Periódico Parroquial "COMUNIDAD" #73

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Monterrey, N. L ., México. Octubre de 2011 No. 73 M UY queridos hermanos y hermanas en el Señor: Celebramos en este mes de Octubre, el día 18, los primeros 30 años de la Parroquia de Santa Beatriz de Silva, nuestra Parroquia, que oficialmente nació por decreto del entonces Arzobispo de Monterrey, D. José de Jesús Tirado Pedraza (+), siendo el promotor y primer Párroco el Padre Eusebio Lozano Martínez. Desde el tiempo de preparación, hasta el 17 y 18 de Octubre en que respectivamente se celebra la Eucaristía donde se lee el decreto correspondiente, y se va proclamando al día siguiente, muchos hermanos y hermanas han colaborado en el nacimiento, formación y crecimiento de esta Parroquia. Obispos, Sacerdotes, consagrados y consagradas, laicos y laicas, han cooperado de muy diversas maneras a que la comunidad parroquial viva y se vaya formando la familia de Dios. Algunos de ellos, han sido llamados ya por Dios a la vida eterna y otros continúan entre nosotros, cooperando algunos todavía en la vida parroquial. Otros tantos se han ido integrando en los diversos momentos de nuestra historia parroquial y, así, todos hemos podido colaborar un poquito a realizar la tarea propia de la Parroquia, teniendo como patrona titular a Santa Beatriz de Silva. Para todos ellos, pedimos al Señor, que nunca se deja ganar en generosidad, abundantes gracias y bendiciones. El día del 30° aniversario tuvimos la bendición de que el Eminentísimo señor Cardenal, D. Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Monterrey, presidiera la Misa concelebrada de acción de gracias por estos primeros 30 años de vivencia de fe, de esperanza y de amor cristianos. Con nuestro querido Pastor dimos gracias a Dios por tantos dones recibidos y le pedimos siga mostrándose misericordioso con esta porción de la Iglesia, sus amigos y bienhechores. En comunión con la Virgen María sigamos adelante y que el ejemplo de Santa Beatriz de Silva, que tanto amó a Jesús y le entregó su vida, nos anime en nuestro caminar personal y parroquial. Oremos unos por otros. P. Juan Carlos Castillo Ramírez Párroco

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Periódico Parroquial de Santa Beatriz de Silva de la Arquidiócesis de Monterrey, México.

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Monterrey, N. L ., México. Octubre de 2011 No. 73

M UY queridos hermanos y hermanas en el

Señor: Celebramos en este mes de Octubre, el día 18, los primeros 30 años

de la Parroquia de Santa Beatriz de Silva, nuestra Parroquia, que oficialmente nació por decreto del

entonces Arzobispo de Monterrey, D. José de Jesús Tirado Pedraza (+), siendo el promotor y primer Párroco el Padre

Eusebio Lozano Martínez. Desde el tiempo de preparación, hasta el 17 y 18 de

Octubre en que respectivamente se celebra la Eucaristía donde se lee el decreto correspondiente, y se va proclamando al día

siguiente, muchos hermanos y hermanas han colaborado en el nacimiento, formación y crecimiento de esta Parroquia. Obispos, Sacerdotes, consagrados y consagradas, laicos y

laicas, han cooperado de muy diversas maneras a que la comunidad parroquial viva y se vaya formando la familia de Dios.

Algunos de ellos, han sido llamados ya por Dios a la vida eterna y otros continúan entre nosotros, cooperando algunos todavía en la vida parroquial.

Otros tantos se han ido integrando en los diversos momentos de nuestra historia parroquial y, así, todos hemos

podido colaborar un poquito a realizar la tarea propia de la Parroquia, teniendo como patrona titular a Santa Beatriz de Silva.

Para todos ellos, pedimos al Señor, que nunca se deja ganar en generosidad, abundantes gracias y bendiciones.

El día del 30° aniversario tuvimos la bendición de que el Eminentísimo señor Cardenal, D. Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Monterrey, presidiera la Misa concelebrada de

acción de gracias por estos primeros 30 años de vivencia de fe, de esperanza y de amor cristianos.

Con nuestro querido Pastor dimos gracias a Dios por tantos dones recibidos y le pedimos siga mostrándose

misericordioso con esta porción de la Iglesia, sus amigos y bienhechores.

En comunión con la Virgen María sigamos adelante y que el ejemplo de Santa Beatriz de Silva, que tanto amó a Jesús y le

entregó su vida, nos anime en nuestro caminar personal y parroquial.

Oremos unos por otros.

P. Juan Carlos Castillo Ramírez Párroco

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Por su reportero Capsulito

1) Octubre se ha ido y con él los trabajos y afanes de estos días

que en las actividades ordinarias nos dieron la base de nuestra entrega a Dios.

2) Octubre nos trajo la oportunidad de reflexionar en los más de

30 años de labor pastoral que se ha llevado a cabo entre nosotros al celebrar el 30 aniversario de nuestra Parroquia de

Santa Beatriz de Silva.

3) Culminó así la oración de todo el años, especialmente los días

17, dedicados a Santa Beatriz con este motivo.

4) Con alegría se efectuó, además a beneficio de la construcción,

el almuerzo “Canta, Baila y Coopera” con más de 100 asistentes el día 18.

5) Igualmente ese día, fecha del aniversario, vino el señor

Cardenal D. Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Monterrey, a la Misa de acción de gracias al Señor por estas tres décadas de

vida cristiana.

6) Acompañado del Párroco que le tocó la fundación de esta

Parroquia, del Párroco y Vicario actuales y de varios sacerdotes

de la Zona Pastoral I, el señor Cardenal nos llamó a dar gracias a Dios y a renovar con el señor nuestro compromiso, para que

todos se encuentren con Cristo, se multipliquen las vocaciones al apostolado y siga madurando nuestra comunidad parroquial.

7) Así es que mis queridos hermanos y hermanas demos gracias

a Dios y a renovar nuestro compromiso, con ganas y empeño, porque nos hacen falta obreros del evangelio que, como dice el

Párroco: se quieran asociar a la obra de salvación del mismo Cristo que ha querido necesitar de nuestra ayuda para llevar a todos la salvación. Animo!

8) Después de la celebración del aniversario llegó la calma y dijo

el P. Juan Carlos que ahora hay que echarle ganas a la chamba de todos los días.

9) Del miércoles 19 al viernes 20 de octubre se llevó a cabo el

triduo de preparación de la fiesta del Beato Juan Pablo II. Sencillas actividades enmarcaron este triduo que culminó

con la celebración del Beato el sábado 22 de octubre, fecha fijada para su festividad y que por primera vez se celebró en la Iglesia

este año. Los jóvenes de los grupos parroquiales asistieron a la misa que fue promovida por el grupo juvenil LOLEK.

10) Luego el 23 nos fuimos a la peregrinación anual a la

Basílica de Guadalupe, en comunión con las Parroquias del Decanato de Corpus Christi, al que pertenecemos, con playera

blanca y mucha gratitud al Señor por los favores que nos concede por medio del amor maternal de la Virgen Morena.

11) Por el aniversario parroquial hemos de retomar lo que el

Documento de Aparecida nos señala: “Las Parroquias están llamadas a ser Casas y escuelas de Comunión...”(No. 170).

12) Y también nos dice nuestro señor Arzobispo en su

Exhortación apostólica “Jesucristo, camino, verdad y vida”, que “La Parroquia debe de ser el ámbito natural del encuentro de

cada cristiano con Dios y con la Iglesia, en el que se nutre de la Eucaristía y de la Palabra de Dios, el marco donde vive la

comunión y la comunidad en la que acude a los sacramentos... también a ella hay que entregarle el esfuerzo apostólico, la ayuda

económica, la participación activa en sus ministerios...”.

13) Desde aquí me quiero lanzar con un comercialito:

Necesitamos su ayuda para llevar a feliz término la construcción

de los salones parroquiales. Todo donativo es bienvenido pues faltan ventanas, zarpeo, pisos, sanitarios, pintura y sobre todo, pagar la placa. Que nuestra generosidad brille y acabemos los

salones parroquiales, que ya van muy avanzados y que, por cierto, ya visitó el señor Cardenal y felicitó a la Comunidad por su

avance. Esperamos su apoyo muy efectivo.

14) Y nos vamos recordándoles que la próxima semana será la

“Semana de la Familia” que culmina con el evento diocesano:

FAMILIA DESPIERTA AL AMOR, que será en Cintermex el 6 de noviembre de las 3:00 p.m. a las 8:00 p.m.

¡Hasta la próxima!

les dice “Capsulito”, su reportero favorito

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LA RECONSTRUCCIÓN DE NUESTRA CIUDAD,

UNA TAREA DE TODOS.

N OS dice el señor Cardenal D. Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Monterrey, en su

exhortación pastoral, que lleva el nombre de este artículo, que las presiones y el estrés de

la sociedad actual hacen que los padres de familia no cuenten con mucho tiempo para dedicarlo a sus hijos

en un ambiente de serenidad.

“Y esto ha hecho que , poco a poco, se debilite el papel educativo de la familia. Ante las dificultades que entraña actualmente la tarea de educar a los hijos, no son pocos los padres de familia que, más o menos conscientemente, y muchas veces m o v i d o s p o r l a s circunstancias, han tirado la toalla y simplemente se contentan con que sus hijos asistan a la escuela y no creen problemas en su casa. Así encontramos muchos jóvenes que viven „a su aire‟, en una especie de abandono e n cub i e r t o y qu e convierten la casa en su hotel en que duermen y donde, al máximo, cuidan ciertas normas”, añade.

Nos hace ver que el aumento de roturas matrimoniales

también ha afectado seriamente a las familias y a la educación de los hijos. Todavía se estudian científicamente los efectos del divorcio en los hijos y nos damos cuenta de que, por desgracia,

nuestras sociedad no siempre puede ofrecer una ayuda adecuada a estos niños y jóvenes que requieren una atención muy cercana

que les ayude a superar el desarrollo traumático del proceso que viven sus papás.

Igualmente que otro elemento que tenemos que superar es la violencia dentro de las familias. La violencia física y

psicológica, sigue constituyendo una verdadera epidemia que daña profundamente a todos los miembros de la familia y genera

como un germen de violencia para la sociedad entera. Se puede decir que, en gran parte, la violencia que vivimos en la sociedad

tienen sus orígenes en hogares donde se cultivó este ambiente de violencia y de falta de respeto mutuo.

“La solidez del núcleo familiar es un recurso determinante para la calidad de la convivencia social. Por ello la comunidad civil no puede permanecer indiferente ante las tendencias disgregadoras que minan en la base sus propios fundamentos. Es necesario, por tanto, que las autoridades públicas „resistiendo a las tendencias disgregadoras de la misma sociedad y nocivas para la dignidad, seguridad y bienestar de los ciudadanos, procuren que la opinión pública no sea llevada a menospreciar la importancia

institucional del matrimonio y de la familia‟ La familia constituye, más que una unidad jurídica, social y económica, una comunidad

de amor y de solidaridad, insustituible para la enseñanza y transmisión de los valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos, esenciales para el desarrollo y bienestar de los propios miembros y de la sociedad.”

También, nos dice, es

esencial la familia para la transmisión y educación de

la fe y de los valores más profundos del ser

humano. “En el seno de una familia la

persona descubre los motivos y el camino para pertenecer a la familia de Dios. De ella recibimos la v i d a , l a p r i m e r a

experiencia del amor y de la fe. El gran tesoro de la educación de los hijos en la fe consiste en la experiencia de una vida familiar que recibe la fe, la conserva, la celebra, la transmite y testimonia. Los padres deben tomar nueva conciencia de su gozosa e irrenunciable responsabilidad en la formación integral de sus hijos”.

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CRÓNICA DE NUESTRO

30° ANIVERSARIO

E L pasado 18 de octubre fue un gran día para

nuestra Parroquia de Santa Beatriz de Silva: Se cumplieron los primeros 30 años de haber sido

erigida canónicamente como Parroquia, después de más de dos años de preparación, perteneciendo

entonces a la Parroquia de Corpus Christi.

El Arzobispo D. José de Jesús Tirado Pedraza nombró en 1979 al Padre Eusebio Lozano

Martínez como Vicario Parroquial de Corpus Christi para atender

especialmente la promoción de lo que sería la nueva Parroquia.

Con los laicos y laicas del

sector el Padre Eusebio llevó adelante la encomienda: se afanó

por la formación de la comunidad, de la construcción de una Capilla y así, el 17 de

octubre de 1981 se celebró una Misa en la que se leyó el decreto

de erección canónica de la nueva Parroquia de Santa Beatriz de

Silva, que se haría efectivo a partir del día siguiente y se leería

en las Misas que se celebraran. Así nació esta Parroquia.

El Padre Eusebio continuó al frente como primer Párroco, para seguir construyendo la comunidad que abarcaba lo que

ahora son las Parroquias de María Esperanza Nuestra y del Santo Niño. Igualmente la construcción del templo parroquial que

ahora, majestuoso y funcional, es el centro de la vida parroquial.

Después vendría el Padre Víctor Manuel Chaveznava Siller (+) a continuar como segundo Párroco el caminar parroquial.

Luego el Padre Gerardo Javier Cárdenas Rodríguez sería el tercer Párroco y el cuarto y actual Párroco el Padre Juan Carlos Castillo

Ramírez.

En su momento el Padre Cárdenas invitó al Padre Eusebio a colaborar por las tardes, con la confesión y la celebración de

una Eucaristía, y él aceptó con gusto. El Padre Juan Carlos le renovó la petición y así el Padre Eusebio sigue entre nosotros,

dando generosamente su ministerio y su testimonio para bien de nosotros.

El día 18 de este mes de octubre vino el señor Cardenal,

D. Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Monterrey, a presidir la Misa de acción de gracias por estos 30 años. Llegó y fue invitado

a recorrer el avance de construcción de los salones parroquiales y felicitó a la comunidad por su construcción y momento de edificación.

Después presidió la Eucaristía, donde el padre Eusebio,

Párroco fundador se veía muy contento. Acompañaron al señor Cardenal los Padres Juan Ángel Acosta Zavala, Párroco de Corpus

Christi, la Parroquia madre; José Francisco Gallardo Viera, Vicario de Corpus Christi; Luis Eugenio Castillo Leal, Párroco de Jesús El

Buen Pastor y Decano; Homero G. Rodríguez Jacobo, Párroco de San Rogelio; Miguel Flores Villarreal, Vicario de la Parroquia de

Ntra. Madre Santísima de La Luz; César Gerardo Méndez Ayala, Vicario de la Parroquia de Lourdes y Eliezer Israel Sandoval Espinosa y Juan Carlos Castillo Ramírez, Vicario y Párroco

actuales, que también estaban super contentos.

Luego de la Misa se agradeció al señor Cardenal la amabilidad y el honor de su asistencia. A los sacerdotes se les

ofreció una sencilla cena, en la que estuvo también Monseñor Emigdio A. Villarreal Bacco, Párroco de Cristo de la Montaña siendo acompañados por los coordinadores de las áreas de

pastoral.

Pedimos a Santa Beatriz siga protegiendo su Parroquia y nos ayude a amar más a Jesús.

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Mons. José de Jesús Tirado Pedraza y el P. Eusebio Lozano

el 18 de octubre de 1981 Emmo. Sr. Cardenal Dn. Francisco Robles Ortega,

Arzobispo de Monterrey, y los sacerdotes concelebrantes en la misa del

30° Aniversario Parroquial

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MIRAR AL FUTURO

E N la homilía que nos dirigió el Eminentísimo señor

Cardenal D. Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Monterrey, en la Misa

de acción de gracias por el XXX aniversario

de nuestra Parroquia de Santa Beatriz

de Silva, nos señaló que era muy bueno darle gracias a Dios por estos

30 años de la Parroquia y contemplar todo lo vivido en este tiempo.

Aprovechar este aniversario

para ver la acción de todos las personas que en estos años han part ic ipado en las tareas de

evangelización y para agradecerle a Dios los dones y bendiciones

recibidos, y también MIRAR AL FUTURO. Nos invitó a que este

aniversario nos ayude a ver al futuro.

Frente a la comunidad parroquial está el presente y el futuro

para implementar nuevas acciones, nuevas estrategias para responder a las necesidades pastorales de este

tiempo y del mañana.

Que junto a una mirada agradecida por el pasado ya vivido,

pongamos nuestro empeño en dar respuesta a los retos y desafíos

pastorales que ahora se presentan y realicemos los trabajos, los servicios

que sean necesarios. Debemos ver al futuro para

llevar a la comunidad al encuentro con Jesucristo nuestro Señor, para

que a partir de este encuentro renovemos nuestro ser discípulos

misioneros de Jesús.

Igualmente que nos sintamos llamados a colaborar con Cristo en la

obra de la salvación, recordando que la madurez de una

comunidad parroquial se mide por las vocaciones al apostolado con las que cuenta. Habremos de pedirle al Señor que llame a

su servicio a muchos laicos y laicas, hombres y mujeres que se quieran comprometer en la tarea de evangelización, para que

muchos fieles de nuestra Parroquia se integren a los grupos de apostolado parroquial.

Así, en espíritu de comunión, y

formándose en la Palabra de Dios, se conviertan en misioneros de esa

Palabra, que vayan a los más alejados de Dios, de la vida cristiana, que vayan a los más pobres y necesitados.

Frente a nosotros está un

futuro que nos pide una respuesta nueva.

A los hermanos de hace más de

30 años, les correspondió iniciar la vida de esta Parroquia; a otros promover la

formación de la comunidad y la construcción de la primera Capilla y después del Templo parroquial.

A n o s o t r o s a h o r a n o s

corresponde continuar esa labor y promover que la Parroquia sea Casa y

Escue la de comun ión , donde fraternalmente unidos seamos agentes

de transformación social, misioneros que desde su discipulado son fermento cristiano en la masa, en la sociedad

toda, empezando con la propia vida, la propia familia, todos los sectores de la

Parroquia y la sociedad en general.

Pidámosle al Señor, que es quien llama a sus colaboradores, a sus

obreros del evangelio, que sean muchos los que al escuchar su llamado

a servir en las diferentes áreas de la pastoral, de la vida parroquial, le den un “Sí”, generoso y sin excusas sean

colaboradores de Cristo que ha querido tener necesidad del hombre mismo

para llevar adelante la obra de la salvación.

P. Juan Carlos Castillo Ramírez.

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EL SALMO 23 EXPLICADO POR

S. S. BENEDICTO XVI Audiencia General del miércoles 5 de Octubre de 2011

Q UERIDOS hermanos y hermanas:

Dirigirse al Señor en la oración implica un acto radical de

confianza, con la conciencia de fiarse de Dios, que es

bueno, «compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico

en clemencia y lealtad» (Ex 34, 6-7; Sal 86, 15; cf. Jl 2,

13; Gn 4, 2; Sal 103, 8; 145, 8; Ne 9, 17). Por ello hoy

quiero reflexionar con vosotros sobre un Salmo impregnado totalmente

de confianza, donde el salmista expresa su serena certeza de ser guiado y protegido, puesto al seguro de todo peligro, porque el Señor es su

pastor. Se trata del Salmo 23 —según la datación grecolatina, 22—,

un texto familiar a todos y amado por todos.

«El Señor es mi pastor, nada me falta»: así empieza esta bella

oración, evocando el ambiente nómada de los pastores y la experiencia

de conocimiento recíproco que se establece entre el pastor y las ovejas

que componen su pequeño rebaño. La imagen remite a un clima de confianza, intimidad y ternura: el pastor conoce una a una a sus ovejas,

las llama por su nombre y ellas lo siguen porque lo reconocen y se fían

de él (cf. Jn 10, 2-4). Él las cuida, las custodia como bienes preciosos,

dispuesto a defenderlas, a garantizarles bienestar, a permitirles vivir en

la tranquilidad. Nada puede faltar si el pastor está con ellas. A esta

experiencia hace referencia el salmista, llamando a Dios su pastor, y

dejándose guiar por él hacia praderas seguras: «En verdes praderas me

hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre» (vv. 2

-3).

La visión que se abre ante nuestros ojos es la de praderas

verdes y fuentes de agua límpida, oasis de paz hacia los cuales el pastor

acompaña al rebaño, símbolos de los lugares de vida hacia los cuales el

Señor conduce al salmista, quien se siente como las ovejas recostadas

sobre la hierba junto a una fuente, en un momento de reposo, no en tensión o en estado de alarma, sino confiadas y tranquilas, porque el

sitio es seguro, el agua es fresca, y el pastor vigila sobre ellas. Y no

olvidemos que la escena evocada por el Salmo está ambientada en una

tierra en gran parte desértica, azotada por el sol ardiente, donde el

pastor seminómada de Oriente Medio vive con su rebaño en las estepas

calcinadas que se extienden en torno a los poblados. Pero el pastor

sabe dónde encontrar hierba y agua fresca, esenciales para la vida,

sabe conducir al oasis donde el alma «repara sus fuerzas» y es posible recuperar las fuerzas y nuevas energías para volver a ponerse en

camino.

Como dice el salmista, Dios lo guía hacia «verdes praderas» y

«fuentes tranquilas», donde todo es sobreabundante, todo es donado en

abundancia. Si el Señor es el pastor, incluso en el desierto, lugar de

ausencia y de muerte, no disminuye la certeza de una presencia radical

de vida, hasta llegar a decir: «nada me falta». El pastor, en efecto, se

preocupa por el bienestar de su rebaño, acomoda sus propios ritmos y

sus propias exigencias a las de sus ovejas, camina y vive con ellas, guiándolas por senderos «justos», es decir aptos para ellas, atendiendo

a sus necesidades y no a las propias. Su prioridad es la seguridad de su

rebaño, y es lo que busca al guiarlo.

Queridos hermanos y hermanas, también nosotros, como el

salmista, si caminamos detrás del «Pastor bueno», aunque los caminos

de nuestra vida resulten difíciles, tortuosos o largos, con frecuencia

incluso por zonas espiritualmente desérticas, sin agua y con un sol de

racionalismo ardiente, bajo la guía del pastor bueno, Cristo, debemos estar seguros de ir por los senderos «justos», y que el Señor nos guía,

está siempre cerca de nosotros y no nos faltará nada.

Por ello el salmista puede declarar una tranquilidad y una

seguridad sin incertidumbres ni temores: «Aunque camine por cañadas

oscuras, nada temo, porque tu vas conmigo: tu vara y tu cayado me

sosiegan» (v. 4).

Quien va con el Señor, incluso en los valles oscuros del

sufrimiento, de la incertidumbre y de todos los problemas humanos, se

siente seguro. Tú estás conmigo: esta es nuestra certeza, la certeza que nos sostiene. La oscuridad de la noche da miedo, con sus sombras

cambiantes, la dificultad para distinguir los peligros, su silencio lleno de

ruidos indescifrables. Si el rebaño se mueve después de la caída del sol,

cuando la visibilidad se hace incierta, es normal que las ovejas se

inquieten, existe el riesgo de tropezar, de alejarse o de perderse, y

existe también el temor de que posibles agresores se escondan en la

oscuridad. Para hablar del valle «oscuro», el salmista usa una expresión hebrea que evoca las tinieblas de la muerte, por lo cual el valle que hay

que atravesar es un lugar de angustia, de amenazas terribles, de peligro

de muerte. Sin embargo, el orante avanza seguro, sin miedo, porque

sabe que el Señor está con él. Aquel «tu vas conmigo» es una

proclamación de confianza inquebrantable, y sintetiza una experiencia

de fe radical; la cercanía de Dios transforma la realidad, el valle oscuro

pierde toda peligrosidad, se vacía de toda amenaza. El rebaño puede

ahora caminar tranquilo, acompañado por el sonido familiar del bastón que golpea sobre el terreno e indica la presencia tranquilizadora del

pastor.

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Esta imagen confortante cierra la primera parte del Salmo, y da

paso a una escena diversa. Estamos todavía en el desierto, donde el

pastor vive con su rebaño, pero ahora somos transportados bajo su

tienda, que se abre para dar hospitalidad: «Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa

rebosa» (v. 5).

Ahora se presenta al Señor como Aquel que acoge al orante,

con los signos de una hospitalidad generosa y llena de atenciones. El

huésped divino prepara la comida sobre la «mesa», un término que en

hebreo indica, en su sentido primitivo, la piel del animal que se extendía

en la tierra y sobre la cual se ponían las viandas para la comida en

común. Se trata de un gesto de compartir no sólo el alimento sino también la vida, en un ofrecimiento de comunión y de amistad que crea

vínculos y expresa solidaridad. Luego viene el don generoso del aceite

perfumado sobre la cabeza, que mitiga de la canícula del sol del

desierto, refresca y alivia la piel, y alegra el espíritu con su fragancia.

Por último, el cáliz rebosante añade una nota de fiesta, con su vino

exquisito, compartido con generosidad sobreabundante. Alimento,

aceite, vino: son los dones que dan vida y alegría porque van más allá de lo que es estrictamente necesario y expresan la gratuidad y la

abundancia del amor. El Salmo 104, celebrando la bondad providente

del Señor, proclama: «Haces brotar hierba para los ganados, y forraje

para los que sirven al hombre. Él saca pan de los campos, y vino que

alegra el corazón; aceite que da brillo a su rostro y el pan que le da

fuerzas» (vv. 14-15). El salmista se convierte en objeto de

numerosas atenciones, por ello se ve como un viandante que encuentra

refugio en una tienda acogedora, mientras que sus enemigos deben detenerse a observar, sin poder intervenir, porque aquel que

consideraban su presa se encuentra en un lugar seguro, se ha

convertido en un huésped sagrado, intocable. Y el salmista somos

nosotros si somos realmente creyentes en comunión con Cristo. Cuando

Dios abre su tienda para acogernos, nada puede hacernos mal.

Luego, cuando el viandante parte nuevamente, la protección

divina se prolonga y lo acompaña en su viaje: «Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la

casa del Señor por años sin término» (v. 6).

La bondad y la fidelidad de Dios son la escolta que acompaña al

salmista que sale de la tienda y se pone nuevamente en camino. Pero es

un camino que adquiere un nuevo sentido, y se convierte en

peregrinación hacia el templo del Señor, el lugar santo donde el orante

quiere «habitar» para siempre y al cual quiere «regresar». El verbo

hebreo utilizado aquí tiene el sentido de «volver», pero, con una pequeña modificación vocálica, se puede entender como «habitar», y así lo

recogen las antiguas versiones y la mayor parte de las traducciones

modernas. Se pueden mantener los dos sentidos: volver al templo y

habitar en él es el deseo de todo israelita, y habitar cerca de Dios, en su

cercanía y bondad, es el anhelo y la nostalgia de todo creyente: poder

habitar realmente donde está Dios, cerca de Dios. El seguimiento del

Pastor conduce a su casa, es la meta de todo camino, oasis deseado en el desierto, tienda de refugio al huir de los enemigos, lugar de paz

donde se experimenta la bondad y el amor fiel de Dios, día tras día, en

la alegría serena de un tiempo sin fin.

Las imágenes de este Salmo, con su riqueza y profundidad,

acompañaron toda la historia y la experiencia religiosa del pueblo de

Israel, y acompañan a los cristianos. La figura del pastor, en especial,

evoca el tiempo originario del Éxodo, el largo camino en el desierto,

como un rebaño bajo la guía del Pastor divino (cf. Is 63, 11-14; Sal 77,

20-21; 78, 52-54). Y en la Tierra Prometida era el rey quien tenía la

tarea de apacentar el rebaño del Señor, como David, pastor elegido por Dios y figura del Mesías (cf. 2 Sam 5, 1-2; 7, 8; Sal 78, 70-72). Luego,

después del exilio de Babilonia, casi en un nuevo Éxodo (cf. Is 40, 3-5.9

-11; 43, 16-21), Israel es conducido a la patria como oveja perdida y

reencontrada, reconducida por Dios a verdes praderas y lugares de

reposo (cf. Ez 34, 11-16.23-31). Pero es en el Señor Jesús en quien

toda la fuerza evocadora de nuestro Salmo alcanza su plenitud,

encuentra su significado pleno: Jesús es el «Buen Pastor» que va en

busca de la oveja perdida, que conoce a sus ovejas y da la vida por ellas (cf. Mt 18, 12-14; Lc 15, 4-7; Jn 10, 2-4.11-18), él es el camino, el

justo camino que nos conduce a la vida (cf. Jn 14, 6), la luz que ilumina

el valle oscuro y vence todos nuestros miedos (cf. Jn 1, 9; 8, 12; 9, 5;

12, 46). Él es el huésped generoso que nos acoge y nos pone a salvo

de los enemigos preparándonos la mesa de su cuerpo y de su sangre

(cf. Mt 26, 26-29; Mc 14, 22-25; Lc 22, 19-20) y la mesa definitiva del

banquete mesiánico en el cielo (cf. Lc 14, 15 ss; Ap 3, 20; 19, 9). Él es el Pastor regio, rey en la mansedumbre y en el perdón, entronizado

sobre el madero glorioso de la cruz (cf. Jn 3, 13-15; 12, 32; 17, 4-5).

Queridos hermanos y hermanas, el Salmo 23 nos invita a

renovar nuestra confianza en Dios, abandonándonos totalmente en sus

manos. Por lo tanto, pidamos con fe que el Señor nos conceda, incluso

en los caminos difíciles de nuestro tiempo, caminar siempre por sus

senderos como rebaño dócil y obediente, nos acoja en su casa, a su

mesa, y nos conduzca hacia «fuentes tranquilas», para que, en la acogida del don de su Espíritu, podamos beber en sus manantiales,

fuentes de aquella agua viva «que salta hasta la vida eterna» (Jn 4, 14;

cf. 7, 37-39). Gracias.

Tomado de: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2011/documents/hf_ben-xvi_aud_20111005_sp.html 7

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LA DEVOCIÓN A LA

VIRGEN MARÍA, CLAVE DE NUESTRA SALVACIÓN.

c UANDO hablamos de la Madre de nuestro Redentor no es difícil asociarla a su Divino Hijo en

el papel decisivo de nuestra salvación. María Santísima fue elegida por Dios para ser la Madre

d e l V e r b o encarnado, y podemos encontrar en

este designio sapientísimo de Dios la voluntad siempre clara de

salvación que el Creador ha tenido para con el hombre siempre extraviado, desde el momento de la

caída. En el momento feliz de la

Anunciación, Dios revela en voz del arcángel San Gabriel su designio

salvador de enviar a su propio Hijo. La respuesta de la doncella israelita

no se hizo esperar y como sierva obediente llena de gracia pronunció: „fiat mihi secundum verbum tuum‟

“hágase en mí según tu palabra.” El plan de salvación encontró una de

sus cumbres más elevadas en estas sencillas palabras que pronunció

María al emisario de Dios. El „fiat‟ = “hágase”, pronunciado por María,

es prefiguración del „fiat voluntas tua‟ “hágase tu voluntad”,

pronunciado por Jesús en el huerto de los olivos, cuando la angustia mortal minaba sus fuerzas al

contemplar su pasión, ofrenda excelentísima de redención.

La obediencia de María Santísima es principio y fundamento de la obediencia humana de Cristo a la voluntad

santísima de Dios. María enseñó al niño Jesús a cumplir cabalmente la voluntad de Dios. Su ejemplo fue determinante para

que el Mesías no escatimara nada en su respuesta al plan de salvación que se cumpliría en su pasión, muerte y resurrección.

En un consorcio de amor, la madre y el Hijo divino hicieron vida la voluntad de salvación humana, dictada por Dios desde el momento de la caída del hombre. No existe salvación sin

María, su presencia siempre querida por Dios nos remite a una realidad todavía más excelente: Ella sigue colaborando en la

salvación de una multitud incalculable de hombres y mujeres que poniendo toda su confianza en su intercesión gloriosa le entregan

la resolución de su destino eterno. Teniendo a María Santísima como intercesora, nuestra

salvación sólo adolecería de nuestro vacilante y egoísta corazón, porque su intervención en la salvación de las almas es tan cierta,

que dudar de ella sería dudar de ese „fiat‟ que pronunció para que el misterio de la encarnación se hiciera presente. Dirigir

nuestra oración a María, no le resta gloria a Dios, al contrario es garantía de que nuestras humildes súplicas pasando por las manos llenas de amor y gracia de María, lleguen mucho más

brillantes y embellecidas a la presencia del Padre. La devoción mariana hoy en día adorna la liturgia,

doctrina y vida de la Iglesia y la llena de magníficos frutos. La presencia

de María Santísima en la espiritualidad popular ha enriquecido

en sobremanera con frutos de santidad a los fieles durante

generaciones. Es por eso importante seguir promoviendo la devoción a nuestra Madre Santísima, la Virgen

María, porque nadie es más cercana a Dios que ella, nadie más asociada

al misterio de nuestra redención que ella, nadie posee méritos y poder en

su intercesión en grado sumo como ella.

Ora a Dios en su compañía, invócala en tus necesidades, cuando visites el templo, detente siempre

ante su imagen bendita, pídele su intercesión, entrégale tus angustias,

ella es madre que escucha atenta las necesidades de sus hijos e hijas.

Entabla diálogo con ella, como toda madre amorosa, siempre tiene

palabras dulces y consoladoras. Y cuando la invoques recuerda su más

dulce recomendación: “Haced lo que Él (Jesús) os diga” Jn 2, 5. Hermano,

Hermana, si quieres alcanzar el cielo no lo intentes sin María

Santísima, es Madre de los discípulos de Cristo, es Madre de la Iglesia, es Puerta del Cielo. Siempre nos lleva a Cristo, nos

encamina a la salvación.

P. Eliezer Israel Sandoval Espinosa

Vicario parroquial 8