Por FERNANDO DIAZ-PLAJA · 2012-11-05 · prendfan con una dama. Evidentemente, el hombre y la...

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Por FERNANDO DIAZ-PLAJA 4. L A L Y J YR I A A MPLIEMOS un poco el pecado arran- cando desde lo simplemente amoro- so, es decir, desde la atracción de la mujer por el hombre, y viceversa, sin la obligación de relaciones sexuales. -^Qué es aquesto? -^Qué ha de ser? un hombre y una mujer decía el Don Juan de Tirso cuando le sor- prendfan con una dama. Evidentemente, el hombre y la mujer como elementos que se buscan normalmente son la base de mu- chas felicidades... y de muchos dramas. EI Burlador de Sevilla viajaba mucho, y en su constante marcha, que algún psicólo- go ha señalado como huida de sl mismo, va de lado a lado en busca de un amor imposi- ble; imposible porque él, si pide mucho, es incapaz de dar nada, con lo cual todos sus amores quedan incompletos, mancos. Y en ese viaje constante, el Burlador encuentra la aventura en el camino, en la posada, en el barco... Por razones obvias no las encontró en el tren, que ha sido y es la gran Celestina de los tiempos modernos. Porque, para empezar, "fija la pieza"': los donjuanes siempre necesitan tiempo para conquistar y el tren se lo da largamente. En un tren antiguo, los seres humanos podfan pasar horas sentados frente a frente y la preparación psicológica de la conquista re- sultaba fácil, Con la mirada podfa decirse to- da una declaración amorosa y luego la ac- ción sólo necesitaba subrayarla... En España, el más conocido amorio ferro- viario ocurrió en el "Tren Expreso" de Cam- poamor, pero existe otro que nació unos años antes de la pluma de Bécquer en "Car- tas desde mi celda"; una bella comparte el viaje del poeta: "La aproximación de aquella mujer hermosa que yo sentfa aun sin mirar- la, el roce de su falda de seda que tocaba "... No se atreverá a hablar a la muchacha..: '. 13

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Por FERNANDO DIAZ-PLAJA

4. LA LYJYRIAAMPLIEMOS un poco el pecado arran-

cando desde lo simplemente amoro-so, es decir, desde la atracción de la mujerpor el hombre, y viceversa, sin la obligaciónde relaciones sexuales.

-^Qué es aquesto?-^Qué ha de ser?un hombre y una mujer

decía el Don Juan de Tirso cuando le sor-prendfan con una dama. Evidentemente, elhombre y la mujer como elementos que sebuscan normalmente son la base de mu-chas felicidades... y de muchos dramas.

EI Burlador de Sevilla viajaba mucho, yen su constante marcha, que algún psicólo-go ha señalado como huida de sl mismo, vade lado a lado en busca de un amor imposi-ble; imposible porque él, si pide mucho, esincapaz de dar nada, con lo cual todos susamores quedan incompletos, mancos. Y enese viaje constante, el Burlador encuentra laaventura en el camino, en la posada, en elbarco... Por razones obvias no las encontróen el tren, que ha sido y es la gran Celestinade los tiempos modernos.

Porque, para empezar, "fija la pieza"': losdonjuanes siempre necesitan tiempo paraconquistar y el tren se lo da largamente. Enun tren antiguo, los seres humanos podfanpasar horas sentados frente a frente y lapreparación psicológica de la conquista re-sultaba fácil, Con la mirada podfa decirse to-da una declaración amorosa y luego la ac-ción sólo necesitaba subrayarla...

En España, el más conocido amorio ferro-viario ocurrió en el "Tren Expreso" de Cam-poamor, pero existe otro que nació unosaños antes de la pluma de Bécquer en "Car-tas desde mi celda"; una bella comparte elviaje del poeta: "La aproximación de aquellamujer hermosa que yo sentfa aun sin mirar-la, el roce de su falda de seda que tocaba "... No se atreverá a hablar a la muchacha..: '.

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La costumbrede emprender

el viaje de bodas.

mis pies y crujía a cada uno de sus movi-mientos... comenzaron a influir en mi imagi-nación".

Algo parecido le ocurrirá a Campoamor,aunque esta vez se diga en verso:

'^Cosa rara!, entre tanto,al lado de mujer tan seduciora,no podfa dormir, siendo yo un santoque duerme, cuando no ama a cualquier

[hora' :

La aproximación de ambos poetas al te-ma es muy parecida, pero la reacción poste-rior, muy distinta. Bécquer no se atreverá ahablar a la muchacha, y al bajar del coche...

"... dirigí una última mirada a aquella mu-jer, quien acaso no volvería a ver más y quehabfa sido la heroína de mi novela de unanoche, y después de saludar a los compañe-ros, sali del vagón".

En el caso de Campoamor, en cambio, sihay diálogo -iniciado por ella (también eraalgo tfmido el poetal-, con el intercambiode recuerdos tristes y, finalmente, la cartamás famosa de las letras españolas, la queempieza:

'Nli caria, que es feliz, pues va a bus-[ caros,

cuenta os dará de la memoria mfa;aquel fantasma soy que por gustarosjuró estar viva a vuestro lado un día':

N las dos historias, una en prosa yotra en verso, el tren ha servido de

"tercera" amable, de ambiente en que em-pezar a charlar y a conocerse dos personas;evidentemente, en los viajes largos: Madrid-

Barcelona, Madrid-La Coruña o Madrid-Cá-diz, las posibilidades de relación son inmen-sas. Y ese conocimiento se hace mayor si sepiensa que una persona confinada en un es-pacio tiene más oportunidades de mostrar-se con todas sus cualidades como con to-dos sus defectos. Se conoce más a alguientras ocho horas de tren que tras veinte en-cuentros de una hora cada uno en la calle,reunión o fiesta. Por ello, los matrimoniosque han surgido de un viaje tienen más po-sibilidades de ser felices que los otros. Es di-fícil que con tanto tiempo no se noten lasarrugas del alma, como surgen las arrugasdel traje por la postura física.

Eso cuando las intenciones son honora-bles...; porque cuando el viaje es nocturno,las que lo son menos tienen grandes posibi-lidades en los coches-cama. Quizá despuésde la ira, que ya mencionamos en otro capf-tulo con su secuela de la violencia, el amor,con su secuela lujuriosa, sea lo que máspresente esté en un tren lanzado a cien kiló-metros por hora en la noche. No en vanouna de las novelas más famosas del primertercio de este siglo era "La madona delSleeping-car", de Maurice Dekobra, mien-tras en España aparecfan las "Memorias deun coche-cama", de Zamacois. Si todo esposible en Granada, más resulta posible enun departamento de esa clase.

Durante muchos años, cuando imperabaotra moralidad, el coche-cama ha sido testi-go del primer auténtico roce f(sico entre dospersonas de distinto sexo, y ello debido a lacostumbre de emprender el viaje de bodasinmediatamente después de celebrado elmatr^nonio. EI coche-cama era el sitio indi-

cado e ideal para el primer contacto sexualentre é l y ella, y asf ha quedado en la me-moria de ambos como una experiencia a ve-ces traqueteante, pero siempre inolvidable.

Aparte del uso legítimo, es evidente queel coche-cama se presta, por sus caracterfs-ticas, a la aventura. Tantas puertas dando aun solo pasillo permiten todos los juegos deentrada y salida, de sorpresa y de alegrfa, deengaño y aun de violación. Las confusiones,volviendo de los servicios, son fáciles. zErael número 23 ó 25? Y la reacción de la per-sona que no esperaba la visita puede oscilarentre la indignación a la sonrisa invitadora...Vista desde un extremo del pasillo esa co-lección de puertas, cada una albergando unmisterio - altas y gordas, bajas y delgadas,jóvenes y viejas, rubias y morenas- recuer-dan los vodeviles franceses, en los que tan-to papel desempeñan unas hojas que abreny cierran rápidamente, según convenga alautor para provocar la risa.

N tiempos pasados era posible queun nombre propio engañase o deso-

rientase al expendedor y que se entregaseuna litera a quien no le correspondía en ra-zón de su sexo. En un viaje oí una fuerte dis-cusión cerca de mi cabina, y más tarde,cuando estaba todo en calma, el encargadodel vagón me contó la historia. Habfa Ilega-do un matrimonio con sus billetes y resulta-ba que habían vendido ya una litera a un ca-ballero, quien se negó a salir de ella a pesarde los requerimientos del recién Ilegado.

-Pero usted no va a dejar que mi espo-sa pase la noche en el pasillo -decfa el ma-rido-. Eso no se hace con una señora.

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-Perdón, yo seria un maleducado si nole permitiese dormir en la otra litera -decíael primer ocupante-. Pero dejarle la mía austed no tiene que ver nada con la caballe-rosidad.

-Pero, ^cómo voy a permitir que mi mu-jer esté en el mismo departamento de undesconocido?

-Lo de desconocido se puede arreglarpresentándonos -arg ŭ ía el otro-, pero siusted desconfía de mí o de ella...

-^Cómo se atreve?-Perdón, pero como se pone usted así...

^Por qué no se queda sentado en el pasillojunto a la puerta, con el oído pegado a ella?Pero le repito, yo le cedo sitio a ella, pero austed, ^por qué?

-i Porque vamos juntos!-^Y yo qué culpa tengo? ^Voy a quedar-

me en el pasillo yo tras haber pagado mi bi-Ilete y Ilegado antes?

Parece ser que acabó yéndose el matri-monio a otro vagón a pasar la noche.

Las posibilidades de la lujuria en el co-che-cama son grandes; por un lado, por-que la estrechez del departamento favoreceel roce, que nunca, como en este caso, esverdad que ayuda al cariño. Por el otro lado,existe la dificultad con los bandazos que pe-ga a veces el tren. En los antiguos trenes delos Estados Unidos, que, como ya creo ha-ber dicho en esta serie, eran mucho más có-modos y preparados que los de ahora, exis-tían algunos departamentos tipo "suite",amplios y bien alhajados, con camas de ho-tel y un buen baño, incluso con bañera. Allíla lujuria podía verse precedida de la gula,aperitivos servidos por el amable camarero,lo que siempre facilita las cosas y disimulael propósito del conquistador al invitar a ladama "a tomar una copa"' simplemente. Enel otro extremo de esa comodidad están los"roomettes"', que probablemente son los lu-gares que menos facilidades dan para el ac-to sexual. Como ya expliqué en otra ocasión,esos compartimientos unipersonales sonmuy amplios de día, cuando sentado en unancho butacón puede uno alargar las pier-nas lo que quiera sin Ilegar a la pared de en-frente. Pero cuando en la noche cae la camaempotrada, Ilena absolutamente todo el es-pacio, hasta el punto que para subir a ellahay que salirse prácticamente al pasillo conel cuerpo protegido por unas cortinas queestán además de la puerta corrediza. Meimagino que una aventura en la que des-pués de charlar haya que realizar la opera-ción de bajar el lecho y luego que salgan losdos arropados en la cortina hasta conseguirencaramarse, resultarfa escandaloso y untanto cómico por los que pasaran en esemomento por el pasillo...

Y a propósito de cortinas en los trenesamericanos, yo no lo he alcanzado, pero, co-mo todos, he visto en películas como "Confaldas y a lo loco" esa doble hilera de literas"drapeadas" en donde cualquier intento devisitar nocturnamente a la señora del pisode arriba es descubierto por el vecino o ve-

"Se negó a salir de ella...".

"Las confusiones, volviendo de los servicios, son fáciles.. ".

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cina del piso de abajo, ante cuya litera setiene que pasar inexorablemente al subir porla escalerilla. No sé si en esos casos habrfaque saludar correctamente:

-Buenas...... al ver asomarse la cara sorprendida o

fingir que no se ha visto a nadie. Y la mismaduda surge probablemente en el vecino.

N términos generales, la lujuria, co-mo cualquier otro pecado, actúa de

acuerdo con las facilidades que las circuns-tancias y el ambiente le dan. Antes sólo los

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privilegiados iban tumbados en el coche-ca-ma, mientras los demás iban sentados, po-sición en la que los escarceos amorosos sondifíciles y frustrantes. Luego nació la buenacostumbre de las literas, donde uno puededormir tendido, lo que cambia totalmente elpanorama del viaje; la diferencia de pasar lanoche sentado a yacente es increíble, comoatestiguaría cualquier par de riñones quepudiera contestar a la pregunta.

En ese tipo de departamento se quedauno vestido, apenas desabrochándose bajola manta protectora del frfo y de las buenascostumbres, por lo que, aunque exista unacercanfa ffsica, la lejanía moral es enorme.Nadie puede deslizarse de una litera a otrasin alborotar a todo el vagón...

Esa diferencia de los trenes occidentales:cama Ipuede uno desnudarse y ponerse elpijamal, litera (quítese como mucho los za-patos y el cinturón) tiene una réplica curiosaen los ferrocarriles de la URSS, donde meIlevé una gran sorpresa al encontrar en mi

departamento, y metidas ya en la cama, ados señoras que mostraban su camisón denoche, junto a los brazos desnudos por enci-ma del embozo, además de un niño de cortaedad y de un caballero que resultó ser mari-do de una de ellas, padre del niño y cadetedel Ejército soviético. Tras unos minutos deduda, y siguiendo el refrán "donde fueres,haz lo que vieres", me fui al lavabo con mipijama, me lo puse, me instalé en la cama li-bre y, tras hablar un rato cruzando diffcil-mente la barrera de lenguaje, me eché adormir. AI día siguiente, nueva operación de

lavabo-vestido (en esta ocasión de calle) yvuelta. Creo que es el único país donde exis-te esa intimidad entre perfectos desconoci-dos.

Y para terminar hablando de la lujuria notenemos más remedio que referirnos a lasprofesionales de ella, que, aunque encuen-tran más fácil hacer su "carrera" en barcos,también a veces intentan desarrollar su co-metido en un vagón de ferrocarril. O quizá altrasladarse de un lugar a otro quieren apro-vechar su tiempo para que alguien pague sutransporte.

^ EGUN me contaron hace tiempo, unade esas "señoraŝ ' se sentó en un

compartimiento frente al único ocupante,un hombre de mediana edad, con quien in-tentó entablar conversación. En vista de queél se mostraba un poco reacio, se decidió acrear una atmósfera adecuada a sus propó-sitos escotándose y subiéndose la faldamientras sonrefa provocadoramente. EI ca-

ballero siguió impertérrito, y cuando ella,dispuesta a todo, le invitó claramente a unafiesta íntima, le contestó con un rotundo"no". "Muy bien -contestó la mucha-cha-, pues ahora me vas a dar cinco milpesetas por las buenas o empezaré a gritarque has intentado violarme aprovechandoque estábamos solos". EI señor se encogióde hombros; ella, entonces, se desgarró elvestido, se despeinó dramáticamente y em-pezó a chillar pidiendo auxilio. Lógicamente,se Ilenó el departamento de viajeros, a losque siguieron los empleados del tren y la

"... y mostróel puroverticalmente.. ".

pareja de la Guardia Civil; todos oyeron en-tre sollozos que la muchacha acusaba alviajero de enfrente de haber intentado sal-vajemente abusar de su virtud. La pareja dela Guardia Civil, ante esa denuncia, no tuvomás remedio que invitar al acusado a acom-pañarles a otro lugar del tren hasta que Ile-garan a la primera estación, y entonces elseñor, que había estado callado ante los gri-tos, dijo:

-Les acompañaré con mucho gusto, pe-ro antes de hacerlo les agradecerfa quecomprobasen una cosa. La señorita sostieneque yo la he atacado y que ella se ha defen-dido briosamente, ^es así?

-iAsí es!, icanalla! -gritó ella.-Muy bien. Pero si hubo esa lucha, ^có-

mo se explican ustedes que yo pudiesemantener la ceniza de este cigarro asf7

Y mostró el puro verticalmente con unlargo copete de ceniza erguido.

Los guardias se la Ilevaron a ella, claro. nF. D.-P. Ilustra: MENDOZA.

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