Prologo Para Traduccion Catalana Del Capital M. Sacristan Luzon (1)

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  • 7/25/2019 Prologo Para Traduccion Catalana Del Capital M. Sacristan Luzon (1)

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    Tras finalizar sus estudios de posgrado en el Instituto de Lgica y Fundamentos dela Ciencia de la Universidad de Mnster (Westfalia), Manuel Sacristn Luzn

    (1925-1985) inici su militancia en el PCE-PSUC en la primavera de 1956.Probablemente sera entonces cuando se adentrara por vez primera en las pginasdel gran clsico marxiano. Pero fue a principios de los aos setenta, al iniciar sustrabajos de direccin de la traduccin castellana de la MEW con el ttulo de OME(Obras de Marx y Engels) para Crtica-Grijalbo, cuando estudi en profundidad lagran obra de madurez de Marx. Sacristn tradujo, anot y present los libros I y IIde El Capital y dej a medias la traduccin del tercero. La edicin de las OME seinterrumpi por dificultades editoriales, ausencia de ventas. Las huellas de esteminucioso estudio del clsico son manifiestas en tres de sus grandes escritos: Eltrabajo cientfico de Marx y su nocin de ciencia (Sobre Marx y marxismo, Icaria,

    Barcelona, 1983, pp. 317-369), Karl Marx como socilogo de la ciencia(Lecturas de filosofa moderna y contempornea, Trotta, Madrid, 2007, pp. 217-265, edicin, presentacin y anotacin de Albert Domingo Curto) y Algunos atis-bos poltico-ecolgicos de Marx (Pacifismo, ecologismo y poltica alternativa,Icaria, Barcelona, 1987, pp. 139-150, edicin al cuidado de Juan Ramn Capella,reeditado por Pblico en 2009). Reincorporado a la Facultad de Econmicas de laUniversidad de Barcelona en el curso 1976-77 tras la muerte del dictador golpistacomo profesor de Metodologa de las Ciencias Sociales, fallecida su primera espo-sa-compaera Giulia Adinolfi en febrero de 1980, Sacristn imparti dos cursos deposgrado en la UNAM en el curso 1982-83. Fue entonces, en Mxico DF, cuando

    escribi este prlogo a la edicin catalana de El Capital, en publicacin conjuntade Edicions 62 y la Diputacin de Barcelona y con traduccin de Jordi Moners. Eltexto est fechado el 1 de mayo de 1983. No fue la nica vez que utiliz esta refe-rencia a la jornada de lucha, fiesta fraternal y recuerdo de los trabajadores y traba-jadoras de todo el mundo. Las notas a pie de pgina del texto pertenecen al editor.

    La aparicin de esta traduccin catalana de El Capital puede parecer intem-pestiva. El libro sale, en efecto, alrededor de un siglo despus de que empeza-ra a estar presente en la vida social y cultural de Catalua; y, adems, en un

    momento que no se puede considerar de mucho predicamento de la obra de suautor, sobre todo en comparacin con lo que ocurra hace quince o veinte aos.

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    MANUEL SACRISTN LUZN

    Prlogo para la traduccincatalana de El Capital (1983)

    Nota de edicin a cargo de Salvador Lpez Arnal

    de relaciones ecosociales y cambio globalN 130 2015, pp. 181-185

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    Es obvio que la primera circunstancia tiene mucho que ver con los obstculos con queha tropezado la cultura superior catalana durante estos cien aos, desde los de lejana razhistrica hasta los particularmente difciles que levant el franquismo. Desde el punto de

    vista de esta consideracin, la publicacin de El Capital en cataln, como la de cualquierotro libro clsico, es una buena noticia para todos los que se alegran de que los pueblos ysus lenguas vivan y florezcan.

    La segunda circunstancia el hecho de que este libro aparezca en cataln en un momen-to que no es de los ms favorables para l puede facilitar una buena lectura. Esto no tienemucho de paradjico: cualquier libro y cualquier autor pagan el hecho de estar muy de modacon una simplificacin ms o menos burda de su contenido o con versiones apologticasdemasiado estilizadas. Es posible que slo a este precio la obra influya extensamente: por

    eso nadie es dueo de sus propias influencias. En el caso de El Capitaltodo esto adquiereproporciones grandes y reales. Y, puesto que gris es toda teora y verde el rbol de lavida, seguramente es ms jugoso el caos de la influencia prctica de las lecturas dudosaspropias de las pocas de xito de una obra que el fruto de una lectura tranquila, relativa-mente fcil en una situacin de escasa accin social de las ideas ledas.

    En cualquier caso, el lector de El Capitalpuede beneficiarse hoy de la conclusin de laspolmicas de los aos sesenta y setenta acerca de la posicin y la importancia de este libro

    en la obra de su autor. Hoy debera estar salomnicamente claro, por una parte, que ElCapitales la obra mxima de la madurez de Marx (como, tal vez innecesariamente, lo pro-clam con gran nfasis Louis Althusser) y, por otra parte, que El Capital no es toda laEconoma planeada por su autor, ni lo habra sido aunque Marx lo hubiera terminado(como no menos insistentemente lo ense Maximilien Rubel en las polmicas aludidas).

    Pero quiz no haya que hacerse ilusiones acerca de la superacin definitiva de polmi-cas causadas por lecturas unilaterales de Marx impregnadas de intereses ideolgicos o pol-ticos. Tal vez ni siquiera se haya acallado para siempre la disputa acerca de la relacin entre

    el Marx joven y el Marx maduro, que presidi la literatura marxolgica de los ltimosdecenios y en cuyo marco se inscribieron las tomas de posicin de Althusser y Rubel. Laverdad es que toda persona hecha a criterios acadmicos de discusin tiene motivos paraconsiderar resuelta esta vexatam quaestionem. Pero no se puede decir lo mismo de los queleen a Marx con el deseo de encontrar en l argumentos, o, por lo menos, palabras en queapoyar tesis polticas propias. As, por ejemplo, bajo el betselleriano ttulo de Adis al pro-letariado,1 Andr Gorz ha publicado recientemente unos escritos que, en lo que tienen deexgesis de Marx, utilizan lneas de pensamiento del autor procedentes de pocas diferen-

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    1 Entre la documentacin de Manuel Sacristn depositada actualmente en la biblioteca de la Facultad de Economa y Empresade la Universidad de Barcelona, pueden consultarse sus anotaciones crticas sobre esta obra de A. Gorz.

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    tes de su desarrollo y aparentemente discordes, sin trabajar el problema histrico y textualque plantea esta situacin. Parecera que esto no fuera posible en Francia despus del PourMarx [La revolucin terica de Marx] y el Lire le Capital[Para leer El Capital] de Althusser,

    pero lo es.

    Sin embargo, a pesar de la aparente inmortalidad de este asunto de los dos Marx eljoven y el maduro, el filosfico y el cientfico, es razonable pensar que se trata de un asun-to mucho menos importante para el futuro de lo que ha sido en el pasado reciente. Pues lasreconstrucciones del pensamiento marxiano unilateralmente basadas en uno u otro de losdos Marx estn en peligro de no or siquiera los interrogantes nuevos que una nueva pocadel desarrollo de las fuerzas productivas va a dirigir a la lectura de Marx. 2

    En efecto, prescindiendo de la caducidad de tesis particulares de Marx, la historia recien-te y las anticipaciones hipotticas del futuro prximo coinciden en quitar verosimilitud a lahiptesis marxiana acerca de la funcin del desarrollo de las fuerzas productivas materialese intelectuales en su modelo de revolucin socialista.

    La acentuacin unilateral de la importancia del Marx maduro el Marx de El Capitaly desus borradores, de la fase de su vida que empieza en 1857 y dura hasta sus aos ltimos,con desprecio de la obra anterior a esa fase, se apoya decisivamente en la objetividad de

    las leyes histricas, centradas en ltima instancia en torno a la creciente contradiccinentre las fuerzas productivas y las relaciones de produccin de una poca de crisis. Ahorabien, ciertas consideraciones bastante obvias tienden a desbaratar este modelo por lo quehace a la crisis de nuestros das, o, por lo menos, a la prediccin que a este respecto enun-cia la vulgata marxista. Los textos de Marx sugieren desde 1848 que su autor crea que lasfuerzas productivas entonces operantes estaban entrando en contradiccin con las rela-ciones de produccin capitalistas y que la resolucin de esa contradiccin3 slo poda serel socialismo. Una lectura lo ms literal posible de esos textos permite salvar el modelo te-rico general marxiano (pues sin duda se puede entender el florecimiento de las sociedades

    annimas industriales y financieras como la revolucin de las relaciones de produccin reso-lutoria de la contradiccin con el desarrollo de las fuerzas productivas sealada por Marxen aquellos aos), pero no su prediccin socialista.4 Esto mismo ocurre hoy, pero todava

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    Prlogo para la traduccin catalana de El Capital(1983)

    2 Sobre este punto y su nocin de fuerzas productivo-destructivas, vase uno de sus artculos ms celebrados: M. Sacristn,Qu Marx se leer en el siglo XXI?, Pacifismo, ecologismo y poltica alternativa, Icaria, Barcelona, pp. 123-129.

    3 El entrecomillado de contradiccin seala un uso no lgico-formal, equivalente a contraposicin, oposicin, choque, enfren-tamiento. Vase M. Sacristn, Sobre dialctica, El Viejo Topo, Barcelona, 2009.

    4 En una entrevista de 1983 con la revista mexicana Dialctica (ahora en De la Primavera de Praga al marxismo ecologista.Entrevistas con Manuel Sacristn Luzn, Los libros de la Catarata, Madrid, 2004, pp. 147-178, edicin de F. Fernndez Buey

    y S. Lpez Arnal), sealaba: Reconozco que reflexiones anlogas del viejo Marx la carta a Vera Sassulich o la carta aEngels sobre los ferrocarriles me han abierto el camino para pensar que no hay contradiccin referente a la accin del des-arrollo de las fuerzas productivo-destructivas, y una concepcin poltica socialista que no confe ciega e indiscriminadamen-

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    ms demoledoramente para la prediccin marxiana, porque las fuerzas productivas cuyodesarrollo caracteriza nuestra presente civilizacin no han sido ni soadas por Marx, pero,a pesar de ello, la prediccin del inminente paso al socialismo no es ms verosmil que

    en 1848. Esta consideracin quita mucho atractivo al marxismo teoricista, objetivista y cien-tificista, basado en el Marx maduro, que predomin en el marxismo de los pases capita-listas durante los aos sesenta y setenta. Aquella lectura de Marx tena graves defectosinternos principalmente la incoherencia entre su cientificismo y la inspiracin hegeliana,presumiblemente ignorada por sus protagonistas, de su infalibilismo y objetivismo histrico,pero sin duda es la evolucin poltica y econmica ocurrida desde entonces lo que ms ladesacredita. Por lo dems, ese teoricismo marxista se vea obligado a despreciar no solo laobra del Marx joven, del que tanto se discuta, sino tambin la del menos ledo Marxviejo, el cual haba escrito categricamente, en una carta hoy clebre a la revolucionaria

    rusa Vera Sassulich, que sus tesis de El Capitalse referan exclusivamente a las socieda-des europeas occidentales.5

    Pero no es probable que la reconocida implausibilidad de la imagen de un Marx tericopuro, o autor de ciencia pura, tal como tendi a verlo el estructuralismo, haga hoy ms con-vincente la vuelta a una interpretacin de la obra marxiana desde el Marx joven, desdelos manuscritos de 1844 principalmente, como la cultivada por varias escuelas marxistas omarxolgicas en los aos cincuenta, con desprecio ms o menos acentuado del positivis-

    mo de El Capital. Tambin en este punto lo decisivo ha de ser la prctica, esto es, un cri-terio de coherencia con las necesidades sociales. No parece que los conceptos fundamen-tales del Marx filsofo (que as es como habra que llamarle, ms que Marx joven) huma-nidad genrica, alienacin,6 retrocaptacin de la alienacin, etc., por interesantes que seany por adecuadamente que expresen las motivaciones y las valoraciones comunistas mar-xianas, sean por s solos suficientemente operativos para permitir un manejo eficaz delintrincado complejo de problemas tecnolgicos, sociales y culturales con que se ha deenfrentar hoy un proyecto socialista. Para eso hace falta ciencia,positivista conocimiento delo que hay, de lo dado, cuyo estudio es tan antiptico para el revolucionario romntico cuan-

    to imprescindible para toda prctica no fantasmagrica. Esto har siempre de El Capitalunapieza imprescindible de cualquier lectura sensata de Marx, pues esas dos mil pginas y picocontienen el esfuerzo ms continuado y sistemtico de su autor para conseguir una com-prensin cientfica de lo que hay y de sus potencias y tendencias de cambio.

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    te en el desarrollo de las fuerzas productivo-destructivas, sino que conciba la funcin de una gestin socialista y no diga-mos ya de la comuna como administracin de esas fuerzas, no como simple levantamiento de las trabas que les oponganlas actuales relaciones de produccin. Me parece que una vez formulado as, esto resulta muy obviamente coherente con laidea de sociedad socialista, de sociedad regulada [la cursiva es ma].

    5 Vase M. Sacristn, Escritos sobre El Capital (y textos afines), El Viejo Topo, Barcelona, 2004.

    6 Entre otras aproximaciones a esta categora filosfica, M. Sacristn: Alienacin, Papeles de filosofa, Icaria, Barcelona,1984, pp. 411- 413. Igualmente, uno de sus primeros escritos marxistas: Humanismo marxista en la Ora martima de RafaelAlberti, Nuestras Ideas, nm. 1, mayo-junio de 1957, pp. 85-90.

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    Pero una visin cientfica adecuada, ni cientificista ni apologtica, tiene que partir de larevisabilidad de todo producto cientfico emprico. Lukcs hizo una vez el experimento men-tal de preguntarse si quedara algo del marxismo una vez que todas sus tesis particulares

    hubieran sido falsadas o vaciadas por la evolucin social.7 Pens que s, que quedara algo,a saber, el estilo de pensamiento muy abarcante y dinmico, histrico, que l llam mto-do dialctico. Admitiendo que esta idea de Lukcs es muy convincente, habra que aadir-le o precisarle algo: el programa dialctico de Marx que engloba economa, sociologa ypoltica, para totalizarse en la historia incluye un ncleo de teora en sentido estricto que,sin ser todo El Capital, se encuentra en esta obra. El programa mismo era ya entoncesinabarcable para un hombre solo; seguramente esto explica muchos de los padecimientospsquicos y fsicos de Karl Marx; y tambin da su estilo de poca a una empresa intelectualque hoy consideraramos propia de un colectivo, y no de un investigador solo. Por eso El

    Capital qued en mun, y por esto es inconsistente todo intento de convertir su letra entexto sagrado. Pero lo que s parece imperecedero es su mensaje de realismo de la inteli-gencia: un programa revolucionario tiene que incluir conocimiento, poseer ciencia. Por supropia naturaleza, la ciencia real es caduca. Pero sin ella no puede llegar a ser aquello queno es ciencia. Por esta conviccin ha dedicado Marx su vida y ha sacrificado mucho de sufelicidad con el turbio resultado que eso suele arrojar8 en la redaccin de estas miles depginas que al final le producan tan escaso entusiasmo que se limit a sugerir que Engelshiciera algo con ellas.

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    Prlogo para la traduccin catalana de El Capital(1983)

    7 G. Lukcs, Qu es el marxismo ortodoxo?, en Historia y consciencia de clase, Grijalbo, Barcelona, 1969 (traduccin deManuel Sacristn).

    8 Sobre el difcil, laborioso, largo y complejo proceso de creacin, informacin y escritura de El Capital, vase Mary Gabriel,Amor y Capital, El Viejo Topo, Barcelona, 2004, un libro que probablemente hubiera conmovido e interesado fuertemente aManuel Sacristn y a su compaero y amigo Francisco Fernndez Buey.