Primeros capítulos (PDF) - · PDF fileamericana como Cormac McCarthy, Don Winslow o...
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Edito
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del
Lab
erin
toDaniel Prez Morales
Acer nigrumAlgo est ocurrie
ndo en los bosques de la pequea
localidad canadiense de Emmerin.
La tierra comienza a expulsar cuerp
os mutilados de mujeres jvenes. La
investigacin
recae en la agente Isabelle Lemaire
a quien imponen un nuevo compa
ero, Noah
Page. Lemaire se enfrentar a un d
espiadado depredador sexual y al m
isterio que
esconde el pasado de Page, aunqu
e para ello deba arriesgar su propia
vida.
DANIEL PREZ MORALES(Madrid, 1974)
Escritor por vocacin. Curs EscrituraCreativa en la London School of Journalism.vido lector de autores de narrativa norte-americana como Cormac McCarthy, DonWinslow o James Ellroy.
En la actualidad compagina su actividadliteraria con la de guitarrista en una bandade rock.
Ingeniero Tcnico de Telecomunicacinpor la Escuela Politcnica de Madrid, cursestudios de postgrado de Tratamiento deimgenes mdicas y de Teledeteccin porsatlite en la Universidad Carlos III.
Desde sus inicios en una compaa tecno-lgica ubicada en Nynshamn (Suecia),hasta la actualidad, en Madrid, ha desa-rrollado toda su carrera profesional en elmbito de las Telecomunicaciones.
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Los bosques de arces negros que rodean la provincia de Quebecllevan aos guardando los secretos de un despiadado asesino yviolador en serie. Pero nada permanece oculto para siempre: elcadver de una joven con mutilaciones y evidentes signos de torturaes encontrado semienterrado.
Dos agentes antagnicos sern los encargados de resolver el caso:Isabelle Lemaire, profesional eficiente y responsable madre defamilia; y su nuevo compaero, Noah Page, descendiente de losindios mohawk y con un pasado siniestro. Pronto Isabelle descubreque no es tarea fcil trabajar con Page, antiguo francotirador del Gru-po Tctico, hombre violento, alcohlico y con severas dificultadespara controlar su ira.
En el ambiente opresivo de las zonas rurales de Canad, la gente noes muy dada a hablar con la polica de ciudad, aunque todos parecensaber ms de lo que cuentan. Pero el bosque no deja de expulsarcuerpos de mujeres brutalmente asesinadas y el responsable siguesuelto, con sus secretos enterrados a los pies de los arces negros.
Acer nigrum Daniel Prez Morales
www.cuadernosdelaberinto.com El gnero negro tambin habla castellanocoleccin ESTRELLA NEGRA Dirigida por Carlos Augusto Casas
ESTRELLA NEGRAEL VIEJO MUERE, LA NIA VIVEJulin Ibez
EL ASESINO DEL PENTAGRAMASergio Mira Jordn
ASESINATO EN LA GRAN VAngela Martn del Burgo
OLIVAS NEGRASManuel del Pino
UN REVLVER EN LA MALETAFlix ngel Moreno Ruiz
ANAQUEL DE POESALA FERTILIDAD DE LOS VOCABLOSJess Hilario Tundidor
AMORPoesa amorosa contempornea
CICATRICES DE ASFALTOMara Jos Corts
ATLAS POTICOViajeras del siglo XXI
NADAR ENTRE TIBURONESMills Fox Edgerton
ESPA MI BOLSOSilvia Gallego
LABERINTO CARNALElvira Daudet
PLAYAS INTERIORESAdolfo Yez
VERSOS PARA LA NAVIDADLuis Garca Ars
DERECHO DE PASINHomenaje a Gloria Fuertes
CROSSING THE BARAlfred Tennyson
I.S.B.N: 978-84-941902-5-4
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CUADERNOSDEL LABERINTO
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Daniel Prez Morales
ACER NIGRUM
EDITORIAL CUADERNOS DEL LABERINTO
COLECCIN ESTRELLA NEGRA, n6MADRID MMXIV
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Todos los derechos reservados.Prohibida la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier procedimiento y el almacenamiento transmisin de la totalidad o parte de su contenido por mtodo alguno, salvo permiso expreso del editor.
De la obra DANIEL PREZ MORALES
De la edicin Cuadernos del Laberintowww.cuadernosdelaberinto.com
Idea y direccin: CARLOS AUGUSTO CASAS
Diseo de la coleccin: Absurda Fbulawww.absurdafabula.com
Ilustracin de cubierta: Sobre un original de Anna Ismagilova (shutterstock)Fotografa del autor en solapa Ana Prez
Primera edicin: Abril 2014I.S.B.N: 978-84-941902-5-4Depsito legal: M-10196-2014Impreso en Espaa.
www.cuadernosdelaberinto.com
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Quisiera dedicar este libroa mis padres,a Rubn,a Venturay a Mara.
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En el da de hoy he venido a vuestra puerta, en la que velis a
vuestros muertos sumidos en la oscuridad y el dolor. Por este
motivo he venido aqu, para velar junto a vosotros. Entrar y
me presentar frente a las cenizas y pronunciar las palabras
que os sirvan de consuelo.
(El Libro de los Ritos Iroqueses HORATIO HALE, 1883)
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I
El muchacho advirti por primera vez el olor de los restos endescomposicin cuando tena nueve aos.
Ocurri durante una acampada de fin de semana, a la queAlexandre acudi junto con otros nios del grupo infantil de laparroquia de Emmerin. Los sacerdotes y otros voluntarios dela comunidad catlica se llevaron a los chicos al bosque. Duran-te dos das les ensearon a levantar tiendas de campaa, a plan-tar rboles y a distinguir entre las diferentes especies de pjaros,escarabajos o flores.
Alexandre era un muchacho endeble de carcter. En cuan-to los cuidadores miraban hacia otro lado, sus compaeros apro-vechaban para ensaarse con l, le embadurnaban el cabellocon dentfrico mientras dorma, le insertaban una rana en lamochila o le sustituan el recipiente de azcar por el de la sal,arruinndole su desayuno de leche con cereales. Hay quien nacepara ser verdugo y quien nace para ser vctima y, a los nueveaos, el pobre Alexandre era una presa inofensiva y propiciapara sus acosadores.
La maana de un sbado de verano partieron de excur-sin. La fila de chavales camin a lo largo de un par kilmetrospor el sendero de un bosque, todos vestidos con la mismacamiseta naranja y la misma gorra amarilla. Haca calor y lossacerdotes decidieron darles un descanso cuando alcanzaronun apartadero. Algunos nios aprovecharon para beber agua
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de sus cantimploras y avituallarse, pero Alexandre no fue capaz.Haba percibido una hediondez que le revolvi el estmago y lehizo perder el apetito. Los cros son curiosos por naturaleza, yAlexandre se apart del grupo de excursionistas para averiguarel origen de un olor tan desagradable. Se alej unos metros de sus compaeros y penetr en la male-za, abrindose paso a travs de las ramas. Entre unos arbus-tos encontr al jabal, lo que quedaba de l, con el hocicoenterrado bajo un puado de barro seco y con los ojos acribilla-dos por las moscas y las larvas. Unas heridas recorran su spe-ro pelaje, semejantes a dentelladas. Su carne llevaba daspudrindose. Era una visin horrible, al mismo tiempo quefascinante. La decrepitud de la muerte contemplada por pri-mera vez por un nio de nueve aos. De la impresin que sufri,al pobre Alexandre se le cay al suelo la mochila en la que por-taba toda su comida. El olor que percibi se le incrust parasiempre en su memoria.
* **
Los aos transcurrieron y el nio Alexandre se convirti enadulto, en un joven delgado como una rama, solitario e introver-tido, que solo abandonaba su hogar para ir a trabajar, hacer unrecado o ejercitarse. Los vecinos ms chismosos de Emmerin loconsideraban un perfecto candidato a soltern, papel que eljoven asuma con la resignacin de un seminarista. Tena unempleo a tiempo parcial como fotgrafo de una publicacinmensual sobre caballos y aprovechaba sus frecuentes ratos
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libres para entrenar y mejorar su marca de corredor de fondo.Pocas cosas le reconfortaban tanto en su ordinaria vida como laprctica del deporte a campo abierto.
Un domingo, Alexandre aprovech una tregua de laborrasca para salir a correr acompaado de su padre, un hom-bre llamado Gilles que, en sus das de gloria, gan un campe-onato provincial de Quebec en la categora de cien metroslisos. Gilles intentaba paliar con ejercicio fsico los perjuiciosde su sedentario empleo en la biblioteca del municipio. A suscincuenta y tantos aos, consegua mantenerse en un estadode forma envidiable.
Padre e hijo preferan correr lejos de la civilizacin a travsde parajes naturales. La Garra del Oso era su lugar predilecto, lla-mado as por la formacin rocosa que coronaba una colina rode-ada por un denso bosque. En las inmediaciones de la Garra delOso haba dos rutas habilitadas para los excursionistas. En con-tra de su costumbre, esa maana eligieron la ruta ms larga, unanillo de tierra exterior que rodeaba el sobresaliente rocoso a lolargo de unos once kilmetros, un recorrido algo ms exigentede lo habitual.
Abrigados con ropa de deporte lo suficientemente grue-sa, ascendieron a buen paso por un camino pedregoso que seabra a travs de una colonia de pceas. Lloviznaba de ese modotenue y traidor que termina calando a los idiotas. Ahuyenta-ron un mapache que se interpuso en su camino y se apartarona un lado, bordeando la orilla de un reguero flanqueado porun muro de juncos presuntuosos.
Padre e hijo abandonaron la hondonada y rodearon laalambrada tendida entre las estacas torcidas que delimitaban
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la granja del viejo Coultard, el hombre que durante aos c
