Pequeños terremotos

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Pequeños terremotos, el lugar de la tragedia personal Tory Amos musicaliza una parte de nuestras vidas desde los años ’90. Lejos de las tendencias epocales, se sostiene, suspendida, en un rincón de las bateas, pero sobre todo en un rincón de su audiencia. Delicia que torna Delirio, como el personaje de Neil Gaiman basado en Tory Amos, así su música tiene el aura de la grandilocuencia en la miniatura de los minutos. Como el recuerdo, y en el recuerdo: el trauma, se dispara en un momento. Lánguidamente engalanada la dama de hielo tiene el fuego en el pelo. Habita un paisaje submarino, subterráneo, subconciente. Allí evoca y moderniza a nuestra Kate Bush interior. Cantamos en un balconcito instalado entre el corazón (la teta izquierda), y el ombligo. Nadie nos ve ese balcón, a nadie se lo mostraríamos, pero allí está. Usualmente escuchamos a Tory, a solas. La tragedia personal nos toma, reflejada en una gota de agua, suspendida en el polvo dorado que puede ser la arena del sueño. El hombre de la arena /The Sandman / Der Sandman, la tira de Neil Gainman y el cuento de E. T.A. Hoffmann. En este último, los sucesos son entramados en la tragedia personal que significa asimilar lo ominoso

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Prólogo a la edición artesanal de EXIT 75 poesía y plástica sobre Tori Amos. Por Romina Freschi

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Pequeños terremotos, el lugar de la tragedia personal

Tory Amos musicaliza una parte de nuestras vidas desde los años ’90. Lejos de las tendencias epocales, se sostiene, suspendida, en un rincón de las bateas, pero sobre todo en un rincón de su audiencia.

Delicia que torna Delirio, como el personaje de Neil Gaiman basado en Tory Amos, así su música tiene el aura de la grandilocuencia en la miniatura de los minutos. Como el recuerdo, y en el recuerdo: el trauma, se dispara en un momento.

Lánguidamente engalanada la dama de hielo tiene el fuego en el pelo. Habita un paisaje submarino, subterráneo, subconciente. Allí evoca y moderniza a nuestra Kate Bush interior. Cantamos en un balconcito instalado entre el corazón (la teta izquierda), y el ombligo. Nadie nos ve ese balcón, a nadie se lo mostraríamos, pero allí está. Usualmente escuchamos a Tory, a solas.

La tragedia personal nos toma, reflejada en una gota de agua, suspendida en el polvo dorado que puede ser la arena del sueño. El hombre de la arena /The Sandman / Der Sandman, la tira de Neil Gainman y el cuento de E. T.A. Hoffmann.

En este último, los sucesos son entramados en la tragedia personal que significa asimilar lo ominoso o lo siniestro que nos rodea. El personaje no lo logra, apenas distingue su trama del amor o de la salud. Freud lo relacionó con la castración, me pregunto qué diría de la violación.

La intimidad es al mismo tiempo familiar e innombrable, amable y nefasta. La imposibilidad de dar nombre a todo no lo borra de la existencia: actuamos lo que no comprendemos, hablamos un lenguaje de sombras, intervenimos en una escena que solo es nuestra pero no estábamos despiertos al interpretarla. Los gatillos no nos despiertan, solo nos traen el terremoto de lo personal, sobreimprimiendo capa geológica sobre capa geológica a nuestro intento de supervivencia.

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Tory Amos canta en ese tiempo de la mente donde no sobrevivimos: allí necesitamos montar por un rato una miniópera que cure llanto con canto. Allí la comprensión no es un objetivo funcional, es un suceso ad hoc apenas, lo que hacemos es un ornamento del sueño, un envalentonamiento del consuelo, una prueba de sentido y una proyección de la mirada interior. Hasta el delirio.

Así lo siento y así lo leo también en esta colección de poemas y obras de arte inspiradas en Tory Amos. Cada autor/a se refleja en un espejo mágico y encuentra en el temblor de todas las cosas el latido de su propio corazón, herido siempre, pero latiendo todavía.

Romina Freschi

Octubre 2014