PLIEGOS DE ALBORÁN Nº 9 NOVIEMBRE 2009 Herta Müller: … · dencia de un lenguaje , en el que se...

8
Noviembre 2009 EL FARO EL FARO EL FARO EL FARO EL FARO 1 PLIEGOS DE ALBORÁN Nº 9 NOVIEMBRE 2009 Con el título de En tierras bajas se publicó en España hace diecinueve años Niederungen, la primera obra de Herta Müller, autora germano-rumana a la que acaba de concedérsele el Premio Nobel de Literatu- ra 2009. Fue la Editorial Siruela, que nos ha anticipado tantas otras maravillas litera- rias, la que lo hizo y el propio Jacobo Siruela quien se encargó del diseño gráfico de la edición. Escogió con acierto para la porta- da el cuadro de Eduard Munch La casa roja en la nieve, que traduce y preconiza con sus pinceladas sombrías y expresionistas la at- mósfera fuertemente onírica y rural que luego el lector va a encontrar en las pági- nas de esta colección de quince relatos, entre los que destaca por su extensión e intensidad el que da título al conjunto. Herta Müller, descendiente de emigran- tes suabos, nació en agosto de 1953 en la localidad germanohablante de Nitznitzky- dorf, en Rumanía. Estudió filología rumana y alemana en la Universidad de Timisoara y perteneció a un grupo de escritores de habla germana que luchó por la libertad de expresión y contra la férrea dictadura de Ceaucescu. Fue despedida de su primer empleo como traductora en una fábrica por negarse a colaborar con la Securitate, el ser- vicio secreto del régimen, a consecuencia de lo cual fue objeto de acoso y sufrió la censura por su falta de cooperación con la policía, que pretendía convertirla en in- formante. Tras años de espera Niederungen se publicó mutilado en 1982 en Rumanía, y no fue muy bien recibido por la crítica ofi- cial. Sin embargo sí tuvo un amplio eco en Alemania, cuando apareció allí en su edi- ción definitiva dos años más tarde, llegan- do a conseguir el premio Aspekte a la mejor obra revelación del año en lengua alemana. Tras ser despedida de su trabajo Herta Müller se vio obligada a ganarse la vida como profesora de Alemán y como maes- tra de párvulos, hasta que logró marcharse a Alemania, junto con su marido, el tam- bién escritor Richard Wagner. Desde en- tonces reside y trabaja en Berlín. Leí en su día esta obra y me produjo una honda impresión por su lirismo amargo y por el ambiente de opresión y de pesadilla de que se nutre. Leerla supuso descubrir los paisajes dramáticos y las costumbres violentas y desesperadas de un pueblo per- dido que se nos revelaba a través de la mi- rada aparentemente ingenua de una niña. Herta Müller: En tierras bajas La elección de esta voz narradora, trasun- to sin duda, de los recuerdos, las visiones y las experiencias de la propia autora, impri- me una mayor fuerza trágica a estas histo- rias visionarias llenas de fatalismo y de an- gustia. A pesar de tratarse de una serie de relatos, todos ellos guardan relación con ese universo rural de la región del Banat que se nos describe, ya digo, desde la perspectiva minuciosa e inclemente de una voz que abruma al lector y lo asalta con la contun- dencia de un lenguaje, en el que se van bo- rrando los límites entre la realidad y el sue- ño. La repetición, la enumeración y las metáforas concatenadas y desasosegantes imprimen un ritmo melancólico y lúgubre a las historias, que giran en su mayoría en torno a la órbita de lo familiar. El padre, la madre y los abuelos representan el mundo de los mayores, un mundo aciago de per- sonajes irredentos, víctimas de un sistema despiadado en el que las rutinas, el trabajo, las adversidades del clima, los vicios y las supersticiones, se entremezclan con el fol- clore y las tradiciones sin que quede mu- cho espacio para la alegría o la esperanza. Asistimos a los trabajos cotidianos y las labores campesinas en las que hombres y animales comparten un paisaje duro, una tierra hostil, donde vivir anonada, donde la vida sólo es soportable si se burla la po- breza con el alcohol o el ensimismamiento. De forma morosa se nos detalla esa exis- tencia en la que la muerte está tan presente JOSÉ LUPIÁÑEZ ARRIBA: FOTOGRAFÍA DE LA ESCRITORA HERTA MÜLLER GALARDONADA CON EL PREMIO NOBEL DE LITERATURA 2009. ABAJO: PORTADA DE SU PRIMERA OBRA EN TIERRAS BAJAS, TRADUCIDA AL CASTELLANO POR JUAN JOSÉ DEL SOLAR Y PUBLICADA POR EDICIONES SIRUELA EN 1990

Transcript of PLIEGOS DE ALBORÁN Nº 9 NOVIEMBRE 2009 Herta Müller: … · dencia de un lenguaje , en el que se...

Noviembre 2009

EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO 1

PLIEGOS DE ALBORÁN Nº 9 NOVIEMBRE 2009

Con el título de En tierras bajas se publicóen España hace diecinueve años Niederungen,la primera obra de Herta Müller, autoragermano-rumana a la que acaba deconcedérsele el Premio Nobel de Literatu-ra 2009. Fue la Editorial Siruela, que nosha anticipado tantas otras maravillas litera-rias, la que lo hizo y el propio Jacobo Siruelaquien se encargó del diseño gráfico de laedición. Escogió con acierto para la porta-da el cuadro de Eduard Munch La casa roja

en la nieve, que traduce y preconiza con suspinceladas sombrías y expresionistas la at-mósfera fuertemente onírica y rural queluego el lector va a encontrar en las pági-nas de esta colección de quince relatos,entre los que destaca por su extensión eintensidad el que da título al conjunto. Herta Müller, descendiente de emigran-tes suabos, nació en agosto de 1953 en lalocalidad germanohablante de Nitznitzky-dorf, en Rumanía. Estudió filología rumanay alemana en la Universidad de Timisoaray perteneció a un grupo de escritores dehabla germana que luchó por la libertad deexpresión y contra la férrea dictadura deCeaucescu. Fue despedida de su primerempleo como traductora en una fábrica pornegarse a colaborar con la Securitate, el ser-vicio secreto del régimen, a consecuenciade lo cual fue objeto de acoso y sufrió lacensura por su falta de cooperación con lapolicía, que pretendía convertirla en in-formante. Tras años de espera Niederungen

se publicó mutilado en 1982 en Rumanía, yno fue muy bien recibido por la crítica ofi-cial. Sin embargo sí tuvo un amplio eco enAlemania, cuando apareció allí en su edi-ción definitiva dos años más tarde, llegan-do a conseguir el premio Aspekte a la mejorobra revelación del año en lengua alemana.Tras ser despedida de su trabajo HertaMüller se vio obligada a ganarse la vidacomo profesora de Alemán y como maes-tra de párvulos, hasta que logró marcharsea Alemania, junto con su marido, el tam-bién escritor Richard Wagner. Desde en-tonces reside y trabaja en Berlín. Leí en su día esta obra y me produjo unahonda impresión por su lirismo amargo ypor el ambiente de opresión y de pesadillade que se nutre. Leerla supuso descubrirlos paisajes dramáticos y las costumbresviolentas y desesperadas de un pueblo per-dido que se nos revelaba a través de la mi-rada aparentemente ingenua de una niña.

Herta Müller: En tierras bajas

La elección de esta voz narradora, trasun-to sin duda, de los recuerdos, las visiones ylas experiencias de la propia autora, impri-me una mayor fuerza trágica a estas histo-rias visionarias llenas de fatalismo y de an-gustia. A pesar de tratarse de una serie derelatos, todos ellos guardan relación con eseuniverso rural de la región del Banat que senos describe, ya digo, desde la perspectivaminuciosa e inclemente de una voz queabruma al lector y lo asalta con la contun-dencia de un lenguaje, en el que se van bo-rrando los límites entre la realidad y el sue-ño. La repetición, la enumeración y lasmetáforas concatenadas y desasosegantesimprimen un ritmo melancólico y lúgubrea las historias, que giran en su mayoría entorno a la órbita de lo familiar. El padre, lamadre y los abuelos representan el mundode los mayores, un mundo aciago de per-sonajes irredentos, víctimas de un sistemadespiadado en el que las rutinas, el trabajo,las adversidades del clima, los vicios y lassupersticiones, se entremezclan con el fol-clore y las tradiciones sin que quede mu-cho espacio para la alegría o la esperanza. Asistimos a los trabajos cotidianos y laslabores campesinas en las que hombres yanimales comparten un paisaje duro, unatierra hostil, donde vivir anonada, dondela vida sólo es soportable si se burla la po-breza con el alcohol o el ensimismamiento.De forma morosa se nos detalla esa exis-tencia en la que la muerte está tan presente

JOSÉLUPIÁÑEZ

ARRIBA: FOTOGRAFÍA DE LAESCRITORA HERTA MÜLLERGALARDONADA CON EL PREMIONOBEL DE LITERATURA 2009.ABAJO: PORTADA DE SU PRIMERAOBRA EN TIERRAS BAJAS,TRADUCIDA AL CASTELLANO PORJUAN JOSÉ DEL SOLAR YPUBLICADA POREDICIONES SIRUELAEN 1990

Noviembre 2009

2 EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO

Cultura/Narrativa

desde la primera de las historias (La oración

fúnebre) y salpica, como la enfermedad o lalocura, tantos otros momentos de los rela-tos. Los muertos, los cadáveres en sus ca-mas con tapas, como se dice de los ataú-des, también son a su manera protagonis-tas, como la indigencia, la tristeza, los vie-jos rencores, el dolor atávico de los des-arraigados, que se acentúa con la referen-cia continua a lo escatológico, a los vómi-tos, el estiércol, las plagas, el orín o la san-gre de tantas heridas por cerrar; los muer-tos y los vivos siempre muy próximos: "AFranz, un hermano de la abuela que no pa-raba de llorar, le pusieron un día un trozodemasiado grande de caca de corneja en laboca y nunca más volvió a despertarse. Sepuso tieso y la cara se le llenó de manchasazules. Y como sólo quería seguir durmien-do, lo enterraron precipitadamente, sin fu-nerales ni música, en un ataúd hecho encasa con las tablas bastas y rasposas de unagran caja de mermelada". A ese Franz "Elyegüero se lo llevó al cementerio en su ca-rretilla entre el polvo de las calles y el vacíodel pueblo. Nadie se dio cuenta de que ha-bía muerto alguien. En casa tampoco lonotó nadie. Aún quedaban suficientes ni-ños, un dormitorio lleno, una salita llena yun banco junto a la estufa igualmente lle-no. En invierno se paseaban por el pueblo

solos y se turnaban para ir a la escuela, puesen casa no había zapatos suficientes paratantos pies. En casa no se echaba de me-nos a nadie. Cuando no estaba uno, estabael otro". Late un misterio aquí sombrío y funestoy, sin embargo, intensamente lírico aunquelos hechos se refieran sin piedad, sin con-cesiones, con una crudeza que a la vez quenos espanta nos cautiva. Y nos hechizaporque nos desarma con su emocionanteverdad, que es la verdad de los desposeí-dos; una verdad maldita e intraducible. Deahí que a veces el yo de la voz narradora sediluya en un nosotros que abarca a los su-yos, a los de su casta enferma por la sole-dad y el abandono: "Horadamos con la mi-rada esa cálida niebla, que pesa y nos opri-me el cráneo. Desviamos la mirada de nues-tra soledad, de nosotros mismos, y no so-portamos a los otros ni a nosotros mismos,y los otros tampoco nos soportan". Relatos que no esconden chispazossurrealistas o expresionistas nada sorpren-dentes en este microcosmos cerrado, as-fixiante, confuso, por el que van desfilan-do personajes desencajados, maniáticos yextraños de tan reales; personajes a los quemueve el instinto, el sexo, la violencia des-medida, la impotencia frente al sistema ola amargura de la claudicación irreparable.

Los niños imitan a los mayores y en su pa-rodia se leen los defectos brutales que per-ciben como norma, por eso aprenden amirar con ojos turbios un horizonte oscu-ro del que se han desterrado la grandeza oel esplendor. El pesimismo que se anunciaen los adjetivos de algunos títulos de lashistorias (Peras podridas, Tango opresivo, El

parque negro) nos conduce directamente a lasordidez y al desencanto. Es un pesimismoque alterna también con el sarcasmo y quenos da noticia de un mundo sin lógica y sinsentido, como el que se nos refiere en Día

laborable, el texto que cierra esta serie, unode los pocos en los que asoma lo urbano,frente al protagonismo preferente de lanaturaleza.

Queda mucho por conocer de HertaMüller, de la que ya se habían traducido va-rias de sus obras al castellano: El hombre es

un faisán en el mundo (Siruela, 1992), La piel

de zorro (Plaza & Janés, 1996) o La bestia del

corazón (Mondadori, 1997) y sin duda la re-sonancia del Nobel contribuirá a difundiraún más una literatura que no ha de dejarimpasibles a cuantos gustan del misterio,de la tragedia y de la fuerza poética y des-lumbrante, que son algunas de las clavespor las que se singulariza su estilo y nosconvencen sus historias.

EL CUERNODE LA

ABUNDANCIADE EDUARD

MUNCH

LATE UNMISTERIO AQUÍ

SOMBRÍO YFUNESTO Y, SIN

EMBARGO,INTENSAMENTELÍRICO AUNQUE

LOS HECHOS SEREFIERAN SIN

PIEDAD, SINCONCESIONES,

CON UNACRUDEZA QUE A

LA VEZ QUE NOSESPANTA NOS

CAUTIVA

Noviembre 2009

EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO 3

Cultura/Narrativa

Antonio Rodríguez es un maestro de ladistancia corta. Escriba poesía, articule unanovela o redacte un comentario, su formade escribir se transparenta en todos los gé-neros: es conciso, directo, rápido, comobuscando siempre el cuerpo a cuerpo conel lector; pero lo que le define son las imá-genes, imágenes que han de ser fulgurantescomo latigazos, y por tanto visionarias; aello se une cierto aire premeditado de des-aliño, a la manera del dirty realism; esto últi-mo, tal vez, proviene de su oficio de perio-dista. Todos estos rasgos, que son no sóloestilísticos, sino más bien vivenciales, plas-man un universo sonoro vibrante y entu-siasta que configura la estructura profundade todas sus obras. En efecto, es la tensiónanímica lo que propulsa su lenguaje confi-riéndole prisa, urgencia, pulso incesante,ritmo, en ocasiones, desbocado. Son cuali-dades que se avienen en especial con el re-lato corto. Que ha de ser incisivo y atacarpor la espalda, esto es, coger desprevenidoal lector en el momento definitivo del des-enlace; pero aun sorprendiendo, si no esconvincente tal momento de la verdad, elcuento será fallido. Y será convincente entanto que la atmósfera propicie cualquierresolución final. O dicho de otra manera:el azar puede dar quiebros, pero ha de es-tar en orden a las posibilidades, a su cóm-puto o cálculo de probabilidad. El naipeque salga había de estar en la baraja, no enla manga del prestidigitador.

Lo que plantean estos relatos conteni-dos en El inseminador de la margarita (ed. Elpáramo, Córdoba, 2009) son metáforas delcomportamiento humano, traslaciones desus sueños, de sus miedos, obsesiones ysediciones, a la realidad. Lo que en poesíaes un verso aquí se desarrolla en el tiempoy el espacio, pero el fondo, la resonancia, elimpacto vienen a ser los mismos. El espa-cio son las ciudades agobiantes y neuróticasde nuestro tiempo, y el tiempo mismo, esabáscula entre un siglo y otro, que no ofreceasidero de certeza alguno. Así pues, la gale-ría de personajes que se nos ofrece en eldiorama del conjunto de relatos es el de laspobres gentes rehenes de sus pequeñas mi-serias, sus afanes insatisfechos, el del hom-bre de la multitud, presa de la neurosis co-lectiva. Dostoyevsky y Poe resuenan aquí,pero la dirección del discurso no es la mis-ma. No hay dramatismo, no hay ideologíaexpresa, sino sarcasmo, hipérbole,magnificación de las contradicciones coti-dianas. Los sueños, sí, se hacen realidad,pero son sueños mezquinos, tanto quemueven a la ternura o, cuanto menos, a lacomplicidad del humor. Desde este puntode vista, estamos cerca de la tragedia de lovulgar, incluso con ribetes del esperpento,pues lo grotesco es deliberado en la denun-

cia implícita del vacío de unas vidas queconducen al hastío. El acierto del autor, ami entender, ha sido expresar, en la angus-tia común de los personajes que por estaspáginas arrastran sus limitaciones, la capa-cidad de todos ellos para soñar un mundoparalelo, que al menos les salva en su ima-ginación. Normalmente, el andamiaje deestos cincuenta y cinco relatos contenidosen cinco partes temáticas, aunque intercam-biables muchos de ellos, es la mencionadadesmesura de las situaciones, llevadas al lí-mite del desatino o el disparate; da la im-presión de que el autor va a irse, deslizarsea lo incongruente, pero este maestro de ladistancia corta tan sólo estaba jugando conel cálculo de probabilidades, tanteando enla realidad remota ese resorte emocionalcon que la vida misma a veces se complaceen sorprendernos. El desenlace así en oca-siones es por explosión. Los fulcros ycoadyuvantes dijérase combustionan es-pontáneamente, y hay que dejarlo, hay que

dejar ahí la acción porque acabamos depenetrar en otro ámbito dimensional de larealidad. Y esto es el delirio.

Cuánto me han recordado a Maupassantdeterminadas actitudes. Nada es lo queparece. Las mujeres tormentosas que des-filan por estas páginas exhiben pudibundezcuanto más turbulentas luego se manifies-tan, y los hombres que las pretenden nootra cosa manifiestan que la más insaciableavidez. O bien la más implacable indiferen-cia. Son hombres y mujeres que trabajanen oficinas tan tenebrosas como lasdecimonónicas aunque ahora con poluciónlumínica y fibras ópticas en sus ordenado-res, que viven en casas con maridos o es-posas consecuentes con el orden estableci-do, pero presionados, colisionados, blo-queados por la represión de sus instintos.Auténticos salvajes vestidos de cachemir ycon vehículos de alta gama, pero ancladosen su configuración de piedra. Se despren-de que el ser humano es verticalmente elmismo a lo largo de las edades, y que sulibertad paradójicamente deja al descubier-to su perfil más biológico: sus carencias, laimpotencia radical para el equilibrio de susemociones.

Con soltura y dominio de los matices,certero en la adjetivación, lacónico en losrasgos que definen, a brochazos muchasveces, y otras a buril, ajustándose a la pala-bra precisa como la carne al hueso, bus-cando atajos por medio de las imágenesvisionarias, rompiendo los ritmos en prode una cadencia más íntima, Antonio Ro-dríguez Jiménez (Córdoba, 1956), con ca-pacidad insólita para las asimetrías concep-tuales, para las situaciones en escaleno, de-muestra que el relato corto es su territorionatural en prosa de ficción.

Escribiral límite

EL ESCRITORCORDOBÉSANTONIORODRÍGUEZJIMÉNEZ,AUTOR DELLIBRO DERELATOSELINSEMINADORDE LAMARGARITA,EN EL QUEPLANTEATRASLACIONESDE SUSSUEÑOS, DESUS MIEDOS,OBSESIONESY SEDICIONES,A LAREALIDAD.

ANTONIOENRIQUE

Noviembre 2009

4 EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO

Cultura/Poesía

De la trayectoria poética de José Gutiérrezse deduce, de manera primordial, el profun-do respeto que el autor ha poseído siemprepor el acto mismo de la escritura, por la pos-terior plasmación en letra impresa y, en defi-nitiva, por el destinatario. Ello ha hecho quepublique, al igual que sucediera con su admi-rada poeta (y amiga) Elena Martín Vivaldi ocon Claudio Rodríguez (por citar otra voz demuy distinto timbre), tan sólo los títulos es-trictamente necesarios, imprescindibles y ver-daderos. Si contamos a partir de su primeraobra, Ofrenda en la memoria (Granada, 1976),hasta hoy, nos encontramos con un total deseis poemarios, espaciados por significativosperiodos de silencio. Desde la antología Poe-

mas 1976-1996 (Madrid, 1997) hasta La tem-

pestad serena ha transcurrido cerca de una dé-cada, o casi veinte años contando desde De la

renuncia (Madrid, 1989).Lo primero que destaca del libro que aho-

ra comento es la perfecta conjunción entreclasicismo y modernidad. La polisemia quese desprende del oxímoron del título (La tem-pestad serena), reforzada por las dos citas deGarcilaso, es ya toda una explícita declaraciónde principios: esa "tempestad", de claras re-sonancias áureas (que es "serena", que "sere-na" el alma y que también puede ser "serena-da"), sería un perfecto trasunto de la poesíamisma, perpetua "ofrenda en la memoria" deGutiérrez, del amor (en su sentido más am-plio), del goce estético o de la aceptación dela huella del tiempo. Pero también estas pági-nas son un precioso tributo a toda una líneaestética que ha acompañado y enriquecidoamigablemente la vida del poeta, del lector ydel hombre; línea que queda marcada no tan-to por las referencias textuales de los mismosversos (Rubén Darío, Luis Rosales, Pessoa oFernando de Herrera, entre otros) cuanto porla exquisita selección de citas que englobanmayoritariamente voces del Siglo de Oro(Garcilaso, Soto de Rojas, Juan de la Cruz,Aldana, Francisco de la Torre, Quevedo,Villamediana y Góngora), un postromántico(Bécquer) y algunos contemporáneos indis-pensables (A. Machado, Juan Ramón, Lorca,Cernuda, Aleixandre, Elena Martín Vivaldi yel Borges poeta). Estas páginas son, en suma,un emocionado homenaje literario.

Y todo ello queda bien cimentado graciasa un sólido sentido de la arquitectura poética,del que sólo destaco el papel aglutinador quedesempeñan las tres magníficas sextinas (El

cerco a la mirada, Las islas de la llama y Memoria

de la lluvia), situadas en el centro de cada unade las tres secciones del poemario. Por su es-pecial rareza, estos rígidos poemas de treintay nueve endecasílabos, de los que Fernandode Herrera (junto con Montemayor, Gil Polo,Cervantes o Lope) nos brindó memorablesmuestras, a las que habría que sumar las dealguno de nuestros contemporáneos (JoanBrossa o Antonio Carvajal), funcionan aquícomo auténticos ejes estructurales. Leídas deforma consecutiva conforman el arco toral

José Gutiérrezo la escritura desde el tiempo

JOSÉ IGNACIOFERNÁNDEZ

DOUGNAC

sobre el que, de alguna manera, se funda elresto de las composiciones.

Nada hay imprevisto en La tempestad serena.Ni siquiera ese acento moral (que no mora-lista) tan arraigado en gran parte de la obrade José Gutiérrez, y que no sólo se aprecia enun tono elegíaco, especialmente denso, sinoen el mismo ideal de belleza que nuestro au-tor persigue desde Ofrenda en la memoria (sin-tetizado a través de Keats: "la belleza es ver-dad, y la verdad belleza"); y, sobre todo, en lafirme convicción de que toda escritura, o almenos su propia escritura, es realizada en eltiempo, desde el tiempo, en contra del tiem-po y frente al tiempo.

Dividido en tres secciones, enmarcadas porun preludio (El sueño del espejo) y un postludios(La nieve en el espejo), la indiscutible vertientemetapoética del libro se espiga, de forma muymeditada, a partir de Tiempo adversario, dondese esconde una reconsideración de la obraanterior, deslumbrada y juvenil ("Armaduras,ofrendas, laberintos, / el cerco de la luz y supenumbra, / nacieron como símbolos distin-tos / de un ansia de belleza que deslumbra"),o a través de piezas como Pescador, la demanriqueño título, Puesta la vida al tablero, yLa nieve en el espejo con la que se cierra el volu-men. Si la segunda parte de La tempestad sere-

na se centra en el concepto del amor, visto enun sentido amplio, como fuerza, empatía oflujo que vincula al yo poético con los seres yla belleza, las composiciones del tercer y últi-mo bloque quedan embargadas por la remi-niscencia de la muerte. Entre ellas se asientael símbolo recurrente de la noche, de una

noche afilada que anida dentro de todas lasnoches: "Dejándote a solas con la noche /unos ojos se han ido. / ¿En esta habitacióndeshabitada / qué buscas por los libros, /donde el silencio teje su derrota? […]" (Mo-

nólogo de la noche ausente). A lo largo de todasestas páginas se establece, pues, un arco queva desde el orto recobrado de la niñez y lajuventud, del principio, hasta el ocaso. Y me-diante su gozosa andadura, es fácil que el lec-tor tenga la sensación (a veces rara entre loslibros que caen en nuestra manos) de que, sila literatura no sirve para mucho, al menosnos ayuda a vivir.

EL POETA JOSÉ GUTIÉRREZ Y LA PORTADA (ABAJO) DE SU ÚLTIMO LIBRO

Noviembre 2009

EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO 5

Cultura/Poesía

El poeta alicantino Antonio Gracia(Bigastro, 1946), consciente de haber reco-rrido una segunda etapa en su trayectoria li-teraria, marcada "por la reconstrucción de unyo eglógico" y la "persecución del paraíso"recoge ahora un conjunto de textos de lospoemarios que la constituyen bajo el títulode Fragmentos de inmensidad (Poesía 1998-2004), editado en 2009, volumen que, conuna esclarecedora introducción de Luis BaguéQuílez, ha publicado el editor Juan Pastor enla colección "Devenir". Se trata de libros quehan merecido relevantes galardones en lapoesía española de estos años: "FernandoRielo", "José Hierro Alegría", "Paul Beckett"o el Premio de la Crítica de la ComunidadValenciana, a través de títulos tan significa-tivos como Hacia la luz (1998), verdadero in-tento de recuperar la palabra poética, Librode los anhelos (1999), Reconstrucción de un diario(2001), La epopeya interior (2002), El himno enla elegía (2002), Por una elevada senda (2004) oDevastaciones, sueños (2005); a los que habríade seguir La urdimbre luminosa (2007). Estospoemarios representan siete años de creaciónliteraria en la obra de Antonio Gracia y cons-tituyen una tentativa luminosa que quedadefinida en el título El himno en la elegía (2002),el cual se sitúa en el ámbito del "voluntarismopositivista", según consideración del propiopoeta, que estima lo siguiente: "Todo autordebería ir jibarizando su obra conforme avan-za, hasta dejar lo medular. Tal vez no acierteen algunas apreciaciones; pero la acumula-ción siempre contiene más errores". Anto-nio Gracia partió de esta consideración paraincluir los textos que se integran en Fragmen-tos de inmensidad: la reformulación de lo yaescrito. Del mismo modo, tomó como pre-misa el título con el que nombró una de laspartes de su libro Devastaciones, sueños (2005):"De la consolación por la poesía", frente alcaos del mundo, la decepción, el escepticis-mo, el dolor y la muerte. Concebido como un nuevo libro formadopor poemas inéditos y editados, peroreescritos o renovados, Fragmentos de inmensi-dad es considerado por el propio autor comosu segundo libro (Vid. "Antonio Gracia: Frag-mentos de una poética", introducción de LuisBagué Quílez, p. 13). Su estética sigue sien-do, según confesión propia, la que señalabaen uno de los libros de su primera etapa, Pa-limpsesto: "El autoplagio como reformulaciónde lo ya escrito". En este punto cabe recor-dar la obsesión de Juan Ramón Jiménez porreescribir muchos de sus textos, incluso losya editados; o la reescritura de Soledades porAntonio Machado en Soledades. Galerías. Otrospoemas. Recursos a que no es ajena la obra dealgunos autores de nuestro tiempo, quienesllegan a publicar varias versiones de un mis-mo poema e incluso libro, como es el casodel excelente poeta onubense Manuel Moya. Entiendo que los textos que aquí se reco-gen representan una suerte de conversión, derevelación, de vuelco o de quiebra en la poe-sía del alicantino. Algo, en efecto, se deja verde aquel poeta juvenil; mas el cambio resultabastante radical. Como nuevo Saulo caído delcaballo, Antonio Gracia se nos revela como

Fragmentos de inmensidaden la poesía de Antonio Gracia

poeta de la intimidad luminosa y espacios in-teriores que propician el reencuentro consi-go mismo a través de un flujo de concienciadesvelador; todo lo cual podría acercarlo aotras poéticas actuales como las de AntonioGamoneda, Claudio Rodríguez, José ÁngelValente o incluso a Antonio Colinas: "Unpaisaje varado delante de mis ojos,/ un aro-ma de almendros, el tacto de la página/ mien-tras leo unos versos con lentitud serena/ oescribo unas palabras sobre la mansedumbre,/la música de Bach constante y renacido,/ yalgún recuerdo amable de lo que pudo ser/es cuanto yo quisiera poseer de este mundo"(La Beatitud, p. 83). Poeta y hombre recupe-rados, convocados al encuentro con la pala-bra, a la lucha contra los límites del lenguaje.En ese proceso de recuperación de la armo-nía perdida, el poeta alicantino ha contadopor supuesto con su propio instinto de su-pervivencia, pero también con el auxilio de lamisma literatura, el erotismo, el arte, la músi-ca, la naturaleza…; la belleza en suma, hastasentirse parte del universo y buscar la armo-nía con él, semilla y germen que transmuta ymetamorfosea como manera de alcanzar laeternidad y vencer a la muerte: sin duda lagran obsesión humana. La literatura, la escri-tura, la naturaleza, el arte o la música se cons-tituyen así en refugios para espantar la certe-za de la muerte y hacer soportable la esperaque ha de desembocar en su desenlace. Quien ha dejado dicho que escribir "es bus-car la íntima identidad", divide vida propia yescritura en dos tramos: uno autodestructivo,que se recoge en Fragmentos de identidad (1993);y otro reconstructivo, con una primera fasede cauterización compuesta por los tres li-bros publicados entre los años 1998 y 2001;y otra de eglogismo psíquico, integrada porlos poemarios editados entre los años 2002 y2007, pues en la antología que nos ocupa seincluyen también textos de Devastaciones, sue-

ños (2005) y de La urdimbre luminosa (2007). El libro que, como ocurre con buena partede la obra de Antonio Gracia, está dedicadoa Oniria, en referencia al sueño o al mundode los sueños, está estructurado en cuatropartes o secciones que se identifican con el"Homo semens", con textos de referenciaserótico-amorosas, pues no en vano la pasiónamorosa o el impulso erótico resultanantitéticos y negadores del thanatos; "Homoscriptor", "Locus horribilis" y "Locusamoenus", cuyo significado y trascendenciason puestos de relieve en el esclarecedor pró-logo de Luis Bagué Quílez y que por lo gene-ral coinciden con un sentimiento salvífico delyo del poeta en relación con la literatura y elejercicio de escribir; la recuperación de eseyo a través de la naturaleza y en armonía conésta, así como la integración del mismo en eluniverso. Psicoanálisis y tradición literaria sedan la mano en los textos de este poeta ali-cantino que no duda en recurrir a ciertos tó-picos de la poesía clásica para renovarlos ohacerlos suyos, dotándolos de una singulari-dad específica relevante. Y es que el poeta sereconoce en esa tradición, es hijo suyo y ensu bagaje histórico hunde sus raíces, se sientedeudor de ella y no renuncia a su legado. Asíes que por sus poemas reconocemos la claraimpronta de Fray Luis de León, de Lope, deQuevedo y de Garcilaso muy especialmente;espejos donde se mira para trasmutarlos, peroque nunca son utilizados de forma mimética.Tampoco faltan las referencias a poetas con-temporáneos de otras latitudes, entre las queresultan claramente identificables las deCavafis, Hölderlin y Leopardi; así como lasde los españoles Luis Cernuda y FranciscoBrines: "Cuando sientas que el mundo te de-rrota,/ no intentes combatirlo./Edifica uncastillo en tu interior/ y cuelga terciopelos ytemplanza/ en sus muros. Dispón un fuegomanso/ junto a la mesa de la biblioteca./ Miraal cielo brillar entre las llamas/ y los libros.Inúndate de luz/ en la frágil belleza de loscuadros./ Escucha el clavecín mientras tu plu-ma/ persigue en la escritura algún sosiego"(El secreto, p. 62). En la breve nota que cierra el volumen, ti-tulada "Del autor al lector" el poeta deja cons-tar lo siguiente: "Siempre he escrito para sa-ber quién es Antonio Gracia, por qué vive,por qué debe morir, cómo hacer que la pala-bra le otorgue la vida que no tiene. Entiendo la poesía como la confidenciainexcusable de un corazón que busca luz yha de nombrar -por conjurarlas- las tinieblas.Pues sabe el hombre que sucumbirá con élaquello que ama y quisiera salvar" (p. 103). Así veo yo el universo poético de este poe-ta alicantino, reflejado en Fragmentos de inmen-sidad, obra que constituye una sustantivamuestra de su quehacer poético en la segun-da etapa de su poesía, comprendida, comoqueda dicho, entre los años 1998 y 2004. Sie-te años que han aportado textos tan relevan-tes a su obra y a la poesía española de estasúltimas décadas como los que aquí se dan cita.Una obra importante, sin duda, y merecedorade toda la atención por parte del público lec-tor y de la crítica.

JOSÉANTONIO

SÁEZ

EL POETA ALICANTINO ANTONIO GRACIA

Noviembre 2009

6 EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO

Cultura/Narrativa

¡Es tan corto el amor

y tan largo el olvido!

PABLO NERUDA

He bajado otra vez al pozo. El pozo de losrecuerdos lejanos. Allí me he encontrado amí mismo, con una veintena de años, pasean-do por los alrededores de una iglesia. Cin-cuenta o cien pasos calle arriba; cincuenta ocien pasos calle abajo. Sabía que, en cuantoterminara la misa, minuto antes o después,tenía que aparecer. También sabía que no ibaa poder hablar una sola palabra con ella, peroquería verla; ver, aunque sólo fuese de sosla-yo y a unos metros de distancia, ese cuerpoque yo tanto había amado y había perdidopara siempre. Consulta al reloj. Otros cincuen-ta o cien pasos hacia arriba, otros cincuentao cien pasos para abajo. Así durante más deun siglo. Al fin, tras una especie de lejanorumor, empezó a salir gente. Eran sobre todohombres. También parejas, señoras y caballe-ros endomingados que a veces se paraban enlas inmediaciones del templo, saludándoseunos y otros y formando pequeños corrillos.Después vino el torbellino: niños, viejos, pa-rejas, chicas apetecibles, beatas… Yo sabía queen ese torbellino tenía que estar ella. Y asífue. Venía con su tía, uno de los enemigosmás poderosos que yo jamás he tenido -metildaba de agnóstico y volteriano, algo que yoacepto, pero no como vituperio-, ambas cu-biertas con el velo -inequívoco símbolo desumisión y acatamiento-, a buen paso y, porlas apariencias, sin ánimo de hacer parada enninguno de los corrillos que se habían idoformando. Decidí avanzar, sereno y pausado,en dirección contraria, de manera que, al cru-zarnos, aunque fuese como un relámpago,tuviese un instante para mirar aquel rostro yacaso, con un poco de suerte, rozarme conella. Y así fue. Ni un gesto ni una palabra,sólo una mirada a la que respondió con unaespecie respingo de cabeza y ella mirando endirección opuesta. Pero, al tiempo que pasa-ba, noté que una mano se paraba en la mía yque algo muy tenue rozaba mis dedos. Creoque ha sido una de las sorpresas más grandesy felices de mi vida. Así con fuerza aquellainsignificancia, continué sin inmutarme micamino y, sólo cuando estuve a prudente dis-tancia, subí y abrí la mano. Era un papelito,un insignificante papelito cortado con pre-mura de las páginas de un periódico, y en éltan sólo había escritas estas seis palabras:"Viernes, a las 7, puerta iglesia." Era muypoco, pero suficiente. Aquellas seis palabrasme hacían el hombre más feliz de la Tierra. Sólo eran cinco días pero tardaron en pasarcomo si hubiesen sido cinco siglos. Cuandoal final llegó aquel viernes de felicidad aúnno eran las siete menos cuarto y ya estaba yoen la puerta de la iglesia. Llovía. Otra vez cin-cuenta o cien pasos para arriba, cincuenta ocien pasos para abajo, pero esta vez cubiertocon un paraguas. A las siete de la tarde endiciembre es completamente de noche. Conla lluvia y los paraguas era muy difícil saberquien se cruzaba conmigo, sólo los andaresdenotaban si era una mujer joven o vieja. Su-

La magdalena de Proust

cesivas consultas al reloj. Cincuenta o cienpasos para arriba, cincuenta o cien pasos paraabajo. Así una y mil veces. Al fin un paraguasse paró junto al mío y una voz me susurrómuy quedo:-Sígueme.

La seguí. Entró en la iglesia y yo, después dedudarlo un momento, -¿será posible que mehaya citado para esto?- entré también. El tem-plo estaba en penumbra y vacío. Sólo cues-tión de cinco o seis viejas se arremolinabanjunto al confesionario. Otras dos rezaban enuno de los altares de la derecha. Ella perma-necía de rodillas en uno de los bancos de laentrada; yo seguía de pie junto a la cancela.Noté que, más que rezar, lo que hacía era ob-servar el ambiente del templo; al cabo de unosminutos, vi que se levantaba, cogía el para-guas y se dirigía a una segunda puerta de laiglesia. Yo la seguí a una prudente distancia.Tomó acera adelante y, al llegar a cierto por-tal, cerró el paraguas y entró en la casa. Yohice exactamente igual. Justo en el momentode cerrar el paraguas oí en la oscuridad unavoz que me preguntaba.

-¿Has visto si nos seguía alguien?-Nadie.-¿Seguro?-Completamente seguro.Sólo entonces se atrevió a llegar hasta mí.Empezamos a abrazarnos y besarnos -te quie-ro, te quiero, te quiero- y, en tanto nos devo-rábamos, nuestras manos se convirtieron enansiosos tentáculos que recorrían las más re-cónditas intimidades.-Todo lo que tú quieras, menos lo que sabesque es imposible.-¿Cómo has conseguido que te dejen salirsola?-Porque voy a confesar.-¿A confesar?-Sí, a confesar.-¿Cuánto tiempo tenemos?-Un cuarto de hora o un poco más, pero yahemos consumido los primeros cinco minu-tos.

-Nos quedan diez.-No pienses en el tiempo y disfruta lo pocoque tenemos.-¿Por qué has elegido este portal?-No lo he elegido: es el primero que he en-contrado sin portera y abierto.-Dime en el oído que me quieres.-Te quiero.-Dímelo otra vez.-Te quiero, te quiero.

Seguían las manos su recorrido de placer. Nohabía intimidad que se quedara sin caricia. Ala alegría de disfrutar de la hermosura de aquelcuerpo, se unía mi victoria contra la intole-rancia y el fanatismo de su familia.

-No traes bragas.-Es así como a ti te gusta, ¿no?-Sí, así es.-Por eso me las he quitado.-Estás húmeda. Tienes aquí un manantial.-De tanto como te quiero. Me vuelves loca.-¿Haces estas cosas con tu novio?-Sabes perfectamente que no.-¿Lo intenta?-Claro que lo intenta.-¿Y cuándo te cases?-Eso está por ver.-¿Cuándo viene el general?-Teniente. Sabes perfectamente que sólo esteniente.-Bien. ¿Cuándo viene el teniente?-No lo sé. Cuando tenga permiso. Cuanto mástarde, mucho mejor, porque en cuanto ven-ga, lo nuestro se acaba.-¿Tanto lo quieres?-No, a quien quiero es a ti y la única manerade evitar que te mate es que lo nuestro acabe.-¿Y si nunca se entera?-Para que no se entere lo mejor es que noexista.-¿Quién te buscó ese novio? ¿Tu madre o tutía?-No, el padre Bienvenido.-Mejor aún. Y tú tan obediente.-No me dejan otra opción. Tú no sabes elinfierno que estoy viviendo.

FCO. GILCRAVIOTTO

Noviembre 2009

EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO 7

Cultura/Narrativa / Poesía

Los faros de un coche que en ese momentopasaban por la calle iluminaron dos lágrimasque le resbalaban mejillas abajo.

-Te voy a pedir un favor.-¿Qué favor?-Que cambies de tema. Disfruta este momen-to y no pienses en nada más. No me amar-gues los cinco o seis minutos que todavía nosquedan.-Favor concedido.-Te quiero.Estábamos ya llegando al séptimo cielo delparaíso cuando, al tiempo que se encendía laluz, oímos que por las escaleras bajaba gente.-Viene alguien.-Es en los pisos últimos. Nos da tiempo alargarnos sin prisas.Pero al cabo de unos instantes comprendi-mos que era una vecina que iba al piso deotra vecina. Incluso oímos el timbre de lapuerta. Volvió a apagarse la luz y nosotrosseguimos amándonos.-Saca el pañuelo. En el suelo no debe caeruna gota.-Lo tengo en una mano.-No, prefiero que me lo pases a mí. No quie-ro pensar si me mancharas. Si en mi casa no-taran algo, yo creo que me mataban.-Nunca sería tanto.-Sí, estoy segura que me mataban. Pero no meimporta después de haber estado en tus brazos.-Te quiero.

-Piensa que este cuerpo siempre será tuyo,que te quiero con toda mi alma, que…Leves quejidos sucedieron a las voces. Al finreclinada en mi hombro, me preguntó:-¿Has sido feliz?-Mucho. ¿Y tú?-Muchísimo.-¿Repetimos?-No puede ser.-¿Por qué?-Tengo que ir a confesar.-¿No puedes dejarlo para otro día?-No. Pueden venir a comprobar si es verdadque he salido a confesar.Se bajó la falda, me abroché el pantalón y,protegidos con nuestros respectivos paraguas,salimos a la calle. Cuando llegamos a la igle-sia, de las cuatro o cinco viejas que merodea-ban en torno al confesionario, no quedabamás que una y, justo en ese preciso momen-to, se acercaba al confesionario. Ella se insta-ló en un banco próximo, se prendió con va-rias horquillas el velo y luego, con el rostrooculto entre ambas manos, empezó a hacerexamen de conciencia o algo que se le pare-cía. Fue entonces cuando me di cuenta de queyo no tenía pañuelo. Llegué a ella en el preci-so momento en que se levantaba para acer-carse al confesionario.-¡El pañuelo!Me miró pasmada al tiempo que lo sacabadel bolsillo del abrigo y me lo ponía en lamano.

-No quiero pensar la que te habrían armadosi lo llega a encontrar tu madre.-Me matan.-¡Oye! De lo nuestro a ése, ni una palabra.-Descuida.Salí de la iglesia pensando en que hasta el vier-nes siguiente, si todo iba bien, no volvería avisitar el paraíso. También con la zozobra deque un día volviese el general y nuestra felici-dad se fuese al carajo. Justo en el momentoen que yo salía, por la otra puerta de la cance-la, me pareció ver una sombra o pájaro demal agüero que entraba en la iglesia. Fuerahabía dejado de llover y una luna creciente ypálida se deslizaba entre dos masas de nubes.Había sido una chiquita del embarcadero deHardricourt la que me había traído todos es-tos recuerdos. La había columbrado en la le-janía y, fue verla y tener que acelerar el paso,no fuese a desaparecer antes de que yo llega-ra. De lejos se parecía enormemente a ella.Pero no, en modo alguno era ella; una mujercomo ella es, por esencia, irrepetible.Ahora pienso que, si una simple magdalena de-rramada en una taza de café, le permitió a Proustencontrar un tiempo aparentemente perdido,nada de particular tiene que esta náyade del Sena,de pantalón corto y blusa ceñida, con su solapresencia, haya traído a mi mente este mar derecuerdos. ¡Dichosa ella que ha tenido la suertede nacer, crecer y vivir en un mundo libre y civi-lizado, sin trabas ni fanatismos, y es dueña ab-soluta de su vida y su cuerpo!

EL POETA JOSÉ LÓPEZRUEDA, DEL QUE ELPROFESOR ENRIQUEVILORIA HA PUBLICADOLA ANTOLOGÍA POÉTICADE LA ERRANCIA,PRECEDIDA DE UNEXTENSO PRÓLOGO QUERECORRE LAS DISTINTASETAPAS DE SU VIDA ENLOS DIFERENTESESCENARIOS EN LOSQUE HA TENIDO LUGAR:VENEZUELA, ECUADOR,CHINA, ESTADOSUNIDOS, ETC.

ANTONIOCOSTA

GÓMEZ

Un libro de Enrique Viloria le atribuye a José López Rue-da una "poética de la enrancia", porque estuvo en Venezue-la, Ecuador, China, Estados Unidos, y tantos sitios. Y tam-bién es una errancia en los procedimientos, porque puedeescribir un soneto, una décima, unos alejandrinos, unos ver-sos libres o poemas en prosa. Puede usar los códigos másclásicos o las ocurrencias más vanguardistas. Y también unaerrancia en los estados de ánimo, que van de la melancolía ala pasión, pasando por la ironía o el cinismo. Es un trota-mundos de la poesía. Pero como los trotamundos tiene esapasión de viajar y sacarle la fibra a todo. A todo le extrae elfervor. Se parece un poco a Quevedo en esa agitación conti-nua, ese inflamar todo lo que toca. Y de hecho ha escrito unpoema lleno de potencia a su esposa inspirado en el famosodel "polvo enamorado". Tal vez el poema más significativo de Fervor secreto sea elprimero, que se titula "Donde está Jota Ele". Se sitúa a símismo en versículos en los rincones más variados de suvida, que parece un viaje frenético. Y un verso dice "Está enel Vaticano ayudando al Maestro a expulsar del templo a los

Fervor secretomercaderes". Que es como decir: lo está espiritualizandotodo, apartando todo lo inerte. Buscando el nervio de todo.Para él eso es la poesía. El espíritu que sopla donde quierey como quiere, con su entusiasmo imprevisible. Luego lomismo habla de sus desavenencias conyugales que de losorígenes de la Tierra o de un anochecer en el Pacífico. O deuna giganta que se asoma a su ventana para devorarlo. Yhay una invitación secreta a una caperucita o bruja:"Naufrágame en tus mares amarillos". López Rueda ha vivido de enseñar el mundo clásico. Peromete en los moldes clásicos la pasión y el desatino revela-dor. No es la primera vez que ocurre algo semejante:Hölderlin o Cernuda se apasionaban dentro de lo clásico.Y Albert Camus proponía una paradójica mesura desme-surada, en su defensa de la rebeldía. Rueda compagina lasmesuras antiguas con las audacias de siempre (recordemosque ya hubo un Propercio o un Donne). Fervor secreto co-mienza con una cita de Platón : "La poesía de los deliranteseclipsa a la de los sensatos". Es como un latinista entusias-mado.

FRAGMENTO DELLIBRO INÉDITOORILLAS DELSENA

Noviembre 2009

8 EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO

Cultura/El canto del urogallo

Los días celestes se me cobran, en réditos, túrdigas delalma y así vivo la neurosis de temerlos más que a los infaus-tos, los residuales de los de la felicidad… De ahí estas desidias,estos abandonos. Ni tan siquiera me otorga el destino lasvanidades domésticas de mi jardín, el portentoso cedro, losrosales y los mirlos… Hastiado de la vida literaria, cansadodel oficio atroz de sacar agua con canastas de mimbres, mehabía refugiado en el jubilar oficio de jardinero y mi mayorgloria se había reducido en primavera, en ver sonrosar arria-tes y rústicos parterres, "por mis manos plantados", con elportentoso adviento de las rosas… Tan espléndidas, que pedía Griselda su habilidad fotográfica -¡tantas habilidades solí-citas las tuyas, amor mío!- para dejarlas diluidas en papelcomo imagen de mi vanidad y gloria jardineras. De todo estole hablaba en Córdoba, el día de la boda del poeta AntonioRodríguez Jiménez, a Juan Campos Reina que me había pre-guntado lo que siempre los que me quieren me preguntan:¿qué estás escribiendo ahora? Y yo, para justificar desidia yfrustración, siempre respondiendo con igual cantinela, queno, que no merece la pena la angustia de acechar el amanecerde un verso, la celebración orgiástica de un poema, el terrorgozoso de ver crecer un poemario si las cosas tan desfigura-das, fétidas, amañadas, en fin, la corruptibilidad, lamiserabilidad de un sistema que ha puesto cerrojos y trancasa las puertas del campo para que los de intramuros vivan lascelebridades gregarias del rebaño en la mansa pitanza de losbienaventurados. Y así, inolvidable Juan Campos Reina, que-rido Carmelo Guillén Acosta, fastuoso Enrique Badosa, ad-mirado Miguel Florián, contumaces Juana Castro, GómezMacías, Jurado López, Rodríguez Jiménez, o los plenipoten-ciarios de mi corazón José Lupiáñez, Fernando de Villena,Antonio Enrique, queridos todos los que os preocupáis pormi silencio… Qué escribir, qué angustiarse por ese amane-cer del verso, por la orgía de un poema, por el cundir de un

Propiciatoria de los días celestesROSAS DEL JARDÍN SEVILLANO DE PEDRO RODRÍGUEZ PACHECO Y GRISELDA CHOCLÁN

poemario, mejor, Juan, mis rosas, las increíbles rosas que menacen orladas del silbo encelado de los mirlos… Y Juan,insistente, de acuerdo, pero en vez de las fotografíasmisericordiosas de Griselda, aprisiónalas en tu palabra y hazteresponsable de su hermosura en versos que les hagan honora esas plenitudes de las que hablas con tanto entusiasmo…

Lo intenté, estaba en secreta vena sonetaria y fueron sa-liendo algunos, pocos, siete, que en Alange, mientras Griseldacumplía con los rituales termales, bajo la sombra de unazofaifo, fui pasando en limpio para, un día, en edicióncaligráfica, entregarlos dedicados al querido Juan. No pudoser si los días celestes se me habían de transformar en esosacreedores feroces en sus exigencias, urgiéndome las túrdigasdel alma. De Alange nos fuimos a Málaga en donde Juan ysu mujer, María Fernanda, nos acogieron con un cariño yextremo de príncipes, los mismos que nos mostraron enAlmuñécar y Motril Lupiáñez, Fernando de Villena y Anto-nio Enrique. De vuelta a casa, empecé a pagar réditos de lospropiciatorios días celestes: el calor, había agostado la rosaleday, septiembre, volvió a sitiar mi ánimo con sus calamidades:la muerte de Diego Jesús Jiménez, el silencio arrasado deljardín, el tedio otra vez, los abandonos miserables de pro-mesas y actos: las de enviar los sonetos a Juan, los de unamás asidua colaboración -ay, José- en estos Pliegos de Alborán.Cuando creía resarcirme de tanto estropicio doméstico, comouna estocada, la muerte de Juan, presagiada por el ocaso demis rosales ¿Cómo no supe leer el clarísimo mensaje de lasrosas? Se me han pasado los meses de septiembre y octubredejándome oxidar por los cáusticos del desaliento, por losácidos de la desolación: ni Juan recibió los sonetos ni el que-rido José Lupiáñez la pretendida colaboración para los Plie-

gos… Nada he hecho, nada he cumplido y en mis rosalesagostados me miro como en un espejo.

PEDRORODRIGUEZ

PACHECO