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Prendas y pesos en el Potosí colonial: colocando las prácticas urbanas en un contexto social Jane E. Mangan En cualquier día dado, docenas de clientes entraban a los almacenes de la mestiza María de Guzmán, la cual operaba una pequeña pulpería, así como una chichería, en el Potosí del siglo XVII. 1 Muchas de las personas que frecuentaban sus establecimientos buscaban algo más que una simple bebida o una medida de harina. La frutera Beatriz de la Concepción buscaba a Guzmán por sumas que totalizaban noventa pesos. Juan de Quiñones entró a su tienda con un clavicordio y salió con cincuenta y dos pesos. Juan de Ybarra, un joven carpintero, dejó sus herramientas a cambio de cinco botellas de vino, valorizadas en treinta y siete pesos y medio. Las transacciones de Concepción, Quiñones e Ybarra revelan que no todos los negocios efectuados en la tienda de Guzmán se efectuaban sobre una base de Archivo Nacional de Bolivia, Expedientes Coloniales (en adelante ANB.EC) documento 1697.15, f. 5 - 8v, 19-21 v: juicio seguido entre Gaspar Davila y Maria y Blasia de Miranda sobre la propiedad de unas habitaciones en Potosí, con testamento de María de Guzmán, 9 de marzo de 1693, y codicilo de la misma, 2 de mayo de 1693. Originalmente presenté este artículo en el simposio "Around the Church. Reli~ion and the City in Colonial Peru" de la Universidad de Princeton, efectuado en marzo de 2002. Mi sincero agradecimiento a Kenneth Milis y el Princeton Program in Latin American Studies por su generosa invitación a participar en este vivaz simposio interdisciplinario. Agradezco a muchos participantes, sobre todo Kathryn Burns, Peter Gose, Ken Milis y Luis Millones, por sus preguntas y comentarios incisivos. Debo un agradecimiento adicional a Anadelia Romo por sus sugerencias reflexivas a una versión revisada de la ponencia. Nº 36, primer semestre del 2003 107

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Prendas y pesos en el Potosí colonial: colocando las prácticas urbanas

en un contexto social

Jane E. Mangan

En cualquier día dado, docenas de clientes entraban a los almacenes de la mestiza María de Guzmán, la cual operaba una pequeña pulpería, así como una chichería, en el Potosí del siglo XVII. 1 Muchas de las personas que frecuentaban sus establecimientos buscaban algo más que una simple bebida o una medida de harina. La frutera Beatriz de la Concepción buscaba a Guzmán por sumas que totalizaban noventa pesos. Juan de Quiñones entró a su tienda con un clavicordio y salió con cincuenta y dos pesos. Juan de Ybarra, un joven carpintero, dejó sus herramientas a cambio de cinco botellas de vino, valorizadas en treinta y siete pesos y medio. Las transacciones de Concepción, Quiñones e Ybarra revelan que no todos los negocios efectuados en la tienda de Guzmán se efectuaban sobre una base de

Archivo Nacional de Bolivia, Expedientes Coloniales (en adelante ANB.EC) documento 1697.15, f. 5 - 8v, 19-21 v: juicio seguido entre Gaspar Davila y Maria y Blasia de Miranda sobre la propiedad de unas habitaciones en Potosí, con testamento de María de Guzmán, 9 de marzo de 1693, y codicilo de la misma, 2 de mayo de 1693. Originalmente presenté este artículo en el simposio "Around the Church. Reli~ion and the City in Colonial Peru" de la Universidad de Princeton, efectuado en marzo de 2002. Mi sincero agradecimiento a Kenneth Milis y el Princeton Program in Latin American Studies por su generosa invitación a participar en este vivaz simposio interdisciplinario. Agradezco a muchos participantes, sobre todo Kathryn Burns, Peter Gose, Ken Milis y Luis Millones, por sus preguntas y comentarios incisivos. Debo un agradecimiento adicional a Anadelia Romo por sus sugerencias reflexivas a una versión revisada de la ponencia.

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compra en efectivo y llévatelo. Concepción entró a la tienda buscando un simple préstamo de pesos, Quiñones para pedir un préstamo ofreciendo bienes materiales como garantía de pago, e Ybarra usó bienes materiales para prometer el pago de las botellas de vino del inventario de la tienda. La disposición de Guzmán para actuar como prestam\sta y prendero con diversos clientes no era algo peculiar en el Potosí colonial. Sus transacciones eran más bien representativas del papel que los proveedores barriales de comida y alcohol en pulpe­rías, chicherías y mercados tenían en proporcionar crédito a los residentes pobres y los vecinos medianos de la ciudad.

En palabras de José de Acosta, el jesuita del siglo XVI, Potosí tenía "el mayor concur­so y contratación que hay en el Perú".2 Aunque Potosí era la sede de las minas de plata más grandes de las colonias, el acceso al metálico era un problema para muchos vecinos. En respuesta, las personas desarrollaron prácticas crediticias con que mitigar las presiones específicamente urbanas de una emergente economía de mercado. Al igual que Guzmán, pulperos, gateras y chicheras prominentes en el mundo del comercio también tuvieron un papel importante en la extensión de crédito. El papel pronunciado que las mujeres tenían en esta red de transacciones crediticias es notable, puesto que ellas actuaban no solo como buscadores de crédito, sino como prestamistas y prenderos.' Estos pequeños prestamistas conformaban una activa red bancaria conformada por hombres y mujeres nativos y españo­les , que existía junto a los préstamos más tradicionales de las órdenes religiosas.

La concentración del presente artículo en las prácticas crediticias dentro del ámbito del comercio añade una nueva dimensión a las nociones usuales sobre el crédito colonial , al colocar las tiendas en el centro de su estudio y no a iglesias y conventos. Los empeños y préstamos en pequeños establecimientos comerciales conformaron una red de instituciones seculares paralela a las religiosas del mundo colonial. Para ilustrar los detalles de este mundo crediticio paralelo debe explorarse una serie de factores culturales y sociales. ¿Cuál es la importancia de las transacciones efectuadas en las tiendas de María de Guzmán? ¿Qué podemos deducir de los artículos que sus clientes deseaban adquirir, o los que eligieron empeñar? ¿Cuál es el significado del género y de la identidad étnica de sus clientes? Para explorar estas interrogantes comienzo con un breve examen de las opciones crediticias en el mundo colonial, y luego esbozo el desarrollo de las transacciones económicas menores en el

2 Acosta 1962 [ 1590): 150. 3 El pronunciado papel de las mujeres como proveedoras de crédito y no solo como quienes lo buscaban

contrasta con los hallazgos de Marie Francois para el México tardo-colonial y de la temprana república, en donde los pulperos masculinos constituían la mayoría de los prestamistas, forzados por el gobierno a tomar prendas. Véase Franco is 1999:67-106. Margare! Hunt presenta evidencias claras de un gran número de mujeres prenderas en el contexto inglés. Sin embargo, ella vincula su práctica del comercio con la aparición de la cultura del consumidor en la Inglaterra dieciochesca. Véase Hunt 1996:42, 132-133, 145. Otros estudios que examinan las mujeres y la·práctica de la pignoración son Martin 1996:162; Ross 1993 ; y Tebbutt 1983 . Mi análisis de la participación femenina en la econo­mía urbana forma parte de una creciente historiografía sobre el papel de las mujeres en la configura­ción de la sociedad colonial. Entre las obras selectas sobre las normas del género y la resistencia en Hispanoamérica tenemos a Arrom 1985 ; Lavrin, ed. 1989; Mannarelli 1993; Stern 1995; y Van Deusen 2001 . Sobre las mujeres indígenas bajo el dominio colonial véase la temprana obra de Silverblatt 1987, el reciente estudio de Graubart 2000:213-236 y, para México, los diversos enfoq ues en Schroeder et al 1997.

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populoso pueblo minero de Potosí. Esta información contextual introduce un análisis en profundidad de las prácticas crediticias cotidianas en el meollo del artículo. De ahí coloco los factores sociales y las transacciones económicas bajo un único lente, en primer lugar para revelar cómo personas de distintos antecedentes sociales utilizaron el crédito, y luego para concentrarme en el potencial que las prácticas de intercambio cotidianas tenían para cubrir los desafíos económicos de la vida urbana colonial.

Las personas buscaban crédito por todo el imperio español, pero los medios para obtenerlo dependían de su posición en la sociedad colonial. El papel de las instituciones eclesiásticas, el Santo Oficio de la Inquisición y las órdenes conventuales masculinas y feme­ninas como proveedores de crédito es bien conocido.4 En algunas partes del imperio la caja de censos de indios, un fondo de contingencia construido con las contribuciones de las comuni­dades de indígenas, pasó a ser una fuente no esperada de crédito para la elite cuando los administradores hispanos de estos fondos se los prestaron a quienes estaban fuera de las comunidades indígenas. En las ciudades, las comunidades de mercaderes también establecie­ron instituciones crediticias que no pasaban por los canales eclesiásticos. Es más, las personas que podían costear los servicios de un notario podían concluir un acuerdo de préstamo firman­do una carta de obligación. El elemento común en estas opciones crediticias fue su presencia exclusiva en la esfera de las elites coloniales. Quienes no pertenecían a ellas, los pobladores indígenas y las mujeres, tenían un acceso restringido a estos patrones crediticios. Por lo tanto, no es del todo sorprendente que los sectores de la sociedad excluidos de los mecanismos tradicionales de crédito creasen los suyos propios.5 En Potosí, estos canales alternativos donde encontrar crédito se formaron a través de los vínculos con el comercio urbano. En algunos casos, las personas usaron este mundo alternativo del crédito para ayudarse en las compras diarias, pero en otros se buscaban sumas sustanciales: préstamos de hasta varios centenares de pesos, o con los cuales iniciar negocios.6 Cuando la exitosa comerciante urbana Juana Colquema canceló un préstamo de 500 pesos con el cual inició su negocio, le sumó el pago de interés no ortodoxo de cinco estatuas de cera, tal como lo solicitase su benefactora.7

Como lo sugiere este ejemplo, los detalles de estas transacciones crediticias extralegales refle­jaban la cultura y la identidad y configuraban las formas consuetudinarias de hacer negocios.

Aunque el mundo paralelo del crédito en lugares de comercio no era algo limitado únicamente a Potosí, en la ciudad de la plata sí se desarrolló en forma singular. Dado que

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Sobre la Iglesia como una institución económica en la Hispanoamérica colonial véase Schwaller 1985. Los estudios pioneros del crédito en América Latina incluyen a Greenow 1983 y Quiroz 1993. Un reciente estudio sobre la concesión de créditos por parte de los conventos ha añadido una nueva dimen­sión al cuadro de las mujeres como actores económicos en la era colonial. Véase Burns 1999: 135-146. Para las transacciones crediticias como la pignoración y el préstamo por parte de personas que no eran de la elite en Ciudad de México, en los siglos XVII y XVIII, véase la perceptiva discusión de Cope 1994:109-118. Véanse, por ejemplo, préstamos de 387 pesos y 500 pesos, efectuados por Juana Colquema, en Archivo Hislórico de Potosí-Casa de la Moneda, Escrituras Notariales (en adelante AHP-CNM.EN) 123, Pedro Bellido, 1670, f. 714-716v. AHP-CNM.EN 123, Pedro Bellido, 1670, f. 714-716v. La importancia de este préstamo generoso, una suma grandiosa para el Potosí colonial, indica que el sexo no impedía a las comerciantes conver­tirse en acreedores a gran escala.

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Potosí era la fuente de abundante plata y la sede de una alta concentración de trabajadores mineros indígenas (los mitayos), su población nativa experimentó una transición acelerada a la economía colonial, en comparación con otras zonas del imperio. K Además, el mercado dinámico que crecía junto con la ciudad creaba numerosas motivacione~ para brindar y buscar crédito. Un breve vistazo de la historia temprana de la industria minera y la economía de la ciudad revela cómo y por qué las Marías Guzmanes del Potosí colonial llegaron a tener un papel tan importante en la provisión del crédito.

La montaña única de Potosí perdió su anonimato en 1545, cuando unos trabajadores nativos andinos revelaron sus depósitos de plata a sus amos hispanos.9 A partir de ese momento, el Cerro Rico fue conocido en todo el mundo por sus depósitos aparentemente inagotables de plata, el metal codiciado por la Corona española y buscado por las potencias extranjeras para pagar sus ejércitos. Sin embargo, sus ganancias se volvieron escasas en la década de 1560, cuando la producción se estancó. El virrey don Francisco de Toledo visitó el lugar en 1572 para revisar el sistema de la mita minera a fin de brindar un número adecuado de trabajadores nativos a los propietarios de las minas y -en teoría- asegurarles un trato justo. También promovió la producción de plata respaldando el nuevo proceso de refina­miento con mercurio y la creación de un gran complejo de refinación en las afueras de la ciudad. Los planes de Toledo tuvieron un efecto doble en la ciudad: renovaron el ritmo frenético de la producción de plata y promovieron un salto en el tamaño de la población. Ésta sumaba unas 25 000 personas para 1550, 'º en tanto que el censo de Toledo efectuado en 1572 registró 120 000 pobladores.'' Un censo más completo realizado después del gobierno del virrey anotó 160 000 pobladores, comprendiendo a 76 000 indios, 43 000 europeos, 35 000 criollos (incluyendo a los mestizos) y 6 000 negros y mulatos. 12 Este crecimiento en la pobla­ción y el mercado urbano afectaría la forma en que las personas llevarían a cabo sus transac­ciones económicas.

La población necesitaba pesos cada vez más para adquirir las provisiones de la vida diaria. Los comerciantes, tanto indígenas como españoles, fijaban sus precios en moneda española, y hasta los mercachifles y las gateras respondieron y fortalecieron el empuje hispano hacia una economía monetaria en el período colonial. Siendo ocho reales igual a un peso, el valor de una semana de pan a un real por hogaza costaba poco menos de un peso. Las bebidas producidas localmente, como la chicha, eran vendidas por reales, en tanto que los vinos de los viñedos peruanos costaban cuatro reales el cuartillo. Una camisa nueva de avasca podía costar hasta siete pesos. La coca constituía un gasto adicional, en particular para los mineros que mascaban las hojas para combatir los efectos agotadores de trabajar a

8 En las ciudades coloniales de Huamanga y Oruro, por ejemplo, la mercantilización del trabajo apare­ció en el siglo XVII, en tanto que Potosí muestra evidencias para la década de 1570. Para Huamanga véase Stern 1982. Para Oruro véase Zulawski 1995 :59-60.

9 Entre las historias de Potosí tenemos Bakewell 1984; Buechler 1981; Cobb 1949:25-45; Cole 1985 ; Hanke 1956; y Tandeter 1993.

1 O Bakewell 1984:36; Escobari de Querejazu 1990:71. 11 Padden 1975:xxi; Hanke 1956: l. 12 Los estimados de la población en el siglo XVII se extrajeron de "Descripción de la villa y minas de

Potosí. Año de 1603" 1965:377-378; Padden 1975: xxiv; Baquíjano 1793:28-48. Véase también Bakewell 1984:111-112.

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4 000 metros de altura. Su precio siguió siendo alto entre el siglo XVI y el XVII: entre nueve y doce pesos por un cesto de coca, aunque las personas la compraban en pequeñas cantida­des de un real o dos cada vez. 13 El monto de estos reales y pesos rápidamente se incrementaba.

Aunque las cantidades en pesos no eran nuevas para los españoles familiarizados con los grandes mercados urbanos de Sevilla o Madrid, para muchos de quienes no eran hispanos Potosí fue su primera introducción a una economía monetaria. La población indígena tenía una larga historia de intercambios y trueques, que incluía el uso de las hojas de coca como una forma de negociar. Con todo, las mercancías intercambiadas en Potosí eran diferentes . Aún más, los intercambios eran costosos pues Potosí experimentó una inflación incluso en su temprana historia en el siglo XVI. '4 Luego de arribar a la ciudad, las personas podían rápida­mente acumular deudas y verse forzadas a efectuar arreglos laborales con desconocidos amos españoles para así conseguir grandes sumas de dinero con las cuales pagar.15 En algunos casos los clientes debían dejar un artículo para asegurar que los prestamistas consi­guiesen algún retorno. Para la población indígena, una promesa oral de pago era tan buena en sus comunidades como un tazón de plata, pero el uso del empeño se incrementaba cuando emigraban a ciudades como Potosí. Las personas que buscaban crédito en la ciudad no solamente estaban respondiendo al nacimiento de una economía monetaria, sino que además estaban negociando la formación de relaciones económicas en un nuevo entorno urbano.

¿Cómo podían los potosinos cubrir los costos de vivir en una gran área urbana? La mayoría de ellos podía ganar dinero a través de contratos laborales. Isabel Guayro aceptó un contrato con Joan de Guzmán para vender comida en su tienda. Guayro habría de recibir dieciséis pesos al año, ganando el resto de su salario en dos vestidos, doce cargas de maíz y un tomín de plata a la semana para que comprara carne. 16 El pago del salario tenía lugar cuando mucho una vez al mes, y por lo general sólo hacia finales del año de servicio. Los salarios rara vez llegaban a cubrir los costos del tributo, los reemplazos asalariados de la mita de los parientes masculinos en las minas de plata, el mantenimiento de las propiedades y las responsabilidades diarias . Los dieciséis pesos que Isabel Guayro recibía una vez al año no bastaban para prescindir de los viajes a las casas de empeños y prestamistas, que a menudo se encontraban en los lugares de comercio.

Los potosinos aprendieron a usar de dos formas la red de pulperías, chicherías y ambulantes que cubrían la ciudad. Era posible obtener un préstamo de pesos o un crédito en una tienda de dos formas . Los participantes en los sectores medianos a altos de la economía urbana usaban fiadores para tener acceso a los pesos, en tanto que el uso de prendas era más

13 Para ejemplos de precios véase Archivo Nacional de Bolivia, Cabildo de Potosí, Libro de Actas (en adelante ANB.CPLA) Vol. 6, 1592, f. 66v ; ANB.CPLA Vol. 6, 1592, f. 173-173v; AHP-CNM.EN 48, Pedro Venegas, 1615, f. 1228.

14 Larson 1998:45 . 15 AHP-CNM.EN 8, Luis de la Torre, 1577, f. 1320v. 16 AHP-CNM.fN 4, Martín de Barrientos, cuaderno nro. 12, 1572, f. 29. Vale la pena señalar aquí que

miembros de la población indígena de Potosí efectuaron contratos de trabajo desde la década de 1570 en adelante, unos veinte años antes de que se les perciba en el estudio de Huamanga de Steve Stern. Éste señala que dichos contratos "proliferaron" en Huamanga a partir de la década de 1590 en adelante, y su tendencia a representar personas antes que acuerdos laborales colectivos desde 1600 en adelante. Véase Stern 1982:144-145.

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usual -aunque no estaba restringido a- las clases bajas de esta ciudad plateada. Los vende­dores que alquilaban o poseían tiendas y tabernas, como la María Guzmán que vimos arriba, encontraron que además de vender a crédito sus zonas de trabajo brindaban el espacio donde almacenar objetos empeñados. Cuando Salomé Méndez ansiaba dos potellas de vino y una olla mantequillera de cuatro pesos, le ofreció a Elvira Sánchez dos platos de plata y regresó a su casa llevando las cosas. 17 En otras circunstancias, los comerciantes de Potosí daban crédito sin obligar a los clientes a que empeñaran un artículo. Los hombres y mujeres que frecuentaban la tienda de Juan Bautista Jinobel debían pequeñas cantidades de pesos por numerosos artículos, entre ellos vino y tela.1x De igual modo, los vendedores ambulantes eran idóneos para el papel de acreedores porque su proximidad al mundo del comercio les hacía disponibles para extender crédito.19 Los mercachifles y las gateras se dieron cuenta de la necesidad de ofrecer bienes a crédito para así tener ganancias, pues la mayoría de los clientes no contaban con efectivo durante buena parte del año. Clientes y vendedores construían sus instituciones crediticias una transacción a la vez, tomando préstamos y aceptando prendas.

Empeñar o dejar en prenda un objeto material era una estrategia común para conse­guir un préstamo. Para la mayoría de los potosinos, la promesa de dinero les rodeaba en forma de una serie de artículos domésticos, desde los platos que yacían en la mesa a las pinturas religiosas que decorabari los muros, las alhajas y hasta la ropa que uno llevaba. En mi muestra de transacciones con empeños, era más probable que los potosinos en busca de

17 Este ejemplo de crédito en una tienda por un artículo empeñado proviene de AHP-CNM .EN 48, Pedro Venegas, 1615, f. l 203- l 205v. Otros ejemplos de crédito en tiendas con prendas dejadas como garantía son: AHP-CNM.EN 32, Pedro Venegas, 1601, f. 2724-2726; AHP-CNM .EN 53 , Sancho Ochoa, 1620, f. 3606; AHP-CNM .EN 53 , Pedro Lopes Pallares, 1620, f . 2845 -2847v ; AHP­CNM.EN 61B , Baltasar de Barrionuevo, 1625, f . 2157-2162 ; AHP-CNM.EN 116, Baltasar de Barrionuevo, 1654, f. 5-9; AHP-CNM.EN 148, Pedro Bellido, 1700, f . 155-157. Véase también AHP-CNM.EN 123, Antonio Domínguez, 1670, f. 58-60 y AHP-CNM .EN 123, Pedro Bellido, 1670, f. 374- 375v. No encontré ningún inventario completo de las pulperías de Potosí; sin embargo, un ejemplo de la vecina La Plata corrobora las evidencias de transacciones individuales de pignora­ción en las tiendas de Potosí. Véase ANB .EP 201, Salvador Gómez de Soto. 1680, f. 276v-278: inventario que incluye bienes empeñados de plata, ropa (nueva y usada) , un pañuelo y un conjunto de espada y daga.

18 AHP-CNM.EN 4, Martín de Barrientos, cuaderno nro. 4, 1572, f. 2v-5v. Entre los ejemplos adicio­nales de crédito en tiendas sin ninguna prenda dejada como garantía tenemos a los siguientes: AHP­CNM.EN 4, Martín de Barrientos, cuaderno nro . 9, 1572, f. 30-34; AHP-CNM.EN 48, Pedro Venegas, 1615, f. 1203-1205v; AHP-CNM.EN 61B, Baltasar de Barrionuevo, 1625, f. 2157-2162 ; AHP-CNM.EN 61 B, Baltasar de Barrionuevo, 1625, f. 2078-2080; AHP-CNM.EN 116, Baltasar de Barrionuevo, 1654, f. 313-314v; AHP-CNM.EN 116, Baltasar de Barrionuevo, 1654, f. 5-9 ; AHP­CNM.EN 123, Antonio Domínguez, 1670, f . 682-684; AHP-CNM.EN 123, Antonio Domínguez 1670, f. 267-269v; AHP-CNM.EN 127, Pedro Bellido, 1675, f. 369-398v; AHP-CNM .EN 135, Pedro Bellido, 1685, f. 449-449v; AHP-CNM.EN 135, Pedro Bellido, 1685, f. 449-449v ; AHP­CNM.EN 143, Pedro Bellido, 1695, f. 122.123v; AHP-CNM.EN 148, Pedro Bellido. 1700. f. 397-398v.

19 Ejemplos de artículos dados a crédito por los ambulantes : AHP-CNM .EN 4. Martín de Barrientos. cuaderno nro. 6, 1572, f . 31 -32v; ANB .EP 201, Salvador Gómez de Soto , 1680, f. 390v; AHP­CNM.EN 4, Martín de Barrientos, cuaderno nro. 9, 1572, f . 30-34; AHP-CHM.EN 106. Diego Pacheco de Chávez, 1640, f. 3508; AHP-CNM.EN 116 Baltasar de Barrionuevo, 1654, f. 5-9; AHP­CNM.EN 143, Pedro Bellido, 1695, f. 273-274.

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crédito llevasen su plata y ropa a los prenderos ( cuadro 1 ). Se prefería las prendas de vestir y los artículos de plata porque si bien ellos tenían un alto valor con el prendero, ningún hogar se hundiría sin ellos. Cuando Úrsula, una mujer indígena, necesitó dinero a comienzos del siglo XVII, reunió cuatro platos pequeños, dos de tamaño mediano, un salero y una jarra, todos ellos de plata, y fue a visitar a la pulpera María de Vargas.2° Con ella empeñó los numerosos artículos de plata a cambio de cincuenta y tres pesos. Las piezas de este metal indudablemente eran algo común en la ciudad, dado el número de artesanos dedicados a fabricar tazones, jarras y así por el estilo con el botín de las minas.

Cuadro l. Artículos de empeño populares en las pulperías y chicherías de Potosí

Cantidad de artículos

Plata ú5 Ropa 56 Alhajas 2f:¡

Religiosos 19 Menaje 18 Otros 9

Fuente: AHP-CNM. En 1570-1 700, volúmenes sobrevivientes para cada quinto año. Véase la nota 32.

Aunque de más importancia que los artículos de plata, las prendas de vestir también eran prescindibles. Las finuras hispanas por lo general conseguían más en las casas de empeño que las indígenas, salvo los textiles andinos mejor tejidos . Doña Catalina de Arraya empeñó dos piezas de vestir -una basquiña amarilla (una falda usada por las españolas acaudaladas) guarnecida con plata, y una faldellina de terciopelo verde (una falda plisada española)- con el español Juan Esteban de Billamonte por 120 pesos.21 A diferencia de las piezas hispanas altamente valorizadas, para recibir la suma de 100 pesos, una mujer indígena llamada Bárbara tuvo que empeñar dos baúles repletos de ropa indígena con María Guzmán.22

En sus testamentos , las personas a menudo legaban prendas de vestir a sus amigos y familiares, y no era raro contar con ropa sobrante. En Potosí, tanto las mujeres indígenas como las españolas empeñaban artículos religiosos a la par que los domésticos. Doña Alfonsa Díaz empeñó un retablo de la Virgen a Andrés Cintero por veintiséis pesos. Doña Pasquala Sumbi hizo lo mismo con un grabado de la Resurrección de Cristo , con su marco de ébano, que dejó a doña Ana María de Monrroz por 100 pesos .23 Ya sea que llevaran plata o ropa a la tienda de la esquina, o que las empeñaran por pesos o pan, la práctica del empeño constituía una forma a través de la cual los potosinos que no contaban con suficiente dinero podían cubrir sus necesidades : al menos por el momento.

20 AHP-CNM.EN 116, Baltasar de Barrionuevo, 1654, f. 20-20v. 2 1 AHP-CNM.EN 53, Pedro Lopes Pallares,1620, f. 2822-2823v. 22 ANB.EC, documento 1697.15, f. 5-8v, 19-21v. 23 Ejemplos religiosos: AHP-CNM.EN 106, Diego Pacheco Chávez, 1640, f. 3094-3095; AHP-CNM.EN

133, Pedro Bellido, 1681 , f. 608.

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A pesar de lo desagradable que el cobro de intereses tenía en el mundo colonial hispano, los tenderos que actuaban como prestamistas ciertamente preferían beneficiarse con un empeño. De lo contrario, ¿cómo habrían ganado ellos con esta práctica? Un diferencial entre el monto del crédito extendido y el valor de reclamo de un artículo, o up interés abierto parecen haber sido las vías más obvias con las cuales el tendero podía beneficiarse con tales intercambios. Si dicha práctica era común, está muy bien escondida en las fuentes, del mismo modo que los historiadores de los mecanismos crediticios de la elite señalan que el cobro de intereses estaba escondido en los censos.24 En el nivel inferior del mundo del crédito, las discusiones en tomo al recojo o la devolución de las prendas es un buen indicador de que el cobro de interés era algo común. En un ejemplo, doña Juana González compró una nueva sobrecama de cumbe en Potosí, en 167 4, a 120 pesos. Poco después la empeñó a Felipe de Arcienaga en la vecina ciudad de La Plata, por la suma de cuarenta pesos. En 1676 ella creía haber cancelado su deuda con Arcienaga luego de prestarle el trabajo de un panadero indíge­na llamado Pablo. Cuando Arcienaga le entregó una sobrecama que ella a duras penas recono­ció, González le acusó de haber gastado considerablemente su prenda.25 Arcienaga respondió afirmando que ésta se hallaba en la misma condición en que la recibió. Aún más, González seguía debiéndole cuarenta pesos. Según ella, el valor de 120 pesos de la sobrecama cayó enormemente debido al descuido de Arcienaga, y ella podía perder bastante más dinero que los cuarenta pesos iniciales que se le concedieron como su precio de empeño. La queja de González revela una regla no escrita según la cual las personas que aceptaban bienes en prenda formulaban un acuerdo implícito para proteger y conservar los bienes a su cuidado. De otro lado, Arcienaga parece haber buscado alguna ganancia o interés a cambio del crédito.

Los funcionarios del Cabildo sabían que las personas empeñaban sus posesiones a fin de conseguir crédito. Pero si bien esta práctica era aceptable de parte de los españoles, la misma en manos de africanos o nativos andinos era considerada criminal. El cabildo de Potosí sostenía que los ladrones usaban la práctica del empeño para convertir el botín de un crimen en dinero o bienes de almacén. Los dueños de esclavos, en particular, temían que sus sirvientes domésticos les robasen y luego corrieran a las casas de empeño para asegurar su ganancia. Las instrucciones oficiales a los pulperos que abrían sus puertas por primera vez les prohibían aceptar bienes empeñados por clientes africanos o indígenas.26 Los funciona­rios hispanos vincularon la práctica del empeño por parte de varones y mujeres indígenas al comercio ilícito de plata piña y fusionaron la práctica de los africanos del empeño con el tráfico de bienes robados. Los temores de los miembros del Cabildo no eran del todo gratui­tos. Por ejemplo, después de un robo los ladrones bebían en una chichería con el crédito que recibían del tabernero a cambio de los artículos que habían robado esa misma noche.27 El tabernero los había aceptado sin pregunta alguna para así llevar a cabo un intercambio

24 En toda América Latina colonial y España se desaprobaba las tasas de interés por su asociación con el pecado de usura. Véase Quiroz 1993 :31 .

25 ANB.EC, documento 1676.37. 26 ANB .EC, documento 1667.2, f. llv-13v. 27 ANB.EC, documento 1675.8, f. 2. Para un caso similar que involucra una chichería de Potosí, véase

también Archivo Histórico de Potosí, Casa de la Moneda, Cabildo, Gobierno e Intendencia (en adelante AHP-CNM.CGI) documento 187, f. 5v. Aquí, los ladrones llevaron los bienes robados a una chichería para venderlos.

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económico. El hecho de que el dinero fuese usado para comprar chicha no ayudaba a la causa de los acusados. Los colonos hispanos como José de Acostase quejaban de que la sora (una versión sumamente alcohólica de la chicha) causaba "graves daños" por tener un efecto ferozmente intoxicador, y quienes la bebían "se están bailando y bebiendo noches y días enteros."28 A ojos de los dirigentes de la ciudad, los casos que vinculaban el robo, el alcohol y las pequeñas transacciones crediticias contaminaban todas las transacciones efectuadas en pulperías y chicherías dominadas por residentes indígenas y africanos.

Las redes sociales generadas por la interacción en tales lugares de comercio brinda­ban conexiones importantes con las cuales promover la extensión del crédito. ¿Cómo esco­gían los clientes a los prestamistas y éstos a sus clientes? Gaspar Chayna fue en busca de Ana Chuqui Cana buscando llegar a un acuerdo, y ella Je adelantó veinte pesos por dos pares de queros de plata.29 Su intercambio no fue una simple transacción comercial, sino un intercambio respaldado garantizado por varios factores sociales importantes. En primer Ju­gar, Chayna había emigrado a Potosí desde la región de PaucarColla, la misma zona en donde Chuqui Cana había nacido. Muchos migrantes a Potosí se establecieron en un sector de la ciudad ya poblado por otros integrantes de su comunidad natal. Esto aseguraba que hasta en una ciudad en rápido crecimiento, con miles de rostros extraños, los indígenas recién llegados encontrarían una familiaridad en enclaves basados en la región de origen. Estos barrios conservaban una identidad regional a lo largo del tiempo porque nuevos migrantes continuamente arribaban para trabajar en la mita minera. Se enteraban de oídas dónde hallar a sus parientes y en qué lugares alojarse. Un segundo punto crucial en este intercambio de prendas fue que Chayna era kuraka de Paucar Colla. Esta posición de respeto entre los parientes de Chayna tal vez le forzó a ella a efectuar el trato; sin embargo, para beneficio suyo, la posición influyente de Chayna como kuraka significaba que él era un buen riesgo en términos del pago. La importancia de estos vínculos sociales se hace más prominente con las evidencias de que Chuqui Cana arregló empeños para otros varones de Paucar Colla.

Aunque los españoles gozaban de un elevado status social y legal en el mundo colonial, ellos también efectuaron bastantes empeños y préstamos para satisfacer necesida­des económicas.30 Y al igual que en el caso de Gaspar Chayna, podemos ver lazos estrechos en las transacciones hispanas . En un intercambio especialmente tortuoso, doña Juana de Figueroa fue en busca de doña Melchora para empeñar un candelabro de plata. Ésta le ofreció cuatro pesos con el candelabro como depósito, pero algún tiempo después se volvió y lo empeñó a doña María de Valdivieso, la hermana de doña Juana.31 Estos ejemplos sugie­ren las complejas señales sociales tales como las relaciones de sangre, las redes de parentes­co, la reputación dentro del barrio y las obligaciones entre amo y sirviente, las cuales creaban un contexto social para toda negociación económica.

El género y la etnicidad asimismo resultaban importantes en estas transacciones. Jz El primero definió los roles, así como las prácticas, durante la época colonial. Aunque las

28 Acosta 1962 [1590):171. 29 AHP-CNM.EN 123, Antonio Domínguez, 1670, f. 678-680v. 30 Véase la pignoración hecha por don Alonso de Lisana en AHP-CNM .EN 48, Pedro Yenegas, 1615, f.

1301. 31 AHP-CNM.EN 148, Pedro Bellido, 1700, f. 155-157. 32 Para analizar cómo estas transacciones se dieron dentro de la jerarquía social colonial, estudié los

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Artículos, notas y documentos

sociedades de Europa en la temprana Edad Moderna y la América anterior a la conquista contaban con normas de género distintas, ambas a pesar de todo lo usaron como una base para la diferenciación, algo que persistió en el Potosí colonial. La identidad étnica fue un factor revelador en Potosí durante la Colonia porque los antecedentes indígena y europeo influyeron la forma en que las personas manejaban las transacciones económicas, así como su lugar socioeconómico en el mundo colonial.

En términos generales, hombres y mujeres de distintos antecedentes interactuaban frecuentemente a través de las transacciones crediticias (véase el desagregado étnico y de género en los cuadros 2 y 3).33 Sin embargo, tres tendencias significativas surgen luego de un análisis más detenido. En primer lugar, aunque todos buscaban crédito, las personas tenían mayores oportunidades con quienes eran del mismo grupo étnico. Segundo, los españoles actuaron como prestamistas en más transacciones crediticias que las españolas, en tanto que las indias tuvieron dicho papel en un número significativamente mayor de transacciones que los indios. Por último, las mujeres preferían el empeño como un medio con el cual buscar crédito, en tanto que los varones tendían a usar préstamos para conseguirlo. Los cuadros y el análisis infra detallan estas tendencias.

Tomando en cuenta la identidad étnica de quienes buscaban y quienes tenían crédi­to, el número de transacciones entre español-español e indio-indio es mayor que el total de aquellas entre ambos sectores. Podemos explicar esto no solamente en base a las distincio­nes raciales, sino como un intento práctico efectuado por las personas para fomentar lazos con tiendas y vendedores en la vecindad inmediata de sus parroquias o barrios, y para usar dichas conexiones por encima de otras al buscar crédito. No obstante estos patrones predo­minantes, los numerosos intercambios trans-étnicos dejan en claro que en ciertos intercam­bios económicos estas personas sí creaban redes sociales que cruzaban las fronteras étnicas, de barrio o de clase. Estos saltos fuera de la comunidad económica de sus parientes y amigos más cercanos podían ser deseables y posibles debido al empleo que tenían, o tal vez a causa de sus aspiraciones empresariales.

factores de género y etnicidad con una base de datos de testamentos y codicilos para el periodo 1570-1700. Los materiales de esta base de datos provienen de mi muestra de los protocolos notariales sobrevivientes, utilizando aproximadamente cada cinco años entre 1570 y 1700, con ajustes para años con datos faltantes . Debemos considerar, claro está, que numerosas transacciones entre perso­nas de este sector de la población jamás fueron registradas. Así, aunque habría sido de desear contar con ejemplos más numerosos, los materiales sobrevivientes brindan un cuadro general de los patro­nes. Específicamente, el examen de 165 codicilos y testamentos de los archivos notariales del Archivo Histórico de Potosí, Casa de la Moneda, muestra 120 con evidencias de actividades de préstamo o pignoración. De estos 120, noventa y siete registran un total de 503 transacciones de préstamo/pignoración. De ellas, 389 involucraron préstamos de pesos ; 89 representan la venta de bienes a crédito; 1 O fueron préstamos de bienes materiales ; 8 de préstamos de servicios a crédito (por ejemplo, los servicios de un abogado); 4 fueron préstamos de una combinación de dinero en efectivo y bienes; 3 consistían en dinero en efectivo y bienes a crédito; y por último, 3 casos fueron de bienes a consignación. De los 120 registros relevantes de pignoraciones, no hay información sobre la identidad del cliente que la realizó en cinco casos; 1 O de ellos no identifican al prendero.

33 Este análisis fue tomado de la información de la base de datos descrita en la nota 32, supra.

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Cuadro 2. Transacciones de préstamos por etnicidad y género

Prestamista Transacciones Prestamista Transacciones a cliente de préstamo a cliente de préstamo

EMaEM 29 1M alH 65 EMaEH 51 1M a IC 6 EMaEC 1 1M a MeM 5 EMaIM 22 IHaEM 2 EM alH 11 IHaEH 3 EM alC 4 IHaIM 4

EMaMeM - IH a 1H 18

EMaAM 1 1H a MeM 2 EHaEM 39 IC aEM 1

EH a EH 62 IC alM 1

EHaEC 9 IC a 1H 8 EHaIM 11 MeMaEM -

EH a 1H 6 MeM a EH 10

EHaMeM 8 MeM a 1M 6

EHaAM 2 MeM a IH 3

EC a EH 13 MeMaMeM -

EC aEC 1 MeMaAM 1

IMaEM 3 AMaMeM -

1M a EH 17 AMaEH 1

1M aIM 53 Fuente: AHP-CNM. EN 1570-1700, vokírrenes sobrevivientes para cada quinto año. Véase la nota 32. Veintidós transacciones oo contienen refereocia alguna ya sea a la etni:idad o al género y aqtú oo se las incklye. Clave: La primera letra mica la etni:idad: A= africaoo; E= español; I = mio; Me = rrestizo . La segunda letra mea el género: C= pareja casada; H = hombre ; M = m.1jer.

Considerando toda la gama de transacciones de préstamos surge una notable dife­rencia sexuada entre los practicantes indígenas y españoles. Dado que los varones por lo general tenían un status económico más elevado que las mujeres en la sociedad colonial latinoamericana, sería razonable asumir que aquellos serían los prestamistas más comunes y ellas las más necesitadas de crédito. Y en efecto, los varones hispanos fueron los prestamis­tas más comune~ de hombres y mujeres españolas, pero las indias aparecieron como las prestamistas más comunes para indios e indias (véase el cuadro 4 ). Como se lista en el cuadro 5, las españolas buscaban préstamos de españoles más que de cualquier otro prestamista: treinta y nueve transacciones, en comparación con veintinueve con otras españolas, tres con indias y dos con indios. Los españoles prefirieron que otros españoles les prestaran

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Artículos, notas y documentos

dinero en sesenta y dos ocasiones, y en cincuenta y un casos recurrieron a españolas. Mientras que los varones eran los prestamistas más comunes de la comunidad hispana, no se da el mismo patrón dentro de la comunidad indígena. En lugar de ello las indias en busca de un préstamo de forma abrumadora prefirieron sobre todo a otras indias ~orno prestamis­tas : en cincuenta y tres transacciones en comparación con veintidós préstamos de españo­las, once de españoles y apenas cuatro de indios. En cambio, estos últimos eligieron sus contrapartes como prestamistas tan sólo en dieciocho casos, pero fueron a pedirlos a indias en sesenta y cinco casos. Como casas de empeño y prestamistas, éstas apenas si estaban detrás de los españoles en términos del número de transacciones de préstamos en la econo­mía urbana.

Cuadro 3. Transacciones de empeños según etnicidad y género

Prendero Transacciones Prendero Transacciones a cliente de empeño a cliente de empeño

EMaEM 24 1M aIH 8

EMaEH 12 1M aIC -

EMaEC - 1M aMeM -

EM aIM 6 IHaEM 2

EM aIH 3 IHaEH 1

EM aIC - 1H a IM -

EM aMeM 3 IHaIH -

EMaAM 1 1H a MeM -

EHaEM 39 IC aEM -

EH a EH 12 IC aIM -

EHaEC - IC a IH -

EHaIM 1 MeM a EM 1

EHaIH 4 MeM a EH 2

EHaMeM 6 MeM a 1M 1

EHaAM 2 MeM a 1H -

EC a EH - MeMaMeM -

EC aEC - MeMaAM -

IMaEM 4 AM aMeM 1

1M a EH 6AMaEH - 1 1M aIM 11 Fuente: AHP-CNM. EN 1570-1700, vohlrrenes sobreviventes para cada quinto año. Véase la nota 32. Quince transacciones de prendas no contenen referencia alguna ya sea a la etni::idad o al género y aquí no se las incluye.

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Cuadro 4. Número de transacciones crediticias según etnicidad y género

Españoles Españolas Indias Indios

Nro. de préstamos realizados 151 119 149 39 Nro. de préstamos buscados 144 74 97 111 Nro. de prendas arregladas 64 49 21 3 Nro. de prendas buscadas 33 70 19 15 Fuente: AHP-CNM. EN 1570-1700, volúm,nes sobrevivientes para cada quinto año. Véase la nota 32.

Cuadro 5. Distinción de prestamistas por sexo

~AS c Españoles Españolas Indios Indias

Españolas 39 29 2 3 Indias 11 22 4 53 Españoles 62 51 3 17 Indios 6 11 18 65 Fuente : AHP-CNM. EN 1570-1700, volú!renes sobrevivi!ntes para cada quinto año. Véase la nota 32.

Las actividades de préstamo de los varones indígenas llaman la atención por su ínfima presencia. En las zonas urbanas, indias como Ana Chuqui Cana (vide supra) fueron los pilares del espacio crediticio para los hombres y mujeres de sus comunidades. Los indios que buscaban empeñar una prenda eligieron mayoritariamente a indias como sus prenderos. 34

Mientras que los prenderos españoles fueron más activos que las españolas, vemos que el patrón opuesto surgió en el sector indígena de la sociedad colonial ¿Por qué? Los indios buscaban préstamos y dejaban prendas para conseguir los pesos que necesitaban para funcionar en los mercados urbanos de Potosí. Sin embargo, las mujeres dominaban el comercio al por menor, controlando así los recursos y espacios urbanos necesarios para funcionar como prenderos y prestamistas. Los hombres trabajaban principalmente en las minas o en el comercio a larga distancia (trajín). En parte, ellos concentraban sus ganancias en acumular no empresas urbanas sino riqueza rural en animales y tierras. 35 Otra explicación tal vez radique en el predominio de los indios en el comercio del rescate (la plata extraída de

34 Los varones indígenas dieron artículos a crédito en quince ocasiones, ocho de ellas (53 por ciento) a indias. Es de notar que jamás llevaron una prenda a otro varón indio, en tanto que las indias prefirieron hacer diecisi~te de las transacciones de pignoración (65 por ciento) con otras mujeres indígenas. Es más, las indias no eligieron a ningún indio como prendero.

35 Véase, por ejemplo, AHP-CHN.EN 23, Juan Gutiérrez Berna(, 1590, f. 1536-1540v; AHP-CNM.EN 118, Baltasar de Barrionuevo, 1657, f. 750-753; AHP-CNM.EN 123 Antonio Domínguez, 1670, f. 682-684, Archivo Nacional de Bolivia, Escrituras Públicas 23, Cuaderno 4, f. 335-337. Sobre el papel del hombre indígena en el trajín véase el estudio comprensivo de Glave 1989.

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Artículos, notas y documentos

contrabando).36 Aunque los españoles desaprobaban estas transacciones, ellas constituían la esencia de un vivaz espacio comercial de la ciudad. De este modo, los varones eran participantes importantes en la economía, porque en tanto operarios mineros contaban con la plata piña con la cual comerciar, y en tanto trajinantes arribaban a la ciud~d cargados con bienes comerciales. Con todo, las mujeres ocupaban una posición importante en los sitios de comercio, participando así con más fuerza en la extensión del crédito.

Si distinguimos entre la frecuencia con la cual los varones españoles e indígenas brindaban o buscaban crédito, debemos también considerar la diferencia entre buscar un crédito mediante una prenda y mediante préstamos. En la muestra, estos últimos fueron más numerosos que los primeros. Pero las mujeres en particular usaron las prendas para expandir las redes del crédito. Cuando se combinan las actividades de las mujeres indias y españolas , vemos que las mujeres empeñaban artículos por dinero o crédito aproximadamente el doble de veces que los varones. Es más , ellas aparecen como ligeramente más activas como prenderos (véase el cuadro 6) . Por lo tanto, si consideramos todas las transacciones con prendas en base al género, las mujeres tuvieron un papel más crucial que los varones como prenderos y como clientes. Varios factores podrían haber influido en la tendencia de las mujeres a buscar dinero a través de una prenda -el intercambio de bienes materiales- y a aceptar artículos tales como garantía del crédito. Las prenderas tal vez se sentían más cómodas dando un préstamo cuando recibían una prenda a cambio. Porque ésta garantizaba por lo menos parte del retorno, sin tener que depender de los canales burocráticos coloniales, que tal vez favorecerían a los varones. Además, las españolas eran el grupo que era más probable que recurriera a un empeño como una forma de conseguir dinero. Su dependencia de objetos materiales con los cuales conseguir dinero o crédito puede explicarse por su riqueza en términos materiales. En la mayoría de los matrimonios, las mujeres controlaban la ropa, la plata y las alhajas porque ellas llevaban estos artículos a la unión con su dote .37 Así, cuando necesitaban pesos transformaban su riqueza material en una forma de dinero que podían utilizar en la economía urbana. Las clientas tal vez tenían mayor necesidad de involucrarse en un empeño en forma más frecuente que los hombres, quienes gozaban de un status económico relativamente superior en la sociedad colonial. Es más, las expectativas que la sociedad tenía de que las mujeres eran responsables de comprar alimentos y dar de comer a los hombres significaba que ellas debían hacer arreglos para comprarlos con mayor frecuencia que los varones y a crédito, de ser necesario.

36 El comercio en rescate se derivaba de la práctica de los mineros indígenas de conservar parte del producto de su trabajo para sí. Para mayores detalles de esta práctica, conocida como kajcha, véase Larson 1998:59 y Tandeter 1993:89.

3 7 Sylvia Arrom examina el status legal de las mujeres, en general y para Ciudad de México colonial , en el capítulo 4 de Arrom 1985. Para las mujeres nativas en Potosí hay muy pocos ejemplos de dotes registradas notarialmente; sin embargo, las pocas que han sobrevivido revelan valores globales más bajos, pero una composición similar a las de las españolas ya que contienen pesos en reales, pl ata y ropa. Entre los ejemplos tenemos: ANB.EC, documento 1702.48, f. 29-33; ANB.EC, documento 1658.24, f. 12; y de La Plata, ANB.EP 113 Antonio Herrera, 1630, f. 228-229v.

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Cuadro 6. Transacciones con prendas según género

Hombres Mujeres (indios y españoles) (indias y españolas)

Nro. de prendas arregladas 67 83 Nro. de prendas buscadas 48 102 Fuente: AHP-CNM. EN 1570-1700, vo.,rrenes sobrevivientes para cada quinto aoo. Véase la nota 32.

Las mujeres tenían bastantes razones para empeñar algo y conseguir pesos. Pero la frecuencia con la cual ellas (las prestamistas y las prenderas) extendían crédito de este modo variaba algo según la identidad étnica. Las mujeres indígenas se ayudaban mutuamente para el crédito necesario para las compras diarias y para sumas más grandes para los negocios urbanos.3~ Las españolas, sin embargo, dependían sobre todo de los hombres españoles para que les arreglaran las transacciones de empeño. En segundo lugar, ellas se buscaban mutuamente, cruzando las fronteras raciales en número cada vez menor. Las indias, en cam­bio, cruzaban estas fronteras antes que las de género; ellas se buscaban con mayor frecuen­cia para un empeño, y luego a las españolas. ¿Cómo explicar esta distinción de género de base étnica? Que estas últimas se dirigieran a los españoles en busca de préstamos (tanto con y sin la garantía de una prenda) sugiere que ellas buscaban ayuda en parientes y conocidos masculinos, los cuales estaban dispuestos, dado su status económico superior en la sociedad colonial, a dar el crédito necesario. Cuando las indias se elegían la una a la otra y luego a las españolas, estaban usando redes comerciales un peldaño o dos por debajo de aquellas habitadas por los españoles: tiendas más pobres tal vez, e inventarios más peque­ños. Sin embargo, el status económico generalmente elevado de las españolas queda en evidencia en la práctica de las mujeres indígenas de pedir crédito con prendas a las españo­las con mayor frecuencia que el caso opuesto (véase el cuadro 5). Aquí también vemos que todas las mujeres sí atravesaban las fronteras barriales y de parentesco para crear redes económicas que se extendían hacia arriba y hacia abajo en la jerarquía social.39

¿Los patrones de empeños y préstamos eran diferentes en grupos étnicos numérica­mente más pequeños como el de los mestizos o el de los africanos? El tamaño de la muestra impide dar respuestas definitivas , pero los ejemplos individuales son sumamente sugeren­tes . Para las mujeres de ascendencia indígena e hispana, las clientas mestizas preferían prestamistas españoles (en nueve de diez transacciones). Sin embargo, las prestamistas mestizas, como María Guzmán, dividían sus negocios entre clientes indígenas y españoles. De este modo efectuaban transacciones económicas tanto en el centro de la ciudad como en la ranchería, operando en medio de la divisoria étnica. Otra consideración más es que algu­nas de las mestizas vivían entre vecinos españoles, en tanto que otras, llamadas "mestizas en

38 Véanse las transacciones de bienes inmuebles por valor de 300 pesos entre doña Juana Sisa y Juana Payco en ANB .EC, documento 1633 .4, f. l l 3- l l 7v, 121 v-122.

39 Los vínculos estrechos en el negocio de la chicha asimismo confirman estas redes de mujeres españo­las e indígenas. Para mayor información véase el capítulo 3 de mi tesis doctoral, Mangan 1999.

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Artículos, notas y documentos

hábito de india", vivían en barrios indígenas, hablaban principalmente quechua y se vestían literalmente en "hábito de india", con llicllas y acsus. Así, tenderas mestizas individuales fomentaban redes con clientas hispanas si operaban cerca del centro de la ciudad, y con indígenas si vivían en las rancherías. Para los participantes africanos en este mundo crediti­cio, las tres clientas africanas con artículos a empeñar llevaron sus prendas a

1españoles (dos

varones y una mujer) para que los colocaran. Las africanas, libertas o esclavas, recurrían a patrones o amos hispanos sumamente cercanos a sus lugares de vivienda y trabajo en pos de préstamos, en lugar de acudir a los residentes indígenas de la ciudad. La escasez de africanos en las transacciones crediticias dice algo de la naturaleza subterránea de muchas de ellas. Una razón de fuerza para que los africanos mantuvieran las transacciones con prendas fuera del registro escrito es que eran sospechosos de robar a sus empleadores hispanos. Los testamentos individuales sugieren que los africanos estaban involucrados en prácticas monetarias y de crédito similares a las de los españoles, mestizos y nativos andinos.40

Las prácticas crediticias surgieron como una estrategia crucial para la subsistencia entre los pobres y la población trabajadora del Potosí urbano. Ellos usaban estos recursos en forma regular, rogando a la pulpera de la vecindad que les prestara dinero, pidiendo a los vendedores que les fiaran hogazas de pan, o dejando sus mejores ropas en prenda para pagar la renta. Sin embargo, como buena parte del trueque y el comercio se daban sin señal alguna de una moneda de plata, las personas aprendieron y adoptaron un sentido intensifi­cado del valor del peso. Los migrantes indígenas a Potosí se vieron forzados a vérselas en forma más urgente con transacciones de base monetaria que sus contrapartes rurales.

A medida que las personas se adaptaban a la economía de la ciudad colonial, el uso de préstamos y empeños proliferó. Sin embargo, no todos practicaron estas estrategias en igual forma. En términos del préstamo de dinero, los hombres y mujeres españoles parecen haber sido activos casi del mismo modo. Con todo, las españolas buscaban dinero mucho más que sus contrapartes masculinas. De otro lado, las indias eran mucho más activas en el mundo del crédito como prestamistas que sus contrapartes masculinas. A diferencias de españoles y españolas, los residentes indígenas de Potosí mostraban una división por género de las prácticas laborales que daba a las mujeres mayor acceso al dinero urbano, en tanto que los varones presumiblemente se diversificaron en asuntos rurales o regionales. Aun así, ellos compartieron recursos económicos a través de las fronteras de género, ya que las mujeres dieron crédito a los hombres en numerosas ocasiones. Aquí los vínculos de parentesco podían resultar ser particularmente importantes, ya que ellas daban crédito a varones de sus ayllus nati.vos.

En términos de la pignoración, el papel pronunciado de las mujeres, como prenderos y como clientes, significa no sólo una proximidad al mundo del comercio, sino también su responsabilidad de mantener familias. Aunque el empeño constituía una parte integral de las redes de crédito en el Potosí colonial, esta práctica económica tenía sus ventajas y desven­tajas . Para los prenderos, aceptar prendas como una forma de circulante en sus tiendas

40 Véase, por ejemplo, AHP-CNM.EN 8, Luis de la Torre, 1577, f. 1024-1026v. Las mujeres africanas aparecen con mayor frecuencia en los registros notariales del Caribe, donde conformaban un sector más grande de la población. Para un examen de sus actividades económicas véase Socolow 1997: 279-297.

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ayudaba a mantener a flote las tiendas al menudeo. De hecho, en términos financieros habrían estado mejor si todos los clientes hubiesen ofrecido pesos y no prendas, pero no habrían podido exigir efectivo en todas las transacciones, ya que en caso contrario habrían tenido muy pocos clientes a sus puertas.

Los gastos de una existencia colonial urbana forzaban a las personas a solicitar bienes a crédito o buscar préstamos. Miles de entre las clases bajas de la ciudad no tenían ni el status personal ni la propiedad necesaria para solicitar pesos en los can.des eclesiásticos o conventuales. Es más, en muchos casos buscaban pequeñas cantidades, menos de lo que habrían tenido que gastar para registrar notarialmente una transacción de préstamo. La opción más práctica que surgía era dirigirse a un comerciante como María Guzmán.41 Cuando José de Acosta atisbó un Potosí con el "mayor concurso y contratación" de todo el Perú, se concentró en la explosión del comercio desatada por la plata. La plata, sostuvo, "la ha hecho tan abundante de todas comidas y regalos, que ninguna cosa se puede desear que no se halle allí en abundancia" .42 Pero para potosinos como Guzmán y sus clientes era el crédito y no el metálico lo que alimentaba el ajetreo del comercio diario . Sin su institución crediticia orgánica, una red difundida por toda la ciudad en pulperías y plazas, el comercio inmortaliza­do por Acosta no habría sido más que una conjetura.

41 ANB . EC 1697.15, f. 5-8v, 19-21v. 42 Acosta 1962 [1590) :149.

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Jane E. Mangan Harvard University

Traducción de Javier Flores Espinoza

123

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