Pérez Reverte. El Eco de Antiguas Vidas

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El eco de antiguas vidas Arturo Pérez Reverte – XL Semanal – 29 / 6 / 2.010. Estoy familiarizado con paisajes de orillas azules, cielos luminosos y cementerios lancos. All! intu! "ronto #o tal vez a"ren$! a a"ren$er# %ue la muerte es e"iso$io natural y consecuencia $e to$as las cosas. &uiz' "or eso ten(o a)ici*n a las l'"i$as $on$e )i(uran inscri"ciones serenas+ cuya contem"laci*n ayu$a a or$enar "ensamientos y vi$as. ,e (usta leerlas e ima(inar las e-istencias %ue all! se resumen+ y calcular %ué $e ello "ue$e serme til o salu$ale. amién+ a veces+ $urante esos ratos tran%uilos en % la ilioteca est' en silencio asoluto y no ten(o (anas $e leer al(o contin y $enso+ o eo las "'(inas $e al( n liro relaciona$o con el asunto+ o %ue m lo "arece. ,is %ueri$os ,ontai(ne y ervantes+ "or e em"lo+ aun$an en esa clase $e sentencias %ue a veces "o$r!amos tomar "or )unerarias+ o casi3 y sos"ec o %ue los autores $e los 4nsayos y el &ui ote lo %ue icieron+ en reali$a$+ )ue escriir astutos y cau$alosos liros#e"ita)ios "ara ayu$arse e mismos a ien morir. Tengo otros libros a los que acudo con esa intención. ,is )avoritos son Epigramas funerarios griegos y los $os vol menes $e Poesía epigráfica latina, $e la colecci*n $e cl'sicos 5re$os+ %ue re nen uen n mero "roce$ente $e estelas )unerarias o $e )ra(mentos literarios anti(uos. ,e se$ucen es"ecialmente sus anti%u!simas )*rmulas can*nicas invocaci*n al caminante -«Llora mi amargo destino, caminante»-, elo(io $el $i)unto-«Nadie llegó a desceñir su virginal cinturón»- y consolatio )inal -«Amado por muco lo a!ría sido por más»-" Al(unas $e las inscri"ciones+ sore to$o las $e$ica$as a ni7os y *venes muertos en su e$a$ "rimera+ me conmueven es"ecialmente. «#on lamentos, mi madre colocó esta lápida $unto al camino», $ice una $e ellas. 8 otra «En este lugar %a&co, de$ando u'rfana l ve$e& de mi padre»" en(o varias )avoritas. Por e em"lo «(e admira!an mortales % dioses, pero una envidiosa divinidad se apoderó de ti», y «)in apenas gustar de la $uventud, me e undido en el *ades»" Aun%ue nin(una tan ermosa y triste como la $e una recién naci$a «La ma%or parte de mi vida la pas' en el vientre de mi madre»" 1

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El eco de antiguas vidasArturo Prez Reverte XL Semanal 29 / 6 / 2.010.Estoy familiarizado con paisajes de orillas azules, cielosluminosos y cementerios blancos. All intu pronto -o tal vez aprend a aprender- que la muerte es episodio natural y consecuencia de todas las cosas. Quiz por eso tengo aficin a las lpidas donde figuran inscripciones serenas, cuya contemplacin ayuda a ordenar pensamientos y vidas. Me gusta leerlas e imaginar las existencias que all se resumen, y calcular qu de ello puede serme til o saludable. Tambin, a veces, durante esos ratos tranquilos en que la biblioteca est en silencio absoluto y no tengo ganas de leer algo continuado y denso, hojeo las pginas de algn libro relacionado con el asunto, o que me lo parece. Mis queridos Montaigne y Cervantes, por ejemplo, abundan en esa clase de sentencias que a veces podramos tomar por funerarias, o casi; y sospecho que los autores de los Ensayos y el Quijote lo que hicieron, en realidad, fue escribir astutos y caudalosos libros-epitafios para ayudarse ellos mismos a bien morir.Tengo otros libros a los que acudo con esa intencin.Mis favoritos sonEpigramas funerarios griegosy los dos volmenes dePoesa epigrfica latina,de la coleccin de clsicos Gredos, que renen buen nmero procedente de estelas funerarias o de fragmentos literarios antiguos. Me seducen especialmente sus antiqusimas frmulas cannicas: invocacin al caminante-Llora mi amargo destino, caminante-,elogio del difunto-Nadie lleg a desceir su virginal cinturn-y consolatio final-Amado por muchos, lo habra sido por ms-.Algunas de las inscripciones, sobre todo las dedicadas a nios y jvenes muertos en su edad primera, me conmueven especialmente.Con lamentos, mi madre coloc esta lpida junto al camino,dice una de ellas. Y otra:En este lugar yazco, dejando hurfana la vejez de mi padre.Tengo varias favoritas. Por ejemplo:Te admiraban mortales y dioses, pero una envidiosa divinidad se apoder de ti,ySin apenas gustar de la juventud, me he hundido en el Hades.Aunque ninguna tan hermosa y triste como la de una recin nacida:La mayor parte de mi vida la pas en el vientre de mi madre.Algunas de esas antiguas inscripciones resumenadmirablemente toda una vida, una profesin o un carcter.La Moira rapt a Clembroto, excelente en jurisprudencia,afirma una. Y otra:Comadrona, salv a muchas mujeres, pero no pude escapar a la Moira.Tampoco est nada mal:Que mis herederos rocen con vino mis cenizas.Aunque de sas, mi ms admirada es la magnficaVi las ciudades de muchos hombres y conoc su forma de pensar.Las inscripciones referidas a muertos en combate se encuentran tambin entre mis predilectas. La ms famosa, por supuesto, es aquelCaminante, si vas a Esparta...de las Termpilas. Hay otra que me gusta mucho: Entre roncos gemidos, sus compaeros levantaron este tmulo. Tambin la de un soldado llamado Aristarco, queMuri mientras sostena el escudo en defensa de su patria,y la conmovedoraCay entre los que combatan en primera fila, e intenso dolor dej a su padre.Pero la que siempre me pone al filo de la emocin es el sencillo elogio fnebre de un hoplita muerto en la llanura de Curo, el ao 281 antes de Cristo:Yo no retroced ante el ataque de los enemigos. Era soldado de infantera.Otra inscripcin que me parece magnfica, por lo que tiene depica y evocadora, est en el museo arqueolgico de Crdoba. Se trata de la estela funeraria de un gladiador del siglo I muerto en su sptimo combate, y su escueto elogio -tres palabras en mitad del texto: venci seis veces, incluidas con orgullo por la esposa que costea su lpida- me hace evocar con facilidad el anfiteatro cordobs, el grito de la muchedumbre en los graderos, el ruido de las armas y la sangre corriendo sobre la arena:Actio, gladiador. Venci seis veces. Tena veintin aos. Aqu est enterrado. Que la tierra te sea ligera.Pero no es slo en las piedras, o en los libros. Hace muchosaos, en el cementerio helado de Bucarest, me asombr comprobar hasta qu punto ese eco funerario clsico, tan literario, puede llegar de forma natural hasta nuestros das. El da de Navidad, bajo la nieve, una pobre madre lloraba y rezaba ante la tumba an abierta de su hijo, asesinado por la Securitate del dictador Ceaucescu. Y cuando la intrprete me tradujo sus palabras, me qued estupefacto. Aquella mujer campesina, analfabeta, estaba recitando de memoria -una memoria antiqusima, sin duda, transmitida oralmente- un epigrama funerario triste y bello, quizs aprendido por algn antepasado suyoen una piedra contemplada, siglos atrs, a un lado del camino:Es oscura la casa donde ahora vives.1