Pioneros R-006 Nº073 - Mas Alla de La Ciencia - Vicufo2

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UANDO nos disponemos a leer un libro, uno de los aparrados con los que primero nos encontramos es ei de "agradecimien- tos". Generalmente se trata de un reco- nocimiento que el autor dedica a aquellas personas que más han influido en él o en la obra que el lec- ror tiene ent¡e las manos.Y qué duda cabe que to- dos nosotros -cientos de miles de personas en todo el mundo- tenemos una deuda de agradecimiento con aquellos que, ya desde principios de siglo, abrieron nuevos caminos en el conocimiento del hombre, caminos no hollados anteriormente y que, precisamente por ser desconocidos, suscitaron ine- vitablemente el rechazo de las instituciones esta- blecidas, ya fierar' religiosas o científicas. Y es muy posible que si no hubiera sido por esos "adelantados", por esospioneros que se movieron en la vanguardia de la Ciencia y de1 conocimiento, en la frontera de la verdad oficialmente aceptada y es- tablecida, ninguno de nosotros, investigadores y Iectores, incluyendo a quienes hacemos esta revis- ta, estaría en estos momentos en disposición de compartir el fruto de sus investigaciones y refle- xiones. Ocros pioneros, igualmente transgresores de lo convencional, se convirtieron simultánea- mente en dir-ulgadores de su obra y de su pensa- miento, consiguiendo que algunos de aquellos he- rejes rompieran el muro de la ortodoxia y se modificaran las bases de las variadas discipli- nas cienríficas. Pero a la vez, y de forma simultá- nea, encendieron eI fuego de la curiosidad y la in- quietud por todo lo insólito, lo desconocido, lo desconcertante... en suma, por todo aquello para lo que la Ciencia aún no tenía explicación. Y así, probablemente muchos de ustedes se inte- resaron en su día por las huellas que aParentemente habían dejado sobre la Tiera clllizariones supues- tarnenre r.enidas de las estrellas; y, seguramente, ese interés les vino de la mano de hombres como Erich von Dániken o Brad Steiger. O tal vez su interés se centró en e1 misterio de la muerte, un campo donde la doctora Kübler-Ross y, Posteriormente, Raymond Moody, entre otros, hicieron solPren- dentes y revolucionarias investigaciones sobre el te- ma. O qtizá el despertar de su inqüetud personal tuviera su origen en los libros de Lobsang Rampa, que abrieron a ios neófitos incalculables posibilida- des de conectar con otras rE¿lidades, independiente- mente de que este enigmático escrito¡ fuera un per- sonaje literario creado por un fontanero inglés o un verdadero lama tibetano encarnado en dicho opera- rio, como él mismo afirmó en una de sus últimas obras. Algo que, en realidad, no importa demasiado' Porque lo cierto es que los caminos que finalmente nos han llevado a todos hacia una mayor apertura de conciencia y a comprender que la realidad es mucho más compleja de Io que siqüera imaginábamos, han sido y son in¡umerables. Ya a finales del siglo XIX y principios del XX, personas como Helena Blavatsky -con obras co- mo lszi sin rcla o La docuina recreta-, Alexandra David Néel -{on sus experiencias e investigacio- nes en los lamasterios del Tíbet- o Gurdiieff --con sus influencias orientalistas-, contribuyeron a la difusión del pensamiento trascendente, que vivi¡ía su época de mayor desarrollo a partir de la segunda mitad del siglo XX. No obstante, a principios de nuestro sigio el inte- rés por tales temas se mantenía en círculos bastante cerrados, especialmente por las reacciones que podía suscitar la diÍluión de artículos o libros cuyo conte- nido pudiera alterar, siquiera de refilón, la verdad científica convencionalmente aceptada, especialmen- te la filosófica, o los cimientos del poder político o religioso. Por ello ei conocimiento se transmitía bá- sicamente, en muchos países, mediante conversacio- nes privadas. a través de cartas enrre amigos o gra- cias a libros prohibidos comprados en el extranjero. Tras la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, se produjo una mayor eclosión de los sentimientos dor- midos en el se¡ humano. Patecía como si el horror de la contienda hubiera provocado en los hombres un deseo más profundo de hallar otro tiPo de res- puestas a sus inqüerudes. I¿ lección había sido muy dura. Y, sin embargo, a Pesil de los millones de mueftos que cayeron -tal les decían- en nombre de la libertad, el homb¡e continuó llevando puestos los grilletes del dogmatismo y la intransigencia. I¿ vi- rulencia de las ideas políticas, que habían desembo- cado en el mayor conflicto bélico de la historia de la humanidad, no sólo no se modificaría, sino que ade- en muchos países dejó paso a la viruiencia de las ideas religiosas. En países como España, donde el "fascismo redencor" se había afzado en armas años antes contra el "comunismo ateo",la influencia reli- giosa fue mucho más patente, marcando decisiva- mente las costumbres familia¡es, la ciencia, la cultu- ra y la organización social y política. Sin embargo, en toda Europa, y probablemente como reacción a las restricciones impuestas en ma-

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TEMARIO

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UANDO nos disponemos a leer un libro,uno de los aparrados con los que primeronos encontramos es ei de "agradecimien-

tos". Generalmente se trata de un reco-

nocimiento que el autor dedica a aquellas personas

que más han influido en él o en la obra que el lec-

ror tiene ent¡e las manos.Y qué duda cabe que to-dos nosotros -cientos de miles de personas en todo

el mundo- tenemos una deuda de agradecimiento

con aquellos que, ya desde principios de siglo,abrieron nuevos caminos en el conocimiento del

hombre, caminos no hollados anteriormente y que,

precisamente por ser desconocidos, suscitaron ine-

vitablemente el rechazo de las instituciones esta-

blecidas, ya fierar' religiosas o científicas.

Y es muy posible que si no hubiera sido por esos

"adelantados", por esospioneros que se movieron en

la vanguardia de la Ciencia y de1 conocimiento, en

la frontera de la verdad oficialmente aceptada y es-

tablecida, ninguno de nosotros, investigadores yIectores, incluyendo a quienes hacemos esta revis-

ta, estaría en estos momentos en disposición de

compartir el fruto de sus investigaciones y refle-

xiones. Ocros pioneros, igualmente transgresores

de lo convencional, se convirtieron simultánea-mente en dir-ulgadores de su obra y de su pensa-

miento, consiguiendo que algunos de aquellos he-

rejes rompieran el muro de la ortodoxia y se

modificaran las bases de las má variadas discipli-nas cienríficas. Pero a la vez, y de forma simultá-nea, encendieron eI fuego de la curiosidad y la in-quietud por todo lo insólito, lo desconocido, lodesconcertante... en suma, por todo aquello para loque la Ciencia aún no tenía explicación.

Y así, probablemente muchos de ustedes se inte-resaron en su día por las huellas que aParentemente

habían dejado sobre la Tiera clllizariones supues-

tarnenre r.enidas de las estrellas; y, seguramente, ese

interés les vino de la mano de hombres como Erichvon Dániken o Brad Steiger. O tal vez su interés

se centró en e1 misterio de la muerte, un campodonde la doctora Kübler-Ross y, Posteriormente,Raymond Moody, entre otros, hicieron solPren-dentes y revolucionarias investigaciones sobre el te-ma. O qtizá el despertar de su inqüetud personal

tuviera su origen en los libros de Lobsang Rampa,que abrieron a ios neófitos incalculables posibilida-

des de conectar con otras rE¿lidades, independiente-mente de que este enigmático escrito¡ fuera un per-

sonaje literario creado por un fontanero inglés o un

verdadero lama tibetano encarnado en dicho opera-

rio, como él mismo afirmó en una de sus últimasobras. Algo que, en realidad, no importa demasiado'

Porque lo cierto es que los caminos que finalmentenos han llevado a todos hacia una mayor apertura de

conciencia y a comprender que la realidad es mucho

más compleja de Io que siqüera imaginábamos, han

sido y son in¡umerables.Ya a finales del siglo XIX y principios del XX,

personas como Helena Blavatsky -con obras co-

mo lszi sin rcla o La docuina recreta-, AlexandraDavid Néel -{on sus experiencias e investigacio-nes en los lamasterios del Tíbet- o Gurdiieff--con sus influencias orientalistas-, contribuyerona la difusión del pensamiento trascendente, que

vivi¡ía su época de mayor desarrollo a partir de la

segunda mitad del siglo XX.No obstante, a principios de nuestro sigio el inte-

rés por tales temas se mantenía en círculos bastante

cerrados, especialmente por las reacciones que podía

suscitar la diÍluión de artículos o libros cuyo conte-

nido pudiera alterar, siquiera de refilón, la verdad

científica convencionalmente aceptada, especialmen-

te la filosófica, o los cimientos del poder político o

religioso. Por ello ei conocimiento se transmitía bá-

sicamente, en muchos países, mediante conversacio-

nes privadas. a través de cartas enrre amigos o gra-

cias a libros prohibidos comprados en el extranjero.

Tras la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, se

produjo una mayor eclosión de los sentimientos dor-

midos en el se¡ humano. Patecía como si el horror

de la contienda hubiera provocado en los hombres

un deseo más profundo de hallar otro tiPo de res-

puestas a sus inqüerudes. I¿ lección había sido muydura. Y, sin embargo, a Pesil de los millones de

mueftos que cayeron -tal les decían- en nombre de

la libertad, el homb¡e continuó llevando puestos los

grilletes del dogmatismo y la intransigencia. I¿ vi-rulencia de las ideas políticas, que habían desembo-

cado en el mayor conflicto bélico de la historia de la

humanidad, no sólo no se modificaría, sino que ade-

má en muchos países dejó paso a la viruiencia de las

ideas religiosas. En países como España, donde el"fascismo redencor" se había afzado en armas años

antes contra el "comunismo ateo",la influencia reli-giosa fue mucho más patente, marcando decisiva-

mente las costumbres familia¡es, la ciencia, la cultu-ra y la organización social y política.

Sin embargo, en toda Europa, y probablemente

como reacción a las restricciones impuestas en ma-

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teria de libertad de pensamiento, algunos hombressintieron la necesidad de reencontrar las fuentes desu esencia, buscándolas incluso por caminos insóli-tos. Con el tiempo, de Ia euforia producida por lavictoria se pasó a la cruda realidad de una Europadestruida y sin recursos. Sólo Estados Unidos pare-

cía mantener el suficiente vigor económico comopara atrastran e1 tren hasta el fin del siglo, aunquefuera a cambio de comulgar co¡ sr anwican way oflife. Sin embargo, tres lustros después de la san-grienta cootienda mundial se produjo un aconteci-miento que pondría en cuestión todos los pilares so-

bre los que se asentaba la sociedad y del que sóio losmás informados tenían conocimiento: el planetaTier¡a entraba, después de 10.000 años de oscuri-dad, de guerras y de odios, en un periodo de su exis-tencia conocido como Era de Acuario.

Hay que explicar a los menos avezados en esta

temática que este hecho cósmico, de gran trascen-dencia, tuvo lugar al entrar la Tierra -según pare-ce a principios de los años 60- dentro del anillo deinfluencia de la estrella Alción, la más brillante delas Pléyades, siendo los primeros en notar su bene-ficiosa acción energética los seres humanos. Demúltiples maneras, empezaría a manifesta¡se eIembrión de Io que años más tarde se conoceríancomo nueuos paradi gm.as.

Fue el momento en que los primeros divulgado-res de lo insólito en esta nueva etapa de Ia postgue-rra desempolyaro¡ El libro de los condenado¡ deCharles Fort (1874-1932), peculiar personaje quededicó gran parte de su tiempo y su dinero a reco-pilar todos aquellos acontecimieotos insólitos deIos que se hacía eco la prensa, tanto de su país co-mo extranjera. De aquella atípica hemeroteca bebe-rían los más prestigiosos investigadores y los másinquietos buscadores.

Posteriormente, El retorno d¿ ks brujw de Loüs Pa-wels y Jacques Bergier ma¡caría en el mundo, deforma deflnitiva, e1 punto de partida que despertó lamayor pafte de las mentes adormecidas de su largoletargo. Enue ellos, nombres hoy tan conocidos comolos de Aimé Michel, Jacques Vallée, Peter Kolo-simo, Fulcanelli, Josep Ibrahim, M)Lrius IJeget,Fabre D'Olivet, Ian Stevenson, J. B. Rhine,Krishnamurti, Rosso de Luna, Andreas Faber-I(aiser, Sri Aurobindo, §l'ilhelm Reich, AntonioRibera y un larguísimo etcétera, todos ellos adeian-tados buscadores a ravés de diferentes caminos, con-vergentes en un único punto: el se¡ humano.

La historia de este último sigio se podrá contardesde múltiples puntos de vista. Sin embargo, uncambio tan dramático como el que se nos viene enci-ma no podrá ser recogido sino por aquellos juglares

que sitúen su mente por encima del espacio y deltiempo. Toynbee y Sorokin, prestigiosos investiga-dores del devenir del hombre, tendrán que dejar paso

a personajes como los mencionados o a los que de al-guna forma han seguido sus huellas si quieren llegara comprender que el hombre de la segunda mitad delsiglo XX no sólo se ha movido entre coordenadasmacroeconómicas, variables del mercado internacio-nal o vaivenes políticos. El ser humano que pretende

entrar en el siglo XXI es un hombre marcado más

por sus ideales y creencias que por realidades catesia-nas continuunente sometidas a revisión.

Quizá muchos de los planteamientos formuladospor los pioneros mrís intrépidos resuenen hoy a his-torias de ciencia ficción, pero no por ello deben ser

condenados al olvido. No podemos olvidar que elconocimiento científico actual ha sido posible gra-cias a las atrevidas hipótesis formuladas por los"herejes" del saber humano, no por quienes repitencomo cotorras Io aprendido sin profundizar ni in-vestigar en nada, y que muchos de sus imaginati-vos sueños hoy ya son realidades.

Desde esras páginas vamos a intentar rescatar,durante los próximos números, a todos aquellosque han sido de alguna manera nuestros "padri-nos" en el momento de entrar al templo del cono-cimiento. Somos conscientes de que corremos elriesgo de cometer alguna injusticia, por cuantoquedarán sin mencionar -sin duda alguna- perso-nas que han podido ser punto de referencia paramuchos. Y ello aun cuando trataremos de se¡ lomás rigurosos posible, trayendo a nuestras páginasa todos aquellos que aglutinen en sí mismos las

corrientes de pensamiento, las investigaciones o

los descubrimientos que, de alguna manera, nos

ayudaron a enconrrarnos con nosotros mismos y

con quienes andamos. aunque sea por caminos pa-

ralelos, hacia el mismo futu¡o.Retomemos, pues, las palabras del principio y

formulemos desde aquí nuestro AGRADECI-MIENTO, así, con mayúsculas, a todos aquellosque rompieron moldes en pos de un ideal tan al-truista como ei de quebrar las cadenas del oscu-

rantismo y el desconocimiento de nuestras otrasrealidades. Gracias, pionerós.

Itttls grnifss

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