Populismo y Cultura Politica

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MONOGRFICO: DEMOCRACIAS ANDINAS?(COORDINADO POR H. C. F. MANSILLA)Notas introductorias sobre el populismo y lacultura poltica en el rea andina de AmricaLatinaH. C. F. MansillaAcademia de Ciencias de Bolivia1. Intentos de caracterizacinNo existe unanimidad en la literatura cientfi ca en torno a una defi nicindel populismo. En un texto clsico referido a Amrica Latina, Alistair Hennessycalifi c el populismo como el sistema organizativo para sincronizar grupos deintereses diferentes, con un liderazgo eminentemente carismtico proveniente dela clase media desarraigada. Hennessy subray la naturaleza manipuladora de ladirigencia populista, pues la comunicacin interna (en el interior de la organizaciny tambin en el seno de los grandes movimientos de masas) sera siempre unidireccional:del lder al pueblo. Dentro del partido los militantes tienen en realidadpoco que decir. La mayora de los adherentes del populismo estara compuestapor aquellas personas expuestas directamente (en cuanto vctimas) a los grandesprocesos de cambio acelerado (urbanizacin, modernizacin, globalizacin).Conformaran la masa disponible, proclive a ser manejada arbitrariamente porla jefatura partidaria1. Teniendo en cuenta partidos y movimiento populistas delos ltimos sesenta aos se puede decir que los adherentes de estos partidos ymovimientos tienen en comn su anhelo de reducir los privilegios de las clasesaltas tradicionales y ensanchar su propia base de derechos, pero articulan estasdemandas por medio del aparato partidario y segn las visiones, la ideologa y losdesignios polticos de este ltimo. El partido o movimiento adquiere el carcterde un hogar, en el cual todo tiene su lugar conocido y donde la jefatura adoptafcilmente un rol paternalista y ejerce una funcin pedaggica.En un estudio importante, Peter Worsley analiz detenidamente la ideologapopulista, llegando a la conclusin de que esta es ante todo anti-elitaria yanti-intelectual. Su comprensin no exige grandes esfuerzos tericos a ningnsimpatizante o militante. En el fondo se reduce a una visin dicotmica de todaactividad poltica: patria / antipatria, amigos / enemigos, los de adentro contra1 Alistair Hennessy, Amrica Latina, en: Ghita Ionescu / Ernest Gellner (comps.), Populismo. Sussignifi cados y caractersticas nacionales, Buenos Aires: Amorrortu 1970, pp. 39-80, especialmentepp. 39-42.Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofa, Poltica y Humanidades, N 22. Segundo semestre de 2009.Pgs. 85-98.Araucaria22-CP-.indd 85 07/09/2009 9:38:5486 H. C. F. Mansillalos de afuera. No acepta la concepcin marxista de la lucha de clases. El enfoqueest destinado al hombre simple, al campesino pobre o al clsico descamisadoperonista. Pese a la existencia de dilatados aparatos partidarios, los adherentes ymilitantes de base presuponen a menudo un nexo directo de la masa con el ldersin pasar por instancias institucionalizadas del partido o de la organizacin2. Losregmenes populistas implementan en general programas modestos de asistenciasocial, pero bien publicitados y mejor vendidos a la llamada opinin pblicapopular. Ellos conocen el valor real del espectculo circense.En una resea muy informativa en torno a diversos enfoques tericos, Carlosde la Torre caracteriz al populismo como una estrategia poltica para alcanzarel poder; sus lderes buscan el apoyo directo, no mediado por instituciones nireglas, de un gran nmero de seguidores en principio desorganizados. Ideologasy programas juegan un papel secundario, por lo cual resulta difcil clasifi car alos experimentos populistas dentro del espectro convencional de izquierdas yderechas. Los movimientos populistas son como pulsiones bsicas, inherentes atodo ejercicio democrtico: representaran la fase redentora frente a los periodospragmtico-administrativos del mismo. La etapa redentora abarcara la exaltacindiscursiva del pueblo y el entusiasmo de gente habitualmente poco interesadaen cuestiones pblico-polticas. En todo caso, las pulsiones populistas dejaran aldescubierto las carencias, los silencios y los errores de la democracia liberal3.En un brillante ensayo Loris Zanatta demostr que los movimientos populistaspresuponen un orden ms o menos democrtico, donde la demanda de ampliarel espacio pblico-poltico y extender la ciudadana poltica y social se convierteen plausible y luego en apremiante. En muchos casos los movimientos populistassurgen como promesas de rescate de una soberana popular presuntamenteincautada por la lite tradicional. Lo comn a los distintos populismos seran lainclinacin antipluralista, la tendencia anti-elitista, el imaginario quasi-religiosoy la funcin integradora. Esta ltima se manifi esta en el intento de restableceruna armona primigenia que dormita en el alma colectiva, amenazada por losefectos corrosivos y cosmopolitas de los procesos de modernizacin. El populismoconstituira una forma actualizada de un sentimiento esencialmente conservador yreligioso, basado en una solidaridad mecnica y dirigido contra la sociedad abiertay plural del presente y contra los elementos distintivos del liberalismo4.2 Peter Worsley, El concepto de populismo, en: Ionescu / Gellner (comps.), op. cit. (nota 1), pp.258-304, especialmente pp. 293-294.3 Cf. el instructivo texto de Carlos de la Torre, Por qu los populismos latinoamericanos seniegan a desaparecer?, en: ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS DE AMRICA LATINA Y ELCARIBE (Tel Aviv), vol. 19, N 2, julio-diciembre de 2008, pp. 7-28, aqu p. 10 sq.4 Loris Zanatta, El populismo, entre religin y poltica. Sobre las races histricas del antiliberalismoen Amrica Latina, en: ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS DE AMRICA LATINA YEL CARIBE, vol. 19, N 2, julio-diciembre de 1008, pp. 29-44, aqu p. 30 sq., 33, 47.Araucaria22-CP-.indd 86 07/09/2009 9:38:55Notas introductorias sobre el populismo y la cultura poltica... 87Otros autores han analizado la paradoja siguiente. La democratizacin incipienteque precede al populismo y el proceso de politizacin autnoma de lasmasas llevan a una diversidad de puntos de vista, a una pluralidad de interesesy, por ende, a una variedad de lneas polticas. Pero segmentos importantes dela poblacin, que no son los favorecidos del proceso de modernizacin o quecreen ser las vctimas del mismo perciben la pluralidad ideolgica como algoincmodo y hasta amenazador. Todos los modelos populistas propugnan, en consecuencia,la homogeneidad como norma, el uniformamiento poltico-partidariocomo meta, el organicismo antiliberal como factor estructurante5. Es indudableque esta constelacin favorece aspectos tradicional-autoritarios de la mentalidadpopular, que tienden paulatinamente a endurecerse. El poder de las imgenesdecretadas desde arriba, la fuerza hipntica y carismtica del lder, el alcance yla cobertura de los medios modernos de comunicacin, la facilidad de manipulara masas intelectual y culturalmente mal formadas y el sentimiento de gratitud deestas mismas a un gobierno que les ha brindado algunas ventajas produce unaamalgama poderosa, ante la cual la defensa de los derechos humanos, la libertad deexpresin y el pluralismo ideolgico emergen como fenmenos de segundo rango,como factores prescindibles de un orden ya caduco, como antiguallas liberales deuna poca pretrita superada ampliamente por la historia contempornea.En el contexto actual (de una considerable distancia entre las pretensionesprogramticas del populismo y la modestia de sus resultados prcticos) es tilreferirse muy brevemente a la diferencia entre populismo y neopopulismo6. Elpopulismo que podemos llamar clsico (cuyo ejemplo paradigmtico fue elrgimen de Juan Domingo Pern en Argentina, 1943-1955) logra desplazar ala oligarqua poltica tradicional de las fuentes del poder poltico, fomenta laascensin de nuevos sectores sociales, posee una fuerte voluntad de reformasy est asociado a la posicin preponderante del sindicalismo. El neopopulismoen cambio favorece pactos, as sea encubiertamente, con los estratos privilegiadosy exhibe una dbil voluntad de reformas autnticas, pese a una retricaradical. En el neopopulismo el sindicalismo autnomo est constreido a un rolsubordinado, mientras que partidos y movimientos de esta tendencia postulan,en contraposicin a las doctrinas marxistas, una alianza de clases sociales, unmodelo mixto de economa y una ideologa nacionalista (y no un programa dela emancipacin del gnero humano mediante la dictadura transitoria de la claseobrera). Los regmenes populistas del presente, como los existentes en Bolivia,Ecuador, Nicaragua y Venezuela, exhiben rasgos de ambos modelos, lo que hace5 Frdrique Langue, Petrleo y revolucin en las Amricas. Las estrategias bolivarianas de HugoChvez, en: REVISTA VENEZOLANA DE CIENCIA POLITICA (Mrida), N 29, enero / junio de2006, pp. 127-152, especialmente p. 140.6 Cf. Guy Hermet et al. (comps.), Del populismo de los antiguos al populismo de los modernos,Mxico: El Colegio de Mxico 2001; Felipe Burbano de Lara (comp.), El fantasma del populismo.Aproximacin a un tema (siempre) actual, Caracas: Nueva Sociedad 1998.Araucaria22-CP-.indd 87 07/09/2009 9:38:5588 H. C. F. Mansillaalgo superfl ua esta distincin entre populismo y neopopulismo. En este textose usar el concepto relativamente amplio de populismo para englobar ambosfenmenos, como es lo habitual en estos pases.2. Populismo y cultura poltica tradicionalEn Amrica Latina en general y en la zona andina en particular se puedeobservar un fenmeno recurrente, ya estudiado por las ciencias sociales: losavances en la educacin de corte democrtico y la ampliacin de la vigencia delos derechos humanos suceden a veces paralelamente a un renacimiento (1) dela aun vigorosa tradicin cultural del autoritarismo, (2) de corrientes indigenistasy (3) de movimientos populistas teidos de nacionalismo y socialismo7. Todosestos movimientos poseen rasgos externos de una gran visibilidad simblica.Sus caractersticas pblicas estn concebidas para el consumo popular masivo,y no siempre tienen una signifi cacin profunda y duradera. En Ecuador,Bolivia y Venezuela la constelacin actual es confusa a primera vista porque elmovimiento populista tiene la reputacin de encarnar la progresividad histricay una autntica modernizacin segn las verdaderas necesidades del pas. Estaopinin est muy difundida en las sociedades andinas y, lamentablemente, tambinen crculos de la cooperacin internacional y la opinin pblica europea.Al mismo tiempo el populismo del presente fomenta de manera muy efectivaactitudes, valores y normas que denotan una propensin a lo antidemocrtico,iliberal y antipluralista y un talante anticosmopolita, provinciano y nacionalista.En ciertos pases la evidencia emprica8 ha mostrado la coexistencia de nuevasorientaciones democrticas junto con viejas normativas autoritarias: las mismaspersonas que apoyan la democracia persisten en practicar valores autoritarios, yviven as entre dos mundos9.En la regin andina el Estado de derecho no ha adquirido una carta segura deciudadana; las actuaciones legales del Estado siguen sometidas en gran escala aconsideraciones de oportunidad y a los vaivenes del poder poltico. Las defi cien-7 Sobre los diferentes populismos (el clsico, el neopopulismo, etc.) cf. Nikolaus Werz, Alte undneue Populisten in Lateinamerika (Viejos y nuevos populistas en Amrica Latina), en: NikolausWerz (comp.), Populismus. Populisten in bersee und Europa (Populismo. Populistas en ultramary Europa), Opladen: Leske-Budrich 2003, pp. 45-64; Andrs Ortiz, Populismo y transnacionalidad.Una hiptesis sobre el liderazgo de Chvez y Correa, en: ECUADOR DEBATE (Quito), N 73,abril de 2008, pp. 63-75.8 Cf. dos investigaciones basadas en evidencia emprica, que son indispensables para entenderla actual cultura poltica boliviana: Mitchell A. Seligson et al., Auditora de la democracia. InformeBolivia 2006, Cochabamba: Ciudadana / LAPOP / Vanderbilt University 2006; Daniel E. MorenoMorales (comp.), Cultura poltica de la democracia en Bolivia 2008. El impacto de la gobernabilidad,Cochabamba: Ciudadana / LAPOP / Vanderbilt University 2008.9 Jorge Lazarte, Entre dos mundos. La cultura poltica y democrtica en Bolivia, La Paz: Plural2000, p. 110, 115.Araucaria22-CP-.indd 88 07/09/2009 9:38:55Notas introductorias sobre el populismo y la cultura poltica... 89cias del Estado de derecho consolidan la cultura poltica tradicional, caracterizadapor factores patrimoniales, paternalistas, centralistas y, sobre todo, autoritarios.De este modo la comprobacin emprica ha confi rmado las intuiciones de historiadores,ensayistas y escritores acerca de un sustrato intolerante, autoritario,colectivista y centralista que obviamente no pertenece a la esencia de la identidadnacional es dudoso que tal cosa metafsica realmente exista , pero que infl uyedesde larga data sobre el quehacer poltico de la nacin.Se puede argir, evidentemente, que los procesos de modernizacin tcnicoeconmicay de globalizacin cultural, en los cuales el rea andina est inmersadesde hace dcadas, han infl uido de modo positivo sobre el funcionamiento de laadministracin pblica y sobre los estilos de hacer poltica, de manera que no podrasostenerse la tesis de la naturaleza premoderna de las prcticas socio-polticasandinas. La realidad es ms compleja. En las ciencias sociales se conoce bastantebien el fenmeno siguiente. Los cambios en la dimensin del comportamientoindividual y colectivo son por naturaleza muy lentos y no coinciden necesariamentecon modifi caciones en los terrenos de la economa y la tecnologa, porms profundas que sean estas ltimas. Uno de los rasgos centrales de la historiacontempornea del Tercer Mundo consiste justamente en que la adopcin delprogreso tecnolgico, la introduccin de la economa de libre mercado, la utilizacinde los sistemas ms avanzados de comunicaciones y la importacin delarmamento ms sofi sticado pueden tener lugar en medio de la preservacin derutinas culturales que vienen de muy atrs y que mantienen su preeminencia enlos campos de la poltica, el tratamiento efectivo de las leyes, la relacin cotidianadel ciudadano con los poderes del Estado y la vida familiar e ntima.El ncleo profundo de la ideologa de los partidos populistas es, como yase mencion, una doctrina elemental para tomar y consolidar el poder poltico;todos los oropeles revolucionarios, indigenistas y nacionalistas representan unespectculo, obviamente imprescindible, para ganar adherentes internos y parasatisfacer las expectativas, a veces muy curiosas, de los donantes externos y dela opinin pblica europea. No son ideologas programticas en sentido estricto,que pudieran contribuir a inspirar y a moldear grandes procesos revolucionarios.Notables movimientos de masas, como los actuales partidos populistas del reaandina, postulan polticas pblicas justas (para las mayoras siempre explotadas),envueltas en un discurso moderno y convincente. Parecen, por ende,encarnar concepciones progresistas para reorganizar la sociedad respectiva ysoluciones anti-elitistas a los problemas de desarrollo (la refundacin del pasrespectivo, por ejemplo). Estos aparatos ideolgicos reproducen, empero, prcticasconsuetudinarias para manipular a las masas, reiteran programas y planesdesautorizados por la historia y revigorizan rutinas irracionales adversas al Estadode derecho actual. La formacin de las decisiones y voluntades polticas en elseno de los partidos gobernantes en Bolivia, Ecuador y Venezuela es verticalistaAraucaria22-CP-.indd 89 07/09/2009 9:38:5590 H. C. F. Mansillaen el sentido de que los de arriba conciben y ordenan y los de abajo obedeceny cumplen; si existieran opiniones divergentes, estas se evaporan rpidamenteante la intervencin concluyente de las instancias superiores. Las marchas,manifestaciones y bloqueos protagonizados por miles de adherentes de aquellospartidos, que acuden en grandes cantidades a los lugares de concentracin, sellevan a cabo slo si estos adherentes reciben la orden correspondiente, el alicientefi nanciero y la amenaza clara en caso de desobediencia; sin el modesto apoyopecuniario las actividades masivas voluntarias seran mucho ms reducidas. Esdecir: las actividades masivas de los partidos populistas no son expresiones ydecisiones espontneas del pueblo, sino estrategias framente planifi cadas porlas dirigencias de esos partidos, destinadas a conseguir objetivos que las masasgeneralmente ignoran.La experiencia histrica nos seala que las preocupaciones prevalecientesde las jefaturas y los idelogos populistas estuvieron y estn centradas en elcontrol e indoctrinacin de los adherentes, en la conquista del poder poltico,en atribuir al Otro por excelencia (la oligarqua, los pases imperialistas, losdisidentes) la responsabilidad por todo lo negativo, en programas de asistenciasocial y, ocasionalmente, en ambiciosos intentos de modernizacin acelerada.Pero ninguno de ellos ha mostrado inters por difundir una educacin polticacrtica, por analizar adecuadamente el pasado, los valores contemporneos deorientacin y las pautas normativas de comportamiento o por divulgar una culturaracional-moderna de la legalidad. El mismo Estado de derecho jams form partede los designios populistas de ningn pas. Estas cosas son consideradas comominucias sin importancia de la burguesa moribunda. Ms bien: la tentacin deformular promesas irrealistas, el vituperio radical de los adversarios, la prcticade la improvisacin a todo nivel y la demagogia ininterrumpida representan lasprcticas ms usuales de los liderazgos populistas. En el fondo, es una tendenciaa la desinstitucionalizacin de todas las actividades estatales y administrativas.Esta desinstitucionalizacin afi anza paradjicamente el poder y el uso discrecionaldel aparato estatal por parte de la jefatura populista. Este acrecentamiento delpoder de los arriba (con su correlato inexorable: la irresponsabilidad) slo ha sidohistricamente posible a causa de la ignorancia, la credulidad y la ingenuidadde los de abajo.La combinacin de una base autoritaria rutinaria con impulsos de la tradicinsocialista antidemocrtica e iliberal ha engendrado una recuperacin delas tradiciones polticas autctonas, colectivistas y antipluralistas, que ahora seexpanden nuevamente por la regin andina y otras regiones de Amrica Latina.Todo esto ha producido un crecimiento considerable del potencial electoral delos partidos populistas10. El populismo nacionalista e indigenista, que en Bolivia10 Para una visin diferente cf. Leticia Heras Gmez, Cultura poltica y democratizacin enAmrica Latina, en: REVISTA DE CIENCIAS SOCIALES (San Jos), N 103-104, enero-junio de2004, pp. 23-37; Flavia Freidenberg, La tentacin populista. Una va al poder en Amrica Latina,Araucaria22-CP-.indd 90 07/09/2009 9:38:55Notas introductorias sobre el populismo y la cultura poltica... 91y Ecuador ha desplegado sus alas en los ltimos aos criticando exitosamentea la democracia representativa occidental, ha signifi cado en el fondo un claroretroceso en la confi guracin de las estructuras partidarias internas, en el debatede argumentos ideolgicos y en la construccin de gobiernos razonables, puesha revigorizado una amplia gama de procedimientos paternalistas, clientelistasy patrimonialistas, dotndoles de un simulacro muy efectivo de participacindemocrtica. El funcionamiento interno de los partidos gubernamentales enBolivia, Ecuador y Venezuela no se distingue, justamente, por ser un dechado devirtudes democrticas, ni en la eleccin de los rganos superiores del partido porlas instancias inferiores ni tampoco en la formulacin programtica que provengaespontneamente de las fi las de los militantes de base.Bajo un ropaje revolucionario tenemos un retorno de viejas prcticas ydoctrinas. Las perspectivas a largo plazo no son, por ende, promisorias. Y a ellocontribuye el hecho de que los valores populistas de orientacin permanecen enraizadosprofundamente en una larga tradicin que proviene de la poca colonialespaola, sobre todo en aquellos pases que no han tenido procesos sostenidosde modernizacin. Muchos de los elementos poltico-institucionales heredados ymantenidos desde la colonia espaola como el patrimonialismo, el nepotismo yel favoritismo no coadyuvan a edifi car una confi anza pblica en la igualdad antela ley ni en la objetividad de cualquier actuacin de la administracin pblica. Porejemplo: desde hace siglos el grueso de la poblacin identifi ca el puesto estatalcon su detentador momentneo. El caudillo poltico que puede distribuir cargosestatales es visto, en el fondo, como el propietario legtimo del aparato gubernamental.Los poderosos han tenido una ptica patrimonialista muy similar: se hanservido del Estado para conceder prebendas, consolidar sus intereses y colocaradecuadamente a su clientela y parentela. En el patrimonialismo se diluye el lmiteentre lo pblico y lo privado (o entre gobierno y partido): lo estatal es percibidopor la clase poltica como la posibilidad de acrecentar lo privado. Esta situacinse intensifi ca hoy bajo los regmenes populistas, como lo demuestra la polticacotidiana en Bolivia, Ecuador y Venezuela. El funcionamiento diario del Estadodeja de ser algo impersonal y se convierte en un embrollo de relaciones quepuede ser infl uido exitosamente por intereses particulares, personas con buenoscontactos y amigos del gobernante de turno. El Estado de derecho quepuede muy bien existir en el papel no se difunde hacia abajo, no penetra en lamentalidad de las capas populares.Los estudios favorables al populismo, que a comienzos del siglo XXI sonuna verdadera legin, atribuyen una relevancia excesiva a los (modestos) intentosde los regmenes populistas de englobar a los explotados y discriminados,Barcelona: Sntesis 2007; y una apologa del neopopulismo en: Herv Do Alto, Del entusiasmo aldesconcierto. La mirada de la izquierda europea sobre Amrica Latina y el temor al populismo, en:NUEVA SOCIEDAD (Buenos Aires), N 214, marzo-abril de 2008, pp. 54-66.Araucaria22-CP-.indd 91 07/09/2009 9:38:5692 H. C. F. Mansillaa las etnias indgenas y a los llamados movimientos sociales. Estos enfoquesauspician inclinaciones colectivistas, descuidan el potencial de autoritarismoinmerso en los sectores subalternos de la sociedad y en sus prcticas polticasconsuetudinarias, dejan de lado las consecuencias globales de la problemticaecolgico-demogrfi ca y no dejan vislumbrar una posicin genuinamente crticafrente a los fenmenos de regresin que tambin entraan todos los procesos demodernizacin11. Los movimientos polticos de base tnica en la regin andinason un claro testimonio de tendencias autoritarias, que bajo ciertas condiciones,pueden ser utilizadas para endurecer una constelacin populista en una autoritaria.Notables estudios12 sobre los anhelos y las imgenes populares de las masasindgenas dejan deliberadamente de lado una dimensin persistente de las mismas:su potencial de autoritarismo, intolerancia y conservadurismo. Por lo generallos autores de estos estudios no se percatan de la dimensin del autoritarismoporque comparten los mismos valores de orientacin inmersos en las masaspopulares. Para ellos los regmenes populistas practican formas ms adecuadasde una democracia directa y participativa, formas que seran, por consiguiente,ms adelantadas que la democracia representativa occidental, considerada hoyen da como obsoleta e insufi ciente.3. Los cdigos paralelosEn el rea andina se puede observar la existencia paralela de dos sistemasde orientacin: los cdigos informales, de naturaleza oral, por un lado, y loscdigos formales, transmitidos como estatutos escritos, por otro. A simple vistalos primeros tienen un carcter gelatinoso, cambiante e irracional, mientras quelos ltimos poseen una estructura lgica y pueden ser enseados e interpretadosde manera homognea, sistemtica y permanente. Los cdigos informales no seaprenden mediante libros, cursos y universidades, sino en la prctica de cada da.Esta es su gran ventaja: tienen una vigencia prerracional, obvia y sobreentendida.No requieren de teoras y explicaciones para ser aceptados, y su validez est porencima o ms all de los ejercicios de la lgica discursiva. Los cdigos infor-11 El ms conocido estudio sobre el populismo de la actualidad es la ambiciosa obra de ErnestoLaclau, La razn populista, Buenos Aires: FCE 2008, libro de difcil digestin, que combina unmarxismo diluido por el psicoanlisis de Jacques Lacan con enfoques postmodernistas y temas de lalingstica estructuralista. Cf. tambin: F. Panizza (comp.), Populism and the Shadow of Democracy,Londres: Verso 2004.- Como contrapeso cf. la obra clsica, que no perdi vigencia: Gino Germani,Autoritarismo, fascismo y populismo nacional, Buenos Aires: Temas 2003.12 Ejemplos de esta tendencia: Hans-Jrgen Burchardt, Desigualdad y democracia, en: NUEVASOCIEDAD, N 215, mayo / junio de 2008, pp. 79-94; Julio Aibar Gaete (comp.), Vox populi.Populismo y democracia en Latinoamrica, Mxico: FLACSO 2007; Francisco Panizza (comp.),Populism and the Mirror of Democracy, Londres: Verso 2005; con un barniz postmodernista a lamoda cf. Sonia E. lvarez et al. (comps.), Cultures of Politics / Politics of Culture: Re-VisioningLatin-American Social Movements, Boulder: Westview 1998.Araucaria22-CP-.indd 92 07/09/2009 9:38:56Notas introductorias sobre el populismo y la cultura poltica... 93males viven en el silencio y la sombra, pero son seguidos por una gran parte dela poblacin con un acatamiento sumiso y hasta con obediencia afectuosa. Lasdiversas formas de populismo fl orecen con la preservacin e intensifi cacin delos sistemas normativos informales. Violar la ley nunca es tan grave como desobedecerlas rdenes del jefe, afi rma una descripcin del populismo sandinistanicaragense13. Los cdigos formales son respetados slo en pblico, es decircuando hay que suponer una extensa audiencia mixta, dentro de la cual puedenhallarse personalidades y autoridades ya modernizadas, que no toleraran unaapologa de los cdigos premodernos. Por ello los cdigos formales escritosson celebrados con cierta solemnidad (y sin irona) en toda ocasin pblica oacadmica y estn presentes en infi nidad de leyes escritas, pero su vigencia eslimitada y circunstancial.Ahora bien: esta dualidad normativa (la vigencia de cdigos paralelos) secomplica hoy en da en el rea andina debido a un proceso acelerado de urbanizaciny modernizacin, que conlleva ms problemas que soluciones, generandodemandas, esperanzas e ilusiones que no pueden ser satisfechas. La complejidadde las nuevas estructuras sociales y la variedad resultante de normativas deorientacin han producido prolongados fenmenos de anomia, desestructuracine inseguridad. La mencionada existencia de dos rdenes legales simultneosconduce a largo plazo (A) a la erosin de la confi anza social en las normas deconvivencia, (B) a debilitar la confi anza del ciudadano en el Estado y la administracinpblica, y (C) a ensanchar o, por lo menos, a perpetuar el poderfctico de los estratos ya privilegiados, puesto que estos dominan las aptitudeshermenuticas para manejar los cdigos paralelos adecuadamente y en elmomento preciso. El otro peligro reside en que la frontera entre la informalidady la criminalidad es muy porosa. La sensacin de inseguridad, que es uno de losrasgos esenciales del mbito andino, tiene que ver con una generalizacin dela desconfi anza, atmsfera propicia a las ideologas populistas que simplifi candeliberadamente constelaciones complejas.Como resumen se puede aseverar que los regmenes populistas han contribuidocon efi cacia a la consolidacin de la existencia de cdigos paralelos, loque fomenta actitudes de astucia, trucos y artimaas y no una cultura cvicamoderna como factores centrales del comportamiento colectivo. No han hechonada efectivo para consolidar los derechos y las garantas de los ciudadanos,pues el inters del Estado central populista, sus designios y su capacidad demaniobra tienen un claro privilegio fctico sobre aquellos derechos y garantas.El privilegio estatal no est establecido en textos legales ni constitucionales,pero tiene entera vigencia en la praxis populista debido a una vieja y slida tradicin.El equilibrio de los poderes pblicos ha quedado vulnerado en favor del13 Andrs Prez-Baltodano, El regreso del sandinismo al poder y la cristalizacin del Estadomara,en: NUEVA SOCIEDAD, N 219, enero-febrero de 2009, pp. 4-13, aqu p. 11.Araucaria22-CP-.indd 93 07/09/2009 9:38:5694 H. C. F. MansillaPoder Ejecutivo, cuyo prestigio y radio de accin son legitimados por la mismatradicin. El Poder Judicial no ha podido ejercer su autonoma frente al PoderEjecutivo, quedando supeditado a las instrucciones del gobierno en los casosjudiciales donde se entremezcle una variable poltica.La experiencia histrica nos lleva a sostener que una cultura de la ambigedadlegal, como es la practicada por los diferentes modelos populistas, favorecea largo plazo el infantilismo poltico. La falta de reglas claras y la omnipotenciade la dirigencia hacen aparecer como superfl uos los esfuerzos propios de losciudadanos en pro de una politizacin autnoma. Las masas son manipuladas o,en el mejor de los casos, guiadas por el gobierno o el caudillo hacia su propio biendefi nido unilateralmente desde arriba, pero no son inducidas a que lo haganmediante un proceso propio de aprendizaje y error, conocimiento y crtica14.4. La decepcin culturalLa falta de un mejoramiento sustancial del nivel de vida de las clasessubalternas o la creencia de que la situacin es as, el carcter imparablede la corrupcin en la esfera poltico-institucional en las dcadas anterioresy la inefi ciencia tcnica en el ejercicio de funciones pblicas han sido losfactores que han generado un sentimiento mayoritario de desilusin con lademocracia representativa y con los pactos entre partidos polticos. Un factoresencial para el fl orecimiento del populismo debe ser visto en este desencantocolectivo producido por los modelos llamados neoliberales en Amrica Latinay especialmente en Bolivia, Ecuador y Venezuela15. (La constelacin en Nicaraguaes similar.) En estos pases las lites asociadas al neoliberalismo y a laeconoma de libre mercado han tenido un historial particularmente mediocreen el campo de la tica social y en el desempeo tcnico de las funcionesgubernamentales. El descalabro del sistema tradicional de partidos tuvo lugarparalelamente al desprestigio de las modernas lites tecnocrticas16. No se trataslo de una mala gestin econmica de los regmenes liberal-democrticos,sino de una decepcin cultural muy amplia, percibida como tal por la mayorade la poblacin. Y esto es lo preocupante.14 Elizabeth Burgos, Paralelismos cubanos en la revolucin bolivariana, en: REVISTA VENEZOLANADE CIENCIA POLITICA, N 29, enero / junio de 2006, pp. 39-71.15 Cf. entre otros: Martn Tanaka, Los espejismos de la democracia. El colapso del sistema departidos en el Per, Lima: IEP 1998; Colette Capriles, La enciclopedia del chavismo o hacia unateologa del populismo, en: REVISTA VENEZOLANA DE CIENCIA POLITICA, N 29, enero-juniode 2006, pp. 73-92; Steve Ellner / Miguel Tinker Salas (comps.), Venezuela: Hugo Chvez and theDecline of an Exceptional Democracy, Lanham: Rowman-Littlefi eld 2007; Kurt Weyland et al.,Releer los populismos, Quito: CAAP 2007; Rafael Quintero, El mito del populismo, Quito: AbyaYala 2005.16 Cf. ngel E. lvarez, De la hegemona partidista a la democracia sin partidos, en: POLITEIA(Caracas), N 30, enero-junio de 2003, pp. 75-93, y los otros artculos de este nmero monogrfi codedicado a la involucin de la democracia en Venezuela.Araucaria22-CP-.indd 94 07/09/2009 9:38:56Notas introductorias sobre el populismo y la cultura poltica... 95Uno de los problemas poco estudiados por los enfoques convencionalesde las ciencias sociales, pero de importancia esencial, se refi ere a la calidadintelectual y tica de los grupos dirigentes que fueron los encargados de implementarlas reformas modernizadoras, introducir la economa de libre mercado,consolidar las democracias y asumir los gobiernos respectivos (en Bolivia deagosto de 1985 a enero de 2006). Se puede afi rmar que la gestin defi citaria delos partidos asociados al neoliberalismo no fue el nico factor que desencadenla desilusin colectiva. La presin demogrfi ca, las demandas de las nuevasgeneraciones y de los grupos que pugnaban por reconocimiento, trabajo ybienestar, el resurgimiento de las identidades indgenas y la lucha por recursosnaturales cada vez ms escasos han promovido efectivamente una decepcincasi ilimitada con respecto a lo alcanzado y a lo alcanzable en los terrenos,social, econmico y poltico. No se trata, en el fondo, de una apreciacin objetivade parte de las masas (los resultados del neoliberalismo no fueron tannegativos en ninguno de los pases mencionados), sino de cmo el desarrollohistrico es percibido por amplios sectores sociales. Y esta percepcin colectivaes muy desfavorable al conjunto poltico-ideolgico que hoy se denominaneoliberalismo. No hay duda de que las corrientes populistas han desplegadoun notable virtuosismo al conformar y manipular las imgenes pblicas ahorapredominantes en torno a los logros y fracasos del neoliberalismo. Al perfi larsepaulatinamente estos problemas en el horizonte poltico, las lites tradicionalesno pudieron esbozar una solucin adecuada ni tampoco un imaginario colectivoms o menos favorable a sus intereses. Frente a este vaco de opciones dentrodel espectro convencional de partidos, una buena parte de la poblacin ha sidoseducida por el discurso del populismo con ribetes socialistas e indigenistas.Finalmente se puede aseverar lo siguiente. Hay varias causas para explicarel retorno de un populismo autoritario en la regin andina de Amrica Latina ycon l la consolidacin de la antigua cultura poltica contraria a la institucionalidady al respeto irrestricto de normas y leyes. Una de las causas resideen la baja institucionalizacin de los partidos polticos y en la pervivencia deuna cultura premoderna de la legalidad. Histricamente hay que mencionarel hecho de que la confi anza colectiva en los partidos polticos se ha ido debilitandode modo paulatino, y de manera ms precisa a partir del ao 2000.A los partidos les faltan races culturales y prcticas duraderas; los actoressocio-polticos carecen de continuidad e institucionalidad; los lderes contemporneosno disponen de confi abilidad ni de un buen nivel intelectual.Aunque los partidos polticos son percibidos como indispensables para elejercicio de la democracia, sus confi guraciones actuales no gozan del favorpblico. Como ya se mencion, todo esto predispone a un populismo carismtico,que habitualmente va de la mano de un renacimiento de la persistentecultura poltica del autoritarismo.Araucaria22-CP-.indd 95 07/09/2009 9:38:5696 H. C. F. Mansilla5. Conclusiones provisoriasEsta constelacin cada da ms compleja de factores negativos o, por lomenos, preocupantes, fl orece en medio de una pugna cada vez ms virulenta porrecursos naturales escasos, pugna que es alimentada y complicada por el renacimientode confl ictos tnicos. Por lo general se trata de una mixtura de anomiasocial con expectativas cada vez ms altas de consumo masivo, lo que intensifi caun peligro muy grave entropa social que siempre estuvo presente y que puedeser descrito de forma breve como sigue. En la sociedad andina actual podemospercibir algo as como una disipacin continua de la energa, una desintegracinde las instituciones que garantizan el orden, una descomposicin creciente de normativasestructurantes y tendencias autodestructivas (por ejemplo el incrementode la criminalidad cotidiana, por un lado, y la destruccin incesante del medioambiente, por otro). Este fenmeno de entropa social no slo se manifi esta en elaumento espectacular de la inseguridad ciudadana, sino tambin en la declinacinde las competencias punitivas del Estado (salvo, claro est, en cuestiones claramentepolticas, donde el Estado usa su capacidad punitiva sin escrpulos) y enla incapacidad estatal de generar confi anza ciudadana en las normas legales y enlos rganos que las administran. Esta constelacin, intensifi cada por regmenespopulistas, puede desembocar en soluciones claramente autoritarias. Nos quedael consuelo, expresado por Marc Saint-Upry, de que el populismo venezolano ylos otros de la regin constituiran un autoritarismo anrquico y desorganizado,cuyo resultado puede ser califi cado como una desinstitucionalizacin inmensa,pero no como la supresin violenta de las libertades democrticas17.No hay duda, por otra parte, de las carencias de la democracia representativapluralista. Una gran parte de las masas del rea andina no se ha sentidorepresentada por ella. Pero los proyectos alternativos de una democracia participativa,directa y comunitaria no han logrado generar modelos slidos, prcticosy convincentes que puedan competir con la democracia representativa. Esto esvlido precisamente despus de procesos constituyentes en Bolivia y Ecuador,donde los nuevos textos constitucionales no coadyuvan a edifi car una democraciaoperativa, creble y acorde a los tiempos actuales. El discurso de la democraciadirecta y participativa es un esfuerzo que permanece en la esfera de teora y, ms amenudo, en el campo de la especulacin, a lo que contribuye su estilo vehementey dramtico. Pero hay que decirlo claramente: las doctrinas de la democraciadirecta, por ms gelatinoso que sea el contenido, articulan una esperanza, unanostalgia de las masas, que la democracia liberal y pluralista no ha sabido o noha podido satisfacer.17 Marc Saint-Upry, El sueo de Bolvar. El desafo de las izquierdas sudamericanas, Barcelona:Paids-Ibrica 2008, passim. Se trata de un enfoque terico muy matizado que trata de hacer justiciaa los regmenes populistas de izquierda en Amrica Latina.Araucaria22-CP-.indd 96 07/09/2009 9:38:57Notas introductorias sobre el populismo y la cultura poltica... 97En varias sociedades latinoamericanas (Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Venezuela)tiende a consolidarse un rgimen que no es ni socialista ni capitalista,para usar trminos sencillos. Y en sus diversas manifestaciones no ha resultadoser propicio para establecer una democracia digna de ese nombre. Los mediosde produccin ms importantes (los recursos llamados estratgicos) retornana manos del Estado, lo cual no se debe a una planifi cacin patritica de largoaliento, sino a la necesidad de la clase poltica dominante de corte burocrtico(la llamada clase estatal) de disponer fcilmente de rentas y puestos laboralespara repartir entre sus allegados y clientes. El criterio decisivo para conocer alestrato gobernante en sociedades centralizadas y autoritarias no es la propiedadjurdica de los medios de produccin, sino el acceso al poder estatal, es decirel dominio sobre el aparato burocrtico, independientemente de una tendenciacapitalista o socialista del rgimen en cuestin. No hay duda de que actualmenteesta privilegiada clase estatal debe someterse a pruebas constantes de legitimidad,como elecciones generales peridicas, pero las tradiciones histricas, laingenuidad de la poblacin y el manejo adecuado de los medios modernos decomunicacin le permiten el disfrute del poder sin muchos contrapesos. Estoincluye habitualmente la facultad de distribuir el excedente econmico (comolo denominan los marxistas), el goce del prestigio pblico y el control sobre elautorreclutamiento de s misma (casi siempre mediante cooptacin). Como casitodos los estratos dominantes, esta clase poltica desarrolla paulatinamente inclinacionesconservadoras y un talante autoritario, que se manifi estan por ejemploen el culto exorbitante a los gobernantes, la expansin del secreto de Estado y lapropensin a controlar celosamente las actividades ciudadanas18. Las sociedadesandinas parecen repetir cclicamente periodos breves de democracia efectiva ypocas largas de autoritarismo caudillista.Los intelectuales y los dirigentes de izquierda han mostrado su carcterconservador-convencional al menospreciar la democracia moderna, al propugnarla restauracin de modelos arcaicos de convivencia humana bajo el manto deuna opcin revolucionaria y a favorecer comportamientos colectivos rutinarioscomo el rentismo, al cual se le brinda ahora un atrayente barniz progresista. Lasnormativas autoritarias provenientes del pasado andino son las que entorpecen elsurgimiento de una sociedad ms abierta, tolerante y pluralista, el afi anzamientode una cultura razonable de la legalidad y el Estado de derecho.Lo que puede afi rmarse con alguna seguridad de los experimentospopulistas es que estos nacen en un contexto (1) donde las tradiciones polticoculturalesno son histricamente favorables a comportamientos democrticosduraderos; (2) donde existen cdigos paralelos de orientacin normativa, (3)18 Sobre estos aspectos del populismo venezolano cf. Nelson Antonio Castillo, Venezuela en el sigloXXI: visiones de futuro, Caracas: CENDES 2006; Nelly Arenas / Luis Gmez Calcao, Populismoautoritario: Venezuela 1999-2005, Caracas: CENDES 2006.Araucaria22-CP-.indd 97 07/09/2009 9:38:5798 H. C. F. Mansilladonde prevalece una amplia desilusin con los resultados de una incipientemodernizacin; (4) donde se resquebrajan los valores de orientacin tradicionales(como la religiosidad generalmente aceptada) y donde no hay normativasque los reemplacen en la misma magnitud y calidad; y (5) donde la gente delmbito cultural y en particular los intelectuales se dejan seducir por ideologasque propugnan un cambio fundamental en los asuntos pblicos y que, al mismotiempo, no atribuyen gran relevancia a los derechos humanos, a las libertadespblicas y a una cultura razonable de la legalidad.Como dijo el ex-presidente brasileo Fernando Henrique Cardoso, AmricaLatina adopt la maquinaria pero no el alma de la democracia19. A esto no haymucho que agregar con respecto al rea andina.19 Jos Natanson, Las lneas de separacin entre izquierda y derecha son otras, pero existen.Entrevista a Fernando Henrique Cardoso,