PRESBÍTEROS DISCÍPULOS MISIONEROS

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PRESBÍTEROS DISCÍPULOS MISIONEROS 1 «Soy discípulo porque me gozo en el Dios que me salva». Ser discípulo es siempre una iniciativa de Jesús que llama a uno, que llama a otro, a cada cual por “su nombre”. Al llamarlo, Jesús “lo saca de la muchedumbre” que sólo lo sigue porque les dio pan o porque sana a sus enfermos o expulsa los demonios… y, mediante el llamado, lo incorpora al “grupo de los suyos”, de los que lo siguen “para estar con él”. Sacar “de la muchedumbre” significa sacar de los propios proyectos, del oficio de cada día y de la familia, para ofrecerle un proyecto nuevo y una nueva familia. El proyecto personal queda relativizado y, muchas veces, anulado, porque el elegido está con Jesús para asumir el proyecto de Jesús. En la Biblia esta realidad se expresa con el “cambio de nombre”. (Santiago Silva Retamales) 1. APARECIDA EL PUNTO MAS ALTO Aparecida es, el punto más alto del Magisterio de la iglesia latinoamericana y del Caribe. Es el mejor documento elaborado hasta hoy por nuestros obispos. Lo mejor de los Celams anteriores, y está dentro de un cuadro teológico mucho más rico, más seguro y homogéneo. El documento es una sorpresa del Espíritu, pues nada dejaba prever un texto de esta calidad. La V Conferencia no sólo da un paso más al frente, sino que abre una “nueva fase” en la misión de la iglesia en el continente. (CLODOVIS BOFF, a propósito de Aparecida) En la identidad del presbítero el Documento de Aparecida subraya la imagen del Buen Pastor. Refiriéndose al párroco y a los sacerdotes que están al servicio de las parroquias les pide “actitudes nuevas” (201). “La primera exigencia es que 1 En gran parte, el presente trabajo, es un extracto de: Los presbíteros: discípulos misioneros de Jesús Buen Pastor, de Guillermo Melguizo, publicado por el CELAM.

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PRESBÍTEROS DISCÍPULOS MISIONEROS1

«Soy discípulo porque me gozo en el Dios que me salva». Ser discípulo es siempre una iniciativa de Jesús que llama a uno, que llama a otro, a cada cual por “su nombre”. Al llamarlo, Jesús “lo saca de la muchedumbre” que sólo lo sigue porque les dio pan o porque sana a sus enfermos o expulsa los demonios… y, mediante el llamado, lo incorpora al “grupo de los suyos”, de los que lo siguen “para estar con él”. Sacar “de la muchedumbre” significa sacar de los propios proyectos, del oficio de cada día y de la familia, para ofrecerle un proyecto nuevo y una nueva familia. El proyecto personal queda relativizado y, muchas veces, anulado, porque el elegido está con Jesús para asumir el proyecto de Jesús. En la Biblia esta realidad se expresa con el “cambio de nombre”. (Santiago Silva Retamales)

1. APARECIDA EL PUNTO MAS ALTO

Aparecida es, el punto más alto del Magisterio de la iglesia latinoamericana y del Caribe.

Es el mejor documento elaborado hasta hoy por nuestros obispos. Lo mejor de los Celams anteriores, y está dentro de un cuadro teológico

mucho más rico, más seguro y homogéneo. El documento es una sorpresa del Espíritu, pues nada dejaba prever un texto

de esta calidad. La V Conferencia no sólo da un paso más al frente, sino que abre una “nueva

fase” en la misión de la iglesia en el continente.(CLODOVIS BOFF, a propósito de Aparecida)

En la identidad del presbítero el Documento de Aparecida subraya la imagen del Buen Pastor. Refiriéndose al párroco y a los sacerdotes que están al servicio de las parroquias les pide “actitudes nuevas” (201). “La primera exigencia es que el párroco sea un auténtico discípulo de Jesucristo, porque solo un sacerdote enamorado del Señor puede renovar una parroquia. Pero, al mismo tiempo, debe ser un ardoroso misionero que vive el constante anhelo de buscar a los alejados y no se contenta con la simple administración” (201) [...].

Para configurarse con el Maestro (199) es necesario asumir la centralidad del mandamiento del amor (138). “En el seguimiento de Jesucristo aprendemos y practicamos las bienaventuranzas del Reino, el estilo de vida del mismo Jesucristo: su amor y obediencia filial al Padre, su compasión entrañable ante el dolor humano, su cercanía a los pobres y a los pequeños, su fidelidad a la misión encomendada, su amor servicial hasta el don de su vida” (139).

Hay que tener en cuenta, también, que si queremos ir a las conclusiones que nos presenta el documento de Aparecida, hay que leerlas y estudiarlas transversalmente de tal manera no perdamos los grandes hilos conductores que son: el discipulado, la identidad, la vocación,

1 En gran parte, el presente trabajo, es un extracto de: Los presbíteros: discípulos misioneros de Jesús Buen Pastor, de Guillermo Melguizo, publicado por el CELAM.

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la formación, la misión y la vida2. Estos son aspectos o dimensiones que interesan y competen a todo discípulo misionero de Jesucristo.

En lo que al presbítero se refiere, como discípulo misionero, en la presente exposición podemos poner nuestra atención en una iluminación doctrinal del documento de Aparecida, teniendo como punto de partida una mirada a la realidad, y la consideración, también de un punto de llegada que es la vida plena en Jesucristo que todos estamos llamados no sólo a alcanzar, sino también a proyectar.

2. LA REALIDAD DEL PRESBÍTERO EN EL HOY DE AMÉRICA LATINA. UN CONTEXTO GLOBAL. UN PUNTO DE PARTIDA.

2.1 UN MOMENTO AMBIVALENTE. Nos toca vivir un momento crucial. El Documento de Participación como preparación a la V Conferencia decía:

«Ese es un horizonte lleno de realidades nuevas, de investigaciones asombrosas, de vacilaciones éticas, de sufrimientos y de búsquedas esperanzadas, de nuevas propuestas religiosas, de inequidades, adicciones y corrupciones, pero también de ansias de solidaridad, lleno de desafíos…» (DP 38)

En el Documento de síntesis elaborado con los aportes de las Conferencias Episcopales de América Latina, como preparación inmediata de la V Conferencia, se resume así el cambio de época, que es el escenario actual donde desarrolla su misión evangelizadora el Presbítero:

«El pluralismo cultural y religioso de la sociedad repercute fuertemente en la Iglesia. Hay otras fuentes de sentido que compiten con ella, revitalizando y debilitando su incidencia social y su acción pastoral. No todos los católicos (incluyendo los sacerdotes) estaban preparados para resistir esta multiplicidad de discursos y de prácticas presentes en la sociedad. Y este hecho se ha manifestado en cierto distanciamiento silencioso de la Iglesia por parte de muchos y en una adhesión poco reflexiva a otras creencias o instituciones religiosas. Esta situación se ve agravada por el relativismo ético y religioso de la cultura actual. Por otro lado, el pluralismo abre espacios para la libertad personal y la opción religiosa consciente» (DSi 74).

¿Quién duda entonces de que estos fenómenos desconciertan, aturden y desanimen a no pocos sacerdotes? No podemos negar, por otra parte, que hay aspectos positivos en lo que se relaciona con los presbíteros: todavía hay aprecio de nuestras gentes por los sacerdotes, por sus virtudes, testimonio, por su espíritu misionero y los esfuerzos de renovación pastoral de muchas parroquias (Cf. DA 98).

2.2 LA REALIDAD ECLESIAL. El documento conclusivo de Aparecida en su capítulo segundo describe la situación en dos momentos: la realidad sociocultural y la realidad eclesial. Nos detenemos en la segunda, especialmente en lo que se relaciona con los presbíteros tanto en sus aspectos positivos como en sus sombras.

En los números 98 y 99 se nos presentan los aspectos luminosos de esta realidad: « La Iglesia católica en América Latina y El Caribe, a pesar de las deficiencias y ambigüedades

2 Guillermo Melguizo Y, Los presbíteros: discípulos misioneros de Jesús Buen Pastor, CELAM, pág. 9

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de algunos de sus miembros, ha dado testimonio de Cristo, anunciado su Evangelio y brindado su servicio de caridad particularmente a los más pobres, en el esfuerzo por promover su dignidad, y también en el empeño de promoción humana en los campos de la salud, economía solidaria, educación, trabajo, acceso a la tierra, cultura, vivienda y asistencia, entre otros» (98).

Los esfuerzos pastorales orientados hacia el encuentro con Jesucristo vivo han dado y siguen dando frutos. Entre otros, destacamos los siguientes:

aumenta el conocimiento de la Palabra de Dios y el amor por ella… la renovación de la Catequesis ha producido fecundos resultados…

La renovación litúrgica acentuó la dimensión celebrativa y festiva de la fe cristiana, centrada en el Misterio Pascual de Cristo Salvador, en particular en la Eucaristía… religiosidad popular…

Nuestro pueblo tiene gran aprecio a los sacerdotes. Reconoce la santidad de muchos de ellos, como también su testimonio de vida, su trabajo misionero, y la creatividad pastoral, particularmente de aquellos que están en lugares lejanos o en contextos de mayor dificultad…

Resalta la abnegada entrega de tantos misioneros y misioneras que, hasta el día de hoy, desarrollan una valiosa obra evangelizadora y de promoción humana en todos nuestros pueblos, con multiplicidad de obras y servicios.

Crecen los esfuerzos de renovación pastoral en las parroquias, favoreciendo un encuentro con Cristo vivo…

La Doctrina Social de la Iglesia constituye una invaluable riqueza, que ha animado el testimonio y la acción solidaria de los laicos y laicas…

La diversificación de la organización eclesial, con la creación de muchas comunidades, nuevas jurisdicciones y organismos pastorales, ha permitido que muchas Iglesias particulares hayan avanzado en la estructuración de una Pastoral Orgánica, para servir mejor a las necesidades de los fieles.

En el campo de las preocupaciones y las sombras se destaca: DA 100 (ver folleto: los obispos y los sacerdotes en aparecida, pág. 11 y 12)

Lamentamos, sea algunos intentos de volver a un cierto tipo de eclesiología y espiritualidad contrarias a la renovación del Concilio Vaticano II, sea algunas lecturas y aplicaciones reduccionistas de la renovación conciliar; lamentamos la ausencia de una auténtica obediencia y de ejercicio evangélico de la autoridad, las infidelidades a la doctrina, a la moral y a la comunión, nuestras débiles vivencias de la opción preferencial por los pobres, no pocas recaídas secularizantes en la vida consagrada influida por una antropología meramente sociológica y no evangélica (DA 100b).

En lo que se refiere a la evangelización:

Percibimos una evangelización con poco ardor y sin nuevos métodos y expresiones, un énfasis en el ritualismo sin el conveniente itinerario formativo, descuidando otras tareas pastorales. De igual forma, nos preocupa una espiritualidad individualista (DA 100c).

2.3 LA PREOCUPACIÓN POR LOS PRESBÍTEROS. Aparecida señala que de cara a la evangelización, nos encontramos muy lejos de estar a la altura de los grandes cambios culturales (DA 100d). Estas preocupaciones no son nuevas. Algo de ello ya aparecía en el

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Sínodo de 1971: El sacerdocio ministerial y la justicia en el mundo; y en el Sínodo de 1990: La formación de los sacerdotes en la situación actual (PDV). Estos documentos coinciden en que existe una profunda crisis de identidad, de función e inserción social del sacerdote, que corre el riesgo de encontrarse aislado e incomprendido hasta sentirse profundamente desmotivado3.

2.4 DESENCANTO ESPIRITUAL. Frecuentemente nos encontramos con el fenómeno del desencanto espiritual y pastoral de muchos sacerdotes. Hay quienes hablan del «invierno eclesial», causado por estos contextos sociales y aún eclesiales. A esto hay que agregar la soledad del sacerdote, sus problemas económicos, su aburguesamiento social, económico y pastoral… vidas paralelas o duplicadas, antitestimonios e inautenticidades; dolorosos escándalos… abusos…

Los desalientos, las crisis espirituales, los desencantos de no pocos sacerdotes, han sido resumidos con mucha originalidad por un excelente pastoralista, Christian Precht, en un artículo titulado “El fenómeno del cansancio en la vida ministerial” donde habla del itinerario y raíces de dicho cansancio: un estilo de vida inadecuado, el peso de la misión, el fracaso en el apostolado, una espiritualidad insuficiente y una conversión aplazada.

2.5 LOS DESAFÍOS DE LA VIDA Y MINISTERIO DE LOS PRESBÍTEROS . En lo que se refiere al campo de la realidad sacerdotal, de las situaciones que afectan y desafían la vida y el ministerio de los presbíteros, se enumeran tres: la identidad teológica del ministerio; su inserción en la cultura actual y algunas situaciones existenciales particulares (DA 193 y 200). En cuanto al primer desafío, hay mucha confusión todavía, en lo que se refiere a la identidad sacerdotal. En lo referente al segundo, Aparecida hace una invitación para que los presbíteros conozcan la cultura actual y se comprometan de verdad en una formación inicial y permanente que les prepare para responder a sus desafíos.

En lo que se refiere al tercer desafío, el de los aspectos vitales y afectivos, así como al celibato, Aparecida pide al presbítero un compromiso serio y definido en su espiritualidad presbiteral (luego volveremos sobre estos puntos).

En lo que se refiere a la identidad, el Padre Víctor Manuel Fernández, se expresa así hablando de la situación de la identidad del Presbítero:

No se puede hablar hoy sobre la identidad sacerdotal sin tomar conciencia de algunos aspectos de la cultura actual que inciden negativamente en la configuración y en el afianzamiento de dicha identidad… Hay una serie de complejos y contradicciones que debilitan la identidad espiritual… Hay una excesiva división entre lo sagrado y lo mundano. Por eso se puede pasar de una predicación donde Dios es todo, a buscar un grupo de amigos donde jamás se lo mencione y donde se prefiere que el tema religioso no aparezca […] Por esta esquizofrenia pueden coexistir dos cosas: por un lado, un rechazo del mundo perdido, un lamento ante el fenómeno de la secularización, un dolor por los ataques a la Iglesia, un espíritu religioso que se siente amenazado, etc. Pero, por otra parte, una tendencia casi inconsciente a amoldarse al mundo, a no perderse nada de lo que la modernidad ofrece, en una especie de obsesión por ser como todos y tener lo que tienen los demás, procurando esconder las propias opciones. Esta obsesión, que es un modo de aplazar la propia conversión, también es altamente desgastante porque se trata de escapar

3 Cf. Sínodo 1990- Instrumentum laboris 10

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de aquello que precisamente otorga una identidad que le da sentido a la actividad. Sin esta identidad las tareas se vuelven forzadas. Aquí aparece la dicotomía más peligrosa, porque afecta profundamente al ser personal; es la separación entre la identidad personal y la misión religiosa4.

2.5 LAS ESTADÍSTICAS. Una palabra sobre: La situación de las ordenaciones sacerdotales

Las defuncionesLos abandonos del ministerio en los últimos años

A pesar de todo, y por encima de todo, seguimos sosteniendo que sí vale la pena ser sacerdote hoy, con la condición, claro está, de que nos comprometamos en una verdadera cultura de la formación permanente y en una auténtica Pastoral de Pastores.

3. LA ILUMINACIÓN DE APARECIDA PARA EL CAMPO PRESBITERAL

En los números 184 al 224 del DA se aborda el tema que llama: Los discípulos misioneros con vocaciones específicas. Entre ellas está, desde luego, la de los presbíteros. Introduce el tema diciendo:

En el fiel cumplimiento de su vocación bautismal, el discípulo ha de tener en cuenta los desafíos que el mundo de hoy le presenta a la Iglesia de Jesús, entre otros: el éxodo de fieles a las sectas y otros grupos religiosos; las corrientes culturales contrarias a Cristo y la Iglesia; el desaliento de sacerdotes frente al vasto trabajo pastoral; la escasez de sacerdotes en muchos lugares; el cambio de paradigmas culturales; el fenómeno de la globalización y la secularización; los graves problemas de violencia, pobreza e injusticia; la creciente cultura de la muerte que afecta la vida en todas sus formas (DA 185).

3.1 UBICANDO AL PRESBÍTERO EN APARECIDA. En este punto del discipulado, hay que tener en cuenta que lo que es válido para los cristianos en general, es válido también para todos nosotros y nada hay que dar por supuesto.

La segunda parte del documento conclusivo: La vida de Jesucristo en los discípulos misioneros, trae cuatro capítulos importantes: a) La alegría de ser discípulos misioneros para anunciar el evangelio de Jesucristo.b) La vocación de los discípulos misioneros a la santidad.c) La comunión de los discípulos misioneros en la iglesia.d) El itinerario formativo de los discípulos misioneros.

Se subrayan estas cuatro palabras: la alegría del evangelizador, la santidad del discípulo, la comunión y la formación del mismo. Todo con el fin de lograr una vida plena en Cristo. Por otra parte, estos cuatro capítulos atañen y son necesarios a todos los creyentes en Cristo, sean sacerdotes o no.

4 Víctor Manuel Fernandez, La identidad espiritual del Presbítero, en: Discípulos y Misioneros de Jesucristo en América Latina y el Caribe, CELAM, 2007.

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La comunión se explicita en lugares y personas, entre éstas, se subraya la de los presbíteros, aquí se ubica nuestro tema: Los presbíteros, discípulos misioneros de Jesús Buen Pastor (DA 191 A 204).

Desde que aborda el tema de los discípulos misioneros con vocaciones específicas (DA 184) lo hace con estas palabras:

La condición del discípulo brota de Jesucristo como de su fuente, por la fe y el bautismo, y crece en la Iglesia, comunidad donde todos sus miembros adquieren igual dignidad y participan de diversos ministerios y carismas. De este modo, se realiza en la Iglesia la forma propia y específica de vivir la santidad bautismal al servicio del Reino de Dios.

A las vocaciones específicas de los discípulos misioneros, el texto las denomina con títulos y calificativos muy propios:

A los Obispos, como discípulos misioneros de Jesús Sumo Sacerdote. A los presbíteros, como discípulos misioneros de Jesús Buen Pastor. A Los diáconos, como discípulos misioneros de Jesús Servidor. A los consagrados y consagradas, como discípulos misioneros de Jesús Testigo del

Padre. Los fieles laicos y laicas, como discípulos y misioneros de Jesús, Luz del mundo.

Nos interesa ahora lo que se refiere a los presbíteros como discípulos misioneros de Jesús Buen Pastor, con la particularidad de que al documento le interesa sobre todo clarificar su identidad y misión.

Aparecida comienza reconociendo que la mayoría de los presbíteros viven su ministerio con fidelidad; son modelo para la comunidad; se comprometen con su formación permanente, cultivan su vida espiritual…; tienen un sentido misionero (Cf. DA 99).

3.2 LAS SITUACIONES QUE DESAFÍAN. En las Conclusiones de Aparecida se reconoce que hay situaciones que afectan y desafían la vida y el ministerio de los presbíteros: la identidad teológica del ministerio presbiteral, su inserción en la cultura actual y situaciones que inciden en su existencia (DA 192).

El primer desafío lo plantea la identidad teológica del sacerdote: el sacerdocio ministerial al servicio del sacerdocio común de los fieles, y cada uno, aunque de manera cualitativamente distinta, participa del único sacerdocio de Cristo (LG 10). Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, nos ha redimido y nos ha participado su vida divina. En Él, somos todos hijos del mismo Padre y hermanos entre nosotros, también los presbíteros. Antes que padre el presbítero es un hermano. Esta dimensión fraterna debe transparentarse en el ejercicio pastoral y superar la tentación del autoritarismo que lo aísla de la comunidad y de la colaboración con los demás miembros de la Iglesia (DA 193).

El número 194 responde al desafío de la inserción del presbítero en la cultura actual, es el segundo desafío:

El presbítero está llamado a conocerla (la cultura actual) para sembrar en ella la semilla del Evangelio, es decir, para que el mensaje de Jesús llegue a ser una interpelación válida,

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comprensible, esperanzadora y relevante para la vida del hombre y de la mujer de hoy, especialmente para los jóvenes. Este desafío incluye la necesidad de potenciar adecuadamente la formación inicial y permanente de los presbíteros, en sus cuatro dimensiones humana, espiritual, intelectual y pastoral.

Entre las situaciones existenciales (tercer desafío) que inciden en la vida y en el ministerio de los Presbíteros, el documento de Aparecida enumera entre otras: la edad, el trabajo, la salud, la afectividad, la espiritualidad, la fraternidad sacramental sacerdotal, las relaciones con el Presbiterio y con el Obispo, y con los laicos. La vida en equipo, la vida coherente y testimonial. El celibato que pide asumir con madurez la propia afectividad y sexualidad viviéndolos con serenidad y alegría (DA 195 y 196).

Estas situaciones y muchas otras, seguramente inciden en nuestra vida y en nuestro ministerio. Lo importante es tomar conciencia de ellas y buscar oportunamente las respuestas y ayudas.

Las Conclusiones mencionan también una serie de anhelos: el Presbítero, a imagen del Buen Pastor, está llamado a ser hombre de misericordia y de compasión; cercano, servidor. La caridad pastoral es fuente de espiritualidad sacerdotal… (DA 198). La Conclusiones insisten, también, en que seamos Presbíteros-Discípulos con profunda experiencia de Dios, en la oración, la Palabra y la Eucaristía. Que seamos defensores de la vida y que nos comprometamos cada vez más en nuestra formación permanente en todas sus dimensiones, en todas las edades y situaciones de la vida (DA 195 – 199).

3.3 LA SANTIDAD UNA URGENCIA PASTORAL. Aparecida insiste, no sólo en el llamamiento universal a la santidad y en la vocación de los discípulos misioneros a la santidad, sino también en la pastoral misma de la santidad. Es decir, aparecida situó el camino pastoral de toda la Iglesia en la perspectiva de la santidad (DA 368), siguiendo el pensamiento de Juan Pablo II en la Novo Millenio Ineunte (NMI 20).

La V Conferencia se ha propuesto como objetivo fundamental, iniciar con todas sus fuerzas una nueva evangelización. Esto sólo se logrará cuando todos los creyentes lleguemos a ser verdaderos discípulos y misioneros de Jesucristo. Este discipulado no será auténtico mientras no comience con un encuentro personal con el Señor. Es allí donde se inicia un proceso que nos llevará por los caminos de la santidad.

Si es verdad que el Señor Jesús está realmente presente, vivo y actuante en su Iglesia, nuestro encuentro con Él es posible y es urgente. De esta manera comenzará la verdadera renovación de la Iglesia (la renovación de la Iglesia comenzó siempre con la renovación de los sacerdotes). Ahora, si la Iglesia no está plenamente identificada con su Señor, no es posible una nueva evangelización. Pero la identificación de la Iglesia con Jesús no se logra y no se entiende, si no existe por parte de todos, el compromiso serio de iniciar el camino de la santidad (y este es uno de los papeles de la formación permanente y de la pastoral de pastores).

Convenzámonos de que para un nuevo modelo de sociedad se requiere un nuevo modelo de Iglesia. Pero para un nuevo modelo de Iglesia se requiere un nuevo modelo de presbíteros. Pero para un nuevo modelo de presbíteros se requiere un nuevo modelo de formación, y desde luego un nuevo modelo de formadores.

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Aparecida tiene un capítulo muy interesante que se llama: La vocación de los discípulos misioneros a la santidad. Ésta es exigencia para toda la Iglesia, con mayor razón para nosotros los presbíteros. Este apartado de la vocación a la santidad lo desarrolla en cuatro acápites:

Somos llamados al seguimiento de Jesucristo. Somos configurados con el Maestro. Somos enviados a anunciar el Evangelio del Reino de la Vida. Somos animados por el Espíritu.

Estos cuatro puntos no se pueden vivir independientemente los unos de los otros, sino que hay que tomarlos todos en conjunto y están relacionados con la santidad.

3.4 LLAMADOS AL SEGUIMIENTO DE JESUCRISTO (da 129 – 135). En el AT Dios nos revela su proyecto de vida, nos pide comunión con Él… en el NT nos habla por medio de su Hijo, nos llama a la santidad… a encontrarnos con Él que es la fuente de la vida…

3.5 CONFIGURADOS CON EL MAESTRO (DA 136 a 142). Allí crece y madura la santidad del discípulo. El primer elemento es una iniciativa dinámica de Dios que nos llama y a la que ha de corresponder una dinámica respuesta consciente y libre… Así, cuanto mayor es la fascinación que Jesús ejerce sobre nosotros, y mayor es la fascinación que sentimos por Él, mayor es la preocupación por identificarnos y configurarnos con Él en el amor, en las bienaventuranzas, en la misericordia, en el martirio si es el caso, etc…

3.6 ENVIADOS A ANUNCIAR EL REINO DE LA VIDA (DA 143 A 148). Así se manifiesta y se contagia la santidad, por medio de testigos… Jesús nos hace partícipes de su misión y eso nos convierte en testigos… No se trata de una tarea opcional…

3.7 ANIMADOS POR EL ESPÍRITU (DA 149 A 153). Es la plenitud de la santidad. El Espíritu Santo es en la Iglesia, el maestro interior que conduce al conocimiento de la verdad total y forma así discípulos plenamente misioneros. El número 150 resume así el papel del Espíritu Santo:

A partir de Pentecostés, la Iglesia experimenta de inmediato fecundas irrupciones del Espíritu, vitalidad divina que se expresa en diversos dones y carismas (cf. 1 Cor 12, 1-11) y variados oficios que edifican la Iglesia y sirven a la evangelización (cf. 1 Cor 12, 28-29). Por estos dones del Espíritu, la comunidad extiende el ministerio salvífico del Señor hasta que Él de nuevo se manifieste al final de los tiempos (cf. 1 Cor 1, 6-7). El Espíritu en la Iglesia forja misioneros decididos y valientes como Pedro (cf. Hch 4,13) y Pablo (cf. Hch 13,9), señala los lugares que deben ser evangelizados y elige a quiénes deben hacerlo (cf. Hch 13,2).

3.8 BENEDICTO XVI Y LOS PRESBÍTEROS. Por su parte el Papa, en el discurso inaugural de la V Conferencia, se dirigió así a los Presbíteros:

«Los primeros promotores del discipulado y de la misión son aquellos que han sido llamados “para estar con Jesús y ser enviados a predicar” (cf. Mc 3, 14), es decir, los sacerdotes. Ellos deben recibir, de manera preferencial, la atención y el cuidado paterno de

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sus obispos, pues son los primeros agentes de una auténtica renovación de la vida cristiana en el pueblo de Dios. A ellos les quiero dirigir una palabra de afecto paterno, deseando que el Señor sea el lote de su heredad y su copa (cf.Sal 16, 5). Si el sacerdote tiene a Dios como fundamento y centro de su vida, experimentará la alegría y la fecundidad de su vocación. El sacerdote debe ser ante todo un “hombre de Dios” (1 Tm 6, 11) que conoce a Dios directamente, que tiene una profunda amistad personal con Jesús, que comparte con los demás los mismos sentimientos de Cristo (cf. Flp 2, 5). Sólo así el sacerdote será capaz de llevar a los hombres a Dios, encarnado en Jesucristo, y de ser representante de su amor. Para cumplir su elevada tarea, el sacerdote debe tener una sólida estructura espiritual y vivir toda su vida animado por la fe, la esperanza y la caridad. Debe ser, como Jesús, un hombre que busque, a través de la oración, el rostro y la voluntad de Dios, y que cuide también su preparación cultural e intelectual».

3.9 DISCIPULADO Y MISIONARIEDAD. En los oídos y en la vida del Presbítero debe repercutir todos los días la preocupación por ser discípulo misionero de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida. Por eso, todo lo que en las conclusiones de Aparecida se refiere al discipulado se refiere también prioritariamente al Presbítero: La alegría de ser discípulos misioneros para anunciar el evangelio de Jesucristo. La vocación de los discípulos misioneros a la santidad. La comunión de los discípulos misioneros en la iglesia. El itinerario formativo de los discípulos misioneros.

El Padre Christian Precht sintetiza así el pensamiento del discipulado y misión del Presbítero:

El presbítero sabe que sin una intensa y vital relación y comunión con Cristo no es nada, por eso, su vida se llena de sentido cuando vive en un permanente proceso de “configuración con él”.

El presbítero es fundamentalmente un discípulo de la Palabra, vive de ella, la lee y medita con frecuencia, la estudia con interés, la ora fervorosamente y la anuncia con convicción.

El presbítero es el hombre que ha hecho la gratificante y comprometedora experiencia del Dios vivo y de Dios Amor dejándose amar, dejándose seducir por Él.

El presbítero es el hombre de Iglesia, insertado en la comunidad de los discípulos como pastor y hermano, como guía y animador de la fe.

El perfil mariano del presbítero es fundamental para su vida y ministerio, pues María es también educadora y discípula.

El presbítero es un hombre de Dios encarnado en la realidad histórica de su pueblo.

4. LA VIDA PLENA EN JESUCRISTO, PARA EL PRESBÍTERO DE HOY, A TRAVÉS DE LA PASTORAL DE PASTORES.

4.1 NUESTRA OPCIÓN POR LA FORMACIÓN. La opción por la Pastoral de Pastores. De ésta, una de sus dimensiones es la formación permanente. Así, cuando se habla del proceso de formación de los Discípulos misioneros, va a explicar que:

La vocación y el compromiso de ser hoy discípulos y misioneros de Jesucristo en América Latina y El Caribe, requieren una clara y decidida opción por la formación de los miembros de nuestras comunidades, en bien de todos los bautizados, cualquiera sea la función que desarrollen en la Iglesia (DA 276).

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4.2 POR UNA PASTORAL DE PASTORES. Después de hablar de las situaciones que afectan y desafían la vida y el ministerio de los presbíteros (DA 191 a 199), Concluye así: « Todo esto requiere que las diócesis y las Conferencias Episcopales desarrollen una pastoral presbiteral que privilegie la espiritualidad específica y la formación permanente e integral de los sacerdotes» (DA 200).

Y cita a PDV no. 76: “La formación permanente, precisamente porque es «permanente», debe acompañar a los sacerdotes siempre, esto es, en cualquier período y situación de su vida, así como en los diversos cargos de responsabilidad eclesial que se les confíen; todo ello, teniendo en cuenta, naturalmente, las posibilidades y características propias de la edad, condiciones de vida y tareas encomendadas”.

Este servicio y este acompañamiento comprenden cuatro vertientes que se integran y se enriquecen mutuamente:

La preparación inicial (formación en y desde el Seminario) El apoyo al bienestar integral, personal y ministerial del pastor. La animación de la fraternidad sacramental. La formación permanente propiamente dicha de los pastores

4.3 LOS DESAFÍOS DE LA FORMACIÓN. En el camino preparatorio de Aparecida, el CELAM celebró en Brasilia en el año 2005 un Encuentro sobre la Pastoral Presbiteral: desafíos y perspectivas. En el numeral 27 del documento dice:

«La estructura frágil y vulnerable de las nuevas generaciones, especialmente en el aspecto humano afectivo, desafía a asumir este aspecto de la formación con realismo y objetividad, según los criterios de una adecuada visión de la persona humana, desde la caridad y en forma colegial, partiendo de una visión equilibrada de la afectividad y sexualidad humana, a fin de educar para ser persona madura y libre y para la vivencia del celibato como opción libre y consciente por causa del Reino de Dios y el servicio alegre y generoso a los demás».

Más adelante dice: «Desafía a la Pastoral Presbiteral una previsión social del clero que ayude a fomentar el espíritu de pertenencia, solidaridad y comunión» (No. 30).

Y de la formación espiritual dice: «Junto con las graves carencias en el aspecto humano, el problema fundamental que ha de asumir la Pastoral Presbiteral hunde sus raíces en la dimensión espiritual, puesto que cuando ésta tiene cimientos sólidos, las fallas humanas tienen mayor garantía de transformación, mientras que cuando la formación auténticamente espiritual es deficiente, la vida y ministerio presbiteral es frágil aunque lo humano no presente mayores fracturas» (No. 31).

Así también en el desafío de la identidad y en la formación intelectual, aunque parece la mejor atendida. En el campo de la formación pastoral, los desafíos dependen de lo que está sucediendo en lo humano, espiritual y doctrinal. Hay que acentuar el ser antes que el hacer. Hay que formar la mente y el corazón del pastor.

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Aparecida por su parte, nos ofrece una palabra clara sobre lo que ella llama: una formación atenta a dimensiones diversas: «La formación abarca diversas dimensiones que deberán ser integradas armónicamente a lo largo de todo el proceso formativo. Se trata de la dimensión humana, comunitaria, espiritual, intelectual, pastoral y misionera» (DA 280). Luego hablará de cada una de ellas.

5. EL DISCIPULADO EN EL NT (P. Eduardo Córdova González)

El discipulado en el círculo de Jesús El inventario de las tradiciones más antiguas acerca del discipulado nos ha mostrado dos cosas: que esas tradiciones se encuentran en las fuentes más antiguas (Mc y Q); y que esas tradiciones recogidas por Marcos y Q coinciden con frecuencia tanto en la forma como en el contenido, aunque haya ligeras divergencias o perspectivas diferentes. Pero nos interesan sobre todo las coincidencias, porque a través de ellas podemos acercamos a la experiencia del discipulado tal como la vivieron los primeros seguidores de Jesús.

5.1 Discípulos, seguidores y simpatizantes de Jesús

Los evangelios nos hablan de un grupo de discípulos más cercanos a Jesús, que son los 12 apóstoles. Hay ciertas dificultades respecto a los nombres (si comparamos las listas que nos dan los evangelios) y también en cuanto al protagonismo de algunos de ellos. Sin embargo, la institución de los Doce está muy arraigada en la tradición. Parece evidente que Jesús quiso que sus discípulos más cercanos fueran doce, para simbolizar en la ellos la renovación de las 12 tribus de Israel. Esta forma de concebir el grupo de los Doce habría facilitado a los discípulos la reconstrucción del mismo después de la muerte de Judas (Hch 1,15-26).

Además de este grupo de discípulos más cercanos, Jesús tuvo otro grupo de seguidores, que lo acompañaron desde el principio de su ministerio. Así por ejemplo, en Hch 1,21-22, cuando Pedro propone a la comunidad que alguien ocupe el puesto de Judas, ésta es capaz de presentar a dos candidatos (José y Matías), que cumplen los requisitos de "haber acompañado a Jesús desde el bautismo de Juan hasta su ascensión". A este grupo de discípulos pertenecían también algunas mujeres, como María Magdalena. Estas mujeres no sólo asistían a Jesús cuando estaba en Galilea, sino que lo acompañaron hasta Jerusalén (Mc 15,40-41; Lc 8,1-3). Lucas habla también de un grupo de seguidores a los que Jesús envía a proclamar el evangelio (Lc 10,1-2).

Finalmente, en tomo a Jesús había también un grupo de simpatizantes que aceptaban y apoyaban su proyecto sin abandonar su residencia ni sus ocupaciones cotidianas. Estos simpatizantes acogían a Jesús y a sus discípulos en sus casas. Entre ellos se puede citar a Zaqueo (Lc 19,1-10), miembros del sanedrín como José de Arimatea (Mc 15,42-47), o la familia de Marta, María y Lázaro, que los acogía en Betania cuando iban a Jerusalén (Jn 12,1-8; Lc 10,39-42). Estos simpatizantes fueron una pieza clave en la expansión del movimiento de Jesús en Palestina, durante la primera generación cristiana.

5.2 Los discípulos son testigos de lo que Jesús hace y dice

Ser discípulo de Jesús significa ante todo seguirlo (Lc 9,60; Mc 1,18; 10,28), ir detrás de él (Mc 1,17-20). Estas expresiones tienen un triple sentido en las tradiciones sobre el

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discipulado. Se refieren, en primer lugar, al seguimiento físico, e implican ir físicamente detrás de Jesús con el objeto de aprender de él, no sólo de sus palabras, sino también de su forma de actuar. En segundo lugar se refieren, se refieren a una actitud vital que consiste en compartir su estilo de vida. Y, en tercer lugar, seguir a Jesús significa estar dispuestos a compartir su destino. El primer aspecto del seguimiento aparece continuamente en los relatos evangélicos. Los discípulos acompañan a Jesús en todo momento. El discipulado de Jesús implicaba la convivencia continua, porque los discípulos no sólo tenían que aprender unas enseñanzas, sino que debían ser testigos de las acciones en que se realizaba lo anunciado por Jesús. Esta primera dimensión del discipulado aparece en Lc 10,23 par.: "Dichosos sus ojos que ven lo que están viendo, porque les digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que ustedes están viendo y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron” . Ver y oír fue la primera tarea de los discípulos.

Esta primera dimensión del seguimiento tuvo una importancia excepcional en el nacimiento de la tradición evangélica, pues los discípulos que acompañaron a Jesús fueron quienes transmitieron a las siguientes generaciones de cristianos los recuerdos de lo que habían visto y oído, y de esta tradición nacieron los evangelios (Lc 1,1-4). 5.3 Los discípulos comparten el estilo de vida de Jesús

El seguimiento de Jesús implica compartir su estilo de vida. Los evangelios han conservado algunos rasgos de ese estilo de vida, que provocaba el escándalo y el rechazo de sus contemporáneos: el conflicto con la propia familia (Mc 3,20-21.31-35), su estilo de vida itinerante (Lc 9,58 par.), sus comidas con publícanos y pecadores (Mc 2,15-17), su actitud "irrespetuosa" hacia algunas normas y prácticas religiosas, como la observancia del ayuno (Mc 2,18-20), del descanso sabático (Mc 2,23-28), o de ciertas normas de pureza ritual (Mc 7,1-15). Este estilo de vida, que Marcos ha recogido en forma narrativa, aparece también en la tradición de los dichos, en la que encontramos algunos de los insultos que sus adversarios dirigían a Jesús a propósito de estos comportamientos (Mt 10,25; Lc7,34 par; Mt 19,12).

Hay un común denominador en las palabras de Jesús que hablan de las exigencias del seguimiento y del estilo de vida de los discípulos: la ruptura con las estructuras de este mundo (familia, grupo religioso) para inaugurar un nuevo estilo de vida más acorde con la inminente llegada del reino de Dios.

El grupo de los discípulos se convierte así en germen del reino de Dios que Jesús anuncia. 5.4 Los discípulos comparten el destino de Jesús

La vinculación de los discípulos con Jesús tiene su última expresión en la invitación a compartir su propio destino. En realidad esta tercera dimensión del discipulado es una consecuencia de la anterior, pues el hecho de vivir como Jesús vivía hizo que tuvieran que experimentar el rechazo social. El destino de Jesús tuvo esas dos dimensiones: por un lado, el rechazo y la muerte; y por otro lado la gloria y la resurrección.

Compartir el destino de Jesús implica, en primer lugar, entra en el ámbito de las bienaventuranzas, que hace a los discípulos objeto de la solicitud d Dios. Los discípulos

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saben que el reino de Dios no ha llegado totalmente y por eso deben orar diciendo "venga tu reino". Pero saben también que, cuando el reino llegue plenamente, su recompensa será grande por haber permanecido fíeles a Jesús. Ahora bien, el compartir el destino de Jesús implica compartir su destino de rechazo y de muerte. El estilo de vida que llevaba Jesús lo llevó a la cruz, y era previsible que a los discípulos les sucediera lo mismo. Aquí son especialmente relevantes los dichos de Jesús que Marcos ha colocado a continuación de los tres anuncios de la pasión (Mc 8,34-38; 9,35-37; 10,41-45). En ellos, junto a la exhortación de hacerse servidor de los demás, se habla de perder la propia vida y de tomar la cruz. El mayor servicio consiste en dar la vida (Mc 10,45: "El Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir...").

Los textos evangélicos sobre el discipulado nos permiten acceder a la experiencia del seguimiento en el grupo de Jesús y en las comunidades de las dos primeras generaciones cristianas.

Por otra parte, Jesús llamó a sus discípulos también para enviarlos a anunciar el mensaje que él anunciaba, realizando los mismos signos que él hacía. La misión es un elemento fundamental en el discipulado de Jesús. Estas experiencias fundamentales vividas en el grupo de Jesús fueron recordadas y transmitidas durante las dos primeras generaciones cristianas. Para ellas fue importante conservar fielmente el recuerdo de aquella experiencia, pero al mismo tiempo tuvieron necesidad de actualizarla. Esta es también la tarea de cada generación de cristianos.