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187 RESUMO Rev. Sociol. Polít., Curitiba, 29, p. 187-202, nov. 2007 Maximiliano Korstanje PROCESOS POLÍTICOS EN AMÉRICA LATINA: UNA PERSPECTIVA SOBRE LA FORMA DE VER LA DEMOCRACIA DE LOS LATINOAMERICANOS Recebido em 21 de fevereiro de 2007. Aprovado em 1º de maio de 2007. O presente artigo trata das percepções dos latino-americanos a respeito da democracia como figura de ordem política. Os resultados obtidos permitem – indicando, salvo exceções, uma queda generalizada da confiança dos latino-americanos em relação à democracia – fazer uma breve comparação com os hábitos dos estadunidenses e dos europeus. O ponto em questão está na tensão teórica entre a democracia em seu sentido mais procedimental e em seu sentido mais estrutural. PALAVRAS-CHAVE: democracia; América Latina; confiança política; indiferença. I. INTRODUCCION El término democracia deriva del griego “de- mos” y fue inculcado entre el 500 a. C. y el 250 a. C. y (etimológicamente) significa “gobierno del pueblo”. Sin embargo, sus alcances (en esa épo- ca) eran restringidos sólo a los ciudadanos. Actualmente, la palabra puede ser analizada desde dos perspectivas diferentes. La primera, procedimental, se vincula a la forma de votación por la cual se imponen los gobernantes y por las cuales toman las decisiones políticas. La segunda, netamente estructural, se basa en las características ideales (participación, libertad, igualdad entre otras) que una sociedad debe cumplir para el buen convivir (lo socialmente esperable de la democracia) (ACTON INSTITUTE, s/d). El concepto al cual apunta este trabajo es una síntesis tanto del abordaje procedimental como estructural y puede resumirse en una pregunta. ¿Cómo perciben los latinoamericanos a la demo- cracia? Sin embargo, para poder continuar desarrollando el tema de una manera más acabada se necesitan otras preguntas que vayan dando for- ma a la investigación. Por ejemplo, ¿qué relación existe entre la percepción latinoamericana, europea y estadounidense sobre su sistema democrático?, ¿existe diferencia o similitud?, ¿por qué?, ¿es la indiferencia hacia la democracia una cuestión que excede a los países latinoamericanos o no? Los objetivos del trabajo apuntan a describir las diferentes percepciones que latinoamericanos tienen sobre la democracia, establecer una comparación entre esa percepción con respecto a los estadounidenses y europeos, y por último ex- plicar la relación que existe entre eficacia y legitimidad dentro del sistema democrático. La hipótesis sobre la cual se parte es que los latinoamericanos poseen una mala imagen de la democracia debido al poco uso que han hecho de ella, mientras que los europeos y estadounidenses (mayoritariamente) poseen una buena imagen tras haberla ejercido por lapsos de tiempo más prolon- gados. Desde un punto de vista teorético se analizan diversos autores y los aportes que estos han podi- do brindar al estudio del fenómeno. Sin embargo, por una cuestión de tamaño no se ha incluido a todos, sino más bien a aquellos que se consideran los más destacados – en el marco de la sociología política. Luego, desde un abordaje empírico se utilizan (como fuentes públicas) los informes de prensa correspondientes la Corporación Latino- barómetro, que van desde el año 1995 al 2006 inclusive. En estos informes se encuentran detalladas todas las variables que hacen a la percepción que los encuestados tienen de su organización política y los procesos democráti- cos que de ella derivan. Asimismo, se comparan esos resultados con (otros) estudios empíricos aplicados en Estados Unidos y Europa.

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REVISTA DE SOCIOLOGIA E POLÍTICA Nº 29: 187-202 NOV. 2007

RESUMO

Rev. Sociol. Polít., Curitiba, 29, p. 187-202, nov. 2007

Maximiliano Korstanje

PROCESOS POLÍTICOS EN AMÉRICA LATINA:UNA PERSPECTIVA SOBRE LA FORMA DE VER LA

DEMOCRACIA DE LOS LATINOAMERICANOS

Recebido em 21 de fevereiro de 2007.Aprovado em 1º de maio de 2007.

O presente artigo trata das percepções dos latino-americanos a respeito da democracia como figura deordem política. Os resultados obtidos permitem – indicando, salvo exceções, uma queda generalizada daconfiança dos latino-americanos em relação à democracia – fazer uma breve comparação com os hábitosdos estadunidenses e dos europeus. O ponto em questão está na tensão teórica entre a democracia em seusentido mais procedimental e em seu sentido mais estrutural.

PALAVRAS-CHAVE: democracia; América Latina; confiança política; indiferença.

I. INTRODUCCION

El término democracia deriva del griego “de-mos” y fue inculcado entre el 500 a. C. y el 250 a.C. y (etimológicamente) significa “gobierno delpueblo”. Sin embargo, sus alcances (en esa épo-ca) eran restringidos sólo a los ciudadanos.

Actualmente, la palabra puede ser analizadadesde dos perspectivas diferentes. La primera,procedimental, se vincula a la forma de votaciónpor la cual se imponen los gobernantes y por lascuales toman las decisiones políticas.

La segunda, netamente estructural, se basa enlas características ideales (participación, libertad,igualdad entre otras) que una sociedad debe cumplirpara el buen convivir (lo socialmente esperable dela democracia) (ACTON INSTITUTE, s/d).

El concepto al cual apunta este trabajo es unasíntesis tanto del abordaje procedimental comoestructural y puede resumirse en una pregunta.¿Cómo perciben los latinoamericanos a la demo-cracia?

Sin embargo, para poder continuardesarrollando el tema de una manera más acabadase necesitan otras preguntas que vayan dando for-ma a la investigación. Por ejemplo, ¿qué relaciónexiste entre la percepción latinoamericana, europeay estadounidense sobre su sistema democrático?,¿existe diferencia o similitud?, ¿por qué?, ¿es laindiferencia hacia la democracia una cuestión queexcede a los países latinoamericanos o no?

Los objetivos del trabajo apuntan a describirlas diferentes percepciones que latinoamericanostienen sobre la democracia, establecer unacomparación entre esa percepción con respecto alos estadounidenses y europeos, y por último ex-plicar la relación que existe entre eficacia ylegitimidad dentro del sistema democrático.

La hipótesis sobre la cual se parte es que loslatinoamericanos poseen una mala imagen de lademocracia debido al poco uso que han hecho deella, mientras que los europeos y estadounidenses(mayoritariamente) poseen una buena imagen trashaberla ejercido por lapsos de tiempo más prolon-gados.

Desde un punto de vista teorético se analizandiversos autores y los aportes que estos han podi-do brindar al estudio del fenómeno. Sin embargo,por una cuestión de tamaño no se ha incluido atodos, sino más bien a aquellos que se consideranlos más destacados – en el marco de la sociologíapolítica.

Luego, desde un abordaje empírico se utilizan(como fuentes públicas) los informes de prensacorrespondientes la Corporación Latino-barómetro, que van desde el año 1995 al 2006inclusive. En estos informes se encuentrandetalladas todas las variables que hacen a lapercepción que los encuestados tienen de suorganización política y los procesos democráti-cos que de ella derivan. Asimismo, se comparanesos resultados con (otros) estudios empíricosaplicados en Estados Unidos y Europa.

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Si bien la percepción de lo que significa la de-mocracia en la muestra utilizada en Latinoaméricatiene similitudes con Estados Unidos o con Euro-pa, existen ciertos componentes culturales que ladistinguen. Indagar y describir los motivos quesubyacen en esa construcción es el objetivo pós-tumo de la presente investigación. Pero para ello,se debe (inicialmente) comenzar a cuestionar queentiende la sociología y la ciencia política por de-mocracia.

Obviamente, que cada informe de prensatrabajó con indicadores diferentes dependiendo delaño, lo cual complica su propia operalización; detodos modos, existe una coincidencia en loscontenidos que cada uno fue desarrollando desde1995 a 2006 y una correlación histórica que puedeestudiarse.

Desde el momento en que la democracia estáinserta en un amplio sistema que no sólo se refiereal mundo político, sino que también es sensible adistintos hechos del mundo económico y social,es que se decidió incluir en este trabajo categoríasque no necesariamente hacen a la vida democráti-ca stricto sensu.

Las variables utilizadas fueron divididas en trescategorías: a) los problemas más importantes delos encuestados, b) la percepción sobre ladistribución del ingreso, y c) percepción de lademocracia e instituciones.

Como marco referencial, se ha escogido lostrabajos de dos autores de renombre en lasociología política; Jose Luis de Imaz con su obraSobre la Identidad Iberoamericana, y de MartinLipset, El hombre Político.

Ambos enfoques pretenden responder, de unau otra manera, a los interrogantes anteriormenteplanteados.

II. ¿QUÉ SE ENTIENDE POR DEMOCRACIASEGÚN LA LITERATURA SOCIOLÓGICA?.

“Teóricamente hay muchas democraci-as posibles, es decir, concebibleslógicamente, pero no hay muchasposibles históricamente. Si el significa-do actual de democracia proviene de susignificado griego y tiene poca semejanzacon un pueblo que se autogobierna, latransformación refleja los fracasoshistóricamente reiterados de talautogobierno” (Sartori, 1988, p. 330).

Para Robert Dahl, la democracia moderna se

remonta a cuatro fuentes principales: la Greciaclásica, la tradición republicana en el imperio ro-mano, la idea y las instituciones del gobierno repre-sentativo, y la lógica de la igualdad política. Sinembargo, esta forma de organización política yadesde sus orígenes demostraba algunas limitaciones.En primer lugar, la vida política era en Atenas duray no muy diferente a la de otros pueblos que nopracticaban la democracia; segundo, lejos de lo quese pensaba sólo una minoría asistía a las asambleaslegislativas (DAHL, 1991, p. 35)

La tensión entre la democracia “ideal” y “real”continúa y está reflejada en la mayoría de la litera-tura que se ocupa del tema. En este sentido,Chambers y Salisbury señalan “el problema centralemana de una manifiesta sensación contemporáneade discrepancia entre la idea y la práctica. Con másprecisión: comprende la percepción de un vacíoentre el exaltado cuadro de la democracia que he-mos heredado de nuestra tradición occidental, poruna parte, y la realidad de la democracia tal comola vemos en la actualidad por otra” (CHAMBERS& SALISBURY, 1967, p. 3)

Norberto Bobbio, plantea desde la perspectivateórica un análogo problema. El punto en cuestiónes resumido con una pregunta, ¿gobierno dehombres o gobierno de las leyes?; en efecto, loque Bobbio analiza no es el modelo de gobierno,en este caso la democracia en sí, sino la forma enque se gobierna; es decir, las diferentes formasque adquiere la democracia en los diferentes con-textos socio-culturales en donde se la aplica(BOBBIO, 1996, p. 167). Este debate es parte deaquel que a principios del treinta entablaran HansKelsen y los positivistas en oposición a la tesis deldecisionismo schmitiano (DOTTI, 2000;KELSEN, 2005)

Para Alain Tourraine, la democracia debe sercomprendida como un constructo teórico; comotal es ajena a los modelos de gobierno. Sin embar-go, existe una idea implícita tras el concepto dedemocracia. Tourraine, sostiene que la democra-cia se construye sólo cuando todos los derechosdel hombre están garantizados. De allí sedesprenden tres dimensiones claves que sostienenal régimen democrático: a) respeto a los derechosfundamentales, b) representatividad de losgobernantes y ciudadanía, y c) limitación de po-deres de la élite política. En las democraciasoccidentales es extraño poder observar que estoselementos se den con igual fuerza.

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Desde este índice analítico el autor traza unatipología a las que denomina “las tres democraci-as”. Cada tipo democrático se encuentra más pre-sente en ciertos tipos de sociedades y menos enotras. Por ejemplo, Gran Bretaña puedeconsiderarse una sociedad donde el respeto porlos derechos individuales se halla en sus basessociales. Por el contrario, Estados Unidos es elpaís donde mayor importancia se le da a laciudadanía y por lo tanto alcanza el segundosupuesto; finalmente en la democracia francesaes donde los poderes se encuentran en unaposición de equilibrio en cuanto a su fuerza(TOURRAINE, 1995, p. 46).

Sin embargo, el problema parece ser muchomás profundo que la relación que existe entre elpoder con el régimen democrático. Por un lado,existen elementos históricos que refuerzan losmodos democráticos (SARTORI, 1988). Pero porel otro, también la democracia ha sabido influirsobre las costumbres culturales de los pueblos.

Sin ir más lejos, Tocqueville advierte “la de-mocracia no constituye un fuerte lazo de uniónentre los hombres, pero facilita sus relacionescotidianas [...] en un país extranjero, dos ameri-canos se hacen amigos inmediatamente por el sólohecho de ser americanos. No hay prejuicio quelos aleje y la comunidad de patria los atrae. A dosingleses no les basta tener la misma sangre, espreciso que les una la misma clase social”(TOCQUEVILLE, 1993, p. 146).

Lo que el autor intenta explicar es que laestratificación social como variable dependiente,en ocasiones también limita los márgenes de lademocracia. No obstante, recursivamente lasacciones individuales terminan legitimando elrégimen político acorde a sus propios intereses ynecesidades de grupo.

Uno de los autores que se pueden considerarpre-modernos que se ocupó, casi sin quererlo, dela democracia, fue Nicholas Maquiavelo. En elPríncipe, el autor descubre a la masa como unente sobre la cual los gobernantes podían ejercerpoder y autoridad a un costo relativamente bajo.En efecto, a contrario de la nobleza cuya ambiciónera desmedida (pensaba Maquiavelo), el pueblosolamente deseaba seguridad. En vez de confron-tar directamente con los nobles en luchas intesti-nas, el gobernante debía servirse de la lealtad po-pular.

Casi sin proponérselo, Maquiavelo sostenía queel juego político entre los príncipes debía ser re-gulado por las necesidades populares. El antago-nismo de intereses sostenía el régimen y permitíaque la lucha política se mantuviera por canalespacíficos1. ¿Un precursor de la democracia o delclientelismo político? o ¿ambas (MAQUIAVELO,2006)?

En la actualidad, la democracia se ha expandi-do por casi la mayoría de los estados occidentales.Los derechos políticos han sido ampliados y enmayor o menor medida los gobernantes se ocupande satisfacer las necesidades de sus ciudadanos.Sin embargo, paradójicamente cada vez más grancantidad de personas ven con mayor indiferenciala participación política.

Sheldon Wolin advierte “nos hallamos, al pa-recer en una época en que el individuo busca demodo creciente sus satisfacciones políticas fueradel ámbito tradicional de la actividad política”(WOLIN, 1973, p. 378).

Dryzek y Berejikian (1993) realizaron unestudio en Estados Unidos sobre la percepción quelos ciudadanos tenían de la democracia. Consul-tando a personas comunes, líderes sindicales,activistas, políticos y escritores, llegaron a con-cluir en (de 64 enunciados) que existen cuatrodiscursos principales en los actores consultados:Republicanismo conforme, donde la democraciase considera la mejor forma de gobierno y de vida,el gobierno no es un adversario sino un aliado;conservadurismo diferencial, la democracia no esalgo deseable o indeseable sino algo difícil de de-finir, el egoísmo es inherente a la política sin im-portar el régimen; Populismo desafecto, ciertaselites empresarias y financieras han tomado elpoder y movilizan todos sus recursos a subienestar personal. Mientras los ciudadanos opri-midos no se revelen en contra de ese poder, laigualdad política seguirá siendo una mera utopía;Liberalismo privado, la democracia no es valiosaya que trae consigo a tipos de gobiernos pocoigualitarios, es la vida privada lo que es realmenteimportante y no la participación pública. El

1 Obviamente, Maquiavelo estaba interesado por el análisisdel poder y no de la democracia en sí, pero sus abordajes(geniales para la época) sirvieron de base para otros ilustra-dos políticos tales como Hobbes, Locke, Bentham,Montesquieu, Rousseau o Tocqueville mismo.

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accionar del gobierno debe ser reducido y no in-terferir en el mercado de capitales (idem, p. 48-60; GOODIN, 2003, p. 147-150).

Estas cuatro formas de ver y vivir la demo-cracia coexisten en la misma sociedad, sin em-bargo los intereses de grupo que persiguen sontotalmente encontrados. En cierta forma, esto pre-supone que (entonces) la representatividad demo-crática no está dada por la institución en sí, sinomás bien por los intereses de cada grupo. ¿Esquizás la democracia una lucha constante de dis-cursos en el mejor sentido hobbesiano?

Es posible, mas es pertinente aclarar que laselecciones democráticas funcionan como unejercicio de proyección, donde los candidatosenarbolan características que el propio votantereconoce adolecer en su persona. Como sus re-presentantes, los gobernantes siguen principios dehonestidad, justicia, rectitud y benevolencia(Brennan apud GOODIN, 2003, p. 323). Sin em-bargo, tarde o temprano los ciudadanos terminandándose cuenta que sus líderes no sólo no poseenlas cualidades imaginadas sino que están sujetos asus mismos vicios y debilidades (y sino másdeplorables) (BUCHANAN, 1979).

Por lo general, existe una “creencia social” aconsiderar que cuanto mayor es la participaciónen los procesos de elección procedimentales quehacen a la “democracia representativa”, menoresserán los efectos indeseados (LAPORTA, 1989).No obstante, paradójicamente esa mismaparticipación parece disminuir a medida que au-menta el tamaño del grupo. En una sociedad, pocosson aquellos que se interesan por asistir a lapromulgación de las leyes en los espacioslegislativos. Así la opinión pública queda sujeta ala acción de otros intermediarios (HABERMAS,1981).

Algunos estudios de campo sugieren que laestratificación social es un aspecto a tener encuenta cuando se evalúa la tendencia alautoritarismo. Janowitz y Marvick (1953, p. 195)demostraron que las “clases“ menos privilegiadastienen un nivel de intolerancia más acentuado queel resto. Otros trabajos señalan, que las “clasesbajas” muestran una mayor vulnerabilidad de seratraídas por los movimientos extremistas seanestos políticos o religiosos (NICHOLAS, 1950;GOGUEL, 1953).

Esta participación en movimientos no demo-

cráticos se explica, según el psicólogo HadleyCantril, a través de su tesis de la sugestionabilidadtípica de las personas de un status bajo. Segúneste autor, la falta de un adecuado marco dereferencia o la posesión de uno rígido son unas delas características que hacen a los sujetos deeducación limitada. Ante cualquier hecho exter-no, un sujeto con un marco referencial poco flexibledemostrará una inclinación a elevar el hecho enforma absoluta, estableciendo categorías bipolares(en cierto sentido, impermeables a la interaccióncon el otro) (CANTRIL, 1941).

Bernstein parece llegar a una conclusión aná-loga al concluir que la socialización de las clasesmedias apoya una habilidad para el desarrollo deuna metodología orientada a la cadena de mediosy fines, mientras que las clases “bajas” seconducen meditante un código “restringido” enocasiones arbitrario (BERNSTEIN, 1989).

En esta misma línea, Lipset señala “este énfasisen lo inmediatamente perceptible y la preocupaciónpor lo personal y lo concreto forman parteinseparable de la perspectiva restringida y de laincapacidad para percibir las posibilidades yconsecuencias complejas de las acciones que setraducen a menudo en una disposición general paraapoyar los movimientos políticos y religiosos ex-tremistas, y un nivel generalmente bajo de libera-lismo en las cuestiones no económicas” (LIPSET,1988, p. 102).

En similitud con Lipset, David Easton habla deun apoyo difuso y un apoyo específico conrespecto al orden político. Siguiendo al estructuralfuncionalismo, el autor establece que en la vidapolítica la “retroalimentación” es un elemento cla-ve para la autorregulación del sistema. Particular-mente, la concreción de objetivos planteados per-petua estructuralmente la organización política ypreserva su equilibrio (EASTON, 1965).

Sin embargo, no necesariamente las “clasesbajas” se vinculen a los movimientos autoritariospor atributos intrínsecos sino que en ocasionesadhieren a ellos en contraposición a las ideologíasenarboladas por las clases privilegiadas. De esamanera, en sociedades donde las clases más aco-modadas abracen ideologías autoritarias, los es-tratos inferiores se esforzarán por defender lalibertad y resaltar sus derechos constitucionales,mientras que en sociedades donde las élites seanliberales los estratos bajos mostrarán una tendenciamayor al autoritarismo.

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Otro de los errores comunes en los que hancaído muchos pensadores es en afirmar que de-mocracia es un sinónimo de libertad. En su análisisde la sociedad de consumo americana, elfrankfurtiano Erich Fromm (1965) se encargó debrindar elementos suficientes para refutar ocuestionar, aunque más no sea, esa idea en formaparcial.

Diderot y D’Alembert definen a la democraciacomo “una de las formas simples de gobierno, enla cual el pueblo, como cuerpo único, posee todala soberanía. Toda República en la que la soberaníareside en las manos del pueblo es una democra-cia”. No obstante, ya en ese entonces Diderot,aunque la consideraba como el mejor régimenposible, conocía de sus limitaciones. “Aunque nopienso que la democracia sea la forma más cómoday estable de gobierno, y aunque estoy persuadidode que es desventajosa para los grandes Estados,la creo no obstante, una de las formas másantiguas de las naciones que han seguido estamáxima equitativa” (DIDEROT & D’ALEMBERT,1986, p. 22).

Desde el punto de vista de estos autores, paraque la democracia sea sustentable debenpresentarse cuatro condiciones: a) las reunionesde las asambleas deben estar limitadas en tiempoy espacio, b) la pluralidad del sufragio debe serconsiderada en relación a todo el cuerpo social,c) la existencia de magistrados encargados deconvocar a las asambleas en casos extraordinarios,d) el pueblo debe estar dividido en clases (sic),varias si es posible.

Estas ideas (de por sí) muestran algunaslimitaciones que se deben aclarar antes deproseguir; por un lado la misma división de lasociedad en estratos fomenta la “aristocracia”,enemiga acérrima de la democracia. Por el otro,el mismo Diderot acepta (de confeso) que la de-mocracia es desventajosa en los grandes estadosy por lo pronto poco estable.

En efecto, cualquier reflexión sobre los alcan-ces y limitaciones de la democracia conllevan(implícitamente) un problema de difícil solución.Desde un punto de vista estructural, la democra-cia ha surgido como un concepto teórico,abstracto e ideal que muchas veces no se condicecon su aplicación práctica. Los ideales de igualdad,fraternidad y participación son muchas vecesimpuestos a través de medidas coactivas que sealejan de la libertad. En este punto, existe una

tensión inherente a esta definición. Si por un lado,la democracia trae pluralidad de intereses, igualdady cooperación por el otro no es menos cierta queocasionalmente conlleva conflicto, coacción yautoritarismo demagógico.

No obstante, esta incompatibilidad es resueltadesde el marco procedimental a través del régimende la República (heredado de las ideas romanas ygriegas), el cual establece que la democracia esuna construcción humana por tanto perfectible, ysu aplicación debe llevarse a cabo a través de lalimitación de poderes del gobernante (sean estosa través de una votación o la división de poderes).Desde este punto de análisis, la República comosistema político garantiza la participaciónciudadana mediante el uso coercitivo de la fuerzapor parte del Estado. Sin embargo, cuando unrégimen pierde legitimidad, es probable que en igualproporción pierda eficacia y caiga.

Siendo así, no es complicado imaginar quealgunos gobernantes se vean influenciados a cor-romper las mismas normas procesales para laconcreción de los objetivos propuestos. Algo queel sociólogo estadounidense Robert Merton llamóhace mucho tiempo “anomia por innovación”(MERTON, 1965). Paradójicamente, la élite polí-tica conserva la legitimidad del orden público endetrimento del marco democrático(Procedimental).

En forma inversa, cuando el gobernante respetalas normas en detrimento de sus objetivos, pierdelegitimidad y en algunos casos el mismo sistemademocrático se ve seriamente perjudicado.

Este problema ha sido planteado por muchosde los sociólogos y politólogos que se encargaronde analizar el tema. Es en parte, la misma paradojateórica la que lleva a interpretar mal los datos decampo. Esta exposición trae varios interrogantesque hasta ahora no se han planteado. ¿Loslatinoamericanos tienen una cultura democráticadiferente a la de otras sociedades?, ¿el problemade la eficacia atenta realmente contra la legitimidaddel orden democrático?, ¿es la anomia porinnovación un característica cultural de loslatinoamericanos o se encuentran en otras socie-dades también?

III. LOS PROCESOS DEMOCRÁTICOS EN LAAMÉRICA HISPANA.

El politólogo argentino Jose Luis de Imaz ex-plica a través de la “transculturación” que se llevó

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a cabo con la colonización española en América,parte de las formas y actitudes que han adquiridoel ciudadano para concebir la política en AméricaLatina.

Originariamente, el español que piso Américareconocía a sus semejantes mediante un códigohonorífico-estamental. Advierte De Imaz, “esecódigo que admitía el acceso a la riqueza tras laguerra (aunque fuera por la rapiña pero en ocasiónde guerra) relegaba esas ansias a sus rolesinstrumentales [...] el discurso del conquistador,seguía un derrotero muy diferente al de unracionalista o al de un moderno contemporáneo:como estaba construido sobre absolutos, partíade la causa final en el sentido escolástico delvocablo” (IMAZ, 1984, p. 71).

Bajo estas líneas, comienza a gestarse lapercepción política de los pueblos hispano- ame-ricanos. Por un lado, la tendencia a exacerbar losideales por sobre los métodos; hecho que llevó aconcebir a los procesos democráticos como idealesorganizativos con arreglo a los resultados degestión. Por otro lado, un código militar quecomprendía “al otro” bajo la lógica amigo-enemigo.

A todo esto se suma el hecho que en 1760, elmonarca español, Carlos III realiza un conjuntode reformas con el fin de mantener su hegemoníadentro de las “Américas”. Estas reformasimplicaban la reorganización de sus fuerzas ar-madas dándole cabida – en ellas – a todo aquelnacido dentro de territorio español; de este modoingresaron al ejercito español un sinnúmero criollospara quienes la carrera militar significaba el únicomodo de movilidad social en ese entonces.Paradójicamente, esta medida provoca unacreciente militarización en América Latina queencuentra su punto máximo en la declaración deindependencia. En cierta forma, la intención deCarlos III fue evitar la disgregación de sus coloniaspero sus medidas no encuentran sino un resulta-do adverso (LIEUWEN, 1960, p. 34-50).

El siglo XIX encuentra a España empobrecidaen lo económico y financiero y debilitada en elorden político interno. Sus posesiones en Améri-ca no representaban uno de sus intereses másprioritarios. Fue así, que los nuevos Estadoslatinoamericanos se vieron en una situación inusual;por un lado no tuvieron un marco de referenciaque pudiera regular sus relaciones, y el otroheredaron las fronteras territoriales que se habían

establecido durante el dominio ibérico. En algúnpunto, comenzaron las primeras revoluciones mi-litares internas.

En su obra Los que mandan, Imaz toma comoobjeto de estudio a los militares argentinos entrelos períodos 1936-1961, y el papel auto-percibidode sus funciones para con la sociedad. Existenciertas cuestiones, que hacen que algunos gruposexcedan sus roles constitucionalmente pre-establecidos. Imaz toma tres niveles de análisis parael accionar de las fuerzas armadas, a) el militaris-mo: fuerza destinada a conquistar todos los resortesdel país con miras bélicas hacia el exterior, b) elpretorianismo, instaurado por las legiones roma-nas, c) el estado totalitario, algo similar a los pode-res ejercidos por el III Reich durante la II Guerra.

Imaz, descarta que todos estos modelos seanaplicables para el caso argentino. En uno de suspasajes, el autor advierte “En la Argentina, laintervención de las fuerzas armadas en la vidapolítica ha sido siempre una consecuencia de lacrisis de legitimidad que periódicamente han sa-cudido al país, o de circunstanciales vacíos depoder” (IMAZ, 1964, p.51). Así, los militares comocuadros formados bajo lemas consignados a laeficiencia, han tomado de por sí el deber (segúnellos) de garantizar y proteger a la nación (sic)cuando la circunstancias (así) lo requieren.

En su Aclaración para civiles y epílogo paramilitares, el profesor Imaz señala “no siempre esfácil superar las barreras de comunicación queseparan a los civiles de los militares. Pero esteproblema no es sólo argentino, sino universal [...]los militares, por ejemplo, sobrevaloran la eficacia.Siempre que provenga de la unidad de conducción,de la organización y perfecta articulación de loscuadros [...] de ahí que la ineficacia de los civiles– la ineficacia de los políticos peñados endiscusiones estériles referidas siempre a hechosdel pasado – los sobrecoja” (idem, p. 75).

Como cualquier organización, las fuerzas ar-madas poseen funciones manifiestas que obedecena las aquellas prefijadas por la carta magna, y fun-ciones latentes, atribuciones auto-percibas talcomo considerarse los guardianes del bienestarde la nación.

Con respecto al desempeño histórico de lasfuerzas armadas argentinas en la vida cívica delpaís, el politólogo concluye “en cada caso, elcomportamiento militar estuvo determinado por

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una ideología especifica – cambiante según loscasos –, sino por la continuidad de una misma eidéntica actitud. Hay dos constantes reguladorasdel comportamiento militar: el plenoconvencimiento de que en cuanto salvaguardiasdel patriotismo deben salir en su defensa cada vezque lo crean en peligro” (IMAZ, 1984, p. 78).

Lipset (1988), por el contrario, hace unplanteamiento enfocado desde otro ángulo, peroanálogamente similar al del profesor Imaz. Para elautor, toda organización se basa en dos pilaresfundamentales: legitimidad, la cual hace referenciaa la aceptabilidad que tiene el régimen que mantienecohesionada a la organización, y en segundo lu-gar la eficacia, que hace referencia a la concreciónde los objetivos planteados por toda la comunidad.(El equilibrio, entre legitimidad y eficacia hacen alorden organizacional.)

Max Weber (1999, p. 39) suponía que la de-mocracia era una consecuencia de los procesosde industrialización capitalista. El profesor Lipsetutiliza esa idea, y la lleva al campo de los datosempíricos2. Por un lado, el autor establece cuatrocategorías en referencia a la democracia comovariable (independiente), democracias estables ennaciones europeas y de habla inglesa,, democra-cias inestables y dictaduras europeas, democraci-as y dictaduras inestables en América Latina ydictaduras estables en América Latina.

Por el otro, estas cuatro tipologías son compa-radas con cuatro indicadores que hacen referenciaa: ingreso per capita, índice de industrialización,índice de educación, e índices de urbanización. Elesfuerzo de Lipset, por aunar las vidas políticas depor lo menos 49 países se resume a continuaciónpara una lectura más detallada3.

TABLA 1 – DISTRIBUCIÓN DE INDICADORES POR TIPO DEMOCRÁTICO

2 No obstante la democracia moderna no es para el profesorLipset una causal directa de los procesos industriales, sinoque existen excepciones que deben contemplarse, como lade Alemania (1933-1936) en la cual los procesoseconómicos y democráticos no se correlacionan. (Lipset,1988:42)3 Para Democracias estables: Australia, Bélgica, Canadá,Dinamarca, Irlanda, Luxemburgo, Holanda, Nueva Zelanda,Noruega, Suecia, Suiza, Reino Unido, Estados Unidos; de-mocracias inestables europeas: Albania, Austria, Bulgaria,Checoslovaquia, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia,Hungría, Islandia, Italia, Polonia, Portugal, Rumania,España, URSS, Yugoslavia; Democracias y dictadurasinestables: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica,México, Uruguay; finalmente para dictaduras estables:Bolivia, Cuba, R Dominicana, Ecuador, El salvador,Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Panamá, Paraguay,Perú, Venezuela.

HOMBRES PORCENTAJE PORCENTAJE Montos en Dólares Americanos Ingreso Agricultura Letrados Ciudades Tipo de Democracia Democracia estable Europeas $ 695,00 21 96% 43% Democracia inestable Europeas $ 308,00 41 85% 24% Democ. y Dictadur. Inest. Latinoamericana $ 171,00 52 74% 28% Dictaduras Estables latinoamericana $ 119,00 67 46% 17%

FUENTE: Lipset (1988, p. 45).

De mayor a menor, puede observarse clara-mente que los mayores ingresos se correspondencon las sociedades que viven en Democraciaestable ($695) o inestable ($308) europeas,mientras que las democracias inestableslatinoamericanas y dictaduras muestran los me-nores ingresos promedio. Asimismo, Las demo-cracias europeas estables e inestables tienen uncantidad de hombres promedio destinados a laagricultura mucho menor que aquellas democra-cias inestables y dictaduras latinoamericanas. Losporcentajes de letrados y ciudades siguen unadinámica similar. En las democracias estableseuropeas el 96% son letrados, mientras esteporcentaje baja al 85% en las democraciasinestables europeas, a 74% en las democraciasinestables latinoamericanas, y al 67% en lasdictaduras estables latinoamericanas. Similar es larelación porcentual con respecto a las ciudadesde más de 20.000 habitantes.

Mediante estos datos, Lipset establece unacorrelación directa entre democracia y economía.

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PROCESOS POLITICOS EN AMERICA LATINA

“Aunque hemos presentado las pruebas por sepa-rado, los diferentes aspectos del desarrolloeconómico – industrialización, urbanización, ri-queza y educación- están tan íntimamente relaci-onados entre sí como para constituir un factorfundamental que posee la correlación política dela democracia” (LIPSET, 1988, p. 51).

Ahora bien, si bien los datos con los cuales seconstruye la correlación parecen irrefutables, laclasificación de Lipset tiene dos problemas quepueden considerarse capitales. El primero de ellos,es la necesidad de construir su modelo en base avariables mutuamente excluyentes. En ese punto,no queda muy claro el motivo por el cual el autorjunta bajo la denominación Naciones Europeas yde habla Inglesa a estados de tan diferente culturacomo España, Estados Unidos, Holanda y Portu-gal, y precisamente cual es la variable distintivaentre democracias y dictaduras inestables denaciones europeas y de habla Inglesa con respectoa democracias y dictaduras inestables de nacioneslatinoamericanas.

En segundo lugar, no hay indicios que lleven apresuponer cuales fueron los criterios utilizadospara agrupar a las naciones en una u otra categoría.En otras palabras, ¿Qué hace a Estados Unidosmás democrática que Argentina o México?, éstaparece ser una cuestión que por lo menos mereceun par de líneas de justificación. “La estabilidadde cualquier democracia dada depende nosolamente del desarrollo económico, sino tambiénde la eficacia y la legitimidad de su sistema políti-co” (idem, p. 67). En esta frase, se condensa todoel sentido su teoría, ¿pero que es realmente laeficacia?, “la eficacia significa verdadera actuación,el grado en que el sistema satisface las funcionesbásicas de gobierno tales como las consideran lamayoría de la población y grupos tan poderososdentro de ella como lo son las altas finanzas o lasfuerzas armadas” (ibidem).

Sin embargo, el mismo Lipset reconoce que nilegitimidad ni eficacia son inherentes a la demo-cracia por sí. Un régimen feudal puede estar legi-timado y no ser democrático como así, un mode-lo legitimo democrático puede no ser eficiente. Elasenso social es el elemento que se introduce paraexplicar las diferentes revoluciones que sesucedieron en países con una democracia no es-tabilizada como Alemania, Francia o Italia.

El sociólogo americano, intuye que los

regimenes estables según como fueronclasificados, tienen en común el hecho de haberconservado una organización basada en unamonarquía constitucional. Otros estados, dondeel acenso social se vio estrictamente restringido(en el pasado) como en Italia, Rusia o Alemania,dieron origen a una crisis de legitimidad que mástarde desencadenaría en una revolución. Así pa-rece ser, como lo cuenta la historia para larevolución “bolchevique” en la Rusia de los Zares,la revuelta del Reichstag en la Alemania deHindenburg, o la Italia de Mussolini; pero pocodice de la España Franquista (aunque siempremantuvo su régimen monárquico), ni los EstadosUnidos de América (quienes nunca aceptaron unaorganización orientada en la obedienciamonárquica).

Aquí se suscita una paradoja (que ya hemosadelantado) y de la cual este trabajo no es ajeno.“aun cuando el sistema político es razonablementeeficaz, si en algún momento el estatus de losprincipales grupos conservadores se hallaamenazado, o si se niega el acceso a la política agrupos que surgen en períodos decisivos, lalegitimidad del sistema permanecerá siempre entela de juicio. Por otra parte, un derrumbamientode la eficacia, repetidamente o por un largo perío-do, pondrá en peligro hasta la estabilidad de unsistema legitimo” (idem, p. 70).

De esa manera, las naciones que mantienenniveles altos de legitimidad y eficacia mantienensistemas políticos estables (cuadrante A), aquellosque conservan una legitimidad alta pero disminuyenen su eficacia mantienen su régimen democráticoaunque de forma inestable (cuadrante B), aquellosque se ubican con una alta eficacia y una bajalegitimidad es posible dar con sistemas totalitarios– excesivamente eficaces pero ilegítimos –(cuadrante C) pero cuanto éstos últimos pierdenpor variables exógenas su eficacia caenautomáticamente (y pasan a formar parte delcuadrante D, con escasa legitimidad y eficacia).

Este modelo, intenta explicar (de alguna u otramanera) las cuestiones que se han planteadorecientemente en cuanto a la evolución históricade los Estados Unidos, Alemania, España, Franciay Rusia con respecto a sus sistemas políticos.

¿Pero entonces que le sucedió a América Lati-na? Para responder esa pregunta, Lipset utiliza (aligual que Imaz) el modelo de la transculturación,

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afirmando que “la estructura social y económicaque América Latina heredó de la península Ibéricale impidió seguir la dirección de las antiguascolonias inglesas, y sus repúblicas nuncadesarrollaron los símbolos y el influjo de lalegitimidad (idem, p. 71).

Los llamamientos a los movimientos extremis-tas como el de Perón (en Argentina) o Vargas (enBrasil) como así los diferentes sistemasrevolucionarios antidemocráticos son una resul-tante a los procesos de industrialización. (Esta idea,si bien es totalmente discutible es a la que llega elautor). “Los países latinoamericanos másadelantados se asemejan actualmente a la Europadel Siglo XIX; están experimentando el desarrolloindustrial, mientras sus clases trabajadoras estántodavía relativamente mal organizadas en sindica-tos y partidos políticos, y en sus poblacionesrurales existen todavía reductos deconservadurismo tradicional...en el grado en queexiste una base social para la política extremistaen esta etapa del desarrollo económico, la mismano reside en las clases medias, sino en las clasestrabajadores en ascenso todavía desorganizadas,que sufren las tensiones inherentes a una rápidaindustrialización” (idem, p. 119).

En realidad, esto parecería ser unacontradicción ya que el proceso presupone unaumento en el asenso social; y por lo tanto unamejora en la condición económica. No obstante,el aislamiento de la cual ha sido objeto la claseobrera en estos países (Argentina y Brasil) con-firma la hipótesis del autor, por lo menos latendencia a adherirse a movimientos populistas -que captaron las necesidades insatisfechas de lasclases bajas en su favor.

¿Se condicen los datos que interpreta Lipsetcon otras observaciones? ¿Cómo perciben loslatinoamericanos a la democracia actualmente?

IV. ¿QUÉ PIENSAN LOS LATINOAMERICANOSDE LA DEMOCRACIA?

IV.1. La realidad económica (los problemas prin-cipales)

Cada país tiene una percepción diferente de loque se considera su principal problema, según unlistado de trece opciones, los porcentajes sedistribuyen en forma totalmente diferentedependiendo del país donde se tome la muestra.Para el año 1995, el problema central deldesempleo era capital para Argentina (45%), en

Perú (31%), Uruguay (29%), y México (28%).En cambio, la salud parecía ser el problema másimportante para Brasil (19%) mientras para Chilelo eran los bajos salarios (18%) y la corrupciónpara Paraguay (24%). La inflación obedece a laprincipal causa de preocupación en los venezolanos(13%).

En 1996, los datos son similares. En cuanto aldesempleo encabezan Argentina (43%), Uruguay(36%), Perú (32%). Sin embargo, este mismoproblema parece estar presente también en demo-cracias europeas como España y en porcentajessimilares (40%).

En otros países como Bolivia, México yVenezuela el problema principal es la educación.

En 2003, el miedo al desempleo comienza aposicionarse como uno de los principales obstá-culos de desarrollo que perciben los encuestadosen 17 países encuestados. Esta tendencia semantendrá incluyendo 2006 donde el 24% de losencuestados ha manifestado su idea de conside-rar al desempleo el problema más angustiante,seguido inmediatamente por la delincuencia conun 16%.

Si se observan los datos desagregados porregión se llega a la conclusión que: en Panamá,Nicaragua, Perú, Paraguay, Ecuador, Brasil yMéxico el mayor problema que se percibe es lafalta de empleo; mientras que en Argentina,Honduras, Guatemala, Venezuela, y el Salvador elprincipal escollo es la delincuencia.

En forma general, una comparación de 2003 a2006 muestra una tendencia en baja en lo querespecta a la percepción del desempleo como elprincipal problema. En 2003 el 29% de losencuestados lo consideraba el principal problema,este porcentaje sube al 30% en 2005 y cae al 24%para 2006. Proporcionalmente, en 2003 sólo el8% consideraba a la delincuencia como un factorde riesgo, pero ese porcentaje en 2005 sube al14% y en 2006 al 16%.

IV.2. Distribución del ingreso

En 1996, la mayoría de los encuestados en lospaíses consultados considera que la distribuciónde la riqueza es injusta. En Argentina el 66% con-sidera injusta la distribución, mientras que en Bra-sil el 78%, Chile el 61%, México el 78%, Paraguayel 76%, Perú el 48%, Uruguay y Venezuela el 66%.

En 1999, el informe de prensa respectivo ar-

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roja resultados interesantes. El 58% de losencuestados responde que la generación de suspadres se encontraba mejor que ellos. Estodemuestra, la percepción que tienen losencuestados de las realidades económicas en lasque se encuentran insertos. El restante 52% confíaen que la generación de sus hijos se encontrarámejor que ellos.

Además, se le pidió que ubiquen de 1 a 10 a sugeneración dentro de la escala que va de los máspobres a los más ricos. La generación pasada ar-rojo un índice de 5.76, la generación actual 4.66,y la futura 7.66. Eso demuestra que a pesar deloptimismo, existe una brecha de ciudadanos quese perciben como más cercanos a la pobreza encomparación con otras generaciones.

En 2003, en Nicaragua el 41% de losencuestados manifestó tener grandes problemascon respecto al ingreso, en Uruguay el 31%, Sal-vador, 37%, Guatemala 31% y Honduras 29%. Elinforme de prensa de este mismo año señala “granparte de las personas han sido las mismas durantegeneraciones, la pobreza más estructural de quienesno tienen posibilidades de movilidad social. Si bienhay segmentos que han alcanzado una movilidadsocial y han logrado mantenerse en un lugar másalto en la pirámide socio económico, los pobresque han quedado atrás en estos países siguensiendo las mismas familias. Ellos más que nadie,necesitan de bienes políticos de inclusión social,al mismo tiempo que un mínimo de bieneseconómicos para desarmar las fuentes deingobernabilidad de la región” (LATINOBARÓ-METRO, 2003, p. 8).

En 2005 y 2006, los datos demostrarán quelos encuestados muestran cierto optimismo conrespecto a que la economía del país mejore.Aunque, esto no signifique porcentajes altos en lasatisfacción de la economía de mercado y ladistribución de la riqueza. Por ejemplo, en 2005sólo un 27% de los encuestados estaba satisfechopor la economía de mercado y como estafuncionaba (desde 2006 esto representa un au-mento del 19%). Entre aquellos países donde lasatisfacción es más marcada están Venezuela(47%), Uruguay (46%), y Chile (41%)4.

IV.3. Percepción de la democracia y sus institu-ciones

En 1995, una lectura general arroja resultadosinteresantes. Si bien, la mayoría de los encuestadosconsidera a la democracia como el sistema degobierno preferible a cualquier otra forma, losporcentajes no son homogéneos cuando se observanlos datos desagregados por países. Por un lado, seencuentran países como Uruguay y Argentina don-de los porcentajes de apoyo son de 80% y 76%respectivamente, pero también otros como Brasilcon 41% de apoyo, México con 49%, Paraguay,Perú y Chile con 52% y Venezuela con 60%.

En Brasil por ejemplo, el 23% definió que ledaría lo mismo un régimen democrático que unoque no lo es, mientras que el 21% restante consi-dera que en algunas circunstancias un gobiernoautoritario podría ser preferible. En Chile el 25%se manifestó que le daría lo mismo un régimendemocrático o autoritario y en México eseporcentaje es del 22%.

En 1996, las diferencias persisten. Mientrasen países como Argentina, Uruguay, Bolivia, Perúy Venezuela el apoyo a la democracia ronda del60% para arriba, en otros como Colombia, Chile,México, Ecuador, Brasil y Paraguay los porcentajesrondan del 60% para abajo. En Brasil todavía un24% considera posible un gobierno autoritario, enMéxico un 23%, y por último Colombia el 20%.

Comparativamente España nuestra 20 puntospor arriba de estos países con un 81% a la demo-cracia (datos extraídos para el mismo año).

Siguiendo a los autores analizados en el marcoreferencial, es conveniente aclarar que una cosaes el apoyo al sistema democrático (legitimidad),el cual se ha tratado hasta aquí y otro diferente esla satisfacción de la forma en que este funciona(eficacia).

Según 1996, ante la pregunta ¿cuan satisfechose encuentran los ciudadanos con elfuncionamiento de la democracia?, se alcanza unporcentaje de satisfacción medio del 27% (consi-derando América del Sur y Central). Los paísescon un alto porcentaje de aceptación son Uruguay(50%) y Costa Rica (50%); En México llama laatención que sólo el 1% de los encuestados res-ponde esa pregunta. Contrariamente, en Américadel Sur el 83% piensa que aún quedan cosas porhacer mientras ese porcentaje cae al 78% en Cen-tro América.

4 Los aumentos progresivos en los precios del cobre y delpetróleo son factores que han contribuido al alza en lamejora de las condiciones percibidas del mercado enVenezuela y Chile.

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En 1999, los datos mostrarán cierta estabilidaden América del Sur aunque en Centroamérica au-mente el porcentaje de insatisfacción, bajando enesta región del 49% en 1997 a 39% en 1999-2000.Costa Rica y Uruguay continúan con porcentajesde satisfacción altos del 60% aproximadamente,mientras que Venezuela pasa de un 35% para 1998al 55% en 1999-2000. En Brasil, Paraguay y

Ecuador la tendencia es decreciente, de un 24%en 1998 baja a un 12% en 1999-2000.

En 2004, el apoyo a la democracia desciendeal 53%. Asimismo, la indiferencia a un gobiernodemocrático o autoritario aumenta del 16% en 1996al 21% en 2004. El siguiente cuadro da un pano-rama de la evolución que ha tenido el apoyo a lademocracia desde 1996 a 2004.

Los coeficientes porcentuales de variación handisminuido en 13 de 17 países, mientras que sólose mantiene positivo en 4. Esto demuestra que elapoyo a la democracia como sistema político vaen declive. En algunos casos, en forma estrepito-sa como Nicaragua, Paraguay, Bolivia, y Perú. Enotros, en forma moderada como Argentina,Ecuador, el Salvador. En Chile, Honduras yVenezuela el apoyo a la democracia adquiere una

TABLA 2 – APOYO A LA DEMOCRACIA – EVOLUCIÓN POR PAÍS (1996-2004)

FONTE: Latinobarómetro (2004, p. 5).NOTAS:

1. n/a: no aplicable2. Pregunta hecha: “¿Con cuál de las siguientes frases está Ud. más de acuerdo? La democracia es preferible a

cualquier otra forma de gobierno. En algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a unodemocrático. A la gente como uno, nos da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático”. *Aquí estánsólo los resultados de la respuesta: “La democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”.

PAÍS 1996 1997 1998 2000 2001 2002 2003 2004 2004-1996

Nicaragua 59 68 72 64 43 63 51 39 -20

Paraguay 59 44 51 48 35 45 40 39 -20

Bolivia 64 66 55 62 54 56 50 45 -19

Perú 63 60 63 64 62 57 52 45 -18

Guatemala 51 48 54 45 33 45 33 35 -16

Colombia 60 69 55 50 36 39 46 46 -14

Costa Rica 80 83 69 83 71 77 77 67 -13

Panamá 75 71 71 62 34 55 51 64 -11

Brasil 50 50 48 39 30 37 35 41 -9

Argentina 71 75 73 71 58 65 68 64 -7

Ecuador 52 41 57 54 40 49 46 46 -6

El Salvador 56 66 79 63 25 40 45 50 -6

Uruguay 80 86 80 84 79 78 78 78 -2

México 53 52 51 45 46 63 53 53 0

Chile 54 61 53 57 45 50 51 57 3

Honduras 42 63 57 64 57 57 55 46 4

Venezuela 62 64 60 61 57 75 67 74 12

R. Dominicana - - - - - 75 65 n/a

América Latina 61 62 62 60 48 56 53 53 -8

tendencia inversa y se observa en alza.

En una segunda evaluación el informe de prensade 2004, muestra que al evaluar la eficacia de losciviles con respecto a los militares, la mayoría delos entrevistados dice que los militares son menoseficientes que los civiles (en 12 de 18 países).Entre los 4 países que dicen que los militares sonmás eficientes que los civiles se observan desi-gualdades económicas estructurales, Brasil, Perú,

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PROCESOS POLITICOS EN AMERICA LATINA

Guatemala y Paraguay. Asimismo, en 10 de los18, se superpone el orden a la pérdida de libertades(sobre todo en Centroamérica). En efecto,solamente países como Uruguay, Venezuela,Ecuador, Panamá la mayoría opina que la libertaddebe primar por sobre el orden.

El informe concluye “la base del autoritarismopolítico en América Latina está sin dudas, en estademanda de orden o autoritarismo social, donde lapoblación prefiere el orden en vez de libertades. Nohay que olvidarse de ello al analizar lascontradicciones de la región y al analizar la deman-da de mano dura, que no es otra cosa que laexpresión política de esa demanda de orden que vamucho más allá de la política. Se refiere a la jerarquíapiramidal, a las estructuras sociales, a la aceptaciónde los cambios, a la velocidad de la evolución queestán influenciadas por esta importante presenciadel orden en las sociedades latinoamericanas”.

En Honduras el 69% prefiere más orden quelibertades, en Paraguay un 65%, en RepúblicaDominicana un 63%, en Costa Rica un 56%, en elSalvador un 54%, en Guatemala un 53%, en Bra-sil 53%, en Argentina 50%, y por último en Perúy México un 48%.

Resultados similares muestra el grupo de paí-ses donde se considera mayoritariamente que la

mano dura no le viene mal a la democracia:Paraguay (85%), El Salvador-Guatemala-CostaRica y Honduras (78%), Chile (76%), Colombia(72%), Panamá (71%), Perú (70%), Argentina(69%) entre otras.

En lo que respecta a la percepción del voto, lamayoría de los encuestados manifestaron en 1995con referencia a sus elecciones presidenciales quelas mismas eran fraudulentas (54%) mientras el restoconsideraba que habían sido limpias (37%). En2006, si bien la mayoría sigue considerando laselecciones como fraudulentas, el porcentaje cae al49% conjuntamente con el alza de aquellos que lasconsideran comicios limpios 41%. Un grupo depaíses (particularmente) muestran una confianzamuy baja en cuanto a la legitimidad de sus elecciones:Paraguay (20%), Ecuador (21%), El Salvador(23%), Honduras (27%), Colombia (29%),Nicaragua (30%), Perú (32%) y Guatemala (32%).

Evidentemente, las instituciones en las que másconfían los latinoamericanos desde 1996 a 2006son La Iglesia y la Televisión. Esto se observa encontraposición a la confianza en las institucionesdemocráticas propiamente dichas tales como elCongreso, el Poder Judicial, El gobierno, los par-tidos políticos y la Policía. El siguiente cuadro, esmás que elocuente al respecto.

INSTITUCIÓN 1996 1997 1998 1999-2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006

Iglesia 76 74 78 77 72 71 62 71 71 71 Televisión 50 46 45 42 49 45 36 38 44 64 Presidente - 39 38 39 30 - 31 36 43 47 Fuerzas Armadas

41 42 38 43 38 38 30 40 42 44

Gobierno - - 28 - - 25 24 30 36 43 Empresas grandes

- - - - 36 32 30 42 - -

Empresa privada

- - - - - - - - 38 42

Municipalidad - - - - 31 32 - 34 37 - Bancos - - - - - 36 27 41 39 - Policía 30 36 32 29 30 33 29 37 37 37 Sistema Judicial

33 36 32 34 27 25 20 32 31 36

Congreso 27 36 27 28 24 23 17 24 28 27 Partidos políticos

20 28 21 20 19 14 11 18 18 22

N. de casos 18 719 17 767 17 739 18 038 18 135 18 522 18 658 19 607 20 209 20 234

TABLA 3 – SERIE DE TIEMPO – CONFIANZA EN LAS INSTITUCIONES

FONTE: Latinobarómetro (2004, p. 34; 1996-2006).

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Sin embargo, el porcentaje de personas queapunta a considerar a la Democracia como la mejoralternativa para llegar a ser un país desarrolladoes particularmente significativa alcanzandoporcentajes del 50% y más: El Savaldor (86%),México (82%), Ecuador (82%), Colombia (82%),Honduras (80%), Perú (79%), Bolivia (77%), Bra-sil (76%), Venezuela (74%), Paraguay (74%),Nicaragua (68%), Chile (65%), Argentina (65%),Uruguay (58%), Venezuela (48%) entre otras.

Aquí puede verse claramente una disociaciónentre la figura de la democracia como sistema idealpara alcanzar un fin (enfoque estructural) y laconfianza que existe en la dinámica y el accionarde las instituciones democráticas (enfoqueprocedimental). Esta división, se encuentra pre-sente en la cultura de los países latinoamericanoscomo afirmaba el profesor de De Imaz. Pero laevidencia empírica que se ha presentado noresuelve algunas de las cuestiones que se han fijadoen la introducción, sobre todo aquellas orientadasa ver como se vive la democracia en otras partesdel mundo y que diferencias muestran con laAmérica Hispana.

V. ALGUNAS COMPARACIONES CON EURO-PA Y LOS ESTADOS UNIDOS

Entre los porcentajes que Latinoamérica haarrojado para con la satisfacción de la democra-cia, los datos de Europa Central y Oriental noparecen ser muy disímiles.

Según información de Eurobarometer 1998-2000, muestra en Europa Central y Oriental unporcentaje alto de encuestados que se manifiestandisconformes con respecto a la democracia. Un60% (de los que se incluyeron en la muestra) dicenno estar contentos con la democracia como siste-ma político mientras sólo un 37% dicen estarsatisfechos.

Si estos mismos resultados se comparan conla Europa Occidental, la escena política es total-mente diferente. En los entrevistadoscorrespondientes a la muestra de esta región, el62% manifestó estar satisfecho con la democra-cia mientras un 32% dijo estar insatisfecho.

En los Estados Unidos, según encuestas reali-zadas por diversas fuentes que pueden consultarseen la página Polling Report, el 58% de losencuestados considera que la corrupción en Wa-shington, D.C., está esparcida, contra un 39% quela ve encriptada. Asimismo, el 61% de los

encuestados se manifiesta disconforme con elrumbo que lleva los Estados Unidos mientras sóloel 30% dice estar conforme. Sobre los problemasprincipales que perciben los ciudadanosestadounidenses, se encuentran la situación conIrak (59%), el terrorismo (54%), la políticasanitaria (44%) y la economía (38%)

En efecto, según el barómetro nacionalpublicadas por Gallup en USA Today, el 64% delos encuestados considera que la situacióneconómica está empeorando mientras que el 28%cree que está mejorando.

En relación a sus instituciones democráticasla percepción continúa siendo buena. El 61% con-sidera y aprueba la forma que en sus líderes de-mocráticos se desempeñan en el Congresomientras que el 28% los desaprueba (un 12% nosabe).

Los porcentajes parecen ser similares en lapercepción del funcionamiento de la SupremaCorte de Justicia; donde en 2006 el 60% apruebala forma en que se desempeña esta institucióncontra un 32% que dice no estar de acuerdo consu desempeño. (El porcentaje de los que no estánseguros es 8%). Los mismos datos, vuelven a sercorroborados por otra encuesta llevada a cabo enel mismo año, donde el 50% aprueba a la CorteSuprema contra 30% que no lo hace. (El porcentajede los que no están seguros es alto del 20%.)

Algunas hipótesis conllevan la idea de que unade las particularidades que distingue a la demo-cracia americana del resto, es su fuerte conviccióny apoyo a sus instituciones democráticas y en ladivisión de poderes que limita los alcances del pre-sidencialismo. Ante la pregunta ¿Quién en Wa-shington debería tomar las riendas de los proble-mas de la nación: el presidente o el congreso?, el51% ha optado por responder el Congreso mientrasque un 29% dijo el Presidente.

Sin embargo, estos datos son parcialmentecorrectos. Si se desagrega la información poridentificación partidaria, se observa que el 65%de los republicanos apoya al presidente mientrasque el 15% al Congreso. En forma inversa, el 79%de los demócratas apunta al congreso contra un9% que se orienta hacia el presidente. En realidad,la responsabilidad recae sobre el presidente o elcongreso según corresponde la afiliación partidariade quien responda, y no necesariamente en la fi-gura de la división de poderes.

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PROCESOS POLITICOS EN AMERICA LATINA

VI. CONCLUSIONES

Más allá, de los problemas inherentes a cadaregión y la satisfacción que cada uno manifiestecon respecto al rumbo de su país, entre lapercepción de los encuestados en las muestras delos Estados Unidos y Latinoamérica parece serclaro que los primeros siguen conservando unaimagen positiva en cuanto al desempeño de susinstituciones como tales en el sentidoprocedimental.

Por el contrario en los segundos, la percepciónparece estar unida en forma estrecha con la for-ma en que se solucionan los problemas. Entre ellosse encuentran la delincuencia y el desempleo. Eneste grupo se advierte una relación directa entre lautilidad percibida del sistema político con ciertosbeneficios esperados de la economía de mercadoy la distribución de la riqueza.

Asimismo, la percepción que los consultadosposeen sobre la eficacia de los militares pareceser más baja con respecto a los civiles. Esto sedebe, en parte, a toda una historia de desaciertospor parte de los gobiernos militares en asuntos deEstado.

Si bien esta forma de vivir la democracia esuna herencia ibérica, las diferentes privaciones(económicas en su mayoría) de las cuales han sidoobjeto las poblaciones hispanoamericanas hanllevado a la idea de una fuerte disociación entre elideal democrático y los métodos para llegar a él.(Diferencia entre la democracia en su sentidoestructural y procedimental.) Por ese motivo,existen ciertas contradicciones según los datosanalizados.

Lo ideal y lo real confluyen en equilibrio, sonnecesarios para la vida política pero cuando unode los dos merma el otro se exacerba en formaproporcional. Es común, observar una mayor pre-sencia del ideal cuando menores son las oportuni-dades de éxito. Inversamente, en grupos establesy exitosos es frecuente que los ideales comiencena perder fuerza.

Aún cuando, en los Estados Unidos y Europase observa mayor estabilidad democrática, lapercepción de los encuestados con respecto alfuturo del país –sobre todo en los Estados Uni-dos- es particularmente negativa. No obstante, estono parece incidir en la percepción que ellosmuestran hacia sus instituciones.

Por otro lado, cabe aclarar que enLatinoamérica se encuentra arraigada (por herenciacultural) una fuerte tradición en pensar la demo-cracia como ideal político orientada hacia eldesarrollo económico. Lo cual, no sólo confirmala evidencia recogida sino que valida las teorías deLipset e Imaz – aunque con cierto reparo.

Así, la mayoría de los encuestados en lamuestra extraída de los informes de Latinobarómetro apunta a que la Democracia es un mé-todo. Pero no termina la cuestión precisamenteallí, sino que es el “mejor” de los métodos paraalcanzar la prosperidad y el desarrollo económico.

El funcionamiento de la democracia como sis-tema político es percibido en Latinoamérica deacuerdo a sus resultados. De esta forma, no esextraño encontrar porcentajes relativamente ele-vados de personas que manifiesta su idea de apli-car mano dura o políticas más autoritarias paraciertos problemas.

En parte, esto supone que se debe reformularla hipótesis planteada en la introducción de lasiguiente manera: los latinoamericanos poseen unaimagen de la democracia mayoritariamente ideali-zada (estructural), a diferencia de otros paísesdonde esa percepción se hace más procedimental.

A diferencia de los objetivos que requieren serconcretados en tiempo y forma, los idealescumplen una función ambivalente; en primer lu-gar, los grupos o individuos distribuyen lasacciones que consideran necesarias para alcanzarla meta “idealizada”.

Lejos de considerarse indiferentes, por un ladola mayoría de los latinoamericanos (encuestados)considera que la democracia es la mejor forma dedesarrollarse, es decir apuntan hacia un ideal biendefinido y subordinan escolásticamente los méto-dos para concretar el fin; empero por el otro, unatendencia antagónica se observa cuandomanifiestan que es preferible superponer los mé-todos al ideal democrático.

Los elementos instrumentales necesarios parallevar a la práctica a la democracia están total-mente desprestigiados en América Latina. Esto sedebe en parte, a su funcionamiento práctico peromás se debe a lo que se espera de ellas. En sureemplazo, se ha colocado a otras institucionescomo la Iglesia Católica o la Televisión.

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REVISTA DE SOCIOLOGIA E POLÍTICA Nº 29: 187-202 NOV. 2007

Aunque estas interpretaciones parecen serelocuentes con respecto a los datos presentados,esto trae aparejadas ciertas cuestiones que hastaahora no han sido consideradas: Latinoamérica estálejos (como objeto de estudio) de mostrar unahomogeneidad en algunos aspectos. Países tancercanos como Argentina y Uruguay conformanen algunos temas percepciones muy diferentes,mientras que en otros casos países – tan alejados

geográficamente – como Brasil y El Salvadorparecen mostrar puntos de vista similares. Estoabre todo un abanico de preguntas que hacen acómo analizar la región sin caer en generalizacionesabsurdas o arbitrariedades teóricas. En realidad,presupone la necesidad de reestructurar toda lateoría sociológica y política acorde a las realida-des que se vive Hispanoamérica -con sussimilitudes y sus diferencias.

Maximiliano Korstanje ([email protected]) é Mestre em Sociologia pela Universidade Católi-ca da Argentina.

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REVISTA DE SOCIOLOGIA E POLÍTICA Nº 29: 227-230 NOV. 2007

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POLITICAL PROCESSES IN LATIN AMERICA: A PERSPECTIVE ON HOW LATINAMERICANS VIEW DEMOCRACY

Maximiliano Korstanje

This article deals with issues around Latin American perceptions of democracy as a figure of thepolitical order. The results we arrive at then let us engage in a brief comparison with people from theUnited States and Europe. The issue we study is located in the theoretical tension between democracywhen taken in its more procedural or more structural senses.

KEYWORDS: democracy; Latin America; indifference.

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REVISTA DE SOCIOLOGIA E POLÍTICA Nº 29: 233-236 NOV. 2007

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PROCESSUS POLITIQUES EN AMÉRIQUE LATINE: UNE PERSPECTIVE SUR LA FAÇONDE VOIR LA DÉMOCRATIE DES LATINO-AMÉRICAINS

Maximiliano Korstanje

Cet article traite des enjeux liés à la perception des latino-américains de la démocratie comme unefigure d’ordre politique. Les résultats obtenus rendent possible de faire des comparaisons entre lesAméricains et les Européens. L’aspect étudié se situe dans la tension théorique entre démocratiedans son sens pratique et structural.

MOTS-CLÉS: démocratie; Amérique Latine; indifférence.

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