Primer Capítulo

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Para aquella tarde de julio los plazos ya se habían cumplido. Nunca antes, una gestación albergó semejante demora, pero estando el co- nocimiento de por medio como causante principal de la tardanza, dicha espera resultaba hasta justificable. Todo tiempo es hermoso si es aprovechado. O eso dicen. Vacaciones en el calendario, una libreta en blanco y el sol quemando en lo más alto de un cielo que agotaba sus primeras horas de verano. El depósito lleno y las ruedas, más que expectantes, ante una nueva temporada que ya amenazaba tras la esquina. En la hoja de ruta de aquel dieciocho del séptimo mes del año no re- sultaba ajeno a mí curiosidad lo que ofrecía aquella tarde el Príncipe Felipe. Plato fuerte. No hablo de príncipes aventajados en la línea su- cesoria, sino de ese estadio de fútbol que destaca entre tanta nave in- dustrial a las afueras de Cáceres.Totalmente asincrónico entre lo que un día fue y lo que sus viejos muros hoy se esfuerzan por sostener. Pero, ese ya es otro cantar. Era pronto aún, para las ruedas de prensa en el Marca Sport Center y la figura del jefe de prensa necesitaba de la crudeza del transcurrir diario para ser imaginada. Las grandes citas públicas todavía tenían a la fría sala del estadio como ese escenario principal para sus re- presentaciones. Arranqué el coche, sintonicé en segundo plano con la canción del ve- rano y presto comencé el viaje. Apenas quince minutos de trayecto en los que la imagen que más repitió mi disco duro interno fue la de aquel diez oxigenado que hacía, o al menos pretendía, hacer jugar a su equipo cuando desde la grada mis ojos de niño intentaban encontrar sentido a todo aquello. Un fino estilista que cambiaba la indolen- cia del jugador por la presión de aprender a convivir cada do- mingo con la ingratitud de los resultados. Supongo que no es más que la propia evolución natural del futbolista inquieto. Una metamorfosis que le hace un ser más completo y que le lleva a querer ir un poco más allá y sentir lo que se experimenta a las órdenes de un banquillo. Fútbol y orden.

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Un año en verde.

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Para aquella tarde de julio los plazos ya se habían cumplido. Nuncaantes, una gestación albergó semejante demora, pero estando el co-nocimiento de por medio como causante principal de la tardanza,dicha espera resultaba hasta justificable. Todo tiempo es hermososi es aprovechado. O eso dicen.

Vacaciones en el calendario, una libreta en blanco y el sol quemandoen lo más alto de un cielo que agotaba sus primeras horas de verano.El depósito lleno y las ruedas, más que expectantes, ante una nuevatemporada que ya amenazaba tras la esquina.

En la hoja de ruta de aquel dieciocho del séptimo mes del año no re-sultaba ajeno a mí curiosidad lo que ofrecía aquella tarde el PríncipeFelipe. Plato fuerte. No hablo de príncipes aventajados en la línea su-cesoria, sino de ese estadio de fútbol que destaca entre tanta nave in-dustrial a las afueras de Cáceres.Totalmente asincrónico entre lo queun día fue y lo que sus viejos muros hoy se esfuerzan por sostener.Pero, ese ya es otro cantar.

Era pronto aún, para las ruedas de prensa en el Marca Sport Centery la figura del jefe de prensa necesitaba de la crudeza del transcurrirdiario para ser imaginada. Las grandes citas públicas todavía teníana la fría sala del estadio como ese escenario principal para sus re-presentaciones.

Arranqué el coche, sintonicé en segundo plano con la canción del ve-rano y presto comencé el viaje. Apenas quince minutos de trayecto enlos que la imagen que más repitió mi disco duro interno fue la de aqueldiez oxigenado que hacía, o al menos pretendía, hacer jugar a suequipo cuando desde la grada mis ojos de niño intentaban encontrarsentido a todo aquello. Un fino estilista que cambiaba la indolen-cia del jugador por la presión de aprender a convivir cada do-mingo con la ingratitud de los resultados.Supongo que no es más que la propia evolución natural del futbolistainquieto. Una metamorfosis que le hace un ser más completo y quele lleva a querer ir un poco más allá y sentir lo que se experimenta alas órdenes de un banquillo. Fútbol y orden.

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Para ser sinceros, aquella aventura que iniciaba su etapa pública du-rante aquel preciso instante, se había empezado a vislumbrar haciaya algo más de dos años con premeditación, alevosía y bajo ta-quígrafo, pero no pasó de ser una mera anécdota. Ahora, sólo en-tonces, había tomado visos de realidad.

La bodega de los Doblas había permitido que una de sus grandesapuestas madurara a la sombra de dos vinos ya maduros por los sin-sabores que tatúan en el cuerpo los amagos de la experienia. JoséLuis Montes y Pedro Pablo Braojos mecieron la cuna sobre la queCobos aprendió sus primeras palabras. De la mano del primero, dejódefinitivamente su carrera de corto en el Santa Amalia para pasarsea los banquillos. Con Montes enseñó sus primeros dientes dentro dela categoría y reflexionó sobre los sistemas defensivos como primermandamiento sobre el que estructurar y dar sentido a su idea futbo-lística.

Pasado su primer año de prueba, su sombra se pegó a los pies deotro peso pesado del fútbol de bronce. Con Braojos, su imaginaciónfue más allá, pues cuando algo es limitado por un horizonte, sóloquiere escapar hacía la complejidad de un mundo superior y la ver-dad, con este técnico al frente, todo estaba perfectamente delimitadopor una única propuesta que no por simplista dejó de resultar efectiva,ya que, fue interpretada a la perfección por quienes tenían que lle-varla a cabo sobre el tapete: balón en largo y que la baje Alex.

Sin riesgo para los matices de grises, esto era o blanco o negro enfunción del cariz que dictaminara el encuentro. Victoria o derrota.

Y la verdad, el técnico manchego paseó por el grupo cuarto con elCacereño de la mano y una tranquilidad inesperada. Aún cerrando suepílogo al frente del club con aquella derrota ante el Écija que hacíaintuir que lo más cercano al sustantivo copa del que disfrutaría la afi-ción al fútbol en Cáceres estaría por las calles de la Madrila, su adiósno dejó una resaca dolorosa sino toda una declaración de intencionespara quien viniera a relevarle:

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<<Con un par de retoques, este equipo está para meterse entre loscuatro primeros>>

Recuerdo sus últimas ruedas de prensa como técnico de la entidad,y en una de ellas, dejó aquel mensaje al mismo tiempo que su caraadivinaba una mueca burlona. A mí, aquella premonición me pare-ció cuanto menos sorprendente. Unas palabras que achaqué a loscalores del final de campaña regular y a un órdago continuista paracon su proyecto.

Llegó el frío y la historia ya la saben. Se fue por la puerta de atrás sinapenas hacer ruido, como ese juego que desplegó domingo a do-mingo. Efectivo, sin alardes, resultadista y de un mérito que quizás,nadie le supo cómo reconocer.

Todo eso eran ya aguas de lluvias pasadas o quién sabe si fueron eldetonante sobre el que germinó parte de lo que vendría después. Locierto es que mientras mi cabeza hilaba piezas con historias de ayery hoy, el bolígrafo se me escurrió de los dedos. Malditos juegos deniño, pensé.Lo recogí del suelo y seguí garabateando el folio blanco que calmabala ya, tensa espera. Estaba sentado en la primera fila de la sala deprensa. En una de esas sillas verdes con brazalete universitario quecontiene el recinto.

Braojos: “Con un par de reto-ques este equipo está parameterse entre los cuatro pri

meros”

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El run run era más que evidente entre los compañeros que nos dimoscita aquella tarde en el Príncipe Felipe. Los temas de conversacióneran invariables: vacaciones, fichajes, despidos...lo habitual, vamos.Aún los ERES, sonaban lejanos a cientos de kilómetros.

Recuerdo a algún que otro aficionado por las inmediaciones que nose quiso perder el evento. Entendí rápidamente que no era una pre-sentación normal. Dentro de lo poco ruidoso que es por lo general eltener un equipo en 2B con la masa social del Cacereño, aquello sedesbordaba sobre los paupérrimos márgenes del Din A4 habitual.

Cobos había sido un jugador querido y respetado por la afición y pa-recía que aquel recuerdo no se había esfumado entre ellos. Curioso,pensé una vez más para mí. Esta gente quiso al diez y le echará conuna cruel patada en el culo de no sumar los resultados oportunos.

Los entrenadores no dejan de ser más que marionetas al servi-cio de las expectativas. La celeridad del campeonato impide vermás que los números en la clasificación. No hay tiempo para pro-yectos a largo plazo cuando afrontas la jornada desde los puestos dedescenso cada fin de semana. Te quiero, sí, pero no olvides darme loque necesito en cada momento. Exigencia y responsabilidad. Un retoque no está al alcance de todos.

Mi cabeza seguía a lo suyo cuando de repente el delatador ruido deaquella puerta que encierra la sala de prensa, me invitó a girar el cue-llo. Ahí estaban. Ángel Marcos y Julio Cobos. Sonreí al pensar lasimpatía de la pareja que forman un director general y un entrenadorpues, el tiempo siempre acaba por desgastarla en cada entidad quela pone a prueba. Por muy bien avenidos que parezcan, están desti-nados a romper.

Las dotes de liderazgo y la experiencia ante los medios hacían queMarcos tomara la palabra después de saludarnos a todos. Tono pau-sado y sereno para presentarnos a quien estábamos hartos de habervisto sobre el césped y claro está, para reafirmar su confianza en elentrenador que no habían hecho más que presentar.

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Rápidamente, Cobos centró toda la atención. Un polo a rayas y sucolor de pelo natural. Sobriedad madura en su gesto e inocencia ensu mirada. No estaba cómodo y su lenguaje corporal le delatabaante las cámaras. El tono se le cortó un par de veces en sus prime-ras respuestas.

Ni que fuera la primera vez que se pone delante de los medios,pensé. Nunca resultó lo mismo ser que estar y en ese momento élacababa de aceptar el cambio de rol.

La relación forjada a base de entrevistas, ruedas de prensa, noti-cias...con muchos de los allí presentes permitieron una ronda de pre-guntas en un clima que me resultó de lo más agradable. Personajedispuesto a responder y cuestiones que surgían de las propias res-puestas del protagonista. Nada de guiones preestablecidos y algunaque otra, respuesta comercial. Todo fluía entre los cada vez menos,nervios del protagonista.

En mí libreta sólo había una pregunta. Esperé turno, me desmarquéy cogí un rechace dentro del área que el propio Julio me había dejadobotando.

<< ¿A qué va a jugar tu Cacereño? >> Le pregunté.

Me miró y respiró. Eran las primeras palabras que cruzaba con él ensemejante contexto y me parecían por delante de muchas otras, casiimprescindibles. Aclarar su idea de juego. Otra historia sería si luegoel modelo de jugadores le iban a permitir llevarla a cabo, pero su fi-losofía como jugador y el antagonismo con los principios de sus pre-decesores, me parecían algo digno de revelar. ¿Cómo habríanconfrontado éstos en su pizarra?

. Me parecía algo digno de revelar enaquella primera comparecencia ante

los medios.¿A qué iba a jugar el Cacereño?

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<< Me gustan los equipos ordenados, que no renuncien al balón. Rá-pidos y que sepan lanzar las contras. Me gustan los equipos que jue-gan bien al fútbol>> Respondió.

Para mí, todas aquellas palabras juntas, formaban un discurso edito-rial lo suficiente bien edulcorado para mis oídos. Jugar bien, no esjugar a posesiones infinitas ni tampoco aprovechar los espacios delrival para vivir de transiciones. No es ni A ni es B. Jugar bien es iden-tificar tus virtudes y defectos como bloque y tratar de potenciarlos yminimizarlos a partes iguales. Semejante afirmación dejaba un posode coherencia y trabajo que al menos, a mí me convencía y me dabanmás ganas de conocer al Cobos entrenador.

Pero, no seamos hipócritas. Aquella decisión, por romántica que pa-reciera escondía un trasfondo de riesgo bastante elevado que apenasse ha dejado manifestar durante este curso. Un entrenador novatoen un clima enrarecido. Un novel en uno de los grupos más fuertesde la categoría. La apuesta era de esas en las que jugando tus úl-timos cartuchos por triunfar, metes todo al rojo.

No había más. Vences a lo grande o pierdes sin apenas tiempo parala maniobra de evasión. La última vez que una decisión de este cali-bre traía la inexperiencia al banquillo de la entidad salía rápidamentedespedido. Manolo sigue siendo referente para este deporte en Cá-ceres, pero sus últimas líneas están trazadas sin fuerza y casi olvi-dadas dentro de una afición que prefiere no recordar.

Nunca y menos hoy, los tiempos justificaron decisiones en las que nose cree. Todo lo contrario.No obstante, las mil y una vueltas de ésta crisis económica y de va-lores han conformado una época en la que resulta fundamental ama-rrar bien el pan del día, pues puede que mañana no encuentres ni lasmigajas del mismo.

Cobos, llegaba sin apenas horas de vuelo en primera línea por lo quela confianza en él resultaba primordial, ya que, el más suave incon-veniente podría hacer que entre las nubes del trayecto todo cayera ala deriva.

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Con seguridad en lo que se hace todo puede resultar más fácil de lle-var y tras aquellas primeras palabras del ya nuevo entrenador del Ca-cereño, el que escribe, salía de su comparecencia con tres ideas bienreforzadas sobre mi agenda y que hoy recupero para esta locura.

1) Apoyo de la direc-tiva

2) Apoyo de la afi-ción

3) Sabe lo quéquiere.

Sin duda, las dos pri-meras me parecen absurdas, pero paradójicamente nececesarias du-rante lo que iban a ser los primeros meses al frente del banquillo. Sinla paciencia necesaria, el trabajo de ser tan prometedor comoavistaba el tercer punto, corría el riesgo de no obtener la sufi-ciente categoría como para ver sus frutos y eso sería peligroso,ya que, obligaría a empezar de cero en una estación anterior a la dela partida.

El día uno del nuevo Cacereño ya había visto la luz. Dos años des-pués, Cobos parecía estar preparado para asumir las riendas. Sólohabría un individuo capaz de valorar aquella decisión y ese no iba aser otro que el propio tiempo.

Julio Cobos: << Me gustan los equipos ordenados,que no renuncien al balón. Rápidos y que sepanlanzar las contras. Me gustan los equipos que jue

gan bien al fútbol>