Poemas de Invierno (Texto Corregido s. Marcas) p. Diseño

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Poemas de Invierno

POEMAS DE INVIERNO

Ronald Ribera Prez

POEMAS DE INVIERNO

Santa Cruz-Bolivia2015

Segunda edicin 2015Corregida y aumentada

Primera edicin 1998

Ronald Ribera Prez

Queda totalmente prohibida la reproduccin total o parcial de esta publicacin por cualquier medio que fuese, para todos los pases de lengua castellana, sin la autorizacin del autor, y previo trmite legalante la oficina de Derechos de Autor.Podrn ser castigados de acuerdo a Ley,con multas y privacin de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artstica o cientfica fijada, sin la preceptiva autorizacin,en cualquier tipo de soporte.

Diagramacin ydiseo de cubierta:Luis Andrade S.Foto de cubierta:ISBN N: xxxxxxxxxxxxxxxDepsito legal: X-2334848-200

Que este librosea la ventana por donde mires el mundo que an no descubrimos en nosotros.

Que estos poemassean la compaa de los solitariossoadores.

Ronald RiberaAgradecimiento

PRLOGO[footnoteRef:1] [1: . Este prlogo corresponde a la primera edicin de la obra, 1998]

Llegaron a mis manos, como una delicada cancin de inconmensurables melodas, los versos de Ronald Ribera; y lo ms arrobante era la carga de notas en prosa potica que complementaban ese atadillo que, posiblemente, se arm a la luz de una ninfa, diosa, mujer o sueo llammosle como queramos, pero que trasform su madera de escritor y poeta, saliendo de sus entraas como espumante canto al amor, la vida, el tiempo, las palabras y, por sobre todo, la ilusin.Son bastante jugosas, tal vez un poco empapadas de un romanticismo surrealista, cada una de aquellas sinnoquietantes divagaciones que hablan de un cuerpo exhausto, de una paloma vecina y de un encuentro clandestino.Me parece encontrar en Soledad el anhelo quisquilloso de todo mozo que prefigura sus ilusiones, envuelto en el mar turbulento de la juventud esquiva; mas, as lo gozamos, as le hacemos sentir nuestro agrado por esta soledad inconquistable que habita dormida en el pecho, en el alma, en lo ms recndito de nuestra polvorienta humanidad.Estatua imposible, Confesiones urgentes, Fotografas elementales y Lejanas insistentes se sirven de la misma cantera, esa, la de la ilusin, la que espera ansiosa el vertiginoso abrazo de una mirada perdida, o quiz no tan lejana, la del sueo blando de colegial que se esconde tras un lpiz para desnudar su verdad; as te veo, amigo mo, pero tambin te veo valiente y decidor en este tu primer trabajo; ande, pngase de fiesta, pues le ha nacido el primer hijo!

Reynaldo Herrera Ferrada

PREFACIO[footnoteRef:2] [2: . Nota del editor: Este prefacio corresponde a un conjunto de textos que fueron incorporados a la edicin original de 1998, en 2012, gracias a la dilecta colaboracin del compaero y colega de Ronald Ribera Prez, Gomer Padilla Jaro, a quien me une una entraable amistad y que, por medio de una solicitud a la familia del autor, logr recuperar un conjunto de poemas, casi todos ellos escritos en prosa potica o poesa no versificada, que fueron encontrados en la computadora de Rivera. Dichos poemas, sern incorporados al final de la presente obra, a continuacin del poema Versos anexos en la pgina 125.]

Me escribo, aunque pens en realizar este testimonio de una manera ms discreta, ms confidencial, sin espectadores ni detractores, como un chisme inocente derramado secretamente en el odo de un cndido receptor. Estoy consignado en uno de esos intervalos en el que no se sabe dnde acudir, si donde los amigos o al psicoanalista. Este abatimiento es terrible, la confusin se ha convertido en un severo vigilante en el que no cabe ningn tipo de individualizacin posible. Quisiera situarme en un lugar distante, donde no existan estos personajes y donde no pueda verme sentado frente al mismo escenario, contemplndome cual singular espectador sufriente, vecino de su alter ego personificado en otro sufridor anlogo, desalojar esta insania dudosa del desdoblamiento gestado dentro mo. No pretendo ser un hroe circunstancial de esta lucha por dems desigual y desventajosa, desarrollada en el territorio impresenciable de lo sensorial. No, por el contrario, quiero rendirme. Dejar de ser este alguien conflictivo, y lanzarme al anonimato ms absoluto. Andar feliz por las calles con esta mscara consiente de lo impersonal, manifestarme jubiloso ante esa facultad de desintegracin visual aventurada por Orson Welles en El hombre invisible. Andar intocable igual que una sombra que no despierte inters; mejor, disgregado. Claro, eso es lo que deseara. Dotarme de un mecanismo que brinde sosiego a esta identidad atribulada; con eso desbaratara cualquier iniciativa dirigida a importunar ese estado que postulo. Y, por supuesto, al no poder lograrlo reniego ante esa divergencia de concepciones elitistas en las que progresa ese alguien ms. Rogar, ponerme contrariado, altera la estabilidad que a ratos se insina con una moderacin rescatable cuando me abandono como en un desmayo mental. No s a qu me expongo al permitir que lidien esas dos actitudes en este cuerpo. Reviso la manera de ausentarme de esta materia que castiga mi inteligencia. Selecciono posibilidades para salir con decoro de esta situacin embarazosa. Volverme independiente, descongestionarme un poco de aquellas fantasmagoras de este aficionado a ser creador de otros seres mentalmente ms higinicos. Ensayo a reconocerme, sin que pueda totalmente reconquistarme, para deshacerme de ese yo apcrifo. Desarmar esa imaginaria hiptesis sobre la existencia de otras identidades a las que pertenezco y andan buscando mi unidad. Me inclino dentro mo y me analizo y al analizarme me desconozco y desconocindome no me hallo. Ay, no s qu explicacin darme para volver a m sin preocupaciones; tal vez sean esos das duros en los que cunde el desnimo o tal vez sean esas horas solitarias que de puro ociosas me detuvieron por un momento y me pusieron a pensar.

Ronald Ribera Prez

SALMO DE LLUVIA

Llueve, llueve: ha llegado el da y hay una cruel limitacin de tierra seca.A lo lejos oigo al pjaro pagano que me empapa con ese acento hmedo y me humilla con su canto perfecto.

La tibia atmsfera de mi habitacin permanece inmvil con su habitual melancola.En la ventana contina el concierto de gotas que entonan desesperadas su salmo lgubre en el cristal roto del alma, llenando desenfrenadamente el indefenso espacio con sus acostumbrados espectros favorecidos que intentaron desheredar los sueos antiguos.

SALMO DE LLUVIA

Llueve, llueve: ha llegado el da y hay una cruel limitacin de tierra seca.A lo lejos oigo al pjaro pagano que me empapa con ese acento hmedo y me humilla con su canto perfecto.

La tibia atmsfera de mi habitacin permanece inmvil con su habitual melancola.En la ventana contina el concierto de gotas que entonan desesperadas su salmo lgubre en el cristal roto del alma, llenando desenfrenadamente el indefenso espacio con sus acostumbrados espectros favorecidos que intentaron desheredar los sueos antiguos.Abro la ventana y entra la brisa halagando con un olor a tierra fresca y agrediendo con una impotencia inusitada de camino intransitable.

La deshonrada fragancia mnima de rosa deshojada empieza un himno de ternura ocasional al derramar su aliento de muerte sobre mi rostro, desencadenando una emocin dulcificada que me habla de una extraa historia, contada en un saln azul y en una madrugada /horrible en la hora en que los batracios estrenan su sexo/lamentable.

Alguien piensa en los pjaros difuntosen la desesperacin de los arruinadosen lo entretenido que sera sembrar la dudaentre las sombras que frecuenten mi desiguallucha con la ausencia, y tomando parte reclutansoledades para aumentar un multiplicado ejrcitoque ejerce su dominio intransigente sobremi resignada esperanza, obligndome a transitarderrotado por los caminos tortuosos de los recuerdosrecogiendo los despojos que abandonanlos tristes habitantes que pueblan mi tristeza.

INSCRIPCIONES

El tiempo, poco a poco, se ha ido vistiendo de calendario. Ella mantiene su acostumbrada historia adherida a las paredes inalterables de las calles sin tiempo, provocando las interrogaciones y la mala ortografa en la que se manifiesta su odio milenario hacia las amapolas. Ms all del mar, negras inscripciones conservan los horarios difciles; las palabras aburridas e inconmovibles regresan a las slabas incrdulas.Hecha de corazn exigido y de materia imaginaria, complicas las tardes sin soles: las pretendidas postales siguen acumulando mariposas lejanas. La fotografa diaria del recuerdo modifica tu figura ausente irrecuperable. Los intolerantes dioses te inventaron desafortunada. Fuiste la obra de un arquitecto inhbil. Los novicios desvelados que te moldearon, te hicieron la cara de tormenta ignorada, los brazos de lluvia sufrida y los pies de caminos sin patria. A ti se consagraron los territorios prohibidos de las palabras aparentes. Desataste los mensajes omitidos y todo el universo subterrneo redact cartas enamoradas a la Tierra. En tus campos crecieron cereales autnticos y las frutas tuvieron un sabor a desconocida obsesin aldeana. Ninguna criatura tuvo jams tanta recompensa y ventaja: clasificaste la risa desinteresada. Para m conquistaste figuras de malva antojadiza, mientras en tu boca se cuajaban las uvas fundamentales. Toda una manifestacin de caminos se abri a tu paso, recogiendo la novedad pintada de paisajes que se entregan como ofrenda necesaria a los viajeros que las albergan en las miradas siempre sorprendidas. De mis das se resbalaron los colores de tu rostro. Prolongada la noche resign un mundo de estrellas fugaces. Tu voz se transform en un carnaval de palabras que continuaban hablando desobligadas en mis odos. En tus dedos de almendro intentaban justificarse los lderes comprometidos y ya la hierba se helaba en los cdigos y las leyes desganadas y efmeras. Para ti fue el ttulo evidente y reivindicado de la rosa segregada. Impones a los mecangrafos la rudimentaria tarea de publicar textos en circunstancias crticas en las que se necesita de los escritos antiguos.Espero que de la fantasa de tus manos broten conejos sonrojados que regalars junto con los folletines auspiciosos en los que se dir que los canarios nostlgicos espanten a los bigrafos inescrupulosos para que no editen ms en los diarios desprevenidas listas que luego abrirn los plidos e inconformes vendedores que permanecen escondidos en tu valle henchido, donde se reparten libros llenos de jeroglficos; y las aves nunca ms vuelen a la tierra jams habida, donde sacerdotes pberes casan a colegialas ingenuas y las aguas despavoridas acarrean peces al lago inmaculado de tu ombligo, circunscribiendo los clculos dudosos que contienen todos los sueos irrenunciables a la fiesta, despus de las preguntas no contestadas.

ESTATUA IMPOSIBLE

Hoy sbitamente, y sin quererlo pronunci tu nombre. No era un llamado desesperado ni casual, dira ms bien premeditado, como si dentro mo alojara un ser ms tierno y consecuente que yo: obstinado en retenerte y que diariamente te requiere empeado en reconstruirte, copindote de una figura continua y autntica que se sabe de memoria. Con la conviccin total de la decadencia irreversible del que lo tuvo todo y no le queda nada, sin ningn tipo de reparo, empezaba con el nico recurso disponible que tienen todos y que pocos usan: el de su empeo desesperado que le haca comenzar delicadamente lento pero con suma urgencia aquella ceremonia artstica y melanclica de su obra imposible. Tardar en terminarla, se conformar despus con ella? No lo s. Es como pretender saber la fecha exacta de tu regreso. Vuelve por favor, no tardes, que desde que te has ido sufro la extensin del dolor de sentirte lejos. No demores, te lo pido, que ac hay alguien ms que te espera, que no deja de mirar la vieja silla que ocupabas, que todo aqu se est descomponiendo y comienza a despedir un olor a nostalgia de das desaprovechados, que las sombras que reflejaban tus imperfecciones se han vuelto metdicamente perfectas, ocultando la fragua impaciente que sigue desorganizando slabas. Sin tu presencia, lo sabes bien, nada hay que me consuele, nada me es igual, nada alcanza la importancia de tu sonrisa. Lo confieso, estoy terriblemente agotado, es tan tirnico tu nombre que en todo el da no hago otra cosa que tratar de no pronunciarlo, no sirvindome ningn tipo de pretexto para olvidarlo. Qu triste es mirar las cosas conocidas cuando faltas! Qu extrao lugar te mantiene cautiva, mirando otros paisajes, otros rostros, otros objetos que te hacen olvidar los vividos por nosotros? Maana, repito sin crermelo mucho, me propongo con mi desacertada y desprestigiada voluntad, negarme a todo lo que sea urdir lneas y formas que me atormenten con tu imagen ntida y real que me causa desvaro. Quiero que te enteres que eres mi solitario propsito de sueos; pero te has convertido sin proponrtelo siquiera en la negacin, en la rival de m mismo. Sin ti no tengo identidad propia. Desde lejos no haces ms que atormentarme con el retorno. Tu partida fue el anticipo de la locura por las fotografas, no dejndome otra opcin para olvidarte que la de consultar a curanderos, sacasuertes, brujos, vecinos nigromantes, dirigentes sindicales, aduaneros, polticos, psiclogos, amigos y exiliados, no dejando que se me escape ningn remedio posible, para despoblar este mundo lleno de alegras ajenas, definitivas tristezas mas y T.

P.D. Quisiera pensar que esto que escribo no es verdico, que no me est sucediendo, que en mi boca no se amontonan ms los besos hurfanos de tu boca, para as, cuando regreses, pueda yo mentirte con confiada naturalidad y esperar pacientemente que dirijas tu mirada hacia m.

SOMBRAS MENTIDAS

Ya no poseo las horas que te aguardaban,refugiadas en una esfera sin tiempoanuncian su estacin oscura,y me prometen constelaciones de sombras.

Las desamparadas ilusiones sucumbenen los descuidados sueos,que insisten en acostarse en mi resignado lecho.

Tu cruel crepsculo recorre el firmamentocon su estrella fiel, que va trazando recuerdoshechos para perseguirme.Ahora, ausentes, en tus ojos deben ambularlas miradas vacas llenas de melancola.

Sabrs que ocupa tu lugar la innecesaria soledad trada de todos los cementeriosde todos los muertos, de todas las promesas rotas.

Por ti descubra los luceros reemplazados,comparta con el rocola hora de la rosa hmeda.

Me conmova con la primaveraen la gestin inoportuna del invierno,observando triste al viento indolentedeshojar la rosa;y jugar con las hojas extremadamente plidas /sin inmutarse.

Luego le vea convertirse en la ocasin de traerme tu imprudente nombre, que es el instrumento que utilizas para volver y prolongarte.

Mientras te alejas, te llevas contigola esperanza de olvidarte,dejndome nada ms que la opcin,de ser nicamente la sombra ajena que te espera.

CONFESIONES URGENTES

Ella trajo su mecanismo perfecto de sorpresas, sus magnficas confidencias recogidas de salones poderosos donde asistan silbicos personajes a localizar palabras. Nada tuvo que inventar, todo le fue dado con natural desenfado, como la lluvia progresiva o la espuma alterada de las playas. Y pensar que todo la anunciaba como a una criatura de padres irrepetibles. Tard tanto en descubrirla que un sinnmero de veces su cuerpo remoto se declar invicto, y aunque saba proceder con la cautela eficaz de un sueo no sido, la seguira invitando a mi soledad junto con su mercanca de sortilegios irrenunciables, para ver su aventajada cara de tiempo sufrido, sus curiosas manos siete oficios que elaboraban la distancia siempre triste con perfecta alevosa, o sus brazos que se asemejaban a dos gajos que amparaban con providencial artificio la fantasa de mis ansias. Con qu entusiasmo le o a su vestido entonar la meloda gemela de sus pechos, que eran dos acrbatas mnimos cados en la superficie lctea de su seno, mientras en el hemisferio de mis labios una ciega fatiga de besos buscaban la inactualidad de su boca. Qu de frutas sabran caber entre sus dedos de hule inslito. S, era un evento sin precedente el perpetuo acomodamiento de su voz a las palabras compuestas de mbar islmico y de resina reciente. Los caminos frecuentados me reclamaban el porqu no adoptaba el culto escondido de su rastro. La verdad, su itinerario lo marcaba la ausencia. Si pensamos, eran elocuentes y hospitalarios sus deseos de surcar la atmsfera con sus apariciones a tiempo completo en el mbito permitido de lo resurrecto. Su sintona de posteridad lo propagaban las calles que hizo para consuelo de las localidades inurbanas, hacindome caminar a veces por el acostumbrado silencio de su nombre. Olvidarla! Cmo?, si ella es la que inauguraba la tirana del cereal en el diario rito del caf. Podra olvidar la forma que tomaba para aparecer, pero no su imagen que sola complotar a solas a su favor. Por las noches, peregrinas sombras se quedaban de oficio en las penumbras, haciendo que olvide los miles de decires que tena para cargar sus armas autnticas que dispararan triunfales sus alegras irreproducibles. Poco a poco, sin intencin evidente, se converta en un compromiso desatado. Yo, por mi parte, para desalojarle tuve que dejar recados inhspitos en las servilletas nocturnas, a las que frecuentaban su solitario idioma. Ella sola no sabra calcular las madrugadas en las que cargu sus severos horarios que me impona con su responsable puntualidad. Mezquinando de esa manera la poca segura en la que organizara su fiesta espontnea, donde trataramos el asunto convenido de su unidad esperada en las noches de amplias especulaciones y su progresiva intemporalidad.

FOTOGRAFAS ELEMENTALES

Surgida de una tierra esplndida, llevas el cutis de una bandera primordial donde anclan los colores de la madrugada, y blicos reyes ajedrcicos traman con marcial perseverancia la forma anunciada de una batalla elemental entre el arco iris y el mortecino adis del da que se nos descoloriza por las tardes. A veces, llegas oportuna como el saludo de un viejo amigo, otras, colocas recados humildes y evangelizantes en la regin extrema del helecho y del mesurado cedro.Te manifiestas feroz en las interrogaciones oficiosas, incitando a las edades a su movilidad brutal T, dilatado retazo de alquimia!, propagas ex profeso la ciencia de las fotografas y el estudio riguroso de los almanaques decadentes. Participas en el desfile aventajado de las constelaciones, que son caprichosos adornos nocturnos. Vistes de crnica conversadora. Tejes con fingida amabilidad de mgala regalona la historia de una existencia repetida en un tapiz de convaleciente malignidad y curiosa coquetera, capaz de acumular aguaceros que humedezcan las crenchas que llevas por reconvenido pelo desde la altura de bejuco que tienen tus ojos, para que el viento perezoso te lo peine con sus areas manos. Vives elaborando imgenes a tu tutelar antojo. Cuntas palabras desdecidas en tu boca legendaria, llena de cuentos actuales a favorecidos fantasmas del tiempo. Tal vez quepa en tu atmsfera el perfume del guayacn y la sal tan necesaria. Vieja vid secular. Elstica medicina curalotodo. Talladora de bultos casi humanos que se esconden en los recodos favorecidos de las calles intransitables, ante las cuales se santiguan los mticos curanderos, y los periodos voluntariosos prometen noticias alentadoras ante los informes de la dura realidad. Andariega forma apetecida que vagas tatuada de rboles saludables y gigantescos. Obrera multioficio. Eres la victoria de la ilusin sobre la carne. Sabes de memoria el atajo de los pjaros de vidrio nrdico, como tambin sabes los nombres de los que aguardan en las puertas aldabadas para siempre. Quin como t est ms amarrada al verde de las plantas y al heliotropo volatinero. Liberadora de las sombras apiladas durante el da y diseminadas en las noches de frentica ansiedad, ingeniosa idealizacin, tuyo es todo lo que me sucede. Es tu exactitud escondida la esencial barca de mis sueos, la que trae por compaera la dudosa posibilidad, ay!, prcticamente manual, de dolos fascinantes que amontonan adormideras a tus pies para que ronden los insomnios productivos que con fervorosa religiosidad cultivas junto con la piedra filosofal excomulgada en la Edad Media. Asidero insomne de los oficiales en guardia. Cargas con cuidado infantil la llave festiva de la casa de los sueos y que protegen con celo carismtico las inolvidables gaviotas puertomares.

PALO MERIDIONAL

Lugar exquisito y exclusivo de m. Espacio vaco que lleno yndome, esperando que de tus manos traviesas vuelen palomas nostlgicas a territorios de edades an no iniciadas.

All donde yo persigo tu apetecido cuerpo de nia desaliada y ausente,all en el lugar donde luces perpetuas nos consumen /y las estrellas del tiempo,caen prendiendo hogueras en tu castidad protegida de virgen intacta,guardadora exacta de hijos inciertos.Germinadora de la noche, en ti la oscuridadse desvela por la luz que diseminan juguetoneslos duendes azules de los sueosque tropiezan a menudo con las sombras urgentesde ilusiones viejas e impostergablesque te protegen del olvido.

No preciso de luces que guen el caminoque deben seguir mis manos para reconocerte,y recorrer as tus muslos de palo meridionalque retirars temerosa, cual ola de playa, desconfiada.

Como si alguien se empeara en guardar la distancia entre nosotros: mi pequeo depsito de encantos.Pones el silencio y la oscuridadpara esconder el rubor inocente de tu cuerpo desnudo;cuando mis manos, escandalosas de da, si te tocan de noche, te abren como a una puerta recin descubierta,por donde escapan mis ansias de poseerte,y tu cuerpo ya exhausto lanza un suspiro definitivoque espanta la paloma vecina que alimentamoscon el alpiste riguroso, de nuestros encuentros /clandestinos.

DESOLACIN

Tu sexo dubitante no ha agotado an la forma. El orden perseguido siempre ha sido un reto. En vano se busca el rostro confiable: permanentemente fugitivo se dispersa en mltiples vacos, convidando a las matrices seguras a la duda de su agitacin vital. A veces, tu gnesis no encontr el principio bsico de tu luz postrera, e impotente te insinuaste en m, para ser un elegido que espera su turno.Posees el tiempo: derrotado o victorioso est grabado en los teros femeninos. Ah, pero no bast la evolucin de la idea ni el roce entusiasta del huevo germinal que tiembla de deseo de unas manos justas y de una cabeza culta elaborada por mis fraudulentos antojos, utilizados por tu esquivo ser.Luego descubr que tu cuerpo pudo heredar los despojos de mi cuerpo pronto a ser abono; mientras escuchaba la voz de la ciencia que me alejaba de tu esperada identidad. Y yo que haba guardado para ti mi ltima explicacin (que no slo los ms aptos sobreviven, que stos tambin pueden perecer a manos de los inadaptados).Presuroso huye de m el condicionado germen de vida. Callado observo mi ilusin encerrada en ridos espermatozoides. Mi boca sostiene la palabra que me niego a pronunciar y que empieza a humillar mi vanidad procreadora. Oh, don de la fecundacin para m negado!

GEOGRAFA DE EXTERMINIO

Naces de lo preciso con el detalle sencillo de las frutas voluntarias, exigiendo la tarea permanente de espantar los pjaros entusiastas del ocaso armado slo con mis brazos vidos de exterminio. Oh, propsito postergado. Hasta cundo hars que me interroguen las sombras continuas, hasta cundo me llevars en esta rutina urdida por tu geometra. Te habrs dado cuenta de que en la promesa de tu presencia se burlan los perros pensativos de la memoria, y un vendedor de mercadera china me ofrece, entre las penumbras de lo posible, amaestrados espectros pacficos, aislados en las noches fecundas del insomnio. Bsica como la direccin de una ciudad concreta, llenas mis manos de alfarera ingenua con tu arcilla supersticiosa iniciando este dilatado pasillo de profecas abolidas. Resistir este mundo la conspiracin de tu compaa obligada, prxima de elementos extraos y de olores mezquinamente desarrollados en lo primitivo del silencio conjurado? De dnde adquieres el beneficio de las golosinas auspiciosas, oportunamente repartidas por la mano elemental de un gigante figurado que se extingue igual que una pintura blanca del alba desaparecida en la madrugada, con la que intentas ocultar la trampa anochecida de tu pelo? A ti va mi mensaje, diseadora de nombres, que en las pginas desprevenidas vas colocando los mensajes esenciales que no llegarn a leer las contemporneas chicas nocturnas. A ti, que con calma pavorosa fabricas ilusiones con la efectividad de una lluvia prodigiosa en las vidas hurfanas de historia. De qu capricho concedido te aprovechas para apoderarte oportuna de las pocas exquisitas, y de tramar en la obscuridad la espontaneidad de tu figura presagiada. Distrada, o con la seguridad de saberte propietaria de lo desconocido, te animas a liberar las comarcas prsperas de vastos dolores y de familiares desconsuelos. Para qu dejas volar las aves con sus recados maduros de los intentos no sucedidos? Ay de m, que aguardo todava en los albergues legtimos. Cmo atrapar esa sinfona sonmbula contenida en los violines oficiales que tocas con la seguridad de no preocuparte de lo que sucede a tu alrededor, cuando ya las mariposas apresuradas han instalado en la quietud del cielo su exposicin habitual de alas coloridas, y a m slo me han dejado la negra posibilidad de los sueos que no sucedern?

SACRO RITUAL

El rosario avanza mecnicamente piadoso en el ritual del arrepentimiento.La espera me habla de ti como de un vecino/indeseable envuelto en chismes viejos.

Afuera las hojas deben caer en desalentada romera,aventadas por la brisay envueltas en la pena de la rama perdida.

Yo en tanto sigo inventando sueosen los que rozo tus labios en ligero besoy los despinto igual que el nio /que retiene la mariposay la descoloriza entre sus cndidas manos.Las velas arden inmutablemente santasquemando promesas y splicas de renunciacin.Un audaz devoto toma agua benditapara beatificar su culpa por dentro.El cura sigue confesando a su absuelto reincidente.

Miro el portal por donde deberas haber entradoy slo veo un mendigo consecuenteapostado en el umbral del alma ma;que comienza a desesperarse por el luto de la viuday el castigo prolongado de tu nombretempranamente sacrificado en la vade mi peregrino corazn.

TESTIMONIO DE UNA INQUIETUD

Quin me regalar la estructura llena de tu gnesis profundo? La hallar quizs en la consagracin de la hostia difamada en el rito diseminado de los domingos, o en el mandoble al azar que lanza un bucanero alucinado, en el asalto loco a una nave celebrada e imposible. Tal vez me lo diga un nigromante austral que suea con un poniente ideal, entre mares imaginarios y cielos coloreados por un pincel de mgicos y extraos atributos. De qu rincn insistente surgir aquella silueta hecha de lenguaje inequvoco y perfecto, delatando la armona desusada de un dialecto antiguo que trae secretamente intraducible la modesta novedad de tu voz. Qu yatiri milenario, aparecido entre montaas y melanclicas hojas de coca, me mostrar tu rostro dormido dentro de vegetales sucios de clorofila. Qu har con el morral de angustias pasajeras que cargo a travs de las lluvias preferidas de la acuarela gris de un abril lejano. Adivinar, acaso, en apresurada inquietud, las interrogaciones oficiales que cien la tempestad cansada de tus preocupaciones inaveriguables; mientras una luna urgida de memorias entusiastas, cae precipitadamente por la ventana acelerada de las horas, tempranamente desatadas? Cmo pretender arrancar de la comisura de tus labios, la palabra serenamente madura albergada en la seriedad intratable que tienes en el rea indcil de tu boca? Oh, ciega torre, desde donde diviso las tardes amargas pobladas de un silencio trgico y formidable. Despreocupada la noche contina preparando distrada su feroz nostalgia, en tanto, yo festejo por debajo de la mesa la suave casualidad de tus manos, en el encuentro de la ansiedad vanamente retrasada, observando de reojo cmo las formas se ocupan de mostrar la mano desfigurada que me entrega con la indiferencia de un peregrino soberbio, el vino de la noche y las sombras vigentes que vacilan en la pared virtualmente dormida. El gato malla tardo en la noche remendada de ilusiones y de vidas despiadadamente fracasadas, igual que el dado azaroso que lanzas a rodar en el cuadrado ritmo de tus dedos. La vela se apaga lenta e inexorable borrando las lneas indecisas de una pintura oficiosa y taciturna, recordndome que casi son las dos de la madrugada y me asaltan unas ganas locas de correr y dejarte sola con la cuenta del bar en el que nos encontramos disciplinadamente los fines de semana, buscando frgilmente sorprender a la economa, y encontrar la forma primitiva de desvelarnos definitivamente en la misma cama.

LEJANAS INSISTENTES

Seora, yo no quera hablarle de los labios apurados por donde se paseaba el agua discutida de mis besos, sino de las horas que pasaba indeciso en los parques llenos del verde dominio de los rboles y de tiernos columpios de frgil aluminio amanecido, buscando la forma segura de apartarla de las sombras que la reclamaban desde su gobierno de animada nocturnidad; del talento inmvil que manifestaba al dictar su urdida historia de sueos idnticos, provistos todos ellos de acomodo posible; de las veces que o vagar sus pasos cargando su alevoso ritmo a travs del conjeturado pasillo de mi impaciencia; de las ocasiones en que transportaba su voz de laberinto sobre la plana superficie de este espejo que soy yo, enfermo de posibilidades ntimas; de su trnsito tranquilo por mi triste materia hecha de cal espontnea y de tierra-sal acontecida; del mundo puntual que diriga desde su gradual imperio de reciente melancola, aprendida en regiones de opulentas querencias y limitadas oportunidades; de la nia de colores que habitualmente haca aparecer en sus ojos, figurando un comn desamparo y un acordado milagro que habilitaba adrede para alegrarme, adulterando de esa manera el antojadizo caramelo que era para m su boca. Cmo no comentar la estricta parcialidad con la que condenaba mi afanosa actuacin de prestidigitador desfavorecido, en tanto usted se diverta haciendo aparecer valientes frutos promisorios en sus manos de peregrina magia y celebrados encantamientos, y las veces en que me sorprend hurgando los rincones fijos de las sombras, intentando asirme con urgencia a sus manos de graciosa gaviota omitida.Seora, sabra acaso si no le contara de las ataduras decisivas que me impone desde su anatoma distante, de las ocasiones en que llen mis vasijas sentimentales de notoria arcilla consuelalotodo, iniciando esta actitud de viento para sus brazos frtiles de mortal asombro; mientras una bandeja clara de lluvias esenciales recoga las ltimas gotas derramadas sobre su impasible altitud de piedra.

HOJAS DE INVIERNO

Yo no poseo las horas que te aguardaban.Refugiadas en una esfera sin tiempoanuncian su estacin oscuray me prometen constelaciones de sombras.Las desamparadas ilusiones sucumbenen los descuidados sueosque insisten en acostarse en mi resignado lecho.

Tu cruel crepsculo recorre el firmamentocon su estrella fiel que va trazando recuerdoshechos para perseguirme.Ahora, ausente, en tus ojos deben ambularlas miradas vacas llenas de melancola.Sabrs que ocupa tu lugar la innecesaria soledadtrada de todos los cementerios, de todos los muertos,de todas las promesas rotas.

Por ti descubra los luceros reemplazados,comparta con el roco la hora de la rosa hmeda,me conmova con la primaveraen la gestin inoportuna del inviernoobservando triste al viento indolente deshojar la rosay jugar con las hojas extremadamente plidas /sin inmutarse.

Luego lo vea convertirse en la ocasinde traerme tu imprudente nombreque es el instrumento que utilizas para volver /y prolongarte. Mientras te alejas te llevas contigo la esperanza /de olvidarte dejndome nada ms que la opcin de ser nicamente la sombra que te espera.

COMENTARIO DE LPIZ

En este conflictivo da en el que trasciendo al febrero inmvil de los aos, me deslizo por el noroeste a rescatar algunas palabras sencillas para ensertelas; mientras una aplicada nube se solaza en los preparativos de una lluvia sombra, copiosa de hmedos elementos. Qu salpicado momento habr elegido para escaparse el ro festivo que sostiene ese cielo primario lleno de aguas aplazadas que inundar las casas primordiales y golpear con saa dictatorial la espalda seducida del pueblo. En este momento el cansancio se avecina con la premura con la que se espera el salario de fin de mes. La comunicacin se limpia la boca sucia de silencio. Se trasladan las noticias al hostal diferido de la ausencia. El suspiro dilatado de la espera cae como un acontecimiento solicitado, ofreciendo la vigencia de los caminos interminables que motivan la asambleas apuradas de las lucirnagas-cigarro en los ngulos poderosos donde se rene el musgo y la enredadera, que licenciosa trata de propagar el aroma atabacado que consagrarn los labios circulares ante tu presencia constituida de huidiza humareda. Obligado el tiempo transcurre irreversible por ocanos impensados de pocas sin tregua, cargando sus feriados imposibles, dejando caricaturas indefensas en las pginas oficiales. Slo, casi con el esmero con el cual se espera la moda o se prepara el pan cotidiano, transito la noche igual que aquellos insectos nocturnos que merodean la flama mutilada y desentendida de un cirio aquejado por la epidemia de sombras que llegan con pauelos en las ttricas cabezas nutridas de exilio. Transporto el febril nombre aoso de la memoria con la urgencia rtmica de un maestro que busca en sus cuadernos la tarea afanosa de tu indulgencia proscrita. Para ese entonces ya era imposible recibir noticias tuyas sin estremecerme. De nada servan los rodeos que daba para no encontrarme frente a ti, sin tener nada que decir en mi descargo, atenido slo a la monografa de tus dedos que diagnostican el perfil grfico de tu rostro de calendario. De esa manera te reciba, sin intermediarios, observando aqul rotulo de obsidiana invicta mantenido en tu pecho catedralicio por donde asoma un grito hurao, apenas percibido por sobre el ruido del trfico diario de los monoslabos, que se repite en un eco negligente que dice ms o menos as: Qu han hecho de ti en mi ausencia? A quin perteneca ese tiempo que nos vena de tan lejos? En qu direccin caminaba en ese entonces que te imagino como un suceso distante? Qu sueo antojadizo te so antes que yo? Qu palabras utilizaste para derramar tu sintona de exterminio? Qu magntica tormenta te moj los labios con besos de otra naturaleza? Comprendes ahora mi impotencia alargada ante las enfermedades tropicales. Mi temor hacia los puertos que amonesta rigurosamente la distancia, y la mana repetida que poseo por visitar los bancos vacos de las plazas, las estaciones aventajadas de los adioses, las ferias llenas de intolerantes mercaderes? Disemina si se te antoja las mezquinas conversaciones elaboradas en la oquedad desprotegida de los dilogos invertidos. Transmite, por favor, los mensajes esenciales, guarda los testimonios despersonalizados de mi correspondencia, copia las tardes en las estampas visibles de mis ojos asustadizos de estudiante, y permteme alojarme en tus regiones de grandes araas australes y tmidas gacelas esteparias que huyen al or este ruido atribulado que produce el lpiz al redactarte esto, en esta latitud de viento.

DIARIO DE UNA NOCHE

Todo se ha aquietado: el viento, el ronronear lejano de los carros. El bullicio nocturno me ha dejado solo. Se habr ocultado la noche en su costumbre silenciosa? No le reprocho nada. Tampoco me resigno a creer que alguien pudiera violar a la sombra apostada en algn rincn del catre. Huraa caligrafa del silencio. Crisis repentina de murmullo de hojas arrimadas a la ventana, de gajos mecidos por la brisa repetida. Viejo vicio de alboroto. Nada que hacer, todo pasa sin tomar apunte. Leccin olvidada en el recreo. Todo termina y nadie ha coleccionado signos. Quin ha guardado el lenguaje? Traviesa elocucin innombrable. Tanta lectura. Tanta escritura amontonada en las bibliotecas. Cunta historia resignada. De repente me extravo en seales indescifrables. Es como si una angustiosa tolva de nostalgias se dilapidara sobre m. Nada altera el silencio. Se habr fugado caprichosamente la comunicacin? Sin embargo siento un combate inenarrable y misterioso de fuerzas desconocidas; heternomas; iscronas; espejismo verbal. Quin estar escondido ms all del silencio? Quin apaga las voces reducindolas a simple inercia de la lengua, a intrascendentes metforas retrasadas? !Cunto ruido reprimido! Cunto viento detenido! Cunta voz cancelada! Ser Yo el nico que en estos momentos tiemble ante el embate de las circunstancias? Por qu entonces este ruido interior? De dnde llegan apremiantes preguntas? De dnde surge este irregular sntoma de conjeturas? Fenomenologa de mscaras antiguas. Frases desfavorecidas llegan a la garganta, y nada ms. Irreducibles smbolos de cabelleras incoloras me circunda. Sentimiento de fraseologas agobiadas. Sombras de casas, de rboles furiosos sbitamente callados. Miro a travs de la celosa y el alba no llega an. Hay un legado de caminos recorridos a ciegas que no quiero reconocer, y me pregunto si all a lo lejos, geogrficamente distantes, habr otros vientos, otras voces que habiten el silencio, otros hombres que piensen sobre la falta de ruidos. Estoy distante de m mismo, sin peso, diseminado en el aire. Aguanto. Tiemblo ante cualquier presencia inexistente que no veo, pero cuya mirada siento clavada en mi espalda. No dispongo de nada, no descubro nada que no haya intuido. Ya no aguardo nada. Estoy indefenso. Quin se regocija en mi tormento, en el quieto silencio que se aproxima con suaves pisadas noctmbulas, sin dejar rastro posible? Qu oscuro cegador recoger mis palabras? Guardar alguna para ms tarde? Sembrar alguna interjeccin o alguna sonora vocal como la o? Todo esto verdaderamente cansa. Se cansar la tierra de girar? Se agotarn los das alguna vez? La tarde de repetir los mismos crepsculos? Cundo desciende el silencio humillando la voz? Urgente hay que publicar los pensamientos, renovar los aos, ubicar los mimegrafos. Por qu ser que a esta edad todo nos suena a milagro? Cualquier llamada que nos hagan nos hace sentirnos importantes por un momento. Despus del regocijo pasajero retomamos la inaccin, la pasividad ante el silencio del cielo, ante la fijeza por la voz. Por qu esta quietud de paredes, de abrigo, este requerimiento ineludible de agua, de itinerarios, de puertos? Las sombras continan cabalgando resueltas sobre los cuerpos: me estn vigilando desde algn rincn, apostadas en algn ngulo de la cama. La colcha contina pavorosamente demorada en el suelo, ignorada. Desvo violentamente las manos hacia los miembros que se apartan rigurosamente. Las piernas no responden. La cabeza gira en torno a s misma. Egosmo? No lo s. Tumbo la cabecera pensando en el ruido que har al chocar con el suelo y slo el silencio obstinado me responde. No debo desesperarme. Repaso las cortinas, veo los cordones. El perchero de frente mo se burla; juega a ser Yo acicalado en mi indumentaria. Parece revestirse de vida propia. Lo analizo, Ser afectivamente mo? Es ajeno? Igual que ese nudo de corbata que me hicieron hoy, maana, ayer. Todo es tan confuso. Creo reconocerme en el espejo. Mirando el tapiz recobro el dominio, y calculo que a varios kilmetros los autobuses pasan sin cesar Con qu destino? No, no lo creo. Unos dicen salida a tal lugar, otros a X lugar, pero ninguno dijo: voy a desbarrancarme. Alguno tendra este destino? O algn ser de obscura procedencia quizs cogi la pluma y le escribi ese final? O tal vez le cancelaron esa ruta y le regalaron ese abismo a la vuelta de la esquina? Cunta duda albergo! Sentirn esos espectros la pesadumbre de existir, de caminar sin rumbo, de quedarse anulados mirando fijamente el techo sobre la testa, con o sin futuro? y a pesar de esto voltearse de costado y seguir construyendo su espejismo hasta su oportuna desaparicin?

IMPRESIONES

No s cundo sucedi, pero estabas all,ysupe que no encontrara ojos ms propicios que los tuyos para mirarme en ellos,que no encontrara manos ms ausentes que las tuyas para elaborar la caricia idealsobre la lnea transversal de mi cuerpo.

Y ese silencio tan mo que trae tantos recuerdos tuyos logrando arrancar de m, hoy una slaba, maana, maana tal vez tu nombre.Fue entonces que lleg la madrugadahacindome sentir como un inconcluso cuadro de la tardeal que le faltaron colores y le sobr mucha,pero mucha imaginacin.

DOMINIOS NOCTURNOS

Todo es una experiencia nueva. El designio fatigado de tu promesa se desarrolla con su terrible posibilidad, envuelta en aromas subterrneos de races innombrables y comprometidas en una especie de poca pasajera y salvaje como la palabra selva. Prspera de elementos desconocidos y autnticos, llenas de innumerables identidades los pueblos que humildemente acogen tu nombre. Sometes la caligrafa a tu cruel talento. Derribas las ocasiones, los rboles milenarios y difciles. Cubres de arena y plvora los ojos desconfiados que sienten estallar en tus dedos violentas escenas de guerras y de caravanas extraviadas. Una incalculable multitud se congrega alrededor de tu cara fina y nostlgica; mientras el tiempo escribe homenajes a los sueos inditos. Medio marino y comerciante de alhajas, te dejo alguna palabra de cristal transparente en el presagio nico de frases intraducibles. Prolongadas paredes sostienen los tatuajes manuales que fabricaron historias apresuradas, inventaron territorios de porcelana y recogieron las direcciones desinteresadas de otras edades. Localidades incoloras te albergan. Escritos inexplicables y exclusivos secretamente te mantienen. Todo lo tierno carga lpices de colores para dibujar naranjas y plidas estatuas de cal. Obscuros prestidigitadores recorren monasterios en tu bsqueda y de manera delirante e inclaudicable persiguen abecedarios. Renen en el balcn los espectculos diarios de los gestos y seales intrascendentes, elaboradas en tus infatigables premoniciones que me provocan el temor a los gatos negros y hacia los vasos desportillados. Acuden sin querer al taller las formas y el mrmol, convirtindote en arcilla delicada despus del aguacero. A tu simple llamado se acercan en procesin fantstica los siglos, las horas y algunos policas vestidos de gris, al palacio vegetal de lo renovable, llenndolo de favores y de cantos obstinados. Poderosas noches te hacen emigrar a la tierra de los abedules donde te hilvanan guardapolvos de madreselvas y las araas tejen en tu memoria costosas cestas de frutas desorganizadas y precavidas para tu viaje infinito. Todo lo tuyo tiene un significado a ofrenda pagana. Ante tu autoridad crecen las enredaderas en las disimuladas ventanas. En los jardines se pasean minsculas tormentas en su roco cotidiano, cuando esforzados duendes intentan divertirse. Los provincianos guacamayos te despiertan, obedeciendo la orden rudimentaria de las vocales desafortunadas. Despus de ti, no hay clculo posible, todo sucumbe a tu lpiz. Plena como el orden de una ciudad imposible, organizas el vuelo de la alondra, trazas el camino infernal de la tarntula, los ros siguen la diaria ruta de tu huella, los gajos que se inclinan a tu paso parecen desprotegidas manitos infantiles que intentan acariciar en la distancia pjaros asombrados, sucesivamente desaparecidos.

CARTA PARA LA AUSENCIA

Mis manos vidas de escribirte no encuentran las palabras adecuadas para expresar lo que sucede en mi interior, tornndome casi incomunicativo. Las quejas que has cargado a tu epstola no hacen sino acendrar mi odio por la distancia y provocan que se forme dentro mo un cario inusual hacia los caminos. Ya s que mis letras que han tomado tu direccin van desprovistas de lo que quisieras leer en ellas y que a medida que las redacto se van untando de un mecanismo depresivo, instndote a no creerme, a desprestigiarme. Elocuentes son los das que llevo soportando una soledad por dems contagiosa. Traducirme no puedo a ese sencillo lenguaje tuyo, viendo cmo mis respuestas a tus interrogaciones se complican como un enigma novedoso. Vana es la porfa con la que intento descifrarme para comunicarme contigo.Desprotegido del norte de mi razn, se congrega un cmulo de desinteligencias en cada espacio cuadriculado que lleno de desleal caligrafa, porque este espectculo de verme reflejado en esta carta no cesa y todo lo convierto en ominoso drama. Arena de los ojos, angustia sbita es este blanquecino lugar donde no hay apariencia de dedicacin al escribirte. Ni los animales nocturnos son ms melanclicos que yo. Y as contino naciendo repetidamente triste, con un empecinado profesionalismo, motivando una oficiosa angustia en tu estructura de frgil elemento vidrioso. Sueles callarlo todo con apropiado rigor: el circular ruido de las maanas, unos llamando a la puerta, otros vendiendo sus inrotulables mercaderas, otros pidiendo apresuradamente que se detenga el bus; pero, ninguno te menciona, slo soy yo el que te reclamo en silencio. Es como si te escondieras adrede y temieras que husmee en la fantasa que invento al evocarte. Todo lo dems no importa cuando te estableces inopinadamente en m. Es entonces cuando vastos territorios grises acuden a este recinto donde reina el malestar con su marcial disciplina. Luego, nada se me ocurre para neutralizar este sentir salvaje de tu ausencia, mientras miro caer la noche con su observada regla de nocturnidad, reducindote a un juego de marcada dedicacin. Es entonces cuando ms te me pareces a una semilla abandonada en el campo de mi incertidumbre, que llora con aplicada paciencia la falta de humedad, localizando su necesidad en cada surco que se manifiesta infrtil ante la sequedad de su cielo despejado. La verdad, todo mi tiempo se torna latido en el corazn de la memoria que me muerde el hombro con su martirizante caricia avecinada. Y es en este momento cuando temo dormirme, mientras observo desde mi cama ese haz de conjurada luz que continuamente atraviesa el vidrio por mandato expreso de esa lmpara del alumbrado pblico que ahuyenta por momentos ese solidario fantasma tuyo.

CONSPIRACIN

Te he buscado en la memoria mezquina del tiempo.yhas surgido cul prdiga enredadera que al abrazar hace heridasen la pared entristecida de mi pecho.

En mi tierra clara, color de tu piel, llenaste sin querer con lluvia temprana los campos de trigo y los surcos indefensos de conspiradoras aguasque alucinados campesinos abrieronvidos del cereal y de las esposas idas.

Curtida por cientos de solesatravesaste la vereda nocturna de los sueosconvertida en tormenta luminosa de astros /vespertinos.Luego fuiste lucirnaga cotidiana.La viajera sin prisa,la luz perpetua de caminos anochecidos.Y desde entonces, terribles ocasos te acechan buscando en la obscuridad establecida conquistar tu sospechoso imperio.

ENCUENTROS FINGIDOS

Desde lejos emerges facilitando sueos; enredando y descomponiendo sombras figuras que, ajenas a m, recorren largamente estas splicas de nadie. Nada parece detenerte ya, nada. Tan distante te has situado que no alcanzo a divisar quien te retiene. En mi cielo, adulterando este exilio que mantengo, he formado miles de seales que no las escribo por temor a que mi alma note en mi imprudencia lo dbil del cuerpo en mi rostro sonrojado.Qu cansancio trae el da en su espalda de blanquecina piedra desinteresada?Cierren all de prisa la sometida noche para que no escape al amanecer; recuerden, por favor, que tiene las manos frescas por el roco nocturno, lleva pupilas verdes cual bosque recin encontrado y mantiene la expresin grantica de una estatua que me da vida. Aguarden! Alguien est asustando su recuerdo construido de faldas alegres y de acuarelas bienvenidas, organizando casualidades, fingiendo encuentros y maltratando su nombre coloreado de lapislzuli ilusionado. Detnganle urgente, que me agobia sin pensar en la angustia que me asiste desde su partida. Devulvanla sin pensar en el pasado. tenme si quieren a su extendida noche de insomnios, por rendir que tengo nostalgia de su amarro de letra convencida. Apresrense que vendr el da y la vestir de olvido con su trgica indumentaria fugitiva; derribar lo que construimos a orillas de lo imposible, nos obligar a marcharnos con aquellos viajeros que en silencio cruzaban las almas traficando con la nostalgia. Nos alimentar de quejas intratables, y nos dar de beber recuerdos de imborrable ascendencia. Llenar de melancola el espacio donde hicimos de la desesperacin una amiga indiscreta y de la soledad una vecina molesta, y mantuvimos una relacin irreconciliable con las penas. Despus, solo, descubr que la promesa es una amiga hipcrita de la esperanza al tratar de desalojar la tristeza trajinada de mis ansias que, en el suceso diario de tu nombre, me debilitan al tratar de mantenerlas alejadas, mientras ellas se fortalecen sin tu presencia imaginada, que era el nico recurso que dispona para ahuyentarlas. Y sin poder detenerlas ya, comienzan a hilvanar la forma de hacer de ti una gil mujer de traviesa carne asustadiza, tratando de intimidar a este aprendiz de constructor de puertos lejanos y empedernido habitante de otras eras, que no logra hacerlas coincidir con las tuyas.

SOLEDAD

Recuerdas, Soledad? Te encontr en el bosque umbro apoyada al rbol aqul, solitaria, tendiendo tus manos de pjaro aventajado al espacio que temblaba indefenso junto con la estremecida hojarasca mecida por la brisa venida inocente con aromas de frutas secas, de flores marchitadas y de hierbabuena calcinada; en tanto, por la quebrada del fondo seguan subiendo lamentos de constantes despedidas Lo recuerdas? Cmo las incesantes ondas mnimas ocultaban en sordo rumor el desesperado grito del abandonado olvido. Y yo, manipulada sombra cotidiana, mantengo an en las manos la caricia ltima.En mi cabeza su imagen sigue dibujando besos sobre mi boca disponible que entona la meloda ancestral que haca ruborizar al esto y entibiaba el fro de mi alma privada de su presencia de trpico indetenible.Su cuerpo imaginado por las maanas, cubierto ligeramente por sbanas ingenuas, eran para m el blsamo esperado por mi itinerario, el color que matizaba las cndidas amapolas, las sombras pretendidas por el pramo y el paisaje campestre, desde donde acostado vea el enorme escote del cielo ceido por la V que trazaban los patos emigrantes que buscaban saber el lugar donde se refugian las liblulas en el invierno, el tiempo cuando se deshoja la flor de loto, el momento en que mueren las esperanzas de los peces tristes; y, cmo quedarn los campos cuando se apaguen las lucirnagas siemprevivas? Mustrame, oh, seductora, la noche cuando la conoc. El lugar en el que aprend a renunciar a los remedios recordando la forma en la que era ms ma con la sola idea de tenerla.Devulvemela, por favor, olvido, que ya no distingo el da de la noche, que he olvidado al crepsculo junto con los segadores del alba. Que ya no comento mi historia a sorprendidos transentes que slo saban contestar: Aj, est bien, Disculpe, voy de prisa. Que se han detenido mis sueos, que mi vida slo admite desvelos en los que me imagino ser un hacedor nocturno de ilusiones nuevas que se pasea preciso con su magia de humana paternidad, que he aprendido de la oscuridad la palabra melancola.Me recuerdas, Soledad? Te conoc en el bosque umbro, solitaria, Ssschiss, calla, alguien viene.

CONSIDERACIONES

Tal vez, cuando ya nadie nos mire.Tal vez, cuando los vientos del surno derriben ms los rboles que te ocultan.Tal vez cuando el aguacero vespertinono traiga al inhumano trueno que nos espanta el sueo y los ros eternos de la angustia no te invadan la promesa de rer siempre.

Tal vez, cuando los sitios prolongadosse limiten a tu ausencia y las nias vestidas de luto que mantienes en tus ojosse pongan alegres vestidos y salgan a /persuadirme. Tal vez, entonces tomar figura en tus ojos y te sonreir desde cualquier esquina.

FUGA DE SUEOS

Nunca quise saber ms de m por no acordarme de ti.Por no dejar que mueran las horas aguardndote,por no comprometer la sonrisa todava grisque enreda las palabras en mi boca taciturnay amarga an, por los besos que ansiosos mueren en ella.

Que en vano ensayo conquistas nuevas; que conquistado de ti permanezco preso y sin olvido prximo. Es cierto que el tormento de tu memoria me aflige, porque no logro desalojar tus tmidas miradas /complacientes. Es cierto que el pasado me busca, me envuelve /y me arrastra a donde nace la tristeza y t ests distante. Tambin es cierto.

No sabes acaso que has alargado para m /la tierra prometida?A m, que he naufragado en el intento de retenertey no me quedan puertos ni navos de esperanzas.A m, que en mis noches vacas he observado /impotente al marintentando detener la vasta y retardada estrella en sus hundidos barcos minsculos.

He aqu mi solitaria palabra tuyaque no alcanza a ser queja en tu odo.He aqu tu multiplicada voz pegada a mi penacomo nube fugitiva en mi cielo habitualmente ya obscuro.Heme aqu, esperando el retorno preso /de viejas promesas.Hela all, prolongando amaneceres y escapando.Siempre escapando.

AMABLES ARTIFICIOS

Hablas entristecida del junio que se nos viene con su mbito de fro, de las cataratas que nunca viste, de mi aliento de alcohol repetido, haciendo que me entren unas ganas de desatar tu cintura de huerto deseado, conversarte desde una altura de montaa con palabras llenas de ros agradecidos que bajarn como vocales edificantes hasta la orilla entusiasta de tu odo. He aqu un manojo de pueblos industriosos que hice con eclesistica greda convencida, para que cayeras sobre ellos inaugurando caminos y organizando las direcciones amables, sin el trnsito molestoso de las ciudades apresuradas, sin el detngase severo agrandado en la boca de los oficiales; esperando que la elocuencia de tu voz me ayude a colocar sin demora el espectculo esperado de los sueos confortables en este recinto apenado. Todo, aunque no lo quiera, confabula para habilitar a tu paso este bienestar que provocas con aquella alegra auspiciosa que cargas sin darte cuenta, Propiciando ese perfil idneo de tu tranquilidad irrompible. Criatura venida de tierras irrenunciables que traes consigo aquellas madrugaditas hospitalarias de los labriegos ejemplares, nada cambia a pesar mo. Tu sola presencia insistida pacifica esta casa, difcil en tu ausencia y afectuosa en el ejercicio inicial del consagratorio buenos das, del que saco una familiar ventaja cuando desdibujas con tu expresin de razonable soberana la aspereza de los malos gestos y amansas con paciente cordialidad las apuradas sombras que siempre me intimidan.Por eso amo tu cabalgar de jinete festivo y los dilogos copiosos de signos solidarios en los que detienes con original artificio los horarios, y limpias todos los rincones de mi malestar con tu lcida sonrisa de fruta desinteresada, logrando con el catecismo de tus dedos reducirme a la sola humildad de la mesa, y al contagiante imperio de tu comprensiva maternidad.

IMPROBABLES MEMORIAS

A pesar de tu nombre contenido en rudo vegetal invicto, recuerdo las palabras tranquilas que elegas para desanimarme la tristeza. Ese hablar confiado que amontonabas en tu conversadora boca, desencadenando la aventajada actitud que tomaras para administrar la noche y autorizar el vuelo amanecido de los pjaros continuos. Solas moderar animosa el ruido molestoso de la aturdida calamina, todava asustada por esos amaneceres generosos de lluvias tranquilas y censurables truenos; mientras recogas con familiar entusiasmo el dilogo rudimentario de la tormenta y lo comunicabas en el desayuno amable, abundante de t chino y de prsperos panecillos filiales. Cuantas veces te vi abreviar el malestar solitario de las horas, invalidando de ese modo el circular favor de la relojera antigua. El viento bueno del norte lo acomodabas alegremente en tu pacfico cabello, liberando esas nochecitas bonitas de estrellas, que de puro contentas consentan la geografa amiga de las lucirnagas prdigas en el reparto de luna-luz. Luego me obsequiabas esas caricias sin orden, tatuadas de razones tuyas, otorgndome ese consuelo que slo saben dar aquellas manitos copiosas de cario, y lograbas cancelar esa maldad insistida tras la cual me ocultaba, tratando de conseguir tu atencin, en tantas ocasiones dirigida hacia esos nios que an no tenamos. Entonabas entonces alguna meloda y el ladrido lejano de los perros se volva una cancin solidaria con la que borrabas solcita mi propsito de partir siempre. Sabas dejar caer con profesional malicia esa sbana honesta que denunciara el dominio deliberado de tus piernas, inclinndome a creer que desde ese lugar comenzaba la ciencia exacta de tu cuerpo y de esa sonrisa insistida, siempre surtida de alegras amenas que traan a la memoria la ceremonia codiciada de los ya inabordables besos.Lograba a menudo contemplarte tos ojos en cmplice actitud de sueo, y aprovechando me demoraba en la amplitud serena de tu pecho sobre los que descansaban dciles la fisonoma apetecida de tus pechos, dando lugar al recreo complacido de mis manos, antes de despertar de esa fantasa vigente que todava ensayo en esta pgina rigurosa de la nostalgia.

RUTINA

Tengo un sufrimiento resignado al tiempo,un aliento que sabe a savia nocturnaimpregnado de nostalgia que puebla mi insatisfecha y ancestral conducta clandestina,que se agita en mi inadaptado cuerpo rutinario.

Con extraa mordedura larvaria /mi pensamiento emigradiseminando la sombra del pasadocual travieso espectro crepusculario.

Desconcertados los das vagan en una pocade desamparada memoria que aguardan ansiososel enigma mesinico de tu cuerpo, limitando la estructura de mis ojos atormentadosy alimentando la inseguridad acumulada /en mi pechodolorido por la agona de la tardeque muere tristemente en tus pupilas.

VASTAS MITOLOGAS

Presiento que morir frente el despeadero duro de tus pechos, como un No sin arca sonmbulo de ntida marea estremecida, acechando puertos con mi cargamento empecinado de espectros en naufragios sometidos a las manos diligentes y siempre saludables de la muerte acostumbrada a quitarnos la almohada alegre de los sueos y a diseminar sobre esta piel desprevenida tu oscura soledad de mrmol. Tuyo es el oficio de difundir en mis insomnios los rudos fantasmas del espanto que familiares me acicalan con sus ttricos atuendos de colores asustadizos. T aunque no lo creas has llegado a ser aqu el dolor inventado, la genial cerradura que oculta la raya miedosa de la sangre sobresaltada anidada en la garganta aficionada al suicidio, inmvil en su rgido silencio. Traes contigo esa estantera expresiva de actriz de celuloide, harta de acertijos, Eva de malintencionada manzana y de variadas intrigas bblicas que me llenas todo de vastas mitologas personales y de miedos ancestrales. Hay en tu pulso de viento un reducido ocano con peces apcrifos, donde descansa el tiempo, y reinas all toda tirnica de sombras. Samaritana impensada de brusca respiracin de virgen en apuro y de atribulados seres sin trmino, guardas en tu fisonoma de ngel abochornado una porcin de lgrimas ingenuas, que me sorprenden a menudo al observar tu calcrea rigidez de esquina. A veces me llegas con alboroto de escolar en recreo, otras veces eres la criatura reservada de la melancola. Blancanieves cuestionada por los nios vidos de fbulas pacficas, que prefieren la tuya sin brujas, y con ms personajes buenos: los Reyes Magos, por ejemplo. Pero me asomo a la evidencia inevitable de la memoria tuya, y te asemejas a una Ofelia que se deshoja infatigable en su ritual pstumo, alentada por ese Hamlet terrible que urde maosamente esta conflictiva historia prspera de tragedias mentales y de sombros e improvisados ventarrones que ocasionan este lunes desaliado en el que sensiblemente me hundo.

FRONTERA DE ACUARIO

S, te amo con este limitado corazn precario constituido de peridicas evidencias de palabras doloridas en las madrugadas sin viento, con la infinita tristeza de mi carne, desde la frontera de acuario con que me seduces, a pesar de que eres el agua estancada que reclamo desde mi legtima ribera: cada vez menos agua, cada vez ms fango. Sabes disfrazarte de artista insustituible en el trapecio desequilibrado de mis ansias.Cuntas rosas adulteradas en el momento en que grabaste la cronologa mentida de tu edad de relmpago aullador sobre mis noches azotadas de miedo. Yo no quera, pero fui vino apresurado en tu terca boca, columna abandonada en tu ciudad de ceniza alborotada. y hemisferio mrtir en el que volaban ngeles de tacto verde, mientras los pinos furiosos de mi bosque, desvelados, reclamaban tu clorofila de musgo atnito, desde esa piedra actual y obstinada.Fretro yerto, preocupado cadver de sueos donde descansas cual estricta materia que medita, sigo buscando la proteccin zodiacal de un dios benigno entre el ocano horizontal de mis naves abolidas.Oh, tormenta, grito sombro de la catstrofe que se despea. Oh, trueno, ronquero amigo que trae la anatoma de tu voz situndola en esta fragua pobre de mi diccionario rural. Luz severa que ahuyenta tu eclipse de luna nueva y celebra tus areos pasos con los que transitas alargada esta plida soledad de muerto.

SIN LUGAR

No has convocado a nadie.No has conversado con nadie.No has llamado a tus amigosni siquiera a tus vecinos.

Has elegido esta unidad tristea la multitud alegre.Has preferido esta rutina nacientede andar espantada por cualquier ruido,de intentar hallar pjaros solidariosen este mundo difcil de cosas buenasy lleno de espectros confabuladores.

Ah, pero t lo sabes, amor mo,llega el momento de partir yeste tiempo nublado no ayuda mucho.

VERSOS ANEXOS

Ay qu dolor ms intensoesto de buscartey llevarte dentro.

LA CONFESIN

Confieso que llegaste con afn de letra enfurecida, dispuesta a impresionar caminos. Y atropellando horizontes me detuviste en tu esquina abusiva con rabia de agua pendiente. All me contaste alarmada de la locura de los vegetales, de mi raro aspecto de nostlgico, incendio de fsforo apurado, de mi figura clandestina con su hbito de miedo, de mi vana pretensin de piedra ignorada. Por lo dems sabes que quise alargarme en tu vano erotismo de arena; pero algo en ti continuaba turbio para mi razn distante. Te complacas en recibirme con ese hermetismo de agua fra, mientras me dibujabas ese cadavrico perfil distorsionado por alguien soado. Cuantas veces te vi custodiar ese silencio tuyo con malicia colrica de enigma desprestigiado. Cuantas otras veces te quedaste enfadada en el ritmo terco de tu fantasiosa angustia, rumiando con ese fanatismo de religiosa endurecida que trafica con mi pnico de feligrs. Qu noches aquellas en las que soport tu frialdad de reja, y sufr la certeza de no saber la profundidad de tu vago sueo transitorio. Pero, qu ms se poda esperar de ti. Slo tenas un mapa con lmites de furia y el rea de tu voz no tena compromisos con la muerte, no te guiaba la Cruz del Sur, ni tenas conflictos de identidad, tampoco soportabas esta costumbre de hablar a solas, con apariencia de fantasma agotado que est a punto de caerse sobre s mismo, y se debate agnico en la duda de su pura carne existencial.

OCTAVIO

Ahora que usted ha muerto quin nos hablar con tanta dicha verbal de la pintura nueva y de los poetas inditos.Usted que saba soltar las slabas desde su temperamento monumental, con su voz hecha para todo odo y toda lengua.Usted que vigoriz la ruinas de los Azteca en su Mxico displicente y contestatario y habl con Krisna y Visn de la poesa y sus misterios.Usted el de las Puertas al campo y Piedras sueltas, del que sus rivales esperaban el movimiento de su verbo para medirse en desigual lucha de la que saldran perdiendo.Ahora, dnde transcurre su poesa? Quin detiene el trnsito loco de su boca decidora?Ahora que usted se ha ido, quin va a desagraviar las palabras, quin atentar contra el tiempo y sus miserias, quin utilizar los cuadernos que fueron como blancos para la certeza de su lpiz disparador de libros.Ahora que usted ha callado y ya no dice nada.Ahora que el viento funerario ha calmado y slo queda el eco de sus palabras viejas con significancias nuevas.Ahora que usted ha muerto, Octavio, y no precisamente un octavo da de un octavo mes, el cncer le dijo, como pudo decirle a cualquier otro:No va ms y usted no fue.

SOLITARIA CUESTIN

Al pie de tu nada incuestionable, indita como una fbula descubierta con temor de niez, camin este proverbio de subterrneas razones, habl de ti con fervor de agua provocada, y largo tiempo estuve suspendido con esta ansia de superficie, luchando con tu talento innato de inquisidora del martirio. All estabas toda colosal, desprovista del temblor de los principiantes, sin el compromiso del miedo. Jorobando con tu voz ilustrada, provocando con tu acento acadmico este pavor indefinible hacia las letras. Galopabas el ciclpeo caballo de los sueos. Con tu risa area lograbas atizar esta pena telrica. Recuerdo bien tu lealtad ptrea, tu solidez de candado, la fachada mitolgica que ponas. A veces eras la Gorgona que me asaltaba con su loca aridez de cerradura, otras eras la sirena seductora de Odiseo; pero mi barca no tena mstil donde amarrarme y me quedaba asido a tu meloda pica: tena entonces quince aos y no cargaba esta soledad de plomo histrico, ni tena esta cara perifrica de fantasma adolorido, ni este aspecto de nadie ensimismado.

DURA SINTONA DE RACES

Pura rabia de musgo. Lucirnaga inaugural. Ests como un horscopo ineludible anclado en la pupila infinita de la tristeza, acomodndonos el llanto, preparando tu geografa continua, alborotando mares desde tu tempestad sin tregua; escrutando el cruel surco de las calaminas, cuya voz es un largo y penoso monlogo incomprendido. Nada altera esa esquina desde la cual precipitas ese polvo con violencia tcita de camino. Pasan hostigando las horas con su tedioso entusiasmo. T continuas incorporando espectros sobre esta soledad dura de la fantasa, estrujando en la garganta la palabra primera, ordenando los dciles crucifijos en esta casa, aparentemente, ya sin fe, mientras contemplas ensimismada el centro dilatado de tu propio ombligo. Distrado el silencio se nutre de la concavidad de tu boca. Se ha establecido la seal oscura del desaliento en este recinto poblado de inubicables grillos calcreos: disipada la hegemona de las sombras, se complican en un gesto nocturnamente sombro. Yo busco tus solemnes guantes con los que solas saludar: Buen da, vecino o despedir a los muertos de los viernes santos, mientras comenzabas a frotarte con tal fruicin que te ibas disolviendo en los ojos y te quedabas como el ltimo acto de magia en la que slo participaban nadie ms que t y el desaliento.

RECUERDOS

Morena, esa mi saludable depredadora, me gustaba verla caminando por entre las mesas, alzando las copas y brindando por amores encumbrados en su memoria, que con cada trago que engulla modificaba a su antojo, esos amores que de tan lejanos y tan perros parecan ya no pertenecer a ella. Qu amores ms empecinados y tercos que no lograban conciliar, que se distanciaban del olvido y se cercaban peligrosamente a la memoria, formando un edificio frreo en el que se amontonaban los recuerdos. As haca transcurrir las horas de su soledad, elevndose en esa risa memorizada por los efectos de la repeticin o apagndose como esos focos de luz mortecinos, ante una pobre pintura bermeja con la que intentaban disimular la miseria del ambiente en la que ella exista. Nada tan vano como ese intento por evadir esa soledad apurada que no entenda de las circunstancias que la corroan y la corrompan, las que intentaba exorcizar con su alegra pasajera que no lograba desterrar en su totalidad, gozando de su mascarada central de burdel, mientras afuera se saludaban por esas noches mutiladas de luces multicolores que iluminaban las zonas ergenas del deseo, deslizndose por su mar de embriaguez, devorando con su risa ligera las sales de mi cuerpo con un beso que nace de las especulaciones de su abrazo. No necesitaba de redes para pescar sus propias sensaciones, sin el esfuerzo ni los sargazos del dolor y de la risa ligera nocturna donde sus presas eran

ETERNIDAD

En la ruptura del silencioandan mis pies sin huella.Camino oscuro sin vista externacon mi sombra de luminosa faz.Esttico el cuerpo aguarda el movimiento.Se yergue la luz sobre mi continentey miro la nica ventana del horizontesin cerradura, con la nica llave en los ojos.Luz ay! Por qu huyes? Ven a m,a esta caverna cubierta de nostalgiadonde slo existe esta ansia de escape.Pesada envoltura, djame ya remontar a las alturaspara llegar a m mismoen la inversin de las alas que suman el silencio.

Roenfer

LPICES

Juego a escribir en el suelo. Mi sombra se pone de pie, me vigila con severidad de gendarme, se desliza alrededor mo, aade algunas cosas que me seducen por un intervalo y que luego olvido. Fantaseo con una caja de colores, luego pinto una cascada de tizas, me sobran colores para dibujarme un atuendo cmico. Calzo un lpiz y escribo, escribo miles de palabras, palabras que luego desautorizo. El techo ostenta un rumor de agua cansina que niego. La soledad del tejado. Entonces pienso en la huraa temperatura solar, en la confidencia de los dientes. Me estanco en la fidelidad de la noche y me imagino una R con horror, colocada en la claridad inocente que tienen las vocales. Me aventuro a mirar la puerta cerrada, de la cual se desprende una afanosa razn de llaves. Momentneamente la carne se pone drstica con este envoltorio sensorial. Desisto de esta prctica enfermiza de atentar contra este transitorio peregrinar. Analizo esta avera gradual de mi materia, abandono mi fisonoma en el lbum indescriptible de esta travesa existencial. Me sobra el tiempo para desdibujarme, para confinarme a una regin ms poderosa y, desde all, con calma conciliatoria, iniciar todo de nuevo: pero, esta vez procuro que en el comienzo la que se amargue primero sea la tierra.

SOLEDAD MARTIMA

Qu ruido de tormenta atropellada para denunciar el trpico, para exiliar los galpagos y llenarme de un temor de incendio y de la locura de las brjulas. Despus de la lluvia slo se escucha la renuencia de un gotear intranquilo que hace parecer que alguien remara con la paciencia de una nave de sueos, que navega aludiendo a las nsulas de pedernales que mencion Odiseo, para no despertar de su asombro a los barbudos pasajeros de su irreal travesa. Todo eso sucede y se prolifera por sobre las seducidas aguas que se han detenido en el rea vastsima del ocano. No obstante, me llegan pesadillas de escualos agigantados, de barcos hundidos por la obstinacin de un capitn ebrio en alta mar. Y as continuo, como un ser con su materia a la deriva en la precariedad de la noche, como un puerto melanclico en la soledad de un catalejo. Luego analizo los colores martimos de las cosas con la tctica submarina de los pescadores. Pero soy alguien nacido de la angustia y no puedo controlar la nave para encallar. Entonces me inclino sobre los mapas en naufragio con rabia de vela destrozada. Contemplo la seriedad del mar y la inutilidad del timn. Observo con alegra la postergacin de las islas y su raro juego de arena informe que me permite descender ileso en este perifrico litoral, donde apenas llegan los albatros.

Invicto pecho de las horas:ITINERARIOS DE PAVOR

De qu tierra colosal llegaste con tu tctica de rajadura amorosa, llenando mis esquinas tranquilas con tu rigurosa nostalgia de camino dolorido. Ante ti se abreviaron las ventanas frente al podero extenso de tus manos. Yo quise agrandar mi actitud solar pero me asolaste con tu mbito de ceniza nueva, y la gestin oportuna de tus ojos termin por precipitarme al ejercicio atltico de seguir tu itinerario. Qu forma de caer en tus dominios, diran algunos, cargando esta serenata sombra y sosteniendo a regaadientes este hbito de creerme un solitario fabulador de sueos. Con temor de espectro desprestigiado te present mi alevosa y anochecida sombra. Te traje arena de epidrmicas playas sin nombre, slo para situarme en tu balda y honda periferia. Llegu incluso a hablar a los transentes de rosas futuras, de voces odas en la cpula transitoria del miedo que cargan antojadizas otros lenguajes empecinados en identificarme con tu pizarra de ocio improvisado y tu provincia poblada de aldeanos impredecibles. Todo lo hice para situarme en tu claridad de maana, en la acuarela personal de tu horizonte, para situarme en el amplio color local que a veces lo amplas o lo demoras en el guardapolvo de blanca impiedad de los estudiantes. S que de tus sueos lquidos saldrn los puros peces del espanto, as como s que el viento llega descalzndose de sus plidas sandalias de hojas cclicas, y se desnuda en mi patio de su atuendo de polvo y remolino. Si lo sabr yo, que observo a diario su impudicia con mi moral de barrendero. Sabes bien que cargo este ropaje poderoso del desaliento, que me deslizo como un caracol sombro hacia esa nostlgica raya de pavor que hbilmente me trazaste. Pero, ah estabas con horror de ave ante el guijarro transitorio, trayendo esos impredecibles decires aldeanos de luna para explicarme

HOMO LUDENS

Siento el extremo de sus dedos, cuyas yemas son como anlidos con tentculos que recorren las fibras de cada centro sensorial, hurgando mis poros y mis arterias que se animan a pronunciarse en leve lnea azulada que, a travs de las muecas, las identifico claramente, dejando disfrazadas una multitud de sensaciones en la estrategia de sus manos. Otra vez el homo ludens. Soy. Vuelvo a ser. La descubro sobre mi cuerpo haciendo gestos obscenos mientras sus labios continan con el ritual de la boca en la danza ldica de su lengua. Luego su estructura se agranda hasta cubrirme los ojos, y heme aqu ebrio de tanta materia sabiendo que todas mis facultades estn dirigidas y diseadas para comprender slo la contrasea de su cuerpo. Nadie sabra explicarme en detalle las funciones de cada uno de sus miembros; sin embargo todos y cada uno de ellos tienen identidad propia, de modo que forman un todo ertico para m. Ah, deliciosa raya vertical, mi ecuacin perfecta, mi antdoto curalotodo, mi doctrina preferida. Haz plantado en este lugar la sintona del deseo, aqu no hay aplazo, ni hay fugas posibles. En este lugar se festeja la primigenia postura. Todo es una sinfona de gemidos que hasta el ms brbaro sabe descifrar. El vehculo privado de su cuerpo me transporta por los parajes ignotos de lo no acontecido y me deja en la curva pronunciada de su pelvis a merced del vaco, titubeando frente al podero desatado de sus pulsaciones, impulsada por sus caderas que en pausado moviendo delatan multiplicadas fantasas guardadas en el texto anatmico de su cuerpo prometiendo un sinnmero de interpretaciones que poco a poco se licuan en uniformes jadeos que vaticinan un saludable mareo. Todo eso hace de Luca un animal sexual digno de imitar, de quien la mayora ha perdido la costumbre y el rastro. A veces una rara avis se deja ver y presentir desde un guio cargado de promesas que, por sobre el hombro o aprovechando una casual ausencia de su permanente o provisional compaero, lanza. Por lo dems no hay que hacerse muchas ilusiones. Hoy que soy el sacerdote de ese culto lascivo, repetira conjuntamente con aquellos jueces griegos que viendo desnuda a la gran corruptora Frin pronunciaron esa frase que hasta hoy tiene un gusto a deseo reprimido: En ese cuerpo tan perfecto no puede haber alma impura. As estoy cultivando esta ansiedad que no cesa si no es con el ltimo jadeo atrapado en la cspide de esa altura posible de ese tranva llamado deseo.

SOLEDAD DE PIEDRA

Aqu no se admite el hechizo ni la magia Aqu slo se permite la, soledad de las piedras donde se resbalan juguetonas las sombras trayendo su primer miedo.Aqu no hay ros verticales ni existe la destreza del bejuco, no se consagra la msica ni se oyen las campanas llamando al primer rezo.Aqu slo hay un estancamiento de pesares.Un sol en su estado ms obstinado de calor.Una terquedad de precipicio en los recodos.Aqu slo est la doctrina sufrida de la carne,Renovndose abusivamente en el gimnasio lgubre de la noche.

SED DE ABISMO

Ests en el tumulto acelerado de las cosas, golpeando con la furia ciega del desconcierto. Ya no inauguras el vrtigo que anuncia las cadas. Ya no ests en la boca apretujada de los ancianos provocando los axiomas. Y aunque interrogo el fondo antiqusimo de los vasos, slo encuentro en ellos la actividad apresurada de los adioses, la resignada estrategia de las paredes, en el rea indcil de los jornaleros que disuelven esa topografa acobardada de las estampas frente al podero serio de los mapas. Qu doloroso ejercicio el de iniciar este ciclo pavoroso de los epitafios sin la urgencia de tus razones nocturnas, sin el hermetismo claro y callado de los astros, soportando el silencio empavonado de las sombras que intentan amarrar los sueos benignos a la almohada dura del espanto. Me ahogo en las cifras estatuidas de la aritmtica. Avanza la noche con su facilidad de mujer prometida, trayendo su fervor de muslos y el lento sudor de las sbanas. Me quedo quieto; observo la ltima direccin de las estrellas, las seales inaveriguables de los rboles, y suspiro agradecido ante esas partculas de luz que entran por los resquicios de la cortina, disipando esta sed de abismo y esta actitud de piedra en abandono que pongo al clasificar los colores de esta maana que comienza, y al escuchar el ruido de los goznes de una puerta que se abre.

MS ALL

Ms all de todo onanismo y de mis poluciones nocturnas con calzoncillos mojados. Estoy intentando una ereccin que no sucede. Me provoco pensamientos lbricos con la dinmica de revistas, con calendarios de mujeres detenidas en pretenciosa actividad ertica. En este momento me resulta extrao recapitular sobre los acontecimientos que hicieron posible la presencia de esta criatura que se despereza con sospechosa complacencia. Echada de costado, le contemplo la prolongada espalda que se dilata en mis pupilas, semejante al muro de los lamentos. Analiz su dimensin, el poder de su carne, las posibilidades que me traen sus poros, los msculos en actitud de reposo ignorantes de mi presencia, latindole el corazn con la pausa que tienen los infantes que suean con un juguete ya conocido. Se han apropiado de mi pulso el temor y la confusin. La laguna mental que existe en mi memoria protagoniza este desconcierto. Sera el vino o algn otro licor que no me ha dejado opcin a elegir con quien deb y quera estar? No s si estoy con l o con ella. No debo desesperarme. Tengo que seguir la mayetica aristotlica. Debo discernir en forma correcta y no confundir confusin con Confucio. Seguir el itinerario trazado por Descartes: Sexo, luego existo. Sin embargo los extremos que siempre marcharon separados (homus vs. homus) se encuentran al final del camino en un contubernio del que siempre desconfi y me ha jugado una mala pasada. Esta espalda que an miro de reojo no desprovisto del estupor que acompaa al sorprendido, puede ser de mujer; pero, tambin desconfo de que sea un varn con un miembro ms activo que el mo y que con una buena ciruga le haya sido transformado; o, sencillamente, que la naturaleza benvola le haya dotado de esas formas femeninas que no dejan lugar a las dudas cuando toca el momento de elegir. No quiero realizar ningn ruido, o pronunciar algn nombre o mote, lo cual dara lo mismo: podra decir Mim, Sisi o Carla y me llevara a la misma conclusin, pues sera elegido al azar. Tantos nombres creados; pero, ninguno tiene la propiedad de la identificacin que me sirva para designar a este ser que se ha acostado con tanta propiedad en mi cama. La memoria me dicta vagas identidades qu slo tienden a confundirme. Sigo con los ojos sordos la detenida elocuencia de sus carnes an desnudas. En el extremo opuesto de la cabecera de la cama, la sbana ha formado un arco que pareciera ser una extensin de las extremidades de mi casual compaera de lecho, alargndola de una manera graciosa y descomunal que espanta mis retinas. Despacio, con prisa, pero sin apuro la volteo hacia mi lado. Nuevamente la descubro. Es ella y no l, la que sigue acostada a mi lado. Su pelvis menuda, cubierta por ligeros vellos me hacen recordar esas nnfulas con las que tropezamos en los parques de diversiones o a la salida de los colegios, sacudindonos como un terremoto desde el rincn ms ignoto de nuestras pelotas donde se fermentan nuestras ansias, hasta la punta placentera del glande, la mediana o la chica (perdonen la digresin); pero, es que uno no puede desconocer el ego masculino de la comparacin. Me parece oportuno aclarar mi situacin dentro del contexto que nos ocupa, ya que no pertenezco a ninguna de las subdivisiones que formula el Kama sutra, ni

NDICE

Prlogo / 9Prefacio / 11Salmo de lluvia / 17Inscripciones / 21Estatua imposible / 25Sombras mentidas / 29Confesiones urgentes /33Fotografas elementales / 37palo meridional / 43Desolacin / 47Geografa de extermino / 49Sacro ritual / 53Testimonio de una inquietud / 55Lejanas insistentes / 59Hojas de invierno / 65Comentario de lpiz / 67Diario de una noche / 71Impresiones / 77Dominios nocturnos / 79Carta para la ausencia / 85 Conspiracin / 89Encuentros fingidos / 91Soledad / 95Consideraciones / 99Fuga de sueos / 103Amables artificios / 105Improbables memorias / 109Rutina / 113Vastas mitologas / 115Frontera de acuario / 119 Sin lugar / 121Versos anexos / 125La confesin 127Octavio 129Solitaria cuestin 131Dura sintona de races 133Recuerdos 135Eternidad 137Lpices 139Soledad martima 141Itinerarios de pavor 143Homo ludens 145Soledad de piedra 148Sed de abismo 149Ms all 151

INSCRIPCIONES

El tiempo, poco a poco, se ha ido vistiendo de calendario. Ella mantiene su acostumbrada historia adherida a las paredes inalterables de las calles sin tiempo, provocando las interrogaciones y la mala ortografa en la que se manifiesta su odio milenario hacia las amapolas. Ms all del mar, negras inscripciones conservan los horarios difciles; las palabras aburridas e inconmovibles regresan a las slabas incrdulas.Hecha de corazn exigido y de materia imaginaria, complicas las tardes sin soles: las pretendidas postales siguen acumulando mariposas lejanas. La fotografa diaria del recuerdo modifica tu figura ausente irrecuperable. Los intolerantes dioses te inventaron desafortunada. Fuiste la obra de un arquitecto inhbil. Los novicios desvelados que te moldearon, te hicieron la cara de tormenta ignorada, los brazos de lluvia sufrida y los pies de caminos sin patria. A ti se consagraron los territorios prohibidos de las palabras aparentes. Desataste los mensajes omitidos y todo el universo subterrneo redact cartas enamoradas a la Tierra. En tus campos crecieron cereales autnticos y las frutas tuvieron un sabor a desconocida obsesin aldeana. Ninguna criatura tuvo jams tanta recompensa y ventaja: clasificaste la risa desinteresada. Para m conquistaste figuras de malva antojadiza, mientras en tu boca se cuajaban las uvas fundamentales. Toda una manifestacin de caminos se abri a tu paso, recogiendo la novedad pintada de paisaje que se entrega como ofrenda necesaria a los viajeros que las albergan en las miradas siempre sorprendidas. De mis das se resbalaron los colores de tu rostro. Prolongada la noche resign un mundo de estrellas fugaces. Tu voz se transform en un carnaval de palabras que continuaban hablando desobligadas en mis odos. En tus dedos de almendro intentaban justificarse los lderes comprometidos y ya la hierba se helaba en los cdigos y las leyes desganadas y efmeras. Para ti fue el ttulo evidente y reivindicado de la rosa segregada. Impones a los mecangrafos la rudimentaria tarea de publicar textos en circunstancias crticas en las que se necesita de los escritos antiguos.Espero que de la fantasa de tus manos broten conejos sonrojados que regalars junto con los folletines auspiciosos en los que se dir que los canarios nostlgicos espanten a los bigrafos inescrupulosos para que no editen ms en los diarios desprevenidas listas que luego abrirn los plidos e inconformes vendedores que permanecen escondidos en tu valle henchido, donde se reparten libros llenos de jeroglficos; y las aves nunca ms vuelen a la tierra jams habida, donde sacerdotes pberes casan a colegialas ingenuas y las aguas despavoridas acarrean peces al lago inmaculado de tu ombligo, circunscribiendo los clculos dudosos que contienen todos los sueos irrenunciables a la fiesta, despus de las preguntas no contestadas.

ESTATUA IMPOSIBLE

Hoy sbitamente, y sin quererlo pronunci tu nombre. No era un llamado desesperado ni casual, dira ms bien premeditado, como si dentro mo alojara un ser ms tierno y consecuente que yo: obstinado en retenerte y que diariamente te requiere empeado en reconstruirte, copindote de una figura continua y autntica que se sabe de memoria. Con la conviccin total de la decadencia irreversible del que lo tuvo todo y no le queda nada, sin ningn tipo de reparo, empezaba con el nico recurso disponible que tienen todos y que pocos usan: el de su empeo desesperado que le haca comenzar delicadamente lento pero con suma urgencia aquella ceremonia artstica y melanclica de su obra imposible. Tardar en terminarla, se conformar despus con ella? No lo s. Es como pretender saber la fecha exacta de tu regreso. Vuelve por favor, no tardes, que desde que te has ido sufro la extensin del dolor de sentirte lejos. No demores, te lo pido, que ac hay alguien ms que te espera, que no deja de mirar la vieja silla que ocupabas, que todo aqu se est descomponiendo y comienza a despedir un olor a nostalgia de das desaprovechados, que las sombras que reflejaban tus imperfecciones se han vuelto metdicamente perfectas, ocultando la fragua impaciente que sigue desorganizando slabas. Sin tu presencia, lo sabes bien, nada hay que me consuele, nada me es igual, nada alcanza la importancia de tu sonrisa. Lo confieso, estoy terriblemente agotado, es tan tirnico tu nombre que en todo el da no hago otra cosa que tratar de no pronunciarlo, no sirvindome ningn tipo de pretexto para olvidarlo. Qu triste es mirar las cosas conocidas cuando faltas! Qu extrao lugar te mantiene cautiva, mirando otros paisajes, otros rostros, otros objetos que te hacen olvidar los vividos por nosotros? Maana, repito sin crermelo mucho, me propongo con mi desacertada y desprestigiada voluntad, negarme a todo lo que sea urdir lneas y formas que me atormenten con tu imagen ntida y real que me causa desvaro. Quiero que te enteres que eres mi solitario propsito de sueos; pero te has convertido sin proponrtelo siquiera en la negacin, en la rival de m mismo. Sin ti no tengo identidad propia. Desde lejos no haces ms que atormentarme con el retorno. Tu partida fue el anticipo de la locura por las fotografas, no dejndome otra opcin para olvidarte que la de consultar a curanderos, sacasuertes, brujos, vecinos nigromantes, dirigentes sindicales, aduaneros, polticos, psiclogos, amigos y exiliados, no dejando que se me escape ningn remedio posible, para despoblar este mundo lleno de alegras ajenas, definitivas tristezas mas y T.

P.D. Quisiera pensar que esto que escribo no es verdico, que no me est sucediendo, que en mi boca no se amontonan ms los besos hurfanos de tu boca, para as, cuando regreses, pueda yo mentirte con confiada naturalidad y esperar pacientemente que dirijas tu mirada hacia m.

CONFESIONES URGENTES

Ella trajo su mecanismo perfecto de sorpresas, sus magnficas confidencias recogidas de salones poderosos donde asistan silbicos personajes a localizar palabras. Nada tuvo que inventar, todo le fue dado con natural desenfado, como la lluvia progresiva, o la espuma alterada de las playas. Y pensar que todo la anunciaba como a una criatura de padres irrepetibles. Tard tanto en descubrirla que un sinnmero de veces su cuerpo remoto se declar invicto, y aunque saba proceder con la cautela eficaz de un sueo no sido, la seguira invitando a mi soledad junto con su mercanca de sortilegios irrenunciables, para ver su aventajada cara de tiempo sufrido, sus curiosas manos siete oficios que elaboraban la distancia siempre triste con perfecta alevosa, o sus brazos que se asemejaban a dos gajos que amparaban con providencial artificio la fantasa de mis ansias. Con qu entusiasmo le o a su vestido entonar la meloda gemela de sus pechos, que eran dos acrbatas mnimos cados en la superficie lctea de su seno, mientras en el hemisferio de mis labios una ciega fatiga de besos buscaban la inactualidad de su boca. Qu de frutas sabran caber entre sus dedos de hule inslito. S, era un evento sin precedente el perpetuo acomodamiento de su voz a las palabras compuestas de mbar islmico y de resina reciente. Los caminos frecuentados me reclamaban el porqu no adoptaba el culto. La verdad, su itinerario lo marcaba la ausencia. Si pensamos, eran elocuentes y hospitalarios sus deseos de surcar la atmsfera con sus apariciones a tiempo completo en el mbito permitido de lo resurrecto. Su sintona de posteridad lo propagaban las calles que hizo para consuelo de las localidades inurbanas, hacindome caminar a veces por el acostumbrado silencio de su nombre. Olvidarla!Cmo?, si ella es la que inauguraba la tirana del cereal en el diario rito del caf. Podra olvidar la forma que tomaba para aparecer, pero no su imagen que sola complotar a solas a su favor. Por las noches, peregrinas sombras se quedaban de oficio en las penumbras, haciendo que olvide los miles de decires que tena para cargar sus armas autnticas que