Poder y Creación Artística en México

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Libro de Tomás Ejea Mendoza

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  • Poder y creacin artstica en MxicoUn anlisis del Fondo Nacional para la Cultura

    y las Artes (fonca)

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  • coleccin Sociologa

    serie estudios

    BiBlioteca de ciencias sociales y Humanidades

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  • Poder y creacin artstica en MxicoUn anlisis del Fondo Nacional para la Cultura

    y las Artes (fonca)

    Toms Ejea Mendoza

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  • Universidad Autnoma Metropolitana

    Rector GeneralDr. Enrique Fernndez Fassnacht

    Secretaria GeneralMtra. Iris Santacruz Fabila

    Unidad Azcapotzalco

    RectoraMtra. Paloma Ibez Villalobos

    SecretarioIng. Daro Guaycochea Guglielmi

    Divisin de Ciencias Sociales y Humanidades

    DirectorDr. Alfredo Snchez Daza

    Secretario AcadmicoMtro. Lucino Gutirrez Herrera

    Jefa del Departamento de SociologaDra. Norma Rondero Lpez

    Coordinador de Difusin y PublicacionesLic. Santiago vila Sandoval

    Primera edicin, 2011Los derechos de reproduccin de esta obra pertenecen al autor Universidad Autnoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco

    Divisin de Ciencias Sociales y HumanidadesCoordinacin de Difusin y Publicaciones

    Av. San Pablo 180, Edif. E, Saln 004,Col. Reynosa Tamaulipas, Deleg. Azcapotzalco

    C.P. 02200, Mxico, D.F. Tel. 5318-9109www.cshenlinea.azc.uam.mx/04_pub/04_publ.html

    ISBN de la Coleccin Sociologa: 978-607-477-112-1ISBN de la obra: 978-607-477-593-8

    Se prohbe la reproduccin por cualquier mediosin el consentimiento de los titulares de los derechos de la obra

    Impreso en Mxico / Printed in Mexico

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  • A mi Padre,que siempre est conmigo

    A mi Madre,por todo su cario

    A Adriana y a Bruno,que son la alegra de mi vida

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  • Vayan estas lneas para mostrar un profundo agradecimiento a las personas que con su colaboracin y apoyo hicieron posible la realizacin de este trabajo: Silvia Vlez, Adrin Galindo, Pilar Berrios, Ana Jetzi Flores, Daniela Esparza, Bianca Garduo, Pedro Hernndez, Blanca Yazmn Jimnez, Jos Luis Lpez, Teresa Ejea, Reynaldo Maldonado, Rosa Luz Gonzlez, Gabriela Ejea, Guillermo Ejea, Nora Salas, Ricardo Garca-Arteaga, Jos Hernndez, Sergio Tamayo Flores-Alatorre, Roberto Gutirrez Lpez y especialmente a Eduardo Nivn Boln.

    agradecimientos

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    Introduccin 19

    Parte i

    Liberalizacin de la poltica cultural en Mxico 25

    Captulo 1

    Arte, poltica y liberalizacin. Una perspectiva de anlisis 27

    1.1 Poder, legitimidad y creacin artstica 27

    1.2 Poltica cultural: democratizacin y liberalizacin 38

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    Captulo 2

    Legitimacin y modernizacin: el conaculta y la poltica cultural 51

    2.1 Modelos de gestin cultural 51

    2.2 Pasado y presente de la poltica cultural 67

    2.3 Gnesis y funcionamiento del conaculta 94

    Parte ii

    El fonca: poder y estmulo a la creacin artstica 121

    Captulo 3

    Las vertientes de la modernizacin: corresponsabilidad y desconcentracin de recursos 123

    3.1 Antecedentes 123

    3.2 Estructura y programas del fonca 137

    3.3 Corresponsabilidad y toma de decisiones 151

    3.4 Concentracin de los recursos 173

    Captulo 4

    El entramado del poder: el fonca y el circuito teatral artstico 189

    4.1 El fonca y los circuitos teatrales 189

    4.2 El mbito teatral 208

    4.3 Teatro y el Sistema Nacional de Creadores de Arte 220

    Diagramas 251

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    Conclusiones 269

    Bibliografa 275

    Anexos 285

    Anexo 1Beneiciarios de los programas del fonca. mbito teatral, 1989-2008 287

    Anexo 2fonca: Creadores artsticos, Comisiones de seleccin y Consejos directivos. mbito teatral, 1993-2007 337

    Anexo 3Espacios equipados tcnicamente para ofrecer representaciones teatrales en el df. Sistema de Informacin Cultural 341

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  • Toda dominacin procura despertar yfomentar la creencia en su legitimidad.

    Max Weber

    Todos los hombres son intelectuales, podramosdecir, pero no todos los hombres tienen en la

    sociedad la funcin de intelectuales.Antonio Gramsci

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    introduccin

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    El tema de la poltica cultural es amplio y complejo, su anlisis puede incluir acciones encaminadas a preservar el patrimonio, a promover las diferentes prc-ticas sociales de una poblacin, a administrar y reglamentar las industrias cul-turales, a fomentar la prctica creativa, a establecer canales de distribucin y recepcin de bienes y objetos artsticos, y otras cosas ms, pues, como dice el viejo adagio, Todo lo que no es natura, es cultura.

    En este libro interesa destacar aquellas acciones que estaran enmarcadas en la llamada promocin y fomento a la creacin artstica,1 como mbito especico. Un mbito con autonoma relativa y que incluye procesos de creacin, circulacin y consumo mediados por un espacio social en el que prevalece la sancin social, positiva y/o negativa.

    1 Este tema de poltica cultural gubernamental (estmulo a la creacin artstica) se plantea como un tpico fundamental en los Programas Nacionales de Cultura de las ltimas administraciones gubernamentales, tal como se ver en su momento.

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    En este proceso de sancin social, se generan cuerpos sociales que aprueban o desaprueban la presencia y el valor de determinados creadores de acuerdo con una serie de criterios y requisitos que atribuyen o no calidad artstica a su obra. O para decirlo con Bourdieu, es en el sistema de relaciones objetivas entre agentes o instituciones y lugar de lucha por el monopolio del poder de consagracin, donde se engendran continuamente el valor de las obras y la creencia en este valor (Bourdieu citado en Garca Canclini, 1990: 15). En nuestro pas el Fon-do Nacional para la Cultura y las Artes (fonca) es la institucin gubernamental constituida explcitamente para sancionar; y que, al seleccionar premiados, tam-bin consagra.

    En este sentido, en el presente trabajo se parte del principio de que, en lo referente a la poltica gubernamental, y especicamente en lo concerniente al fonca, la toma de decisiones juega un papel fundamental en la manera que se utilizan los recursos y en la relacin de poder que genera. Es entonces, el anlisis detallado de los mecanismos de toma de decisiones y del destino de los recursos disponibles, el medio para explicar el funcionamiento de la relacin de poder en este mbito.

    Dada la imposibilidad de abarcar el campo artstico en su conjunto o de re-visar todos los programas del gobierno federal en torno a la creacin artstica a travs del fonca, se particularizar en el estudio de una sola disciplina, el teatro. Se ha elegido sta, por ser una de las pocas disciplinas en que la intervencin del fonca es ms completa, abarcando los diversos procesos: creacin, produccin, distribucin, formacin y educacin, conservacin e investigacin.

    El mbito teatral y su relacin con los procesos de promocin, produccin y consagracin que promueve o cataliza el fonca, permitirn hacer el aterrizaje emprico para constatar la relacin que se establece entre la dinmica interna de dicha disciplina y la lgica contextual que imprime el marco poltico del pas. Se parte de la idea de que el mbito teatral, o lo que aqu se ha denominado el circuito teatral artstico, est relacionado de manera compleja con el mbito de la poltica cultural y artstica, y con el mbito an ms amplio de la poltica gu-bernamental nacional.

    En trminos generales lo que se sostiene en este libro es que los cambios en la poltica cultural gubernamental, referidos al estmulo de la creacin artstica que nuestro pas ha vivido a partir de 1988, no responden a un proceso cabal-

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    mente democratizador, como lo airma el discurso oicial, sino a un mero pro-ceso liberalizador, entendido este ltimo como una apertura limitada y controla-da que realiza el rgimen poltico autoritario, buscando reconsolidar su carcter dominante y garantizar su persistencia que se ve amenazada por la inestabilidad creada por los agentes sociales que plantean la democratizacin del sistema po-ltico (Cansino, 1995).

    Es importante, de entrada, aclarar que en este estudio no se emplea el con-cepto de liberalizacin como es comn utilizarlo en la literatura social contem-pornea, como un referente identiicado con la ilosofa poltica liberal de los siglos xviii o xix, ni con las mltiples reformulaciones que de ah se han derivado y que, en conjunto, se enuncian dentro de la poltica econmica y social como neoliberalismo. Tampoco se le considera como la marca en que comienza la des-articulacin del sistema poltico autoritario y que precede el establecimiento de un sistema poltico democrtico.

    Ms que un concepto transicional la liberalizacin en este estudio es con-siderada como un concepto de carcter perdurable. Por liberalizacin entonces se entiende la hechura de una serie de cambios de limitada envergadura y de apariencia democrtica en el sistema autoritario que se realizan como parte de la estrategia poltica de su sobrevivencia, en que estos cambios se conforman como una vlvula de escape de la presin social en un determinado mbito para garantizar su permanencia y en algunos casos incluso fortalecerse.

    Lo anterior se mostrar retomando el estudio de la denominada moderni-zacin de la poltica cultural que se inicia en el mandato de Carlos Salinas de Gortari y que tiene como ncleo articulador institucional la creacin del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (conaculta) en 1988 y del fonca en 1989.

    Especicamente se ver que el fomento y promocin a la creacin artstica que realiza el fonca no representa un proceso democratizador sino liberalizador. La va para comprobar esto, ser el anlisis detallado de dos aspectos que el pro-pio discurso gubernamental seala como claves para la modernizacin cultural y que presenta como un importante factor de democratizacin: la corresponsabili-dad en la toma de decisiones y la desconcentracin de los recursos.

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    ii

    El libro se encuentra conformado de dos partes que van de un planteamiento general hacia un anlisis especico.

    La primera parte del libro denominada Liberalizacin de la poltica cultu-ral en Mxico, est dividida en dos captulos. En el captulo uno se revisan las lneas terico-metodolgicas fundamentales para este estudio. En l, se aborda la relacin entre poder, legitimidad y creacin artstica. Se hace referencia a los mecanismos mediante los cuales se constituye el poder de legitimacin social y cmo entre sus componentes se incluyen tambin los procesos de legitimidad del mbito artstico. Se habla de la violencia simblica en tanto mecanismo que sustenta la estructuracin de la legitimidad y se discute la pretendida pureza del arte en el contexto de la compleja construccin social de la creencia como un instrumento de ejercicio del poder. A la vez en este captulo, se hace una revisin de los conceptos: poltica gubernamental, autoritarismo-democracia, poltica de Estado y liberalizacin que constituyen el sustento terico que permiten el an-lisis de los procesos sociales aqu abordados.

    El captulo dos consiste en una revisin histrica que explora las etapas por las que ha pasado la poltica cultural en Mxico desde los aos veinte del siglo pasado, en los inicios del Mxico posrevolucionario, hasta el sexenio de Miguel de la Madrid, en los aos ochenta. Esta revisin contextualiza la creacin, en 1988, del conaculta, instancia rectora del gobierno federal en ese mbito, cuya gnesis, estructura y funcionamiento es el tema central de este captulo.

    La segunda parte del libro, El fonca: poder y estmulo a la creacin artsti-ca, constituida por los captulos tres y cuatro, analiza en un nivel ms particular el funcionamiento del fonca y especicamente cmo se desenvuelve en el rea de la disciplina teatral.

    El captulo tres se inicia estableciendo la relevancia del fonca en los Pro-gramas Nacionales de Cultura y se da cuenta de dos antecedentes que explican su creacin: el National Endowment for the Arts (nea), de EUA, y la propuesta del grupo intelectual nucleado alrededor de la revista Plural. Como parte central del captulo se analiza el funcionamiento de los programas del fonca llamados de convocatoria abierta. Se abordan las dos dimensiones analticas mencionadas anteriormente, a saber, corresponsabilidad en la toma de decisiones y descon-

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    centracin de los recursos asignados, buscando clariicar en qu medida su ope-racin concreta responde a estas dos premisas bsicas o se aleja de ellas.

    El captulo cuatro centra la atencin en la disciplina teatral, particularmente en el estmulo a la creacin artstica, a travs del Sistema Nacional de Creadores de Arte (snca), programa medular del fonca. En l se analiza el proceso de se-leccin de los beneiciarios de los programas del fonca y de quienes los seleccio-nan (los seleccionadores). Se analiza con detenimiento los dos subprogramas del snca Creador Artstico y Creador Emrito, para resaltar los rasgos democrticos y los rasgos discrecionales de sus mecanismos de seleccin y, a partir de ello, establecer su falta de congruencia con las lneas de modernizacin planteadas en los objetivos centrales de la poltica cultural gubernamental: corresponsabilidad en las decisiones y desconcentracin de recursos.

    iii

    Es frecuente encontrar que, cuando se habla de poltica cultural en Mxico, se alude a la corrupcin, al clientelismo o a la tendencia al favoritismo por parte de los actores sociales que toman las decisiones en los diferentes niveles. Hablar de corrupcin implica ilegalidad y desentraarla es propio de una investigacin ju-dicial. Aqu no se pretende nada de lo anterior. El objetivo es hacer un anlisis de sociologa poltica que permita comprender el funcionamiento de las relaciones de poder que se establecen acorde, precisamente, a las disposiciones institucio-nales en las que se encuentran enmarcadas.

    No se pretende enjuiciar a los actores sociales participantes, sino exponer cmo la toma de decisiones, la hechura de los organismos y el destino de los re-cursos responden a los intereses y objetivos de los diferentes actores que se po-sicionan dentro del mbito artstico, consecuentes con una lgica gubernamental que ha marcado el derrotero de las polticas culturales del gobierno federal en los ltimos veinte aos.

    Se trata de mostrar que, ms all de los posibles manejos subterrneos de intereses de grupo o de corruptelas individuales, las pautas de la poltica cultural vigente, originada en 1988, producen tendencias sustentadas estructuralmente en un engranaje normativo que contravienen los preceptos democrticos de la poltica modernizadora que se proponen en la declarativa gubernamental: por un

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    lado, la concentracin de los recursos en un grupo selecto y por otro, la discre-cionalidad que pervive en la toma de decisiones de mayor envergadura.

    De igual manera, en este libro no se aborda la problemtica esttica o la naturaleza del arte, mbitos propios de la ilosofa o de la historia del arte. Como se argumentar en su momento, no se niega que el criterio esttico, con todo lo complejo que puede ser, interviene en la toma de decisiones de la poltica cul-tural, especialmente si sta se dirige al estmulo de la creacin artstica, pero se airma que este criterio resulta insuiciente para explicar el mecanismo vigente en la toma de decisiones y en el encauce de los recursos disponibles.

    As entonces, el criterio esttico juega un papel bsico, pero hay un margen de accin que permite que otros factores, extra estticos, entren en juego, tales como el prestigio, la bsqueda de legitimidad y la necesidad de consensos polti-cos. De ellos se dar cuenta.

    Finalmente cabra hacer algunos comentarios de ndole metodolgica. En primer lugar, el periodo temporal en que se enfoca este estudio de la poltica cultural con respecto al estmulo de la creacin artstica se establece desde la creacin del conaculta y el fonca, durante la administracin de Carlos Salinas de Gortari, en 1988 y 1989 hasta el 2008, ao de corte de este estudio en donde sigue vigente el modelo de administracin gubernamental enfocado al estmulo a la creacin artstica que se inici en aquellas fechas; cosa que es de destacar pues-to que a pesar de la alternancia y del cambio del partido en el poder, ese sistema de estmulos y promocin no han variado notablemente.

    En segundo lugar, tratando de evitar la especulacin y el comentario difuso lo que se intenta es a travs de los datos duros emanados por las propias institu-ciones analizadas, poner a prueba la congruencia entre el discurso del que hacen gala y las acciones concretas que son la sustancia de su quehacer cotidiano. Con ello se busca comprobar la tesis propuesta: que la poltica cultural de fomento a la creacin artstica del gobierno federal no est dada por un proceso democra-tizador, sino ms bien por un proceso liberalizador.

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  • Parte i

    Liberalizacin de la poltica

    cultural en Mxico

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    1.1 Poder, legitimidad y creacin artstica

    Pero cmo puede uno hacer que las palabrassigniiquen cosas diferentes? pregunt Alicia.

    La cuestin es saber quin dar la norma replic categrico Humpty Dumpty, y entonces cualquier palabra signiica lo que

    dice la norma.Lewis Carroll, Alicia a travs del espejo

    Para abordar de manera adecuada el anlisis sociolgico de la creacin artstica y su relacin con el poder, es necesario desmantelar la idea predominante del sentido comn, y de muchos trabajos acadmicos, de que la conformacin del mbito artstico atiende a una lgica de valores estrictamente estticos y po-see pureza y neutralidad intrnsecas con respecto al mbito poltico o al econmico.

    Captulo 1

    Arte, poltica y liberalizacin

    Una perspectiva de anlisis

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    El anlisis de la cultura ha de entender que sta es parte constitutiva del poder. O, como dira Pierre Bourdieu, el estudio de la sociologa de la cultura es una parte fundamental del estudio de la sociologa del poder.2

    La relacin entre cultura y poder puede abordarse, al menos, desde tres puntos de vista:

    1. El de la estrategia para obtener legitimidad.2. El de las formas simblicas con las que se disputa la movilizacin de

    afectos y sentimientos.3. El de los recursos con los que se construye la identidad (Nivn, 2006).

    Los tres puntos guardan una necesaria interrelacin, pues no se pueden en-tender las estrategias de legitimidad, sin tener en cuenta que las formas simb-licas son sus partes constitutivas y que la identidad se construye a partir de esos elementos.

    Sin dejar de lado lo anterior, se har referencia sobre todo a los mecanismos mediante los cuales se constituye el poder de legitimacin social, y cmo entre sus componentes se incluyen tambin los procesos de legitimidad del mbito artstico.

    Poder y creencia

    Niklas Luhmann (1995, 2001) plantea el ejercicio del poder como la relacin entre personas o grupos sociales, en la cual una de las partes tiene la capacidad de inluir en las otras para que realicen determinadas acciones con el objeto de obtener alguna ventaja. Adems, establece dos modalidades en dicho ejercicio, la primera a travs de las sanciones positivas otorgar una recompensa y la se-gunda mediante las sanciones negativas infringir un castigo.

    En otras palabras, la estructuracin del poder en las relaciones sociales se da por medio de recompensas y castigos. Esta lnea de pensamiento pone en el cen-tro del anlisis del poder la idea de que los actores sociales actan motivados por la expectativa de obtener una gratiicacin o evitar un sufrimiento y que, en la 2 Bourdieu y Passeron (1977); Bourdieu y Wacquant (1995); Bourdieu (2002); Flachsland (2003); Garca Canclini (1990).

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    conformacin de tal expectativa, juega un rol fundamental la creencia. Esto es, en el origen de toda relacin de poder se halla imbricada la cuestin de la creencia.3

    Max Weber tambin hace referencia a la relacin entre poder, dominacin y creencia. Al exponer el concepto de dominacin en Economa y Sociedad (Weber, 2002) lo vincula as con el de creencia:

    Debe entenderse por dominacin la probabilidad de encontrar obediencia den-tro de un grupo determinado para mandatos especicos (o para toda clase de mandatos). No es, por tanto, toda especie de probabilidad de ejercer poder o inlujo sobre otros hombres. En el caso concreto esta dominacin (autoridad), en el sentido indicado, puede descansar en los ms diversos motivos de sumisin: desde la habituacin inconsciente hasta lo que son consideraciones puramente racionales con arreglo a ines (Weber, 2002: 170).

    Y lo ms importante, a continuacin plantea: Un determinado mnimo de volun-tad de obediencia, o sea de inters (externo o interno) en obedecer, es esencial en toda relacin autntica de autoridad (Weber, 2002: 170).4

    Al igual que en el pensamiento de Luhmann, hablar de voluntad de obe-diencia nos remite a la creencia. Paul Ricoeur hace nfasis en esta idea cuando, al referirse a los tipos de dominacin legtima planteados por Max Weber, airma: () no podemos hablar de legitimidad sin hablar de mviles y los mviles tienen relacin con creencias (). La clasiicacin de los tipos de dominacin legtima () se realizan sobre la base de creencias (Ricoeur, 2001: 230).

    Para fundamentar dicha opinin, Ricoeur cita el famoso prrafo de Economa y Sociedad de Weber:5

    3 Existe una acepcin restringida y otra amplia de la palabra creencia. La primera se reiere a te-ner fe en algo, a dar irme asenso a las verdades reveladas por Dios (Real Academia Espaola, 2001) o a tener fe en los dogmas de una religin (Larousse, 2002). Por otra parte, si bien la acepcin amplia incluye a la otra, no se reduce slo a tener fe en algo religioso, sino se reiere tambin a la certeza de que algo va a suceder: Completo crdito que se presta a un hecho o noticia como seguros o ciertos (Real Academia Espaola, 2001). Bajo esta acepcin, que es la que se emplear en este estudio, el individuo acta bajo la certeza (consciente o inconsciente) de que su accionar lo llevar a obtener una recompensa o a evitar un castigo.4 Las cursivas son del autor.5 Se transcribe el prrafo textual de la edicin en espaol (Weber, 2002: 172).

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    Existen tres tipos puros de dominacin legtima. El fundamento primario de su legitimidad puede ser:1. De carcter racional: que descansa en la creencia en la legalidad de ordenacio-

    nes estatudas y de los derechos de mando de los llamados por esas ordena-ciones a ejercer la autoridad (autoridad legal).

    2. De carcter tradicional: que descansa en la creencia cotidiana en la santidad de las tradiciones que rigieron desde lejanos tiempos y en la legitimidad de los sealados por esa tradicin para ejercer la autoridad (autoridad tradicional).

    3. De carcter carismtico: que descansa en la entrega6 extracotidiana a la santidad, herosmo o ejemplaridad de una persona y a las ordenaciones por ella creadas o reveladas (llamada) (autoridad carismtica).

    A partir de esto plantea el papel estructurador que juega la creencia en los tipos de dominacin:

    Debemos considerar el sistema de creencias, ya una creencia en un orden imper-sonal de conformidad con las reglas, (burocrtico), ya una creencia basada en la lealtad personal, (tradicional), ya una creencia en el liderazgo del profeta o del jefe (carismtico) (Ricoeur, 2001: 230).

    Al remarcar que los tres tipos de dominacin se basan en la creencia, Ricoeur explica que ello es vlido incluso para el tipo burocrtico, el ms formalizado e impersonal de los tres pues el pueblo no debe obediencia a las autoridades como individuos sino como representantes del orden impersonal, por lo cual debemos reconocer que el sistema (del tipo de dominacin burocrtica) est formalizado, pero que el sistema tambin requiere nuestra creencia en esa formalizacin (Ricoeur, 2001: 231).7

    La creencia es un elemento sustantivo en la motivacin y actuacin del in-dividuo y de los grupos sociales, de ah la necesidad de hablar de ella como algo construido y elaborado socialmente y formulado en el campo de lo simblico. En el proceso de estructuracin de la creencia intervienen una multiplicidad de actores e instituciones sociales, por lo que la construccin de un entramado sim-blico en el mbito del discurso juega un papel central.

    6 En lugar de entrega, Ricoeur utiliza el trmino devocin, el cual viene del alemn Hingab.7 Las cursivas son del autor.

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    En este sentido, la construccin de la creencia tiene cuatro componentes:

    1. La creencia en la existencia de la norma, entendida en cualquiera de sus dos vertientes, sea como reglamento o como normalidad.8

    2. La creencia social de que existe un agente que aplica las sanciones, ya sean positivas o negativas. El agente puede ser el gobierno, el Estado o algn grupo dominante de la sociedad.

    3. La creencia social de que cuando se realizan determinadas acciones u omisiones se obtendr una recompensa o un castigo.

    4. En su caso, la creencia social en la legitimidad del orden que establece este mecanismo y que permite su funcionamiento.

    En el ejercicio del poder estos cuatro componentes estn presentes de di-versa manera, segn la particularidad del caso especico. Cabe destacar, sin em-bargo, que no se requiere de manera necesaria la existencia de todos ellos, sino la creencia social en su existencia. Es sta la que posibilita la dominacin y su repro-duccin a travs de lo simblico, lo imaginario y lo real9 y, a inal de cuentas, es el fundamento medular de la legitimidad.

    No est de ms decir que la creencia social se construye mediante elementos discursivos, lo que nos remite a lo simblico y a lo imaginario, pero tambin a lo real. Para forjarla y sostenerla es necesario que el dominador haga valer de manera real y con mayor o menor frecuencia los cuatro elementos mencionados, pues el simple discurso o la mera distorsin de la realidad confabulada por los poderosos, aunque imprescindibles, resultan insuicientes.

    8 Las dos vertientes del concepto de norma son: reglamento o ley a seguir, ya sea de forma escrita o no, y por otra parte lo normal, lo natural, lo dado, el estado de las cosas. La frase porque as son las cosas utilizada por Bourdieu es representativa de tal vertiente (Bourdieu y Wacquant, 1995). Cabe aclarar que, en ltima instancia, la capacidad de establecer la norma en cualquiera de sus dos acepciones es, a la vez, causa y resultado de la posibilidad del ejercicio del poder. 9 Con respecto a lo simblico, lo imaginario y lo real puede consultarse el texto de Lacan (1990).

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    Legitimidad y violencia simblica

    La dominacin designa un conjunto de relaciones sociales en las que el poder se ejerce de manera efectiva siguiendo determinadas reglas. Quienes tienen el poder aspiran a ser obedecidos, mientras aquellos individuos o grupos que se encuentran sometidos a l esperan recibir rdenes o mandatos que aceptan cum-plir. Esto constituye la legitimidad de acuerdo con Berger y Luckmann: La legitimacin indica a un individuo que participa en determinado sistema social, en primer lugar el por qu debe realizar una accin y no otra; pero tambin, en segundo lugar, le indica por qu las cosas son lo que son. En otras palabras, el conocimiento precede a los valores en la legitimacin de las instituciones (Ber-ger y Luckmann, 2001: 122).

    La construccin de la creencia en la legitimidad y en la capacidad de sancin se refuerza socialmente a travs de diversos mecanismos. En la dominacin le-gtima, las normas que regulan el ejercicio del poder son conocidas y respetadas por quienes gozan de l y por aquellos sobre los que el poder se ejerce. El go-bernante que impone su voluntad a otros cree tener derecho a ello y el gober-nado cree que su deber es obedecer.

    Bourdieu y Wacquant (1995) lo llaman violencia simblica y, en el complejo sistema de mecanismos de generacin de legitimidad y del ejercicio del poder, establece la existencia de una doble va de su utilizacin: la violencia pura y la violencia simblica. Aunque en ocasiones ambas se aplican al mismo tiempo, sta no siempre requiere de manera inmediata de la otra y, en trminos generales, la implica y presupone, pues la violencia fsica es el reducto ltimo del poder. Esto es, la sancin negativa fsica de la que habla Luhmann o el poder incluso contra toda resistencia, segn Weber.

    Para que el ejercicio de la violencia simblica sea efectivo se requiere que aparezca como no violencia: aparentar ser un acto consensuado y, por tanto, aceptado por quien la ejerce y por el que es dominado. Bourdieu lo llama el estado de las cosas y representa el acuerdo de los dominados con la domi-nacin.

    El mbito de la cultura en sentido amplio, y el ms restringido de la creacin artstica, responden a dicho mecanismo social. El concepto de violencia sim-blica resulta de gran utilidad al analizar la relacin entre poder, dominacin y

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    creacin artstica, sobre todo en lo que concierne a la legitimacin por parte del orden dominante.

    En la sociedad contempornea, la internalizacin de las normas dominantes a travs de la violencia simblica no ocurre slo en la esfera de la religin, la poltica o la economa, tambin ocurre en la esfera cultural. En este ltimo mbito consiste en la imposicin institucional de ciertos valores estticos establecidos por grupos de expertos, que se proclaman como vlidos para el total de la sociedad y que son componentes de la dominacin poltica y social.

    Sin embargo, como James Scott airma: Cada grupo subordinado produce, a partir de su sufrimiento, un discurso oculto que representa una crtica del poder a espaldas del dominador. El poderoso, por su lado, tambin elabora un discurso oculto10 donde se articulan las prcticas y las exigencias de su poder que no pueden expresarse abiertamente (Scott, 1990: 21).

    Retomar el concepto de violencia simblica tambin permite abordar a los sujetos sociales en toda su amplitud y complejidad y, por tanto, como seres activos que no reciben de manera mecnica la informacin o los bienes culturales. No se trata de pensar el dominio cultural de acuerdo con una concepcin conductista segn la cual a determinados mensajes le corresponden necesariamente determinados efectos. Por el contrario, se trata de ver qu tipo de mediaciones se establecen entre los medios de comunicacin y los receptores (Martn-Barbero, 1987).11

    Pureza del arte y autonoma relativa del mbito artstico

    Hablar del mbito artstico en el mundo occidental contemporneo implica refe-rirse al proceso de institucionalidad histrica que lo ha conformando a partir del siglo xviii. Shiner (2004) lo llama el moderno sistema del arte, que consiste de manera primordial en el proceso de diferenciacin institucional entre la artesana 10 Scott utiliza el trmino hidden transcript para referirse al discurso oculto tanto de los dominados como de los dominadores (Scott, 1985, 1990).11 A partir de esta perspectiva, numerosos estudios culturales han dejado atrs la antigua termi-nologa de consumo cultural para hablar de recepcin cultural, entendiendo como un ser activo y no como un consumidor a la poblacin receptora de la cultura.

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    y el arte, con las consecuencias sociales que esto supone, y descansa en una creencia central, la de la pureza del arte.

    Sobre la base de la pureza del arte se ediica un sistema institucional cons-tituido por un orden de valores compartidos, una estructura de reconocimiento y prestigio social de consagracin, dira Bourdieu, un cmulo de espacios so-ciales, una serie de lneas de accin gubernamentales, una forma de presencia en el mercado, etctera. Es adems una de las piedras angulares que mantiene un modo de producir, distribuir, intercambiar, exhibir, comercializar y fomentar la denominada creacin artstica.

    A partir de lo anterior se considera que los valores que la sustentan son estrictamente de carcter esttico, de modo que parmetros como el prestigio, la consagracin o el reconocimiento en el campo artstico poseen un halo de pu-reza y neutralidad, un aura especial a salvo de la contaminacin de cuestiones como la economa y la poltica.

    Asimismo, da pie a una serie de polticas pblicas y, por tanto, a formas de legitimacin de instancias y de actores sociales, pblicos o privados, involucra-dos en el desarrollo de los circuitos que lo conforman. Ello genera un quantum de legitimacin del poder poltico y del quehacer gubernamental a travs de la poltica cultural en general y de la poltica especica encaminada al apoyo y fo-mento de la creacin artstica.

    Hobsbawm (2002, 2003) plantea que la tarea del historiador es desmantelar los mitos sociales. Siguiendo tal lnea de pensamiento, este estudio pretende con-tribuir al desmantelamiento de la creencia de que el sistema del arte llmesele moderno sistema del arte o circuito cultural artstico atiende exclusivamente a una lgica de neutralidad y pureza esttica, libre y autnoma del mbito econ-mico y poltico.

    La idea de pureza en el arte es un slido ejemplo de violencia simblica. La supuesta neutralidad poltica del arte puede ser un instrumento de dominacin muy poderoso, ya que su presunta neutralidad intrnseca le permite desplegar el contenido ideolgico que le es intrnseco, prcticamente sin oposicin o resis-tencia, al aparentar que plantea valores dados de manera natural, ms all de los intereses econmicos y polticos de los seres humanos que lo constituyen. Al ser neutral, el arte se percibe inofensivo y, por tanto, su carga de violencia simblica se ejerce sin contrapeso.

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    La creencia en la pureza y la neutralidad del arte descansa en tres supuestos:

    1. La creencia en que los valores estticos de la cultura occidental son uni-versales.

    2. La creencia en que los artistas, individuos creativos de una sensibilidad especial, son capaces de percibir con mayor profundidad los problemas que aquejan al mundo y por tanto su visin, aunque sea de manera indi-recta, resulta ms difana que la de los hombres comunes. De ah que se identiiquen con los valores, propuestas y aspiraciones ms nobles de la humanidad y, en tanto seres polticos, se pronuncien en favor de movi-mientos y causas sociales progresistas o contestatarias. Por ende, la ac-tividad y la obra del artista se encuentran enmarcadas en una lgica de liberacin de las ataduras, de los convencionalismos y de la opresin del status quo.

    3. La creencia en que las obras de arte y en particular las obras maestras responden a los valores estticos que la humanidad posee a travs de la cultura universal y aun cuando exista un inters comercial o poltico, en ltima instancia tienen por sustrato un valor esttico incontrovertible (Shiner, 2004).

    Puesto que tales supuestos acerca de la relacin del arte con la sociedad han ido adaptndose en el transcurso de la historia moderna de Occidente a cir-cunstancias especicas, es necesario discernir cules componentes de estas airmaciones responden a un valor emanado del mbito esttico y, por otro lado, en qu medida se han constituido como una fuente de poder poltico y comercial en aras de mantener la legitimidad de un entramado del orden social. Se puede contraponer a las suposiciones anteriores tres argumentos contrarios:

    1. Al igual que cualquier otro, el canon de la cultura occidental lase eu-ropea-estadounidense, identiicada como la cultura universal es una construccin histrica que si bien responde a cuestiones estticas, tam-bin y de manera inexorable o hasta ms relevante, a intereses polticos y econmicos de individuos y grupos sociales. Un ejemplo de ello es esta-

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    blecer, sin discusin y a priori, que la creacin artstica indgena no es arte, sino artesana.

    2. El papel de los artistas en la sociedad no responde por fuerza a un ideal progresista o humanista, ya sea en cuanto a la produccin de sus obras o a su comportamiento poltico. Su participacin en el transcurso de la historia ha sido de muy diversa ndole y su produccin artstica ha aten-dido a multitud de factores y necesidades personales, polticas y sociales. Pinsese en el arte durante la Alemania Nazi y en algunos grandes artistas que le dieron apoyo.

    3. La difusin e integracin del arte en los circuitos comerciales no depende slo del valor artstico inherente a la obra, es un proceso determinado tambin, de manera importante, por el inters comercial o, en su caso, poltico. Un ejemplo de ello es la presencia nacional e internacional de la Escuela Mexicana de Pintura (1920-1950) que, ms all de sus mritos artsticos, tuvo una ligazn fundamental con el poder poltico en Mxico y con el econmico en Estados Unidos.12

    En todo caso, en lugar de la pureza del arte, resulta ms apropiado hablar de la relativa autonoma del mbito artstico con respecto a la esfera econmica y poltica en general.

    La relacin entre cultura y poltica no est preestablecida de manera directa, de modo que la accin de sta afecte mecnicamente a aquella. Ms bien, se trata de una compleja relacin en la que la inluencia de una sobre la otra slo puede ser percibida adecuadamente, si se tiene en cuenta que el mbito cultural y por tanto el arte posee una autonoma relativa con respecto al sistema poltico y econmico.

    Esta relativa autonoma signiica que si bien existe una evidente determi-nacin contextual a nivel macro de los procesos econmicos y polticos sobre el espacio cultural, ste cuenta con un margen de accin, ms o menos amplio segn las circunstancias, que le permite a los actores sociales interactuar a partir de la lgica y los intereses propios de la dinmica del mundo cultural y artstico especico. En otras palabras, no existe la pureza absoluta, pero tampoco una 12 Vase al respecto el interesante trabajo de Azuela (2005).

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    sobredeterminacin rotunda que impida un relativo margen de accin a los di-ferentes mbitos.

    No est dentro de los alcances de este estudio agotar el tema de la relacin entre arte y sociedad, ni el de creencia y legitimidad o el de su generacin histri-ca y los mecanismos de su funcionamiento a travs de la violencia simblica. En cambio, s le concierne considerar el hecho de que su construccin representa un complejo proceso social, el cual involucra a mltiples agentes sociales, entre ellos y de manera preponderante, a las distintas instancias del poder gubernamental.

    El anlisis particular de entidades gubernamentales dirigidas a la promocin artstica permitir realizar el aterrizaje emprico de esta problemtica terica y, por ello, resulta conveniente adelantar algunas ideas.

    A travs de los programas que operan las distintas instancias gubernamen-tales stos brindan legitimidad esttica tanto al interior de las disciplinas arts-ticas como en el conjunto de la sociedad. Por un lado, establecen sanciones de carcter positivo al otorgar recompensas becas, estmulos econmicos, reco-nocimientos y, por el otro, decretan sanciones negativas al rechazar una cierta cantidad de proyectos, lo que en cierta forma les niega su valor como producto artstico. En consecuencia:

    1. Los valores artsticos estn sancionados y consagrados de manera sus-tancial, aunque no exclusiva por dichas instituciones. Estos organismos juegan un papel determinante en el contexto nacional debido al apoyo econmico, material y de difusin que brindan y a que, de esta manera, certiican las obras de ciertos artistas. Si bien su labor atiende a criterios estticos, tambin obedece a aspectos comerciales y, para el caso que aqu ocupa, a intereses polticos.

    2. Los artistas y creadores, en cuanto que actores sociales, generan alianzas y disputas y, en tanto grupos de presin, buscan reivindicar su posicin en el reparto de prebendas gubernamentales. Intentan inluir en el deli-neamiento de una poltica cultural que les favorezca sin importar, en la mayora de los casos, si los programas de gobierno son de izquierda o de derecha. La pretensin gubernamental de que sean instancias indepen-dientes y ajenas al vaivn de la disputa poltica, negada en ocasiones por la realidad, es una manifestacin de ello.

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    3. El que las diferentes disciplinas artsticas mantengan una relativa auto-noma con respecto al poder poltico, no obsta para que uno de los obje-tivos que persigue el Estado en su relacin con los artistas sea estimular un consenso que le d legitimidad, con independencia de las corrientes e intereses que en el mbito artstico se desplieguen. En esta tarea de legi-timacin, estas instituciones juegan un papel determinante por medio de los recursos y becas que otorgan.

    A partir de estas consideraciones se mostrar que la constitucin y desenvol-vimiento de los circuitos artsticos atienden a intereses econmicos y polticos de los propios circuitos y de la sociedad en su conjunto, y no slo a una lgica articulada a valores estticos.

    1.2 Poltica cultural: democratizacin y liberalizacin

    El sistema poltico procesa goberna-bilidad a travs de la accin y del discurso.

    Max de Ruggeiro

    Poltica pblica y poltica cultural

    Jos Joaqun Brunner dice: el objeto de las polticas culturales no es la cultura, no es un objeto fsico, no es siquiera una situacin; es una constelacin movible de circuitos culturales que se engarzan unos con otros y que entreveran, por as decir, desde dentro a la sociedad (Brunner, 1992).

    Dado que el concepto de cultura es demasiado amplio, se corre el riesgo de transferir tal extensin al concepto de poltica cultural y hacerlo incluso difuso. Por ello, Eduardo Nivn plantea: La nocin de poltica cultural debe emplearse con precaucin porque hace referencia a mltiples realidades. Incluso es conve-niente hacer aclaraciones pertinentes que limiten el uso preciso que le queremos dar al concepto (Nivn, 2006).

    En consecuencia, resulta necesario ocuparse de otra cuestin central: qu se entiende por poltica pblica? Eduardo Nivn seala: Los objetivos generales de cualquier poltica pblica son los de garantizar el cumplimiento o satisfaccin

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    de una determinada necesidad social en un marco de eicacia y legitimidad. Y puntualiza, es el conjunto de deiniciones estatales que se ocupa de determinar ines pblicos posibles de ser realizados y de establecer instrumentos y opciones de accin (Nivn, 2006: 18). Dicho lo anterior, se puede deinir entonces a la poltica pblica, junto con Roth, como:

    [] un conjunto conformado por uno o varios objetivos colectivos considerados necesarios o deseables y por medios y acciones que son tratados, por lo menos parcialmente, por una institucin y organizacin gubernamental con la inalidad de orientar el comportamiento de actores individuales o colectivos para modii-car una situacin percibida como insatisfactoria o problemtica (Roth, 2006: 27).

    Cabe plantear que el anlisis de las polticas pblicas se enmarca dentro de un sistema jurdico, el cual ija normas para la interaccin entre individuos y organizaciones en la vida social que, sin embargo, no deja de lado los procesos de lucha, competencia, conlicto y negociacin entre ellos por la distribucin del poder.

    Una poltica pblica sigue un doble rumbo: [] el curso de accin deliberadamente diseado y el curso de accin efectiva-mente seguido. No slo lo que el gobierno dice y quiere hacer. Tambin lo que realmente hace y logra, por s mismo o en interaccin con actores polti-cos y sociales, ms all de sus intenciones (Aguilar, 1994: 25).

    De ah que:[] la poltica pblica [] es una estrategia de accin colectiva, deliberadamente diseada y calculada, en funcin de determinados objetivos. Implica y desata toda una serie de decisiones a adoptar y de acciones a efectuar por un nmero extenso de actores (Aguilar, 1994: 26).

    Es oportuno recordar aqu la airmacin de Javier de la Rosa: La esencia de la poltica es la accin, la toma de decisiones, la formulacin y la ejecucin de un programa instrumentado a travs de polticas pblicas. As, la re-lacin entre poltica y la formulacin de las polticas se constituye dialcticamente (Rosa, 2004: 257).

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    Se tiene entonces que la poltica pblica gubernamental, en el caso de Mxi-co, es toda aquella accin que lleva a cabo el gobierno en cualquiera de sus tres niveles nacional, regional y municipal o sus agencias y mediante cualquiera de sus ramas ejecutivo, legislativo y judicial. Se trata de acciones gubernamenta-les diseadas a partir de la relacin que se establece con los distintos actores so-ciales involucrados en las mismas: empresarios, ciudadanos, etc.

    Desde este punto de vista, la poltica gubernamental es parte de la poltica pblica y si bien parte de sta y se funda en la iniciativa del gobierno, no debe entenderse como la mera accin gubernamental, sino en tanto causa y producto, a la vez, de la compleja relacin que establecen mltiples agentes sociales.

    Bajo esta perspectiva, interesa subrayar el papel central, aunque no exclu-sivo, del poder gubernamental en el diseo y ejecucin de la poltica cultural. Sin negar la compleja imbricacin de diferentes actores sociales en la actividad pblica, se puede airmar que el centro articulador de decisiones corresponde a los encargados del poder poltico-administrativo.

    Manuel Antonio Garretn lo plantea de la siguiente manera: [] para que haya una poltica estatal en materia de cultura, tiene que haber un lugar institucional y orgnico donde se pueda formular, coordinar y ejecutar la po-ltica cultural estatal, y donde se ejerza la funcin de interlocucin con los actores sociales y culturales (Garretn citado en Nivn, 2006: 11).

    Y ms an, de acuerdo con Nivn: Una poltica pblica en el campo de la cultura parte naturalmente del agente legtimo capacitado para la toma de una decisin, el cual se cie a mecanismos es-tablecidos legalmente para ello y acuerda acciones de carcter vinculante para los diversos agentes sociales implicados en la deinicin de tal poltica, [lo cual] requiere explcitamente deinir objetivos. Para el logro de estos ltimos debe establecer mecanismos de planiicacin pertinentes, su desarrollo y evaluacin.13

    13 Vale la pena transcribir el siguiente comentario de Nivn: El carcter simblico de la polticas culturales las ha hecho objeto de un inters peculiar, pues se han revestido de un halo de venera-bilidad consecuencia de que a ellas se ha transferido el aura que lota sobre los bienes culturales, otorgndoles el mismo sentido de sacralidad y trascendencia. Esto ha provocado un doble efec-to. Por una parte que la cultura y la poltica cultural gocen de un espacio de legitimidad superior de otras reas de actividad social, en el sentido de que nadie pone en duda la importancia de su relevancia social y amplio alcance.

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    En tal sentido, en este libro se aborda el anlisis de la poltica cultural desde el punto de vista de que sta tiene como agente articulador fundamental a las instancias gubernamentales encargadas de ello. Sin soslayar la compleja relacin entre los diferentes actores sociales que actan cotidianamente ms all de las ac-ciones del gobierno, en el presente estudio se demarca el enfoque analtico a las iniciativas institucionales del gobierno federal y a los programas hacia el fomento a la actividad artstica que el mismo establece.

    Rgimen poltico y sistema poltico

    Entender la distincin entre rgimen poltico y sistema poltico es importante, a in de comprender el terreno de accin de la poltica cultural sus lmites y alcances, y as dejar en claro que el anlisis de la poltica cultural que se realiza en este estudio se reiere al sistema poltico.

    A este respecto, Gutirrez (2005) hace una diferenciacin conceptual entre rgimen poltico y sistema poltico que, sin embargo, no ignora su estrecha relacin. As, el primero est encuadrado en el proceso formal de eleccin de los gober-nantes, mientras el segundo se reiere a toda la esfera de accin relativa a la toma de decisiones y desarrollo de la poltica a partir de la negociacin con los diferen-tes actores sociales. Entonces, por sistema poltico entenderamos el conjunto de relaciones que se establecen entre instituciones, organizaciones y ciudadana, a partir de las cuales se estructura una forma peculiar de direccin y gestin po-ltica (Gutirrez, 2001: 56).

    En este sentido, cuando se considera democrtico a un rgimen en contra-posicin con otro autoritario se hace referencia a lo que se ha dado en llamar democracia formal o procedimental. Esta concepcin comprende a la democra-cia desde la perspectiva jurdica y legal, lo cual supone garantizar en un rgimen determinado las condiciones fundamentales de igualdad en los derechos polti-cos de los ciudadanos.

    Pero ese mismo halo de respeto juega en contra de la cultura y de la poltica cultural pues si la cultura por s misma es incuestionable y sublime, su carcter inmaterial la excluye de negociacio-nes so riesgo de hacerla vulgar o banal [] y por tanto siempre se ve depreciada en la asignacin presupuestal respectiva (Nivn, 2006).

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    Un rgimen poltico democrtico es condicin necesaria, ms no razn su-iciente, para tener un sistema poltico democrtico. Alain Touraine airma: La deinicin de la democracia como la libre eleccin, a intervalos regulares, de los gobernantes por los gobernados deine con claridad el mecanismo institucional sin el cual aqulla no existe. Lo anterior tiene que ver con lo que aqu se ha llamado rgimen democrtico; sin embargo, el mismo autor acota ms adelante a propsito del sistema poltico democrtico: (La democracia) no se reduce a procedimientos, porque representa un conjunto de mediaciones entre la unidad del Estado y la multiplicidad de los actores sociales (Touraine, 2001: 42-43). En este sentido cabe abundar sobre las caractersticas de un sistema democrtico y de un sistema autoritario.

    Sistema democrtico versus Sistema autoritario

    Por una parte, el funcionamiento del sistema poltico democrtico implica una cultura poltica cuyos principales valores son la aceptacin del pluralismo, la to-lerancia, el respeto a la legalidad y a los derechos de las minoras, la competencia pacica, la participacin responsable, la cooperacin, la defensa de las libertades y la utilizacin del dilogo como recurso poltico (Gutirrez, 2001: 73).

    En contraposicin, por otro lado, el sistema poltico autoritario estara ca-racterizado por un monolitismo en el ejercicio del poder, la intolerancia del go-bierno con respecto a las posiciones de quienes no se suman a sus mandatos, la falta de respeto hacia la legalidad y su actuacin a partir de principios de facto, la inexistencia de garantas en el ejercicio de los derechos de los grupos mino-ritarios de la sociedad, la ausencia de un espacio para la competencia pacica. Desde la esfera del poder, el dilogo no es considerado como el recurso poltico por excelencia.

    Norberto Bobbio, al referirse a la diferencia entre democracia y autoritaris-mo, describe a la primera como el poder en pblico. Y abunda:

    [] utilizo esta expresin sinttica para indicar todos aquellos mecanismos ins-titucionales que obligan a los gobernantes a tomar sus decisiones a la luz del da, y permiten a los gobernados ver cmo y dnde se toman dichas decisiones (Bobbio, 2003: 418).

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    A continuacin reiere que en el trnsito de la democracia directa de los antiguos a la representativa de los modernos desaparece la plaza (el gora donde los atenienses votaban directamente a sus gobernantes), mas no la exigencia de la visibilidad del poder, encarnada en la formacin de una opinin pblica a travs del ejercicio de las libertades de expresin e informacin. Esto es, supone la existencia de un pblico activo, informado, consciente de sus derechos. Y aunque el sistema autoritario tambin se presenta ante un pblico, ste es (...) una multitud annima, indistinta, llamada a escuchar y aclamar; no a expresar una opinin, sino a cumplir un acto de fe (Bobbio, 2003: 420).

    El planteamiento de Bobbio acerca de la relacin entre el secreto y el poder es por dems sugerente. Citando a Canetti, apunta: El secreto ocupa la misma mdula del poder. As, la democracia sera aquella forma de gobierno en la cual incluso las ltimas fortalezas del poder invisible han sido expugnadas, mientras que el poder autoritario tendra por estrategia, amn del secreto esto es, ocultar la verdad, decir lo falso: adems del silencio, la mentira. Por eso airma: (...) cuando se ve obligado a hablar, el autcrata puede servirse de la palabra no para manifestar en pblico sus intenciones reales, sino para esconderlas (Bobbio, 2003: 420). Esta forma de ejercer el poder obedece al siguiente apotegma: el pueblo no debe saber, pues no est en condiciones de entender, o bien debe ser engaado, ya que no soporta la luz de la verdad.

    El sistema democrtico en el sentido de poder en pblico, para constituirse como tal, requiere de una serie de caractersticas que lo sustenten en trminos de cultura poltica. sta debe arraigar en el seno de la sociedad las nociones de tolerancia, respeto a la legalidad, dilogo racional y acuerdo responsable. Impli-ca tambin la posibilidad de desarrollar un individuo con libertad en el doble sentido del trmino; es decir, libertad negativa y libertad positiva (Bobbio, 1993: 97-102). Una, la primera, consiste en la libertad del individuo frente al Estado y a las restricciones; la otra, representa la capacidad de decisin racional, ilus-trada, responsable y autnoma que convierte al individuo en el actor principal del juego poltico. Por el contrario, el autoritarismo est inmerso en una cultura poltica que requiere de sbditos teidos por el desinters y el escaso sentido de la eiciencia poltica. Gutirrez llama a la primera cultura cvica y a la segunda cultura sbdito (Gutirrez, 2001).

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    De aqu que los valores democrticos, en contraposicin con los de un siste-ma no democrtico, autocrtico o autoritario, estn fundamentados en diferentes coniguraciones de la identidad poltica. Los primeros se basan en la racionalidad y los segundos, fundamentalmente, en la mitiicacin.

    Democracia y poltica de Estado

    Siguiendo esta lnea de pensamiento es que se puede hablar de poltica de Esta-do, en tanto categora que permite puntualizar las directrices institucionales de carcter democrtico propias de una poltica gubernamental y, por extensin, como un punto de contraste con una poltica gubernamental autoritaria o dis-crecional.14

    La ambivalencia propia de conceptos relativos a temas como el poder y la poltica tambin distorsiona el trmino de poltica de Estado, merced al uso que hacen del mismo los gobernantes. Esto por la necesidad, producto del fragor de la lucha poltica, de recurrir al discurso con objeto de legitimar el accionar de los sujetos sociales que participan en la obtencin del poder.

    En forma directa o indirecta, la cuestin de la Poltica de Estado est en el debate actual, a propsito de la gobernabilidad de la sociedad y de las polticas gubernamentales.15

    Por ello, resulta importante clariicar dicho concepto que tiene un sentido peyorativo cuando se reiere a la bsqueda de legitimacin de un orden social existente y, en consecuencia, se le relaciona con polticas gubernamentales propias de un modelo autoritario. Una visin de este tipo justiicara determinados actos de gobierno con el argumento de la supuesta necesidad de sobrevivencia del Estado. Este manejo del concepto de poltica de Estado est emparentado con programas de la administracin pblica que pretenden fundamentar un estado de cosas preexistentes y, sobre todo, puede utilizarse en el caso de la poltica militar, ya sea defensiva o de agresin, enarbolando la bandera del peligro nacional.14 El diccionario contiene dos acepciones del trmino discrecional: (1) A discrecin. Poder dis-crecional. Al arbitrio, antojo o voluntad. No sometido a reglas; (2) Facultad otorgada a un fun-cionario, tribunal o presidente de una asamblea para tomar la decisin que estime conveniente. 15 Ejemplo paradigmtico es el acuerdo entre las principales fuerzas polticas durante la transi-cin democrtica en Espaa, en la dcada de 1970, conocido como el Pacto de la Moncloa.

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    Por otra parte, el concepto de poltica de Estado puede entenderse como el consenso del conjunto de la poblacin y la deinicin colectiva de sus necesida-des primordiales. En este caso, la participacin de la poblacin es fundamental en todos los renglones de la hechura y ejecucin de la poltica.

    En otras palabras, una poltica de Estado autoritaria pretende que el bien comn puede ser entendido y deinido por el grupo gobernante y es democrti-ca cuando el bien comn no se supone, sino que es consensuado por toda la sociedad. Rolando Cordera lo explica as:

    [] (la poltica de Estado) tendra que ser el resultado de un compromiso entre los partidos polticos representados en el Congreso, para apoyar la obtencin de objetivos de largo plazo mediante polticas acordadas por consenso (Cordera, 1998: 37).

    Las caractersticas que debe tener una poltica gubernamental para ser consi-derada como una verdadera poltica de Estado democrtica y participativa16 son las siguientes:

    1. Continuidad. Que exista una continuidad a travs del tiempo y con inde-pendencia de los cambios de gobierno. Que esta continuidad no sea me-ramente formal, sino que implique la planeacin slida y participativa de los diferentes actores sociales en su elaboracin. Adems, que los planes y programas se diseen para emprender acciones tanto de corto plazo como de mediano y largo alcance.

    2. Legalidad. Por un lado, que cuente con algn sustento en la legislacin y no dependa exclusivamente de la voluntad del gobierno en turno. Sen-tar bases de funcionamiento en las que, ms all de los estilos y gustos personales, exista una lgica de programacin estable y ajena a los vaive-nes polticos coyunturales. Y por otro lado, que la legislacin de referen-cia haya sido creada a partir de mecanismos consensuados con la presen-cia y participacin de los principales actores sociales.

    3. Participacin ciudadana. Que el pblico, en particular los grupos ciudadanos afectados por ella, la conozcan y en trminos generales la acepten. Que

    16 Se retoma en lo fundamental el planteamiento que se realiza en Latap (2006).

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    hayan participado en forma directa o indirecta en su elaboracin y que existan formas de consulta y participacin para inluir en la delineacin de las principales rutas a seguir. En este sentido, es fundamental que el contexto de exigencia ciudadana tenga mecanismos claros de participacin y mecanismos eicaces de consulta para la adecuada utilizacin y canaliza-cin de los recursos.

    4. Coordinacin. Que el Estado, mediante varios de sus rganos, se involucre en su propuesta y formulacin. Generar homogeneidad en todo el sector con la posibilidad de hacer polticas y programas que permitan una mejor planeacin y organizacin. Que la intervencin de las diferentes instan-cias gubernamentales est coordinada y que stas tengan el propsito de lograr las metas y objetivos propuestos, en lugar de emprender intentos aislados y descoordinados con objeto de salvar canonjas o favorecer a intereses de grupo, ya sea en el nivel regional, el estatal o el nacional.

    5. Relativa autonoma presupuestal. Que tenga un presupuesto propio, ms all de las luctuaciones discrecionales del funcionario en turno, y que los recursos, sin importar las modiicaciones presupuestarias y adecuaciones naturales por escasez o abundancia, se programen con realismo a in de lograr al menos los objetivos mnimos propuestos. Esto implica que el sector del gobierno de referencia tenga capacidad de negociacin y dis-posicin de los recursos sin depender de otros grupos que lo subordinan a sus propios intereses.

    6. Transparencia. Que exista alguna forma de rendicin de cuentas por parte de las autoridades responsables de aplicarla. Que la rendicin de cuentas sea clara y pblica, no un juego de galimatas donde la informacin es encubierta y distorsionada con objeto de esconder el manejo irracional o rapaz de los recursos.

    El concepto de poltica de Estado se propone como una forma de ope-racionalizar la nocin abstracta de democracia. Con ello se pretende que sirva de herramienta analtica para apreciar si la poltica cultural desarrollada en las ltimas dcadas por el gobierno mexicano a travs del conaculta y el fonca, en-vuelta en un discurso de renovacin y modernidad, y enmarcada en los procesos

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    de la alternancia y de la transicin a la democracia, puede considerarse realmente, y en qu medida, como una poltica de Estado democrtica y participativa.

    Modernizacin o liberalizacin de la poltica cultural

    El tema de la transicin a la democracia en Mxico es de suma importancia y detonador de grandes polmicas. En el presente estudio se asume que resulta de-masiado arriesgado hablar de una transicin completa y acabada a la democracia, pero tambin que sera demasiado simplista airmar que no ha habido cambios signiicativos en el sistema poltico. Lo que se plantea es que el sistema poltico, como aqu se ha entendido, se encuentra an en una fase muy imperfecta de transicin, en donde los rasgos democrticos que se detectan no empaan la presencia de los de carcter autoritario.

    Esto lleva a establecer dos modalidades de gestin cultural cuyo marco de referencia es el grado de participacin del colectivo social y, por tanto, nos permiten hablar de grados de democratizacin. Aunque dichas modalidades no corresponden por necesidad a distintos momentos histricos, existe una tendencia a su evolucin en el tiempo. Una es la que se puede llamar discrecional, propia de un sistema poltico autoritario, y la otra democrtica y participativa, pues existe concurrencia social explcita y es el ideal de cualquier gobierno que se pretende democrtico.

    En el caso de Mxico, el discurso oicial del gobierno federal sostiene que la poltica cultural a partir de 1988 ha pasado de la modalidad discrecional, que por muchos aos rigi en el sistema poltico mexicano a la democrtica y participativa, misma que se fundamenta en lo que durante sexenios recientes se ha denominado como la modernizacin de la poltica cultural.

    Su ejecucin se ha dado a partir de la administracin de Carlos Salinas de Gortari a travs de la instauracin en 1988 de los ya mencionados conaculta, como rgano rector de la poltica cultural del gobierno federal, y del fonca en 1989 en tanto instancia democrtica especica para el fomento y apoyo a la creacin artstica.

    Probablemente el documento que con mayor claridad establece lo que se ha entendido desde el gobierno federal por poltica de modernizacin del sector cultu-ral en Mxico, es el libro de Rafael Tovar y de Teresa, presidente del conaculta

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    de 1992 a 2000, denominado Modernizacin y poltica cultural. En ste se airma que las dos lneas centrales de la poltica cultural en el marco de la modernizacin de-beran ser: a) la corresponsabilidad por la que los propios artistas y hombres de cultura han de participar en las lneas bsicas de las acciones gubernamentales; y b) la descentralizacin, instrumento idneo para extender la red de servicios culturales y recoger las necesidades y aspiraciones de cada grupo y regin del pas. Todo lo anterior, cindose a criterios de mayor racionalidad y eiciencia tanto en las estructuras administrativas como en el manejo de los recursos dis-ponibles (Tovar y de Teresa, 1994: 53-57).

    En este sentido, por un lado se tienen actores sociales que sostienen que se ha producido un proceso de democratizacin sustantivo en mltiples aspectos de la poltica cultural17 y, por otro, a quienes con una visin crtica plantean que, en realidad, sigue imperando una modalidad autoritaria y discrecional de ejercerla.18

    El planteamiento que aqu se propone es que en trminos estrictos no se puede hablar ni de lo uno, ni de lo otro de manera tajante. Esto es, los rasgos democrticos en la poltica cultural conluyen con los autoritarios, propios del viejo sistema poltico. La llamada modernizacin de la poltica cultural en realidad pertenece a una tercera modalidad de accionar gubernamental que se puede denominar como liberalizacin, la cual no es meramente autoritaria, pero est muy lejos de poder considerarse como democrtica.

    En otras palabras, lo que el gobierno federal a partir de la administracin de Salinas de Gortari ha caliicado como un proceso de modernizacin y por ende

    17 Baste citar la alusiva declaracin de Sari Bermdez, responsable del sector cultural en el go-bierno de Vicente Fox: El fonca convoca democrticamente a los artistas y asigna sus recursos de acuerdo con las decisiones de jurados integrados por miembros respetados de la sociedad, creadores especializados [] y no por funcionarios pblicos. Estas caractersticas han hecho que el fonca represente un cambio signiicativo en el panorama de la poltica cultural del pas (fonca, 2006: 15).18 Ilustran esta posicin dos comentarios entre muchos. Carlos Martnez Rentara plantea: Todo pareciera indicar que existe un iltro previo a los jurados correspondientes, que palomea a los posibles elegidos, quiz valorando ms ainidades de grupo o intereses polticos, que las cuali-dades artsticas de una propuesta. La Jornada, 26 de noviembre de 2005. Paco Ignacio Taibo ii puntualizaba: La lgica del Estado mexicano es ofrecer para cooptar. El Estado tiene esa lgica castradora, todo lo que da lo cobra en favores, La Jornada, 4 de noviembre de 2002.

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    de democratizacin, se trata ms bien de un proceso de liberalizacin de la poltica cultural.

    Hablar de proceso de liberalizacin implica ubicarlo, como dice Antonio Camou (2000), en otro ms amplio, el de la transicin poltica del autoritarismo hacia la democracia. Segn este autor, el trnsito a la democracia se inicia con la crisis del rgimen autoritario y en el trayecto le sigue el proceso de liberalizacin, el cual puede o no arribar al proceso de democratizacin propiamente dicho. Por proceso de liberalizacin se entendera entonces aquel (...) que vuelve efec-tivos ciertos derechos que protegen a individuos y grupos sociales ante los actos arbitrarios o ilegales cometidos por el Estado o por terceros.

    El propio Camou, siguiendo a ODonnell y Schmitter, aade que (...) la liberalizacin aparece como una estrategia de supervivencia del rgimen autori-tario: abrir espacios de participacin, de libre expresin o de extensin de dere-chos, para descomprimir polticamente una situacin crtica (Camou, 2000).19 Por su parte, como ya se ha sealado, Csar Cansino explica:

    Existen algunos casos donde la crisis poltica ha sido enfrentada con soluciones intermedias o aperturas limitadas y controladas. Se trata de casos de liberalizacin poltica (ms que de democratizacin) que buscan [] reconsolidar el rgimen autoritario o garantizar su persistencia, quiz inestable (Cansino, 1995).

    En el contexto del cambio de un sistema poltico de carcter autoritario a otro democrtico, la liberalizacin tendra que ubicarse como transicional; no obstante, puede estancarse, como es el caso de la poltica cultural en Mxico, sin llegar a su culminacin democrtica, por lo cual se tendra que considerar como una modalidad permanente.

    Esta interpretacin permite entender no slo la compleja convivencia den-tro de la poltica cultural de rasgos democrticos y autoritarios, sino tambin su poder de legitimacin y la estabilidad que ha tenido a pesar de constantes yerros y desatinos. Debido a esta liberalizacin es que un modelo de poltica guberna-mental, concerniente al mbito especico del fomento y la promocin a la crea-19 Camou, como es evidente en el texto citado, habla de liberalizacin reirindose al proceso del cambio poltico como tal. Para efectos de este estudio, resulta til emplear aqu esta categora para el anlisis del caso particular de acciones de poltica del gobierno federal en un sector espe-cico, la poltica cultural.

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    cin artstica, ha sobrevivido a la alternancia gubernamental, de ah su carcter permanente y no transicional, puesto que fue establecido por la administracin de Carlos Salinas de Gortari, pero lo han mantenido la de Ernesto Zedillo y las de sus sucesores panistas.

    Bajo esta ptica, lo que se quiere comprobar es que el proceso de promo-cin y fomento de la creacin artstica en la poltica cultural del gobierno federal en Mxico, a partir de 1988, contiene todos los elementos especicos, tanto au-toritarios como democrticos, propios del proceso de liberalizacin. En especial, se har el anlisis de los programas que ha desarrollado el gobierno federal con ese in por medio del organismo explcitamente instituido para ello, el fonca.

    Este libro sostiene que la instauracin y el funcionamiento de los programas del fonca, dirigidos a la promocin y fomento de la creacin artstica responden a un proceso de liberalizacin de la poltica cultural del gobierno federal, que si bien no guarda todas las caractersticas de una poltica por completo autoritaria, todava est muy lejos de poder ser considerada como una autntica y democrtica poltica de Estado.

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    2.1 modelos de gestin cultural

    El debate no es si al Estado le compete ocuparse o no de la cultura, sino cmo debe hacerlo.

    Nstor Garca Canclini

    Antes de hacer referencia a la gnesis y funcionamiento del conaculta, se ubica-r a ste en el marco de los actuales modelos de gestin cultural y se revisarn sus antecedentes histricos, para comprender mejor cmo lleg a ser representativo de un modelo de gestin hbrido, como airma Nivn (2006). De esto se hablar en los dos siguientes apartados, para despus, en un tercero, ubicar al Consejo como un espacio institucional en el que se establece la relacin entre los actores sociales y el Estado. Se concluir este captulo con una relexin acerca de en qu medida el conaculta es una instancia de gestin democrtica o es instancia de gestin discrecional de la poltica cultural pblica, tema central en este libro.

    Captulo 2

    Legitimacin y modernizacin:

    El conaculta y la poltica cultural

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    Visin general de los modelos de gestin cultural

    Entender de forma cabal el proceso social de produccin de bienes culturales, implica tener en cuenta que stos tambin forman parte de una relacin social de ejercicio del poder y, por ende, de dominacin social. El bien cultural, cuya caracterstica esencial es la de ser un cmulo de signiicacin, est sujeto a una valoracin construida a partir de las relaciones sociales dadas en un contexto histrico de espacio y tiempo. La signiicacin social de los bienes culturales, por tanto, est inmersa en el juego de poder que se libra en esa sociedad.

    Los actores sociales que a travs de la historia han participado en el proceso de promocin, consagracin y inanciamiento de bienes culturales son de muy diversa ndole. El papel que en forma tradicional y relevante han jugado mece-nas, coleccionistas y ms recientemente crticos y curadores habla de una vasta complejidad que no deja de sorprender.

    En esta red de actores otro papel fundamental corresponde a la accin de gobernantes e instituciones del gobierno. En determinadas circunstancias, incluso, la poltica hacia las artes fue una enorme empresa de Estado, por ejemplo en los pases del bloque socialista durante el siglo xx, cuando el arte se convir-ti en un instrumento de adoctrinamiento y educacin de la poblacin en general.

    Lo que aqu interesa es retomar una idea anteriormente expuesta: Aunque muchos son los agentes sociales interesados en intervenir en el campo de la cul-tura el actor principal en la deinicin de las polticas culturales es el Estado, quien integra y combina las mltiples acciones provenientes de mbitos muy distintos (Nivn, 2006: 12).

    Se puede hablar, entonces, del desarrollo de la poltica pblica en forma paralela al Estado moderno. ste se da en dos grandes momentos.

    El primero corresponde al proceso de institucionalizacin orientado a la creacin de organismos con objetivos especicos aislados, los cuales responden a necesidades o problemas particulares sin participacin bajo el resguardo de una misma dependencia administrativa, ya sea un ministerio, una secretaria, una subsecretaria u otra: En algunos pases la nica armonizacin institucional posible de este universo de organismos dispersos ha sido a travs de polticas generales y de contribuciones iscales indirectas () (Nivn, 2006: 12). Estos intentos supusieron el nombramiento de autoridades responsables de atender

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    un determinado problema o fenmeno social que afectaba a ciertos grupos sociales. No obstante agrega Nivn, se trataba de medidas sectoriales que no implicaban la existencia de una institucin centralizada que guiara la poltica cultural (Nivn, 2006: 9).

    El segundo momento se da cuando un gobierno intenta pasar de medidas aisladas y sin organicidad explcita a una accin estable y perdurable. De acuerdo con el mismo autor: La verdadera novedad de nuestro tiempo es la percepcin de la poltica cultural como una globalidad, es decir, como una concepcin que articula las acciones aisladas que () se aplicaban a distintos sectores culturales (Nivn, 2006: 9). Esta tendencia se da primero en Europa y consisti en crear instituciones de cultura, con el propsito de reunir al conjunto de entes y fun-ciones culturales bajo un marco institucional nico. La creacin del ministerio de cultura en Francia, en 1959, es la culminacin de dicho proceso, pues por pri-mera vez en el mbito mundial se cont con una dependencia de tal envergadura creada ex profeso para el tema de la cultura.20

    Revisar el funcionamiento general de las instituciones rectoras en materia de cultura de otros pases permitir entender mejor la institucin mexicana. La forma de organizacin institucional que han asumido otros pases sigue alguno de los siguientes cuatro modelos:

    El primero de ellos es el modelo norteamericano, de grandes instituciones de fo-mento artstico y patrimonio sin conexiones estructurales entre s y sin la perte-nencia de ellas a un solo ente orgnico, donde se combinan organismos federales con los de los estados que componen la Unin. Dado el tamao de estas institu-ciones y la magnitud de recursos que manejan, adems del componente federal, la insercin de ellas en un solo ente es impensable.El segundo modelo es el de los Ministerios de Cultura, como existen en Espaa y Francia, entre otros pases, cuya ventaja es agrupar el conjunto de entes y fun-ciones culturales en una instancia de alto rango para formulacin de polticas y obtencin de recursos.El tercer modelo es el de las Subsecretaras de Cultura, que se dan en algunos pases latinoamericanos, dependientes directamente de algn Ministerio.

    20 Nivn abunda sobre ello: La mayora de los organismos culturales en el mundo reunieron bajo su responsabilidad instituciones creadas con anterioridad a su fundacin, pero con frecuen-cia quedaron fuera de su autoridad organismos o sectores que a primera vista debieran estar bajo su cargo (Nivn, 2006: 23).

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    El cuarto modelo es el de los Consejos o Institutos Nacionales de Cultura, en ge-neral adscritos a algn ministerio pero autnomos de ellos y a veces con rango ministerial para su autoridad mxima. Estos entes buscan combinar el poder de un aparato estatal de alto nivel con la lexibilidad administrativa de un organismo descentralizado del Estado y con la posibilidad de enfatizar la dimensin partici-pativa de la sociedad civil (sector privado y actores del mundo artstico cultural) (Garretn, 2003: 45).

    Como se puede ver, las instancias administrativas rectoras de la poltica cul-tural en cada pas varan dependiendo del modelo del que se trate. El siguiente cuadro muestra la informacin que Nivn (2006) presenta al respecto.

    Cuadro 2.1Ministerios y administraciones culturales en diversos pases del mundo

    Pas Forma institucional Modelo de administracin Ao de creacin

    FranciaMinisterio de Asuntos

    CulturalesRango de secretara de

    Estado1959

    Gran Bretaa Ofice of Arts and Libraries Rango de secretara de Estado

    1965

    EUANational Endowment for

    the ArtsFondo independiente del

    gobierno federal1965

    JapnAgencia para Asuntos

    Culturales

    Rango de subsecretara, dependiente del Ministerio

    de Educacin1968

    Alemania Deutschkulturrat Consejo de Cultura 1982Fuente: Nivn (2006).

    En suma, el Ministerio de Asuntos Culturales de Francia Ministerio de Asuntos Culturales y de Comunicacin en la actualidad creado en 1959, fue la primera instancia de nivel ministerial con la misin de dirigir la poltica guberna-mental hacia la cultura. Le sigui en Gran Bretaa la Oicina de Artes y Libreras, en 1965, la cual tiene ya tambin rango de ministerio. A su vez, en el mismo ao, en EUA se instituye el nea que, como se explicar a continuacin, rompe con el molde europeo de estructurar la promocin cultural a partir de secretaras de

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    Estado e impulsa la constitucin de fondos de apoyos a la actividad artstica. Por su parte, Japn crea en 1968 la Agencia de Asuntos Culturales con rango de subsecretara dependiente del Ministerio de Educacin. Finalmente, con el Con-sejo de Cultura, Alemania establece la forma relativamente ms innovadora de administracin de la cultura. En cuanto a la administracin cultural en los pases iberoamericanos, es interesante observar cmo se ha constituido; esa informa-cin se resume en el siguiente cuadro.

    Cuadro 2.2Modo de institucionalizacin de la administracin pblica de la cultura en

    Iberoamrica

    Pas Nombre de la institucin Ao de creacin Tipo de institucin

    ArgentinaSecretara de Cultura de la Presidencia de

    la Nacin 2002 Ministerio

    Bolivia Viceministerio de Cultura (dependiente del Ministerio de Desarrollo Econmico) 1997 Viceministerio

    Brasil Ministerio de Cultura 1985 MinisterioColombia Ministerio de Cultura 1997 Ministerio

    Costa RicaMinisterio de Cultura, Juventud y

    Deportes 1970 Ministerio

    CubaMinisterio de Cultura

    (1964 Consejo Nacional de Cultura) 1976 Ministerio

    ChileConsejo Nacional de la Cultura y las

    Artes2003 Consejo con rango de

    ministerio

    Repblica Dominicana

    Secretara de Estado de Cultura (1997 Consejo Presidencial de Cultura) 2000 Ministerio

    EcuadorConsejo Nacional de Cultura (depende del Ministerio de Educacin y Cultura) 1984

    Consejo con rango de viceministerio

    El SalvadorConsejo Nacional para la Cultura y el

    Arte1991 Consejo

    contina...

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    Pas Nombre de la institucin Ao de creacin Tipo de institucin

    GuatemalaViceministerio de Cultura

    (depende del Ministerio de Cultura y Deportes)

    1986 Viceministerio

    Honduras Secretara de Cultura, Artes y Deportes 1997 Ministerio

    Mxico Consejo Nacional para la Cultura y las Artes

    1988 Consejo con rango de viceministerio

    Nicaragua Instituto Nicaragense de Cultura 1990 Consejo

    PanamInstituto Nacional de Cultura (depende

    del Ministerio de Educacin) 1974Consejo con rango de

    viceministerio

    ParaguayViceministerio de Cultura

    (depende del Ministerio de Educacin y Cultura)

    1990 Viceministerio

    Per Instituto Nacional de Cultura 1971 ConsejoEspaa Ministerio de Cultura 2004 MinisterioPortugal Ministerio de Cultura 1995 MinisterioVenezuela Consejo Nacional de la Cultura 1975 ConsejoUruguay Ministerio de Educacin y cultura 1985 Ministerio

    Fuente: Nivn (2006), actualizado por el autor.

    Del cuadro anterior se desprenden dos hechos importantes: en primer lu-gar, que los organismos de cultura de los diferentes pases son todos de reciente creacin, pues el ms antiguo es el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes de Costa Rica, el cual data del ao 1970, mientras el ms reciente es el de Chile, creado apenas en 2003. En segundo trmino, sus modalidades de funcionamien-to estn agrupadas en tres: ministerios, viceministerios y consejos.

    Es decir, la administracin de la cultura a travs de fondos de inanciamien-to, modelo seguido por EUA, no es el que encausa la accin de los gobiernos de estos pases; sin embargo, esto no quiere decir que no existan fondos espe-ciales para la cultura y las artes dentro de sus esquemas de administracin, pues muchas veces stos dependen de la instancia rectora de la cultura. En el caso de Mxico est el fonca y en el de Chile el fondart, por citar dos ejemplos.

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    Hacer el anlisis detallado de cada caso y de sus caractersticas especicas rebasa con mucho los propsitos del presente estudio, mxime cuando dichos modelos se ajustan y adaptan de diferente manera en cada pas. Lo que importa es establecer en cul de ellos y en qu medida se ubican las instancias rectoras de Mxico, conaculta y fonca. Para ello, es menester, en primer trmino, explicar brevemente cmo funcionan los dos grandes modelos que histricamente son los primeros que se conformaron como tales y han dado pauta a la administra-cin gubernamental de la cultura, el francs y el norteamericano.

    El Ministerio de Cultura y Comunicacin de Francia es un excelente ejemplo de la administracin cultural regida por una instancia estructurada dentro del sistema de gobierno y administracin general de un pas, ya sea en forma de mi-nisterio o de viceministerio. Representa el prototipo de la concentracin guber-namental de la cultura y al Estado, entendido ste como productor directo de la cultura.

    En el extremo opuesto, el caso norteamericano es paradigmtico de una po-ltica gubernamental basada en organismos culturales con misiones especicas aisladas que conforman lo que en el discurso de ese pas se ha llamado carencia de una posicin oicial sobre la cultura,21 esto es, un Estado promotor indirecto de la cultura. Con respecto al fomento de la creacin artstica, ste se realiza por medio de una instancia perteneciente al gobierno federal abocada al inancia-miento especializado para la cultura y las artes, el nea.

    El caso francs: el Estado como productor directo de la cultura

    El caso francs es el tpico ejemplo de una poltica cultural dirigida por una institucin fuerte y slida, la cual depende directamente del gobierno federal y concentra una gran cantidad de tareas tanto en la promocin, la conservacin y el inanciamiento del mundo de la cultura del pas.

    Una cuestin relevante en este caso es que los incentivos a la cultura rebasan el mero apoyo econmico y se ha creado toda una poltica, que parte de la base de considerar al sector como una excepcin dentro del campo econmico y legal. As, la excepcin cultural es una premisa de poltica general dirigida a 21 Ms adelante se explica esta expresin.

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    proteger la cultura francesa de los embates y de los vaivenes econmicos, dando a los creadores, a las manifestaciones culturales y a las instancias culturales un trato singular dentro del rgimen econmico, iscal y legal con objeto de que pueda desarrollarse con solidez. Exenciones iscales, subsidios especicos y una legislacin especial son algunas de sus caractersticas, en tanto las leyes del libro y de cinematografa son ejemplos de ello.

    Otro punto interesante que cabe destacar es que, durante los dos ltimos siglos, el gobierno francs ha considerado a la cultura como uno de los principa-les rubros a promover y apoyar no slo dentro del pas, sino tambin en el nivel internacional. La cuestin cultural representa una forma de presencia de Francia en el mundo y persigue el fortalecimiento de las relaciones con otros pases, pro-psito que no se circunscribe nicamente al tema cultural, sino que se extiende a aspectos econmicos y polticos mediante el apoyo y el desarrollo conjunto con otras naciones, en muchas ocasiones con un nimo intervencionista o expansio-nista. Muestra de ello es la creacin de entidades como el Instituto Francs de Amrica Latina, el cual ha tenido por funcin la expansin de la cultura fran-cesa en esta regin del mundo y que en el siglo xix acu el concepto de Lati-noamrica como una forma de intervencin poltica y econmica (Ailln, 2004).

    Cabe destacar, en este contexto, que por cultura francesa se ha entendido en el transcurso de los aos la manifestacin cultural que se establece a travs del idioma, por lo que la francofona constituye la forma de identidad y una premisa de la accin cultural de ese pas en el mundo.

    En trminos administrativos, el rgano rector de la poltica cultural en Fran-cia es el Ministerio de la Cultura y de la Comunicacin, creado en 1959 con el nombre de Ministerio de Asuntos Culturales y cuyo primer titular fue Andr Malraux.

    De entonces a la fecha ha pasado por las fases siguientes: Ministerio de Asuntos Culturales (1959); Ministerio de Asuntos Culturales y del Medio Am-biente (1974); Secretara de Estado de la Cultura (1974); Ministerio de la Cultura y del Medio Ambiente (1977); Ministerio de la Cultura y de la Comunicacin (1978); Ministerio de la Cultura (1981); Ministerio de la Cultura y de la Comu-nicacin (1986); Ministerio de la Cultura, de la Comunicacin y del Bicentena-rio (1988); Ministerio de la Cultura y de la Comunicacin (1991); Ministerio de la Educacin Nacional y de la Cultura (1992); Ministerio de la Cultura y de la

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    Francofona (1993); Ministerio de la Cultura (1995); Ministerio de la Cultura y la Comunicacin (desde 1997).22

    Los principales campos de accin que cubre son: [...] los sectores del espectculo vivo, los museos, el libro y la lectura, la lengua francesa, el cine, las artes plsticas, los archivos, la arquitectura y el patrimonio, la accin cultural para promocionar la cultura francesa en el extranjero, la acogida de las culturas extranjeras en Francia, los medios de comunicacin.23

    La poltica del ministerio est dividida en dos grandes vertientes, la comu-nicacin y la cultural propiamente dicha. Aunque la idea es que ambas estn intrnsicamente imbricadas, pues la separacin entre el mundo de la cultura y el mundo de la comunicacin es cada vez menos pertinente (Albanel, 2008), lo cierto es que su presupuesto y su administracin tienen una estructura distinta.

    La dependencia, encabezada por un ministro nombrado por el presidente de la Repblica, tiene entre sus principales instancias las siguientes direcciones: de Arquitectura y del Patrimonio; de Desarrollo de los Medios Audiovisuales; de Archivos; del Libro y de la Lectura; de Museos de Francia, de Msica, Danza, Teatro y Espectculos. Tambin cuenta con las delegaciones de Artes Plsticas; para el Desarrollo y Asuntos Internacionales; General de la Lengua Francesa y de las Lenguas de Francia, as como con el Centro Nacional de Cinematografa; las Direcciones Regionales de Asuntos Culturales; y el Departamento de la Informacin y de la Comunicacin.

    Los principales rubros a los que se aboc el ministerio y su presupuesto en el ao 2008 fueron los siguientes:

    S