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Políticas culturales: estudios y documentos

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E n esta colecci6n’

Réflexions préalables sur les La politique culturelle aux gats-Unis. par Charles C. Mark Les droits culturels en tant que droits de l’homme L a politique culsurelle au Japon, par Nobuya Shikaumi Aspects de la politique culturelle française, par le Service des études et recherches du Ministère des

La politique culturelle en Tunisie, par Rafik Said La politique culturelle en Grande-Bretagne, par Michael Green et Michael Wilding, en consultation

La plitique culturelle en Unian des républiques socialistes soviétiques, par A. A. Zvorykine.

La politique culturelle en Tchécoslovaquie, par Miroslav Marek, avec le concours de Milan

La politique culturelle en Italie. Etude effectuée par les soins de la Commission nationale

La pol!tique culturelle en Yougoslavie, par Stevan Majstorovit La poktique culturelle en Bulgarie, par Kostadine Popov Politica cultural de Cuba, por Lisandro Otero, con el concurso de Francisca Martínez

Quelques aspects des politiques culturelles en Inde, par Kapila Malik Vateyayan La politique culturelle en Finlands. Etude effectuée par les soins de la Commission nationale

La politique culturelle en &Pte, par Magdi Wahba La politique culturelle en Pologne, par Stanislaw Witold Balicki, Jerzy Kossak et

La politique culturelle en Iran, par Djamchid Behnam La politique culturelle au Nigéria, par T. A. Fasuyi L a politique culturelle d Sri Lanka, par H. H. Bandara Le rôle de la culture dans les loisirs en Nouvelle-Zélande, par Bernard W. Smyth La politique culturelle au Sénégal, par Mamadou Seyni M’Bengue La politique culturelle en République fédérale d‘Allemagne La politique culïurelle en Indonésie. Etude réalisée par la Direction générale de la culture,

La politique culïurelle en Israël, par Joseph Michman La politique culturelle aux Philippines. Etude rédigée sous les auspices de la Commission

La politique culturelle au Libéna, par Kenneth Y. Best Lapolitique culturelle en Roumanie, par Ion Dodu Balan Lapolitique culturelle en Hongrie. Etude menée sous les auspices de la Commission nationale

La politique culturelle en République-Unie de Tanzanie, par L. A. Mbughuni La politique culturelle au Kenya, par Kiwto Ndeti La politique culturelle en Républiqm démocratique allemande, par Hans Koch La politique culturelle en République-Unie du Cameroun, par J. C. Bahoken et

Aspects de la politique culturelle au Togo, par K. M. Aithnard La politique culturelle en République du Zaire. Etude préparée sous la direction du

La politique culturelle en Afghanistan, par Shafie Rahe1 La poiitique culturelle au Ghana. Etude préparée par la Division culturelle da Ministère

La política cultural en Colombia. por Jorge Eliecer Ruiz, con la colaboraci6n

olitiques culturelles

affaires culturelles, Paris

avec le professeur Richard Hoggart

avec le concours de N. I. Goloubtsova et E. I. Rabinovitch

Hromádka et Josef Chroust

italienne pour l’Unesco

Hinojosa

finlandaise pour l’Unesco

Muoslaw Zulawski

Ministère de l’éducation et de la culture de la République d’Indonésie

nationale des Philippines pour l’Unesco

hongroiee pour l’Unesco

Engelberte Atangana

Dr Bokonga Elanga Botombele

de l’éducation et de la culture, Accra

de Valentina Marulanda

1. Todos los títulos se han publicado también en inglés.

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J L a política cultural

en Costa Rica

por Samuel Rovinski \!

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Publicado en 1977 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, place de Fontenoy, 75700 Paris Imprimerie des Presses Universitaires de France

ISBN 92-3-301400-2 Edición inglesa 92-3-101400-5

0 Unesco 1977

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Prefacio

La finalidad de esta colección consiste en mostrar cómo se planean y aplican en diferentes Estados Miembros las políticas culturales. Así como difieren las culturas, difieren también las maneras de enfocarlas;

corresponde a cada Estado Miembro determinar su política cultural y sus métodos de acción con arreglo a su propia concepción de la cultura, su sistema socioeconómico, su ideología política y su desarr9llo tecnológico. No obstante, los métodos de la política cultural (como los medios de las políticas generales de desarrollo) SC enfrentan con algunos problemas comunes; son éstos, en general, de tipo institucional, administrativo y económico; de ahí que se insista cada vez más en la necesidad del intercambio de resultados de experiencias e informaciones al respecto. L a presente colección versa principalmente sobre esos aspectos técnicos de las políticas culturales; cada estudio se ajusta, en la media de lo posible, a un modelo uniforme, con objeto de facilitar las comparaciones. Por lo general, los estudios versan sobre los principios y los métodos de

acción de las políticas culturales, la evaluación de las necesidades culturales, las estructuras y la gestión administrativas, el planeamiento y el financia- miento, la organización de los recursos, la legislación, los presupuestos, las instituciones públicas y privadas, el contenido cultural de la educación, la autonomía y la descentralización cultural, la formación del personal, las infraestructuras institucionales destinadas a satisfacer las necesidades cultu- rales, la conservación del patrimonio cultural, las instituciones de divulgación de las artes, la cooperación cultural internacional y otras cuestiones afines. Los estudios, que se refieren a paises con sistemas sociales y económicos

de regiones geográficas y niveles de desarrollo diferentes presentan, por consiguiente, una amplia diversidad de enfoques y métodos de las políticas culturales. En conjunto, pueden facilitar pautas a los países que han de establecer políticas culturales y todos los países, especialmente los que buscan nuevas formulaciones de esas políticas, pueden sacar partido de las experiencias acumuladas.

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El presente estudio fue preparado para la Unesco por Samuel Rovinski,

Las opiniones que en é1 se expresan son las personales del autor y no designado por el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes.

reflejan necesariamente el criterio de la Unesco.

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Introducción 9

Principios y objetivos de la cultura nacional

Administración y financiamiento 22

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Cultura 23 Juventud 24 Deportes 25 Ojcina de Asesoría Legal 25 Cuadros 27

Actividades culturales 31 Teatro 31 Música 36 Literatura 37 Artes plásticas 41 Bibliotecas 46 Radio y televisión 47 Patrimonio histórico 50 Cinematografía 53 Arquitectura 58 Ciencias 60

Comentario 62

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Introducción

Costa Rica se unió al movimiento independentista de América Latina que se liberaba del dominio de la corona de España, mediante una simple rati- ficación de la Carta de Independencia proclamada conjuntamente por México y los países centroamericanos, el 15 de septiembre de 1821. Ninguna convul- sión guerrera había perturbado hasta entonces el pueblo tradicionalmente civilista costarricense, acostumbrado a la paz y serenidad de la pobreza que, desde la época colonial, había sido su divisa. La firma de los gober- nantes, estampada en el pie de la declaración de independencia, no estaba manchada de sangre ni de palabras cargadas de odio contra los españoles. Al fin y al cabo, se trataba de labriegos españoles que habían fundado una nacionalidad sin proponérselo: más bien como el reconocimiento de un hecho fatal. Y esto le permitió a la naciente nacionalidad estampar un sello pacífico y civilista en su formación histórica. Los gobernantes costarricenses comprendieron, desde temprana hora, la

importancia de la educación como asiento fundamental de la democracia. Esto quedó grabado en la declaración de la Junta Suprema Gubernativa de 1823 que dice: “la instrucción pública es la base, principal fundamento de la felicidad humana y prosperidad común”. Las jóvenes repúblicas centroamericanas se agitaban en el juego político

de la aventura unionista, cuyo abanderado principal era Francisco Morazán. El repudio de esta aventura por parte de Costa Rica, que culminaría con el fusilamiento de Morazán, marcaba el siguiente paso hacia la consolidación nacional y la alejaría definitivamente del sueño unionista. Unos cuantos años más tarde, el 31 de agosto de 1848, el Dr. José María Castro Madriz, quien fungía como presidente, confirmó el espíritu civilista costarricense, al declarar la constitución de la República y la educación, como base de la democracia, en la misma época en que Domingo Sarmiento, allá en Argentina, establecía iguales principios. Aunque el siglo XIX, particularmente en su segunda mitad, significó para

Costa Rica el desprendimiento de una etapa de pobreza extrema y su

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Introducción

incorporación a un nuevo mundo de naciones jóvenes, pujantes, en ebullición constante, y el establecimiento de una serie de instituciones que la sacaría del marasmo aldeano, la riqueza que las sustentaría radicaba en el café, que era el producto de gran aceptación en el mercado europeo; por consi- guiente, eso implicaba la concentración del poder económico y político en manos de los cafetaleros. Se formaba una oligarquía cafetalera que marcaria su huella en el proceso republicano hasta la guerra civil de 1948, cuando una nueva clase, formada de comerciantes, industriales, profesionales y funcionarios, la clase media, pasaría a tomar el relevo del poder.

Costa Rica no contó con una muralla china para concentrarse en el desa- rrollo de su nacionalidad. Siempre estuvo presente en el devenir histórico del istmo centroamericano. L a invasión de los filibusteros de William Walker, y su posterior derrota por las fuerzas centroamericanas, encontró a los costarricenses en el primer lugar del frente de batalla; y su participa- ción fue decisiva. D e esta confrontación con los aventureros imperialistas del sur de los Estados Unidos de América, en 1856, salió fortalecida la República.

L a educación seguía aplicándose con criterio democrático desde la decla- ración en 1823 de la Junta Suprema Gubernativa. Pero esa educación estaba fundamentalmente dirigida por los eclesiásticos. L a Iglesia había heredado de la colonia todos los privilegios y prerrogativas sociales y econó- micas, y los afirmaba en el campo de la educación. Esto trajo, como conse- cuencia, un choque directo con la corriente liberal, inspirada en las ideas krausistas neo-kantianas, que influía en todos los gobernantes centroame- ricanos de la época. En Costa Rica no había conflicto entre la Iglesia y el Estado más que nada porque la pobreza del país no despertaba la voracidad de la primera. Más bien, la Iglesia actuaba moderadamente en las gestiones gubernamentales a las que tenía acceso. Sin embargo, la presencia de los jesuítas y, sobre todo, de monseñor Thiel, en las tres últimas décadas del siglo XIX, trajo el primer enfrentamiento con los liberales por el dominio de la enseñanza. L a Constitución de 1869 declaraba que la enseñanza sería “general, gratuita y a cargo del Estado”. D e esa manera dejaba fuera a la Iglesia. En ese mismo año, se fundaba el primer colegio en el país que impartiría la enseñanza laica, general y gratuita en la capital de ese entonces: Cartago. Ese colegio se llamó, y se mantiene aun en actividad, Colegio San Luis Gonzaga. Los hermanos Fernández Ferraz, españoles recién llegados con las ideas krausistas, organizaron la enseñanza con un indis- cutible sello liberal. El choque con los eclesiásticos no se hizo esperar y culminó en 1884 con el decreto de expulsión de los jesuítas, que habían venido apoderándose del Colegio San Luis Gonzaga.

L a verdadera revolución costarricense, al menos en su primera etapa, se produjo en 1887 con la reforma a la educación, propiciada por Mauro Fernández, ministro de Educación del gobierno de Bernardo Soto, respon- sable de la convulsión educativa que colocaría a Costa Rica en la corriente histórica mundial. Mauro Fernández, asesorado por un hombre culto, de formación europea, Pedro Pérez Zeledón, instituyó la obligatoriedad de la

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Introducción

enseñanza, le dio su carácter laico, mantuvo la gratuidad de los cursos, formando, así, una verdadera escuela popular. Dio bases firmes a la ense- ñanza secundaria y suprimió el estudio universitario, por considerarlo, en aquel entonces, totalmente inútil y deformador. No fue sino hasta el año 1941, con el gobierno de Rafael Angel Calderón Guardia, que se reabrió la Universidad con un conjunto de disciplinas orientadas por el conoci- miento y los sistemas más modernos de enseiianza. Durante la segunda mitad del siglo XIX, la instrucción pública no pudo

ser completada por una preparación cultural de los ciudadanos. L a Univer- sidad no era más que una escuela de derecho, donde ae preparaban inci- pientes legisladores y notarios calificados para encargarse de las recientes instituciones bancarias que las oligarquías cafetaleras necesitaban para enfrentarse a los negocios de exportación y el manejo interno de la operación con las cosechas y su torrefacción, estimular el comercio y abrir créditos internos y manipular los créditos externos que se otorgaban sobre la garantía de las mismas cosechas. Esa instrucción fue siempre de carácter horizontal, popular, enfatizada en la obligatoriedad de la enseñanza pri- maria, sin que ello pudiera convertirse en la base inmediata de una ense- ñanza intermedia, justificándose esa medida por la precaria infraestructura económica del país. Las familias pertenecientes a la oligarquía cafetalera eran las únicas que contaban con recursos holgados para formar a sus hijos en disciplinas superiores de las letras y las ciencias. En realidad, la instruc- ción pública horizontal surgía de Ia necesidad urgente de establecer una comunicación escrita entre los gobernantes, los terratenientes, los comer- ciantes y los trabajadores. Desde solamente hace unos años, y debido al poderoso empuje de Ia pequeña burguesía y la clase media de los centros urbanos, la enseñanza media y la superior se han extendido hasta alcanzar una base más popular. El país cuenta, en esta fecha, con dos grandes univer- sidades que reúnen, entre sí, más de 40 O00 estudiantes, un instituto poli- técnico en Cartago y diversos centros regionales de enseñanza especializada. Además, el Instituto Nacional de Aprendizaje prepara técnicos y obreros especializados y funcionarios calificados para las necesidades inmediatas de la administración pública, la industria y la agricultura. Y están en proyecto varios centros más de enseñanza media y superior que cumplirán apenas con esa enorme demanda de las diferentes capas de la población. Sin embargo, la oportunidad de servirse de los instrumentos superiores intelectuales no ha llegado aún a los estratos más necesitados de la pobla- ción, más por falta de recursos económicos del gobierno que por una política discriminatoria. Al fin y al cabo, Costa Rica es uno de los países que destinan el más alto porcentaje del presupuesto nacional a la enseñanza y a la cultura. La precaria economía del país dificilmente soporta semejante carga de un 35 por ciento para la enseñanza; el gobierno puede mantener todavía una política de extensión educativa y cultural a todos los ciudadanos gracias a la política civilista del pueblo, que llevó a suprimir el ejército desde 1948, eliminándose, por consiguiente, los gastos por concepto de

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Introducción

armamentos. L a colaboración de organismos internacionales como la Unesco, la Fundación Ebert de Alemania, los programas sostenidos por diversas fundaciones y universidades norteamericanas, la asistencia técnica de Israel en programas científicos y de juventud, alguna cooperación con Francia y otros países, han permitido ampliar el horizonte técnico y científico del país. Un organismo recientemente fundado, el Consejo Nacional de Investigaciones Técnicas y Científicas, tiene la finalidad de desarrollar en el país técnicas y métodos científicos que le sean propios y le aseguren una independencia futura en estos campos, que se traduciría en una verda- dera independencia nacional. Es necesario recalcar que Costa Rica se adentra en el mundo de la cultura

solamente a partir de la tercera década del siglo xx. Hasta fines del siglo pasado, fuera de los hechos aislados de sus dos grandes escritores: Manuel González Zeledón (Magón) y Aquile0 Echeverría, la aparición en los queha- ceres de la creación superior de los costarricenses es ínfima y de poca trascendencia en la vida cultural del país. Fue necesaria la sensibilización popular mediante hechos sociales como la depresión económica mundial de los años 30 y la huelga bananera de 1934 (la primera huelga importante en América Latina con resultados positivos), para que hicieran su aparición escritores de primera línea, como Carlos Luis Fallas, José Marin Cañas, Carmen Lyra y, poco después, Fabián Dobles, Adolfo Herrera y la funda- ción de una revista de circulación internacional: Repertorio americano, creada y sostenida con tesón por Joaquín García Monge.

Cuando Mauro Fernández instituyó la enseñanza obligatoria, gratuita y laica, Costa Rica contaba con una población de unos 200 O00 habitantes. El patricio había revolucionado la sociedad callada y modestamente. A menos de cien años de ese paso importante en la formación de la infra- estructura nacional, hoy se ha creado el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes que en pocos años ha comenzado una segunda revolución, que es la de integrar a los ciudadanos instruidos y los iletrados en un proceso horizontal de formación cultural. Y, casi simultáneamente, el Consejo Supe- rior de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICIT) hace su propia revolución en el campo de la ciencia y de la técnica. Los resultados de estas empresas modestas pero firmes, que afectan a una población actual de 1 876 O00 habitantes, se harán sentir en las próximas décadas. L a población actual estudiantil representa, aproximadamente, la tercera

parte de la población, repartida de la siguiente manera: 370 115 alumnos de I y II ciclos, 135 879 alumnos de III ciclo y educación diversificada y cerca de 40 O00 alumnos de educación superior, repartidos en dos univer- sidades y un instituto politécnico. D e esa población estudiantil, cerca de 24 O00 alumnos asisten a centros privados; o sea que un 4,2 por ciento de la enseñanza está en manos de la economía privada. El número de escuelas o de instituciones educativas de I y II ciclos es de 2 874, de las cuales 2 792 son oficiales. H a y 215 colegios o instituciones educativas de III ciclo y educación diversificada, de las cuales 182 son oficiales. Final-

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Introducción

mente, están la Universidad de Costa Rica, la Universidad Nacional y el Instituto Politécnico de Cartago. Como se puede apreciar en las cifras mencionadas, la labor complemen-

taria de las instituciones culturales es enorme, ya que debe centrar sus esfuerzos no sólo en esta población activa en el campo de la educación, sino extenderse a todos los sectores que han concluido sus estudios, sin abandonar al 14 por ciento de la población, que es analfabeta. El carácter democrático del régimen costarricense le impide servirse de medios coerci- tivos para la aplicación de una reforma integral que pueda beneficiar a toda la población, así como intervenir en los medios usuales de comunicación masiva empleándolos enteramente para acelerar la alfabetización de ese sector correspondiente al 14 por ciento de la población, al igual que man- tener un sistema de educación permanente para adultos, tan necesario como el otro para integrar al total de la población en un proceso dinámico de producción y respuesta constantes. Pero, con ser una desventaja para el logro visiblemente inmediato de resultados positivos, el clima democrático de que goza y ha gozado siempre el país permite el enfrentamiento esti- mulante, mediante el diálogo libre y expansivo, de las ideas. Se mantienen incólumes las libertades burguesas, abriendo el camino, lento pero firme, a una socialización equilibrada y justa de la Nación. Existen el libre juego político de las luchas entre partidos de diferentes ideologías, y el proceso de nacionalización de los recursos naturales, la energía, los transportes, los seguros, la banca y parte de la industria, que llevan un ritmo ininterrum- pido desde el año 1948, lo que, con el control de la enseñanza y la creación gradual de organismos encargados de la utilización de los medios masivos de información, todo ello en manos de instituciones autónomas y oficiales, permitirá al país el goce más justamente equilibrado de sus riquezas y la compensación satisfactoria de los esfuerzos comunes de la colectividad. Costa Rica está dando pasos firmes para salir de su pobreza económica

tradicional, siempre con la ayuda indispensable de los pueblos amigos y de las instituciones internacionales que, como la Unesco, están obligados a estimular la confianza y el respeto mutuo entre los pueblos, aplicando rigurosamente una política de acercamiento y ayuda recíprocas, sin intereses partidistas espurios. Vale recordar, entonces, las palabras del ex Director General de la

Unesco, señor René Maheu, que inspiran el optimista esfuerzo de nuestro país para mejorar su situación material y espiritual: “La démocratisation de la culture est une conséquence, ou plutôt un aspect primordial de la notion de développement culturel. Celui-ci, en e$et, repose sur la reconnaissance du droit à la participation à la vie culturelle comme un droit essentiel de l’homme et il n’a d’autre but pue d’en promouvoir et faciliter la mise en œuvre effective dans des conditions optima1es”l.

1. La culture dans le monde contemporain, problèmes et perspectives, René Maheu, p. 20, Unesco, 1973.

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Principios y objetivos de la cultura nacional

Hace solamente unos años que el concepto de cultura, en nuestro país, ha tomado la forma correcta de actividad social, a la vez conservadora y productora de rescate, conservación, puesta en valor y reconocimiento de las obras artísticas, literarias, científicas y artesanales de la Nación, así como la preservación de sus monumentos históricos y el cuidado de su medio ambiente. El término “instrucción” dejó de connotar cccultura”, respondiendo al

hecho histórico propio que le dio origen. Hasta las primeras décadas del siglo xx la instrucción pública costarricense procuró los medios sustanciales del aprendizaje de la cultura. Pero la labor de conservación de obras valiosas y características de la nacionalidad costarricense y el estímulo para la creación artística, literaria y científica de los ciudadanos no tomó cuerpo, como actividad conscientemente organizada, sino hasta la aparición del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes. Hasta ese momento, las acti- vidades culturales se encontraban concentradas en pequeños organismos especializados con muy pobre asistencia oficial y una benevolente, pero escasa, ayuda de la iniciativa privada. El espíritu creativo de escritores, artistas, músicos, poetas, científicos y

artesanos se había venido viendo con simpatía condescendiente; casi, se podría decir, con tolerante desinterés. L a actividad económica y profesional privaba en los negocios de la Nación sobre cualquier otra actividad que pudiera considerarse, paradójicamente, ociosa. L a actitud pragmática de la política nacional hacia el desarrollo, que calaba hondo en la formación del ciudadano, dejaba casi marginadas las labores del espíritu y del cono- cimiento científico del quehacer cotidiano nacional. Había un concepto desvalorizado de los sectores más importantes de la cultura; hasta el grado de tomarlos como elementos de lujo o manifestaciones secundarias de la sociedad. Los escasos escritores editaban sus obras por cuenta y riesgo propios.

Los músicos dejaban languidecer sus composiciones en una gaveta perdida

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Principios y objetivos de la cultura nacional

de alguna institución o en el atril de un olvidadizo director de la Sinfónica Nacional. Los pintores y escultores eran agasajados por un grupo de fieles amigos en sus repentinas exposiciones, de donde las obras pasaban a amontonarse en sus modestos talleres o, con muy buena suerte, alguna caía en las manos de algún trasnochado coleccionista de arte, o de un amigo adinerado, o era regalada. Veinte años atrás, ninguna familia decente habría permitido que uno de sus miembros actuara en un escenario, por aquella vieja tradición española pueblerina de considerar al actor como un “cómico de la legua”. El científico no era más que un individuo curioso, metido en un modesto laboratorio, haciendo extraños experimentos total- mente incomprensibles para el grueso de la población. El artesano era el individuo encargado de procurar muebles, adornos o instrumentos y herra- mientas para el uso cotidiano. La retórica era más admirada en el discurso que la composición y relación de hechos o invenciones de factura reflexiva. Las disposiciones que vinieron a cambiar ese estado de cosas no se

debieron exclusivamente a una toma de conciencia oficial. Fueron el resultado de perseverantes esfuerzos de escritores, artistas, poetas, músicos y científicos que encontraron el medio de unir sus esfuerzos para presentar sus realizaciones a un público virtual totalmente desconocido por los medios de comunicación masiva (en manos de quienes imaginan representar la opinión popular), para luego establecer con aquél una íntima relación, un diálogo constante, del que deberá surgir necesariamente todo el aparato renovador de la cultura nacional. Cuando se constituyó la Editorial Costa Rica para facilitar la edición de

obras de autores conocidos y estimular a los nuevos valores, los periódicos locales se mofaban del esfuerzo y vaticinaban un pronto fracaso de la empresa. La crítica se hizo violenta en contra del gobierno, por “gastar los dineros públicos en empresas destinadas a favorecer un pequeño grupo de escritores mediocres”. Por otro lado, un editorialista ironizaba diciendo que los autores se agotarían junto con la empresa. Pero el apoyo decidido de la Asociación de Autores de Obras Literarias, Artísticas y Científicas, fundada casi al mismo tiempo que la Editorial Costa Rica, y la labor incesante y meritoria de los autores nacionales, no sólo salvó a la empresa del funesto vaticinio sino que le dio un impulso insospechado. Para el año 1976, la Editorial tiene un programa de ediciones de 100 títulos de autores costarricenses y un presupuesto diez veces superior al de sus primeros años de vida. Por otra parte, algunos autores ven editadas sus obras en otras editoriales costarricenses de capital privado y en la Editorial Universitaria Centroamericana (con sede en Costa Rica); y el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes tiene ya su propia importante editorial, así como el Ministerio de Educación Pública y las dos universidades nacionales. Y, lo que es más importante, se cuenta con una razonable cantidad de lectores para mantener el ritmo de crecimiento de las editoriales. Este fenómeno no sólo es particular del libro. También se manifiesta en

el teatro, la música, las artes plásticas, la ciencia y la artesanía. La avidez

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Principios y objetivos de la cultura nacional

por crear, conocer y contemplar ha invadido a toda la sociedad costarricense. Finalmente, hasta los sectores más recalcitrantes del país han compren-

dido que un desarrollo material de la sociedad no es suficiente por sí mismo para sentar las bases de una nación. El desarrollo material debe ir acompa- ñado de lag actividades del espíritu para no deshumanizarse. L a cultura de un pueblo no se mide por la cantidad de bienes que posee, sino por el empleo que da a esos bienes, por la manera como los produce y distribuye, por la interpretación de ese quehacer y los objetivos que se fije. Son las actividades culturales las que imprimen un sello particular al desarrollo material de un pueblo. Es posible salir de la pobreza mediante un esfuerzo colectivo y con la

ayuda desinteresada de pueblos amigos. Las fórmulas para el desarrollo económico no constituyen un secreto guardado por los pueblos ricos. Son el trabajo tenaz, la correcta distribución de las tierras y la distribución justa de la producción industrial y agraria, algunos de los elementos básicos para salir del marasmo de la pobreza en un país de régimen democrático. Un pueblo pujante, que sabe lo que quiere y cuenta con la fuerza suficiente para hacer valer sus derechos puede lograr esos objetivos. Pero, para saber lo que quiere, es preciso que tenga elementos de juicio firmes y razonables capaces de fijar objetivos beneficiosos para toda la sociedad. U n a concep- ción clara de la sociedad en la que se vive, del mundo en que se está inscrito, así como la interpretación del pasado que lo sitúa ahí, en la circunstancia particular que lo obliga a tomar decisiones, sólo es posible con el concurso de personas de sólida preparación cultural. L a participación en las acti- vidades del espíritu no es ya el privilegio de una minoría cultivada. Los medios actuales de información y la rapidez de las comunicaciones permiten la extensión horizontal de la cultura. Un sistema democrático no debe considerarse a sí mismo como tal: son sus actos los que le dan figura y veracidad. En un sistema democrático, el desarrollo material y espiritual de las personas debe producirse en un ambiente de libertad. Y la libertad sólo surge de la tolerancia de las ideas, del mutuo respeto, del intercambio continuo y positivo de las diferentes maneras de ver el mundo, de la circulación irrestricta de las personas y de la información y de la continua postulación de los fines de esa libertad.

L a necesidad de crear un organismo centralizador de las actividades culturales en el país no surgió de una idea totalitaria ni dirigista de la cultura. Fue, más bien, la reacción inmediata y favorable de los dirigentes políticos a una demanda popular de mejores servicios, mejores plantas, más profesores y personas capacitadas para organizar, orientar y desarrollar las inquietudes artísticas, literarias y científicas del pueblo. Y, si a esto se agrega la afición popular por los deportes y el hecho de que dos tercios de la población constituyen una juventud en busca de objetivos vitales, se comprende esa necesidad imperiosa de crear un importante organismo estatal capaz de actuar donde los esfuerzos individuales resultan insu fi- cientes para canalizar las demandas populares de acceso a la cultura. Esa

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Principios y objetivos de la cultura nacional

fue la razón que llevó a crear en 1970 el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, cuyos objetivos básicos son los de estimular las actividades creativas, proporcionar los medios adecuados para que las actividades culturales se desenvuelvan dignamente, contribuir a la formación de una juventud sana, consciente y crítica de su papel en la sociedad y conservar decorosamente los valores materiales y espirituales de su pasado. El comienzo de la industrialización del país ha traído consigo un concepto

nuevo: la tecnología. L a importación de técnicas para la producción de artículos manufacturados no solamente ha colocado al país en una situación de dependencia de los centros industriales altamente desarrollados, sino que amenaza con la destrucción de la capacidad del ingenio costarricense para darse su propia tecnología. Además, los artículos importados y toda la publicidad que los hace destacar provocan el deslumbramiento de los consumidores, la admiración desmedida por todo lo importado y por las sociedades de donde proviene, y una convicción de impotencia ante la idea de ser inferiores a ellas. D e ahí nace la dependencia y de ahí la pobreza de las naciones. Para combatir este signo nefasto del neocolonialismo industrial, se están formando en el país organismos especiales que se dedi- carán a la investigación científica y tecnológica, como el Consejo de lnves- tigaciones Científicas y Técnicas (CONICIT), dando énfasis y prioridad al estudio de medios propios para la explotación de las riquezas naturales, sin descuidar la investigación científica pura, considerando que es la aplicación tecnológica de los resultados de la investigación científica la que marca la conciencia colectiva de la sociedad, La política cultural costarricense está encaminada hacia el logro de una

formación permanente popular, dando énfasis a la labor creativa. Una educación dinámica no puede contentarse con el sistema tradicional del aprendizaje mnemónico de los tratados de historia, ciencia, literatura, arte y demás disciplinas de nuestra sociedad y de las sociedades que han contri- buido a conformar las diferentes civilizaciones que, de una u otra manera, han tenido relación con la nuestra o están en continua interacción. Una educación dinámica debe estimular, en primer término, el espíritu creativo de los educandos, que es la base indiscutible para darle una forma particular a la cultura nacional. Y ese espíritu debe desenvolverse en un ambiente favorable de libertad, abierto a todas las corrientes del pensamiento contemporáneo y con un sentido crítico desprovisto de dogmatismo. También es necesario que esa libertad no lleve el signo de la hipocresía contemporánea de condicionamiento a los intereses propios del Estado. El ambiente cultural debe estar abierto a todas las inteligencias, sin distinción de raza, religión, ideas o posición social. Por consiguiente, la política cultural costarricense tiende más a administrar los programas recomendados directamente por los representantes del público que a fijar delineamientos ideológicos de contenido y operación de las actividades culturales. D e esta manera, el aporte creativo vendrá de la base social y no del aparato buro- crático. El Estado interviene unilateralmente sólo en aquellos sectores de

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Principios y objetivos de la cultura nacional

la cultura que requieran un cuerpo de leyes para su correcto ordenamiento, en beneficio de toda la colectividad: preservación del patrimonio histórico y artístico nacionales, por ejemplo. Porque el Estado tiene la responsabilidad de conservar el patrimonio cultural del pueblo, siguiendo las premisas tradicionalmente aceptadas por consenso general y de las que es legalmente depositario.

L a sociedad que se preocupa por conservar, crear y difundir sus valores culturales, contribuye al afianzamiento de su nacionalidad; pero no de una nacionalidad de símbolos, lemas, himnos y conceptos desprovistos de contenido, sino de algo superior, nacido de la convicción íntima y racional de sus componentes. Nada se gana con un rebaño de borregos voceadores de conceptos prefabricados de patriotismo; llega el momento en que las gargantas se fatigan y las mentes sufren el malestar de la náusea, fenómenos propios del vacío intelectual. Debe haber un continuo planteamiento crítico de los valores de la sociedad, para que sus componentes se sientan partícipes efectivos de la renovación orgánica de los elementos que la componen. U n a actitud pasiva, conformista y conservadora del pueblo provoca la intrusión de grupos interesados en la estabilización del sistema mediante la explotación de un nacionalismo xenófobo, intolerante y discri- minader, que les sirve de pantalla a sus negocios particulares forjados al amparo de injustos privilegios.

L a organización centralizada de los poderes políticos en la capital, ha provocado la afluencia continua de campesinos y ciudadanos de las otras seis provincias del país en busca de mejores condiciones de vida. L a naciente industria, el complejo burocrático oficial, el comercio, la construcción y los empleos ocasionales mejor remunerados que en el campo, han creado la ilusión de un mejoramiento rápido de las condiciones de vida de los inmi- grados. En la mayor parte de los casos esa ilusión se concreta efectivamente en un mejoramiento. Pero los que no consiguen empleo, los que son despe- didos y no logran colocarse de nuevo y aquellos que no ganan suficiente para subsistir, constituyen, con sus familias, el cinturón de miseria de la capital, foco de la delincuencia y la prostitución que azotan la sociedad. Este grupo de gente es difícilmente recuperable para un régimen de trabajo honesto; sobre todo en una sociedad que atraviesa por un periodo de reajuste económico. EI gobierno actual está aplicando un plan de revalo- rización de la vida agraria para detener el flujo de trabajadores del campo hacia la ciudad. U n a parte importante de este plan se le atribuye a su política cultural, que consiste no solamente en la presentación continua de grupos artísticos capitalinos en el campo, sino en la formación de grupos cantonales que puedan bastarse a sí mismos después de un corto periodo de aprendizaje.

Las condiciones geográficas del país, su clima lluvioso y el mal estado de los caminos vecinales, impiden llevar a cabo un intenso programa de integración de los pequeños pueblos, los caseríos y los ranchos aislados, a la vida m á s activa cultural de las cabeceras de cantón y de las ciudades más

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Principios y objetivos de la cultura nacional

populosas. El Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes tiene el propósito de intensificar su asistencia a esos sectores marginados sirviéndose de los caminos que, progresivamente, va construyendo el Ministerio de Trans- portes. D e esa manera, se cumplirá el propósito original de que todo el pueblo pueda gozar de las obras principales del acervo cultural de la Nación y, al mismo tiempo, contribuir con sus propias realizaciones para enriquecer el patrimonio nacional. Naturalmente, ésta es una labor costosa y el presupuesto de que se dispone no permite llevar a cabo la totalidad del programa. Se espera contar con la ayuda efectiva de las municipalidades y de las entidades autónomas para reforzar el presupuesto, así como de toda aquella ayuda exterior desinteresada que pueda aplicarse a programas específicos que los recursos nacionales no estén en condiciones de realizar. Otra de las dificultades para llevar a cabo los programas culturales en

condiciones adecuadas, es la escasez de planteles. En la temporada seca, que representa apenas cuatro meses del año, se puede contar con grandes espacios al aire libre. EI resto del año tendrá que interrumpirse el programa, provocando un grave retroceso. Como solución temporal generalmente son utilizados los planteles escolares que cuentan con salones de actos apenas preparados para asambleas propias de aquéllos y, muchas veces, las activi- dades de grupos externos perturban la buena marcha de las escuelas; por lo que, en no pocas ocasiones, son rehusados. Éste es un problema importante que deberán resolver las autoridades educativas y culturales en unión de las respectivas municipalidades. Después de seis años de labor continua, el Ministerio de Cultura, Juventud

y Deportes tendrá que efectuar una evaluación de los resultados, hacer un estudio pormenorizado de las necesidades y proceder a la elaboración de programas más acordes con la realidad nacional. Pero este tipo de estudio requiere un sistema especial de sondeo e interpretación de la información recabada que, por sí solo, representa ya un problema difícil de resolver y económicamente oneroso. Deberá conocerse el número de personas bene- ficiadas por el programa realizado hasta la época, al mismo tiempo que sus opiniones sobre él y la influencia que ejerció en su comportamiento y en su visión del mundo. Deberá calcularse la cantidad de personal afectada al programa, para determinar la cifra necesaria para cubrir las necesidades de los próximos años (promoción en nivel superior de profesores de arte, literatura y ciencias, preparación de animadores culturales, actores de teatro y técnicos del espectáculo). Será imprescindible planificar la construcción de planteles adecuados para el mejor desenvolvimiento de las actividades culturales. Tendrá que definirse el monto necesario del presupuesto de todas las dependencias del Ministerio, indicarse las sumas que deberán aportar los gobiernos locales, recabar fondos de organismos internacionales para proyectos específicos y recurrir a la iniciativa privada para que preste su ayuda en actividades de mutua conveniencia. Además, deberá contarse con un consejo superior independiente para la evaluación cultural de los pro- gramas (donde estén representadas todas las partes interesadas) que se

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Principios y objetivos de la cultura nacional

encargue del análisis de los resultados y fije la estructura básica del pro- grama de actividades; asimismo, que sirva de organismo coordinador de los consejos consultivos de las instituciones oficiales con las diferentes oficinas internacionales (que acepten participar en el plan de desarrollo cultural) y las empresas privadas nacionales adscritas al proyecto. Este consejo tendría carácter consultivo, a ñn de dejar libres a todos los organismos partici- pantes de proponer y aplicar las partes del programa, lo que aseguraría un funcionamiento descentralizado de las actividades, de acuerdo a las parti- cularidades de las regiones o sectores afectados. Es necesario no solamente conocer las preferencias del público sino ofrecerle u n vasto repertorio de opciones que estimulen su imaginación y espíritu de creatividad. D e ahí que, a la hora de diseñar los programas, el criterio de los que participan en la investigación puede estar contaminado de arquetipos que no calzan con la idiosincrasia del público y todo el esfuerzo de propagación de valores culturales puede llegar a esfumarse en un ambiente de desinterés, pasividad y desidia. Los planteamientos deben provocar respuesta. Sin el diálogo no hay crítica constructiva. Sin el interrogatorio, los objetos coleccionados en los museos, las obras de los creadores, las biografías de los hombres ilustres y la descripción del medio ambiente, por ejemplo, se transiorman en ele- mentos inútiles, rígidos e indiferentes de una historia superficial. L a cultura es algo más que conservación de los valores tradicionales de una sociedad y algo más, también, que el consumo de los objetos culturales. L a cultura requiere, fundamentalmente, la participación real de los miembros de la sociedad para que aporten sus talentos, su capacidad intuitiva de autodi- dactas o su formación académica, en acciones recíprocas de creación y consumo de los productos de la cultura, complementados con un trabajo eficaz de rescate y conservación de los elementos que constituyen el pasado cultural de su sociedad.

L a politica cultural costarricense no está orientada hacia programas a largo plazo. Aunque la forma óptima para lograr una buena administración de las actividades culturales, así como para un costo menor de su aplicación, la constituyen los programas a largo plazo, en un país que apenas rompe lanzas en la organización de planes culturales no es recomendable fijarse objetivos, señalar principios rígidos y trazar operaciones para, digamos, unos diez o veinte años cuando, en realidad, no se conocen aún los resultados de los programas ejecutados en seis años. Precipitarse en estos momentos a diseñar un programa a largo plazo es, además de un acto ilusorio, un peligro de tomar los errores por fracasos y la operación continua y repetitiva por buenos éxitos, y, por otro lado, caer en la mecanización burocrática de la cultura.

L a política cultural costarricense tratará de encontrar sus modelos propios en el desarrollo tecnológico, en la ciencia, en las artes y la literatura. L a importación de técnicas extranjeras indiscriminadamente, sin el discerni- miento necesario para extraer de ellas los elementos adaptables al medio ambiente e idiosincrasias nacionales, desechando firmemente todo trasfondo

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Principios y objetivos de la cultura nacional

cultural que perjudique la fisonomía propia del pueblo, puede convertirse en una dependencia más de los países altamente industrializados. Esta búsqueda de modelos propios será lenta, ardua, difícil. Los resultados no se palparán inmediatamente y las críticas de los impacientes aparecerán a diario, con toda la carga de su negatividad. Sin embargo, ésa es la mejor manera de estimular la creatividad de las gentes, haciéndoles sentir que todo el proceso cultural ha salido de sus propias manos y de su propio intelecto. La independencia económica debe venir aparejada con la independencia cultural. El progreso material que descuida las actividades del espíritu se detiene y cierra en el círculo de una tecnología deshumanizada al servicio de una sociedad gregaria. En la búsqueda es donde se encuentra el goce de la creación y no en la obra terminada. Una sociedad en efervescencia cultural es aquella que continuamente está renovando sus modelos de producción, sus sistemas de conservación y sus técnicas de información y de distribución de las obras concluidas. Por otra parte, esa sociedad debe mantener una actitud crítica de sus propias realizaciones, dejando completa libertad a la impugnación de los modelos mediante la discusión abierta con todos los sectores de la población. Cuando este foro abierto al pueblo dé sus frutos, cuando la tecnología y

la ciencia estén arraigados en el quehacer cotidiano mediante un conven- cimiento salido de la apreciación cultural independiente, el saber y la praxis se decantarán y la cultura costarricense adquirirá su fisonomía propia. Hoy son muchos los obstáculos que se oponen al desarrollo de la cultura

costarricense y muchos los intereses mezquinos de los que se niegan a cooperar en la realización de los apenas modestos programas. Pero el entu- siasmo popular por acceder a la cultura ha crecido de manera incontenible y hará ceder todos los obstáculos. Los mecanismos creados hace pocos años por el Estado han comenzado a marchar con firmeza, respondiendo a esa presión popular, dentro de un proceso irreversible y todos aquellos que aporten su grano de arena se verán ampliamente recompensados con una sociedad más segura de sí misma y más equilibrada.

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Administración y financiamiento

L a administración y el financiamiento de las actividades culturales en el país han estado a cargo del Estado, en su mayor parte; y, de la empresa privada, en algunas específicas como el teatro, la danza, la edición y las artes plásticas. A medida que estas actividades van adquiriendo mayor complejidad y los costos tienden a aumentar, el Estado toma para sí una mayor responsabilidad en la gestión cultural, ya sea mediante la administra- ción directa, el financiamiento de organismos autónomos o la subvención esporádica a ciertos grupos privados. El Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes es la autoridad más

importante de la gestión cultural en el país. Agrupa todos aquellos orga- nismos que, hasta la fecha de su creación, sucedida en 1970, operaban aisla- damente con una modesta subvención del Estado. El origen del Ministerio fue la Dirección de Artes y Letras que, en sus comienzos, dependía del Ministerio de Educación Pública. L a necesidad de separar la administra- ción de la instrucción de la cultura, motivó el interés del gobierno presidido por don José Figueres (periodo 1970-1974) de crear un organismo central con capacidad y base económica suficientes para realizar el cometido de manera más eficaz. Este Ministerio estuvo a cargo, durante ese periodo, de don Alberto F. Cañas, conocido escritor, dramaturgo y periodista. Actualmente, el puesto lo desempeña doña Carmen Naranjo, escritora y poetisa de grandes méritos. El Ministerio de Educación Pública mantiene un Departamento de

Extensión Cultural para cubrir las actividades propias de la docencia y, en algunos campos, trabaja coordinadamente con el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes. El propósito de las autoridades gestoras de la cultura es el de preparar

las bases de una transferencia gradual administrativa hacia las autoridades locales y a las entidades autónomas, con el fin de que, en un futuro, la labor de los ministerios se ciña a una posición más acorde con SUS prin- cipios de libertad de creación, o sea, se concreten a investigar, estimular,

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Administración y ûnanciamiento

orientar, recomendar, informar y, muy especialmente, coordinar las labores. Se ha avanzado bastante en la realización de esa política con el logro de

la participación de las municipalidades y las asociaciones de desarrollo comunal, modestamente por ahora, en la organización de centros de acción cultural dedicados, mayormente, a la divulgación de obras de autores nacio- nales, al intercambio de información y a la preparación de grupos de teatro. El Ministerio de Cultura cuenta con una buena cantidad de profesionales

en las diferentes disciplinas de la cultura para asesorar a los grupos en formación de las comunidades que así lo soliciten, y alcanza a tocar todos aquellos que se han constituido en las industrias. A estos profesionales se les denomina promotores. Se pone mucho énfasis en la asistencia a las comu- nidades locales, ya que es importante que ellas adquieran paulatinamente conciencia de su capacidad creativa y de su pertenencia a la colectividad nacional y aporten los elementos de una cultura original. Pero, como no cuentan con 10s medios ni la experiencia necesarios para llevar a cabo sus programas, el Ministerio ha asumido toda la responsabilidad de su preparación. El Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes está constituido por un

ministro, dos vice-ministros (uno encargado de la cartera de cultura y el otro de juventud y deportes), jefes de departamento, consejos directivos, directores de entidades adscritas y el personal propio de la administración. Está dividido en veinticinco secciones y una oficina de asesoría legal.

Cultura

Departamento de Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural, encargado del rescate y preservación de los bienes históricos, artísticos y arquitectónicos del país: rescate de monumentos, conservación de reliquias nacionales, res- tauración y embellecimiento de monumentos y regulación arquitectónica.

Departamento de Folklore, cuya tarea principal es la divulgación del folklore costarricense, la preservación de las costumbres más arraigadas en el campo artístico y el estímulo de formación de grupos folklóricos en las diferentes comunidades.

Departamento de Música, dedicado a la investigación y rescate de las obras de los músicos nacionales del pasado, a la ayuda de valores actuales y a la divulgación de la música costarricense.

Departamento de Publicaciones, que auspicia la investigación artística, literaria y científica de los diferentes aspectos de la vida en el país y su divulgación en todos los estratos sociales.

Departamento de Radio, encargado de transmitir a todo el país la infor- mación de los principales sucesos culturales nacionales e internacionales que le conciernen. Este Departamento servirá de base para la futura oficina de radio nacional.

Departamento de Cine, que tiene a su cargo el estudio de los aspectos de

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Administración y financiamiento

diversos problemas nacionales, así como los asuntos de interés cultural, con elpropósito de producir películas documentales que puedan servir de material de reflexión para todas aquellas autoridades encargadas de decidir la solución de los problemas.

Compañía Nacional de Teatro, destinada a difundir el teatro, a formar grupos, a impulsar la dramaturgia, a colaborar con grupos aficionados y profesionales, a impartir cursos de capacitación y a integrar las insti- tuciones directamente involucradas en el desarrollo social en las acti- vidades teatrales.

Dirección General de Bibliotecas, que administra todas las bibliotecas públicas del país, poniendo a la disposición de los lectores todo su fondo bibliográfico y de hemerotecas, y auspiciando la celebración de confe- rencias, seminarios, encuentros y exposiciones.

Teatro Nacional, monumento arquitectónico nacional m á s importante, en cuyas salas se llevan a cabo los sucesos culturales más relevantes del país.

Dirección General de Artes y Letras, que se encarga, principalmente, de la adjudicación de becas, el otorgamiento de subvenciones a entidades artísticas y la administración de los premios nacionales “Aquile0 J. Echeverría”, “Magón” y ‘LJoaquín García Monge”.

Orquesta Sinfónica Nacional, que da a conocer las composiciones de autores extranjeros y nacionales a todos los sectores del país.

Orquesta Sinfónica Juvenil, dependiente de la anterior y que funciona como escuela para la formación de jóvenes y niños instrumentistas y futuros educadores en el campo musical.

Editorial Costa Rica, dedicada a la edición de obras de autores nacionales, a su divulgación y venta. Distribuye también las ediciones del Departa- mento de Publicaciones del Ministerio.

Museo Nacional, que tiene como objetivo principal colectar, exponer y conservar los ejemplares representativos de la flora, fauna, los minerales y las reliquias históricas y arqueológicas del país, así como promover el desarrollo de la etnografía e historia nacionales y convertirse en órgano de difusión artística y científica.

Casa del Artista, que funciona como una escuela de artes plásticas mediante un taller de trabajo directo, guiado por profesores reconocidos.

Colegio de Costa Rica, destinado a la difusión cultural sirviéndose de confe- rencias periódicas, divulgación de los trabajos de investigación de espe- cialistas costarricenses y publicación de los cursos impartidos en su seno.

Juventud

Departamento de Adiestramiento, que tiene, como objetivo fundamental, capacitar a la juventud con programas de refuerzo al movimiento juvenil existente y de creación de nuevas organizaciones juveniles, orientándolos hacia una utilización positiva y creadora de su tiempo libre.

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Esceria de Pi~crto Limón, novela dc Joaquín GuliSrrez adaptada por Alfredo Catania. Conipañía Nacional de Teatro. 1975.

El servicio estatal eu FU primera fase. Instalacirin de una Oficina en el ingar de asentarnienlo: zona Kío Frío Sarapiqui.

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Asentamiento Batáan. Empresa individual. L a mujer campesina recibe un curso de costura. Programa de capacitación campesina.

Nuevo edificio de la Biblioteca Nacional de Costa Rica.

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Griipo folklórico d e la IJniversidad I\i acional de Corta Rica.

Teatro Nacional de Costa Rica. inaiigurado en 1897.

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Preparacihn del cortometraje La lucha en el silencio, del Departamento de Cine del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes. 1975.

Torreón del Museo Nacional de Costa Rica, antiguo Cuartel de Bellavista.

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Administración y financiamiento

Departamento de Servicio Nacional de la Juventud, encargado de orientar el servicio voluntario juvenil en el desarrollo del país.

Departamento de Promoción Deportiva y Cultural, que registra las dife- rentes organizaciones juveniles del país y promueve las actividades depor- tivas y culturales de todas ellas, orientándolas hacia un servicio a las comunidades, así como hacia el intercambio con grupos similares del extranjero.

Unidad de Libros, oficina adscrita a la Dirección General de Juventud para la distribución de lotes de libros a las bibliotecas estudiantiles del país.

Simposium Internacional sobre Políticas Gubernamentales de juventud en América Latina, convocado por la Dirección General de Juventud, la Secretaría Internacional para el Servicio Voluntario y la Fundación Friedrich Ebert de Alemania, en noviembre de 1974, por primera vez, con la finalidad de definir políticas nacionales de juventud, formulando programas específicos para cada uno de los quince países afiliados.

Movimiento Nacional de Juventudes, encargado de la ejecución de los pro- gramas establecidos por la Dirección General de Juventud, como pro- mover la organización juvenil de servicios voluntarios a las comunidades, capacitar a promotores e instructores, administrar las “casas de juventud” y promover actividades culturales y deportivas.

Deportes

Dirección General de Deportes, destinada a promover los deportes de aficio- nados y de participación popular, a mantener informados los servicios deportivos de prensa y radio, a orientar el uso democrático de las insta- laciones deportivas, a coordinar e inspeccionar la acción de las diferentes autoridades deportivas, a mantener una estrecha colaboración entre el Ministerio de Educación Pública y el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes en los programas de desarrollo deportivo de las comunidades y a fijar los precios de las entradas a los espectáculos deportivos.

Departamento Técnico, encargado de impartir cursos en las comunidades sobre técnicas deportivas y clínicas.

Parque deportivo Chapuí, complejo de instalaciones deportivas destinado a todo el público y que se encuentra en construcción en el llano de La Sabana, en San José.

Oficina de Asesoría Legal

Fue creada en la presente administración para elaborar los proyectos de ley para la creación de nuevas entidades dependientes del Ministerio y para asesorar permanentemente a las actuales. Las directivas de las siguientes entidades: Compañía Nacional de Teatro,

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Administración y financiamiento

Teatro Nacional, Artes y Letras, Orquesta Sinfónica Nacional, Editorial Costa Rica, Museo Nacional, Colegio de Costa Rica, Movimiento Nacional de Juventudes y Educación Física y Deportes, están constituidas por representantes de todas las partes involucradas en las actividades corres- pondientes para que la gestión tenga un carácter autónomo y verdadera- mente representativo. Las resoluciones adoptadas por las directivas tienden más a la recomendación que a la imposición de criterios. El presupuesto del Ministerio de Cultura, Juventud y Deporte representa

un 0,53 por ciento del presupuesto nacional y se distribuye entre los departamentos y entidades en las proporciones indicadas en el cuadro 1. En los programas correspondientes al desarrollo de las comunidades existe el aporte de las municipalidades beneficiadas, que puede ser monetario o con el préstamo de servicios. En las actividades propias de la industria, todos aquellos que solicitan la colaboración del Ministerio deben aportar los medios económicos para su realización. El Departamento de Extensión Cultural del Ministerio de Educación

Pública desarrolla programas de producción, orientación y divulgación culturales en las áreas que son de su competencia: escuelas, colegios, y diferentes centros de educación para adultos como, por ejemplo, en los puestos de la Guardia Civil, la Guardia Rural y los centros comunales.

Las universidades y el Instituto Politécnico mantienen departamentos especiales dedicados al desarrollo de las actividades culturales, adscritos a diversas facultades, particularmente en la formación de profesionales de las diferentes disciplinas de la cultura. Tienen carácter autónomo, que es el mismo de los centros de educación superior donde están inscritos. El Banco Central ha creado en este año un Departamento de Extensión

Cultural, que servirá para estimular la producción cultural de los empleados bancarios e informarles del movimiento nacional e internacional de la cultura y tendrá varias actividades en coordinación con el Ministerio de Cultura, Juventud y Deporte.

Las actividades culturales de carácter privado se rigen de acuerdo a las leyes vigentes de asociaciones de fines culturales y educativos, sin propó- sitos lucrativos. Entre esas asociaciones se encuentran el Teatro Arlequín, Conservatorio Castella, Orquesta Sinfónica de Heredia. En conclusión, se puede decir que la política cultural costarricense está

basada en los principios mismos de su sociedad, que son los de la democra- tización de la cultura para permitir a todos el libre acceso a los centros promotores de cultura y el libre desarrollo de su personalidad, estimulando su capacidad creadora. N o es la imposición de esquemas de comportamiento o de fórmulas de pensamiento la que enriquece un pueblo: es su forma espontánea y original de plantear sus inquietudes y resolver los plan- teamientos, la que dignifica su práctica social. En tanto los individuos que constituyen la sociedad costarricense puedan desarrollar amplia y libre- mente sus actividades culturales propias, la política propuesta habrá cumplido con sus aspiraciones.

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Administración y financiamiento

CUADRO 1. Distribución del presupuesto

Departamentos Porcentaje

Folklore, música y defensa del patrimonio histórico Publicaciones y Radio Compañía Nacional de Teatro, Casa del Artista y Teatro Nacional Dirección General de Bibliotecas Dirección General de Juventud Movimiento Nacional de Juventudes Departamento de Cine Orquesta Sinfónica Nacional Dirección General de Artes y Letras Editorial Costa Rica Museo Nacional Dirección General de Deportes Asociaciones privadas sin fines de lucro Administración Central

3 7 9 17 10 475 6 8,s 395 495 175

375 11

11

CUADRO 2. Clasificación funcional

Sector Año

1973 1974 1975

Educación 1 221 862 1 575 163 2 959 730 Desarrollo comunal - Fomento artístico y cultural 10 566 690 18 175 184 11 608 275

1 900 O00 Otros servicios sociales y comunales 529 669 2 152 262 1 073 600

481251 - Esparcimiento y recreación - -

CUADRO 3. Costo de recursos humanos

Concepto Remuneraciones

(Colones)

Cargos fijos Servicios especiales Jornales

TOTAL

5 470 055 149 600 30 O00

5 649 655

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Administración y financiamento

CUADRO 4. Actividades o tareas

Departamento Unidad de medida 1973 1974 1975

Folklore Publicaciones Conferencias Presentaciones artísticas Enseñanza de bailes típicos

Patrimonio histórico Selección de reliquias Divulgación del patrimonio Rescate de monumentos

Revistas 4 6 6 Conferencias 160 220 195 Espectáculos 60 80 90 Lecciones 208 288 286

Rotulaciones 40 80 80 Museos región 2 4 4 Rescate 2 4 4

Mhica

Investigación música de autores nacionales Investigación 2 4 4 Reproducción de partituras Reproducción 10 25 25

Publicación de recopilaciones Publicación 3 5 5

CUADRO 5. Actividades o tareas

Departamento Unidad de medida 1974 1975

Publicaciones Estudios bibliográficos Confección boletines, afiches,

Serie “¿Quién fue y qué hizo?”

Serie “Rescate” (5 títulos) Serie “Los periodistas” (5 títulos) Discos ‘<Poesía viva de Costa Rica” Diccionario básico de la literatura

Serie “Artes plásticas” Textos breves y extraordinarios Revista Costa Rica Revista Letras nuaias Papel impreso

folletos, etc.

(14 títulos)

costarricense

Investigación

Publicación

Ejemplar Ejemplar Ejemplar Disco

Ejemplar Ejemplar Textos Ejemplar Ejemplar Revista

1200

48

105 O00 28 O00

8 O00 -

6 O00 6 O00

300 O00

1200

48

98 O00 35 O00 20 O00 8 O00

20 O00 2 O00 24 O00 6 O00 6 O00

300 O00

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Administración y financiamento

CUADRO 6. Actividades o tareas

Departamento Unidad de medida 1974 1975

Compañía de Teatro Enseñanza de teatro Presentaciones culturales

Lección 520 600 Espectáculos 120 150

Teatro Nacional Actividades artísticas culturales Espectáculos 175 200 Espectáculos en T.V. Espectáculos 15 20

Casa del Artista Enseñanza de artes plásticas Lección 2 O00 6 O00 Exposiciones artes plásticas Exposición 6 10

CUADRO 7. Actividades o tareas

Departamento Unidad de medida 1974 1975

Bibliotecas Fichas catalógicas (libros revisados) Ficha 36 O00 40 O00

Servicio de lectura

Servicio de lectura

Periódicos registrados Ficha 60 O00 75 O00

(Biblioteca Nacional) Lector 650 O00 750 O00

(Bibliotecas públicas) Lector 300 O00 350 O00

Cine Producción de material (películas y documentales) Rollos 12 16

Trabajo de campo Filmaciones 21 30 Información al país (proyección de películas) Proyección 50 75

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Administración y financiamento

CUADRO 8. Actividades o tareas

Departamento Unidad de medida 1974 1975

Dirección de juventud Relación con grupos juveniles

Servicio Nacional de Juventud Refores tación Centros de tareas Capacitación

Actividades deportivas Festivales deportivos cursos Suministros Asesoramiento

Actividades generales Centros de tareas cursos Encuentros juveniles Intercambios juveniles

Actividades culturales Concursos de oratoria Ferias de libros Festivales de pintura Festivales de teatro Festivales de danza Festivales de artes plásticas

Departamento de adiestramiento Cursos, seminarios, conferencias, mesas redondas, etc.

Visita

Reforestación Centro Cursillo

Festival Curso Suministros Asesoramientos

Centros Cursos Encuentros Intercambios

Concursos Ferias Festival Festival Festival Festival

Varios

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1 3 5

5

50 20

-

6 1 1 - - 10 1 1

110

48

4 10 6

10 2

100 50

12 4 5 10

4 50 4 4 5 12

172

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Actividades culturales

Teatro

Costa Rica tiene una tradición teatral muy reciente. Algunos estudiosos del teatro remontan los orígenes de las actividades teatrales en el país a los comienzos de este siglo, aunque, en el siglo XIX, hubo esporádicas repre- sentaciones para públicos muy selectos, más bien, se podría decir, para públicos que no salían de un círculo familiar estrecho. Los tres primeros autores nacionales efectivamente aparecen a principios

de este siglo, con más carácter de maestros que imponen una labor didáctica teatral desde sus aulas que autores a la manera usualmente reconocida en los países de larga tradición teatral. Aunque algunas de las obras de Carlos Gagini, Rodolfo Calsamiglia y Rafael Orozco fueron representadas en público, la mayor parte de sus producciones quedaron en sus manuscritos y hoy se las estudia como teatro para ser leído más que para ser representado. H a y quienes desean ver en las ceremonias religiosas de los huetares, los

bruncas y los chorotegas un principio de las actividades teatrales. Y consi- deran que las ceremonias religiosas cristianas de la Colonia constituyen el puente que empata con el fenómeno teatral de nuestros tiempos. Esta afirmación es poco seria ya que el rito religioso, aunque en su fundamento lleva las reglas del juego teatral, no desemboca en el diálogo, principio y motor del teatro.

La tradición teatral costarricense arranca firmemente con la formación de un público constante, ávido de espectáculo, de comunión; un público capaz de sostener grupos de teatro, de contribuir a la permanencia de salas especial- mente construidas para el montaje de piezas, de responder con su presencia y con su crítica al juego propuesto por el conjunto de actores, directores y autores. Y si tomamos esta afirmación como premisa, la tradición teatral costarricense se remonta a los años 1950-1951 conla primera puesta en escena con sentido profesional a cargo de un grupo de estudiantes universitarios y de entusiastas particulares, dirigidos por Lucio Ranucci, a la sazón profesor

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universitario, que había llegado recientemente al país procedente de Italia. L a confirmación del teatro costarricense se produce con la aparición de

autores nacionales que interesan a un público nacional y que ensanchan sus perspectivas sociales y su visión del mundo. A partir de 1960, con la pro- ducción de obras de autores nacionales, como Alberto F. Cañas, Daniel Gallegos y Samuel Rovinski, es cuando empieza a definirse y consolidarse un verdadero teatro de raíces costarricenses.

N o es razonable pretender que el arte teatral siga el mismo proceso en todas las naciones, desde unas fiestas dionisíacas hasta la aparición de su propio Sófocles, pasando por la invención del diálogo. Un teatro es lo que es en cada nación, según las particularidades de la sociedad que lo engendra, aunque en su estructura aparezca el esquema fundamental de un solo origen. Y este origen del teatro costarricense se sitúa en el mismo punto que el de todo el teatro del mundo occidental: en Grecia. En los veinte años que sucedieron a la primera puesta en escena de

carácter profesional, por parte del Teatro Universitario, dirigido por Ranucci, se mantuvo un público que oscilaba entre las 1 O00 y 2 O00 per- sonas. Hicieron su aparición tres teatros sostenidos por la iniciativa privada: EI Arlequín, Las Máscaras y el G m p o Israelita de Teatro (GIT), práctica- mente con el mismo conjunto de aficionados al teatro. Con altibajos de calidad, entre angustias económicas, críticas no siempre acertadas y la indiferencia de grandes sectores de la población, estos grupos sostuvieron el interés por el teatro y dieron a conocer muchas de las obras más importantes de la dramaturgia universal: Sófocles, Molière, Lope de Vega, García Lorca, Camus, Sartre, Ionesco, Becket, Betti, Williams, Pirandello, Miller, Shaw, Priestley y muchos más. D e estos tres teatros solamente EI Arlequín se mantiene en nuestros días, siempre sostenido por un grupo de patrocinadores y bajo los auspicios del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes. En este teatro se llevaron a escena las primeras obras de autores costarricenses: El vitral, de Alfredo Castro (traducida del francés), Los pocos sabios y El luto robado, de Alberto F. Cañas, Ese algo de Dávalos y La colina, de Daniel Gallegos. El Grupo de Teatro Israelita estrenó un programa doble: Algo más que dos sueños, de Alberto F. Cañas y Gobierno de alcoba, de Samuel Rovinski, programa que se sostuvo mucho tiempo y con gran éxito en el Teatro de la Calle 4. EI teatro costarricense se afirma con la aparición de un público más

amplio que aquel que sostenía a los pequeños grupos privados. Este fenó- meno se produce a partir de 1967 con la actividad desarrollada por el Teatro Universitario de llevar el teatro a los barrios y a las comunidades rurales. L a primer obra del programa, Las jìsgonas de Paso Ancho, de Samuel Rovinski atrae, en ese primer año, más de treinta mil espectadores. L a formación de la Compañía Nacional de Teatro, adscrita al Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, en 1971 continúa esa labor de divulgación teatral hacia loss ectores de la población hasta ese entonces marginados de la cultura, consolidándola mediante la aplicación de programas de for-

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mación de nuevos grupos escenificadores en los barrios, las comunidades rurales, los colegios, las escuelas y las fábricas. Los grupos teatrales que actualmente desarrollan actividades ininte-

rrumpidas son: Compañía Nacional de Teatro, Teatro Universitario, El Arlequín, El Angel, Conjunto Cilampa, Grupo Tierranega, Teatro de Muñecos, Café Concert y todos aquellos grupos que ha formado y viene formando la Compañía Nacional de Teatro. Las labores de la Compañía Nacional de Teatro han permitido incorporar

casi totalmente la población del país al proceso de formación teatral. Es interesante dar a conocer los principios que sustentan a la Compañía y los resultados de sus labores en los últimos tiempos. Para ello es bueno recurrir al informe presentado en 1975 para la memoria del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes. El objetivo principal de la Compañía Nacional de Teatro es el de dar a

conocer el fenómeno teatral en todo el territorio nacional, entendiéndose por fenómeno teatral los diferentes aspectos que participan en su creación, con el fin de convertirlo en expresión de la cultura de un pueblo. Sus metas son la difusión de espectáculos teatrales, la formación de grupos, el impulso de la dramaturgia, la ayuda y la colaboración de grupos de profesionales y de aficionados, el establecimiento de cursos de capacitación, la integración de las instituciones directamente involucradas y responsables del desarrollo social y cultural y, en fin, el acercamiento del costarricense al teatro como fuente de expresión y medio de entender su sociedad. Varias modalidades se introdujeron para la IV Temporada de Teatro al

Aire Libre. Quizá la más importante es la que, además de permanecer por diez semanas consecutivas en un solo sitio en el centro de la ciudad, se dieron cortas temporadas de una semana de duración en cada uno de cinco barrios populosos de San José. Por otra parte, se han incluido en la pro- gramación espectáculos de danza, teatro infantil en programas dominicales y la participación de la Orquesta Sinfónica Nacional. En lo que corresponde al teatro, se contó con cinco grupos, además de la Compañía. L a Editorial Costa Rica mantuvo una exposición y venta de libros en el

Museo Nacional y se procuró la participación de escultores y pintores, con lo que la IV Temporada al Aire Libre se convirtió en un gran festival popular de las artes. El teatro en las comunidades rurales se inició en el mes de julio de 1974

y abarcó visitas de la Compañía a más de cincuenta comunidades con la obra L a familia Mora, de la autora costarricense Olga Marta Barrantes, y una segunda visita a muchas otras con La ópera de tres centavos, de Bertold Brecht. Conforme se desarrollaba esta labor de difusión, ocho actores de la Compañía visitaban dos comunidades rurales cada uno, una vez por semana, para fomentar el teatro como medio de expresión de esos núcleos sociales, logrando, hasta el presente, la formación de dieciséis grupos en los que participaban obreros, estudiantes, campesinos, trabajadores de cuello blanco, repartidos en todo el territorio nacional. Cuarenta municipalidades,

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con el Instituto de Fomento y Asesoría Municipal (IFAM) a la cabeza, han brindado el apoyo económico y participan activamente para realizar este programa. Vale destacar que el 50 por ciento de lo recaudado en las funciones dadas en comunidades rurales se destina a las organizaciones locales. En el teatro para los colegios, cerca de 20 O00 estudiantes presenciaron

la representación de La ópera de tres centravos, en San José y en provincias. Se estableció un equipo de promotores teatrales que visitó 20 colegios. Este trabajo culminó con el primer festival de teatro estudiantil y la formación de dieciocho grupos aficionados. En 1975 el ciclo de representaciones para colegios se amplió a dos temporadas. El Departamento de Español del Ministerio de Educación Pública se encargará de colaborar ampliamente con la Compañía, a fin de obtener resultados más importantes. En 1975 se dieron 313 funciones que trajeron un total de 107 453 espec-

tadores, con 9 obras representadas. Un programa doble, compuesto de obras de autores nacionales, Puerto Limón, de Joaquín Gutiérrez (novela adap- tada al teatro por Alfredo Catania) y Pinocho Rey, de Antonio Iglesias, fue ofrecido al público mexicano en el Teatro Jiménez Rueda de la capital mexicana, con una buena acogida por parte del público y de la crítica. L a Compañía ha sido invitada a participar en el mes de marzo de 1976 en el Festival Internacional de Teatro, en la ciudad de Guanajuato, México, con la representación de la obra La colina, de Daniel Gallegos. Igualmente dará una serie de funciones en Cuba con obras de autores costarricenses. En noviembre de 1975 dio inicio un taller de dramaturgia, al que asisten

dramaturgos en ciernes y reciben la orientación de profesores y dramaturgos experimentados.

Se han dictado 4 cursos para la formación de maestros que manejen títeres, a los que asistieron 95 maestros de 45 escuelas y se diplomaron 70 maestros de 36 escuelas. También se han puesto a funcionar regularmente 20 talleres escolares, a los que asisten más de 300 niños. El teatro de títeres de la Compañía, formado para promover el plan, ofreció 21 representaciones de la obra Sopa de piedras en el curso de dos meses, a las que asistieron cerca de 8 O00 niños. Del 30 de octubre al 1 de noviembre de 1975, 17 escuelas participaron en una exposición de muñecos realizados por niños, con 203 ejemplares. Durante la exposición, 5 escuelas representaron 12 obras escritas y actuadas por niños. En el trabajo de formación de grupos toman parte 23 promotores, que

recibieron un C U B O intensivo durante los meses de enero y febrero. Estos promotores ejercen una vigilancia del desarrollo de los grupos de teatro aficionado. Hasta el momento funcionan normalmente 45 grupos de teatro al nivel de educación secundaria, 16 grupos en comunidades rurales, 1 grupo de una comunidad urbana y 6 grupos en fábricas, todos a cargo de los promotores de la Compañía. Del 22 al 28 de septiembre de 1975 se celebró el Segundo Festival de Teatro

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Estudiantil en el Teatro del Museo, con la participación de 39 grupos, formados por 350 estudiantes. El 3 y el 4 de octubre, tuvo lugar el Primer Festival de Teatro de Comunidades en el Teatro del Museo, con la presen- tación de 8 grupos y 2 observadores. La Compañía ha dado 7 funciones en las fábricas y los grupos formados por ella han logrado 117 funciones para estudiantes en colegios, en sus respectivas comunidades y en las comuni- dades rurales. Si en muchos países el teatro ha entrado en una grave crisis de dismi-

nución de público, en Costa Rica se ha presentado el caso contrario: un nacimiento pujante del arte teatral. Abundancia de temas, entusiasmo de autores nacionales, refinamiento gradual en las técnicas de actuación, formación continua de grupos y, sobre todo, el crecimiento bullente de un gran público ávido de espectáculo, de comunicación y, quizá, de partici- pación directa en el espectáculo mismo. L a política sana e inteligente del gobierno, que permite la libre expresión en los temas y la expansión sin trabas de las actividades teatrales, poniéndolas al alcance de todos los bolsillos y estimulando la creación y la afición teatral, permitirán que el teatro se convierta, en el correr de los años, en una verdadera fiesta popular. Con el tiempo, habrá una decantación de la calidad de los espectáculos.

Subsistirán los grupos de más talento y cohesión que contarán con el favor del público. Otros seguirán en sus labores primigenias de formación y divulgación y muchos desaparecerán cuando decaiga lo que fue nada más entusiasmo de momento. Pero el hecho incontrovertible es que en Costa Rica se han abierto las compuertas al torrente de entusiasmo colectivo por el teatro y que los autores nacionales encuentran un clima favorable para su labor creativa y que todas las personas, no importa cual sea su condición social, tienen ya la oportunidad de expresarse al participar en el fenómeno teatral. Sin la libertad indispensable para manifestarse, para expresar senti-

mientos e ideas, ni la independencia que estimula la conciencia de dignidad y seguridad en sus propios actos, las sociedades no tienen capacidad para superarse, para progresar hacia las metas ideales de la elevación espiritual de sus miembros, aparejada a la satisfacción de sus necesidades materiales. Los gobiernos que tienden a destruir la inteligencia mediante la persecución de artistas, escritores y científicos, siembran los gérmenes de su propia destrucción. El público en el teatro representa la libertad de reunión, esencia misma

de la libertad de expresión. Los gobiernos que estimulan la libertad de reunión contribuyen a la formación de pueblos sanos, capaces de dirigir sus propios destinos y de darse una cultura auténticamente nacional, susten- tada en las bases universales de la tradición cultural de la humanidad.

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Música

L a educación musical, la formación de músicos, la creación musical y las audiciones públicas en Costa Rica comienzan en las postrimerías del siglo XIX. Antes de ese tiempo, existía únicamente la música religiosa ejecutada en las iglesias y las canciones populares de tradición española, de las que no se conservan las partituras y que probablemente no eran originales.

Con la construcción del Teatro Nacional en 1897, acontecimiento insólito para una sociedad modesta, tradicionalmente pobre, como la costarricense, se inicia la llegada de conjuntos extranjeros, particularmente cantantes de ópera con pequeñas orquestas propias, que crean la afición musical entre las familias pudientes del país, sobre todo en las que constituyen la oligarquía cafetalera. El Teatro Nacional se inaugura el 19 de octubre de 1897 con Fausto, de Gounod, interpretado por un grupo de ópera extranjero: la Compañía Francesa de Opera, dirigida por Monsieur Aubry y la orquesta bajo la batuta del maestro Adeilhac. Se desechó la idea de inaugurarlo con una obra musical de un autor costarricense: El Marqués de Talamanca, zarzuela con libreto de Carlos Gagini y música de Eduardo Cuevas. En 1941 fue contratado un músico argentino, H u g o Mariano, para organizar una orquesta sinfónica nacional con músicos extranjeros y nacionales. Desde entonces, el Teatro Nacional cuenta con su propia orquesta sinfónica, sub- vencionada por el Estado. En el campo de la educación musical hubo primeramente una academia

particular, Academia Santa Cecilia, que desapareció con su hndador, el maestro José J. Vargas Calvo. A esta academia le sucedió el Conservatorio Nacional de Música, financiado por el Estado. L a mayor parte de los profe- sores eran músicos de la Sinfónica Nacional.

Los primeros compositores importantes fueron Alejandro Monestel, Julio Fonseca y Emanuel García, de quienes se conservan, en conjunto, más de quinientas obras. Actualmente, la Sinfónica Nacional ha sido reorganizada bajo la dirección

de Gerald Brown, que le ha dado un gran impulso mediante la inyección de jóvenes músicos extranjeros. L a labor de la Sinfónica no se ha concretado a la ejecución de obras musicales sino que se ha ampliado notablemente en la formación de músicos, reclutados entre niños de edad escolar y estu- diantes de secundaria. L a Orquesta Sinfónica Nacional cumple con un pro- grama de 18 conciertos anuales, estrenados en el Teatro Nacional y luego llevados a diferentes localidades del país, a precios populares. En la parte de formación, se ha logrado una Orquesta Sinfónica Juvenil con los alumnos más destacados de los últimos años; anualmente se seleccionan niños con aptitudes musicales de un total de tres mil solicitudes. L a matrícula es gratuita y los instrumentos son facilitados por la Sinfónica.

Siguiendo los postulados de la política cultural del Estado, la Sinfónica Nacional cumple con un programa popular de divulgación musical, de aper- tura a todos los talentos en la formación de instrumentistas sin distinción

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social alguna y de estímulo para los compositores nacionales. Así se estrenan anualmente destacadas obras sinfónicas y corales de compositores ya cono- cidos como Bernal Flores, Benjamín Gutiérrez, Alcides Prado, Rocío Sáenz y se crean concursos de composición, de donde surgen nuevos valores que encontrarán, en la Orquesta Sinfónica Nacional, una acogida calurosa. L a Sinfónica Juvenil cuenta con tres orquestas estructuradas en niveles

de dificultades técnicas ascendentes. En cada orquesta, el alumno está sujeto a distintas disciplinas: orquesta elemental, orquesta intermedia, y orquesta avanzada. Esta última es la que ofrece presentaciones públicas para dar a conocer el nivel alcanzado. El Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes mantiene un Departa-

mento de Música dedicado a la investigación de los valores musicales costa- rricenses y a la divulgación de su música actualmente bajo la dirección de Bernal Flores. Este Departamento trabaja en la elaboración de un diccio- nario de músicos costarricenses, en el estudio de las composiciones de Julio Mata, Alejandro Monestel y Emanuel García (a cargo de egresados univer- sitarios) y en la edición de obras manuscritas de compositores nacionales. Más adelante se procederá a hacer una recopilación y clasificación de instru- mentos musicales indígenas y una investigación a fondo de la producción musical popular. L a Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica tiene a su

cargo la administración del Conservatorio de Música, dedicado a la forma- ción de instrumentistas, compositores, cantantes y profesores de música. Concede el diploma de licenciado en ciencias musicales. El Conservatorio Castella es un colegio de educación secundaria, comple-

mentada con formación musical, reconocido por el Estado y con su auspicio económico, que desde hace quince años ha venido graduando bachilleres con preparación artística especializada. Cuenta con su propio auditorio para presentaciones públicas. L a Radio Universitaria dedica gran parte de sus audiciones a la divul-

gación musical. Transmite los conciertos grabados por la Orquesta Sinfónica Nacional o audiciones directas en sus estudios con solistas. Además, entre- vista a músicos, proporciona datos sobre obras y compositores y explica las obras durante el transcurso de su ejecución.

Literatura

Los primeros escritores en lengua española y portuguesa en el continente fueron los cronistas que acompañaron a los descubridores y posteriormente a los conquistadores. Los testimonios aportados por ellos sirvieron de base para las versiones literarias de diversos acontecimientos históricos, desde el descubrimiento, pasando por la Conquista, hasta la época colonial. Los focos principales literarios de la Colonia fueron México, Perú y Brasil, sobre todo en el género de la poesía.

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Actividades culturales

Aunque Costa Rica dispuso de los testimonios de cronistas de la época, su importancia fue pareja con la insignificante importancia económica y estratégica que tuvo el país en el contexto colonial de la época. D e ahí que la cultura costarricense haya derivado de unas pobres raíces coloniales. Asimismo, la escasa población indígena con la que se encontraron los espa- ñoles desde la llegada de Colón a Cariari (Limón) en 1502, consistente en unos 30 O00 habitantes, fue disminuyendo y degradándose con el pasar de los años a manos de españoles y de piratas ingleses que los esclavizaron y explotaron hasta el siglo XVIII, cuando adquirieron su derecho a la libertad. L a influencia indígena, por consiguiente, en la formación literaria costarri- cense es prácticamente nula. L a primera obra literaria costarricense conocida procede de Domingo

Jiménez, escrita en 1574 en la población de Aranjuez y que se denomina Coplas, poesía trovadoresca de estilo erudito y de mediocre calidad. También pasaron a la tradición oral una serie de romances con temas tradicional- mente españoles (El romance en Costa Rica, por María Eugenia Monge de Castro) y se habla de la representación de algunas comedias. El pano- rama literario del periodo colonial hasta el siglo XIX se cierra con dos figuras sobresalientes por sus estudios de carácter filosófico y político: Fray Antonio de Liendo y Goigoechea y el padre Florencio del Castillo, la obra de este último destacada más bien en Las Cortes de Cádis a principios del siglo XIX. EI conocimiento que se tiene de la vida institucional y cultural de Costa

Rica desde 1502 hasta mediados del siglo XVIII procede de parte de la obra de cronistas como Pedro Mártir de Anglería, Francisco López de Gómara, Hernando Colón, Gonzalo Fernández de Oviedo y, sobre todo, por la amplia crónica de Fray Bartolomé de las Casas en su Historia de las Indias. A partir de la Independencia y después de la consolidación del Estado,

particularmente en el periodo que va de 1869 hasta 1900 la literatura está impregnada de política, dedicada a los estudios históricos, a los tratados políticos, a la economía, más con el carácter periodístico de la información que con la búsqueda estética o con las preocupaciones románticas europeas, tan en boga en esa época en los países latinoamericanos más importantes.

L a literatura costarricense es una de las m á s recientes de las letras espa- ñolas, de poca resonancia mundial, de una temática particularmente loca- lista, apacible y modesta como la misma historia del país, marcada por las influencias europeas como el resto de la literatura latinoamericana, desde el realismo naturalista francés hasta el vanguardismo reciente, fenómeno propio de la industrialización y del impacto cosmopolita de la visión social sobre los campesinos convertidos en ciudadanos que se insertan en una sociedad de consumo de modelo norteamericano. El acontecimiento más importante para el desarrollo de la literatura en

Costa Rica es la adquisición de la primera imprenta, hecho evidente en el fenómeno cultural de toda sociedad. Y esto no se produce sino hasta el año 1830, mediante la gestión del presidente de la República, Juan Mora Fernández. Esta aparición tardía de u n instrumento básico para la litera-

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tura, que pone al alcance de un mayor número de lectores los textos clásicos y las obras originales de la época, explica claramente la razón de la pobreza cultural costarricense de toda su historia. Aunque las primeras imprentas fueron destinadas al periodismo, la edición del primer libro nacional, la Aritmética del bachiller Osejo, abre las puertas al espíritu creativo costa- rricense que arrancará sólidamente 100 años después con los primeros escritores combativos nacionales: Carlos Luis Fallas, José Marin Cañas, Carmen Lyra, León Pacheco, Yolanda Oreamuno, Fabián Dobles, Joaquín Gutiérrez y otros. L a primera obra de carácter popular y que se mantiene viva hasta

nuestros tiempos en la tradición nacional es una colección de poemas realistas de la vida del costarricense sencillo de la época, romances que evocan el lenguaje popular y las costumbres más que nada campesinas de la gran mayoría de la población, y que llevan el nombre de Concherfus (referencia al concho, campesino), cuyo autor fue Aquile0 J. Echeverría, hombre modesto, sin relieves políticos ni grandes ambiciones literarias, pero que fue elogiado abiertamente por Rubén Darío. Costa Rica no quedó aislada de las corrientes literarias en el continente

americano: realismo naturalista, simbolismo, modernismo, costumbrismo, realismo socialista, surrealismo, vanguardismo. Cada una de estas corrientes encontró sus seguidores entre quienes se dedicaron seriamente al ejercicio de las letras. Darío, Lugones y Santos Chocano ejercieron una fascinación entre los primeros poetas costarricenses de este siglo, de los que Julián Marchena y Rafael Cardona fueron los más destacados. Posteriormente, se marcan más acentuadamente las influencias de Whitman en poetas como Isaac Felipe Azofeifa y el vanguardismo francés entre los poetas jóvenes. En la narrativa sucede un fenómeno similar: a principios de siglo el natu- ralismo está en boga y los escritores costarricenses se inscriben en la corriente, con Luis Dobles Segreda, Jenaro Cardona y Joaquín García Monge como pioneros. Joaquín García Monge vendría a hacer, más adelante, una labor inestimable en el campo de las letras latinoamericanas, con su revista Repertorio americano, en la que muchos grandes escritores encontra- rían el espacio propicio para darse a conocer, cuando en sus propios países eran censurados. Precisamente en esta publicación mensual literaria es donde comienzan a manifestarse los escritores nacionales que darían a Costa Rica la producción más sólida: Fallas, Marin Cañas, Dobles, Oreamuno, Herrera, Gutiérrez, Salazar Herrera y tantos otros más que incursionaron unos en el realismo de crítica social y otros en el impresionismo y el vanguar- dismo. A esta etapa de la literatura nacional se la podría calificar de heroica, ya que los escritores difícilmente encontraban casas editoras, revistas especializadas u organismos de difusión que estimularan su produc- ción. Generalmente se editaba a cuenta y riesgo del escritor. Los periódicos daban espacio a los poetas, a los cuentistas y a los pensadores, cuando los escritos no pasaban de tres o cuatro cuartillas. D e la misma manera en que la aparición de la primera imprenta en el

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año 1830 significó el comienzo del quehacer literario en Costa Rica, la fundación de la primera casa editorial subvencionada por el Estado, ocurrida en el aíio 1958, inicia la democratización de la labor literaria. L a Editorial Costa Rica, empresa creada por ley del Estado para estimular la producción de obras literarias, científicas y artísticas en el país, comenzó con un presupuesto sumamente reducido que no le permitió, durante el primer decenio de su existencia, dar salida a gran cantidad de obras de conocidos escritores nacionales y de los nuevos valores que presionaban impacientemente para darse a conocer. L a primera etapa fue raquítica, no por falta de manuscritos sino por escasez de presupuesto de la Editorial.

L a Editorial Costa Rica es hoy día la empresa editorial más importante del país. Su producción anual se acerca a los 300 títulos de obras de autores costarricenses, seleccionadas rigurosamente por una comisión de ediciones, en lo que se refiere al plan de reediciones, y por comisiones compuestas por personas ajenas al cuerpo director y administrativo de la Editorial, para las obras inéditas. Se ha creado un importante premio anual para mantener vivo el interés de los escritores nacionales en servirse de esta Editorial para dar a conocer sus obras, alejándolos del poderoso atractivo de las grandes editoriales extranjeras. El crecimiento tan destacado de la Editorial se ha debido más que nada

a la formación del hábito de la lectura entre los costarricenses. El proceso de alfabetización, iniciado cien años atrás con la política educacional del gobierno de Bernardo Soto, a través de su ministro de Educación, Mauro Fernández, se afirma en estos años con el auge cultural extendido a toda la población mediante los incentivos que ofrece el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, servidos por diversos organismos autónomos y por sus propios departamentos de publicaciones. El número de ejemplares de cada edición de obra inédita varía de 1500 a 5 000, según el género y el interés que ha despertado; si la aceptación popular lo demanda, se procede a reediciones consecutivas. El promedio anual de ediciones es de 150 O00 ejemplares, colocados exclusivamente en Costa Rica. EI Ministerio de Educación Pública tiene su propio departamento de

publicaciones con fines didácticos, cuyo programa de ediciones comple- menta la labor de difusión de las otras entidades estatales. EI Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes cuenta con dos departa-

mentos de publicaciones: uno para auspiciar la investigación artística y científica de tópicos de interés nacional mediante la utilización de diversos medios como libros, revistas, periódicos y discos, con un total de 91 O00 ejem- plares de libros y 206 O00 ejemplares de revistas, publicados desde 1972 hasta la fecha, y otro, denominado Unidad de Libros, adscrito al departa- mento de juventud, encargado de la distribución y divulgación de las edi- ciones en las bibliotecas de colegios, centros comunales y centros de recreación juveniles.

Las dos universidades nacionales tienen sus propios departamentos de publicaciones especializados en los campos de la investigación, y una de

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Actividades culturales

ellas cuenta con un semanario dirigido enteramente por alumnos y profe- sores de la Escuela de Periodismo. Existe también una producción editorial financiada por diversos capi-

tales privados, principalmente provenientes de los intereses de tres grandes empresas dedicadas al comercio de libros y que cuentan con sus propias imprentas: Universal, Lehmann y Trejos, y otra, la Fernández Arce, espe- cializada en libros de texto para escuelas y colegios. La Asociación de escritores de obras artísticas, literarias y científicas

agrupa a la gran mayoría de los creadores nacionales en esos campos para proteger sus derechos profesionales, estimular la creación intelectual y reunir periódicamente a sus miembros para entablar discusiones sobre temas de interés general. Además de su quehacer gremial, interviene en todas aquellas actividades de carácter nacional e internacional donde su opinión pueda ser requerida. La Asociación tiene a su cargo la convocatoria y la entrega de los premios nacionales que anualmente se otorgan a las obras más relevantes de autores costarricenses en los campos de la literatura, de la ciencia y del arte. La política nacional en este quehacer literario tiende a llevar a todos los

hogares costarricenses las manifestaciones del espíritu humano, poniendo las obras más conocidas al alcance de todas las posibilidades económicas. Gracias a la subvención estatal y a la labor positiva de distribución en todo el país, así como a la cada vez mayor aceptación de los lectores, se ha podido abaratar las ediciones hasta ponerlas a precios inferiores a cualquier edición extranjera. Por otro lado, la importación de libros no está gravada por impuestos, como el resto de los artículos extranjeros, de tal manera que el lector en Costa Rica puede adquirirlos muchas veces a precios inferiores a los de los mismos países de donde son originarios. Las bibliotecas de los colegios y escuelas, que no cuentan con presupuesto para la adquisición de nuevos libros, reciben gratuitamente muchas de las publicaciones de los dos ministerios y de la Editorial Costa Rica. Una vez asegurado el mercado costarricense del libro, las editoriales nacio-

nales procurarán exportarlo hacia los países de habla española y a los centros especializados en el estudio de la literatura latinoamericana. Será esta labor editorial la que permitirá dar a conocer en el mundo las obras más intere- santes de los creadores costarricenses.

Artes plásticas

Como en las otras disciplinas del espíritu, el desarrollo de las artes plásticas en Costa Rica asoma a fines del siglo XIX con las obras de algunos retra- tistas, paisajistas y escultores imagineros. Las culturas indígenas afincadas en el territorio costarricense produjeron

manifestaciones artísticas reflejadas en objetos de oro, jade, cerámica y piedra. Los huetares, los bruncas y los chorotegas dejaron vestigios de su

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labor artesana en fosas, huacas y en las rancherías sepultadas por la destruc- ción ocasionada por la presencia del hombre europeo en el continente. Lo que podría haber sido el hilo conductor del arte en Costa Rica, o sea el periodo colonial, con el encuentro de las dos culturas, quedó roto por el afán del europeo de imponer su propio modelo al indígena, especialmente en este país. La disminuida población costarricense desde la época colonial hasta la

constitución de la República no desarrolló la pintura, la escultura ni la artesanía como lo hicieron, en ese mismo tiempo, México, Guatemala, Perú, Ecuador y Colombia. La pintura se limitó al ejercicio esporádico del dibujo, a la creación de imágenes religiosas para las iglesias de mediocre calidad y al retrato al óleo de personajes de la vida política nacional y de las familias pudientes de la época. No tiene nada de sorprendente, entonces, que en la misma época de la lucha empecinada de los impresionistas en Europa por cambiar los conceptos clásicos del arte, la pintura en Costa Rica estuviera apenas en los balbuceos del orden clásico del retrato al óleo, y la escultura en manos de hábiles fabricantes de santos para cementerios y bustos de próceres. Es en esta situación tan particular de la historia del arte costarricense

donde puede afirmarse que el arte es el reflejo de la sociedad. La ausencia de convulsiones sociales, de grandes diseños políticos o de conflictos artís- ticos, tenía que conducir, necesariamente, a la falta de preocupaciones estéticas entre los bisoños y ocasionales artistas. No hubo incentivos para la creación artística. Ni la oligarquía cafetalera, que dominaba el mundo político, ni, por supuesto, las entidades gubernamentales se preocuparon de estimular la formación de pintores y escultores. EI movimiento artístico en las artes plásticas comienza a tomar forma,

a impulsarse debidamente apenas en los últimos treinta años y, parti- cularmente, a tomar auge a partir de 1960 con el aporte decisivo de las instituciones gubernamentales y con la constitución de un mercado interno estimulado por la clase adinerada. El primer pintor costarricense que da un aporte profesional a la pintura

nacional es Tomás Povedano, más que nada por haber llevado la técnica del retrato al óleo a un nivel superior a todas las manifestaciones mediocres ocurridas en el siglo XIX. Le siguen Enrique Echandi y Gonzalo Morales, salidos de la primera academia de arte fundada en el país en el año 1897 por Tomás Povedano: La Escuela Nacional de Bellas Artes. La escultura se remonta un poco más atrás en la historia de las artes

costarricenses. En 1861, Fadrique Gutiérrez decora la iglesia del Carmen de Heredia con dos imágenes religiosas en su frontispicio, utilizando el granito por primera vez en el país, enraizándose, probablemente sin saberlo, en la tradición indígena precolombina. Otro escultor, Juan Mora González, también se aleja de los “santeros”, en busca de un Verismo fundamental, utilizando todos los elementos a mano para lograr en sus tallas de madera el mayor acercamiento posible a la realidad.

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En ese mismo periodo, cuando el gobierno o los particulares deseaban fijar un hecho histórico o familiar mediante el monumento o el busto o el retrato, recurrían con más frecuencia al artista extranjero que al costa- rricense. Los principales monumentos nacionales fueron ejecutados por escultores franceses, y los retratos por pintores italianos o españoles (Tomás Povedano era español). La pintura moderna costarricense se inicia con uno de los alumnos de la

Escuela Nacional de Bellas Artes, contemporáneo de Enrique Echandi, Gonzalo Morales y Lolita Zeller de Peralta, el que, a diferencia de sus colegas, pintores académicos todos ellos, se adentra en el paisaje costa- rricense con un espíritu nacionalista y le imprime esa fisonomía subyugante del color y de la composición suave que conserva hasta nuestros días. Teodorico Quirós es quien entusiasma a un grupo de alumnos de Bellas Artes con su nueva concepción del paisaje y funda, con ellos, lo que podría llamarse la generación nacionalista de la pintura costarricense: Fausto Pacheco, Luisa González, Margarita Bertheau, Manuel de la Cruz González y Francisco Amighetti, la mayor parte de ellos todavía muy activos en el arte, sobre todo desarrollando una gran labor didáctica y de difusión. En la escultura se produce un cambio notable cuando se deja de lado el

monumento, el busto y la imaginería, para adentrarse en el estudio del mismo volumen plástico, como sucedió con M a s Jiménez, por un lado, y cuando la influencia de los artistas surgidos de la revolución mexicana, con sus volúmenes masivos de talla directa con motivos heroicos y de neta raigambre indigenista, se hace sentir en algunos escultores costarricenses, que dejan de lado los encargos amables de los políticos o de los deudos con dinero para dedicarse a la búsqueda original, contraria a toda norma académica, caso patente de tres escultores bien conocidos en la actualidad, y que se manifiestan a partir del año 1930, Juan Manuel Sánchez, Francisco Zúñiga y Néstor Zeledón Varela, formando un grupo compacto de traba- jadores de la imaginería en sus horas de oficio y en busca de nuevas expre- siones en sus ratos libres. Francisco Zúñiga es el más notable de ellos, radicado en México desde hace 30 años y se le considera como uno de los escultores más importantes de América Latina. Juan Rafael Chacón, aunque más ligado que los otros a las normas académicas, puede ser considerado dentro del grupo por la búsqueda similar de motivos. Con la aparición de un mercado costarricense de la pintura y de la

escultura y los incentivos creados por instituciones gubernamentales y universitarias mediante premios, becas, exposiciones y compras directas, los artistas costarricenses han encontrado una buena oportunidad para darse a conocer y algunos viven ya de su arte, mientras la mayoría combina aún su oficio o profesión particular que les da sustento con el quehacer artístico. Hernán González, Alejo Dobles y Néstor Zeledón abren la perspec- tiva de una escultura menos sujeta a reglas formales, producto de una búsqueda interior, sugerida por el material mismo, como una integración unitaria entre la imaginación del artista y las formas sugeridas por la

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naturaleza. En la pintura se produce un suceso similar, cuando los pintores jóvenes se ponen en contacto con los movimientos europeos de transfor- mación del arte para manifestarse no solamente con un conjunto de obras diversas, que le imprimen un sello de eclecticismo, sino con francos llamados a la destrucción de los valores tradicionales del arte, como lo fue el “Manifiesto del Grupo Ocho”,.en 1961, cuyas derivaciones han sido m á s de carácter expansivo y liberador que de congruencias estéticas. D e los pintores de este grupo se mantienen combatientes hasta hoy: Felo García, César Valverde, Lola Fernández y Manuel de la Cruz González. H a y una gran cantidad de nuevos valores que mantienen las diversas galerías del país: como Miguel Angel Brenes, Crisanto Badilla, Olger Villegas y Carlomagno Venegas en la escultura, y Rafael Fernández, Carlos Barbosa, Carlos Poveda, Disifredo Garita y muchos otros m á s en la pintura, el dibujo y el grabado.

L a Casa del Artista es un taller de formación para escultores, pintores, dibujantes y grabadores, que imparte sus cursos gratuitamente. Es una institución surgida hace 25 años con el aporte de un grupo privado de pintores. Actualmente se encuentra subvencionada por el gobierno, adscrita al Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes y cuenta con una matrícula anual que se acerca a los 2 O00 alumnos. Cada año celebra una exposición de los trabajos de los alumnos y tramita becas para que los m á s sobresa- lientes continúen sus estudios en el exterior. Se ha comenzado a fundar talleres similares en diversos lugares del país, con el aporte económico de los gobiernos locales.

L a Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica es la versión contemporánea de la Escuela Nacional de Bellas Artes, fundada por Tomás Povedano. Concede títulos de licenciado en artes. D e ahí proviene la mayor parte de los profesores y maestros de artes plásticas de las escuelas, colegios y de la misma Universidad. Tiene su propio salón de exposiciones, destinado a alumnos, profesores y egresados de la Facultad, ubicado en el campus universitario.

Desde hace bastante tiempo funcionan en el país diversas academias de artes plásticas, escuelas, talleres y galerías que se sostienen con el esfuerzo de artistas independientes y que han contribuido a ensanchar ventajosa- mente las actividades artísticas en el país. El Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes sostiene dos galerías de

arte en la ciudad de San José y en cada Casa de la Cultura de las provincias se instala un espacio para exposiciones de artes plásticas. L a Dirección General de Artes y Letras es la encargada directa de las actividades artís- ticas. En el año 1975 celebró en la capital 38 exposiciones de pintura, dibujo, grabado y escultura. Tiene a su cargo, igualmente, la repartición de premios anuales.

L a divulgación masiva de las artes plásticas se hace al través de las exposiciones mencionadas, de publicaciones en libros, periódicos y revistas y se está iniciando una serie fílmica de la obra de los pintores y escultores

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nacionales más sobresalientes, a cargo del Departamento de Cine del Ministerio de Cultura. L a Asociación de Autores de obras literarias, artísticas y científicas,

es la agrupación gremial a la que se encuentran afiliados los pintores y escultores, sin menoscabo de sus derechos de asociarse a otros grupos especializados o motivados estética o ideológicamente, como ha sucedido con la formación de los grupos Taller, Ocho o Totem en el pasado. Se han celebrado varios festivales nacionales y centroamericanos de artes

plásticas en Costa Rica y artistas nacionales han participado en salones, muestras y festivales tradicionalmente conocidos en el extranjero, como São Paulo, Venecia, París, y muchas obras se encuentran expuestas en museos, galerías, colecciones privadas del país y del extranjero. Para el año de 1976 se preveía la creación de un Museo Nacional de Artes

Plásticas, que recoja todas las obras dispersas en los diferentes ministerios, museos e instituciones autónomas, así como las donaciones de particulares y de artistas. El Departamento de Extensión Cultural del Banco Central de Costa Rica,

de reciente formación, tiene el proyecto de hacer llegar las obras de arte al mayor número posible de personas, siguiendo un plan de alquiler y venta de obras, similar al que ya ha sido probado con gran éxito en Canadá y que permite a un gran número de artistas colocar sus obras en colecciones privadas, utilizando el crédito bancario a largo plazo. El arte no surge de la nada, como un hermoso pavo real que pretende

deslumbrarnos con sus vivos colores, para adormecernos después con el encanto de un cierto concepto de belleza. El arte está latente en la conciencia de una sociedad y las formas que utiliza para expresarse revelan sus interio- ridades: deseos, dudas, sensaciones, sentimientos colorean con diversos matices la gama de esas aspiraciones sociales. Desde los estupendos murales de las cuevas de Altamira y Lascaux con escenas de cacería y rituales hasta los inmensos murales que estampan escenas de la revolución mexicana, pasando por las pinturas religiosas y la exaltación de David de los actos heroicos de Ja Revolución Francesa, los individuos de una sociedad pre- tenden registrar los hechos que los han marcado en su tiempo, en tanto que otros, independientemente de las acciones históricas, revelan un mundo interior lleno de planteamientos, de cuestionamientos, de angustias o placeres, como un deseo de comunicarse a través de elementos diferentes a la palabra escrita u oral. Para que el arte adquiera Ia solidez de una permanencia en el tiempo es

necesario que obtenga una respuesta de la sociedad que los produce. Un arte de minoría y para minoría, además de su carácter segregativo corre el peligro de desaparecer con sus elementos de soporte. EI acceso libre a las manifestaciones artísticas, la oportunidad abierta a todos los componentes de una sociedad, permitiendo el libre flujo de las expresiones y de los comentarios que suscitan, el estímulo en la formación artística y una divulgación sin restricciones de carácter ideológico y económico, constituyen

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los ingredientes básicos para un arte verdaderamente popular. N o es con la transmisión de u n arte elitista al pueblo que se logra el arte popular. El movimiento dinámico debe partir del otro campo. Las moti- vaciones populares pueden decantarse en composiciones de gran valor y permanencia cultural, cuando los elementos que condujeron a é1 surgieron de una sociedad sólidamente formada y con aspiraciones elevadas. Del nacionalismo ramplón como de la corrupción del entreguisrno sólo puede surgir un arte imitativo, exento de originalidad y corrompido en sus intenciones. Unicamente una política cultural abierta y libre permite la expansión superior del espíritu creador artístico. D e ahí que la política cultural costarricense en el arte haya desembocado en la apertura de oportunidades de expresión popular sin la fijación de metas, ideología o esquemas previos estéticos.

Bibliotecas

Las bibliotecas públicas son los centros donde se atesoran las obras más importantes del acervo cultural de las sociedades humanas para que sean utilizadas permanentemente como fuentes del saber por quienes deseen ilustrarse. Para cumplir con esa misión, las bibliotecas deben ser acondi- cionadas para conservar, clasificar y difundir todas las obras científicas, artísticas y literarias que puedan adquirir. L a labor de las bibliotecas es una de las más importantes que realiza toda sociedad culta y obliga a dedicarle tiempo y esfuerzos continuos. Es el medio más económico de difundir las obras capitales de la cultura universal.

Esta importancia de las bibliotecas en el desarrollo cultural de una sociedad ha sido bien comprendida por las autoridades costarricenses. Sin embargo, el presupuesto nacional no ha estado en condiciones de corres- ponder a la creciente demanda del público y no cuenta con los medios más avanzados, como los que son aplicados en otros países, para la clasificación de libros y, sobre todo, para la difusión masiva de la lectura. Más aún, esa limitación económica le ha impedido al Estado dotar de una manera constante a las bibliotecas de las obras que diariamente salen al mercado mundial del libro y que serían del interés de los lectores corrientes y de los investigadores en las diversas disciplinas del saber.

L a Dirección General de Bibliotecas agrupa en Costa Rica todos los servicios bibliotecarios del país, desde la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano situada en la capital y que es la más importante, hasta las 15 bibliotecas públicas distribuidas en el resto del país. Las univer- sidades cuentan con bibliotecas dedicadas a la población universitaria. El Banco Central tiene la biblioteca de textos de economía más importante del istmo, abierta únicamente a investigadores en ese campo. Los colegios, escuelas y centros de educación especializados tienen también sus bibliotecas propias.

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L a Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano ofrece al servicio de lectura: libros, periódicos, revistas, boletines, folletos, mapas y discos. Las salas Raúl Leoni, García Monge, Carmen Lyra y la Sala de Estudios tienen a su cargo los servicios de consulta y préstamo. Se dispone también de un servicio de referencia en la Sala Julián Marchena (que lleva el nombre de su actual director), donde se realizan diversas actividades: conferencias, seminarios, simposiums, exposiciones de libros y de pintura, grabado y escultura y proyecciones de películas y diapositivas. El total de lectores registrados en un año por la Dirección General de

Bibliotecas fue de 492 358 y el de obras consultadas de 597 628, que corresponde únicamente a los servicios prestados por las 16 bibliotecas públicas del país. En la Biblioteca Nacional se inscribieron, en el año 1974, 5 174 libros, se clasificaron 5 840 y fueron enviados 5 828 al acervo biblio- gráfico. Esto revela el bajo índice de adquisición de obras, consecuencia de las limitaciones económicas del presupuesto nacional destinado a ese rubro. Las donaciones de libros, revistas, folletos y otros, por parte de instituciones públicas, misiones diplomáticas, entidades particulares o per- sonas son también esporádicas y de escasa repercusión; son de dos tipos: publicaciones que por mandato legal deben ser enviadas a la Biblioteca Nacional, y las donaciones, propiamente. L a Biblioteca cuenta también con una unidad de encuadernación, con maquinaria moderna, recientemente adquirida, que, debido a la acumulación de obras del pasado, se encuentra rezagada en el ritmo de encuadernación. Al sistema bibliotecario nacional le hace falta un gran impulso económico

y técnico para ponerlo a la par de sistemas similares de otros países igual- mente preocupados por el desarrollo cultural de sus pueblos. Para cumplir con su objetivo de difundir todo el material escrito solicitado por el público y en todo el país, tendrá que dotarse de unidades móviles y servirse de los medios de comunicación masiva para informar de esos mismos servicios. Para la clasificación y conservación de documentos preciosos de la historia cultural costarricense, tendrá que contar con un departamento de micro- filmación, con lugares reservados para la proyección individual. L a ayuda de instituciones internacionales, como la Unesco, será preciosa

para el desarrollo positivo del sistema bibliotecario nacional, mediante la asistencia económica y técnica que, por ahora, no se encuentra al alcance de los medios gubernamentales.

Radio y televisión

Los sistemas audiovisuales de comunicación se encuentran mayormente en manos de la iniciativa privada. Existe un proyecto que será sometido a la Asamblea Legislativa para regular adecuadamente la utilización de esos medios tan importantes para la formación cultural del pueblo. Dentro de ese proyecto se contempla la creación de un canal de televisión cultural y

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otro de televisión educativa, que serían regidos, el primero por una direc- tiva con la misma autonomía de que goza la Editorial Costa Rica y adscrito al Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, y el segundo por el Minis- terio de Educación Pública con fines exclusivamente didácticos.

L a única radioemisora que transmite programas culturales y educativos es la Radio Universitaria, que emite desde el campus de la Universidad de Costa Rica. Dos emisoras, Faro del Caribe y Radio Fides cumplen con los fines catequistas de sus respectivas religiones, la protestante y la católica. L a gran mayoría de las radioemisoras del país está sujeta al régimen mercantilicio de la empresa privada. EI único servicio verdaderamente cultural lo cumplen las radioemisoras con una hora semanal, sincronizadas en cadena y mediante un programa totalmente elaborado por el Departa- mento de Radio del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes.

H a y cinco canales de televisión de carácter comercial que destinan únicamente un 1,29 por ciento de su programación a películas culturales, programas que en su mayor parte son financiados por las instituciones autónomas del Estado. Si se toma en cuenta que el otro de los medios de comunicación masiva,

el de la prensa escrita, está, igualmente, en poder de la empresa privada, se sacará en conclusión que el pueblo costarricense está siendo orientado men- talmente por grupos económicos de intereses particularmente comerciales. El Estado enfrenta, por consiguiente, una difícil y ardua tarea de rescatar los medios de comunicación masiva de las manos de los intereses privados para servirle al pueblo una mejor orientación, sin lesionar los principios fundamentales de la libertad de expresión y de difusión.

Los medios audiovisuales de comunicación se han desarrollado de tal manera que han pasado de simples elementos de difusión y comunicación a estructuras de poder que transforman el concepto de la realidad tan pro- fundamente como no lo han hecho nunca las otras técnicas de comunicación inventadas por el hombre. L a audición y la percepción visual de imágenes y sonidos es espontánea en el contacto cotidiano con la realidad ambiental. Los medios audiovisuales de comunicación dirigen, orientan, construyen la percepción de una realidad inventada y seleccionada. El lenguaje imaginario de la televisión, por ejemplo, se dirige más a la intuición y a los campos sensoriales del espectador que a las facultades de la razón. L a televisión fascina al espectador, anula su personalidad crítica y produce mecanismos de la consciencia difíciles de rechazar. Se crean esquemas de comporta- miento, se manejan sistemas de valores, se orienta la afectividad, se mani- pulan los condicionamientos humanos en tal grado, que, en una generación, los organismos responsables de los medios de comunicación masiva pueden cambiar la estructura cultural de una sociedad con más eficacia que la sujeción de esa sociedad al poder de las armas. En Costa Rica hay 180 O00 televisores, servidos por cinco canales de

televisión, tres de los cuales transmiten programas en color y blanco y negro. L a mayor parte de los programas son importados de Estados Unidos

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de América, México, Venezuela y Europa, en su mayor parte de temas de violencia, melodramas y películas seleccionadas ideológicamente por los mismos centros exportadores. El horario de servicios se inicia al mediodía y finaliza a media noche. Los anuncios comerciales se suceden de dos en dos o de tres en tres cada siete o diez minutos, con publicidad de licores, cervezas, cigarrillos, placebos y los diversos artículos de toda sociedad de consumo. L a proporción en que se distribuyen los géneros programados es la siguiente: largometrajes, 22,34 por ciento; directos (vivos), 21,04; aventuras (niños), 24,27; melodramas, 16,18; musicales, 5,83; acción, 5,82; deportivos, 2,59; culturales, 1,29. Se trata de persuadir al espectador a consumir cerveza y cigarrillos para

atraer a las mujeres, para lograr la felicidad, para acentuar el aspecto varonil, para calmar la fatiga, para destacar en los círculos elegantes de la burguesía nacional e internacional. Se ofrecen premios dentro de paquetes de detergentes, jabones, gelatinas, chicles y otros productos para estimular la compra ciega e indiscriminada. Esta publicidad viene acompañada de imágenes de color rosa o negro, según sea el caso en que quiera enfatizarse el valor de la sociedad que acompaña al producto que desea ser vendido. Imágenes agresivas, persuasivas, perturbadoras que corrompen la escala de los valores sociales. Por otro lado, promueven la creación de funciones para el consumo de objetos innecesarios, capaces de engendrar nuevas necesi- dades, dentro de un proceso de desnaturalización de las funciones sociales en beneficio únicamente de los intereses comerciales. La representación del mundo que se hace la sociedad, bombardeada con imágenes persuasivas que provienen de otras sociedades más fuertes y técnicamente más desarrolladas, se transforma hasta convertirse en una representación “normalizada”, uniforme, con valores idénticos para un fin común. Por esa razón se impone una reglamentación estricta del uso de los medios

de comunicación colectiva, la orientación adecuada de la población consu- midora, la educación progresiva del ciudadano para dominar el lenguaje “imaginario”, colocar el mayor número posible de elementos difusores en manos de organismos independientes (directivas compuestas por represen- tantes de universidades, ministerios de cultura, sociedades de autores y organismos comunales), servirse de centros comunitarios como las casas de la cultura para ofrecer programas culturales de cine, radio y televisión en las zonas rurales y urbanas, estimulando los debates públicos, y mantener oficinas con personal especializado para interpretar las necesidades popu- lares y ofrecer una gama de posibilidades culturales, así como regular la importación del material fílmico, sin menoscabo del régimen de libre expresión y circulación, usando únicamente criterios de calidad y conve- niencia cultural. El Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes tiene pensado utilizar sus

actuales departamentos de radio y de cine como fundamentos de las futuras cadenas de radio y televisión nacionales, para lo que ha comenzado con la formación del personal especializado necesario y el estudio de financiamiento

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para la compra de equipo y su instalación en planteles adecuados, así como en el diseño de las redes de distribución nacionales. D e la resolución de la Asamblea Legislativa depende el futuro de la información audiovisual sana y provechosa para el desarrollo cultural de Costa Rica.

Patrimonio histórico

El criterio tradicional en Costa Rica con respecto a la definición de lo que se considera patrimonio histórico, artístico y cultural, había sido hasta hace algunos años el de la selección de una serie de monumentos, sitios y obras de valor nacional, declararlos como tales, registrarlos y darles un tratamiento legal diferente al del resto de las obras individuales o comu- nales efectuadas durante la historia comprendida entre el periodo colonial y nuestros días. Este criterio ha variado positivamente desde la creación del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, que ha tomado a su cargo la responsabilidad de fijar las bases de una ley de patrimonio histórico, artístico y cultural, más acorde con los postulados modernos relativos a este sector central de la cultura de un pueblo. El patrimonio histórico, artístico y cultural de una sociedad debe

comprender no solamente la labor de rescate y conservación de las obras características de un pasado que define y conforma su tradición, sino también, y que puede ser su acción más sólida, la integración de ese patri- monio a la vida contemporánea de esa sociedad, en todos sus aspectos económicos y sociales. Parques, selvas, lagos, formaciones insólitas marinas, puertos, villorrios enteros, barrios de una ciudad, pueden incorporarse perfectamente como patrimonio histórico a una serie de monumentos, pinturas, esculturas, libros, edificios y lugares rituales, considerados hasta ahora como únicos exponentes de la tradición nacional, si aplicamos el criterio de que aquéllos constituyen también objetos de atención colectiva con una función tradicionalmente de expansión espiritual y que han sido marcadas por el respeto popular como sitios obligatoriamente conservables. Excavaciones arqueológicas de zonas precolombinas no deben servir Úni- camente para extraer objetos de cerámica, jade, piedra y oro que serán exhibidos en museos, sino como sitios intocables, más bien restaurables, que la gente pueda visitar para instruirse en la historia y costumbres de sus antepasados. Un monumento no debe ser el objeto aislado para señalar un hecho crucial de la vida de una sociedad, sino un elemento más incor- porado al quehacer cotidiano de los miembros de esa sociedad. Los museos no deben ser planteles destinados a la acumulación de objetos históricos y artísticos, sino centros de enseñanza y de esparcimiento capaces de comple- mentar la educación y la formación cultural del pueblo; deben ser un elemento más de un complejo mecanismo de instrucción destinado a incorporar a todos los integrantes de la sociedad en una vida cultural positiva, sin discriminaciones voluntarias o involuntarias.

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El Departamento de Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural del Minis- terio de Cultura, Juventud y Deportes fue creado para cumplir con esos cometidos. Sus primeros pasos se han dirigido hacia el rescate de monu- mentos, la conservación de reliquias nacionales y su restauración y embelle- cimiento. El Departamento ha comenzado, con la colaboración de la Organización de Estados Americanos y la Embajada de España, la restau- ración de las ruinas de Ujarrás, la Iglesia de Orosi y la de San Blas de Nicoya; presta asistencia a la sección de Antropología e Historia del Museo Nacional en el registro de piezas; está efectuando un inventario de los sitios que pueden ser considerados de valor histórico, artístico y cultural en la ciudad de San José; está restaurando los retablos de la Iglesia de Orosi; lleva a cabo investigaciones arqueológicas en las regiones de Turrialba (“El destierro”), Guanacaste y el sur del país, conocidas como asentamientos importantes de las culturas huetar, chorotega y brunca, respectivamente; mantiene un servicio de información para estudiantes, investigadores y público en general, interesados en estas actividades. Otras de sus principales actividades consisten en fomentar la artesanía, el arte popular y el folklore en todas las regiones del país. El Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes también ha establecido

un Departamento de Folklore, destinado a revivir y preservar las tradiciones y costumbres costarricenses, especialmente en lo concerniente a las mani- festaciones de la danza y la canción, para lo que estimula la formación de grupos folklóricos en diversas localidades del país. En un año de existencia ha impartido 16 conferencias sobre folklore, ha reunido 28 grupos de danza y canto con los que se han hecho 57 presentaciones en todo el país, ha colaborado intensamente en el Programa Nacional de Artesanía y Pequeña Industria y organizó por primera vez en el país las Fiestas Típicas Nacio- nales, que tuvieron lugar en Santa Cruz de Guanacaste y una sección está dedicada a la investigación y divulgación del folklore costarricense. El Museo Nacional fue creado en 1887 con tres secciones modestas:

herbarios, zoología y geología, que más adelante fueron ampliadas con un departamento de antropología y arqueología, particularmente dedicados al estudio, búsqueda y conservación del pasado de las sociedades indígenas que habitaron el territorio costarricense. Se ubica actualmente en los restos de la fortaleza que, hasta la supresión del ejército en 1948, albergara el Cuartel Bellavista, en la ciudad de San José. Las dimensiones del Museo siguen siendo desproporcionadamente pequeñas en relación al rico pasado indígena, a los hechos históricos acontecidos en el periodo colonial y la República, al arte y ciencia nacionales y a la abundante flora y fauna del país. Su cometido de promover el desarrollo de la etnografía e historia nacionales y de ser un órgano de difusión artística y científica se ve obsta- culizado por la falta de recursos económicos. Por otro lado, la dificultad de aplicar la ley de protección de objetos indígenas precolombinos ha permitido el despojo gradual de las riquezas del pasado hasta adquirir proporciones alarmantes: museos extranjeros y coleccionistas particulares del mundo

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entero poseen, en su totalidad, un tesoro arqueológico costarricense varias veces superior al existente en el Museo Nacional. L a única publicación que permite dar a conocer las actividades del Museo es la revista semestral Brenesia. El Banco Central posee un tesoro celosamente guardado en su edificio

principal: la segunda gran colección de objetos de oro indígenas, así como una valiosa serie de piezas de jade y de piedra, que serán reunidos en un museo especial en la Plaza de la Cultura, complejo de instalaciones que se situará en el corazón de la capital. Este museo será completado, aunque en una sección aparte, con una notable colección numismática.

Por disposición legislativa será creado un Museo Histórico Cultural en la ciudad de Alajuela, que se denominará Juan Santamaría, en memoria de la gesta heroica de los años 1856-1857 cuando los filibusteros de William Walker fueron derrotados por el ejército costarricenses, museo que vendrá a completar, con el Parque Nacional de Santa Roca, el registro de esos hechos. En 1977 se abrirá al público un Museo de Arte Nacional, que reunirá las

obras de artistas nacionales actualmente dispersas en las entidades guber- namentales y procederá a adquirir mediante compra y donaciones las obras artísticas en el campo de las artes plásticas. El Teatro Nacional, suntuoso edificio inaugurado en 1897, de una

arquitectura donde se ven reunidos varios órdenes clásicos: griego, rena- centista y barroco de planta italiana, ha sido, desde su fundación, el centro artístico de la burguesía costarricense con la presentación de suntuosos espectáculos musicales, de danza y ópera. Es un monumento nacional, hoy adscrito al Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, manejado por una directiva compuesta de representantes de varias instituciones culturales oficiales y un administrador. Se encuentra en plena restauración: estruc- turas, ornamentos, pinturas dañadas por un deficiente mantenimiento, y en vías de abrirse al acceso de los grupos sociales marginados con espec- táculos al alcance de sus posibilidades monetarias. Elfoyer se ha habilitado como centro de conferencias del Colegio de Costa Rica, con capacidad para 300 personas. Se ha reabierto la antigua cafetería en la planta baja, que sirve también como sala de exposiciones y, en ciertas ocasiones, para la producción de espectáculos teatrales y musicales. En el Teatro funciona regularmente un grupo de danza popular, el ballet folklórico “Danzas y tradiciones”, patrocinado por el Instituto Costarricense de Turismo. L a Orquesta Sinfónica Nacional y la Orquesta Sinfónica Juvenil tienen su sede en el Teatro Nacional y varios grupos de teatro lo utilizan continua- mente, entre ellos la Compañía Nacional de Teatro. En el curso del año 1975 se han dado 250 funciones de espectáculos musicales, teatrales, danza, conferencias y otros. El Banco Central y el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes se han

concertado para realizar un ambicioso proyecto cultural: la Plaza de la Cultura, con un presupuesto de 300 millones de colones, en el que el Teatro

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Nacional quedará incorporado. Contará con un centro de convenciones para más de mil usuarios, con su sala de espectáculos y conferencias, una sala de teatro, salones de conferencias, un teatro para 300 personas, un anfiteatro al aire libre, dos salas de exposiciones, una biblioteca, el Museo del Oro (con departamentos para el jade y la numismática), locales para la venta de objetos de la artesanía nacional, cafeterias y un centro de información y ventas de localidades. Los trabajos comenzarán en 1977 y se calcula finalizarlos en los primeros meses de 1979. El Programa Nacional de Artesanía y Pequeña Industria pretende

revivir las actividades artesanales costarricenses proporcionando ayuda financiera y asistencia técnica a los pequeños artesanos que han estado viéndose rezagados, si no asfixiados por las grandes empresas fabricantes en serie. Talleres, sitios de exhibición y venta, publicidad son aportados por el Programa. Los resultados han sido alentadores: ya existe una gran cantidad de familias que se sustentan de la artesanía, cuyos conocimientos y herra- mientas irán transmitiéndose por generaciones. Se han constituido varios mercados de artesanía en la capital con una notable buena acogida por los compradores locales y extranjeros. Este Programa surgió del empeño de la ex-primera dama de la República, doña Karen de Figueres, por rescatar las buenas tradiciones del arte popular costarricense y darles una impor- tancia y calidad artísticas superiores a las de las “artes tradicionales” que siempre habían sido relegadas a un nivel de inferioridad con respecto a las artes plásticas: esculturas metálicas, tallas en madera, objetos pintados a mano, cerámica, tapices, etc., realizados con un espíritu creador artístico superior. Luego de varios años de labor de conservación, registro y divulgación

del patrimonio histórico, artístico y cultural costarricense, las entidades oficiales y privadas, con la ayuda de los organismos internacionales, esperan sensibilizar la conducta de los costarricenses hacia una participación más activa y responsable en las actividades culturales, logrando su cooperación en el sentido de aprender el reconocimiento de su patrimonio, las maneras de conservarlo y de incorporarlo a su quehacer cotidiano y de defenderlo contra la depredación insensata de que ha venido siendo objeto por maldad o ignorancia.

Cinematografía

El primer contacto de los costarriccnses con el naciente espectáculo de la imagen en movimiento fue a principios de siglo: la “linterna mágica” divertía a niños y adultos como hoy sucede con los visores estereoscópicos. Pocos años después se instaló el llamado “Cine Lumiere,’, en homenaje a su inventor, de una manera rudimentaria en un establecimiento llamado Salón Boliche de la capital, con películas cortas francesas e italianas mos- trando diversos sucesos europeos de la época y escenas de espectáculos de estilo circense. El éxito del nuevo invento fue tan espectacular entre los

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costarricenses, que las salas de proyección empezaron a surgir como hongos en todo el país. El cinematógrafo había sentado sus reales en Costa Rica como espectáculo comercial. L a primera película nacional fue filmada en 1930 sin sonido por Walter

Bolandi, camarógrafo costarricense, con un guión de Gonzalo Chacón Trejos. El Retorno es una película de argumento local melodramático, que sigue la corriente tan en boga de la época de los amores frustrados, de la vida bohemia que corrompe al campesino en la ciudad y que se redime con el ‘Lietorno” a la vida sana y noble del campo. Puede decirse que la actividad cinematográfica en el campo de la producción se limitó a este film de largo metraje. Los intentos posteriores quedaron frustrados por la falta de cineastas y de presupuesto, así como por las pocas posibilidades de entrar a competir ventajosamente en el mercado internacional. El consumo local no estaba en condiciones de sostener el costo de las producciones nacionales. El cine de la época, por otra parte, se realizaba mayormente en estudios, con escasas tomas en exteriores y los temas eran, generalmente, adaptados a ese fin. D e ahí que la producción internacional se viera concentrada en los poderosos centros cinematográficos de Hollywood, Europa e India, dejando pequeños mercados en América Latina para México, Argentina y Brasil. Los más importantes productores difícilmente se arriesgaban en una empresa de filmación en exteriores, sobre todo en países pequeños como Costa Rica, por el peligro de la manipulación excesiva de los equipos, las incomodidades de las celosas b‘estrellas”, el alejamiento de laboratorios y dispositivos técnicos de control y de los órganos publicitarios. L a producción cinematográfica local estaba condenada a desaparecer en

sus mismos comienzos porque quiso emparejarse con la orientación comer- cial dada al espectáculo en casi todos los países del orbe. Nadie pensó que el cine podía ser el vehículo ideal para la divulgación cultural y que debía estar al servicio de las instituciones educativas del país mediante inversiones modestas y una preparación adecuada de artistas y técnicos costarricenses, En 1947 una empresa norteamericana realizó un film Carnaval en Costa

Rica, de serie B, mala calidad, argumento banal, de mal gusto y poca inteligencia, que no produjo ninguna utilidad al país, económica ni artísti- camente. Desde esa fecha se han filmado otros largometrajes por compañías extranjeras que ni han dejado ninguna enseñanza en el medio nacional ni han favorecido la imagen de Costa Rica en el exterior. L a falta de regla- mentación y control de la producción cinematográfica es la que permite la presencia de aventureros y productores mercantilistas en el país. El Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes se preocupó desde el

momento de su creación por buscar remedio a este estado de cosas y solicitó de la Unesco una ayuda técnica y financiera para orientar la pro- ducción cinematográfica costarricense con fines culturales y educativos. En 1972 se llegó a un acuerdo con la Unesco y el PNUD para fundar un Departamento de Cine en el Ministerio de Cultura, financiado por partes iguales entre el gobierno y las dos instituciones internacionales por el tér-

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mino de cinco años. Al finalizar el periodo de cooperación del contrato, el Ministerio se haría cargo enteramente de su funcionamiento y presupuesto. El Departamento de Cine ha producido, a partir del año 1973, una serie

de cortometrajes de carácter documental con una neta orientación hacia la presentación de los problemas nacionales en el campo social, complementado con la divulgación de las realizaciones artísticas, científicas y económicas más positivas que, de alguna u otra manera, han contribuido a la solución de los problemas planteados. El Departamento está dirigido por Kittico Moreno y cuenta con un grupo de realizadores y técnicos entrenados por especialistas de la Unesco o formados en el exterior mediante becas igual- mente aportadas por la Unesco. La distribución de los cortometrajes del Departamento de Cine está

limitada al territorio nacional y utiliza, por el momento, únicamente los canales de televisión, que le conceden, para tal fin, media hora por semana gratuitamente (servicio social de la empresa privada). Las salas de proyec- ción comerciales no aceptan pasar estos cortometrajes, a pesar de que se los ofrecen sin costo alguno. D e ahí que la actividad del Departamento tenga poca repercusiónwn el pueblo. EI Departamento de Cine se ha fijado el propósito de reunir e1 material

suficiente para que las instituciones gubernamentales y los partidos polí- ticos, así como los costarricenses conscientes de sus deberes, tengan una idea clara y general de los problemas sociales de la Nación y puedan aportar sus esfuerzos para resolverlos. El personal del Departamento se encarga de estudiar los diversos aspectos de esos problemas, en no pocas ocasiones asistidos por sociólogos, psicólogos, antropólogos y especialistas en las diferentes disciplinas humanas, para darles un enfoque no solamente con frialdad científica y técnica sino con el acercamiento humano que da la convivencia con los sujetos estudiados. El otro campo explotado por el Departamento es el del registro de los hechos históricos, artísticos y cientí- ficos más relevantes del país y de las personas responsables de esos hechos. En mayo de 1974 el Departamento de Cine constituyó su filmoteca,

destinada a recoger el material cinematográfico nacional desde principios de siglo hasta nuestros días, clasificarlo y programar su divulgación. L a filmoteca está abierta al público que desee recabar información, y parte del material se ofrece gratuitamente en calidad de préstamos para ser proyec- tado por grupos y organismos comunales que así lo soliciten. El interés básico es establecer una comunicación más inmediata con los diversos sectores del país, en particular con los grupos marginados por razones económicas o geográficas, que generalmente disponen de un precario si no nulo acceso a los diversos medios de información. Además, se intenta convertir el cine en un vehículo de transmisión de los diversos planteamientos socio-económicos entre la base popular y los dirigentes políticos. Entrevistas, narraciones, seguimiento directo de las vivencias, enfoque personal de los comentarios, orientación del material analizado, con la participación de todos los elementos que entran en juego en el conflicto,

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son los ingredientes utilizados por los realizadores del Departamento para lograr esa democratización del fenómeno cinematográfico.

Los documentales realizados por el Departamento desde mayo de 1974 son los siguientes: Agonía de la montaña; Desnutrición; Hospital sin paredes; EI enemigo oculto (parasitosis); La mayoría siZenciosa (agro); La Zucha en el silencio (cooperativismo); La vejez; Hecho en Costa Rica (artesanía); Puerto Limón (industria del banano); Sinfónica Juvenil; Aprender haciendo (forma- ción profesional); Las cuarentas (prostitución); La cultura del guaro (alcoho- lismo); La mujer; L a reforma penitenciaria. Tiene un programa de doce documentales para 1976 y ha realizado la filmación de dos piezas de teatro y una de danza para el Departamento de Folklore. El Departamento de Cine ha creado también la Cinemateca Nacional que

comenzó a funcionar en el afio 1973 basándose en el material recogido por la Filmoteca del Departamento. Se organizaron varios festivales de cine clásico universal que dieron comienzo con uno de cine francés, otro de cine cubano y uno mexicano. Las proyecciones son complementadas con una discusión entre el público y personal del Departamento o críticos de cine. L a divul- gación de la Cinemateca ha sido de alcance sumamentemodesto hasta la fecha, por la escasez de salas de proyección adecuadas para recibir la can- tidad de público interesado, el reducido número de películas de la Filmoteca que es la consecuencia de la falta de presupuesto para la adquisición de copias. La Cinemateca Nacional debería contar también con una unidad móvil que pudiera llevar el cine a las regiones más apartadas del país donde muchas personas probablemente han visto cine un par de veces o no lo han visto del todo. Un grupo de asociaciones auspiciadas por la iglesia católica lograron

en 1970 la creación del Centro Nacional de Orientación Cinematográfica (CENOC) con la finalidad de aplicar los principios éticos de la iglesia a la divulgación cinematográfica. Regularmente, bajo la dirección de un sacer- dote progresista, se proyectaban películas seleccionadas por las asociaciones para provocar debates públicos. Por la repercusión tan amplia que tuvieron las actividades del CENOC en el público costarricense, en especial entre los estudiantes, y los cambios operados en la orientación de los debates, que escaparon al dominio de los organizadores, la iglesia retiró los auspicios y el CENOC quedó en poder de un pequeño grupo de estudiosos que ha ampliado la visión artística de sus actividades, sustrayéndolas de influen- cias exteriores dogmáticas. Este grupo tiene a su haber la realización de dos documentales de carácter político en 16 mm con una duración de 3 y 7 minutos respectivamente. Debido al carácter netamente publicitario de la televisión, donde apa-

recen dos o tres anuncios cada siete minutos, se ha desarrollado en el país una floreciente industria cinematográfica dedicada por entero a la produc- ción de anuncios comerciales. Once empresas abastecen el mercado nacional y cuentan con equipos modernos en 16 mm y 35 m m , y una de ellas ha construido estudios y laboratorios muy bien equipados.

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Está en camino de constituirse una empresa nacional para la realización de largometrajes, con la participación únicamente de escritores y realiza- dores cinematográficos, que pretenden llevar a cabo un programa de obras de calidad y centrado en la temática latinoamericana, utilizando el mayor número posible de realizadores, artistas y técnicos de la región. Si la empresa logra tomar impulso y forjarse un buen mercado en el circuito de habla española, podría llegar a convertirse en la base de la industria cinemato- gráfica seria del istmo centroamericano. Se han iniciado los trámites para constituir una Asociación nacional de

autores cinematográficos con fines no solamente gremiales sino artísticos. L a Asociación pretende reunir a todos los autores y realizadores nacionales para estudiar un plan de orientación del porvenir cinematográfico costa- rricense, en estrecha cooperación con los organismos oficiales destinados a la cultura, con las universidades y los representantes del público. La Asocia- ción no tendrá fines lucrativos e irá en defensa de los intereses morales y materiales de sus asociados y contribuirá al enaltecimiento de su profesión, Uno de sus propósitos principales es el de fomentar y difundir la cultura cinematográfica y establecer relaciones cordiales y positivas con entidades similares en el extranjero. Asimismo, se preocupará porque se establezca una legislación avanzada en este campo que permita orientar la producción nacional hacia principios de calidad artística que le abran positivamente los circuitos internacionales de distribución y velar por la conservación de una imagen, seria y objetiva del país. El cine costarricense deberá contar con una cadena de salas en el país

que le permita dar salida a su producción, unida a una serie de teleclubes de acceso popular que podrían presentar los programas de los futuros canales de televisión cultural y educativa. Deberá convertir este circuito propio en verdadero centro cultural para una difusión cinematográfica de calidad. El cine debe recobrar su carácter popular, imprimiendo su sello particular al papel que deberá representar en el desarrollo cultural, creando una consciencia activa de participación en los espectadores. Debe contar con los medios económicos y técnicos para independizarse de la tutela de los pode- rosos centros internacionales de producción y encontrar su propio camino. Probablemente, con el talento de los realizadores y con el intercambio futuro con grupos similares de otros países del mundo, se podrán llegar a concretar estas aspiraciones nacionales. La ayuda de las entidades guber- namentales y de los organismos internacionales, la cooperación con pro- ductores independientes y el favor de públicos más inteligentes y mejor orientados, serán los factores decisivos para asentar la cinematografía costa- rricense sobre bases firmes y duraderas.

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Arquitectura

La fuerza de la herencia cultural española determinó los órdenes arquitec- tónicos y la disposición de los espacios vitales habitables desde la época colonial hasta mediados del presente siglo, cuando hace su aparición la sociedad industrial y su consecuencia; centros urbanos densamente poblados, que transforman aquellos órdenes arquitectónicos y aquella planificación urbana españolas en nuevas formas híbridas importadas de las sociedades industriales europeas y norteamericanas. L a fragilidad de los materiales empleados por las sociedades indígenas y

el sometimiento religioso a las nuevas doctrinas implantadas por los conquis- tadores españoles, fueron las causas principales de la desaparición de habi- taciones, centros comunales y emplazamientos rituales de los indios. Los españoles implantaron la urbe distribuida en cuadrantes con una plaza central dominada por la iglesia y el cabildo, y los materiales duros como la piedra, el calicanto, el ladrillo y, para las viviendas secundarias, el baha- reque y el adobe. Los materiales frágiles a base de caña, paja y ramas, utilizados por los indios, se mantuvieron solamente en los poblados donde el español no encontraba intereses económicos que explotar para su provecho. Este estado de cosas refleja el verdadero sentido de la arquitectura, como

lo es la actividad artística y técnica de una sociedad para crearse el medio ambiente adecuado para su desenvolvimiento. Las iglesias medioevales eran el símbolo de la fe religiosa, motor y fin de la existencia de las socie- dades de su tiempo. Las pirámides mayas, aztecas e incas eran sus equiva- lentes en el continente americano, antes de la Conquista. El dominio de los invasores españoles tenía que manifestarse, necesariamente, con la suplan- tación de los motivos de culto y los lugares rituales indígenas, por los símbolos cristianos y las iglesias. Las grandes culturas indígenas americanas han sido rescatadas en México,

Guatemala, Honduras, Ecuador y Perú, gracias al movimiento indigenista surgido en este siglo y a la presencia de grandes conglomerados indígenas que han conservado las características culturales de sus antepasados. En los demás países como Costa Rica, donde la tradición indígena se debilitó con la presencia de los españoles y los antiguos pobladores se mezclaron con los invasores, o fueron exterminados o degeneraron por falta de asistencia, los indios constituyen una insignificante minoría confinada a reservas turísticas. Los únicos vestigios arquitectónicos de la época colonial que se conserva

en Costa Rica son las iglesias de Ujarrás y Orosi, y han sido sometidas a un régimen de restauración en los últimos años, tanto en sus estructuras como en el espacio circundante. D e los villorrios pobres de esa época hasta la proclamación de la República, quedan apenas unas casas reconstruidas en este siglo en varias poblaciones como Santo Domingo de Heredia. Es preciso recordar que la población costarricense de la época colonial, consistente en unas pocas familias de pobres campesinos, llegó a alcanzar hasta el año 1860

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una cifra que no llegaba a las 200 O00 personas. La arquitectura tenía que ser necesariamente modesta, hasta en la construcción de iglesias. El primer gran esfuerzo nacional para dotarse de edificios suntuosos fue

la construcción del Teatro Nacional, como producto de Ia naciente riqueza proveniente del auge en la exportación de café a los mercados europeos. L a floreciente oligarquía cafetalera quería un centro donde lucir sus galas y consumir arte. Las calles eran de tierra, pues el paso de las carretas y de los caballos no requería otra cosa, pero el Teatro Nacional se levantaba como una joya romántica con sus estatuas de mármol, sus estucos de yeso y baños dorados, sus pinturas alegóricas y sus telones de terciopelo. Luego vinieron los edificios comerciales estilo segundo imperio, un edificio metálico ente- ramente prefabricado en Bélgica para una escuela (Buenaventura Corrales), otros con reminiscencias de la belle époque, una iglesia gótica (San Isidro de Coronado) y otra románica, mansiones de diversos órdenes arquitectónicos y edificios públicos como el del correo, la “Casa amarilla” (Ministerio de Relaciones Exteriores) con estilos opuestos al del Congreso, una simple casona de corte colonial. La naciente industria ha provocado un crecimiento caótico de la capital, aunque la disposición en cuadrantes de las manzanas no le permita generalizarse, con la construcción de edificios de arquitectura funcional contemporánea de todos los tamaños, colores y formas, que le dan a la ciudad una fisonomía híbrida. El congestionamiento del tránsito de vehículos, la disminución gradual de los espacios verdes, la ausencia de lugares comunales de esparcimiento pacífico, la monstruosa proliferación de rótulos comerciales de pésimo gusto y la concentración masiva de edificios públicos, fábricas, mercados, comercios y centros de diversión, en la capital, que absorbe una cuarta parte de la población nacional, ha puesto al país en situación peligrosa de asfixia colectiva. La Facultad de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica ha decidido

asesorar al gobierno en el estudio del problema urbanístico y rural, con una orientación acorde con los conceptos revolucionarios de la arquitectura como un orden integrador social más que un orden artístico. Trabaja con el Departamento de Patrimonio Histórico del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes en el desarrollo de un plan de construcción de viviendas que se adapten a las características de las dimensiones nacionales, de una conser- vación y restauración del patrimonio histórico arquitectónico y artístico que pueda ser incorporado a la vida cotidiana siguiendo no solamente valores plásticos, turísticos o tradicionales sino sociales. Pretende hacer una reva- loración de los monumentos históricos a fin de seleccionar aquellos de gran trascendencia histórica y darles un sentido económico, activo, vivencia1 a los barrios, manzanas, áreas rurales o sitios históricos que puedan conservar su fisonomía particular. Las dos instituciones preparan la redacción de un proyecto de ley para la protección del patrimonio histórico, con base en los criterios mencionados, que permita regular el crecimiento ordenado de las ciudades, poblados y villorrios del país. La aplicación de esta ley requerirá un inventario de los bienes artísticos e históricos, lo que se llevará a cabo mediante

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la creación de un archivo nacional, incorporado al Ministerio de Cultura. L a importancia de la arquitectura empieza apenas ahora a ser reconocida

por los costarricenses. L a arquitectura, que contiene a todas las otras artes plásticas y crea los espacios para la música, la danza y el teatro, es, fuera de su aprovechamiento utilitario en la habitación, la industria y la prestación de servicios, la expresión de la identidad de un pueblo. Al través de la arqui- tectura, el pueblo costarricense podrá crearse una identidad, como también, si prosigue en su afán imitativo, correr el peligro dè perderla. Es preciso sensibilizar la opinión popular, educarla en el conocimiento de la arquitec- tura como integradora social, para que los planes elaborados con el entu- siasmo de los equipos de arquitectos salidos de la nueva escuela costarricense lleguen a ser comprendidos y respaldados por todos.

L a labor más delicada de los arquitectos costarricenses consistirá en incorporar las áreas rurales al proceso histórico de la nueva visión arqui- tectónica, transformar las ciudades populosas y de crecimiento caótico en centros comunales orgánicamente adaptados a las necesidades culturales más dignas del pueblo, y sentar las bases de una arquitectura más apro- piada a las dimensiones reales del país.

Ciencias

L a integración de las ciencias al presente estudio de la política cultural costarricense tiene el propósito de hacer resaltar los esfuerzos de un grupo de valiosos investigadores porque los proyectos de estudios científicos sean ligados a los planes nacionales de desarrollo económico, social y cultural.

L a tradición científica no ha llegado a formarse en Costa Rica. H a habido casos esporádicos sumamente meritorios de investigadores que han dado aportes al conocimiento científico de la fauna y la flora costarricenses, así como al esclarecimiento de las causas de algunas enfermedades tropicales, con los rudimentarios instrumentos de laboratorio y las pocas o casi nulas subvenciones oficiales para sostener los gastos correspondientes. Fueron pequeñas islas del saber en una lucha que sabían no tendría recompensa material inmediata pero que servirá de ejemplo de modestia, inteligencia y responsabilidad para las futuras generaciones. Fue el caso del Dr. Clorito Picado y su inestimable contribución en el campo de los sueros antiofídicos que, a escala nacional, significaba el rescate de cientos de vidas humanas mordidas por serpientes en su tremenda lucha contra la naturaleza.

Las ciencias naturales han destacado en Costa Rica por encima de las otras ciencias en razón de su mayor proximidad a la vida campesina, con sus preocupaciones por dilucidar los misterios de BU medio ambiente y resolver sus problemas inmediatos con la naturaleza. Botánicos, zoólogos, microbiólogos, médicos y biólogos son los que más han contribuido al acopio de conocimientos en sus respectivos campos. El desarrollo de las otras ciencias es un hecho reciente y la consecuencia lógica de la diversi-

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ficación económica nacional, principalmente con el crecimiento de la industria y la prestación de servicios profesionales especializados. El interés por centralizar las investigaciones en un solo organismo

orientador, a tin de que no se presentaran duplicaciones de proyectos, nació a fines de 1960 de un grupo de profesores universitarios. Presentaron un plan de organización de una oficina universitaria de investigaciones científicas y tecnológicas, pero no prosperó por la desidia de las autori- dades gubernamentales. La iniciativa encontraría eco más tarde entre las autoridades de la Unesco, cuando un grupo de expertos, dirigidos por el Dr. Alfredo Picasso, visitó el país y recomendó a las autoridades guber- namentales y universitarias una política coherente en el estudio y aplicación de las ciencias. En 1972 fue aprobado un proyecto de ley para la creación del Consejo

Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas que comenzó a funcionar con contenido económico a partir de 1973.

Los objetivos a largo plazo del Consejo (CONICIT) son los de “dar a conocer la importancia de las ciencias en el desarrollo social y económico del país, en capacitar profesores mediante cursos de metodología de la investigación, en crear un museo didáctico de ciencia y tecnología, en efectuar un recuento de los recursos naturales y del potencial científico- tecnológico del país, en la determinación de necesidades y la racionalización del uso de la ciencia y la tecnología, en la formulación de una política nacional de las ciencias y la tecnología, en un desarrollo del Sistema Nacional de Información y Documentación, en fomentar el intercambio y la coopera- ción con organismos extranjeros e internacionales similares, en estimular los proyectos científicos y tecnológicos nacionales y fortalecer el sistema científico-tecnológico en todos sus aspectos”. (Resumen de la política científica y tecnológica en Costa Rica, CONICIT, agosto de 1974.) La relación estrecha entre los responsables de la orientación científica

costarricense y los agentes culturales de los organismos oficiales y privados del país, permitirá que el desarrollo material del país venga acompañado de una búsqueda de superación espiritual del pueblo con la formación de valores que determinen su identidad. Así como la universidad no debe ser un centro de conocimientos que se

mantenga aislado de la sociedad, porque su acción está destinada a incidir en su desarrollo, los científicos y profesionales egresados de sus aulas deben tener una idea clara de sus fines para evitar el divorcio entre los plan- teamientos teóricos y las necesidades reales de la sociedad, entre la objeti- vidad de la investigación y las consecuencias éticas de la aplicación de las invenciones y los hallazgos.

La política científica y tecnológica debe ser sustraída de la imposición de los designios gubernamentales del momento, cuando esos designios vayan en perjuicio de una parte de esa sociedad o de otras sociedades, pero debe contribuir a llevarlos a cabo, cuando tengan el propósito de mejorar la situación general del pueblo.

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Comentario

L a política cultural costarricense se encuentra orientada hacia la integración de los grandes sectores populares en el movimiento artístico y literario, que había sido siempre la fortaleza de círculos privilegiados. Los programas de divulgación, formación y estímulo a la creación se han aplicado con un amplio criterio democrático, con preferencia por las manifestaciones espon- táneas populares, y ha despertado un gran interés y un entusiasmo ines- perados en amplios sectores de la población. En cinco años de labores del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes se ha logrado formar una red de grupos de acción cultural en todo el territorio que será la base del futuro cultural del país. H a n surgido elementos positivos que están aportando valiosas realizaciones en las artes, la literatura y las ciencias. Los esfuerzos comunes, la colaboración entusiasta y desinteresada de muchas personas, la preocupación por el saber y el goce espiritual, están modelando un movimiento cultural con características originales.

Este despertar cultural puede ser truncado o trastornado si los aportes económicos gubernamentales y privados se mantienen en el nivel actual o, peor aun, si llegan a disminuir, con la tendencia actual de hacer descansar sobre las actividades no reproductivas el peso de los planes de austeridad. El porcentaje del presupuesto nacional destinado a la cultura (0,53 por ciento) es excesivamente bajo y no corresponde a la realidad de las necesi- dades populares. Los aportes de la empresa privada son igualmente insig- nificantes y no contribuyen a aligerar la carga impuesta a las instituciones gubernamentales. Los dirigentes políticos y empresariales deben comprender que la práctica

de las artes, el ejercicio constante de la inteligencia, la participación crítica en una sociedad activamente creadora, son los elementos básicos del progreso social. Un pueblo es productor de riqueza material cuando está bien preparado y se desenvuelve en un ambiente cultural sano. El desarrollo material de un pueblo debe venir acompañado por un desarrollo cultural. Todo progreso material está destinado al fracaso por estancamiento, cuando

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Comentario

las fuerzas productoras no han tenido la oportunidad de formar una sensi- bilidad artística, una capacidad crítica y un goce intelectual, elementos creadores de la personalidad. Los instrumentos fundamentales para el ejercicio de las artes, las letras

y las ciencias son los medios de comunicación. En Costa Rica son las empresas comerciales las que dominan todos los medios de comunicación masiva. Esta situación es nociva para el desarrollo de una cultura nacional, porque los intereses privados arbitran la expresión de ideas y orientan la información en su provecho. Los medios de comunicación masiva no deben estar enteramente en manos de la empresa privada ni del Estado. Cuando se encuentran en poder de aquélla, privan los intereses comerciales sobre los culturales; en manos de éste, pueden convertirse en instrumentos de propaganda. Sólo una distribución equilibrada del empleo de la radio, del cine, de la televisión y de la prensa entre organismos culturales autó- nomos, que respondan a intereses comunes, puede garantizar un mejor ejercicio de la libertad de expresión. L a ayuda continua y bien orientada de gobiernos extranjeros y de

organismos internacionales puede suplir una buena parte de la suma necesaria para que los programas culturales del gobierno costarricense puedan alcanzar sus objetivos de democratización y sostenerse el tiempo necesario hasta que el presupuesto nacional esté en condiciones de hacerlo enteramente por cuenta propia. La fase de valoración de resultados de las actividades culturales a cargo

de una Comisión Nacional de Orientación Cultural debe producirse lo más pronto posible. Con un conocimiento exacto de las necesidades culturales populares, de los recursos intelectuales, de la conservación del patrimonio histórico y de los organismos requeridos para canalizar adecuadamente los esfuerzos comunes, se puede elaborar un programa a largo plazo organizado racionalmente. La política cultural costarricense deberá orientarse hacia la formación

de los elementos necesarios para consolidar una identidad nacional, ajena a veleidades mezquinas de un patriotismo hueco, capaz de integrar a toda la población en un esfuerzo común de mejoramiento material y espiritual. Es la responsabilidad de las autoridades gubernamentales, de los artistas, escritores y científicos, así como de los consumidores de productos cultu- rales, de dar toda su capacidad intelectual para la realización de esa política.

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[B.10] CC 76/XIX-39/S