse, y regresar cuando cada una tuviera un regalo para la otra.

Tuvieron que irse muy, muy lejos, antes de volverse a encontrar.

Una de las grajillas traía una pequeña piedra en el pico y la otra un rayo de

luz. Eso fue lo que se regalaron la una a la otra.

En cuanto el rayo de luz cayó sobre la piedra, esta empezó a brillar y se hizo tan grande que las dos grajillas se pudieron sentar encima.

Hasta ese momento, siempre habían estado volando, y era la primera vez

que se podían sentar sobre algo.

Solo entonces se dieron cuenta de lo cansadas que estaban de revolotear por la Nada sin llegar a ningún lugar.

Se dijeron otra vez la una a la otra lo mucho que se querían y se murieron.

En cambio, la pequeña piedra creció y creció hasta que se convirtió en la

primera estrella, y de ella, más tarde, surgieron todas las demás.

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OJOS

Hubo un tiempo en el que todas las cosas tenían ojos, incluso las piedras, el agua y el musgo. Y también las cabras, y las cacas de las cabras, que por

eso todavía hoy son redondas. Todo tenía ojos, todo estaba hecho para mirar, pero no para ser visto.

Fue entonces cuando salió el Sol por primera vez. Su luz era tan luminosa que todos los ojos se cerraron, y la mayoría quedaron así para

siempre. Sin embargo, los ojos de los animales y de los seres humanos volvieron a abrirse. Parpadearon. Se dieron cuenta de que podían ver, aunque no sabían lo que veían.

Todo estaba abarrotado de cosas. Algunas no paraban de moverse entre

las que estaban quietas, y los ojos las intentaban seguir con la mirada. ¡Qué jaleo! Solo de verlo casi te ponías malo. Trompas, hocicos y picos, patas y pezuñas... Y verde por todas partes, verde, verde, verde: un aleteo agita el aire, la luz centellea entre las sombras.

Resumiendo: lo que los ojos de los animales y de los hombres vieron cuando el Sol salió por primera vez era un enorme revoltijo. ¿Quién iba a poner cada cosa en su lugar?

Hubo un tiempo oscuro en el que todo tenía ojos. Quedan vestigios de esa época que lo atestiguan: los ojos de las plumas de los pavos reales, los ojos de gallo que nos salen en los dedos de los pies y los ojos de grasa que nadan en la sopa.

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TWIST DEL MONO LISO

¿Saben, saben lo que hizo

el famoso Mono Liso?

A la orilla de una zanja

cazó viva una naranja:

¡Qué coraje, qué valor!

Aunque se olvidó el cuchillo

en el dulce de membrillo,

la cazó con tenedor.

A la hora de la cena

la naranja le dio pena.

Fue tan bueno Mono Liso

que de postre no la quiso.

El valiente cazador

ordenó a su comitiva

que se la guardaran viva

en el refrigerador.

Mono Liso en la cocina,

con una paciencia china,

la domaba día a día:

la naranja no aprendía.

Mono Liso, con rigor,

al fin la empujó un poquito,

y dio su primer pasito

la naranja, sin error.

La naranja, Mono Liso

la mostraba por el piso.

Otras veces, de visita

la llevaba en su jaulita.

Pero un día entró un ladrón.

Se imaginan lo que hizo.

El valiente Mono Liso dijo:

—¡Ay, qué papelón!

A la corte del rey Bobo

fue a quejarse por el robo.

Mentiroso el rey promete

que la tiene el Gran Bonete.

Porque sí, con frenesí,

de repente dice Mono:

—¡Allí está, detrás del trono,

la naranja que perdí!

Mas la Reina dice:

—Ojo, que yo tengo mucho antojo

de comer una ensalada

de naranja amaestrada.

Mono Liso contestó:

—Comerá cuando usted quiera

tres sandías y una pera,

pero mi naranja, no.

Y la Reina sin permiso

del valiente Mono Liso

escondió en una sopera

la naranja paseandera.

Mono Liso la salvó,

pero a fuerza de tapioca

la naranja estaba loca

y este cuento se acabó.

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VOY A CONTAR UN CUENTO

Voy a contar un cuento.

A la una, a las dos, y a las tres: Había una

vez.

¿Cómo sigue después?

Ya sé, ya sé.

Había una casita,

una casita que...

Me olvidé.

Una casita blanca,

eso es,

donde vivía uno

que creo era el Marqués.

El Marqués era malo,

le pegó con un palo

a... No, el Marqués no fue.

Me equivoqué.

No importa. Sigo. Un día

llegó la policía.

No, porque no había.

Llegó nada más que él,

montado en un corcel

que andaba muy ligero.

Y había un jardinero

que era muy bueno pero.

Después pasaba algo

que no recuerdo bien.

Quizás pasaba el tren.

lejos de allí,

la Reina en el Palacio

jugaba al ta te ti,

y dijo varias cosas

que no las entendí.

Y entonces...

Me perdí.

Ah, vino la Princesa

vestida de organdí.

Sí.

Vino la Princesa.

Seguro que era así.

La Reina preguntóle,

no sé qué preguntó,

y la Princesa, triste, le contestó que no.

Porque la Princesita

quería que el Marqués

se casara con ella

de una buena vez.

No, no, así no era,

era al revés.

La cuestión es que un día, la Reina que

venía

dio un paso para atrás.

No me acuerdo más.

Ah, sí, la Reina dijo:

—Hijita, ven acá.

Y entonces no sé quién.

Mejor que acabe ya.

Creo que a mí también

me llama mi mamá.

La Reina preguntóle, no sé

qué preguntó, y la

Princesa, triste, le

contestó que no.

Porque la Princesita quería que el

Marqués se casara con ella de una

buena vez. No, no, así no era, era al

revés.

La cuestión es que un día,

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la Reina que venía

dio un paso para atrás.

No me acuerdo más.

Ah, sí, la Reina dijo:

—Hijita, ven acá.

Y entonces no sé quién.

Mejor que acabe ya.

Creo que a mí también

me llama mi mamá.

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A VOZ EN CUELLO

Contra viento y marea,

con el alma en un hilo

entre luces y sombras, amo la libertad.

Contra el frío y la nieve,

con un puñal clavado

entre el pecho y espalda,

amo la libertad.

Contra cepos y rejas,

con la pena insepulta

entre espinas y lágrimas,

amo la libertad.

Contra el agua y el fuego,

con un trozo de júbilo

entre dientes y muelas,

amo la libertad.

Contra pitos y flautas,

con tu mano en la mía

entre trinos y trenos,

amo la libertad.

Contra penas de muerte,

con la risa de un hijo

entre tiros de gracia, amo la libertad.

Contra todo pronóstico,

con el cuerpo dormido

entre sábanas blancas,

amo la libertad.

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ALONDRA DE LA HIERBABUENA HERIDA

Que corran pronto doctores,

que no se tarden, que vengan,

que una oruga le ha picado

el tallo a mi hierbabuena

y se me muere de olor

de los pies a la cabeza.

Ve y tráelos en volandas,

aire de piernas ligeras

que te lo piden por mí

la salvia y la madreselva.

No le des tiempo a afeitarse

ni a mirarse las muñecas

a ver si el día ha salido

por su reloj de pulsera.

Que todas sus verdes hojas

se están poniendo muy yertas

y sus lamentos me están

doliendo en las venas.

Decidles que se ha prestado

el incienso y la alhucema

a una transfusión de aromas,

si el caso lo requiriera.

Decidles que vengan pronto

a curar mi hierbabuena,

que todo el campo está triste

llorando a su mejor hierba.

Que si se muere, este año

no saldrá la primavera,

ni se casará la alondra,

ni celebrarán su fiesta

los dragos y los arroyos,

los lirios y las hogueras.

Que corran pronto doctores,

que no se tarden, que vengan,

que ya sus hojitas verdes

se están muriendo en mis venas.

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ALONDRA DE LA NIÑA DISTRAÍDA

Que sí, que sí te lo di.

Estaban, niña, delante

la rosa y el alelí.

Puedes también preguntarle

a la espiga de la fuente

y al girasol de la tarde.

¡Qué extraño que no recuerdes

que te lo puse en el dedo,

sentaditos en el césped!

Yo, en cambio, sí que me acuerdo.

La noche anterior habías

tenido un hermoso sueño:

paseabas por la pista

del anillo de Saturno,

dulce como una sonrisa.

Oyéndote, se nos puso

la boca de caramelo,

pero a mí más que a ninguno.

Y todavía te veo

con la melena dorada

llameando sobre el hielo.

Debías estar tan blanca

como una fría azucena.

Tú no te acuerdas de nada:

ni de anillos, ni de pulseras,

ni del collar de marfil:

tienes memoria de arena.

La rosa y el alelí

sí que se acuerdan de todo,

hasta el beso que te dí

de puntillas en tus ojos.

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ALONDRA DE LA NUBECILLA MIMOSA

Tan transparente

como un perfume,

cielos arriba

se alza una nube.

Usa rosadas

faldas de seda

con una blusa

de primavera.

Lleva una blanca

rosa en la mano,

medias de gasa,

tacones altos.

Un pajarillo,

vuela que vuela,

«Adiós, preciosa»,

le dijo al verla.

La nubecilla

se puso roja

como el corpiño

de una amapola.

Más tarde, un cuervo

muy vejestorio

llamóla fea

con grito ronco.

Y en el momento

que oyó decirlo,

endurecióse

como un granizo.

Cayó en otoño

sobre un jardín

y amarillóse como el marfil.

Después, el agua

se puso verde

como una rana

sobre el césped.

Y un jardinero

que la pisara,

de tan rabiosa

quedóse blanca.

Y porque oyóse

decir pesada,

se hizo una leve

bruma de nácar.

Fuése a los aires,

volvióse lluvia,

de allí granizo

y otra vez bruma.

Y, por mimosa,

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Quedóse entonces

tan fría y muda,

que en llanto amargo

rompió de lluvia.

Un vientecillo

murmurador

dijóle blanda

de corazón.

por tan difícil,

quedóse en nube

siendo arco iris.

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ALONDRA DE LAS LETRAS CASTIGADAS

Una tarde se escaparon

del colegio cinco letras,

las cinco letras vocales,

risas y llantos de seda.

Se pusieron a jugar

en el jardín de la escuela

y jugaron a los novios,

con las flores por parejas.

La «a» le dio el corazón

a un fino croto gris perla.

Se puso la «e» a reñir

con un dondiego cualquiera.

La «o» le ciñó los brazos

a un gladiolo de maceta.

Y la «i» se divertía

con una sosa camelia.

Porque asustaba a las flores,

la «u» se quedó soltera.

En esto, salió a buscarlas

—ira y puños— la maestra.

Sus labios eran tan rojos

y tan espesas las cejas,

predestinada a sufrir

dentelladas de merienda.

La «e», ovillada en el suelo,

se hizo la ovejita muerta.

La «u» levantó los brazos

desnudos de la clemencia.

Las florecillas del patio

se quedaron boquiabiertas

al ver cómo castigaban

a sus amigas las letras.

No comprendían ni jota

de lo que allí sucediera:

los claveles eran mudos,

las rosas, analfabetas.

A todas las fue poniendo

de rodillas la maestra,

con los brazos extendidos

y una cesta en la cabeza.

La sonrisa de la «a»

llegaba de oreja a oreja.

Y, guiñando picardías,

la «i» sacaba la lengua,

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que las flores se quedaron

más pálidas que la cera.

La «i» fue vista y no vista,

y, sin poner mano en ella,

de un brinco, subióse al agua

del surtidor de la escuela.

Y era, subida en lo alto,

burla de cristal su lengua.

La «o» se escondió en el vientre

de una pera sanjuanera

rayando en el mapamundi

los senos de la maestra.

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ALONDRA DEL AVIÓN EN VUELO

(Míralo aquí.)

No se le ven las orejas

porque las tiene escondidas;

pero su voz es de trueno

y su alma de gasolina.

(Míralo aquí.)

Es oscuro como un mirlo

de la cabeza al timón;

pero le brilla la cresta

si vuela mirando al sol.

(Míralo allí.)

No puede cerrar las alas

ni posarse en la arboleda;

pero tiene más arrullos

que un palomo en primavera.

(Míralo allí.)

Deben construirle un nido

tan grande como una casa;

pero volar no podrá

dentro de ninguna jaula.

(Míralo allá.)

Si toca la nube blanca

será gusano de seda;

pero él no tuerce su rumbo,

suceda lo que suceda.

(Míralo allá.)

Mirándolo de muy cerca

es un pájaro mayor;

pero viéndole tan lejos

no es más que un gran cigarrón.

(Ya no se ve.)

¡Y con qué pena lo mira,

desde su verde limón,

la dulce pájara pinta

toda encendida de amor!

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ALONDRA DEL MIRLO Y CIRUELO EN FLOR

No me digas que te quiera,

que ayer dijiste lo mismo

al brezo y la madreselva.

Pierdes el tiempo conmigo:

a mis estrellas de nieve

no le hacen falta tus trinos.

Y, aunque sin alas me quede,

no encontrarás en mis brazos

una rama que te espere.

Sé lo que vienes buscando:

lucir tu traje de noche

sobre mis hombros nevados.

No son, mirlo, tus canciones

las que verán mi desnudo

desabrochado de flores.

Antes me quede sin fruto

que inmolar mis risas blancas

a pico tan inseguro.

Sigue a mentir en volandas

a otros árboles lejanos

que crean en tus palabras.

En mí no vengas buscando

amor para un alto nido.

Ni pretendas que te quiera,

que ayer dijiste lo mismo

al brezo y la madreselva.

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EL MARINERO TENÍA

El marinero tenía

lleno de salitre el pecho.

Por eso como ninguno

tanto corría el velero.

Una novia en Buenos Aires

después tuvo el marinero.

Por eso tanto corría

hacia América el velero.

El marinerito tuvo

una novia en cada puerto.

Por eso tanto las calmas

caían sobre el velero.

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EN EL TAPETE DEL MAR

En el tapete del mar

el cielo con sus estrellas

está jugando a los dados.

Y el faro sigue en sus trece

guiñando el ojo a los barcos.

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GOMERA

A cara o cruz he lanzado

a la mar una moneda;

salió cuna y nací yo:

cuna o concha es La Gomera.

Súbete al roque más alto,

silba con todas tus fuerzas

hacia atrás, hacia la infancia,

a ver si el eco recuerda

las bordadas camisillas

que abrigaron mi inocencia.

Sílbame más, mucho más,

que oiga las primeras letras

del alba silabeando

los renglones de mis venas.

Silba, silba sin cesar,

y tráeme la escopeta,

los caballitos de caña

con sus bridas y cernejas,

el croar de los barrancos

y las palmas guaraperas.

Silba, silba sin descanso,

hasta llamar a la puerta

de los que en lucha cayeron

con la rebeldía a cuestas.

Sílbame el Garajonay,

que va siempre sin pareja

bailando el santodomingo

camino de las estellas.

Sílbame el rítmo de fuego

con que danzan tus hogueras

dando a la noche madura

la juventud de doncella.

Sílbeme el faro sus luces,

los alfileres que vuelan

a hundirse en el acerico

redondo de las tinieblas.

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Sílbame la sal y el agua,

sílbame el pan y las penas,

y la libertad que amamos

sílbala a diestra y siniestra.

Cierto que no morirás,

mas si algún día murieras

entra en el cielo silbando

y silbando pide cuentas

de por qué te condenaron

a soledades perpetuas.

Y ahora silba más hondo,

silba más alto y sin tregua,

silba un paloma blanca

que dé vuelta a la tierra.

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HOY HA VENIDO EL BARQUITO

Hoy ha venido el barquito.

Hasta las bordas, el mar.

Todos los marineritos

en un pantano de sal.

Tenían tatuajes lindos

en las muñecas morenas:

áncoras, peces, barquitos

hechos con granos de arena.

Hoy ha venido el barquito

casi enterrado en el mar.

Todos los marineritos

hablaban de usted a la sal.

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LA TARDE ESTABA SENTADA

La tarde estaba sentada

con su sombrilla de seda

en la arena de la playa.

El sol le hablaba de amores.

La tarde no contestaba.

Una barquilla le dijo:

—Contigo, ¡qué dulce el agua!

Y todo el mar fue de azúcar.

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LA LAGUNA

Yo me he subido hasta aquí,

yo, verode, a los tejados,

para poner a la altura

de la ciudad todo el campo.

Y no es que quiera evadirme

de la amistad del arado

por codearme con torres,

veletas y campanarios,

que es mi savia la que enciende

los populares geráneos,

la ternura de la hierba

que cubre el vientre del barro

y las tierras de labor

donde sonríe el trabajo

mirándose en el espejo

de los frutos y los granos.

Campesina es mi raíz,

pero mi traza es de hidalgo

y amo estas calles, las quiero

con todos mis verdes altos,

estas calles que se alejan

hacia los silencios mansos

Tal San Roque. Su recuerdo

aún me sangra en el costado.

Fue hermano mío: el primero

que abrió mis ojos al llanto

a quien una piedra en forma

de cruz sostiene en los brazos.

Pero yo no soy tristeza

ni caracol ermitaño,

sino antena que trasmite

ese abierto abecedario

de letras vivas y hojas

que pone en pie cada árbol

para que sea la urbe,

más que un mármol de basalto,

el corcel en el que viaja

el pensamiento a caballo.

Yo no miro sobre el hombro

a los que van paso a paso

pastoreando silencios,

crepúsculos y rebaños.

Y cuando toda la vega

entra en mis lares bailando,

y sus aperos y frutas

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que se duermen en la frente

del buey redondo del llano.

Por estas calles yo he ido

con mis libros bajo el brazo,

desde las ágiles aulas

al lento Camino Largo,

de las fuentes del Derecho

a la ecuación de los pájaros

y del trino de una flor

al seno de un corolario,

siempre por mi soledades

y sueños nunca alcanzados.

De aquí contemplo los cerros

que me custodian los flancos,

mis cerros como carretas

inmóviles: son mis barcos,

esos barcos que tripulan

lluvias y vientos descalzos

aunque a veces vaya en ellos

a pena de contrabando.

se entrañan en mi regazo,

y cada calle da a la luz

mieses, carretas, ganados,

en el río de colores

que es la progenie del agro,

el corazón en el pecho

me salta como un muchacho.

Únicamente lo saben

los que miran a lo alto.

Y me siento muy feliz presidiendo los tejados

de mi Laguna del alma

-nidal, simiente, cenáculo-

belén de sabiduría

que da nacimiento al campo.

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NANA DE UNA ISLA

Ella había nacido para el mar.

Las curvas de su espalda,

desde muy pequeñita,

tenían cumpleaños de olas.

Se despertaba

con rumores de playa en los costados,

con sus cabellos de alga en las arenas

y el pez de la sonrisa

nadándole los labios.

Crecíase hacia adentro,

hacia sus libertades submarinas,

que tomaban el sol abriéndole los ojos

en tirones de sueños y resacas.

Un día se fue al mar:

iba llorando soledades.

Una lágrima fue su salvavidas.

De ella tomó volcán, intimidad y contorno.

Y se quedó flotando entre las aguas.

Ahora es una isla que llaman Tenerife.

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NAVEGAR

Navegar. Navegar. Navegar.

Enhebrar en los ojos

todos los horizontes de la mar.

Navegar. Navegar.

Tener un muestrario

de todas las olas del mar.

Navegar.

Ser liquen hinchado de mar

en el mar.

Navegar.

Navegar.

Navegar.

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POR UN SENDERO SALADO

Por un sendero salado,

camina que te camina,

en un caballo de mar,

amazona una sardina.

En el puñal de su vientre,

un peto de plata viva.

Y en las aletas, las riendas

de una seda submarina.

Por un sendero salado,

camina que te camina,

hacia el reino de las algas,

amazona una sardina.

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TÍRAME LA OLA

Tírame la ola,

tírame la sal,

tírame tus labios

que son de coral.

Tírame en la arena,

tírame en el mar,

tírame en tus labios

que son de coral.

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… Y POR LA TARDE

…Y por la tarde, las torres,

las chimeneas, las casas,

van de paseo, en sus sombras,

para bañarse en la playa,

y columpiarse en las olas

y aprender nuevas sonatas.

Y después, de mañanita,

y como siempre: descalzas,

se estiran por el paisaje,

se suben a las montañas,

para contarle las cosas

que aprendieron en las aguas.