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pensamiento/acción política

Responsable EditorClaudio Lozano

Consejo EditorKarina ArellanoLucía De Gennaro Sebastián Scigliano Fernando BustamenteMartín Rodríguez

Arte de tapa e ilustraciones Ana Celentano

Participan en este número Alejandro Kaufman Maristella Svampa Isabel RauberErnesto Laclau Eduardo Rosenzvaig

Diseño y composiciónNahuel Croza

Agradecimientos Ariel MinimalRafael ChinchillaSoraya Giraldez Héctor Maranessi

Instituto de Estudios eInvestigación CTA

Redacción [email protected]

AdministraciónAv. Independencia 766C1099AAU - Buenos AiresTeléfono: 4307-3637

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apuntes de un debatePERSPECTIVAS DE UN MOVIMIENTO POLÍTICO Y SOCIALA PARTIR DE LAS MEMORIAS DEL 2001 10

Claudio Lozano / Avance popular, crisis de hegemonía y obstáculos para la profundización democrática (Argentina 2001-2006) 11

Alejandro Kaufman / Politizar lo experto 26

Maristella Svampa / Modelo de dominación, tradiciones ideológicas y figuras de la militancia 37

Isabel Rauber / Construir el actor colectivo 50

pensar lo nacionalLA CONJURA SANGRIENTA DEL DESIERTO 72

Fernado Bustamante / De fundaciones, desiertos y otras pertenencias nacionales 73

Karina Arellano / “La vanguardia es así” 81

comunicación, lenguaje, discurso 90

ENTREVISTA / Ernesto Laclau. Populismo o la lógicade la dicotomización como práctica hegemónica 91

Lucía De Gennaro / Sobre los posibles usos del concepto de articulación 97

Sebastián Scigliano / Instituciones 103

Eduardo Rosenzvaig / La fragilidad y el Capitalismo 108

sumario

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La pampa es una ilusión; es la t ier ra de las aventuras desordenadasen la fantasía del hombre sin profundidad.Todo se desliza, animado de un movimientoilusor io en que sólo cambia el cent ro de esagrandiosa circunferencia. Ahí el hombre groseroempieza de nuevo; el hombre culto concluye.

EZEQUIEL MARTÍNEZ ESTRADA

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Una ilusión trae certidumbre. Pampa no es el terre-no pampeano ni su mapa, es una ilusión obsesio-nada por lo real que no termina de ser huella ni

destino. Es la zona oscura del mundo imaginario, necesaria-mente verdadera para pensar lo nuestro, su grandeza y suhorror. Significación del llano que devela otros terrenos, fallasque ponen en jaque sus propias representaciones. Allí no haycontradicción sino convivencia y conciencia de lo ausente.Pues la patria no es una llanura. Es, en todo caso, un entrama-do de ondulaciones modales, de modos de habitar lo propio,que conjugan el verbo en tonos armónicos a veces, crispadosotras. Y si es la Pampa su fondo eterno, lo es en tanto cuestióna resolver, en tanto pregunta abierta e irresuelta. De conjurarla inmensidad se trata, entonces, la palabra, esta palabra.

Libertad –grito sagrado–, que queda flotando en cada instan-te de la historia como un banco de niebla que nada disuelve nialeja a su paso. Históricamente, la libertad exacerbada retóri-camente se expuso en programas y mecanismos culturalesmientras las condiciones materiales para que exista lo libre enla vida cotidiana de los argentinos se hundieron en el despre-cio por el otro. Los intentos de refinamiento de los instintospampeanos, o sea, los esfuerzos por convertir a la Pampa enalgo social, culto, limpio y espiritual, fueron las máscaras deuna naturaleza que desde el momento que se nombra no cono-ce otra historia que la de circunstancias que existen desunidas.En ese sentido, la cultura nacional y sus legitimaciones no ter-minan de nombrar lo nuestro.

Humedades, islas y pamperos. Una certidumbre, un divorcioy una necesidad. La frase memorable de Martínez Estrada pro-pone una mirada y trae una serie de resortes a la experienciainterrogativa de qué hacer con Argentina. ¿Cómo pensar la cul-tura de un país sin caer en el extremo cuidado de la historia?

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Los modos en que se interpretó la historia, el tiempo, elmundo; las ideas, la acción política y la cultura instalaron alpensamiento exclusivamente en las lecturas coyunturales y losmedios; ese enjambre de papers y sus corsets proyectuales,que en muchos casos no han hecho otra cosa que generar supropia supervivencia. Así, la discusión se ha reducido a ladenuncia de responsables, cadenas de castigos, cifras presu-puestarias, meras declaraciones de derechos, nombres de per-sonas e ineficaces llamados a la participación. Desde esaimpronta, las políticas de estado y los medios son los que pro-tagonizan los reclamos sobre una cultura argentina posible y elpeligro, justamente, será que la dimensión de lo pensable ydeseable en Argentina quede reducido a la gestión o la merarepresentación.

Por su parte, la inteligencia argentina no fue ajena a un pen-samiento fundado en la especialización que reprodujo máspoder de los jefes de empresas, de los altos funcionarios, de losdirigentes de grandes organismos profesionales y políticos, porun lado, y más sumisión de los que sólo tienen acceso a losresultados del conocimiento, en el mejor de los casos, por elotro. El enmascaramiento del instinto dejó en nuestro presenteuna cultura cruzada por la compleja relación entre lo vital y lovoluntario pampeano –“el hombre grosero empieza de nuevo,el hombre culto concluye”–. Máscaras para ocultar un instintoancestral que desea dejarse doblegar al paso de la historia.Infantil reflejo para disfrazar la naturaleza desoladora, imagina-rio estético o formas reguladas de un comportamiento impa-ciente que buscó trascender el tiempo.

Esgrimir la palabra contra un país injusto e incapaz de acep-tar la libertad no sosiega el cansancio que han provocado lasdiscusiones sin horizonte alguno. En esta trama, la labor inte-lectual quedó, también, tan huérfana como otros de aquelgesto de voluntad ante la historia que la comprometía con lavida, que le otorgaba sentido a su propia condición.

Ilusión, potencia, palabra. Somos hijos del siglo deseosos deser arrancados de la promesa incumplida, de la nostalgia cons-

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tante. Umbral entre el cuerpo que acepta la violencia sin media-ciones y lo real que arranca a la reflexión de ese mismo horror.

¿La intención? Aceptar que el papel de unir en esta Pampay sus múltiples horizontes posibles es aportar a una transforma-ción de la política y la cultura que siembre condiciones paraun terreno más libre, más justo y comprensible. Comprensible,justamente, para entender que la libertad es mucho más difícilde construir que la justicia. Unir, como principio activo dehacer fraternal un encuentro que no juzgue, que no envenene,que asuma la honda tristeza, que libere. Proteger la poética ilu-sión de una vida armoniosa, sin enojos ni culpables.

Intento de ingresar a un lugar de discusión más interesanteque el terreno resquebrajado de las pragmáticas identitarias.Acción previa y posterior al mutismo. El debate de ideas sobrecultura y política en la Pampa ha sido silenciado por derechay por izquierda. No puede permitirse que se renueven las figu-ras policiales que dejaron fuera las palabras que produzcanuna discusión permanente y estructurante. Instituciones cultu-rales que discutan y construyan hábitos y creencias para unaconvivencia pampeana, final y justamente armónica. Empezary concluir en un mismo movimiento. | pampa

CONSEJO EDITOR

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A MEDIADOS de 2005 el Espacio de Subjetividad,Discurso y Acción Política del IEF organizó unamesa de reflexión sobre las perspectivas de movi-miento político y social. Cuatro son los trabajos que

conforman esta aproximación a repensar la condición actualque atraviesan las organizaciones políticas y los vínculos socia-les que poseen como colectivo desde su activismo cotidiano.Participaron de este encuentro –junto a los integrantes de la mesanacional de la Central de Trabajadores Argentinos–, y del pre-sente dossier, Alejandro Kaufman, Maristella Svampa, ClaudioLozano e Isabel Rauber. Desde Pampa consideramos oportuno reproducir parte de aqueltrabajo compartido con los representantes de la Central, ya quela construcción política y la significación de esta organizaciónsindical constituye una red de ideas, políticas y acciones queexpresan significantes de amplios idearios de los sectores popu-lares organizados. Desde esa perspectiva, su trascendencia en laconstitución de movimiento político es un marco de reflexiónprivilegiado desde donde analizar los diferentes procesos detransformación de las prácticas que acontecieron a partir de lacrisis del 2001, las distintas caracterizaciones de la etapa queconviven desde esos días y las referencias ideológicas y concep-tuales que juegan a la hora de proponer país. La relación entre movimientos sociales, acción política y repre-sentación recorre las diferentes reflexiones y relatos. La mismaremite a problemáticas como la ausencia de conducción cons-ciente del campo popular; la crisis de hegemonía; las nuevas for-

mas de dominación y figuras de la militancia; el dramadel micro-fascismo argentino y la pregunta por el actorcolectivo de la acción movimientista que recorre el pen-samiento de la militancia y el activismo contemporáneo.

apuntes de un debatep e r s p e c t i v a s d e u n m o v i m i e n t o p o l í t i c oy s o c i a l a p a r t i r de l as memo r i as de l 20 01

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Lo que aquí se expone es una “refle-xión situada” a partir de dos puntos

de referencia fundamentales. Por un lado,una práctica concreta de construcción eintervención política desde la Central delos Trabajadores Argentinos. Por otro, unaconcepción que tributa en un proyectoemancipatorio, entendiendo que es el ejer-cicio de la soberanía popular lo que per-mite poner en suspenso las condiciones dedominación y favorece el avance a “situa-ciones políticas de mayor justicia”. Eseejercicio de la soberanía popular, dada lahistoria de nuestro país, le otorga, desdenuestra visión, a los trabajadores y al tra-bajo un lugar principal, y dadas las trans-formaciones recientes obliga a considerarcomo trabajadores tanto a los asalariadosen blanco de los sectores más dinámicos,como a aquellos que transitan en la infor-malidad, la ilegalidad y el desempleo.

I. Ref lexionar desde las memorias del año 2001

¿Qué fue lo que sostuvimos en aquelmomento? Afirmamos que los procesos demovilización política que nuestro paísviviera durante el año 2001 y que se sos-tuvieron durante el 2002 habían sido

capaces de cuestionar la hegemonía quelos sectores dominantes construyeran ennuestra sociedad durante la nefasta décadadel noventa. El año 2001 podía ser carac-terizado como el verdadero final de la dic-tadura militar. Es decir, aquel momento enel cual los procesos de resistencia y cons-trucción política que nuestra sociedadhabía puesto en marcha desde el genoci-dio dictatorial en adelante, habían permiti-do desarrollos organizativos y expresionescolectivas lo suficientemente importantescomo para cuestionar, en autonomía, lasestrategias dominantes. Nuestra lectura noacentuó la evaluación exclusiva y exclu-yente del 19 y 20 de diciembre.Pretendimos situar dichas jornadas en elmarco de lo que había ocurrido durantetodo el año 2001. Entendimos que sehabía vivido un importante proceso demovilización política a nivel nacional yregional. Proceso que comenzara a nivelde América Latina con la primera reunióndel Foro Social Mundial de Porto Alegre–febrero del 2001–, y que en términoslocales había continuado con el derroca-miento del intento de colocar a LópezMurphy –paladín del neoliberalismo–,como Ministro de Economía del GobiernoAliancista. El citado derrocamiento se diobajo un marco de movilización política y

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Avance popular, c r isis de hegemonía y obstáculos para la profundización democrát ica (A rgent ina 2001-2006)

por CLAUDIO LOZANO

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fractura del gobierno de De la Rúa. Laincorporación de Cavallo al Gabinete deentonces y su estrategia del “déficit cero”fue resistida con fuertes movilizacionespopulares en todo el país. Se vivieronluego las elecciones de octubre del 2001,que bien pueden caracterizarse como unaverdadera advertencia popular al sistemainstitucional, signadas por la estrepitosaderrota del gobierno nacional que sacó5.500.000 votos menos que dos añosantes; el triunfo de un justicialismo queganó perdiendo 1 millón de votos y unespectacular incremento del ausentismoelectoral. A posteriori, entre el 14 y el 17de diciembre, se materializó la consultapopular del Frente Nacional contra laPobreza, experiencia inédita de participa-ción convocada y realizada por un arcoamplísimo de organizaciones populares dediferentes características y que obtuvierauna masiva respuesta a la propuesta enar-bolada de “Ningún hogar pobre en laArgentina” que fue legitimada por más detres millones de votantes. Es en este reco-rrido de todo el año 2001 donde nosotrosubicamos la “reacción popular” del 19 y20 de diciembre. Reacción que amasó supotencia en el desarrollo político previode la experiencia popular, pero que enningún caso se vinculó con ninguna estra-tegia explícita de organización alguna. Sinembargo, en paralelo con lo expuesto, unamirada en profundidad de los aconteci-mientos de aquel momento, sí permiteobservar los movimientos que realizarauna parte del sistema político articuladocon facciones del poder económico local,en dirección a promover una estrategia de

“desestabilización institucional”. Es fácilhilvanar la relación entre el Gobierno dela Provincia de Buenos Aires de aquelmomento, los comportamientos deEduardo Duhalde, la conformación deldenominado “Grupo Productivo” –UIA-SRA-CAME, etc.–, y la propuesta devalua-cionista, en el marco de la penuria delegitimidad que atravesaba el gobierno dela Alianza. La mixtura entre la estrategiade una parte del sistema de poder de laArgentina y la reacción popular, ante elhambre, el desempleo, la definición delEstado de Sitio y la sustracción del dineropor parte de los bancos, son los compo-nentes de las históricas jornadas del 19 y20 de diciembre. Reacción popular que setransformó en el acontecimiento capaz dellevar al límite la ilegitimidad del sistemade representación.

Todo el proceso de movilización políti-ca fue capaz de poner en crisis la hege-monía de los sectores dominantes. Utili-zamos, por tanto, para la caracterizaciónde ese momento, la idea gramsciana decrisis de hegemonía. Idea entendida como“aquel conjunto de relaciones que defi-nen el funcionamiento de una sociedad yque en determinado momento históricono pueden reproducirse bajo el liderazgode las clases dominantes y con el recono-cimiento de las clases dominadas”1.Durante el 2001 se hizo manifiesta laimposibilidad de los sectores dominantespara mantener el régimen vigente bajocondiciones de legitimidad. La segundadefinición que situamos en relación estric-ta con el 19 y 20 de diciembre, es que del

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mismo modo en que esas fechas mostra-ron la potencia de la movilización popu-lar en su capacidad para ilegitimar unrégimen de desigualdad y cuestionar lasprácticas deleznables del sistema políticotradicional, también revelaban el límite delas experiencias populares. La peculiari-dad de la situación argentina consistió enque la “crisis de hegemonía” conviviócon la “ausencia de dirección conscientede la experiencia popular”. Las luchaspopulares fueron capaces de clausurar laexperiencia neoliberal –en lo que hace asus núcleos fundantes de sentido y comoperspectiva de futuro para el país–, altiempo que abrieron condiciones políticaspara poner en discusión un nuevo proyec-to de sociedad. Sin embargo, la experien-cia política de los sectores populares acce-dió a esta nueva etapa en ausencia de unaorganización política reconocida por elconjunto de las organizaciones popularesy en capacidad de intervenir en el nuevomomento institucional. Confirmado el fra-caso durante la experiencia democráticade las fuerzas históricas de la Argentina–radicalismo y justicialismo–, como cana-les para afirmar procesos de reforma socialen la etapa post-dictatorial, la puesta enmarcha de nuevas experiencias tanto enel campo social como institucional nohabían logrado afirmar una direcciónconsciente del campo popular. Es en fun-ción de esta caracterización que nuestraCentral sostuvo que era necesario aportara la tarea de construirla, señalando enton-ces la necesidad de promover un NuevoMovimiento Político Social y Cultural ennuestro país. Definición que sostuvimos

ratificando que para esa nueva experienciapolítica resultaba estratégica la consolida-ción de una Central de Trabajadores.

Como en toda crisis de hegemonía, quecomo es obvio supone también la existen-cia de diferencias al interior del bloquedominante respecto a cómo organizar elrégimen capitalista en la Argentina –dola-rización vs. devaluación–, señalamos enaquel momento que ante la misma se plan-teaban, a futuro, tres escenarios: 1) el man-tenimiento autoritario del bloque dominan-te en el poder; 2) la reconstrucción hege-mónica del bloque en el poder y 3) la afir-mación de una nueva coalición políticaque permitiera replantear las condicionesvigentes en nuestra sociedad. Planteada lavisión respecto a lo acontecido durante losaños 2001 y 2002, ¿qué efectos produjosobre la presente etapa política abierta enel 2001 –y sobre la experiencia de lasorganizaciones populares–, el hecho deque la misma se haya transitado en ausen-cia de una dirección consciente del campopopular?; ¿cuál de los tres escenarios queformuláramos como hipótesis de salida dela crisis de hegemonía estamos transitando?

II. Sobre la etapa política post-2001

La capacidad que nuestro pueblo mos-tró de hacerse presente, cuestionando lasrepresentaciones tradicionales –incluidala de los medios de comunicación–, nosólo ilegitimó al régimen dominante, sinoque logró ponerle límites a la estrategiade violencia económica y de autoritaris-

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APUNTES DE UN DEBATE

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mo político, que se expresara desde elfinal del gobierno de De la Rúa hasta laconvocatoria electoral realizada por elGobierno de Duhalde. La frase expuestamerece dos aclaraciones. Por un lado, lareferencia a que durante el proceso demovilización política se cuestionó la pro-pia representación de los medios decomunicación supone reconocer queéstos proponen como lógica de la políti-ca: el espectáculo y la escena, donde elmarketing mediático sustituye la partici-pación popular y confina a la ciudadaníaal lugar de espectadores pasivos quedeben opinar y/o elegir sobre la escenapresentada. La ruptura con esa lógica,expresada en los niveles de movilizaciónde la sociedad y en el papel dinámico ycentral que ocuparon las nuevas organiza-ciones populares –entre ellas nuestraCentral–, fue una de las claves del año2001. Asimismo, el intento de mantenersede manera autoritaria por parte del bloqueen el poder, que casualmente fuera unode los escenarios que habíamos previsto,encontró límites para su afirmación o per-petuación en el marco de las movilizacio-nes del año 2002, siendo su momentofinal la respuesta popular a los asesinatosde Maximiliano Kosteky y Darío Santillán.Es en ese contexto en el que emerge elGobierno del Presidente Kirchner.

La movilización popular y los límites ala estrategia autoritaria de Duhalde, a laopción de Reutemann y a la propuestaelectoral de De la Sota, definirán el terre-no que posibilitará, en el marco de lanueva gestión institucional, la materializa-

ción de un conjunto de cuestiones centra-les para la lucha popular. En tal sentido,deben destacarse aspectos del momentoinaugural de la gestión gubernamental.Uno de ellos es la afirmación de un nuevodiscurso público cuestionador de la lógicay el paradigma de los noventa, reivindica-tivo de la militancia y los ideales de lossetenta, comprometido con el logro de jus-ticia para con los crímenes de lesa huma-nidad cometidos por la dictadura y funda-do en apelaciones a la cuestión nacional yla distribución del ingreso. Por otro lado,la renovación de la Corte Suprema deJusticia y una nueva política en materia deDerechos Humanos que promovieron ladepuración de las Fuerzas Armadas, laderogación de las leyes de obedienciadebida y punto final, y el traslado delmáximo ícono del horror –la ESMA–,desde la Armada a los organismos deDerechos Humanos. También, se afirmóun discurso público en materia económicay política que provocó, incluso, conflictoscon el Ministro de Economía RobertoLavagna –procedente de la gestión ante-rior–, y que se basaba en:

• Señalar la corresponsabilidad de losorganismos multilaterales de crédito(FMI, Banco Mundial) en la proble-mática del endeudamiento externo.

• Afirmar una nueva estrategia enmateria de relación con las privatiza-das que incluía la recuperación delpapel del Estado (Ej: estatización delCorreo y del espacio radioeléctrico),y que impedía el aumento de tarifas.

• Apertura al diálogo con las distintasorganizaciones populares pluralizan-

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do incluso la interlocución sindical.El recibimiento de la CTA por partedel propio Presidente de la Naciónasí como la incorporación de lamisma al Consejo del Salario sonejemplos de lo mencionado.

• Reivindicación de las políticas deingresos basadas en la recuperacióndel salario mínimo y de los haberesmínimos jubilatorios.

• Reivindicación de una idea de trans-versalidad como criterio para la cons-trucción de una coalición políticacapaz de transitar la nueva etapa envigencia.

• Puesta en forma de una nueva estra-tegia en materia de política exterior,que por lo menos en las definicionespolíticas y regionales rompe con el“alineamiento automático con losEstados Unidos”, al tiempo que pare-ce buscar mayores márgenes de auto-nomía (Ej.: Mercosur, Venezuela,modificación en las relaciones conCuba, etc.).

¿Qué impacto produjo esta peculiarcombinación entre crisis de hegemonía yausencia de dirección consciente sobre eldesarrollo de la coyuntura política? Laausencia de una dirección consciente noresultó neutral en el devenir de la coyuntu-ra política y, en consecuencia, el marco decuestionamiento popular al régimen vigen-te, que signara los primeros momentos dela gestión Kirchner, comenzó a modificar-se. Dicha ausencia permitió, con antela-ción al gobierno de Kirchner, la “reorgani-zación de la sociedad argentina y por lo

tanto la resolución de la crisis en lo relativoa sus fundamentos estructurales”. Es decir,los aspectos centrales de la reorganizaciónsocial post-crisis fueron encarados durantela fase autoritaria que encarnaran De laRúa primero y Duhalde después.

Cuatro cuestiones fueron esenciales endicho período. En primer término, tuvolugar la estrategia de contención represi-va sobre la movilización popular. Loshechos que acontecen entre el 19 y 20de diciembre del 2001, y el asesinato deMaximiliano Kosteky y Darío Santillán,reemplazaron la metodología de “repre-sión legal” que se había afirmado durantelos noventa y que se expresara en elaumento sistemático de “militantes pro-cesados”, por la amenaza, el atentado yel asesinato de militantes populares.Segundo, la reorganización del patrón deacumulación de la economía argentinavía devaluación, fijó las nuevas condicio-nes de explotación de la fuerza laboralen base a la fijación de un nuevo pisosalarial. Tercero, se consolidó un cuadrode violencia social en base a la amplia-ción de los niveles de pauperización dela sociedad. Y, por último, se afirmaroncondiciones para la reconstitución delvínculo –puesto en crisis–, del sistemapolítico tradicional con los sectorespopulares. La combinación de eleccionesen etapas –no simultáneas–, y la instru-mentación del Plan Jefas y Jefes de Hogarcoadyuvaron a dicho objetivo.

Consideremos. Tanto la reorganizacióndel patrón de acumulación vía devaluación

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APUNTES DE UN DEBATE

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como el cuadro de violencia social produ-cido por el nivel de pauperización de lasociedad, obligan a considerar dos cuestio-nes. En primer lugar, el impacto que pro-duce sobre una sociedad movilizada, lapercepción de que las condiciones de reso-lución de la crisis definieron un deteriorobrutal del nivel de vida de la población–los niveles de pobreza saltaron de14.600.000 personas a finales del 2001 acasi 21.000.000 a finales del 2002–. Ensegundo lugar, aparece claramente que el“ajuste brutal sobre las condiciones devida” fue previo a la asunción del gobiernode Kirchner. Es más, es impensable la recu-peración que vivió la actividad económicapor fuera de dicho ajuste vivido. Éste,acompañado de una nueva situación inter-nacional con precios inmejorables y bajísi-mas tasas de interés en el plano mundial,definieron las condiciones para desplazarla valorización financiera y sustituirla porla posibilidad de realizar ganancias extraor-dinarias en los negocios de exportación yluego en los segmentos del consumo aso-ciado a los sectores más acomodados de lapoblación. Son estas condiciones las queestán por detrás de la recuperación de laactividad económica que, como es sabido,comienza a plantearse a partir del segundosemestre del año 2002. Es decir, la faseascendente del ciclo económico es previaa la asunción del actual gobierno; tantocomo la agudización de la desigualdadque sostiene la fase ascendente. Desde estaperspectiva es difícil pensar que el patrónde acumulación inaugurado luego de lacrisis resolverá lo que en gran medida loconstituyó. Dicho de otro modo, la desi-

gualdad no es la “deuda pendiente delpatrón de acumulación inaugurado”, es engran medida su “condición de existencia”.

Por otro lado, queda claro, que contasas de desocupación que superaban el20% y niveles de pobreza por encima del50%, las prácticas de intervención sobrelos sectores populares del sistema políticodominante habían sido desbordadas ypuestas en cuestión por el avance y desa-rrollo de experiencias de organizaciónpopular y base territorial. En este marco, elpasaje durante el año 2002 de un total de200.000 planes para desocupados a cercade 2.200.000 con el Plan Jefes –donde sólo250.000 tuvieron por destino las “organiza-ciones territoriales de trabajadores” y lagran mayoría fue administrada por víaestatal ya sea nacional, provincial o muni-cipal–, transformó a estos “planes” en uninstrumento estratégico en la recomposi-ción de las citadas prácticas de interven-ción sobre los sectores populares de cara alas elecciones distritales que en el marcode una salida institucional “controlada”se desarrollaron a partir del año 2003.

Seguramente el pasaje de la Argentinadel “que se vayan todos” a la del país en elque “no se fue casi ninguno”, tiene bastan-te que ver con lo expuesto. También éstees el contexto concreto en el que se inscri-be la gestión de Kirchner, ya que, a nivelde los gobiernos provinciales, las modifica-ciones fueron prácticamente inexistentes.

La ausencia de una dirección conscientede la experiencia popular, posibilitó que el

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reordenamiento post-crisis de la sociedadargentina fuera encarado por el viejo ycuestionado sistema institucional articuladocon la facción devaluacionista del podereconómico local. Proceso éste que se des-plegó en un escenario ciertamente autorita-rio donde los contenidos de represión físicay social resultaron claves. Es decir, la reso-lución de la crisis de hegemonía requiriódel pasaje por el escenario del “manteni-miento autoritario del bloque en el poder”.Sin embargo, pese al límite que exhibieronlas fuerzas populares y que impidiera laintervención de las mismas en el rediseñoinstitucional y económico, sí pudieronvolver a aglutinarse frente a la agresión dela fase autoritaria cuestionando su conti-nuidad y evitando el triunfo de Menem.

III.Sobre la etapa económicapost-devaluación

El primer aspecto a señalar es que luegode producida la devaluación con sussecuelas de ajuste en materia de ingresos,se observa una inversión del signo quevenía describiendo en los últimos años laeconomía argentina. Del proceso de caídaen la actividad económica y destruccióndel empleo que se abriera en 1998, se ini-cia a partir del segundo semestre del año2002 una fase de recuperación de la acti-vidad y creación de puestos de trabajoque, como es obvio, actúa como bálsamode contención para amplios sectores de lacomunidad. Este hecho que claramenteotorga mayores y mejores condicionespara la legitimación de cualquier gestión

gubernamental, debe ser puesto siempreen el marco de las determinantes estructu-rales que definen y rodean el citado proce-so. Corresponde precisar los siguientes ele-mentos a efectos de desmontar ciertas afir-maciones que contribuyen a re-situar, bajoun discurso diferente, la ya conocida teo-ría del derrame. Formulación que más alláde intencionalidad alguna impacta natu-ralizando la pobreza y potenciando lasexpectativas en la remanida idea de queel crecimiento resolverá en algún futurolos problemas heredados del pasado.Concepción que le asigna al presente elsólo lugar de la espera. Los elementos aprecisar son los siguientes:

1. Aún con las importantes tasas de creci-miento que ha registrado la economíaen los últimos tres años, el producto porhabitante –riqueza– que genera nuestropaís es apenas superior al del año 1974.Es decir, Argentina es un país que exhi-be un cuadro de estancamiento estruc-tural que lleva ya tres décadas –0,2% decrecimiento anual durante 30 años–durante las cuales hubo momentos deascenso y declive en el comportamientoeconómico. Afirmar que ya ingresamosen un proceso de crecimiento que sesostendrá en el tiempo supone que sehabrían modificado las tendencias quehasta el momento exhibiera la Argentinaen materia de inversión. En la práctica,esta variable, determinante del futuroeconómico del país, evidencia no sólouna magnitud reducida como para soste-ner un proceso de crecimiento con lastasas que hasta el momento se han dado,

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sino que además mantiene severos pro-blemas de composición. En este sentido,la vigencia de una fuerte desigualdad enla distribución de los ingresos –los ingre-sos populares representan el 26,7% delPBI– define que el ritmo de expansión yla composición de la demanda en elmercado local, esté determinado por lossectores de mayores recursos –repre-sentan aproximadamente el 60% delconsumo total de los hogares–. Por estarazón, una parte sustancial de la inver-sión –prácticamente el 60%– son “ladri-llos” asociados al boom inmobiliario decarácter residencial y privado que sedespliega en los principales centros ur-banos del país. Es decir, el componentede capital reproductivo en el total deinversión es muy bajo, lo cual, por lomenos, transforma en aventuradas aque-llas hipótesis de que hemos ingresado enuna senda de crecimiento sostenido.

2. Considerando el ciclo corto desde que seinicia el proceso recesivo –mediados del98–, a finales del 2005 se superaba elnivel de actividad de aquel momento –noobstante, aún estábamos por debajo entérminos de producto por habitante–,pero sobre la base de otro esquema denegocios, y en base a un cuadro socialque revela mayor desempleo, menoresingresos y mayor empobrecimiento.

3. Lo expuesto indica que tiende a cristali-zarse un nuevo escalón más bajo en tér-minos de nivel de vida a la salida de lacrisis. Esto es así porque la economíapostdevaluación combina mayor rique-za con más pauperización relativa. Asi-mismo, los datos disponibles indican

una reducción del impacto social delcrecimiento. En concreto, la generaciónde empleo es menor, la proporciónentre empleo ilegal, informal y formalno se modifica sustantivamente, y lospuestos de empleo registrados exhibenmenores ingresos que los históricos. Loseñalado es tan cierto como el hechoobjetivo de que el 2005 revela mejorescondiciones sociales que el año 2002.

4. El nuevo esquema fiscal a partir de ladevaluación medido a valores constan-tes –es decir sin considerar la inflación–permite sacar dos conclusiones. En pri-mer lugar, que el 70% del superávit seexplica por el ajuste del gasto público.Pero además sobre este gasto menor, laexpansión de los gastos en inversión sefinancia con el retroceso de la masa desalarios y de la asignación de recursosen partidas sociales.

5. Los procesos mencionados de caída enla participación de la masa de ingresosde los ocupados y de ajuste fiscal indi-can que la cúpula empresarial másconcentrada ha logrado restablecer suscondiciones de rentabilidad en base auna mayor explotación de la fuerzalaboral, al tiempo que pudo descargarel pago de deuda pública dominante-mente sobre el ajuste del gasto. A suvez, la consideración de los nuevosniveles de rentabilidad que beneficiana la producción de bienes en desmedrode los servicios, exhibe los mayoresmárgenes en las actividades de menorvalor agregado (a saber: petróleo,minería, agroindustria, siderurgia ele-mental, etc.).

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6. Argentina demuestra que a pesar de loscambios en el esquema de precios pro-ducidos por la devaluación, sigue sien-do una economía capitalista dondemuy pocas empresas en muy pocos sec-tores realizan ganancias extraordinariasa expensas del resto de las empresas ydel conjunto de la sociedad. Estoredunda en el mantenimiento y profun-dización de la desigualdad y en unabaja tasa de inversión que nos devuelveuna y otra vez al estancamiento por dis-tintas razones. A saber: agotamiento dela capacidad instalada, estrangulamien-to externo, inflación, conflictividadsocial, deterioro de la fuerza laboral yde su base de recursos naturales, etc.

Los elementos descriptos permiten pre-cisar entonces que la etapa actual transitaen el marco de la legitimidad que otorgaa la gestión gubernamental la fase deascenso del ciclo económico, pero que lamisma aparece amenazada por la reduc-ción a futuro del derrame social del creci-miento, y por los limites que resultan deltipo de reorganización estructural que seconsolidara en la economía argentinaluego de los últimos treinta años. Ensuma, más allá de la coyuntura de relativamejoría que en términos económicos seobserva respecto a la situación de “fondode pozo” que Argentina exhibiera hastamediados de 2002, la economía nacionalsigue evidenciando una profunda desi-gualdad –resultante del colapso de la con-vertibilidad y la devaluación–; mantieneuna baja tasa de inversión, y tiene por lotanto, un pronóstico reservado.

IV. La ausencia de dirección conciente

Los efectos que ha impuesto la ausenciade dirección consciente del campo popu-lar se han hecho presentes en tres niveles:

1. Dificultades en la relación del gobier-no con las organizaciones populares

En tanto las experiencias populares quecrecieron durante los noventa y que prota-gonizaron las movilizaciones del final dela década, se construyeron en disputa conlas prácticas de intervención que el justi-cialismo tiene sobre los sectores populares–Ej.: intendentes, gobernadores, CGT,etc.–, y el nuevo Presidente era parte deesa estructura; la primer clave de la rela-ción entre el gobierno y las organizacionesfue la distancia e incluso la desconfianza.Parece conveniente considerar este puntoa la hora de evaluar las diferencias políti-cas que se observan en los distintos paísesde la región. Más allá de la gestión con-creta que puede darse hoy en Brasil, Uru-guay, Bolivia o Argentina, lo cierto es queLula, Tabaré y Evo Morales fueron partedel proceso concreto de construcción delas nuevas fuerzas de signo popular dedichos países –PT, Frente Amplio, MAS–.En Argentina, la década del 90’ fue elmomento donde, por primera vez enmucho tiempo, se consolidaron estrategiasde poder popular claramente por fuera dela experiencia de un Justicialismo queemergió –Menem mediante–, como el ros-tro institucional principal del sistema dedominación. En el marco de dicho proce-so, Kirchner se mantuvo dentro de la es-tructura del Justicialismo y más allá de afi-

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nidades o vínculos personales con algunosdirigentes o referencias, no participó orgá-nicamente del citado proceso. Esta situa-ción sumada al control minoritario que elnuevo Presidente tenía sobre la estructuradel Justicialismo, favoreció una estrategiade centralización de las decisiones en elEjecutivo vía el uso de los decretos denecesidad y urgencia, que tendió a afirmarla gestión más en el decisionismo presiden-cial que en la potenciación de la movili-zación y la organización de la sociedad.

La ausencia de dirección consciente seexpresó en el hecho objetivo de que lasexperiencias populares y la gestión delnuevo gobierno no eran el resultado deun proceso común. Esto limitó la capaci-dad de transformar a las instituciones encanales de convocatoria para una gestiónmás abierta, donde la voluntad de partici-par que la población había exhibido a lahora de cuestionar, pudiera transformarseen una mayor intervención orgánica de lasociedad en las decisiones. No se apeló arecursos institucionales que promovieranla participación directa como el plebiscitoo la consulta popular, que permitieran ala sociedad un mayor protagonismo en ladefinición de la nueva etapa del país. Nose promovieron formas más directas departicipación social en la asignación delos recursos públicos, ni tampoco se pro-fundizó el respaldo legal a una mayor ymejor organización de los trabajadores alinterior de las empresas. En este marcogeneral, y más allá de aspectos puntualesdonde determinadas decisiones institucio-nales actuaron articuladas con la participa-

ción de las organizaciones populares –Ej.:Anulación de las Leyes de ObedienciaDebida y Punto Final, Cooperativas deautoconstrucción de viviendas, conveniocolectivo para los estatales nacionales, Leyde Financiamiento Educativo, desarrollorural, etc.–, el proceso descrito abrió pasoa formas de relación del gobierno con lasorganizaciones sujetas a maniobras dondela demanda de adhesión, es decir de ofi-cialismo, ocupaba un lugar central en elvínculo. Asimismo, el no ser parte de unproceso común de construcción produjoel efecto inverso en el seno de las expe-riencias populares. En algunos casos eldiscurso y ciertas realizaciones institucio-nales fueron “leídas” por algunos sectorescomo estrategias de “apropiación oficial”dando lugar a cuestionamientos opositoresfundados más en el “pasado o en la histo-ria” de quienes gestionan, antes que en elresultado concreto de la propia gestión.

En síntesis, la “ausencia de direcciónconsciente”, es decir el hecho objetivo deque la construcción popular y la nuevagestión no eran el resultado de un “proce-so común de construcción”, se expresó enla instalación como dicotomía dominantede la etapa del dilema oficialismo-oposi-ción. Situación que inhibió la posibilidadde potenciar la participación y la organi-zación de la sociedad en el proceso detoma de decisiones.

2. Desconfianzas, conflictos y fracturasentre las organizaciones populares.

El hecho objetivo de una gestión queera capaz de enunciar un discurso que

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retomaba núcleos importantes de la expe-riencia de las organizaciones populares eincluso daba lugar a logros institucionales,pero que al mismo tiempo era percibidacomo ajena a la propia construcción,abrió debates al interior de las organiza-ciones respecto al alineamiento que lasmismas debían tener frente al gobierno.Por tanto, el dilema “oficialismo-oposi-ción” debilitó la capacidad y la iniciativaque había sido propia de las organizacio-nes populares limitando su protagonismoen el plano nacional y recluyéndolas enestrategias sectoriales, temáticas o locales.Por cierto, si estas organizaciones habíansido protagonistas del proceso de movili-zación de los noventa, esto también debi-litó la participación de la sociedad.

3. Dilema Oficialismo-Oposición,menor protagonismo popular y límites en la gestión gubernamental

El hecho objetivo de que la nueva ges-tión y el avance de las organizacionespopulares no fueran el resultado de una“estrategia común” signó de contradic-ciones a la gestión gubernamental.Posibilitó que el dilema “oficialismo-opo-sición” desplazara de la agenda públicael debate acerca del “país que hay quehacer”, y debilitó el proceso de participa-ción de la sociedad. En tanto fuera esteúltimo punto el que determinó la nove-dad política del proceso argentino abiertoen el 2001, esto obviamente impactósobre la gestión gubernamental.

Así, del original discurso acerca de lacorresponsabilidad de los organismos

multilaterales, el gobierno ha terminadoadoptando la denominada “política dedes-endeudamiento” que en la prácticasupuso que no podía negociarse en auto-nomía con el FMI, y que la opción con-sistía en “comprar nuestra libertad”pagando hasta el último centavo. En con-creto, si se rifó nuestra soberanía endeu-dándonos, el des-endeudamiento propo-ne re-comprar la autonomía pagando nosólo intereses sino capital al FMI, elBanco Mundial y el BID. Esta estrategiase coronó con el pago total con reservasal FMI. Pago éste que evidenció los pun-tos de contacto que la estrategia de des-endeudamiento tenía con las propuestasque los Estados Unidos venían impulsan-do al interior de los organismos multilate-rales y que consistían en bajar la exposi-ción de los mismos ante sus principalesdeudores. Es decir, recuperar su carterade créditos –Ej.: Rusia, Brasil, Argentina–,a efectos de evitar que estos organismosrequirieran de mayores aportes por partedel Tesoro norteamericano. Obviamente,la original idea de la “corresponsabili-dad” implicaba que la solución a la crisisde la deuda suponía compartir costos conlos acreedores, incluidos los organismosmultilaterales. Lejos de ello, Argentina–aún en el marco del default–, nuncadejó de pagar, asumió todos los costos ymaximizó sus pagos en el momento demayor crisis social. Así, entre el año 2002y el 2005, cuando la recuperación eco-nómica no lograba retornarnos ni siquieraa las deterioradas condiciones de vida delaño 1998, Argentina completaba pagosdel orden de los U$S 30.000 millones.

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Del mismo modo, del planteo originalque incluía la re-estatización de activida-des que habían sido privatizadas, se hapasado al explicito paradigma de la “repri-vatización” y al objetivo de tratar de rete-ner a los “operadores privados” articuladocon dos definiciones concretas. Por unlado, la “búsqueda de una supuesta bur-guesía nacional en un contexto donde lacúpula empresarial revela una extremaextranjerización, y donde los pocos gruposlocales que subsisten exhiben un compor-tamiento transnacionalizado que suponeel mantenimiento de fondos fuera del país.Por otro, la postergación de importantesdefiniciones –Ej.: rescisión del contrato deAguas Argentinas– en función de los avan-ces del proceso de renegociación de ladeuda pública. Lo que produjo las siguien-tes consecuencias: 1) Consolidación de unesquema de negociación con las privatiza-das que si bien se funda en reducirles larentabilidad respecto a las ganancias extra-ordinarias que obtuvieran en los noventa,se ve acompañado por una menor exigen-cia en materia de compromisos de inver-sión y el traslado de dicha responsabilidadal Sector Público y a la comunidad ya seavía uso de recursos impositivos, la aplica-ción de “cargos tarifarios específicos”, ola participación directa –aunque minorita-ria–, del Estado en algunas empresas condificultades. 2) Creciente articulación congrupos empresarios que fueron partícipes ybeneficiarios del proceso de decadencia dela Argentina –Eurnekian, Brito, Techint–. 3)Renuncia a rescindir contratos absoluta-mente incumplidos –Ej.: Aeropuertos,Aguas Argentinas, ferrocarriles–, avance en

asociaciones de dudosa conveniencia –Ej.:sociedad con Eurnekian en Aeropuertos oparticipación en Aerolíneas–, manteni-miento de la operatoria en manos de con-cesionarios privados luego de efectuada larescisión –Ej.: ferrocarril San Martín–, oconstitución de sociedades anónimas conmayoría estatal pero conducidas por losviejos socios de las privatizadas –Ej.: elsindicalismo de Lingeri, y Carlos Ben,Director Adjunto de Aguas Argentinas, alfrente de la nueva AySA–. 4) Manteni-miento del Régimen Privado de Fondos dePensión –condición del Canje de Deuda–,y renuncia a modificar la regulación de losnoventa en el mercado de hidrocarburos.

Asimismo, de la apertura al conjuntode las organizaciones sociales y sindica-les se pasó a la interlocución privilegiadacon la CGT y a la ausencia de avancesen el terreno de la libertad sindical. Y, delas iniciativas que promovían la necesi-dad de modificar la Ley de Radiodifusiónplanteada por la dictadura y que postula-ban la importancia de la comunicaciónpública, se pasó a la renovación hasta el2015 de las licencias a los multimediosmás poderosos de la Argentina.

Por último, de la convocatoria a latransversalidad se pasó a una estrategiadonde la estructura del Partido Justicialistaes el soporte principal del denominadoFrente para la Victoria. Esto supone elpredominio en parte importante de lageografía política del país de muchoscómplices de lo ocurrido en los noventaen diferentes planos de la realidad.

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Podría decirse que el proceso descritopor la gestión del gobierno refleja ciertaestabilización, límite e incluso retrocesoen el potencial de cambio que, de algúnmodo, se esbozara al inicio del mismo.Sólo se mantienen, en términos de conti-nuidad, las definiciones en materia deDerechos Humanos, los gestos en materiade política regional y algunos procesosde carácter sectorial –Ej.: Educación–.

En síntesis, luego de la crisis del año2001-2002, arribamos al 2006 con undebate signado por el dilema oficialismo-oposición que no sólo atravesó la contien-da electoral sino que incluso intervino enlas organizaciones populares condicionan-do sus prácticas, fragmentándolas, e impi-diendo la profundización del vínculo delas mismas con la propia sociedad. Estoshan sido los limites que la ausencia dedirección consciente le ha planteado tantoa las organizaciones populares como a lapropia gestión del gobierno. Es obvio quelo expuesto redunda en la dificultad paraprofundizar la etapa política que supimosabrir en el año 2001 y le resta oxígeno alas necesidades de cambio que las condi-ciones de nuestro país exigen.

V. Efectos sobre la construcción política y conclusión

El predominio de la dupla oficialismo-oposición sitúa el debate en un terrenodonde el centro de la discusión parecieraser quién gobierna, y no la construcciónpolítica dirigida a resolver el límite ex-

puesto en la crisis del 2001. En ese marco,el papel de la construcción política indu-dablemente se posterga y es sustituido porla tarea de acompañar la gestión en curso–ya que para los oficialistas la misma haresuelto en la práctica la ausencia dedirección–, u oponerse para derrotar lovigente, dirección que predica en eldesierto y sin posibilidad de recuperar losaspectos de una etapa política donde elavance popular ha hecho sentir sus efec-tos. Este impacto del dilema oficialismo-oposición, en el marco de una fase deascenso del ciclo económico, conduce aocupar dos lugares absolutamente impro-ductivos. O bien se es oposición, en unmarco donde el nuevo discurso dominanterecupera ejes básicos del avance popular ydonde las mejoras en materia económicatienden a sumir ese planteo en el aisla-miento político, o bien se hace oficialismosubordinando la estrategia de las organiza-ciones populares a los tiempos de una ges-tión estatal que es resultado de límites quehay que modificar, y para lo cual serequiere de un accionar autónomo respec-to a dichos tiempos y en capacidad deconsiderar el conjunto de los aspectos dela coyuntura nacional.

La dupla oficialismo-oposición comológica para guiar la intervención en elcontexto actual, al desplazar y fracturar eldebate sobre el Proyecto de país a cons-truir, sólo permite el desarrollo de estrate-gias sectoriales o distritales, pero obtura elavance en problemáticas de carácter glo-bal o colectivo. Si bien la gestión Kirchneremerge en el marco de la derrota de la

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APUNTES DE UN DEBATE

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fase autoritaria posterior a la crisis dehegemonía y obturando el escenario dereconstrucción hegemónico del bloque enel poder, la ausencia de estrategias explí-citas que tiendan a replantear la matrizdistributiva resultante de las últimas tresdécadas de la Argentina, indica que no setransita por un escenario donde se estéforzando, con claridad, una nueva y trans-formadora coalición política. A su vez, laausencia de dirección consciente del pro-ceso popular, mencionada, ha debilitadola participación popular al tiempo que leha puesto límites al potencial de cambioque el gobierno parecía exhibir alcomienzo de su gestión.

Lo hasta aquí expuesto se sostiene enla idea de que sin la explícita apertura ala conformación de la citada “direcciónconsciente” no habrá posibilidad de trans-formar el límite que la sociedad argentinale puso al bloque en el poder, en la afir-mación de ese tercer escenario que esbo-záramos como una de las alternativas enque puede derivar una crisis de hegemo-nía: “la construcción de una nueva coali-ción política capaz de replantear las con-diciones de dominación”. Más aún, si semantuviera la situación actual es factibleque se profundice el repliegue de lasociedad y que, consecuentemente, seafirmen condiciones para legitimar unorden político sostenido en una profundadesigualdad.

La necesidad de promover un NuevoMovimiento Político, Social y Cultural,sigue siendo absolutamente imprescindible

para sostener un proyecto emancipatorioque requiere, en nuestro país, de maneraestratégica, de la consolidación y desarro-llo de una organización que nuclée alconjunto de los trabajadores. Esto es así,en principio, por dos razones. La primera,radica en que en el marco de una Argen-tina signada por la existencia del dramaque suponen 14 millones de argentinos ensituación de pobreza, no hay construcciónpolítica posible en base a la sola enuncia-ción de una sociedad futura que se lograrácuando quienes la anuncian tomen elEstado. Esto sólo cobra sentido en tantoexista capacidad de intervenir en el pre-sente concreto limitando el daño que ladesigualdad impone y abriendo instanciasconcretas y permanentes de reforma yresolución de las problemáticas socialesmás inmediatas. El plano principal de ladisputa política se da en base a la capaci-dad de intervención concreta que el dis-curso y la organización puedan tenersobre la vida cotidiana. De lo contrario,no hay práctica política en capacidad dedisputar con la estructura actual del justi-cialismo, el replanteo de las condicionesde la dominación. Desde esta perspectivaes que se transforma en imprescindible lanecesidad de una organización que articu-le al conjunto de los trabajadores y de lossectores populares.

En segundo lugar, la idea de construirun nuevo Movimiento Político no puedeni debe subsumirse en una estrategia elec-toral. Afirmación esta que no limita nicuestiona la necesidad de dar todas lasdisputas electorales que el objetivo del

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APUNTES DE UN DEBATE

avance popular exija. Sólo se intenta conlo expuesto destacar el aspecto sustancialdel planteo. Si asumimos una definiciónintegral del Estado interpretando como tala aquel conjunto de instituciones que defi-nen las condiciones de funcionamiento dela sociedad, es indispensable afirmar queen el presente contexto de internacionali-zación y concentración del poder econó-mico, no alcanza con ocupar las institu-ciones existentes para modificarlo. Existeuna ruptura en la relación entre el voto yla decisión efectiva sobre el rumbo de lasociedad. Una y otra vez, el poder econó-mico se transforma en interlocutor privile-giado de quienes gobiernan sobre la basede la manifestación de un desequilibriobásico fundado en el hecho de que quie-nes gobiernan la economía votan cotidia-namente mientras la sociedad vota unavez cada dos y cada cuatro años. Puestoen términos sencillos: si en una localidadlos recursos públicos se asignan sin tomaren cuenta los intereses de la comunidad,eso ocurre porque la propia comunidadno ha logrado gestar aquellas institucionesque de manera concreta le permitan inter-venir en dicha decisión. Asimismo, si enuna empresa se practica una estrategia desobreexplotación de los trabajadores, estono habla sólo del carácter de la patronalsino de la falta de organización colectivade los trabajadores. Por ende, la organiza-

ción en los barrios, en los sectores de tra-bajo, en las empresas, no tiene comoobjetivo la sola coordinación de las reivin-dicaciones de los sectores populares.Define la condición para la afirmación deuna nueva institucionalidad popular quepermita gobernar nuestro país en un senti-do de mayor justicia. Es por esto que laorganización barrial debe ser pensadadesde la creación de instancias institucio-nales que permitan la disputa del presu-puesto público, y la organización al inte-rior de los establecimientos privados nodebe entenderse como una simple disputacon la CGT. Es imposible subordinar alpoder económico más concentrado si lostrabajadores de las citadas empresas noestán en capacidad de recuperar para elcolectivo de la organización social las uni-dades económicas en las que participan.Es por esto, porque está en juego elgobierno de la sociedad ya que suponeavanzar en la alteración de sus condicio-nes de reproducción, que la decisión delas principales firmas de los grupos localesy extranjeros es impedir, de cualquiermodo, la organización de los trabajadoresen sus establecimientos. Dicho de otromodo, no hay sociedad que pueda organi-zarse en base a relaciones de mayor igual-dad, si no hay un actor social concreto, unsujeto, en capacidad de disputar palmo apalmo este objetivo. | pampa

NOTAS:

1 ERNESTO LACLAU, CHANTAL MOUFFE; “Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la demo-cracia”- Fondo de Cultura Económica. 2004.

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Memoria I

Estaba sentado en un avión, hace como dos meses.Mientras esperábamos despegar, nos informaron que el

avión no saldría porque había paro. Nos bajamos y la genteempezó a increpar a las empleadas de Aerolíneas que estabanen tierra. Yo me puse a discutir con unos pasajeros sosteniendoque la huelga era un derecho constitucional. Ellos siguieron pro-testando. Empezamos a gritar y respondí: “Váyanse a una dicta-dura. Si ustedes no pueden soportar un paro es porque son nos-tálgicos de otros momentos históricos”. Entonces uno de ellosme dijo “Usted debe ser empleado público. ¿De qué trabaja?”.Yo contesté: “Soy profesor universitario” Replicó: “De qué uni-versidad?” “De la universidad pública”, contesté. “Vio. Es lo queyo decía. Es empleado público”. Eso estaría relacionado con elmodo en que la experiencia colectiva contemporánea estáestructurada por los medios. Este es, hoy, un aspecto central dela acción política. Es decir: el escenario donde tiene lugar eldebate es el escenario de los medios de comunicación. Haceunos días, de hecho, analizábamos con Maristella Svampa cómolos mejores militantes populares quedaban vencidos por el dis-positivo mediático. Y esa es toda una cuestión.

Traigo esta experiencia para aclarar desde dónde estoyhablando. En primer instancia, hablo desde ser un empleadopúblico; de la universidad pública. Ese es un lugar, el lugar uni-versitario, el lugar del conocimiento experto.

Hay una segunda dimensión desde la cual analizar eso que seconoce como intelectual, que para mí es un trabajo. ¿En qué

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P o l i t i z a r l o e x p e r t o

por ALEJANDRO KAUFMAN

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consiste el trabajo de intelectual? En politizar lo experto. Nodejarlo en el gabinete académico o en el lugar de la prestaciónde servicios sofisticados, sino llevarlo al plano político, al planopúblico. Someter al saber al riesgo de la conversación. El mate-rial que se propuso como lectura previa a esta jornada tiene quever con eso1. Y quiero decir algo sobre esa cuestión que apare-ció claramente en las reflexiones y producciones post 19 y 20.

Una tercera perspectiva desde la cual intervengo es la delactivista, en el sentido de base. Es decir, alguien que en la vidacotidiana se compromete con las situaciones de poder y de tra-bajo. Es algo que nos puede abarcar a todos siempre, aunquehay quienes se ausentan de esa escena.

Esta breve introducción me sirve para decir algunas cosassobre la conversación que tuvimos con María Moreno, paraPágina/12.2 Esa fue una conversación atravesada por el espíritude ese momento que no tenía que ver, entonces, ni con el roldel universitario ni con el rol del intelectual. Tenía que ver conel rol del activista, con el rol de intervenir sobre esa situacióncorriéndose completamente de los lugares de las biografías ydel encasillamiento.

La conversación con María Moreno se produjo en caliente, enel momento donde no se sabía que iba a pasar. Todavía no sehabía cumplido un mes del 19 y 20 de diciembre. Hay que recor-dar que duró varios meses el período en el que uno no podíasaber si iba a cobrar el sueldo, se iba a tener que ir del país o siiba a haber una guerra civil. La letra escrita, con el transcurso deltiempo, le da otra perspectiva a las conversaciones. La discusiónfue cambiando. Porque es importante considerar que muy pocotiempo después del 19 y 20 había pasado ya la ola, más cuandohacemos evaluaciones del 2001 y los eventuales aciertos o erro-res que se han tenido.

Aquel acontecimiento fue del tipo de los que des-estructurancompletamente todo lo que se puede creer o pensar, en esemomento, acerca de la vida social o política. Es lo que caracte-riza a un momento revolucionario, insurreccional, un momento

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APUNTES DE UN DEBATE

1 “La multitud creadora”.Nota de opinión deHoracio González, enPágina/12, 13 de enero2002. “Qué clase miclase sin clase”, nota deNicolás Casullo, enPágina/12 del 13 de enerode 2002. “Uno no consti-tuye una acción políticapor los ahorros”, entrevis-ta a Alejandro Kaufman,28 de enero del 2002, porMaría Moreno.“Cacerolas, multitud, pue-blo”, entrevista a HoracioGonzález, 11 de Febrerodel 2002, en Página/12,por María Moreno.

2 “Uno no constituye unaacción política por losahorros”, entrevista aAlejandro Kaufman, 28 deenero del 2002, por MaríaMoreno, en Página/12.

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digregatorio. En la circunstancia no se sabe qué carácter va atener. Porque el relato sobre eso se produce a posteriori. En lainvestigación histórica se empezó a ver en las últimas décadascómo se configuraron los relatos de las grandes revoluciones. Esdecir, de qué manera había un momento informe, indeciso y nodefinible que después adquirió definición, decisión y caracterís-ticas nítidas por los relatos posteriores.

Nosotros, que en Argentina siempre estamos discutiendo todoporque somos grandes discutidores de las circunstancias, en elmomento del acontecimientos del 19 y 20 de diciembre estába-mos hablando de libros, por ejemplo. A mí me preguntaban porlibros. Me cuestionaban sobre qué pensaba sobre los libros quebajan de los barcos en el puerto, se traducen y los leemos a verqué tenemos que pensar. Y en esa conversación con MaríaMoreno había un intento de des-estructurar esa actitud de quehabía que leer un libro para entender el acontecimiento dediciembre 2001. Porque ese momento insurreccional es unmomento en que los libros se deshacen en pedazos. No haylibros. Cuando hay un acontecimiento, una irrupción popular, escuando las instituciones, y con ellas los libros, se han disuelto.Pero eso dura muy poco. Duró cierta cantidad de semanas enque todos los discursos de los movimientos populares y las orga-nizaciones sociales entraron en estado de disolución.

Esa conversación fue publicada dos días antes del llamadoencuentro de los piqueteros con los caceroleros, que después fueempleado como una crítica contra la posición que yo sostenía,como si el encuentro donde los caceroleros le cebaban mate alos piqueteros que llegaban de Liniers caminando hubiese cam-biado lo que se estaba diciendo ahí. Y, visto desde ahora, pode-mos pensar una cosa bien distinta. Lo que trataba de hacer ahíera ver en ese momento lo que fue muy claro después: ¿qué eralo que estaba demandando la sociedad en ese momento? Porquelas demandas no son necesariamente tan claras como uno puedesuponer, sobre todo cuando se des-estructuran los discursoscomo en una insurrección. Buena parte de ese movimiento socialestaba demandando un capitalismo eficaz, la ilusión que habíatenido en el período anterior y que había entrado en crisis.

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Esto me lleva a señalar la siguiente idea: en los últimos 30años hemos tenido dos crisis conocidas por todos, el genocidioy la crisis de la disgregación económico social, la de la salida delos ´90, de la convertibilidad. Esta no es una crisis solamenteeconómica o solamente social. Es una crisis mucho más profun-da. Es una crisis moral, es una crisis del lazo social. Es una crisisde las expectativas, una crisis de la historia y una crisis de losdiscursos. Es una crisis del país que se sustentaba sobre la edu-cación pública, por ejemplo, en la que se llegó a discutir si seiba a comer o a educarse a las escuelas.

Hay un tema que me parece clave y que estaba alimentandola exposición de ese momento y otras posteriores, que es sobrela funcionalidad de los acontecimientos político-sociales en laArgentina. Hay una pregunta para hacerse: ¿a qué fue funcionalla desaparición de personas o la sustracción de los niños ennuestro país? Y otra pregunta para hacerse es: ¿a qué fue funcio-nal la crisis de la post-convertibilidad? La cuestión es: ¿son esaslas preguntas que hay que hacerse? ¿hay que preguntarse si esascrisis fueron funcionales o puede haber crisis que no sean fun-cionales? ¿todo en la historia tiene que ver con una coherenciafuncional que lleve a una articulación entre lo que sucede yciertas consecuencias? Yo creo que no. Yo creo que la historiatiene también componentes de contingencia, de azar, de noracionalidad, de destrucción social. No es cierto que los paísesno pueden morir. Hay países que mueren, que fracasan. Este esun tema muy caro para nosotros, los argentinos, que siempremiramos hacia arriba y no hacia abajo. Siempre miramos adonde no llegamos y no adonde nos podemos caer. Como noshemos caído, sería bueno que empecemos a mirar qué hayabajo. Abajo está Paraguay, está Albania. Es decir, países congrandes crisis de todo tipo que han perdido la oportunidad his-tórica de ser otra cosa de lo que son. Nosotros estamos en esedilema. Esto se articula con otra cuestión que es cuál es el inter-locutor de la acción político social. Porque hay uno que es elEstado, de eso no hay ninguna duda, sobre esto estamos llenosde experiencias, de discursos. Pero hay otro que es el poder polí-tico económico que en Argentina tiene características que no loigualan con los poderes político-económicos de otros países.

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APUNTES DE UN DEBATE

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Memoria II

Tengo una idea, que no sé qué base empírica puede tener–eso habría que estudiarlo–, y es que lo que pasó el 17 dediciembre de 2001 tiene profundas conexiones con lo que pasóel 19 y 20 de diciembre de 2001. Sin embargo, noto en el dis-curso de la CTA un tono de derrota, como si hubiera algo quelamentar. La palabra de Juan González, que me parece de unaconsistencia ejemplar, donde describe fenómenos objetivos,materiales, de enorme significación, está pronunciada con tonode fracaso, que es lo que quiero cuestionar. Tiene una tonalidadvinculada con las representaciones en el sentido más amplio, esdecir, con los relatos.

¿Cuál es el problema de que una organización sindical repre-sente a una parte y no al todo de un movimiento político y social?Creo que no hay una apreciación de la significación que tiene laconsistencia, supervivencia y continuidad de la CTA en un paísdonde no hay nada que haya sobrevivido, donde hay muy pocasinstituciones que hayan sobrevivido como instituciones. Uno delos fenómenos que está ocurriendo en nuestro país es que cree-mos que todo está destruido, aquello que está destruido y aque-llo que no. Ahí es donde está lo destituyente. A mí me ha pasa-do discutir con los alumnos sobre si la Universidad había sobrevi-vido o no a la crisis; me decían que no. Entonces, yo preguntaba,¿cuál es el objetivo esencial de la Universidad? ¿No es acreditar elconocimiento, dar títulos, enseñar? ¿Se está haciendo eso o no? ¿Oacaso se venden y compran los títulos? Que sería lo que podríahaber pasado si hubiera ocurrido con la Universidad lo que pasócon otro conjunto de instituciones. En ese sentido, ustedes no hancesado en el cumplimiento de su objetivo esencial, bregar por lasmejores condiciones para los que trabajan. Esto en un contextonacional donde los bancos no son bancos y roban, la policía noes la policía, la corte suprema no es la justicia. Hay una larga listade instituciones que se hicieron, verdaderamente, pedazos.

Me quiero referir, entonces, a la cuestión de la consulta queorganizó el Frente Nacional contra la Pobreza, impulsado por laCTA, pocos días antes del 19 y 20 de diciembre. Cuando apare-

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ció, yo la subestimé por una tendencia libresca cultural nuestraque dice que hay que leer a Toni Negri, Paolo Virno, esos librossobre autonomismo, que se supone que hay que leer para com-prender lo real. En este sentido, realmente estoy muy disconfor-me con los modos en que se dan esas discusiones. Si se relee eldebate sobre diciembre de 2001, se verá que eludo completa-mente discutir los textos de Virno. Porque lo que tiene que hacerun colectivo social es construir su propio lenguaje. En algunasintervenciones de estas jornadas de la CTA, incluso aquellas quereflexionan precisamente sobre la experiencia de la consulta,existe un lenguaje propio. Ese es un lenguaje auténtico, genui-no, con una historia, producto de un desenvolvimiento. Eso esun logro. Hay un logro lingüístico, vinculado con las prácticas.Y eso tiene consistencia. Ha sobrevivido y está intacto. Lo cualno quiere decir que en los relatos eso tenga representación. Enlos relatos pasan otras cosas. Entonces, hay que analizar los rela-tos, ver qué pasa con los relatos y distinguirlos de las prácticas.En eso es en lo que fallamos.

Yo estaba en Jujuy el 17 de diciembre, hasta el 19. El 19 a latarde, me fui al aeropuerto de Jujuy, sin haberme enterado denada. Cuando llego al aeropuerto, en la televisión estaba puestoel canal Todo Noticias. Fue una experiencia interesante. En TNhabía una revolución, en el aeropuerto no había pasado nada.Pero quiero contarles lo que me pasó el 17. Como decía, yohabía menospreciado la consulta, por esta intoxicación librescaque uno tiene. Son pequeñas cosas, es un símbolo. El problemaes valorar las pequeñas cosas. Y eso uno lo puede hacer retros-pectivamente. Lo que me hizo valorarla mucho después, fuerecordar a una profesora de la Facultad de Humanidades de laUniversidad de Jujuy, que todo el 17, estuvo sola, con un escri-torio en la puerta de la Facultad, sin dejar pasar a nadie sin quefirmara. Estuvo todo el día ahí, prácticamente sin comer y con unentusiasmo que me hizo pensar que estaba pasando algo. Lo quese desenvolvió después fue toda esa energía que estuvo imple-mentándose en la firma de la consulta. Es decir, lo que puso lapráctica de la consulta fue un límite moral, un límite ético a lahecatombe que estaba ocurriendo y que alimentó el movimientoinsurreccional del 19 y 20 de diciembre.

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Lo que ocurrió ahí fueron una serie de relatos. El tema deldamnificado no se acota sólo en el ahorrista. Damnificadossomos todos. La indemnización laboral tiene que ver con habersido damnificado en la pérdida del trabajo. La condición dedamnificado tiene que ver con la lógica del capital. Hablamosde la lógica del capital como si fuera algo ajeno y externo anosotros. Se terminó el tema de la revolución. Se terminó hacemucho. Esto de que el soviet era la lógica del capital: el sovietno era ni la lógica del capital, ni estaba en contra. En cualquiercaso, triunfó la lógica del capital. Uno puede pensar en utopías,puede tener ideas justicieras, pero estamos estructurados por lalógica del capital. Esta lógica es la que determina que en laagenda se hable de los piqueteros, porque ése es el negocio delos medios de comunicación. No es negocio hablar de los traba-jadores, sino de los piqueteros. Artificializar un fenómeno –queen definitiva es parcial– y convertirlo en la agenda. Eso es lo quelleva a este tono de derrota que tiene que ver con que no pode-mos dar cuenta de lo real. Lo real es lo que somos nosotros. Loreal es este discurso acerca de una historia, de un conjunto demilitancias, de prácticas concretas. Lo otro también es lo real, eslo social. Pero hay una sensación de que al discutir los términosteóricos que sí están en crisis –o sea el concepto de clase, de tra-bajo, de sociedad–, es la misma institución la que entra en crisisy no siempre es necesariamente transferible. Viendo desde afue-ra a la CTA, he encontrado un modo de actuar institucional,política y prácticamente que tiene consistencia, que ha definidociertos objetivos, que tiene una articulación con las prácticas yque ha logrado dar cuenta de esas prácticas, aunque haya quediscutir las representaciones y los discursos.

Hay que hacer esta distinción, porque sino caemos en unadesmoralización y desvalorización sobre lo que se cree y loque se hace. Caemos en el microfascismo argentino. Nosotrosno tenemos “la suerte” de tener un buen y verdadero fascismo,como Chile, como la Alemania Nazi. Sino que vivimos en elmicrofascismo argentino, el del “mientras tanto”. Este “mien-tras tanto” significa: “ellos tienen hambre pero mientras tantoyo quiero pasar”, “mientras tanto paso y que se mueran dehambre”, “yo sigo yendo a mi trabajo, llegando puntual por-

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que su hambre no es mi problema”. Hay una estructuración anivel de un relato sobre eso que se impone desde los mediosde comunicación y las prácticas sociales. Esto es lo que hayque combatir. Y, en diciembre del 2001, la consulta popularestaba combatiendo eso. Porque estaba colocando a cadasujeto frente a la idea de hacer algo, que parece muy ínfimo ytrivial como votar: Pero, ¿votar por qué? ¿Por un candidato eneste país de la lista sábana? No, era imponer una reflexión a unsujeto sobre qué es lo que puede ser deseable en una sociedad,sobre la necesidad de definir un piso desde el cual dar la dis-cusión. Y en este sentido, creo que lo que sí fue un fracasocolectivo en relación con el tema sobre el que trataba la con-sulta, es la universalización de los planes sociales. Porque elúnico recurso, que proviene de hace más de 20 años enEuropa, para sostener una ética y una política del trabajo, es lacuestión del piso salarial universal. La gente sobra en estemundo del capitalismo avanzado. Ese es el problema. Ha habi-do una explosión demográfica. El recurso humano perdióvalor. Entonces, las luchas sociales giran alrededor de estable-cer el valor de las personas, de los ciudadanos. Y esto sólo seha logrado hacer, articulado con la lógica del capital, que esuna lógica de la ciudadanía y el consumo, mediante el discursodel salario mínimo, universal, del piso salarial universal, inde-pendientemente del trabajo. Todo sujeto, por el sólo hecho deexistir tiene un salario mínimo, porque ésa es la base para losderechos humanos, para la democracia, para la sociedad. Sialguien se muere de hambre porque está desocupado debido alas fluctuaciones del capital, no hay sociedad viable posible,sólo hay guerra civil, disgregación, catástrofe. Es el estado enque estamos nosotros. Es parte de nuestro fracaso colectivo nohaber logrado imponer en la agenda, salvo como una especiede extravagancia, la cuestión de ese piso.

No creo en esta cuestión de las nuevas subjetividades. Lamoda de hablar sobre las nuevas subjetividades es un relatomuy superficial sobre la forma de entender a los movimientospiqueteros. Acá tenemos discrepancias que pueden no serlibrescas o teóricas, porque lo que puede ser válido en un terre-no teórico, hay que ver cómo se articula en un colectivo social.La palabra subjetividad es mucho más densa que la forma en la

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que se suele usar. No significa que uno se pone una insignia oque vive de una manera determinada, sino que abarca al con-junto de las prácticas sociales. Yo no estoy negando la existen-cia de los piqueteros, lo que quiero decir es que esto se articu-ló con una subjetividad autoritaria clientelista que tiene quever con “el hecho maldito del país burgués”, para citar a JohnWilliam Cooke, con todas sus complejidades. No creo que sepueda discutir la Argentina si no se discute ese hecho ymuchos de los debates eluden discutirlo porque hablan desdeuna perspectiva ideal.

Cuando se habla de autonomismo en términos teóricos, seignora completamente la historia concreta de los últimos 50años en Argentina. La Argentina no se puede discutir si no sediscute el peronismo y el gorilismo. Yo me defino mucho máscomo un anti-gorila que como un peronista. Pero, claro, losgorilas lo empujan a uno al peronismo. Hay una estructura depoder y una estructura cultural en la Argentina ligada con estatensión. El gorilismo es básicamente el desinterés por la suerteconcreta de los sujetos concretos de la sociedad concreta.Porque uno puede preguntarse cómo puede alguien sentarse enuna mesa y definirse como gorila. Yo a ellos les pregunto porqué no se definen también como “nazi”. Ser gorila en Argentinaes adherir a estructuras abstractas –el democratismo, el republi-canismo, el contrato moral, la corrección científica–, dondeuno se abstrae de lo real. La experiencia de la consulta era uncomportamiento vinculado con un contrato moral. El contratomoral implicaba que se firmaba por un punto de partida éticode cualquier discusión. Pero quedó desdibujado y no es casualque ocurra eso. Y esto tiene que ver con el por qué se habla delo que se habla y no se habla de lo que no se habla. Ahí esdonde están las hegemonías. No hay que buscar tanto para vercómo se produce la hegemonía en una sociedad. Lo que se hahecho de la manera más perversa en Argentina es convertir entema de agenda, de espectáculo, a la miseria, la pobreza, lalucha por la miseria. Lo han convertido en un tema obsceno.Qué más quieren los medios que vayan los piqueteros a discu-tir cómo se están muriendo de hambre. Hay que sospechar deesta democracia. ¿Cómo es que es tan fácil hablar? ¿Cómo es

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posible una sociedad donde todos los actores sociales estánpresentes? O esa es la imagen que se construye porque esosactores no son todos, son sesgados, manipulados y construidospor los medios de comunicación.

Hay que entender en qué medida el fenómeno de los pique-teros, el fenómeno cacerolero, el fenómeno del 2001 fuerontambién co-construidos por los medios de comunicación. Y porlos intelectuales. Porque esta discusión que presentó MaríaMoreno en Página/12, es una discusión entre intelectualesdonde lo que se estaba poniendo en cuestión –desde una pos-tura muy minoritaria, porque éramos sólo dos los que estába-mos argumentando una posición frente a todos los demás–,eran justamente los relatos. Se trataba más de hacer el poemasobre los relatos –“oh qué maravillosos que sois los que estánlas calles”–, en lugar de preguntarse qué es lo que se estabadiciendo o lo que realmente se estaba pidiendo. Finalmente,hay algo que me parece clave y es la conciencia clara que teníala CTA de que el problema era la universalización, y esto impli-caba no tener un comportamiento oportunista sobre la relaciónde trabajo y desocupación. Como sí, contrariamente, lo hacecierta izquierda con su oportunismo movilizante massmediáti-co, que es solo un recurso para colocar escenas en la televisión.

Acá hay un punto de discusión sobre las prácticas concretasy reales. Hay que valorizarlas, sostenerlas, independientementede su visibilidad mediática. Porque la visibilidad mediática noda cuenta de lo social. Es una representación. Y está tan en cri-sis como todas las demás. Pero como es ella la que se represen-ta a sí misma tiene la capacidad y el poder de ocultar sus pro-pios puntos ciegos. Es lo único que no se discute, el poder de losempresarios mediáticos. Y todo el mundo tiembla frente a ellos.Entonces, lo que tiene que hacer un movimiento social es dejarde tener miedo al poder mediático, discutir el poder mediático,pelear contra ese poder y no ser su rehén, como está ocurrien-do. Esa idea de que la agenda nos amenaza de una manera yque estamos en crisis porque la agenda nos dice que estamos encrisis, hay que discutirla. Lo que digo no excluye de ningunamanera que todos los textos, los discursos y las teorías están

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absolutamente en crisis y eso hay que discutirlo muy profunda-mente: el concepto de trabajo, de capital, la tecnología y todaslas problemáticas están en una crisis extrema. Entonces, creoque hay que valorizar prácticas instituyentes, instituidas, prácti-cas de valorización de los derechos laborales y dar una luchapor la representación de eso, pero no de acuerdo con las reglasde los medios de comunicación hegemónicos. | pampa

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Comienzo con una auto-presenta-ción. Alejandro Kaufman recordaba

una conversación telefónica que mantu-vimos hace unos días, y subrayaba quenosotros, en tanto profesores de la Uni-versidad estatal, somos trabajadorespúblicos, empleados públicos. Yo opinéque había que ver cuál era la significa-ción de esa caracterización, pues en rea-lidad el Estado nos paga para que seamos“expertos”. En este sentido, no va de suyoque seamos intelectuales, que hagamosintervenciones públicas como éstas. Yesta tarea no es fácil, pues tampoco elintelectual se confunde con el activista.En realidad, la tarea del intelectual sedefine en un equilibrio muy frágil que seestablece entre el compromiso y el dis-tanciamiento, uno y otro necesarios parala comprensión y la reflexión social. Porotro lado, y por sobre todas las cosas, lafunción intelectual es la de establecerconexiones, crear puentes y vinculacio-nes entre distintos mundos. El intelectualse define, de alguna manera, por su natu-raleza anfibia, por su pertenencia a diver-sos mundos. Este es el gran desafío nues-tro ante una sociedad que está muy frag-mentada y, sobre todo, ante la prolifera-ción de expertos que solo hacen inter-venciones autoreferenciales, sin estable-

cer las conexiones o puentes con otrasrealidades. A eso apunta la Universidadpública que existe hoy en Argentina: aformar expertos, antes que intelectuales.

Sobre la temática que nos convoca yoquisiera subrayar tres ejes, o al menosavanzar sobre tres temáticas para la discu-sión: hacer una caracterización del mode-lo de dominación; reflexionar sobre lacolisión de las tradiciones ideológicas a laque asistimos a partir de 2002-2003 y,finalmente, delinear algunos rasgos de lasfiguras de la militancia que hoy asomancomo tendencias mayores. No me deten-dré en un análisis de la significación delas jornadas del 19 y 20 de diciembre del2001. En realidad, esas jornadas debeninsertarse en un proceso de movilizaciónmayor, que presenta diferentes etapas ociclos. Uno de ellos se inició en 1996/97,a partir del surgimiento de las organiza-ciones de desocupados. Otro ciclo seabre con las jornadas de diciembre de2001, que marca la presencia de diferen-tes movilizaciones y sujetos sociales. Noolvidemos que el 2002 fue un año absolu-tamente extraordinario en el doble sentidodel término. Primero, porque anunció unacrisis generalizada –tanto en lo económi-co como en lo social y lo político–.Segundo, porque dio emergencia a un

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Modelo de dominación, tradiciones ideológicas y figuras de la militancia

por MARISTELLA SVAMPA

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nuevo protagonismo social, a partir de lasmúltiples movilizaciones y experienciasde auto-organización. En este sentido, ymás allá de los avatares presentes, las jor-nadas del 19 y 20 de diciembre tuvieronuna gran productividad y abrieron unnuevo escenario político.

El modelo de dominación

En América Latina, la entrada en unnuevo orden socio-económico implicó laconjunción de dos procesos diferentes:por un lado, la profundización de la tras-nacionalización de la economía; por elotro, la reforma drástica el aparato esta-tal, que produjo el desmantelamiento delmarco regulatorio del régimen anterior.Este doble proceso, que atravesó en granmedida el conjunto de los países latinoa-mericanos, desembocó en la instituciona-lización de una nueva dependencia, cuyorasgo común sería la exacerbación delpoder conferido al capital financiero, através de sus principales institucioneseconómicas (FMI, Banco Mundial). Eneste nuevo escenario, la economía seseparó y autonomizó, disociándose brus-camente de otros objetivos, entre ellos, lacreación de empleo y el mantenimientode un cierto estado de bienestar, ejes delmodelo de acumulación anterior.

Esos procesos resultaron ser más des-tructivos en la periferia globalizada queen los países desarrollados, en donde losdispositivos de control público y losmecanismos de regulación social suelenser más sólidos, así como los márgenes

de acción política de los propios Estadosnacionales, bastante más amplios. Enestas latitudes el proceso de “reestructu-ración” del Estado fue crucial. En reali-dad, antes que “extinguirse” o aparecercomo un fenómeno “residual”, el Estadofue reformulado y reapareció bajo nuevosropajes. El caso argentino aparece aquícomo paradigmático. Por un lado, a lolargo de los ´90, la drástica reconfigura-ción de las relaciones entre lo público ylo privado tuvo como resultado el vacia-miento de las capacidades institucionalesdel Estado. Por otro lado, la dinámica deconsolidación de una nueva matriz esta-tal se fue apoyando sobre tres dimensio-nes mayores: el patrimonialismo, el asis-tencialismo y el reforzamiento del siste-ma represivo institucional.

En efecto, en primer lugar, asistimos ala emergencia de un Estado patrimonia-lista, esto es, al servicio de la lógica delnuevo modelo de acumulación del capi-tal, que tendría a su cargo impulsar eldesarrollo de la dinámica privatizadora,favoreciendo la constitución de merca-dos monopólicos, protegidos por el pro-pio Estado. En segundo lugar, en lamedida en que las políticas en cursoimplicaron una redistribución importantedel poder social –generando un contin-gente amplio y heterogéneo de “nuevosperdedores”–, el Estado se vio obligado areforzar las estrategias de contención dela pobreza, por la vía de la distribución–cada vez más masiva– de planes socia-les y de asistencia alimentaria a laspoblaciones afectadas y movilizadas. Entercer y último lugar, el Estado se enca-

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minó hacia el reforzamiento del sistemarepresivo institucional, apuntando alcontrol de las poblaciones pobres, pormedio de la represión y criminalizacióndel conflicto social. Así, frente a la pérdi-da de integración de las sociedades y elcreciente aumento de las desigualdades,el Estado aumentó considerablemente supoder de policía, lo cual implicó un pro-gresivo deslizamiento hacia un “Estadode seguridad”.

Este cambio de matriz societal fueacompañado por grandes transformacio-nes de la política, que darían origen a unnuevo modelo de dominación, asentadosobre tres ejes: una determinada articula-ción entre política y economía, un estilode acción política y nuevas estructurasde gestión. Así, el primer rasgo y tal vezel más notorio del “modelo argentino”fue sin duda el alcance que tuvo lasubordinación de la política a la econo-mía, como resultado del reconocimientode la “nueva relación de fuerzas”. En losprimeros años, esta sumisión de la políti-ca a la economía formó parte de unaestrategia mayor de legitimación que,apoyada en la situación de emergencia,se esforzaba en subrayar el carácter ine-luctable de las reformas. Dicha estrategiaapuntaba a despolitizar las decisiones,restarle su carácter contingente, productode una conflictualidad, enfatizando conello el carácter unívoco de las reformas.En este sentido, el establishment políticose esforzó en dar por sentado la identifi-cación entre orden liberal y nueva diná-mica globalizadora, naturalizando porende, la nueva dependencia.

En la mayoría de los países latinoame-ricanos estos procesos se apoyaron y, enconsecuencia, terminaron por reforzar latradición presidencialista existente. Enalgunos casos, como el argentino, laconfluencia de una tradición hiper-presi-dencialista y una visión populista delliderazgo –marcada por la subordinaciónde los actores sociales y políticos allíder–, aceleró la desarticulación de loeconómico respecto de lo social, al tiem-po que garantizó el proceso de construc-ción política de una suerte de “nuevasoberanía presidencial”, frente al vacia-miento de la soberanía nacional, queemergió así como la clave de bóveda,esto es, la pieza fundamental, del nuevomodelo de dominación política.

El tercer elemento del modelo es la tri-ple inflexión de la política como gestión.Esta inflexión se refiere al pasaje a undeterminado modo de “hacer política”vinculado al mandato de los organismosmultilaterales, que puede ser sintetizadocomo un nuevo modelo de gestión esta-tal. Las nuevas estructuras de gestión seasientan sobre tres características funda-mentales: la exigencia de profesionaliza-ción, la descentralización administrativay la focalización de la política social.Dichas estructuras se nutren de un mode-lo de gerenciamiento, “la cultura delmanagement”. Según esta concepción, laprofesionalidad y el conocimiento colo-carían al experto en una posición óptimapara aprehender el interés público ogeneral y, en consecuencia, para imple-mentar las políticas más adecuadas. A suvez, esto fue acompañado por un proceso

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de descentralización administrativa delEstado, sobre todo de la salud y la educa-ción. Asimismo, la focalización de políti-cas sociales conlleva intervenciones terri-toriales muy precisas en relación al cadavez más empobrecido universo popular,que tiene como telón de fondo el quiebreo desdibujamiento del mundo obrero.Dichos ejes fueron la clave para la refor-mulación desde el Estado de la relacióncon las organizaciones sociales, peronis-tas y no-peronistas. Como consecuenciade ello, las nuevas estrategias de interven-ción territorial fueron produciendo unentramado social en el cual se insertaronlas organizaciones comunitarias, cada vezmás dependientes de la ayuda del Estado.

Estas políticas tuvieron un fuerte impac-to en el mundo popular, acentuando elproceso de territorialización que veníaviviéndose desde la última dictadura mili-tar. Por un lado, el escenario daría cuentade la transformación del peronismo enrelación al mundo popular, en la medidaen que éste dejará de ser una contracultu-ra política para transformarse en “cliente-lismo afectivo” y, en el límite, en un purolenguaje de dominación que se apoyasobre intervenciones territoriales focaliza-das. Por otro lado, la territorialización irádevelando la emergencia de un densotejido organizacional, en el cual adquierecada vez mayor relevancia la figura de losmilitantes sociales. Esta red de militantessociales le va a otorgar, sin dudas, unnuevo colorido a ese mundo popular.

Cierto es que entre 1999 y el 2001,con la gestión de la Alianza, ese modelode dominación asentado tanto en la

sumisión de la política a la economía, enel liderazgo de tipo presidencialista, deci-sionista; en la triple inflexión de lasestructuras de gestión, se desmantela, sedesencastra, se desarticula. Pero sedesencastra de manera provisoria, nodefinitiva. A partir del 2003, con Kirchnerasistimos a una recomposición de esemodelo de dominación, visible en la rea-firmación de la continuación de ciertoselementos, como el decisionismo y laconsolidación de las estructuras de ges-tión, garantía misma del modelo asisten-cialista y clientelar. Esta continuidad fuefacilitada nuevamente por la convergen-cia entre una tradición hiper-presidencia-lista y una visión populista del liderazgo.

En relación al estilo de acción política,el presidente Kirchner se hizo cargo deambos legados. Al igual que CarlosMenem –diferencias de contexto estructu-ral mediante–, Kirchner retomó ese espa-cio y fortaleció aun más el lugar de lasoberanía presidencial, pero con el obje-tivo de redefinir y otorgar mayor variabili-dad a la relación entre economía y políti-ca. Así, puede afirmarse que existe unasuerte de “recuperación del espacio de lapolítica”, en la medida en que Kirchnerlogró construir nuevos márgenes –varia-bles– en dicha relación, en el contexto dela nueva dependencia. Sin embargo, larelativa “recuperación de la política” seha hecho en provecho del fortalecimientode la soberanía presidencial, de laampliación de la esfera de decisionismoy personalismo del Ejecutivo y, por ello,en desmedro de las propuestas de inno-vación y democratización política.

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Por otro lado, y aunque parezca para-dójico, la crisis del 2001 otorgó al pero-nismo una nueva “oportunidad histórica”,pues le permitió dar un enorme salto apartir de la masificación de los planesasistenciales. Además, este proceso se viofortalecido por la dinámica de “reperoni-zación” de importantes organizacionespiqueteras (FTV, Barrios de Pie), caracteri-zadas por una fuerte matriz populista. Eneste nuevo escenario, los dispositivos delclientelismo afectivo se potenciaron y, ala vez, se transformaron, asegurando así laconsolidación del modelo “desde abajo”.

La colisión de las tradiciones ideológicas

La Argentina actual presenta una fazparadójica. Por un lado, el país aparecerecorrido por una proliferación de con-flictos y movimientos sociales, en torno atemas como el reclamo salarial, lasdemandas de los desocupados y la defen-sa del habitat, entre tantos otros. Un con-junto de acciones colectivas que, en granparte, presenta un fuerte anclaje territo-rial, una clara propensión a la organiza-ción asamblearia y abarca una multicipli-cidad de organizaciones y movilizacionessociales. Gran parte de estas movilizacio-nes sociales han sido y son portadoras deuna politicidad que desafía tanto los lími-tes como las distorsiones estructurales delsistema representativo vigente.

Por otro lado, pese a la tan mentadacrisis del sistema institucional y de lospartidos políticos tradicionales, manifiestaa partir de 2001, pese a la vitalidad de

las acciones y movimientos sociales,éstos presentan una gran dificultad porconstituirse en una nueva alternativa polí-tico-social o, de manera más modesta, delograr una traducción político-institucio-nal que apunte a una real vinculaciónentre los diferentes actores sociales ypolíticos movilizados. Más aún, las elec-ciones parlamentarias de octubre de2005 parecen indicar que “desde arriba”el escenario político se halla cada vezmás caracterizado por una suerte de“peronismo infinito”, hoy fortalecidotanto por el debilitamiento de los restan-tes partidos tradicionales como por lapérdida de los pocos escaños que poseíala izquierda parlamentaria, mientras que“desde abajo” el desarrollo de una fuertepolítica asistencial y clientelar, a lo quehay que sumar la crisis de las organiza-ciones de desocupados, asegura al parti-do en el poder su reproducción política,en la relación con los sectores popularesmás vulnerables.

En este eje me gustaría hacer referenciaa algunos de los principales obstáculosque presentan los movimientos socialesen su proceso de articulación político-social, a nivel interno. Acerca de los fac-tores externos sólo quisiera hacer men-ción, una vez más, a la productividadpolítica del peronismo, la cual se nutremenos de una supuesta vocación depoder que estaría ausente en sus oposito-res, que de un hábil liderazgo presiden-cial que sintetiza legado decisionista y efi-cacia populista, así como de una deman-da de normalidad institucional vehiculiza-da por una sociedad golpeada por el des-

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vanecimiento de la ilusión neoliberal–pertenencia a un supuesto “PrimerMundo”–, la posterior amenaza de disolu-ción social, vivida bajo la gran crisis de2001-2002. Por supuesto, todo ello no esindependiente del contexto de fuerte cre-cimiento económico que atraviesa el país.

En realidad, quisiera mencionar algu-nos de los factores propiamente internosque dificultaron una verdadera articula-ción del espacio militante. Para ello, voya referirme al estado actual de las tresvertientes que recorren hoy el campo delas izquierdas. Sin duda, lo más notoriodentro del espacio militante ha sido lacreciente fragmentación organizacional,lo cual se halla ligada a las posiciones ydiagnósticos asumidos por las distintascorrientes de la izquierda. En realidad,lejos de buscar las convergencias estraté-gicas, las diferentes vertientes ideológicashan potenciado el conflicto interno y,con ello, la división ad infinitum demovimientos y organizaciones. Veamosmás precisamente los problemas y difi-cultades expresados por cada una deestas vertientes.

En primer lugar, en todo este procesocabe una responsabilidad mayor a laizquierda partidaria. Sobre todo en susdiferentes variantes del trotskismo, cuyogrado de dogmatismo ideológico, cuyavisión cortoplacista del poder, del sujetopolítico y, por consiguiente, de la estrate-gia de construcción política, han sidomayores. La misma caracterización de“argentinazo” referido a las jornadas dediciembre de 2001 alimentaba la apela-ción a la movilización constante que

tenía, sin dudas como horizonte, la figurade la insurrección. En ese sentido, fueronnotorios los errores de diagnóstico políti-co realizados por la izquierda partidaria,sobre todo, en lo que se refiere a la nega-ción del cambio de oportunidades políti-cas –la redefinición del escenario políticoa partir de 2003 y la demanda de “nor-malidad”–, como a la subestimación dela productividad del peronismo. Estaceguera ideológica contribuyó al éxitodel proceso de deslegitimación y aisla-miento social de las organizaciones dedesocupados que llevará a cabo elgobierno nacional a partir de 2003.

Por otro lado, hay que tener en cuentaque las inveteradas tentativas de laizquierda partidaria por forzar una suertede hegemonía dentro del campo militantesuelen terminar, más temprano que tarde,en fuertes implosiones organizacionales eideológicas, lo cual se ha venido tradu-ciendo en el vaciamiento del capital polí-tico y simbólico de los nuevos movimien-tos. Así sucedió en 2002 con las incipien-tes asambleas barriales; proceso queentre 2003 y 2004 alcanzaría a las orga-nizaciones de desocupados. Además, entiempos electorales los partidos deizquierda suelen acentuar el énfasis ins-trumental respecto de las organizacionessociales, en detrimento de su autonomíadecisional –concepto por demás tabú alinterior de los partidos– y del desarrollode una lógica de construcción más terri-torial –ligada al trabajo comunitario y losemprendimientos productivos–, tan inhe-rente a las organizaciones de desocupa-dos. En este sentido, la izquierda partida-

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ria refleja una perspectiva muy “clásica”de lo que es la sociedad, basada en elmodelo fabril, salarial, el cual impregnasu lectura acerca de las clases sociales, elpoder y el Estado. En fin, esto alimentauna visión muy miserabilista acerca de lanueva red de militantes sociales y de latarea que realizan las nuevas organiza-ciones sociales; todo lo cual se traduceen una gran dificultad por entender loselementos innovadores de las nuevasorganizaciones y la potencialidad de cier-tas experiencias de recreación de loslazos sociales desde el mismo barrio.

En segundo lugar, podemos señalar elrol más reciente que puede adjudicarse ala izquierda populista, que ha terminadopor reactivar los elementos más negativosde la tradición nacional-popular, a partirde su alianza con N. Kirchner. Aclararéqué entiendo por populismo o matriznacional-popular –que utilizo de maneraindistinta y sin connotaciones peyorativas.Para decirlo de manera esquemática, lamatriz nacional-popular se asienta sobretres principios o afirmaciones mayores:

• La conducción a través del líder –unliderazgo carismático o personalista,según los casos, con fuerte retóricanacionalista.

• Las bases sociales organizadas –lafigura del Pueblo-Nación.

• La constitución de una coalicióninterclases, condición para unaredistribución de la riqueza másequitativa –un modelo socio-econó-mico integrador, que implica la afir-mación del Estado.

De esta manera, la tradición populistapresenta diferentes variantes, según losejes que estén presentes y la manera enque se articulen entre ellos. En este senti-do, hay que señalar que la tradiciónpopulista argentina retoma elementosdiferentes respecto de aquellas otrasexperiencias que recorren el continente,como es el caso de Bolivia, donde la tra-dición nacional-popular reaparece ligadaa las demandas de nacionalización de loshidrocarburos, que proclaman el conjun-to de los actores movilizados. Asimismo,pese todas las afinidades –más deseadasque efectivamente existentes–, el modelokirchnerista poco tiene que ver con elproyecto propugnado por Chávez enVenezuela, cuyo carácter controvertido yambivalente nos advierte ya acerca delcarácter multidimensional de esa expe-riencia populista. A diferencias de lasexperiencias citadas, en Argentina, la tra-dición populista tiende a desembocar enel reconocimiento de la primacía del sis-tema institucional, a través del protago-nismo del Partido Peronista, por sobreaquel de los movimientos sociales.

Esta inflexión no es solo el resultadode una relación histórica o de un vínculoperdurable entre partido peronista y orga-nizaciones sociales, sino que responde auna cierta concepción del cambio social:aquella que deposita la perspectiva deuna transformación en la reorientaciónpolítica del gobierno, antes que en laposibilidad de un reequilibrio de fuerzasa través de las luchas sociales. Esta pri-macia del sistema político-partidario tien-de a expresarse en una fuerte voluntad de

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subordinación de las masas organizadas ala autoridad del líder –como lo ilustrande manera evidente tanto los sindicatosde la otrora poderosa ConfederaciónGeneral del Trabajo, así como actual-mente las organizaciones piqueteras ofi-cialistas–. Al mismo tiempo, esto seexpresa a través de la desconfianza hacialas nuevas formas de auto-organizaciónde lo social y sus demandas de empode-ramiento y autonomía. En realidad, comopara la izquierda partidaria, para la tradi-ción populista argentina y sus herederosactuales, la cuestión de la autonomía delos actores constituye un punto ciego,impensado, cuando no una suerte deparadigma incomprensible y hasta “artifi-cial” en función de nuestra geografía dela pobreza. Asimismo, esta no-tematiza-ción denota que el populismo argentino–en todas sus facetas, independientemen-te de las internas partidarias– tiene ungran desconocimiento de las nuevas ten-dencias organizativas globales, al tiempoque no valora las nuevas prácticas políti-cas ni el impacto positivo que éstaspodrían ejercer en un proceso de refor-mulación del contrato social, en un senti-do incluyente.

En tercer lugar, no es posible soslayarel rol que han tenido aquellos grupos quecomponen el heteróclito espacio de lasorganizaciones independientes, caracteri-zados por una narrativa autonomista. Nohay que olvidar que las nuevas experien-cias militantes –sobre todos en los jóve-nes– se nutren de un ethos común: aquelque afirma como imperativo la des-buro-

cratización y democratización de lasorganizaciones y se alimenta, por ende,de una gran desconfianza respecto de lasestructuras partidarias y sindicales, asícomo de toda instancia articulatoriasuperior. Por ello mismo no es casual lafuerte resonancia que en Argentina hatenido lo que genéricamente se ha veni-do denominando “autonomismo”. Estanueva narrativa política, que atraviesa unconjunto de colectivos y movimientoscontra la globalización neoliberal, senutre también del pensamiento de unsector de la filosofía política italiana,especialmente de la obra de Toni Negri yPaolo Virno y, a nivel continental, reco-noce su modelo de referencia en la expe-riencia y el discurso zapatista. Sin embar-go, en Argentina ha sido muy influyentetambién la versión visiblemente más sim-plificada que presenta el libro deHolloway, “Cambiar el mundo sin tomarel poder”.

En realidad, hay autonomía y hay auto-nomismos. Así, la defensa de la autonomíarecorre hoy una parte importante de lasexperiencias sociales y políticas contem-poráneas. Pero el “autonomismo” es otracosa; se refiere a una visión hiperbólicade la autonomía y, como tal, presenta unacrítica radical a cualquier forma de poder,aún aquellas que apunten a la posibilidadde construir articulaciones superiores envista de la producción de un bloque con-tra-hegemónico. Así, pese a que el campode la autonomía es mucho más amplio yvariopinto que lo que las referencias ante-riores indican, lo cierto es que en Argen-

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tina éste tuvo su inflexión hiperbólicaentre los movilizados años 2002 y 2003.En fin, convengamos que si la izquierdapartidaria y populista posee más de unpunto ciego respecto de la comprensiónde las nuevas formas de auto-organiza-ción de lo social, para el caso del auto-nomismo su dificultad estriba tanto en suvisión unidimensional del poder y la rela-ción con el Estado, como en la negaciónde la posibilidad de pensar la instanciade la articulación política como algo másque una coordinación horizontal demovimientos diferentes. No es raro que,para muchos militantes que se reconocenen el autonomismo, la noción misma de“hegemonía” –en un país donde el pen-samiento de izquierda de hace unasdécadas nomás estuvo muy marcado porla obra de A.Gramsci– se haya converti-do en una suerte de cristalización detodos los males...

Lo cierto es que la tentación hegemo-nizante de los partidos de izquierda nohizo más que potenciar los elementosextremos del campo autonomista, que enmuchos casos confundió la defensa de ladiferencia con el llamado a la pura frag-mentación, así como tendió a disolver lalógica política en la acción contracultu-ral, o en una suerte de afirmación deautonomía de lo social –la ontologiza-ción de lo social–, carente de mediacio-nes. Por otro lado, en el marco de unalógica recursiva de lo social, dicho exce-so tuvo su traducción posterior en unareacción de rechazo a toda forma dedefensa de la “autonomía”. Por ello, noes raro que a la hora actual, sobre todo

dentro del campo piquetero y las organi-zaciones contraculturales, se haya regis-trado una suerte de involución por partede ciertos grupos y colectivos militantesque, decepcionados de la poca repercu-sión política que han tenido las promesasde democratización y horizontalidad sos-tenidas por el autonomismo –pues lapolítica de Kirchner ha traído consigouna profundización del clientelismo en elmundo de los sectores populares– y anteel nuevo cierre de las oportunidades polí-ticas, hoy tiendan a refugiarse en unadefensa por demás ortodoxa y dogmáticade los principios revolucionarios clásicos.

Insisto que cuando afirmo que a partirde 2002 se entrecruzaron y potenciaronlos elementos más reactivos de estas trestradiciones ideológicas, estoy minimizan-do los elementos positivos que están pre-sentes en otras experiencias del campo delas organizaciones sociales, y que creonecesario rescatar. Respecto de la narrati-va autonomista, es importante tener encuenta que la autonomía aparece no sólocomo un eje organizativo, sino tambiéncomo un planteo estratégico, que remite ala “autodeterminación” de los sujetos.Asimismo, esta aspiración converge conla valorización de la práctica en sí misma,en tanto modalidad de construcción polí-tica, antes que la adhesión a las grandesdeclaraciones ideológicas o a los acuer-dos programáticos. Ambos ejes atraviesande manera central el proceso de recom-posición de las subjetividades políticascontemporáneas. Respecto de los partidosde izquierda, uno puede advertir tambiénla importancia de elementos que remiten

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a la centralidad que adquiere la interpela-ción clasista, muy especialmente en con-textos de grandes asimetrías sociales yeconómicas. Sin duda, ello nos ayuda arecordar que en Argentina en 30 añoshemos pasado del “empate social oempate hegemónico –como se lo deno-minaba en sociología–, a la “gran asime-tría”, reflejada en la distancia entre laelite económica y política y los sectoressubalternos, que engloban tanto a lasfragmentadas clases medias como a losempobrecidos sectores populares. Porúltimo, la tradición nacional-popular nosrecuerda la necesidad de repensar desdeuna óptica “positiva” el rol del Estadonación. Y ello en un contexto de debilita-miento del Estado nacional y en el marcode una dependencia que, como diríaGuillermo O’Donnel, ha llegado a nive-les que ni remotamente imaginabanaquellos que escribieron sobre ello en losaños ’60/’70.

En definitiva, la posibilidad del surgi-miento de un nuevo sujeto político quepudiera encarnar la fuerte expectativa decambio que recorría la sociedad argenti-na de principios del nuevo milenio sedesvaneció, no sólo ante la vuelta a lanormalidad institucional encarnada porel “peronismo infinito”, sino también porla abierta divergencia que se instalóentre las diferentes vertientes ideológicasque recorren el movilizado campo de lasorganizaciones sociales. Así, lo sucedidoentre 2003 y 2005 deja planteado nosólo la importancia de la disputa culturaly simbólica en toda puja política frenteal proceso de estigmatización de las

luchas sociales, sino la necesidad de ten-der puentes y articulaciones entre loselementos más positivos y aglutinantesde las diferentes vertientes de la izquier-da –la tradición nacional-popular, la tra-dición marxista clásica y la narrativaautonomista–, que recorren y formanparte del acervo popular.

Nuevas subjetivadesy formas de la militancia

El tercer eje que quiero presentar aludeal proceso de recomposición de las sub-jetividades políticas. En los últimos añoshan surgido nuevas figuras de la militan-cia y me atrevería a decir, aunque el tér-mino suene complicado, un nuevo ethosmilitante, entendiendo por ethos un con-junto de orientaciones éticas y políticasque estructuran la acción.

Por encima de las diferencias socialesy nacionales, uno de los componentesmás significativos de las movilizacionessociales contemporáneas es

1) la auto-organización comunitaria.Esta dimensión “material”, ligada a la pro-ducción y reproducción de la vida, a partirde la gestión de las necesidades básicas,aparece como uno de los rasgos constituti-vos de los movimientos sociales en Amé-rica Latina, tanto de los movimientos cam-pesinos, muchos de ellos de corte étnico,como de los nuevos movimientos urbanos,asociado a la lucha por la satisfacción delas necesidades más elementales;

2) la acción directa, a saber, nuevosrepertorios de acción que enfatizan la

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acción sin mediaciones, como los blo-queos, cortes, ocupaciones, entre otros y

3) el desarrollo de prácticas asamblea-rias, a través de formas de democraciadirecta y participativa. Así, las estructurasde movilización existentes se colocan entensión respecto de las formas jerárqui-cas y centralizadas canalizadas tanto porlos partidos de izquierda –sean de cuñoleninista o de matriz socialdemocráta–,como por las organizaciones latinoame-ricanas que propugnan una suerte demovimientismo tradicional, propias de lamatriz populista.

Mi hipótesis es que estas dimensiones otendencias de los nuevos procesos demovilización se constituyen en los ejesorganizadores que van configurando lassubjetividades militantes contemporáneas.Estos ejes nos proporcionan así una nuevaentrada para leer las relaciones entredimensiones subjetivas de la política ynuevos modelos de militancia, al tiempoque nos ayuda a complejizar las relacio-nes entre política y marcos ideológicos.

Un primer abordaje de dicha temáticanos permite detectar dos figuras centralesde la militancia: en primer lugar, la figura“local” del militante social, que encontra-mos en diferentes movimientos sociales deAmérica Latina; en segundo lugar, la figura“global” del activista cultural, que se halladifundida en distintas latitudes, tanto enlos países del centro como de la periferia.Aclaro, que estoy hablando de las grandestendencias, a fin de señalar los elementoscentrales de un proceso. En este sentido,la tendencia revela la centralidad delmilitante social o territorial y del activista

cultural. El militante sindical posee un rolmuy importante, pero en la actualidad noaparece como el protagonista central delos nuevos procesos sociales.

Veamos brevemente las dos figurasenunciadas más arriba.

• El militante social o territorial. Eldesarrollo de redes territoriales, concebi-das como estrategias de sobrevivencia,tiene una larga historia en América Latina.Durante los ´60/´70, éstas dieron origen alos llamados “movimientos sociales urba-nos” cuyas demandas –servicios básicos,títulos de la tierra–, se orientaban hacia elEstado, lo cual ponía de manifiesto laslimitaciones “integracionistas” del modelonacional-popular. Sin embargo, en los ´90,la globalización en su versión neoliberal,caracterizada por la superación de lasfronteras, así como por el desmantela-miento del Estado social, produjo unainflexión mayor en el heterogéneo mundode los sectores populares latinoamerica-nos. Como hemos señalado antes, laimplementación de un nuevo modelo degestión, asociado al discurso neoliberal yal mandato de los organismos multilatera-les, produjo así la acentuación del proce-so de empobrecimiento y territorializaciónde los sectores populares, a través de unabatería de políticas sociales focalizadas.En consecuencia, las nuevas redes territo-riales se constituyeron en el locus del con-flicto, en la medida en que fueron emer-giendo como el espacio de control ydominación neoliberal, a través de laspolíticas sociales compensatorias, al tiem-po que se convirtieron también, en dife-rentes países de América Latina, en el

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lugar de producción de movimientossociales innovadores. Este proceso coloca-rá en el centro de la nueva política localla figura del mediador, a través del “mili-tante social”.

La centralidad que ha adquirido el mili-tante social, como hemos visto antes, sehalla vinculado al proceso de territorializa-ción de los sectores populares y a la luchapor la sobrevivencia. Aunque no conoceuna figura única ni una evolución lineal,el militante social aparece desde el origenasociado al peronismo. En los últimosaños, dicha figura ha conocido diferentesinflexiones. En este sentido, tocaría a lasorganizaciones de desocupados la tarea deabrir una brecha en este transformadomundo popular, por fuera del peronismo,tornando posible la emergencia de nuevasprácticas políticas, a través de la resignifi-cación política de la militancia territorial,cuyos ejes serían precisamente la críticaal clientelismo y la afirmación de la digni-dad. En consecuencia, entre 1997 y 2002,el surgimiento de nuevas organizacionesde tipo territorial, aunque no llegó a cues-tionar la hegemonía del peronismo, pusoen evidencia no sólo el deterioro de larelación entre el peronismo y el mundopopular, sino también la posibilidad de lapolitización de lo social. Más aún, lanueva experiencia se fue apropiando yactualizando con las apelaciones más ple-beyas del mundo popular, tan asociadas alperonismo de otras épocas, como expre-sión auténtica de la gente “de abajo”.

•El activista cultural. La expansión decolectivos culturales, tanto en el ámbitode la comunicación alternativa como de

la intervención artística, constituye unade las características más emblemáticasde las nuevas movilizaciones sociales.Muchos de estos colectivos se basan engrupos de afinidad, que desaparecen unavez realizada la acción. En este sentido,en tanto movimientos de “experiencia”,donde la acción directa y lo público apa-recen como un lugar de construcción dela identidad, no resulta extraño que granparte de estos grupos se agoten en ladimensión cultural-expresiva y no alcan-cen una dimensión política. Sin embargo,en otros casos, sobre todo en países capi-talistas periféricos como el nuestro, loscolectivos culturales deliberadamentebuscan una mayor articulación con losmovimientos sociales, constituyéndose encreadores de nuevos sentidos políticos yculturales, o bien, asumiendo el rol dereproductores de los acontecimientos enun contexto de intensificación de lasluchas sociales. Esta forma de militanciaexpresa así una vocación por el crucesocial y la multipertenencia, en el marcodel desarrollo de relaciones de afinidad yredes de solidaridad con otras organiza-ciones. La experiencia argentina de losúltimos años refleja a cabalidad el desa-rrollo y eclosión de nuevos colectivosculturales, cuya tarea ha ido fructificandoo declinando en función de su mayor omenor articulación con movimientossociales.

Estas dos figuras enfrentan hoy obstá-culos diferentes. En el caso del militantesocial, ello se ve reflejado en las dificul-tades por politizar lo social en el marcode un “cierre” del peronismo desde abajo

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y ante las limitaciones que presuponeuna tarea tan asociada a la gestión de lasnecesidades básicas. La actual crisis delas organizaciones de desocupados no esajena al estallido de esta tensión, ya ins-cripta en sus mismos orígenes. Asimismo,los militantes o activistas culturales hancontribuido de manera decisiva a recrearlos sentidos de la protesta –como ennuestro país, sobre todo a partir del año2002, y hasta el presente, aún sin tener lavisibilidad de los años anteriores–. Sinembargo, hoy, el lazo con los movimien-tos sociales aparece muy debilitado o,por el contrario, cuando éste existe, el

activista cultural se halla muy encapsula-do en el espacio militante. El tema no esmenor, pues el activista cultural es, comoel intelectual, un anfibio, y en ese sentidotiene que llevar a cabo, un rol articula-dor, particularmente importante en tiem-pos de fragmentación social y aislamientode las experiencias militantes. Cómo poli-tizar la tarea del militante social, vincu-larlo con otros ámbitos –sobre todo, conel sindical–; cómo dotar de una nuevadimensión articuladora el trabajo del acti-vista cultural, aparecen hoy como dos delos grandes desafíos. Aunque no sonseguramente los únicos. | pampa

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Condiciones nuevaspara la izquierda

Las condiciones sociopolíticas del con-tinente se han modificado sustantivamenteen los últimos cinco años. Luchas socialesy levantamientos populares marcaron elritmo de las resistencias de los pueblosante la embestida neoliberal y su secuelade destrucción de los aparatos productivosindustriales y rurales, de saqueo de losrecursos naturales, de apropiación desca-rada de los bienes nacionales, de robar losdepósitos bancarios de ahorristas priva-dos... La desocupación, el hambre, elanalfabetismo y las enfermedades curablesvolvieron a enseñorearse por los camposempobrecidos y los suburbios de las gran-des ciudades latinoamericanas. Y todo elloa nombre de la modernización, el progre-so y la democracia.

Esta situación –que parecía por momen-tos, inevitable e indetenible–, está comen-zando a ponerse en cuestión y a revertirse.Procesos político-sociales como el deVenezuela bolivariana, han conmovido lasfibras dignas y patrióticas de hombres ymujeres de estas tierras: campesinos, tra-bajadores urbanos empleados y desem-pleados, pobladores originarios, mestizos,negros, mulatos, intelectuales y profesio-

nales conscientes de la realidad, y muchosotros sectores. Brasil, con Lula, recomenzóla senda del cambio iniciada por Cuba.

Hoy, Bolivia es el más digno ejemplode que sí es posible cambiar esta realidadde opresión, discriminación, saqueo einjusticia. No es cualquier sector el queha asumido la representación de todos losbolivianos, sino, ni más ni menos que unode los más discriminados entre los discri-minados –por derecha y por izquierda–:los cocaleros. Haciendo posible lo imposi-ble, un descendiente de los pueblos indí-genas, un campesino sin tierras para culti-var como no sea la hoja de coca, es decir,un cocalero, encabeza el gobierno nacio-nal como ayer las luchas urbanas, los cor-tes de carreteras, la oposición parlamenta-ria, la unidad de todas las fuerzas socialesa favor de Bolivia libre y soberana.

En Chile, la Presidencia del país fueganada por una mujer claramente identi-ficada con el progresismo. Igualmente ungobierno de este corte dirige los destinosde Argentina desde el 2003. En Uruguay,el Frente Amplio, llegó a ser gobiernonacional en el 2005, luego de más de 35años de luchas y resistencias.

Esto sin olvidar el significativo y trascen-dental levantamiento indígena de Chiapas,en el 94; los levantamientos indígenas de

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C o n s t r u i r e l a c t o r c o l e c t i v opor ISABEL RAUBER

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Ecuador y sus llegadas al gobierno nacio-nal en dos ocasiones; las resistenciaspopulares en Perú, Colombia, Paraguay;los aportes de la izquierda salvadoreña.

Todo esto marca un cambio sustantivoen la situación sociopolítica actual delcontinente, sobre todo en la región sura-mericana. La participación en eleccionesnacionales, estaduales, provinciales ymunicipales se abre paso como caminopara los cambios buscados. Luego deBrasil y Venezuela, con la llegada de Evoa la presidencia de Bolivia, la vía demo-crática –que después de la experienciachilena del 73 parecía un camino inesta-ble y poco confiable–, ha mostrado nue-vas aristas y posibilidades si se asumearticulada a una estrategia de construc-ción de poder propio desde abajo, y –a lavez– como parte medular de ella.

La coyuntura ha cambiado: ya no es lade los años 80 y 90, cuando reinaba elpensamiento único neoliberal del “fin dela historia”, del “no queda otra”. Hoy estáclaro, resulta palpable para los pueblosde este continente, que es posible otromundo, que es posible otro país, si lospueblos asumen conscientemente la res-ponsabilidad y la tarea de construirlo,desde abajo, día a día. Y esto, como dije-ra el Presidente Hugo Chávez en la clau-sura del último Foro Social Mundial poli-céntrico realizado en Caracas, no es paramañana, es ahora que puede hacerse.

Para ello, la política revolucionariaenfrenta hoy varios desafíos, uno de elloscentral: construir el actor social y políticocolectivo capaz de llevar adelante los pro-cesos sociales y políticos concretos nece-

sarios para transformar las sociedades enlas condiciones de la democracia latinoa-mericana, con las oportunidades que ellabrinda hoy y a pesar de sus limitaciones;profundizarla, transformarla, es parte tam-bién de las tareas sociotransformadoras.

El gobierno, una herramienta posible para la transformación

No existe justificación, después de larealidad actual de Venezuela, para afir-mar que es imposible hacer transforma-ciones sociales radicales siendo gobierno,argumentando –por ejemplo– que elEstado está en manos de sectores enemi-gos y que no se tienen aún las fuerzasnecesarias para impulsar los cambios pre-vistos. Si el peso del Estado burocrático yoligárquico es mayoritario, la experienciavenezolana enseña que es posible hacerlo que haya que hacer para construir lasfuerzas propias, para desarrollar y fortale-cer la participación protagónica del pue-blo en el proceso y, con ella, construirdesde abajo el poder del pueblo que es, ala vez, un proceso de construcción delsujeto revolucionario, de su conciencia yorganización revolucionarias. Es precisa-mente por ello que en el proceso revolu-cionario venezolano cristaliza hoy laexperiencia de transformación política ycultural –práctica-educativa– que seviene gestando en distintas latitudes denuestro continente. Los logros están a lavista, también los desafíos.

La participación en la disputa políticapor el gobierno nacional resulta clave. En

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las condiciones actuales, lo contrario im-plicaría, de hecho, la negación de todapolítica y tornaría un sinsentido la luchade clases, la acumulación de fuerzas y laconstrucción sociopolítica toda, ya que–de antemano– se les impondría un lími-te que –por definición– no se desearíatraspasar.

El problema radica, por un lado, encómo superar la desconfianza instaladaen las mayorías populares hacia los parti-dos políticos, los políticos y la política, y–anudado a ello–, por otro, en cómohacer política de un modo y con un con-tenido diferente al tradicional. Porquehacer política es imprescindible y funda-mental, tanto para lograr alguna salidapositiva a las luchas reivindicativo-socia-les, como para el desarrollo político desus protagonistas. “No resulta suficienteprotestar contra las injusticias. No resultasuficiente proclamar que otro mundo esposible. Se trata de transformar las situa-ciones y tomar decisiones efectivas. Y enello radica la pregunta acerca del poder.”[FRANÇOIS HOUTART: 1]

En esta perspectiva, la participación enparlamentos y gobiernos provinciales,estaduales y nacionales, resulta central.Lo que podría entenderse como vía elec-toral para realizar las transformacionessociales, resulta hoy un camino medularpara el proceso de construcción, acumu-lación y crecimiento de poder, concien-cia, propuestas y organización políticapropias, en proceso de (auto)constituciónde los actores sociales y políticos en suje-to popular del cambio.

Esta es una definición de fondo, estraté-

gica y primera. Deja sentado, de inicio,que participar en elecciones, llegar a sergobierno de un país –con todos los desafí-os que ello implica–, es parte de un cami-no que puede contribuir enormemente aimpulsar la transformación social haciaobjetivos superiores. Estar en el gobiernodota a las fuerzas sociales transformadorasde un instrumento político de primerorden que, en conjunción con el protago-nismo de las fuerzas sociales extraparla-mentarias populares activas, puede abrirpuertas para promover transformacionesmayores. Ni la participación electoral, niel ser gobierno provincial o nacionalconstituyen –en esta perspectiva–, la fina-lidad última de la acción política.

Por un lado, esto define los métodos yel o los instrumentos a emplear, crear,etcétera. Por otro, indica la apertura deun largo proceso de cambios, que es–precisamente– lo que caracteriza lastransformaciones sociales de la épocaactual, pues la transición a otra sociedadsupone, necesariamente, la articulaciónde los procesos locales, nacionales y/oregionales con el tránsito global hacia unmundo diferente –y la formación delsujeto revolucionario global–.

Se puede avanzar –de hecho ocurre–en el ámbito de un país, pero es necesarioir generando simultáneamente consensosregionales e internacionales, interarticular-se con otros procesos sociotransformado-res de similar orientación. En Latinoamé-rica se abren hoy grandes oportunidadespara ello, dada la coincidencia históricade gobiernos –cuando menos– críticos delsistema neoliberal global. Es una situación

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que emerge como resultado de la acumu-lación de resistencias y luchas de los pue-blos, que marca el predominio de la ten-dencia transformadora que se abre pasoen medio (a través) de la casualidad.

El desafío es, en este sentido, superar lasorpresa y poner en marcha propuestasconcretas que permitan, por un lado, forta-lecer (y articular) las organizaciones socia-les populares y, por otro, profundizar losprocesos de cuestionamiento de las medi-das regresivas del neoliberalismo, frenar suimplementación y, de ser posible, anularsu vigencia. Sobre esa base, y simultánea-mente, el objetivo es avanzar en la cons-trucción de alternativas concretas, desarro-llar programas de gobierno que –teniendoen cuenta la correlación de fuerzas exis-tente y las posibilidades de modificarlafavorablemente–, impulsen el máximoposible los procesos sociotransformadores.

La participación en elecciones, en infe-rioridad de fuerzas, tiene sentido cuandoes parte de un camino de acumulaciónpolítica. En esa relación, es un objetivocoyuntural en situación de avanzar haciala realización de determinados pasos, esta-blecidos en función de la estrategia global.Esta supone la conquista del ámbito guber-namental nacional como herramienta polí-tica primera para impulsar desde el gobier-no transformaciones mayores. En tanto tal,lo electoral es siempre instrumento, medioy vía, nunca un objetivo en sí mismo.

No se trata de llegar al gobierno paraocupar cargos, sino hacer de los cargosuna palanca capaz de propiciar el avancecolectivo hacia los objetivos consensuadossocialmente, de concretar determinadas

propuestas previa y colectivamente defini-das, y de crear otras. Esta es, de última, latrascendencia de la tarea. Y llama tambiéna no minimizar la decisión de quienesdesempeñarán determinadas funciones através de los cargos de gobierno. En cual-quier caso, todo esto debe ser diseñado ydecidido con la participación plena delos actores sociales y políticos articuladosorgánicamente, concientes de por qué sehace lo que se hace, y para qué.

Gobierno y proyecto alternativo

La vida se juega ahora y es ahoracuando hay que responder por ella. Estosupone identificar los elementos comunesa partir de los cuales sea posible articularactores sociales con problemáticas y pro-puestas diversas, coordinar acciones con-cretas combinando la lucha por la sobre-vivencia y por reivindicaciones inmedia-tas, con la defensa (y construcción) de lasoberanía nacional, regional, continentaly global de los pueblos. Tales coordina-ciones podrían ser un paso hacia la cons-titución de frentes populares: por la paz,a favor de la vida, por el derecho al tra-bajo, a la producción de alimentos, a laeducación, a la salud, a la protección dela naturaleza, etcétera.

PROYECTOS DE ENTRADAProponer políticas para ello, implica

construir alternativas programáticas yorganizativas que cristalizarían en lo quedenomino –con Dieter Klein–, proyectosde entrada o de partida.

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Se tata de proyectos que se construyenponiendo el énfasis político en solucionaro paliar la problemática social, política,económica y cultural en la coyuntura enla que intervienen. Resultan condiciona-dos por la correlación de fuerzas existenteen los ámbitos local e internacional, y –ala vez– estimulados por las posibilidadesque este “escenario” les brinda.

Pensar en los proyectos de entrada,llama a concentrar los esfuerzos colecti-vos en la construcción del programapolítico (de oposición y/o gobierno), enprimer lugar, a partir de las propuestasprogramático alternativas.1

En interacción dialéctica con los pro-yectos de entrada, el proyecto estratégicoalternativo podría considerarse como unproyecto de salida. En referencia a él, losproyectos de entrada pueden considerar-se tales, por estar articulados a una pro-yección estratégica que los incluye ysitúe como parte de un –prolongado–proceso histórico de transformación de lasociedad, dotándolos de un sentido y unaperspectiva de continuidad, desafiando asus creadores y protagonistas a explorarnuevos caminos para avanzar haciametas superiores.

En ese sentido, los proyectos de entra-da constituyen (la posibilidad de dar) unpaso en dirección a los objetivos estraté-gicos, y (la posibilidad de ser) un puenteen transición hacia ellos. Atravesar dichopuente no es algo que ocurrirá inevitable-mente, dependerá de muchos factores,por ejemplo, de la modificación favora-ble de la correlación de fuerzas internas yexternas, de la voluntad política (con-

ciencia, capacidad de comunicación, deorganización, de participación, de resis-tencia y de lucha) de las amplias mayorí-as populares y sus organizaciones(socio)políticas, de su capacidad paraconstituir y reconstituir permanentementela dirección política colectiva-plural delproceso, también sujeta a las –cambian-tes– necesidades políticas de las coyuntu-ras sociohistóricas y sus requerimientos.

ESTAR ATENTOS AL ADVENIMIENTODE LA POSIBILIDAD U OPORTUNIDADLos acontecimientos políticos internos y

externos, el curso de la lucha de clases enlos ámbitos local y/o global, pueden desen-cadenar sucesos político-sociales imprevis-tos y modificar repentina y temporalmentela correlación de fuerzas. Esto podríaresultar favorable para iniciar procesosque posiblemente abran puertas para unaposterior transición hacia la implementa-ción de un proyecto de entrada.

Se trata de sucesos cuya ocurrencia noha sido planificada por algún actor políti-co-social. Son situaciones que se presen-tan, por ejemplo, luego de un estallidosocial como el ocurrido en Argentina, endiciembre de 2001, o en Bolivia –aunquede modo menos espontáneo e imprevis-to– con la expulsión de Sánchez deLosada, en 2003. Ellas modifican repenti-namente, por un lado, las relaciones defuerza (y de poder) entre los sectores delpoder en conflicto y, por otro, la relaciónde fuerza entre el sector o bloque depoder con los sectores sociales popularesy sus luchas, inclinando –temporalmenteo, a veces incluso, fugazmente– a favor

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de ellos la balanza política de las fuerzassociales enfrentadas.

Es el momento en que se abren posibili-dades para que las luchas sociales, con suspropuestas concretas, se impongan porsobre los conflictos internos del poder. Esdecir, se abren posibilidades concretaspara un accionar abiertamente político.

Repentinamente se abre un períodomuy favorable para que las fuerzas popu-lares en lucha puedan colocar, por ejem-plo, en el mejor de los casos, sus pro-puestas programáticas concretas comoalternativa de gobierno nacional, o –encaso de no estar en condiciones para ello–para aliarse o apoyar a una fuerza políticade avanzada que –en ese momento– tengacapacidad para asumir el control de lacrisis sociopolítica nacional. Se trataríade un sector político que estará jaqueadopor la sociedad que le reclama solucio-nes, y por la presión que sobre él ejerce-rán los fragmentos más reaccionarios delbloque del poder, ansiosos por recuperarsu hegemonía dentro del bloque depoder y en la sociedad.

Aún en tales condiciones, es conve-niente no subestimar ni simplificar la situa-ción, y desechar las oportunidades quepudieran presentarse para consolidar y for-talecer la fuerza propia. Dichos gobiernospueden abrir procesos que signifiquen unaposibilidad hacia la transición, creandocondiciones para un posterior advenimien-to de gobiernos nacional-populares. Esdecir, serían una oportunidad para crearlas condiciones para caminar hacia unaperspectiva de transición, hacia la instala-ción de un gobierno propio.

Dicha oportunidad, a diferencia de laque emerge como resultado de la acumu-lación política orgánica –como sería elcaso, por ejemplo, de la llegada de Lula ala Presidencia de Brasil–, es simplementealgo que sucede. Es un producto de la crí-tica social que, por acumulación, enmedio (del caos) de innumerables luchasy tendencias en disputa, sin que madurentodas las fuerzas que se forman en suseno, transforma la tendencia o fuerzapredominante en oportunidad históricapara la concreción de la posibilidad.

La coyuntura que allí se conforma,abre al campo popular las ventanas haciala posibilidad de imprimirle un sentidopropio al curso de los acontecimientos,orientándolo hacia posibles procesosulteriores de transición. Pero ello no afir-ma que esa posibilidad sea factible dealcanzarse, indica solo que la disputatiene un terreno favorable para desplegar-se.2 Señala la apertura de un período enel que es posible robustecer las fuerzaspropias, ampliar la capacidad de comuni-cación y diálogo con las mayorías, con-solidar las organizaciones, y construirpropuestas concretas que favorezcan laprofundización de la posibilidad hacia laapertura de un proceso más claramenteorientado hacia la concreción de un pro-grama de liberación nacional (proyectode entrada), estratégicamente articuladoal proyecto alternativo (de salida).

La ambivalencia de las oportunidadesque se abren o que podrían abrirse indicaprecisamente que los resultados puedenconducir a situaciones mucho peores quelas iniciales, pues las variables que intervie-

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nen son múltiples y dinámicas: económi-cas, políticas, culturales... y los desafíosenormes. Pero habrá que aprender a convi-vir con la incertidumbre, las ambivalenciasy los riesgos, y avanzar en medio de ellas.

En el pensamiento político, esto exigesuperar las concepciones finitas, acabadasy cerradas, trabajar con conceptos abier-tos, no terminados, transformar la concep-ción reduccionista positivista acerca de laverdad y la práctica. Pero resulta quenuestra estructura de pensamiento fueconstruida con fundamentos lineales, uni-direccionales y unidimensionales, estáticosy dicotómicos. Tomemos, por ejemplo, elconcepto de estrategia: En los años 60-70parecía que, de la definición de una estra-tegia correcta (“científicamente” argumen-tada), dependían –en lo fundamental– losaciertos políticos y el logro de la victoria.Sin embargo, la experiencia demostró queello no era razón suficiente... Porque lasestrategias no son en sí mismas la posibili-dad del cambio, sino una puerta (semia-bierta, abierta, o cerrada) hacia ella.

Con el desarrollo de la participaciónpopular organizada como base y sustentodel proceso, un gobierno popular puedeavanzar en las transformaciones hastadonde se lo proponga, en la medida que–a partir de las fuerzas acumuladas– vayamodificando a su favor la correlación defuerzas, y vaya construyendo consensoentre los suyos, con pluralismo y toleran-cia, sin desesperación, pero –a la vez– sinperder un minuto de labor. El actual pro-ceso sociotransformador de Venezuelaconstituye –vale reiterarlo– un valiosoejemplo de ello.

Contrastando positivamente con laexperiencia del gobierno de Brasil, enca-bezado por el Partido del Trabajo quemantuvo los cánones tradicionales de larepresentación y acción políticas, la expe-riencia venezolana resulta esperanzadora,convocante y desafiante. Ella arroja luceslargas, por un lado, para asumir la luchademocrático-electoral como parte impor-tante y vital del proceso de transformaciónsocial. Ayuda a entender que ser gobiernono obliga a obedecer los designios delFMI, al contrario, demuestra que puesto adisposición de los intereses del pueblo, elgobierno se transforma en una herramientapolítica de primer orden para promover eimpulsar transformaciones sociales, econó-micas, culturales, y construir empodera-miento popular, avanzando hacia la trans-formación radical de la sociedad. Articu-lado a ello, por otro lado, deja claro que–en tales condiciones–, la fuerza políticacentral del gobierno está más allá de loscargos, las instituciones, y las posiblesalianzas con sectores de la oposición polí-tica vinculados al poder que se busca con-trarrestar y transformar, radica en su capa-cidad de articular la gestión gubernamen-tal con la participación protagónica, crea-tiva y organizada del pueblo (fuerza políti-co-social extraparlamentaria).3

Desafíos de la política

Construir el actor colectivo, fuerza político-social del cambio

La hipótesis es: Construir un amplio

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2.

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movimiento sociopolítico que articule lasfuerzas parlamentarias y extraparlamenta-rias de los trabajadores y el pueblo, enoposición y disputa a las fuerzas de domi-nación parlamentaria y extraparlamentariadel capital (local-global); es decir, unaamplia fuerza social de liberación quecoordine su accionar político en los ámbi-tos parlamentario y extraparlamentario.

En un primer momento, esta fuerza seirá nucleando a través de la confluenciacreciente de actores sociales y políticos enla certeza de lo que no quieren: el capita-lismo. Poco a poco, se irá abandonando laidentidad negativa y el anticapitalismopodrá dar cauce –labor de formación polí-tico-cultural mediante–, a la construcciónde la propuesta alternativa de superacióndel capitalismo, es decir, al proyecto deliberación, patriótico, indo-afro-latinoame-ricanista y solidario con los pueblos delmundo. En ello radica la clave revolucio-naria de esta opción estratégica.

Resulta fundamental que la participa-ción electoral se discuta, construya ydesarrolle articulada a un proceso políticomayor de construcción del actor colecti-vo, amplia fuerza social y política capazde acumular y avanzar hacia transforma-ciones mayores más allá del capitalismo,hacia una alternativa nacional y continen-tal de liberación de los trabajadores y elpueblo, creada y construida –desde abajoy día a día– colectivamente. Este es elsentido y la significación política centraldel llamado a la construcción de unmovimiento político-social, núcleo articu-lador horizontal de una amplia fuerzasocial parlamentaria y extraparlamentaria

de los trabajadores y el pueblo, capaz deconstituirse en actor colectivo protagonis-ta de la transformación (sujeto popular).

El problema no radica en lo electoralcomo tal, sino en cómo se implementa loelectoral, dentro de qué estrategia, ycómo –a partir de dónde, hacia dónde ycon quiénes– se construye estratégica-mente mediante lo electoral. El problemaes, una vez más, para qué. Y esto seexpresa en la relación entre la estructurapolítica, el proceso de la toma de decisio-nes, la selección de quienes ocupan car-gos y desempeñan determinados roles, ylas vías de participación de las mayoríasdel pueblo. Se expresa en la relaciónentre las organizaciones políticas y losmovimientos sociales, entendiendo queunos y otros son protagonistas del cambiosocial y de la política, sujetos políticos delproceso sociotransformador. De conjunto,concertando propuestas, reclamos secto-riales e intersectoriales, y un programacomún, pueden dar cuerpo a lo que seráel actor social y político colectivo, fuerzasocial de liberación, fundamento paraconstruir la participación parlamentaria yhacer del gobierno nacional un instru-mento de todo el pueblo para la transfor-mación de la sociedad.

La experiencia revolucionaria de Vene-zuela y, particularmente, el recientetriunfo del MAS en Bolivia, abren pistasacerca de las posibilidades políticas quetiene una amplia fuerza político-socialcuando es capaz de combinar la acciónparlamentaria con la de un fuerte movi-miento social y político anticapitalista, delos trabajadores y el pueblo todo. Uno y

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otro proceso demuestran que –pese a loslímites que impone la democracia bur-guesa–, es posible cuestionar el poderpolítico, social, económico y cultural delcapital. En esta perspectiva, estar en elgobierno significa acceder a un instru-mento privilegiado para profundizar laparticipación democrática y, sobre esabase, impulsar –desde abajo– la forma-ción y maduración del sujeto revolucio-nario, de su conciencia, sus organizacio-nes y su proyecto.

Además de un sentido estratégico, laparticipación electoral tiene, para laizquierda, objetivos propios cuya con-creción no se puede subestimar ni rele-gar a la hora de ejercer el gobierno. Si elesfuerzo por acceder al gobierno ygobernar, fracasa, ello puede implicar unfreno en el caminar hacia la estrategiadefinida, y sus implicaciones pueden sermás o menos graves en función de lasfuerzas y acumulaciones puestas enjuego. Si la responsabilidad del fracasono cabe a las fuerzas populares, puedesignificar un fortalecimiento de la pers-pectiva estratégica popular. Todo depen-derá de las razones del fracaso, de laconducta de los líderes implicados, y desu interrelación con el pueblo, protago-nista primero y último del proceso.

Por temor a equivocarse, algunos sostie-nen que lo mejor es no participar en laselecciones, no disputar poder en ese ámbi-to, ni desde ese ámbito. Sin embargo, lomás adecuado y necesario es prepararse ypreparar al pueblo para ello. Transformarla sociedad es transformar un modo devida, y ello no es ni será un camino alfom-

brado con pétalos de rosas; habrá incon-venientes de uno y otro sentido, pero elpeor de todos es el de no atreverse a parti-cipar, a crear, a construir.

UN NUEVO TIPO DE DEMOCRACIA

Desarrollar un nuevo tipo de democra-cia en lo político, económico, cultural,en el derecho, en la moral, como basepara la construcción de una sociedadsolidaria y un poder popular revoluciona-rio, implica también y simultáneamenteconstruir un nuevo tipo de relación socie-dad-estado-representación política,abriendo los mayores cauces para que elpueblo –en tanto protagonista– se reapro-pie plenamente de sus capacidades yderechos ciudadanos, participando tam-bién en las decisiones políticas y asu-miendo las responsabilidades que elloimplica. Esto es, en definitiva, lo queimpulsará como nunca antes –junto atransformaciones económicas radicalesque instalen un nuevo tipo de racionali-dad económica–, el proceso de supera-ción de la enajenación humana en losocial, cultural, político, en la produccióncientífico-técnica, etc., y se traducirá en laconstrucción, desarrollo y consolidaciónde un nuevo modo de vida humano,digno, solidario y justo.

Y nada de ello puede relegarse paradespués de “la toma del poder”. El deba-te acerca de los actores sociales, del suje-to o los sujetos del cambio, acerca de larelación entre los movimientos sociales ylos partidos políticos, el debate acerca dela necesidad de superar las vanguardias

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–siempre autoproclamadas–, y la culturavanguardista, elitista y sectaria, el debateacerca del desarrollo de la concienciapolítica, la subjetividad, la superación delindividualismo, la definición de los perfi-les de la utopía social (nuevo socialismo)que cada pueblo desee darse a sí mismo,se desarrolla desde el presente y tieneque ver directamente con la búsqueda desuperación de la enajenación en todoslos ámbitos de la vida social e individual.Es parte de la movilización social-culturalque contribuirá a impulsar las búsquedasde la liberación humana, que son tam-bién –por eso–, las búsquedas de la felici-dad colectiva e individual.

Ampliar el contenido de la política y sus protagonistas

Los planteamientos expuestos definenhoy nuevos sentidos, contenidos y formasde lo político y la acción política, e indi-can correlativamente quiénes los diseña-rán y harán realidad.

En los actuales procesos de cambios enLatinoamérica, lo político y la acciónpolítica se vuelven ámbitos de promociónde la participación creativa, activa y res-ponsable de las mayorías populares, haciala formación de una amplia fuerza socialy política capaz de modificar a su favor lacorrelación de fuerzas, de impulsar y con-cretar los cambios para avanzar más alládel capital. Y esto reclama modificacionesde fondo en la concepción tradicional-mente difundida y aceptada de la política,lo político y el poder.

Si coincidimos en que “(...), la políticaes básicamente un espacio de acumulaciónde fuerzas propias y de destrucción oneutralización de las del adversario convistas a alcanzar metas estratégicas”[GALLARDO 1989: 102-103], la práctica polí-tica es, por tanto, aquella que tiene comoobjetivo la construcción de poder propioy, simultáneamente, la destrucción, neu-tralización (o consolidación) de la estruc-tura del poder hegemónico, de sus mediosy modos de dominación. El ámbito de lopolítico –amplio, móvil y dinámico–, resul-ta demarcado en cada momento por lasprácticas políticas concretas de los actores(sociales y políticos) que las llevan a cabo,por sus ejes temáticos y sus ritmos deimplementación.

En este sentido, la política –que es unarte–, tiene que orientarse a descubrir encada situación concreta las potencialida-des que existen para impulsar el desarro-llo de las fuerzas propias, para hacerlasemerger y desplegarse en función de losfines propuestos en ese momento conconvergencia estratégica. Y eso se interre-laciona con la capacidad para modificarla correlación de fuerzas existente.

Construir el actor colectivo, fuerza propiacuya existencia se articula a la modificaciónde la correlación de fuerzas a favor de los cambios, exige cambiar la visión tradicio-nal (restringida) de la política que se plan-tea construir fuerza política sin construirfuerza social, que reduce, en tal caso, laacción política al ámbito partidario, y cen-tra la acción de los partidos en las luchaspor el acceso y el control de las institucio-nes del poder estatal y gubernamental.

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El sentido revolucionario-transformadorde la política radica en cambiar la corre-lación de fuerzas existente hegemoniza-das por el poder del capital, por otra favo-rable al proyecto social alternativo. Esteempeño será posible si se articula –simul-táneamente– a la construcción del actorcolectivo capaz de diseñar y llevar a cabodichas transformaciones. Solo una ampliay poderosa fuerza social (político-social)podrá hacer realidad los anhelados cami-nos de liberación, a la vez que los vadiseñando y construyendo.

La interrelación de fuerzas sociales,políticas, económicas, jurídicas y cultura-les en pugna, define una determinada rela-ción de poder, caracteriza su hegemonía ysu capacidad de ejercer la dominación yel control sobre el conjunto social enbeneficio de los intereses de una clase.Aceptar esto supone un cambio en laconcepción del poder: este no se restrin-ge a lo institucional estatal y guberna-mental, va más allá, abarca y se funda, secrea y se recrea sobre el conjunto derelaciones sociales regidas por el predo-minio (hegemonía) de los intereses, lasaspiraciones y las miradas de la clasedominante (hegemónica).

Es por esto, precisamente, que el poderno se puede “tomar”. En realidad cuandose hablaba de “tomar el poder”, se redu-cía el poder al aparato institucional esta-tal-gubernamental, y era eso lo que setomaba –o se pretendía tomar– por asal-to. Pero en ningún caso, ello significóuna garantía de hegemonía porque lahegemonía abarca lo cultural, lo ideoló-gico, la subjetividad, y eso no se “toma”,

ni se “conquista”, ni se “decreta”, seconstruye. Basta recordar a modo deejemplo, las dificultades de los revolu-cionarios rusos en los primeros años quesiguieron a la Revolución de Octubre.

La polémica entre tomar el poder oconstruirlo (desde abajo) se plantea sobreejes falsos. Porque el nuevo poder socialpopular alternativo liberador y de libera-ción, necesariamente conjugará ambosespacios: el del poder que emerja de lasnuevas interrelaciones sociales construi-das desde abajo y el de los ámbitos insti-tucionales del Estado y el gobierno con-quistados en las contiendas políticasestablecidas para ello (elecciones). Y estosupone también modos de conjugaciónnuevos entre los movimientos sociales ypolíticos.

EJES CENTRALES

La acción política debe concentraresfuerzos en construir las articulacionesentre los diversos actores sociales, sus pro-blemáticas y aspiraciones, y diseñar lasherramientas organizativas, políticas yculturales que hagan posible la formaciónde una amplia fuerza social de liberacióndel actor sociopolítico colectivo capaz dedefinir los cambios y llevarlos adelante.

PRINCIPIOS PARA LA ACCIÓN

• Articular múltiples ámbitos, proble-máticas, tareas y actores sociales ypolíticos

• La fuerza política de liberación radicaen el pueblo, no en las vanguardias

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• Modificar las modalidades de la laborpolítica

• Concebir al proceso de resistencia,lucha y transformación social comoun proceso político-pedagógico deformación y autoformación de con-ciencia (de poder y de sujetos)

• Abrir el campo de acción política-ideológica a los medios de comuni-cación masiva

• Conquistar la cabeza y el corazón demillones de seres humanos

• Construir el ideal social a partir de lacotidianeidad

• Rescatar críticamente las enseñanzas,las propuestas y los valores creadospor los diversos actores sociales

• Formar un nuevo tipo de militante• Abrir los espacios al protagonismo de

las mayorías

Construir poder popular desde abajo

¿CONTRAPODER, ANTIPODER U OTRO PODER?

El punto de partida de esta propuestapasa por entender que el Poder se consti-tuye como síntesis articuladora político-social-cultural de las relaciones socialeslevantadas a partir de la oposición estruc-tural capital-trabajo, que instaura desdelos cimientos mismos el carácter de clasede las múltiples interrelaciones entre lasfuerzas sociales del capital y las del traba-jo, entre las luchas por la hegemonía y ladominación, y las luchas de resistencia yoposición a ello, que –de conjunto– defi-nen una determinada correlación entre las

fuerzas (de clase) a escala social. El polohegemónico dominante se expresa institu-cionalmente –sobre la base de una múlti-ple e intrincada madeja de dominacióncultural, ideológica y política que atravie-sa todo–, en la constitución de un deter-minado tipo de poder político y su apara-to estatal y gubernamental. El Estado essolo una parte del poder político y delPoder social (de la relación hegemónicade poder del capital sobre el trabajo, y –apartir de allí– sobre toda la sociedad).

Esto habla también de la necesidad deatender a los diferentes modos de produc-ción de la hegemonía dominante y dedominación y, a la vez, a los diversosmodos posibles de construcción de con-tra-hegemonía popular. En el momentoactual, en Latinoamérica, esto supone, enla mayoría de los países, la necesariareconstrucción de un proyecto nacional deliberación, que –definiéndose en interac-ción e integración con los otros países dela región y el continente– rescate las iden-tidades históricas y promueva la formaciónde nuevas identidades colectivas conjunta-mente con los procesos de (auto)constitu-ción del sujeto popular del cambio, talcomo ocurre, por ejemplo, en el procesorevolucionario venezolano actual.

No se trata realmente de un contrapoder, camino que ya fue ensayado por las revo-luciones históricas, y lejos de romper conel predominio de la lógica del capital,ésta sobrevivió en ellas más allá del capi-talismo. El desafío es, en este sentido,construir alternativas que se planteen irmás allá del capital y ello solo puedeempezar desde el presente, no puede

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quedar relegado para el día de mañana.Para ello, la coherencia entre medios yfines resulta vital.

No se trata de un antipoder, conceptoque –muy abreviadamente– recrea hoy–más o menos ingenuamente–, los postu-lados anarquistas. Pero vivimos una épocade enfrentamiento local y mundial de fuer-zas que luchan, unas a favor de la defensay de la sobrevivencia de la humanidad, yotras representando a las fuerzas reaccio-narias del consumo, la muerte y la barba-rie. Éstas, desarrolladas y defendidas por elpoder mundial centralizado y agresivo delcapital imperialista, no pueden derrotarsesi no es enfrentándole otro poder.

La opción de las fuerzas a favor de lavida es la de construir ese otro poder,fuera del dominio de la lógica del capi-tal, basado en la participación democrá-tica plena del conjunto de actores socia-les y políticos, organizados y no organi-zados, construyendo interrelaciones hori-zontales y nuevas modalidades de repre-sentación y organización política. Éstas,lejos de separarse de lo social (la socie-dad) y darle la espalda, deberán hacer dela participación protagónica y concientede las mayorías, el bastión para la cons-trucción de una amplia fuerza social deliberación, promotora e impulsora–desde abajo– de las transformacionesposibles (y deseadas), del actor socio-político colectivo.

La construcción de poder propio porlos trabajadores y el pueblo es parte delproceso de de-construcción de la ideolo-gía y las culturas dominantes y de domi-nación. Este constituye, simultáneamente,

un proceso de construcción de nuevasformas de saberes, de capacidades orga-nizativas y de decisión y gobierno de lopropio en el campo popular. Son nuevasformas que constituyen modos de empo-deramiento local-territoriales, comunita-rios, bases de la creación y creciente acu-mulación de un nuevo tipo de poder par-ticipativo-consciente –no enajenado–desde abajo, de desarrollo de las con-ciencias, de las culturas sumergidas yoprimidas, con múltiples y entrelazadasformas encaminadas a la transformaciónglobal de la sociedad.

Según los paradigmas vigentes en elsiglo XX, la toma del poder se considera-ba requisito indispensable para transfor-mar la sociedad. En virtud de ello, losproblemas sectoriales e incluso cuestionesde fondo como la discriminación y explo-tación de los pueblos originarios, de losnegros, la subordinación y opresión de lasmujeres, los problemas de la naturaleza,etc., eran considerados “contradiccionessecundarias”. Consiguientemente, las pro-puestas –reivindicativas– que se dirigían aellos, eran tratadas como factores que dis-traían la atención de la “cuestión funda-mental” y, por tanto, debían esperar hastadespués de la toma del poder. A partir deallí, se suponía, las soluciones llegaríanmecánicamente desde arriba.

Hoy resulta claro que la transforma-ción de la sociedad con sentido libera-dor y de liberación humana, nunca seráposible si no comienza a impulsarse yconstruirse (realizarse) integralmentedesde el presente, en las resistencias, lasluchas y las construcciones cotidianas de

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lo nuevo en todos los ámbitos en queello se lleve a cabo.

La supuesta contraposición entre tomarel poder o transformar la sociedad resulta–desde esta perspectiva– falsa, pues latransformación de la sociedad desdeabajo no excluye la conquista del poderpolítico, solo que la ubica como parte deun camino de construcción de poder pro-pio, más amplio y complejo, y no relegala búsqueda de soluciones a los proble-mas inmediatos, para un mañana hipoté-tico que –como sabemos–, nunca serádiferente del presente si no comienza aconstruirse desde ahora.

En esta dimensión, la conquista delpoder político resulta instrumental. Esparte del camino de la transformación, enel momento en que la construcción y laacumulación de conciencia, de podersocial, de organización y voluntad colec-tiva social lo hagan posible.

Resulta conveniente hacer un llamadode alerta frente a posibles lecturas o inter-pretaciones gradualistas, ajenas a las diná-micas complejas del movimiento socialactual. Porque los planteamientos analíti-cos, forzosamente expresados uno des-pués del otro, pudieran sugerir que prime-ro hay que construir el poder para luegotomarlo. Pero no se trata de eso; es desdeotra lógica que se sustenta el planteo: ladel poder entendido como síntesis dedeterminadas fuerzas sociales, económi-cas culturales y políticas en interacciónmúltiple, diversa, yuxtapuesta. Por tanto,los modos de luchar contra ella, no pue-den pensarse linealmente, sino tambiénsuperpuestos, yuxtapuestos, múltiples,

diversos, simultáneos, cambiantes eimprevisibles, abriéndose caminos enmedio de incertidumbres y sorpresasconstantes.

Ciertamente, es necesario un mínimode acumulación previa. El proceso revolu-cionario venezolano es clave, es el ejem-plo de la transformación social en nuestraépoca. Allí, con una fuerza política míni-ma organizada, y con una parte del poderinstitucional del estado: las FFAA, Chávezse propuso conquistar una parte del poderpolítico: el gobierno.

Haciendo del gobierno una herramien-ta política privilegiada para desatar ydesarrollar las potencialidades socialescontenidas en los sectores populares olvi-dados, explotados y excluidos, Chávez haemprendido la tarea de construir la fuerzasocial de liberación, la fuerza políticaprincipal del cambio: el pueblo concientey organizado constituido en sujeto de suhistoria. La conformación del actor colec-tivo (sujeto) sociotransformador no fueuna premisa para el acceso al gobierno;está siendo una resultante, parte de unaobra colectiva, con el empeño conscientedel propio pueblo en autoformación yautoconstitución en sujeto de su historia.La acción política popular que tuvo lugarcontra el golpe contrarrevolucionario ypro-imperialista ocurrida hace más dedos años, demuestra con creces quedicho proceso está en marcha.

No hay un antes y un después en lastareas políticas y sociales, en la construc-ción de poder propio desde abajo. Laexplicación lógica analítica nos obliga aguardar un ordenamiento en la exposi-

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ción, pero éste no se corresponde con lavida real, dinámica, abierta y siemprecapaz de sorprendernos rompiendo contodo intento por esquematizarla.

Construir un nuevo tipode organización política

La actual estrategia de construcción depoder propio social, cultural y políticodesde abajo plantea el desafío de cons-truir un actor colectivo que, lejos deahondar la fractura entre lo social, lo polí-tico y sus actores, los integre, articule ycohesione.4

La nueva estrategia de poder reclamafundar –desde la raíz, desde abajo– unnuevo tipo de organización política, hori-zontal y participativa. Sería errado supo-ner que esta tarea se resuelve cambiandoel nombre del partido, o fundando otropero manteniendo el mismo contenido.

Se requiere de un instrumento políticocapaz de promover la articulación de losactores aislados encaminada a la confor-mación de una amplia fuerza social y polí-tica, base para la constitución del actorcolectivo. Para ello, simultáneamente, eldesafío consiste en avanzar en la construc-ción de un programa político de oposicióny/o gobierno propio, articulado al proyectoalternativo, soporte político para la confor-mación de una articulación social y políti-ca, base para la conformación de unadirección sociopolítica plural de los pro-cesos de resistencias y luchas sociales encada país. Esta reclama la conjugaciónconsciente de protagonismos, identidades,

problemáticas y experiencias singulares,porque se trata de una dirección que solopuede construirse con la participacióndirecta y plena de todos los actores socio-políticos implicados en ella.

TRANSFORMAR LAS RAÍCES Y LOS MODOSDE LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA

La representación política, en cualquie-ra de sus modalidades, expresa y conden-sa un determinado modo de relaciónentre lo social y lo político, que supone asu vez un determinado modo de entenderlas interrelaciones entre lo que se conocecomo sociedad civil y sociedad política,entre Estado y sociedad y la intermedia-ción que para ello se ha erigido desde elpoder hegemónico: los partidos políticos,establecidos jurídicamente como losrepresentantes y voceros de los ciudada-nos “de a pie” ante las instancias políticay de gobierno, es decir, como mediadoresentre la sociedad (civil) y el Estado. Estetipo de mediación y representación políti-co partidaria sintetiza el despojo de losderechos políticos ciudadanos, reducién-dolos –en el mejor de los casos– al hechode votar por algunas autoridades guberna-mentales cada cierto tiempo. Correlativa-mente, reclama la delegación de las facul-tades políticas ciudadanas, haciendo de laciudadanía una condición pasiva.

En el sistema democrático-burgués, losderechos políticos del ciudadano comúnquedan circunscriptos al acto eleccionario,sin intervenir en las decisiones que adoptaluego el gobierno electo (municipal,comunal, estadual, provincial, nacional).

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El proceso de vida y desarrollo de la socie-dad resulta fuera de su alcance y com-prensión, y se le presenta como ajeno a sucotidianidad. Este extrañamiento o ajena-miento político se consuma una y otra vezmediante la reiteración de las prácticas dedespojo (y delegación) que se conjugan yretroalimentan en cada acto (y estructura)de representación políticas así concebidas,interrelación fracturada que se profundizaaun más en las actuales democracias demercado, que tornan a las sociedades enincomprensibles y hostiles a los propiosciudadanos que las construyen y dan vidacon su trabajo y espiritualidad.

Todo despojo de derechos, de faculta-des, de espacios, etcétera, supone (eimpone) la delegación de los mismoshacia quien despoja y viceversa, a escalaindividual y colectiva. Y esto se producey reproduce en los diferentes sectores dela sociedad, como parte de la ideología ycultura hegemónicas del poder y –porende–, también de la contracultura, laque germina (solo) como respuesta (reac-ción) a la dominante, y que –como todanegación– lleva implícita los rasgos fun-damentales del fenómeno que niega. Espor ello que la contracultura que se gestapor oposición, hereda gran parte de lalógica de funcionamiento del poder y dela cultura que rechaza. Al no construiruna cultura propia, diferente, radicalmen-te transformadora y removedora de loviejo, el horizonte político de las fuerzassociopolíticas opositoras se agota en la(pequeña) aspiración corporativa de con-vertirse en poder hegemónico una vezque la “tortilla se vuelva” (contrapoder).

En este sentido, entiendo la reflexión deIstván Mészáros cuando señala que elmodus operandi de los partidos políticosde la clase obrera fue marcado por la opo-sición a su adversario político dentro delestado capitalista, para la cual se crearon ydesarrollaron. De esa forma, explica él, lospartidos políticos obreros, también el leni-nista, espejaron en su propio modo defuncionamiento y articulación, la estructu-ra política subyacente (el estado capitalistaburocratizado) a que estaban sujetos.

El centralismo democrático como baselógica de la estructuración de dichos“partidos de nuevo tipo”, y como base dela formación y caracterización de su mili-tancia, en casi un siglo de prácticas dediverso corte y alcance, desnudó el rostroverticalista-autoritario de una democraciacentralista –popular y revolucionaria porintención y definición–, basada en lajerarquización piramidal de las decisio-nes, en la obediencia de arriba haciaabajo de los militantes (de la clase y de lasociedad), y en la subordinación de todaslas organizaciones “de masas” (sociales,sindicales, culturales, religiosas, etc.) a lasdecisiones partidarias. En ese contexto,las organizaciones sociales fueron conce-bidas, creadas y desarrolladas comocorreas de transmisión de las decisionespartidarias hacia los sectores sociales querepresentaban. En América Latina, lamayoría de los partidos comunistas y deizquierdas rigió su estructuración y fun-cionamiento por tales paradigmas.

Organizarse reflejando la estructura-ción y la lógica del funcionamiento políti-co del adversario, impidió a tales partidos

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buscar y construir una forma alternativapropia, de transformación, organización, ycontrol del sistema. Centrados exclusiva-mente en la dimensión política del adver-sario, permanecieron absolutamentedependientes de su objeto de negación.[Ver: MÉSZÁROS 2001: 75]

Es justamente esa réplica de la lógicajerárquica, subordinante y verticalista delcapital la que tipifica el modo tradicionalde representación política de la izquier-da, representación política que –en vir-tud de ello– lejos de caminar hacia laeliminación de la enajenación políticade los representados –síntesis de todaslas enajenaciones sociales–, la afianzó ymultiplicó a partir de recrear la fragmen-tación entre lo social y lo político, y lasubordinación jerárquica de los actoressociales a los políticos.

Regida por la lógica reproductiva delpoder del capital, esa fragmentación setradujo en la separación entre las organi-zaciones obreras sindicales y sus expre-siones políticas, y –como lo recuerda críti-camente Mészáros [2001-b: 66]– fue asimi-lada en la concepción que sirvió de plata-forma constitutiva y funcional de los parti-dos de izquierda (“de la clase”), que semantiene hasta la actualidad.

Es por ello que el debate acerca de larelación entre lo político y lo social tras-ciende la cuestión de las formas organi-zativas, sintetiza y expresa el debatesobre el proyecto estratégico, los sujetosy las tareas que debe realizar. Y estoreplantea la articulación entre las llama-das sociedad civil y sociedad políticasobre nuevas bases: Supone la re-apro-

piación por parte del pueblo de la políti-ca y lo político, constituyentes propios desu ser ciudadano plenamente capacitadoy con derecho a decidir sus destinos ade-más de construirlos.

• HACIA UNA REPRESENTACIÓN POLÍTICAQUE SE ASIENTE Y PROMUEVA LA PARTICIPACIÓNPLENA DE LA CIUDADANÍA

Los pueblos han avanzado, han hechosus experiencias, han aprendido de acier-tos y errores, y se han enriquecido comoprotagonistas de su historia; buscan cami-nos para representarse a sí mismos, crean-do nuevas formas de democracia partici-pativa en los distintos ámbitos de la vidapolítica y social donde construyen susorganizaciones y desarrollan sus luchas.La democracia directa se abre paso comouna opción viable en los casos más sóli-dos (estables con crecimiento), y reclama,a su vez, articularse con nuevas formas derepresentación. Estas tendrían entre suscaracterísticas primeras, la de propiciar ypromover la participación directa y, a lavez, encontrar los nexos para articularuno y otro modo de participación políticade la ciudadanía, es decir, las formas dedemocracia directa con formas nuevas derepresentación.

• LAS FORMAS DE ORGANIZACIÓNY REPRESENTACIÓN POLÍTICA, CONTIENEN–EN GERMEN– LAS FORMAS DE ORGANIZACIÓNDEL PODER POPULAR

Si partimos de aceptar como un prin-cipio inalienable, que la transformación

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de la sociedad es obra de los actores-sujetos sociales constituidos, como suje-tos plenos, en sujetos políticos, resultaclaro que al discutir las formas de orga-nización y representación política actua-les para la transformación, discutimos–en germen– las nuevas formas de orga-nización del poder –nueva dialéctica enla [inter]relación entre sociedad civil ypolítica, en base al protagonismo ciuda-dano y su [re]apropiación de la políticacomo parte inalienable de su ser–.

Para ello hay que revertir las relacionesentre Estado y sociedad, entre política yciudadanía, abrir los espacios políticos alprotagonismo colectivo. Y ello solo puedehacerse desde abajo y cotidianamente,desarrollando organizaciones abiertas yarticuladas horizontalmente, capaces deconstruir identidades colectivas, plurales yunitarias, sobre la base del respeto y laaceptación positiva de las diferencias.

Esto supone revalorizar el contenido dela interrelación unidad-diferencia-identi-dad, para –sobre esa base– replantearsehoy una lógica de unidad diferente, quereconozca las diferencias, para construirdesde ellas, los puentes hacia la unidad.Este es un camino posible para construircolectivamente en diversidad y pluralidad.El camino contrario conduce, ya se havisto, irremediablemente, de la diferencia-ción al antagonismo, y del antagonismo ala ruptura. Se trata de una unidad que noaspira a la uniformidad y unicidad delpensamiento, ni de las propuestas, ni delas organizaciones; no se basa en la cre-encia de la existencia de una verdadúnica y válida para todos, sino que reco-

noce la verdad como una resultante his-tórico-social (cambiante) de verdades par-ciales que existen (están presentes) y seexpresan fragmentada y entremezclada-mente en los pensamientos, en las prácti-cas y realidades de los distintos actoressociales. Por eso, construir la verdadcolectiva en cada momento no es equiva-lente a una simple sumatoria, se trata deuna sumatoria, pero en sentido de articu-lación-integración.

La nueva democracia será posible –yase avizora– sobre la base de la democra-tización de lo nuestro en un doble senti-do: democratizando las organizaciones yespacios existentes, y manteniéndoloabierto siempre a la posible llegada denuevos actores.

En Latinoamérica han madurado lascondiciones sociales y políticas paraavanzar hacia la construcción-constitu-ción de nuevas instancias políticas y deámbitos plurales del quehacer político(articulación de distintos actores sociopo-líticos y sus propuestas). Y todo esto recla-ma por organizaciones políticas capacesde promover el protagonismo de lasmayorías, de organizarlo y conducirlo.

CARACTERÍSTICAS ESENCIALES DE LAS NUEVASORGANIZACIONES POLÍTICAS

Las tareas que emanan de las proble-máticas sociohistóricas concretas, son lasque van definiendo a los actores-sujetos,y estos al proyecto y a los instrumentos.Es por ello que el sentido de la organiza-ción política en la actualidad, pasa –enprimer lugar– por descubrir los nexos

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APUNTES DE UN DEBATE

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concretos que permitan construir puentesarticuladores entre los actores socialesfragmentados, entre sus problemáticas,propuestas y aspiraciones; resulta vitaltambién llegar al ciudadano común noorganizado, y promover su participaciónen los debates acerca del quehaceractual, convocándolo permanentementea ser partícipe de la definición de lasdecisiones sociales y políticas que setomen. Esto significa, en síntesis, recrearel ámbito y el sentido de lo político,haciendo de la política una actividadcolectiva, protagonizada por el pueblo.En segundo lugar, y articulado a lo ante-rior, es necesario replantearse los modosorgánicos de existencia, construcción ydesarrollo de la organización política (noreducirla a un partido) capaz de darcuenta hoy de esta realidad, y de resol-ver las tareas estratégicas y coyunturales.

Teniendo en cuenta este contenidopolítico-social, resulta evidente que lasactuales organizaciones políticas requie-ren de estructuras flexibles y abiertas,capaces de articular a los actores socialesy políticos diversos, a los ciudadanosorganizados y a los no organizados, con

sus múltiples propuestas y aspiraciones. Eldesafío es, entonces, poner en sintonía elinstrumento político con el sentido y losmodos de la acción política sociotransfor-madora que reclaman los tiempos actua-les. En tal sentido, vale subrayar lossiguientes aspectos:

1. La organización política tiene un ca-rácter instrumental; es una herra-mienta para el logro de determinadosfines.

2. La organización política no es delsujeto político (ni social, ni histórico).El sujeto es irreductible a la organiza-ción.

3. No hay sujeto político separado eindependiente del sujeto social, delsujeto histórico.

4. La construcción-articulación delsujeto popular implica una nueva ydiferente relación política y orgáni-ca entre los partidos y los movi-mientos sociales.

5. Ser de izquierdas es, ante todo, unaactitud práctica revolucionaria delucha contra la hegemonía y ladominación del capital.

6. Construir una nueva mística.| pampa

1 Son propuestas reivindicativo-concretas cuya realización tiene un alcance político-nacional e implica unprofundo cuestionamiento al sistema. Por ejemplo: defensa del agua, de la energía, lucha por la tierra, porel trabajo, contra los transgénicos, etc. Estas propuestas se anudan directamente a lo programático porqueresponden a demandas reivindicativas que demandan soluciones de marcado rumbo alternativo. Tienenuna clara dimensión estratégica alternativa.

2 La presencia de una posibilidad no implica que “lo posible” llegue a ser necesariamente realidad; no defi-ne una situación, sino lo que esta podría llegar a ser. Abre puertas, sin garantías.

NOTAS:

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CRUZ, Alberto, “Las elecciones de Ecuador y la uni-dad de la izquierda”, www.rebelión.org, acceso23 Noviembre 2004.

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FOUCAULT, Michel. Microfísica del poder. Madrid,La piqueta, tercera edición. 1992.

HOUTART, François. “Movimientos sociales ypoder”, ponencia presentada al Foro Social delas Américas, Quito 2004. Archivo del Cetri,Louvein La Neuve.

MACHADO, Darío. Reflexiones en torno al forma-lismo. El militante comunista, La Habana:Comité Central del Partido Comunista de Cuba,julio 1988.—.Nuestro propio camino. La Habana, EditoraPolítica, 1993.

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BIBLIOGRAFÍA:

3 Venezuela bolivariana revolucionaria constituye, por todo ello, un vivo ejemplo de la propuesta estraté-gica de transformación social desde abajo, sin recetas ni proyectos o programas preestablecidos, constru-yendo –sobre la base de iniciales definiciones estratégicas claves– los caminos indispensables para que,colectivamente, se vayan definiendo los rumbos y ritmos parciales, las urgencias coyunturales, etcétera.Lógicamente, la participación activa y positiva de amplios sectores de las FFAA en dicho proceso nopuede pasarse por alto; habrá que encontrar las maneras y los caminos para construir alianzas similaresen cada país, o buscar otras opciones. Todo proceso tiene su sello propio que lo hace excepcional, quizáel de Venezuela sea ese. Pero la copia no es válida. Está comprobado que copiar y transplantar experien-cias es fuente segura de errores.

4 Por ello no coincido con los enfoques de algunos intelectuales que convocan a la izquierda partidaria tra-dicional a democratizarse, reconociendo como parte de la izquierda a lo que ellos denominan “izquierdasocial”, para poder organizarla alrededor suyo. Este propuesta se limita a sumar la “izquierda partidaria” yla “izquierda social”, subordinando jerárquicamente lo social a lo político, es decir, manteniendo la divi-sión entre lo político y lo social, y la lógica subordinante jerárquica y excluyente del capital.

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la miradapor MARTÍN RODRÍGUEZ

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* “Maternidad Sardá”, Editorial Vox, 2005.

el feto en un campo abierto,

el universo en orden, de un lado el amor, más allá el trigo, del otro lado la madre, las cruces y el agua,

pero tronó la sangreque rodea su nacimiento (el pesebre sencillo, de barro y arcilla) separando alma y carne, pelosy huevos, casi sin amor.

lo viejo y lo nuevo estaban queriéndose unir en él, pero partía la cosecha en el tren, un tren que parte la mirada: lo que parte y lo que quedagelatinoso, en las vías, el tren pasando por un campo virgen

paja, pesebre y fuego, un tren lleva al niñohacia la ciudad,

y en esa criatura celesteanida el cuero antiguode un árbol genealógicocon la rama raquítica

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TODAS las naciones posibles caben en la preguntapor su destino común. Indagarse por el sentido delo nacional, por su espíritu, por sus circunstancias,es un ejercicio, entonces, de reconversión de pro-

yecto, en el más vital de sus sentidos. Se trata de componer lonacional, restaurarlo del desgarro que la historia le produjo.

La pregunta por la nación empieza en el límite que marcansus fundaciones extranjeras respecto de lo propio, de lo que yaera en esta latitud, y termina en el destino criminal, sangrientode los hacedores del drama nacional. Si el desierto es tal solopara el que lo mira desde afuera y esa mirada es la que organi-za la Nación / institución, entonces no queda más para los des-

terrados en tierra propia que la locura, la desazón ola sangre. Y en ese devenir luctuoso la patria se vuel-ve a fundar, una y mil veces, cada vez que se matay se muere en contra de lo andado y a favor de lopor venir. Pero esos renaceres cuentan la muertecomo el estigma amado, como el signo infranquea-ble de ser todo el tiempo naciente. Así, el sentidoúltimo de esa tragedia, el alma que la alienta, viveoculta tras el velo que las miles de representaciones–de la política, del arte, de la retórica– han construi-do como trama de lo vivible, o al menos de lo dura-ble, en armonía con los muertos y con los vivos.Condición de la vanguardia, matar y morir en unasola estocada, se ha vuelto el drama que los sujetosde esta nación en hechura deben conjurar, como unpatrulla en busca de la tumba que la nombre. Loque tienen por delante: un desierto de palabras quedeben reescribir.

pensar lo nacionall a c o n j u r a s a n g r i e n t a d e l d e s i e r t o

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No existe ningún documento de civilización que no sea al mismo tiempoun documento de barbarie.

WALTER BENJAMIN

La noción de desierto ha estructuradolos discursos sobre nuestra Nación

desde su fundación. Hector A. Murenahabía sugerido que también las fundacio-nes de las ciudades han definido el destinonacional. La noción de desierto se vincula con ideas como barbarie, y la de fundaciónpareciera tener que ver con la de civiliza-ción, o quizás también con la de barbarie.

Desde diciembre de 2001 han prolife-rado las vocaciones a la refundación de laArgentina. Quizás sea pertinente entoncesesta reflexión hecha desde uno de losescenarios desérticos por excelencia decampañas militares, políticas y sojeras, elChaco Salteño, la región de mayor diver-sidad indígena del país.

Preparándonos para los bicentenariosde la independencia, exploremos algunasposibles relaciones entre desiertos y fun-daciones como un eje quizás esclarece-dor de lo nacional.

Las ciudades y sus nombres

Dice H. A. Murena que tres tipos denombres eran otorgados a las ciudades enla antigüedad1. En primer lugar, nombresútiles, de conocimiento público, de usoprofano. En segundo lugar, nombressacerdotales, religiosos en su aspectoabierto para la comunidad eclesial, exo-téricos. Por último, nombres secretos,esotéricos, místicos, que son el funda-mento de los otros dos.

En el sentido místico, espiritual de losnombres secretos residía su capacidadfundante, un nombre con la naturalezade la palabra primigenia, cuya pronuncia-ción era la misma creación de lo humanoen recta relación con la tierra habitada.

El abandono de la tierra donde descan-saban los ancestros era prohibido por lareligión, porque esta religaba al hombrecon los dioses y con la tierra –y suspobladores espirituales, visibles para losde percepción dispuesta. El cielo y la tie-rra unidos con los hombres sensibles yrespetuosos, era el sentido común de lahabitación humana, aquello que comuni-caba a la comunidad.

Si el fundar supone que el fundadorabandona su tierra de origen, era necesa-

De fundaciones, desier tos y otras per tenencias nacionales

por FERNANDO BUSTAMANTE

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rio entonces, restaurar la ofensa de aquelabandono de la tierra originaria. Paraello, durante el rito de fundación se debíaarrojar terrones del suelo abandonado enel mundus, bóveda cavada en el lugar dela fundación, signo de la bóveda celestesobre la tierra. La presencia de la tierraantigua en la nueva lavaba la trasgresióndel destierro y hacía, a esta tierra nueva,originaria.

Fundaciones poscolombinas

Según dice Murena, entonces, era cul-pable quien viajaba. Y los hombres quefundaron ciudades poscolombinas eranhombres dedicados a viajar; sus ciudadesno tuvieron nombres secretos. Se hadicho que había motivos religiosos en elorigen de estas incursiones. En general noha sido así. El hombre poscolombino hademostrado una incapacidad general paracontemplar reverentemente los signos deestos cielos y esta tierra, y percibir la liga-zón de lo creado como totalidad, y lacorrespondencia que al ser humano tocaen ello. Nombres como Río de la Plata yArgentina muestran las intenciones deaquellos hombres, que no vinieron a fun-dar ciudades, porque no vinieron a habi-tarlas. No fueron sus pretensiones saldarel abandono de la tierra de origen parahacer de estas tierras unas en las que inte-ractuar con sus númenes, como signo dela vitalidad de sus existencias interiores.Más bien, algo muerto había en sus espíri-tus, vinieron a violar y a regresar cargadosde botines. Eran hombres solos, desliga-

dos de sus pares, de los dioses y de la tie-rra. Eran hombres sin religión, sin unavoluntad de habitar en comunidad: funda-ron sin nombres secretos que dar. Deigual modo que desde la Conquista, en elsiglo XX, estas corrientes de hombresvinieron a hacerse (con) la América.

Fiebre del oro: El campamento

En América, señala Murena, se funda-ron campamentos. El campamento indicaprecariedad, provee los medios para unhabitar transitorio. Es apto para la extrac-ción de riqueza, sin compromisos con latierra de la que se aprovecha, susceptiblede ser desmontado rápidamente y monta-do nuevamente en el siguiente lugar alque se despojará de sus valores. Aquí, sololos nombres útiles son necesarios, allí seagota su sentido. La única ley que rige enel Campamento es la fiebre del oro. Estaley estuvo en el espíritu del despojo colo-nial, y se estableció definitivamentecuando Buenos Aires, el campamentomás excelente, impuso su dominio a lasprovincias: fiebre de renta de aduana.Tuvo un punto alto en el tratado Roca-Runciman; y su historia se extiende hastanuestros días. Pero la Fiebre del Oro termi-na cada vez por conducir al caos. Así haocurrido con la separación de la Coronaluego de 1810, con la caída de Rosas en1853, con las masas sin oriente que habí-an aparecido en 1930, con la siesta oligár-quica en el gobierno durante 1943, y conel laissez faire de 1965. Qué habría dichoMurena del manotazo encabezado por la

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mafia sindical a partir de 1973, o de lafrustración de las clases medias despojadasdurante toda la década de los 90, expresa-da en diciembre de 2001.

Refundaciones

El odio estuvo en el origen de estasfundaciones nuestras, continúa Murena,donde la Fiebre del Oro es la ley. Luegodel caos al que ésta conduce, se ha pre-tendido cada vez reestablecer el Orden,esa disciplina militar con que se deberegir a los habitantes del Campamentopara impedir el despedazamiento mutuo.Se busca una refundación, una vuelta a laprehistoria del nombramiento. Pero aquelmomento fundacional era el de la reten-ción de los hombres ya afiebrados. Estoshombres que ignoraban la religión implí-cita en la dación de un nombre secreto,sin interés de apaciguar la tierra, de apla-car las fuerzas –numinas– que la reco-rren, y carentes de voluntad de formarcomunidad. Esta es la pureza de origen ala que estas refundaciones buscan retor-nar. Este origen es el de la Conquista, laColonia, y su continuidad no es rota porla Independencia.

Pampa al Norte

Las llanuras de todo el país por igualestán llenas de horizontes, completas deextensión, son desiertos de nacionalidady conflictos sociales.

Las habitaciones fundadas en las plani-

cies al norte de Argentina, y en toda Amé-rica, fueron predominantemente los Cam-pamentos. Los hubo históricamente dedistintas clases, y construyeron conse-cuentes representaciones de desierto,como estrategia de legitimación de sí yde su función predadora.

Las fundaciones deben hacerse, pordefinición, en lugares no habitados, endesiertos, en lugares sin humanidad. Eldesierto debía ser transformado en civili-zación, a través de la fundación de lugareshabitables. Esto requería delimitarlo, esta-blecer con él una frontera. Los mojonesde esta frontera eran esos asentamientosmás o menos estables. La transformacióndel desierto supuso el corrimiento de lafrontera que el mundo conocido tenía conél. Los campamentos necesitaron despejarel territorio de indígenas, fundar máscampamentos, ocupar el territorio, decla-rarlo nacional y extraer las riquezas natu-rales. En este control territorial estatal y ensu transformación a través de la empresaprivada consistió el mandato civilizadorpara la fundación de esta Nación.Retomamos aquí algunos momentos his-tóricos señalados por Héctor Trinchero2.

Los dominios del demonio3, los misio-neros imaginaron que la evangelizaciónse justificaba por una vasta porción delmundo en la que Dios no habitaba. Elpadre jesuita Pedro Lozano decía en1736: “Es innumerable el gentío (enAmérica), que retirado del comercio, yade castellanos, ya de portugueses, quepudieran franquearles las puertas delCielo, perecen miserablemente en lastinieblas de su infidelidad”4. Con estos

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pensar lo nacional

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escritos, se inauguran narrativas sobre losindígenas del Chaco como seres endemo-niados y muy hostiles al conquistador, ydonde el mismo Satanás en persona com-batía contra los avances de los españoles.

A las llanuras chaquenses, el despojode su control indígena les llegó muyavanzado ya el siglo XIX. En el Chaco nose trató del exterminio de estos pueblos,como en las incursiones de conquistapampeanas, sino de su sometimientocomo mano de obra odiada y servil. Enesta etapa, las incursiones eran privadas,solventadas por las burguesías provincia-nas del norte, propietarias de ingeniosazucareros.

Así, a mediados del siglo XIX, la mira-da sobre la región chaqueña fue produc-tivista, con necesidad de sistematizar losrecursos y las personas según el espíritude la ciencia. El gran Chaco de J. Fontanade 1881 es la obra de referencia de laépoca, donde se lee por ejemplo sobre lasmatanzas de indígenas: “miles de sereshumanos, completamente ajenos al mal ydispuestos a ser cuanto el hombre civiliza-do hubiese querido que fuesen, perecieronal golpe sangriento de la crueldad y elfanatismo”5. Aunque está escrito en unaépoca posterior, durante las campañasmilitares a los desiertos de la Patagonia yel Chaco, este relato representa las visio-nes humanistas y positivistas sobre laregión y sus pobladores indígenas.

Los campamentos en su modalidadmilitar aparecen con su propio repertoriode relatos en tiempos de Roca, ya comoMinistro de Guerra de Avellanenda, yabajo su propia presidencia de campamen-

tos. Relatos preferidos por estos sedientosy uniformes hombres, con descripcionesdel territorio, útiles para las maniobrasmilitares, o para establecer la belicosidadde los naturales; o narraciones de sushazañas pasadas e imaginarias. Relatostodos lobbistas del negocio de la guerra.Para Roca, a los “holgazanes y estúpidos”pueblos del Chaco convenía reemplazar-los, en los ingenios, con los pampas cap-turados en la campaña del desierto.

Aquí, una forma particular de capita-lismo empuja militares con su oficio a lafrontera y tracciona la polea del lenguajeconquistador. Ascenso de la burguesíade Buenos Aires y aliados, sobre todo deSanta Fe; descenso de los ingenios azu-careros del norte. Triunfan, se invisten dela estatalidad y delegan la institución dela nacionalidad en las fronteras a quie-nes les convencieron de esas guerrascontra el indio.

Ha pasado el tiempo de las incursionesa costas de los dineros privados. Es ahorael estado quien planifica los campamen-tos militares y les destina la mitad detodos los recursos oficiales, en estos tiem-pos de Roca. Aumento de uniformes, per-trechos y disciplina se transforman enfines en sí mismos, y desde esos queha-ceres se narran este desierto boscoso ysus hirustos pobladores. Ya no son, estosnaturales, susceptibles de participar en eldesarrollo de los campamentos en losingenios. Son belicosos, holgazanes, estú-pidos e incompatibles con la civilización,que debe fundar ahora campamentosmilitares para hacerse camino sobre suscadáveres.

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Estas visiones de lo desértico, narradasasí, según las fuerzas de cada época, hanconvivido y pugnado, entre sí y con otrasnarraciones, por su lugar en los discursosde la nación. La idea de la incompatibili-dad básica entre el indio y la civilización,como una frontera infranqueable, perviveen el sentido común, en ciertos discursossobre la diversidad cultural y, durante unperíodo de tinieblas, en las ciencias socia-les –que abonaron una noción de culturaaislable de otras con las que se infunde.Los mandos militares más inhumanos sebeneficiaron de escrituras antropológicassobre la región del Chaco, que engrosaronla frontera de sentido con el aborigen. Ani-mismo y relatos mitológicos estaban en elcentro de sus descripciones. La irracionali-dad, como una parte, ocupó el lugar deltodo de la cultura. La antropología feno-menológica argentina consolida el espaciosocial indígena como escindido del restode nosotros. Así se oscurece la historia devínculos y violencias que delinean identi-dades entre sociedades. Aquel Estado per-vertido, que exilió otras escrituras sobre eldesierto, recibió complacido estas6.

Por fin, la muerte disolvió su régimen,se reabrieron los Congresos y la ley seocupó del indígena. En su horizonte apa-rece el desarrollo7. Es que la visión quedel desierto se forja, es de atraso y defalta. Los habitantes del desierto sonahora los más pobres entre los pobres, ysus necesidades e intereses aparecencomo de sentido común: se pierde de lavista sus distinciones culturales. En la leysalteña, la integración del aborigen almercado parece ser menos un instrumen-

to entre otros posibles, y más bien el finno declarado. La frontera con el indiodebe sufrir una abstracción, ya no debeser territorial –el reclamo territorial lossumiría en el atraso– sino económica.Una nueva frontera más sutil, pero nomenos trazable, subyace a las invocacio-nes del progreso: la sojera.

La nacionalidad restringida

A esta altura, están claros los pilares dela estatalidad argentina: unidad de territo-rio e identificación de la Nación con él.Estrategia esta de construcción de identi-dades –nacional y salteña–, vía de interpe-lación de los sujetos, prenda de extorsiónen la palabra política oficial frente a digni-dades disputadas, indígenas y criollas.

La salteñidad estaba en la filiación conlos gauchos de Güemes, símbolos estosvalorados por su aporte a la independen-cia nacional. Y la continuidad filiatoriaera dada por la tierra, por el nacimientoen ella. El ser salteño solía consistir enhaber hecho un aporte a la fundación dela Nación y a la consolidación de suterritorio. Hoy, los relatos del poder ima-ginan un mundo donde la sangre salteñaes la de aquellos gauchos –se omite refe-rencia al componente indígena, donde eloficialismo es la fuerza política autócto-na y genuina, y donde cualquier crítica uoposición significa renegar de la heren-cia de Güemes.

El deseo de una nación aparte es laprenda del discurso oficial con que extor-siona, frente a la opinión pública, a la

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organización indígena Lhaka Honhat,cuando media su reclamo territorial en lacuenca del río Pilcomayo. Están, dice elGobierno, instigados por los ingleses –laIglesia Anglicana–, extranjeros interesadosen desmembrar nuestra tierra. Extranjerosen su tierra, los indígenas reclaman untítulo de propiedad, no una declaraciónde independencia.

El aborigen sería, en Salta, bárbaro, atra-sado y pobre. Los funcionarios construyensu imagen de los pobladores de este desier-to con la medida que va del atraso al pro-greso. Atraso sería un espacio vital, recur-sos naturales y defensa de las pautas tradi-cionales de su aprovechamiento. Progresosería sobre explotación de recursos y manode obra indígena por emprendimientosmultinacionales. No habría, entonces, eneste desierto, pobladores con especificida-des, no habría cultura sino pobreza, nohabría alternativas económicas ni de orga-nización social, sino solo atraso.

Luego de Colombo, las fundacionesdieron a la luz solo campamentos, quesiguen proliferando hoy en forma de cam-pamentos petroleros y finqueros en laregión8. La fiebre del oro que los rige hasido desculpabilizada en los años noventay hoy sigue siendo actualizada. No hayintención de fundar comunidad. La fiebrede tierra, de soja, de madera, no cesa.

Relatos del desierto: Lo indígena en lo nacional

La noción de desierto ha estructuradolos discursos sobre nuestra Nación desde

su fundación, quizás más de lo notado.Esta noción se vincula con ideas comobarbarie, y la de fundación parecieratener que ver con la de civilización. Elmote desierto parecía apelar a la nadaque necesitaba ser escrita, nombrada,pronunciada. Nadie puede escribir en eldesierto, piensa Sarmiento, que imaginaun caos original sobre el que se proyec-tarían las claves de lectura positivistas dela generación del ´80. La misma idea dedesierto impide pensar en la rapiña: nohabría nada de valor allí, y de haberlosería poco y disponible, como pago sim-bólico a cambio del bien de llevar lacivilización. Ese vacío estaría reclaman-do fundaciones.

Haber nombrado estas extensionescomo desierto constituye un acto profun-damente político; ha producido el senti-do de que el momento fundacional, elmomento de origen de la vida (civiliza-da) fue el exterminio y la llegada delhombre blanco y su Dios. Ha sido políti-co porque ha establecido una realidad,ha naturalizado la perversión. Pero laconquista del desierto ha sido en rigor deverdad la desertificación de la humani-dad de las pampas.

Entonces, nombrar es un hecho políti-co. El nombre ordena el caos de lo real,ejerce el poder de la creación allí dondeel lenguaje parece volver a una relaciónprimordial con las cosas. El acto de nom-bramiento decide por los aspectos pre-sentes en el Ser que serán los distintivos.Por lo tanto infringe violencia.

Esto parece ser lo que Murena teníaclaro e intentaba establecer, pensando

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desde fuentes esotéricas y desde la expe-riencia mística: la palabra original, elnombre, abre el mundo, tiene el poder defundarlo y tal parece que también de des-fondarlo, es decir, de que esa fundaciónsea un paradójico despojo de su fondoespiritual, ético, sin más, humano.

Nombres útiles y nombres secretos. Losnombres criollos y los indígenas señalanuna confrontación entre relaciones dife-renciadas con la tierra en el chaco salte-ño. Digamos al pasar que los nombresque los indígenas otorgaron a la tierra fue-ron todos secretos para los blancos, tantomás cuanto se le niega a su lengua, aúnen nuestros días, su poder de nombrar.

Por un lado, nombres de generales, degobernadores, de fundadores de campa-mentos y nombres de campamentos (Cam-pamento Vespucio9) se oponen, por otrolado, a nombres de hechos, de historia,de pertenencia, no como promesa dehacer propia la tierra y ligarse con ella,sino como testimonio de que ya habita-ban y eran de la tierra cuando algo ocu-rría a esos originales. Nombres que evi-dencian una percepción sobre elmundo10. La toponimia wichí muestraque nombrar la tierra es, para ellos, ubi-car las fuentes de agua y manifestar ladiversidad biológica del monte chaqueñoy su vitalidad. Siguiendo a Murena, estospodrían ser los nombres útiles. Pero tam-bién, para los wichí, dar nombre a loslugares tradicionalmente ocupados esseñalar las marcas de la encarnizadalucha entre los principios cosmológicosopuestos –la Vida y la Muerte– de la quelos wichí participan. Quizás estos sean

aquellos nombres secretos dados en con-templación de los númenes de la tierrade los que hablaba Murena.

¿Qué han narrado los indígenas en eldesierto? Volviendo a Sarmiento, nisiquiera él puede obviar, y es deslumbra-do por el rastreador, quien sí puede leeren el desierto. Señal de la presencia deotras escrituras. El desierto siempre es talpara quien lo mira desde fuera.

¿Qué desierto narraban los indígenas?Nuevamente el componente indígena enel pensamiento nacional, como reverso.Decía Mansilla: “en el desierto mandanlos narradores, los que saben transmitiral lenguaje la pasión de lo que está porvenir.”11 En la región chaqueña, sinembargo, hablan permanentemente delpasado, pero para recrear y reinterpretarel presente. En estas sociedades horizon-tales hasta la exasperación, sus autorida-des sin poder detentan la palabra, nocomo complemento del poder, más biencomo su negación. Entre los indígenas,parece ser autoridad no quien es capazde imponer su voluntad, sino quien escapaz de recrear permanentemente loreal, de sostener una visión del mundo,de hacer el presente verosímil.

En estos desiertos, aprovechados de for-mas tradicionales por sus pobladores origi-narios, el lenguaje tiene una función máscercana a la primordial. Las sociedadesindígenas de las llanuras chaquenses noexperimentan una escisión entre el tiempomítico y el tiempo histórico. Viven aúnallí, y conviven y disputan con los espíri-tus (en wichí ahät=espíritu) dueños de lanaturaleza por sus recursos. Los relatos

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orales ancestrales sobre los dueños de lanaturaleza cambian de sentido al habercambiado el contexto de la enunciación,cuando quienes se adueñan de los recur-sos naturales son nuevos aparecidos(ahätäy=criollo, blanco).

¿Cuáles son los relatos indígenas dehoy? No es el discurso ambientalista deGreenpeace sobre la reserva de Pizarro.Los indígenas chaqueños siguen siendohoy lo Otro no asimilable, incluso paralos movimientos sociales, muchas vecesconstituidos sobre una noción de traba-jo12. El relato que resuena es el reclamopor las tierras. Sus argumentos son los deun relato sobre el reconocimiento de quela realidad puede ser –y la suya es– otra,

o de lo contrario serán exterminados.Otro concepto de desarrollo, de uso delos recursos naturales, de organizaciónsocial horizontal, de relación con el len-guaje. Desde el comienzo, la presenciaindígena se yergue allí como testimoniode esa verdad apropiada por los filósofosy los poetas, verdad intolerable para elproyecto homogeneizador de naciónconcebido por la generación del 80, eimprocesable para nuestras institucionestal como las concebimos todavía: antetantos llamados a la refundación de loexistente, son posibles y además necesa-rias otras instituciones, otros nombres yotros relatos, esta vez con poder fundantede comunidad.| pampa

1 H. A. MURENA, El nombre secreto o un intento de explicación de ciertos males argentinos y americanos,pasados y presentes, Pensamiento de los Confines, Buenos Aires, nº 7, 2º semestre 1999.

2 TRINCHERO, H. (2000) Los dominios del demonio, Bs. As., Eudeba.3 sic. TRINCHERO, op. cit.4 TRINCHERO, op. cit.5 Citado en TRINCHERO, op. cit.6 TRINCHERO, op. cit.7 CARRASCO, MORITA (2000) Los derechos de los pueblos indígenas en Argentina, Buenos Aires, Vinciguerra-

IWGIA. (cap. II)8 Estos tipos de explotaciones se desplazan para realizar obras a través de cientos de kilómetros a lo largo

de los gasoductos, o para trabajar por sectores las plantaciones latifundistas. Para ello son necesarios loscampamentos.

9 Localidad al sur de Tartagal.10 PALMER, J. (2005) La buena voluntad wichi. Una espiritualidad indígena, Grupo de Trabajo Ruta 81.11 PIGLIA, R. (2000) Crítica y ficción, Buenos Aires, Seix Barral.12 El pueblo wichí, con un trasfondo cazador-recolector, no se siente interpelado desde la cultura del trabajo

asalariado. El trabajo no constituye una fuente de identificación, esa función es cumplida por la tierra y lalengua. Tampoco es considerada un valor la productividad. La caza, la pesca y la recolección en estasregiones subtropicales inhóspitas requieren más bien resistencia.

NOTAS:

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1.Hasta ahora, la nación es situación permanente de los hom-bres. Aún ahora, es, hasta que su desaparición demuestre lo

contrario. Escribir en el tiempo donde las naciones dejaron ver sucostado fétido, su aspecto moribundo, podría ser prefiguradocomo el relato de su propia muerte, o bien, como su potencia deresurrección o, final y más modestamente, cómo el relato de sudificultad, de su prolongada desdicha. La desdichada paradojanacional, en nuestro caso, es el patriotismo no fundado en elamor por el pasado, sino en la ruptura violenta con él.

2.Sostiene Nicolás Casullo que “hay una obra Facundo ennosotros permanentemente pensando que sí, que el país se

puede proyectar con un gran estadista, un gran guerrero o un granautor”1. Esta frase presenta al desnudo la pregunta por el funda-mento de la patria y señala los desafíos a los que se enfrenta la teo-ría. Efectivamente, en nuestra experiencia, la política –como estra-tegia de representación republicana–, ha sido separada de la ética–como misión de lo colectivo respecto al ser humano– y de laestética –en tanto conciencia trágica de la irrealidad del mundo–.Tal separación propone a la teoría crítica lecturas centradas enlos diferentes tipos de vínculos que se tejen disolviendo singu-laridades, absorbiendo esferas y recreando voluntades en estazona indistinta que presenta, también, lo nacional actualmente.

“ L a v a n g u a r d i a e s a s í ”

por KARINA ARELLANO

“Intentaron hacernos creer que el mundo era demente, deforme, absurdo, caótico e imbécil.

Esa era la trampa. La sentencia condenó al universo a la locura.”

FRAGMENTO DEL GUIÓN DE LA PELÍCULA “EL PROCESO”DE ORSON WELLES, BASADA EN LA OBRA DE FRANZ KAFKA

1 NICOLÁS CASULLO,Revista Pensamientoen los Confines, La condición del inte-lectual, número 14,Fondo de CulturaEconómica de Argen-tina, junio de 2004.

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3.La política moderna bajo la que se independiza nuestropaís pertenece al ámbito de la representación. Situó en el

centro el conflicto entre Estado y sociedad civil. Mientras que supretensión fue moldear la realidad nacional de acuerdo a unideal político social conforme a la razón, su fisura fue el deseode revertir el orden social establecido por el desborde de esaescena de representación nacional. Esas dos característicasrecrearon, por un lado, la absorción de lo ético y moral con suconsecuente quita de autonomía y el aporte a la consumaciónde pretensiones estéticas no significantes.

4.La condición experiencial del presente nacional proponerepensar los vínculos entre política y moral. Dice Simone

Weil2 que las reglas para cuidar la salud de la república nodeben ser las mismas que las reglas para cuidar el alma del pue-blo. Argumenta que cuando la responsabilidad por la salud delEstado obliga a sus subordinados a emplear cualquier medio,incluso el sacrificio de sus propias personas, por ende su condi-ción soberana, se establece como absoluto algo sin conexióncon lo que redime el alma del pueblo. Cuando la política seestablece como absoluto opera ocultando la necesidad de lavida espiritual nacional y la soberanía nacional se traduce enfidelidad hacia las instituciones del Estado. Así, no existe más elpueblo soberano, existe la soberanía del Estado.

5.La supremacía de ‘la política ante todo’, esa inspiraciónmaurrasiana –que bien comenta Halperin Donghi3–, trans-

formó lo político en punto de partida y de llegada. Bajo talabsorción de la necesidad moral hubo que sojuzgar espíritus ydesoir pretensiones del pasado que traían consigo la conexiónredentora. Trágicamente, lo verdadero es que el espíritu del pue-blo que derrama su sangre es el único hacedor de la epopeya,no hay táctica ni subordinación que lo reemplace. La desdichade la política nacional es olvidarlo.

6.El progreso modernista y lo estadista ejemplar, como usinasde la soberanía fueron parte de una ilusión que hoy podrá

reclamar el simulacro del mito republicano – no existe ejemplomás contemporáneo que la “plaza del sí”-, para sobrevivir a

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2 SIMONE WEIL, Echar raí-ces, Editorial Trotta,1996.

3 TULIO HALPERIN

DONGHI, El revisionis-mo histórico argentinocomo visión decaden-tista de la historianacional, Siglo XXIEditores Argentina(Mínima), 2005.Buenos Aires.

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hechos terribles que necesitan recuperación moral pero, paradó-jicamente, ya no podrán servir de objeto al amor necesario paraenfrentar un nuevo desconcierto. La vida moral no sale de suaniquilación a través de un Estado garante de democracia. No esnovedoso, pero vale la pena repetirlo, cuando el patriotismo sevuelve hacia el Estado deja de ser popular.

7.La violenta pedagogía con la que se quiso imponer lo libreen estas tierras, “la renovación”, convirtió al patriotismo en

un deber sagrado hasta que dejó traslucir su identidad con lasrealidades heredadas de la Argentina arcaica. Ahí, pasó a servergonzoso, torpe y estéril. La ruptura, el asalto, la precipitaciónfueron las claves para hacer a las fuerzas subterráneas –hacedo-ras de nuestra historia– invisibles, relativas y olvidadas... o trai-doras. ¿Por qué esperar con esta voluntad hacedora de lo nacio-nal más que la reacción?

8.¿Qué nación quedó a la vista cuando se obturó completa-mente la obediencia de los argentinos a los poderes

públicos? El desprecio hacia el Estado y la tendencia hacia laestafa que hemos vivido en las décadas post-dictadura, son sín-tomas del odio que profesamos a instituciones organizadasbajo el signo de invencibles máquinas electorales que aún noposeen la capacidad civil de solidarizarse con los interesesnacionales. Ese odio, enfermedad del alma nacional, redundaen los rencores excitados por una república que histórica ydeficientemente utilizó la vida popular, su lazo con la arcaicaarmonía criolla, como alimento institucional que no arribó aningún lugar que no se condiga con el recurso oportunista demonopolizar el presente. En tal sentido, la espectacularizaciónde situaciones republicanas no solo termina moldeando elcarácter político nacional: también despierta ilusiones ydemandas de terminar con el rencor y frustración en la vidapública. Más allá de que actualmente aceptemos pagar algúnprecio a cambio de paz civil, nadie en esta tierra puede llevarsu sacrificio más allá de lo que su alma lo inspira. Existe unespíritu cautivo que no se sosiega en el montaje de un espec-táculo. Una conciencia histórica de lo nacional que no sefunda en las restauraciones.

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pensar lo nacional

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9.La violencia es el resultado de la disyuntiva entre el ordende la historia y la sumisión voluntarista a la política. En este

plano la vanguardia como marca indeleble de la política nacio-nal, podría ser pensada como la exacerbación de una épica delo nuevo que le debe más a la voluntad que a la necesidad odesde otro lugar, responde exclusivamente a la necesidad deser lo que le falta.

10.La condición experiencial del presente nacional propo-ne también repensar los vínculos entre política y estéti-

ca. Nuestra ruptura violenta con el pasado, ¿no responde en unpunto a la ansiedad y reclamo estético de vanguardia? La volun-tad vanguardista de tener un pasado para convertirlo en objetode odio y precipitar el desconcierto posibilita la disolución de loque representa nación y democracia. La voluntad de aconteci-miento que proyecta el sin sentido acabó por ser realidad en estatierra. Consideremos: la voluntad vanguardista es cobarde entanto no puede vivir la angustia inherente a la imposibilidad deun sujeto social libre de opresión. Necesita crear no solo untiempo sino también un sujeto para odiar: el traidor a la patria oel que no es digno de pertenecer a ella. El procesado.

11.¿Podía haber vanguardia sin reclamo de que todo setrastoque? No hay síntesis histórica, ni paradigma pro-

gresista alguno que medie entre el afecto negativo –prejuicios,temores, culpa– que emerge en nuestra trama y la certeza volun-tarista de transformación radical vanguardista. Hay desborde dela representación, pensamientos más veloces que la síntesis. Esimposible la protección del sistema representacional nacionalbajo el régimen de la excepción. Mejor dicho, cuando la excep-ción se convierte en la regla, existe la tentación política de acu-mular sobre la singularidad o unir en la diversidad. Se desdibujala obligación ética de situarse en lo denso que implica la homo-geneidad indiferenciada funcional a las relaciones más injustas.

12....(un pensamiento que testimonie el origen de la rela-ción argentino-argentinidad, su frágil e invencible pacto

de adhesión, el estado de ánimo que existe luego de la consu-mación siniestra de la sangre)...

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13.No es vano recordar, ahora, nuestras formas de pensarlo nacional, tan contextualmente necesarias, tan marca-

das por un revisionismo materialista que ejemplificó con la muer-te a manos de los poderes facciosos para continuar el cuidadode la historia de una Nación, que quizá no esperaba que la deco-difiquen objetivamente para aprender a desconfiar de su reali-dad. Vale la pena poner el ojo en la historicidad liberal que seempecinó en hacer comprensible una experiencia nacional fun-dada en la profunda transformación de la economía y la socie-dad que significara la lectura ejemplar ante las instituciones delos demás países hispanoamericanos. Ambos rasgos de voluntadpolítica en Argentina, con sus obsesiones en el paradigma delprogreso no pueden negar, todavía, que la epopeya civil no pasóen estas tierras por los cánones clásicos de la razón y la ley.

14.La reconciliación entre nuestra historia –el lenguaje de laconciencia colectiva– y la representación de la nación

–el teatro de la imagen pública–; reclama una decisión: escogerentre la recuperación del alma de la nación y la ambición por lagrandeza argentina dentro de Latinoamérica. Lo que se pone enjuego en tal decisión es la propia existencia. Luego de tanta rup-tura, asalto y precipitación, el conflicto identitario de los argenti-nos podría someterse a la protección y la espera. Un gesto com-pasivo y redentor de aquel legado que marcaba el lado fértil denuestra tierra, agua que continúa en las napas de lo no dicho.Aquello, todavía no se somete al sacrificio de lo comprensibleporque el diálogo moral, estético y ético entre argentino querecrea el mito, argentino que concluye en el pensamiento y argen-tino que civiliza se produce más allá de las normas de comunica-ción vigentes. Igualmente, la desesperada búsqueda de respuestasal “nosotros” pertenece también a un proceso de verdad que loautorice a decirse argentino. Así, el pensamiento sobre lo nacio-nal se encuentra en condiciones de asumir que la primera vio-lencia en Argentina ha dejado sin habla a lo que le ha sobrevi-vido y, por ende, podría arriesgar que su voluntad de acelerarese devenir nacional de lo que ocurre en pos del sujeto nacio-nal que debería, no se emparenta con la necesidad nacional dedevenir eterna.

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pensar lo nacional

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15.Dice Simone Weil que “el hecho de que un ser huma-no posea un destino universal solo impone una obliga-

ción: el respeto”4. Una reunión nacional realizada conforme aun modelo eterno se hace imposible de palpar si no rastrea surespeto virtuoso en las señas de una imaginería previa a laimpronta vanguardista, previa al horror y a la pérdida de la expe-riencia. Los argentinos debemos estar obligados para con ello.Eso es lo opuesto a cualquier ironía o provocación. Es asociar ala fuerza humana una parte de saber supremo que le susurreaquello que hay que hacer al tiempo que la despreocupe de loque debía ser. Su devenir espera.

16.¡Espera! Como niño que intenta volver una y otra vez alregazo maternal, nuestra nación puede volver a acurru-

carse ante un tibio sol de mayo –aquel que debía salir despuésde la lluvia bendita del veinticinco–, hasta dejar saldadas lasrepresentaciones de sus dos alegorías fundacionales y funda-mentales: el continnuum de la sangre derramada, su capacidadhomicida, suicida y la marca franca de la obediencia a la vidaarmónica y justa, su natural capacidad creadora, aquella queacontece entre esos sostenidos estados de guerra civil, la usinade su supervivencia.

Olas de sentido a las orillas de la comunidad nacional.| pampa

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4 SIMONE WEIL, op. cit.

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caminarpor ARIEL MINIMAL

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Si sólo importara el sol, y no hubiese dónde volver. Si caminar fuera todoy no existiera otro modo de curtir más esta piel.

El tiempo me acuchilló, me quiso dejar tirado atrás. Me quiso cargar con todo, y si me olvide que todo es mucho para compensar.

Ay, vida, si lo que se ve se va ay, vida, dame ojos para ver un poco más allá

* Tema “Caminar” del disco “Folklore” de Pez, 2004.

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TODO discurso es, en toda su dimensión y profundi-dad, la mediación simbólica insoslayable de todolazo posible. Transitar el entramado reflexivo de lapregunta por la relación entre palabra y mundo es, a

un tiempo, alejar definitivamente la ilusión de una aprehensióninmediata de “lo real”, e imaginar lo social, lo subjetivo comoefectos discursivos. Las producciones contenidas en este tercer momento, recogenesta pregunta por lo discursivo desde la decisión de abandonarla tranquila certeza de los significados instituidos, para trabajarsobre el horizonte de la discursividad, la fluctuación de los sen-tidos, la derivación de los contextos. Anclados a la indagaciónsobre el decir posible –en su sentido más amplio–, discuten laidea de límite como potencialidad y la identidad –de los sujetos,de los procesos–, desde la conflictividad y la imposibilidad cons-titutivas, impulsando el pensamiento hasta la potencialidad deimaginar una contradictoria indeterminación estructural.

Sobre este supuesto de la imposibilidad de apre-hensión del mundo por fuera de la materialidad dellenguaje, se problematiza la distancia entre repre-sentación y mundo cuando la palabra deviene ins-titución, organización, Estado. Emerge, entonces, labúsqueda por iluminar la falla, el doblez, la dimen-sión simbólica oculta tras su ilusión de transparen-cia, que sitúa a la reflexión en el vértigo de pensarlo resistente a la simbolización, el sujeto inacaba-do, la sociedad como totalidad imposible. Pordetrás, la idea de contingencia, de aquello que,atravesado por un conflicto constitutivo, debe tran-sitar la tensión constante para devenir ser. La falta yel exceso, al mismo tiempo.

comunicación,discurso y política

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En su concepción de populismo, tiene vital importancia laforma en la que se organizan y articulan las demandas

sociales. En ese marco, el Estado cumple la función de satisfa-cer –o no– esas demandas en torno de las cuales se articulan lasprácticas y los discursos populistas. En cuanto a la situaciónregional actual de América latina, está por estos días muy difun-dida la idea de la existencia de estados populistas, lo que sería,a priori, desde su perspectiva, una aparente contradicción. ¿Enqué medida es pensable, para usted, un concepto como ese?

–Hagamos algunas aclaraciones. Para mí el término populistano es peyorativo, como no lo es hegemonía tampoco. En segun-do lugar, populismo no se refiere ni a un tipo de estado.Tampoco a un tipo de ideología; la larga marcha de Mao fuepopulista y también lo fue el fascismo italiano, con lo cual tene-mos toda la gama de ideologías posibles.

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Ernesto Laclau / Populismo o la lógica de ladicotomización como práctica hegemónica

Hegemonía y Estrategia Socialista presentaba el concepto deantagonismo social como posibilidad para la operación políticacapaz de articular las luchas contra las diferentes formas deopresión, como alternativa política eficaz al orden injusto. Enlos últimos años, las coyunturas políticas de los países de nues-tra región, parecen enmarcar la actualización de este pensa-miento en un debate alrededor del concepto de populismo. Como aporte a la discusión, estas breves preguntas a ErnestoLaclau aparecen como intento de focalizar la relación entre elpopulismo como lógica estructurante del espacio social y sudimensión en la lucha hegemónica en relación a las demandasque circulan en nuestro colectivo social, para indagar sobre loséxitos y fracasos de las luchas de los movimientos populares.

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A lo que se refiere el populismo es a una cierta forma de cons-trucción de lo político, a una modalidad posible que consiste enla dicotomización de los espacios sociales y políticos. Es decir,dividir la sociedad en dos campos y apelar a “los de abajo” fren-te al “poder”. Siempre que hay una construcción de lo políticoque enfatiza este momento de dicotomización, tenemos popu-lismo en el sentido más clásico de la palabra.

Ahora bien, toda sociedad tiene un aspecto institucional porel cual ciertas demandas son absorbidas idealmente dentro delsistema. Cuando esto no ocurre, empieza a producirse entretodas las demandas insatisfechas una cierta solidaridad, lo queyo llamo una equivalencia. Es esta lógica de la equivalencia lacondición de posibilidad del populismo, en tanto da lugar, final-mente, a la construcción de un pueblo.

Desde este marco, un estado populista es aquel desde el quese promueve directamente esta lógica de la dicotomizaciónsocial. Perón en 1943 o 1944, como parte de un gobierno, alproducir su discurso dicotómico por excelencia –“Braden oPerón”–, estaba llevando a cabo un populismo desde el apara-to del estado. Pero, al mismo tiempo, el populismo puede serllevado a cabo desde fuera del estado.

Usted tampoco utiliza peyorativamente el término hegemonía.Sin embargo, en la agenda política argentina de estos días haaparecido con mucha recurrencia el término “hegemonismo”,con una carga valorativa claramente desfavorable. ¿Tiene sen-tido hablar de hegemonismo?

–Sería necesario analizar qué se quiere decir con eso. Cuandoel Partido Comunista Chino hablaba de la política hegemónicade la Unión Soviética, hablaba simplemente de la política delpoder. Cuando se usa hegemonismo en ese sentido, se refiereal intento de crear poder.

Por supuesto que en la teoría de la hegemonía tal cual lahemos desarrollado nosotros, la cuestión no es tan simple, entanto se afirma que no hay identidad social que no se construyacomo sistema de poder. Esto implica que, cualquier política,desde este punto de vista, va a ser hegemónica. Lo cual tampocoes una calificación peyorativa ya que una fuerza política que noquisiera tomar el poder sería como una suerte de masoquismo.

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Otra expresión que ha circulado en el último tiempo en losespacios de militancia, es la frase que habla de “una vuelta dela política” como proceso dado en los últimos años. ¿Cómo leeusted, a la luz de esa frase, la política en los años ’80 en nues-tro país?

–En Argentina, después del 2001, se dio un gran desarrollode la protesta social. Pero esa protesta social, que tuvo muchasformas interesantes y que continua hoy de alguna manera, nocondujo directamente a una politización. Al contrario, el lemaera “que se vayan todos”, o sea, el rechazo de la arena públi-ca como esfera de acción. El resultado es que se llegó a laselecciones de 2003 con poca participación en relación algrado de movilización que se había creado a nivel social, y laselecciones se resolvieron dentro de la partidocracia más tradi-cional. En este marco, la cuestión se resolvió de manera exito-sa, en tanto el elegido fue Kirchner; por supuesto, el resultadohubiera sido muy distinto si el ganador hubiera sido Reutemano De la Sota.

A partir del momento de la asunción, lo que ha llevado acabo el gobierno es un esfuerzo por poner juntos el nivel verti-cal de la politización y el nivel horizontal de la protesta social.De modo que el estado sea más sensible a los reclamos, peroque estos reclamos puedan plantearse de una manera más insti-tucionalizada, es decir, se politicen. Siempre va a haber unasuerte de tensión en estos dos momentos. Si la cosa avanzamucho hacia el lado de la institucionalización, lo que puedendarse son formas de cooptación. Si la protesta social se mantie-ne absolutamente separada de lo político, se condena a la impo-tencia y, a largo plazo, a la disgregación.

Desde luego que hubo política durante los años ´80 y ´90;pero después de 2001 se produjeron fenómenos totalmente nue-vos, inéditos hasta entonces, que es necesario repolitizar.

En relación a esta construcción de demandas populares que ustedplantea, ¿qué rol cree usted que tiene las organizaciones políti-cas autónomas del estado, como los sindicatos, por ejemplo?

–Todo tipo de demanda amerita un tipo de institucionaliza-ción, y no todo tipo de institucionalización está ligada a unaforma política enmarcada en el sistema de partidos que luchan

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COMUNICACIÓN,LENGUAJE, DISCURSO

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por el estado. Un sindicato es, en principio, una forma de aglu-tinar y encauzar demandas, pero su tarea inmediata no estomar el estado. Toda demanda social que entra en una cade-na de equivalencias puede hacerlo a través de formas que noestán necesariamente asociadas con lo estatal. Depende tam-bién del contexto social en el que se inscriban. Hay ciertassituaciones de marginalización extrema de ciertos sectoressociales que, para ser lanzados a la arena histórica y política,requiere un tipo de institucionalización que muchas veces esprovista por el sistema de partidos. Por ejemplo el APRA, en elnorte de Perú, fue siempre un tipo de organización política quetenia un rol organizador de la sociedad civil. El PC italianotenía las mismas características. Pero el Partido Laborista inglésnunca ocupó ese rol, en tanto existe una sociedad civil muchomás organizada y los partidos son sólo la maquinaria paraganar elecciones.

Pareciera que esta distinción puede tener que ver con el desa-rrollo integral de las sociedades en términos económicos ysociales.

–No necesariamente. Estos fenómenos se dan en sociedadesaltamente desarrolladas también. Las movilizaciones por la bajade impuestos en California, por ejemplo, que se dan en un con-texto social y económico de alto desarrollo, tienen característi-cas marcadamente populistas.

Desde esta perspectiva, ¿cómo lee la demanda de seguridadque se registra en nuestro país?

–Creo que la demanda de seguridad estuvo ligada a una crisistan profunda que produjo la proliferación del crimen en muchísi-mas áreas. Desde esta perspectiva, entiendo que el mejoramiento de la situación económica, que colabora con la disminución delcrimen, va a producir que esa demanda de seguridad baje.

Volviendo al contexto latinoamericano, y entendiendo que,desde su perspectiva, las formaciones sociales tienen en subase un alto grado de indeterminación. ¿Cómo es posible pen-sar, entonces, en contextos regionales de cierta aparentehomogeneidad, como es el de América Latina hoy?

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–Indeterminación no quiere decir necesariamente falta dedeterminación contextual. Por lo que el contexto del tipo derégimen populista que se está generalizando en América Latinahoy en día responde a una serie de cosas.

En primer lugar, la democracia y el liberalismo no fueronsinónimos, ni mucho menos términos complementarios, en lahistoria europea. A principios del siglo XIX, el liberalismo tieneuna forma de organización política perfectamente respetable,mientras que la democracia era un término peyorativo, era el“gobierno de la turba”. Fue necesario todo el complejo proce-so político europeo del siglo XIX para llegar a esta simbiosisentre liberalismo y democracia, a tal punto que hoy decimos“liberal / democrático” como siendo la misma cosa.

Esa síntesis no se produjo tradicionalmente en el caso deAmérica Latina. El liberalismo fue la ideología de constituciónde los estados oligárquicos, a mitad del siglo XIX, que teníanescasa capacidad de absorber las demandas de las masas. Demodo que cuando esas demandas desbordan el sistema institu-cional liberal, tenemos una democracia nacional populista,pero que iba en contra de las formas liberales como tales. Engeneral, fueron los regímenes nacionalistas de base militar losque expresan este nuevo tipo de demandas.

Lo que ocurre hoy día es que venimos de la experiencia delas dictaduras brutales de los años ´70 y ´80, que golpearon porigual a la tradición liberal / democrática y a la nacional / popu-lar, de modo que crearon las bases para una convergencia detodas ellas. Hoy no hay populismo en América Latina que sepresente como oponiéndose al estado liberal / democrático.

Me preguntaron en varios países, en las últimas semanas, sino hay una posibilidad autoritaria en el populismo. Les respon-dí que, claramente, si hay una posibilidad de autoritarismo en laexperiencia latinoamericana en los últimos 30 años, no ha esta-do ligada al populismo, sino al neoliberalismo económico.

La otra gran experiencia de fracaso fue la del neoliberalismode los años ´80 y ´90, que llevó a varios países al borde delcolapso –a la Argentina muy notoriamente– y entonces, hoydía, lo que estamos viendo es el desarrollo de políticas máspragmáticas. Esto no implica un pasaje del endiosamiento delmercado al endiosamiento del estado, pero es evidente que el

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COMUNICACIÓN,LENGUAJE, DISCURSO

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estado va a pasar a cumplir funciones de regulación muchomás importantes que las que cumplió en la década pasada, locual me parece una buena cosa. Se está dando una democra-cia participativa de base más amplia, modelos económicosmucho más pragmáticos y, como resultado de todo esto, creoque podemos pensar en sociedad democráticas más establesque las que la región tuvo en los años recientes. | pampa

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Las categorías son los contornosdifusos e imaginarios que, como

intento siempre fallido, trazan los límitesdel decir posible sobre lo real y delimitanlo pensable de nuestras realidades históri-cas. En su transcurrir puede que lo real-pensable-deseable sea fagocitado porellas, que su uso termine por perder sucapacidad explicativa. Plantea Foucaultque la interpretación es infinita porqueno puede acabarse nunca, en tanto nohay nada primario que interpretar, “en elfondo –dice– todo es ya interpretación;cada signo es en sí mismo no la cosa quese ofrece a la interpretación, sino inter-pretación de otros signos”1. Sobre estatrama densa parecen emerger reflexionesañoradas de sentidos últimos, devela-mientos esenciales, totalidades absolutas,identidades plenas y modos ontológicosacabados que clausuran más que inaugu-rar las posibilidades de imaginar nuestroterritorio y los sujetos que lo habitan.

En las últimas décadas el transcurrir delas organizaciones políticas populares–cada día más alejado de los sujetos quepretenden contener–, ha provocado lapregunta por su identidad y devenir. Estehecho multiplicó los intentos de revisiónde la lógica del espacio político y los

modos de constituirse de los sujetos en suentramado. Se reprodujeron, entonces,reflexiones que, en una misma operaciónteórica, al tiempo que se sitúan en unplano cruzado por esa valiosa indaga-ción, parecen clausurar alternativas derespuestas cuando intentan saldar las dis-tancias entre palabra y mundo.

En tanto operan sobre los modos deconstitución de los espacios políticospopulares, estos aportes hacen surgiralgunas inquietudes sobre las posibilida-des del pensamiento cuando éste preten-de convertirse en decálogo, mapa o guíapara la práctica política. Cruzadas por elfatal olvido de la distancia entre la puestaen discurso de un concepto y sus impli-cancias ontológicas, estas reflexionesquedan ante la irresponsabilidad políticade la mera pretensión teórica. Reducenmuchas veces al pensamiento a la empo-brecida circulación de “nuevas” acepcio-nes, sin el agregado en la imaginería polí-tica de la potencialidad de la experienciacrítica radical que inauguraran otrosmodos de indagar sobre lo social en losque supuestamente se inscriben.

El concepto de “articulación”, lamenta-blemente, no ha corrido mejor suerte. Su

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Sobre los posibles usos del c onc epto de ar t i culac ión

por LUCÍA DE GENNARO

I.

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interpretación, su uso, dentro de la teoríacrítica que recorre actualmente los textos,conferencias, producciones destinados ala platea de los militantes sociales; convo-ca a pensar su a priori material, a hacersecargo del servicio que puede brindar a lainvisibilidad de aquello que la teoría quelo engendrara pretendía hacer visible: elorden y desarrollo irrestricto de la cruel-dad del capitalismo. La impresión de sumaterialidad en tanto sentido se traduceen una sospecha verdadera: el uso abomi-nable sumado al gesto honesto de abra-zarse a él, lo termina exacerbando comosi con el conjuro de lo “articulado” lahonestidad intelectual quedara redimidade pensar la desunión del campo popular.Así, sujeto a la simple enunciación exa-cerbada, el concepto queda atado a untrágico destino de determinación acomo-daticia, lógica analítica cerrada y pensa-miento por oposición.

Todo pensamiento arraiga sobre lasposibilidades de su tiempo histórico deexplicar el mundo, su relación con elpasado y su idea sobre el devenir. Si, talcomo afirma Habermas2, la modernidades la época caracterizada por la concep-ción de evolución, novedad y el progresoinfinito del conocimiento y del mejora-miento social; los tiempos de la post-poli-tica, la virtualización de lo real y el desa-rrollo de las nuevas tecnologías, propo-nen nuevas interrogaciones sobre la rela-ción palabra-mundo.

La constitución de la subjetividad a

partir de la nominación en Lacan, lanoción althusseriana de interpelacióncomo constitutiva de la identidad subjeti-va dentro de un horizonte ideológico, elsí mismo situado en nudos de circuitoscomunicativos que lo atraviesan y loconstituyen en una red de relacionescomplejas en Lyotard; alumbran modosposibles del ser sujeto como resultado derelaciones diferenciales y contingentes.Explicaciones que centran la identidad noya en relación con los grandes relatosdadores de mundo, como mero lugar desubjetivación de la estructura, sino des-provista de esencias últimas y determina-ciones cerradas a las que remitir todas lasacciones y los acontecimientos posibles.

El sujeto incompleto, borrado, tienecomo correlato el abandono de la ideade la sociedad como totalidad que apare-cía tanto en el planteo de la dicotomíamarxista como en la concepción del sis-tema orgánico funcional. En ruptura coneste sentido, propone Zizek3 el rastreo deconcepciones ontológicas que imaginanla naturaleza de lo social a partir de unabrecha constitutiva entre el ser y el acon-tecimiento, entre lo universal y lo particu-lar; tal como era concebido dentro de lalógica hegeliana y que aparece, aún,replicado en Marx. A saber, Laclau y laimposibilidad de reducir lo particular a louniversal –el primero en tanto fenómenodel segundo–; Badiou y la brecha entre elser –estado de situación– y el aconteci-miento de la verdad. En ambos casos,para escapar al orden ontológico último,la operación teórica consiste en plantear

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II.

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una subjetividad política que se constitu-ya en la decisión ética –de carácter con-tingente–, sobre un fondo infinito de posi-bles multiplicidades de ser: sin universopositivo, determinaciones, lógicas estruc-turales. Más radicalmente, para estos dosautores, tanto el acontecimiento como lacapacidad del significante particular –queadquiere la categoría de vacío para haceremerger la totalidad social siempre impo-sible–, se fundan en aquello que nopuede ser nunca representable.

Fragmentación de las identidades, vir-tualidad del mundo, contingencia de lalógica de constitución de lo político. Elplanteo de la constitución de los sujetosde la emancipación por fuera de losgrandes relatos legitimadores, lleva aLaclau y Mouffe4 a la crítica de la deter-minación endógena del vínculo hegemó-nico, es decir, a situar el problema de lahegemonía por fuera de las determina-ciones de clase. Si la identidad se consti-tuye en un terreno distinto al que operanlas prácticas discursivas hegemónicas –laestructura económica–, la presencia deesta en el campo político se daría comomeras “representaciones” de clase y laoperación hegemónica consistiría sóloen la “alianza de clases”. Identidad declase en el orden de las esencias; vínculohegemónico en el orden de las circuns-tancias, como sombra, mera consecuen-cia, segunda narración que debe su sersiempre a la primera.

Para devolverle a la operación hege-mónica toda su capacidad de operación

política, estos autores retoman el desarro-llo teórico de Althusser. Imaginan otrovínculo posible desde un nuevo conceptode articulación, fundado en la sobredeter-minación de las relaciones sociales.Articulación ligada, entonces, ya no acualquier tipo de relación de elementos,sino a una fusión que supone formas dereenvíos simbólicos y pluralidad de senti-dos. La formación de la identidad como lapresencia de unos objetos en otros, sitúa ala articulación como un tipo de relaciónmuy distinta a la planteada por una mera“alianza de clases”. Sentidos, matices,trazos, perspectivas, elementos y rasgosidentitarios, que hacen emerger a cadauno de los sujetos en los otros, compo-niendo una nueva forma identitaria, unapalabra con capacidad de decir lo colecti-vo donde las singularidades se diluyen enel mismo instante de su pronunciamiento.Aquello que ellos llaman discurso.

Si la hegemonía política, como lógicade la articulación y de la contingencia,pasa a implantarse en la propia identidadde los sujetos políticos que ella genera,en el instante mismo del vínculo con undiscurso con capacidad enunciativa arti-culatoria y aglutinadora, ¿qué implican-cias tiene potenciar este aporte teóricocomo capacidad de revisar nuestra prácti-ca política cotidiana para escapar real-mente del orden de las esencias al ordende las circunstancias?

Si, justamente, estamos hablando de lacrisis de los espacios políticos en tanto sucapacidad de enlazar lo deseable como

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colectivo social con un discurso quepueda decir lo justo y alumbrar otromodo de reconstruir el lazo con los victi-mizados en diálogo con la memoria sen-sible del sujeto político popular ¿quéconsecuencias plantea pensar lo políticodesde un sujeto que instaura su práctica apartir de una decisión ética, no fundadaen la legitimación de una pertenenciaanterior –ya se trate de la clase, el puebloo cualquier otra entidad preestablecida–?

La distancia entre la representación ylo representado centra nuestra mirada enla necesidad primaria de la nominacióncomo constituyente de la subjetividad ydel entramado discursivo que diga lopolítico sin ninguna esencia última a laque remitirle todas las acciones posibles.¿Podemos creer que esto se agota en laformación de nuevos espacios políticoscruzados por la “capacidad de articularconsensos” entre “actores heterogéneos”para alcanzar “objetivos comunes” a unsupuesto sujeto político popular?

Sin intención de desarrollar ningunarevisión ontológica, la breve recapitula-ción anterior muestra miradas interesantespara releer los sentidos que funcionancomo horizonte de la práctica a la horade producir política en las organizacionespopulares. Y regresa la cuestión de cuálesson los planos de constitución del sujeto,según las lógicas de articulación en losespacios políticos de estas organizaciones.

Mucha de la bibliografía que aporta

los supuestos de base para la acción polí-tica, presenta a la fragmentación y la sec-torialidad de las luchas como el eje cen-tral en la imposibilidad de su desarrollo.Aparece, entonces, en la explicación teó-rica, la noción de “articulación” comorecurso constante. Operación que impli-caría, por un lado, la identificación de lasraíces de todas las problemáticas que cru-zan a los conflictos protagonizados porlos sujetos político populares e incluiríaun segundo momento de integración enpropuestas comunes. Homologaciónentre articulación y coordinación queconllevaría a la construcción del denomi-nado “proyecto estratégico”; dividido endiversas prácticas: elaboración de pro-puestas ligadas a problemas reivindicati-vos, “articulación” de éstas, mediante elconsenso, en un plan de acción común.

Si coincidimos en que uno de losaportes esenciales del revisionismo mar-xista es colocar a la formación de laidentidad en el preciso momento en quela operación discursiva puede establecerun decir colectivo. Esto es, no hay identi-dades –de clase, popular, o lo que fuere–establecidas con anterioridad a la formu-lación de la palabra política, ¿cómo ima-ginamos la eficacia política de un plan-teo que vuelve a sujetar la identidad aun momento anterior a la práctica?Entendiendo que este tipo de articula-ción “consensual” debe operar, necesa-riamente, sobre identidades cerradas quese relacionan sólo en términos de alian-zas de clase, imaginar los nuevos espa-cios políticos a partir de grados de

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III.

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“negociación” entre actores que,mediante grandes debates y puestas encomún, llegan a constituirse en sujetospolíticos, nos coloca ante identidadescerradas previas al proceso de constitu-ción de su vínculo con lo político. Esdecir, ante una operación que vuelve asituarlas en la lógica de la determinacióny en el terreno exterior a la práctica y aldiscurso político mismo.

Central para pensar el espacio políticoposible en nuestro colectivo social, la pre-gunta por la fragmentación de la subjetivi-dad, permite situar la indagación sobrecomplejos procesos que atraviesan a lossujetos actuales en el mismo instante quese constituyen frente a la vacuidad desentidos. Apartados de este movimiento,algunos aportes empobrecen la visiónligando lo fragmentario a la mera diversi-dad de demandas o de necesidades.Irresponsabilidad política que tiene sucorrelato dentro de las organizacionespopulares en la mera puesta en comúnde listas inacabables de reivindicaciones.Grandes estrategias y tácticas que cristali-zan en propuestas políticas que aspiran a“tender puentes”, “construir redes” o crear“nodos de articulación”, como modalida-des de los procesos de “construcción depoder” que, hasta ahora, debemos decir-lo, sólo construyeron listados infinitos deheterogéneas reivindicaciones.

Esta producción de sentido, basada enla aspiración a la recomposición del todosocial, olvida que sin más real ultimo quedevelar, la operación hegemónica –del

actor político que se trate– opera sobre lasociedad en tanto la constituye desde susvalores morales, sus parámetros éticos,sus modalidades de legitimación, susnociones sobre lo subjetivo y lo colecti-vo. Son aportes que al colocar la acciónpolítica dentro de una supuesta “batallacultural” ligada a la de-velación de lalógica del capital, son responsables decontribuir a desgastantes prácticas políti-cas que desvían la reflexión sobre el suje-to político popular y su verdadero y vio-lento litigio por el sentido.

La crisis profunda que atraviesan losespacios políticos populares, requiere deuna imaginería política que pueda darcuenta de estos procesos de traduccio-nes y alarmantes desfasajes; de la escasapresencia de las cosas en el lenguajeque fracasa una y otra vez en su inten-ción de nombrarlas. En este tiempo cru-zado por la tragedia del lenguaje y larepresentación, la única posibilidad paraun proyecto emancipatorio desde lopopular, que realmente encarne en lacompleja subjetividad de nuestra tierra,se sitúa en la operación discursiva quediga la hermandad en la opresión. Senecesita más audacia para imaginar unapalabra que libere de las operacionesdiscursivas del neoliberalismo que paraesgrimir una palabra que ajusticie dentrode la rentabilidad que él mismo propo-ne. Entendiendo que la libertad es justa-mente el límite de la obediencia militan-te al respeto radical por el otro y que sucapacidad política consiste en religar unrelato sobre el devenir colectivo con

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cada una de las historias cotidianas quehacen a lo subjetivo nuestro. Nadieniega que la puesta en juego de lapotencialidad de un pensamiento queimagine un discurso con capacidad dearticulación política es un desafío; siem-

pre y cuando, ese pensamiento seacapaz de contener nuevamente un modode decir lo social desde el paradigma delo justo y verdadero; aquel capaz deencarnar en las acciones cotidianas delos hombres de nuestra tierra. | pampa

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1 FOUCAULT, MICHEL, Nietzsche, Freud, Marx, El Cielo por Asalto Buenos Aires, 19952 HABERLAS, J. El discurso filosófico de la modernidad, Taurus, Madrid, 1989.3 ZIZEK, S., El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política, Paidós, Buenos Aires, 2001.4 LACLAU, ERNESTO y MOUFFE, CHANTAL, Hegemonía y estrategia socialista, Siglo XXI, Madrid, 1987.

NOTAS:

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1.En Match Point, la última película de Woody Allen, hay uncrimen. Un crimen brutal, despiadado que, además, son

dos: el de la bella y desafiante Nola Rice –Scarlett Johansson– yel del hijo que lleva en camino. Es, a decir verdad, EL CRIMEN,el de la vida que todavía no es, el de todas las vidas posibles.Un asesinato mítico, el del vientre, que, sin embargo, lejos dedesencadenar la debacle de los personajes de la trama, organi-za una suerte de reposo final en el que todo va tomando laforma de la tranquilidad, la armonía y el progreso. En realidad,lo que hace posible el regreso de la calma no es el crimen, sinola combinación entre su calculada desfiguración y la serie debiografías candorosas que ese crimen permite seguir con vida:obviamente, el culpable no es culpado y la muerte de ese hijoy de esa mujer permiten el nacimiento de otro hijo, fruto de unvientre, ahora sí, público y aceptable.

¿Qué nos interesa de esto? Lo que finalmente queda en pie: elmatrimonio, la institución que organiza la vida burguesa y alre-dedor de cuyos conflictos se enrosca, en parte, la película. Hay,para que esto sea posible, un cuidado entramado de secretos ysilencios –y su revés, esos diálogos insoportables y perfectos quesostienen la ocasión, que el bueno de Woody sabe manejar conmaestría– y que es, en definitiva, lo que hace posible que la his-toria siga, a pesar de, o casi gracias a, esos crímenes inconfesa-bles. Una maldad: la única forma en que uno de los personajesconsigue reconstruir el crimen con todos sus detalles –uno de lospolicías que investiga el caso–, es soñándolo.

2.Toda institución es inconfesable. Lo es en el sentido deque su fin último, que es también su origen, debe perma-

necer celosamente oculto, a riesgo de destruir su empresa.

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I n s t i t u c i o n e spor SEBASTIÁN SCIGLIANO

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Llámese al proceso despojo, sustracción, crimen o deseo. Todoinstituto supone una desigualdad nuclear y, al mismo tiempo,desgarradora y muda. Es cierto, no es esto una novedad. El esta-do de naturaleza de las sociedades contemporáneas vive de esehiato de origen; es su motor y su combustible a la vez. El capi-talismo, es ni más ni menos que eso: un despojo. Sin embargo,y a pesar de cierta extendida iluminación sobre el problema, lasinstituciones, como la cultura, ay, funcionan. Y lo hacen enbuena medida gracias al entramado simbólico que son capacesde concebir, más o menos concientemente, y que vela conve-nientemente esa situación embarazosa e inconfesable.

3.A la gestión de esa malla de protección se la conoce comocomunicación institucional. Henos aquí, entonces. Institu-

ciones, formas reguladas de la interacción humana, estatuto derelaciones, intercambio. Unidades celulares de producción desociabilidad; extensos campos de fuerza. La forma institucionales una razón, y su propia razón instituyente es, en última ins-tancia, siempre un relato, una manera de contar la ley, la cele-bración del rito, su puesta en acto. Y alrededor de esa pequeñaépica, las instituciones organizan sus escalafones, sus sistemasde ascenso, sus premios y castigos, sus entonaciones. La comu-nicación institucional es la forma pública de ese polifonismo, esel coro. Y como tal, renueva cada vez esa invocación, la refuer-za al tiempo que la desnuda. Es que toda comunicación cons-truye un mito de la transparencia, juega a ocultar lo que mues-tra y develar lo que oculta. Su autonomía es, en realidad, unjuego de espejos, en el que lo aparente es lo extraño. El acto decomunicación es una invocación ilusoria. Gestualidad, rito,puesta en escena, el acto de comunicación restituye el sentidode pertenencia común, ilumina, produce ilusión.

4.La iluminación es una providencia artificial, como todaprovidencia.

5.El sistema de participaciones en la malla de la comunica-ción institucional es, entonces, necesariamente un doblez.

Es decir: la forma de ser sujeto de la comunicación en las insti-tuciones es un pliegue, un desdoblamiento. Porque la misma

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trama comunicacional tiene sus propias formas ritualizadas deinvocación, su propio sistema de mentira. Que, al mismo tiem-po, produce el efecto institucional del mito y su invocación. Esun engranaje doble, la máquina adentro de la máquina. Enton-ces, la forma de ser de los comunicadores institucionales es laforma de ser institución, es decir, su forma de habitar la institu-ción es la forma institucional. Todo sujeto productor de comuni-cación institucional cuelga de una soga doblado sobre sí mismo.Esa es la forma virtuosa de la ética que la institución construye:verse a uno mismo cometiendo el crimen. La escena del doblezes el núcleo de la razón sínica que alienta todo ejercicio comu-nicativo en el seno de las instituciones. A decir de Zizek1: todossaben que lo hacen, y aún así, continúan haciéndolo.

6.¿Cuándo empieza una institución? ¿Cuántos deben creer?La respuesta es una tentación: uno solo, pero uno cada

vez. El “efecto institución” es una recreación, un episodio. Nin-guna institución nace de una vez y para siempre. Es muy pro-bable que ahí resida su fortaleza, en la capacidad de reponersu sentido cada vez que es invocada. Sin embargo, como es deimaginar, esa escena encarna, también, un alto grado de fragi-lidad, porque la invocación siempre oculta la posibilidad de laprofanación, como dice Giorgio Agamben2, la posibilidad derestituir el uso profano de lo sagrado. Pero para evitar esa pro-fanación está la comunicación institucional, el discurso sutu-rante, el que vuelve creíble el hechizo. Y los comunicadoresinstitucionales son los obreros de esa colmena, quienes ejecu-tan la partitura del rito, los que hacen institución. De ahí la sos-pecha de que las instituciones son su comunicación, son entanto se comunican como instituciones. Quiero decir: lo insti-tucional se amalgama en ese relato de ser institución, quenecesita confirmarse todo el tiempo.

7.Consecuencia: hay un no tiempo de las instituciones. Comofenómenos de consenso, las instituciones deben ser eterna-

mente presente. Lo paradójico es que ese efecto de atemporali-dad es el resultado de un relato que las cuenta como siendo. Eldiscurso del presente permanente es el discurso de la publici-dad, en la que nada envejece –vale recodar aquella publicidad

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1 ZIZEK, SLAVOJ, Zizek,Slavoj, Ese oscuroobjeto de la ideología.

2 AGAMBEN, GIORGIO,Profanaciones.

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de una administradora de fondos jubilatorios cuyo slogan era forever young–. El presente permanente es, también, el tiempo deldeseo. Institución, publicidad, deseo. Todos ocultan algo, todosguardan un cadáver en el armario.

Sin embargo, como rito, las instituciones proponen una memo-ria, la invocación de una memoria que se “presentifica”, que seconsolida como monumento. En esa operación paradojal delpresente eterno que invoca una memoria es en la que intervie-nen los comunicadores institucionales, como contadores delmito, como rapsodas.

8.No hay, sin embargo, comunicación sin mal entendido,sin confusión. Es decir, solo el desbalance simbólico que

produce una situación de incomprensión, de duda o de parado-ja, crea la necesidad de la explicación, de la restitución del sen-tido, la profanación. La situación de eventualidad de la institu-ción como episodio consensual está todo el tiempo amenazadapor la salida de cauce, por el desvarío. Como explica EduardoRinesi a propósito de Hamlet, la representación del crimen delpadre, como fuera del relato, como recreación, es lo que per-mite destrabar el engaño, quitar el velo, poner color ahí dondehabía –una supuesta– transparencia3. El territorio de la comuni-cación no es nunca una llanura; es siempre, al menos, un grupode ondulaciones modales, en el que la diferencia de niveles eslo que permite –lo que vuelve necesario– la comunicación. Eslo que permite revelar el nombre del autor del crimen.

9.Frente a la forma ética de habitar lo institucional que lainstitución les propone a los comunicadores, hay una

forma estética, la posibilidad del juego con la farsa, con la pues-ta en relieve de las contradicciones entre mito e historia, entrecelebración y juego, entre lo aparente y lo aparecido, capaz deponer entre paréntesis las identidades y sus solidificaciones.Ética y estética se necesitan mutuamente, son, en realidad,parte de un mismo proceso que configura el terreno complejoy poroso de lo comunicacional, que desanda las instituciones ylas pone enfrentadas a sí mismas. Es un proceso conflictual, enel que se diputa la capacidad de instituir el “sentido genuino”.Lo que seguro no hay es institución sin conflicto, sin política.

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3 RINESI, EDUARDO,Palabras Cruzadas.Política y comunica-ción el Hamlet, enZigurat nro. 3.

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10.Una maldad: la única forma en que uno de los perso-najes de la película de Woody Allen puede desentra-

ñar la verdad sobre la muerte de Nola Rice, es soñándolo. Laescena es fascinante: ese personaje, un policía “excéntrico”, lecuenta a su compañero de investigación, alucinado y de untirón, toda la trama del crimen –que el espectador ya conoce,claro está–, pero que ninguno de los otros personajes de la his-toria podría reconstruir, ni siquiera él mismo. Cuando su com-pañero, escéptico, le pregunta cómo consiguió armar esa his-toria le confiesa, avergonzado, que lo soñó. La historia oficial,que la película se encarga de subrayar como azarosa y forza-da, encuentra otra explicación, resuelve el dilema de otraforma. Esa forma, la forma pública, les permite a todos convi-vir con el crimen sin conflicto, sin culpa y sin castigo. Esa es laética de la película de Allen. La estética está en la figura de esepolicía que construye fantasías en el sueño del wisky. La ver-dad parece ser hija de la sin razón, de la fantasía, del juego, dela representación. Pero no hay verdad sin mito, ni sueño sinvigilia. Y de eso vivimos. | pampa

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1. El recuerdo

El recuerdo icónico de mi infancia es lapampa y el ombú. Solitario, raro en lainmensa planicie verde. Como la Tierra,rara, solitaria en la inmensa planicie azuldel universo.

La soledad de la Tierra en el Universoconocido se percibe como una relaciónúnica entre pensamiento y sentimiento.

La originalidad de la Tierra, productorade vida, tiene algo del ombú, esa hierbatransformada en árbol gigantesco.

La fragilidad de la Tierra, como en elombú, es un tronco blando, increíblementeblando, hecho de agua. Sólo un delicadoequilibrio medioambiental y la casualidad,permiten que la hierba se haga árbol antesque el pampero la arranque de cuajo.

2. El cuadro de la evolución del Universo

En las fases tempranas de la expansión

del Universo se formaron los núcleos delos elementos livianos: hidrógeno y helio.Nacieron condensaciones que dieron ori-gen a estrellas y galaxias. Reacciones ter-monucleares en el seno de las estrellasque dieron lugar a la fusión de los ele-mentos más pesados.

En nuestro Universo se formaron cienmil millones de galaxias, de las cualesuna es la nuestra: la Vía Láctea. Esta víaque parece de leche, está compuesta degases, polvo y unos cuatrocientos milmillones de soles. Uno de estos soles esnuestro Sol, situado en un oscuro brazodel espiral. Una estrella corriente, anodi-na, vulgar.

Alrededor del Sol y otras estrellascomenzaron a formarse los planetas. Porlo menos en el tercer planeta alrededor deeste sol –la Tierra– hace cuatro mil millo-nes de años atrás, se dieron condicionesfavorables para la vida. ¿Cómo pudo cre-arse un complejo de condiciones tan

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L a f r a g i l i d a d y e l C a p i t a l i s m o

por EDUARDO ROSENZVAIG

Evidentemente no experimentará temor quien cree que nadapuede sucederle (...) Sienten miedo aquellos que juzgan probable

que algo les pase (...). Los hombres no piensan así cuando seencuentran o creen hallarse en la plenitud de la prosperidad, y en

consecuencia se muestran insolentes, desdeñosos y temerarios.[Pero si] conocen la angustia de la incertidumbre, tiene que haber

alguna esperanza de salvación, por exigua que sea.

ARISTÓTELES. RETÓRICA

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poco probable para la aparición de lavida? Dos posibilidades.

UNO. Nuestro Universo atravesó innu-merable cantidad de ciclos –expansionesy compresiones–. Las constantes físicasoriginadas en el inicio de cada ciclo,cambiaban de uno a otro. Nosotros apare-cimos en un ciclo donde se creó unacombinación de constantes físicas y otraspropiedades favorables a la formación deestructuras complejas y sistemas vivos.

DOS. Otra posibilidad sería que en elmundo de la materia haya infinidad deuniversos distintos, cada uno con su com-plejo de constantes y propiedades físicas.Y que nosotros estemos en aquel que per-mite precisamente la existencia de la vida.

En cualquiera de estos dos sentidosnuestro Universo es único.

Pero, además, la Tierra se halla a unadistancia del Sol que le permite obteneruna cantidad óptima de luz y calor.

La Tierra es el único planeta del sistemasolar que posee hidrosfera –agua que entraen la composición de la célula viva–.

La composición única de la atmósfera;la fuerza óptima de la radiación solar quellega a la superficie terrestre –con la capade ozono que protege a todo lo vivo delcomponente duro de la radiación ultra-violeta–.

Pero, además, en nuestra galaxia existeuna zona con condiciones favorables parael surgimiento de la vida; el llamado cír-culo de corotación, vinculado a la estruc-tura espiral de la galaxia, que en realidades un “círculo de la vida”. Justamente enél nos encontramos nosotros junto con elsistema solar.

Además, el Sol se halla entre dos bra-zos de la galaxia, lejos el uno del otro.Por eso la vida en la Tierra –escribe CarlSagan–, no está amenazada por la radia-ción nefasta de las nuevas estrellas quenacen en estos brazos, o sea, en lugaresde acumulación de la materia.

3. El cerebro humano

El cerebro humano se parece al globoterráqueo y al ombú en que está divididoen dos hemisferios. El encéfalo se parecea un hongo, cuyo pie es el tronco cere-bral, su parte más antigua. Desde aquí sedirigen los reflejos más importantes:deglución, respiración, ritmo cardíaco.

Encima se halla el diencéfalo, surgidocon los primeros mamíferos que habitaronnuestro planeta unos ciento cincuentamillones de años atrás. En él se encuen-tran los centros del olfato, el gusto, lasemociones.

Por último, está el sombrerete, la partemás joven, también formada hace millonesde años. Aquí se concentra nuestra capaci-dad para percibir señales, hablar y pensar.

Pareciera, entonces, que hay tres cere-bros en uno. Durante nueve meses en lacabeza del embrión se forman las neuro-nas; a razón de veinticuatro mil por minu-to, llegando a diez mil millones.

Los físicos calcularon que el númeromás grande conocido –de la ciencia físi-ca– es 1088, o el número que expresa lacantidad de partículas elementales –elec-trones, protones, neutrones– de todo elcosmos conocido. No estaba tan lejos elmatemático siciliano Arquímedes que en

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el siglo III a.C. estimó en su libro El arena-rio que harían falta 1063 granos de arenapara llenar el cosmos. Cifras grandes: 1018,por ejemplo, es un trillón; para contar untrillón a un número por segundo necesita-ríamos vivir más que la edad del Universo,unos treinta y dos mil millones de años.

Quedamos en el número más grande:1088. Pero hay fenómenos que compitencon este número. Cada célula nerviosa denuestro cerebro se une con decenas deotras por medio de axones y dendritas.Estos enlaces se hacen a una velocidadmedia de una milésima de segundo. Yodigo, “¿Quiénes somos nosotros?” y elcerebro tardó ese tiempo en comprenderla frase, en hacer las relaciones necesa-rias. Un segundo dividido en mil partes.

Se ha calculado que el cerebro necesitahacer una serie de combinaciones en esamilésima de segundo, superior a 10100.Es decir un número superior a todas laspartículas que hay en el Universo.

El tejido nervioso tiene dos coloracio-nes: el gris, como resultado de la acumu-lación de neuronas, y el blanco, de laasociación de sus apófisis –axones y den-dritas–. La sustancia blanco-grisácea devarios milímetros de espesor que cubrelos hemisferios del cerebro es lo que noshace tomar conciencia de los sucesos denuestra vida. Por ejemplo, que un ombúen la pampa verde, es algo raro y tam-bién hermoso.

No existen dos neuronas idénticas.Cada una es una complicadísima fábricaquímica, con cientos de miles de substan-cias diferentes y miles de fermentos catali-zadores que provocan una multitud de

reacciones bioquímicas ininterrumpidas.Las neuronas “conversan” entre ellas envarios idiomas: en el de la química, en elde los impulsos eléctricos. Las diez milmillones de neuronas únicas, y sus enla-ces en combinación del 10100 y sus idio-mas para –a la velocidad de una milésimade segundo– decir: “El ombú es solitario,original, frágil como la Tierra”.

4. El capitalismo

Aquí tengo las declaraciones de uneconomista. Recibido en la UniversidadNacional de Tucumán, profesor, doctora-do en la Universidad de Chicago en1972, asesor de Cavallo entre 1991 y1999 en el Ministerio de Economía de laNación, consultor del BID y experto de laOEA, hincha de Boca, aficionado a lapesca del pejerrey. Carlos Pucci acaba dedecir a la prensa la conclusión de toda suvida de académico, ejecutor económico ycreador de la última frase conocida delsistema dominante: “El capitalismo nopuede tener sentimientos”.

Todo lo que hemos explicado en estatangente singular del Universo hasta lle-gar a la vida, el cerebro, los sentidos,para que el hombre viva en un sistemaque carece y que no puede tener senti-mientos. Como si todo hubiese sido paranada. Para lo que Kurosawa llamara ensu film Los sueños, una estupidez. Unagran estupidez.

En la Universidad de Chicago hay unasola escultura en los jardines. El campuses bello, se parece a Cambridge por elverdor y los edificios simulando la piedra

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medieval. La estatua es en bronce, obrade Henry Moore, el gran escultor con-temporáneo. Se trata de una estatua a labomba atómica. Porque, allí, un científi-co de la Universidad creó la teoría de labomba. Recibió el premio Nobel por eso.La Universidad de Chicago, entonces,creó la bomba atómica y el neoliberalis-mo. Dos bombas.

Creó la posibilidad de una guerra finaly creó la teoría del capitalismo de viviren una sociedad cuyo sistema de produc-ción, distribución y consumo carezca desentimientos. Con la amenaza de lasbombas –las armas y la economía sinsentimientos– el mundo rico pretendesostenerse como poder global. Con larealidad del sistema sin sentimientos pre-tende dividir al género humano en dosmitades, como los dos hemisferios delcerebro, y como los dos de la Tierra y losdos del ombú. El hemisferio de la riquezay el hemisferio de la exclusión.

El que tiene hambre no puede pensaren la naturaleza; así como al que estásaciado no le interesa pensar en el quetiene hambre. La Tierra está en peligro.Toda la evolución de la tangente está enpeligro.

Pero el planeta es indivisible, como larelación entre el ombú y la pampa. EnEstados Unidos, se respira el oxígenogenerado en las selvas ecuatoriales brasi-leñas. La lluvia ácida, emanada de lasindustrias contaminantes del Medio Oestede Estados Unidos, destruye los bosquescanadienses. Con el efecto invernaderoocurre otro tanto. Yo vi los bosques que-brados del Canadá cuando, hace algunos

años, llegó a hacer el frío suficiente paraque el agua se congelase. Los clorofluor-carbonos de los aerosoles de Italia provo-can cáncer de piel en Australia.

Un llamamiento de la Comisión con-junta de ciencia y religión (1990) denomi-na lo que está ocurriendo “Crímenes con-tra la Creación” ¿No es un crimen contrala creación un sistema de vida que se per-ciba y defina sin sentimientos?

Este sistema –sin sentimientos– ahorapretende ser dueño del agua en elmundo. De la hidrosfera donde nació lavida, casi como de lo que está compues-to el tronco del ombú. Avanzamos en lacomunicación global; retrocedemos enlos sentimientos globales. La cara deBush es la cara del mundo rico. ¿Cómoes posible que se adueñen del agua, de lahidrosfera donde nació la vida, el origende los sentimientos, empresas cuya razónde existir es negarlos?

Ahora se sabe que el mundo animal sedesarrolló en forma tan impetuosa nosólo gracias a la selección natural–Darwin– sino también con otros instru-mentos. Entre ellos el amor. Es decir for-mar pareja con un ser que no le es indi-ferente. Darwin desarrolló parte de lateoría de la selección sexual, en base ala mayor atracción. Ahora se sabe queocurrió la instancia del amor.

En vez del capitalismo considerarsagradas las condiciones ambientales sufi-cientes a la vida, sacralizó el beneficio, ladesigualdad, la explotación colonial tardíacon su metáfora dramática llamada deudaexterna. Si no es posible un sistema deproducción, de distribución, de intercam-

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COMUNICACIÓN,LENGUAJE, DISCURSO

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bios y de consumo con sentimientos, nohabrá alternativas al crack de la Tierra. Sellame como se llame, esa nueva relaciónsocial-ambiental, no será ya capitalismo.

6. Lo otro

En Uruguay hay un monte de ombúes.Si el ombú es ya raro de ver, mucho másun bosque de ombúes. Algo extraordina-rio, tan único en su entrelazamientocasual de circunstancias.

Cada vez es más raro ver un ombú enla pampa. Sobre todo en una pampa tala-da por la soja transgénica y el Randap.Desaparece toda flora bacteriana queobstruya “por arriba y por abajo” a lasoja, aunque sirva a los nutrientes deotras múltiples especies, entre ellas esa

hierbita llamada ombú. Se corta catastró-ficamente la cadena biológica, la relaciónentre bacterias, flora, fauna y el desiertoaparece como metáfora –el campo amari-llo uniforme de la soja– y como realidad,el ecocidio.

Proponer otro sistema, con sentimien-tos, es la tarea actual de la especie homosapiens. Tarea univalente. Tarea sin alter-nativa. Tarea de la propia evolución natu-ral. La tarea de la originalidad del ombú ode la Tierra. La tarea de un planeta vecinoa un solcito vulgar, entre otros cuatrocien-tos mil millones de soles en la Vía Láctea.Es más fácil encontrar la punta de lamadeja de un sistema con sentimientos,que contar uno por uno todos estos soles.Tenemos unos segundos para hacerlo. Nomás a escala de la vida en la Tierra. | pampa

| 112 | pampa julio 2006 | nro.1