Pensando con cajeros automáticos: la cortesía de los...
Transcript of Pensando con cajeros automáticos: la cortesía de los...
1
Panel: Biociudadanía, riesgo y redes sociotécnicas
Título ponencia: Pensando con cajeros automáticos: la cortesía de los cyborgs
en ciudades sociotécnicas
Felipe Raglianti Herzog
Resumen:
Este trabajo presenta un colección fotográfica y etnográfica en Chile y el Reino Unido, para revisar
cómo hemos articulado y cómo podríamos reconfigurar ciudadanías y cuerpos a través de cajeros
automáticos y sus múltiples formas de dinero. Desde una premisa sociotécnica, cuerpos, ciudadanías,
cajeros automáticos y dineros, entre otros elementos heterogéneos, me ayudan a tejer redes que
materializan figuras y maneras de convivir en espacios urbanos y públicos. Con este giro material-
semiótico, leo fotografías y etnografías para imaginar nuevas responsabilidades bio-ciudadanas y
espacios de convivencia entre organismos y mecanismos. Propongo así que la cortesía es una forma de
practicar, más que una fórmula para planificar, las complejidades del ser en ciudades sociotécnicas.
Palabras claves: actor-red, cunas de gato, pantallas de computador
1. Actor-red
Los estudios de ciencia, tecnología y sociedad están llenos de giros interesantes. ¿Qué hacen los
humanos con métodos científicos? ¿Cuáles son los límites de estas prácticas de conocimiento? ¿Y
cómo poner en práctica lo que las ciencias acuerdan como buenos conocimientos? Discusiones primero
en filosofía ayudaron situar estas preguntas, abriendo prometedoras conexiones entre metafísicas y
ciencias desde el siglo diecisiete – y mucho antes de ese período, si las ciencias son pensadas y escritas
pluralmente, esto es, sin letras capitales o agendas capitalistas. Luego, durante el último siglo, mezclas
más intrigantes ocurrieron en el núcleo duro de las divisiones entre ciencias naturales y sociales. Robert
K. Merton y Thomas Kuhn escribieron sobre normas, paradigmas y revoluciones, conceptos
actualmente ineludibles para pensar cómo las ciencias se articulan en comunidades intrínsecas y
extrínsecas a las prácticas del método científico. De acuerdo a la sociología de los científicos de
Merton (1973) y la sociología de la ciencia de Kuhn (1962), las afirmaciones objetivas de las
disciplinas científicas pueden cambiar abruptamente porque son especificadas por sujetos con valores y
culturas.
Esta revisión algo escandalosa del positivismo – las ciencias son objetivas al interior de su práctica en
comunidad – fue posteriormente problematizada por constructivistas sociales como David Bloor (1976)
y Harry Collins (1985). Ellos miraron en detalle la fabricación de conocimiento científico y
argumentaron que tanto el fallo como el éxito experimental ocurren, lado a lado, en la teoría y en la
práctica. Siguiendo una sociología del conocimiento científico, las ciencias trabajarían más o menos
simétricamente en tanto constituyen, por un lado, conocimientos que - verdaderamente - hacen bien no
solo a la especie humana. Pero también producen conocimientos, por otro lado, que a veces terminando
provocando derivaciones erradas o abusivas. Esto nuevamente posiciona la veracidad de la prueba
científica en la sociedad y la carga ética en la experticia individual, si bien menos en sitios de
experimentación científica y más en sistemas de revisión de pares u observaciones de segundo orden,
en palabras de Niklas Luhmann (1996). Algo similar es sostenido por otros constructivistas sociales
como Wiebe Bijker (1997; con John Law, 1992; con Trevor Pinch y Thomas P. Hughes, 1986), quienes
estudian objetos tecnocientíficos y abogan por una construcción social de la tecnología, dónde sujetos
2
con valores y culturas darían forma a las tecnociencias.
¿Pero qué significa situar la práctica científica en la sociedad? ¿Qué pasa exactamente con lo natural en
esta situación? ¿Y dónde queda la cultura y la tecnología? ¿Cómo relacionar lo natural y lo social? Con
mucha ontología y epistemología ya a bordo, estas preguntas fueron contestadas de manera bastante
inesperadas por los proponentes de la teoría del actor-red: Bruno Latour (1987), Michel Callon (1986)
y John Law (1986). Hicieron esto al acentuar una metafísica de la traducción que evita a los filósofos
realistas y constructivistas. El argumento implica que, por una parte, la realidad para los realistas pre-
existe el conocimiento humano y debe ser referida en términos de causas y consecuencias. La realidad
es primero externa, los realistas argumentan, y luego se vuelve en la práctica una imaginación
representada el interior del aparato cognitivo animal. Para los constructivistas, por otra parte, la
realidad no pre-existe el conocimiento humano y debería ser referido como una consecuencia del
mismo. La realidad es primero interna y luego se vuelve en la práctica una representación fuera del
aparato cognitivo animal. Aún así, de acuerdo a los estudios con actor-redes, los humanos no pre-
existirían lo que realmente pueden conocer en la práctica. Los humanos y otros animales, estos estudios
argumentan, pueden tener una intuición (insight) cognitiva de lo que puede llegar a ser real, pero la
realidad está atada al empirismo de la práctica. Para estos escritores, la realidad no estaría “allá afuera”,
esto es, fuera del cerebro y el cuerpo, ni “aquí adentro” de nuestras mentes humanas. De manera
sucinta, la realidad nunca se presentaría dos veces de igual manera, no puede ser re-presentada como lo
mismo, tanto afuera como adentro del aparato cognitivo.
Latour, Callon y Law insisten que lo que llega a ser real en la práctica es siempre traducido por/a través
de redes de actores heterogéneos. Y esta afirmación se toma en serio la per-formación de todo tipo de
entidades, cognitivas o no. Orgánicas/os y/o mecánicas/os; humanas/os y/o nohumanas/os; actrices y
actores engranadas/os al interior de prácticas asociativas son tomadas/os como efectos de enredos o
redes-en-el-hacer (in-the-making). Esto también puede sonar escandaloso para las concepciones
occidentales del conocimiento y la realidad, porque la “traducción” del actor-red se refiere tanto a un
movimiento (translación material) como a una inscripción (translación semiótica). Brevemente ofrezco
algunos ejemplos de este movimiento enredoso. En 1986, John Law argumentó que los buques de la
expansión portuguesa del siglo quince y dieciséis fueron cruciales para ejercitar el control sobre
territorios imperiales a gran distancia. A primera vista, esto suena bastante coherente. Los buques
cubrían los enlaces entre las regiones sobre las cuales el control social era ejercido. Pero para que esto
suceda, la estabilidad de la forma también debe ser masterizada sobre el océano y los buques; una
preocupación que empuja una explicación de cómo lo social puede controlar lo natural, o vice-versa. Al
evitar historias realistas o constructivistas, Law afirmó que si los buques portugueses mantenían su
forma material y semiótica estable, esto era porque estaban siendo constantemente traducidos en el
espacio y en el signo (o la inscripción), a través de redes de trabajadores humanos y nohumanos:
cuerdas, vientos, marineros, esclavos, paisajes marinos, medicinas, agua fresca, etc.
Latour también publicó sobre esto en el mismo año, estudiando los viajes de LaPérouse en el siglo
dieciocho, quien navegaba a beneficio de Louis VXI para mejorar su mapa de las rutas oceánicas del
mundo. Expandiendo sobre la simetría entre experimentos fallidos y exitosos, propuesta por la
sociología del conocimiento científico, Latour nota que las relaciones entre objetos y sujetos – como
mapas, buques y marineros – pueden romperse o desatarse porque “sin [mutuo] desplazamiento, las
inscripciones pierden [su] valor; [y] sin inscripciones, el desplazamiento [mutuo] también se pierde”
(Latour, 1986:16). Esto significa que la traducción traslada simultáneamente el espacio y el signo si es
que son mutuamente corporizados en términos prácticos. La efectividad de las palabras y los mundos
no sería únicamente un asunto de la visión y la cognición:
“No es la percepción lo que está en juego en este problema de visualización y cognición. Nuevas
inscripciones, y nuevas formas de percibirlas, son el resultado de algo más profundo. Si deseas salirte
con la tuya y volver densamente equipado para forzar a otros a viajar por tus caminos, el problema
3
principal a resolver es el de movilización” (Latour 1986:6 traducido por el autor)
Latour está hablando sobre cómo los signos o inscripciones que LaPérouse pueda recolectar en sus
viajes son esperados de vuelta en Versailles para confirmar, por ejemplo, si es que la región de Sakhalin
es una isla o no. Pero también para producir un mapa que normalice las rutas por las cuales los buques
debieran navegar. Y más importante aún, para demostrar quién estaba en lo correcto y para decidir
quién posee esta o aquella parte del mundo. Siguiendo esta intuición, los buques y los hechos
científicos pueden fijar sus formas, si es que los espacios y signos que ocupan son mezclados,
mapeados y movilizados – por científicos y marineros – a través de enredos prácticos o redes en-el-
hacer. De acuerdo a esta sociología de la traducción, los espacios no deben re-presentarse con signos ni
los signos re-presentarse en espacios. Una traducción más bien fija la forma de las cosas y los hechos
de facto, si es que se sostiene (¿por quién?) a través de entidades que son transformadas (por la
traducción) en efectos significativos y durables. Las traducciones no ocurren vía re-presentación, sino
que se vuelven efectivas (o no) al desplazar simultáneamente la forma material y semiótica de las cosas
y los hechos. Si lo que los mundos (los espacios de las cosas) le hacen a las palabras (a los lenguajes de
las cosas) es producido y mantenido como algo similar o igual a los que las palabras le hacen a los
mundos, entonces lo que importa es una materialización semiótica que específica espacios y signos
transversalmente, esto es, no adentro o afuera sino por/a través de entidades cognitivas y no-cognitivas.
2. Cuna de gato
Esta metafísica de la traducción enredosa implica que las fronteras o límites entre humanos y
nohumanos, o entre seres cognitivos y no-cognitivos, se difumina en la práctica. Donna Haraway ha
escrito más popularmente sobre esto usando la figura del cyborg y su promiscua fusión de lo orgánico y
lo mecánico. Las figuras de cyborgs también resuenan bien con la filosofía de las tecnologías en la
carne de Merleau-Ponty (2007). Y además de simios, cyborgs y mujeres, Haraway – una feminista
tecnocientífica – también ha trabajado con cunas de gato (figura 1) 1.
Estos juegos de cuerdas resultan familiares para quienes tejen redes en-el-hacer; ellos también unen
imaginarios y materialidades. Ellos me ayudan a pensar sobre refiguraciones (Haraway, 1991, 1994,
1997, 2003, 2008) y configuraciones (Suchman, 1987, 2007, 2011, 2012), esto es, a imaginar la
reconstitución material y semiótica de figuras corporales. Las cunas de gato de Haraway y las
(re)configuraciones humano-máquina de Suchman están interesadas en serios asuntos de
responsabilidad, heredados de las asimetrías de poder basadas en diferencias de género, raza, clase,
edad y otras marcas corporales móviles. Ellas están particularmente preocupadas de lo que se repite o
se hace de nuevo hoy día – y de lo que puede re-hacerse mañana de maneras más prometedoras.
Haraway constantemente añade, por ejemplo, la pregunta ¿para quién? a las historias y los estudios
epistemológicos (o de agencia) sobre actividades tecnocientíficas, ontológicos (o de seres) sobre
conocimientos tecnocientíficos, y topológicos (o de espacio) sobre mundos tecnocientíficos. ¿Mejores
actividades tecnocientífica para quién? ¿Mejores conocimientos tecnocientíficos para quién? ¿Mejores
mundos tecnocientíficos para quién? Al situar conocimientos y prácticas e interrogar qué o quién
florece en las prácticas mundanas de las tecnociencias, Haraway y Suchman están interpelando a
quienes solamente realizan re-descripciones de sus objetos y sujetos. Si es que no hacen nada más,
estas inscripciones puede viajar bien mediante redes de signos, pero sin tomar total responsabilidad por
los espacios que desplazan, ni por los sujetos y objetos que disturban. Acciones más poderosas se
1 Se le conoce por juego de hilos, juego de cordeles, juego de la pita, figuras de cuerda, cunitas de gato, hamaca, el
cordel, strings figures o cat cradle. En muchos pueblos americanos se denomina hamacas; en las Islas Marquesas es pehe;
en el archipiélago polinésico de la Sociedad, fai; en Hawaii, hei; en Nueva Zelanda, whi, tara kay-hape, tonga raurepe; en
Islas Tonga, laukabe, etc.
4
requieren para intervenir palabras y mundos tecnocientíficos.
Figura 1. Cuna de Gato
Según Haraway: “La relectura textual nunca es suficiente, incluso cuando uno define el texto como el
mundo. Releer, sin importar cuán activo resulte, no es un tropo lo suficientemente poderoso; no
viramos ni desviamos lo suficiente. El truco es implosionar metáfora y materialidad en los aparatos de
producción de cuerpos culturalmente específicos. Lo que constituye un aparato de producción de
cuerpos no puede ser conocido sin antes acoplar, engranar o enganchar con los siempre liosos
proyectos de descripción, narración, intervención, habitación, conversación, intercambio y
construcción. El punto es explorar cómo los mundos son armados y desarmados, cuestión de participar
en el proceso, cuestión de fomentar unas formas de vida y no otras. Si la tecnología, como el lenguaje,
es una forma de vida, no podemos costear el ser neutrales respecto a su constitución y manutención. El
punto no es solo leer las redes de producción de conocimiento; el punto es reconfigurar lo que cuenta
como conocimiento en el interés de reconstituir las fuerzas que generan corporizaciones. A esta práctica
de intervención la llamo refiguración materializada” (Haraway 1994:62 traducción del autor).
¿Qué afirma cuando dice que el truco es implosionar metáfora y materialidad en los aparatos de
producción de cuerpos culturalmente específicos? Como la realidad para el actor-red de Latour, Callon
y Law, la cual es irreducible o imposible de conocer por adelantado, las refiguraciones materializadas
de Haraway están interesadas en realidades en tanto aparatos de producción de cuerpos que no pueden
ser conocidas de antemano (beforehand) responsablemente. Es necesario tomar contacto (to become in
touch) – y esto incluye al trabajo de escritorio como al de campo – para participar de los “siempre
liosos proyectos de descripción, narración, intervención, habitación, conversación, intercambio y
construcción”. Pienso que este es el punto de materializar refiguraciones. El gesto aboga no solo por
una lectura simétrica de la constitución de conocimientos tecnocientíficos, sino también por simétricos
mundos tecnocientíficos en los cuales asimetrías o diferencias significativas se encuentran en juego. En
breve, el argumento ayuda a burlar unidades distintivas o actores fijos.
Pero como Haraway nota, pensar con actores y agencias aún puede resonar con entidades auto-motoras
o auto-máticas que autor-izan la acción. "Toda la agencia real es de ellas. Todo lo demás es paciente, si
no ocasionalmente apasionado" (Haraway 1994:61). En este sentido, juegos como el ajedrez permiten
demostrar como las figuras del actor-red pueden ser usadas para seguir, esto es, para autor-izar
(autorship) las tramas (y los dramas) de guerra de muchas prácticas académicas (Haraway 1994:61);
sin mencionar el seguir también las prácticas políticas o económicas. En vez de trabjar agencialmente
la figura del actor, argumenta Haraway, la figura del actante es más prometedora para pensar, porque
siempre viene en manojos o compuestos. En este sentido, las cunas de gato de Haraway son una forma
de pensar actores mientras se juega con cordeles, cuestión de figurarlos en tanto patrones de nudos
material-semióticos:
“Las cunas de gato es un juego que trata sobre patrones y nudos; el juego requiere gran habilidad y
puede resultar en sorpresas bastante serias. Una persona puede construir un gran repertorio de figuras
5
de cordel con un solo par de manos; pero las figuras hechas con cunas de gato pueden ser pasadas
recíprocamente, entre varias manos, quienes pueden añadir nuevos movimientos en la construcción de
estos patrones complejos. Las cunas de gato ofrecen un sentido de trabajo colectivo, invitan a pensar
que una sola persona no puede hacer todos los patrones por sí misma. Uno no “gana” jugando a las
cunas de gato; el objetivo es mucho más interesante y abierto que eso” (Haraway 1994: 69).
3. Pantalla de computador
Sin duda, nosotros lectores animales humanos estamos interesados en-el-hacer de nuestros cuerpos y
deberíamos urgentemente prestar atención a los proyectos que permitan reconfigurarlos
responsablemente. ¿Pero cómo hacerlo? A continuación exploraré esta pregunta mediante interacciones
o situaciones con cajeros automáticos.
Siguiendo una línea material-semiótica, las prácticas denominadas como digitales por expertos y
aficionados me siguieren que cotidianamente poco vemos o tocamos computadores, sino más bien
pantallas. Por una parte, la interacción computarizada y la topología del ciberespacio comparten una
historia que repite hasta el cansancio, la abstracción de la figura humana como un espacio de potencia
infinita. Por otra, es en este contexto de ficciones desarrollistas y de enredos computacionales, dónde
las pantallas han dejado de ser actores secundarios. Esto siguiere que la trama de las controversias
computacionales ha cambiado como síntoma de la condensación de los tejidos electromagnéticos en
micro materiales, o chips. Como efecto de la traducción de cómputos binarios en modelos gráficos, que
desplazan el dibujo y la escritura del teclado y del ratón a la pantalla táctil; estos objetos
tecnocientíficos se deforman para actuar no sólo como cuadernos, teléfonos o cámaras, sino que
también como cajas en dónde el computador es clausurado y desde dónde la pantalla emerge como
superficie irreversible para ayudar a calcular las interacciones con humanos. Si la caja es negra o
blanca, eso queda a gusto del programador, del diseñador, del productor, del distribuidor o del
consumidor; lo importante es que la pantalla oculte al computador bajo pretextos de seguridad, en un
depósito cuyos materiales resulten durables y difíciles de reconfigurar.
¿Qué queda por investigar sobre este proceso de cajanegrización o blanqueamiento? ¿Y cómo informa
mi lectura de la industria de la pantalla del computador? Para convivir mejor con lo digital, pienso que
aún se requiere especificar qué son y qué hacen las pantallas cuando su presencia implica la ausencia
de los computadores. Las pantallas invitan a tomar en serio su espacio.
El lugar de las pantallas nace etimológicamente junto al vaivén del fuego, con la historia del gesto de
dividir el espacio entre los cuerpos y la chimenea de una habitación. Una vez situadas en el hogar, las
pantallas de chimenea fueron usadas durante la época victoriana como materiales para hilar figuras con
agujas (figura 2). Estas pantallas me ayudan a demostrar cómo hacer sentido con imágenes siempre
acarrea efectos topológicos. Las pantallas son dispositivos para distinguir espacios. De manera similar,
otras pantallas domésticas - como las de televisión - pueden ser consideradas en tanto objetos que
generan divisiones y habitaciones. Mirar pantallas domésticas con frecuencia implica articularlas con
otros muebles, es decir, para verlas hay que alinearlas con mesas, sillas, enchufes, cortinas, puertas, etc.
Las pantallas pueden relacionarse entonces no sólo con quienes pueden decodificar sus gráficos, sino
que también con quienes navegan sus vivencias a través de los espacios que ellas ocupan. En contraste,
otro sentido de la palabra pantalla más bien apunta hacia una matriz o filtro para separar materiales
(figura 3). Esta figura nuevamente resuena con técnicas para dividir y observar, pero más bien a
distancia. Por ejemplo, a través de la filtración de ruidos o canalización de señales en ondas
electromagnéticas, en tanto práctica que demuestra el argumento central de Claude Shannon y su teoría
de la información (1948).
6
Figura 2. Pantalla de chimenea Figura 3. Pantalla para filtrar materiales
(fuente: Internet) (fuente: Internet)
Quienes prefieren conocer a través de perspectivas que enredan superficies regionales, pero sin
atreverse a tocar ni a olfatear las cosas en-formación, tienen mucho que aprender de los perros que
trabajan actualmente en la Universidad de Viena con prototipos de interfaz animal-computador. ¿Qué
puede aprender un cyborg humano de uno perruno? Eva Hayward (2010) y la nariz-click de Julia me ha
enseñado a habitar los tejidos entre mis ojos y mis dedos, para preguntar con más atención qué toco
cuando toco esta pantalla de computador y cómo interactuar con ella es una práctica de ser mundano,
esto es, de precisar a otros y de ser im/preciso con otros. Con estas inquietudes prestadas del trabajo de
Donna Haraway con relaciones entre e intra especie, toco con ojos táctiles para investigar las
superficies que asocian a pantallas y a computadores, para intervenir en la emergencia de seres y cosas
tejidas mediante la inter e intra acción con pantallas de computador.
Lo que me parece estar en juego es deshacer la centralidad de la figura humana para la computación, la
cual mezclada a través de pantallas y computadores con todo lo demás – con calles, casas, automóviles,
mesas, refrigeradores, pieles, cerebros, etc. - quizás termine por desplazar a todos lo demás, más aún
hacia la marginalidad de nuestras cuerpos y de nuestras prácticas cotidianas. De estas posiciones
periféricas, por supuesto, siempre es posible retornar para habitar roles centrales en las antropologías
del convivir, pero solo bajo formas reconfiguradas en alta definición u otras simulaciones
computacionales. En respuesta, las interfaces para la interacción computarizada más bien pueden ser
imaginadas como entre-cuerpos o intra-caras, estos es, pueden ser programadas, diseñadas, producidas,
distribuidas y consumidas como superficies significativas o zonas de contacto, en dónde más especies
puedan tejer y cortar mundos comunes que resulten más o menos propios, o apropiables.
Pensar así las ontologías de quienes tocan y quienes son tocados por las pantallas, tiene consecuencias
7
éticas o de cuidado que urgen situar las imágenes computacionales, en tanto ayudan a materializar
sensibilidades capaces de placer y de sufrimiento. Con ojos táctiles, deseo contarles hoy que existen
otras formas para alinear y dibujar las especies que compartimos con estos materiales. Invito entonces a
pensar con cajeros automáticos y con dineros en tanto especie, para aprender a cortar y a reanudar en
ciudades sociotécnicas como Santiago de Chile, relaciones más corteses con pantallas y computadores.
Para trabajar formas mundanas con atención y precisión, especifico mis intervenciones
descentralizando las relaciones humano-computador de las historias y de las prácticas de pago con
cajeros automáticos. Subsecuentemente considero organismos y mecanismos como producciones
heterogéneas y sus automatizaciones como efectos frágiles, practicados mediante articulaciones o
ensamblajes de entidades cuyas relaciones se ramifican hacia lo intangible y hacia lo indeterminable.
Intento capturar así no solo las interacciones humano-máquina envueltas en los cajeros automáticos,
sino también un set más amplio de consecuencias sensibles de las relaciones por las cuales ciertos
humanos, computadores, pantallas y teclados son articuladas junto a otras cosas, como muros, cabinas
y aceras públicas, para formar tipologías recíprocas y parentescos mutuos.
Siguiendo la geometría de las formas de las colas usadas en las prácticas de pasar dinero con cajeros
automáticos, he aprendido con Tim Ingold (2007) a tocar las líneas inscritas en las superficies de estos
ensamblajes, como también a palpar la demarcación de sus interfaces. En tanto cortes alineados en los
muros o cajas insertas en cabinas de seguridad, persigo las metafísicas de los cajeros automáticos, esto
es, intento releer con las especificidades de estas pantallas, las ontologías, epistemologías, topologías y
éticas que ayudan a configurar el gesto mundano de pagar, y subsecuentemente a distribuir figuras
sublimadas en términos de mercado y dominios económicos.
4. Cajero automático
Me detengo a tocar de tal manera el cajero de la tienda de abarrotes en la esquina de mi casa en
Lancaster, en el Reino Unido (figura 4). Si bien no entro al negocio, es importante notar cómo este
cajero automático está al mismo tiempo a-dentro y a-fuera del edificio. En tanto parte del muro de la
tienda de abarrotes, puede ser manipulado si el establecimiento cierra, porque la pantalla, el teclado y
los otros inputs y outputs de la superficie de feed-back humano – o interfaz - quedan disponibles para
ser tocados y vistos durante la noche. He escrito con un guión las palabras adentro y afuera del edificio,
para indicar que este cajero automático es un límite sociomaterial inmóvil. Esta máquina no apareció de
la nada y tampoco está ahí trabajando automáticamente, por sí misma. El cajero más bien mantiene su
diversidad funcional al limitar con – y al ser limitada por - varios patrones prácticos que lo sitúan en
movimiento o lo inmovilizan, como en este caso.
Figura 4. Cajero automático en Lancaster, Reino Unido
(fuente: elaboración propia)
8
A primera vista, este cajero automático más bien se siente como si fuera siempre la misma cosa. Es sólo
una máquina y está ahí, en el muro de la tienda, siendo más o menos lo mismo, día tras día, haciendo lo
mismo. Es un objeto inmutable que no cambia en el tiempo. Y también es un objeto que permanece en
su espacio, inmóvil, sin viajar de de un lugar a otro. Puede ser abierto y vuelto a cerrar por policías en
vez de ladrones, sin romper por completo el espacio de protección que proveen sus materiales. Más
frecuentemente, las personas posicionan sus cuerpos para aislar sus actividades situadas en el espacio
de interacción con el cajero automático.
De igual manera, esta foto tomada en Valparaíso de Chile (figura 5) también me ayuda a demostrar
cómo los cajeros automáticos forman un compuesto que, combinado con otras cosas, deriva en un
espacio de protección. Siguiendo a Haraway (2008:250), los cajeros serían compuestos en
coordinaciones para magnificar poderes, para hacer que las cosas pasen, para atender al mundo y para
arriesgar la corporización de re-interpretaciones de las re-presentaciones en pantalla. Haraway así nos
recuerda que todo compuesto es un recinto cerrado. En la foto (figura 6), el computador y los billetes
están encerrados en el cajero automático, el cual está encerrado a-dentro de de la cabina con el vidrio
roto, la cual está encerrada adentro de la banda plástica, con la palabra “peligro” escrita en negro. Caja,
cabina y banda plástica ayudan a alinear personas y máquinas como Otros recíprocamente
significantes, en relaciones de mutua exclusión y necesidad. La relación via microchip entre
computadores y pantallas también seguiría este patrón; cuando una entra en contacto visual, el Otro
significante queda fuera de vista y lejos del alcance de la mano.
Figura 5. Cajero automático no disponible en Viña del Mar, Chile
(fuente: elaboración propia)
9
Dividir y esconder es una forma específica de filtrar (to screen) a Otros. Otra forma sería filtrarlos a
través de cables y señales, desechándolos fuera de contacto visual. Pero esto no tiene por qué ser
tomado exclusivamente como una topología de red. John Law (2004) junto a Annemarie Mol (2001) y
Vicky Singleton (2005) han sugerido al menos cuatro metafísicas (regiones, redes, fluidos y fuegos)
para trabajar con la in/consistencia y la in/mutabilidad de las formas sociomateriales. En el caso de la
articulación de la forma del cajero automático que existe actualmente en la esquina de mi casa (figura
4), pienso que incluye al menos la región del muro de la tienda de abarrotes, donde la interfaz de la
máquina está enmarcada, como también el set más amplio de muros y edificios contiguos, que amparan
y protegen al computador y al dinero. Pero además, es posible incluir la red de seguridad y mantención
financiera del cajero automático, en la cual algunas partes de la máquina, en particular los billetes, son
asociadas con otros circuitos electromagnéticos para su monitoreo.
Mientras retiro dinero de este cajero sin considerar cómo solapan o enganchan estas dos metafísicas - la
región y la red – el gesto mundano de pasar dinero me ayuda a operar en este doble espacio de la
máquina, a través de las imágenes y sonidos que señalan las distintas superficies topológicas en juego.
Con ojos táctiles, más bien noto que algunas partes del cajero permanecen inmutables porque son
inmovilizadas en su región o lugar, mientras que otras partes, como los datos de los clientes y los
billetes de sus cuentas bancarias, conservan su forma porque son movilizadas o circuladas en red hacia
otros lugares. De otra forma, estos cajeros automáticos podrían pasar otras cosas en vez de monedas
oficiales. Y esa es precisamente la idea detrás de esta propuesta (figura 6).
Figura 6. Pro-tipo de cajero automático para Bitcoin
(fuente: www.bitcoinatm.com)
10
Bitcoin es una crypto moneda digital considerada por expertos y aficionados como el primer candidato
serio para imaginar un sistema financiero más responsable, es decir, para materializar un mecanismo
paralelo a los bancos que permita mantener la confianza capitalizada en una moneda, sin necesidad de
respaldos institucionales democráticos o no tan democráticos. Alternativamente, las garantías que
hacen correr a esta moneda de pantalla en pantalla son calculadas de maneras fascinantes por
computadores. Queda mucho aún por decir sobre Bitcoin, sin embargo, este experimento ayuda a
sugerir cómo los cajeros automáticos pueden reconfigurar la recreación de figuras como el dinero y las
entidades que pueden usarlo.
Pienso así que no sólo que la confianza sino también la cortesía son relevantes a la hora de pasar
mejores formas de dinero para heredar otros tipos de mundialización y urbanización. Por ejemplo, a
propósito de una actualización del software de pagos durante Marzo del presente año, Bitcoin sufrió
una bifurcación inesperada de la base de datos que registra sus transacciones e impide la validación de
pagos duplicados. La solución a este problema en ausencia de un banco central, implicó coordinar a
través de foros electrónicos y llamadas telefónicas, a quienes excepcionalmente contribuyen con poder
computacional para el procesamiento del sistema, cuestión de concentrar las actividades de pago en la
versión del software anterior.
En mi opinión, esto significó mantener la confianza depositada en las transacciones en curso mediante
la articulación de gestos corteses, entre quienes se hicieron responsables de atender los problemas de la
moneda. En otras palabras, la cortesía hizo de la otredad del otro algo recíprocamente significativo.
Asimismo, trabajar cortésmente junto a otros implicó gestar distinciones contingentes, antes que repetir
elaboraciones inocentes. La cortesía no es así una candidez gratuita, sino más bien una manera de vivir
con otredades significativas. Entre los posibles gestos para pasar dinero cortésmente con cajeros
automáticos incluyo (1) la atención hacia las prácticas que mantienen a las máquinas funcionando en
los puntos distribución de dinero, (2) la interacción con interfaces animal-computador orientadas al
ahorro antes que al crédito y (3) la invitación de aceptar con cuidado las crypto-monedas digitales
como Bitcoin.
Expandir este entendimiento de la cortesía en ciudades sociotécnicas, en conclusión, precisa repensar la
biociudadanía – la convivencia de organismos y mecanismos – desde los modelos cibernéticos o
híbridos que implican unidades distintivas o agencias individualizadas, hacia los patrones prácticos que
hilan las superficies de contacto donde las especies, como los humanos y el dinero, pueden encontrar a
otros compañeros de producción de cuerpos. Para reconfigurar estos encuentros alrededor de los
cajeros automáticos, los aparatos de difracción de Karen Barad (2003, 2007) y las cunas de gato de
Donna Haraway han sido de gran ayuda, al igual que las cosmopolíticas de Bruno Latour (2004),
Isabelle Stengers (2010, 2011) y John Law (2004). Con ojos táctiles, sigo localizando pantallas de
computador para precisar la composición de los objetos de esta investigación, para destacar las
políticas de conocimiento y el carácter disruptivo de todo método, y para ser mejor interpelado por los
desafíos que deseo estimular con estas historias.
Bibliografía
11
Barad, Karen. (2007). Meeting the Universe Halfway!: quantum physics and the entanglement of
matter and meaning. Durham, Duke University Press.
Barad, Karen. (2003). “Posthumanist performativity: toward an understanding of how matter comes to
matter”. Signs, 28(3), 801–831.
Bijker, Wiebe. (1997). Of Bicycles, Bakelites, and Bulbs: Toward a Theory of Sociotechnical Change.
MIT Press.
Bijker, Wiebe, Hughes, Thomas, & Pinch, Trevor. (1986). The Social Construction of Technological
Systems: New Directions in the Sociology and History of Technology. MIT Press.
Bijker, Wiebe, & Law, John. (1992). Shaping Technology/Building Society: Studies in Socio-Technical
Change. MIT Press.
Bloor, David. (1976). Knowledge and Social Imagery. University of Chicago Press.
Callon, Michel. (1986). "Some Elements of a Sociology of Translation: Domestication of the Scallops
and the Fishermen of St Brieuc Bay". Power, Action and Belief: A New Sociology of Knowledge.
London: Routledge & Kegan Paul, 196–233.
Collins, Harry. (1985). Changing Order: Replication and Induction in Scientific Practice. University of
Chicago Press.
Haraway, Donna. (1991). Simians, cyborgs and women!: the reinvention of nature. London: Free
Association Books.
Haraway, Donna. (1994). “A Game of Cat’s Cradle: Science Studies, Feminist Theory, Cultural
Studies”. Configurations, 2(1), 59–71.
Haraway, Donna. (1997). Modest Witness @ Second Millenium: FemaleMan Meets OncoMouse:
Feminism and Technoscience. New YorkX; London: Routledge.
Haraway, Donna. (2003). The Companion Species Manifesto: Dogs, People and Significant Otherness.
University of Chicago Press.
Haraway, Donna. (2008). When species meet. University of Minnesota Press.
Hayward, Eva. (2010). “FINGERYEYES: Impressions of Cup Corals”. Cultural Anthropology, 25(4),
577–599.
Ingold, Tim. (2007). Lines: A Brief History. New YorkX; London: Routledge.
Kuhn, Thomas. (1962). The Structure of Scientific Revolutions. University of Chicago Press.
Latour, Bruno (1986). “Visualization and cognition”. Knowledge and society, 6, 1–40.
Latour, Bruno. (1987). Science in Action: How to Follow Scientists and Engineers Through Society.
Harvard University Press.
Latour, Bruno. (2004). Politics of Nature. Harvard University Press.
Law, John. (2004). After method!: mess in social science research. New YorkX; London: Routledge.
Law, John. (1986). “On the methods of long-distance control: vessels, navigation and the Portuguese
route to India”. Power, action and belief: A new sociology of knowledge, 234–263.
Law, John & Mol, Annemarie. (2001). “Situating technoscience: an inquiry into spatialities”.
Environment and Planning D: Society and Space, 19(5), 609–621.
Law, John & Singleton, Vicky. (2005). “Object Lessons”. Organization, 12(3), 331–355.
Luhmann, Niklas. (1996). La Ciencia de la Sociedad. Universidad Iberoamericana.
Toadvine, Ted & Lawlor, Leonard eds. (2007). The Merleau-Ponty Reader. Northwestern University
Press.
Merton, Robert. (1973). The Sociology of Science: Theoretical and Empirical Investigations.
University of Chicago Press.
Shannon, Claude. (1948). "A Mathematical Theory of Communication". Bell System Technical Journal
27, 379–423, 623–656.
Stengers, Isabelle et al. (2010). Cosmopolitics I. University of Minnesota Press.
12
Stengers, Isabelle. (2011). Cosmopolitics: II. University of Minnesota Press.
Suchman, Lucy. (1987). Plans and Situated Actions: The Problem of Human-Machine Communication
Cambridge University Press.
Suchman, Lucy. (2007). Human-Machine Reconfigurations: Plans and Situated Actions (2nd ed.).
Cambridge University Press.
Suchman, Lucy. (2011). “Subject objects”. Feminist Theory, 12(2), 119–145.
Suchman, Lucy. (2012). “Configuration”. Inventive Methods: The Happening of the Social, 63–75.