Platón - CRITÓN (Ed. Bilingüe)

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GRITON CLASICOS POLITICOS INSTITUTO DE ESTUDIOS POLITICOS MADRID

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PLATON - CRITÓN (ed. bilingüe de María Rico)EDICION, TRADUCCION Y NOTAS, CON ESTUDIO PRELIMINAREl Critón es uno de los diálogos que compuso Platón en los comienzos de su carrera literaria, hacia el 396 a. C.A su regreso del viaje que realizó por Egipto inmediatamente después de la muerte de Sócrates, Platón se propone reivindicar la memoria del maestro y recrear de nuevo su figura tal como él, en su piadosa veneración, la recordaba. Junto a este propósito, otro de mayor alcance para la filosofía había ya germinado en su espíritu: Platón, siguiendo paso a paso el método de Sócrates y evocando sus enseñanzas, se disponía a sacar todas las fecundas consecuencias que de ellas derivaban.A su proyecto sirven de base estos pequeños diálogos, comúnmente llamados diálogos socráticos menores, en los que gusta de ver la crítica un primer estadio de la creación literaria y del pensamiento platónicos, en el que el joven Platón, firmemente anclado todavía en el puerto socrático —después de nueve años de trato y comunicación constantes con el maestro—, se habría limitado a darnos una versión quintaesenciada del Sócrates que hubo de ser.[...]Pero muchos son también los que, con mayor amplitud de miras, consideran que el deseo de dar nueva e inmortal vida al maestro no pudo ser el único móvil que indujo a Platón a escribir estos diálogos. Para los que así piensan, ya desde un principio tenía trazado Platón en sus líneas esenciales el grandioso plan de su obra, dentro del cual estas obras menores cumplen una función introductora que no es posible desconocer ni hipovalorar.Entre ellas, el Critón ha atraído invariablemente la universal atención, no sólo por el arte de que hace gala Platón en el desarrollo de su bellísimo tema, sino también por el interés de las ideas expuestas en este diálogo. Platón persigue en esta obra como objeto inmediato el hacer comprender a las gentes las causas por las que Sócrates no rehuyó la muerte ni aceptó los medios legales e ilegales de que abundantemente dispuso para eludir su fin. Purga así Platón el recuerdo de su amigo de las acusaciones o sospechas que probablemente amenazaban ya su memoria: ni hastío de la vida, ni orgullo filosófico, ni cobardía moral pesaron sobre Sócrates en esa hora suprema; sí un religioso sentido del respeto debido a la polis materna y a sus leyes nutricias, y un indomable espíritu de fidelidad a sí mismo. Pero a otro fin aún más alto sirve Platón en este diálogo. En él, Sócrates brinda una de sus postreras y más excelsas lecciones de virtud, y de virtud cívica precisamente, que es a la que continuamente aspira e incita a todos.

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  • GRITON

    CLASICOS POLITICOS

    I N S T I T U T O DE ES TU D IO S POLIT ICOS M A D R I D

  • C L A S I C O S P O L I T I C O S

    P L A T O N

    C R I T O N

    EDICION, TRADUCCION Y NOTAS, CON ESTUDIO PRELIMINAR

    P O R

    M A R IA RICO GOMEZCATEDRATICO S B LENGUA ORTEGA

    INSTITUTO DE ESTUDIOS POLITICOS Madri d

    1 9 7 0

  • La edicin de 1957 del Critn, de Platn, fue revisada por el Catedrtico de la Universidad de Madrid D. Manuel Fernndez-Galiano.

    Depsito legal: M. 4.738-1970

    GRAFOFFSET, S. L. - Berja, 15 - M AD RID -19

    ArmauirumqueArmauirumque

  • Reimpresin de la 1.a edicin de 1957

    La coleccin Clsicos politicos est dirigida por

    FRANCISCO JAVIER CONDE

  • I N T R O D U C C I O N

    1) Los DILOGOS SOCRTICOS MENOBES: EL Cr ITN.

    El Gritn es uno de los dilogos que compuso Platn en los comienzos de su carrera literaria, hacia el 396 a. C.

    A su regreso del viaje que realiz por Egipto inmediatamente despus de la muerte de Scrates, Platn se propone reivindicar la memoria del maestro y recrear de nuevo su figura tal como l, en su piadosa veneracin, la recordaba. Junto a este propsito, otro de mayor alcance paTa la filosofa haba ya germinado en su espritu: Platn, siguiendo paso a paso el mtodo de Scrates y evocando sus enseanzas, se dispona a sacar todas las fecundas consecuencias que de ellas derivaban.

    A su proyecto sirven de base estos pequeos dilogos, comnmente llamados dilogos socrticos menores, en los que gusta de ver la crtica na primer estadio de la creacin literaria y del pensamiento platnicos, en el que el joven Platn, firmemente anclado todava en el puerto socrtico despus de nueve aos de trato y comunicacin constantes con el maestro , se habra limitado a darnos una versin quintaesenciada del Scrates que hubo de ser. Tal criterio tiene numerosos partidarios y sin duda que, al evocar en nuestro interior la prsonalidad de el mejor y . ms feliz de los hombres (Mem. IV.8.11), todos le adornamos con las amables y humansimas caractersticas con que Platn nos le presenta en estos cuadros deliciosos.

    Pero muchos son tambin los que, con mayor amplitud de miras, consideran que el deseo de dar nueva e inmortal vida al maestro no pudo ser el nico mvil que indujo a Platn a escribir estos dilogos. Para los que as piensan, ya desde un principio tena trazado Platn en sus lneas

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    esenciales el grandioso plan de su obra, dentro del cual estas obras menores cumplen una funcin introductora que no es posible desconocer ni hipovalorar.

    Entre ellas, el Gritn lia atrado invariablemente la universal atencin, no slo por el'arte de que hace gala Platn en el desarrollo de su bellsimo tema, sino tambin por el inters de las ideas expuestas en este dilogo. Platn persigue en esta obra como objeto inmediato el hacer comprender a las gentes las causas por las que Scrates no rehuy la muerte ni acept los medios legales e ilegales de que abundantemente dispuso para eludir su fin. Purga as Platn el recuerdo de su amigo de las acusaciones o sospechas que probablemente amenazaban ya su memoria: ni hasto de la vida, ni orgullo filosfico, ni cobarda moral pesaron sobre Scrates en esa hora suprema; s un religioso sentido del respeto debido a la polis materna y a sus leyes nutricias, y un indomable espritu de fidelidad a s mismo.

    Pero a otro fin an ms alto sirve Platn en este dilogo. En l, Scrates brinda una'de sus postreras y ms excelsas lecciones de virtud, y de virtud cvica precisamente, que es a la que continuamente aspira e incita a todos.

    2 ) E l Critn, dilogo poltico.

    En efecto, el Critn a pesar de su brevedad y de su extremada sencillez est en la lnea de las grandes creaciones pltnicas por su preocupacin predominantemente poltica.

    Jaeger (1) analiza de manera definitiva la significacin que los dilogos menores, tienen dentro de la obra platnica por estar enraizados en toda una problemtica filosfica, que en ellos no aparece en primer plano, pero que es ya un supuesto previo: una problemtica de tinte poltico. Ninguno como el Critn responde a este carcter.

    Si ya en la Apologia (30 a-b), Scrates define su misin como la de educador de los ciudadanos en la verdadera arete, aqu esta aret tiene un nombre, mejor diramos, tiene

    (1) W. Jaeger.Paideia, los ideales de la cultura griega. Fondo de Cultura Econmica. Mxico (1948). V9I. II. pgs. 111 y sgs.

  • VII

    su nombre: la justicia, entendida como la veneracin a la ley de la ciudad. Es decir, que Scrates, que del problema de la justicia haba hecho cuestin vital (Cf. Gorgias, Repblica, Poltico, Leyes, ...), lo afronta aqu en su aspecto ms significativo: la justicia como virtud civica.

    De antiguo vena siendo problema predilecto para los atenienses el de la virtud cvica, y la definicin dice Jaeger (2) que de este concepto suele darse es estar educado en el espritu de las leyes. Pues la ley significaba para el ciudadano de la antigua Atenas algo ms absoluto y vital que lo que, al amparo de una reflexin superfcial, podra concebir una mente moderna. La ley, para el griego, constituye toda una norma de conducta a la que el hombre ha de tributar rendida obediencia. Porque la ley es el soberano de la sociedad (3), que en ella se asienta y de ella se nutre; la sociedad pervive en cuanto la ley subsiste. Si.la sociedad acarrea la muerte de la ley, ella misma perece como privada que queda de la substancia espiritual que la configura; si el individuo desoye el mandato inapelable de la ley, dicta l mismo su propia exclusin de esa comunidad materna en cuyo seno vive* Poique no es posible atacar la permanencia de las leyes, en nombre de un puro utilitarismo, sin atentar mortalmente contra la vida misma de_ la sociedad y contra la sagrada pervivencia de la polis.

    Pues la polis vive de la vida de la ley; sin ley no hay ciudad ( Grit. 53 a). Y lcito es a los ciudadanos introducir modificaciones en las leyes que los rigen, mas slo si actan de comn acuerdo e inducidos por una razn sana y preocupada en la prosperidad de la polis ( Crit. 51 b); y tales modificaciones no supondrn atentado contra el carcter esttico de la ley, que conservar, en toda su integridad, el carcter de suprema norma tica, acerca de lo que es justo o. injusto. Y con ese carcter ha de estar impresa en el corazn de cada uno de los ciudadanos, para que viva en ellos como virtud suprema por la que alienta poderosa

    (2) W. Jaeger. Alabanza dt la ley. Inst. Est. Polit., Madrid. 1953, pg. 49.

    (3) E. Barker. Greek political theory, Plato and Ms predecessors. London (1925) pg. 5-6.

  • .la vida de la polis. Tal es la virtud cvica que durante largo tiempo postularon las ms altas mentes de Grecia, la que anim el espritu del Estado ateniense a lo largo del glorioso siglo v y a la que, en el momento de la quiebra decisiva, ofrend su vida Scrates.

    Scrates conoci los momentos mejores de Atenas, pero hubo tambin de vivir las horas caticas de la ruina del imperio tico. Horas de general disolucin, en que al colapso poltico y econmico del Estado se una el desencadenamiento, ya inevitable, de las funestas consecuencias derivadas de las tendencias sofsticas. Durante todo el siglo v, y en forma ms o menos insidiosa, la propaganda de los sofistas haba venido socavando los principios morales y polticos que constituan el firme asiento del Estado; y as, al finalizar esta centuria, los acontecimientos polticos pusieron de manifiesto la grave crisis en que por obra de una nueva concepcin de la ley, elaborada y difundida por las diversas sectas de sofistas se hallaba inmersa la autoridad moral de la polis. La ley es, ahora, simple funcin de poder; en el mejor de los casos se justificaba utilitariamente como fundamento nico de la seguridad ( i ) . Destituida la ley de su rango esclarecido, se inicia el hundimiento de la polis, como tal sociedad poltica. La forma estatal que haba alumbrado las horas ms gloriosas de la historia ateniense sucumba, antes de que un nuevo sistema se columbrara en el horizonte.

    * * *

    Este es el momento de Scrates. Scrates mide el peligro en todas sus dimensiones y se propone luchar contra l en la medida de sus fuerzas. Postula fundamentalmente el regreso incondicional al antiguo concepto de la ley como salvaguarda de la polis, como norma superior de conducta, como fuente suprema de educacin para los ciudadanos (Apol. 24 d). La ley vuelve a ser saludada nuevamente en ias prdicas de tono tico de Scrates como la fuerza superior y divina a la que el hombre, si es justo, ha de rendir

    (4) W. Jaeger. Alab. de la ley, pgs. 60 y sigs.

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    obediencia; porque las leyes dimanan de la voluntad justa de los dioses ( Grit. 54 d. Cf. dilogo con Hipias en Mem. IV. 4). Regresa as Scrates a los viejos cauces del pensamiento griego en que las meditaciones sobre la naturaleza de la justicia confluyen con las reflexiones en torno a la ley; y de nuevo Omos la antigua sentencia: que justicia no es sino obediencia a la ley ( Grit. 51 a). Pues para Scrates el problema fundamental, en prsencia de la catstrofe poltica de la Atenas finisecular, se centraba en torno a la justicia; al intentar una reconstruccin poltica, un resurgir de la polis, se sita en un terreno tico y consigue que de nuevo y ya para siempre tica y poltica sean una misma cosa.

    Scrates asume una misin de signo, en apariencia, puramente tico; pero de hecho, al combatir la apata y la desmoralizacin que minaban a los individuos, le anima una intencin evidentemente poltica: hacer posible el nacimiento de un nuevo Estado sobre la base de una tica salvadora. Y as, obligado por las circunstancias histricas y con clara conciencia de la limitacin que se impona, Scrates, mentalidad poltica por esencia, se reduce a una tarea tico-pedaggica de la que hizo su misin y a la que se lig entraablemente, haciendo posible de esta manera que el tono moralizador de su apostolado absorbiera para el porvenir toda otra significacin de la figura de Scrates (Tovar) (5).

    Pero no es difcil comprender que Scrates no ha renunciado a su vocacin poltica; que, en realidad, hace poltica a su manera, a la manera que l mismo explica en la Apologa (30 e-31 b. Cf. Mem. 1.6.15 y Gorg.bil d). Scrates, en sus investigaciones en torno a la arel, aparentemente dirigidas en exclusiva al fondo tico del individuo, no echa en olvido la conciencia de que la existencia individual se halla condicionada por lo socialy lo poltico (6); antes bien, lo que persigue es despertar en las gentes el sentido moral del deber poltico; plantear ante sus conciudadanos el pro-

    (5) A. Tovar. Vida de Scrates. Rev. Occid., Madrid (1947), captulo XI, passim.

    (6) W. Jaeger. Paideia, vol. II. pg. 7.

  • Xblema de la pervivencia de la polis; hacer que de nuevo la poltica fuese, no terreno abonado para la codicia de los logreros, sino, como l la senta, suprema razn de la actividad humana y ltima coaccin para la tica. (Tovar). La Apologa y el Gritn son muestras decisivas de la clara intencin poltica de la actividad socrtica.

    Mas Scrates no llega, ni aun lo intenta, a elaborar un ideario poltico. En el Gritn aparece retratada con firmes rasgos su actitud de simple y piadosa sumisin a la ciudad heredada (Cf. la repulsa del individualismo apatrida de Aristipo en Mem. II. 1) y a sus leyes, porque lo que ordena la ciudad, eso es lo justo ( Grit. 51 b); y el hombre, que de la ciudad y de sus leyes recibi vida y educacin y cuantos bienes posee, ha de,Tendit firme acatamiento a estas leyes nutricias, superiores en derechos a los individuos, como madres y seoras (50 d-e); o convencer, si puede, de error a la ciudad, y si a ello no alcanza, acatar sumiso sus sentencias (51 a-c). Pues justicia es obediencia a la ley de la ciudad. Esta fidelidad a la polis materna es la virtud que postulan las Leyes en su solemne requisitoria frente a un Scrates, presunto fugitivo; esta fidelidad es el substrato moral sobre el que Scrates hace descansar toda su tica, tica abocada a lo poltico.

    Tovar ha trazado una hermosa semblanza de este Scrates atento al imperio de lo legal y normal, de lo admitido y consuetudinario, de lo tradicional ( ), por lo que el individuo forma parte de la ciudad, porque el hombre es hombre por completo en su conexin con la ciudad (7).

    * * *

    Scrates, pues, al oponerse al torrente de la disolucin, se alza con un criterio tradicionalista, (8) sumiso a la antigua tradicin griega para la que la polis era la fuente

    (7) A. Tovar. Vida de Scrates, cap. XI, pg. 272 y cap. X II, pg. 296.

    (8) Cf. A. Montenegro, l tradicionalismo poltico de Scrates. Rev. Est. Polit. L X X II. Nov-Dic. 1953, pgs. 37-64.

  • XI

    de los bienes supremos de la vida y de las normas de vida ms altas.

    Scrates seguimos citando a Jaeger (9) es uno de los ltimos ciudadanos en el sentido de la antigua Grecia de la polis. Y es al mismo tiempo la encarnacin y la suprema exaltacin de la nueva forma de la individualidad moral y espiritual. En este dualismo, en este imposible equilibrio tan finamente analizado por Tovar, reside la clave del carcter siempre enigmtico de Scrates. En l tenemos tambin la explicacin de su trgico fin. El ironista Scrates nos invita en la hora de su muerte a una ltima meditacin sobre su grave irona, al afrontar basado en hermossimas razones de inquebrantable lgica, una muerte, absurda para sus amigos, que, sin embargo, no acertaron a ver que el absurdo no resida tanto en el hecho de que Scrates muriera injustamente por seguir los imperativos de la justicia, como en la definitiva quiebra del Estado que esa muerte supona.

    3) Composicin del Critn.

    La estructura de este dilogo es extremadamente sencilla. Nos sita Platn en la celda en que su maestro espera la muerte, a la hora del alba de la vspera del da en que Scrates ha de morir; o de la antevspera si queremos tambin nosotros dar crdito al sueo socrtico (44 a-b). Despus de un breve dilogo (43a-44b), Critn, a quien la serenidad de Scrates llena de desconcierto, comienza a instar al maestro par que consienta en salvarse a costa de lo que sea. Scrates escucha con tranquila mesura las acuciantes razones de Critn (45a-46a) y, una vez que ste parece haber concluido de hablar, se dispone a refutarle pacientemente.

    Comienza Scrates por hacer profesin de su fe en la razn (46 b y sgs.), en aquella razn que gui sus pasos en la vida y a la que sigue venerando lo mismo que antes. Invita a Critn a que juntamente con l considere el

    (9) W. Jaeger. Paideia, II, pg. 89.

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    asunto a la luz de esa razn amiga. Despus de dejar bien sentado cmo base de su argumentacin, que slo ha de ser atendida la opinin de los discretos (47a-48a), y que se ha de apreciar no tanto el vivir como el vivir bien, y que una misma cosa es el bien y la honestidad y la justicia (48 b) refutando as lo que constitua el nervio del pattico alegato de Critn en pro de la fuga salvadora , entra Scrates de lleno en el terreno de lo que es el fondo del dilogo: la defensa de la ley de la ciudad.

    Siguiendo un modo que fu sin duda muy socrtico y del que Platn nos conserva otras muestras, Scrates comienza por una breve exhortacin (48 c-d) a la que sigue el dilogo elnctico (49 a-e) en el que se discute si es lcito en algn caso, sea el qu sea, obrar injustamente: Critn reconoce que, en efecto, nunca es lcita la accin injusta. Scrates exhorta a Critn a que Considere las consecuencias de la conformidad que declara, mas ante la insistencia de su amigo, lanza su ltimo y definitivo ataque: que los convenios que los hombres establecen, si son justos, han de ser mantenidos a costa de lo que sea, si no queremos obrar contra justicia; y, por tanto, si escapamos de aqu nosotros sin haber logrado persuadir a la ciudad, ... nos mantendremos en lo que hemos convenido que es justicia o no? (49e-50a). En este momento Critn confiesa que no le es posible responder, pues no conprgnde la pregunta de Scrates. No espera ste ms para lanzarse a la demostracin que pretende: que intentar la huida sera una accin contra justicia, un atentado contra lo que es ms sagrado para el hombre: la polis y sus leyes (50b-53d), con las que l, Scrates, ha establecido voluntariamente acuerdos inviolables.

    Deseoso Platn de dar una especial fuerza pattica a las palabras de Scrates en este momento augusto, supone que las Leyes personificadas hablan al maestro un lenguaje divino y lleno de dignidad, en el que Scrates repite a Critn, y s, repite a s mismo, todas las razones que clamorosamente resonaban en su interior (54d), desde que el inicuo proceso tuvo comienzo, y que le inducan a aceptar el resultado del mismo, fuera cual fuere, por un religioso respeto a la ley de la ciudad.

  • XIII

    Asi aora declara su decisin de acatar la sentencia, no sin invitar cortsmente a Critn a hablar, si crees que puedes conseguir algo (54 d). Mas Critn nada dice y confiesa melanclicamente que no le es posible rebatir las palabras supremas de las leyes. Obremos, pues, as, pues que as lo quiere la divinidad, dice Scrates, cerrando la amistosa discusin con este llamamiento a la aceptacin de la voluntad divina, que aparece as identificada con la ley de la ciudad.

    4) P e r s o n a j e s d e l Cr it n . H i s t o r ic i d a dDE ESTE DILOGO.

    Scrates aparece a nuestros ojos en este dilogo rodeado de ese halo anglico que acaso l de ningn modo hubiera deseado, pero que para nosotros est indisolublemente unido a su recuerdo: es el Scrates , el Scrates que est en presencia de la muerte. Pero ste no es sino nuestro especial modo de evocarlo: de hecho, Platn, interpretando con genial arte la que fue, sin duda, actitud socrtica en aquellos treinta das que transcurrieron entre la sentencia y la muerte, nos presenta a su amigo en un cuadro lleno de simptica naturalidad: vivos estn en l en este instante supremo su buen humor, su amable gravedad, su sencillez y cortesa; vivos tambin su espritu dialctico, su lgica rigurosa y su conciencia de misin. No hallamos, en cambio, rastro alguno de su acostumbrada irona, sino antes bien una crepuscular gravedad muy en consonancia con el clima pattico del dilogo; muy a tono tambin con el carcter de intimidad que a la conversacin entre los dos viejos amigos ha sabido comunicar el genio potico de Platn. Porque entre las muchas bellas cualidades que, desde un punto de vista estrictamente formal, sera posible apreciar en esta obra, una de las ms notables, a nuestro juicio, es la de ser muestra perfecta del dilogo entre amigos; la disputa tiene el tono clido del ms noble sentimiento entre humanos: al empeo enconado de Critn en lograr que el maestro se salve de la muerte, responde Scrates que siempre era til a sus

  • XIV

    amigos con su denonado esfuerzo por sacar a Gritn de una postura equivocada y contraria a la virtud.

    Pero quin es este Critn que slo en este dilogo se nos presenta en un primer plano tan honroso? Las referencias, escasas, que de l tenemos encajan perfectamente en el carcter que a lo largo de estas pginas ostenta. Critn es un amigo; es, acaso, el amigo por excelencia de Scrates. Compaero de demo y de su misma edad, tempranamente hubo de entablar relacin con Scrates, tributndole primero su admiracin y recurriendo a l en busca de consejo (Eutid. 304 a-306 c y Mem. II.9); hacindole ms tarde entrega rendida d su afecto ms desinteresado y de su proteccin. Pues Critn era hombre rico y, cuando las consecuencias calamitosas de la Guerra del Peloponeso empezaron a dejarse sentir, abatindose prin- palmente entre los ciudadanos modestos (entre ellos, Scrates), Critn, que hasta entonces haba administrado la fortuna de Scrates (unas ochenta minas de capital, al parecer), cuida por todos los medios de que nada falte a su amigo que, dedicado por entero al cuidado de las almas, no poda atender a las perentorias exigencias de la vida diaria. Critn no es una mente filosfica, pero es un hombre capaz de nobles preocupaciones espirituales e interesado en los problemas de la educacin; fu, sin duda, un espritu sensible capaz de apreciar en todo su valor la talla gigante de Scrates. Di al maestro lo que ste ms amaba: su amistad. Cuntas veces nos le presenta Platn, no podemos por menos de rendir homenaje a su actitud solcita, al entraable acento de su amistad, con l dialoga por ltima vez Scrates ( Fed. 118 a), a l cabe el privilegio doloroso de cerrar para siempre los ojos y la boca del maestro muerto (ibid.). Escasas son, hemos dicho, las referencias sobre Critn, pero conformes todas en reconocer la sana condicin de su personalidad: esto apoya la idea del carcter histrico, en lo esencial, del dilogo en que Platn nos le presenta repitiendo tozudamente a Scrates que le haga caso y se Salve.

    * * *

  • XV

    Porque el problema de la historicidad en este dilogo como en tantos otros en que igualmente se plantea no es soluble sino con las armas del buen sentido. Es natural suponer que pudo haber, que tuvo que haber, entre Scrates y sus amigos, conversaciones en que discutiran la necesidad de que el maestro se salvara por cualquier medio, y sin duda l se negara suave y resueltamente a hacerlo, apoyndose en las hermosas y lgicas razones que expone Platn en su dilogo. Probablemente el viejo Critn no dejara de insistir hasta el ltimo momento, y nos parece justa recompensa a su solicitud que Platn haya querido hacer de l el mximo representante, para la posteridad, de ese pattico inters con que los amigos de Scrates acuciaron al filsofo para que escapara a las garras de una injusta sentencia. En este dilogo se nos ofreren, artsticamente sintetizadas, todas esas amistosas polmicas, con el triunfo de Scrates, dueo del mejor razonamiento.

    5) E l t e x t o .

    Nos hemos atenido, en general, a la tradicin de los manuscritos aunque en algunos casos hemos aceptado las lecciones de la excelente edicin de Burnet.

  • S I G L A

    B = codex Bodleianus 39.T = codex Venetus Marcianus 4.

    W = oodex Vindobonensis 54.

    Recentiores manus eorum librorum litteris B T W significantur

    codd. = codicesin marg. = in margineom. = omittit, omittuntrecc. = recentesrecep. = recepit, receperuntsecl. = seclusit, secluserunttrib., = tribuat, tribuunt

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  • ClTON

    SCRATES, CRITN

    Scr. Cmo aqu, a estas horas, Critn? No es an 43 muy pronto?

    Crit . Muy pronto, desde luego.Scr. Qu hora, aproximadamente1?Crit . La del alba.SCR. Me sorprende que haya querido hacerte caso el

    guardin de la prisin.Crit . Amigo mo es ya, Scrates, por mi mucho t y

    venir ac, aparte de que algn provechillo ha sacado tambin de m.

    Scr. Acabas de llegar o hace ya tiempo?Crit . H ace un buen, rato.Scr. Y por qu no me has despertado en seguida, b

    sino que te ests ah sentado en silencio?Crit .-Por Zeus, Scrates, tampoco a m me gustara

    tener que aguantar tan largo insomnio en medio de un pesar tan grande. Pero cierto es que llevo un largo espacio admirado de ver cun apaciblemente duermes. Y de intencin no te despertaba, para que pases el tiempo en la mayor tranquilidad. Verdaderamente, muchas vecs ya, durante toda tu vida, envidi tu carcter, pero mucho ms an en la desgracia ahora presente, al considerar con cunta serenidad y mansedumbre la sobrellevas.

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  • 2Scr. En verdad, gritn, que sera importuno, a mis c aos, irritarme porque hay que acabar ya.

    Crit. Tambin otros de tu misma edad se ven cogidos en tribulaciones como sta, Scrates, pero en nada les impiden los aos de afligirse por su suerte.

    Scr. As es. Pero por qu has venido tan pronto?Crit . Porque traigo una noticia, Scrates, terribleno

    para ti, a lo que veo , pero s terrible y dura para mi y para tus amigos todos; por mi parte, no creo que pudiera recibir otra ms dura.

    Scr. Qu es ello? Ha llegado tal vez de Dlos la d nave (1), a cuya llegada preciso es que yo muera?

    Crit . No, no es que haya llegado; pero probablemente estar aqu hoy, segn las nuevas que traen algunos que vienen de Sunio (2) y la han dejado all. Segn stos, no hay duda de que llegar hoy, y en consecuencia fuerza ser, Scrates, que maana acabe tu vida.

    Scr. Pues si as agrada a los dioses, Critn, as sea en buena hora. Pero n creo que llegue hoy.

    Crit . De dnde esa seguridad? 44Scr. Te lo voy a decir. Segn parece, yo debo morir a

    al da siguiente de aquel en que llegue la nave, no es as?Crit .-As dicen los que son rbitros en estas cosas.Scr. Pues por eso es por lo que no creo que llegue hoy

    la nave, sino maana. Me fundo en un sueo (3) que he

    (1) La nave sagrada de Dlos sala todos los aos del puerto del Preo, cargada de ofrendas con destino al templo de Apolo que se alzaba en la isla de Dlos, consagrada al dios pitio; mientras la nave estaba ausente del puerto de Atenas, no poda darse cumplimiento a ninguna pena capital. En esta ocasin, la nave era portadora, adems, de un coro ateniense que acuda a participar en la gran fiesta cuadrienal en honor al dios.

    (2) El promontorio de Sunio se alzaba a gran altura en la extremidad SE de la tierra tica.

    (3) * Al parecer, Scrates da crdito, como es corriente en su poca, al valor admonitorio de los sueos, aunque Tovar cree que Platn hace soar demasiadas veces a su maestro. De esta ingenua fe en el testimonio de los sueos tenemos muestras en Herdoto y en Homero, y con gran frecuencia en Jenofonte.

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    C) codd.: Cobet.

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    tenido esta noche, hace un momento. Y sin duda que has sido muy oportuno al no despertarme.

    Crit . Y qu sueo ha sido se?Scr. Parecame que una mujer hermosa y de noble b

    aspecto, vestida de blanco, se acercaba a m, y llamndome por mi nombre me deca: Scrates, al tercer da llegars a la frtil Fta ().

    Crit. Extrao sueo, Scrates.Scr.-^-Y muy significativo, al menos para m, Critn.Crit . S, tal vez demasiado, en verdad. Pero, vamos,

    Scrates, desconcertante amigo, por favor: hazme caso y slvate. Que para m, si murieres, no es una sola desgracia, pues aparte de verme privado de un amigo cual jams hallar otro semejante, adems de eso, muchos de los qu no nos conocen bien a ti y a m, creern que pudiendo yo o salvarte, si hubiera querido gastar dinero (5), lo he descuidado. Y puede haber fama ms vergonzosa que sta - de parecer estimar en ms el dinero que a los amigos* Porque la mayora no creer que t mismo te negaste a salir de aqu, a pesar de nuestros ruegos.

    Scr. Y qu se nos da a nosotros, buen Critn, de esa opinin de la mayora? (6). Pues los ms inteligentes, de quienes razonablemente ms hemos de cuidarnos, creern' que estas cosas sucedieron tal como realmente hayan sucedido. '

    3

    (4) Cf. II., IX , 363.(5) Es sabido que Critn dispona de una buena fortuna, y que

    era por otra parte hombre generoso y protector incansable de Scrates; Critn hace posible a su amigo el disfrute de lo que ste llamaba la mejor posesin: el ocio filosfico (Jenof., Bariq. 4. 44).

    (6) Este desprecio de Scrates por la opinin de la mayora es ostensible tambin en Qorg. 474 b y Rep. 492 y sigs.

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  • 4Crit . Pero t mejor que nadie sabes, Scrates, que d tambin hay que cuidarse de- la opinin del vulgo. Pues precisamente en estas cosas que ahora suceden, se hace claro que capaz es el vulgo de llevar a cabo no slo los males ms pequeos, sino aun los mayores, contra aquel que haya incurrido en su clera.

    Scr. Ojal, Critn, fuera el vulgo capaz de hacer los males mayores, para que fuera tambin capaz de los ms grandes bienes! Eso sera magnifico. Pero, en realidad, ni de una ni de otra cosa es capaz (7). Pues no hay en l poder de hacer a otro ni cuerdo ni insensato, sino que en todo procede a impulsos del azar.

    Crit . Sea como t dices. Pero..., vamos a ver, Scrates, e dime. Tal vez temes por m y por los dems amigos, que, si t sales de aqu, vayan a perjudicarnos los sicofantas (8) por haberte sacado, y que nos veamos por eso obligados a perder toda nuestra fortuna o buena parte de ella, o a sufrir cualquier otra cosa a ms de stas? Pues, si tal temes; 45 desecha esa idea: que justo es, sin duda, que corramos a este riesgo por salvarte, y aun otro mayor si forzoso fuere. , Hazme caso, pues, y no obres de otro modo.

    Scr. Todo eso temo, Critn, y otras muchas cosas.Crit . Pues no tengas esos temores..., porque, en reali

    dad, hay quienes por no mucho dinero estn dispuestos a salvarte y a sacarte de aqu. Adems, no ves que estos sicofantas tambin son muy baratos y no hara falta mucho

    (7) Las afirmaciones de Scrates convienen con la idea, en l tpica, de que el conocimiento engendra necesariamente el bien, pues la virtud no es sino conocimiento y el mal no es otra cosa sino ignorancia.

    (8) Loa sicofantas eran denunciantes de profesin que hacan imposible la vida a los atenienses con sus constantes amenazas de delacin.

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  • dinero para ellos? Yo creo que te bastara con lo mo; pero, si en tu solicitud por m, no te parece bien que me lo gaste, 6

    .aqu tienes a estos extranjeros, dispuestos a dar lo que haga falta: uno incluso, Simias (9), el tebano, ha trado, l slo, dinero suficiente para este asunto; dispuesto est tambin Cebes y otros muchos; de manera que, te lo repito, por tales temores, no desistas de salvarte. Ni, como decas ante el tribunal (10), sea para'ti dificultad el saber c cmo has de vivir al salir de aqu, pues adondequiera que vayas te recibirn bien; y si quieres ir a Tesalia, all tengo - amigos que te honrarn en mucho y te darn seguro asilo, de modo que no habr nadie en Tesalia que te haga dao.

    Adems, Scrates, me parece que intentas una accin que ni siquiera es justa: entregarte cuando puedes salvarte, y apresurarte a hacer contra ti mismo cosas tales, que slo tus enemigos procuraran, ... y procuraron, en efecto, deseosos de perderte. Creo, adems, qiie traicionas a tus hijos, pues pudiendo criarlos y educarlos, los dejas en abandono", de modo que, en lo que de ti depende, eso se har sabe Dios cmo, y su suerte ser, claro es, la que suele estar reservada a los hurfanos en las orfandades. Pues menester es o no dar vida a los hijos o cargar con todas las penalidades que acarrean su crianza y educacin; mas t, a mi parecer, has elegido lo ms fcil. Sin embargo, se ha de elegir como lo hara el hombre honrado y valeroso, sobre

    (9) Simias y Cebes, que aparecen en el Fedn discutiendo con Scrates, son dos tebanos ricos, discpulos de Filolao, filsofo de tendencia mstico-pitagrica; fueron muy amigos de Platn.

    (10) Cf. AVol. 34b-38d.

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    6) : inscnptum in Socratis imagine (cf. C. I. G. I l l , 843, nm. 6115), recep. Burnet || TW: .

  • Gtodo cuando uno dice y repite que se ocupa durante toda la vida en el ejefcicio de la-virtud. Yo,' verdaderamente, e me avergenzo por ti y por, nosotros, tus amigos, de que pueda parecer que todo este asunto tuyo ha sido llevado con una cierta cobarda por nuestra parte: tu comparecencia ante el tribunal (11); cmo, habindose podido evitar, tuvo lugar; el curso mismo del proceso; y, para remate, este final verdaderamente ridculo. Parecer pudiera que puesto que ni t a ti mismo, ni nosotros te salvamos 40 es que hemos rehuido este asunto simplemente por falta a de valor, por cobarda, siendo como es cosa fcil y hacedera, si hubiera en nosotros algn inters por pequeo que fuse. Cuida, pues, Scrates, de que no venga esto a parar en dao y deshonra tuya y nuestra. As pues, reflexiona; aunque ya no es tiempo de reflexionar, sino de decidir; y slo una decisin es posible, pues en la prxima noche ha de estar hecho todo esto; si esperamos algo ms, ya no ser posible hacer nada. Vamos, pues, Scrates, hazme caso sin vacilar y en manera alguna obres de otro modo.

    S c r . Querido Critn, tu solicitud muy estimable sera & si se aliara con alguna, rectitud. Mas, si no es as, cuanto mayor, ms enfadosa. Menester es, pues, que consideremos si se ha de obrar as o no; que yo no por primera vez ahora, sino de siempre he sido de tal condicin que a ningn otro impulso he cedido sino a la razn que, en mis reflexipnes, se, me aparece como la mejor (12). Mas no puedo rechazar ahora los razonamientos que en otro tiempo profesaba, filo porque me haya sobrevenido esta adversidad, sino que me siguen pareciendo, por as decirlo, iguales, y honro y venero los mismos que antes. De modo que si no pode- c

    (H) Scrates poda haberse abstenido de comparecer ante el tribunal, si se hubiera decidido a abandonar Atenas. Incluso, aun habiendo comparecido, le hubiera sido fcil lograr una sentencia favorable apelando a la piedad de los jueces o valindose de mil recursos: pero por la Apol. nos e3 bien conocida cul fu su actitud: cf. Apol. 34 c y sgs.

    (12) Sobre este fiel acatamiento de Sorates a la razn, cf. Gory. 475 d.

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  • 7mos ahora exponer otros mejores que aqullos, sbelo bien q\ie no te obedecer, ni aunque el poder de los ms intentara amedrentarnos como a nios con males mayores que los ahora presentes, poniendo ante nuestros ojos, prisin y muerte y privacin de riquezas. Cmo, pues, consideraramos estas cosas ms discretamente? Y si empezramos por examinar de nuevo ese. argumento que hace un momento aducas t con respecto a las opiniones? Era o no acertado aquello que solamos decir, que se ha de prestar atencin a unas opiniones y a otras no? O tal vez era acertado antes de que yo tuviera que morir,, pero ahora ha venido a resultar que lo decamos en vano, por hablar, y que en realidad no eran sino chiquilleras y simplezas? Vivamente deseo, Critn, examinar juntamente contig si en algo he de cambiar de opinin ahora que me encuentro en estas circunstancias, o si todo sigue igual; y si debemos mandar a paseo a quel razonamiento o seguirle. Segn yo creo, solan sobre poco ms o menos decir los que se tienen por entendidos, lo que deca ya hace un momento: que de las opiniones que forjan los hombres, debemos estimar unas en mucho, y otras no. Esto, Critn, e por los dioses, no te parece que est bien dicho? Porque t, al menos en cuanto a lo que humanamente se puedeprever, ests lejos de tener que morir maana, y por tanto 47

    ano parece que pueda ofuscarte el inminente peligro. As pues, reflexiona. No te parece que hay razn sobrada para decir que no se han de honrar todas las .opiniones de loshombres, sino unas s, otras no? Ni las de todos, sino las de unos, mas no las de otros?. Qu dices? No est bien dicho esto?

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  • Crit. Bien dicho est.Scr. Honraremos, pues, las buenas y no las malas?Crit . As es.Scr. Buenas son las de los hombres sensatos, malas

    las de los necios, no es as? (13).Crit. Cmo no?Scr. Veamos, pues, qu es lo que se quera decir con

    todo esto. Un hombre que se ejercite en la gimnasia, al obrar as, presta atencin a la alabanza o reproche y a la opinin de cualquier hombre, o a la de slo aquel que sea precisamente mdico o pedotriba? (14).

    Crit. De slo ste.Scr. Por tanto, menester es que tema los reproches

    y desee las alabanzas de solo ste, mas no las de la mayora.

    Crit . Desde luego.Scr. Portanto, pues, obrar y se ejercitar, y comer

    y beber, segn la opinin de solo aquel que es gua y entendido en el asunto, y la antepondr a la opinin de todos los dems.

    Crit. A s es.Scr. Bien. Y si no obedece a ste y slo a ste, sino

    que menosprecia su opinin y sus alabanzas, y honra en cambio las del vulgo que no entiende, no ha de sufrir lgicamente algn dao?

    Crit. Pues cmo no?S c r . Y q u m a l es ste y a q u a fe c ta y a q u e le

    m e n to d e lo s d e l d e so b e d ie n te ?Crit. Sin duda que al cuerpo; pues ste se va corrom

    piendo.(13) Nuevamente reitera aqu Scrates su creencia en la equiva

    lencia entre virtud y conocimiento, entre maldad e ignorancia, principio del que deriva toda la tica socrtica (Tovar).

    (14) El pedotriba era el encargado de dirigir en la palestra los ejercicios gimnsticos a que con tanto entusiasmo se dedicaban los griegos en todas las pocas de su vida. Sabido es que los gimnasios y palestras eran los lugares a que con mayor gusto acuda Scrates en busca de interlocutores.

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  • Scr. Bien dices. Y lo mismo sucede, Critn, en las dems cosas, para no ir enumerndolas todas. As pues, en lo justo y lo injusto, en lo innoble y lo noble, en lo bueno y lo malo, cosas que son precisamente el objeto de nuestra actual discusin (15), debemos seguir la opinin d de la mayora y temerla, o slo la del entendido si es que hay alguno , al cual hemos de respetar y temer ms que a todos los dems juntos? Pues si a un hombre tal no obedecemos, corromperemos y daaremos aquello que se haca mejor con la justicia y peor con la injusticia. No es tal como digo?

    Crit. Yo as lo creo, Scrates.Scr. Veamos, pues. Si lo que se perfecciona con un

    rgimen higinico, pero se corrompe con un rgimen malsano, lo dejamos perder por seguir una opinin que no es la de los entendidos, nos ser realmente posible vivir, una vez corrompido esto? Esto que, segn creo, es el e cuerpo, no?

    Crit. S.Scr. Nos ser posible vivir con un cuerpo miserable

    y corrompido?Crit. De ningn modo. Scr. Y cuando se haya corrompido aquello a lo que

    la injusticia daa y beneficia la justicia? (16). Tal vez creemos de menos valor que el cuerpo, esta parte de nosotros mismos, sea cual sea, a la que se refieren la injusticia 48 y la justicia? a

    Crit. De ningn modo.Scr. Entonces, es ms valiosa?Crit. Mucho ms, ciertamente.Scr. Por tanto, queridsimo, no debemos cuidarnos

    (15) Esta enumeracin de virtudes concretas (con sus vicios opuestos) consideradas en conjunto cmo objeto nico de la discusin, constituye un esbozo de lo que era el pensamiento ntimo de Scrates: una virtud nica, de la que esas manifestaciones concretas no son sino apariencias o aspectos.

    (16) En Gorg. 477 c, se afirma tambin que la injusticia es un mal del alma.

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  • 10

    tanto de lo que dir el vulgo de nosotros, sino de qu dir el que es entendido en lo justo y lo injusto: slo l (17) y la Verdad en s misma deben preocuparnos. De modo que, en primer lugar, no te conduces bien al juzgar que debemos preocuparnos en la opinin del vulgo con respecto a las cosas justas, nobles y buenas, as como a sus contrarias. Aunque no faltar, naturalmente, quien diga: Si, s, pero muy capaz es el vulgo de darnos muerte.

    Cr it Sin duda que as es. Podra decirlo, Scrates j> - Razn tienes. .

    Scr. Bien est; pero, a mi parecer, amiguito, este razonamiento que hemos desarrollado sigue siendo tal como antes era. Reflexiona ahora a ver si tambin este otro conserva o no su autoridad para nosotros: que no se ha de tener en la mayor estima el vivir, sino el vivir bien.

    Crit. Claro que la conserva.Scr. Y que el bien y la honestidad y la justicia son

    una misma cosa (18), lo seguimos manteniendo o no?Cr it Lo seguimos manteniendo.Scr. Por tanto, se ha de considerar segn esto en lo

    que de acuerdo estamos, si es justo o no que yo intente salir de aqu, no permitindolo los atenienses. Y si resulta c ser justo, intentmoslo; y si no, dejmoslo. Con respecto a las consideraciones que acabas de hacerme sobre gasto de dinero, buena fama y crianza de hijos..., mira, Critn, no sea stas realmente razones propias de los que tan fcilmente hacen matar a cualquiera como le haran resucitar si de ello fueran capaces, sin pararse en reflexiones; es decir, de ese vulgo. Pero nosotros, puesto que as lo exige la razn, no consideremos otra poSa sino lo que

    (17)' Esto es, Dios, identificado aqu con la Verdad, concebida como un atributo esencial de Dios.

    (18) Aqu se expresa con mayor claridad el pensamiento unitario de Scrates; vase nota 15.

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  • 11

    ahora mismo decamos: obraremos justamente granjendonos con dinero y con favores a los que estn dispuestos a sacarme de aqu, siendo nosotros a un mismo tiempo d medianeros de la huida y fugitivos? 0, por el contrario, obraremos en' realidad injustamente al proceder de este modo? Y ' si es manifiesto que obramos en esto contra justicia, no sea menester ya tener en cuenta si habremos de sufrir, sin movernos de aqu e inactivos, la muerte o cualquier otra adversidad, con tal de no obrar injustamente.

    Cbit . Bien dices, a mi parecer, Scrates. Mira, pues, qu hemos de hacer.

    Scr. Considermoslo en comn, mi buen amigo; y si de algn- modo puedes refutar mis razones, hazlo y yo te e obedecer. Pero si no puedes, deja ya, buen Critn, de repetirme una y otra vez el mismo consejo: que debo marcharme de aqu, aun contra- la voluntad de los atenienses. De verdad te digo que yo tengo gran inters en lograr en este asunto tu conformidad y en no hacer nada contra tu-deseo. Mira, pues, si te parece bien establecida la base de nuestra argumentacin y procura contestar- 49 como mejor creas a mis preguntas. , a

    Crit .-Lo procurar.Scr. Afirmamos que en ningn caso se ha de hacer

    injusticia voluntariamente, o en ciertos casos s y en otros no? No es en modo alguno bueno ni hermoso el obrar contra justicia, como en otrs muchas ocasiones anteriores hemos convenido? O acaso todos aquellos nuestros antiguos acuerdos han venido por tierra en estos pocos das? Tal vez, Critn, ha podido suceder que hombres de nuestra 6 edad hayan estado tanto timpo departiendo uno con otro

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  • 12

    muy seriamente, sin advertir que en nada diferan de unos nios? ,0 siguen, sin reserva alguna, nuestras convicciones tal como entonces las mantenamos: que diga lo que diga el vulgo y sanos o no forzoso sufrir cosas peores o mejores q re stas, el hecho es que obrar con injusticia es, en cualquier caso, un mal y una deshonra para el que tal hace? Estamos conformes o no?

    Crit . S lo estamos.Scr. Luego de ningn modo se ha de obrar injusta

    mente.Crit . No, desde luego.Scr. Luego ni aun el que sufre injusticia ha de con

    testar con injusticia, como cree el vulgo; ya que en manera alguna se ha de obrar injustamente.

    Crit . Es evidente que no. cScr. Bueno, Critn, y hemos de causar perjuicio a

    otro o no?Crit . Desde luego que no, Scrates.Scr. Y es justo, com o dice el vulgo, o^no, que el que

    sufre algn dao responda con nuevos daos?Crit . D e ningn modo.Scr. Como que el hacer dao a otro en nada difiere

    del obrar injustamente.Crit . Dices verdad.Scr. Luego ni se ha de responder a la injusticia ni se

    ha de1 hacer dao a hombre alguno, ni aunque se sufra lo que se sufra por culpa de ellos. Mucho ojo, Critn, al mos- d trarte conforme en esto (19), no sea que vayas a caer en contradiccin. Pues bien s que a muy pocos parece y parecer as; y entre los que juzgan y los que no juzgan de este modo no hay acuerdo comn, sino que, por fuerza, viendo unos y otros sus respectivos pareceres, mutuamente se menosprecian. Examina, pues, t tambin atentamente si ests de acuerdo conmigo y si eres de mi parecer; y si

    (19) En el Gorgias mantiene Scrates decididamente esta opinin contra los ataqes de Polo y Caliles; cf. 469 b-c, 472 e-473 a, 508 b y siga. Bien saba Scrates (Cf. Rep. I. 355) el escndalo y risa que tal opinin provocaba, y as previene a su amigo para que considere atentamente si puede o no dar su conformidad en este punto.

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  • 13

    as es, iniciemos nuestra deliberacin, partiendo del principio de que jams es recta la accin injusta, ni la rplica a la injusticia, ni devolver mal por mal. O mira si, por el contrario^ prefieres volverte atrs y no ests conforme con ese principio fundamental. A m me sigue pareciendo e atora t(an cierto como en otro,tiempo; pero, si t opinas de otro modo, sea cual sa, habla y explcalo. Mas si persistes en nuestras convicciones anteriores,' escucha lo que sigue.

    Crit . Persisto en ellas y estoy de acuerdo contigo Habla, pues.

    Scr. Entonces, he aqu lo que voy a decir; o mejor, a preguntar: aquellas cosas en las que se est conforme con alguien y que son justas, se han de hacer o se han de burlar?

    Crit. Se han de hacer.Scr. Pues fjate bien en lo que de esto se deduce. Si

    escapamos de aqu nosotros sin haber logrado persuadir a la ciudad, hacemos dao a alguien y precisamente a quienes de ningn modo debemos hacerlo o no? Y nos mantenemos en lo que hemos convenido que es justicia o no?

    Crit . No puedo contestar, Scrates, a lo que preguntas, pues no lo entiendo.

    Scr. Considera, pues, lo siguiente. Supongamos. que al pretender nosotros escapar de aqu, o como haya que llamar a eso, llegndose las leyes y el Estado a nosotros, nos preguntaran: Dinos, Scrates, qu es lo que vas a hacer? Qu otra cosa tramas con esta empresa que intentas, si no es arruinarnos a nosotras las leyes y a la ciudad b toda, en lo que de ti depende? Te parece posible que subsista sin arruinarse aquella ciudad en la que las sentencias pronunciadas nada pueden, sino que son despojadas de su autoridad y destruidas por los particulares? Qu diremos, Critn, a tales preguntas y a otras por el estilo?

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    c) ? codd: Heindorf || : Stephanus.Burnet.

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  • 14

    Cuntas cosas podra sobre todo un orador (20) decir en favor de esta ley que nosotros intentamos aniquilar, la cual establece que las sentencias, una vez pronunciadas, tienen plena autoridad! Pero podramos acaso contestarles: Es que la ciudad nos trataba con injusticia y sentenciaba sin rectitud. Diremos esto?

    Crit . S, por Zeus, "Scrates.Scr. Y supongamos que las leyes entonces nos dicen:

    Es esto, Scrates, lo que se convino entre t y nosotras? No fu ms bien que respetaras los juicios que pronunciare la ciudad? Y si nos sorprendiramos de or tales palabras, podran ellas sin duda decir: No te admires, Scrates, de nuestras palabras, y contesta, t que tan acostumbrado ests a usar de preguntas y respuestas. Vamos, pues, qu es lo que nos echas en cara nosotras y a la ciudad para intentar destruirnos? En primer lugar, no te dimos nos- d otras la vida, pues que por nosotras tom tu padre a tu madre y te engendr? Di'; pues, entre nosotras las leyes, tienes algo que reprochar a las que ordenan los matrimonios? Algo en que no estn bien? Nada, dira yo. Y a las referentes a la crianza de los hijos, y a la educacin en la que t tambin fuiste formado? Aquellas de nosotras que con respecto a esto fueron establecidas, no gobernaban bien al ordenar a tu padre que te educara en la msica y en la gimnasia? S, dira yo. Pues, entonces, e si gracias a nosotras naciste y fuiste criado y educado, puede caber en ti ni por un mmento la idea de que no eras hijo y aun esclavo nuestro (21), t y tus progenitores?Y si es as, crees que tus derechos pueden ser los mismos que los nuestros? Y que es justo que, a lo que nosotras intentemos hacerte, pretendas t responder de igual ma-

    (20) Hay aqu, tal vez, un cierto deje irnico, en medio de la gravedad de que reviste Scrates su argumentacin, contra los oradores y sus habilidades retricas; irona achacable, probablemente a Platn.

    (21) Esta idea, extraa al derecho moderno, es, en cambio, fundamental para los antiguos, y clave por tanto para la comprensin del dilogo. La ciudad y las leyes son sagradas; los derechos del individuo, frente a ellas, prcticamente nulos.

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  • 15

    era? Pues, sin duda, que t no creers que tus derechos son iguales a los de tu padre o a los de tu amo, si es que lo tienes, de manera que puedas responder con la misma moneda a lo que te hagan, ni replicar si fueras injuriado, ^ ni contestar con golpes a los golpes, ni otras muchas cosas por el estilo. Pero, en cambio, va a serte lcito con respecto a la patria y a las leyes que, si nosotras determinamos eliminante, porque nos parece justo, tambin t a tu vez intentes en la medida de tus fuerzas destruirnos a nosotras las leyes y a la patria; y al hacer esto, afirmars que obras bien, t, el que muy de veras se cuida de la virtud? 0 quiz es qu eres tan sabio qu se te oculta que ms preciosa que la madre y el padre y que los dems antepasados todos es la patria, y ms venerable y ms sagrada y de ms alta b estima entre los dioses y entre los hombres que son discretos; y que es fuerza venerarla y obedecer y halagar ms a la patria, si se irrita, que al padre; y o persuadirla o hacer lo que mande; y si manda sufrir algo, sufrirlo con mansedumbre, sea seT azotado, sea ser cargado de cadenas; y si\

    a la guerra te enva para ser herido o muerto, as ha de hacerse; y eso es justicia. Y no se ha de ceder ni retroceder ni abandonar el puesto, sino que en la guerra y ante' el tribunal y dondequiera que sea, se ha de hacer lo que c manden la ciudad y la patria; o, si no, convencerla segn justicia. Porque hacer violencia a una madre o a un padre no es piadoso, pero an menos a la patria. Qu diremos a esto, Critn? Que dicen verdad las leyes o no?

    CpiT. Y o creo que s.

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    Scr.-Considera, pues, Scrates diran, sin duda, las leyes , si decimos verdad al afirmar que lo que contra nosotras intentas, no es intento justo. Pues nosotras adems de haberte engendrado, criado y educado, te hemos dado tambin participacin en todos cuantos bienes hemos podido, a ti y a todos los dems ciudadanos; a pesar de lo d cual, tenemos por lcito que cualquier ateniense que as lo desee, una vez que haya entrado en posesin de sus derechos cvicos (22) y haya examinado el rgimen de la ciudad y a nosotras las leyes, si no le agradamos, pueda libremente coger sus cosas y marchar adonde le plazca.Y ninguna de nosotras las leyes es obstculo ni se opone, si alguno de vosotros quiere marcharse a las colonias porque no somos de su gusto ni nosotras ni la ciudad; o, incluso, si dsa marcharse a cualquier otro sitio y establecerse en el extranjero, puede libremente ir adonde quiera con sus bienes. Pero aquel de vosotros que se queda, sabiendo el e modo como hacemos justicia y como administramos en las dems cosas la ciudad, ste dicho est que se declara conforme con nosotras en lo que ordenemos hacer; y si no obedece, decimos que de tres modos obra contra justicia, porque no nos obedece a nosotras sus progenitors, y nodrizas suyas adems, a quienes se ha comprometido a obedecer; y ni lo hace, ni procura sacarnos de error si algo hacemos mal, a pesar de que nosotras, al prescribir que >2 se cumplan nuestras rdenes, lo hacemos sin imposiciones a speras, y le permitimos que, una de dos, o nos convenza o nos obedezca, mas l ni' una ni otra oosa hace. En tales acusaciones precisamente decimos que incurrirs t tambin, Scrates, si haces lo que proyectas; s, t, y no como

    (22) La docirasia era la justificacin que deba realizar el joven ateniense, una vez llegado a los diecisiete aos, de encontrarse en posesin de las cualidades exigidas por la ley para alcanzar el grado de ciudadano efectivo. Esta justificacin tena lugar ante la asamblea del demo. Poda aoudir, en lugar del interesado, un representante del mismo.

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    el que menos, sino ms que cualquier otro ateniense. Y si yo dijera Y eso, por qu, sin duda que con toda razn me increparan recordndome que yo soy precisamente uno de los atenienses que ms y ms ha hecho alarde de esa conformidad con las leyes. Pues diran: Scrates, b grandes testimonios tenemos de que ramos de tu agrado nosotras y la ciudad. Pues no mostraras tan gran apego, ms que cualquier otro ateniense, a vivir en ella, si no te agradase tambin ms que-cualquier otra, hasta el punto de que jams has salido de ella (23) ni siquiera para ir a una fiesta, excepto una vez que fuiste al Istmo; ni has ido a pas extranjero alguno, a no ser en alguna expedicin militar; ni hiciste jams, como los dems hombres, otra clase de viajes; ni te vin deseo de conocer otra ciudad y otras leyes, sino que nosotras y nuestra ciudad fuimos bastante para ti; hasta tal punto nos preferas y estabas conforme c. con vivir entre nosotras. Y adems aqu diste vida a tus hijos, mostrando as tu gusto por la ciudad. Aparte de que, en este proceso mismo, lcito te era haber pedido para ti el destierro, si queras; y as, lo que ahora intentas contra la voluntad de la ciudad, podras haberlo hecho entonces con su asenso. er o t, entonces, te jactabas de que no te importaba morir (24), si preciso fuera, sino que preferas, as decas, la muerte al destierro. Pero, ahora, ni respetas aquellas tus palabras ni haces caso alguno de nosotras las leyes, sino que tramas nuestra destruccin y te dispones a hacer lo que hara el ltimo de los esclavos: intentar la d huida contra los convenios y acuerdos segn los cuales te comprometas a ser ciudadano nuestro. Primeramente, pues, contstanos a esto: si decimos o no verdad, al afir-

    (23) Hay referencias frecuentes a este apego de Scrates' a su ' ciudad: cf. Mem,. II. 8, en que aconseja a Eutero que no se aleje deninguna manera de Atenas. Tovar sugiere que acaso pudo alguna vez visitar Delfos, siendo como era tan piadoso de Apolo, el dios ancestral de los atenienses (cf. Eutid. 302 d); all conooera el v.

    (24) Cf. Apol. 37 c-d.

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    mar que t, aunque no de palabra, s de hecho, te has mostrado de acuerdo en vivir conforme a nuestro dictado. Qu"diremos a esto, Critn? Qu otra cosa sino que estamos conformes?

    Cr it . Por fuerza, Scrates.S c r .-Pues no otra, cosa vulneras diran sino esos

    convenios y esos acuerdos que con nosotras mismas concertaste, no por necesidad ni con engaos ni obligado a e decidirte en poco tiempo, sino a lo largo de setenta aos en los que lcito te era marcharte si-no te agradbamos o no te parecan justos los acuerdos. Pero t no preferiste ni Lacedemonia ni Creta, a las que precisamente sin cesar alabas de bien gobernadas (25), ni ninguna otra de las ciu- 53 ' dades griegas ni brbaras, sino que menos te alejaste de a Atenas que los cojos, ciegos y dems invlidos; hasta tal punto te agradbamos evidentemente a ti ms que a los dems atenienses la ciudad y tambin nosotras las leyes, pues a quin podra gustarle una ciudad cuyas leyes no le agradasen? Y ahora, no vas a mantener tus compromisos? S, si quieres hacernos caso, Scrates, y as no quedars en ridculo marchndote de la ciudad.

    Reflexiona, pues. Si vulneras estos compromisos, si en alguna de estas cosas caes en falta, qu'bien te hars a ti mismo o a tus amigos? Porque, en efecto, riesgo corren b tambin tus propios amigos de ser desterrados y privados de la ciudadana, o de perder su hacienda: no lo dudes.Y t mismo, tan pronto como llegues a una de las ciudades ms prximas, a Tebas o a Mgara (26) pues una y otra

    (25) Es conocido el filolaconismo de Scrates que, en formas ms o menos agudas, heredan muchos de sus discpulos: Platn, Jenofonte, Oritias y Antstenes. Pero hay que suponer que el ateniense Scrates no vera con agrado el desamparo de la preocupacin espiritual en Esparta, ni llegara a caer en extravagancias extranjerizantes y criminales: cf. Protg. 342 a, la parodia contra los laconizantes a ultranza. La postura socrtica sera ms bien la de un tradicionalista, dotado de una clara visin de las urgencias histricas que en aquel instante se le planteaban a Atenas.

    (26) Tebas y Mgara aparecen mencionadas tambin en Fedn 99 a, como refugio que pudo haber,elegido Scrates en el exilio: ciudades de buenas leyes.

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  • estn bien gobernadas-, llegars, Scrates, como enemigo ' de su forra de gobierno, y cuantos cuidan de sus propias ciudades te mirarn de mala manera, como a un debelador de las leyes; y de este modo t mismo habrs venido a ratificar Ja opinin de los jueces, con lo que parecer que su sentencia fu justa; pues el que es debelador de las o leyes muy bien podra ser tambin corruptor de los jvenes y de las gentes de poco juicio. Huirs, pues, las ciudades bien regidas y la sociedad de los hombres ms honrados? Y, si tal haces, para qu vivir? O tal vez te acercars a ellos y en tus dilogos los .amonestars, pero... con qu palabras, Scrates?, Las mismas de aqu: que la virtud y la justicia son lo ms estimable para los hombres, y la tradicin (27) y las leyes? Y no crees que ha de parecer d poco, decorosa la conducta de Scrates? Pues crelo.

    O bien dejars a un lado estos lgars e irs a la Tesalia; con los amigos de Critn? All desde luego reina grandsima indisciplina y libertinaje (2.8), y sin duda les gustara oirte contar de qu modo tan ridculo te escapaste de la crcel, ponindote cualquier disfraz o envuelto en una pelliza o en una de esas cosas con que acostumbran a revestirse los fugitivos, mudando adems tu propio aspecto exterior. Pero que t, un hombre viejo, al que naturalmente poco e le queda que vivir, hayas osado aferrarte con tan desmesurada apetencia a la vida, aun a costa de vulnerar las

    (27) Me parece ms exacto traducir -por tradicin que por legalidad, y ms en consonancia tantbin con el sentir religioso y tradicional de Scrates.

    (28) Sobre el libertinaje en la Tesalia hay testimonios abundantes; of. Aten. IV.6. p.137 y X.4.p.418; y Filstrato, que en Vidas de sofistas, 1.16, reprocha a Critias eus contactos con los taalioa entre los que dominaba la arrogancia y el vino puro, y mientras beban se dedicaban a la tirana.

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    ms santas leyes, no habr quien lo diga? Tal vez no, si a ninguno molestas. Pero, por lo menos, oirs, Scrates, muchas cosas indignas de ti, y vivirs adulando a todos y hecho esclavo de todos; pues qu otra cosa vas a hacer entesaba sino banquetearte, pues que a Tesalia habrs ido como quien va a un banquete? Y aquellos razonamientos sobre la justicia y sobre toda virtud, dnde se nos quedarn?

    Pro acaso quieres vivir por tus hijos, para criarlos y 54 educarlos? Qu? Es que te los vas a llevar a Tesalia y a lo vas a criar y educar all, hacindolos extranjeros, para que tambin te sean deudores de este beneficio? O no es eso, sino que-han de criarse aqu, pero estando t vivo se criarn y educarn mejor, aunque no ests t con ellos? Porqu los cuidarn tus amigos. Ah! Es que si vas a Tesalia los cuidarn, pero si vas al Hades, no? En realidad, b si alguna deuda contigo tienen los que se dicen tus amigos, justo es creer que s los cuidarn.

    En fin, Scrates, obedcenos a nosotras, tus nodrizas, y no estimes ni a hijos, ni vida ni ninguna otra cosa en ms'que a la justicia, para que, llegado al Hades (29), puedas alegar en tu defensa todo esto ante los que all gobiernan. Pues aqu manifiesto es que una conducta tal ni para ti ni'para ninguno de los tuyos es mejor, ni ms justa ni ms piadosa; y cuando llegues all, tampoco lo ser. Si ahora dejas la vida, la dejars vctima de la injusticia, no de nosotras las leyes, sino de los hombres. En f cambio, si huyes, respondiendo tan vergonzosamente con injusticia, a la injusticia, al mal con el mal, y quebrantas tus propios acuerdos y convenios con nosotras, daando a quienes menos deberas daar: a ti mismo, a tus amigos,

    (29) Se esbozan aqu ideas precisas sobre la suerte de las almas en la vida ultraterrena; para muchos, estas ideas sobre las Leyes del Hades (cf. Prot. 369 b-c) no son propiamente socrticas, sino que corresponden al ideario platnico.

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    a la patria y a nosotras; si tal haces, nosotras te perseguiremos con nuestro enojo mientras vivas, y all nuestras hermanas, las leyes del Hades, no te acogern favorablemente, sabedoras de que procuraste destruirnos a nosotras en la medida de tus fuerzas. Vamos, no te convenzan, ms que d las nuestras, las palabras de Critn.

    .Esto, mi querido Critn, sbelo bien que me parece estarlo oyndo al rpodo como los coribantes (30) creen or flautas; y retumba en m ese clamor de estas palabras y me impide or las dems.'Ten, pues, entend do que, al menos en lo que por ahora se me alcanza, si algo dices en contra, ser vano hablar. Mas, sin embargo, si crees que puedes conseguir algo, habla.

    Crit. Nada puedo decir, Scrates.Scr. Ea, pues, Critn; obremos, entonces, as, pues e

    que asi lo aconseja la divinidad (31).

    (30) Los coribantes son sacerdotes de la diosa frigia Cibeles; ellos fueron acaso los fundadores de los misterios de su nombre. A la iniciacin preceda una ceremonia () en que los sacerdotes danzaban alrededor del nefito, cantando y haciendo sonar sus tambores; aturdido el iniciado, caera tal vez en alucinaciones en las que le parecera estar escuchando el son de las flautas del cortejo de la diosa.

    (31) Invoca Scrates a la divinidad; a ese dios personal al que aboca su pensamiento, sin ensombrecer la piedad con que honra a los dioses heredados,' los que dota l de una dignidad superior y . de un sentido moral que nunca hasta entonces tuvieron. L piedad de Scrates est expresada en Eutid. 302 d, cuando dice de los dioses que son antepasados y seores.

    ArmauirumqueArmauirumque

    INTRODUCCION1) LOS DILOGOS SOCRTICOS MENORES: EL CRITN.2 ) E l Critn, dilogo poltico.3) Composicin del Critn.4) Personajes del Critn. Historicidad DE ESTE DILOGO.5) El texto.S I G L A

    CRlTON (bilinge)