Poeta del mes nº 3 (con marcas de agua)

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2011-2012 Leer juntos poesía F R A N C I S C O F E R R E R L E R Í N Francisco Ferrer Lerín (Barcelona, 1942) es uno de los poetas más originales de la segunda mitad del siglo XX. Su dilatado silencio a partir de 1971 –sólo roto en 1987 por la publicación de su tercer y último libro de poemas y en 2005 por la aparición de su novela Níquel– y su temprano apartamiento del mundo literario para dedicarse a una de sus principales obsesiones, la ornitología, acabaron por convertirlo en una rareza y en una leyenda. Es autor de los libros de poesía De las condiciones humanas (1964), La hora oval (1971) y Cónsul (1987), que agrupó en el volumen Ciudad propia (2006). En 2009 publica Fámulo, libro de poesía galardonado con el Premio de la Crítica en 2010.

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Poeta del mes nº 3 (con marcas de agua)

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2011-2012

Leer juntos poesía

F R A N C I S C O

F E R R E R L

E R Í N

Francisco Ferrer Lerín (Barcelona, 1942) es uno de los poetas más originales de la segunda mitad del siglo XX. Su dilatado silencio a partir de 1971 –sólo roto en 1987 por la publicación de su tercer y último libro de poemas y en 2005 por la aparición de su novela Níquel– y su temprano apartamiento del mundo literario para dedicarse a una de sus principales obsesiones, la ornitología, acabaron por convertirlo en una rareza y en una leyenda. Es autor de los libros de poesía De las condiciones humanas (1964), La hora oval (1971) y Cónsul (1987), que agrupó en el volumen Ciudad propia (2006). En 2009 publica Fámulo, libro de poesía galardonado con el Premio de la Crítica en 2010.

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Ferrer Lerín 1

Memoria de un recuerdo

Qué años cuando corría por la era

tropezando con las piedras desencajadas

tuve una cometa y las márgenes

volvía del río con el saco viejo lleno de pequeños barbos

y las márgenes estaban fangosas porque las aguas habían

decrecido

también estaba solo aunque no me molestaba

nada entonces me molestaba y

preferí buscar renacuajos inventándome amigos

eran los mejores y podía hablarles

luego no sé exactamente cuándo tuve una bicicleta

una bicicleta corriente y en parte con ella

perdí las ganas de hacer cosas por mí mismo

comenzando a saber lo que esa el desengaño

conocí también nuevas medidas

del tiempo y las distancias desde nuestra casa que ahora

podía ver hundida en lo que siempre había sido

la pequeña montaña.

De las condiciones humanas, 1964.

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Ferrer Lerín 2

Los humildes Al que bulle en desafío y los manjares esparcidos; al que conoce la modestia del helecho, numen contrito; al que avergüenza la claridad del sol y baña su rostro en la ternura de las lágrimas; al que recorre la provincias más antiguas saludando con los brazos, mástil altivo; al que recuerda y sus labios ya no son buenos; al que amasa el pan de los días entonando migajas terrenales; al que se desvía por el frío, por el viento, por las olas o por el miedo; al que desprecia, y los ojos sellados; al que está seguro de su desastre; al que teme las fuerzas desconocidas; al que abre la puerta todas las mañanas y espera encontrar un mirlo; al que mata y su cerbatana es recia; al que de nombre tiene el grito de un pájaro y sus piernas aún aún caminan; al que es torturado por los buscadores de algo; al que es huraño y los suyos comen raíces; al que pasea una urraca atada a un cordel encontrado; al que posee una casa y un cerdo y una cabra y nada veloz en la

charca de su vecino; al que es consagrado a las labores del amor y su vientre es estéril; al que corretea junto al arroyo, una zarza lacerando sus rodillas; al que oye la voz del dueño retumbar en los acantilados; al que es joven y sus espaldas anchas; al que descubre la vida bajo una piedra plana; al que bebe sangre, leche, grasa, y sus padres llaman mudo; al que se cobija en los matorrales, los demás riendo; al que da nombres a los arados, hachas, esteras y amigos; al que siempre está solo, una encina dibujada; al que lleva en los bolsillos trozos de papel, piedras de río y una sabandija; y al que el paso del tiempo le produce tedio, una mano enguantada.

De las condiciones humanas, 1964.

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Ferrer Lerín 3

La hora oval, 1971.

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Ferrer Lerín 4

Mar

Estoy sumido en el tiempo sobre la barcaza que descansa en el agua en la hora de las lampreas en que mis lágrimas bajan juntándose a la sabia caricia del océano. Hallo placer en apoyarme aquí en notar la rugosa tarde rozar los flancos de la nave -la nave que abre los mares desnudando peces- Astillándose mi piel al contacto de las olas. Estoy sumido en el tiempo en el tiempo de las horas largas que cunden sin saber por qué parodiando mis ademanes en la escuela de párvulos y resuelto a amarrar en el puerto de la noche. Me gasto lentamente mis cabellos como jirones de banderas caen unidos a otras faneras despiadadas enterrándose en el verde piélago sin gritar apenas. El tiempo me consume me devoran sus fauces mojadas. asomado a la borda que rompe el horizonte oigo bramar la mirada de mis ojos clavados en los destellos de los rizos escarpados. Me aterra no asir las rápidas formas saber que se escapan definitivas hacia otra proa. Con las manos crispadas en el mástil intento hender mi cuerpo dejándome penetrar por la madera pudiera probar el roce de la profundidad amaneciente en mi vientre calafateado con la piel de alga y quilla de acero. Mas mi halo débil se quiebra en las aguas pierde la textura de fuerte aspecto y trágico me expando en la obvia corriente.

La hora oval, 1971

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Ferrer Lerín 5

Tzara

Luchar contra el anquilosamiento de las palabras moverlas disponiendo nuevas mallas sacudir la estructura del poema despertarlo se trata de agarrar un objeto ver su nombre pesarlo medirlo olerlo observarlo darle libertad para que se manifieste para que se realice totalmente cambiar la decoración la situación de los muebles del salón de todos los días la palabra corre y se adhiere aparece un grito una modulación un fondo de sentido se crea sonido de frases con los elementos volcados el fuego de las cosas que conocemos bajo otros aspectos valorar lo que tenemos llegar a exprimir el color y la forma de las letras unidas cuidar y dar vida al poema exhaustivo que creamos madurar la idea sobre la posibilidad lingüística conocer el léxico tanto que huelga la estrecha gramática las frases nacen limpias criticamos los versos con los versos demostrar nuestro convencimiento con la anarquía en la elección cavilando nuevos programas saber qué se vierte sobre la hoja blanca aquí ahora poder columbrar nuestra diaria vida desconocida la vida ceñida que desatamos hasta que auténtica se refleja en lo que no se limita a un modo que incumbe el total de mis actos que a modo de canto damos lúcidos porque se domina el oleaje y el calado de la semántica.

La hora oval, 1971

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Ferrer Lerín 6

Matusalén 2

¿Fueron nubes cargadas de agua, cúmulos tan próximos al parabrís, o lejanas montañas inéditas en mi archivo adolescente? Varias veces, los tres, en un juego dorado, frente a la mole blanca o gris, alborozados, en la carretera festiva, en eso que luego fue la nacional dos, discutimos -contemplamos la posibilidad, especulamos, se diría hoy- acerca de, y lo deseábamos, de que fueran unas grandes majestuosas nuevas montañas. ¡Qué padres para una infancia! La dicha, los tres, sí, así era, los tres en el coche ¿Opel? metidos, camino, el domingo, y no hay razón, hacia una merienda campestre, no sé a qué obedece, en el horror de mi noche de hoy, en la soledad, en el frío, por qué vuelves otra vez, esa duda feliz, de qué estaban hechas esas formas, coliflores de algodón, o, tal vez, orografías de matorral, incluso abriendo, con violencia, los ojos, no consigo, que se vayan.

[2004]

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Ferrer Lerín 7

Invierno en la chopera

Se están doblando las ramas en esta tarde de invierno, ponen sus dedos mojados brevemente en mi espalda y las hierbas tranquilas ceden humildes a mi peso. Parece que el agua se niega a partir en esta hora; permanece atada a las raíces grandes y a las pequeñas piedras, llora a veces sobre la pálida roca y luego me mira en su reflujo turbio, con fondo de hoja. Puedo hablar de la voz de las aves, puedo hablar de la voz del bosque que asoma en el cortado, puedo hundir mi cuerpo en el liquen y esperar el frío, puedo verter mis ojos en la charca y lanzar las manos al aire; pero al fin me callo, y escondido, observo el paso de las nubes.

La hora oval, 1971

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