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Por: Carlos Aguirre, Betford Betalleluz, Teodoro Hampe, Pedro Guibovich, Juan Carlos Godenzzi, Marta lrurozqui, César ltier, Patricia Mathews, Alfonso W. Quiroz, Margarita Suárez CIEZA DE LEON, Pedro de. Crónica del Perú. Cuarta Parte. Vol.lII: Guerra de Quito. Tomo l. Edición, prólogo y notas de Laura Gutiérrez Arbulú. Fondo Editorial de la Pontificia Universi- dad Católica del Pení - Academia Nacional de la Historia, Lima, 1994. 2 vols. Pocos cronistas del siglo XVI poseen una obra histórica tan fascinante y de tanta envergadura como Pedro de Cieza de León. No sin razón Marcos Jiménez de la Espada lo calificó como el "Príncipe de los cronistas". Nacido hacia 1518 en L!erena, Cieza de León pasó a América en 1535. Tras haber participado en diversas expediciones en el territorio de Nueva Granada, marchó al Pení con el ejército de Benalcázar. Su arribo puede fijarse a mediados de 1547. En setiembre de ese año cru- zaba el valle de Pacasmayo y a fines del mismo pasó por Lima camino de Jauja. Incorporado al ejército del Pacificador La Gasea, presenció la batalla de Jaquijahuana el 9 de marzo de 1548, que puso fin a la rebelión de los encomenderos acau- dillados por Gonzalo Pizarro. A fines de 1550 o N2 1, julio 1994 principios de 1551 retomó a Sevilla, donde residió hasta su muerte en julio de 1554. Durante su estancia en América Cieza hizo acopio de material con miras a componer una historia de la gesta española en los Andes. "Mientras los otros descansaban, cansaba yo es- cribiendo" nos dice él mismo. En vida llegó tan sólo a ver publicada una de las cuatro partes que componían su ambicioso proyecto historiográfico. Un año antes de su muerte, en 1553, apareció la Primera Parte de la Crónica del Perú. En su ex- tenso Proemio, Cieza expuso las partes que inte- graban su obra: la. La Crónica del Pení, esto es, la descripción de la población y su medio geo- gráfico; 2a. El Señorío de los Incas; 3a. El des- cubrimiento y conquista del Pení por los españoles; 4a. Las guerras civiles, a su vez, subdivididas en cinco libros: La Guerra de las Salinas, La Guerra de Chupas, La Guerra de Quito, La Guerra de Huarina y la Guerra de Jaquijahuana. Es decir, la Cuarta Parte, la más extensa de todas, estaba destinada a narrar los conflictos entre pizarristas y almagristas y la gran rebelión de los encomenderos de la cual el propio Cieza fue testigo. Por último, seguirían dos Comentarios: \UlO sobre los sucesos 547

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Por:

Carlos Aguirre, Betford Betalleluz, Teodoro Hampe, Pedro Guibovich, Juan Carlos Godenzzi, Marta lrurozqui, César ltier,

Patricia Mathews, Alfonso W. Quiroz, Margarita Suárez

CIEZA DE LEON, Pedro de. Crónica del Perú. Cuarta Parte. Vol.lII: Guerra de Quito. Tomo l. Edición, prólogo y notas de Laura Gutiérrez Arbulú. Fondo Editorial de la Pontificia Universi­dad Católica del Pení - Academia Nacional de la Historia, Lima, 1994. 2 vols.

Pocos cronistas del siglo XVI poseen una obra histórica tan fascinante y de tanta envergadura como Pedro de Cieza de León. No sin razón Marcos Jiménez de la Espada lo calificó como el "Príncipe de los cronistas". Nacido hacia 1518 en L!erena, Cieza de León pasó a América en 1535. Tras haber participado en diversas expediciones en el territorio de Nueva Granada, marchó al Pení con el ejército de Benalcázar. Su arribo puede fijarse a mediados de 1547. En setiembre de ese año cru­zaba el valle de Pacasmayo y a fines del mismo pasó por Lima camino de Jauja. Incorporado al ejército del Pacificador La Gasea, presenció la batalla de Jaquijahuana el 9 de marzo de 1548, que puso fin a la rebelión de los encomenderos acau­dillados por Gonzalo Pizarro. A fines de 1550 o

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principios de 1551 retomó a Sevilla, donde residió hasta su muerte en julio de 1554.

Durante su estancia en América Cieza hizo acopio de material con miras a componer una historia de la gesta española en los Andes. "Mientras los otros descansaban, cansaba yo es­cribiendo" nos dice él mismo. En vida llegó tan sólo a ver publicada una de las cuatro partes que componían su ambicioso proyecto historiográfico. Un año antes de su muerte, en 1553, apareció la Primera Parte de la Crónica del Perú. En su ex­tenso Proemio, Cieza expuso las partes que inte­graban su obra: la. La Crónica del Pení, esto es, la descripción de la población y su medio geo­gráfico; 2a. El Señorío de los Incas; 3a. El des­cubrimiento y conquista del Pení por los españoles; 4a. Las guerras civiles, a su vez, subdivididas en cinco libros: La Guerra de las Salinas, La Guerra de Chupas, La Guerra de Quito, La Guerra de Huarina y la Guerra de Jaquijahuana. Es decir, la Cuarta Parte, la más extensa de todas, estaba destinada a narrar los conflictos entre pizarristas y almagristas y la gran rebelión de los encomenderos de la cual el propio Cieza fue testigo. Por último, seguirían dos Comentarios: \UlO sobre los sucesos

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Reseñas

"que pasaron en el reino del Perú después de fun­dada el Audiencia hasta que el presidente [La Gasea] salió dél; y otro sobre la llegada de La Gasea a Panamá, la rebelión de los Contreras, los motines del Cuzco y otros hechos ocurridos hasta la llegada del virrey Antonio de Mendoza en 1551.

La presente publicación del libro tercero de la Cuarta Parte, correspondiente a la Guerra de Quilo, constituye un logro más en el encomiable proyecto, iniciado en 1984 por el Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Academia Nacional de la Historia, de editar la obra histórica completa de Pedro Cieza de León, el célebre cronista soldado. Hasta el momento han aparecido las partes Primera, Segunda, Tercera y el libro primero de la cyarta, correspondiente ala Guerra de las Salinas. Queda tan sólo por apa­recer el libro segundo de la Cuarta parte dedicado a la llamada Guerra de Chupas.

La presente edición de La Guerra de Quilo ha estado al cuidado de Laura Guliérrez Arbulú, re­putada paleógrafa y actual directora del Archivo Arzobispal de Lima. A ella debernos también el prólogo y las notas con variantes del texto.

la Guerra de Quilo narra los acontecimientos producidos en el Perú tras la aplicación de las Nuevas Leyes de 1542. El relato se inicia con la partida del virrey Núñez Vela de Sanlúcar de Barrarneda y su llegada a Panamá y concluye con el arribo del Pacificador Pedro La Gasea al Perú. Cieza no se ocupa del encuentro final entre Gon­zalo Pizarro y el enviado de la Corona, porque debía ser materia del libro siguiente, La Guerra de Jaquijahuana, que probablemente nunca escribió.

Como ya lo anotáramos en otra parte, a partir de la lectura de la Crónica del Perú es posible cons­tatar que su elaboración se llevó a cabo principal­mente en diversos momentos de la estancia de Cieza en el Perú, esto es, entre 1547 y 1550, y no

Vid. la reseña de P.Guibovich a Pedro de Cieza de León, Crónica di!/ Perú. Primera Parle. Introducción de Franklin Pease G. Y. Nota de Miguel Maticorena. Lima: PUCP-Academia Nacional de la Historia, LIV+352pp.,ilust, 1984; y Crónica di!/ Perú. Se­gunda Parle. Edición, prólogo y notas de Francesca Cantú. Lima : PUCP-Academia Nacional de la Historia, LXXXV+238pp, 1985, en KunJur (Lima), 2 (setiembre - octubre 1986), p.59-60. También ver la reseña de Nicanor Domínguez a Pedro de Cieza de León, Crónica del Perú. Vol!: la Guerra di! las Salinas. Edición, prólogo y notas de Pedro Guibovich Pérez. Lima: PUCP-Academia Nacional de la His­toria, XLV+437pp, en Revista Andina (Cuzco), 19 (junio 1992), p.249-250.

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antes. Conviene recordar una vez más que el pro­ceso de composición de la Cuarta Parte, en la que se incluye la Guerra de Quilo, no se puede desligar del resto de la obra; y que dicha redacción fue discontinua. Cieza una vez en España perfeccionó sus escritos con miras a su publicación e incorporó referencias provenientes de sus lecturas de la his­toria antigua y otros textos. En el presente volumen aparecen mencionados autores como Plutarco y Quinto Curcio, y son frecuentes las alusiones a la historia griega y romana así como a la Pamstica.

Para la elaboración de su obra, Cieza consultó documentos privados y de archivos y recogió tes­timonios personales. En el caso de la Guerra de Quilo, figuran como sus irtformantes fray Domin­go de Santo Tomás, Luis de Soto, Francisco Velázquez Vela Núñez, el fraile flamenco Jodoko Ricki, Paullu, el hermano de Manco Inca, Luis de Almao, criado de Gonzalo Pizarro, y Antonio de Ribera.

La lectura de La Guerra de Quilo al tiempo que nos informa de los sucesos de la rebelión de los encomenderos, permite una aproximación al pen­samiento de Cieza. En su texto abundan las alu­siones moralizantes sobre los beneficios de la paz y los males que acarrea la guerra así como los juicios de valor acerca de la actuación de los principales protagonistas de los sucesos. Así Gonzalo Pizarro es descrito como "hombre de poco saver", el virrey N úñez Vela de "barón tan acabado" y el licenciado Vaca de Castro de "varón acusado"pero codicioso. Cieza no oculta su admiración por fray Domingo de Santo Tomás a quien califica de "barón de gran do trina y santidad". En tanto que de La Gasea dirá que era "de mediana estatura e de muy claro en­tendimiento, mañoso en grande estremo, bastantissimo para medios y uno de los que mejor con dissirnular,;ión supieron hazer sus hechos que ovo en gran parte (Il:591)". Pero para el cronista soldado partidario de la paz y del respeto a la au­toridad real, las figuras del temido maese de cam­po Francisco de Carvajal, el tesorero Riquelme y Hemando Bachicao merecen juicios severos . Carvajal es calificado de "cruel" y "mañoso", Bachicao de "fascineroso" y Riquelme de ser un "tesorero muy sabio y entendido y cauteloso para hazer sus hechos; en todos los negocios arduos y de calidad melió las manos y después savía salirse afuera (l :28)".

Escritor de excepcional calidad, Cieza describe los caracteres psicológicos de sus personajes y re­construye los estados de ánimo individuales y co­lectivos: "llegado [el virrey] a la cibdad de Trujillo le yzieron gran reyibirniento [los encomenderos],

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aunque con ánimos llorosos y rostros muy pensativos ... (1:23)". La prosa de Cieza cautiva en aquellos pasajes de tensión dramática. Así, por ejemplo, cuando describe el ajusticiamiento del Virrey a manos del verdugo negro tras su derrota en la batalla de Iñaquito: "y el negro tomando la es­pada en la mano comen~ a cortar la garganta leal y meres~ora de tan ygnominiosa muerte, y dizen que el Visorrey ninguna palabra habló, más de al\:ar los ojos al \:ielo (Il:576)".

La Guerra de Quito es una fuente de impres­cindible consulta, cuya lectura nos devuelve al turbulento mundo que rodeó el nacimiento de la sociedad colonial a mediados del siglo XVI.

Pedro Guibovich Pérez

CERRON-PALOMINO, Rodolfo. Quechumara. Estructuras paralelas de las lenguas quechua y aimara. Cuadernos de investigación 42. Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA), La Paz 1994. 185 pp.

Por encima de sus diferencias, las lenguas hu­manas tienen coordenadas y mecanismos básicos que les resultan comunes. Pero más allá de estas similitudes primarias y universales, algunas len­guas mantienen entre sí un alto grado de semejan­za estructural, sea debido a su origen común, o a su contacto a lo largo de muchos siglos, o a la con­vergencia de ambos factores. Tal es el caso del quechua y el aimara.

Rodolfo Cerrón-Palomino emprende la tarea de inventariar las estructuras isomórficas del quechua inca (cuzqueño-collavino) y el aimara del sur (lupaca-pacaseño), en diversos niveles del análi­sis lingüístico. Su propósito no es el hacer una gramática contrastiva, aunque registre algunas di­ferencias sistemáticas. Tampoco pretende el autor hacer una historia comparativa de las menciona­das lenguas andinas, aunque no estén ausentes las refencias de carácter histórico. Tal como el título del texto lo advierte, se trata de poner en paralelo, desde una perspectiva sincrónica, las estructuras lingüísticas del quechua y el aimara. No se busca agotar todo el sistema de tales lenguas, ni de for­zar las semejanzas; se las recoge ahí donde apa­recen. Lo sorprendente es que, en oposición a lo que muchas veces los hablantes de tales lenguas podrían imaginarse, se da una notable cantidad de paralelismos.

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El término quechuamara merece un breve comentario. Fue creado en la década del 50 para postular un origen común al quechua y el aimara y, en consecuencia, significaba una opción parti­cular en el debate sobre las raíces genéticas de tales lenguas. El uso que de él hace Cerrón-Palomino, sin embargo, no conlleva ninguna de esas conno­taciones: no toma posición en el mencionado debate, pues su interés no es histórico-evolutivo, sino el meramente descriptivo. De ese modo, di­cho término se refiere simplemente a las estruc­turas comunes a ambas lenguas.

A nivel fonológico, se señala que tanto el quechua como el aimara poseen tres fonemas vocálicos (a, 1, u); y en relación con los fonemas consonánticos, se registran 25 para el quechua y 26 para el aimara (los mismos del quechua más el fricativo velar, inexistente en quechua). La estruc­tura silábica es parecida, con la diferencia de que el aimara no tolera una consonante en final de lexema aislado, debiéndosele añadir una vocal. El régimen acentual es el mismo, pues tanto en quechua como en aimara el acento de intensidad va en la penúltima sílaba.

Existe un dominio llamado moñofonología, en el cual el comportamiento de algunos fenómenos fonológicos quedan afectados por la estructura morfológica de la lengua. Este dominio es particu­larmente notable y complejo en el aimara, a dife­rencia del quechua, en el que resulta poco signifi­cativo. Encontramos, por ejemplo, que en los morfemas del aimara se da con frecuencia la caída de la vocal, sea al interior de la palabra (elisión morfológicamente condicionada) o en la relación de una palabra con otra (elisión sintácticamente motivada). Así, si al sustantivo uta 'casa', se le añade los sufijos -na 'locativo', -ka 'verbalizador', -si 'continuativo', -ka 'anticipativo' y -ña 'nominalizador' se obtiene uta-n-ka-s-ka-ña 'es­tar (alguien o algo) en casa'; igualmente, si al sustantivo uta se le atribuye el adjetivo ch'lyara 'negro', se obtiene la frase ch 'iyar uta 'casa ne­gra'. En ambos ejemplos constatamos la pérdida de algunas vocales, dependiendo de si forman parte de sufijos "fuertes" o "débiles". Otros fenómenos morfofonológicos del aimara son la contracción vocálica (thuqu-lrl" thuq-irl) y la geminación y fusión consononántica (apa-ta-ta " ap-t-t-a o ap-ta).

Al ingresar al dominio propiamente morfológico, se advierte que tanto la estructura interna de la palabra quechua como de la aimara es de carácter aglutinante: la raíz, susceptible de ser alterada en su significación léxica por la adición de

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Reseñas

sufijos derivativos, es seguida por los sufijos flexivos, los cuales cambian el significado grama­tical del segmento léxico. A estos sufijos se les añade aún, al final de palabra, los sufijos Inde­pendientes, los cuales tienen implicancias prag­mático-discursivas.

Cuando la raíz quechumara es nominal, los sufijos flexivos son los de persona, número y caso; y los sufijos derivativos, los del posesivo (-yuq en quechua y -ni en aimara), el privativo, el ponderativo, el diminutivo (-cha en quechua y -Ha en aimara), el agentivo (-q en quechua e -lri en aimara), el infinitivizador (-y en quechua y -ña en aimara), el concretador y el resultante (-sqa en quechua y -ta en aimara). En cambio, cuando la raíz quechumara es verbal, los sufijos flexivos son los de persona, número, tiempo, modo y subordi­nación; y los sufijos derivativos son el inductivo, el eductivo y otros de carácter deíctico, el causativo (-chl en quechua y -ya en aimara), el asistivo, el reflexivo (-ku en quechua y -si en aimara), el re­cíproco,el benefactivo, el detrunentativo, así como varios de carácter aspectual (incoativo, durativo, repetitivo, frecuentativo, desiderativo y otros). En todos estos casos hay una notable correspondencia semántico-gramatical entre los sufijos de ambas lenguas.

Una de las características que distingue al quechumara de las lenguas europeas es la existen­cia, en aquéllas, de los llamados "sufijos indepen­dientes". Estos no inciden sobre la palabra o la frase en la que van insertos; más bien, son marcas de los actos que se realizan al hablar: afirmar, reponar, conjeturar, interrogar, negar, certificar, enfatizar, etc. Así, por ejemplo, el acto de afirmar en quechua se indica por medio del sufijo -m o -mi; en tanto que en aimara, por medio de -wa. El significado de '(afirmo que) un hombre vino' se expresaría en quechua: huk runa-m hamurqan; y en aimara: maya jaq'i-wa jutayana. Otros sufijos indepen­dientes sirven para establecer conexiones lógicas entre los enunciados de un texto; entre ellos tene­mos el topicalizador (-qa en quechua y -xa en aimara), el reanudador (-rl en quechua y -stl en aimara), el aditivo (-pis/-pas en quechua y -sa en aimara), el contrastivo (-taq en quechua y -rakl en aimara), el continuativo, el discontinuativo y el limitativo (-lla en quechua y -kl en aimara).

En la última pane de su libro, Cerrón-Palomino encuentra afinidades de tipo sintáctico. Ambas lenguas tienen como orden oracional básico la se­cuencia sujeto-objeto-verbo (SOY), lo cual aca­rrea algunas consecuencias, como la de tener una estructura postposicional (de hecho no existen

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prefijos, sino sólo sufijos) o la precedencia del modificador sobre el núcleo (el adjetivo precede al sustantivo, por ejemplo). En la construcción de las frases nominal y verbal, así como en la de la ora­ción, sea simple o compleja, el quechua y el aimara siguen las mismas pautas sintácticas básicas.

El conjunto de la exposición de Cerrón­Palomino es precisa y coherente. Los ejemplos y esquemas ayudan a visualizar las correspondencias estructurales. Estas cualidades contribuirán, con toda seguridad, a apoyar el trabajo de aquellos que elaboran materiales escritos en quechua o aimara, o que están comprometidos en la enseñanza de len­guas. Para ellos, el libro que reseñamos constituirá una herramienta necesaria para sus consultas.

En el campo de los estudios de lingüística andina, el aporte de Cerrón-Palomino es significa­tivo. Su vasto conocimiento de las variedades re­gionales del quechua hace que advierta una mayor proximidad entre el aimara y el quechua de la sierra central del Perú. Esta mirada amplia en el espacio, pero también en el devenir histórico de la lengua, lo eximen de acentuar diferencias, muchas veces aparentes, entre nuestras dos lenguas andinas ma­yores. Por ello toma distancia de opiniones como la de Uhle, Davidson o Hardman, quienes se sienten atraídos por atribuir al aimara una originalidad o autonomía a veces exacerbada.

Quisiera terminar este comentario citando el texto del período colonial con que Cerrón­Palomino empieza su exposición, el cual señala el horizonte de las similitudes: "las dos lenguas quichua y aimará, que son las más generales del Perú, [ ... ] por ser de dos naciones vecinas y contérminas, tienen tanta similitud en los vocablos y construcción, que cualquiera que supiese lo poco que yo dellas, no podrá negar haberse originado ambas de un principio, al modo que la española e italiana nacieron de la latina" (Bemabé Cobo (1953] 1956. Historia del Nuevo Mundo. Tomo Il, libro XI, Cap. IX: 29. Madrid: Ediciones Atlas).

Juan Carlos Gode112zi

CRESPO RODAS, Alberto, José CRESPO FERNANDEZ y María Luisa KENT SOLARES (coord.). Los bolivianos en el tiempo. Cuader­nos de Historia, INDEANUniversidad Andina Simón Bolívar. La Paz, 1993.

A lo largo de catorce semanas, el diario boli­viano La Razón estuvo publicando bajo el nombre

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de Cuaderrws de Historia. Los boliviarws en el tiempo una serie de fascículos destinados a pro­porcionar información sobre el pasado de Bolivia a un público en general. Esta tarea esruvo auspi­ciada por el Instituto de Estudios Andinos y Amazónicos (INDEAA) y la Universidad Andina «Simón Bolívar». El presente libro es la recopila­ción de esos catorce artículos que abarcan cuatro épocas fundamentales : Prehispánica, Colonial, Independencia y Siglo XX.

A la primera área, la Prehispánica, correspon­den los cuatro textos iniciales dedicados a descri­bir el escenario geográfico y a proporcionar una síntesis sobre la construcción culrural del mismo, la revolución agrícola e hidráulica, el surgimiento y desarrollo de los señoríos aymaras, la presencia inca y el derrumbe de ese imperio bajo el dominio español. Al segundo periodo, la Colonia, pertene­cen dos fascículos que abarcan tanto el proceso de colonización y asentamiento administrativo de la corona española, como los cambios que introdu­cen las reformas borbónicas y la gestación del proceso independentista. La etapa de la Indepen­dencia consiste en cuatro capítulos sobre el siglo XIX, centrados en la problemática de la formación del Estado Republicano, el militarismo, la venta de tierras de comunidad indígena, la presencia de los grupos populares en la vida política del país, el desarrollo de la minería de la plata y guerras como la del Pacífico, la Federal y la del Acre. Por último, están otros tres trabajos referidos a la pri­mera mitad del siglo XX que se completan con uno final que recoge una miscelánea temática sobre arte boliviano en los siglos XIX y XX, bibliografía económica y social de Bolivia e historiogtafía bo­liviana.

A pesar de la limitación de espacio que impo­ne una publicación periodística, el trabajo presen­tado es una síntesis interdisciplinar que combina el análisis histórico con enfoques antropológicos, sociológicos, geográficos y artísticos, a fin de ofrecer al lector un panorama amplio y variado que le haga interesarse desde diversas perspectivas por la realidad boliviana. Debido a que se trata de un esfuerzo académico que aborda un periodo tem­poral muy amplio, son muchos los autores -la mayoría profesores y alumnos de la carrera de Historia de la Universidad Mayor de San Andrés­que han contribuido en la redacción del libro . De ello resultan dos hechos. Primero, no existe una uniformidad de criterio en cuanto a la forma y método de referirse a un tema, de manera que coexisten diversas corrientes teóricas e historiográficas; segundo, aunque los temas siguen

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una secuencia cronológica, están concebidos como monografías, por lo que el libro carece de la es­tricta continuidad que obliga a razonamientos causales.

Ambos aspectos, unidos a la intención sintetizadora y didáctica del texto comentado, dotan a éste de un carácter a la vez general y específico que lo hace válido tanto para un público no es­pecialista en las cuestiones que se plantean como para otro conocedor de los mismos. En este sen­tido resulta muy útil la bibliografía básica que acompaña a cada capítulo, porque ofrece al lector la oportunidad de seguir interesándose por la in­formación que el libro ofrece y, por lo tanto, fa­vorece un compromiso aún mayor de éste con la realidad en la que vive y sobre cuyos antecedentes y génesis no posee demasiados conocimientos o interés. Asimismo, la difusión de la dinámica histórica fuera de los ámbitos estrictamente aca­démicos se ve favorecida por el esfuerzo gráfico desarrollado en la confección de Los bolivianos en el tiempo. Cuaderrws de Historia. La presencia de numerosas ilustraciones, penenecientes tanto a la fototeca de la Universidad Mayor de San Andrés, el Museo Nacional del Arte, el CIMA, como a particulares, hacen al texto más sugestivo y for­talecen la intención doble que este encierra: po­pularizar el conocimiento del acontecer histórico boliviano desde una perspectiva especializada.

Marta /rurozqui

GOOTENBERG, Paul. Imaglning Development: Economic Ideas In Peru's "Flctltlous Development" of Guano, 1840-1880. Berkeley y Los Angeles: University of Califorrtia Press, 1993. X-243 pp.

Este es un libro de esperada reinterpretación sintética sobre las ideologías producidas localmente durante la época del guano, un periodo de oportu­nidades perdidas para el desarrollo económico en el Perú. Se trata de un maduro tratado basado en una cuidadosa selección de una impresionante masa de fuentes primarias, así como de fuentes secun­darias no publicadas en inglés. Destaca entre las últimas la tesis de postgrado de Carmen MacEvoy sobre Manuel Pardo, aunque también se hubiera podido añadir la reinterpretación reciente de María Luisa Palacios McBride sobre Manuel Argumaniz.

Gootenberg es una de los pocos historiadores norteamericanos, junto con los pioneros Shane

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Reseñas

Hunt y Juan Rolf Engelsen, que han contribuido con profundidad a la comprensión histórica del mayormente mal entendido fracaso del guano, un caso de desarrollo frustrado utilizado -siguiendo la interpretación ya obsoleta de Jonathan Levin­como ejemplo matriz para criticar el modelo de desarrollo exportador ("hacia afuera").

Del denso y elegante análisis de Gootenberg nos enteramos que los líderes de la muy criticada -por Heraclio Bonilla y otros historiadores mate­rialistas- elite liberal del guano, tales como Manuel Pardo y Luis Benjamín Cisneros, no eran tan ciegamente ultra liberales ni ajenos a la nece­sidad de la diversificación económica como estra­tegia al desarrollo. Tampoco hubo falta de pers­pectivas estadísticas (Manuel A. Fuentes), indus­triales (Juan Norberto Casanova, Juan Copello, Luis Petriconi), técnicas (Ernesto Malinowski) y regionalistas (Pardo, Luis Esteves) entre el consi­derable número de autores críticos que surgieron tanto de la escuela liberal como de la proteccio­nista hacia la década de 1850.

Algunas de las interpretaciones de Gootenberg son extremadamente originales, en especial su fresca visión sobre las ideologías inspiradas por los artesanos, los populistas de la época y los industrialistas liberales quienes criticaron el exa­gerado influjo de bienes importados y los daños que causaron a la economía local.

En la base de su comentario lúcido, erudito y empático sobre los ideólogos de la era del guano, Gootenberg argumenta que estos autores no han sido suficientemente considerados como los pre­cursores de las estrategias y políticas de desarro­llo dirigido ("heterodoxas") tan influyentes en épocas más recientes en el Perú. Así, el carácter progresivo de las ideas económicas de personajes como Casanova, Pardo, Cisneros, Fuentes y otros radica no tanto en su inspiración liberal sino en el énfasis subyacente a favor de una "diversificación guiada" y una "protección efectiva". Este juicio se debe tomar seriamente en consideración frente a los actuales excesos neoliberales en Latino América.

Sin embargo, es mi opinión que las políticas li­berales desarrollistas de la era del guano se frus­traron no sólo debido a utópicas "ilusiones de ri­queza", "mentalidades de plantación", o el inexo­rable ciclo exportador. El fracaso también se de­bió a las manipulaciones intervencionistas y caudillistas que sufrió la ortodoxia liberal en ma­nos de políticos e ideólogos al estilo de un Nicolás de Piérola, los cuales no son considerados sufi­cientemente en la selección de Gootenberg.

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También se deja sentir la falta de conexiones que se hubieran podido establecer entre las ideo­logías desarrollistas de la época del guano con las fisiocráticas, neomercantilistas y reformistas ver­ticales (proyectismo) de la época colonial tardía. Estos son reparos menores en el debate abierto nuevamente por la contribución magistral de Gootenberg que merece ser leído por todo estudioso serio de la historia peruana moderna.

Alfonso W. Quiroz

GRANDA, Germán de (1994) Español de América, español de Africa y hablas criollas hispánicas. Cambios, contactos y contextos. Madrid: Editorial Gredos. 478 pp.

Germán de Granda hace una nueva e importan­te contribución al estudio lingüístico del español, entregándonos esta vez veintiún notables 1rabajos, sustentados sobre sólidas bases empíricas y rigu­rosos análisis. El espacio geográfico sobre el cual se extienden tales estudios es amplio, como lo es el del español hablado fuera de la península: el Caribe, el Paraguay, Colombia, territorios andinos y América hispánica en general; pero también Guinea Ecuatorial en el continente africano.

Son tres las preocupaciones básicas del autor: indagar por los cambios que se dan en el proceso histórico de la lengua; examinar la complejidad del contacto del español con las lenguas indígenas amerindias y africanas; interpretar los fenómenos idiomáticos a la luz de sus contextos históricos y socio-culturales. Estas preocupaciones están ínti­mamente relacionadas enlre sí y contribuyen a dar unidoo teórica y metodológica al conjunto de la obra.

Los dos primeros capítulos del libro están refe­ridos al problema histórico de la formación y evo­lución del español de América A fin de proveer un esquema interpretativo general sobre el cual cobren sentido las diversas observaciones particulares, Granda propone un sugerente modelo conceptual que permite explicar cómo se llegó a una modalidoo lingüística común -el llamado español de Améri­ca- a partir de diferentes variedades diatópicas y distráticas, así como de lenguas distintas traídas a América por los conquistadores y primeros colo­nizadores europeos. Se trata de la noción de kolneización, la cual hace referencia a procesos de convergencia o acomodación lingüística por parte de hablantes de dialectos o lenguas más o menos distintas o afines, quienes se ven en la necesidad de

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interactuar entre sí en un nuevo espacio contextual. Así, para Granda, el período formativo del español de América coincide con el desarrollo completo de un proceso de koineización de mayor o menor du­ración, dependiendo de diferentes condicio­namientos demográficos, socioeconómicos y cul­turales, y efectuado a través de dos mecanismos particulares: selección de estructuras o rasgos ma­yoritarios (nivelación) y consecución de subsistemas o elementos lingüísticos máximamente económicos y mínimamente mar­cados (simplificación). Estos mecanismos se complementan, pero a la vez mantienen una jerar­quía: la simplificación prevalece sobre la nivela­ción. Considerando que la procedencia de lama­yoría de los peninsulares era de la región meridio­nal (Andalucía, Extremadura) o del archipiélago canario, se entiende que la nivelación se daría a partir de los dialectos meridionales y, efectiva­mente, fue así (seseo, yeísmo, aspiración o elimi­nación de /-S/, desaparición de la distinción entre/ -R/ y /-U, pérdida de /-0-/ intervocálica, etc.); sin embargo, en algunos casos pasaron al español kolné de América algunos elementos del español septentrional por resultar soluciones más simples, a pesar del número reducido de los conquistadores procedentes del norte. Hay que decir también que las formas peninsulares meridionales ya habían sido objeto de una "colonización" por parte de pobladores del norte, de modo que muchas de sus formas lingüísticas ya habían sido simplificadas antes de ser transportadas a América.

¿En cuánto tiempo se cristalizó este español koiné? Algunos, como Guillermo Guitarte, sugie­ren que pudo haberse hecho en aproximadamente diez años. Granda, por su parte, haciendo referen­cia a otros procesos de nivelación y simplificación similares, sostiene que se necesitaban por lo menos unas tres generaciones para ello, es decir un míni­mo de sesenta años. Terminado este período de koineización, que habría alcanzado a todo el terri­torio hispanoamericano, comienza otro, en las áreas centrales (México, Lima, Quito, Bogotá, Charcas), a partir de las últimas décadas del siglo XVI, denominado por Granda estandarización monocéntrica, durante el cual se apunta a otro modelo configurador: el castellano septentrional en su modalidad toledana y/o cortesana En este mis­mo período, en las áreas no centrales se dan pro­cesos diferentes; así, en las áreas intermedias y periféricas (Centroamérica, Popayán, zonas at­lánticas de Colombia y Venezuela, Tucumán, etc.) se presenta una "vemacularización" del español koiné, es decir una consolidación de los rasgos que

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son resultado de la nivelación y simplificación, mientras que en las áreas marginales (Paraguay, islas antillanas, etc.) se da una "radicalización" de algunos rasgos muy apartados de la norma vigente, así como una fuerte influencia de las lenguas de contacto, amerirrlias o africanas, en el español local.

¿Por qué en las áreas centrales se tiende, desde fines del siglo XVI hasta mediados del XVIl, a una estandarización que sigue la variante de prestigio de la metrópoli? Entre otras raz.ones, porque en tales regiones se daba una intensa y flexible movilidad social ascendente a través de la cual se lograba la "hidalguización" de los españoles en América; y en tal pretensión, resultaba relevante exhibir el nuevo estatus por medio de la adopción de la norma castellana peninsular. La estandarización tardía (1760-1810) que se dará luego en algunas zonas de las áreas intermedias y periféricas, como la zona rioplatense. Cuba o también Chile, fue parcial, lográndose eliminar sólo ciertos rasgos meridio­nales. En el caso argentino se descartan, por ejem­plo, la neutralización de /-R/ y /-L/ o la elisión de /-DI intervocálica, pero persisten rasgos como el del voseo o, incluso, se originan otros del mismo tipo, como el del rehilamiento en la articulación de /Y/. El carácter inconcluso de este proceso tiene como una de sus causas el hecho de que en ese momento, y en tipos de sociedades más bien bur­guesas, ya no tenían mucho peso las pretensiones señoriales y, en consecuencia, la norma castellana ya no resultaba muy atrayente.

Este período de estandarización monocéntrica (temprana o tardía), concluye, ajuicio de Granda, en la época de la independencia hispanoamerica­na, a partir de la cual se habría iniciado un tercer período, el de la estandarización policéntrica, durante el cual se estarían dando procesos parale­los aunque diferenciados, según las características de cada nación independiente.

También dentro de una perspectiva general del español hispanoamericano (Cap.3 ), Granda llama la atención sobre la necesidad de trabajar sobre materiales lingüísticos primarios, ya sean orales ( encuestas de campo) o escritos ( datos de archivo). Y lo hace a partir de una observación puntual: frente a la declaración de la inexistencia de términos léxicos mozárabes en el español de América, como pretendida prueba en favor de la tesis antiandalucis­ta, Granda encuentra el mozarabismo perchel 'al­macén, depósito de granos' tanto en el área de Sal­ta, en documentos del siglo XVII, como en el es­pañol contemporáneo del Paraguay. Estos hallaz­gos de datos de primera mano desmontan argu­mentaciones que reposan sobre meras suposiciones.

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Reseñas

El cuarto capítulo está consagrado al estudio de un fenómeno fonético del español andino existen­te en zonas de la sierra ecuatoriana y en parte de la provincia de Santiago del Estero (Argentina): conservación de la oposición fonológica /LL/ - / Y/ realizada como fricativa palatal central rehilada [z] y la retención de la [y]. Frente a la incorrecta hipótesis explicativa que atribuye este fenómeno a una causación interna, dentro del sistema foné­tico del castellano, Granda despliega argumentos concluyentes en favor de otra explicación: en el quechua de las áreas en cuestión se ha dado, de­bido a factores condicionantes internos, la deslateralización del fonema/LL/, obteniéndose la realización [z] . Dada la situación de contacto quechua-español de tales zonas, el rasgo fonético­fonológico quechua se transfiere al castellano lo­cal. Se trataría, pues, de una causación externa, del quechua hacia el castellano.

Varios otros capítulos (5-9) se centran en el español del Caribe. En uno de ellos se examina el rasgo antillano de la desconsonantización de lí­quidas postnucleares (peldel por perder; calgamento por cargamento). Frente a las limi­taciones de varias hipótesis que intentan dar cuen­ta de esta particularidad, aduciéndose procedencia taína, andaluza, canaria o africana, Granda formu­la una explicación más integral y coherente: se trata del resultado de un proceso -frecuente en zonas o grupos geográfica o socialmente marginales o periféricos- de simplificación de realizaciones en elementos fonéticos caracterizados por su debili­dad posicional silábica. Esto no impide que, en determinadas áreas antillanas, este proceso pueda haber sido reforzado por fenómenos fonéticos si­milares utilizados por una población de origen, por ejemplo, canario.

Otro rasgo del español caribeño tratado por Granda es el de la no inversión del pronombre sujeto en oraciones interrogativas (¿qué tú tie­nes?, ¿por qué tú dices esto?). El origen de tal fenómeno suelen ser atribuido a múltiples condicionamientos como la influencia de lenguas africanas, o de esquemas sintáctico del inglés popular de los Estados Unidos, o el influjo del habla de colonizadores canarios, o la acción del acento rítmico, etc. Cualquiera de estas razones requiere, para fundamentarse, el análisis de mate­riales diacrónicos; y esto es lo que precisamente hace Granda con un testimonio documental de la segunda mitad del siglo xvm. llegando a plan­tear que, en tal período, la no inversión del pro­nombre sujeto en oraciones interrogativas se en­contraba vigente en los sociolectos inferiores (po-

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blación de origen africano) del área suroccidental de República Dominicana y que, a partir de ese espacio social, dicho fenómeno sintáctico se ex­tiende hasta alcanzar a las capas sociales más al­tas. La explicación habría que buscarla, pues, en la intervención de condicionamientos derivados de la presencia de códigos africanos y/o criollos de pro­cedencia africana (en los cuales no se da la inver­sión en cuestión), sin excluir, al mismo tiempo, otros posibles condicionamientos internos actuantes en el sistema del español.

Estos estudios del español caribeño se comple­mentan con dos trabajos de sociología lingüística, uno referido a la documentación judicial de Santo Domingo durante el período de dominación haitiana (1822-1844); y el otro, a un caso de planeamiento lingüístico frustrado en el Caribe hispánico, durante el mismo período.

En lo que se refiere al español del Paraguay (Cap.10-15), se presenta las particularidades de su proceso histórico: carácter atípico de la modalidad local colonial de kolné, con mayor presencia de rasgos peninsulares septentrionales; fuerte in­fluencia del guaraní sobre el español paraguayo; mayor preservación de "arcaísmos" morfosintácticos y léxicos, como consecuencia del aislamiento económico y cultural de dicho territo­rio, el cual no fue alcanzado por los procesos de estandarización que sí se dieron en otras regiones de Hispanoamérica. En otro orden de cosas, se da cuenta de la distribución cuantificada del español y el guaraní en territorio paraguayo, así como de sus reglas de uso. En lo que se refiere a los rasgos es­tructurales del español, se indican varios en los distintos niveles de la lengua; he aquí algunos de ellos: tendencia a la nasalización vocálica; alarga­miento de vocales tónicas; realización laxa de /D/, !G! y /B/ en posición intervocálica; calco funcional del guaraní para indicar futuridad por medio de la construcción para+ sustantivo (compro para mi vestido 'compro el que será mi vestido'); resquebrajamiento del sistema de concordancia nominal; uso de adjetivos demostrativos en susti­tución de artículos; "leísmo sistemático"; sustitu­ción de formas del modo subjuntivo por formas del indicativo (no creo que mi hijo salva la materia) o la construcción para + infinitivo (tu madre dijo para venir temprano); pervivencia de elementos relacionales con funciones ya desusadas en el es­pañol actual (de causal, condicional y temporal, cada que distributivo, cuantimás, mediante que causales, etc.); retención de secuencias sintag­máticas (del tipo un mi hijo, esa una mesa está dañada, todos tres vinieron); abundante léxico

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arcaizante y fuerte presencia de "marinerismos". Al dar cuenta de los fenómenos derivados del

contacto del español con el guararú, Granda hace una contribución teórica notable. Frente a la con­fusión conceptual e imprecisión terminológica que suele encontrarse en este campo, propone cuatro nociones teórico-operativas básicas: transferen­cia, que se refiere a la totalidad de los fenómenos de modificación de estructuras ocasionados por el influjo de una lengua sobre otra; inteñerencla, que designa las transferencias consideradas no gra­maticales; convergencia, que alude a las transfe­rencias que resultan gramaticales; y, finalmente, isogramatismo, que indica el desarrollo de es­tructuras gramaticales comunes en las lenguas en contacto. Estas nociones, si bien Granda las aplica al caso del Paraguay, tienen una validez general para todas las situaciones de contacto lingüístico. La atención prestada por el autor al caso paragua­yo concluye con un análisis discursivo sobre un romance de Pasión -en el que coexisten, interactúan y convergen el español y el guararú- y una deta­llada bibliografía sobre el español paraguayo.

Dos son los capítulos que se consagran al crio­llo palenquero de Colombia (16 y 17) y en ellos se postula la dependencia de ciertos fenómenos fonéticos respecto a matrices africanas. En efecto, la población palenquera procede de etnias bantu de la región costera congoleña y norteangolana, en la que destaca la lengua kikóongo, y, en conse­cuencia, es explicable que, al encontrarse en un ámbito hispánico, haya generado un código comunicativo especial que, tipológicamente, es definido como criollo. Si bien en otros trabajos Granda se ha ocupado de aspectos morfosintácticos y léxicosemánticos de tal criollo, en esta ocasión se limita a dar cuenta de fenómenos como el de las consonantes iniciales prenasalizadas (nganá < ganar; ndoló < dolor), el lambdacismo (balé < barrer; selá < cerrar), la realización de d como r, la realización de j como ñ (ñamá < llamar; ño < yo), la nasalización vocálica progresiva o la evo­lución d > l. Con fino tacto, Granda identifica, cuando es el caso, el modelo africano sobre el cual se sustenta el criollo palenquero.

Trasladándonos ahora al continente africano, encontramos la isla de Annobón, en la República de Guinea Ecuatorial. Sus habitantes utilizan, como código coloquial intragrupal, el criollo portugués local (fa d' Ambo) y, como lengua oficial, el es­pañol. Granda estudia las retenciones africanas en la fonética del criollo portugués, llegando a seña­lar al menos 13 casos de dicho fenómeno . De otro lado, Granda analiza los procedimientos de

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aculturación léxica en el rang ntumu, lengua presente en territorio ecuatoguineano, identifican­do principalmente formas procedentes del inglés (slkólo 'school'; sóp 'shop') y el español (korlos 'oficina de correos'; amasén 'almacén'). Los ca­pítulos dedicados al ámbito africano (18-21) fina­lizan con \Dla bibliografía del español de Guinea Ecuatorial.

Hay que destacar que, en todo momento, Granda a pela a datos obtenidos de primera mano; y sobre esta sólida base construye sus originales planteamientos explicativos. Pero, además de la especialización y perspicacia que demuestra Granda en su tratamiento de los variados procesos lingüísticos, debernos señalar su profunda identi­ficación y compromiso con la problemática social de la población cuyas lenguas estudia Es desde este terreno, a la vez científico y ético, que Granda opta por teorías críticas que replantean algunas con­cepciones, a veces demasiado ideologizadas, y que ofrecen una nueva luz sobre las realidades lingüísticas.

Es de esperar que este magnífico aporte al es­tudio del español incentive a muchos jóvenes lin­güistas, especialmente hispanoamericanos, a rea­lizar trabajos de campo y a afinar su instrumental teórico y metodológico en favor de un conoci­miento más profundo del español de América, de sus cambios según regiones y estratos a lo largo del tiempo, de sus contactos con las lenguas indí­genas e, igualmente, de su vinculación con los procesos sociales en los que estamos implicados. Las contribuciones de Granda constituyen un nue­vo giro teórico y metodológico en la lingüística y sociolingüística del español y anuncian promete­dores desarrollos.

Juan Carlos Godenzzi

HOBERMAN, Louisa Schell. Mexico's Merchant Elite, 1590-1660. Silver, State and Society. Duke University Press, Durham y Londres, 1991. 35 2 pp.

El libro de Hoberman constituye un valioso aporte para el conocimiento del comportamiento de las elites mercantiles de la América Hispánica en el siglo XVII. Basándose en sólidas fuentes do­cumentales, el propósito del libro es examinar la formación, comportamiento y continua preemi­nencia de la elite mercantil de México y su impacto en la evolución del virreinato, haciendo hincapié en el análisis del sistema monopólico y en los me-

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Reseñas

canismos empleados por los comerciantes para acceder al manejo político. A través de ello, la autora discute tópicos como la supuesta depresión de la economía colonial mexicana en el siglo XVII, el grado en que la riqueza promovía la movilidad social en la sociedad virreinal, el grado de depen­dencia económica con Europa y Asia, el poder político de los colonos y, finalmente, las relaciones entre la ciudad de México y las provincias.

El trabajo está dividido en seis capítulos. Los tres primeros, "Formation of the Merchant Elite: Commissions, Credit and Dowries", 'Toe Mexican Economy and Merchant Capital: Mining and the Mint" y 'Toe Mexican Economy and Merchant Capital: Agriculture, Manufacturing and Urban Real State" están destinados a analizar la forma­ción y uso del capital mercantil. En el capítulo 1 hace un detallado estudio de la organización so­cial del tráfico atlántico y oriental (compañías, in­versiones y diversas tácticas mercantiles para las diferentes rutas), de las actividades financieras y del rol jugado por las dotes en la formación del capital. l..os capítulos 2 y 3 intentan esbozar la importancia de cada sector para los mercaderes y su influencia en cada área. l..os capítulos 4 "Public Office and Private Gain" y 5 "Toe Mercantilist Mirage: Taxes, Trade and Turmoil" tienen como propósito analizar la proyección política del gru­po mercantil. En el capítulo 4 se estudia la manera en que los mercaderes lograron colocarse en el aparato político mediante la compra de puestos públicos y el arrendamiento de la recolección de impuestos. El capítulo 5 analiza las reacciones desencadenadas por los intentos de reforma tributaria y las restricciones comerciales llevadas a cabo por la Metrópoli en las décadas de 1620 y 1630, que llevaron al virreinato novohispano a un periodo de malestar e inestabilidad política. Fi­nalmente, el capítulo 6, "Progeny and Property" busca trazar la evolución de las fortunas de los mercaderes a través de tres generaciones.

El perfil del comportamiento de los mercaderes mexicanos trazado por Hoberman es complejo. Según la autora, las prácticas monopólicas en el tráfico a larga distancia eran más evidentes en la ruta asiática que en la atlántica. El rol de los mer­caderes mexicanos era, esencialmente, el de ser agentes comisionistas en el comercio con Sevilla, y sus vínculos con la elite sevillana eran muy es­trechos. Internamente estuvieron envueltos prefe­rentemente en actividades financieras, siendo po­derosos prestamistas y controlando la acuñación de moneda. Esto no quiere decir que desdeñaron la adquisición de propiedades, tan importantes para

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consolidar el ascenso social. Sin embargo, comer­cio, oficio público, propiedades urbanas y finanzas aparecen como actividades más atractivas para los mercaderes que la inversión en agricultura o ga­nadería. La compra de puestos públicos y el arrendamiento de impuestos fue el mecanismo para la obtención de un poder "informal", basado en redes locales, que mantuvo una tensa relación con aquél derivado de la autoridad real. Finalmente, si bien es cierto que el sector mercantil mantuvo un difícil vínculo con la aristocracia, sus prácticas endogámicas y su colocación en la administración pública permitieron que sus fortunas no se de­rrumbaran con el paso del tiempo, y que lograran mantener una posición destacada dentro del con­junto de la sociedad barroca mexicana.

Este libro cubre un gran vacío dentro de la historiografía mexicana y, sin duda, será lectura obligada para todo aquel que se interese en el estudio del comercio y los comerciantes de la América española. Hay, por supuesto, algunos puntos que merecen discusión. Comparando con el caso peruano, por ejemplo, vemos que el comportamiento de los mercaderes mexicanos en el comercio atlántico fue muy distinto al de los peruanos. Mientras los mexicanos eran, básica­mente, agentes comisionistas de Sevilla, los mercaderes de Lima habían logrado controlar sus redes en desmedro de los andaluces. Es posible que esta diferencia se deba a un problema de lectura de las fuentes. Hoberman ha empleado los Libros de Registro, que inevitablemente van a arrojar que la mayor parte de los encomenderos eran agentes, porque era esa precisamente su función. l..o im­portante, a mi modo de ver, es averiguar quiénes eran los principales (si mercaderes de México o Sevilla) y analizar de qué manera se articulaban las relaciones mercantiles, para poder precisar con más certeza cuál era la función de los comerciantes mexicanos dentro del tráfico atlántico.

Margarita Suárez

JACOBSEN, Nils Mirages of Transitions. The Peruvian altiplano, 1780 - 1930. University of California Press. Berkeley, 1993, 481 pp.

La transición al capitalismo en Azángaro, pro­vincia ubicada al norte del lago Titicaca en el al­tiplano peruano, es el tema central analizado por el historiador Nils Jacobsen. l..os ciclos y las trans­formaciones económicas y sociales son discutidas

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en un arco temporal de 150 años, desde la crisis del orden colonial de 1780 hasta el declive de la economía exportadora de 1930.

El trabajo se divide en dos partes, la primera, explora el ocaso del régimen colonial y el reacomodo en los inicios republicanos (1780 -1855) y la segunda, el ciclo de la exportación la­nera o la edad de la expansión (1855 - 1920).

El autor examina cuidadosamente aspectos re­lativos al comercio, la tierra, el trabajo, la ganade­ría y las cambiantes configuraciones de los gru­pos sociales envueltos, con la finalidad de esta­blecer aquellas constelaciones específicas de po­der que han influido en la dirección y meta del cambio socioeconómico. La conclusión general es que el persistente "legado colonial" fue crucial para bloquear la transición al capitalismo en el altiplano peruano.

Por legado colonial entiende J acobsen a la ten­dencia de la mayoría de grupos sociales involucrados de usar visiones polarizadas de la sociedad, tales como: colonizadores - colonizados, españoles - indios, notables civilizados - campe­sinos bárbaros; para construir, definir y fortificar su propio poder e identidad social. De esta manera, mientras los modelos de comercio, las relaciones de producción, la composición de grupos sociales y la naturaleza del Estado sufrían grandes cambios entre 1780 y 1930; la mayoría de actores sociales repetidamente apelaron a, y cayeron en tales vi­siones duales, sacadas de la memoria del pasado colonial para incrementar o defender su acceso a recursos económicos.

En Azángaro, al igual que en buena parte del hemisferio, las fuerzas que motivaron la transición al capitalismo -impulsos de un mercado libre, un régimen laboral basado en salarios y un marco legal que garantice la propiedad privada- tuvieron se­rios obstáculos en los diversos monopolios crea­dos, el clientelismo y la solidaridad comunal. Para Jacobsen, la transición permaneció como un es­pejismo, algo que uno espera o parece inminente, algo cuyo límite está siempre visible, pero que nunca se materializa.

Como se puede observar, la visión de Jacobsen es pesimista. Al no lograrse los objetivos traza­dos, el resultado es una burda copia de la sociedad capitalista occidental. El autor llega a esta conclu­sión al realizar un balance de la sociedad del al­tiplano antes de el año de 1930 y encuentra dos imágenes contradictorias: primero, la distribución de los ingresos y la propiedad de la tierra descansan en una fma escala jerarquizada que incluye "sec­tores medios": campesinos propietarios de me-

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dianas estancias y pequeños hacendados mucho más prominentes de lo que uno puede asumir; se­gundo, la sociedad estuvo altamente polarizada en el entendimiento que la gente tiene acerca del honor y el status en sus relaciones sociales.

La diversidad de sectores sociales encontrada en 1930 se relaciona con los ciclos económicos de 7 y 70 años estudiados por Jacobsen. En este sen­tido, la relación de fuerzas entre la elite hispanizada y los campesinos estuvo ligada a éstos. Eras de estancamiento favorecieron la autonomía de las comunidades indígenas y eras de crecimiento auspiciaron la ofensiva de los propietarios de haciendas y de los comerciantes. Los ciclos se refieren también a la reconstrucción de lazos co­loniales en el altiplano postcolonial. Etapas de je­rarquía, monopolio en la economía, y estructuras de poder han alternado con eras de mayor apertu­ra, competencia y estructuras socioeconómicas horiwntales. Pero, este modelo cíclico de desa­rrollo nunca retomó al punto de partida. Los ciclos no fueron círculos.

El meticuloso trabajo de Jacobsen nos permite comparar algunos elementos de la transformación de las sociedades latinoamericanas entre el perío­do colonial tardío y la Gran Depresión. En primer lugar, el cambio en la naturaleza de los mercados. El autor ha explorado un amplio rango de merca­dería comerciada, la caída y reconstrucción de la jerarquía social de los comerciantes y la lucha de redes comerciales paralelas basadas en diferentes nociones de utilidad. Este trabajo permite revaluar los efectos de la dependencia en el desarrollo de las economías regionales. No se trata de la fuerza sino de la debilidad de los comerciantes extranje­ros, aun durante la era de mayor crecimiento, lo que demanda mayor explicación. Aunque ellos se beneficiaron más que nadie en la era de la expor­tación lanera, al fmal fracasaron en lograr la clase de transformación en la producción que tanto anhelaban.

Un segundo punto trata sobre la distribución de la tierra y la cuestión del latifundismo. Se cuestio­na la noción de que las grandes haciendas predo­minaron desde tiempos coloniales. Por el contra­rio, la transferencia mayor de tierras de comunida­des campesinas al sector hacendado se dio durante la era de la expansión exportadora y en ella la im­portancia creciente de las pequeñas haciendas necesita ser enfatizada. Además difícilmente se puede describir la transferencia agraria como un mercado libre de tierras.

En tercer lugar, la continuidad e incluso la revitalizada solidaridad de las comunidades cam-

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Reseñas

pesinas ocurre simultáneamente con un proceso de incremento poblacional, cuestiones vinculadas a la tierra, presiones comerciales, y relaciones cam­biantes con el Estado. La comunidad es analizada como una construcción conflictiva, modelada no sólo por grandes retos externos, sino por conste­laciones internas de poder entre diferentes grupos y familias con aspiraciones cambiantes.

En el cuarto punto discute el paternalismo y la autonomía de los colonos en las haciendas. El do­minio de los grandes terratenientes sobre la fuerza laboral residente fue más frágil de lo que se ha asumido; es más, hubo construcciones paralelas de poder entre la hacienda y la comunidad. En la mayoría de pequeñas fincas y en algunas de las grandes haciendas el control de los propietarios sobre los recursos permaneció limitada y usual­mente los colonos tenían juntos tanto ganado como el hacendado.

Finalmente, otro punto discutido en el libro es la racionalidad de las estrategias económicas del hacendado. La imagen impuesta por la literatura escrita por los científicos sociales de las décadas de los sesenta y setenta, de un terrateniente carente de sentido empresarial y sólo con visiones del mundo feudales; es cuestionada y se demuestra la utilidad de retratar al hacendando como un optimizador de utilidades y con proyectos políti­cos y económicos definidos.

La importancia del libro de Jacobsen es incuestionable. El rigor en el tratamiento y revi­sión de fuentes y archivos es sorprendente. Méri­tos ya reconocidos desde la aparición de su tesis doctoral en el año de 1982 y que nuevamente se ponen de manifiesto con la edición de esta obra. Mas, debo confesarlo, no soy partidario de esco­ger determinadas regiones de Sudamérica con el único propósito de demostrar si el capitalismo ha funcionado o no; si ha logrado transformar la so­ciedad y la economía de esa región o no. Me da la impresión que ese supuesto nos llevará a en­contrar siempre malas copias de la sociedad oc­cidental o en palabras del autor sólo espejismos.

Betford Betalleluz

LA VALLÉ, Bemard. Las promesas ambiguas (ensayos sobre el criollismo colonial en los An­des). Pontificia Universidad Católica del Perú/ Instituto Riva Agüero, Lima 1993. 224 pp.

En la sociedad colonial peruana se pasó, casi sin solución de continuidad, de las primigenias re-

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clamaciones de los conquistadores y encomenderos del siglo XVI a los planteamientos reivindicatorios de las primeras generaciones de criollos ( españoles nacidos en la tierra). Pronto adquirió el criollismo notable fuerL.a y rango en la dinámica interna de aquella sociedad, hasta desembocar a partir de los años de 1620 -época de madurez del virreinato­en una serie de manifestaciones literarias, cróni­cas religiosas y tratados jurídicos, donde se reco­gieron organizada y argumentadamente los ejes principales del alegato de dicho sector. El criollismo colonial debe ser entendido como un vasto, profundo y polifacético movimiento de toma de conciencia, un proceso tanto social como inte­lectual, que involucró a todas las capas de la po­blación de origen europeo y suscitó una multipli­cidad de cuestionamientos, tiranteces y rivalidades.

Tal es, en resumidas cuentas, la imagen que transmite este nuevo e importante libro del profe­sor Bernard Lavallé, director de la Maison des Pays lbériques de Burdeos. Su investigación se mueve básicamente en el plano de las mentalidades, tra­tando de objetivar "la afirmación de una dignidad y la reivindicación de una identidad" por parte del grupo criollo (p.133). La obra consiste en realidad en la compilación de trece ensayos previamente editados, que aparecieron de 1978 a 1992 en di­versas revistas y publicaciones colectivas de Francia, España y el Perú.

Como el propio título de Las promesas ambi­guas lo indica, el desarrollo del criollismo perua­no estuvo signado desde sus inicios por las con­tradicciones internas y la ambigüedad. El protonacionalismo subyacente en las formulaciones de este grupo social excluía a los indígenas, los dominados de la conquista, pero se nutría al mismo tiempo -a pesar de sus críticas a la metrópoli­del sistema que la Corona garantizaba. Por otra parte, a fin de repeler el desdén que mostraban los peninsulares hacia lo americano, los autores crio­llos optaron por exaltar deliberadamente la parte más europea de su "civilización", vale decir, el marco urbano y la vida intelectual. Y también existió ambigüedad en el ámbito del vocabulario, ya que el término criollo se tomó prestado de la trata esclavista de los negros y propendió a equi­parar a los españoles nativos de la tierra con los estratos más bajos de la población.

Todo este complejo proceso arranca en los años de 1560, con la utilización inicial de la palabra criollo en la correspondencia de los virreyes y mi­nistros de la audiencia, quienes ponían a los espa­ñoles de segunda generación en relación directa con los mestizos y mulatos, como gente peligrosa para

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la estabilidad del gobierno colonial. De aquí surge la materia de los ensayos que conforman las tres partes del libro de Lavallé: la primera examina las manifestaciones balbucientes de criollización en los colonizadores más antiguos y la segunda se centra en el trasfondo ideológico y el sistema de representaciones que articularon el patriotismo criollo de la época de madurez. La tercera parte, de la cual nos ocuparemos con más detalle enseguida, se vincula estrechamente con la tesis de doctorado de Estado del autor, Recherches sur f apparilion de la conscience créole dans la viceroyauté du Pérou (1978), en la que Bemard Lava-lié investigó el anta­gonismo hispano-criollo en las órdenes religiosas durante los siglos XVI y XVII.

Parece un hecho insoslayable que el escenario privilegiado de las luchas criollistas en Hispano­américa fue el mundo conventual. Este curioso fenómeno tendría por lo menos dos explicaciones: (a) los conventos eran agrupaciones que reprodu­cían bastante fielmente el abanico de la sociedad civil y ejercían, por ello, un poderoso influjo sobre todos los sectores de la población; (b) el sistema de elecciones imperante en los conventos generaba unas de las pocas funciones de poder que eran atribuidas en el régimen colonial mediante debates y sufragio directo. En tal virtud, los capítulos conventuales representaron la válvula de escape de rivalidades y rencillas que en otros contextos no tenían ocasión de manifestarse. "Por las repetidas controversias, las reflexiones y los textos teóricos que suscitaron, [dichos capítulos] se transforma­ron en el foro predilecto, y privilegiado, del criollismo y del anticriollismo más militantes y hasta virulentos", apunta nuestro autor (p. 163).

Largos ríos de tinta se han echado a correr para describir los pintorescos conflictos que tuvieron Jugar en tomo al sistema de la alternativa, im­plantado en el siglo XVII con el fin de regular la sucesión ordenada de peninsulares y criollos en el mando de las comunidades religiosas. Lavallé pone de relieve, sin embargo, que la actitud de los gru­pos y personalidades frente a la alternativa estuvo guiada de preferencia por consideraciones de in­terés inmediato, y menos por determinaciones de finne sustento nacionalista. En medio de este con­vulso ambiente surgieron las crónicas conventuales o hagiográficas, que significan expresiones paradigmáticas del criollismo militante (y sobre todo del sentimiento limeñista); los autores de tales obras no vacilaron en defender los fundamentos de una identidad americana profundamente sen­tida, combatiendo los hirientes prejuicios de los europeos para con el "mundo tropical".

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No hay que perder de vista, empero, que la obra reseñada enfoca básicamente los orígenes y la primera floración del criollismo en el virreinato del Perú. Virtualmente nada se dice sobre las conse­cuencias de este fenómeno a largo plazo, sobre la influencia de su ambivalente mensaje en la histo­ria posterior. Es evidente que, durante la segunda mitad del siglo XVIII, la conjunción de nuevos rumbos y nuevas exigencias impuesta por la polí­tica de los Borbones tendió a reforzar tanto los motivos de descontento de los criollos como las manifestaciones de su concientización, cada vez más atrevida y cuestionadora de todos los órdenes de la sociedad. Más tarde, después de la proclama­ción de la independencia, las triunfantes elites criollas caerían -según postula Lavallé- en un narcisismo fatuo, centrado una vez más en la exal­tación de lo limeño, pero desprovisto de la vitali­dad y empuje de antaño.

Para componer su historia del criollismo reli­gioso y seglar en el virreinato, el investigador peruanista de Burdeos ha hurgado con especial cuidado en repositorios documentales pertene­cientes a las congregaciones de dominicos, fran­ciscanos, mercedarios, agustinos y jesuitas. Sus fuentes de primera mano proceden de variados ar­chivos y bibliotecas de Lima, Sucre, Madrid, Se­villa y Roma. Curiosamente, el volumen no dedica ninguna mención a los iluminadores trabajos de David A. Brading, quien ha estudiado por coin­cidencia el desarrollo del protonacionalismo criollo en México; numerosos aportes del historiador inglés, y especialmente su libro The First America (1991), podrían haber inyectado una conveniente vena comparativa a esta investigación.

Si trazamos finalmente un balance de la contri­bución ofrecida por Bemard Lav alié, entendiéndola sin duda como el punto más avanzado de nuestros conocimientos acerca del criollismo colonial en los Andes, habrá que notar la importancia de atender suplementariamente a los factores económicos y sociales de la época, vale decir, a la infraestructura que soportó el despliegue de polémicas e ideas que son examinadas en Las promesas ambiguas. Aquel florecimiento de manifestaciones reivindicatorias tuvo lugar durante el siglo XVII, en la fase más cuajada de la sociedad virreinal, cuando el desa­rrollo productivo, la integración de mercados y la adquisición de oficios públicos por parte de los criollos alcanzaron niveles inigualados. Al mismo tiempo se dio una singular proliferación de vo­caciones religiosas ( coexistencia de los cinco santos peruanos), que halló su complemento en la per­secución de las "idolatrías" aborígenes. ¿Fue aca-

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Reseñas

so este conglomerado de elementos prodigiosos, en el que encuadra la maduración del espíritu criollo, una mera coincidencia?

Teodoro Hampe

MAJLUF, Natalia. Escultura y espacio público. Lima, 1850-1879. Instituto de Estudios Peruanos. (Documento de Trabajo nº 67. Cuadernos de His­toria del Arte).Lima, 1994.

Natalia Majluf ha publicado un breve y suges­tivo ensayo sobre el rol de la escultura pública y los proyectos urbanísticos en la redifinición del espacio público en la Lima de la segunda mitad del siglo XIX. Combinando perspectivas analíti­cas derivadas tanto de Foucault -el énfasis en la matriz disciplinaria del estado y sus instituciones y los afanes normalizadores que ella conlleva­como de Habermas -la constitución de una "esfera pública" burguesa en las sociedades liberales del siglo XIX- la autora ofrece un ángulo particular­mente novedoso desde el cual acercarnos a diversos componentes de la relación entre estado y socie­dad, entre elites y clases populares, y también entre discursos reguladores y conductas sociales en la Lima decimonónica

La escultura, nos dice la autora, debe ser vista no sólo como parte de la historia del arte, sino también de la historia política (p.8), inmersa en un "complejo sistema de significados" y, como tal, dando forma a lo que ella llama "la materialidad del discurso" (p.9). Las esculturas, en la narrativa de la autora, adquieren casi vida propia, "habitan" la ciudad (p.7), se convierten en personajes portado­res/transmisores de "un complejo sistema de creencias sobre progreso, cultura, educación po­pular y control del espacio urbano" (p.9). El argu­mento central es que la escultura pública fue usada para emitir un claro mensaje político en relación a conceptos como orden, ciudadanía, estado y na­ción: "Los monumentos fueron como faros disci­plinarios, intento de formar y moldear una memo­ria colectiva y de crear un espacio nacional" (p.38). "La escultura del XIX, por medio de su emplaza­miento en lugares considerados públicos, intenta apropiarse de las calles, reclamándolas para el es­tado y para la nación" (p.9). En otras palabras, las esculturas fueron usadas -al igual que otros espa­cios e instituciones- para emitir un discurso normalizador de conductas sociales bajos los moldes "civilizadores" de las elites criollas del

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XIX. De este modo, los proyectos urbanísticos ad­quieren su pleno significado cuando se les analiza en relación con procesos más globales -consolida­ción del estado, formación de la nación- y al interior de estrategias de "ingeniería social" destinadas a moldear las conductas de la gente.

La autora traza con claridad las líneas maestras del uso que el estado hizo de la escultura en su intento por constituir una esfera pública en la Lima del XIX. Más que espacios para el encuentro o diálogo -es decir, espacios democráticos- se trató, nos dice Majluf, del intento de crear espacios su­jetos a la autoridad del estado en los cuales fuera posible "la imposición de un modelo cultural'' (p.17). El carácter excluyente de esos espacios así definidos -un comentarista se refiere a la "escogi­da concurrencia" que visitaría los espacios públicos (p.19)- constituye en realidad el corolario esperable de una concepción también excluyente de la "nación" peruana, esa comunidad que los criollos del XIX imaginaron blanca y europeizada, urbana y burguesa. Para conseguir ese ideal pusieron en práctica di­versas estrategias (educación popular, represión policial, redención por la cárcel), una de las cuales fue el rediseño y apropiación de los espacios pú­blicos en la ciudad. A través de él se buscaba "uniformizar las costumbres", lo que serviría de base "para la paz y el progreso de los pueblos", como sostuvo el diario El Progreso (p.32).

Un aspecto importante de esta apropiación es­tatal del espacio público tiene que ver con el ca­rácter importado de la ideología que la sustentaba. A lo largo del texto queda claro que el ideal dis­ciplinario de las elites limeñas se nutría de conte­nidos culturales importados de Europa, percibidos como la vanguardia de la civilización y el progre­so (ver la notable cita colocada por la autora en la página 27). La seducción por la cultura europea marchaba paralela al desprecio por la cultura indí­gena y en general por todo aquello teñido de color local. Esto motivó no sólo que no se tomara en cuenta la tradición escultórica local, como señala la autora, sino además que no se encuentren si­quiera rasgos del pasado indígena en los temas desarrollados por la escultura. "La nueva nación peruana negaba su historia" (p.33 ). Resulta intere­sante preguntarse porqué, en el ámbito de la es­cultura, no tuvo ningún impacto la apropiación retórica del pasado indígena por parte de la elite criolla, presente -si bien débilmente- en otros ni­veles discursivos como la literatura, por ejemplo 1•

Ver Cecilia Méndez,/ncas sí, Indios no.Apuntes para una historia del nacionalismo criollo en el Perú. Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1993.

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La respuesta tiene que ver con la diversidad de las audiencias y de las estrategias asignadas a cada \Dla de ellas: la pedagogía popular que se reclamaba de la escultura hacía imposible el recmso a sím­bolos ajenos al mensaje de la civilización que se pretendía emitir. En el México del porfiriato, por mencionar lD1 caso de contraste, los proyectos para erigir esculturas en el Paseo de la Reforma in­cluyeron un monumento en homenaje a Cuauhtemoc. Una estatua de Atahualpa en la Lima del siglo XIX resultaría ciertamente inimaginable, a pesar de los reclamos para erigir una a su padre, Huaya Cápac2•

El surgimiento de la preocupación por el "ornato público" como un proceso ligado a la creación de espacios de sociabilidad evidencia los afanes con1rolistas del estado, que convierten así la creación de \Dla esfera pública en lD1 as\Dlto vir­rualmente retórico. El carácter más bien represivo de este proceso se patentiza en la erección de rejas destinadas a progeter las esculruras. ¿Protegerlas contra quién? Pues contra aquellos mismos sujetos a quienes estaba destinado el mensaje que portaban. El estado senúa la necesidad, así, de poner en práctica su misión reguladora y represiva (p.18). Un afán de vigilancia se escondía también detrás de esa obsesión por construir espacios ordenados, higiénicos, controlados: por esa misma época, como sabemos, se construía la penitenciaría de Lima, destinada a erradicar el delito transformando a los criminales en sujetos dóciles y obedientes. La pedagogía del castigo era la última etapa en el proceso de normalización con que el estado bus­caba edificar \Dla sociedad disciplinada.

Hay muchos olTOs temas estimulantes en este breve ensayo -la secularización del espacio públi­co, por ejemplo, como un eje importante en las (conflictivas) relaciones entre estado e iglesia. Las limitaciones de espacio nos impiden dar cuenta de ellos. Sin embargo, nos quedamos pensando, des­pués de leerlo, si esa "ambición frustrada" o esa "acción ilusoria", como llama Natalia Majluf a la obsesión disciplinaria y normalizadora contenida en las esculturas públicas, no necesita ser contras­tada con otra historia, aquella de las gentes a quienes estaba dirigido el mensaje. Hacia el final del ensayo la autora propone "cuestionar la re-

2 Barbara A. Tcnenbaum, "Streetwise History: Toe Paseo de la Refonna and the Porfirian State, 1876-1910", en: William H. Beezley y otros, eds. Rituals of Rule, Rituals of Resistance. Public Ce/ebrations aruJP opularCulture inM exico. ScholarlyResouras, Wilrnington, 1994.

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cepción de estas esculturas en el espacio público", afirmando que lo más probable es que los destina­tarios del mensaje oo se hubieran dejado conven­cer por él (si es que acaso se enteraron de su existencia) (p.38). Nos hubiese gustado que el ensayo indagara más en esa "otra historia": des­pués de todo, las plazas, alamedas y parques fueron escenario no sólo de los Intentos controlistas y pedagógicos del estado, sino también de las prácticas cotidianas de sus usuarios. El propósito disciplinario fue ciertamente resistido por aquellos grupos a quienes en principio debía ayudar a con­trolar y oormalizar. Como en el México colonial descrito por Pamela V oekel -en el que plebeyos, vagablDldos, y otros marginales simplemente ig­ooraban las regulaciones y terminaban orinando al costado del palacio de gobiemo3 , es claro que en Lima las esculturas, plazas y parques oo siempre pudieron desempeñar el rol disciplinario que les había sido asignado. Estamos pues ante \Dlahistoria trunca: proyectos que no se concretan, discursos que no cuajan, mensajes no atendidos. Una mirada "desde el otro lado" nos habría permitido seguir el rastro a la conducta social de aquellos limeños y limeñas desobedientes y desordenados -artesanos, vendedores ambulantes, trabajadores evenruales, jornaleros, sirvientes, vagos y mendigos- que desafiando las regulaciones se apropiaban de plazas, alamedas, mercados y chinganas, desarro­llando en esos espacios \Dla cultura pública cuyos contornos cooocemos muy poco y que, sin duda, desempeñó también un importante rol en ese proceso de redefinición del espacio público del que nos ha hablado, con tanta solvencia, Natalia Majluf.

Carlos Aguirre

3 "Peeing on lhe Palace: Bodily Resistance to Bourbon Refonn in Mexico City", Journal of Historical Sociology, vol. 5, n"2, jwiio 1992.

RAPPAPORT, Joanne. Cumbe Reborn. An Andean Ethnography of Hlstory. University of Chicago Press. Chicago, 1994. 245 pp.

En este libro, la autora de The Politics of Memory: Native Historical lnJerpretation in the Colombian Andes (Cambridge University Press, 1990) examina las distintas formas en que los cumbales -habitantes de la parcialidad indígena de Cumbal, siruada en el norte de la frontera con Ecuador, en el departamento de Nariño, Pasto- se

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Reseñas

vuelven a apropiar de su pasado y "reinventan sus tradiciones". A través de un análisis etnográfico e histórico, Rappaport intenta descubrir distintas formas de elaboración de una conciencia histórica que sirve de base para una identidad indígena de los cumbales.

El libro consta de siete capítulos en donde se destaca la importancia de la ley; según la autora, ley o derecho es sinónimo de historia en Cumbal. En el primer capítulo, Ley e Identidad Indígena, declara que la defmición de identidad indígena se origina en la figura legal elaborada en la capital pero que ha sido internalizada por los comuneros. A través de ciertas figuras del pasado como la de Juan Bautista Cuaicual, los cumbales representan y objetivan "su cultura". Menos convincente es su hipótesis sobre como la historia en Cumbe se da en forma cíclica y el tiempo se organiza en forma de "constelaciones" de imágenes cuyos motivos claves están estructurados según un modelo de seis secciones (p.4 7) porque se basa en afirmaciones de la literatura etnográfica andina de los años 70 en otros lugares de los Andes. Rappaport podría hacer un análisis más detallado de esta concepción del tiempo en Cumbal. El contraste establecido sugiere que la historia oficial o "no andina" no se corrige o transforma dada esta naturaleza cíclica y estructurada. De este modo, la autora establece una diferencia esencial y exotizante entre la histo­ria con "h" mayúscula y aquella con núnúscula, cuando tal vez debería dar mayor énfasis a la naturaleza de la reinvención del pasado. Los "memoristas" de Cumbal no distinguen entre his­toria comunal y narrativas de experiencia perso­nal, pero sí entre cuentos e historias.

Rappaport destaca la importancia de los docu­mentos legales como importantes fuentes de in­formación que le pernúten explorar las razones de esta reafirmación cultural y las fuerzas que la pro­mueven detrás de los líderes organizados en el cabildo. El proceso de ocupación de tierras, que los cumbales llaman "recuperación", se apoya en documentación histórica que data del siglo XVII. El gobierno las llama "invasiones". Dado que la ley estipula que sólo los indios tienen derecho a conseguir protección comunal, el proceso de resurgimiento de una identidad étnica les pcrnúte a los cumbales calificar su institución comunal como "resguardo", las corporaciones de tierra que gozan de autonomía política y título a las tierras concedido por la Corona en el siglo XVID. Los miembros del "resguardo" son "comuneros" y poseen derechos de uso a las parcelas.

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Rappaport centra su atención en la intelec­tualidad local: narradores de historias que tienen acceso a diversas fuentes históricas orales y escri­tas y además de la habilidad de interpretación de dicho material. La autora trata de diferenciar entre la memoria popular histórica de las narraciones históricas puesto que la primera no está hecha de narrativas continuar y dudosamente elaboradas sino de una serie de imágenes incompletas que se pre­sentan en detalles de la vida cotidiana.

La historia de las disputas de tierras durante la Colonia, que culminó con la dación de tierras bajo la figura de "resguardo" provee el marco de cono­cimiento del pasado que motiva la acción política a través de la encamación de la memoria del líder Cumbe en otros líderes políticos de Cumbal. Se­gún Rappaport, Cumbe renace cada vez que un historiador local elabora una historia sobre él, y el libro intenta explorar como se produce dicho "renacimiento"; para ello se dedica a estudiar tres temas, los cuales presuponen una radical reevaluación del tipo de información que debe ser recogida para el estudio de conciencia histórica y que -añade- deben ser tomados como material etnográfico. Estos tres temas son: 1) Construcción de una identidad étnica indígena en donde trata de determinar los factores que contribuyen a la defi­nición de la lndianidad Cumbal; 2) Separación entre oralidad y escritura. A través del estudio de documentos legales se observa la combinación y superposición de géneros: orales, letrados y no verbales; 3) Uso de una metodología histórica; métodos para el estudio de una conciencia histó­rica. En este punto la autora reafmna la importan­cia de interpretación de los documentos legales dentro de marcos culturales y políticos para el estudio etnográfico que ha privilegiado la infor­mación oral.

Un detalle interesante es el de la decisión de entregar a las autoridades de la comunidad no sólo el texto terminado del trabajo sino las cintas y transcripciones de las entrevistas, así como las notas de can1po del archivo de investigación de Quito, Bogotá y Popayán. Esta decisión a su vez le permitió a las voces de otros residentes -mujeres y jóvenes- no activos en el cabildo. A su vez este voto de confianza Je permitió aún mayor acceso a los archivos del cabildo y a reuniones en donde se tomaban decisiones políticas basadas en estrategias históricas . Si bien es común entregar las publi ­caciones a la comunidad estudiada, es bastan le raro entregar todo el material de trabajo antes de ser procesado. Rappaport Jo entrega y estudia la re­acción de los cumbales, pero también se da cuenta

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de las nuevas posibilidades en cuanto a acceso a información suplementaria. Pensamos que estas posibilidades también podrían haberle sugerido la idea de hacer un estudio más minucioso de las di­ferentes formas de poder dentro de Cumbal y de la participación política de los diferentes miembros de Cumbal.

De cualquier modo, el trabajo de Joanne Rappaport constituye un aporte de valor en donde una vez más trata de ampliar la noción de "cultura andina" fuera del foco de estudios basados en la realidad cuzqueña Asimismo, el llamado para que los antropólogos hagan un mejor uso de las fuentes escritas es digno de mención. Rappaport analiza temas muy trabajados en la antropología norte­americana en diferentes áreas del mundo tales como el de invenciones culturales, nacionalismo, resistencia, colonialismo, discursos de la intelectualidad campesina, etc. Todos ellos cons­tituyen un ejercicio positivo para \Dla comprensión más global de formas locales de hacer historia y sus conexiones con propósitos específicos que permiten a los residentes de un lugar como Cumbal conseguir derechos específicos sobre la tierra a través de la reafinnación de su propia historia india.

PaJricia MaJhews

The Huarochirí Manuscript. A Testament of Anclent and Colonial Andean religlon. Tra­ducción del Quechua por Frank Salomon y George L. Urioste. University ofTexas Press, Austin, 1991.

The Huarochlrí Manuscrlpt es una nueva traducción al inglés de la relación quechua de Huarochirí, la cual, como se sabe, constituye una de nuestras fuentes más ricas sobre religión y mi­tología andinas antiguas, a la par que un testimo­nio temprano y hermoso de literatura quechua. El libro consta de un ensayo de Frank Saloman. se­guido de la versión inglesa de la relación, realiza­da por ambos autores pero con notas de Frank Saloman, que contribuyen eficazmente a aclarar la comprensión del texto por un público no espe­cialista. Al final viene una transcripción paleográfica del original hecha por George Urioste.

En su ensayo, Frank Saloman se propone ofrecer una visión sintética del contenido de la re­lación quechua. El ensayo es particularmente cla­ro y resulta muy sugerente en cuanto a temas que quedan por investigar. Entre otras muchas cosas, el autor señala por ejemplo la analogía de organiza-

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ción, estilo y temas tratados entre la relación quechua de Huarochirí y la Biblia. ¿Se debe a \Dl interés de parte de Avila de encontrar analogías entre ambas tradiciones culturales? ¿o a una situa­ción de autonomía con sumisión a un estado mayor que ponía a la población de Huarochirí en un contexto análogo al de los antiguos hebreos? ¿o será que el autor indígena estaba reconceptualizando la religión de sus antepasados en los términos de la religión cristiana, con el objetivo de dignificar la historia religiosa indígena? Al parecer, el autor se inclina por esta última hipótesis, aunque sin pro­poner mayores argumentos (Pág. 3). Sitúa justa­mente la redacción de la relación quechua en \Dl momento de la historia andina en el cual cronistas nativos como Guarnan Poma o Pachacuti Y amqui obrarían por una revaloración de la cultura y el pasado andinos, cristianizándolos (pág. 3). Estamos aquí ante otro problema apasionante a\Dlque toda­vía lejos de estar resuelto, contrariamente a lo que deja pensar Frank Salomon. En cuanto a Pachacuti, por ejemplo, un estudio reciente de Pierre Duviols (1993) demuestra que la reconceptualización de la historia prehispánica obedece a otros objetivos. Finalmente, el autor retoma la feliz idea del glosario de conceptos claves de la religión andina, que Gerald Taylor había inaugurado en su edición. El glosario de Frank Salomon, sin embargo, no está hecho en \Dla perspectiva filológica -de hecho faltan definiciones de los términos y un examen de sus empleos en las fuentes antiguas. Es más bien un plDlto de partida para lanzar algunas hipótesis sobre temas de importancia para la etnohistoria andina.

Por motivos de espacio, centraremos nuestro comentario en los problemas más interesantes que plantea el libro, que son los de la traducción, es decir de la interpretación del texto quechua. No podemos entrar aquí en detalles. Publicaremos en otro lugar un examen crítico más detallado de la presente traducción.

En primer lugar hay que señalar que resulta incómodo que el original quechua no figure frente a la traducción sino al final del libro. Nos parece que una edición bilingüe tiene por objetivo permi­tir el control de la traducción a partir del original o ayudar a leer directamente el texto en la lengua ayudándose de la traducción, máxime si se trata de un libro destinado a un público de estudiantes en cuestiones andinas que generalmente no dominan muy bien el quechua pero sí deben aprender a acceder a las fuentes en su idioma original. En efecto, como lo mencionan los autores, se trata de una edición destinada a un público más amplio que el de los etnohistoriadores (p. 29).

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Reseñas

La versión inglesa produce de entrada una impresión de extrañeza. Los traductores son per­fectamente conscientes de ello y explican que ello se debe a que "este texto es intraducible en el sen­tido habitual y tal vez un poco más intraducible que la mayoría de los textos" (pág. 29). Por nuestra parte creemos que una traducción no consiste en traducir palabras sino contenidos textuales y que, por lo tanto, cualquier texto es traducible, aunque le puedan faltar al lector de la traducción conoci­mientos culturales para entenderla satisfactoria­mente. Frank Salomon y Georges Urioste, por su parte, han tomado muchas veces el partido de una literalidad no sólo "extraña" con respecto a las normas del inglés sino también poco clara. Un ejemplo de ello es la traducción de kawsasqankuna por "the life they lived" o "the lives lived" (por los antepasados). En realidad kawsasqankuna designa en esos contextos un conjunto de costumbres propias de un grupo étnico, establecidas por la gesta de los primeros antepa­sados del mismo y transmitidas de generación en generación (faylor, 1987: 29). En castellano se habla de "tradiciones" y en inglés de "traditions" para referirse a eso. En el original como en la tra­ducción, el conocimiento de la cultura andina es el único que puede damos una idea de lo que los indígenas entendían por kawsasqankuna o "tra­diciones". No creemos que en inglés se use la ex­presión "the !ives lived" ni que ésta informe al lector acerca de lo designado por kawsasqankuna.

Por otra parte, los autores perciben en el estilo de la relación rasgos típicamente orales, como por ejemplo el empleo del discurso directo y lo tradu­cen por un estilo directo en inglés. Este dispositivo en quechua no nos parece característico de un estilo oral. Constituye un rasgo que pertenece a la len­gua misma y aun en un texto eminentemente es­crito y literario sería extremadamente difícil evi­tar el empleo de tales estructuras. Por lo tanto, el discurso directo quechua no equivale al discurso directo inglés o castellano, no produce el mismo efecto. Mientras en quechua es absolutamente natural en cualquier tipo de texto, escrito u oral, en inglés resulta extremadamente coloquial. Tra­ducir "chaysi animanri [ ... ] sio nispa pahuac carean" (párrafo 358) por 'Toe dead person 's spirit [ ... ] would fly away, saying "Sio!" traiciona el tono del original quechua y suena incongruo en un tratado o una relación de inicios del siglo XVII. Más próximo al quechua nos parece por ejemplo "su ánima echaba a volar produciendo un ruido sibilante", para retomar la traducción de Taylor.

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Mucho más perjudiciales resultan los no pocos contrasentidos que figuran en la traducción, sobre todo tomando en cuenta que la versión anterior de Gerald Taylor no los tiene. Ello es particularmen­te crucial cuando se trata de conceptos tan centra­les en la religión andina antigua como kamay, pacha o llaqta, por ejemplo. Daremos rápida­mente algunos ejemplos.

En su glosario, Frank Salomon hace suyas las conclusiones de Taylor acerca de los derivados del verbo kama-, en un contexto religioso andino. En la traducción del texto sin embargo, no parece que se ha tomado en cuenta lo que Salomon expone en su ensayo. En algunos contextos claramente indí­genas se traduce kama- por "to fashion" "mode­lar", es decir de acuerdo a un empleo cristiano del término. Por ejemplo: cay runas canan tucoy llactacunacta carnarcan "Yet it was this man who fashioned all the villages" (párrafo 9), o caymi yngacta camahuarca(n) ñispa "lt is he who made us Inca!" (párrafo 276). Al revés, en varios con­textos cristianizados, donde obviamente kamay tiene el sentido de "crear", los autores lo traducen varias veces por "to empower" o "to gave shape and force" (párrafo 199). ¿Se debe a una falta de coordinación entre los dos traductores o se ha repetido en la introducción, sin entenderlo a cabalidad, lo que escribe Taylor en su glosario?

La interpretación de pacha es otro buen ejem­plo de lo mismo. Retomando también las conclu­siones de Taylor, Salomon afirma que "Huarochirí people called the world and time together pacha, an untranslatable word that simultaneously denotes a moment or interval in time anda locus or extension in space -anddoes so,more, atany scale" (pág. 14). Sin embargo, en contextos particulares, los tra­ductores a menudo no aciertan, como al traducir Pachacamac como "World Maker" (Pág. 10) -lo cual delata también una incomprensión del sentido de camac en este contexto- y al explicar que ''The great coastal deity Pacha Camac bears in his very name -'Camac of space and time' - an all-embracing function as the vitalizer of worldwide realities" (pág. 16). Creemos que pacha no significa aquí "mundo" ni menos "tiempo y espacio" sino "sue­lo", lo cual ya había sido visto por Taylor (1974-76: 235), por no citar a otros autores, coloniales y modernos. Visiblemente los traductores tienen di­ficultades para dirimir lo que es el significado de un término en la lengua y los diversos empleos y sentidos que puede tomar en contextos particulares.

Algo semejante ocurre con la entrada llacta del glosario de Salomon, donde, siguiendo a Taylor se explica que esa voz puede designar tanto al pueblo,

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como colectividad humana, como al ancestro pro­genitor y protector del mismo. En la traducción de la relación, sin embargo, esta voz aparece siempre traducida por "village", aun en contextos donde designa claramente al huaca tutelar (párrafo 200).

Llama la atención el que, en la entrada kamay del glosario, más que ampliamente inspirada en los trabajos de Gerald Taylor, éstos no aparecen cita­dos como fuente de las afirmaciones de Salomon. Recién los vemos mencionados en la nota 710 del capítulo 30. En el glosario, la única alusión cons­tituye una crítica a las conclusiones de un artículo de Taylor sobre ese concepto publicado en 1974-76. Salomon atribuye a Taylor haber minimizado el carácter material del camay. Volviendo a leer el artículo mencionado nos damos cuenta de que no ha dicho tal cosa sino más bien todo lo contrario ...

El trabajo de Taylor tampoco aparece ci­tacfo en las entradas llacta y pacha del glosario de Frank Salomon, cuando éste retoma en realidad punto por punto todas sus conclusiones. Obvia­mente no es posible, sobre todo en la presentación general de un texto destinado a no especialistas, citar sistemáticamente a todos los que han contri­buido en algo al conocimiento de la materia tratada. Sin embargo, sobre aspectos tan esenciales para la comprensión del tema como los que hemos men­cionado, no nos parece justo que el trabajo decisi­vo llevado a cabo por otros quede hasta tal punto ocultado, mientras otras contribuciones, sin duda muy valiosas pero tQcantes a aspectos menos cen­trales, sí están debidamente atribuidas a sus autores.

Tampoco faltan interpretaciones morfológicas erradas donde Taylor sí había acertado. Un solo ejemplo: la oración transcrita en ambos libros como sapam hucmi churin ñin es traducida por Salomon como'" each one of them is his child' people say" (9.113) y por Taylor como "en cada [comunidad se] declara hijo de Pariacaca a un [héroe] diferen­te" (9 .11). Pese a la normalización propuesta por Taylor, (Sapam "hukml churin" ñin), que deja aparecer claramente la estructura morfosintáctica sin ambigüedades de esa oración, Urioste y Salomon visiblemente no la han entendido. Sólo en lo tocante a los capítulos 1 y 9, hemos detec­tado otros dos errores de interpretación morfológica en el mismo párrafo así como en los

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párrafos 114, 122, 133, y en la nota 3 y 33. Tam­poco nos parece que la traducción "we are all of one birth" de huc yuric canchic (párrafo 116) sea convincente, frente a la de Taylor "Nosotros per­tenecemos todos a linajes diversos" (9: 28). Lo mismo podemos decir del párrafo 278.

Ciertamente, un trabajo tan arduo y extenso como el de traducir la relación quechua de Huarochirí no puede carecer de errores. Es lamen­table, sin embargo, que una traducción incurra en contrasentidos donde autores anteriores -como también Galante y Arguedas- sí habían acertado, más todavía cuando los trozos mal interpretados a menudo son los que más comprometen nuestra comprensión de la mitología de Huarochirí.

En todos los aspectos el libro carece de un tra­bajo de investigación. Un caso significativo se nos ofrece cuando, al encontrar el término pucutay en el capítulo 26 (párrafo 350), Salomon y Urioste no lo pueden identificar: "asila pucutay 'a little puff of fog ': 'fog' supplied; -lay unexplained" (nota 26). Manifiestamente no han visto que pucutay es uno de los pocos términos que caracterizan el léxico de los dialectos quechua 1, frente a puyu en todos los dialectos quechua 2. Pukutay se encuentra en numerosos diccionarios modernos, empezando por el de Parker y Chávez, que constituye uno de los más básicos libros de referencia sobre esa varie­dad. Y a que por lo visto Frank S alomon no domi­na el tema, las referencias a un sustrato quechua 1 que se hacen en las páginas 30-31 proceden todas del trabajo de Taylor, sin que éste, una vez más, aparezca citado.

The Huarochlrí Manuscrlpt no representa un avance en la historia de las versiones a distintos idiomas del texto quechua, al contrario. Los auto­res se han lanzado en la necesaria y urgente tarea de hacer una edición para un público no especialista y les honra haber intentado hacer su propia traduc­ción. Pero no parecen haber tenido plena concien­cia de los retos que suponía tal empresa Sin in­vestigación no hay buena traducción posible de un texto cultural y lingüísticamente tan problemático y complejo como la relación quechua de Huarochirí.

César ltier

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