Una veintena de clones perfectos de atlas y có-dices pueden contem-plarse y hojearse hasta el próximo 14 de junio en la singular exposi-

ción «Tesoros ocultos: los manuscri-tos iluminados más valiosos de Euro-pa», que se inauguró ayer en el Real Al-cázar con la conferencia «Cartografía, diplomacia y espionaje: el Atlas Miller y el Viaje de Magallanes», a cargo de Alfredo Pinhero Marques, director del Centro do Estudos do Mar «Luis de Al-buquerque» de Portugal, con tal éxito

de convocatoria —más de 700 peticio-nes que cuadriplicaban el aforo de la Sala Cantarera— que va a solicitarse que se repita en un par de semanas.

La muestra acerca al espectador obras maestras de la iluminación, que se crearon en Europa entre los siglos X y XVI, pertenecientes a las bibliote-cas y museos más importantes del Mundo, como el Metropolitan Museum of Art, Morgan Library&Museum, The British Library, la Bibliothèque Natio-nale de France o la Biblioteca Nacio-nal de Rusia, que replica con minucio-sa exactitud, trascendiendo el concep-

to de facsímil, el editor Manuel Moleiro con las ventajas y tec-nologías del siglo XXI usando materiales y técnicas como las que se emplearon desde la Edad Media hasta la invención de la imprenta.

En la muestra, que se desa-rrolla en la Sala Cantarera del Alcázar, lo más destacado son tres atlas cartográficos de la épo-ca de los Descubrimientos, con el protagonismo indiscutible de España y Portugal.

La cartografía Podrá verse el Atlas Miller, rea-lizado por los cartógrafos Lopo Homem, Pedro Reinel y Jorge Reinel y por el pintor miniatu-rista Antonio de Holanda, obra maestra de la cartografía y del arte en el Renacimiento, y también una obra cuyos aparentes errores geográficos responden al interés del monarca luso Manuel I de disuadir a Carlos V de con-tinuar con el proyecto de Magallanes y Elcano de circunnavegar la tierra di-fundiendo esa información falsa como pura estrategia. Según la tesis de Al-fredo Pinheiro Marques, que indica que sólo así se entiende su representación del mundo como un gran mar que ro-deaba la tierra.

El segundo es el atlas universal de Fernão Vaz Dourado, detallada de car-tografía e iluminación para delinear y explicar el mundo, con dibujo mi-nucioso y detallado, de forma muy clara para la sociedad del quinientos. El tercero es el Atlas Vallard, de la es-

cuela cartográfica francesa de Dieppe, que muestra por primera vez, en 1547, la costa oriental de Australia, 200 años antes que los viajes de Cook, y que asombra por las miniaturas con es-

El arte de clonar códices iluminados

El Real Alcázar acoge la muestra de una veintena de manuscritos de los siglos X al XVI replicados al milímetro por la editorial de Manuel Moleiro

AURORA FLÓREZ

SEVILLA

Arriba, Arabia en el Atlas Miller. A la

derecha, ilustraciones de las obras «Splendor

Solis», «Libro de la caza» y «Libro de

horas de Enrique IV». A la izquierda, del

Breviario de Isabel la Católica y del «Libro

de la Felicidad»

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cenas de la colonización del XVI e ilustraciones antropológicas de las distintas poblaciones del mundo co-nocido.

El resto de obras que completa la ex-posición no quedan eclipsadas por las joyas de la cartografía. Son códices de medicina, alquimia, biblias, libros de horas, como el de Enrique IV de Fran-cia, en el que todas las páginas de tex-to van sobre fondo dorado, con más de 60 miniaturas inspiradas en el Nuevo Testamento, tan fastuoso como el Bre-viario de Isabel la Católica, iluminado por los más prestigiosos pintores de Flandes y con espectaculares orlas ve-getales, insectos y pájaros.

Llamarán, igualmente, la atención, el «Tractus de Herbis», creado en el norte de Italia en 1440, un herbario con remedios naturales y nombres de plan-tas y sus denominaciones en otras len-guas, ricamente ilustrado; o el «Splen-dor Solis», un tratado de alquimia, con claves de la cábala, astrología y simbo-lismo alquímico, con 22 pinturas de gran formato, enmarcadas con moti-vos florales o animales.

Figuran también el códice «Beato de San Pedro de Cardeña», con 51 mi-niaturas, o el «Libro de la caza», que

Gaston Phébus dedicó al duque de Bor-goña, Felipe II el Audaz, ilustrado con 87 miniaturas del arte de la montería. Cabe citar «El libro de la felicidad», una curiosísima obra que fue encargada por el sultán Murad III (siglo XVI), y

que contiene la descripción de los doce signos zodiacales y sus correspondien-tes ilustraciones, pronósticos según los planetas, adivinación y tablas para interpretar los sueños y de concordan-cias fisonómicas.

Buscando la exactitud

En estos exquisitos clones de los códices, que permanecen ajenos a las manos del público, hay un trabajo ímprobo, meticu-loso, cuajado de procesos, a fin de que la copia no difiera un ápice del original. Fotografía, serigrafía, retoques a mano, pruebas en distintos soportes, generalmente iguales al utiliza-do en el primigenio, sea de piel de oveja, cabra o tiburón, con el mismo tipo de curtido vegetal, igual grosor, tacto, flexibilidad e incluso olor. Cada pergamino, en su caso, se estuca con una capa de pintura —a 500 euros bote— y un proceso que la editorial

mantiene en secreto, para reproducir colores, textos, oro y plata o envejecerlos, de forma que la pintura o tinta se oxide. Cualquier herraje o cierre que lleve se reproduce exactamente e incluso se logra que el libro pese igual que el que le da lugar. Según recordó Manuel Moleiro, los códices eran obras exclusivas para reyes, emperadores y personajes de gran peso en sus tiempos, enormemente costosos y caros. Cada una de las edicio-nes, 987 ejemplares numerados y certificados, va acompañada de informes de un equipo de especialistas que ahondan en todos los aspectos, se garantiza su conservación y se asegura su estudio y su difusión.

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