PRIMERA ENDECHA - Catálogo en español - English ... · 12 13 Después, el silencio. Ese silencio...

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P R I M E R A E N D E C H A

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Me acabo de caer...

La culpa es de Voltaire...

Una bala me dio...

La culpa es de

Rousseau...

Pajarillo... soy yo...

No sé el paternóster...

La culpa es de

Vol... taire...

La... culpa es de...

Rou... sseau...

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Soulac, Tarn-et-Garonne, enero de 1935...

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Está... rezando...

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El Señor es contigo...

Bendita eres entre todas las mujeres...

...y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

*

* EL ASESINO DE LA VENDIMIA ARRESTADO EN DELITO FLAGRANTE EN BURDEOS

Santa María, M... Madre de Dios... ruega

por nosotros pecadores...

Amén.

...ahora y en la hora de nuestra muerte...

Dios te salve, María, llena de gracia...

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Es curioso, las campanas...

¿Sí?

...

Ah, bueno...

Oh, no, no se inquiete. Solo están dando

la hora.

Las campanas. Nos están

llamando...

Solo me evocan la muerte.

Shhh... Acérquese, padre, acérquese...

Dígame, Roland,...

¿Qué? ¿Quién, Roland?

¿Roland? ¿Roland?

Nos... Nos están

llamando...

¿Las oye? Nos están llamando...

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Me llaman como nos llamaron a todos...

Todo empezó con ellas...

Aquel agosto de 1914...

La guerra es algo muy ruidoso.

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Después, el silencio. Ese silencio que solo la guerra puede

engendrar. Espeso como en el vientre de una madre bajo la tumba.

Espeso como millones de silencios que se encabalgan y se superponen los unos a los otros.

Olores sofocantes y tan penetrantes que años después aún se puede sentir el hedor dulzón...

Pero si quisiera resumir la guerra, me quedaría con el tañido de las campanas con el que empezó todo...

Muy sensible, en realidad... Ruidos ensordecedores...

Imágenes del horror ancladas en lo más profundo de la memoria como una vieja ostra a un naufragio...

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Los que allí estaban no tenían más que papel barato podrido por la humedad para hacer resonar su voz, una última vez.

Querida familia: no es fácil encontrarse así, bruscamente, en primera línea.

* Querida madre: te escribo estas líneas desde la trinchera en la que estamos desde el domingo por la noche. Anoche pasamos a la primera línea, pero no sé qué pasará, esto es espantoso. Daría lo que fuera por estar lejos de aquí. En fin, esperemos que al menos ** Amada mía: es con gran desamparo que te escribo y, si Dios y la Santa Virgen no me prestan su asistencia, será la última vez;

*

**

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Mi hermosa piel de porcelana se torna, cada día un poco más, del color del barro.

Ya no aguanto este frío que endurece mi piel antes de resquebrajarla lentamente, de cortarla centímetro a centímetro...

¡Dios mío! Prometo que jamás volveré a quejarme del calor de los hornos.

Me gustaba tanto la noche.

Su envoltura intrigante y dulce y las promesas sordas que anuncian la proximidad de los cuerpos.

Pero la noche aquí es un ataúd y los cuerpos que se acercan no traen más que la muerte.

Quedan tan lejos las madrugadas cálidas del verano en que desde la ventana admiraba el desfile de nuestros bellos soldados y les ordenaba abalanzarse sobre el enemigo a cambio de mi pañuelo blanco.

Los caballeros de brillante armadura roja y azul no son más que bestias de pelo y arcilla...

Y hace tiempo que mi pañuelo se convirtió en una venda inútil, un trapo empapado en sangre. ¡Ay! No es fácil ser mujer,...

¡Adiós! Joséphine Taillandier

Pero he recibido mi merecido:

el fruto de mi imprudente necedad y

de mi ordinaria cobardía.

* Creo que nunca he estado tan sucio. Lo de aquí no es un lodo líquido como en la Argona. Es un barro de arcilla espesa y pegajosa. En esta época de lluvia, la tierra de las trincheras se desploma, revelando cadáveres. Hay huesos y cráneos por doquier. ** Uno se pregunta cómo podemos permitir que pasen cosas así. No

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Por eso había casi tantos posaderos y taberneros como campesinos y viticultores.

Joséphine Taillandier nació en Méricourd, un pueblo cuyo principal mérito era encontrarse en la intersección de los caminos que llevaban a Reims, Châlons-sur-Marne y Verdún.

La señorita Taillandier, con 17 años recién cumplidos, servía para uno de ellos, en «La Champaña feliz».

A finales del verano de 1914, esa ventaja geográfica fue la desgracia del campesino cuando la trinchera asesina sustituyó pronto al surco abastecedor en todos sus campos.

Pero a principios de 1915 seguía haciendo feliz a los traficantes de licores.

La guerra se había acuartelado a solo unos kilómetros. A veces enviaba algún obús, pero, sobre todo, arrastraba a una marea de soldados que o subían al frente y bebían para sacar valor o volvían de él y bebían para olvidar el horror.

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De lengua y de cascos, ¡y vaya

posaderas!

¡Hola, preciosa! ¿El vinazo no quiere ir a la retaguardia?

¿O prefiere tu retaguardia ir al soldado?¡Mira cómo esas nalgas

piden dejarse ver!

Observa, retaco, y verás cómo voy a complacerlas.

¡Ja, ja, ja! ¡Es ligera de lengua,

la chiquilla!

Sí, y el mío, mi turno también llegará, ¡y aún

tendré el gaznate seco!

Bah, si así eres menos

baboso, nadie se quejará.

¡Eh, Joséphine!

¡Mi vino! ¿Vas a plantar el viñedo antes de

servírmelo o qué?

Abre los ojos, si aún puedes,

Gaston, y verás que no estás solo.

Ya le llegará el turno a tu vino.

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¡Te va a salir muy

caro, zorra!

¡Soltadme, panda de inútiles!

¡Si te cruzas en mi camino te desangro como a una

cerda!

¡A ella voy a dejar yo sin sombra!

¿Me oyes, puta?

¡Te voy a reventar la cabeza hasta que pidas

perdón, desnuda y de rodillas!

¡Basta ya, Choffard, o acabarás a la sombra!

Ese soldado se llamaba Albert Choffard, segunda clase en el 1420 de infantería de Lozère. Aún no lo sabía, pero lo que debía haber sido una simple noche a la sombra, terminaría por llevarlo al paredón.

Solo una semana después de ese incidente, se encontró el cuerpo de la muchacha durante las labores de ampliación de una trinchera, apenas enterrada en la primera línea bajo una fina capa de tierra helada.

En su blusa había una carta de despedida, escrita por su asesino...

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No tenía sentido investigar más. Además, no había tiempo.

Se estaba preparando una gran ofensiva. Había un cadáver y hacía falta un asesino.

Le tocó al soldado Choffard.

Y si no fue él, su ejecución serviría de ejemplo a los demás.

Porque esa creencia era una ilusión. Menos de dos semanas después, me encontré empujando la puerta de «La Champaña combatiente».

O al menos eso creían.

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Buenos días.

Un café con leche, por favor.

En asuntos criminales, siempre he creído en la importancia de la «inmersión». Impregnarse del lugar, de la atmósfera, de los rostros, de las formas de ser y de actuar...

Todo ello ayuda a meditar y a desvelar poco a poco todas las pistas; una de ellas será la que, al final, conduzca a la resolución del caso...

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Disculpe, ¿podría

ayudarme?

Venga, Pérez, te toca: ¿juegas o esperas a que

termine la guerra?

Por supuesto, teniente...

Busco una tumba.

¡Ah! Teniente, por desgracia el pueblo está lleno de ellas.

¿A quién busca? ¿Civil o militar?

Militar. La tumba del soldado Choffard.

Albert Choffard.

Siempre que se pueda, hay que hacerlo con la mayor discreción posible para no perturbar el orden de lo que se estudia.

Esta vez, y eso que aún no me encargaba oficialmente de aquello, la voluntad de discreción parecía ser ya una causa perdida...

No importa. Lo ideal es siempre inaccesible.

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Hhmm...

* muerto por culpa de las mujeres

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¡A ver! ¡En el frente todos lo somos un

poco!

¿Eran amigos?Qué gran majadería y

qué gran miseria es todo este

asunto...

Dios te salve, María, llena de gracia,

el Señor es contigo...

...ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.

Por favor. Adelante.

Gracias. Mis disculpas,

teniente.

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Se dejaba llevar por el beber y, para un

pueblerino, hablaba más del culo de las mujeres que el de las vacas, con

todo respeto, mi teniente.

Pero ¿qué quiere? Veinte años recién cumplidos, así que

ya ve...

El Choffard era de la escuadra

nuestra... No era un mal muchacho, no de los peores.

¿Por eso le han escrito «muerto por culpa de las

mujeres»?

¡¿?!

¿La «mano»?

¿Y cómo quieres que la conozca? Desde donde pasa los días, ¡se necesitan unas lentes

considerables para atisbar el frente!

¡Pues claro! ¡«La mano de Massiges»! No es más

que barrancos y pendientes repletas de ametralladoras boches. ¡Una ratonera para

los peludos! ¿No la conoce?

Sí, bueno. Pero ¡ocho días arrastrándonos por esas malditas colinas! ¡Ni que fuésemos

todos culpables de lo de la moza!

Nos han relevado esta mañana, por

eso hemos venido a devolverle lo que

queda de sus cosas.

A saber... En cierto modo no es del todo mentira. No hemos podido venir antes.

Tras la... bueno, la muerte del Choffard, nos hemos visto

junto a los coloniales en la «mano», ¡ocho días seguidos!

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Ya se lo he dicho, teniente. ¡Veinte años

tenía apenas! ¡Y no era el más joven

de la sección!

Ya ve, aparte de mí y del Arsène,

¡ni uno ha pasado por el altar! Sus madres son las únicas mujeres que conocen.

¿Por qué una madre? ¿Por qué no una mujer?

Decía que la figurilla representaba a todas nuestras

madres, que velaba por nosotros.

Y desde entonces, me crea o no, no nos

hemos llevado grandes golpes.

¿Qué, Julot? ¿Has terminado

de darle al pico?

Venga, vámonos.

Es verdad...

Aún tenemos que asearnos antes de la

pitanza.

Bueno... Un placer, teniente.

¿Era suya?

En todos los sentidos, sí. El Choffard tallaba la madera mejor que nadie, ¡y con un simple cuchillo!

Siempre que podía tallaba y tallaba sin parar. Pipas,

ceniceros, animales y figuras...

Le pedimos que tallara un

amuleto para la sección y nos

hizo esta.

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Dígame...

¿Y cómo podrían con lo que está

pasando?Los gendarmes

no caen muy bien por aquí, ¿no?

No es culpa mía. No fui yo quien condenó a vuestro compañero, que yo sepa.

Tiene razón, Arsène. De la investigación se ocuparon losoficiales.

Pero te digo una cosa: que el ejército se empiece a distraer con la policía, ¡no

presagia nada bueno! Mejor sería alguien

de los nuestros.

¡Oficial o policía, da igual! Unos nos envían al frente y otros nos impiden

volver de él. ¡Y ahora nos llevan directamente al paredón hasta

siendo inocentes!

Todo por una muchacha que se habrá hecho desnucar por un boche por querer hacer turismo

en la primera línea.

¡Así que ahora cierra el pico, Julot,

o podrías ser el próximo!

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¡¿Ah, sí?! ¡¿Sospechas?! ¡Y un carajo! ¿Y qué pasa con la carta que estaba sobre la mocosa?

Parece estar convencido de la inocencia del soldado Choffard.

Sin embargo, es normal que haya sospechas, ¿no?

Porque puede que Choffard tallase la madera bien, ¡pero

jamás tocó un lápiz! ¡Un manco ciego como un topo podía escribir

mejor que él!

No lo sabía, ¡¿verdad?! Los

señoritos oficiales tampoco lo sabían.

¡Ah, no! ¡Nadie preguntó!

Si podían sospechar de Choffard, ¡también podían pensar en el autor de la carta! ¿Y dónde está, eh?

Le habrán volado la cabeza a nuestro compañero, pero

¿acaso se ha cerrado el asunto? ¡¿Eh?! ¡¿Acaso

se ha cerrado?!

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No se había cerrado...

*

* MARIETTE VAUGUENARD ENTERRADA EN LA INTIMIDAD. La joven monja asesinada en primera línea en el frente de la Champaña ha sido enterrada ayer en la estricta intimidad. Aún se desconocen los detalles de este atroz asesinato, pero no se descarta la presencia de un merodeador alemán particularmente perverso. Por ello, las autoridades recuerdan que los civiles tienen absolutamente prohibido acercarse a las líneas del frente.

No...

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¡Soldados!

Aunque me cueste tanto

como a vosotros, ¡mantendré mi

palabra!

Para esta nueva investigación se adoptó un enfoque distinto, pero igualmente radical.

Tres días después de la ejecución del soldado Choffard, Mariette Vauguenard, enfermera del Servicio de la Cruz Roja en Méricourd, había sido encontrada en una trinchera abandonada de la primera línea.

Esta vez no estaba bajo una capa de tierra. No. De pie, con un fusil en la mano y en posición de tiro, apoyada sobre el escalón. Pero también tenía el cuello rebanado.

Y, lo másimportante, una carta de despedida en uno de los bolsillos, escrita por su asesino.

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Si no encontramos al asesino, haremos...

¡¿?!

¡No se muevan!

¡Les prohíbo dejar este campo! ¡Al próximo que rompa

filas, disparo sin vacilar!

¡Espero oír pistas, sospechas o incluso denuncias!

Nadie puede hacerme creer que se puede llevar a una enfermera a la primera línea y después masacrarla sin

que nadie haya visto u oído nada sospechoso.

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¡Que vuelven!

¡Larguémonos!

¡Seguidme! ¡Hacia las trincheras!

¡Deprisa!

¡Maldito fantoche! ¡Estúpido patán! ¡Casi hace que nos apiolen a todos por la maldita muchacha!

¡A cubierto, maldita

sea!

¡Será imbécil! ¿Acaso piensa seguir con el

interrogatorio mucho más? Está

claro que los alemanes nos han visto. Tenemos que

dispersarnos si...

¡Firmes, demonios!

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Dichosos los que han muerto por

cuatro palmos de tierra.

Dichosos los que han muerto con una muerte

triunfal.

Dichosos los que han muerto

por la tierra carnal, con tal

que fuera en una justa guerra.

Aunque la guerra se había especializado en el asesinato en masa legal, había que reconocer que era muy poco compatible con los asuntos policiales, por naturaleza mucho más singulares. Y el caso, como la víctima, fue finalmente enterrado sin que nadie tuviese objeciones al respecto.

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No se preocupe; como ha oído, aprovechaba para recordar al gran Péguy.

Un gran hombre, sin duda, que vivió su vida acorde a su obra.

Dicen que murió espada en mano, arremetiendo contra el alemán que tenía enfrente. «Muerto en una justa guerra», sí...

Siempre me pregunto por qué llamó a este poema «Eva», pues en él habla más de la guerra que de

nuestro venerable antepasado.

Lo que podía haber llegado a escribir me faltará, pero lo que

dejó escrito me acompañará siempre...

Teniente Vialatte...

Capitán Janvier.

Soy el ordenanza del general Berthelot.

Lamento hacerle esperar.

Dichosos los que han muerto en una justa guerra. Dichosas las espigas maduras y el

trigo sesgado...

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Sobre las obras de Péguy puedo hablar sin parar,

capitán...

En medio de este tormento, la biblioteca es un remanso de

paz, pero apenas encuentro con quién dialogar en ella.

¿Le gustaría a usted?

El general Berthelot le pide disculpas. Una reunión del Estado Mayor lo va a

mantener ocupado un poco más.

¡Entonces, tenemos una cita! Cuando la

triste historia que le ocupa le deje un rato libre, por supuesto...

Mientras esperamos, hemos instalado lo que nos ocupaen las dependencias que nos

hacen de hospital de campaña para oficiales.

Sígame, es por aquí. Tenemos que

atravesar el edificio para llegar a él.