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Por: José Alejandro Cárdenas Bunsen, Andrés Chirinos Rivera Luis Gómez Acuña, Patricia Mathews Salazar, Guido Pilares Casas, Nancy E. Van Deusen MARTINELL GIFRE, Emma. La Comunica- ci(m entre Españoles e Indios: Palabras y Ges- tos. Madrid. MAPFRE, 1992, 321 pp. Los estudios de hi storia lingüística hispano- americana orientan la investigación hacia dos di - recciones fundamentales: los aspec tos lingüísticos de las variedades hispanoamericanas y el desa- rrollo de una conciencia en lo s hablantes de estos nuevos dominios lingüísticos. Sobre lo primero, el único rasgo panamericano es el seseo junto al que hay otros rasgos de alcance continental como el voseo y el yeísmo, pero con una distribución defectiva. De ello se desprende que en términos estrictamente lingüísticos el sintagma "Español de América" sea un hipcrónimo que designa un conjunto de variedades menores. Sobre lo segun- do, es de suma relevancia destacar el estudio de las manifestaciones sobre la conciencia lingüística a lo largo del mutuo proceso de acomodación, tanto del castellano como de las lenguas indíge- nas, a los nuevos espacios comunicativos. A esta última orientación pertenece el libro de Emma Martinell. Nº 2, diciembre 1995 Es natural que la dificultad mayor para este tipo de estudios sea el hecho de que la conciencia lingüística de los hablantes de las primeras etapas del español americano, sobre todo del período an- tillano y de las fases iniciales de colonización continental (México:1519, Perú:1531), no se haya hecho manifiesta explícitamente como para asegu- rar que existiese una idea general de la diferencia sino hasta el siglo XVIII en que emergió en el contexto ideológico de la emancipación. Sin em- bargo, la labor de los investigadores del español americano intenta reconstruir, sobre la base del testimonio documental disponible, la percepción de los hablantes en estrecha correlación con lo que se puede conocer de su realidad idiomática. Como se sabe, el juicio de un hablante es siempre parcial porque está condicionado por múltiples factores. De especial relevancia es tener en cuenta su proceden- cia regional, su lugar en el espectro social y la si- tuación específica de su enunciación. En conse- cuencia con lo anterior, la autora procede prime- ramente a la delimitación y caracterización del corpus documental de obras y autores que han formado parte en la elaboración de su libro. Los autores son: Pedro de Aguado, Félix de Azara, Juan 481

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Por:

José Alejandro Cárdenas Bunsen, Andrés Chirinos Rivera Luis Gómez Acuña, Patricia Mathews Salazar,

Guido Pilares Casas, Nancy E. Van Deusen

MARTINELL GIFRE, Emma. La Comunica­ci(m entre Españoles e Indios: Palabras y Ges­tos. Madrid. MAPFRE, 1992, 321 pp.

Los estudios de historia lingüística hispano­americana orientan la investigación hacia dos di­recciones fundamentales: los aspectos lingüísticos de las variedades hispanoamericanas y el desa­rrollo de una conciencia en los hablantes de estos nuevos dominios lingüísticos. Sobre lo primero, el único rasgo panamericano es el seseo junto al que hay otros rasgos de alcance continental como el voseo y el yeísmo, pero con una distribución defectiva. De ello se desprende que en términos estrictamente lingüísticos el sintagma "Español de América" sea un hipcrónimo que designa un conjunto de variedades menores. Sobre lo segun­do, es de suma relevancia destacar el estudio de las manifestaciones sobre la conciencia lingüística a lo largo del mutuo proceso de acomodación, tanto del castellano como de las lenguas indíge­nas, a los nuevos espacios comunicativos. A esta última orientación pertenece el libro de Emma Martinell.

Nº 2, diciembre 1995

Es natural que la dificultad mayor para este tipo de estudios sea el hecho de que la conciencia lingüística de los hablantes de las primeras etapas del español americano, sobre todo del período an­tillano y de las fases iniciales de colonización continental (México:1519, Perú:1531), no se haya hecho manifiesta explícitamente como para asegu­rar que existiese una idea general de la diferencia sino hasta el siglo XVIII en que emergió en el contexto ideológico de la emancipación. Sin em­bargo, la labor de los investigadores del español americano intenta reconstruir, sobre la base del testimonio documental disponible, la percepción de los hablantes en estrecha correlación con lo que se puede conocer de su realidad idiomática. Como se sabe, el juicio de un hablante es siempre parcial porque está condicionado por múltiples factores. De especial relevancia es tener en cuenta su proceden­cia regional, su lugar en el espectro social y la si­tuación específica de su enunciación. En conse­cuencia con lo anterior, la autora procede prime­ramente a la delimitación y caracterización del corpus documental de obras y autores que han formado parte en la elaboración de su libro. Los autores son: Pedro de Aguado, Félix de Azara, Juan

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Reseñas

de Cárdenas, Gaspar de Carvajal, Pedro de Cieza de León, Cristóbal Colón, Hemando Colón, Hemán Cortés, Gonzalo Fernández de Oviedo, José Gumilla, fray Bartolomé de Las Casas, Tomás López Medel, Pedro Lozano, Jerónimo de Mendieta, Toribio de Motolinía, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Pedrarias de Almes to, Alonso de Rojas, Bemardino de Sahagún, Pedro Sarmiento de Gamboa, Juan de Torquemada, Antonio Vázquez de Espinosa, Lucas Femández de Piedrahita, el Inca Garcilaso de la Vega, Felipe Guamán Poma de Ayala, Juan Suárez de Peralta, José de Acosta, Berna] Díaz del Castillo, Pedro Mártir de Anglería, Antonio Pigaffeta, Américo Vespucci, Nicolás Federmann y Ulrico Schmidel. Asimismo es per­tinente señalar que no se pierde de vista en ningún momento que el origen, evolución y, desde el punto de vista del investigador, el rastreo de la concien­cia lingüística del español americano se tiene que hacer en estrecha correlación con la conciencia del español general que había logrado una cierta con­solidación hacia finales del XV e inicios del XVI. Así el castellano tenía, en el período inmediata­mente previo a la expansión atlántica, el estatus de lengua nacional que progresivamente ganaba es­pacios funcionales a las otras variedades peninsu­lares junto a las que había nacido y desarrollado aunque sin ejercer sobre ellas una definitiva im­posición. Pese a esto, en América se confrontó a lenguas de estructura desconocida lo que provocó el desarrollo de una conciencia surgida del con­traste. Hemos mencionado que dicha conciencia es claramente perceptible en el siglo XVIII, sin em­bargo sus raíces están en el s. XVI.

Su estudio requiere de la recopilación de las fuentes así como de la evaluación específica de cada testimonio, sobre todo de los más tempranos por haber surgido, en su mayoría, durante las si­tuaciones iniciales de incomunicación y en con­textos comunicativos muy precarios. Es además de capital importancia la sistematización de la información por estar contenida en el corpus heterogéneo que forman las crónicas de indias.

A lo largo de los nueve capítulos que confor­man el libro, la autora traza una minuciosa reseña de las situaciones de contacto lingüístico, de las diversas estrategias (gestos, intérpretes, etc.) que han utilizado los interlocutores para salvar el dé­ficit lingüístico inicial, de las reacomodaciones que las lenguas sufrieron, etc.

El primero "Crónicas, Conquistadores y Co­lonia" es un repaso de los factores lingüísticos, sociales y textuales que forjaron la primera cultura traída a América durante el período antillano. El

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segundo "Dificultad e imposibilidad de hablar de lo nuevo" trata de la configuración del nuevo es­pacio de conocimiento que representó para el eu­ropeo el hallazgo de América. Se trató de un verdadero desafío para sus limites epistemológicos que devino en un reconocimiento que procedió, en un primer momento, a la comparación y al con­traste con lo conocido. De ahí la modificación en las crónicas de los valores semánticos patrimoniales para la designación de la realidad indígena y también la inevitable incorporación de indigenismos léxicos al español.

Al análisis de la recepción de americanismos y a la acomodación léxica del castellano en perífrasis del tipo las ovejas de la tierras, · llamas' , está dirigido el tercero "El Proceso de denomina­ción de lo nuevo". El cuarto "La Comunicación mediante ges tos" intenta aprox imarse, desde la moderna teoría pragmática, a los contextos pre­carios de comunicación que, desde el mismo diario de Colón, se reeditan en casi todas las crónicas de América. Es interesante destacar los alcances que, para la teoría de la pragmática, se deducen de las conclusiones de la autora que deja claramente establecida la limitación de la comunicación gestual dado que los ges tos lejos de constituir un código motivado naturalmente están vinculados estre­chamente con la cultura. El quinto "El papel de los intérpretes" reseña la formación de una categoría cultural que cumplió esencialmente el papel de intermediaria durante la conquista y colonización.

El sexto "Los dictados de la Corona y la Postura de los Religiosos" contribuye al estudio de la polí­tica lingüística de la corona, que durante todo el período colonial se debatió entre la castellanización y la tolerancia de las lenguas indígenas. El séptimo "Comprensión e incomprensión fuentes de con­fianza y recelo" constituye un análisis de las acti­tudes que surgieron del conocimiento mutuo de españoles e indios. Esto tuvo un doble rostro; por un lado, el conocimiento del otro era una garantía para la convivencia y, por otro, era también la fuente de desconfianza que otorgaba la posibilidad de prever la reacción del otro así como de disfrazar la inten­ción propia. De las experiencias colonizadoras previas conocidas por los europeos trata el octavo capítulo "Antecedentes: los portugueses y los ára­bes. Colonización de las Islas Canarias". La expe­riencia rediviva de estas situaciones de contacto idiomático en época moderna es materia del último capítulo "La comW1icación entre españoles e indios en textos modernos".

Las reflexiones que se proponen, pese a las peculiaridades de cada caso concreto, tienen al -

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canees para toda América en razón de la verifica­ción de las similares actitudes, confrontaciones y criterios.

Finalmente, destacaremos que, luego del análisis del corpus, la autora está en condiciones de establecer las generalizaciones pertinentes para la formación del español americano. En primer lugar se confirma el testimonio de una inicial sorpresa compartida, pero progresivamente supe­rada sobre todo por los españoles que tenían, desde la partida del mismo Colón, la expectativa de un encuentro. Se trata de una etapa en la que las fuentes impiden hablar de un proceso de comu­nicación y obligan más bien a pensar en una mera percepción e indagación. En segundo lugar, casi simultáneamente, se sitúa el desarrollo de una precaria comunicación gestual limitada por múl­tiples factores que bloqueaban la comprensión del mensaje emitido sea por desconocimiento del gesto, sea por incapacidad del contexto. En tercer lugar, desde el punto de vista de la lengua española, se fue incorporando un con junto de unidades léxicas procedentes de las lengua~ indígenas (canoa, ca­cique, maíz, inca, etc.) y otras adoptaron un nuevo significado en América o se recurrió a perífrasis explicativas que señalaran la diferencia (pavo, león, tigre, se parece a ... , es tan grande como .. , que son de color verde .. , etc.). En cuarto lugar, según se progresaba en el conocimiento del continente, se fueron conociendo mejor las lenguas indígenas. No obstante, la extrema complejidad lingüístico cul­tural de América hizo necesario el recurrir a in­térpretes que formaron una clase cultural en el nuevo mundo y fueron objeto de un cúmulo de actitudes positivas y negativas en tomo a ellos. Posteriormente se pudieron confeccionar gramá­ticas y tratados sobre ellas de manos de grandes expertos. Poco a poco, desde cada lado de las vertientes idiomáticas y junto a la compleja for­mación humana y cultural, se fue formando una conciencia de la diferencia lingüística americana que es la base para su emergencia coordinada en el siglo xvm en el contexto independentista.

La contribución de la autora con este estudio de conciencias lingüísticas es sumamente impor­tante tanto para la delimitación del objeto de estu­dio que conocemos bajo el nombre de español de América pues en algunos casos ha sido negado con el argumento de la inaplicabilidad de criterios es­trictamente lingüísticos como para el enri­quecimiento del debate y la aplicación de la metodología para abordar estudios de este tipo.

José Alejandro Cárdenas Bunsen

Nº 2, diciembre 1995

TA YLOR, Gerald. Estudios de dialectología quechua (Chachapoyas, Ferreñafe, Yauyos). Ediciones Universidad Nacional de Educación, La Cantuta (Chosica-Lima), 1994, 203 pp.

Con esta publicación nos encontramos frente a un conjunto de seis documentos -como prefiere llamarlos el autor- de temas disímiles (clasifica­ción y evolución dialectal; fonología -diacrónica y sincrónica-; morfología; y tradición oral). El eje común sería el que versen sobre los dialectos "mixtos". Mixtos por las diversas confluencias que hacen para el autor muy problemática su clasifi­cación en los grandes grupos dialectales conocidos como Quechua I y Quechua II. El ordenamiento en que se presentan obedece únicamente a lacro­nología de su redacción (los artículos han sido elaborados en el período de 1979 a 1993 ). Son reelaboraciones de artículos ya publicados, a ex­cepción de los dos últimos.

El primer documento, "Un sistema gráfico para transcribir el quechua chachapoyano", manifiesta la preocupación, constante a lo largo del libro, por hallar las formas de asignar una adecuada repre­sentación al sistema fonológico de cada uno de los dialectos estudiados. Es así como propone, en principio, dos sistemas de representación, uno de ellos para "el establecimiento de una fonología global (es decir, regional) y etimológica (quiere decir, que corresponda a una etapa unificada re­construida)" y el otro que represente "las variacio­nes individuales, locales, contextuales, aportes del sustrato y del castellano que permitan una trans­cripción razonablemente fiel de los textos". Sin embargo, queda la duda para el autor -y también para nosotros- sobre cuál sería el sistema fonológico vigente en el dialecto: "Ahora nos preguntamos si el verdadero sistema fonológico del chachapoyano no sería más bien este segundo sistema( ... ) (p.22)".

Las mutaciones fonéticas del chachapoyano son sorprendentes y hacen que sus formas sean difícil­mente reconocibles para hablantes de otros dialec­tos. Cuando fue estudiado (1975-1976) era "un dialecto en rápido proceso de evolución en el momento que ya estaba desapareciendo como len­gua". Al respecto, alcanzamos un comentario: Hemos observado en los dialectos quechuas de Caylloma (Arequipa) y Chumbivilcas (Cusco), ambos del quechua sureño, una omisión, en el habla rápida, del sufijo para el gerundio sin cambio de actor. Se produce la siguiente síncopa: [-s] en lu­gar de [-spaL [binas] o [nis] en lugar de /hinaspa/ o /nispa/. Un proceso intermedio similar puede ser

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Reseñas

el que corresponde al quechua de Cañari (Ecua­dor), Bolivia o Argentina, donde ambas formas al­ternan. Quizás podrían derivarse consecuencias generales de estas mutaciones del chachapoyano. En dialectos aislados o en extinción, determinadas evoluciones fonéticas (síncopas) tenderían a con­solidarse; evoluciones que en otros dialectos per­manecen circunscritas a fenómenos del habla rá­pida o alternan con las formas conservadas.

El anterior estudio encuentra su complemento en "La descripción sucinta de la morfología del quechua chachapoyano" que aparece como el documento quinto acompañado de un cuento so­bre el oso. Asimismo otras narraciones en el mismo dialecto se ofrecen en el último documento .

En el segundo documento, "Breve presenta­ción de la morfología del quechua de Ferreñafe", se realiza un tratamiento similar al chachapoyano en la búsqueda de una representación adecuada del sistema fonológico; aunque de un dialecto en una si tuación muy diferente en cuanto a su vigencia como lengua. Si bien no se menciona en el docu­mento, sabemos, por comunicación personal con el autor, que es un dialecto hablado por un grupo poblacional significativo, con un sector importan­te de población femenina monolingüe: reciente­mente, hemos tenido oportunidad de conocer que allí se desarrollan programas de educación bilin­güe intercultural . En este segundo documento, el objetivo principal es la morfología del ferreñafano, para ello, se hizo también necesario dar una breve reseña sobre su sistema fonológico. Encontramos que para la representación de los hispanismos se han incluido las grafías 'e' 'o' además de la 'b', 'd', 'g', 'f', y sorprendentemente, la 'v' para repre­sentar a la bilabial fricativa 6. Por nuestra parte, consideramos que siendo una variación alofónica propia del castellano, es interesante el consignar su presencia en los hispanismos incorporados al quechua, aun cuando guardemos reservas en cuanto a su inclusión en el sistema fonológico. Sin em­bargo, el mismo autor nos señala que ésta es una solución provisoria a fin de representar dicha va­riación.

Sobre los distintos sistemas gráficos aún que­da mucho que discutir, y sigue siendo un tema es­pecialmente candente y controversia) para una lengua como el quechua que carece de una escri­tura normada. Además de los dos criterios de es­critura anteriormente mencionados (fonología global y etimológica por un lado, y representación fiel del dialecto hablado, porotro) Taylor trata sobre una tercera grafía que ll ama "popular". Los hablantes, que han sido alfabetizados previamente

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en castellano, se oponen, o les resulta "fastidioso", el uso de grafías como la 'x' y prefieren la 'j' . Taylor aplica esos cambios en textos destinados a la divulgación entre la población local. También nos señala ca~os como el de la grafía 'tr' para la africada retroíleja. Esta grafía "oficial" no cuenta con aceptación por parte de los hablantes y es por ello que se prefiere escribir 't' . Un cuarto criterio sería aquel en el que "predominan la~ preocupa­ciones pedagógicas y el concepto de la necesaria unidad de base de la lengua quechua sobre todo cuando se trata de un dialecto de gran difusión (nota 7)". Sobre esta última consideración no se men­cionan propuestas.

La forma en que se abordan los problemas de la representación gráfica es una prueba de la se­riedad científica del estudio y de la ílexibilidad de criterios, tan necesaria en situaciones donde son muy frecuentes los empecinamientos caprichosos. Son, además, como se decía, un requisito para tratar sobre la fonología del dialecto en cuestión y, consecuentemente, de la morfología.

De particular interés, resulta la descripción morfológica del dialecto quechua de Ferreñafe. La cla~ificación morfológica que nos propone es bas­tan te simple: verbos, tiempos, postverbos (morfemas de orientación, a~pectuales, imperati­vo, optativo, admonestativo. irreal, gerundio), deverbales, nominales, denominales y panículas. El estudio analiza minuciosamente los morfemas particulares al dialecto, así como otros que, si bien son compartidos con otros dialectos quechuas, no han sido hasta ahora analizados con precisión. También son sugerentes algunos avances, de tra­bajos en realización, que el autor nos plantea: "El análisis comparativo de los dialectos quechuas muestra que probablemente el protoquechua dis­tinguía dos morfemas aspectuales: un dinámico */-ri-/ y un estático */-ya-/ que, combinados con los morfemas de orientación que acabamos de es­tudiar, constituían la base para la composición de la mayoría de los morfema~-modificadores de raíz verbal. En composición, */-ri-/ se reduce a /-r-/ y */-ya-/ a /-y-/. No entraremos aquí en los detalles de esta hipótesis que será el tema de otro artículo pero es útil considerarla como un punto de referen­cia para el estudio de las formas actuales" (p.64).

El tercer documento, "Los dialectos quechuas de Yauyos", versa sobre la compleja situación dialectal que se da en esta zona: "Rasgos arcaicos, la influencia de la lengua general, que predominó durante mucho tiempo en esa~ regiones ele frontera dialectal, y el con lacto interdialectal que, sobre todo en el caso de Y auyos, modificó las características

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de cada variante, crearon una situación lingüística muy especial" (p.83). De otro lado, es un placer, por la claridad de la exposición, poder apreciar la forma como el autor nos ilustra sobre las múltiples diferencias y entrecruzamientos dialectales en un área tan reducida como Yauyos. Estudios como éste aventajan largamente a aquellos otros donde se nos exponen resultados estadísticos de compa­raciones léxicas y/o morfológicas pero no se de­talla, en cambio, la relación de lexemas utilizados para esas comparaciones. Pensarnos que este estu­dio es ya un clásico de la dialectología quechua.

Dejarnos para el fmal el comentario sobre un tema que nos es particularmente grato, la tradición oral, que es tratada en el cuarto ("El zorro y otros cuentos yauyinos"), parcialmente en el quinto ("El hijo del oso") y sexto documentos ("Cuentos so­bre el zorro en quechua norteño").

En Taylor, la preocupación por la tradición oral rebasa el interés científico: "Nos parece que el idioma está estrechamente a~ociado con la super­vivencia cultural de los grupos étnicos que lo hablan y que constituye el más fuerte vínculo entre los miembros de una comunidad determinada. La desaparición del idioma ocasiona frecuentemente la pérdida de gran parte de la tradición oral y, por consecuencia, de la identidad colectiva (p.103 ). "

Se ha señalado, en muchas ocasiones, la con­tinuidad entre la tradición oral antigua y moderna, lo cual no c;uiere decir que ésta se mantenga está­tica. Encontramos que en Yauyos (Lima) las creencia~ sobre el origen de los rebaños están aso­ciadas a las ovejas y no a las alpacas (como ocurre en Cusco, Puno y Arequipa): "Los animales son prestados por sus dueños, los espíritus de las la­gunas, a los que los crían, pero si éstos no observan el culto asociado con el lugar de origen, el ver­dadero dueño se los quita. Tradiciones análogas sobre el origen de los rebaños se encuentran en los procesos de idolatrías y en el manuscrito quechua de Huarochirí'' (p.106). La narración a la que aludimos aparece en el documento cuarto y titula "La laguna de Ashinkuy", la falta que provoca la pérdida de los rebaños es el maltrato que recibe un perrito. En otros cuentos similares, en el sur andino, las faltas son diversas pero el resultado es siempre el mismo: los animales regresan a la laguna, su paqarina.

Es legítimo pensar que las similitudes que encontrarnos en la tradición oral de lugares tan distantes, a lo largo de todos los Andes, puedan permitirnos reconstruir una gran cultura común que abarcó todos esos territorios, analógicamente a como reconstruimos protoformas lingüísticas. Para

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ello la tradición oral es una herramienta útil. De­terminados elementos culturales que, en algún momento, fueron comunes pueden haber quedado hoy diseminados en diferentes lugares.

Pensamos que, paralelamente al rescate de lenguas y culturas locales, no debemos abandonar la idea de relacionar los elementos particulares al conjunto de la lengua quechua y de la cultura in­dígena-andina. El presente libro nos brinda una excelente oportunidad para emprender la tarea.

Andrés Chirinos Rivera

SUAREZ, Margarita. Comercio y fraude en el Perú colonial. us estrategias mercantiles de un banquero. Lima, Banco Central de Reserva-Fon­do Editorial; IEP-Instituto de Estudios Peruanos, 1995, 137 p.

He aquí un libro por demás provocativo. Su autora, graduada en la Pontificia Universidad Católica del Perú y con estudios de post grado en la Universidad de Londres, intenta resolver uno de los puntos más polémicos de la historia colonial peruana del siglo XVIl: el comportamiento de los grandes mercaderes de Lima y su influencia en el mundo que los rodeaba.

¿ Y por qué es importante estudiar esto?, dirá el lector simple: porque siempre se ha dicho que uno de los instrumentos de control de España so­bre sus colonias en América fue el famoso mo­nopolio comercial. Se dice que él fue generado por los poderosos mercaderes sevillanos, y ató a los mercaderes limeños a la metrópoli de manera que, para subsistir como grupo de presión, no les quedó sino repetir a escala menor este control al interior de las colonias. "De esta manera, es frecuente en­contrarse con afirmaciones que señalan que el control que pudo tener el sector mercantil limeño dentro del espacio colonial es idéntico al nexo co­lonial mismo: la elite mercantil de Lima no fue más que un títere de los intereses comerciales sevillanos y, por lo tanto, su dominio al interior del Perú fue, en realidad, una prolongación del do­minio comercial y político de España( ... ). De esta forma, el secll• r mercantil habría sido uno de los instrumentos {' ,, excelencia mediante el cual Es­paña logró m,11 ,•··ner el vínculo colonial" (p.12).

Es clara la influencia, en este tipo de afirma­ciones, de la teoría de la dependencia. Ante esto, la autora reacciona y nos dice que esta situación

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Reseñas

corresponde a los siglos XVI y XVill pero no al XVII . Es más, "el objetivo de este [libro] será mostrar cómo las relaciones entre los mercaderes de Lima y Sevilla desembocaron en una abierta rivalidad en la primera mitad del siglo XVII. Y de ser así, una de las explicaciones más frecuentes de por qué se mantuvo el imperio español en Améri­ca debería ser reformulada y enfocada bajo una nueva óptica" (p.12).

Como "tipo ideal" a estudiar (siguiendo la es­tela de los siempre interesantes trabajos de James Lockhart) la autora decidió escoger el caso del fa­moso banquero Juan de la Cueva. Estudia sus ac­tividades comerciales entre 1608 y 1635, y nos advierte que "el espectro de actividades de este célebre banquero es tan amplio que sobrepasa los límites de este estudio" (p.13). Juan de la Cueva le servirá para mostrar "cómo las estrategias mer­cantiles de los comerciantes de Lima se transfor­maron en una amenaza seria para los intereses de los mercaderes agrupados en el Consulado de Sevilla" (p.13)

En la primera parte del libro se brinda un bre­ve resumen de la situación comercial en el Perú del siglo XVII, telón de fondo para entender las actividades de Cueva. El relato se centra en lo su­cedido con la producción de plata en el Perú co­lonial pues, como nos lo recuerda la autora, las "exportaciones americanas ( ... ) fueron cubiertas casi exclusivamente con plata" (p.20). Retoma lo dicho por autores como Chaunu y Assadourian, y nos dice que la gran crisis minera en el Perú se da después de 1650. Y que el descenso de las expor­taciones de plata a la península antes de esta fecha se debió más bien a otros factores: 1) la plata comenzó a circular más al interior del virreinato del Perú, y 2) España comenzó a perder el control del comercio trasatlántico. Ello originó que gran­des remesas de metal no llegaran a España, termi­nando en manos de otras potencias.

Y esto se debió no sólo a que el contrabando y el accionar de los piratas fuese una constante en estos años, sino por algo más profundo: la econo­mía peruana (a pesar de todos los obstáculos) se había diversificado, a tal punto que era casi autosu­ficiente (p.20). Esto surgió porque España no les pudo proporcionar a sus colonias todos lo productos que necesitaban (y de haberlo podido hacer, más bara­to resultaba elaborarlos en las mismas Indias o, incluso, comprarlos a ingleses u holandeses).

Por todo ello, en 1590, "el virrey Cañete ad­vertía al rey que el Perú estaba habitado por es­pañoles nacidos en la colonia y sin vinculaciones con España, que era virtualmente autosuficiente

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en productos alimenticios y en textiles ordinarios, mientras que el tráfico con Filipinas lo abastecía de sedas y lienzos. Agregaba que lodo esto podría ser la ruina del comercio con España y de su do­minio sobre las colonias" (p.20).

¿Realmente esto fue así? Es decir, ¿los gran­des comerciantes asentados en el Perú fueron autosuficientes en medida tal que vivían casi des­ligados de España? ¿Esto nos debe llevar a enfo­car "bajo una nueva óptica" el dominio de España sobre América?

Vayamos por partes. Hay varios hechos seña­lados por la autora, cruciales para el fortalecimiento de los "peruleros". Como sabemos, hubo un pro­ceso inílacionario en Europa en el siglo XVI . Esto hizo que se necesitara más metálico. Por otro lado, el valor de la plata en Sevilla disminuyó durante todo el siglo XVI (p.36). Ahora bien, este proble­ma recién se sentiría en el siglo XVII cuando, según la autora, la producción de plata, que siempre au­mentaba y ocultaba este problema, comenzó a dis­minuir (loc.cit). Por ello, los comerciantes se vieron con menos dinero que antes. Se recurre al crédito, generando, a la larga, deudas, falta de liquidez y quiebras. Mientras, el mercado peruano se sobresaturaba de productos extranjeros de lujo.

¿Cuál fue la consecuencia de esto? "Dentro de este panorama, sólo los que tenían las mejores re­laciones comerciales pudieron sobrevivir y el gran comercio comenzó a quedar, de esta manera, en pocas manos" (p.38). Fue así como aparece el Tribunal del Consulado en Lima, institución que defendía los intereses comerciales de los grandes mercaderes. Mientras, los comerciantes comenza­ron a diversificar sus actividades pero, a la vez, a restringir el acceso de otros miembros al sector exportador (p.39). Poco a poco se va creando un sector "monopólico" en el mismo virreinato. Por ello, cuando se sintieron fuertes, decidieron aca­bar con los intermediarios. Es decir, llegaron in­cluso a ir a la propia España a negociar sus pro­ductos, pasando por encima del influyente pero ahora débil Consulado de Sevilla.

A pesar de las oposiciones a la creación del Consulado en Lima, éste se convirtió en el instru­mento oficial mediante el cual los grandes merca­deres regulaban cuestiones como la cantidad de mercadería a ingresar al país, cuándo debían partir las ílotas a México o Panamá, y la manera de obtener valiosos contactos e información (mediante los cuales sus miembros podían conseguir gran­des beneficios monetarios). Y es que, a pesar de todas las oposiciones, bastaba que el Rey revisara "los libros de aduana en los cuales se podía ver

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claramente [según el memorial de Juan Gallardo y Céspedes) que eran los mercaderes exlranjeros y los peruleros los que con mayor exaclilud y punlualidad conlribuían al fisco [ el subrayado es nuestro!" (p.94); y que el origen de las protestas de los sevillanos estaba en el hecho siguiente: al ir los peruanos a comerciar directamente en Sevilla, "los andaluces no podían venderles las mercade­rías a los precios y comodidades que ellos que­rían" (p.94-95).

Ahora bien, ¿es posible ver todo esto en Juan de la Cueva? Pues sí y no. Sí, porque el libro de la autora va narrando éste y otros hechos relacio­nados entre sí, Lomando como ejemplo y constatación de sus afmnaciones el caso de Cue­va . Así se ve cómo de mero agente de importantes mercaderes españoles (ejemplo: los Mañara), Cueva se convierte no sólo en un gran comercian­te sino en un gran banquero, a tal punto que llegó a prestarle al Rey más de 2 millones de pesos en el transcurso de 20 años, sin recargo de intereses (p.47). Fue tal su poder que cuando quebró su banco en 1635, la suma de sus deudas era más de la mitad del total de las rentas que remitió el Perú a España en ese año.

No, porque hay ciertas cosas que quedan sin explicar. Por ejemplo: las causas reales de la quie­bra del banco de Cueva no son explicadas, más allá de decir que "Juan de la Cueva no pudo escapar de los riesgos que significaba el manejar un banco sin los sistemas de seguridad inventados en Inglaterra a fines del siglo XVIII" (p.48). Es de suponer que la autora se refiere a todos los sistemas de control de préstamos, emisión monetaria y control de fondos (encaje bancario) que los ingleses introdu­cen como gran innovación en su sistema bancario 1 •

Tampoco encontramos la nueva "óptica" que ella propone al principio de su trabajo. Lo que nos dice es "[tal vez) el Perú( ... ) no estaba en peligro de convenirse en una provincia rebelde; y es muy posible que el motivo fuese el que expuso el Li­cenciado Azaña, en 1641 : el terrible miedo de los criollos ante una eventual sublevación de castas . Pero lo que sí resulta claro, es que el Perú estaba mostrando síntomas de haber desarrollado su pro­pia economía al margen de la metropolitana e im­poner sus propias reglas de juego" (p.98-99). Para

El lector puede encontrar una breve y clara explica­ción sobre éste y otros temas relacionados entre sí en Galbraith, John Kenncth, El dinero, Barcelona, Orbis, 1983; sobre todo en el cap. IV, que nos habla de cómo surge el Banco de Inglaterra, lejano ante­cesor de los actuales bancos centrales.

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dilucidar esto (que, por cierto, ya fue dicho de al­guna manera por autores como Jorge Basadre, en su clásico libro sobre el Conde de Lemos y su tiempo) se tendría que ir más allá de la cantidad de cifras e información que pone la autora en su libro. Todo esto, en realidad, llevaría a ver el comercio como una especie de "espolón" con el cual se pue­de influir en otras esferas de la actividad humana, fuera de la estrictamente comercial. Y de ello el li­bro no nos da muchas pistas.

Es más, en lo estrictamente comercial, falta ver y precisar el impacto de las actividades de Cueva en la economía virreinal de la época, más allá de decir que al quebrar su banco, numerosos merca­deres se arruinaron. ¿Cómo podemos ver esa cir­culación del metálico al interior de los Andes en el caso de la Cueva? ¿Qué efectos tuvo en otras capas de la población? Y, por cierto, ¿no será el caso de la Cueva un caso atípico? ¿Es posible comparar su caso con el de otros comerciantes? Todo esto, por supuesto, llevaría a no ver a Cueva únicamente como un banquero: implicaría, de al­guna manera, reconstruir toda su vida que - cierto, en su mayor parte - es la vida de un comerciante.

El libro es interesante, nos brinda un claro re­sumen de la actividad del gran comercio en el virreinato del Perú en el siglo XVII y nos muestra cómo es posible entender a un personaje como Cueva en todo este contexto. Sin embargo, tal vez la autora debió desarrollar más ciertas propuestas e ir un poco más allá de lo meramente numérico . En definitiva, debió mostramos cómo el comercio y el fraude también nos permiten entender las relacio­nes entre los pobladores del Perú en el siglo XVII. Quién sabe, tal vez esto sea la labor de futuros investi­gadores que se dediquen a éste y otros temas parecidos. Cuando ello ocmra, creemos que encontrarán en este libro un buen punto de partida para entender no sólo nuestro pasado colonial sino también nuestro pre­sente, tan lleno de crisis y fraudes .

Luis Gómez Acuña

GOSE, Peter. Deathly Waters and Hungry Mountains. Agrarian Ritual and Class Forrnation inanAndeanTown. Toronto, UniversityofToronto Press 1994. 325p.

Peter Gose realiza un sugerente estudio sobre identidad cultural, cosmología y economía política a través del trabajo y los rituales agrarios en la

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Reseñas

comunidad de Huaquirca, situada en el valle y provincia de Antabamba, departamento de Apurúnac, sur peruano. Su investigación es pro­ducto de dieciocho meses de traba jo de campo que realizara entre 1981 y 1983 por lo cual, y como él mismo admite, ha de a.11ticiparse que hayan ocurri­do serias transformaciones en estos últimos doce años. Este estudio sirvió de base para su tesis doctoral en el London School of Econornics. Parte de los primeros capítulos fueron ya publicados en el libro de Deborah Poole y C. Paponet titulado U rvuly Order (1994, Westview Press) y en otras revistas académicas como American Ethnologisl y Comparative Studies of Society and History.

El autor centra su atención en el estudio de dos aspectos del ciclo agrario en Huaquirca: trabajo y ritual. Gose define rituales como actos reguladores de las prácticas sociales. Como él mismo afirma, utiliza el ritual para describir nociones culturales que informan la economía política del campesinado andino. Desde un primer momento se refiere a los residentes de Huaquircacomo campesinos y funda­menta esta defmición en términos de las actividades quedesempeñany en términos de lo que él denomi­na "valor cultural". Así, a pesar de su intento de integrar lo simbólico dentro de lo económico y lo político, ambas esferas están siempre separadas en su narrativa. De todos modos, para un antropólogo de la perspectiva de economía política, este intento de incorporación de los aspectos culturales consti­tuye ya un avance importante (Ortner 1994; Roseberry 1989).

El libro está organizado en ocho capítulos que van de una discusión teórica sobre rituales y rela­ciones de producción y otra sobre nociones de clase y etnicidad, ésta última en torno al concepto de indianidad (lndianness). En el capítulo 2 describe el marco geopolítico de la comunidad como tal y como distrito y trata de enmarcar las relaciones so­ciales dentro de este contexto. Este es un punto bas­tante innovador que, sin embargo, podría haber pro­fundizado. Gose dedica más tiempo a hacer etnografía de los espacios y mucho menos a la mane­ra cómo sus habitantes se insertan dentro de dicho contexto. Cuando habla de los residentes se refiere a categorías de personas definidas por actividad, o por etnicidad. No hay ningún intento de individua­lizar o presentar en forma más activa las voces de los propios individuos que componen esa sociedad. En cuanto al análisis de estas relaciones, sin embar­go, presenta un convincente panorama sobre las tensiones de clase entre campesinos y gamonales.

En los capítulos siguientes, Gose se dedica al estudio de diferentes rituales, haciendo un paralelo

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entre ciclo agrario y los rituales celebrados. La etnografía se inicia con la estación seca y se presen­tan los rituales que tienen lugar durante este perío­do: celebración de Fiestas Patrias, fiestas religiosas como la de Santiago, la Virgen de la Asunción, Santa Rosa y ceremonias con motivo del retechado de las casas y de la limpieza de los canales de riego. Luego continúa con la época de siembra ( donde se insertan descripciones sobre el sistema de riego junto con el tema de la muerte y de la vida después de la muerte). Más tarde se describe la Fiesta de todos los Santos y la Navidad junto a otras activida­des agrarias que corresponden a este período y finalmente presenta el tiempo de carnaval junto con la cosecha. Al terminar la presentación del ciclo agrario Gose intenta ligarlo a una comprensión estructural de la sociedad rural andina que descri­biera en los dos primeros capítulos (p. 225).

La descripción de diversas actividades (cele­bración de las fiestas, sistemas de irrigación, prepa­ración de chicha, etc.) es bastante rica al igual que el análisis en tomo a conceptos de la cosmología andina desde una perspectiva más estructuralista. Sin embargo, este análisis de categorías podría correr el riesgo de presentar una visión bastante estática y un tanto exotizante de las prácticas de los residentes de Huaquirca. Creemos no obstante, que Gose no llega a exagerar este análisis y por lo tanto su reflexión es útil. Esta podría haber incorporado las voces de los propios comuneros, y otros habitantes del lugar para así sentir que se trata de un relato más vivo y convincente. Hubiera sido interesante ade­más profundizar sus análisis de género para entender mejor el rol de hombres y mujeres en las prácticas laborales y rituales del ciclo agrario.

Este es un libro fácil de leer, con fotos, mapas y esquemas gráficos que contribuyen aexponerclara­mente los temas que trata. Este trabajo será de gran utilidad para científicos sociales, historiadores, arqueó­logos de los Andes y también para los interesados en temas de rituales y ciclos agrarios en otras culturas.

Patricia Mathews .'fo/azar

REFERENCIAS

ORTNER, Sherry 1994 ''Theory in Antropology Since The

Sixties", in: Culture, Power and History, A Reader in Contemporary Social Theory, N. Dirks, G. Eley y Sherry Ortner (Eds.), Princeton University Press, pp. 372-403.

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POOLE, Deborah 1994 Unruly Order, Violence, Power and

Cultural ldentity in the High Provinces of Southern Peru, Westview Press.

ROSEBERRY, William 1989 Anthropologiesand Histories. Essays

in Culture and Political Economy, New Brunswick, Rutgers University Press.

ITIER, César, (compilador): Del siglo de oro al siglo de las luces. Lenguaje y sociedad en los Andes del siglo XVIII. Cuzco: Centro de Estu­dios Regionales Andinos "Bartolomé de Las Ca­sas", 1995.

Este pequeño volumen contiene las ponencias de César Itier, Juan Carlos Godenzzi, Alfredo To­rero y Julio Calvo Pérez leídas en el V coloquio internacional del grupo de trabajo de Historia y Antropología andinas en París, en abril de 1993. El volumen se cierra con unos comentarios de Willem Adelaar y Bruce Mannheim sobre los temas tratados. El tema común: lingüística quechua del siglo xvm.

El siglo XVill es el de la consolidación vio­lenta del coloniaje. Si el anterior fue el de la or­ganización virreinal luego de la guerra, y el XIX la pcriclitación del poder colonial, sólo queda el XVIII como techo del ciclo organizativo del pe­ríodo de la colonia.

Alfredo Torero, siguiendo una preocupación suya, busca la herramienta lingüística y filológica para proponer la historia social del país. En el artículo Acerca de la lengua C hinchaysuyo enfrenta el problema de la clasificación de las lenguas en el tiempo. ¿Por qué razones en el siglo XVII un agregado de lenguas es asumido con el genérico nombre de quechua de los chinchaysuyos y por qué cambian estas taxonomías el XVIIl? ¿tiene algo que ver en las clasificaciones tempranas la inte­gración del sur desde Huancavelica hasta el alti­plano alrededor de la economía minera de Potosí?

El quechua general, de cuya descripción se encargaron los lingüistas clásicos del XVII, fue, al parecer, una suma de variantes sur regionales. Torero sugiere que pudo haber sido un agregado del llamado Chínchay meridional; en todo caso, la

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nomenclatura sugerida es poco debatible, entre otras cosas, por su laxitud intrínseca.

Hacia el XVII, el perfil de la dinámica regio­nal sugiere una clasificación del quechua en dos grandes grupos: el sureño y el norteño. A juzgar por la existencia de dos polos de actividad cultural (Lima y Cuzco), esta taxonomía es plausible, y acaso fue útil en su época. Como toda clasificación, produce apasionadas tomas de posición y explica la polémica entre quienes defienden la pertinencia de una variedad sobre la otra. Aquí se inicia un debate entre los clérigos defensores de la variedad cuzqueña (Roxo Mejía) y los propulsores de va­riedades no cuzqueñas o "vulgares" (A vendaño, De Molina). En verdad asistimos a una discusión provocada por necesidades de catequesis más que por razones de política seglar.

Adviértase que en el período auroral de la colonia, una de las razones por las que el habla cuzqueña gana prestigio es porque los capitanes españoles reciben la consigna de establecer lazos sociales y familiares con los residuos de la nobleza incaica. En posterior tiempo, al paso de los años y por la necesidad de ocupar culturalmente los te­rritorios "de periferie" hacen que la iglesia católica asuma la tarea de evangelizar indios. En ese mo­mento se comienza a debatir la pertinencia del uso de diversas variantes "no cuzqueñas".

En cuanto a la explicación de la "oposición norte-sur" de los quechuas durante el S. XVIII, Torero hace uso de un método de campo consis­tente en comparar cien lexemas distribuidos en toda la zona continua del quechua, desde Ancash hasta Puno, con presencia en más de una de las diez variedades defmidas a priori (basadas, por cierto, en los actuales mapas dialectales del quechua). Lamentablemente el artículo no ofrece la lista ins­trumento, y sólo da resultados porcentuales de saturación de lexemas en unos y otros dialectos.

Al margen de posibles explicaciones sobre la ecuación de distribución probable de los lexemas en los diez dialectos evaluados ( ecuación que pue­de tener el espacio como variable independiente y los índices de saturación lexemática como depen­diente), Torero tiene una conclusión cuantitativa importante: un fuerte emparentamiento entre el quechua de Quito con las variedades clásicas de la costa central peruana. Esta conclusión le permite justificar, creo de manera consistente, las razones por las que en el primer período de la lingüística quechua, las hablas no cuzqueñas hayan sido cata­logadas como "usos chinchaysuyos". Adicional­mente sugiere una nueva base para discutir la filo génesis de la variante quiteña y consolidarse en

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Reseñas

buena medida en sus anteriores hipótesis sobre este punto.

Con el tiempo, sin embargo, la variante "Chinchaysuyo" fue restringiendo su espacio taxonómico hasta coincidir con el grueso del lla­mado Quechua I, quedando fuera algunas caracte­rísticas propias de éste.

Como se ve, el artículo se pretende una histo­ria de la dialectología y una premisa de historia regional. La conclusiones son plausibles; pero quedan en duda algunos aspectos de metodología cuantitativa, de los cuales se podrá opinar cuando se tengan -si es que se publican- las listas y las funciones de distribución lexemática que el autor tuvo que haber empleado para concluir su hi­pótesis.

El artículo de Julio Calvo, Noticias y aporta­ciones lingüísticas sobre el quechua del S. XVIII, tiene por objeto describir algunas líneas de la lingüística quechua del S. XVIII . Para este fin propone una hipótesis: la quechuística no decayó en los setecientos como erróneamente se repite, haciendo comparaciones entre la obra cimera del dominico Santo Tomás y los jesuitas del sur con las obras menores y los sermonarios septingintos. De hecho, rescata al tardío Hervás, autor de una temprana y consistentísima dialectología del espa­cio colonial peruano.

Pero el eje del artículo es una comparación de tres textos sobre gramática quechua (el manuscri­to de Antonio Ricardo, el anónimo de Praga y el opúsculo de Nieto Polo en el que describe el quechua de Quito). Son varias las conclusiones del lingüista valenciano; pero las más saltantes se sugieren en lo siguiente:

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* El manuscrito de Praga es posterior a 1600 (propuesta de fechado de Kaspar Oldrich), y se ubica en el segundo tercio del S. XVIll. Una casi evidencia está en la ortografía de la sibilante palatal, <sh>, usada en este incunable.

* Nieto redactó su gramática del ecuatoriano siguiendo fuentes (el texto de Antonio Ri­cardo, centrado en el cuzqueño, y en el ma­nuscrito de Praga, una simplificación del anterior). De este modo, las modificaciones a las fuentes se explican no sólo por la épo­ca en la que la gramática de Nieto fue escri­ta, sino por un cotejamiento de variedades, puesto que se tuvo que espigar información

de fuentes y organizar los datos a la luz de las nuevas tendencias iluministas de la época.

* La descripción lingüística del S. XVIII se orienta hacia la simplificación didáctica tanto como a marcar diferencias dialectales más profundas que las clásicas divisiones duales de los estudios anteriores. Diríase que los quechuistas de dieciocho han perdido ya el impacto de lo extraño en las lenguas ameri­canas; pero han ganado en precisión, clari­dad y profundidad.

Esta última conclusión tiene importancia epis temológica: aproximadamente así se desarro ­llan los estudios de los fenómenos sociales.

El artículo de Godenzzi, Discursos y actos de la rebelión anticolonial, nos sitúa en otras coor­denadas: las características pragmáticas de la do­cumenta panfletaria producida por la insurrección de Tupac Amaru.

¿Cuál es el panorama sociolingüístico del S. XVIII? Godenzzi propone algunas características:

La sociedad de entonces era diglósica. Mien­tras el quechua popular se hacía en la privacidad del ayllu y el "quechua culto" se desarrollaba en los púlpitos y los autos sac,amentales, los memo­riales de caciques se redactaban en castellano de "esc'firura impecablemente occidental". La razón que sugiere Godenzzi para explicar por qué los ca­ciques no usaban de su lengua materna es la ausen­cia de tradición escrita popular (que no culta o eclesiástica) y el status marginal de las lenguas aborígenes. Propongo a mi maestro una razón adicional que explique esta conducta: el trámite documentario es una institución burocrática occi­dental. Si los clérigos lograron traducir oraciones y catecismos, no hicieron otro tanto los adminis­tradores gubernamentales. A la diglosia evidente se añadiría entonces una característica adicional: una suerte de especialización no sólo diastrática sino también diafásica. El otro detalle es que los insurrectos podían confiar a la tradición oral la propaganda de su causa entre los indios; pero ya no entre los burócratas intermedios y altos de la administración colonial. Sin embargo, eso no es todo. A contraprueba de lo que digo se puede pro­poner que la correspondencia entre los jefes sediciosos se redactaba también en castellano. Ahora bien, otro detalle importante, típicamente diglósico, es la cuestión del lenguaje "culto". Los caciques insurrectos y sus familiares aprendieron a

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escribir en la escuela. Hasta aquí quiero sugerir que la diglosia parece tener más aristas que las ha­bitualmente consideradas.

La cultura lingüística de los septingintos se sacudía del barroco atosigante del siglo anterior. Por lo mismo, la lengua coloquial es revalorada; aunque no se llega a la escritura de estos estilos. Ciertamente, el diálogo común llega al texto es­t,'TÍto ya en la época del realismo narrativo. Esta es la regla general. Sin embargo, se deben distin­guir la~ significaciones de los discursos (actos inlocutivos) y las intenciones de los hablantes (actos perlocutivos). Los estilos de pasquines y panfletos deben guardar coherencia con sus obje­tivos y deben mostrar un perfil del autor. Fray Calixto Inca Roca fue un romántico autor de invocaciones al rey, que hacía uso de un estilo fuertemente barroco. Este detalle es importante: ¿Qué perlocuciones se implican en un discurso anacrónicamente alambicado y con latinajos de discutible sintaxis? El castellano del fraile es mejor que su latín; pero ambos parecen cumplir ciertas funciones especiales: calificarlo como teólogo y como hombre culto de la época. Su bárbaro latín puede descalificarlo en ciertos ambientes sociales; pero puede también consolidarlo como autoridad intelectual en otros.

Finalmente, las políticas lingüísticas de la época desconfían de las lenguas nativas pero no tienen normas explícitas para su erradicación. Como siempre, en temas políticos tan delicados como los referidos a lenguas, es preferible "reco­mendar" a la burocracia para que erosione el uso de vernáculo; pero no es posible la norma explíci­ta de erradicación. Estamos ya en la ilustración, y el Consejo de Indias tiene una lógica jurídica di­ferente a la de las burocracias locales.

Ahora bien, la retórica política criolla, con su alta cumbre, el discurso de Baquíjano, ya entrado el siglo, ofrece también posibilidades de análisis. Un hombre que no tenía otra cosa que indignación y cullura, y que no podía ofrecer sino erudición y radicalismo medido, tuvo que optar por un radica­lismo adecuado a su categoría: se es radical tam­bién con estilo. El plebeyo se distingue así del aristócrata.

Todos estos detalles llevan a Godenzzi a pro­poner una conclusión teórica importante: la dife­rencia entre acción y discurso se disuelve cuando el mismo discurso es parte de la acción.

Finalmente, ltier, el compilador, nos propone la tesis de que el siglo XVill no es, como parecie-

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ra, un período de periclitación de la quechuística, sino un período de importante consolidación. Para argumentar, sigue un método sencillo, pero efi­ciente: estudia tres obras de teatro (Usca Paucar, El pobre más rico, el Ollaniay) desde tres puntos de vista: los contenidos de las obras, los destinata­rios naturales y la sociolingüística del quechua de entonces.

Comencemos por el último: la literatura quechua para indígenas que se producía en el S. XVII pasa a literatura quechua para criollos en el siglo siguiente. Lo que sugiere Itier es que la lite­ratura quechua de entonces estaba orientada a la población indígena, que la cultura colonial lograba estabilizarse en una elite, y que el quechua literario optaba por un mercado diferente al de los indios comunes para optar por indios urbanos y caciques cultos.

En cuanto a los contenidos de las obras, éstas revelan una sofisticada formación filosófica de corte calderoniano. Compárense las implicaciones teológicas de los discursos de Segismundo y los de Yawri T'itu. Se descubre que son personajes uni­versales. Ni Yawri T'itu es indígena, ni Segismundo polaco medieval. No es un teatro para indios co­munes. Poco a poco, la estratificación social se corre a segmentos más cuidadosamente seleccionados y pretende consolidarse en modelos iluministas post tridentinos.

Hacia el siglo XIX, el "quechua misionero" puede pasar por incaico, en tanto los quechuistas pretenden ubicarse en un contexto de lucha contra la metrópoli. Este detalle exige expurgar dicciona­rios tempranos, deshacerse de hispanismos y pre­tender una nación diferente, anclada en la tradi­ción precolombina. Plausible hipótesis, si se con­sideran las coordenadas políticas de entonces.

Lo más valioso del artículo de ltier es, en mi opinión, este acercamiento al quechua del S. XIX. No pretendo devaluar los juicios del profesor fran­cés sobre la quechuística del siglo anterior, sino advertir su empeño en hallar el hilo conductor para explicar algunas características de la quechuística contemporánea. Finalmente, la exploración del pasado tiene por objeto ubicar el presente.

El pequeño volumen que aquí comentamos es de lectura obligatoria para quienes tienen interés por la historia de las lenguas americanas y los hombres que las hablan.

Guido Pilares Casas

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Reseñas

PIAN A DE CUESTAS Josefina. Los indígenas de Córdoba bajo el régimen colonial, 1570-1620. Córdoba: Dirección General de Publicaciones de la Universidad Nacional de Córdoba, 1992.

El auge de la encomienda, cuando tenía el monopolio de la mano de obra en el distrito de la ciudad de Córdoba (dependiente de la Goberna­ción de Tucumán) desde 1570 hasta 1620, es el tema central del trabajo de Josefina Piana de Cuestas. La hipótesis básica es que el estableci­miento de la nueva ruta Potosí-Buenos Aires a partir de 1580 creó otro eje comercial que vino a com­petir con la de Potosí-Lima. La ubicación geográ­fica de la región de Córdoba fue crucial en el de­sarrollo de ese mercado interregional. Sobre todo, el sector social de los encomenderos aprovechó los cambios : después de haberse asentado en las tierras de los comechingones y sana virones por los años de 1573, desarrolló, en una generación, un mercado expansivo basado en el sistema de en­comiendas y repartimientos . El libro, con un riguroso acopio y tratamiento de protocolos y otras fuentes documentales, es una contribución muy importante sobre la historia de una zona fronteriz.a y cómo se irtsertaba en el sistema colonial andino de fines del siglo XVI.

Aunque el área cordobesa formaba parte del Virreinato del Perú, Pian a de Cuestas sostiene que "presenta realidades diferentes, legislaciones disúniles, y hasta una cronología que no responde a los ritmos de las zonas andinas" (p. 12). Cita algunas diferencias tales como una población in­dígena dispersa, y el uso de los indios como "personal retainers", en las guerras de conquista, como trabajadores en las encomiendas y en las ciudades. A diferencia de las regiones andinas centrales, el fraccionamiento poblacional y lingüístico, y el hecho de que los caciques prin­cipales y secundarios no poseían un verdadero poder gestionario en el seno de la comunidad aceleró el desarrollo, de parte de los españoles, de un sistema monopolista de servicio personal o yanaconaje (en su forma cordobesa) en el campo. Además, la ausencia de una tasa en dinero y productos significó que el encomendero pudo mantener una relación muy estrecha con los indios.

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De acuerdo con Lockhart, Piana de Cuestas sostiene que a fines del siglo XVI se aceleró el establecimiento de haciendas de parte de los encomenderos quienes expandieron los lúnite~ geográficos de sus repartimientos para poder in­vertir en la ganadería, las harinas de trigo, las ma­nufacturas textiles y la organización de fletes cuando se introdujeron los mercados hacia Brasil, Buenos Aires, Cuyo y Potosí.

Los últimos capítulos del libro muestran cómo las actividades productivas y mercantiles de los encomenderos disminuyeron a partir del siglo XVIl con el colapso demográfico que llegó a su cúspide en 1607 con una alarmante disminución de la población nativa, y un nuevo flujo de europeos, compitiendo por el servicio de los indígenas y buscando alianza~ matrimoniales con viudas e hijas de encomenderos. La autora dice que la caída del poder de los encomenderos en ese entonces no ocurrió como consecuencia de las Reformas de Abreu (1576), las cuales delimitaban la fijación de una tasa del tributo en la intención de romper el monopolio del encomendero sobre la mano de obra indígena a través de la mita, sino que fue resultado de los abusos del servicio personal.

Como consecuencia, por los años 161 O en adelante, se aumentó la práctica de hacer concier­tos con los indígenas, trabajando éstos en el campo o en la ciudad de Córdoba en los que nunca se había fijado los tiempos y modos de trabajo.

Aunque la autora sostiene que los indígenas, sujetos al servicio personal, no pudieron elalx)far un sistema de adaptación sólido ni desarrollar reivindicaciones formales, dudo de que no hayan tenido lugar reclamaciones ilegales u otras formas de resistencia aparte del cimarronaje.

El libro demuestra muy claramente el poder de los encomenderos y su permanencia en una fron ­tera cuando el sistema había casi muerto en México. Creo que el trabajo de Piana de Cuestas pudo ser más rico de haberse realizado un análisis compa­rativo más profundo, no solamente con el sistema de encomiendas del Perú sino también con otros grupos étnicos de la región surandina y chilena y un análisis de sus comportamientos y estrategias de reproducción frente a la invasión hispana. Su aporte debe ser una motivación para ello.

Nancy E. van Deusen

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