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    Dios EstáFormando Un Pueblo 

    Daniel López IPUCSan Gil Noviembre 201

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    Verdaderos

    DiscípulosMateo 6:10

    Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra

    Desde las alturas trascendentales de la primera parte del Padrenuestro, el SeñoJesucristo desciende ahora a los niveles más cotidianos de nuestra vida temporal. Ltransición parece abrupta. Desde lo celestial bajamos en picado a lo material.

    Aunque nuestra primera prioridad en la oración debe ser Dios mismo, su obra y shonor, esto no significa que nuestras peticiones de orden práctico carezcan de interépara el Señor ni que estén fuera de lugar en nuestras plegarias. Al contrario, es altamentconsolador saber que Dios se preocupa por ellas y que Cristo no ve aparentementninguna incongruencia en pasar de lo eterno a lo temporal. Tal y como Jesús expondren la segunda parte de este mismo capítulo, el Padre celestial está pendiente de nuestranecesidades materiales. Correctamente, pues, nuestras oraciones han de versar sobre lotemas más cotidianos, además de los más sublimes. 

    Sin embargo, a muchos comentaristas del pasado una lectura tanterrenal les parecía poco espiritual. Desde Orígenes pasando por Luteroy hasta el día de hoy, ha habido quienes han afirmado —correctamente — que el «pan» que el hombre más necesita es Jesús mismo, el pan delcielo; pero que luego han sacado la conclusión errónea —porque está encontra del sentido llano y natural del texto— de que esta petición del

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    2Padrenuestro tiene por objeto no el pan cotidiano, sino el pan celestial. A estinterpretación contribuyó el hecho de que San Jerónimo tradujera la frase de cada dpor medio de la palabra supersubstantialis , que muchos intérpretes católicos asociarocon la eucaristía, dando lugar a doctrinas acerca de la necesidad de la comunión diario incluso acerca del rechazo del vino para los laicos. A nuestro juicio, en cambio, estclaro que Jesús se refiere a nuestras necesidades materiales .

    Por lo tanto, el pan nuestro de cada día  tiene su importancia y debemos acuddiariamente al trono de Dios para pedírselo. Nuestro Padre celestial es el Dios de todprovisión (Sal 146:5 7) “Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de JacobCuya esperanza está en Jehová su Dios, El cual hizo los cielos y la tierra, E

    mar, y todo lo que en ellos hay; Que guarda verdad para siempre, Que hace justica los agraviados, Que da pan a los hambrientos. Jehová liberta a los cautivos;”. 

    El discípulo ha de aprender a recibir de manos de Dios aquello que necesita parsostenerse en el camino a la Tierra Prometida. La vida de fe, que en principio es unvida de abnegación en la cual el discípulo renuncia a las cosas que se  ven y se aferra las que no se ven, tiene la gloriosa contrapartida de descubrir en Dios la fuente de tod

    providencia y cuidado material. Al principio, la vida cristiana parece ser de alto riesgy sacrificio; pero, a la postre, el cristiano descubre que es la única vida de plenseguridad. El contrato del discipulado tiene dos cláusulas:

    1.  el creyente deja de confiar en las riquezas para servir a Dios.2.  y Dios se compromete a suplir todas las necesidades de sus siervos.

    LAS IMPLICACIONES DE ESTA PETICIÓN

     Nuestra dependencia de Dios La petición en sí, pues, es una expresión de fe. Indica la vida de

    dependencia y confianza en Dios  que debe caracterizar al discípulo. Éstese acerca a Dios como el niño a su padre, confiado en que le darásiempre cuanto necesita. Recuerda lo que Jesús enseñará en el capítulo

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    3siguiente: ¿Qué hombre hay entre vosotros que, si su hijo le pide pan, le dará unpiedra?… Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos

    ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden(7:9–11).

    Como siervos del Señor, alzamos la mirada a él para recibir nuestras instruccionepara el día, pero también para recibir nuestras provisiones:

    A ti levanto mis ojos, ¡oh tú que reinas en los cielos! He aquí, como los ojosde los siervos miran a la mano de su señor, como los ojos de la sierva a la manode su señora, así nuestros ojos miran al Señor nuestro Dios hasta que se apiadede nosotros. Ten piedad de nosotros, oh Señor, ten piedad de nosotros ( Sal

    123:1 – 3 ). Yo fui joven, y ya soy viejo, y no he visto al justo desamparado, ni a su

    descendencia mendigando pan ( Sal 37:25 ). 

    Además de someter nuestra voluntad a la voluntad de Dios, hemos de aprender aliviar nuestra ansiedad por medio de la confianza en la providencia de Dios. Si hemoasumido las implicaciones de hacer su voluntad (v. 10), tenemos derecho a pedir todaquello que necesitamos para llevarla a cabo. De él dependemos y en él confiamoSeguramente, ésta es la nota dominante de la petición. 

    El fin de la autosuficiencia Para empezar, el solo hecho de confesar nuestra dependencia de Dios pone fin

    todo sentimiento de autosuficiencia. Si hemos de recibir de él hasta nuestro pan, es dsuponer que todas las demás bendiciones materiales que disfrutamos enesta vida proceden también de su mano:

    Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciendedel Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra devariación ( Santiago 1:17 . 

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    4¿Qué lugar puede haber, pues, para un espíritu jactancioso y autocomplaciente enosotros? Los mundanos, los que no reconocen la providencia divina ni muestran gratitua Dios, sólo ven su propio esfuerzo humano y creen que, si han acumulado bienemateriales, esto se debe a su propio ingenio o sudor y a que se lo han ganado. Ecambio, el creyente reconoce con toda humildad que sólo es por la generosidad de Diopor lo que subsiste. Por naturaleza, es una mera criatura que depende del Creador parseguir viviendo. Pero, además, como redimido, entiende que, a causa del pecado, habperdido todo derecho a ser sostenido por Dios y que, por tanto, su supervivencia euna cuestión sólo de misericordia divina.

    Por otro lado, el hecho de su dependencia de Dios no justifica actitudes perezosa

    en el creyente. Aunque en última instancia es Dios quien suple sus necesidades, estno le exime de la obligación de ser responsable y esforzado, ni tampoco de la otrobligación de ocuparse de los necesitados (vs. 2–4). Dios suple lo que nos hace faltapero normalmente su provisión nos llega a través de los salarios que recibimos comrecompensa por nuestra labor. Igualmente, Dios provee para los desamparados, perfrecuentemente lo hace a través de la generosidad de su p ueblo. Por lo tanto… 

    Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma … A tales personas les

    ordenamos y exhortamos en el Señor Jesucristo, que trabajando tranquilamente,coman su propio pan. Pero vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien(2 Tesalonicenses 3:10 – 13). 

    Nunca hagamos del Padrenuestro una excusa para no esforzarnos en el trabajo y e

    la caridad. La petición: Danos hoy el pan nuestro , no sirve como sucedáneo de nuestrobligación de atender a las necesidades de los que nos rodean.

    La moderación Otra consideración. Si bien es cierto que el «pan» simboliza todas

    nuestras necesidades materiales, también lo es que Jesús parece haberelegido deliberadamente un símbolo modesto y humilde. Lo que el discípulo

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    5tiene derecho a pedir no son todos sus caprichos lujosos, sino todo aquello que enecesario para su supervivencia mientras sirve a Dios en esta vida. Es cierto que, cofrecuencia, Dios nos regala dones que van mucho más allá de lo estrictamente necesarioPero éstas son concesiones de su gracia y generosidad; no son nuestras por derechoLo que podemos pedir con toda esperanza de que Dios nos lo conceda es nuestr«pan», el maná que necesitamos para poder cruzar el desierto de esta vida y llegar la Tierra Prometida.

    Nos conviene la moderación material en esta vida. Sólo a unos pocos les es dadadministrar grandes riquezas para la gloria de Dios. El Señor sabe que los demás nsabríamos hacerlo sin dejarnos enredar en toda clase de tentación. Como bien dijeron

    sabio Agur en la antigua dispensación y el apóstol Pablo en la nueva:No me des pobreza ni riqueza; dame a comer mi porción de pan, no sea que

    me sacie y te niegue, y diga: ¿Quién es el Señor?, o que sea menesteroso yrobe, y profane el nombre de mi Dios (Proverbios 30:8 – 9) .

    La piedad, en efecto, es un medio de gran ganancia cuando va acompañada de

    contentamiento. Porque nada hemos traído al mundo, así que nada podemos sacarde él. Y si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos.Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseosnecios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición (1Timoteo 6:6 – 9) .

    La generosidad y la solidaridad 

    Finalmente, notemos otra vez el uso del plural: Da   os

     hoy el panu stro

     de caddía . Además de orar con actitud de dependencia, con humildad, condisposición de trabajar para la gloria de Dios y con moderación, eldiscípulo ora con generosidad , incluyendo a los demás en su petición.Ora como miembro de la familia de Dios (Efesios 2:19; 3:14–16) yhace extensivas sus peticiones a todos los demás miembros (Gálatas 6:10).

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    6Aunque el pan es necesario para el sostenimiento de cada individuo, su provisiósuficiente es preocupación —  y, por lo tanto, objeto de petición —  de toda la comuniday para toda la comunidad. El consumo egoísta de los frutos de la tierra es incompatibcon la vida que se comparte en la comunidad mesiánica .